ESTUDIOS DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Arqueología y ...

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168 estUdios de antropología e Historia / arqUeología y patrimonio en el estado de Hidalgo los cerros, asociadas con el “centro”, el axis mundi que significaba el Hualtepec y que definía un espacio y un territorio ritual que deja lejos una idea de marginalidad para el momento anterior a la conquista española. Así puede resignificarse, incluso, el lugar que ocupaba Itzmiquilpan, advocado a Huitzilopochtli, como lo testimonian los murales del convento agustino y la renovación del Cristo de Santuario de Mapeté (Luna, comunicación personal, 1999). La intuición de una sacralización del territorio se ve reforzada por el hecho de que el Hualtepec en la frontera entre la Teotlalalpan la provincia de Jilotepec y la región de Tula, era remembrado por ser uno de los lugares de tránsito de la mítica peregrinación azteca y, que en esa región se alcanzaron a celebrar dos fuegos nuevos. El primero fue en el irreconocible sitio de Acahualzingo en el año 2 ácatl (1091) y el segundo en el Coatepec. 19 “Aquí en este fue la vez primera y más reciente que vinieron a atar su cuenta de años los antiguos Mexica azteca teochichimeca allí en Acahualtzinco, en las cercanías de San Juan del Río […]” (Chimalpain, 1991:37). Además existe una tradición acerca de que después de la conquista española los bultos sagrados del Templo Mayor fueron enterrados en el cerro del Elefante, cerca de Tunititlán, donde existe una importante zona arqueológica, hoy destruida (Tavera, comunicación personal, 2000). Si bien no se puede entender a la región como un lugar marginado, a pesar de estar en situación de frontera con los grupos chichimecas, existía un cierto nivel de distinción pues algunos documentos hablan de la existencia de cabeceras duales al final del periodo azteca: Tepeji y Otlazpa, Actopan y Tenantitlán, Itzmiquilpan y Tlazintla, casi todas en una relación de conflicto, tal vez originado por la presencia española, quizá con historia. Para todos los casos, la fundación conventual se hizo en los términos de cada una de ellas, de forma tal que una mitad de la iglesia pertenecía a cada cabecera, a veces de la mitad entre la fachada y el altar, a veces en sección longitudinal. Por su parte, en los registros bautismales del siglo XVI del Archivo Parroquial de Itzmiquilpan, todos y cada uno de los bautizos de la parte de Itzmiquilpan llevaban nombres en náhuatl, mientras que los de Tlazintla eran en otomí (López, 2005). Es difícil afirmar que esta distinción significara subordinación o marginación, ya que las cabeceras duales, al parecer, tenían un tlatoani para cada término con vínculos de prestigio que alcanzaban a la familia de Moctezuma, la cual se encontraba distribuida por todo el valle, desde Mizquiahuala hasta Alfajayucan y cuyos herederos tuvieron 19 Aunque no se ha precisado la localización exacta de San Jerónimo Acahualzingo, es muy probable que se encuentre entre Tula y San Juan del Río, más específicamente entre este lugar y el Hualtepec. Peter Gerhard propuso que fue congregó en San José Atlán, Robert Barlow no pudo identificarlo y Paul Kirchhoff lo colocó entre Huichapan y San José Atlán. (Gelo y F. López, op. cit.:72–74). Otros autores lo ubican cerca de Nopala, Hidalgo, específicamente por el rumbo de Dañú (Enciclopedia de México) y otros en la localidad del Ruano, en el municipio de Polotitlán, Estado de México. (Los municipios del Estado de México). Arqueología.indd 168 06/12/10 17:54

8 / de la identidad a la inestabilidad. reflexiones sobre el HñaHñU preHispÁniCo 169 en encomienda varios pueblos hasta bien entrado el siglo XVIII. No hay que olvidar, también que la encomienda de Jilotepec fue muy codiciada e incluso llegó a poseerla el hermano del virrey Mendoza y la Malinche (Ibid:85 y ss.). Ésta es tan sólo una mirada …hacia las interacciones humanas que hemos podido percibir en el Valle del Mezquital. Es difícil suponer que para todos los ámbitos haya sido homogéneo y equivalente por lo que proponer una generalización del modelo a cualquier otro ámbito puede resultar contraproducente: cada localidad y cada grupo, aun siendo hablante de la misma lengua, creaban sus propias trayectorias dinámicas de intercambio y, por ello, era actor y sujeto de esa interacción, responsable de sus propias respuestas locales y de sus propias transformaciones. Las marcas de la distancia y las historias han sido disímbolas en tiempo y espacio. La arqueología del Valle del Mezquital habla sólo de ciertos grupos, interacciones, intercambios, donde lo local resulta harto complejo, rico, especifico, difícil de hacer análogo a su “vecino más cercano”, excepto para circunstancias específicas de resonancia, aunque existan similitudes formales para ciertas formas de la mirada del investigador. El acercamiento que como arqueólogos hacemos a la etnografía y a la historiografía del hñahñu de esta región ha sido más una fuente de problemas, más una ruptura de prejuicios y esquemas, que el encuentro de soluciones. Evoco, a guisa de ejemplo, la alfarería actual que no alcanzamos a ver porque sólo es permitida para los conocedores de los rituales, como su boxaxni, como el hodri, la vajilla ritual algunas de cuyas piezas que recuerdan a los wemá, a las figurillas Tláloc del culto a los cerros; están, también, la víbora negra, el viborón, la serpiente emplumada que custodia los lugares sagrados, la “Subida de Banderas”, que recuerda el Panquetzaliztli, los combates a naranjazos y el desollamiento humano (Guizar, 1991:164-189). o la tradición que postula que, en algún lugar de Alfajayucan, se encuentra la tumba de Cuauhtémoc (Luna, comunicación personal, 2000). La intuición que tenemos en el proyecto es que los hablantes de hñahñu estaban ahí, en el Valle, aunque es difícil verlos actuando como un bloque unívoco de identidad. Cómo y desde cuándo llegaron, lo ignoramos. Es posible que estuviera en lo teotihuacano y en lo Xajay, en lo coyotlatelco y en Tula, pero ¿qué papel jugaba, de saberse distinto y diferente ante el conjunto global de los procesos de intercambio social? No podemos decirlo todavía. Ignoramos si sus interacciones eran equivalentes y regulares para cada localidad, si en todas jugaba el papel de población mayoritaria, si llegaron a tomar el control local de ciertos altpeme, si fueron gobernantes o gobernados, o todas estas cosas al mismo tiempo en el ámbito complejo de relaciones que pudieron existir en la época prehispánica. Arqueología.indd 169 06/12/10 17:54

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los cerros, asociadas con el “centro”, el axis mundi que significaba el Hualtepec y que<br />

definía un espacio y un territorio ritual que deja lejos una idea de marginalidad para el<br />

momento anterior a la conquista española. Así puede resignificarse, incluso, el lugar que<br />

ocupaba Itzmiquilpan, advocado a Huitzilopochtli, como lo testimonian los murales del<br />

convento agustino y la renovación del Cristo de Santuario de Mapeté (Luna, comunicación<br />

personal, 1999). La intuición de una sacralización del territorio se ve reforzada por<br />

el hecho de que el Hualtepec en la frontera entre la Teotlalalpan la provincia de Jilotepec<br />

y la región de Tula, era remembrado por ser uno de los lugares de tránsito de la mítica<br />

peregrinación azteca y, que en esa región se alcanzaron a celebrar dos fuegos nuevos.<br />

El primero fue en el irreconocible sitio de Acahualzingo en el año 2 ácatl (1091) y el<br />

segundo en el Coatepec. 19 “Aquí en este fue la vez primera y más reciente que vinieron a<br />

atar su cuenta de años los antiguos Mexica azteca teochichimeca allí en Acahualtzinco,<br />

en las cercanías de San Juan del Río […]” (Chimalpain, 1991:37).<br />

Además existe una tradición acerca de que después de la conquista española los<br />

bultos sagrados del Templo Mayor fueron enterrados en el cerro del Elefante, cerca de<br />

Tunititlán, donde existe una importante zona arqueológica, hoy destruida (Tavera, comunicación<br />

personal, 2000).<br />

Si bien no se puede entender a la región como un lugar marginado, a pesar de estar<br />

en situación de frontera con los grupos chichimecas, existía un cierto nivel de distinción<br />

pues algunos documentos hablan de la existencia de cabeceras duales al final del<br />

periodo azteca: Tepeji y Otlazpa, Actopan y Tenantitlán, Itzmiquilpan y Tlazintla, casi<br />

todas en una relación de conflicto, tal vez originado por la presencia española, quizá con<br />

historia. Para todos los casos, la fundación conventual se hizo en los términos de cada<br />

una de ellas, de forma tal que una mitad de la iglesia pertenecía a cada cabecera, a veces<br />

de la mitad entre la fachada y el altar, a veces en sección longitudinal. Por su parte, en<br />

los registros bautismales del siglo XVI del Archivo Parroquial de Itzmiquilpan, todos<br />

y cada uno de los bautizos de la parte de Itzmiquilpan llevaban nombres en náhuatl,<br />

mientras que los de Tlazintla eran en otomí (López, 2005).<br />

Es difícil afirmar que esta distinción significara subordinación o marginación, ya<br />

que las cabeceras duales, al parecer, tenían un tlatoani para cada término con vínculos<br />

de prestigio que alcanzaban a la familia de Moctezuma, la cual se encontraba distribuida<br />

por todo el valle, desde Mizquiahuala hasta Alfajayucan y cuyos herederos tuvieron<br />

19 Aunque no se ha precisado la localización exacta de San Jerónimo Acahualzingo, es muy probable que se encuentre<br />

entre Tula y San Juan del Río, más específicamente entre este lugar y el Hualtepec. Peter Gerhard propuso que fue<br />

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José Atlán. (Gelo y F. López, op. cit.:72–74). Otros autores lo ubican cerca de Nopala, Hidalgo, específicamente<br />

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