ESTUDIOS DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Arqueología y ...

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166 estUdios de antropología e Historia / arqUeología y patrimonio en el estado de Hidalgo dientes. Los altepeme fronterizos tenían un territorio alargado con dependencias en la parte extrema que sirvieron de enclaves para que, en el momento oportuno de su propia independencia y erección en altépetl, controlaran un territorio también alargado con fundaciones en los extremos más norteños. Ese parece que fue el modelo y que, aparenta mostrar propiedades fractales (Vilanova, 2001). El efecto territorial recuerda la conformación de algunas provincias tributarias de esa zona. Así, es probable que, en el largo plazo, el control del imperio hubiera alcanzado, rápidamente, territorios muy norteños y el Valle hubiera dejado de estar en situación de frontera. La única excepción se encontraba en la frontera Mexica–Tarasca. El Valle, como en otras regiones del territorio sojuzgado por los mexica, se dividió en provincias tributarias pero, además, las cabeceras, a través de otros circuitos tributarios, enviaban sus productos directamente a la Triple Alianza, como a Tlacopan, sin que el proceso fuera excluyente (López, 1997:27-70). Sin embargo, esto no significaba una sobreexplotación, como se le ha querido leer, puesto que el mismo Acolhuacan, el territorio de la cabecera de Texcoco, estaba sometido a sistemas de tributación semejantes (Carrasco, 1996:162 y ss.). Aparentemente, el ordenamiento territorial mexica aprovechó la configuración preexistente y, de alguna manera, fue capaz de atenuar los niveles de conflicto que se tenían sobre linderos y términos. Entre otras implicaciones que puede tener esta idea se encuentra la de que el proceso estuvo asociado con la fractura de una trayectoria de interacciones locales, gestadas desde el momento teotihuacano, que se vieron subordinados por la imposición rápida de los patrones aztecas. Sin embargo, la totalidad del Valle del Mezquital se insertó en un ámbito suprarregional de intercambios gestados por un sistema caracterizado por su alta jerarquización. En este momento se dio un aspecto novedoso en la sacralización de los espacios pues casi la totalidad de las barrancas se cubrieron de pinturas rupestres blancas, en paredes, escarpes, piedras aisladas y abrigos rocosos. Las representaciones son muy diversas pues van desde pirámides típicamente aztecas, hasta figuras zoomorfas y fitomorfas. Destacan, entre ellas, el ritual del Xocolhuetzi, asociado con los hñahñu, escudos con diseños semejantes a los representados en la matrícula de tributos, juegos de pelota y deidades gigantes que se identifican actualmente con los wemá. Destaca, también, que todas las pinturas se han encontrado en las barrancas que rodean la caldera volcánica del Hualtepec. Los aztecas retomaron el culto sobre cerros y fundaron una buena cantidad de centros ceremoniales alrededor del cerro Hualtepec, tanto para ritos locales como para regionales. Es posible que fuera en este periodo cuando se construyó el gran centro ceremonial en la cima del cerro Coatepec al centro de la caldera, no sólo para remembrar la mítica peregrinación azteca (Gelo y López, 1998:65-78), sino para construir un sitio espejo al Templo Mayor de Tenochtitlan (Gelo, s/f). Un templo ubicado en el lugar donde el mito señalaba la localización de la casa de Coatlicue y donde habría nacido Huitzilopochtli, y Arqueología.indd 166 06/12/10 17:54

8 / de la identidad a la inestabilidad. reflexiones sobre el HñaHñU preHispÁniCo 167 que permitiría la remembranza de sus combates contra los Cenzohuiznahuac en los llanos sagrados del norte de la caldera volcánica, su fortificación y la batalla contra Copil, hijo de Malinali, amurallado en el cerro Tezcal, a 32 kilómetros de distancia al sureste del Coatepec y donde habrían construido otro templo conmemorativo. Figura 6. Expansión mexica Es importante destacar que la traza del Coatepec semejante a la del cerro Tláloc, es decir, se trata de dos templos alineados en el eje norte-sur unidos por una calzada de más de quinientos metros. Curiosamente, es análogo también al sistema arquitectónico del cerro Zacatépetl, al sur de la ciudad de México, donde para el periodo azteca se realizaban ritos otomíes en honor a Mixcóatl (Torquemada, 1976:222-223). Este cerro con sus dos templos tenía como nombre Coatepec, como el templo mayor de los aztecas. Es difícil aseverar que las pinturas rupestres sean la marca de la etnicidad otomí, pues parecerían estar, junto con los diversos templos construidos sobre las cimas de Arqueología.indd 167 06/12/10 17:54

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dientes. Los altepeme fronterizos tenían un territorio alargado con dependencias en la<br />

parte extrema que sirvieron de enclaves para que, en el momento oportuno de su propia<br />

independencia y erección en altépetl, controlaran un territorio también alargado con<br />

fundaciones en los extremos más norteños. Ese parece que fue el modelo y que, aparenta<br />

mostrar propiedades fractales (Vilanova, 2001). El efecto territorial recuerda la conformación<br />

de algunas provincias tributarias de esa zona. Así, es probable que, en el largo<br />

plazo, el control del imperio hubiera alcanzado, rápidamente, territorios muy norteños y<br />

el Valle hubiera dejado de estar en situación de frontera. La única excepción se encontraba<br />

en la frontera Mexica–Tarasca. El Valle, como en otras regiones del territorio sojuzgado<br />

por los mexica, se dividió en provincias tributarias pero, además, las cabeceras,<br />

a través de otros circuitos tributarios, enviaban sus productos directamente a la Triple<br />

Alianza, como a Tlacopan, sin que el proceso fuera excluyente (López, 1997:27-70).<br />

Sin embargo, esto no significaba una sobreexplotación, como se le ha querido leer, puesto<br />

que el mismo Acolhuacan, el territorio de la cabecera de Texcoco, estaba sometido a<br />

sistemas de tributación semejantes (Carrasco, 1996:162 y ss.).<br />

Aparentemente, el ordenamiento territorial mexica aprovechó la configuración<br />

preexistente y, de alguna manera, fue capaz de atenuar los niveles de conflicto que se<br />

tenían sobre linderos y términos. Entre otras implicaciones que puede tener esta idea<br />

se encuentra la de que el proceso estuvo asociado con la fractura de una trayectoria de<br />

interacciones locales, gestadas desde el momento teotihuacano, que se vieron subordinados<br />

por la imposición rápida de los patrones aztecas. Sin embargo, la totalidad del<br />

Valle del Mezquital se insertó en un ámbito suprarregional de intercambios gestados por<br />

un sistema caracterizado por su alta jerarquización.<br />

En este momento se dio un aspecto novedoso en la sacralización de los espacios pues<br />

casi la totalidad de las barrancas se cubrieron de pinturas rupestres blancas, en paredes,<br />

escarpes, piedras aisladas y abrigos rocosos. Las representaciones son muy diversas pues<br />

van desde pirámides típicamente aztecas, hasta figuras zoomorfas y fitomorfas. Destacan,<br />

entre ellas, el ritual del Xocolhuetzi, asociado con los hñahñu, escudos con diseños semejantes<br />

a los representados en la matrícula de tributos, juegos de pelota y deidades gigantes<br />

que se identifican actualmente con los wemá. Destaca, también, que todas las pinturas se<br />

han encontrado en las barrancas que rodean la caldera volcánica del Hualtepec.<br />

Los aztecas retomaron el culto sobre cerros y fundaron una buena cantidad de centros<br />

ceremoniales alrededor del cerro Hualtepec, tanto para ritos locales como para regionales.<br />

Es posible que fuera en este periodo cuando se construyó el gran centro ceremonial<br />

en la cima del cerro Coatepec al centro de la caldera, no sólo para remembrar la mítica<br />

peregrinación azteca (Gelo y López, 1998:65-78), sino para construir un sitio espejo al<br />

Templo Mayor de Tenochtitlan (Gelo, s/f). Un templo ubicado en el lugar donde el mito<br />

señalaba la localización de la casa de Coatlicue y donde habría nacido Huitzilopochtli, y<br />

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