ESTUDIOS DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Arqueología y ...

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150 estUdios de antropología e Historia / arqUeología y patrimonio en el estado de Hidalgo de cuentas, con que ese lugar, en la mirada de esas complejas interacciones, es capaz de modificar los prejuicios y las preconcepciones para llevar a nuevos derroteros de reflexión que rompen con el determinismo y se dirigen a la búsqueda del conocimiento en la riqueza del ámbito local. Es una actitud desde el “todo vale” de Feyerabend y su teoría anarquista del conocimiento que persigue la ruptura de los prejuicios y en la construcción de nuevas ideas sobre el pasado: La lección para la epistemología es ésta: No trabajar con conceptos estables. No eliminar la contrainducción. No dejarse seducir pensando que por fin hemos encontrado la descripción correcta de ‘los hechos’, cuando todo lo que ha ocurrido es que algunas categorías nuevas han sido adaptadas a algunas formas viejas de pensamiento, las cuales son tan familiares que tomamos sus contornos por los contornos del mundo mismo (Feyerabend, 1974:40). Una primera confrontación tuvo que ver con esa temática híbrida que se construyó desde la historia cultural y del marxismo de la arqueología social: conocer el origen de las etnias, identificarlas a través de tipologías de la cerámica o la lítica, los patrones de asentamiento y los rasgos culturales que permitieran interpretar un proceso de distinción. Estas ideas provenían de la sugerencia de Piña Chán que asociaba lo coyotlatelco con lo otomí –por la dispersión de la cerámica rojo sobre bayo que concuerda con la distribución de los hablantes de la lengua hñahñu en un momento de su historia, pero transitaban por la interpretación de las distribuciones desiguales de materiales arqueológicos con un acceso diferencial a los productos o a los rasgos centrales del grupo dominante, fuera mexica, tolteca o teotihuacano (López y Viart, 1993:104 y ss.). En un primer momento de la investigación, resultaba claro que todos los (pre)juicios de la arqueología clásica estaban inmersos en la observación de …una realidad compleja a través de la contraposición (contradicción) entre grupo (clase) dominante y grupo (clase) subordinado, ajenos a una multiplicidad de circunstancias sincrónicas y reiteradas. […] el grupo (clase subordinada) mientras más alejada (en espacio o en jerarquía) está del dominante, pierde, en su utillaje, la pureza de los rasgos formales estilísticos que caracterizan al grupo en el poder. Se asume, así, de manera lineal, que son sólo las condiciones de “explotación” o de “no propiedad” de los componentes del proceso productivo los que “explican” los orígenes de las etnias, y a este argumento se le adhiere un referente observable que no es más que una variante del difusionismo, pero puesto, en este caso, al interior del sistema. Así tenemos, por ejemplo, que la cerámica azteca (pura) se fabricaba en los lugares centrales y se distribuía sólo entre la población azteca (pura), mientras que los grupos subordinados, Arqueología.indd 150 06/12/10 17:54

8 / de la identidad a la inestabilidad. reflexiones sobre el HñaHñU preHispÁniCo 151 sin capacidad para obtener esos productos, “imitaban” los estilos y diseños, de manera local y toscamente, tanto en la tecnología como en los diseños, sin alcanzar, por supuesto, el refinamiento y lo excelso del utillaje del grupo dominante (Ibid). El argumento era diáfano: la cerámica azteca era mexica, mientras que la “aztecoide”, otomí; lo teotihuacano era lo dominante y lo “teotihuacanoide” lo otomí… y con ese argumento, reductio ad absurdo, que hace que la terminación “oide” implique una burda copia del original, uno de los términos de la paradoja histórica quedaba perfectamente corroborado: los hñahñu habían sido los subordinados y explotados de la historia prehispánica del centro de México; se correlacionaba, a fin de cuentas, la “clase social subordinada” con la “etnia”. De forma traslaticia, el hñahñu, por supuesto subordinado y explotado, no podía adquirir ciertos bienes en la medida en que el acceso a los productos, suntuarios y necesarios, era diferencial. La ausencia de esos productos en determinados contextos hacía pensar en el otomí prehispánico. Por supuesto que estas primeras interpretaciones contravenían las intuiciones más elementales del proceso de conocimiento: de ser esto así ¿cómo explicar, por ejemplo para el postclásico tardío, la amplia distribución de materiales azteca III en todos los asentamientos y en cada unidad doméstica, con gran abundancia? Esta evidencia niega la idea de que las diferencias étnicas o clasistas se reflejan linealmente en la distribución desigual de los productos, o su inverso, de que ésta es un indicador de la existencia de etnias o clases y que, para el caso del Mezquital hace referencia al otomí. Esta reflexión resulta crítica porque para este momento las fuentes históricas señalan que esta distinción existía y hablan de conductas y comportamientos distinguibles del hñahñu. De haber existido las distinciones étnicas en la época prehispánica ¿cómo eran? ¿Lo que se ha construido en la actualidad como modelo crispo, maniqueo y bivalente es la única forma de diferenciación posible? ¿Las diferencias son factibles de reducir a algo tan simple como una tipología cerámica? ¿Sólo el otomí prehispánico ingería pulque, hacía uso y abuso del “árbol de las maravillas”, el maguey, y manufacturaba cántaros para la extracción, fermentación y consumo del aguamiel? ¿Dónde se encuentra el hñahñu prehispánico? ¿Es el Valle del Mezquital el lugar donde se pueden localizar sus asentamientos más antiguos o, cuando menos, donde se puede identificar la construcción de la etnicidad ya fuera porque el otomí (pre)existía a otros grupos que arribaron al centro de México o porque llegaron aquí cuando otros grupos ya estaban asentados? A fin de cuentas, ¿las formas de la distinción, de construcción de la diferencia actual son equiparables a cualquier momento de la historia antigua? El fracaso en la identificación de lo étnico nos hizo ver que el ser del pasado y el ser del presente son distintos, que los parámetros de construcción de la identidad y la diferencia no son equiparables y, al menos, no se reflejan en el contexto arqueológico Arqueología.indd 151 06/12/10 17:54

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estUdios de antropología e Historia / arqUeología y patrimonio en el estado de Hidalgo<br />

de cuentas, con que ese lugar, en la mirada de esas complejas interacciones, es capaz<br />

de modificar los prejuicios y las preconcepciones para llevar a nuevos derroteros de<br />

reflexión que rompen con el determinismo y se dirigen a la búsqueda del conocimiento<br />

en la riqueza del ámbito local. Es una actitud desde el “todo vale” de Feyerabend y su<br />

teoría anarquista del conocimiento que persigue la ruptura de los prejuicios y en la construcción<br />

de nuevas ideas sobre el pasado:<br />

La lección para la epistemología es ésta: No trabajar con conceptos estables. No eliminar<br />

la contrainducción. No dejarse seducir pensando que por fin hemos encontrado<br />

la descripción correcta de ‘los hechos’, cuando todo lo que ha ocurrido es que algunas<br />

categorías nuevas han sido adaptadas a algunas formas viejas de pensamiento, las cuales<br />

son tan familiares que tomamos sus contornos por los contornos del mundo mismo<br />

(Feyerabend, 1974:40).<br />

Una primera confrontación tuvo que ver con esa temática híbrida que se construyó<br />

desde la historia cultural y del marxismo de la arqueología social: conocer el origen de<br />

las etnias, identificarlas a través de tipologías de la cerámica o la lítica, los patrones de<br />

asentamiento y los rasgos culturales que permitieran interpretar un proceso de distinción.<br />

Estas ideas provenían de la sugerencia de Piña Chán que asociaba lo coyotlatelco<br />

con lo otomí –por la dispersión de la cerámica rojo sobre bayo que concuerda con la<br />

distribución de los hablantes de la lengua hñahñu en un momento de su historia, pero<br />

transitaban por la interpretación de las distribuciones desiguales de materiales arqueológicos<br />

con un acceso diferencial a los productos o a los rasgos centrales del grupo<br />

dominante, fuera mexica, tolteca o teotihuacano (López y Viart, 1993:104 y ss.). En<br />

un primer momento de la investigación, resultaba claro que todos los (pre)juicios de la<br />

arqueología clásica estaban inmersos en la observación de<br />

…una realidad compleja a través de la contraposición (contradicción) entre grupo (clase)<br />

dominante y grupo (clase) subordinado, ajenos a una multiplicidad de circunstancias<br />

sincrónicas y reiteradas. […] el grupo (clase subordinada) mientras más alejada<br />

(en espacio o en jerarquía) está del dominante, pierde, en su utillaje, la pureza de los<br />

rasgos formales estilísticos que caracterizan al grupo en el poder. Se asume, así, de<br />

manera lineal, que son sólo las condiciones de “explotación” o de “no propiedad” de<br />

los componentes del proceso productivo los que “explican” los orígenes de las etnias,<br />

y a este argumento se le adhiere un referente observable que no es más que una variante<br />

del difusionismo, pero puesto, en este caso, al interior del sistema. Así tenemos,<br />

por ejemplo, que la cerámica azteca (pura) se fabricaba en los lugares centrales y se<br />

distribuía sólo entre la población azteca (pura), mientras que los grupos subordinados,<br />

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