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ESTUDIOS DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Arqueología y ...

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7 / las ComUnidades agroartesanales del asentamiento de tepetitlÁn, Hidalgo. Una… 125<br />

dinámicas geopolíticas de las entidades humanas. De sobra está decir que partir de un<br />

estudio sistemático de las comunidades pretéritas nos podrá ayudar a entender ciertas<br />

prácticas rutinarias de adscripción política, productivas, e incluso –aunque con ciertas<br />

reservas- identitarias y étnicas. Sin embargo, el estudio de las comunidades arqueológicas<br />

no es del todo sencillo, dado que el mismo concepto “comunidad” es un tanto<br />

ambiguo. Estamos de acuerdo con el hecho de que las comunidades son uno de los más<br />

significativos espacios para la interacción social (Yaeger y Canuto 2000: 2). Sin embargo,<br />

la definición “clásica” de comunidad estipula que ésta es definida en términos de la<br />

solidaridad humana producida por: 1) residir en un espacio determinado y, 2) por compartir<br />

experiencias, metas, conocimientos y sentimientos. En conjunto con lo anterior,<br />

la antropología clásica ha contribuido a crear una “etiqueta” para las comunidades, en el<br />

sentido de que se concibe que estos sectores de lo social sean una organización “natural”<br />

del ser humano; un locus que permite la reproducción biológica, étnica e identitaria.<br />

Aunado a que se asume la existencia de una homogeneidad étnica, de intereses y, en<br />

consecuencia, de actividades cotidianas.<br />

Es casi un axioma científico que las unidades domésticas se dedican a reproducir<br />

socialmente a su grupo (de manera psicológica –identidad, ritualidad-, como biológica).<br />

Sin embargo, estas visiones tienden a generalizar las diferentes funciones de las comunidades,<br />

ya que éstas no sólo se dedican a regenerar y generar fuerza de trabajo y productos,<br />

sino que también participan en redes sociales más amplias que pueden modificar<br />

sus idearios originales. En pocas palabras, esta visión (adaptativa-conductual) concibe a<br />

las comunidades como organizaciones sociales “mecánicas” abocadas, “naturalmente”,<br />

a la reproducción social, producción alimenticia e identitaria, en donde la personalidad<br />

de los diferentes agentes sociales tiende a ocultarse y donde existe una identidad comunal<br />

rectora. Lo anterior ha llevado a la creación de un estereotipo de los agentes sociales<br />

de las comunidades, donde a éstos se les concibe como sujetos “agachones”, mismos<br />

que sólo se dedican a acatar órdenes de los regímenes políticos preponderantes (cf.<br />

Marcus 2004), lo cual, ineludiblemente, conlleva a la negación de la agencia humana de<br />

estas comunidades rurales.<br />

Asimismo, es importante que comentemos que la misma comunidad es una abstracción.<br />

Esto quiere decir que la “comunidad” es una emoción conciente y una abstracción<br />

de la imaginación basada en la percepción de las actividades cotidianas de<br />

los sujetos, por lo que se puede considerar como un imaginario social 4 . De hecho, este<br />

4 El imaginario social, de acuerdo con Castoriadis (1989: 34), se refiere a una realidad socialmente construida por los<br />

hombres, misma que depende de un tiempo y espacio determinado, por lo que se torna una construcción relativa. El<br />

imaginario social es una creación de significaciones, imágenes y figuras que le imprimen soporte, temor y limitantes<br />

a las taxonomías clasificatorias de las sociedades humanas.<br />

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