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LA ODISEA DEL ALBATROS febrero caratula - El numero primo

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<strong>LA</strong> <strong>ODISEA</strong> <strong>DEL</strong> <strong>ALBATROS</strong><br />

Félix Menor Fernández


Para Esther;


UN PROBLEMA AÑADIDO<br />

Conducía despacio por un camino de tierra, con la radio puesta de fondo sin<br />

prestarle la mínima atención. Su rostro y su mirada perdida, reflejaban un estado<br />

de ánimo de marcado derrotismo, donde su vida solo parecía continuar por pura<br />

inercia.<br />

Llegó hasta una verja metálica con una puerta que bloqueaba el camino. Ahí<br />

se detuvo. Pulsó el botón del mando a distancia, y en unos segundos la puerta<br />

comenzó a deslizarse hacia un lado. Siguió avanzando por un acceso asfaltado,<br />

atravesó un solitario aparcamiento, y paró delante del edificio.<br />

Salió del coche y se quedó mirando hacia arriba. Sobre las ventanas de las<br />

oficinas destacaba un gran rótulo azul con letras en blanco; “ÍCARUS<br />

CONSTRUCCIONES AERONÁUTICAS”. Frunció el ceño en señal de desaprobación.<br />

Cuando le puso el nombre a la empresa le pareció oportuno, una mezcla de<br />

nombre clásico, internacional y alegórico. Pero nunca llegó ni a imaginar como la<br />

trágica historia que reflejaba el rótulo, marcaría proféticamente el auge y caída de<br />

su empresa.<br />

En la mitología griega, Ícaro era el hijo del arquitecto Dédalo, constructor del<br />

laberinto de Creta. Fue encarcelado con su padre en una torre por el rey de la isla,<br />

Minos. Dédalo para escapar de la isla, dado que Minos controlaba las salidas por<br />

tierra y por el mar, decidió fabricar alas para su joven hijo Ícaro y para él. Utilizó<br />

para ello las plumas de los pájaros y fue uniéndolas con cera. Después de<br />

aprender a volar con estas alas, huyeron de la isla, pero antes de salir Dédalo<br />

advirtió a su hijo Ícaro que no volase muy alto porque el calor del sol derretiría la<br />

cera, y tampoco demasiado bajo pues la espuma del mar mojaría las alas y con<br />

tanto peso no podría volar. <strong>El</strong> vuelo comenzó perfecto, pero cuando ya llevaban<br />

bastante trayecto Ícaro se confió, pensado que ya dominaba el arte de volar, y<br />

comenzó a ascender olvidándose de los consejos de su padre. <strong>El</strong> sol ablandó la<br />

cera que mantenía a las plumas unidas y éstas comenzaron a desprenderse,<br />

entonces cayó al mar y desapareció. Dédalo llegó volando hasta Sicilia quedando<br />

bajo la protección del Rey Cócalo. Ahí permaneció hasta su muerte, sin llegar<br />

nunca a superar la pérdida de su hijo.<br />

Las similitudes de esta leyenda con Carlos y su empresa no eran pocas. Había<br />

nacido hacía cincuenta y seis años en Ávila. Los aviones le apasionaban desde que<br />

a los diez años un amigo de su padre lo llevó a volar en una avioneta; emocionado<br />

por esa experiencia y con la curiosidad de un niño, no cesó de preguntarse e<br />

— 1 —


investigar sobre los secretos de volar, y esa obsesión le llevo a estudiar ingeniería<br />

aeronáutica.<br />

Gracias, a su inteligencia natural y su buena predisposición, no tuvo ningún<br />

problema en sacar la carrera. Sus estudios absorbieron seis años de su vida y<br />

únicamente le quedo tiempo para cumplir un segundo deseo, que era aprender a<br />

volar. A base de mendigar a sus padres el dinero y pedir favores en el aeródromo<br />

de “cuatro vientos”, logró sacar el título de piloto de avionetas. No tenía dinero<br />

para alquilar ningún aparato, así que se ofrecía gratis realizando vuelos para<br />

turistas o para viajes particulares de algún ricachón, con la única intención de<br />

acumular experiencia y disfrutar.<br />

Con su título de ingeniero en la mano pronto encontró trabajo, así estuvo<br />

ocupado durante veinticinco años en diferentes empresas de aeronáutica. Pero<br />

los cometidos de un ingeniero en una gran empresa consistían en un noventa y<br />

nueve por ciento en pura rutina de controles de calidad, dejándole muy poco<br />

margen para innovar; por lo que poco a poco se fue sintiendo más frustrado por<br />

no poder diseñar nuevos modelos y aportar soluciones técnicas. A pesar de que<br />

insistía en que le diesen oportunidades, la filosofía de la empresa se centraba en<br />

el mantenimiento de diseños y soluciones tradicionales muy probadas, y no<br />

compensaba arriesgarse con otras opciones que no fuesen totalmente seguras.<br />

Así, anquilosado en un trabajo esencialmente burocrático, sentía la necesidad de<br />

dar un cambio a su vida. Su afición de seguir volando en avionetas y planeadores,<br />

aunque le agradaba, no suplía sus inquietudes como diseñador.<br />

Justo antes de cumplir los cincuenta, se estimó que disponía de la experiencia<br />

y la ambición suficiente como para acometer su propio proyecto. Consciente que<br />

se trataba de un gran pasó, lo planificó todo con detalle. Y mientras seguía con su<br />

rutinario trabajo, estiraba las horas del resto del día y los fines de semana en<br />

estudios y reuniones para dar el gran salto. Convenció a los bancos, escogió como<br />

ubicación de la empresa una zona casi desértica de Castilla La Mancha, donde,<br />

después de negociar con varios propietarios, logró agrupar una sola finca de más<br />

de quince hectáreas. <strong>El</strong> lugar estaba tan perdido que se tuvo que construir un<br />

camino de tierra para poder acceder desde la carretera comarcal. Construyo una<br />

nave de diez mil metros cuadrados y junto a ellas, una pista de aterrizaje de más<br />

de un kilómetro. No se pudo quejar del apoyo de las instituciones, pues arropado<br />

con la expectativa de crear más de trescientos empleos en una zona casi<br />

despoblada, obtuvo ayudas públicas, que le subvencionaron a fondo perdido casi<br />

la mitad del proyecto.<br />

Trabajando a marchas forzadas solo tardó dos años en construir las<br />

instalaciones y traer todas las máquinas necesarias. Cuando finalizó, Carlos se<br />

— 2 —


sentía el hombre más feliz del mundo, pues había creado la empresa aeronáutica<br />

más moderna de Europa, por no decir del mundo, en el sector de avionetas y<br />

planeadores. En las oficinas de diseño, utilizando potentes ordenadores, se<br />

diseñaban los modelos y se simulaban los parámetros; después las piezas se<br />

fabricaban en fibra de carbono directamente a con unos robots modeladores; en<br />

el siguiente pasó todo se montaba; y finalmente, cuando el avión estaba listo,<br />

salía directamente a la pista de despegue para realizar las pruebas, donde hasta<br />

tenían para ello su pequeña torre de control. La pista de pruebas también se<br />

utilizaba para otra función secundaria; los inversores y futuros compradores eran<br />

traídos directamente a las instalaciones en avioneta. En realidad se trataba de un<br />

acto más útil que pretencioso; para acceder en coche desde Madrid tendrían que<br />

conducir doscientos kilómetros, desviarse a una carretera secundaria y acabar<br />

rodando por un camino de tierra; por lo que el futuro comprador llegaba cansado<br />

y con la sensación de estar perdido en el tercer mundo; Mientras, que acudir<br />

volando hasta el único aeropuerto privado de España resultaba rápido, cómodo y<br />

bastante impresionante.<br />

Cuando se acabó toda la construcción de la fábrica, se contrataron a los<br />

técnicos especializados, y casi desde el principio comenzaron a construir<br />

magníficos aviones. Los diseños de Carlos eran tan buenos que incluso sus<br />

primeros modelos, eran mejores respecto a los de la competencia en ligereza,<br />

resistencia, autonomía y precisión. Carlos siempre había sido un magnífico<br />

ingeniero con buenas ideas, y ahora, con sus propios medios y gozando de toda la<br />

libertad creativa, había logrado transformarlas en realidad.<br />

Mantuvo su afición a la aviación probando él mismo los modelos, realizando<br />

demostraciones e incluso llevando a Madrid a los clientes. Con toda la presión a la<br />

que estaba sometido, cuando se concentraba en volar, se relajaba, y durante ese<br />

tiempo lograba evadirse de los problemas. Las avionetas le gustaban, pero si<br />

podía elegir optaba por los planeadores, el llamado vuelo sin motor; disfrutaba<br />

plenamente suspendido en el aire sin más ruido que el viento. Curiosamente las<br />

personas profanas al mundo de la aviación, consideraban los planeadores como<br />

un juguete, cuando la realidad es que volar con un aparato sin motores y solo<br />

dependiendo de las corrientes de aire, resultaba muchísimo más complicado. Se<br />

trataba de algo parecido a navegar a vela o con motor, con la enorme diferencia<br />

que un barco de vela sin viento solo se queda parado, mientras que estando en el<br />

aire si no hay viento el planeador acaba cayendo al suelo.<br />

Precisamente entonces, cuando todo parecía perfecto en la empresa, fue<br />

cuando comenzaron los problemas. Las ventas de los aviones no despegaban,<br />

nunca mejor dicho, y a pesar de que las críticas a sus modelos eran buenas, lo<br />

— 3 —


cierto, es que los compradores no estaban dispuestos a gastarse un poco más de<br />

dinero por disponer de un producto mucho mejor. Se decidió invertir más en<br />

marketing y se amplió el mercado inicialmente europeo al norteamericano y<br />

asiático.<br />

Lamentablemente, la repentina y radical crisis económica mundial, alejó de<br />

modo implacable a los nuevos compradores, el mercado se redujo y se desplazó a<br />

los productos de bajo coste y hacia la venta de segunda mano. Así, a pesar de<br />

todos los esfuerzos no lograron más que un aumento muy poco significativo, a<br />

costa de un elevado endeudamiento. Las deudas comenzaron a acumularse, los<br />

inversores a retirarse y los bancos, con su propia crisis y faltos de recursos,<br />

comenzaron a denegar la financiación necesaria y a exigir el pago de los créditos.<br />

Se logró aguantar un año más, pero al final se impuso la triste realidad de los<br />

números y tuvieron que declararse en quiebra.<br />

Ahora la empresa estaba cerrada y casi todo el personal había sido despedido.<br />

Tan solo quedaban tres personas; Carlos, como gerente; un técnico para el<br />

mantenimiento de la maquinaria; y una informática para mantenerlos sistemas y<br />

la contabilidad. No eran más que los enterradores de una empresa en su ocaso.<br />

Igual que un animal muerto es despedazado por los carroñeros, la empresa iría<br />

perdiendo todas sus partes hasta que no quedase más que el recuerdo.<br />

<strong>El</strong> estado de ánimo de Carlos fue pasando por varias fases muy marcadas en<br />

los últimos años; Primero la ilusión de un nuevo proyecto, después la excitación<br />

de trabajar duro para poner en marcha la fábrica, de ahí pasó a la tensión por la<br />

lucha desesperada de mantenerse a flote, y finalmente a una fase depresiva ante<br />

la impotencia del cierre. Lo que definitivamente le hizo entrar en una depresión,<br />

fue, que en realidad, sacrificó mucho más que una inversión económica; esta<br />

aventura le costó todo lo que tenía; Su prestigio profesional, su patrimonio y<br />

hasta su vida familiar. Llevaba los últimos cinco años obsesionado con el proyecto,<br />

y para poder supervisarlo directamente, se trasladó a vivir a un pueblo cercano de<br />

la fábrica, dejando a la familia en Madrid. Cuando comenzaron los problemas, en<br />

el fondo, tuvo la suerte que Ana, su mujer, fuese médico y económicamente<br />

independiente; también que su hijo de veintiséis años acababa de finalizar la<br />

carrera de medicina y ya estuviese realizando prácticas como especialista. <strong>El</strong><br />

matrimonio al igual que la empresa estaba en crisis, y todo ello a pesar de que su<br />

mujer se mostró incondicional soportando con estoicismo y resignación esa<br />

situación. <strong>El</strong>la, le quitaba importancia a cierre de la empresa y le animaba a<br />

conseguir otro trabajo, insistiendo en que no se preocupase, que incluso solo con<br />

su sueldo podrían vivir perfectamente. Pero Carlos, impulsado por su propio<br />

estado depresivo, tomo la opción que su mujer rehiciese su vida y no tuviese que<br />

— 4 —


mantener a su fracasado marido. Insistió en que lo mejor para los dos seria<br />

divorciarse, y debía de solicitarlo ella, así al menos socialmente no sería la<br />

abandonada. Su mujer, de nuevo, se mostró incondicional en su apoyo, y lo único<br />

que deseaba era poder ayudarlo. Carlos para forzar la decisión, no la visitó en los<br />

últimos meses, para así convencerla del poco futuro de la relación. En las últimas<br />

conversaciones la obligó a poner en marcha el divorcio, ante el ultimátum de<br />

hacerlo el mismo; envió un poder a su abogado para que lo arreglase todo, pues<br />

él prefería no estar presente en algo que hacía por pura lógica, entendiendo que<br />

sería lo mejor para su mujer, pero que le resultaba terriblemente doloroso.<br />

Su futuro se planteaba incierto; prácticamente no tenía dinero, por lo que<br />

tampoco podía jubilarse anticipadamente y vivir relajado. Disponía de algún<br />

margen de maniobra, entre algún seguro y el paro, por lo que aun tendría para<br />

vivir modestamente uno o dos años, pero, mejor antes que después, debería<br />

buscar trabajo. Se planteaban por delante unos años duros; cuando él acabó la<br />

universidad, a los ingenieros aeronáuticos se los rifaban, pero ahora los mercados<br />

estaban saturados con un exceso de oferta. Sin duda, él tenía más experiencia<br />

que un joven ingeniero, pero mucha menos capacidad de trabajo, además sus<br />

antecedentes, al haber hecho quebrar una empresa, lo alejarían de cualquier<br />

puesto de dirección.<br />

Miró el reloj. Si el administrador judicial acudía puntual debería aparecer en<br />

unos minutos. Dos días antes le había llamado para concertar una reunión, a los<br />

efectos de verificar personalmente ciertas irregularidades sobre los stocks del<br />

almacén. O al menos, eso le pareció entender, pues el administrador utilizaba esa<br />

jerga de los contables donde todo se llama de una forma diferente; no existen las<br />

piezas, sino los activos muebles; ni deudas, sino pasivos a corto exigibles;<br />

tampoco inversiones, sino capital desembolsado, y así hasta completar todo una<br />

serie de extraños términos.<br />

Carlos mostraba una total desconfianza hacia las auditorías externas. En su<br />

empresa fueron incapaces de arreglar nada, y en el resto del mundo también;<br />

bancos que hasta el día anterior, según sus auditores, eran perfectamente<br />

solventes, se declaraban de la noche a la mañana en quiebra absoluta. En su<br />

ignorante opinión, la única finalidad de estos entes se centraba; bien en engañar a<br />

los inversores, o en engañar a Hacienda.<br />

Carlos apenas conocía al administrador judicial, pues solo había coincidió con<br />

él personalmente un día en los juzgados, cuando le entregó los libros contables.<br />

Le sorprendió que fuese bastante joven. Bueno, joven para lo que él consideraba<br />

que debería ser un administrador, presuponiendo una veintena de años de<br />

experiencia para saber administrar una empresa en crisis.<br />

— 5 —


Sobre la marcha, según evolucionaba el concurso de acreedores, como ahora<br />

se llamaban a las quiebras, sus peores pronósticos se fueron cumpliendo. Un<br />

administrador judicial no era más que un burócrata que no sabe nada del<br />

funcionamiento de una empresa, y que solo desea ser alimentado con papeles.<br />

Carlos con su pensamiento racional y lógico, chocó desde el principio<br />

frontalmente con el administrador. La mente burocrática y sistemática del<br />

administrador judicial, estableció una serie de tediosos trámites como inventarios<br />

y peritaciones, que finalizarían en ventas en pública subasta de cada inmueble o<br />

maquinaria. Carlos se desesperó con este enfoque; hasta el empresario más inútil<br />

sabía que una máquina parada se quedaba obsoleta, y que la venta individual en<br />

vez de vender toda la fábrica como conjunto productivo, resultaba una opción<br />

ruinosa. Este choque de mentalidades, creó un profundo distanciamiento que dio<br />

lugar a que solo se comunicasen por correos electrónicos.<br />

A pesar de este alejamiento intelectual, Carlos se vio obligado a mantener las<br />

formas, pues ese incompetente administrador tenía como última responsabilidad<br />

dar un informe al juez, sobre si la conducta del gerente resultó fraudulenta.<br />

Inicialmente que un administrador opinase eso de su persona le parecía estúpido,<br />

pero a la vista de las decisiones absurdas que había vivido en los últimos meses,<br />

ya no descartaba que pudiese pasar cualquier cosa. Así que optó por unas<br />

relaciones sutilmente distanciadas, pues en ese momento carecía de la fuerza<br />

psicológica y de los recursos económicos necesarios como para enfrentarse a este<br />

nuevo problema.<br />

Carlos volvió a mirar el camino con cierta impaciencia. Estaba claro que la<br />

puntualidad tampoco formaba parte de las cualidades del administrador.<br />

Haciendo acopio de paciencia espero durante quince minutos. Finalmente<br />

apareció un coche que estacionó junto al suyo, del cual bajó el joven<br />

administrador judicial.<br />

— ¡Hola Carlos!, perdona el retraso, pero me he confundido dos veces, en el<br />

maldito GPS no aparecía el camino.<br />

A pesar de la distancia personal que deseó marcar desde el principio, ese<br />

joven, bien por ignorancia o por indolencia, lo trataba en plan coleguilla. Pero tal y<br />

como estaba la situación, tuvo que aceptar esas forzadas confianzas.<br />

Que hubiese llegado tarde, mostraba una vez más, su prepotencia. Carlos, dos<br />

días antes, intentó explicarle, de forma clara, que accesos debería tomar para<br />

llegar sin problemas. Pero el Administrador inmerso en su propia necedad, confió<br />

plenamente en su GPS, sin asimilar que los últimos kilómetros de camino no<br />

existían oficialmente en ningún mapa de carreteras. Hasta hacía unos meses el<br />

— 6 —


camino estuvo siempre bien señalizado con carteles, pero desde que acordaron el<br />

cierre, optaron por quitarlos, para evitar que llegasen comerciales y otras visitas<br />

sin sentido.<br />

—No te preocupes, le pasa a todo el mundo la primera vez que intenta llegar,<br />

—le comentó quitándole importancia—. Subamos a las oficinas.<br />

Entraron en el edificio, subieron por las escaleras hasta una sala de juntas,<br />

donde disponían de una gran mesa, sin duda el lugar más cómodo si tenían que<br />

analizar documentación.<br />

<strong>El</strong> administrador judicial, sacó unas carpetas, las colocó en la mesa frente a él<br />

y situó dos bolígrafos a la izquierda. Una vez cumplido con su ritual burocrático, se<br />

dispuso a comenzar su trabajo.<br />

—Bueno, centrándonos en el tema, he de reconocer que la contabilidad está<br />

muy bien hecha, pero desgraciadamente no es perfecta.<br />

Carlos esperó el siguiente comentario, estaba claro que esa duda en la boca<br />

del administrador significaba que se encontraba ante un problema.<br />

—Lo malo –continuó el administrador-, es que he encontrado incongruencias<br />

entre las existencias y el inventario. En la contabilidad aparecen perfectamente<br />

detalladas las existencias, pero al contrastarla con el inventario de almacén que<br />

me habéis enviado, me he dado cuenta que existe más material almacenado que<br />

el contabilizado.<br />

Carlos no entendía bien la diferencia, pero creyó captar el problema y no le<br />

pareció que tuviese mucha importancia.<br />

—Bueno, en efecto, nunca me he preocupado por analizar si coincidía, pero la<br />

verdad, no veo ningún problema. Si tuviese menos material, habría que analizar si<br />

alguien lo robó, pero imagino que por tener más del previsto no habrá ningún<br />

problema.<br />

<strong>El</strong> administrador frunció el ceño, indicándole que no le convencía lo que<br />

acababa de escuchar.<br />

—Sí, y no, –marcó el gesto reforzando aún más la duda—. La contabilidad<br />

debe de reflejar la realidad de una empresa. ¿Pero qué ocurre si de repente algo<br />

no coincide?, pues que tenemos que reconocer que algo está mal, y entonces<br />

también podemos pensar que todo puede estar mal. ¿Si cuestionamos las<br />

existencias? ¿Quién garantiza la veracidad de la tesorería, o si los gastos son<br />

reales? ¿Entiendes el problema?<br />

Carlos, repentinamente perdió la paciencia. Ese burócrata le estaba liando,<br />

además de llamarlo ladrón a la cara.<br />

— 7 —


— ¿Me estás diciendo que estoy mintiendo? Te aseguro, que aunque no haya<br />

sido buen empresario, jamás me quedado con un céntimo de la empresa. Aun es<br />

más, he perdido todo lo que tenía en este proyecto.<br />

—Te creo, te creo –dijo el administrador calmándolo—, un empresario que se<br />

apropia del patrimonio, cuando la empresa va mal lo primero que hace es<br />

abandonarla. Tú te has quedado hasta el final cuidando de lo que fue tu empresa,<br />

para que los acreedores cobren lo máximo posible. No tengo ninguna duda sobre<br />

la legalidad de tus cuentas y tu honorabilidad.<br />

Carlos se quedó perplejo. Ahora sí que no entendía nada. Ese joven, o era un<br />

auténtico hipócrita, o estaba medio loco.<br />

— ¿Entonces, si me crees, cuál es el problema?<br />

—<strong>El</strong> problema, es que yo te creo, pero si dejamos que persista esta<br />

incongruencia cualquier acreedor o el propio juez lo puede ver. Y entonces me<br />

temo que te pasaras dando explicaciones en el juzgado sobre si existen más<br />

irregularidades. Y esto en el mejor de los casos, en el peor toda la empresa se<br />

sometería a una auditoría profunda.<br />

Carlos, no entendía ni la mitad de lo que le estaba diciendo. Si bien intuyó que<br />

todos esos problemas también suponían una responsabilidad añadida para el<br />

administrador, y por eso de alguna manera había acudido ese día a solucionarlos.<br />

Estaba claro que este hombre no buscaba explicaciones, sino algún tipo de salida.<br />

— ¿Y existe alguna solución? –le preguntó casi con ingenuidad.<br />

—Sí, —afirmó con alivio el administrador—, para eso precisamente he venido.<br />

Si localizamos donde está la diferencia en las existencias, podemos hacer que<br />

desaparezcan.<br />

— ¿Desaparezcan?<br />

—Sí claro, así cuando vengan a llevarse el material, si el que sobra no está, el<br />

inventario coincidirá con las existencias de la contabilidad y no habrá ningún<br />

problema.<br />

Carlos lo miró durante unos segundos.<br />

La solución resultaba coherente, aunque absurda, pues se suponía que todo<br />

este proceso de liquidación de la empresa se basaba en conseguir el máximo<br />

beneficio. Si bien, no estaba en condiciones de discutir esta cuestión. Tan solo<br />

podía aceptar esa propuesta. Así que, claudicó rápidamente.<br />

—Estoy conforme, es la mejor opción, ¿por dónde empezamos?<br />

—Hay que revisar el inventario y contrastarlo para saber exactamente donde<br />

radica el problema, y así evitar otras incongruencias en la contabilidad.<br />

— 8 —


Después de dos horas de revisar un montón de cifras, Carlos comprendió<br />

donde estaba el problema.<br />

— ¡Ya sé lo que ocurrió! Por eso no coincidían los inventarios. Muchos de los<br />

materiales que se compraron fueron novedosos, compuestos especiales de fibra<br />

de carbono. Las fábricas nos enviaban muestras gratuitas y también materiales<br />

con exceso para cubrir los defectos. Como al final no los utilizamos, pues se<br />

quedaron en el almacén, y claro como ese exceso no se pagó no aparecen en la<br />

contabilidad. Bueno, todo aclarado.<br />

<strong>El</strong> administrador también estaba satisfecho.<br />

—Bien, pues la solución es que tienes que separarlo y hacerlo desaparecer.<br />

Carlos pensó, que eso no era tan sencillo.<br />

—No va a ser fácil de vender, el mercado está muy fastidiado con esta crisis.<br />

<strong>El</strong> administrador negó con la cabeza antes de hablar.<br />

—No, no se puede vender. Eso sería lo mismo que declarar públicamente su<br />

existencia. Tienes que hacerlo desaparecer.<br />

Carlos intuyó en el administrador alguna intención de obtener un beneficio<br />

extra. Lo pensó unos segundos y concluyó que moralmente lo podía aceptar, si<br />

eso evitaba que tuviese problemas.<br />

— ¿Te quieres quedar con el material? Le preguntó directamente.<br />

<strong>El</strong> administrador se sintió sorprendido.<br />

— ¡Oh no!, no podría aceptarlo por mi cargo, y además, es un material extraño<br />

que no sabría qué hacer con él. Me temo que no te puedo ayudar, tendrás que<br />

ocuparte tu solo del problema.<br />

Falsa alarma pensó. <strong>El</strong> administrador tenía sus propios intereses, pero entre<br />

éstos no estaba complicarse la vida sobrepasando la línea de lo ilegal, o de lo que<br />

al menos él podía controlar.<br />

— ¿De cuánto tiempo disponemos para sacarlo?<br />

<strong>El</strong> administrador movió la cabeza de un lado al otro pensándolo.<br />

—Cuatro semanas, a finales de este mes vendrán a precintar todo el material,<br />

y dentro de tres o cuatro meses se sacará a subasta.<br />

Así finalizó la reunión. Apenas tuvo tiempo para invitarle a un rápido café<br />

antes de que se fuese con cierta urgencia. Le contó que tenía prisa pues quería<br />

aprovechar la mañana para supervisar un almacén de pinturas que estaba a unos<br />

cincuenta kilómetros. Carlos pensó que seguramente aprovecharía ese mismo<br />

viaje para cobrar dos dietas de desplazamiento, pero estaba claro que esa<br />

cuestión no era de su incumbencia.<br />

Según se iba alejando el coche del administrador, fue atando todos los cabos<br />

sobre esa curiosa visita. Dedujo que el administrador no quería tratar ese tema<br />

— 9 —


oficialmente ni que quedasen rastros en el correo electrónico. También pensó<br />

que seguramente podría haber solucionado el tema del material de forma oficial,<br />

aunque le exigiría más trabajo y dedicación; estaba claro, que después de todo iba<br />

cobrar lo mismo, por lo que se centraba en trabajar lo menos posible y no en<br />

obtener más dinero para la empresa, y por esta razón había optado por la<br />

solución más sencilla.<br />

Carlos se quedó de nuevo solo en la fábrica. Habitualmente estaba con los<br />

últimos dos empleados que quedaban; pero ese día coincidió que la informática<br />

había pedido llegar un poco más tarde, y el técnico estaba rectificando una pieza<br />

en un taller especializado.<br />

Transcurrió una hora y oyó el ruido de una moto. Se trataba del técnico en<br />

maquinaria.<br />

Marcelo con sus treinta y cinco años mostraba un aspecto bastante imponente<br />

con su metro ochenta y cinco de estatura, cuerpo compacto y fibroso, con la cara<br />

de rasgos latinos y pelo moreno. Tal vez, objetivamente para una mujer fuese más<br />

o menos atractivo, aunque toda su agradable apariencia estética se quebraba por<br />

el gesto de seriedad que siempre mostraba. En los dos años largos, que llevaba<br />

trabajando con él, no recordaba haberle visto esbozar una sonrisa.<br />

Lo que sabía de su vida, es que había sido bastante variopinta. Nacido en<br />

Galicia, hijo de familia de pescadores, aunque inteligente nunca fue un buen<br />

estudiante. Pasó por formación profesional estudiando mecánica, donde apenas<br />

duro un par de años y se fue sin obtener ningún título. Después se puso a trabajar<br />

con su padre como pescador; enseguida vio que no le gustaba la pesca pero si los<br />

motores, así que se enroló como maquinista, primero en pesqueros de altura,<br />

después en mercantes y finalmente en petroleros. Esa fue su vida durante los<br />

siguientes quince años, hasta que decidió volver a tierra. En los últimos cuatro<br />

años se pasó peregrinando por diversas empresas en Barcelona, Zaragoza, Madrid<br />

y finalmente en Cuenca, donde fue contratado cuando la fábrica abrió.<br />

Tanta movilidad en su trabajo y sin ningún tipo de ascenso de categoría,<br />

parecía indicar que no se trataba de un buen profesional; así, cuando presentó el<br />

currículum destacando como experto en maquinaria, estuvo a punto de ser<br />

rechazado; pues aunque acreditaba una buena experiencia carecía de un solo<br />

título que lo avalase, unido a la sospechosa excesiva movilidad de sus trabajos.<br />

Como en ese momento Carlos tampoco disponía de muchas ofertas de personal<br />

especializado, que estuviesen dispuestos a trabajar en medio del campo, se le dio<br />

una oportunidad con una entrevista.<br />

— 10 —


En ese primer contacto, Marcelo se mostró como un hombre serio y de pocas<br />

palabras, sin ningún tipo de nerviosismo por la entrevista, como si le diese igual<br />

que lo contratasen o no. Cuando comenzó a interrogarlo sobre sus conocimientos<br />

de las máquinas, ese áspero mecánico le dejó claro, que conocía con profundidad<br />

todos los secretos de las máquinas, superando ampliamente con sus<br />

conocimientos a los otros candidatos, así que se le ofreció un contrato de prueba.<br />

En las primeras semanas confirmó definitivamente que se trataba de un<br />

trabajador muy bueno, pues además de sus conocimientos y experiencia, que no<br />

eran pocos, tenía la extraña habilidad de coger los manuales y aprendérselos<br />

literalmente de memoria. Así, unos días después de tomar contacto con una<br />

máquina, sabia tanto sobre el funcionamiento y los ajustes, como el propio<br />

ingeniero que la diseñó.<br />

Marcelo también sorprendió a Carlos en otras cualidades, como su radical<br />

dedicación al trabajo. Solía llegar antes de la hora y nunca lo abandonaba sin<br />

haberlo acabado; para él no existía ninguna otra prioridad en esos momentos.<br />

Alguna vez, cuando le preguntaban qué porque no respetaba los horarios, les<br />

respondía algo así como que; “en la mar no hay horas, si una máquina se estropea<br />

o la arreglas, o estás jodido”.<br />

Pero Marcelo, junto con esas buenas cualidades como trabajador, adolecía del<br />

grave defecto de no poder relacionarse con otras personas. Su carácter reservado<br />

y huraño, permitía la convivencia, siempre y cuando se mantuviesen las<br />

distancias. Pero cuando alguien se cruzaba en su trabajo, se volvía terrible. Si veía<br />

que alguna persona no se mostraba suficientemente hábil o conocedor, lo<br />

criticaba abiertamente. Y eso, en el mejor de los casos, pues tenía una especial<br />

predilección para sacar a relucir en esos momentos su mejor gama de<br />

improperios, humillando sin piedad a su pobre víctima.<br />

Dado su conflictivo carácter en su convivencia con otros trabajadores,<br />

enseguida comenzó a dar problemas. Hubo un Incidente que estuvo a punto de<br />

forzar su despido; un día, cuando a un técnico se le ocurrió comenzar a golpear<br />

una máquina para ajustarla o sencillamente por desesperación. Marcelo se acercó<br />

despacio con una llave inglesa enorme, se puso delante de él y, con una seriedad<br />

y una frialdad que impresionó a los que estaban cerca, le dijo que si volvía a<br />

golpear la maquina le incrustaba esa llave en la cabeza. Por suerte, el técnico, que<br />

era bruto, pero no suicida, optó por retirarse y así pasó el momento de tensión. <strong>El</strong><br />

incidente se podría haber solucionado con unas disculpas, pero las cosas no<br />

fueron tan fáciles, pues el técnico estaba afiliado a un sindicato, y crecido por ese<br />

poder, se empeñó en que expedientasen a Marcelo y lo cambiasen de puesto. Lo<br />

curioso es que esa pretensión no molestó a Marcelo, pues bajo ninguna<br />

— 11 —


circunstancia estaba dispuesto a concederle ninguna disculpa, aunque esto<br />

implicase cambiar de trabajo, como ya había sucedido en otras ocasiones, lo que<br />

parecía no importarle mucho. Carlos tuvo que intervenir personalmente y<br />

solucionar el problema. Sopesó la situación. Estaba claro que esos dos ya no<br />

podían convivir juntos, y la elección se trataba de una decisión de pura lógica; por<br />

una parte perdería a Marcelo, sin duda su mejor trabajador; y por otra con un<br />

sindicalista dando golpes a las máquinas estarían mucho peor que antes. Así que<br />

optó por convencer al sindicalista que abandonase el trabajo con una suculenta<br />

indemnización si se comprometía a no denunciar la amenaza.<br />

Las relaciones personales entre Marcelo y Carlos curiosamente siempre<br />

habían sido buenas. Carlos desde un primer momento, se dio cuenta de ese<br />

carácter especial, a la par que de sus habilidades técnicas, así que optó por<br />

entrometerse lo menos posible. Solo tenía que explicarle lo que quería y Marcelo<br />

se ocupaba de hacerlo, sin fallos ni demoras. De esta forma, se ganó rápidamente<br />

la fama de hombre seguro en su trabajo. Aunque inicialmente fue contratado<br />

para manejar una máquina especial, sus habilidades y seguridad hicieron que se<br />

fuese convirtiendo en un especialista en cada vez más máquinas de la empresa;<br />

En menos de un año, se convirtió en el encargado de enseñar el funcionamiento y<br />

mantener todo el parque de máquinas.<br />

Entre los trabajadores existía, en general, una sensación contradictoria de<br />

respeto y odio hacia su persona. Por una parte no querían estar cerca y someterse<br />

a sus airadas críticas; pero por otra, cuando surgía algún problema todos<br />

contaban con él, pues sabían que no dejaría de esforzarse hasta solucionarlo. Su<br />

fama de hábil mecánico fue elevada a categoría de mito, a raíz del día en que una<br />

máquina muy compleja se estropeó. <strong>El</strong> especialista enviado por la fábrica de<br />

Alemania dijo que no se podía arreglar hasta dentro de tres meses, por un<br />

problema de falta de recambios. Marcelo, inquieto como un gato enjaulado, no<br />

podía ver la máquina parada y afirmó que se podía hacer un arreglo provisional<br />

para que funcionase; el especialista entonces cometió el error de intentar<br />

impedírselo, invocando que solo él estaba autorizado para arreglarla; Marcelo<br />

tardó un minuto en ponerlo en la puerta de la fábrica, dejándole muy claro que<br />

ahí dentro el único que mandaba sobre sus máquinas era él; después cogió las<br />

herramientas y estuvo trabajando durante veinte horas seguidas, logrando<br />

finalmente que la máquina volviese a funcionar perfectamente. Carlos, cuando se<br />

enteró de todo, estableció que no existía una garantía superior a la que otorgaba<br />

Marcelo, y desde ese Momento pasó a tener la responsabilidad directa sobre<br />

todo el mantenimiento, sin tener que consultar ninguna decisión. Esta situación le<br />

confirió una condición especial; por una parte carecía de toda categoría de jefe y<br />

— 12 —


no estaba al cargo de ningún trabajador; pero por otra, disfrutaba de una<br />

autonomía y poder envidiable; una petición suya ya no tenía que ser aprobada<br />

por el departamento de ingeniería, ni de contabilidad, ni siquiera por la dirección;<br />

sencillamente se tramitaba con la máxima prioridad. Aunque los rumores que<br />

circulaban entre los trabajadores, comentaban que pesaba mucho más el miedo a<br />

enfrentarse a Marcelo, que el hecho de obedecer el protocolo fijado por Carlos.<br />

Esta particular situación le configuró como un personaje especial, que<br />

acrecentaba con su conducta extraña. Se le solía ver quieto, en el centro de la<br />

nave, sencillamente escuchando los sonidos de las máquinas. Pero en su rostro se<br />

podía apreciar algo más, como si pareciese disfrutar de la música que emanase de<br />

ese especial concierto que solo él estaba capacitado para disfrutar.<br />

Su carácter independiente y poco social dio lugar a otra situación especial<br />

dentro de la empresa. Llegó a un acuerdo con Carlos para vivir en una pequeña<br />

dependencia, justamente debajo del edificio que hacía las funciones de la torre de<br />

control. A cambio de esta estancia gratuita, Marcelo cuando finalizaba la jornada<br />

se quedaba y hacia funciones gratis de guarda de seguridad nocturno durante la<br />

semana; así, él se ahorraba un alquiler y la empresa un guardia de seguridad<br />

durante la semana. Llevaban manteniendo este acuerdo desde hacía un año. Y lo<br />

cierto es que nunca se produjo un problema de seguridad, pues el propio Marcelo<br />

difundió el rumor de que se solía sentar en el techo de la torre de control con un<br />

rifle para “cazar” al primero que cruzase la verja. Lo cierto es que no disponía de<br />

ningún arma, pero eso al parecer nadie lo sabía, por lo que resultó bastante<br />

intimidador y nunca habían sufrido tentativa alguna de robo. Además, tenía la<br />

costumbre de al acabar la jornada, hacer deporte dando un par de vueltas<br />

corriendo a los más de cuatro mil metros de perímetro que contaban las<br />

instalaciones. Como hecho curioso, la costumbre diaria de correr por este<br />

recorrido perimetral fue marcando un sendero en el suelo, que los trabajadores<br />

acabaron llamando la “línea Marcelo”, como si se tratase de una línea de defensa<br />

al igual que la “línea Maginot”.<br />

En realidad, Marcelo no habría necesitado intimidar a nadie, ni hacer rondas<br />

de seguridad, pues las instalaciones disponían de un sistema de alarmas por<br />

detección de movimiento y un sistema de vídeo vigilancia que abarcaba todo el<br />

perímetro. En menos de unos segundos detectarían cualquier intromisión y daría<br />

una alarma directa a la policía, pero de alguna forma parecía disfrutar del poder<br />

que ostentaba con esta vigilancia.<br />

Marcelo destacaba también por otra particularidad; Se expresaba<br />

constantemente con tacos, palabrotas, blasfemias y toda clase de improperios.<br />

Ciertamente, resultaba habitual que los trabajadores utilizasen este tipo de<br />

— 13 —


lenguaje, más por limitación de su léxico que por su voluntad expresa. Pero<br />

Marcelo no se ajustaba a este patrón; cuando tenía que exponer alguna cuestión<br />

técnica, lo hacía con un dominio del lenguaje perfecto; en cambio, cuando se<br />

enfadaba buscaba expresamente la palabra más contundente y la lanzaba con<br />

crueldad sobre su víctima. Además, en esos momentos, le resultaba indiferente<br />

con quien estuviese; incluso llegó a enfrentarse a un inspector de trabajo, al cual,<br />

ante el estupor de todos los presentes le espetó; “De tus papeles debes de saber<br />

un huevo, pero de máquinas no tienes ni puta idea, así que, o me demuestras<br />

ahora que sabes manejarla o deja de jodernos con gilipolleces de chupatintas”.<br />

Carlos ante esta particular forma de ser de Marcelo intento ayudarle en su<br />

integración y le ofreció participar en las reuniones de trabajo con el resto de los<br />

técnicos. <strong>El</strong> intento resultó un sonoro fracaso, pues su marcado carácter<br />

individual y la brutal sinceridad con se expresaba, resultaba contraria a toda<br />

convivencia constructiva. Así no dudada en llamarles ignorantes, o afirmar que<br />

“antes de decir tonterías mejor es estar callado”. Después de algunas tensas<br />

reuniones, Carlos decidió que volviese a su feudo particular de las máquinas,<br />

donde volvió a reinar con toda su independencia y poder.<br />

Marcelo a su manera, consciente del esfuerzo que había realizado Carlos hacia<br />

su persona, de forma excepcional lo respetaba. No solo moderaba sus<br />

comentarios en su presencia, sino que tampoco permitía la más mínima crítica<br />

hacia él. Así, cuando Carlos impartía alguna nueva directriz, el resto de los<br />

trabajadores, en corrillos, criticaban algunas decisiones, mientras que Marcelo<br />

con rotundidad afirmaba; “son las órdenes del jefe, y donde hay patrón no manda<br />

marinero”.<br />

Y en definitiva, esa era la historia de Marcelo en la empresa, tan eficaz como<br />

especial. Así que, cuando Carlos tuvo que escoger a un último empleado para que<br />

le ayudase, encontró que Marcelo reunía las condiciones ideales. Él, como<br />

siempre, no cuestionó la petición y se quedó a su lado.<br />

Marcelo entró en las oficinas y emitió una especie de gruñido a modo de<br />

saludo.<br />

— ¿Qué tal te fue? –le preguntó Carlos, a sabiendas que volvía de una<br />

empresa especializada en rectificar piezas de precisión.<br />

A pesar de que la fábrica estaba parada, Carlos estimaba que si toda la<br />

maquinaria funcionaba a la perfección se podría vender mucho mejor, así que dio<br />

instrucciones a Marcelo que las mantuviese todas en perfecto funcionamiento.<br />

—Bien –le respondió secamente-. De entrada un poco gilipollas por eso de que<br />

tenía un titulín de tornero especialista de primera. Pero cuando le exigí un nivel<br />

de diez micras, ya reculó como un maricón apretándose el culo.<br />

— 14 —


Carlos pensó unos segundos.<br />

— ¿Diez micras?, pero eso es diez veces más precisión de lo que exigen esas<br />

piezas.<br />

—Ya lo sé, –afirmó tajantemente, como si alguien se atreviese a cuestionar sus<br />

conocimientos—. Pero yo sabía que ese era el límite de precisión de la maquinaria<br />

que tiene ese gilipollas. Seguro que las pasa putas para hacernos el trabajo.<br />

—¿Pero lo va a hacer a tiempo? –pregunto Carlos, dudando si esta exigencia<br />

comprometería el resultado.<br />

—Seguro que sí –afirmó con rotundidad Marcelo-. Le he dejado muy claro<br />

que dentro de tres días regreso y me traigo las piezas perfectamente ajustadas, o<br />

alguna parte de su cuerpo en un frasco. Creo que captó el mensaje. ¿Hay algo<br />

nuevo?<br />

A Carlos casi le daba pena el pobre tornero que estaría sudando sangre<br />

durante tres días, bajo el temor de no satisfacer a ese mecánico loco que volvería<br />

a buscar sus piezas. Pero lo cierto, es que gracias a ese brutal carácter Marcelo<br />

siempre lograba cumplir lo que prometía, y la realidad, es que se mostraba tan<br />

violento con las palabras, como pacífico en sus actos.<br />

La conversación no daba para más, así que Carlos se centró en darle las<br />

órdenes de ese día.<br />

—Tenemos un problema. Pero mejor os lo comento cuando estemos los tres.<br />

—Vale. Me voy abajo. Avísame cuando sea.<br />

Otra particularidad especial de Marcelo, es que nunca exigía explicaciones,<br />

motivos, ni justificaciones sobre cualquier tema que no le incumbiese<br />

directamente en su trabajo. Carlos pensaba que seguramente su experiencia en<br />

los barcos tenía mucho que ver con esa conducta; desde la sala de máquinas<br />

desconocía lo que estaba pasando en el puente, y lo único realmente importante<br />

es que las máquinas funcionasen.<br />

Veinte minutos más tarde, Carlos oyó el ruido de un vehículo. Desde la<br />

ventada de las oficinas vio cómo aparcaba un coche pequeño de un color amarillo<br />

chillón. Del coche bajo una chica delgada de un metro sesenta y cinco, vestida con<br />

pantalones verdes pistacho, camiseta rosa y zapatos azules. Miró hacia la ventana<br />

donde se encontraba Carlos, y levantó la mano agitándola efusivamente<br />

acompañada de una sonrisa de oreja a oreja.<br />

A sus veinticuatro años, Altaha se mostraba vital y jovial. Con la ilusión por<br />

todo lo nuevo de los jóvenes que disfrutan de su primer trabajo. Hablaba por los<br />

codos, con cualquier persona, incluso con los ordenadores si no tenía con quien.<br />

Su buen carácter, acompañado siempre por una afable sonrisa, lo completaba con<br />

— 15 —


el simpático y agradable acento de los canarios, conservando una peculiar forma<br />

de hablar utilizando palabras exclusivas propias de las islas. Conservaba estos<br />

dejes, pues vivió en Tenerife toda su vida hasta hacía dos años, que decidió buscar<br />

un trabajo en tierra firme, como ella solía decir.<br />

Diplomada en informática con veintidós años y en la búsqueda de su primer<br />

trabajo, acabó en el departamento de diseño de ICARUS. Teóricamente su<br />

especialidad se centraba en programas de diseños de aviónica, es decir, de los<br />

sistemas informáticos de navegación y dinámica del avión, si bien manejaba con<br />

soltura los programas de diseño. Aunque, sin ser un genio en informática,<br />

destacaba por su flexibilidad, costándole muy poco adaptarse a cualquier<br />

programa y operar con él en poco tiempo. Motivado por esa gran versatilidad,<br />

Carlos estimó que sería útil para rematar cualquier tipo de trabajo tanto de<br />

carácter técnico informático o de gestión, y por ese motivo la escogió para que se<br />

quedase.<br />

Su juventud, tipo menudo y cara simpática la convertía en un atractivo para<br />

cualquiera compañero de la empresa, pero sobre todo su carácter y forma de ser<br />

marcaban la gran diferencia sobre el resto de los trabajadores. Cuando deseaba<br />

algo se acercaba como dando saltitos y se plantaba delante con una sonrisa; “hola<br />

cómo estás”, se cogía el pelo como dándole un rizo y ponía cara de niña buena<br />

“verás necesito que me hagas un favorcito”; entonces nadie podía negarle nada,<br />

resultaba el modelo perfecto de seducción femenina; la aparente ingenuidad de<br />

una niña de diez años, el cuerpo de una de veinte y la inteligencia de una de<br />

treinta. Completaba esta seducción inicial, con un comportamiento noble y<br />

sincero; mostraba una disposición total hacia sus compañeros, siempre estaba<br />

dispuesta a ayudar sin pedir nada a cambio. Y por si faltaba algo, para completar<br />

su perfil, ella nunca se enfadaba, incluso cuando por tensión o nerviosismo se<br />

dirigían a ella de forma airada, con una voz dulce le comentaba en tono de<br />

súplica; “no hace falta que me grites, yo solo intento hacerlo lo mejor posible”. Así,<br />

en muy pocos meses, se convirtió en el comodín incondicional que todos<br />

utilizaban para buscar una compañía agradable en cualquier momento.<br />

Logró tal nivel de aceptación con sus compañeros de trabajo, que incluso<br />

consiguió que se rompiese a su favor, la inercia de la pasividad y falta de<br />

solidaridad, que son típicas en las empresas nuevas y competitivas. En una<br />

ocasión surgió un problema con un analista financiero, un tipo desagradable y<br />

pretencioso, que acababa de entrar en la empresa pisando fuerte por encima de<br />

los demás. Por un problema de datos informáticos se la tomó con Altaha y sin la<br />

menor moderación, en medio de una reunión con cinco compañeros comenzó a<br />

echarle una bronca monumental que Altaha aguantaba con los ojos vidriosos.<br />

— 16 —


Todos los compañeros sufrían por la pobre Altaha, hasta que uno no pudo<br />

aguantar más, se levantó y señalando con la mano amenazante al analista le soltó,<br />

“en la oficina podemos admitir que seas un trepa y un borde, pero no un<br />

maleducado, así que elige; disculparte con Altaha, o te denunciamos por<br />

mobbing”. <strong>El</strong> analista lo miró con la típica sonrisa pretenciosa, consciente de tener<br />

controlada la situación; “deja de decir tonterías, nadie va apoyar esa estupidez del<br />

mobbing, aquí hay cinco testigos de lo que ha pasado”, y miró a su alrededor para<br />

buscar el apoyo de sus pretenciosas palabras. Su sonrisa de cínico desapareció de<br />

golpe, cuando lo que se encontró fue cinco miradas de odio, sin ningún tipo de<br />

disimulo y un silencio espectral, que indicaba claramente que todos estarían<br />

dispuestos a decir lo que fuese para machacarlo ante un tribunal. <strong>El</strong> analista se dio<br />

cuenta que si todos los empleados apoyaban la denuncia de acoso estaría en la<br />

calle con un expediente manchado, así que inteligente y oportunista como era,<br />

optó por disculparse. Ese analista no duró mucho en la empresa, pero nunca más<br />

se volvió a producir un hecho parecido. Cada vez que entraba alguien nuevo a<br />

trabajar, algún compañero se ocupaba expresamente de indicarle que Altaha<br />

estaba especialmente protegida por todos, con la expresa advertencia que como<br />

se atreviesen a meterse con ella, sería lo último que hiciese en esa empresa.<br />

La relación de Carlos con Altaha siempre fue muy buena, aunque lo más<br />

adecuado sería decir que resultaba muy fácil. Trabajar con una persona, jovial,<br />

amable y responsable, resultaba tan agradable como sencillo.<br />

Marcelo y Altaha apenas se conocían. Desde el punto de vista del trabajo, él<br />

solía estar en la fábrica y ella en el departamento de diseño. Así que durante esos<br />

dos años nunca habían coincidido, amén de algún encuentro fortuito en alguna<br />

comida de empresa. Y en relación con los amigos, tampoco existían coincidencias;<br />

bueno, más bien Marcelo no tenía propiamente ningún amigo en la empresa,<br />

excepto encuentros puntuales para compartir una cerveza o la comida. Por el<br />

contrario Altaha se relacionaba con casi todos, ofreciendo o aceptando<br />

invitaciones para comidas, excursiones o cualquier actividad. Ahora que estaban<br />

solos y forzosamente se tenían que ver, tampoco cambió mucho la situación; no<br />

tenía mucho sentido realizar ningún esfuerzo especial por conocerse, pues la<br />

empresa se cerraría en cuestión de días, así que ninguno de ellos creía que valía la<br />

pena forzar una amistad con tan poco futuro por delante.<br />

Carlos llamó a Altaha y a Marcelo a su despacho, ahí les expuso el nuevo<br />

problema de las existencias y como debían resolverlo. <strong>El</strong> plan de trabajo se basaba<br />

en que Carlos y Marcelo estarían en el almacén e intentarían detectar las partidas<br />

diferentes separando las existencias, mientras que Altaha ajustaría las existencias<br />

al inventario a nivel informático.<br />

— 17 —


SOLUCIÓN DE COMPROMISO<br />

Tardaron tres días en localizar y clasificar todas las partidas de existencias<br />

sobrantes. Carlos y Marcelo contemplaban todo el material convenientemente<br />

seleccionado y apartado en una esquina del almacén.<br />

— ¿Y ahora qué hacemos con todo esto? preguntó Marcelo.<br />

Carlos movió la cabeza de un lado a otro, encogiéndose de hombros.<br />

—Está complicado. <strong>El</strong> administrador judicial dijo que debíamos hacerlo<br />

desaparecer, lo que implica que si lo vendemos lo debemos hacer discretamente<br />

y bajo nuestra responsabilidad. Pero tampoco es tan sencillo; hablé con los<br />

proveedores, y los que aún no han cerrado por la crisis, no están interesados en<br />

un material especial no catalogado y no están dispuestos ni a pagar el transporte.<br />

También he hablado con algún chatarrero, pero solo están interesados en metales<br />

y no en piezas de carbono. No sé, tendré que buscar alguna empresa de residuos<br />

o algo parecido.<br />

—Es una pena tirarlo, es de muy buena calidad.<br />

—No lo dudo, pero ahora ya no sirve para nada.<br />

—Tampoco es así. Antes de tirarlo siempre se podría construir algo con él.<br />

—Como si para esas estuviésemos. Ya ha pasado el momento de fabricar.<br />

—Ya sé que ahora no fabricamos ni vendemos. Digo que lo hagamos para<br />

nosotros. Siempre será mejor construir algo que tirar el material.<br />

—Eso no lo discuto, pero yo ya he construido demasiados aviones en mi vida.<br />

Ahora que los construyan otros. Estoy cansado.<br />

—Pues para otra cosa, el material también sirve para un barco.<br />

— ¿Un barco? —preguntó Carlos con curiosidad.<br />

—Sí, ahora se mariconea mucho con el carbono en barcos, sobre todo de<br />

regata para aligerar peso. Aquí hay suficiente material como para construir, así a<br />

ojo, uno de treinta o cuarenta pies.<br />

—Y, si no es mucho preguntar, ¿para qué quieres construir un barco en medio<br />

de una zona casi desértica a no menos de trescientos kilómetros del mar?<br />

—Putéos geográficos aparte. Está claro que me lo llevo a Galicia y ahí hay<br />

mucho mar para navegarlo. En mi pueblo utilizan cualquier cosa con tal de que<br />

flote, nunca tiran nada.<br />

Carlos levantó los brazos como en señal de rendición.<br />

—Marcelo, haz lo que quieras con el material, todo tuyo. Solo te impongo una<br />

condición, y es que antes de final de mes ya no puede estar aquí.<br />

Marcelo se sorprendió por ese plazo.<br />

— 18 —


— ¡Dios! Pero entonces tengo menos de cuatro semanas. Me hace falta contar<br />

con Altaha.<br />

— ¿Para qué?<br />

— ¿Y tú me lo preguntas? Este material necesita un proceso especial para el<br />

modelado, si me lo llevo así no sirve para nada. Tengo que fabricar las piezas aquí<br />

con el equipo especial y después montarlas en Galicia. Pero para diseñarlas y<br />

programar el modelador necesito a Altaha.<br />

Carlos se dio cuenta que Marcelo tenía razón, la fibra de carbono tiene que<br />

calentarse en un horno especial para ser moldeado, una vez que se enfría se<br />

vuelve dura y muy resistente.<br />

—Por mí no hay problema. Pero tienes que convencerla para que te ayude<br />

gratis. Yo no puedo pagaros más, así que el tiempo extra que dediquéis es cosa<br />

vuestra.<br />

Marcelo mostró una total indiferencia por el comentario, él nunca se había<br />

quejado del sueldo y, menos aún, por tener que trabajar horas extras, se las<br />

pagasen o no. Así que ni le pasaba por la cabeza pedir dinero por una cuestión<br />

particular. Aunque sí, le tenía que pedir otra cosa.<br />

—<strong>El</strong> dinero da igual, pero necesito tu ayuda para los cálculos.<br />

Carlos lo miró abriendo los ojos. Estaba cansado y deseaba librarse del<br />

problema, y no tener que perder más tiempo con esa tontería.<br />

— ¿Qué cálculos necesitas para un pequeño barco ortopédico hecho a<br />

retales?, con que flote basta. Seguro que en tu pueblo los lleváis haciendo a ojo<br />

desde hace quinientos años.<br />

<strong>El</strong> comentario sobre su pueblo no le hizo ninguna gracia a Marcelo, que se<br />

olvidó de la deferencia que sentía por Carlos y saltó sobre él como un tigre.<br />

—En efecto, en mi pueblo hacen barcos cojonudos y sin gilipolleces de<br />

ingenieros. Pero tienen la puta costumbre de hacerlos de madera y este será de<br />

carbono. Y yo no tengo ni puta idea de la resistencia, flexión a la torsión,<br />

compresión y más gilitecnicismos que tenéis que utilizar los jodidos ingenieros.<br />

Así que ayúdame, si te sale de los huevos, pero deja tranquilo a mi pueblo y a sus<br />

barcos.<br />

Carlos se dio cuenta que enfrentarse con Marcelo había sido una mala idea, y<br />

meterse con su pueblo, aun peor. La cuestión, en sí misma, no tenía mucha<br />

importancia, por lo que optó por volverse condescendiente.<br />

—Vale, nos olvidamos de tu pueblo. Y respecto al barco tienes razón. En teoría<br />

un barco de carbono exige estos cálculos complejos. Pero insisto en que no hace<br />

falta que te compliques la vida con cálculos de estabilidad, resistencias<br />

— 19 —


materiales, resistencia aerodinámica e hidrodinámica. Después de todo, solo<br />

pretendes que flote para tumbarte a tomar el sol mientras tomas una cerveza.<br />

Marcelo, que entre sus defectos no estaba el orgullo, con la misma rapidez<br />

que se exaltó se calmó. Miró a Carlos detenidamente y se rascó la nuca.<br />

— ¡Claro! –exclamó como dándose cuenta de algo—, no había caído. Tú haces<br />

otro tipo de cálculos para aviones, no para barcos. Por eso no quieres hacerlo.<br />

Estos cálculos navales son más complejos.<br />

A Carlos le cambió la cara.<br />

— ¿Más complejos? ¿Más complejos los cálculos navales? –repitió casi como<br />

tartamudeando—. Tú no sabes lo que dices, la ingeniería naval es cosa de niños<br />

comparada con la aeronáutica.<br />

—Bueno, de niños no será ninguna, que todo el día estáis los ingenieros con<br />

los títulos pegados al culo. Lo que está claro es que sois todos iguales, cuatro<br />

numeritos en la hoja de cálculo, y ya os ponéis cachondos.<br />

Carlos tenía la cara un poco roja.<br />

— ¿Iguales?, ¿iguales? Te lo voy a explicar de una forma sencilla. Tú coges un<br />

pedazo de madera y la pones en el agua, ¿qué pasa? elemental, que flota.<br />

¿Sencillo, verdad? Coge ese mismo pedazo de madera y lánzalo al aire. ¿Qué<br />

pasa? Que se cae, ¿evidente, verdad? Dime entonces, ¿Quién lo tiene más difícil<br />

para hacer los cálculos para mantener el pedazo de madera en su elemento?<br />

—Bueno, vale, entiendo que para que vuele tienes que ponerle un motor.<br />

— ¡Ya! Pero eso no basta. <strong>El</strong> motor de un barco, se para ¿Y qué pasa?, pues<br />

nada. <strong>El</strong> motor de un avión se para, ¿y qué pasa? Pues que se cae, se estrella y<br />

todos mueren. Pero da la casualidad que nosotros diseñamos aviones que vuelan<br />

en el aire y que son el medio de transporte más seguro del mundo. Ahora, dime<br />

¿quién hace mejor los cálculos?<br />

— ¡Vale ya!, de acuerdo, lo tuyo es más complicado, si eso te pone cachondo.<br />

¿Pero, eres o no, capaz de hacer los cálculos para construirlo?<br />

—Claro que sí. <strong>El</strong> fundamento es exactamente el mismo, pero la densidad del<br />

medio es lo único que cambia; agua en lugar del aire. Respecto el resto sobre la<br />

flotabilidad es sencillo. ¡Uf! Qué esfuerzo tienen que hacer los ingenieros navales<br />

para aplicar el principio de Arquímedes, que solo se conoce desde hace dos mil<br />

trescientos años.<br />

— ¡Al grano!, ¿Cuánto tardarías?<br />

—Para el nivel de precisión que tú necesitas, poco, como mucho un día. No<br />

pretendes batir ningún récord y da igual más peso, puedes meter un poco más de<br />

fibra de carbono para ir seguros. Pero primero necesito el diseño general para<br />

hacer los cálculos de estructura, así que tenemos que hablar con Altaha.<br />

— 20 —


Subieron a las oficinas y le comentaron a Altaha el proyecto. <strong>El</strong>la lejos de<br />

protestar por este trabajo añadido, se mostró ilusionada y emocionada por<br />

diseñar un barco. Le plantearon si disponía de programas para hacerlo.<br />

—Bueno, para un diseño sencillo si puedo conseguir algunos gratuitos en<br />

Internet, pero solo sirve para ver el modelo general. Para fabricar las piezas tengo<br />

que meter todo en nuestro ACAD, eso llevara más tiempo dependiendo de la<br />

complejidad y del número de piezas.<br />

Carlos lo tenía claro.<br />

—Ahora las piezas no me interesan, nos basta un sencillo diseño para poder<br />

hacer los cálculos de estabilidad y resistencia estructural.<br />

—Bien, antes de nada. ¿Qué tipo de barco queréis diseñar?<br />

Marcelo lo tenía bastante claro.<br />

—Tenemos material pero no motores, que además, son muy costosos, así que<br />

lo mejor sería hacer uno de vela. Para la maniobra ya conseguiré un pequeño<br />

motor diesel de segunda mano.<br />

—Vale, dejarme un par de horas para que descargue unos programas y<br />

prepare un diseño.<br />

Carlos y Marcelo bajaron al almacén para acabar de clasificar el material<br />

mientras que Altaha se centró en su trabajo con el ordenador durante tres horas.<br />

Cuando finalizó les llamó. Se sentaron los tres delante del ordenador de diseño<br />

con una pantalla enorme de más de treinta pulgadas y una altísima resolución.<br />

Marcelo la miró extrañado pues la imagen se veía un poco borrosa, Altaha le<br />

indicó que se pusiese unas gafas que estaban sobre la mesa, entonces vio la<br />

imagen en tres dimensiones, como si tuviesen el barco delante y lo pudiesen<br />

tocar.<br />

—Como veis –dijo Altaha-, he bajado un diseño de un velero clásico y ahora lo<br />

podemos modelar como queramos. <strong>El</strong> programa realiza los cálculos de forma<br />

automática aunque como está pensado para poliéster no es correcto. Nuestro<br />

diseño de fibra de carbono será menos pesado, por lo que flotara más, tal vez se<br />

podría reducir la altura que sobresale del agua, ¿Cómo se llama eso?<br />

—Francobordo –le informó rápidamente Marcelo.<br />

Carlos señaló con el dedo en la pantalla, a la parte inferior del barco donde<br />

sobresalía un bulto.<br />

— ¿Eso de ahí abajo es la orza?<br />

—Si<br />

— ¿Está lastrada?<br />

— 21 —


—Claro, son de plomo, y suponen entre el treinta y cuarenta por ciento del<br />

peso de todo el barco. Varían según se trate de un crucero clásico o regata. En los<br />

veleros de regata llegan incluso al ochenta por ciento del peso total, según indica<br />

el programa.<br />

Carlos, seguía mirando el diseño.<br />

— ¿Según creo, la función de peso de la orza es corregir la escora producida<br />

por el viento?<br />

—Exactamente, con ese peso contrarresta la fuerza del viento, sino el barco se<br />

inclinaría de lado y se volcaría, o como se diga.<br />

—Escorar y zozobrar —aclaró Marcelo.<br />

Carlos, hizo un gesto de tachar con la mano la pantalla.<br />

— ¡Esto es de locos! Desde luego solo a un ingeniero naval se le puede ocurrir<br />

esa estúpida solución de conseguir el equilibrio a base de peso.<br />

—No será para tanto. –Dijo Marcelo—, A un problema, una solución.<br />

— ¿Qué no? –Preguntó asombrado Carlos- Pues menos mal que son<br />

ingenieros y no son médicos. Imagínate un doctor con mentalidad de ingeniero<br />

naval, —Doctor, cojeo de la pierna derecha. Pues nada hombre, póngase cinco<br />

kilitos de plomo en la cadera de la izquierda y todo solucionado.<br />

Altaha soltó una carcajada.<br />

A Marcelo también le hizo gracia y casi le logró arrancar del rostro una media<br />

sonrisa. Después se quedó mirándolo asombrado.<br />

— ¿Pero qué coño tienes contra los ingenieros navales? ¿Qué te pasa? ¿Te dio<br />

uno por culo cuando eras pequeño y aun te escuece?<br />

Altaha se tapó la boca para no proferir una carcajada. Pero a Carlos no le hizo<br />

tanta gracia.<br />

— ¿Pero cuando dejarás de ser tan bestia Marcelo? No tengo nada personal<br />

con ellos. Lo que ocurre es que sencillamente técnicamente los ingenieros<br />

aeronáuticos somos muy superiores, pero ellos se llevan la fama y eso me toca la<br />

fibra. Fíjate por ejemplo, la solución de la orza lastrada es una aberración en sí<br />

misma. Pero ¿cuál es la realidad? que nos venden el glamour de un barco de<br />

regata. Si diseñasen aviones con ese criterio, seguro que seguiríamos viajando el<br />

globo aerostatico con sacos de arenas colgados. Eso sí con mucho glamour de<br />

regatas de globos patrocinadas a tope por las mejores marcas de relojes suizos. Es<br />

de locos.<br />

—Pues si no te gusta, utiliza un diseño de barco que no lleva lastre, como el de<br />

un catamarán. Pero perfecto, tampoco es.<br />

— ¿Qué problema plantea?<br />

— 22 —


—Tienen menos superficie habitable y son mas inseguros. Como son más<br />

anchos parecen más estables, pero como vuelquen no los adriza ni Dios.<br />

—Lo de volcar no me gusta. Tenemos que hacer un barco seguro.<br />

—Pues eso, volvamos al diseño clásico. ¡Joder! que por algo se llaman clásicos.<br />

Si es que nos estamos complicando la vida como gilipollas.<br />

Carlos comenzó a pasear por la oficina, bastante inquieto.<br />

—No, no y no. Es inaceptable admitir un diseño erróneo. Siempre existen<br />

soluciones adecuadas y óptimas. Este problema no es más que un reto y necesito<br />

pensar.<br />

Marcelo ya comenzaba a mostrarse inquieto con tanto cálculo y<br />

razonamiento.<br />

— ¡Joder Carlos!, como tú mismo dijiste, solo es cuestión de aprovechar un<br />

material y hacer algo que flote. No le des más vueltas. No tenemos tiempo de<br />

pensar, dentro de tres semanas nos echan de aquí, no hay tiempo para nada más.<br />

Carlos no se convencía fácilmente cuando algo no entraba en su cabeza de<br />

forma racional.<br />

—Dejarme que piense algo. Si mañana no se me ha ocurrido ninguna idea<br />

cogemos un diseño clásico. Tal vez estoy cansado y obsesionado. Pero mejor lo<br />

dejamos para mañana. Necesito tiempo.<br />

Carlos siempre fue un jefe atípico. Lógico y racional hasta el infinito, incluso<br />

hasta el punto de ser capaz de acabar con la paciencia de todos los que le<br />

rodeaban. Si algo no funcionaba, buscaba la causa y nunca a los responsables. <strong>El</strong><br />

factor humano, como él decía, no resultaba determinante. Incluso cuando el error<br />

de una persona había sido manifiesto, él le quitaba importancia indicando que<br />

claramente habían evaluado incorrectamente la capacidad del operario humano.<br />

Tampoco le molestaba tener que asumir una equivocación respecto a cualquier<br />

idea, pero siempre debía convencerse de forma racional del motivo por el que<br />

estaba equivocado.<br />

Algunos trabajadores comentaban que le faltaba carácter y que eso resultaba<br />

perjudicial para la dirección de la empresa. Otros, decían que lo que realmente le<br />

faltaba, era la ambición de hacerse rico. Tal vez todos tuviesen razón; Carlos se<br />

centraba en desarrollar y construir aviones perfectos, el beneficio le importaba<br />

muy poco, por no decir nada.<br />

Además de estas consideraciones sobre su forma de ser, lo cierto es que tanto<br />

Marcelo como Altaha le tenían un respeto y un afecto, más allá de la estricta<br />

relación de trabajo. Y en ese momento, no se trataba ni de jerarquías, ni de que<br />

tuviese o no razón, bastaba que Carlos les pidiese algo más de tiempo para que<br />

no lo cuestionasen.<br />

— 23 —


Altaha con sus maneras suaves y complacientes le apoyó.<br />

—Descansa y tómate el tiempo que necesites para pensar en el diseño.<br />

Marcelo, en su brusquedad se mostraba incapaz de expresar esos<br />

sentimientos, pero no dudo en acatar su voluntad.<br />

—Tú mismo. Pero mañana nos vemos y tienes que tomar alguna decisión.<br />

Al día siguiente a las nueve Altaha y Marcelo llegaron a las oficinas, y con<br />

cierta sorpresa se encontraron a Carlos que los estaba esperando en su despacho<br />

con la mesa llena de papeles. Les saludó afablemente con una sonrisa casi de<br />

niño, que contrastaba con su aspecto cansado, remarcado por unas ojeras<br />

pronunciadas que evidenciaban que no había dormido mucho esa noche en el<br />

sofá de su despacho.<br />

Les puso unos cafés en la mesa.<br />

—Sentaros y tomar un café mientras os comentó; tengo buenas y malas<br />

noticias.<br />

—Suelta las buenas, que las malas ya llegan solas –increpó Marcelo.<br />

—Las buenas son, que creo que he solucionado el problema del diseño. Las<br />

malas son, que las posibilidades de ejecutarlo son muy limitadas, incluso<br />

desconozco si al final funcionará.<br />

Altaha, que aún no parecía muy despierta, comentó entre bostezos, que<br />

apenas se molestaba en disimular tapándose la boca con la mano.<br />

—Si no he contado mal, es una noticia buena contra dos malas. Me parece<br />

que ganan las malas.<br />

Carlos no le dio ninguna importancia al comentario.<br />

—Eso es porque las personas dormidas sois pesimistas, así que tomaros el café<br />

mientras os lo explico todo, necesito que comprendáis lo que intento hacer.<br />

Se puso de pie delante de una pizarra electrónica y fue pintando con flechas y<br />

símbolos sus ideas.<br />

—Ayer, partimos de dos premisas; fabricar un barco de vela, y enfrentamos al<br />

problema de cómo compensar la fuerza lateral del viento. ¿Correcto?<br />

Altaha y Marcelo asintieron y Carlos continúo su exposición.<br />

—Los “genios” de la ingeniería naval, solo aplican un principio que es colocar<br />

un peso que contrarreste la fuerza del viento que hace escorar el barco y tienen<br />

dos maneras de realizarlo; una solución es colocar en la parte inferior del barco<br />

un contrapeso, esa es la solución de la orza lastrada. La otra solución es utilizar el<br />

propio peso del casco del barco pero en el extremo para hacer palanca, que es el<br />

sistema del catamarán. Este segundo sistema me parece mucho más inteligente<br />

por dos razones; en primer lugar porque no lastra la embarcación con más peso<br />

— 24 —


sino que utiliza los propios flotadores, y en segundo lugar los flotadores hacen<br />

palanca desde el principio con la máxima fuerza, en tanto que la orza solo lo hace<br />

cuanto más escore el barco.<br />

Marcelo, se mostraba impaciente.<br />

—Bien, está claro que te has quedado con la segunda opción. Ya lo hemos<br />

entendido, sigue con lo siguiente.<br />

Carlos, no se inmutó por la impaciencia de Marcelo.<br />

—No es tan sencillo, en realidad también he rechazado el modelo de<br />

catamarán.<br />

— ¿Entonces?, ¿No lo entiendo? ¿A qué viene tanto discurso sobre las<br />

opciones que no vas a escoger?<br />

—Lo he explicado solo para que lo entendáis mejor. Pero déjame acabar. He<br />

rechazado el catamarán, porque sigue con la filosofía del sistema de peso para<br />

compensar, y eso, en sí mismo, es un error. Así que volviendo al problema, es<br />

cierto que existe una fuerza que escora el barco y que lógicamente tiene que<br />

existir una fuerza correctora para equilibrarlo, ¿correcto?<br />

—Es obvio –dijo Marcelo deseando acabar.<br />

—Pues lo más sencillo es que creemos una fuerza correctora, no basada en el<br />

peso, sino en el mismo flujo de aire, pero horizontal y hacia arriba. La ventaja es<br />

que nos da igual el viento que sople, siempre lo compensaremos con el mismo<br />

propio viento. Además, esta fuerza ascensional tiene la ventaja que no clava el<br />

barco en el agua sino que lo levanta reduciendo el rozamiento. ¿Qué os parece la<br />

solución? ¿Sencilla y perfecta verdad? –afirmó, sin darles tiempo a responder.<br />

—No sé. ¿Pero eso funcionará? –preguntó Altaha, abriendo los ojos<br />

mostrando su incredulidad.<br />

—Funcionar, si claro. Teóricamente sí. Solo hay que hacer los cálculos para<br />

verificarlo.<br />

Marcelo negó con la cabeza.<br />

— ¡Joder Carlos! Teóricamente. ¿Y tú me decías que no me complicase la vida<br />

con cálculos?<br />

—Esto es diferente, este es un diseño nuevo que exige más cálculos.<br />

Altaha estaba centrada en la idea, intentando asimilarla completamente.<br />

—O sea, si no he entendido mal, una vela normal vertical y otra horizontal que<br />

contrarreste a la primera.<br />

—Sí, exacto.<br />

—Pero si se contrarresta una con otra, el barco no avanza.<br />

—Sí lo hace. Tienes que pensar que; la vela vertical divide la fuerza entre el<br />

empuje hacia adelante y el lateral, que lo hace escorar; mientras la vela horizontal<br />

— 25 —


solo genera un impulso hacia arriba lateral. Como podéis apreciar si se<br />

compensan los empujes laterales solo queda el empuje hacia adelante.<br />

—Entonces cuando el viento cambie de lado, la vela horizontal tendrá que<br />

hacer el empuje hacia abajo y no hacia arriba.<br />

—Lo normal sería así, pero al estar cerca del agua tendríamos un problema<br />

con el flujo de aire y además, clavaría el barco hacia abajo. Así que la solución más<br />

sencilla, es que el plano alar horizontal pase a vertical y el vertical a horizontal.<br />

—¡Uf!, Me parece complejo, eso de dos palos móviles y además, con velas.<br />

—Tienes razón, el sistema de velas de tela no es bueno para este diseño, así<br />

que hay que utilizar un ala fija.<br />

Marcelo, debería saber algo sobre eso porque no dudo en dar su opinión.<br />

—Un ala fija ya se ha experimentado y tiene el gran problema, que no puedes<br />

ajustar la superficie al viento. Con poco viento se queda corta y con mucho no hay<br />

quien la controle.<br />

—De nuevo tenéis razón. Para reducirla hay que plegarla.<br />

Altaha intervino<br />

—Me parece que estás diseñando algo complejísimo, y no tenemos tiempo en<br />

programar a “la bestia”. O sea, que no es posible hacerlo con tan poco plazo.<br />

Los tres sabían que el ordenador de cálculo avanzado, al que llamaban “la<br />

bestia”, estaba capacitado para simular con muy alta precisión el comportamiento<br />

del diseño dinámico de fluidos ya fuese en el aire o en el agua. Pero programarlo<br />

no resultaba sencillo, además, de tener que hacer correcciones durante unos días.<br />

Con tan poco tiempo, resultaba imposible.<br />

Carlos sonrió.<br />

—Estupendo, veo que habéis captado todos los problemas. Realmente sois<br />

inteligentes. Da gusto trabajar con vosotros.<br />

— ¿Y eso te parece estupendo? –Comentó Altaha-, son demasiados<br />

problemas.<br />

—En efecto, lo serían, si no fuese porque los tenemos resueltos.<br />

— ¿Ah sí? – exclamó Altaha abriendo los ojos como platos.<br />

—Sí. La solución existe desde hace millones de años.<br />

Marcelo chasqueó los dedos.<br />

—Pues yo debí llegar tarde a la explicación, porque no la pillo.<br />

Carlos se acercó a la pizarra y pinto un dibujo muy sencillo representando un<br />

pájaro.<br />

—Como veis, copiaremos la estructura de las alas de un pájaro. Son dos alas<br />

contrapuestas y se pueden plegar total o parcialmente, además de cambiar de<br />

ángulo. Es sencillamente una solución perfecta.<br />

— 26 —


— ¿Un pájaro? —Exclamó Marcelo casi desesperado—. ¿Has estado toda la<br />

noche sin dormir para diseñar un pájaro?<br />

—No seas simple. No es un pájaro, sino la estructura alar de un pájaro.<br />

Altaha no parecía tan sorprendida e insistía en conocer más sobre la idea.<br />

— ¿Y cómo movemos las alas?, se necesitará mucha fuerza.<br />

— ¿Moverlas? –Preguntó sorprendido Carlos-. En realidad no será necesario,<br />

no queremos volar, así que no hace falta batirlas. Para utilizarla como una vela<br />

solo es necesaria mantener el ala en alto y realizar pequeños ajustes, así que con<br />

servos hidráulicos, imitando a los músculos de las aves que eleven y sujeten las<br />

alas bastará. Piensa en un águila, la mayoría del tiempo tiene las alas extendidas y<br />

no necesita batirlas, por eso les cuesta tanto despegar del suelo.<br />

Marcelo no estaba nada convencido, y veía muchos problemas en esa idea.<br />

—Puede ser, pero esos servos necesitan presión hidroneumática, la cual<br />

habría que generar con un compresor eléctrico, y la electricidad la tiene que<br />

producir un generador conectado a un motor. Todo eso es un montaje del carallo.<br />

—Bueno, es cierto que requiere alguna maquinaria, pero como todo aparato<br />

que se mueva.<br />

— ¡Pues qué bien! Un barco de vela que va a consumir más gasoil que uno de<br />

motor. Los ingenieros navales se van a estar partiéndose el bazo de risa de tu<br />

diseño hasta que te jubiles.<br />

—No exageres, recuerda que no es necesaria mucha energía para mantener<br />

las alas en posición.<br />

Altaha con sus movimientos de cabeza, de un lado a otro, no parecía muy<br />

convencida.<br />

—Eres demasiado optimista. Para ti todo está solucionado, pero a mí me<br />

parece que es un diseño demasiado complicado.<br />

—No soy optimista ni pesimista, sino realista. Además, hay que ser optimista<br />

que éstas eran las buenas noticias.<br />

— ¿Estas eran las buenas? –Exclamó Marcelo—, no quiero ni pensar cómo<br />

serán las malas.<br />

—Las malas, básicamente son dos; la primera es que la fabricación va a ser<br />

muy complicada y no podemos tener fallos. Recordar que solo fabricaremos las<br />

piezas y cuando Marcelo lo monte en Galicia, es cuando se pondrán de manifiesto<br />

los errores y no se podrán corregir. La segunda, que como tenemos que<br />

abandonar las instalaciones en menos de un mes, no tenemos tiempo suficiente.<br />

—Eso ya lo dije yo–comentó Marcelo—, Estamos pillados de tiempo. O sea<br />

que vete pensando en cambiar de diseño.<br />

Carlos no pareció verse afectado por la insinuación.<br />

— 27 —


—Me he expresado incorrectamente. Lo que quiero decir es que el sistema<br />

normal de producción, por el cual primero se realiza un diseño y después sigue la<br />

producción de piezas aquí no vale, resulta demasiado lento.<br />

Altaha intervino.<br />

—Pues no lo entiendo. Así es como siempre lo hemos hecho.<br />

—Tan vez, pero el diseño llevaría como mínimo dos o tres semanas, así que<br />

solo nos quedaría una semana para producir, lo que es imposible. Necesitamos<br />

como mínimo dos meses para fabricar todas las piezas.<br />

— ¿Y has pensado algo?<br />

—Sí, la solución es sencilla. Consiste en diseñar y producir a la vez.<br />

—Espera, espera –le interrumpió Altaha-, eso nunca lo hemos hecho.<br />

—En efecto, pero he pensado como hacerlo. Si realizamos un diseño general,<br />

donde solo colocamos las piezas en bruto, bastando que consten las medidas<br />

clave para que se ajusten unas con otras, después ya podemos diseñar cada pieza<br />

con detalle y a continuación la fabricamos, así una detrás de otra en paralelo.<br />

— No lo entiendo bien.<br />

—<strong>El</strong> proceso sería el siguiente; un diseño general para marcar los parámetros<br />

donde encajaría una pieza con otra, después tú vas diseñando cada pieza<br />

individual con detalle y cuando esté lista, te pones a diseñar la siguiente mientras<br />

nosotros producimos la anterior y así sucesivamente. Trabajaremos en paralelo<br />

diseñando y produciendo a la vez.<br />

—Aun así, no tenemos suficiente tiempo –comentó Marcelo—. Aunque<br />

ahorremos dos o tres semanas de diseño tardaremos como mínimo mes y medio<br />

en fabricarlas, y te recuerdo que en menos de un mes nos tenemos que ir.<br />

—Sí, ya he pensado en eso. Tus tiempos de fabricación están calculados para<br />

una jornada de ocho horas y cinco dias a la semana; pero si trabajamos<br />

veinticuatro horas seis dias a la semana, en tres semanas habremos acabado. Si tú<br />

y yo nos repartimos el trabajo con las máquinas lo podemos conseguir; yo puedo<br />

hacer los turnos de tarde y noche, si tú haces el de mañana y aguantas hasta<br />

media tarde.<br />

Marcelo lo miró unos segundos con cara de circunspecto, mientras analizaba<br />

mentalmente este nuevo enfoque.<br />

—Déjalo, yo hago todos los turnos.<br />

En cualquier otra persona, sonaría a broma o a fanfarronada, pero partiendo<br />

de Marcelo, Carlos no cuestionó que lo decía en serio.<br />

—Eso no puede ser, ni aguantarías, ni estoy dispuesto a ello. Yo me quedo<br />

como mínimo el mismo tiempo que tú.<br />

Marcelo se acercó, le puso una mano en el hombro y lo miró a los ojos.<br />

— 28 —


—La realidad, es que tú diseñas y organizas de puta madre, pero de controlar<br />

máquinas no entiendes un carallo. Nunca has manejado el horno, ni los robots y<br />

tardarías dos o tres semanas en enterarte de algo para fabricar progresivamente y<br />

con una buena calidad. Así que déjamelo a mí.<br />

Carlos, consciente que el planteamiento de Marcelo sobre sus limitadas<br />

cualidades operativas se ajustaba a la realidad, no dudo en reconocerlo.<br />

—Tienes razón respecto a mí capacidad, pero tendrás que contar conmigo, tu<br />

solo no puedes mantener el ritmo de veinticuatro horas, te agotarías en dos días.<br />

—Aguantaré bien; el proceso de fabricación por modelado y el horno están<br />

automatizados, solo hay que cargar las máquinas, y mientras trabajan puedo<br />

dormir en turnos de tres o cuatro horas seguidas entre carga y carga. Además,<br />

estoy acostumbrado a hacer guardias y dormir entre horas. Dejarme a mí la<br />

fabricación y vosotros centraros en el diseño y los cálculos.<br />

—No sé, -dudó Carlos- por una parte tienes razón, es una correcta estimación.<br />

Pero me parece injusto que te vayas a matar a trabajar durante tres semanas por<br />

mi culpa.<br />

— ¿Matarme a trabajar? Vosotros no sabéis lo que es trabajar duro. Tendríais<br />

que estar embarcados dos meses en un pesquero de altura, donde dormir cuatro<br />

horas seguidas, vestido y medio mojado, mientras el barco da pancotazos con olas<br />

de cinco metros, es todo un lujo.<br />

Carlos acabó aceptando el planteamiento, después de todo, la lógica de<br />

Marcelo resultaba aplastante, y contra eso no podía luchar.<br />

En la siguiente hora realizó un cronograma indicando el ritmo que tenían que<br />

seguir de diseño y fabricación para poder completar todo el trabajo a tiempo.<br />

Realmente, viendo lo bien que programaba el trabajo y organizaba todas las fases<br />

y los tiempos, costaba comprender como pudo ir tan mal la empresa.<br />

Las siguientes tres semanas trabajaron intensamente; Altaha diseñó todas las<br />

piezas en el ACAD, directamente las transfería desde el ordenador a la máquina<br />

de modelado, la pieza pasaba en su última fase al horno y ya quedaba perfecta.<br />

Marcelo cumplió, con su estoicismo habitual, las jornadas de veinticuatro horas<br />

que se impuso, para que en ningún momento parase ni el modelado ni el horno.<br />

Según el cronograma de producción que diseño Carlos, dejó el domingo como día<br />

para recuperar las pérdidas de ritmo. Como todo funcionó como estaba previsto,<br />

al final Marcelo pudo descansar los domingos.<br />

Ya se habían fabricado todas las piezas, las cuales se fueron colocando en cajas<br />

y estas en palés preparados para el transporte. Marcelo contrató un tráiler para<br />

llevarse todo el material a Galicia y estaba previsto que saliese en dos días.<br />

— 29 —


Y ahí estaban los tres, de pie, en la entrada del almacén, mirando con<br />

satisfacción como todo el trabajo realizado se concentraba en el conjunto de<br />

palés apilados.<br />

En estas últimas semanas se había producido un cambio sustancial en el<br />

estado de ánimo de Carlos. Desde que se centró en este nuevo proyecto,<br />

desapareció esa tristeza depresiva en la que estaba sumido, transformándose en<br />

la ilusión por este nuevo reto que lo absorbía todo el día. Ahora que veía que todo<br />

se acababa, miraba con cierta melancolía todas las piezas.<br />

—Es mucho material –le comentó a Marcelo-, necesitarás ayuda para<br />

montarlo y ajustarlo.<br />

—La necesitaría, pero tendré que arreglármelas solo. Esto no es cuestión de<br />

coger un “ñapas”, dejar que meta la pezuña sin que tenga ni puta idea de lo que<br />

hace y me lo escaralle todo. La fibra de carbono requiere un trato especial. Es<br />

complicada, como las mujeres, jodidamente dura pero a la vez frágil.<br />

—Un poco machista el comentario —comentó Altaha.<br />

—Ya, claro, las tortilleras feministas a decir la puta verdad le llaman<br />

machismo. Hay que joderse.<br />

— ¡Hey, Hey! Que yo no soy tortillera, me ofendes. Te estás pasando cuatro<br />

pueblos.<br />

—¡Ya!, Como mujer frágil te ofendes, y a la vez, te defiendes como una gata.<br />

—Pues claro, faltaría más, no me voy a dejar humillar estas alturas por un<br />

musculito machista.<br />

Marcelo, aunque no soportaba que nadie se metiese con él, también<br />

reconocía cuando se propasaba. Y claramente ahora había ofendido a Altaha sin<br />

motivo.<br />

—Vale, vale, Altaha, me he pasado, lo reconozco. Déjalo, no nos vamos a<br />

cabrear ahora para un día que nos queda.<br />

<strong>El</strong> comentario les hizo recordar a todos que con la salida del material ya<br />

acabaron con todos sus cometidos, por lo que finalizarían sus contratos y se<br />

cerraría la empresa definitivamente.<br />

Estuvieron en silencio los tres durante unos segundos, pensando que estaban<br />

ante el final de todo.<br />

Carlos, apoyó la mano en uno de los palés.<br />

— ¿Sabes? Realmente tengo la curiosidad de saber si el diseño funcionará<br />

como he previsto.<br />

Marcelo se encogió de hombros.<br />

— ¡Toma, y yo también! Ya decía mi abuelo que experimentos con la gaseosa.<br />

— 30 —


—Tengo que preguntarte algo –dijo sopesando sus palabras—. Una vez que se<br />

cierre esto, no tengo nada que hacer. ¿Te molesta si te acompaño a Galicia y te<br />

echo una mano para montarlo?<br />

Marcelo se sintió sorprendido por la petición. Es cierto que la actitud de Carlos<br />

cambió durante esas últimas semanas, pero no pensó que tanto como para<br />

querer irse al otro extremo de España, con el que fue un empleado, a ensuciarse<br />

las manos ayudándole a montar un barco fabricado con restos de material.<br />

— ¡Claro que no!, tú sabes cómo va todo esto. ¡De puta madre! –Le expresó<br />

emocionado- , además, te enseño Rianxo y te presento a mi familia.<br />

A Carlos le sorprendió esta respuesta ante un Marcelo habitualmente<br />

inexpresivo y distante. Se sintió muy satisfecho por la reacción, porque siempre es<br />

delicado eso de auto invitarse.<br />

Altaha los miró con sorpresa, de repente, instintivamente, se dio cuenta que<br />

para ella también se le ofrecía una oportunidad de aventura. Sin dudarlo mostró<br />

una sonrisa de oreja a oreja.<br />

— ¿Pues sabéis lo que os digo? Que no es tan mala idea, yo no conozco Galicia<br />

y un mes de vacaciones me hace falta. Bueno, cobrando el paro y la<br />

indemnización como si son dos o tres. Bueno, tengo que llamar a mi familia y<br />

avisar a mis amigos, pero no hay problema. Bueno, no quiero decir vacaciones, yo<br />

voy para ayudaros. Claro, si os parece bien. Pero claro, no tiene por qué pareceros<br />

mal. Además, me necesitáis pues el programa hay que ajustarlo y no creo que<br />

vosotros solos podáis. Esto, no quiero decir que no sepáis, pero es que el tema es<br />

complicado.<br />

Marcelo levantó los brazos.<br />

— ¡Altaha, para ya! No hables tanto.<br />

Altaha se dio cuenta que se metió donde no la habían llamado, Marcelo<br />

nunca fue su amigo y no estaba obligado a tener que invitarla. Pero antes de que<br />

pensase siquiera en disculparse Marcelo siguió hablando.<br />

— ¡Cojonudo que vengas con nosotros! Tu ayuda nos vendrá de miedo. Así<br />

que todos en marcha, vosotros solo traer la ropa y los equipos informáticos, que<br />

yo me ocupo de buscaros alojamiento.<br />

Altaha sonrió satisfecha. Fue la primera vez que Marcelo, aunque a su manera,<br />

le decía algo agradable. A su sonrisa le siguió el gesto de satisfacción de Marcelo y<br />

el de ilusión de Carlos.<br />

Resultaba curioso, como en ocasiones, la vida puede dar un giro inesperado,<br />

hacía tan solo unos minutos sus caminos se iban a separar, tal vez para toda su<br />

vida. Y ahora habían decidido convivir durante un mes en el otro extremo de<br />

España en un proyecto común.<br />

— 31 —


EL TRAS<strong>LA</strong>DO<br />

Al día siguiente fue de una actividad frenética. Carlos y Altaha tuvieron que<br />

preparar todas las maletas, avisar a los amigos y el sinfín de pequeños detalles<br />

que implica trasladarse a vivir al otro extremo de España, aunque solo fuese por<br />

uno o dos meses. Al finalizar el día, mal que bien, lograron arreglar todos los<br />

preparativos.<br />

Los tres durmieron con cierto nerviosismo. A las ocho de la mañana, Marcelo,<br />

después de supervisar la carga de todos los palés con el material en el tráiler, salió<br />

con la moto hacia Galicia. Pensaba llegar un par de horas antes que el camión y<br />

así poder preparar el lugar destinado a descargar todo el material. Mientras,<br />

Altaha y Carlos, se quedaron para cerrar la nave. Cuando acabasen cogerían el<br />

coche hacia Galicia, pensaban hacer un viaje tranquilo pues no tenían prisa en<br />

llegar.<br />

Carlos revisó todas las puertas y ventanas, Altaha verificó que estaban<br />

conectadas las alarmas, con baterías de seguridad y la central de alarmas<br />

independiente autónoma del resto de los sistemas. Cualquier incidencia que<br />

superase la alambrada activaría las cámaras web, sonarían las alarmas conectadas<br />

con la Guardia Civil enviándole las imágenes de las cámaras. Además, cualquiera<br />

que intentase robar, era consciente que la misma ventaja que suponía la soledad<br />

de esa nave, sería también su trampa, pues con una sola carretera de acceso y sin<br />

ninguna población en kilómetros a la redonda, no había ningún lugar donde<br />

esconderse.<br />

Salieron con el coche atravesando la verja. Carlos activó el mando a distancia y<br />

se quedó mirando hacia atrás como la puerta se cerraba lentamente. Con esa<br />

última mirada se despidió con pena de lo que fue su creación, ahora solo quedaba<br />

malvenderla a trocitos. Hizo un último esfuerzo por olvidarse de todo esto, pues<br />

al menos tenía un proyecto para distraerse durante uno o dos meses mientras<br />

intentaba reorganizar su vida.<br />

<strong>El</strong> viaje hasta Galicia no implicaba ninguna dificultad; aunque estaban a más<br />

de ochocientos kilómetros se iba directamente por autopista, y Marcelo les dejó<br />

programado el GPS del coche con su dirección exacta.<br />

Hicieron la mitad del camino en cuatro horas, parando a comer en Benavente.<br />

Después siguieron hasta entrar en Galicia por la provincia de Ourense y<br />

doscientos kilómetros más tarde desde una pequeña montaña de trescientos<br />

metros en el llamado alto de Puxeiros vieron por fin el mar. Cinco kilómetros más<br />

— 32 —


abajo se extendía la Ría de Vigo con su ciudad, que estaba construida en torno al<br />

principal puerto pesquero y de mercancías de Galicia. Ahora tendrían que coger<br />

toda la autopista hacia el norte, paralela a la costa, cruzando las Rías con varios<br />

puentes; así recorrerían setenta kilómetros dejando atrás la Ría de Vigo y<br />

Pontevedra, para llegar finalmente a la de Arosa en donde en su costa norte se<br />

encontraba Rianxo.<br />

En estos últimos kilómetros condujo Carlos, y Altaha que con siete horas de<br />

viaje ya estaba bastante aburrida, aprovechando que llevaba un pequeño<br />

ordenador portátil, se conectó a internet utilizando la red de telefonía para<br />

buscar un poco de información sobre su destino. Después de ilustrarse<br />

convenientemente le hizo un pequeño resumen a Carlos.<br />

Rianxo se encuentra ubicada sobre el margen derecho del río Ulla y de la Ría<br />

de Arosa. <strong>El</strong> nombre Rianxo es el término en gallego, si bien el original y en<br />

español se llama Rianjo, nombre que proviene seguramente del latín rivus<br />

angulus, «la curvatura del río» dada la forma que describe la Ría a su pasó por la<br />

localidad. Sin embargo, también existe otra teoría que el nombre procede de rivis<br />

amplus, «río ancho». Cuestiones que excepto a cuatro filólogos y dos<br />

historiadores parecía no importar a ningún otro habitante de la zona, según<br />

comentó sarcasticamente Altaha.<br />

<strong>El</strong> ayuntamiento de Rianxo tiene unos doce mil habitantes, aunque solo una<br />

tercera parte están concentrados en el centro urbano. Pero para Galicia, que está<br />

compuesta de poblaciones muy dispersas y reducidas, con cuatro mil habitantes<br />

se podría considerar una buena villa, aunque realmente no ofreciese un núcleo<br />

urbano denso, sino que prácticamente, excepto un par de calles más o menos<br />

consolidadas, el resto lo integraban una mezcla de solares y huertas junto con<br />

casas unifamiliares. Tal vez, por ese motivo, Marcelo siempre lo seguía llamando<br />

su pueblo.<br />

La villa vivía principalmente del marisqueo y secundariamente de la pesca, así<br />

toda su historia estaba vinculada al mar. <strong>El</strong> turismo últimamente cobro su<br />

importancia, aunque de una forma mucho más moderada y contenida que en<br />

otras localidades.<br />

Cuando estaban a pocos kilómetros de Rianxo llamaron por el teléfono móvil a<br />

Marcelo y en los últimos kilómetros recurrieron a la ayuda del GPS, que los<br />

condujo hasta la dirección exacta, donde Marcelo les estaba esperando a la<br />

puerta de un edificio situado frente al mar.<br />

Marcelo, tenía previsto invitar a Carlos y Altaha a vivir en la casa de sus<br />

padres. Pero cuando los llamó para avisarles de su viaje se encontró con la<br />

sorpresa que las habitaciones de invitados estarían ocupadas por unos <strong>primo</strong>s de<br />

— 33 —


Barcelona, que se pasarían un mes de vacaciones ocupando hasta la propia<br />

habitación de Marcelo. La hospitalidad gallega con los parientes es tan sagrada<br />

que ni Marcelo la cuestionaba, si sus padres habían invitado a sus <strong>primo</strong>s, estaba<br />

todo dicho, y el jamás se lo reprocharía. Por otra parte, él también había invitado<br />

a sus amigos, así que estaba obligado a darles hospedaje. Como solución, alquiló<br />

un piso amueblado; para evitar que Carlos y Altaha se enterasen y lo quisiesen<br />

pagar, lo justificó afirmando que un <strong>primo</strong> suyo se lo prestaba gratis, además,<br />

como la casa de sus padres estaba ocupada él se quedaba con ellos.<br />

Después de aparcar el coche, Marcelo les enseñó el piso. Aunque de<br />

construcción sobria y sencilla, se mostraba como amplio y cómodo, y sobre todo<br />

disponía de algo tan agradable como una terraza con vistas a toda la Ría. Se<br />

componía de una cocina, un salón, cuatro habitaciones y dos baños.<br />

Subieron todas las maletas y las bolsas con el equipo informático. Se<br />

repartieron las tres habituaciones para cada uno, destinando la cuarta como<br />

despacho de trabajo instalando dos mesas con sendos ordenadores y una<br />

impresora.<br />

Como estaban un poco cansados por el viaje, decidieron darse una ducha<br />

rápida e irse a cenar al centro de la villa.<br />

Resultaba curioso el cambio que sufrió Marcelo en solo un día. Durante dos<br />

años no comentó nada sobre su familia a ninguno de sus compañeros. Ahora, al<br />

llegar a su pueblo natal parecía que Carlos y Altaha habían atravesado esa<br />

invisible barrera de su esfera personal. Así, durante la cena, con una elocuencia<br />

desconocida, se dedicó a explicarles la historia de su familia.<br />

Hasta donde él conocía, todos sus antepasados habían sido marineros. Su<br />

bisabuelo, pescador, con la típica dorna, barca grande de remos que se ayuda con<br />

una vela latina. Su abuelo cambió al motor y su padre dado lo esquilmada que se<br />

encontraba la Ría tuvo que dedicarse a la pesca de litoral y por temporadas<br />

también trabajó embarcado en pesqueros de altura. Marcelo heredó, tanto la<br />

necesidad como la pasión por el mar, aunque se inclinó por la mecánica lo que le<br />

llevo a pasar a grandes barcos donde se pagaba mejor su trabajo. Toda la familia<br />

permanecía muy unida, pues aunque su abuelo ya había muerto, su abuela vivía<br />

con sus padres. La hermana de Marcelo se llamaba Guadalupe, nombre que le<br />

pusieron en honor a la Virgen patrona de Rianxo. Aunque un par de años más<br />

joven que él, siguiendo las costumbres de la zona, se casó joven y ya tenía dos<br />

hijos, uno de diez y otro de ocho años. Su marido trabajaba en barcos de altura y<br />

se pasaba la mitad del tiempo embarcado por todo el mundo, mientras que ella<br />

trabajaba como administrativa en la lonja. La hermana formaba parte de la<br />

esencia de la familia, y como en Galicia rige en la práctica un matriarcado, asumía<br />

— 34 —


su puesto supervisando a toda la estructura familiar y manteniendo la unión sin<br />

fisuras, entre abuelos, padres, hijos y nietos. Respecto a Marcelo, la familia aún<br />

mantenía la esperanza que regresase y se casase con alguna chica de la zona.<br />

Mientras escuchaban la historia de Marcelo, Carlos y Altaha disfrutaron de la<br />

cena. Estaban encantados con la excelente calidad de la comida y lo económica<br />

que resultó, por lo que tomaron la decisión de que no compensaba cocinar en<br />

casa, así, además, no perderían el tiempo. De todas formas, deberían comprar lo<br />

imprescindible para desayunar o tomar algo por la noche.<br />

Hablaron de los gastos. Crearon un fondo para comidas, agua, electricidad y<br />

limpieza. Para la construcción del barco, harían falta algunos complementos así<br />

que decidieron poner algo de dinero, pero no excederse; acordaron dos mil euros<br />

cada uno para materiales, que es lo máximo que podían permitirse pues después<br />

de todo no dejaba de ser una afición curiosa que tendrían que dejar más<br />

temprano que tarde. Eso les llevo a concretar que el barco que construyesen sería<br />

propiedad de los tres, aunque todos eran conscientes que no tendría mucho<br />

valor. Hablaron incluso de que se lo quedase el que lo tuviese que mantener, lo<br />

que apuntaba directamente a Marcelo, al ser el único que podía disponer de<br />

algún lugar donde guardarlo y cuidarlo.<br />

Así acabaron el día y decidieron irse pronto a dormir, pues el día con todo el<br />

viaje resultó cansado. Los tres se acostaron con cierta emoción por comenzar la<br />

construcción, aunque sin que les generase ninguna inquietud. Eran conscientes<br />

que se trataba de unas vacaciones y ninguno esperaba demasiado de la<br />

construcción; A Marcelo le bastaba con que flotase con cierta seguridad, Carlos<br />

estaba preocupado por verificar si funcionaban los cálculos, y Altaha solo lo<br />

quería acabar cuanto antes para hacer turismo y tomar el sol.<br />

Carlos y Altaha se levantaron, sobre las ocho y media, pero Marcelo ya se<br />

había anticipado y les esperaba con el desayuno hecho en la cocina.<br />

Después de desayunar sin prisas, Marcelo les indicó que se vistieran con ropa<br />

vieja que pudiesen manchar. Minutos mas tarde aparecieron todos en el salón;<br />

Marcelo vestido con un mono azul, Altaha vestida con un chándal rosa y Carlos<br />

con un pantalón vaquero y un polo.<br />

Marcelo los miró y frunció el entrecejo en señal de desaprobación.<br />

— ¿Pero qué entendéis por ropa para ensuciarse? Si parece qué vais de picnic.<br />

Pero es cosa vuestra. ¡Vamos!<br />

A Marcelo no le gustaba meterse en la vida de los demás. Así que, una vez que<br />

daba el consejo, si no le hacían caso no insistía. Y a partir de ahí, las personas<br />

tenían que aprender por su propia experiencia.<br />

— 35 —


Salieron del piso y anduvieron no más de cinco minutos paralelos al mar, hasta<br />

llegar a un muro con una puerta metálica pintada de verde con rastros de óxido<br />

en las juntas. Marcelo abrió un candado nuevo y la puerta rechinó<br />

lastimosamente dejando claro el poco uso que se le daba. Cuando entraron en<br />

una especie de patio vieron que estaban amontonados los palés con las cajas que<br />

el día anterior descargó el tráiler. Detrás de todas estas cajas se erigía una sencilla<br />

construcción de bloques de cemento.<br />

Para poder montar el barco, un amigo le dejó a Marcelo ese galpón, que es<br />

como en Galicia llamaban a una pequeña nave de reducidas dimensiones y muy<br />

sencilla. La ventaja que tenía es que se ubicaba justamente delante del mar,<br />

donde una rampa de piedra de unos veinte metros se introducía directamente en<br />

el agua hasta unos dos metros de profundidad en marea alta. Estaba claro que<br />

esas instalaciones se diseñaron, como un pequeño astillero para fabricar barcos y<br />

utilizaban la rampa para botarlos.<br />

<strong>El</strong> galpón construido con bloques de cemento, mostraba en su parte frontal<br />

una gran puerta corrediza, que debería llevar varios años cerrada pues la abrieron<br />

con bastante dificultad. Dentro del galpón la luz natural entraba por un espacio<br />

vacío, sin ventanas, situado entre las puertas y el tejado. <strong>El</strong> techo estaba<br />

compuesto por una sencilla uralita, mostraba unos huecos cubiertos por uralitas<br />

de plástico transparentes a modo de tragaluces. La falta de limpieza le otorgaron<br />

un color amarillo marrón que prácticamente impedían el paso de la luz. Las<br />

paredes eran de bloques de cemento y el suelo de cemento cuarteado sucio por<br />

diferentes manchas de grasa y barro. <strong>El</strong> resto de las instalaciones eran bastante<br />

precarias; sin puente grúa, con un sistema eléctrico mínimo ni siquiera<br />

electricidad trifásica y sin ningún tipo de maquinaria. Tampoco disponía de<br />

dependencias para oficinas, tan solo un cuartucho que actuaba como antesala de<br />

un reducido aseo en patéticas condiciones.<br />

Después de examinarlo todo, Marcelo les comentó;<br />

—Esto es lo que hay. Lo bueno, que es gratis; lo malo, está a la vista.<br />

Carlos, parecía ajeno a la precariedad de esas instalaciones y las analizaba de<br />

forma mecánicamente objetiva.<br />

—La falta de puente grúa nos dará algún problema y el galpón no es lo<br />

suficientemente ancho para desplegar las alas; tendremos que montarlas afuera.<br />

Por el resto es válido.<br />

Altaha estaba quieta, casi inmóvil, como si con cualquier movimiento pudiese<br />

tocar algo que la manchase.<br />

—A mí me da igual todo excepto una cosa; el baño hay que arreglarlo, yo ahí<br />

no entro. Mira, no es que sea escrupulosa, que si voy de excursión y tengo que ir<br />

— 36 —


de campo, voy, y tampoco es que quiera ahora ponerme a exigir, pero tienes que<br />

comprender.<br />

Marcelo levantó la mano.<br />

—Vale, vale, Altaha ya, lo hemos cogido. Me encargo que arreglen el baño.<br />

Se pusieron manos a la obra y dedicaron la mañana a despejar todo el galpón<br />

de los trastos que estaban desperdigados. Dos bidones vacíos, cubos de pintura,<br />

trozos de madera, hierros y alambre. Apartaron la tierra con una especie de<br />

escobas primitivas y al final le pasaron una manguera. Con un pequeño elevador<br />

manual que le prestó un amigo a Marcelo, ordenaron los palés uno al lado de otro<br />

en el patio de la entrada según en el orden que habían establecido en el almacén.<br />

Tardaron más de cuatro horas en dejar todo listo para trabajar, y decidieron<br />

que por ese día ya era suficiente. Volvieron al piso llenos de polvo, tierra y grasa.<br />

Altaha y Carlos a la vista del lamentable aspecto de sus ropas, resignados, le<br />

preguntaron a Marcelo que donde se podían comprar los monos de trabajo.<br />

Después de asearse se fueron a comer y Carlos con la mente totalmente<br />

centrada en el proyecto, les explicó que el sistema de montaje sería modular, es<br />

decir, que cada componente lo harían por separado y después lo montarían<br />

donde correspondiese.<br />

Altaha lo entendió perfectamente, pues era la encargada de transferir al<br />

ordenador todas las ideas de Carlos.<br />

—Está claro, de adelante a atrás y de abajo a arriba.<br />

Marcelo los miró con cara de desolación.<br />

—Me parece que no tenéis ni idea de lo que es una quilla, cuadernas,<br />

varengas, baos, puntales, rodas, codastes, forros, cubiertas o mamparos.<br />

—A mí desde luego todo eso me suena a chino –dijo Altaha.<br />

—Me temo que son términos marinos, y no aeronáuticos –respondió Carlos.<br />

Marcelo no estaba nada convencido.<br />

—Esto no funcionara. ¿Cómo vamos a coordinarnos si ni siquiera sabéis cuál<br />

es la popa y la proa?<br />

Carlos hizo un aspaviento con la mano, como quitando importancia a sus<br />

palabras.<br />

—Eso no es ningún problema, vamos a realizar una construcción modular por<br />

planos y no siguiendo el modelo clásico naval. No te preocupes, aunque es una<br />

innovación de la aeronáutica, está todo previsto y estudiado.<br />

— 37 —


Altaha, permaneció impasible ante el comentario, pues ella desconocía cómo<br />

se fabricaban habitualmente los barcos, por lo que le parecía bien el sistema de<br />

Carlos.<br />

Marcelo encambio, si mostró críticas al comentario.<br />

— ¿Innovación aeronáutica la construcción modular? ¿Qué dices? Se llevan<br />

construyendo barcos así desde hace setenta años.<br />

Carlos se mostró sorprendido.<br />

— ¿Setenta años? Bueno, no sé. Sé que ahora se fabrican así, pero desde hace<br />

setenta años, ya me parece mucho.<br />

Marcelo como si lo estuviese leyendo, le dio todoa una explicación.<br />

<strong>El</strong> sistema de construir un barco durante toda la historia fue sobre la quilla o<br />

entero de proa a popa y con esta construcción clásica se tardaba un mínimo de un<br />

año en construirse. Con la segunda guerra mundial a partir de mil novecientos<br />

cuarenta surgió la necesidad de construir rápidamente barcos y eso hizo que se<br />

cambiase el sistema de producción. Hubo dos países que destacaron por su<br />

inventiva; los Estados Unidos y Alemania.<br />

<strong>El</strong> método revolucionario que utilizaron fue construir un barco por módulos<br />

transversales, como una barra de pan cortada en trozos; la gran ventaja obtenida<br />

radicaba que fabricar cada uno de esos módulos resultaba mucho más sencillo y<br />

después se unían para formar el barco completo, ya listo para ser botado.<br />

Estados Unidos, comenzó a emplear los métodos utilizados para fabricar un<br />

barco de transporte estándar de unas diez mil toneladas, y como se ocuparía a<br />

trasportar hombre y suministros para liberar a Europa les llamaron los Liberty. <strong>El</strong><br />

método de construcción por módulos, redujo el tiempo de fabricación, al<br />

principio, a doscientos treinta días pero llegaron el record de construir uno en<br />

cinco días. Tanto éxito tuvieron que se aplicó el mismo método para la<br />

construcción masiva de portaviones ligeros y se creó un astillero en Vancouver, en<br />

el río Columbia en el cual entre mil novecientos cuarenta y dos y cuarenta y<br />

cuatro se construyeron cincuenta portaaviones de la clase Casablanca. Uno de<br />

ellos batió el record botándose en tan solo setenta y cinco días. Aunque estas<br />

cifras tienen un poco de trampa, pues se trataba del tiempo de construcción solo<br />

para el casco, después debían completar todos los componentes.<br />

Alemania tardó en reaccionar, y sólo más avanzada la guerra aplicó este<br />

método para la construcción de los submarinos tipos veintiuno y veintitrés. A<br />

diferencia de los americanos, cada módulo se construía casi acabado por<br />

completo y después se ensamblaba, tardaban una media de ciento setenta y seis<br />

días en estar operativos. Pero hay que considerar que un submarino es mucho<br />

más complejo que un barco, y que Alemania tenía escasez de material mano de<br />

— 38 —


obra y sometida a bombardeos de su industria, así que realmente tenían tanto<br />

merito como los americanos, sino más.<br />

Marcelo acabó la exposición y Carlos lo miró con cara de asombro.<br />

—Pareces estar muy bien informado. ¿Cómo sabes todo eso?<br />

—Me gusta leer todo lo que tenga que ver con el mar.<br />

—No es por ofenderte, pero resulta extraño que te guste tanto la lectura.<br />

—No me ofendes, la realidad es que en general se lee muy poco y los<br />

marineros o mecánicos como yo, menos aún. En mi caso se juntó el hambre con<br />

las ganas de comer; cuando navegas durante meses en un barco, o te entretienes<br />

leyendo o te emborrachas. En mi caso tuve suerte y me dio por lo primero,<br />

después ya me aficione, y como tampoco soy muy sociable, pues donde este un<br />

buen libro que se quite el resto.<br />

Carlos ahora se explicaba la facilidad de memoria y de asimilación que<br />

Marcelo había mostrado con los manuales mecánicos.<br />

Altaha lo miró con curiosidad, que no era muy sociable resultaba evidente, en<br />

cambio, que hubiese desviado ese potencial hacia la lectura, si le sorprendía.<br />

—Vaya, vaya con nuestro Marcelo —dijo Altaha—. No conocíamos tu faceta<br />

intelectual. O sea que te gusta leer. ¿Y sobre que más lees, además del mar?<br />

—Sobre nada más.<br />

—Ahora no te las des de modesto, ¿Algo más te gustará? Deportes, historia,<br />

política, viajes, coches. No sé, esas cosas que leéis los hombres.<br />

—No, –afirmó categórico Marcelo—solo leo si es sobre la mar. Es lo único que<br />

me interesa.<br />

— ¿Y por qué?<br />

Se encogió de hombros<br />

—Es lo único que siempre me ha gustado.<br />

— ¿Entonces porque dejaste el mar y te fuiste a trabajar tierra adentro?<br />

La cara de Marcelo se contrajo.<br />

—La mar es dura para trabajar, quise descansar un poco. Pero es lo único que<br />

me sigue gustando.<br />

Parecía ser un tema del cual no deseaba hablar, así que Altaha no siguió<br />

insistiendo. Aunque sí le quedaba otra duda.<br />

— ¿Por qué la llamas la mar cuando es el mar?<br />

—No lo sé, siempre la hemos llamado la mar.<br />

Carlos intervino.<br />

—Aclaro, que los dos términos son correctos, lo habitual es llamarlo el mar, si<br />

bien los marineros la llaman siempre la mar como si fuese la madre, pues de ella<br />

depende no solo su sustento sino también su vida.<br />

— 39 —


Con esta disertación acabaron la tertulia y volvieron a centrarse en el<br />

proyecto.<br />

Dedicaron esa tarde a organizar los siguientes días; Primero se fueron a<br />

comprar los monos de trabajo, así como algunas herramientas necesarias.<br />

Después volvieron al piso a planificar la construcción. Dividieron todo el proceso<br />

de montaje en tres fases; la primera consistiría en toda la estructura compuesta<br />

por el casco y las alas; la segunda los componentes mecánicos y eléctricos; y la<br />

tercera los ajustes necesarios para que todo funcionase, lo que incluiría las<br />

pruebas de navegación. Estimaron que las tres fases no deberían exceder de un<br />

mes de trabajo, pues tampoco querían destinar más tiempo, después de todo aun<br />

deseaban disfrutar de algunas vacaciones tranquilas antes de volver a sus vidas.<br />

Carlos con su sincera objetividad, les explicó que esta imposición de la<br />

planificación y los plazos les otorgaba la clara ventaja de la obtención de<br />

objetivos. Pero la gran desventaja que los sometería a mucha presión para acabar<br />

a tiempo, lo que en cierta medida no tenía mucho sentido, cuando para todos se<br />

trataba de una afición dentro de las vacaciones. Estuvieron sopesando los pros y<br />

los contras, finalmente optaron por comprometerse y respetar el plan, pues<br />

después de todo trabajar, aunque fuese menos, para no conseguir un barco que<br />

navegase resultaba absurdo.<br />

Comenzaron el segundo día de trabajo los tres vestidos con monos azules. <strong>El</strong><br />

día fue duro, se dedicaron esencialmente a mover todas las piezas de los palés<br />

para clasificarlas. Tanto Carlos como Altaha no estaban acostumbrados al trabajo<br />

físico, por lo que acabaron agotados de agacharse y coger pesos. Tal y como<br />

describió Altaha, estaba utilizando músculos que desconocía hasta el momento<br />

que tuviese.<br />

Al día siguiente Carlos y Altaha se levantaron con unas molestas agujetas, de<br />

las cuales Altaha exageraba quejándose de cada movimiento. Marcelo no se<br />

apiadó de su estado y el único consuelo que les ofreció, fue comentarles que no<br />

se preocupasen; que cada día aguantarían más y las agujetas desaparecerían al<br />

seguir trabajando.<br />

Marcelo tuvo razón, y aunque esos primeros días regresaban agotados,<br />

notaron que se iban acostumbrando al trabajo y que las agujetas desaparecían<br />

progresivamente.<br />

Aunque construir una estructura de un barco totalmente novedosa podría<br />

parecer complicado, según las previsiones de Carlos “en teoría” el trabajo debería<br />

— 40 —


esultar sencillo. La clave estaba en que como todas las partes del barco habían<br />

sido fabricadas en piezas relativamente pequeñas, estas eran fácilmente<br />

manipulables y cada una de las piezas debería encajar en otra, así que en el fondo<br />

solo se trataba de un colosal puzle. Para unir las piezas, uno de los sistemas que<br />

invento Carlos, fue una especia de pernos o tornillos de presión de carbono que<br />

unía las placas lateralmente, con lo que quedaban integrados en la propia<br />

estructura. Un sistema de este tipo resultaba fundamental pues el carbono no se<br />

puede soldar, y al ser de tornillos de presión disponía de la ventaja de no<br />

aflojarse. <strong>El</strong> único inconveniente es que para desmontarlo debían romper este<br />

anclaje, si bien ellos no pensaban en montar y desmontar el barco.<br />

Pero esta facilidad teórica para montar el barco se mostró como más<br />

complicada de lo que pensaban; solo Marcelo estaba acostumbrado a manejar<br />

materiales con la fuerza y la habilidad necesarias. Por el contrario, Carlos y Altaha<br />

toda su vida la habían dedicado a cálculos trabajando en un despacho, así que el<br />

coger una pieza, una llave inglesa o un martillo les parecía algo totalmente ajeno y<br />

lo hacían con más buena intención que eficacia.<br />

Otro de los problemas, surgió al darse cuenta que tampoco controlaban los<br />

términos marinos de la construcción. Aunque las piezas estaban clasificadas,<br />

resultaba bastante difícil coordinar, pues por ejemplo una pieza concreta se<br />

identificaba con las siglas AL—212, y naturalmente el más pequeño error en la<br />

letra o el número implicaba colocar la pieza errónea, así que tenían que repetir<br />

constantemente en número de las piezas para verificarlas.<br />

Esta circunstancia, dio lugar a que Marcelo aprovechase para explicarles que<br />

en los antiguos barcos de vela, las órdenes se transmitían a gritos dobles. <strong>El</strong><br />

origen es que en muchas ocasiones con el viento y las olas no se oían bien, así que<br />

se implanto el sistema que el marinero tenía que repetir la orden para que el<br />

oficial supiese que la había entendido correctamente. Por ese motivo si se ve<br />

alguna película de esa época, medianamente bien hecha, se aprecia cómo se<br />

repiten las órdenes. Erróneamente, muchos creen que la repetición de la orden,<br />

es para que un segundo marinero se la dé a un tercero, cuando en realidad es del<br />

propio marinero que la está confirmando ante su superior.<br />

Altaha le gustó ese ejemplo y aprovechó para comentarles que en la<br />

informática pasa lo mismo, internamente la comunicación entre los ordenadores<br />

se basa en la confirmación de los mensajes. Generalmente en casi todos los<br />

procesos es automático, pero cuando se responde manualmente, como los<br />

correos electrónicos, se puede ver como el que lo envía solicita que le devuelvan<br />

la confirmación que han leído el mensaje.<br />

— 41 —


Llegó el primer fin de semana. Entonces Carlos y Altaha fueron invitados por<br />

los padres de Marcelo a una comida en su casa. Al parecer, se trataba de la forma<br />

oficial de presentarse, pues hasta el momento Marcelo no consideró necesario<br />

que los conociesen.<br />

Carlos se mostraba reacio a acudir, pues como director asumía la<br />

responsabilidad de la quiebra de la empresa y por tanto de la pérdida de trabajo<br />

de Marcelo; lógicamente, en estas condiciones le daba vergüenza ser recibido<br />

como un amigo e invitado a comer. Así se lo hizo a saber a Marcelo, para que lo<br />

liberase de este compromiso y a sus padres también, si es que de alguna manera<br />

se sentían obligados a hacerlo.<br />

Marcelo, le tuvo que explicar que para un sencillo pescador, recibir en su casa<br />

a un ingeniero y director de una empresa y más aún como amigo de su hijo,<br />

resultaba un honor y orgullo. Lo de menos es que tuviese una empresa. Así que<br />

rechazar esa invitación, significaría una gran ofensa y desprecio hacia sus padres.<br />

Ante este enfoque Carlos no dudo en acudir, pues evidentemente no deseaba<br />

ofenderlos. Altaha por el contrario no se hacía ningún tipo de planteamiento, para<br />

ella una invitación resultaba una oportunidad de conocer a más personas y<br />

pasárselo bien.<br />

Carlos y Altaha le preguntaron a Marcelo si debían llevar una botella de vino o<br />

tal vez enviar unas flores. Marcelo con cara de asombro les comentó que en<br />

Rianxo nadie lleva nada cuando es invitado, eso sería una ofensa, como si el<br />

invitado tuviese que pagar la comida con un regalo. Además, tampoco entendía<br />

eso de llevar vino, pues parecería que sus padres no tenían un buen vino para<br />

ofrecerles; y respecto a las flores ya tenían muchas en el jardín y solo se le llevan<br />

a los muertos. Carlos y Altaha, aunque con cierta sorpresa por la explicación, lo<br />

aceptaron sin replicar. Evidentemente estaban ante otras costumbres diferentes y<br />

estaba claro que debían respetarlas.<br />

<strong>El</strong> sábado al medio día se encaminaron hasta la casa de sus padres, que estaba<br />

en una zona de la villa compuesta esencialmente de casas unifamiliares con<br />

terreno alrededor y por detrás, generalmente dedicado a la huerta y algunos<br />

animales de sustento como gallinas y conejos. Cuando llegaron a la casa, Marcelo<br />

entró directamente por una verja que daba acceso a un camino que los llevaba<br />

hasta la parte de atrás de la casa, donde salieron a una especie de jardín, en una<br />

superficie de unos quinientos metros, se encontraba una plantación de manzanos.<br />

Ahí se sorprendieron al encontrarse con unas ocho personas repartidas por todo<br />

el jardín. Al parecer, la íntima comida con los padres no iba a ser tan privada. Con<br />

los padres de Marcelo vivía su abuela, que estaría presente, pero también<br />

acudieron su hermana con su marido y sus dos hijos y un hermano de padres y<br />

— 42 —


dos de la madre además, de sus hijos y los <strong>primo</strong>s de Barcelona. Al parecer eso de<br />

la comida familiar se aplicaba en el concepto más extenso, como mínimo al cuarto<br />

grado de parentela. De alguna forma, que no llegaron a entender, no se quería<br />

excluir a los familiares del beneficio de conocer a unos nuevos amigos.<br />

Cuando se percataron de su presencia, todos se acercaron y como si fuese un<br />

acto de una recepción, comenzaron a pasar y a presentarse. Cuando acabaron, el<br />

padre les ofreció que comenzasen a comer algo señalándole unas mesas<br />

preparadas al efecto con vino, queso y jamón. Picotearon algo mientras seguían<br />

hablando con toda la familia.<br />

Les trajeron unos platos de madera con pulpo troceado, con palillos clavados,<br />

que llamaban “pulpo a feira”. Se trataba de pulpo cocido con pimentón dulce<br />

sobre un plato de madera. Lo del plato de madera se mantenía como tradición, y<br />

nadie concebía tomar el pulpo en un plato que no fuese de madera, pero ceñida<br />

exclusivamente para el pulpo, pues no se concebía presentar ninguna otra comida<br />

en un plato de madera. Comentando que se trataba de pulpo fresco recién<br />

pescado de la Ría, se enteraron que el pulpo tiene la carne muy dura, tanto que<br />

cuando se pesca, se debe de golpear contra las rocas para macerarlo. Ahora con el<br />

pulpo congelado, lo solucionan, pues la propia congelación rompe parte de su<br />

estructura interna y lo reblandece.<br />

Con el pulpo también trajeron mejillones cocidos al vapor. Que aparecieron<br />

directamente en unas grandes potas y cubiertos con un paño, para que no se<br />

enfriasen.<br />

Seguían apareciendo más familiares que se incorporaban y de nuevo cumplían<br />

con el ritual de las presentaciones.<br />

Aun no habian acabado con el pulpo y los mejillones, cuando aparecieron tres<br />

grandes empanadas rectangulares y enormes, tanto que no cabían en ninguna<br />

fuente y se apoyaban sobre unos cartones. Cada una de ellas estaban rellenas de<br />

un producto del mar; Una de berberechos, otra de zamburiñas y la tercera de<br />

xouviñas, que eran sardinas muy pequeñas que se comían enteras.<br />

Carlos y Altaha, que no conocían la empanada gallega, estaban realmente<br />

emocionados. Les encantaba el sabor y bajo la insistencia de todos para que<br />

comiesen más, repetían trozos de todas las empanadas. Rápidamente cogieron la<br />

técnica de comerla, pues al ser como una pizza, se doblaba y debían de tener<br />

cuidado para que no se cayese el relleno. La ventaja frente a la pizzas, es que<br />

dispone de parte superior, pudiéndose sujetar por arriba y por abajo, lo que<br />

ayudaba a contener el contenido como si fuese un bocadillo.<br />

A pesar de que todos estaban de pie de forma totalmente arbitraria, existía,<br />

curiosamente, una cierta jerarquía. Al parecer, Carlos, ante la familia, era el que<br />

— 43 —


gozaba de más prestigio, por lo que solo Marcelo y su padre, tenían el privilegio<br />

de estar con él de forma constante, mientras el resto se acercaba para comentar<br />

unas palabras, y se volvían a alejar como para no molestarlo mucho. Las mujeres<br />

después de las presentaciones se alejaron discretamente, como si ellas no<br />

tuviesen la categoría de hablar con él. En cambio sí lo hacía con Altaha, si bien la<br />

trataban también con mucha deferencia, pues para ellos el que fuese universitario<br />

implicaba un estatus superior.<br />

La abuela de Marcelo, su madre y su hermana eran las que se ocupaban<br />

exclusivamente de servir la comida. Altaha estaba un poco apurada así que les<br />

preguntó si les podía ayudar a llevar las cosas, ellas les dijeron que no, mostrando<br />

cara de estupor. Altaha no contenta con la respuesta, y presumiendo que por<br />

educación se estaban negando a que les ayudase, buscó a Marcelo e insistió en<br />

que les dejase que echase una mano. Marcelo le confirmó la negativa, pues el<br />

mero hecho de insinuar que un invitado necesitase ponerse a servir a los demás<br />

ofendía a la familia anfitriona; el invitado estaba ahí para disfrutar, no para<br />

trabajar. Aprovechando la conversación Altaha le pidió explicaciones de por qué<br />

su padre no ayudaba a su madre. Marcelo le explico que en la casa mandaba la<br />

madre y si su padre intentaba entrar en la cocina, su madre lo echaría a patadas.<br />

Al parecer, un marido que tuviese que estar en la cocina implicaba un desprestigio<br />

para la mujer de la casa, algo así como si fuese incapaz de hacer ella misma el<br />

trabajo. Lo mismo ocurría en la mar, si la mujer tuviese que acompañar al hombre<br />

es que éste no vale, y mejor sería que vendiese el barco. Altaha se dio cuenta que<br />

no se trataba de una situación de dominio o de abuso, sino de costumbres<br />

diferentes. Y claramente notaba que el matriarcado reinaba en esa casa, al igual<br />

que en el resto de Galicia; la madre daba órdenes tajantes, que el propio padre de<br />

Marcelo acataba de forma inmediata.<br />

Total que así llevaban casi una hora, poniéndose literalmente las botas con<br />

toda esa comida, y comenzaban a sentir los efectos del vino blanco albariño, que<br />

aunque muy claro y frío se bebia casi como un refresco, con una graduación de<br />

doce grados se subía como si fuese un rioja. Desde hacía un cuarto de hora no le<br />

presentaron ningún nuevo familiar, así que pensaron que ya estaban todos, que<br />

en total eran unas veinte personas y que la comida al estilo lunch estaría a punto<br />

de acabar. Entonces inesperadamente la madre de Marcelo se colocó en el centro<br />

del jardín y con su potente voz, les dijo a todos que tenían que ir a comer.<br />

Carlos y Altaha no entendían nada, ya habían comido, o mejor dicho estaban<br />

llenos a reventar. ¿Qué era eso de ir a comer, y a dónde tenían que ir?. Como<br />

Marcelo no estaba en ese momento cerca, cuan sumisos invitados acataron las<br />

ordenes de la madre. <strong>El</strong> padre de Marcelo les indicó que le siguieran y entraron en<br />

— 44 —


la casa. En las casas gallegas unifamiliares suelen tener en la parte de abajo una<br />

especia de garaje que ocupa casi todo el bajo y se destina a almacenar desde<br />

tractores a cualquier material. La familia de Marcelo había despejado todo el bajo<br />

y con unos tableros formaron una gran mesa alargada como para unas veinte<br />

personas, estaba cubierta con varios manteles que se solapaban unos con otros.<br />

Habían hecho acopio de todas las sillas de la casa, así formaban una curiosa<br />

variedad; desde la de madera labrada del salón con asiento y respaldo de tela,<br />

pasando por la de metal con formica de la cocina, hasta las de plástico del jardín.<br />

En una lógica jerarquía respondía su colocación al orden de invitados, ellos se<br />

sentarían en las mejores y los niños al final de la mesa en las de plástico.<br />

Como vieron que eso de la comida iba en serio, cuando apareció Marcelo le<br />

preguntaron, a qué se debía entonces toda esa comida que habían tomado en el<br />

jardín. Marcelo les comentó con naturalidad, que eso fue sido un aperitivo para<br />

matar el hambre mientras iban llegando todos.<br />

Sorprendidos por la situación se sentaron, a la expectativa de lo que pudiese<br />

pasar.<br />

Las mujeres de nuevo comenzaron a traer unas fuentes enormes con<br />

langostinos y cigalas. Le explicaron que no son mariscos típicos de Galicia y la<br />

mayoría es de importación, pero tiene gran aceptación y prácticamente abren la<br />

entrada de cualquier evento.<br />

Pensaron que se había acabado el marisco, cuando aparecieron unas fuentes<br />

con percebes. Se come con las manos, como casi todo el marisco, si bien el<br />

percebe tiene una técnica muy específica para abrirlo; hay que cortarlo con las<br />

manos con una incisión, como dándole un pellizco, después se quita la piel y se<br />

come solo la carne que sobresale de la cabeza. Como están llenos de agua el más<br />

mínimo error proyecto un pequeño chorro en la dirección más insospechada. A<br />

Altaha le hacía mucha gracia, cuando salía el chorrito disparado y salpicaba a<br />

Marcelo situado a su derecha. Sonrreria y levantaba las cejas a modo de disculpa,<br />

aunque consciente que volveria a suceder.<br />

Después aparecieron en la mesa unas fuentes llenas de centollos y nécoras. <strong>El</strong><br />

centollo, posiblemente es el bicho más feo que exista sobre la tierra, parecido a<br />

una gran araña roja con pinchos y pelos. La forma de comerla es curiosa, las<br />

pinzas y las patas se arrancan y se les extrae la carne con una especie de palillos<br />

planos de metal. Pero lo más curioso es como se come el interior, se da la vuelta<br />

al caparazón y haciendo este de recipiente se remueven todos los órganos del<br />

animal hasta formar una especie de masa de color marrón.<br />

Más tarde llegó la langosta, naturalmente pescada en la Ría. La gallega es más<br />

pequeña que la del Caribe, si bien muchísimo más sabrosa.<br />

— 45 —


A continuación, aparecieron unas fuentes de almejas y navajas. Típicas de la<br />

Ría de Arosa. <strong>El</strong> padre de Marcelo les dio una pequeña lección de los tipos de<br />

almejas; la fina, la babosa, la rubia y la japónica. La fina, sin duda, la más cotizada<br />

y más aún si se traía del Carril, el pueblo donde se dice que se cultivan las<br />

mejores. Les indicaron que las que estaban comiendo eran las finas de Carril<br />

traídas esa misma mañana y especialmente seleccionadas, dado que eran amigos<br />

de un mariscador que ellos catalogaron como de “total confianza”.<br />

No habían acabado, cuando aparecieron en unos platos unas conchas<br />

llamadas vieiras, que se parecían a ostras si bien se comían cocinadas, cuya<br />

preparación resultaba curiosa; se preparaba un relleno que se echaba por encima<br />

de la vieira dentro de la concha y así se metía en el horno, la vieira quedaba hecha<br />

con el relleno granitado y se presentaba en el plato haciendo la propia concha de<br />

recipiente. La vieira, además, resulta especial pues la concha se ha convertido en<br />

el símbolo del Camino de Santiago, y el objeto que todo peregrino que se precie<br />

debe exhibir.<br />

A esas alturas, ya no podían comer nada más y solo seguían ante la insistencia<br />

de los padres. Cuando retiraron los platos, ingenuamente creyeron que esa<br />

especie de tortura pantagruélica llegaba a su fin, pero con estupor contemplaron<br />

como aparecieron unas fuentes de pescado con rape y lenguados de la Ría.<br />

Ante el comentario de Carlos y Altaha que todo estaba buenísimo, los padres<br />

sin disimular su orgullo, le comentaron que ese pescado nunca lo comerían los<br />

turistas. Altaha concluyo rápidamente que se pescaba en alguna zona de reserva<br />

especial o en veda por lo que resulta ilegal, pero en todo caso suponía un<br />

privilegio su consumo.<br />

Y casi como si se tratase de una maldición divina interminable, después del<br />

pescado vinieron unas fuentes enormes de carne estofada. A pesar de estar a<br />

punto de reventar, estaba claro que la tenían que probar, y la verdad es que<br />

estaba exquisita. La acompañaban un tipo de patatas cocidas enteras con la piel,<br />

que según les informaron en Galicia se le llaman “cachelos”.<br />

Carlos, que en su vida acudió invitado a muchas comidas de negocios, bodas y<br />

otros eventos, nunca como en esta vio tal cantidad de platos, bueno, más que<br />

platos fuentes enteras. Y además, los padres tenían un especial interés en<br />

servirles ingentes cantidades, insistiendo como se podía ver en las enormes<br />

fuentes que ahí sobraba la comida por todos los lados, y que podían comer lo que<br />

quisiesen. Tuvieron la curiosidad por saber que pasaba con la comida que<br />

sobraba; estaba claro que la familia no se complicaba la vida; al día siguiente se<br />

volverían a reunir todos para otra comida.<br />

— 46 —


Carlos estaba superado por la invitación. Significaba que se estaban dejando<br />

la piel en todo ese banquete. No llegaba a entender a qué se debía tanto<br />

dispendio, pues los padres sabían que ya no existía dependencia laboral. En su<br />

mente analítica no le salían los cálculos, pues toda esa generosidad no podía ser<br />

interesada al no existir ninguna estimación de ser recompensada.<br />

Estaban a punto de reventar entre la comida y bajo los efectos del vino, si bien<br />

aún tuvieron que pasar por varios postres, antes de llegar a al café y los licores.<br />

Aunque les presentaron un montón de botellas como whisky y productos<br />

similares, lo que más les gusto fueron dos aguardientes, uno de color amarillo<br />

llamado aguardiente de hierbas y otro de color marrón oscuro casi negro, llamado<br />

licor café. Preguntaron cómo se obtenía. Según les explicaron se fabricaba con la<br />

sencilla receta de meter café en una botella con aguardiente y mezclándolo con<br />

azúcar con agua, es decir almíbar.<br />

En medio de los licores apareció la abuela con un con un bote de cristal, en su<br />

interior dentro de un líquido oscuro flotaban cerezas pero con un color marrón<br />

bastante oscuro. Las probaron y en efecto eran cerezas pero metidas en<br />

aguardiente. A lo largo de los meses iban perdiendo el color y cogiendo el sabor a<br />

aguardiente, mientras que se maceraban y perdían también tacto de la fruta y se<br />

convierte en una especie de crema solidificada, que sencillamente resultaba un<br />

placer digno de los mejores paladares. Les explicaron que mas que técnica, sobre<br />

todo se trataba de paciencia, pues se metían las cerezas en aguardiente blanco y<br />

así se dejaban, como mínimo unos seis meses, pero si pasaban de cinco a diez<br />

años entonces si se alcanzaba el extraordinario sabor y textura que estaban<br />

probando.<br />

<strong>El</strong> padre de Marcelo se dirigió a su hija y le pidió que les cantase algo para los<br />

invitados. <strong>El</strong>la salió y volvió con unas panderetas. Carlos y Altaha se miraron un<br />

tanto sorprendidos, no sabían si se pondría a cantar un villancico o algo así, pero a<br />

esas alturas ya resultaba difícil sorprenderse por algo. Además, estaban tan<br />

afectados por todo el alcohol que habían bebido, que si fuese necesario<br />

celebrarían anticipadamente las Navidades.<br />

La hermana, la madre y dos primas se unieron cogiendo cada una su<br />

pandereta. La hermana comenzó a cantar en gallego con una voz alta y fuerte<br />

muy especial como si se tratase de un grito alargado, todo ello al ritmo de la<br />

pandereta, y las otras tres le siguieron con el estribillo. Se quedaron asombrados<br />

por lo bien que cantaban, pero sobre todo por la forma de llevar el ritmo con la<br />

pandereta, haciéndola vibrar con un solo dedo. Marcelo les explicó que al grupo<br />

de mujeres que cantaban en ese estilo se les llamaban “cantareiras” y que la<br />

técnica de la pandereta se llamaba “riscado”.<br />

— 47 —


Altaha estaba tan emocionada que les pidió que cantasen dos más,<br />

sorprendida por la gran fuerza que transmitían.<br />

Después de agradecerles la comida y la velada, se despidieron todos. Carlos en<br />

un intento por corresponder les dijo que ahora les tocaba a ellos invitarles, pero<br />

sus padres casi de forma radical declinaron esta oferta de invitación.<br />

A Carlos y Altaha mientras regresaban andando interrogaron a Marcelo sobre<br />

esa forma de ser sobre las invitaciones y la comida. Así se enteraron que una<br />

invitación a comer en Galicia se rige por unas reglas curiosas. Como por ejemplo<br />

que no existe peor imagen para una familia que ofrecer poca comida, pues no<br />

solo podría quedarse el invitado con hambre, sino que se está dando muestra que<br />

en esa casa son pobres. Así, que para evitar caer en esta imagen, se incurre en<br />

una conducta contraria, lo que implica saturar al invitado con tal cantidad de<br />

comida, e insistir en que coma más y más, hasta que resulta evidente que la<br />

comida sobra en esa casa. También se esperaba del invitado una conducta<br />

especial; no debería mostrarse recatado ni moderado, sino que comiese como un<br />

auténtico bárbaro, pues de esta forma dejaba constancia que se sentía a gusto. Y<br />

así, cuando el invitado estuviese a punto de morir por indigestión y aun sobrase<br />

mucha comida en la mesa, la finalidad del anfitrión se habría cumplido. Además,<br />

si el invitado quiere quedar bien debe reconocer que no ha comido tanto en su<br />

vida; a lo que los anfitriones le quitaran importancia y dirán que en esa casa<br />

nunca falta la comida. Con esa explicación de Marcelo, llegaron a comprender un<br />

poco todo lo ocurrido.<br />

A Carlos, ni siquiera el paseo de vuelta le ayudó a bajar la digestión, así que<br />

cuando llegó al piso y se metió directamente en la habituación a intentar dormir<br />

la siesta. Altaha también muy tocada se quedó tirada en el sofá del salón a ver la<br />

primera película que ponían sin la menor pretensión. Marcelo, al parecer más<br />

acostumbrado a soportar ese tipo de eventos, aprovecho para dar una vuelta por<br />

el pueblo.<br />

<strong>El</strong> domingo se levantaron temprano para seguir con su proyecto. Conforme el<br />

plan previsto trabajarían seis días a la semana, lo del día anterior fue una<br />

excepción en atención a los padres de Marcelo, por lo que deberían recuperar ese<br />

día trabajando ese domingo. Marcelo, como trabajador incansable, no puso<br />

ninguna objeción. Carlos y Altaha, tampoco se sintieron molestos; aun es más,<br />

cuando se enteraron que los padres de Marcelo habían insistido en que volviesen<br />

a comer, optaron por declinar la invitación insistiendo que tenían que trabajar.<br />

Aunque no ponían objeción al trato y la comida, difícilmente sus estómagos<br />

podrían soportar otro exceso similar.<br />

— 48 —


No tuvieron ningún otro acto especial, por lo que en los siguientes días<br />

siguieron trabajando intensamente y cumpliendo los plazos previstos. Nunca<br />

habían trabajado los tres juntos, este hecho unido a la exigencia de unos objetivos<br />

diarios comenzó a crear tensiones. Marcelo se desesperaba con facilidad, pues<br />

aún en sus peores momentos en la fábrica, sus ayudantes eran técnicos con un<br />

mínimo de habilidades y mucha más experiencia que Carlos y Altaha. En teoría, la<br />

superioridad jerárquica de Carlos, la independencia de Altaha, y que fuese un<br />

trabajo voluntario, deberían haber bastado para que Marcelo se moderase y los<br />

tratase con el respeto merecido; pero el carácter de Marcelo no tenía en cuenta<br />

estas especiales circunstancias, y constantemente saltaba con algún comentario<br />

despectivo; “jodidos ingenieros tanto título para no tener ni puta idea de apretar<br />

una tuerca”, “Altaha, joder, tanto diseñar piezas para ahora no enterarte de cual<br />

tienes entre manos, espabila”. Al principio no le dieron importancia teniendo en<br />

cuenta su forma de ser y la voluntad de llevar a cabo el proyecto, pero según iban<br />

uniendo las piezas, estas cada vez se hacían más grandes y difíciles de manipular,<br />

por lo que las airadas críticas de Marcelo aumentaron. <strong>El</strong> cansancio y la tensión<br />

fueron haciendo mella en la paciencia de Altaha y se iba reduciendo el margen<br />

que le separaba a no estar dispuesta a aguantar los hirientes comentarios de<br />

Marcelo; pero este, insensible a todo sentimiento, seguía manteniendo la misma<br />

actitud, hasta que la situación estalló.<br />

—Vamos, estáis amariconados, presentar bien esa pieza y aguantarla. Que<br />

estorbáis más que ayudáis.<br />

Altaha se paró, dejó la pieza en el suelo y se puso delante de Marcelo.<br />

—Vale, si tan malos somos ¿entonces por qué no lo haces tú solo?<br />

—Te recuerdo que no fui yo el que os pedí ayuda. Vosotros quisisteis venir, y<br />

se suponía que para ayudar.<br />

—Sí, pero para trabajar en conjunto, y no para ver cómo nos insultas y nod<br />

humillas.<br />

—Vuestro problema es que sois como la mantequilla, blanditos y con un poco<br />

de calor os derretís. Si no tenéis puta idea de lo que hacéis, ¿qué queréis que os<br />

diga?, ¿qué salte de alegría?<br />

—Pues si no te gusta mi ayuda, mejor me voy de aquí.<br />

— Si es que empezamos con gilipolleces de finolis, te recuerdo que la puerta<br />

de salida es la misma que la de entrada.<br />

Altaha, a pesar de su buen carácter, ese último comentario acabó agotando su<br />

paciencia.<br />

— 49 —


—Desde luego que me he confundido de puerta al entrar, para ti esto es una<br />

cuadra y piensas que trabajas con animales y no con personas. Me voy con la<br />

gente civilizada.<br />

Carlos, se dio cuenta que en ese momento todo el proyecto estaba<br />

comprometido, y evitar que Altaha los abandonase, dependía de lo que se hiciese<br />

en los siguientes segundos. Se acercó y se puso en medio de los dos.<br />

—Amigos míos, me conocéis y sabéis que nunca os he pedido un favor. Pero<br />

ahora os lo pido expresamente. Dejad la discusión, acabemos el trabajo de hoy,<br />

tomemos una ducha y vayamos a cenar. Os prometo que en la cena lo<br />

solucionamos para no volver a tener ningún problema como éste. Os doy mi<br />

palabra. Confiar en mí y concederme esta oportunidad de arreglarlo.<br />

Carlos, no culpaba a Altaha, plenamente consciente de ese maldito carácter de<br />

Marcelo. Aunque es cierto que trabajaba cinco veces más que ellos dos, lo cierto<br />

es que tanto él como Altaha estaban poniendo toda su voluntad. Ahora debía de<br />

ser diplomático, y si claramente se ponía de parte de Altaha, solo provocaría aún<br />

más a Marcelo, así que optó por ese comentario general, eludiendo pronunciarse<br />

sobre quien tenía la culpa.<br />

La autoridad moral de Carlos se impuso, así, ni Marcelo ni Altaha antepusieron<br />

su orgullo a rechazar la petición de Carlos.<br />

Aguantaron, con monosílabos, lo que faltaba de la tarde, mientras remataban<br />

el trabajo. Después volvieron a casa en silencio y de nada sirvieron los intentos de<br />

Carlos por relajar un poco la situación hablando de banalidades.<br />

Marcelo, poco amigo de las conciliaciones y de la convivencia forzada, después<br />

de ducharse, les dijo que se iba a dar una vuelta, pero Carlos insistió en que<br />

tenían que cenar todos juntos y hablar de lo ocurrido. De nuevo la peticion de<br />

Carlos se ipusó.<br />

En la cena Carlos muy mediador les explicó que él asumía la culpa de todo por<br />

no haber previsto la tensión y los descansos. Objetivamente la tensión y el<br />

cansancio producen estos enfrentamientos, pero no significan nada y no hay que<br />

darle mas importancia.<br />

Tanto Marcelo como Altaha seguían con ganas de guerra, aunque lo que<br />

ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar es que Carlos intentase asumir la<br />

culpa. Así, que volvieron a lanzarse reproches mutuos sobre su forma de ser o<br />

trabajar.<br />

Carlos viendo que el intento de terapia resultaba un fracaso, cambio de<br />

estrategia, afirmando que claramente forzó mucho la máquina con todos los<br />

plazos que se habian impuesto. La solución estaba en tomar de forma inmediata<br />

un descanso para recuperar fuerzas. Les propuso que el día siguiente lo tomasen<br />

— 50 —


sabático, y se le ocurrió que para relajarse sería una buena actividad salir todos<br />

juntos a navegar en una motora de recreo. Para su satisfacción, tanto Marcelo<br />

como Altaha no se opusieron.<br />

Para cumplir su plan deberían encontrar a una persona que les alquilase una<br />

embarcación. Marcelo le indicó que no haría falta, sencillamente se la pediría<br />

prestada a alguno de sus amigos. En unos minutos con una llamada confirmó que<br />

al día siguiente tendrían a su disposición una motora.<br />

A pesar de este plan de descanso, el ambiente de tensión subsistía, por lo que<br />

después de cenar, tanto Marcelo como Altaha se disculparon diciendo que<br />

querían dar una vuelta, para evitar así tener que volver juntos hasta el piso.<br />

Al día siguiente, se levantaron un poco más tarde comprobando que el cielo se<br />

mostraba totalmente despejado con un sol radiante, prometiendo unas<br />

condiciones magnificas para navegar. Se acercaron andando hasta el centro<br />

donde se encontraba el puerto pesquero y junto al mismo, un pequeño puerto<br />

deportivo. La motora que les dejaron se trataba de un modelo de unos siete<br />

metros con una pequeña cabina, dotada de un motor de gasolina de ciento<br />

cincuenta caballos.<br />

Le preguntaron a Marcelo si su conducción resultaba difícil.<br />

—En la mar no se conduce, se pilota o se navega. Llevarla es tan fácil como un<br />

coche, si no hacéis el burro. Cuando salgamos del puerto os dejo coger el timón<br />

bajo mi supervisión.<br />

Altaha, no deseaba tanta concesión de Marcelo.<br />

—No somos niños. En un pantano de Madrid ya he llevado la motora de un<br />

amigo.<br />

—No te confíes, que esto es la mar. Y como dice el refrán “el canal de<br />

Manzanares pocos capitanes ha dado a los mares”.<br />

— ¿Que gracioso? –le replicó mientras le hacía una mueca, como si fuese una<br />

niña pequeña.<br />

Salieron navegando hacia “A Pobra do Carabiñal” o sencillamente “A Pobra”<br />

como la llamaban los de la Ría. Estaba a unas doce millas aproximadamente, en el<br />

centro de la parte norte de la ría. Navegaban tranquilamente pues al estar<br />

rodeados de montañas estas les protegían del viento e impedían que llegasen las<br />

olas del mar abierto. Mientras avanzaban, se fijaron en unas estructuras de<br />

madera compuesta de un entramado de listones de maderas formando una<br />

cuadricula de unos quince metros de lado, que flotaba a un metro escaso sobre el<br />

nivel del mar.<br />

— ¿Qué son esas cosas? –preguntó Altaha.<br />

— 51 —


Marcelo les explico que eran las bateas. Estructuras de madera que flotaban<br />

pero que estaban ancladas al fondo. De los palos horizontales colgaban las sogas<br />

donde se criaban los mejillones. Las batean se agrupaban en zonas llamadas<br />

polígonos, para facilitar así canales de navegación seguros. Cada batea, podía<br />

llegara tiene unas quinientas cuerdas de entre diez y doce metros de largo y<br />

podría producir unas cincuenta toneladas de mejillones cada año. También les<br />

explico que España es el segundo productor mundial después de china. Y la Ría en<br />

la Ría de Arosa, donde estaban, disfrutaba de la mayor concentración de bateas,<br />

pues se encontraban dos mil de las dos mil quinientas de toda Galicia. Como se<br />

trata de concesiones administrativas no se podían construir más, así que cada<br />

batea con su concesión se vendía entre trescientos mil a un millón de euros,<br />

dependiendo de su productividad.<br />

Altaha se mostraba un poco inquieta.<br />

—Vamos despacio. ¿No va más rápido esta motora?<br />

A Marcelo no le gustó la crítica.<br />

—Os llevo despacio porque es así como se disfruta de la mar, a todo gas solo<br />

van los turistas gilipollas o los contrabandistas.<br />

Estaba claro que ni Carlos ni Altaha se querían asimilar a ninguno de estos<br />

perfiles, así que optaron por no insistir en la velocidad.<br />

<strong>El</strong> día resultó magnifico, el sol pegaba que daba gusto, así que enseguida<br />

comenzó a sobrar la ropa. Marcelo se quedó en bañador y Altaha le siguió,<br />

quitándose la camiseta y los pantalones cortos, quedándose en bikini.<br />

Altaha, aunque habitualmente vestía con colores vivos, siembre lo hacía de<br />

forma moderada, sin ropa ajustada, ni minifaldas o escotes. Ahora, en bikini<br />

mostraba un cuerpo esbelto y delgado perfectamente equilibrado.<br />

Marcelo la miró sin ningún recato de arriba abajo, deteniéndose en cada parte<br />

de su cuerpo.<br />

— ¡Dios! –Exclamó- ¡Pues sí que estas buena! ¡Cómo nos tenía engañados la<br />

canaria!<br />

—Altaha en un primer momento se sintió ruborizada, pero solo tardo unos<br />

segundos en superarlo. Además de ser extrovertida, en esos momentos no<br />

deseaba mostrarse intimidada por Marcelo, dado que aún le duraba el enfado del<br />

día anterior. Así que se dio una vuelta como una modelo exhibiéndose ante él.<br />

—Pues nada. Hártate de mirar y disfrútalo. La verdad, pensé que te gustarían<br />

más macizorras, que va más con tu estilo troglodítico.<br />

Marcelo también seguía enfadado, y no tardó ni un segundo en darle la<br />

réplica.<br />

— 52 —


—Bueno, las prefiero más rellenas, porque tú de tetas vas un poco corta. Pero<br />

Hay que reconocer que ese culito no tiene precio.<br />

Altaha parecía tener preparada la respuesta, y replicó de inmediato.<br />

—No está hecha esta miel para tus labios. Mírate, si tienes más pelo que el<br />

yeti. A lo mejor estamos de suerte y hemos descubierto el eslabón perdido entre<br />

el hombre y el mono. A ti te pega más una de esas nórdicas cachimanas que no se<br />

depilan.<br />

Marcelo, se encogió de hombros. Nunca se preocupó mucho por su imagen y<br />

menos aún se le pasó por la cabeza depilarse el pecho o las piernas, como ahora<br />

estaba de moda.<br />

Altaha viendo que Marcelo perdía la iniciativa, pasó claramente a la ofensiva.<br />

—Te veo un poco en celo, si ves que no eres capaz de aguantarte, me pongo<br />

algo más de ropa.<br />

—Como no les pongas cachondo a los pulpos, por mí no hay problema. Como<br />

si te quedas en pelota picada.<br />

—Ya te gustaría. Pero si me quito una pieza más, revientas el bañador.<br />

Carlos permanecía callado, mientras que interiormente se partía literalmente<br />

de risa con ese enfrentamiento dialectico. Lo interesante es que estaban bastante<br />

equilibrados; Altaha tenía mucho más desparpajo y labia, por contra Marcelo,<br />

aunque más lento de reflejos, se mostraba más seco y bruto en sus respuestas.<br />

Ninguno de los dos deseaba darse por vencido en esa guerra dialéctica, así que<br />

se pasaron todo el trayecto metiéndose el uno con el otro, aunque sin llegar<br />

realmente a molestarse, dado que esencialmente se trataba de una lucha de<br />

ingenio y aguante, sin buscar la ofensa directa.<br />

Al llegar a “A Pobra” atracaron la lancha en un pantalán mucho mayor que el<br />

de Rianxo y entraron en el club náutico. Como el puerto se encontraba<br />

justamente en la mitad de la villa, Marcelo les llevo a una taberna de pescadores<br />

que según él se comía muy bien. En efecto, en unas mesas de madera a la sombra<br />

disfrutaron de un arroz con lubrigante realmente delicioso.<br />

Después de comer, ya mucho más relajados que la noche anterior, volvieron al<br />

barco y navegaron solo una milla hasta fondear en una playa cercana llamada del<br />

Cabío y se plantearon si bajar a nado hasta la orilla, a tan solo unos treinta<br />

metros. <strong>El</strong> agua estaba muy fría, como es habitual en Galicia, y en plena digestión<br />

no les apetecía mucho.<br />

Marcelo les dijo que había otra opción, así que levantaron el fondeo y se<br />

dirigió al sur. No tardaron más diez minutos en recorrer tres millas hasta que<br />

llegaron a una pequeña isla llamada Areoso, que estaba compuesta<br />

esencialmente por arena. Tan solo media cuatrocientos metros de largo por cien<br />

— 53 —


de ancho, con la particularidad que la zona este de la isla la pendiente de la playa<br />

es tan acusada, que las embarcaciones pueden llegar hasta la orilla de la playa sin<br />

peligro de embarrancar.<br />

Así colocaron la proa de la motora contra la playa y pudieron los tres bajar a<br />

tierra no mojándose más que los pies. Se dieron una vuelta por toda la isla, y<br />

volvieron recalentados bajo los efectos del sol. Marcelo les aconsejo que se<br />

diesen un baño para refrescarse. Carlos, declinó la invitación dado lo fría que<br />

estaba el agua, pero Altaha estaba tan picada con Marcelo, que no quería ni<br />

concederle el margen de no ser capaz de aguantaba el agua fría. Se tiró sin<br />

pensarlo, aunque solo dio algunas brazadas antes de volver a la orilla.<br />

Así pasaron toda la tarde hasta que regresaron a Rianxo. Marcelo y Altaha<br />

seguían lanzándose dardos, aunque mucho más relajados y solo por entretenerse<br />

sin ninguna intención. Claramente les había sentado muy bien el día de descanso.<br />

Por contra, la actitud de Carlos según transcurría el día se fue volviendo cada vez<br />

más taciturna.<br />

Cuando regresaron, sobre las ocho, decidieron tomar algo en la propia taberna<br />

del puerto en plan merienda cena. Entonces Carlos les pidió un poco de atención.<br />

—He estado pensando en lo que pasó ayer. Sin duda he tenido la culpa al<br />

exigiros tanto, pero sobre todo reconozco que además, ayer actúe de forma<br />

egoísta; solo quería continuar el barco y en ese momento para ganar tiempo se<br />

me ocurrió lo del día de descanso. Hemos pasado un buen día, y he estado<br />

pensando que no puedo permitir que una buena relación se acabe por culpa de<br />

un maldito barco. Lo que tenemos es que descansar y pasarlo bien, olvidémonos<br />

de la construcción, pasemos unas semanas de vacaciones y despidámonos como<br />

amigos.<br />

Esa salida les dejó a los dos un tanto sorprendidos, hasta el momento, la<br />

ilusión de Carlos por el barco parecía estar por encima de todo y jamás pensaron<br />

en que estaría dispuesto a abandonar el proyecto. Su rostro en ese momento, lo<br />

decía todo, con la misma expresión de pesimismo y derrotismo que mostraba<br />

hacía un mes.<br />

Marcelo intervino rápidamente para quitarle esa idea de la cabeza.<br />

—Carlos, eso no. Todos queremos acabar el barco y tú no tienes la culpa. Ya<br />

sabes que yo tengo muy mal carácter, pero no pasa nada, lo mismo me viene<br />

como se va. Míranos, ahora estamos bien. Díselo, Altaha.<br />

—Estoy de acuerdo con Marcelo, tú no has tenido nada que ver en nuestra<br />

bronca. Hemos descansado un día y ya ha pasado todo.<br />

Carlos seguía con la misma cara.<br />

— 54 —


—Bueno amigos, os lo agradezco. Pero está claro que hay cosas que no valen<br />

la pena. Esto no es un empleo, ni vamos a ganar nada con él, así que es preferible<br />

no forzar la situación. Si algo he aprendido con la fábrica, es que ninguna empresa<br />

justifica fastidiar una buena relación, –se quedó mirando al vacío unos<br />

segundos—. Ya he perdido muchos amigos e incluso mi matrimonio con toda esta<br />

forma de actuar, sencillamente ya no puedo permitirme perder nada más, y<br />

vosotros amigos míos, sois lo poco que ahora me queda.<br />

Marcelo y Altaha se quedaron desconcertados, tanto por la rotundidad con<br />

que daba por finalizado el proyecto como por el lamentable estado anímico que<br />

mostraba su amigo, y fueron incapaces de rebatir sus argumentos.<br />

Casi sin hablar volvieron al piso pensando prácticamente en hacer las maletas.<br />

Carlos se fue a dar una ducha y Marcelo aprovechó para llamar a Altaha al<br />

salón, cerrando la puerta. Marcelo tenía claro que no podía acabar todo así.<br />

—Carlos es un tío de puta madre y lo del cierre de la fábrica lo ha dejado muy<br />

jodido. Construir el barco es lo único que le está ayudando, así que tenemos que<br />

sacarlo adelante por él. ¿Estás de acuerdo?<br />

—Sí, claro, ya se lo dijimos antes, pero no quiso escucharnos.<br />

—No, sin peros. Le diremos que queremos seguir el proyecto y que no habrá<br />

problemas. Y tú y yo vamos a trabajar sin discusiones. Yo intentaré no ser tan<br />

gilipollas, pero si lo soy, tú le echas dos ovarios y te aguantas. Después al salir del<br />

trabajo, te dejó que me sacudas hasta que te canses. Pero a partir de ahora<br />

cualquier problema quedará solo entre tú y yo. Y ante Carlos callados como putas.<br />

¿Vale?<br />

Los ásperos y rudos términos de Marcelo no daban lugar a ningún tipo de<br />

confusión sobre lo que pretendía.<br />

—Estoy de acuerdo, –asintió Altaha.<br />

Cuando Carlos volvió al salón, le comentaron que habían estado hablando y<br />

creían que los tres se tenían que dar una última oportunidad, así que intentarían<br />

seguir trabajando y a la primera discusión lo dejaban. Carlos, que en el fondo no<br />

quería abandonar el proyecto, no dudó en aceptar este último intento, aunque sin<br />

mostrar mucha confianza.<br />

A partir de ese día Marcelo se volvió mucho más comedido, y aunque seguía<br />

profiriendo palabrotas a todas horas no volvió a hacer ningún comentario<br />

ofensivo hacia sus compañeros. Sin duda, debería de costarle bastante, pues en<br />

ocasiones se notaba como se cortaba en la mitad de una frase. Paralelamente<br />

Altaha no daba ni la más mínima respuesta ni queja. De hecho, las propias<br />

relaciones entre ambos empezaron a cambiar, no solo abandonaron el<br />

— 55 —


enfrentamiento, sino que incluso hicieron esfuerzos por trabajar armónicamente;<br />

Marcelo, aunque parco en palabras siempre intentaba que Altaha no levantase<br />

pesos o le impedía hacer algo, si consideraba que se podía hacer daño o por su<br />

complejidad; y Altaha le acercaba alguna toalla para que se secase el sudor o la<br />

botella con agua. Carlos debió apreciar todos estos cambios, pues no volvió a<br />

sacar el tema y se centró en el proyecto con la ilusión y las ganas iniciales, además<br />

de impulsado por la presión de Marcelo y Altaha que insistían en cumplir los<br />

plazos y acabar el barco cuanto antes.<br />

<strong>El</strong> casco del barco estaba compuesto por piezas de carbono, curvadas según la<br />

forma que adoptase en cada parte. <strong>El</strong> único problema es que al unir las piezas<br />

siempre quedaban unas décimas de milímetro de descuadre lo suficiente para<br />

que acabase entrando el agua. Para solucionarlo, en la junta de las chapas<br />

inyectaron una especie de pegamento de silicona muy resistente y al apretar las<br />

placas quedaba fuertemente comprimida. Marcelo les explico que esa solución se<br />

aplicaba desde hacía miles de años, con el llamado calafateo; introduciendo en las<br />

juntas de las maderas cuerdas de cáñamo y más tarde alquitrán.<br />

La ventaja de montar el Albatros con este sistema de tornillos y adhesivo, era<br />

la sencillez y la robustez que otorgaba al casco, al formar cuadernas en cada junta.<br />

La contrapartida es que aumentaba el peso, si bien esto no suponía ningún<br />

problema, dado que no se trataba de competir en una regata ahorrando unos<br />

kilos, sino de ganar seguridad construyéndolo de forma sencilla y rápida.<br />

Cuando acabaron de construir toda la estructura, el barco tenia de largo casi<br />

trece metros, en la parte delantera parecían un avión con la cabina delante, en el<br />

medio subía el lomo como un pájaro. En la parte de atrás estaba la bañera que<br />

seguían las líneas laterales de la forma del barco, formando una estética continua.<br />

En su conjunto más que un barco parecía una especie de pájaro. Carlos le insistía<br />

en que le recordaba la estructura baja de un hidroavión, pero Marcelo afirmó que<br />

se parecía más a un pato. En lo único que se parecía a un velero fue en el escotilla<br />

de entrada al interior situada en la bañera, que no se trató de una concesión de<br />

Carlos a la estética o a la tradición. Dado que los laterales del barco los ocupaba<br />

las alas al plegarse, únicamente quedaba la parte delantera o la trasera para<br />

poder entrar, y por un problema de hacer el casco más resistente decidió que la<br />

proa debía ser íntegra sin aberturas.<br />

Las alas, tal cual las de un pájaro, no estaban aún unidas al casco pues no<br />

cabían dentro del galpón, así que deberían montarlas fuera. De una forma<br />

ingeniosa, Marcelo construyó unas carretillas con ruedas de goma, que colocaba<br />

— 56 —


debajo de barco o de las alas, de tal forma que con poco esfuerzo se podía mover<br />

fácilmente. Además, este sistema facilitaba también poderlo botar en el mar.<br />

A pesar de la longitud el barco no pesaba mucho, pues aunque cada ala<br />

extendida medía más de quince metros, la estructura de carbono la hacía ligera,<br />

por lo que cada ala con todos sus soportes no superaban los trescientos kilos, el<br />

casco con su equipamiento previstos con motores, tanques de combustible y agua<br />

otros mil doscientos kilos, y estimaban otros doscientos para el resto de los<br />

equipamientos, así que en total unos dos mil kilos. Aproximadamente lo que<br />

pesaba un coche.<br />

Carlos, aunque no se desvió en toda la construcción de su proyecto inicial, no<br />

estaba nada contento con el peso. Teniendo en cuenta que un planeador para dos<br />

personas solo pesa unos cuatrocientos kilos, hablar de cinco veces más, le parecía<br />

una barbaridad.<br />

Marcelo tampoco estaba muy contento, pero por razones opuestas; un velero<br />

de crucero de unos doce metros y medio pesa unos nueve mil kilos y el que<br />

acaban de construir pesaba menos de una cuarta parte. Con tan poco peso, no le<br />

gustaba, le parecía poco resistente. Después de todo, como marinero tradicional,<br />

prefería un buen barco de madera pesado que uno ligero de poliéster, que<br />

cualquier ola lo podía voltear o quebrar.<br />

Altaha, contrariamente a sus compañeros, se mostraba satisfecha. Habían<br />

diseñado, construido y montado el barco en mes y medio. Y respecto al peso,<br />

resultaba evidente, incluso para un profano, que con menos peso el barco cogería<br />

más velocidad. En cuando a la estabilidad no le preocupaba mucho, pues para ella<br />

lo importante es que flotase.<br />

A pesar de haber cumplido con la primera fase del montaje de todo el casco,<br />

enseguida se dieron cuenta que fabricar la estructura, fue, tal vez, la fase más<br />

sencilla. <strong>El</strong> siguiente paso sería dotar al barco de un sistema mecánico para mover<br />

las alas y cada parte de estas; Igual que ocurría con los huesos en un pájaro que se<br />

movian a base de músculos, ellos utilizarían un sistema de pistones hidráulicos<br />

que moverían cada articulación. Los pistones hidráulicos obtenían la presión de<br />

unos tubos de alta presión con aceite, esta presión la generaba una bomba<br />

eléctrica de alta presión, la cual necesitaba electricidad que se producía por un<br />

generador movido por un motor diesel. Todo esto implicaba montar pistones,<br />

tubos y sistemas eléctricos que se extendían por el centro del barco y por las alas.<br />

Además, deberían controlar todo este sistema, por lo que una red de sensores y<br />

cables eléctricos volvía a recorrer todo el barco y se centralizaba en la proa donde<br />

se encontraba el centro de control con los ordenadores. Ahora solo se centraban<br />

— 57 —


en instalarlo, que funcionase coordinadamente, se ocuparían en la última fase del<br />

proyecto.<br />

Por suerte, a pesar de la aparente complejidad parecía que todo estaba<br />

controlado; Carlos lo planificó perfectamente, Altaha generó planos donde<br />

destacaban en diferentes colores las conducciones hidráulicas, las eléctricas y las<br />

estructuras; y Marcelo dispuso de forma ordenada todas las piezas. Así que sabían<br />

no solo donde estaba cada pieza sino en qué momento cogerla y donde colocarla.<br />

Una de las ventajas del diseño del barco es que ofrecía mucho volumen de<br />

flotabilidad respecto al poco peso relativo, por lo que estaba previsto que flotase<br />

como una boya, si bien al tener casi todo el casco fuera del agua generaba un<br />

problema de estabilidad. Para conseguir que fuese lo más estable posible, la clave<br />

estaba en que el máximo del peso estuviese en la parte más baja, así que ahí es<br />

donde colocarían la maquinaria, las baterías, los motores y los depósitos de<br />

combustible. Carlos intentó explicarles cómo logró calcular un metacentro<br />

optimo, pero Marcelo le corto la explicación; no hacia ser ingeniero , y que el peso<br />

siempre se colocaba en la parte más baja, lo sabía hasta el marinero más burro.<br />

Así que Carlos se quedó sin el gusto de dar la charla con todos los detalles.<br />

Como complemento a la estructura instalaron el timón y la cola. Lo del timón<br />

fue la típica discusión de diseño, pues mientras que Marcelo prefería un timón<br />

clásico en la parte de popa y una orzas en el centro para evitar el abatimiento.<br />

Carlos decidió unir en un solo el timón y la orza en la parte central un poco<br />

adelantada, pero en lugar de uno puso dos paralelos y un poco inclinados. Porque<br />

según él generaba más estabilidad al ser dos. Utilizó el modelo de timones<br />

inclinados de los aviones, si bien en el barco recordaba las dos aletas inferiores de<br />

los delfines. Cada timón orza giraba sobre el eje, lo que le permitía no solo girar al<br />

Albatros sino que al modificar la estabilidad horizontal; de esta forma si el barco<br />

se escorado hacia un lado actualidad sobre el tipo de ese lado se podía elevar y<br />

compensar la escora, pero siempre que estuviese en movimiento y pudiesen<br />

hacer fuerza con la velocidad del agua. Además, al igual que los aviones disponía<br />

en la parte posterior de los timones una zona de alerón móvil para los pequeños<br />

ajustes o trimados.<br />

<strong>El</strong> último complemento del diseño fue una especie de timón horizontal de cola<br />

como el de los aviones, pero plegable, por lo que se parecía más a una cola de un<br />

pájaro. Marcelo cuando lo vio montado puso el grito en el cielo.<br />

— ¡Esto, esto es una puta cola!<br />

Carlos, sin inmutarse, le razonó que resultaba muy difícil equilibrar el barco<br />

solo con las alas. Lógicamente los barcos normales no lo necesitaban pues<br />

pesaban mucho. Pero este diseño, al ser muy ligero, si solo contaba con el aire<br />

— 58 —


como punto de equilibrio longitudinal, necesitaba la cola. <strong>El</strong> razonamiento<br />

resultaba tan sólido que hasta los aviones más modernos no habían podido<br />

prescindir de ella. Muy orgulloso les explicó que la hizo plegable, pues para<br />

navegar solo a motor o para atracar resultaba más cómodo no tenerla.<br />

Marcelo, una vez más, se dio cuenta que discutir con Carlos sobre el proyecto<br />

resultaba inútil, no tanto porque él no tuviese ideas o argumentos sino porque<br />

sacarle una idea de la cabeza a Carlos se antojaba como una misión imposible.<br />

Aun así, el diseño no le gustaba nada, lo que no dejó de expresar con su habitual<br />

sinceridad.<br />

—Estamos construyendo un puto pato. Toda la Ría se va descojonar de<br />

nosotros cuando salgamos en este aborto de barco.<br />

Acostumbrado a las quejas de Marcelo, Carlos no le hizo ningún caso. Además,<br />

le daba exactamente igual lo que opinasen el resto de la humanidad mientras su<br />

diseño funcionase. Ese tipo de discusiones las solía terminar con el dicho en<br />

italiano "Eppur si muove" traducido literalmente, “y sin embargo se mueve”, que<br />

atribuye la historia a Galileo cuando, bajo amenazas de tortura, fue obligado a<br />

renegar de sus convicciones sobre que la tierra se moviese alrededor del sol. Pero<br />

que con esta frase quiso dejar claro que seguía teniendo razón.<br />

Una vez que ajustaron las alas y los timones, Carlos presentó el esquema de<br />

montaje de toda la maquinaria; donde el motor diesel iba en el centro y se<br />

conectaba con el generador eléctrico que suministraba energía para la bomba de<br />

presión y para el motor eléctrico de le hélice. Las baterías llenaban todo los<br />

laterales. Inicialmente habían pensado solo poner una para el arranque, pero se<br />

dieron cuenta que eso implicaría llevar siempre el motor encendido, y si fallaba el<br />

motor se quedarían sin potencia suficiente, así que decidieron poner cuatro<br />

baterías dobles.<br />

Marcelo miró los planos con escepticismo, al comprobar como el motor de<br />

gasoil, movía el generador para producir electricidad, que sería utilizada para el<br />

motor eléctrico de la hélice.<br />

—Tu sistema es poco eficaz –le comentó a Carlos-, los motores deberían<br />

conectarse directamente con el eje de la hélice. Convertir la fuerza mecánica en<br />

electricidad, para volver a convertir esta en fuerza mecánica, es una pérdida de<br />

energía absurda.<br />

Carlos, se dirigió a él en tono paternalista.<br />

—Reconozco que sabes mucho de motores, pero piensa un poco ¿qué sabes<br />

tú de este sistema de propulsión mixto diesel eléctrico? ¿A que no sabías que esto<br />

es lo último en tecnología?<br />

— 59 —


Marcelo lo miró lacerantemente, con la misma cara de estar a punto de sacar<br />

un hacha para partir en dos a su oponente.<br />

— ¿Qué, qué se yo? Ya estáis los ingenieros pensando que el resto no<br />

tenemos ni puta idea de lo que decimos. Eso me jode, pero sobre todo que me<br />

intentes vacilar diciendo que es lo último en tecnología naval, cuando ya lo<br />

utilizaban nuestros abuelos.<br />

Carlos estaba confundido por estos comentarios, evidentemente su última<br />

intención sería pretender engañar a Marcelo.<br />

—No sé de qué hablas, me he estado informando y este sistema es lo más<br />

moderno. Pero si tú sabes algo más, dilo.<br />

Marcelo en efecto sabia algo más.<br />

—Los barcos antes de siglo veinte eran de vapor, y la primera vez que se<br />

montó un motor diesel pensaron que lo mejor sería conectarlo a un motor<br />

eléctrico y que este moviese la hélice. Así lo montaron en 1903 en el petrolero<br />

ruso Vandal.<br />

—Vaya, –comentó Carlos asombrado no lo sabía—, pero debió de ser algo<br />

anecdótico, cosa de los rusos.<br />

—Pues no, en 1911 la armada estadounidense hizo lo mismo con el carbonero<br />

USS Júpiter, como primer barco de la armada de propulsión eléctrica, que en 1920<br />

lo transforman en el primer portaaviones; el “Langley”.<br />

—Pues, no sé, debió de ser también algo anecdótico.<br />

—Pues no, a partir de esas fechas se construyen muchos y buenos barcos con<br />

propulsión diesel eléctrico. Como el trasatlántico Normandie que en 1937 ganó la<br />

banda azul que se otorgaba al que batía el record de velocidad en cruzar el<br />

atlántico. Después se construyeron todo tipo de barcos basado en la propulsión<br />

mixta, de guerra, rompehielos o pasajeros, uno de los últimos el Queen Mary dos.<br />

—Vale Marcelo, te reconozco que es un sistema implantado hace tiempo.<br />

Pero tú tendrás que reconocerme que es un sistema muy bueno.<br />

—Sí, lo reconozco. <strong>El</strong> sistema de motor eléctrico sobre la hélice tiene muchas<br />

ventajas, pero el gran inconveniente que te he dicho, convertir fuerza mecánica<br />

en electricidad para volverla a convertir en fuerza mecaniza resulta mucho más<br />

ineficiente, y aumenta el consumo de combustible. Por esta razón la mayoría de<br />

los barcos que no necesitan una excelente maniobra, siguen utilizando el sistema<br />

directo de un motor combustión conectado con la hélice.<br />

Carlos estaba literalmente con la boca abierta. Marcelo le acababa de dar un<br />

repasó en toda regla.<br />

Altaha, consciente o inconscientemente, rompió el hielo.<br />

— 60 —


—Fin del partido. Carlos, como ingeniero, jugabas en casa. Así que Carlos cero<br />

Marcelo uno. Pero me parece que ha sonado a goleada.<br />

Carlos .comenzó a reaccionar.<br />

—Vaya, me disculpo expresa y oficialmente, al poner en duda tus<br />

conocimientos. Desconocía todo lo que nos has contado. La verdad me empiezas<br />

a tener bastante sorprendido con tu cultura sobre la historia de la construcción<br />

naval.<br />

Marcelo, tan poco dado a recibir las adulaciones como a darlas, desvió la<br />

conversación.<br />

—Bien, pues como ves, es mejor cambiar el sistema y poner el motor<br />

conectado directamente con la hélice.<br />

Carlos aún no estaba convencido.<br />

—Tienes razón en cuanto a la historia, pero sigo considerando que el sistema<br />

hibrido es idóneo para este proyecto. Tengo mis razones, me gustaría que las<br />

escuchases.<br />

—Te escuchamos –intervino Altaha sin mucho convencimiento a sabiendas<br />

que le esperaba la típica disertación técnica de Carlos capaz de aburrir a un<br />

caracol. Pero mejor así, que darle la oportunidad a Marcelo a que comenzase otra<br />

discusión.<br />

—Estoy de acuerdo –explicó Carlos- que el sistema de motor eléctrico es<br />

perfecto aunque tenga la desventaja del elevado consumo por la necesidad de<br />

doble conversión.<br />

—Así es, por eso es mejor una conexión directa –le confirmó Marcelo con<br />

cierta satisfacción al ver que la daba la razón.<br />

—Pero el consumo, –continuo Carlos-, no es nuestra prioridad, mientras que<br />

tener un barco estable si lo es y dado que tenemos las alas adelantadas tenemos<br />

que situar centro el de gravedad los más centrado posible, así que tenemos que<br />

poner el motor adelantado, lo que nos obligación a poner un eje largo y con<br />

engranajes para darle la inclinación adecuada, si lo conectamos con la hélice y<br />

además, tendríamos que meter otro engranaje para el alternador de la bomba de<br />

presión. Y por último con el motor de la hélice eléctrico tenemos la ventaja que si<br />

nos quedamos sin motor de gasoil siempre podremos tirar de las baterías y<br />

tendremos algo de autonomía.<br />

Marcelo se quedó pensando unos segundos.<br />

—No había caído en todo eso. Puedes tener razón. Este cacharro es diferente<br />

a todo lo que he utilizado hasta ahora.<br />

— ¿Entonces lo vas a reconsiderar? –le preguntó Carlos.<br />

— 61 —


—No, –dijo categórico-. Yo me limitaré a construirlo. Aquí el que piensa y<br />

tomas las decisiones eres tú.<br />

Tanto Carlos como Altaha se quedaron un poco sorprendidos. Después de la<br />

bronca que montó Marcelo, resulta que ahora no cuestionaba la autoridad y los<br />

conocimientos de Carlos. Desde luego, en ocasiones, resultaba difícil comprender<br />

esa conducta, mezcla confusa de independencia y sumisión jerárquica.<br />

Una vez que concretaron el diseño de sistema, Marcelo lo montó todo con<br />

increíble rapidez. A diferencia de la anterior construcción del casco, ahora<br />

utilizaban un material estándar como el motor, las baterías, los depósitos o las<br />

bombas de presión. Marcelo no necesitaba consultar ningún plano o manual;<br />

directamente sabía cómo conectarlo y ajustarlo. Así mientras él se ocupaba de<br />

todo el interior del casco Carlos y Altaha lo hicieron con las alas y evitaron<br />

molestarse. De esta forma en una semana todo quedó montado y conectado.<br />

<strong>El</strong> interior también lo tuvieron que acondicionar. Marcelo apareció un día con<br />

dos parejas de sillones de coches anatómicos de segunda mano, como los que les<br />

ponen a los coches de rally, con cinturones de cinco puntos de anclaje.<br />

Altaha lo miró con extrañeza.<br />

— ¿Y estos sillones de donde los has sacado? Son un poco macarras.<br />

—Con el puesto de mando en la proa y todo este sistema de alas, está claro<br />

que al primer fallo nos vamos a pegar una leche descomunal. La única posibilidad<br />

de no matarnos es que estemos bien atados. Estos sillones los tenía un amigo en<br />

una chatarrería.<br />

A Carlos le pareció bien, todo lo que incrementase la seguridad sin alterar su<br />

diseño técnico le parecía correcto. No en vano, los protocolos de seguridad de los<br />

aviones son siempre los más estrictos.<br />

Siguieron trabajando acondicionando el interior, y delante en la cabina de<br />

mando, Carlos lo diseño como un panel parecido al de un avión.<br />

Un mando como los de una avioneta, servía para marcar la dirección y la<br />

inclinación. Otra palanca servía para estirar las alas y otra para subirlas y otra más<br />

para regular la inclinación de las alas para que cogiesen más o menos viento. Pero<br />

todos estos instrumentos resultaban más bien simbólicos, pues la clave de todo el<br />

equilibrio radicaba en el sistema informático. Tanto Carlos como Altaha estaban<br />

de acuerdo en que con un ala horizontal a muy poca altura, sobre el agua solo un<br />

sistema informático automático podía equilibrar las alas en décimas de segundo.<br />

Tal vez un piloto pudiese hacerlo un tiempo, pero el nivel de concentración y<br />

precisión sería tan alto que solo podría mantenerlo durante unos minutos antes<br />

de agotarse. Altaha aprovechando sus conocimientos de informática coloco<br />

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delante de cada sillón en el equivalente el cuadro de mandos una pantalla de<br />

ordenador táctil. De tal forma que podían acceder a toda la información que<br />

programasen, desde la a temperatura, presión o revoluciones de la maquinaria,<br />

hasta conectarlo directamente con cualquier información del ordenador.<br />

Llevaban tres semanas viviendo en Rianxo y cada uno se habían adaptado de<br />

forma diferente.<br />

En el caso de Altaha fue sorprendente su capacidad social para contactar con<br />

la gente. Hasta el punto que en menos de un mes conocía mejor la vida de<br />

muchos vecinos que Marcelo en toda su vida. Le encantaba dar una vuelta por la<br />

calle ya fuese para comprar el pan o sencillamente para pasear. Perdía siempre<br />

diez minutos en contar su vida y preguntar por la del propietario, todo de forma<br />

natural, así que enseguida se ganaba la confianza de una sociedad que por<br />

definición es introvertida.<br />

En poco tiempo ya habría tramado una autentica red de amistades y<br />

conocidos, y con su gran memoria, enseguida comenzó a enlazar que si tal era hijo<br />

de tal, o casado con la mujer del otro. Además, otra peculiaridad de Altaha<br />

consistía en hacer regalos de poco importe económico, que ella les llamaba un<br />

detalle, pero sin duda llenaban al destinatario de orgullo por la atención que le<br />

mostraba. Daba igual que fuese un llavero o una postal, con ese detalle saltaba la<br />

barrera de la mera relación de educación y se ganaba la amistad de las personas.<br />

Todos reconocían que no lo hacía por interés económico, ella no esperaba ningún<br />

tipo de contraprestación ni pensaba en exigir ninguna a corto plazo. En la primera<br />

semana se ofreció a arreglar un ordenador de una conocida, después la mujer<br />

quiso compensarle económicamente a lo que Altaha se negó radicalmente, pero<br />

aceptó unos dulces caseros. En el siguiente favor le regalaron un bizcocho y en el<br />

siguiente unos chorizos, así que a partir de la segunda semana en la cocina del<br />

piso siembre disponían de comida. Además se sumaba la que traía Marcelo de su<br />

casa, pues sus padres estaban obsesionados con que sus amigos estuviesen bien<br />

alimentados, lo que incluía dotarlos de un suministro constante de todo tipo de<br />

alimentos.<br />

La única dificultad que tuvo Altaha con las nuevas amistades fue con su<br />

nombre. En Canarias la hache de su nombre se pronuncia entre una jota suave y<br />

una hache aspirada, pero aquí en Galicia la omitían uniendo las dos aes del final y<br />

pensaban que se pronunciaba Altá. Pero este matiz resultaba en todo caso<br />

superfluo, pues a pesar de todos sus esfuerzos, lo cierto es que en todo Rianxo<br />

fue conocida desde el principio como "la canaria", y ya no se pudo quitar ese<br />

mote. Su excepcional buen carácter le impedía sentirse molesta por algo que<br />

— 63 —


además, resultaba inevitable, pues el uso del mote tiene una aceptación y<br />

difusión mucho mayor que la del propio nombre.<br />

Casi como una antítesis de Altaha, la vida social de Carlos se centraba en estar<br />

absorto en el proyecto, de tal forma, que incluso cuando paseaba o tomaba un<br />

café, se le veía con la mirada perdida y sin el menor interés en el mundo que le<br />

rodeaba. Lo curioso, es que Carlos, era de trato educado con sus exquisitas<br />

maneras, unidas a una sólida cultura, resultaba teóricamente en un tertuliano<br />

muy agradable. Pero su falta de interés social y su capacidad de abstraerse,<br />

impedía que ampliase sus contactos. De todas formas, aunque con apariencia de<br />

solitario se mostraba feliz.<br />

La vida de Marcelo resultaba muy diferente y aunque contento por estar con<br />

su familia, se le veía preocupado por mantener ese estatus social tan encasillado<br />

donde todo el mundo se conoce y espera un determinado comportamiento; así,<br />

por ejemplo nunca ira a tomar un café a un determinado bar con el que el dueño<br />

tuvo con su padre, veinte años antes, una disputa por una finca; pues se trataba<br />

de un agravio familiar y estaba claro que con esa gente ni agua. Tampoco merecía<br />

la pena extender su red social, consciente que todos los habitantes ya lo tenían<br />

encasillado como el “nieto del dorna"; además, Marcelo llevaba más de quince<br />

años trabajando fuera de Rianxo, por lo que cuando regresaba para visitarlos, se<br />

limitaba a ver a su familia y a los amigos de toda la vida, sin desear ampliar su<br />

reducido universo social. De gustos sencillos, disfrutaba paseando por el puerto y<br />

juntándose con los marineros y pescadores en las tabernas.<br />

Ese día se despertaron los tres antes de las siete de la mañana, pues estaban<br />

nerviosos ante la finalización del montaje y el comienzo de las pruebas de<br />

funcionamiento; después de todo, todo el trabajo hecho hasta el momento, no<br />

serviría para nada si al final no funcionaba como estaba previsto. Así, con esos<br />

nervios a las ocho de la mañana ya estaban dispuestos a comenzar a probarlo<br />

todo.<br />

Se quedaron mirando el barco, que ya estaba fuera del galpón en el camino<br />

que conducía a la rampa que entraba en el mar. En teoría estaba todo acabado,<br />

así que la forma alargada de unos trece metros, en la parte delantera las cuatro<br />

ventanas; dos laterales y dos frontales, como si fuesen los ojos. Las alas estaban<br />

estiradas, tal y como quedaron después del montaje. Teóricamente el barco ya<br />

estaba listo, pero ahora tenían que verificar que todos los componentes<br />

funcionaban para mover las alas y el timón, para después probar como navegaba<br />

en equilibrio.<br />

Carlos lo miró con optimismo.<br />

— 64 —


—Bueno, no ofrece mal aspecto.<br />

Marcelo hizo un aspaviento.<br />

—Es el cacharro más feo que he visto en mi vida. Parece un puto pato<br />

ortopédico.<br />

Carlos, por contra, estaba satisfecho con el diseño.<br />

—Parece, lo que tiene que parecer. Ahora esperemos que todo funcione, hay<br />

que verificarlo despacio.<br />

Carlos había creado un protocolo de control de todos los componentes, así<br />

que cogieron el listado. Comenzaron a probar los manguitos de presión hidráulica,<br />

con la propia electricidad del galpón alimentando la bomba eléctrica de presión<br />

del circuito, comparando uno por uno que toda la presión llegaba a todos los<br />

pistones. Algunas juntas estaban flojas y un conducto de presión se mostró<br />

defectuoso, pero por el resto pudieron comprobar con satisfacción como el<br />

mecanismo de los servos funcionaba perfectamente. Según los iban activando<br />

una parte del ala se movía arriba o abajo o se estiraba hacia un lado, llegaron<br />

incluso a plegarlo totalmente quedando el ala pegada al casco como si se tratase<br />

de un pájaro.<br />

Ahora debían probar que el motor funcionaba y generaba electricidad. <strong>El</strong><br />

problema es que el motor diesel estaba refrigerado por agua, y claro como el<br />

barco estaba en tierra no podía refrigerarse. Para solucionarlo Marcelo cogió un<br />

par de barriles los lleno de agua, conectando la toma de agua del motor a al barril<br />

y la salida de agua de nuevo al barril, así haciendo circular el agua el motor<br />

quedaría refrigerado. Marcelo conectó el motor y este arrancó a la primera,<br />

manteniéndose funcionando en un cadencioso ralentí a unas setecientas<br />

revoluciones, el motor movía la dinamo que generaba electricidad, para alimentar<br />

la bomba y recargar las baterías.<br />

Parecía increíble que todo el sistema de motor, generador, batería, bomba y<br />

pistones funcionasen correctamente, así de golpe, a la primera. Carlos y Altaha se<br />

quedaron un poco sorprendidos, habían calculado tres días para poner a punto<br />

todo el sistema, por lo que no esperaban no tener ningún problema. Marcelo, por<br />

el contrario mostraba una total confianza en sí mismo, afirmando sin fisuras, que<br />

si el montaba algo, no tenía por qué fallar.<br />

Casi sin quererlo, en un día acabaron todo lo previsto, ahora solo les quedaba<br />

pasar a la tercera y última fase, que consistía en ajustar los parámetros y lograr<br />

navegar equilibrado.<br />

Con una mezcla de felicidad y tranquilidad abandonaron relajados el trabajo a<br />

media tarde y decidieron celebrarlo con unos vinos en una terraza del puerto.<br />

— 65 —


—Parece increíble –comentó Carlos-, que de no tener nada, en menos de dos<br />

meses lo hayamos diseñado, fabricado y construido. Ahora solo queda echarlo al<br />

agua.<br />

—Se dice, botarlo – le apuntillo Marcelo.<br />

— ¡Esperad! –Comentó Altaha—, no podemos hacerlo, me había olvidado,<br />

falta algo muy importante.<br />

Carlos y Marcelo se quedaron mirándola preocupados, pensaron que lo habían<br />

previsto todo, pero estaba claro que habían cometido un error. De todas formas<br />

sabiendo la tendencia exagerar de Altaha tal vez no fuese un problema crítico y<br />

tuviese solución.<br />

— ¿Seguro que es importante?<br />

—Pues claro. ¿Cómo vamos a botar un barco sin nombre?<br />

— ¡Un nombre! –Exclamó Carlos—, ¿Eso es lo que faltaba tan importante?<br />

Menudo susto me has dado, pensé que hablabas de algo serio. En ocasiones me<br />

gustaría que fueses un poco más moderada, a riesgo que me dé un infarto.<br />

Respecto al nombre, bueno, bien, habrá que poner un nombre. ¿Cuál queréis?<br />

—Tiene que ser un nombre bonito –comentó con ilusión Altaha.<br />

—No te fastidia –exclamó Marcelo—, si te parece, para acabar de rematarlo,<br />

le ponemos un nombre de mierda al barco más feo que he visto en mi vida.<br />

Carlos quería acabar cuanto antes con esa cuestión y que no diese lugar a<br />

ninguna discusión.<br />

—Marcelo, tú qué sabes de esto, ¿cuál es el nombre apropiado para un barco?<br />

—Eso depende; Si es un pequeño faenero suelen poner el nombre de la hija o<br />

de la mujer como Anita, María, Teresita. Si el pesquero ya es de altura y lleva<br />

tripulación, no sé porque, pero le suelen poner nombre de vírgenes. En España a<br />

los cruceros o ferris se les pone nombre de ciudades que tienen que ver con la<br />

mar. Los de la armada primero le hacen la pelota a la familia real y después ponen<br />

nombres de marinos famosos. Si es un particular, y va en plan místico y le da por<br />

la mitología, que si Poseidón o Neptuno, y si va de tío guay, pues nada se decanta<br />

por nombres como pirata, tiburón o rey del mar. Por último están los tíos raros<br />

que le ponen nombres como huracán o ciclón. Ya ves, así que tienes donde elegir.<br />

Tantas opciones no solucionaban el problema, así que tuvo que pensar<br />

durante unos segundos en un nombre.<br />

—Bueno –dijo Carlos- yo sugiero que dado que como he copiado el modelo de<br />

un pájaro que planea, podemos llamarlo Albatros, pues es el pájaro más grande y<br />

que mejor vuela. Tampoco estaría mal el cóndor, pues se discute si es tan grande<br />

como el Albatros. Pero yo creo que es más adecuado el Albatros que vive toda la<br />

vida en el mar y tiene por tanto más relación.<br />

— 66 —


A Altaha le pareció bonito, un pájaro siempre es algo bucólico y natural.<br />

Marcelo tampoco mostró oposición.<br />

–Me da igual, está bien.<br />

—Bueno –comentó con cierto alivio Carlos—, la verdad es que lo de “Albatros”<br />

solo se trataba de una sugerencia, pero si os parece bien, pues lo dejamos con ese<br />

nombre.<br />

Así, bajo la satisfacción de Carlos, la emoción de Altaha y la indiferencia de<br />

Marcelo acordaron llamarle Albatros.<br />

Altaha mostró una sonrisa de oreja a oreja que solía exhibir cuando tenía<br />

alguna idea.<br />

—Bueno, digo yo, que ya que tenemos una botadura y un nombre, habrá que<br />

hacerlo con una botella de champán.<br />

Marcelo intervino.<br />

—Es verdad, ya me olvidaba. Hay que llamar a un cura para que lo bendiga.<br />

A Carlos y Altaha le sorprendió esta petición de Marcelo. Por primera vez,<br />

desde que lo conocían, mostraba un atisbo religioso.<br />

— ¡Oh, vaya! –Exclamó Altaha, abriendo los ojos como platos—, no sabía que<br />

fueses creyente. Ni se me ocurrió pensarlo. La verdad, como nunca te vimos<br />

ningún gesto, pensamos que eso no iba contigo.<br />

—No, no soy religioso. No quiero saber nada de todas esas historias.<br />

— ¿No lo entiendo? ¿Entonces para qué quieres bendecirlo?<br />

—No tiene nada que ver. Una cosa es una cosa, y otra es otra.<br />

Altaha abrió los brazos.<br />

—Pues a mí eso no me encaja. O todos moros, o todos cristianos.<br />

Marcelo dio un pequeño golpe en la mesa con la palma de la mano, aunque<br />

claramente, más como aseveración que como intimidación.<br />

— ¡Aquí a todo barco que sale a la mar, se bendice por un cura! ¡Y eso no hay<br />

Dios que me lo discuta!<br />

Tan categóricamente lo expresó, que se dieron cuenta que se trataba de una<br />

de esas costumbres o tradiciones que Marcelo llevaba incrustada en la medula, y<br />

no estaba dispuesto a que se cuestionase por nadie.<br />

—Vale, vale –admitió Carlos—. A mí lo de bendecirlo me da igual, pero queda<br />

claro que el cura lo buscas tú.<br />

—Igualito que en mi tierra –dijo Altaha—, pasan mucho de ir a misa pero<br />

después montan unas comuniones y bodas por todo lo Alto. Como dicen los<br />

guiris, España es diferente.<br />

— 67 —


Con la historia de la botadura, Carlos estimó que se trataba de un buen<br />

momento para responder a la invitación de los padres de Marcelo, así que<br />

aprovechó el evento para invitarlos a una comida. Por supuesto mantendría la<br />

delicadeza de invitar a toda la familia, así nadie se sentiría molesto. De todas<br />

formas le preguntó a Marcelo si ese enfoque resultaba correcto. Marcelo le<br />

confirmó que esto de las comidas en Galicia tiene mucho que ver con la amistad,<br />

y si un amigo de sus padres invita a toda la familia, está indicando que es un grado<br />

de amistad alto y que se siente muy agradecido.<br />

Prepararon todo para que dos días más tarde, coincidiendo con un sábado, se<br />

celebrase la botadura y la comida.<br />

Transcurrieron dos días y esa mañana estaban los tres desayunando un poco<br />

nerviosos por el evento. Después de todo se trataba de un pequeño acto social.<br />

Marcelo, lejos de calmarlos, les explicó que la botadura se trataba de un<br />

momento de cierta incertidumbre, pues a pesar de los cálculos que se hacían,<br />

muchos barcos se hundieron cuando se botaron.<br />

Aprovecho para aleccionarles sobre un caso bastante famoso de un buque que<br />

se hundió al ser botado. <strong>El</strong> Wasa, fue buque insignia de la armada sueca que en<br />

1628 cuando fue botado al salir a navegar escoro y se hundió. La peculiaridad de<br />

este hundimiento es que gracias a las frías aguas del báltico, a la baja salinidad y a<br />

la ausencia de crustáceos que carcomían la madera, el casco se conservó en buen<br />

estado, hasta que el 1961 fue reflotado después de 333 años bajo las aguas.<br />

Ahora se exhibe en él un museo del Wasa de Estocolmo, curiosamente a tan solo<br />

un centenar de metros de donde se hundió en su día.<br />

Marcelo también les explicó, que la botadura de un barco equivale a su<br />

bautizo y constituye un momento de bastante carga simbólica. La costumbre de<br />

romper una botella de champagne contra el casco tiene su origen en la<br />

antigüedad, cuando se vertía vino tinto en la cubierta como libación a los dioses<br />

del mar. Los vikingos hacían esta ofrenda con la sangre de algún prisionero sobre<br />

cuya espalda arrastraban el barco al bajarlo al mar. En todo el mundo, si la botella<br />

no se rompe se cree que trae mala suerte; por eso, en Galicia, tierra de<br />

supersticiones, nadie lo cuestiona.<br />

Se fueron pronto al galpón para rematar los últimos preparativos. Ahí estaba<br />

el barco, que permanecía con las alas plegadas y encima del carro. En la popa<br />

figuraba el nombre de “Albatros”, escrito en unas letras muy bonitas con rasgos<br />

estirados que parecían imitar las alas; fue una idea de Altaha que realmente<br />

— 68 —


quedo bien. Explicó, con mucha imaginación que lo diseñó pensando con trazos<br />

élficos, para que de alguna forma se transmitiesen sus poderes.<br />

<strong>El</strong> remolque con el Albatros encima, estaba ya colocado en la rampa, sujeto<br />

por un cable y unido a un cabrestante eléctrico. La botadura solo consistiría en<br />

dejar que bajase la rampa lentamente hasta el agua. Solo tenían que darle al<br />

interruptor para que se fuese soltando y dejase deslizar al Albatros hasta que se<br />

introdujese en el mar.<br />

Fueron apareciendo todos los invitados, incluido el cura que trajo Marcelo. La<br />

familia de Marcelo, se había tomado la invitación tan en serio, que asistieron<br />

todos, unos veinte en total. También comenzaron a llegar otras personas. Como<br />

Altaha no se podía estar callada, lo comentó a toda su red social de Rianxo, de tal<br />

forma que muchos, con afán de acompañarla y por satisfacer su curiosidad, le<br />

pidieron permiso para acudir. Total que habían reunido más de cincuenta<br />

personas.<br />

<strong>El</strong> sacerdote pronunció la bendición respectiva salpicando con agua bendita al<br />

Albatros. Después Altaha preparó la botella de champagne para romperla contra<br />

el casco del barco en honor a las mejores tradiciones. La sobrina de Marcelo fue<br />

nombrada madrina del barco y tendría los honores de arrojar la botella. Para<br />

Carlos o Altaha, toda esta parafernalia resultaba algo simpático pero sin darle<br />

importancia. Mientras, el resto de los invitados se lo tomaba muy en serio; para<br />

un marinero, la botadura de un barco representaba toda su vida, incluso en<br />

muchas ocasiones solo llegan a tener uno solo. Con esta mentalidad la hermana<br />

de Marcelo le compró a niña un traje nuevo blanco, que exhibía con el orgullo de<br />

una pequeña princesa.<br />

La mayoría de la gente piensa que eso de romper una botella contra un casco<br />

de barco es sencillo, pero lo cierto es que no es tan fácil. En el caso del Albatros se<br />

complicaba mucho más, pues al golpearse contra un casco de carbono tiende a<br />

rebotar. Marcelo, que deseaba evitar la idea de la mala suerte si no se rompía,<br />

montó un pequeño artilugio de metal en la proa para que chocase la botella<br />

contra él y se rompiese. La botella colgaba de una cuerda de un poste que montó<br />

a tal fin, se balanceaba en unos cuarenta y cinco grados hasta esa especia de atril,<br />

donde estaba sujeta con una cinta. La madrina solo tenía que cortar la cinta con<br />

unas tijeras y la botella caería por su peso balanceándose hasta chocar con la<br />

proa.<br />

Después del discurso preceptivo, que hizo el padre de Marcelo, se hizo un<br />

silencio. La sobrina de Marcelo, perfectamente aleccionada, cortó la cinta. La<br />

botella recorrió el arco hasta la proa conde se rompió con un pequeño estallido.<br />

— 69 —


Todos aplaudieron emocionados, sobre todo, por la tranquilidad que se hubiese<br />

roto la botella.<br />

Quitaron los calzos que bloqueaban las ruedas y con el cabrestante eléctrico<br />

comenzar a dejar caer el remolque con el Albatros. Poco o poco lo fueron bajando<br />

por la rampa metiéndolo en el agua, y cuando las ruedas ya estaban bajo el agua<br />

el Albatros comenzó a moverse separándose de remolque y comenzando a flotar.<br />

De nuevo todos aplaudieron.<br />

Marcelo se subió al Albatros, lo liberó de los cabos de seguridad. Ese día no<br />

querían sorpresas con el motor o el timón, así que no lo pondrían a prueba. Junto<br />

al Albatros estaba una motora que le echo un cabo para un remolque. Y así lo<br />

acercó hasta el puerto que no distaba más que un centenar de metros.<br />

Los invitados presenciaron la maniobra y después abandonaron el lugar.<br />

Finalmente todos abandonaron el galpón, y los familiares de Marcelo se dirigieron<br />

a restaurante donde les esperaba la comida.<br />

Carlos que se tomó la devolución de la invitación como algo personal. Lo<br />

primero que se dio cuenta es que la comida que habían recibido de los padres de<br />

Marcelo fue extraordinaria, que por mucho dinero que se intentase gastar no<br />

podía nunca estar a esa la altura, así que se centró en quedar bien con los padres<br />

en otros aspectos.<br />

Al final de la comida, sacó un estuche lo abrió mostrando en su interior una<br />

placa de plata sobre base una de madera. En un pequeño discurso manifestó que<br />

aprovechaba ese momento para entregar a Marcelo, una placa conmemorativa<br />

del mejor empleado que tuvo la fábrica en tres años, gracias a él nunca falló ni<br />

una solo máquina. Para completar el discurso, hizo hincapié en que una vez que<br />

conoció a su familia, se explicaba perfectamente esa seriedad y capacidad en el<br />

trabajo de Marcelo.<br />

<strong>El</strong> efecto que produjo fue el esperado; la madre se puso a llorar, el padre<br />

también emocionado no dejó de dar palmadas en la espalda de Marcelo mientras<br />

decía “no espera menos de ti“.<br />

Marcelo, estoicamente aguantaba el chaparrón, poco amigo de estos actos<br />

pero sobre todo plenamente consciente que en la empresa a nunca se dado<br />

ninguna placa a nadie, ni nada por el estilo. Carlos estaba montando un teatro<br />

dirigido expresamente a su familia, ante lo cual solo valía permanecer callado;<br />

desde luego no sería él el que frustrase la emoción de sus padres.<br />

La velada se extendió al igual que la anterior comida hasta las seis de la tarde.<br />

Al final ya todos se despidieron entre abrazos, incluso la abuela les dedico en<br />

gallego unas palabras de afecto que tanto Carlos como Altaha fueron incapaces<br />

— 70 —


de comprender, pero estaba claro el agradecimiento que quería expresar, así que<br />

no pidieron que se lo tradujese.<br />

Descansados por el día anterior, se dispusieron a realizar las primeras pruebas<br />

de flotabilidad y de motor. <strong>El</strong> barco estaba en el puerto así que ese día se dieron<br />

desde la casa un paseo en sentido contrario.<br />

Un par de curiosos miraba a primera hora el extraño barco, por llamar lo de<br />

alguna manera, pues por la parte de adelante con los cristales de la cabina parecía<br />

como un avión. Todo negro por la estructura de carbono, en el agua la imagen<br />

resultaba muy precia a un pato pero sin el cuello y con la cabeza pegada al<br />

cuerpo.<br />

Flotaba de manera estable, los cálculos parecían ser correctos y el equilibro en<br />

el agua resultaba adecuado. Todo el peso principal, motores, generadores y<br />

combustible estaban en la parte abajo, así que cuando llegaba una ola y lo<br />

balanceaba, rápidamente recuperaba la posición, igual que uno de esos patos de<br />

goma que siempre se flotan estables. La cabina en la parte delantera estaba muy<br />

baja, con las ventanas situadas a menos de un metro sobre el agua.<br />

Marcelo la miraba meneando la cabeza.<br />

—No sé si te has dado cuenta pero ningún barco tiene el puente en la proa y<br />

menos aún tan abajo. Digo yo que por algo será —comentó con cierta ironía.<br />

A Carlos no le afectó el comentario.<br />

—Eso es porque lo diseña un ingeniero naval. Este es el mejor diseño<br />

hidrodinámico, e igual que en los aviones, la cabina debe de estar delante.<br />

Marcelo, lo miró escéptico.<br />

—Hidroleches, veras tu cuando te de la primer ola en todo el morro.<br />

—Yo no quiero hablar nada de olas –exclamó preocupada Altaha—. Lo que<br />

nos hace falta es tomar el sol tranquilamente.<br />

—Para eso tenemos la bañera.<br />

Bajo la insistencia de Carlos estaba cerrada con una forma cónica para<br />

mantener la aerodinámica. Pero se podía abrir y hacía las veces de bañera de un<br />

barco.<br />

Marcelo miraba de un lado a otro.<br />

—Espera, ¿Dónde está el ancla? No veo el ancla.<br />

—Por supuesto que no tenemos ancla –le confirmó Carlos-. Eso es un peso<br />

específico muerto, resultaría aberrante.<br />

— ¿Pero cómo podemos no llevar un ancla? ¿Conoces algún barco que o la<br />

lleve?<br />

—Lo aviones no la tienen.<br />

— 71 —


— ¡Hablar contigo es como hacerlo con un calamar! –exclamó desesperado- A<br />

ver si lo entiendes de una vez que los aviones no son barcos. No tienen que<br />

fondear, nosotros sí.<br />

—No necesariamente. Prefiero navegar mejor y fondear peor. Quiero decir no<br />

fondear, atracamos siempre en puertos y solucionado. Es cuestión de concepto.<br />

A Altaha le hacía gracia esta discusión, parodiandola con el “ser o no sér” de<br />

Shakespeare diciendo “ancla o no ancla, he ha aquí a cuestión”.<br />

Marcelo, levanto los brazos rindiéndose y se fue rosmando dentro del<br />

Albatros, mientras que echaba pestes por el cacharro que estaban construyendo.<br />

A pesar de sus protestas, no le hicieron ningún caso. Ya lo conocían lo suficiente<br />

para saber que acabaría aceptando el criterio de Carlos.<br />

Encendieron el motor, que arrancó perfectamente y soltaron las amarras.<br />

Dieron avante muy suave para apreciar las primeras reacciones, comprobando<br />

que se impulsaba la nave a de forma suave y con soltura. Los timones medio<br />

bajados hacían fácil la maniobra pues al ser dos facilitaban los giros, aunque<br />

según Marcelo respondía de una forma rara, acostumbrado a la reacción de un<br />

único timón en la popa.<br />

Aumentaron la velocidad y después de varias las pruebas, vieron que tanto el<br />

motor como la dirección de los timones respondían perfectamente.<br />

Marcelo se mostraba impaciente ante los ajustes de Altaha.<br />

— ¿Cuándo probamos las alas?<br />

—Aun no podemos, el programa de equilibro dinámico aún no está listo.<br />

— ¿Y a mano, no lo podríamos llevar? –volvió a insistir.<br />

—Imposible –le aclaró Carlos rápidamente-, en el aire con un avión puedes<br />

bajar y subir un par de metros sin problema, aquí el ala horizontal estará entre<br />

uno y dos metros sobre el mar, cualquier error o bien toca el agua y nos clavamos<br />

o bien se levanta mucho y volcamos. He calculado, que como mínimo para una<br />

estabilidad completa, necesitamos ajustar el servo cada décima de segundo, y<br />

ningún piloto puede mantenerse más que unos minutos con ese nivel de<br />

concentración.<br />

—Pues que desastre, vamos a construir un barco que solo lo puede manejar<br />

un ordenador.<br />

—No te quejes, actualmente ya nada se maneja directamente, ni los aviones ni<br />

los coches, ni los barcos, todo va conectado a sensores y ordenadores, así que no<br />

somos diferentes.<br />

Carlos tenía curiosidad por como solucionaría Altaha el problema del<br />

equilibrio.<br />

— ¿Vas a utilizar un sistema experto?<br />

— 72 —


Los dos sabían que los sistemas expertos, eran programas informáticos<br />

diseñados para analizar datos y responder de forma específica. Como un<br />

programa de una lavadora, un ABS de un coche, o incluso el piloto automático de<br />

un avión, que sería el ejemplo más adecuado.<br />

—Me gustaría –le contestó Altaha-, pero el problema, es que no tengo<br />

suficientes parámetros para diseñar un sistema experto.<br />

<strong>El</strong> sistema experto implicaba disponer de todos los parámetros que actuarían<br />

así como conocer el nivel de respuesta. La novedad del diseño del Albatros les<br />

impedía disponer de cualquier dato previo.<br />

— ¿Utilizaras entonces, un sistema de Inteligencia artificial?<br />

Los dos sabían que la inteligencia artificial aplicada en la informática, consiste<br />

en que inicialmente se dan entrada a mucho datos, y se busca obtener un<br />

resultado. <strong>El</strong> programa por medio de constantes pruebas va ajustado los<br />

parámetros para encontrar el mejor ajuste. <strong>El</strong> problema es que estos ajustes<br />

implican fracasar en muchas ocasiones hasta que aprenda todo el sistema. Es el<br />

sistema de aprendizaje que utilizan los animales para caminar y esto implica<br />

caerse muchas veces.<br />

—Sí, la alternativa lógica sería utilizar un sistema de inteligencia artificial. Pero<br />

tampoco puedo.<br />

— ¿Por qué?<br />

—<strong>El</strong> sistema de aprendizaje de la inteligencia artificial, se basa en pruebas y<br />

errores y necesitaría destruir cien barcos como este.<br />

— ¿Entonces qué has pensado?<br />

—Pues la única solución que se me ocurre, es ajustar a ojo un sistema experto<br />

para la seguridad básica, y después utilizar un sistema de inteligencia artificial<br />

para afinar la programación. ¿Y a ver qué pasa?<br />

A Marcelo todo lo que se escapase de su control, no le gustaba nada.<br />

— ¿Cómo que a ver qué pasa? ¿Nunca lo has probado?<br />

—Así, directamente, no. <strong>El</strong> protocolo de pruebas en la fábrica siempre fue<br />

muy estricto. Con el simulador de alta capacidad de cálculo, conseguíamos el<br />

noventa y nueve por ciento de eficacia. Gracias a esa precisión en las prácticas<br />

reales nunca tuvimos problemas.<br />

— ¿Y pretendes que nos metamos ahí y lo probemos? Es un suicidio.<br />

—Puede ser. Me gustaría tener un ordenador de alta capacidad para simular<br />

un sistema dinámico, pero como no lo tengo, esta es la única manera de probarlo.<br />

Carlos tenía claro las limitaciones del nuevo diseño.<br />

—Marcelo tiene razón, es demasiado arriesgado, tenemos que encontrar otra<br />

solución antes de arriesgar nuestras vidas.<br />

— 73 —


<strong>El</strong> resto de la mañana se dedicaron a realizar pruebas de navegacion con el<br />

motor, finalmente volvieron al puerto un poco frustrados pues seguían sin tener<br />

la solución a como probar las alas sin arriesgarse.<br />

Sentados en una terraza junto al puerto pasaban las últimas horas de la tarde,<br />

hablando de todo un poco. Carlos tuvo la curiosidad de conocer qué tipo de<br />

barcos construían en el galpón vacío que ahora utilizaban para el Albatros.<br />

Marcelo le comentó, con total naturalidad, que antes construían lanchas para el<br />

contrabando, pero que ahora ya no se encargaban y el negocio se tuvo que cerrar.<br />

A Carlos y Altaha le sorprendió, que se lo explicase como si fuese un antiguo<br />

garaje. Pensaban que el dueño fue detenido y estaría en la cárcel, pero Marcelo<br />

se lo desmintió; sencillamente se trataba de un pequeño astillero familiar, que fue<br />

dejando de recibir encargos de lanchas de contrabando; el dueño ahora estaba<br />

trabajando como mecánico en un concesionario de coches.<br />

A Altaha no podía entender cómo se podía dedicar a fabricar barcos de<br />

contrabando delante de todo el mundo, sin que fuesen denunciados. Marcelo le<br />

aclaró que fabricar un barco potente no tiene nada de ilegal, sino que solo se<br />

convertía en ilegal cuando se dedicaba al contrabando, por ese motivo el<br />

constructor nunca podía ser detenido.<br />

Aun así, Altaha le sorprendía la permisibilidad de esa situación. Y Marcelo les<br />

explico cómo funcionaba el contrabando en Galicia.<br />

En realidad Galicia nunca se caracterizó por ningún tipo de mafias, pero la<br />

región tenía dos características que la hacía propicia como punto de contrabando.<br />

En primer lugar, la orografía de su costas llena de Rías, de entrantes y con<br />

multitud de pequeños pueblos junto al mar; unido a una población muy repartida<br />

en miles de casas, conectadas por cientos de carreteas y caminos, además, todo<br />

esto entre montañas con bosques, por lo que fácil llegar navegando y ocultarse.<br />

La segunda circunstancia es, que estaban en una zona de pasó del tráfico mundial<br />

de mercancía. Así que reunía condiciones óptimas como punto de entrada<br />

marítimo de contrabando. A esto se unía la circunstancia que existían multitud de<br />

embarcaciones, no solo pesquero de altura o bajura, sino también lanchas ligeras<br />

y rápidas que se dedican al marisqueo; por lo que cuando la temporada se ponía<br />

mala, un pescador se tenía que buscar la vida.<br />

<strong>El</strong> contrabando se ciñó durante muchos años al tabaco. No porque fuese<br />

mejor tabaco que el español, sino porque entre el impuesto de aduanas e<br />

impuesto especiales resulta muy atractivo este comercio.<br />

<strong>El</strong> contrabando no solo se aceptó a nivel de los que descargaban y distribuían,<br />

sino que en toda Galicia la población lo consentía hasta el punto de que en todo<br />

— 74 —


los bares se vendía el llamado “winston americano” para indicar que venía de<br />

contrabando, incluso tenía fama de tener mejor calidad. La permisibilidad de toda<br />

la sociedad llego al punto que las propias máquinas expendedoras del tabaco<br />

oficial, se vendía tabaco de contrabando; generalmente, con la curiosidad que el<br />

botón para seleccionarlo indicaba un tabaco que no se comercializaba en muchos<br />

años como “celtas sin filtros” o “bisontes”.<br />

Las lanchas de contrabando estaban en el puerto en la década de los setenta<br />

como unas más, atracadas en Cambados o Villa García de Arosa junto con el resto<br />

de las embarcaciones. <strong>El</strong> tráfico de estas lanchas resultó tan elevado, que generó<br />

estadísticas curiosas, como ser la mayor fuente de consumo de gasolina de un<br />

puerto de toda España. En esa época la Guardia Civil o Aduanas hacían la vista<br />

gorda, pues no existía la voluntad política de acabar con esta economía.<br />

Varías circunstancia, como la evolución de la sociedad, entrada en Europa, la<br />

ostentación de los contrabandistas con coches y casas de lujo, hizo que<br />

comenzase la persecución digamos que en serio. Paradójicamente esta<br />

persecución dio lugar a que del tabaco pasasen a la droga. Pues con una sola<br />

lancha lanzadera con droga se ganaba más que con diez lanzaderas de tabaco, y<br />

con muchísimo menos riesgo.<br />

A partir de aquí comenzó una pequeña pugna por ver quien tenía el barco más<br />

rápido y que llegaba más lejos. Pues también es cierto, que de la jurisdicción<br />

inicial de las doce millas, se pasó a las veinticuatro, después doscientas y ahora<br />

con el derecho de persecución y la actuación conjunta internacional ya se pueden<br />

detener prácticamente en cualquier lugar del océano.<br />

Como aquí se complicó mucho, parte del contrabando se pasó al estrecho de<br />

Gibraltar, ya que en Marruecos hacen la vista gorda, y están solo a diez millas de<br />

España y más aun contando con la base de piratas en que se ha convertido<br />

Gibraltar, donde claramente amparan las actividades de contrabando.<br />

En Galicia, aunque en menor cantidad que hace años sigue estando presente<br />

el contrabando de droga. Según la propia Guardia Civil se sigue traficando sobre<br />

todo por el tema de la cocaína y afirman que tres cuartas partes de las lanchas<br />

son para actividades ilegales. Esto sin duda es exagerado, pues hay que distinguir<br />

la droga del furtivismo de marisco, que es para lo que se suelen utilizar las<br />

lanchas.<br />

Pero el contrabando sigue, pues no se puede controlar con pocos medios, así<br />

que el Servicio de Vigilancia Aduanera conocido por SVA no llega a trescientas<br />

personas, dispone solo de un helicóptero, un avión y siete barcos, para vigilar los<br />

mil quinientos kilómetros de costa y miles de embarcaciones. Y la Guardia Civil<br />

tampoco, pues para poner un ejemplo tiene en la ría de Arosa solo tiene tres<br />

— 75 —


lanchas y dos están paradas estropeadas y no tienen dinero para repararlas. Así<br />

aunque no lo reconozcan públicamente tampoco pueden hacer mucho para<br />

impedirlo.<br />

Altaha estaba asombrada de lo que le estaba contando.<br />

— ¿Y tú como sabes todos esos detalles?<br />

—Aquí todos conocemos estas historias, además mi <strong>primo</strong> que es Guardia Civil<br />

me cuenta el resto.<br />

— ¿Tú conoces a contrabandistas?<br />

—Yo no estoy metido en ese rollo y mis amigos lo máximo son pescadores<br />

furtivos, pero aquí nos conocemos todos así, que más o menos se sabe quién está<br />

metido en la “fariña”.<br />

— ¿Qué es eso de la “fariña”?<br />

—Es la harina en gallego. Los contrabandistas para que nunca los cojan en<br />

grabaciones siempre se refieren a la droga como la cocaína por otro nombre<br />

como puede ser harina. Pero tiene muchos más nombres como “perico”.<br />

—Y si conocéis a los que se dedican a la droga, ¿Por qué no los denuncias?<br />

— ¿Denunciarles? ¿Yo? ¿Para qué? ¿Y que ve venga a buscar a mi casa a las<br />

tres de la mañana para arreglar cuentas por chivato? ¿Y para que un funcionario<br />

encorbatado de Madrid se ponga a una medalla por detener a unos gallegos?<br />

— ¿Pero no te das cuentas que con la droga están destruyendo la sociedad?<br />

—Gilipolleces. La única diferencia entre una sustancia ilegal y otra legal, es el<br />

nombre y los impuestos. Si el chupatintas de Madrid gana dinero no le importa<br />

vendernos alcohol, tabaco o antidepresivos. Nuestra salud les importa un carallo.<br />

¡Que se vaya tomar por el culo todos esos Gilipollas!<br />

Carlos vio a Marcelo demasiado excitado.<br />

— ¡Tranquilo, no te exaltes! Reconoce, al menos, que el contrabando de la<br />

droga destroza a la sociedad.<br />

—Gilipolleces. Yo nunca he tomado droga y siempre la he podido comprar. <strong>El</strong><br />

que es débil toma droga, alcohol, pegamento o lo que se pueda meter. En<br />

Holanda la droga esta consentida y tienen menos drogadictos que en España. Lo<br />

ilegal no tiene nada que ver con el consumo, si fuese así en España todos<br />

seriamos alcohólicos.<br />

—Ese es un buen razonamiento, pero drogas a parte. ¿Te parece bien que un<br />

tío de dedique a algo ilegal y no pague impuestos ni nada?<br />

—Lo pones muy fácil. ¿Qué hace un tío cuando está en paro y no tiene trabajo<br />

ni ayudas? Dale lo que gana el chupatintas de Madrid y veras como no se dedica<br />

al contrabando. Estaría sentado todo el puto día en un sillón criticando a los<br />

— 76 —


demás y poniendo multas como un carbrón, mientras dice que se dedica al<br />

servicio público.<br />

— ¿No me negaras que trafican por dinero?<br />

—Sí, pero porque les hace falta, y ya de arriesgarse pues a ganar lo máximo<br />

posible, pero si tuviesen un buen trabajo nunca se dedicarían a esto. La mayoría<br />

de los que descargan droga, ganan al año menos que un trabajador en el puerto y<br />

mucho menos que los funcionaros o que los policías que los persiguen, además de<br />

no tener ningún tipo de seguro o pensión. Y eso sin contar que se juegan la cárcel.<br />

¿Sabes por qué lo hacen? Sencillamente porque no tienen nada que perder. Esa<br />

es la puta realidad. Así que déjate de tanta moralina.<br />

Altaha casi le hacía gracia el enfado de Marcelo.<br />

— ¡Pues sí que te lo estás tomando a pecho! Pero no me convences con eso<br />

de que los pobres contrabandistas lo hacen por necesidad, porque sale cada<br />

mansión por la televisión, que no parece de pobres precisamente.<br />

—No te confundas, una cosa es el negocio de la droga y otro que algunos que<br />

necesitan dinero se metan en ello por necesidad. Los que ganan mucho solo son<br />

cuatro capos. Y adema son los políticos los que no quieren acabar con esto.<br />

— ¿Me dices que esta consentido por los Políticos?<br />

—Claro, hacen el paripé con la SVA.<br />

— ¿No quieren detenerlos?<br />

—Bueno algunos, para justificar que están haciendo algo, pero no quieren<br />

acabar con la droga.<br />

— ¿Si quisieran podrían acabar?<br />

—Por el puerto y los contendores está difícil, pero con las lanzaderas en el mar<br />

no le duran una marea.<br />

— ¿Una Marea? –Preguntó Altaha curiosa— eso no es cuando sube y baja el<br />

agua.<br />

—También se refiere a unos días de pesca. Quiero decir, que pueden acabar<br />

rápidamente con esas tonterías de las persecuciones. Tienen cámaras nocturnas,<br />

helicópteros y ya está. Que si no te paras te pego un tiro y se acabó el problema.<br />

—Pero que bruto eres, matar a alguien solo si no se para.<br />

—Solo se le dispara después de muchos avisos y ya está. A quien no le guste<br />

que pare. Te puedo asegurar que no hay nadie tan idiota que si sabe que le van a<br />

disparar no pare una lancha. Mira los controles de la Guardia Civil en las carretera<br />

con ETA, ahí sí que no se andan con caralladas, primero te apuntan con una<br />

ametralladora y después de tan el alto, y te aseguro que para todo Dios.<br />

Carlos intentaba analizar todo el problema de forma objetiva.<br />

— 77 —


—Tu argumento sobre la falta de lucha no se sostiene, siempre están<br />

incautando droga y cada vez más.<br />

— ¡Tonterías!, ¡engaños para los gilipollas! Fíjate, que en efecto incautan, pero<br />

en el mercado sigue igual y lo más curioso de vez en cuando aparecen lanchas<br />

cargadas de droga sin nadie. ¿Tú te crees que alguien va a abandonar veinte<br />

millones de euros? lo que ocurre es que es el pago que le hacen a aduanas para<br />

que todos estén contentos. En Estados Unidos cuando cogía diez toneladas de<br />

cocaína en un año estaban todos poniéndose medallas. Años más tarde tuvieron<br />

que reconocer que entraban cada año más de ciento veinte toneladas, es decir,<br />

que los contrabandistas no perdían ni un diez por ciento. Solo tienes que salir a la<br />

calle y ver si hay droga y la realidad es que tienes toda la que quieres, pues<br />

entonces todo eso de las incautaciones no sirve para nada y no le des más vueltas.<br />

Los contrabandistas no son estúpidos, solo quieren hacer un negocio, si le<br />

estuviesen cogiendo la mayoría de la droga no les compensaría seguir, no sería<br />

rentable. Convenceros, la realidad es que si siguen es porque es rentable y por<br />

cada uno que cogen están metiendo cinco o diez más, que tampoco hay que ser<br />

tan listo para saber esto.<br />

—Pero la SVA o los políticos no dicen eso.<br />

—<strong>El</strong>los son los que mienten, los que no reconocen que el problema no es<br />

coger más o menos sino lo suficiente para eliminar el suministro de mercado y<br />

sobre todo la droga en la calle. ¿A mí que cojones me importa la cantidad de<br />

droga que coja la SVA si puedo comprar toda la que quiero en cualquier lugar? <strong>El</strong><br />

de la SVA, el policía o el político si quisiesen decir la verdad dirían; Hemos cogido<br />

tanta y se nos ha colado tanta. Lo que ocurre que reconocer toda la que se les<br />

cuela, es lo mismo que decir que todo su trabajo no ha valido para nada, si acaso<br />

solo para subir un poco el precio. Pero a un yonqui le da igual que cueste treinta o<br />

cuarenta euros un gramo.<br />

—Bueno, pero aunque no sean eficaces hay que luchar igual.<br />

—Tonterías, eso del contrabando es todo una gilipollez, si no quiere droga que<br />

prohíban la droga el consumo el tráfico, todo. Es estúpido, pero consumir droga<br />

es legal, lo que es ilegal es comprarla. Si quieres acabar hay que prohibirlo todo.<br />

Al que lo trinquen consumiendo que lo metan en la cárcel. Lo más difícil es coger<br />

una descarga o un trapicheo en la calle, pero un tío drogado es como un<br />

borracho, lo coges enseguida.<br />

— ¿Y eso funciona?<br />

—Los chinos fueron cojonudos, tenían un problema del carallo con el consumo<br />

del opio, gracias, por cierto, a los ingleses que les montaron tres guerras para<br />

forzarlos a comprar opio y hacer negocio. Con la revolución de Mao lo prohibieron<br />

— 78 —


todo: cultivo, tráfico, consumo, todo, y la única penal la de muerte. Acabaron con<br />

el problema, eso sí, dicen que mataron a más de veinte millones de personas.<br />

Bueno, yo de todas las cifras tampoco estoy muy puesto, sé que fue así, pero<br />

tampoco quiero exagerar.<br />

— ¿Y te parece bien eso?<br />

—Como lo hicieron no, pero me parece que al menos tenía un sentido, no la<br />

mariconada de aquí que todo el mundo puede consumir pero no comprar. Con<br />

tanta tontería nos hemos convertido en la puerta de entrada de Europa de droga,<br />

y claro cómo vivimos de los turistas que viene aquí a ponerse hasta arriba de<br />

alcohol, hachís y coca, pues tampoco les digas que no pueden consumir, no vaya a<br />

ser que perdamos el negocio. Todo es un puterío y me jode mucho que le echen<br />

la culpa a cuatro gallegos.<br />

Marcelo estaba realmente excitado. Carlos, decidió que tampoco la discusión<br />

les afectaba lo más mínimo, así que era mejor cortarla.<br />

—Bien Marcelo, ahora te comprendemos, no juzgaremos a tus compatriotas.<br />

Pero me ha quedado una curiosidad, entonces la gente que viene a Galicia es para<br />

drogarse.<br />

—No hombre no, aquí no. Eso en la costa del sol y esos sitios de guiris. Aquí<br />

viene gente con pasta aburrida, que no le gusta mucho la playa y el sol y solo<br />

quieren comer bien; todo su vicio es el marisco y el Albariño. Generalmente son<br />

buena gente, excepto algún gilipollas cuando cogen una motora y cree que está<br />

en un fórmula uno, o el que viene con el equipo de buceo para coger marisco<br />

ilegalmente. Que hay que ser gilipollas, que por lo que le ha costado se puede<br />

estar comiendo marisco todo el puto verano; pero así, puede contar la batallita a<br />

sus amigos el resto del año.<br />

Después de esa conversación, Altaha comprendió una vez más la falta de<br />

sociabilidad de Marcelo; estaba claro que la sinceridad no resultaba una buena<br />

tarjeta de presentación, pues la mayoría de las personas no les gusta que les<br />

restrieguen los defectos, y menos aún si estos iban dirigidos a políticos o<br />

funcionarios.<br />

Así acabaron el día y se fueron a dormir, con la preocupación de dar el<br />

siguiente pasó sobre la seguridad del Albatros.<br />

Al día siguiente comenzaron sin tener ningún plan de trabajo, antes tendrían<br />

que pensar cómo solucionar el problema de la seguridad de las pruebas. Ahora<br />

solo les quedaba probar el funcionamiento de las alas y la preocupación de Altaha<br />

resultaba evidente, consciente que toda la responsabilidad recaía en ella; un error<br />

de cálculo y las alas golpearían el mar, y si en ese momento iban a una cierta<br />

— 79 —


velocidad, el ala se clavaría en el agua y podrían hacer que volcase todo el barco,<br />

e incluso que se rompiese la estructura.<br />

Pero programar un equilibrio perfecto resultaba complejo, debían de tener en<br />

cuenta cada factor que influía en el comportamiento del barco; desde la dirección<br />

del viento y su fuerza, las olas, la inclinación de las alas en cado uno de sus<br />

pliegues, eso implicaba manejar no menos de veinte variables simultáneamente<br />

para logar que el Albatros estuviese equilibrado. Sin la ayuda del simulador ella no<br />

podría saber si estaban cometiendo un error al diseñar el sistema experto.<br />

Carlos consciente de toda esa responsabilidad, impidió realizar cualquier<br />

prueba hasta que estuviesen mínimamente seguros de cómo funcionaría todo el<br />

sistema, si bien el problema consistía precisamente en que no tenían manera de<br />

saberlo. Esta cuestión obsesionó a Carlos, que estuvo pensando toda la mañana, y<br />

al final encontró la solución, que se basaba curiosamente en la tecnología del<br />

pasado y no del futuro. Les explicó que antes de que existiesen los simuladores<br />

informáticos, los aviones se probaban con maquetas en túneles de viento. <strong>El</strong>los no<br />

disponían de un túnel de viento pero podrían crear algo parecido; si sujetaban al<br />

Albatros a tierra y lo ponían contra el viento verificarían como se comportaba, sin<br />

riesgo a volcar ni a hundirse.<br />

La idea fue aceptada de inmediato y pusieron el Albatros sobre el carro, son<br />

las alas abiertas y aproado al viento. Debajo de las alas acumularon neumáticos y<br />

cajas de cartón vacías para evitar que las alas se rompiesen si bajaban<br />

bruscamente, una solución tan efectiva como sencilla. Sujetaron el casco con<br />

cabos atados a bloques de cemento para evitar que volcase. Así comenzaron a<br />

hacer pruebas desplegando las alas.<br />

Estuvieron dos días, tomando datos y ajustando el programa. Altaha estaba<br />

muy satisfecha pues disponía de datos reales, así como la respuesta real del<br />

ordenador y de los sistemas hidráulicos. Después del tercer día dijo que con ese<br />

sistema ya no se podía sacar más información y que ya estaban dispuestos para<br />

probarlo en el mar.<br />

Marcelo a pesar de las pruebas no le gustaba nada asumir todo ese riesgo.<br />

—Me sigue pareciendo muy arriesgado que nos metamos los tres.<br />

A Carlos solo le preocupaba probar el diseño y quería zanjar esa discusión.<br />

—Tienes razón, los tres es un riesgo innecesario. Lo probaré yo. Iré solo.<br />

—Yo tengo que ir contigo –dijo Altaha—, me necesitas para ajustar todo el<br />

programa.<br />

—Pues yo no voy— insistió Marcelo.<br />

Se levantó y se dispuso a irse, lo pararon las palabras de Altaha.<br />

— 80 —


—Menudo compañero estas hecho, ¿ahora nos abandonas?<br />

Marcelo la miró con una mirada profunda.<br />

—Yo, nunca abandono a un compañero y menos en la mar.<br />

Tan serio lo dijo, que Altaha sintió que claramente lo ofendió con ese<br />

comentario.<br />

—Bueno, perdona, como vimos que te ibas.<br />

— No sois más que: un loco ingeniero y una osada universitaria jugando con<br />

fuego, pero tengo que procurar que sobreviváis. Voy a conseguir un una zodiac<br />

para seguiros y también un equipo de buceo, por si tengo que sacaros en caso de<br />

hundimiento. Esperarme.<br />

No tardó más de media hora en conseguir la zodiac para seguirlos por si tenían<br />

un problema, incluso le pidió a un amigo que le acompañase, por si él tenía que<br />

tirarse al agua.<br />

<strong>El</strong> día se mostraba bueno, despejado y con poco viento. A las doce de la<br />

mañana sacaron al Albatros a motor y lo condujeron hasta la Ría fuera de la<br />

ensenada de Rianxo, buscando un lugar despejado donde navegar sin problemas.<br />

En el interior del Albatros, Carlos y Altaha cerraron las escotillas, se sentaron<br />

en los dos asientos de proa con los cinturones de seguridad puestos y<br />

comenzaron la maniobra.<br />

<strong>El</strong> sistema para manejar el Albatros dependía totalmente del ordenador y<br />

siempre trabajaba en automático. Incluso cuando con el mando, como el de un<br />

avión, se indicaba un viraje, la orden pasaba por el ordenador para coordinar<br />

todos los sistemas, no solo para indicar a los timones el giro, sino también a las<br />

alas como se debían mover para coger más o menos viento. <strong>El</strong> control del<br />

Albatros también podía ser manual, y aunque esta fue una concesión impuesta<br />

por Carlos, no tenía mucha utilidad pues resultaba imposible manejar a la vez<br />

todos los parámetros. En el cuadro de instrumentos debajo de unos botones<br />

bloqueados con unos capuchones rojos, estaban los sistemas para desconectar<br />

cada control y pasarlo a manual. Para desbloquearlo deberían de dar dos pasos<br />

específicos; Primero se levantaba el capuchón y después se activaba el<br />

interruptor, así se impedía que un error involuntario pudiese desconectarlos.<br />

Dejaron el motor encendido por si necesitaban maniobra y para que las<br />

baterías estuviesen perfectamente cargadas.<br />

Altaha comenzó a desplegar las alas, lentamente, para ver como<br />

reaccionaban. Según se iban abriendo horizontalmente, igual que las alas de un<br />

pájaro, el Albatros se balanceaba de un lado a otro, lo detectaban los sensores, y<br />

el ordenador lo compensaba lentamente ajustando las alas hasta que el<br />

— 81 —


movimiento desaparecía. Así siguió el proceso ajustandose lentamente hasta que<br />

las alas quedaron completamente estiradas como si fuese un pájaro, solo que un<br />

poco levantadas en los extremos para evitar que tocasen el agua.<br />

Ahora pasaron a la fase de elevar una de las alas, según lo hacían el Albatros<br />

comenzó a moverse, siguieron elevando el ala y la velocidad aumento, y así<br />

siguieron mientras el ordenador equilibraba al Albatros después de cada<br />

movimiento hasta que el ala de estribor prácticamente alcanzó los noventa<br />

grados.<br />

Con el ala estirada a tope avanzaban a catorce nudos, una velocidad superior a<br />

la que alcanzaba una velero con esa eslora.<br />

Decidieron hacer la maniobra de parar y se pusieron de proa al viento, así<br />

mientras se frenaba al Albatros, las alas se fueron plegando de forma equilibrada,<br />

hasta que quedaron parados con las alas totalmente plegadas.<br />

Hablaron por la emisora con Marcelo, que les seguía unos doscientos metros<br />

por detrás, para indicarles que todo iba perfectamente bien.<br />

La siguiente maniobra que practicaron consistía en hacer girar el Albatros,<br />

maniobra que resultaba más compleja de coordinar, pues a diferencia de la<br />

navegación estable donde el viento es constante, cuando se vira el viento cambia<br />

de dirección y el efecto sobre las alas puede ser incluso inverso.<br />

Siguieron practicando todo tipo de maniobras, no solo para ver que las podían<br />

hacer, sino para que el Albatros cogiese cada vez más datos y con el programa de<br />

inteligencia artificial fuese aprendiendo y afinando el equilibrio.<br />

Así finalizó el primer día de pruebas, con una total satisfacción de los tres,<br />

habían conseguido lo que desde un principio fue su objetivo, ahora disponían de<br />

un barco que navegaba establemente con el viento.<br />

En los siguientes días se dedicaron a seguir con las pruebas de navegación<br />

para ajustar todos los parámetros en función de las diferentes situaciones en que<br />

se encontrasen, tanto en los virajes como con el viento o las olas. Marcelo<br />

después de ver que el Albatros se mostraba estable y seguro, dejó de seguirlos<br />

con la zodiac y se incorporó como tripulante.<br />

En tierra, la labor del diseño de programación la realizaba casi en exclusiva<br />

Altaha, con ligeras indicaciones de Carlos. Marcelo que no le gustaba estar<br />

inactivo se dedicó mientras a acondicionar el interior del Albatros.<br />

Enseguida se dieron cuenta que estar metidos en una cabina pequeña les<br />

resultaba bastante incómodo y agobiante, por ese motivo los veleros tiene los<br />

timones en el exterior. Se plantearon si sería posible controlar al Albatros desde la<br />

bañera en popa. Una de las ventajas de que el Albatros fuese automático, es que<br />

— 82 —


ealmente no estaban obligados a estar agarrado a una caña o timón ni pendiente<br />

de las escotas de las velas. Así, cuando ya tuvieron algo de confianza en la<br />

naveación, dirigieron hasta la bañera una manguera de cables con todas las<br />

conexiones del ordenador, de tal forma que podían manejar desde atrás todos los<br />

parámetros de la navegación. Pero como resulta muy complicado manejar el<br />

teclado en una posición tan precaria, Altaha realizó unas conexiones y programo<br />

dos mandos de juegos de unas consolas, así se podía desde girar a dar más<br />

velocidad a las velas, o activar el motor, como si estuviese con un videojuego.<br />

Resultó un acierto, tanto por lo cómodo como por lo intuitivo de su<br />

funcionamiento, tanto que Altaha decidió incorporar también como sistema de<br />

control en la cabina.<br />

Otras de las cosas que consiguió Altaha, cuando ya tuvo todos los datos del<br />

correcto funcionamiento, fue simular en el ordenador el comportamiento del<br />

Albatros, así Carlos y Marcelo podían entrenar en casa sin ningún riesgo de<br />

equivocarse.<br />

Altaha, para realizar unos ajustes más complejos en el programa, necesitaba<br />

dos o tres días de trabajo con los ordenadores en el piso. Subieron el Albatros al<br />

galpón para aprovechar que Marcelo quería hacerle unos cambios.<br />

Después de tres días Marcelo los llevó al galpón para que viesen las mejoras<br />

que había incorporado.<br />

Entraron en el Albatros, antes diafano, y vieron que existía un espacio de unos<br />

dos metros y medio y después unas mamparas. En cada lateral se encontraba una<br />

estructura de madera que hacia funciones de sillón y contra la pared elevado dos<br />

literas plegadas. Delante de cada sillón una mesa que se podía bajar y convertir el<br />

sillón en una cama ancha.<br />

— ¿Y eso que es? –preguntó Altaha.<br />

—Pues lo que ves. Dos sillones camas y arriba literas de regata.<br />

— ¿Para que las queremos?<br />

—Pues igual que en tierra, para sentarse y dormir.<br />

—Es obvio. Pero yo no pienso dormir aquí.<br />

—Nadie te obliga. Pero también es útil para echar una siesta, o si te mareas y<br />

te tumbas, o sirve para estibar ropa.<br />

—Pues vale, —dijo Altaha sin mucha emoción.<br />

En el centro entre las mamparas se abría un pasillo corto y estrecho de un<br />

metro de ancho, que mostraba una puerta de frente y dos más una a cada lado.<br />

La de la derecha habría una cocina muy reducida. La de la izquierda un baño<br />

también reducido.<br />

— 83 —


—Mira, esto si está bien, –comentó Altaha—. Un baño siempre es necesario.<br />

Que yo ya he encontrado en algún apuro y he tenido que aguantarme. ¿Cómo lo<br />

conseguiste?<br />

—Le sobraba a un amigo y decidí que no vendría mal. He colocado un depósito<br />

de agua en el fondo, con una bomba eléctrica. También he traído un sistema<br />

manual de achique y unos extintores. Todo lo he estivado abajo así el peso queda<br />

en la parte inferior.<br />

Abrió la puerta de enfrente y pasaron a un pasillo, a los lado estaban la<br />

estructura que aguantaba las alas y los hidráulicos principales con sus enormes<br />

pistones, debajo de una rejilla que hacía de suelo se encontraba el motor y el<br />

resto de la maquinaria. En un barco normal el motor estaría debajo del suelo,<br />

aislado, para evitar los sonidos y olores; pero Marcelo quería tener un acceso<br />

directo a toda la maquinaria, así que dejó la rejilla que habían puesto el primer día<br />

para pasar por encima.<br />

Al final de esa estancia se encontraba otra mampara con una puerta en medio,<br />

la abrieron y pasaron a la proa. Entraron en la cabina, justa para cuatro personas<br />

sentadas, dos delante como pilotos y las dos detrás a los lados según se<br />

ensanchaba la cabina dejando el pasillo central, muy parecida a la un avión.<br />

Carlos miraba todo con su curiosidad técnica.<br />

— Estupenda esta división. Así estaremos aislados de la maquinaria. Ha<br />

quedado muy bien, pero me preocupa el incremento de peso. ¿Lo has calculado?<br />

—Si, en total unos doscientos kilos con las mamparas y muebles, los depósitos<br />

los llenamos como queramos pero pueden sumar otros doscientos litros de agua.<br />

Carlos se quedó pensando unos segundos.<br />

—Bueno, perderemos algo de velocidad y a cambio ganamos mucha<br />

habitabilidad y comodidad. Es razonable.<br />

Y con ese comentario tan lógico como escueto, aprobó Carlos todos los<br />

cambios.<br />

Con las pruebas de navegación del Albatros surgió un inesperado problema. Al<br />

igual que los coches en tierra tienen que tener una matrícula, los barcos también<br />

están obligados a tener una. Un <strong>primo</strong> de Marcelo trabajaba como Guardia Civil<br />

del mar, y le advirtió que tuviesen cuidado, pues eso de pasearse con un barco sin<br />

matrícula no era legal, y menos aún si el barco es muy raro. Además si lo paraban<br />

y se enteraban que no tenía ningún tipo de documentación les meterían una<br />

multa, y les impedirían seguir navegando.<br />

Marcelo tuvo una buena idea para solucionarlo, un conocido suyo tenía un<br />

velero de doce metros que lo estaban reparando, y tendría como mínimo para un<br />

— 84 —


mes. Así que pintaron en los laterales del Albatros su matrícula, de tal manera que<br />

si verificaban el número coincidiría con un velero de su misma eslora.<br />

— 85 —


PERSEGUIDOS<br />

Pasaron unos días muy tranquilos. Mientras navegaban Altaha se ocupaba de<br />

verificar todo el programa y realizar los ajustes necesarios; mientras, Marcelo y<br />

Carlos se sentaban en la cabina de control y ahí permanecían prácticamente sin<br />

hacer nada, más que ejecutar las maniobras y estar sentados mirando los<br />

sensores y controles por si saltaba alguna alarma.<br />

Para no cansarse en estas monótonas rutinas, salían navegando hasta algún<br />

puerto de la Ría mientras calibraban al Albatros, al llegar bajaban para descansar<br />

o tomar algo, y de vuelta repetían el proceso. Lo que no podían hacer es fondear<br />

junto alguna playa, pues Carlos seguía insistiendo, ante la desesperación de<br />

Marcelo, que no llevasen un ancla. En una ocasión le pidieron permiso a un yate<br />

más grande que estaba fondeado, y se abarloaron junto a él, pero en condiciones<br />

normales solo podían atracar en los puertos.<br />

Como les interesaba probar el Albatros con el máximo viento y este se<br />

producía entre la una y las cinco de la tarde, el resto del día disponían de tiempo<br />

suficiente para regresar con calma y subir al Albatros a tierra en el carro. Podría<br />

parecer una gran incomodidad, pero dado que estaban constantemente haciendo<br />

ajustes preferían tenerlo más accesible en tierra y junto a su particular astillero,<br />

donde disponían de todas las herramientas. Además, con el carro y el cabrestante<br />

eléctrico realmente no tardaban más de diez minutos en subirlo.<br />

Esos últimos días con solo cuatro horas de navegación las jornadas se<br />

volvieron mucho más tranquilas, el Albatros funcionaba perfectamente y los tres<br />

se dieron cuenta que el trabajo estaba prácticamente finalizado. Altaha comenzó<br />

a planificar como pasar los días como unos veraneantes normales, así que hizo<br />

una lista de puertos, playas, excursiones culturales y restaurantes de la zona.<br />

Ese día cuando acabaron las pruebas, subieron el Albatros a la rampa y<br />

volvieron a las siete a casa. Después de una ducha, se quedaron tranquilos hasta<br />

las nueve. Marcelo se fue con unos amigos a cenar y tomar unas copas. Carlos y<br />

Altaha aprovecharon para cenar en una de las terrazas que a Marcelo no le<br />

gustaban mucho, pues decía que eran para turistas, es decir, menos comida y más<br />

precio. Lo cierto es que para ellos la relación entre calidad, cantidad y precio<br />

seguía siendo muy aceptable, y estar sentados con vistas al mar resultaba muy<br />

agradable.<br />

— 86 —


Después de cenar volvieron directamente a casa sobre las once. Carlos se<br />

dedicó a revisar unos cálculos, en tanto que Altaha disfrutaba de una limonada<br />

mientras veía una película, de esas de lujo y amor, como solía decir.<br />

A las doce de la noche Marcelo entró en el piso. Miró en el salón y vio que solo<br />

estaba Altaha y busco a Carlos en la habitación dedicada al despacho donde aún<br />

estaba trabajando.<br />

—Tenemos problemas. Ven.<br />

Carlos se levantó y lo siguió hasta el salón.<br />

—Altaha apaga la televisión tenemos un problema –le dijo Marcelo<br />

secamente.<br />

Obedeció al instante, aunque no existía entre ellos ninguna relación de<br />

dependencia o superioridad, la mención del problema y el tono con que lo dijo no<br />

dejó dudas de su importancia.<br />

— ¿Qué pasa? Le preguntó Carlos.<br />

—Esta noche salí a cenar con mi <strong>primo</strong> el Guardia Civil, y me filtró<br />

confidencialmente que tienen instrucciones de precintar el Albatros.<br />

Carlos abrió los ojos como platos. Pocas cosas le exaltaban, una de ellas era<br />

que intentasen quitarle sus creaciones, ya había sufrido bastante con la pérdida<br />

de la fábrica y ahora veía con sorpresa como le querían quitar el Albatros.<br />

— ¿Pero por qué? –exclamó Carlos sin contenerse.<br />

—Por una vez a les sobran razones. Es una embarcación extraña y en esta zona<br />

eso solo significa que se puede utilizar para el contrabando. Se han dado cuenta<br />

que la matrícula es falsa, lo que es ilegal, es decir, más contrabando. Y todo esto<br />

sin contar, que no está homologado por lo que no puede navegar hasta que pase<br />

las pruebas de seguridad. Y además, ninguno de nosotros tiene ningún título para<br />

poder navegar.<br />

— ¿Tú no tienes título? ¿No eras marinero? –le preguntó Altaha sorprendida.<br />

—He nacido junto a la mar y manejo cualquier tipo de barco, pero soy<br />

mecánico. Los títulos son para los maricones de ciudad que se compran un barco<br />

y no tienen ni idea de navegar pero necesitan papeles para el seguro. Así, cuando<br />

ciegos de cerveza le pasen por encima a la barca de un pescador no les cueste un<br />

euro.<br />

—Bien –dijo Carlos— A quedado clara tu posición con los turistas, pero<br />

volviendo al problema ¿Tú <strong>primo</strong> no puede hacer la vista gorda?<br />

— ¿Y qué creéis que lleva haciendo estos últimos días cuando nos hemos<br />

paseado por toda la Ría? <strong>El</strong> problema es que ha llegado la información a los<br />

superiores, que se ponen muy cachondos cada vez que precintan un barco. Mi<br />

<strong>primo</strong> no puede hacer nada más, solo es un cabo.<br />

— 87 —


—Bueno, calma, todo es solucionable –comentó –Carlos—. Nosotros no<br />

tenemos nada que ocultar. Lo explicaremos y después será cuestión de regularizar<br />

la situación.<br />

—Tú mismo. Peléate con la Guardia Civil y con los burócratas de la Xunta de<br />

Galicia durante un año.<br />

— ¿Un año?<br />

—Como mínimo. La puta burocracia. Eso sin contar con que no tenemos ni<br />

una factura del material, ni planos técnicos homologados, ni pruebas de<br />

navegación. Aunque todo depende de si tienes algún amigo en la política, aquí<br />

toda la burocracia esta sujeta a los amigos que conozcas.<br />

—Espera, espera, a lo mejor estamos exagerando las consecuencias. ¿En qué<br />

consiste el precinto?<br />

—Con algo de suerte le ponen unas cintas de plástico y lo dejan en el galpón<br />

sin que lo podamos mover, con menos suerte se lo llevaran a un depósito judicial.<br />

Carlos, se quedó petrificado. Había puesto toda su dedicación en el proyecto,<br />

hasta el punto de convertirse en su actual obsesión.<br />

— ¡Pero no puede ser que se lleven el Albatros! –Exclamó indignado como si<br />

no se lo pudiese creer— hemos trabajado para construirlo y ahora que lo<br />

podemos disfrutar, se lo llevan. ¿Tenemos que hacer algo?<br />

—Pues no veo que. Como no sea salir por piernas.<br />

—Huir, ¿a dónde?<br />

—No lo decía en serio.<br />

—Pero yo sí. No voy a permitir que se lleven al Albatros. Así que si no hay otra<br />

opción tenemos que irnos donde nos dejen tranquilos. ¿Ha donde nos lo<br />

podemos llevar?<br />

Marcelo, no se podia creer ese planteamiento, pero conociendo a Carlos lo<br />

mejor seria convencerlo con la propia lóogica.<br />

—Teniendo en cuenta las dimensiones del Albatros, por tierra necesitamos un<br />

transporte especial, lento y complicado de conseguir. Y lo peor es que tenemos<br />

que pedir autorización a la Guardia Civil de tráfico.<br />

—Pues de Guatemala a Guatepeor —comentó Altaha.<br />

— ¿Y por el mar? —insistió Carlos.<br />

—<strong>El</strong> problema es que cuando sepan que nos hemos ido, nos van a buscar en<br />

los puertos cercanos. La única opción sería ir a otro país, y claro, el único cercano<br />

es Portugal.<br />

Antes de que Marcelo siguiese exponiendo los inconvenientes, Carlos asintió<br />

con la cabeza.<br />

— 88 —


—Perfecto, ahí no harán muchas preguntas y en algún tiempo se olvidaran de<br />

nosotros. Después volvemos, guardamos el barco para el invierno y lo<br />

regularizamos con tiempo. ¿A ti que te parece? – le preguntó a Altaha.<br />

—Magnífico, no conozco Portugal.<br />

Carlos esbozo una sonrisa de satisfacción mirando a Marcelo.<br />

— ¿Ves? Todo arreglado. ¿Cuantos días tenemos para salir?<br />

— ¿Días? Si he venido corriendo, es porque lo piensan precintar mañana a<br />

primera hora.<br />

—Bien, —asintió Carlos—, entonces tenemos que salir esta noche.<br />

Lo dijo con una indiferente tranquilidad, como si no tuviese importancia. Para<br />

él, solo se trataba de una consecuencia lógica, derivada de los nuevos<br />

acontecimientos.<br />

Marcelo lo miraba con cara de incrédulo.<br />

—Huir de la Guardia Civil con un barco ilegal en plena noche y confundidos<br />

como contrabandistas, es sacar los pies del tiesto. Nos estamos jugando el talego.<br />

— ¿<strong>El</strong> talego? –preguntó Altaha.<br />

— ¿En qué mundo vives?, el talego es la cárcel.<br />

Carlos se mantenía muy tranquilo.<br />

—Bueno, en realidad no estamos huyendo, puesto que oficialmente aún no<br />

hemos recibido ninguna notificación, ni nos han impedido hacer nada. —Pensó<br />

durante unos segundos—. Pero en general, tienes razón sobre que existe un<br />

riesgo. No pienso dejar que nos quiten el Albatros, pero tampoco quiero meteros<br />

en problemas, así que lo llevaré yo solo. Cuando llegue a Portugal a un puerto os<br />

llamo y venís.<br />

—Me cago en la leche Carlos –casi gritó Marcelo-, me cago en la leche. La<br />

vamos a liar, bien liada como nos pillen.<br />

—No exageres. Además ya te he dicho que no tienes que venir.<br />

—Como si fuese tan sencillo. Pretendes navegar solo, huyendo de la Guardia<br />

Civil, de noche, sin sonda y sin radar, por la Ría llena de barcos, piedras y bateas.<br />

Si te dejó solo, eres capaz de hundirlo incluso antes que te localicen.<br />

Miró a Altaha.<br />

— Tengo que ir con él, tú puedes ir en coche.<br />

—Yo esto no me lo pierdo. Vosotros sois los que tenéis cara de<br />

contrabandistas, sin nos detienen yo no sé nada de esto, he sido engañada o<br />

raptada. Bueno, con esta cara de ilusión, lo de raptada no se lo cree nadie,<br />

dejémoslo en engañada. Pero claro, también si digo que me habéis engañado me<br />

deja como un poco tonta, podemos pensar en una coartada mejor.<br />

— 89 —


Marcelo cuando estaba preocupado se mostraba poco receptivo con las<br />

bromas.<br />

—Para un poco Altaha, que ahora no estamos para cuentos. Lo primero que<br />

tenemos que tener en cuenta es el estado de la mar. ¿Conoces las previsiones?<br />

—Sí, las consulté esta mañana, el pronóstico para las siguientes veinticuatro<br />

horas es poco viento y casi sin olas.<br />

—Entonces no hay ningun problema, después de todo, realizaremos una<br />

navegación pegada a la costa.<br />

Carlos estaba satisfecho ahora que disponían de plan para salvar al Albatros.<br />

—Bien, estupendo, entonces solo nos queda ir con cuidado hasta Portugal.<br />

— ¡Espera! —le interrumpió Marcelo—No es tan sencillo. Disponemos de<br />

menos de un cuarto de gasoil. No tenemos suficiente autonomía para llegar a<br />

Portugal. Además, no tenemos comida, y muy poca agua.<br />

—Bueno, solo es una cuestión de repostar antes de salir.<br />

—Eso ni lo sueñes, la Guardia Civil está atenta en los puertos y no son<br />

estúpidos, la mayoría de las veces se enteran de todo pero hacen la vista gorda,<br />

pero lo que no soportan es que los chuleen.<br />

— ¿Y en otro puerto de la Ría?<br />

—Yo en esta Ría no pararía, aquí todos están enterados. Ademas, por la noche<br />

la Guardia Civil es cuando más patrulla de forma coordinada.<br />

— ¿Y las siguientes Rías?<br />

—La siguiente Ría es la de Pontevedra, con puertos cercanos como Portonovo<br />

y en frente Boeu. Después esta la Ría de Vigo, con puertos como Cangas o Bayona<br />

y justo en la frontera, antes de la desembocadura del Miño, el puerto de La<br />

Guardia.<br />

—Se supone que la Guardia Civil solo viene a investigar y precintar mañana, no<br />

creo que se pongan a buscarnos esta noche por todas las Rías.<br />

—Sí, así debería ser, hasta mañana no se darán cuenta que nos hemos ido.<br />

—Bueno, entonces esta todo solucionado, navegamos de noche y llegamos a<br />

uno de esos puertos podemos cargar todo lo que necesitemos en una hora y<br />

después, seguimos navegando.<br />

—Podría ser, pero hay que esperar, a que habrán por la mañana un puerto<br />

deportivo, donde no levantemos sospechas. Si intentamos repostar en uno de<br />

pesca, además, de negarnos el repostaje seguro que dan algún aviso.<br />

—Entonces tenemos que escoger el que esté más lejos de aquí y más cercano<br />

a Portugal.<br />

—Ese puerto está en La Guardia, situado junto a la frontera, que es la<br />

desembocadura del río niño, pero no lo aconsejo. Tenemos más posibilidades de<br />

— 90 —


pasar desapercibidos en Bayona, es una Villa muy turística mientras que La<br />

Guardia es mucho más pequeña y solo dedicada a la pesca.<br />

—Vale entonces. <strong>El</strong> puerto de Bayona es perfecto. ¿Llegaremos con el gasoil<br />

que nos queda?<br />

—Sí, no hay problema.<br />

Así, con todas las prisas y con este precario plan, decidieron salir cuanto antes.<br />

Bajo los efectos de la excitación, siguieron las instrucciones de Marcelo y<br />

metieron ropa en varias bolsas de deportes, llenando otras bolsas con todo el<br />

equipo electrónico portátil. En media hora de frenética actividad tenían todo listo.<br />

Marcelo se dedicó a hacer algunas llamadas que Carlos y Altaha fueron<br />

incapaces de entender, pues hablaba en gallego muy rápido y cerrado.<br />

Llegaron al galpón en el coche con todo el equipaje, metieron el coche en el<br />

patio y cerraron la puerta. Ya en el Albatros se dedicaron a estivar todas las bolsas<br />

y paquetes. Aprovechando que el Albatros estaba en el remolque, Marcelo, con<br />

un disolvente, borró toda la matricula. Así, al menos no los podrian acusar de<br />

llevar matricula falsa.<br />

A las dos de la mañana estaban listos para salir. Bajaron el Albatros por la<br />

rampa hasta el mar sin encender ninguna luz, solo ayudados por la claridad que<br />

reflejaban las luces de las farolas y los edificios lejanos.<br />

A diferencia de las anteriores ocasiones, ahora se sentían como fugitivos. <strong>El</strong><br />

corazón les palpitaba rápidamente, mientras miraban a su alrededor para analizar<br />

cualquier luz sospechosa tanto en las carreteras como en el mar.<br />

Encendieron el motor y lo pusieron al régimen más bajo, pero el suave<br />

ronroneo de los otros días, ahora se les antojaba como un ruido infernal que se<br />

oía a cientos de metros en el silencio de la noche. Mirando hacia todos los lados,<br />

comenzaron a avanzar despacio desde la ensenada de Rianxo hacia el centro de la<br />

Ría. A esas horas también estaban saliendo a faenar muchos barcos, lo que<br />

suponía una ventaja para pasar desapercibidos. <strong>El</strong> casco negro resultaba un<br />

camuflaje perfecto para la noche y el mar; aunque en ese momento estaban tan<br />

cerca de la costa, que con todas las luces se veía perfectamente la silueta del<br />

Albatros.<br />

Marcelo salió a cubierta, notaron algunos ruidos en el techo y, después de<br />

cinco minutos, volvió a entrar.<br />

— ¿Qué has hecho fuera? –le preguntaron con curiosidad.<br />

—He puesto luces de navegación, una luz blanca arriba y otra verde y roja<br />

para babor y estribor.<br />

— ¿Pero así nos van a ver?, ¿No sería mejor confundirnos en la noche?<br />

— 91 —


—La Guardia Civil nos puede localizar fácilmente con el radar o con las<br />

cámaras térmicas, y entonces si ven que vamos sin luces, sí que seremos<br />

sospechosos. Con luces pareceremos un pesquero.<br />

Tenían prisa por alejarse cuanto antes y Altaha incremento la velocidad hasta<br />

doce nudos.<br />

Marcelo miró la velocidad en indicador del GPS.<br />

—Vamos muy rápidos, reduce la velocidad a siete nudos.<br />

—Pero eso es muy despacio.<br />

—Exacto, debemos parecer un pequeño pesquero que no quiere gastar<br />

combustible.<br />

—Pues no lo entiendo, seremos más visibles con las luces e iremos lentos. Se<br />

lo estamos poniendo demasiado fácil, así tendrán más tiempo para localizarnos.<br />

—La SVA y la Guardia Civil, no perderán el tiempo con lo que creen que es un<br />

pesquero. Ahora están lejos, en el norte, justo en el otro extremo a la salida de la<br />

Ría, buscando una descarga de droga en las playas de Corroubedo.<br />

— ¿Cómo lo sabes?<br />

—He llamado a varios amigos y van a montar una distracción para atraer a la<br />

Guardia Civil y a la SVA, así que concentraran en esa zona todos los medios. Solo si<br />

descubren un barco que va rápido y sin luces será sospechoso.<br />

— ¿Tienes amigos contrabandistas?<br />

—No, son solo pescadores y mariscadores. De vez en cuando capturan algún<br />

marisco ilegal, pero no trapichean con droga. Me están haciendo un favor, cuando<br />

comiencen a mover sus lanchas a toda velocidad hacia mar abierto y hacia tierra,<br />

atraerán toda la atención. La Guardia Civil tiene tan pocos efectivos que solo<br />

podrá cubrir la zona norte.<br />

Carlos se quedó pensando que si un sencillo marinero como Marcelo sabía<br />

cómo distraer a la Guardia Civil, que no serían capaces de hacer los<br />

contrabandistas.<br />

Marcelo se acercó al puesto del timón donde estaba Altaha.<br />

—Déjame llevarlo a mí.<br />

—Te recuerdo que yo lo manejo mejor que tú –le replicó Altaha muy<br />

orgullosa.<br />

— Es de noche y vamos a pegarnos a la costa donde hay muchas piedras por<br />

delante que no conoces. Y además ya sabes lo que dice el refrán “a barco nuevo<br />

capitán viejo”.<br />

Marcelo comprobaba como iba todo con la radio, cruzando conversaciones<br />

cortas y muy rápidas, hablando en un gallego muy cerrado imposible de descifrar.<br />

— 92 —


Así que daba igual que la Guardia Civil o la SVA los oyesen, no lograrían entender<br />

nada.<br />

Altaha y Carlos nunca habían navegado de noche y estaban desconcertados.<br />

No se apreciaba la costa ni las montañas, sino solo puntos de luz que marcaban<br />

los pueblos, en el mar no se veía ningún barco, solo alguna luz blanca, roja o<br />

verde. <strong>El</strong> GPS le servía de gran ayuda, pues les indicaban donde estaban pero no<br />

donde estaban ni los otros barcos, ni las bateas ni las piedras. Para eso<br />

necesitarían un radar, que evidentemente no tenían.<br />

Marcelo les explicó, que aunque en el mar solo se utilizan tres colores de luces<br />

roja, verde y blanca, las diversas combinaciones de estas luces indican desde que<br />

tipo de barco es hasta en qué dirección está navegando. Les dejó un manual de<br />

luces para que aprendiesen a identificar barcos.<br />

Altaha y Carlos, se dedicaron a analizar todas las luces que veían. En ocasiones<br />

sus equivocaciones eran simpáticas, como cuando indicaron a Marcelo muy<br />

asuntados que tenían un barco a babor navegando hacia ellos, pues se veían la luz<br />

roja y la blanca. Marcelo muy tranquilo les dijo que no existía ningún peligro de<br />

abordaje, pues la luz roja indicaba la entrada a un puerto y la blanca una farola en<br />

tierra.<br />

Las bateas que de día se veían perfectamente ahora permanecían totalmente<br />

oscuras, y solo cuando se pasaba muy cerca mostraban su reducida silueta como<br />

fantasmales barcos semi-hundidos. Marcelo dirigía el barco con total seguridad,<br />

como si estuviese paseando por el centro de la calle de su pueblo y transmitía esa<br />

tranquilidad a Carlos y Altaha que confiaban plenamente en lo que estaba<br />

haciendo.<br />

Así siguieron navegando en dirección sur oeste hacia la salida de la Ría. Al<br />

llegar a la península del Grove, cambiaron del rumbo hacia el sur, para seguir<br />

paralelos a la costa. Vieron una playa grande de más de un kilómetro de longitud<br />

que Marcelo señalo como La lanzada, una de las más conocidas de esa zona,<br />

sobre todo por el viento y las olas para practicar surf.<br />

Pasaron por la entrada de la Ría de Pontevedra, que mostraba todos los<br />

pequeños pueblos pesqueros, ahora abarrotados de turistas, con todas las luces,<br />

destacaba a unas millas Portonovo y Sanjenjo. <strong>El</strong> primero significaba literalmente<br />

puerto nuevo y el segundo hacía referencia al santo san jinés, que se había<br />

convertido en uno de los centros turísticos con más fama de Galicia.<br />

A las cuatro de la mañana, el sueño comenzó a hacer mella, y Marcelo sacó un<br />

termo con un café, que previsoramente había preparado antes de salir.<br />

Siguieron navegando dejando atrás la Ría de Pontevedra y cruzando por la<br />

llamada costa de la vela por el cabo home, para entrar en la ensenada de la Ría de<br />

— 93 —


Vigo con su inmenso puerto de mercancías. Pasaron por delante de las islas Cíes y<br />

cuando las dejaron atrás comenzó a amanecer. La luz desde el este iluminaba las<br />

islas, y Marcelo les señaló una playa en la isas Cíes, se trataba de la playa de<br />

Rodas, considerada como una de las mejores playas del mundo; con el atractivo<br />

añadido que, como la islas son un parque natural, está totalmente prohibida la<br />

pesca, por lo que los peces nadan muy cerca de la orilla.<br />

Altaha y Carlos estaban como hipnotizados viendo el amanecer. En el mar, el<br />

horizonte se une con el aguar, sin obstaculos y la dispersión de luz es mucho más<br />

suave y homogénea.<br />

—Abrigaros —les aconsejó Marcelo.<br />

Altaha señalo el horizonte entre las montañas.<br />

—No hace falta ya está saliendo el sol.<br />

—Estas confundida. <strong>El</strong> orto, es el momento más frío, ahora estamos viendo la<br />

luz que se refleja en la atmosfera, pero los rayos de sol aun no nos dan por lo que<br />

la temperatura sigue bajando. Así el momento más frío de la noche es media hora<br />

después del amanecer.<br />

—Curioso.<br />

— No tanto, lo contrario también sucede cuando hace calor, el sol cae con<br />

mayor verticalidad a las doce de la mañana pero como la atmosfera se sigue<br />

calentando en realidad el momento de máximo calor es dos horas después, con<br />

los cambios de horario incrementan dos horas en nuestro horario de verano por<br />

eso sobre las cuatro de la tarde es cuando hace más calor.<br />

—Tienes razón, nunca caí en eso.<br />

—Eso es un efecto diario por la rotación de la tierra, pero a nivel anual, por la<br />

inclinación de tierra respecto al giro alrededor del sol, pasa lo mismo. Es en el<br />

veintiuno de junio en San Juan cuando se alcanza el solsticio de verano, pero es<br />

en agosto cuando hace más calor.<br />

— Pues mira que bien –comentó con cierta ironía Altaha- nos hemos ahorrado<br />

una enciclopedia contigo.<br />

Carlos se mostraba más atento a las explicaciones.<br />

—No me coinciden los datos, un mes es mucha más diferencia que una o dos<br />

horas.<br />

—En realidad se mantiene la proporción, dos horas en veinticuatro que tiene<br />

el día, es lo mismo que un mes en doce respecto al año.<br />

Carlos asintío con la cabeza, dándose cuenta de lo acertado de ese<br />

razonamiento.<br />

Marcelo le señalo unas pequeñas islas que se encontraban justo delante de<br />

ellos. Les explico que irían por el camino más corto hacia Bayona, atravesando<br />

— 94 —


esas islas llamadas Stelas, no se trataba de un pasó fácil pues las cartas indicaban<br />

poca profundidad; Pero Marcelo conocía la zona y pasarían entre tierra, donde<br />

destacaba llamado monte ferro y las primera isla. <strong>El</strong> reducido calado de un<br />

pequeño barco no daba problemas, sobre todo si se conocía donde estaban las<br />

piedras, la clave esta precisión es pasar pegado a las primeras islas y no por el<br />

medio del canal.<br />

Desde ahí se veía toda la ensenada de Bayona de una milla de diámetro<br />

cerrada por tres cuartas partes formando la imagen de una concha. A babor se<br />

mostraba una gran playa llamada playa América, en frente estaba la villa de<br />

Bayona y a estribor se alzaba un montículo no muy alto. Marcelo les explicó que<br />

en ese montículo estaba situada la fortaleza Monte Real de Bayona.<br />

Altaha, aunque vio el montículo, no le pareció muy alto en proporción al resto<br />

de las montañas. Y tampoco destacaban más que por algunas luces.<br />

—No se ve gran cosa. No parece tener mucha importancia.<br />

—Eso, que tú dices que no tiene importancia, ha sido el pedazo de tierra más<br />

disputado en Galicia en los últimos dos mil años.<br />

— ¿En serio?<br />

—Sí.<br />

—Cuéntanos más.<br />

Así Marcelo mientras navegaban con el amanecer les contó la historia de<br />

Bayona.<br />

Les explicó que en la antigüedad como los barcos navegaban esencialmente a<br />

vela, las Rías profundas resultaban más incómodas para entrar y salir, por lo que<br />

las ensenadas protegidas como la de Bayona, se convertían en un puerto natural<br />

perfecto. Se completaba con una península que se elevaba, creando de esta<br />

forma una fortaleza natural fácil de defender.<br />

La primera referencia histórica apareció bajo el nombre de Abobriga fundada<br />

en el año ciento cuarenta antes de Jesucristo por Diomenes de Etolia. Lo que no<br />

se sabe es que hacían los griegos creando ciudades en lugares tan alejadas. Pero<br />

debió ser un puerto de mercancías porque no se sabe nada más.<br />

Las siguientes noticias llegaron con los romanos, que expulsan de la península<br />

ibérica a los cartagineses. Pero los Gallegos como no estaban muy contentos con<br />

esta invasión se alzaron contra ellos. Así que los romanos, en el ciento cincuenta<br />

antes de Jesucristo enviaron a un tal cónsul Flavio Serviliano, que llega hasta aquí<br />

y sitia los rebeldes que se refugian en la península que forma la fortaleza. Por<br />

suerte en España como líder de lucha contra los romanos estaba Viriato y acude a<br />

ayuda entrando por el mar con su ejército, acorrala a los romanos entre la<br />

montaña y la bahía liberando a la población. Sobre la valentía de los habitantes ha<br />

— 95 —


quedado una cita de los sitiados; "nuestros padres no nos dejaron oro y plata para<br />

comprar la libertad, sino hierro para defenderla". Pero, la historia es la historia, y<br />

el final los romanos hacen imponer su peso y toda la península queda en sus<br />

manos, incluidos los irreductibles herminios de las islas Cíes, que ante la presencia<br />

de Julio Cesar, en el año sesenta antes de Jesucristo, optaron por rendirse.<br />

Con la caída del imperio Romano, en el año 587 Bayona es conquistada por el<br />

rey visigodo Recaredo. La tranquilidad duró doscientos años, lo que tardó en ser<br />

tomada en los años 730 por los árabes cuando conquistaron la península. Por<br />

suerte para Bayona, Galicia se encontraba muy alejada y difícil de defender, por lo<br />

que rápidamente es reconquistada por Rey Alfonso I de Asturias en el 740.<br />

Aunque la cosa no quedo así, pues unos siglos después en el 997, el rey<br />

Almanzor consigue conquistar la Villa, por surte solo se trató de una Razia y<br />

voluntariamente la abandona volviendo a manos cristianas.<br />

Bayona, hasta ese momento, es solo un peño pueblo. En el año de 1201 el rey<br />

Alfonso IX de León firmó en las islas Cíes una Carta Puebla por la que otorgaba a<br />

Erizana el nombre de Bayona y concedía a sus habitantes importantes fueros y<br />

privilegios para el comercio marítimo. De esta manera, dejaba de depender del<br />

señorío del monasterio de Oia, que está al sur a unos diez kilómetros. Digamos<br />

que adquirió su propia identidad como ciudad.<br />

Bayona seguía estando en el punto de mira de todos los países, así en 1331,<br />

durante la guerra entre los reinos de Castilla y Portugal, fue atacado por la flota<br />

dirigida por el almirante portugués Pezaña, lo que provocó en la Villa enormes<br />

destrozos. Cuatro décadas más tarde, en 1370, Fernando I de Portugal, fija su<br />

residencia en la fortaleza de Monte Boi, hasta que es derrotado por las tropas<br />

castellanas.<br />

Solo unos años más tarde, estuvo a punto de pasar a manos inglesas. Las hijas<br />

de Pedro I, se casaron con los británicos duque de Lacaster y el duque de York, y<br />

reivindicaron la corona de Castilla como legitimas herederas. Esto condujo a una<br />

guerra en la cual el duque de Lancaster, se alía con los portugueses conquistando<br />

toda Galicia. La cuestión se arregló entre reyes y los matrimonios entre los hijos,<br />

así que se retiró de Galicia firmándose la paz en Bayona en el 1388, por lo que<br />

siguió en manos españolas.<br />

Bayona seguía siendo un buen enclave estratégico pero un pequeño puerto.<br />

Esto cambió a partir de 1425, cuando el rey Juan II decide que A Coruña y Bayona<br />

sean los únicos puertos gallegos para exportar o importar mercancías. Este<br />

privilegio le hace crecer como un gran puerto. Aunque no se trató de un capricho<br />

especial del rey por esta villa, sino que sencillamente querían recaudar impuestos<br />

y así con pocos puertos resultaba más sencillo el control de aduanas.<br />

— 96 —


Pero las ansias de su conquista no solo fueron de los extranjeros, una<br />

revolución de los hidalgos contra los abusos de la nobleza, en el año 1474,<br />

llamada alzamiento de los hirmandiños, hizo que gran parte de Galicia, incluida<br />

Bayona, se declarase independiente de los reyes de Castilla; cayendo en manos<br />

del noble Pedro Álvarez de Soutomaior, más conocido como Pedro Madruga. Un<br />

año más tarde, los habitantes de Bayona toman partido por Alfonso V, rey de<br />

Portugal, en su lucha contra los Reyes Católicos. Finalmente, tras un prolongado<br />

asedio, el monarca y los baioneses, resguardados en la fortaleza de Monte Boi,<br />

deciden rendirse. Cuatro años más tarde, en 1478 Pedro Madruga, en conflicto<br />

con el Rey volvió a intentar cercar sus murallas en, pero se vio obligado a desistir<br />

ante las fuerzas reales.<br />

Curiosamente la fecha que más se recuerda en Bayona, no proviene de<br />

ninguna guerra; el 1 de marzo de 1493 ese día arribó a su puerto la Carabela<br />

Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón y pilotada por Diego Sarmiento,<br />

natural de esta comarca. Bayona se convertía así, en el primer pueblo de Europa<br />

en tener noticia del descubrimiento de América, pues Colon con la niña llego a<br />

Lisboa tres días más tarde el 4 de marzo. En 1497, los Reyes Católicos concedieron<br />

a los habitantes de Bayona <strong>numero</strong>sos privilegios y les ordenaron vivir, en<br />

previsión de las invasiones extranjeras, dentro del recinto de la fortaleza de<br />

Monte Boi, que a partir de entonces tomaría el nombre de Monte Real,<br />

concediendo a Bayona los títulos de Noble y Leal Villa.<br />

La villa crecía y seguía siendo atractiva para su conquista, lo que dio lugar a un<br />

episodio bastante heroico. Sucedió en 1585, cuando el famoso pirata inglés<br />

Francis Drake, al mando de una flota y mil quinientos hombres, ataca la fortaleza.<br />

La población de la comarca, ordenada por el entonces conde de Gondomar, Diego<br />

Sarmiento de Acuña, se refugian en la fortaleza dispuestos a defenderse. Tal<br />

voluntad mostraron los defensores que Drake tuvo que retirarse y desembarca en<br />

Vigo, en ese momento solo una aldea. Los vecinos de Bayona van corriendo a<br />

ayudarlos y entre todos logran echar a los piratas al mar.<br />

Los siglos XVII y XVIII fueron también tiempos de asedio constante. Bayona<br />

como puerto principal del sur de Galicia y norte de Portugal, fue reforzado en su<br />

fortaleza en varias ocasiones convirtiendose en un puerto casi imposible de<br />

conquistar.<br />

La última conquista a manos extranjeras sucede en 1808, cuando Napoleón<br />

entra en España.<br />

En 1843 con las guerras carlistas, funcionaron por última vez los cañones de<br />

Monterreal cuando el general Iríarte intentó sin éxito apoderarse de la fortaleza.<br />

Y ya sin sentido de defensa, en 1.859 pierde la condición de fortaleza militar. Y<br />

— 97 —


con eso se acaba la historia militar y a partir de ahí solo se dedicaron a la pesca y<br />

en los últimos treinta años al turismo.<br />

Así Marcelo contó a su manera la historia de Bayona y su fortaleza. Altaha<br />

estaba asombrada por la cantidad de datos que recordaba.<br />

— ¡Increíble! ¿Pero todo lo que nos has contado es verdad o te lo has<br />

inventado?<br />

—Eso es lo que he leído, imagino que será verdad sino no lo deberían haber<br />

escrito. Aunque ya sabéis eso, que la historia la escriben los vencedores.<br />

—Hay que ser justo contigo, tenías razón sobre la importancia de la fortaleza.<br />

Ya se podían ver a lo lejos los barcos atracados y fondeados como pequeños<br />

puntos pegados a tierra.<br />

— ¿Cuánto tardaremos en llegar? –preguntó Carlos.<br />

—Unos quince minutos. Tenemos que prepararnos para intentar pasar<br />

desapercibidos.<br />

Se fue a buscar algo en una de sus bolsas y sacó una bandera inglesa de<br />

mediano tamaño y una española pequeña de unos veinte centímetros. Marcelo, la<br />

primera la puso en la popa con la segunda en un pequeño enganche que<br />

acondiciono en la parte alta del techo.<br />

Les explicó que mostrando la bandera de Reino Unido aparentarían ser un<br />

barco inglés. Si bien al llegar a los puertos, todo barco debe de izar la bandera del<br />

país donde esta como señal de respeto y sometimiento a sus leyes de ahí la<br />

bandera española. Así aunque atrajesen la atención nadie les pediría<br />

explicaciones por lo extraño del diseño. Para mantener el engaño acordaron que<br />

Carlos, que hablaba inglés perfectamente, se haría pasar por inglés; Marcelo por<br />

un marinero local que les estaba guiando por la zona; y Altaha mejor que no<br />

hablase, pues con su marcado acento ni aunque hablase swahili podría disimular<br />

su origen canario; además con lo que solía “largar” le resultaría difícil que no le<br />

contase toda su vida al primero que se encontrase.<br />

La luz del amanecer iluminando desde la montañas la rada de Bayona<br />

resultaba magnífica, con unos tonos cálidos y brillantes y todo el mar en calma<br />

,como si fuese un espejo, reflejaba la imagen de toda la villa. Cayeron a estribor<br />

hacia la fortaleza, ya más cerca, comprobaron como todo el monte está rodeado<br />

por una muralla que llegaba hasta muy pocos metros del agua, donde se<br />

encontraba el club náutico.<br />

Según navegaban paralelos a la costa para entrar en el puerto vieron como<br />

una embarcación de diseño muy antiguo.<br />

Marcelo les explicó que reproducía fielmente la Carabela Pinta, aunque no<br />

salía a navegar, tan solo se utilizaba para ser visitada por los turistas.<br />

— 98 —


Llegaron hasta el club náutico con un plan muy sencillo; Hacerse notar lo<br />

menos posible, esperar a que abriesen las tiendas para comprar algunas<br />

provisiones, cargar Gasoil y salir cuanto antes.<br />

Para mantener la máxima discreción decidieron atracar en el pantalón más<br />

alejado del club. No apareció ninguno de los marineros que suelen estar<br />

pendientes para la ayudar a las embarcaciones en al atraque. No les extrañó pues<br />

por la noche tan solo quedaba un marinero de guardia que estaría en las oficinas<br />

con la emisora y el teléfono para atender las emergencias. Recorrieron todo el<br />

pantalán hasta llegar a las instalaciones del club. Estas les resultaron curiosas,<br />

pues aunque los pantalanes eran muy grandes, las instalaciones del club náutico<br />

resultaban relativamente pequeñas, pues estaban construidas justamente en un<br />

baluarte defensivo antiguo con poco espacio entre la muralla y el mar. <strong>El</strong> edificio<br />

del club en medio del baluarte, solo tenía cincuenta años, si bien lo construyeron<br />

en piedra y de una sola planta para no destacar sobre la histórica arquitectura.<br />

<strong>El</strong> vigilante nocturno, cercano a finalizar su turno, no les prestó mucha<br />

atención cuando se presentaron en las oficinas. Marcelo le explico en gallego que<br />

venía de Sanjenjo con unos “guiris” muy perdidos y que solo querían cargar gasoil<br />

y provisiones. Con estas explicaciones, el vigilante perdió definitivamente el poco<br />

interés que tenía, pues solo deseaba acabar el turno e irse a dormir, además,<br />

como haciéndole un favor entre gallegos, le dijo que no le cobraría si solo estaban<br />

unas horas. También les ofreció el poder utilizar las instalaciones del club social<br />

para darse una ducha.<br />

<strong>El</strong> vigilante le comentó con orgullo, que el club de yates llamado Monterreal<br />

club de yates de Bayona, aunque de reciente creación en 1960, alcanzó en estos<br />

años un gran reconocimiento al organizar <strong>numero</strong>sas regatas de prestigio. Fama<br />

que se incrementó cuando presento como club el desafío como copa América.<br />

Después de darse una ducha, les apetecía desayunar, pero como a esa hora<br />

aún no estaba abierta la cafetería del club, decidieron ir a desayunar al parador<br />

nacional, que se encontraba por una carretera a unos quinientos metros en lo alto<br />

de la fortaleza. Salieron del club que estaba pegado a la muralla y cogieron el<br />

único camino de acceso, por la carretera que atravesaba las puertas originales de<br />

la muralla. Avanzaron entre dos murallas y llegaron hasta otra puerta que en<br />

realidad formaba una y complejo de doble puerta. Con este sistema de defensa<br />

aunque un enemigo lograse pasar la primera puerta, se encontraría encerrado<br />

entre dos murallas y con una segunda puerta infranqueable por delante. Así en<br />

esa encerrona serían masacrados si no se retiraban rapidamente.<br />

Mientras caminaban entre esos muros con siglos de historia, casi podían sentir<br />

los asaltos que Marcelo les relató. Atravesaron la segunda puerta consistente en<br />

— 99 —


una verja vertical, que tenía la ventaja de cerrarse rápidamente y poder disparar a<br />

través de ella.<br />

Siguieron subiendo, y ya dentro de las murallas y al llegar arriba dejaron un<br />

edificio de piedra a la derecha junto una batería de antiguos cañones y una capilla<br />

a la izquierda, y a unos cien metros vieron el edificio del parador.<br />

Del castillo, que se ubicó en su día en esos cimientos, ya no quedaba nada; en<br />

su lugar se construyó el parador, realizado íntegramente en piedra, por lo que se<br />

integraba perfectamente dentro del recinto amurallado.<br />

Entraron e y llegaron a un claustro, acedieron a la cafetería con su terraza,<br />

donde se disfrutaba de unas vistas admirables de toda la Bayona.<br />

Después de disfrutar del desayuno con esas excelentes vistas, se dieron<br />

cuenta que aún eran las ocho y media y que la tiendas no estarían abiertas.<br />

Decidieron dar una vuelta por el perímetro de la fortaleza siguiendo sus murallas.<br />

En la recepción les dieron un folleto con unos breves detalles sobre la fortaleza.<br />

Así, mientras circunvalaban toda la muralla por su parte superior completando<br />

un perímetro de unos tres kilómetros, fueron reconocimiento las diferentes<br />

edificaciones que la jalonaban.<br />

Comenzaron por ver la torre más antigua que es la Torre del Príncipe, del siglo<br />

XV. Esta torre fue un antiguo faro guía de navegantes y en él estuvo preso el<br />

Infante Alfonso Enríquez de Portugal en 1173 de ahí su nombre. La Torre del Reloj<br />

es del siglo XVI, debe su nombre al reloj que poseía. Esta torre está orientada<br />

hacia tierra, y se usaba para avisar de los ataques que procedían del mar,<br />

haciendo sonar la campana que tenía en su alto, para que todas las iglesias del Val<br />

Miñor tocaran sus campanas avisando de los peligros. La Torre de la Tenaza,<br />

dirigida hacia la bahía de Bayona, fue construida en tiempos de los Reyes<br />

Católicos en el siglo XVI. Cumplió funciones de mazmorra y polvorín.<br />

Pero lo que más les impresiono fueron el conjunto de murallas, baterías y<br />

baluartes; En Baluarte del Puente se pueden ver 15 troneras con dos del revés<br />

batiendo a la puerta principal. La Batería de la puerta de San Antón se encargaba<br />

de la defensa del interior del puerto y parte de la entrada. La Batería de Santiago<br />

está formada por tres cañoneras apuntando hacia el mar y la de las herrerías por<br />

seis cañoneras encargadas de defender el istmo que forma el monte con la parte<br />

de tierra.<br />

Dado que la fortaleza se fue construyendo en diferentes épocas, la<br />

fortificación reflejaba cada estilo, desde los muros verticales típicos de la edad<br />

media, hasta las estructura en fleja con muro inclinado, típicas del renacimiento<br />

para defenderse contra los ataques de los cañones.<br />

— 100 —


Cuando acabaron el recorrido, ya eran las nueve y cuarto. La ventaja de la<br />

ubicación de la península donde se ubica la fortaleza es que está justamente en<br />

medio de la villa de Bayona, aunque sería más preciso afirmar que la villa creció<br />

junto a la fortaleza. <strong>El</strong> vigilante de la entrada les indicó donde podían encontrar<br />

un supermercado, que realmente estaba muy cerca.<br />

Aunque, inicialmente solo pensaban comprar agua, leche zumos y algunos<br />

alimentos. Marcelo insistió en comprar bastantes más, pues aunque estuviesen<br />

en los puertos siempre les vendría bien disponer de comida a bordo.<br />

Cuando salieron cargados con las bolsas, Marcelo andaba buscando una<br />

pequeña bombona de butano para la cocina del barco, pero le dijeron que la<br />

gasolinera donde las vendían estaba a casi un kilómetro. Lo sopesaron, pero<br />

teniendo en cuenta que llegarían a Oporto a última hora de la tarde, aguantarían<br />

perfectamente comiendo un bocadillo frio al medio día. Descartaron comprar la<br />

bombona en ese momento y con todas las compras regresaron al barco para salir<br />

cuanto antes.<br />

Estivaron en el Albatros rápidamente todas las provisiones; Después, llenaron<br />

el tanque de gasoil en el pantalón del club que disponía de su propio surtidor;<br />

ante la mirada de sorpresa del operario que preguntaba con curiosidad como<br />

podría tener un barco unas alas plegadas. Le medio engañaron explicándole que<br />

se trataba de un prototipo ecologista de una universidad inglesa.<br />

Cuando soltaron las amarras, salieron del puerto rodeando el malecón y toda<br />

la fortaleza Monterreal. Los tres la miraron con añoranza, en esa breve estancia<br />

vivieron su historia. Ahora comprendían el aprecio que Marcelo le tenía por esa<br />

península fortificada.<br />

Para salir hacia Portugal deberían de doblar el cabo Silleiro antes de tomar<br />

rumbo al sur, si bien Marcelo indicó que no pusieran rumbo directo al cabo<br />

Silleiro pues conocía que la formación rocosa de ese cabo se extendía en el mar<br />

formando unos bajos peligrosos, por lo que debían permanecer alejados de las<br />

rocas. Una vez que se conocía ese detalle, solo se tenían que fijar en una boya a<br />

media milla de la costa, que marcaba la ubicación de la zona de seguridad donde<br />

se podía virar sin peligro.<br />

Despues de un par de horas navegando, ya estaban atravesando la<br />

desembocadura del río Miño, que marcaba la frontera entre España y Portugal.<br />

Hasta el momento no habían divisado ninguna patrulla de la Guardia Civil y a<br />

partir de ese momento ya estaban en aguas jurisdiccionales portuguesas por lo<br />

que podían estar tranquilos.<br />

— 101 —


<strong>El</strong> Albatros mantenía el rumbo con el piloto automático, así que en realidad no<br />

les exigía estar pendientes del rumbo; de todas formas Marcelo insistía en que<br />

siempre estuviese uno de guardia mirando por proa y cuidando por el través por<br />

si aparecía un barco con peligro de abordaje. Tuvo que aclararle a Altaha que eso<br />

de abordaje no tenía nada que ver con los piratas, sino tan solo con la posibilidad<br />

de chocar con otro barco. Técnicamente hablando significa colocar borda con<br />

borda los barcos; los piratas realizaban esa maniobra para asaltar un barco, de ahí<br />

que se asocien los términos.<br />

Altaha, no entendía esa preocupación.<br />

—Pues a mí me parece un poco absurdo, estar preocupados mientras<br />

navegamos en la mitad del mar sin ningún barco cerca. Además, si nosotros no le<br />

vemos ellos seguros que nos ven y giraran.<br />

—Los barcos más grandes no viran, olvídate.<br />

— ¿Cómo que no giran?<br />

Marcelo se llevó las manos a la cabeza, en claro gesto de hacer acopio de<br />

paciencia.<br />

—Primero, lo único que gira en un barco son los tornillos o el motor, cuando<br />

un barco está cambiando de rumbo, se dice que está virando. Segundo, un barco<br />

grande vira tan lentamente, que en las distancias cortas no tiene sentido ni<br />

intentarlo. Así que mejor vete tú pendiente, sino el petrolero te pasará por<br />

encima.<br />

— ¿Seguro? ¿No me estarás tomando el pelo?<br />

—Como imagino que no te vas a leer los reglamentos marinos de navegación y<br />

abordaje, mejor léete una novela que se llama el cazador de barcos. Se trata de<br />

una pareja que iba despistada en un velero y el mayor petrolero del mundo les<br />

pasa por encima y muere la mujer. <strong>El</strong> hombre coge un cabreo descomunal y solo<br />

piensa en hundirlo. Un poco exagerada, pero bastante entretenida.<br />

—Que romántico. Si nos pasa eso, seguro que tú perseguirías al barco para<br />

hundirlo.<br />

—Seguro que lo perseguiría, pero para darle las gracias por librarnos de ti.<br />

Altaha tocó el brazo de Carlos.<br />

— ¿Has oído a Marcelo? Si no fuese porque sabemos que carece de sentido<br />

del humor, juraría que ha intentado hacer una gracia.<br />

Carlos, cansado por estar toda la noche sin dormir, permanecía con los ojos<br />

cerrados medio adormitado, e hizo un gesto con la mano indicando que no lo<br />

molestasen con tonterías.<br />

— 102 —


No había transcurrido ni una hora, cuando Altaha y Marcelo vieron un barco a<br />

unas cinco millas por estribor hacia mar abierto. A pesar de la distancia se<br />

apreciaba perfectamente que se trataba de un barco de pasajeros con sus<br />

puentes llenos de balcones de los camarotes.<br />

—Parece grande –comentó Altaha.<br />

—Sin duda –respondió Marcelo-, está lejos y se ve bien.<br />

—Bueno, no será el Titanic, pero desde luego si es enorme.<br />

—Es mucho más grande que el Titanic.<br />

— ¿Pero el Titanic no es el barco más grande que ha existido?<br />

—Ni de lejos. En 1912, cuando se botó, si fue el más grande de pasajeros, pero<br />

ahora ni de broma.<br />

— ¿Seguro?<br />

—Pues claro. <strong>El</strong> Titanic parecía grande para los criterios de la época, pero no<br />

para los actuales. Desplazaba unas cincuenta mil toneladas, y ese que ves ahí,<br />

debe desplazar, así a ojo, entre las ciento veinte y ciento cincuenta mil toneladas.<br />

— ¿Entonces ese debe de ser el barco más grande del mundo?<br />

—En realidad no. Aunque en eso de tamaños también depende del tipo, hay<br />

mucha diferencia entre los de guerra, de pasaje y de mercancías.<br />

Carlos estaba muy interesado en estas cuestiones técnicas, y salió de su<br />

letargo, pidiendo explicaciones a Marcelo, sobre cuáles eran esas diferencias<br />

según los tipos de barcos.<br />

—Los de pasajeros –explicó Marcelo-, se caracterizan por que tienen mucho<br />

espacio vacío, como los camarotes o salas, por lo que en realidad pesan<br />

relativamente poco y calan pocos metros en proporción a su altura. Se<br />

caracterizan por ser altos, pues el turista les gusta tener camarotes con vistas. En<br />

este sentido, digamos que hasta hace unos años, el título de más grande lo<br />

ostentaba el Queen Mary II con sus ciento cincuenta mil toneladas, trescientos<br />

cuarenta y cinco metros de eslora y unos dos mil seiscientos pasajeros. Pero<br />

últimamente se encuentra en construcción hoteles flotantes mucho mayores.<br />

Creo que acaban de botar el Génesis, con doscientas veinte mil toneladas,<br />

trescientos sesenta metros de eslora y cinco mil cuatrocientos pasajeros.<br />

—Pues no lo entiendo –dijo Altaha- tienen muchas más toneladas pero son<br />

casi igual de largos que los otros.<br />

—La eslora está limitada por la capacidad de los puertos, por eso no han<br />

crecido en longitud sino en altura, también han desplazado toda la cubierta hasta<br />

la proa para aprovechar el máximo de espacio.<br />

— ¿Imagino que los barcos de guerra serán aún mayores?<br />

— 103 —


—Curiosamente no, en realidad son más pequeños, a los marineros se les<br />

puede hacinar más que a los turistas. Entre los barcos de guerra con cañones, los<br />

llamados acorazados, el más grande fue el Yamato y Shinano de setenta y cuatro<br />

mil toneladas aunque este último lo acabaron convirtiendo en portaviones. En la<br />

actualidad el barco de guerra más gran es el portaviones de clase Nimiz con<br />

ochenta y nueve mil toneladas con trescientos treinta y cinco metros de eslora.<br />

— ¿Y los de mercancías?<br />

—Estos sin duda son los más grandes destacando los petroleros. <strong>El</strong> más grande<br />

fue uno construido en Japón en 1981; el Knock Nevis con el primer nombre<br />

Seawise Giant, tiene una eslora de cuatrocientos cincuenta y ocho metros con un<br />

peso máximo de seiscientas cincuenta mil toneladas. Con carga máxima, el casco<br />

se hunde casi veinticinco metros por debajo del nivel del mar, lo que hace<br />

imposible su navegación por el Canal de la Mancha y tampoco puede entrar en<br />

casi ningún puerto, por este motivo descargar el petróleo a distancia con boyas<br />

con oleoductos.<br />

—Que impresionante. ¿Y si tiene tantas limitaciones porque los construyeron?<br />

— Tuvieron su momento que fue con la guerra de árabe israelí del 1973,<br />

donde se dejó de circular en el canal de Suez, y los petroleros tenían que dar la<br />

vuelta a toda áfrica, por el cabo de buena esperanza. Por ese motivo compensaba<br />

un barco de gran desplazamiento.<br />

— ¿Entonces no ser harán barcos más grandes?<br />

—Bueno, está el tema de los canales y también de los puertos cuando más<br />

grande es un barco el transporte resulta más barato, pero a la vez necesita un<br />

puerto más especial. Aunque hoy el tamaño de los barcos, en su mayoría, esta<br />

limitada por las dimensiones admitidas por los dos canales principales el de Suez y<br />

el Panamá.<br />

— ¿Tan importante son?<br />

—Pues sí, tanto que ha definido dos clases de barcos conforme el máximo que<br />

puedan pasar por los canales; <strong>El</strong> tamaño de la clase Panamax está limitado a<br />

barcos de treinta y tres metros de anchura por trescientos veinte metros de<br />

longitud y doce metros de calado, así el tonelaje típico de un barco Panamax de<br />

carga ronda las sesenta y cinco mil toneladas. <strong>El</strong> tamaño de la clase Suez Max,<br />

está limitado a sesenta metros de anchura y veinte metros de calado, no tiene<br />

esclusas por lo que no hay limitación de longitud, los barcos suelen tener hasta<br />

ciento cincuenta mil toneladas.<br />

—Pues aunque no sean los más grandes, yo me quedo con los de pasajeros,<br />

son los más bonitos, y eso de ir de vacaciones en crucero tiene que ser una<br />

gozada.<br />

— 104 —


—Si, seguro, –apunto Marcelo con marcada ironía-, ahora está muy de moda<br />

eso de los cruceros, miles de personas les encanta estar ahí metidos, debe de ser<br />

que echan de menos el metro.<br />

—Me parece que tú odias los barcos de pasajeros.<br />

—No, no los odio, solo que no los comprendo. La gente de ciudad, no le gusta<br />

sentir el mar, ni el viento, lo que quieren es un hotel, que no se mueva y con aire<br />

acondicionado, incluso ahora los hacen con calles en su interior, porque ni<br />

siquiera les gusta pasear en cubierta; disfrutan del casino y haciendo cosas que<br />

podrían hacer en su propia ciudad. Para mí, todo eso no tiene ningún sentido, la<br />

mar es sentirla, es igual que la montaña si quieres disfrutarla hay que pasearla, si<br />

vas en un autobús al final no te enteras de nada.<br />

—Bueno, pero cada uno es cada uno, a veces es preferible tener alguna<br />

sensación que ninguna. Además, ¿Qué quieres que te diga? Lo bueno siempre<br />

agrada, si ahora me pones un camarote con vistas al mar, piscina, gimnasio<br />

comedor y mil cosas más, pues yo no lo dudo en cambiarme.<br />

—Pues me parece bien, cada cual feliz con lo suyo.<br />

Así acabo la conversación, que en ningún momento fue causa de una<br />

discusión, pues a Marcelo lo que hiciesen los demás le resultaba indiferente<br />

mientras que no se metiesen en su vida.<br />

— 105 —


UNA PRECIPITADA DECISIÓN<br />

Seguían navegando hacia sur paralelos a la costa, a unos dos millas, con olas<br />

de un metro suaves con un viento de noroeste, que acompañaban al Albatros en<br />

su marcha empujándolo por la aleta de estribor, por lo que prácticamente no se<br />

notaban las olas más que en suave ondulación.<br />

Lo malo de la costa portuguesa, es que casi no tiene abrigos, así que la única<br />

navegación que se puede realizar es paralela a tierra manteniendo una o dos<br />

millas por seguridad. A esa distancia de tierra los Móviles funcionaban<br />

perfectamente y Marcelo aprovechó para llamar a su familia, pues con todas las<br />

prisas no tuvo tiempo de despedirse ni decirle a donde iba. También aprovechó<br />

para indagar como fue todo con la Guardia Civil.<br />

Después de hablar cinco minutos. Se acercó a la cabina de control donde<br />

estaban Carlos y Altaha.<br />

—Tenemos problemas. La Guardia Civil, se ha cogido un cabreo descomunal<br />

por nuestra desaparición y nos andan buscando. Además, piensan que estamos<br />

metidos en la operación de desembarco que simularon ayer mis amigos. Y por si<br />

faltaba algo, algún gilipollas listillo cree que los "capos" han traído a un ingeniero<br />

y a una informática para diseñar y construir una lancha de último diseño. Total,<br />

que los mandos han hecho sonar la alarma hasta Madrid pensando que se está<br />

planeando algo gordo, así que también han ordenado al SVA para que nos<br />

busquen. Y por cierto, es lo último que nos puede filtrar mi <strong>primo</strong>, que la cosa, se<br />

ha puesto muy chunga y se está jugando el puesto.<br />

Carlos se rascó la oreja.<br />

—Bueno, después de todo que nos buscasen ya estaba previsto, así que nada<br />

ha cambiado.<br />

—Es mucho peor de lo que piensas. La Guardia Civil solo controla cerca de la<br />

costa y de dedica, digamos, a cuestiones locales, pero el SVA llega hasta las<br />

doscientas millas y con derecho a persecución fuera de estas. Además, están en<br />

contacto con el resto de las agencias de otros países así que también nos van a<br />

buscar por si estamos cerca.<br />

— ¿Y qué hacemos?<br />

—No lo sé, pero yo diría que es seguro que si seguimos navegando en este<br />

rumbo sur, nos van a localizar a pesar de estar en aguas portuguesas.<br />

—Podemos meternos en un puerto. He visto que el siguiente más grande es<br />

Viana do Castelo.<br />

— 106 —


—Ni de broma, ese precisamente fue el puerto a donde se fueron las lanchas<br />

de contrabando cuando las comenzaron a perseguir en Galicia. Será el primer<br />

lugar en donde nos buscaran. Creo que es mejor seguir como mínimo hasta<br />

Oporto.<br />

— ¿Y ahí estaremos seguros?<br />

—No lo sé. También nos pueden localizar fácilmente en esta travesía. <strong>El</strong><br />

problema es que esta costa es recta, prácticamente no hay donde esconderse.<br />

— Analicemos las opciones –dijo Carlos, dentro de su habitual pensamiento<br />

lógico-; si vamos al norte y regresamos nos cogen; al sur posiblemente nos<br />

localicen; en el este no hay puertos seguros, ¿Qué tenemos en el Oeste?<br />

—En el oeste solo está el océano atlántico.<br />

— ¿Solo océano? ¿Habrá una isla por aquí cerca?<br />

—Desde aquí las islas más cercanas son Azores y Madeira. Y están muy lejos.<br />

¿Cómo de lejos?<br />

—Así a ojo. Madeira a seiscientas millas y Las Azores a unas setecientas.<br />

— ¿Podríamos llegar con el Albatros?<br />

Marcelo se les quedo mirando con los ojos abiertos, mostrando un claro<br />

asombro por su pregunta.<br />

—Ni de coña. Es una travesía a mar abierto durante cuatro o cinco días.<br />

— ¿<strong>El</strong> Albatros no llegaría?<br />

—No lo sé, pero evidentemente vosotros no estáis preparados para esa<br />

travesía.<br />

A Carlos no se le desviaba fácilmente de una cuestión concreta, así que volvió<br />

a insistir.<br />

— ¿Pero el Albatros tendría resistencia y autonomía para llegar?<br />

Marcelo se encogió de hombros.<br />

—No lo sé. Ni lo había pensado. Hay que tener en cuenta muchas cosas.<br />

— ¿Como cuáles?<br />

—Empezando, con que si el barco es capaz de aguantar la travesía.<br />

— ¿Y el Albatros aguantaría?<br />

—Bueno, no es que sea muy marinero, pero flota bien y no filtra agua.<br />

—Eso es suficiente. ¿Qué más hace falta?<br />

—Está la autonomía.<br />

—Eso es fácil de calcular –se anticipó Carlos—. Si consumimos al máximo<br />

digamos diez litros a la hora y recorremos, diez nudos a la hora, tenemos en el<br />

depósito doscientos veinte litros, total tenemos para unas veinte y dos horas o<br />

doscientas veinte millas máximo. ¡Vaya, esto supone un problema! si la isla se<br />

encuentra a seiscientas millas no llegamos ni a la mitad de camino.<br />

— 107 —


—La autonomía no es un problema –aclaró Marcelo-. Esto es un velero, si<br />

vamos a vela y solo dejamos el motor para las encalmadas y emergencias, no<br />

tenemos ningún problema con la autonomía. Esa es la clave de los veleros,<br />

disponen de toda la autonomía que les dé el viento. Si mantenemos una media de<br />

siete nudos tardaríamos unas ochenta y cinco horas, redondeando unos cuatro<br />

días.<br />

Carlos se quedó convencido con el razonamiento y siguió indagando.<br />

— ¿Que más tenemos que considerar?<br />

—Pues algo muy importante, en una travesía de varios días, se necesita sobre<br />

todo agua. Veamos, tenemos unas veinte botellas de litro y medio, lo que hacen<br />

un total de treinta litros. Teniendo en cuenta que son necesarios tres litros por<br />

persona día y somos tres, tenemos para tres o cuatro días. Además, también<br />

tenemos ciento ochenta litros en el depósito, aunque mejor utilizar pastillas<br />

potabilizadoras. Para cuatro o días de navegación no deberíamos tener<br />

problemas.<br />

— ¿y comida? –le preguntó Carlos.<br />

—Ahí no nos cogen a los gallegos. Llevamos comida como para montar un<br />

bautizo.<br />

Carlos después de conocer cómo se las gastaban los gallegos en este aspecto,<br />

no dudó que tendrían comida de sobra.<br />

— ¿Y el tiempo?<br />

—Según el parte meteorológico con la previsión de una semana. Bien, nada<br />

especial. Aunque claro eso ya es el océano, o sea, que olas de uno a dos metros<br />

no nos las quita ni Dios.<br />

—Bien, Bien –comentó Carlos—, así que en definitiva el único problema que<br />

queda somos nosotros.<br />

—<strong>El</strong> único no, pero si el mayor.<br />

— ¿Por qué?<br />

—Sois de tierra.<br />

—Y eso que significa.<br />

—Pues que tenéis miedo al mar y no tenéis experiencia de navegación.<br />

Cuando dejéis de ver la tierra os pondréis nerviosos y cuando se haga de noche y<br />

venga la primera ola de través que rompa en el costado, querréis daros la vuelta<br />

inmediatamente. Eso sin contar, con que un barco tan pequeño y cerrado como<br />

este, os produce claustrofobia.<br />

—Exageras ya tenemos algo de experiencia y hemos aguantado bien la<br />

travesía de noche.<br />

— 108 —


—No os cofundáis, ha sido una buena travesía y con la garantía de ir pegados a<br />

la costa, ahora es completamente diferente.<br />

—Bueno, habrá que tomar una decisión, con o sin problemas, solo tenemos un<br />

camino para que no nos cojan. Yo me atrevo, ¿y tú Altaha?<br />

Altaha por su carácter aventurero, ante los peligros, se mostraba optimista.<br />

—Yo no tengo miedo. Después de todo siempre he vivido en medio del mar.<br />

—Pues a Madeira ¿estáis de acuerdo?<br />

—No yo no –afirmo Marcelo—. Es una travesía larga y aunque el tiempo no es<br />

malo siempre puede complicarse. Este es un barco nuevo, sin probar su seguridad<br />

y con vosotros es una locura. Arriesgarse así no tiene sentido.<br />

Carlos levantó un dedo, en clara señal que estaba pensando algo.<br />

—Um, Tiene su lógica lo que dices. –Se quedó pensando unos segundos más—<br />

Creo que podemos llegar a una solución de compromiso. Puedo dejaros en el<br />

puerto más próximo de Portugal. Así solo me arriesgo yo.<br />

— ¡Déjate de gilipolleces! –Exclamó Marcelo-, sabes que no te puedo dejar ir<br />

solo. En la mar eres incapaz de hacer la o con un canuto.<br />

—Pues entonces vamos todos. Asumimos el riesgo. ¿Estamos todos de<br />

acuerdo?<br />

Altaha asintió. Marcelo viendo que Carlos estaba dispuesto a ir solo, claudicó,<br />

aunque no dejó de sentenciar.<br />

—Ya veremos si hay o no hay problemas. Los problemas en la mar son como<br />

los amigos gorrones, aparecen sin llamarlos y después no hay manera de que se<br />

vayan.<br />

—Bueno, cada problema en su momento, ahora seamos un poco optimistas.<br />

¿Entonces qué rumbo cogemos?<br />

—Hay dos formas de ir a Madeira. Bajar todo Portugal costeando y después<br />

desplazarse transversalmente hacia el suroeste, o bien salir directos hacía<br />

Madeira con rumbo sursuroeste. Evidentemente, si queremos esquivar las<br />

patrullas tenemos que evitar Portugal e ir directos. <strong>El</strong> único problema, es que nos<br />

meteremos directamente en medio del océano Atlántico.<br />

—La decisión está clara –concluyó Carlos-. Altaha, fija el rumbo directo.<br />

<strong>El</strong> Albatros cayó a estribor treinta grados y se fue separando paulatinamente<br />

de la costa y adentrándose en el océano.<br />

La decisión de la travesía fue asumida por cada uno de forma bastante<br />

diferente; Carlos se quedó tranquilo por solucionar el problema de ser atrapados<br />

y perder el Albatros; Altaha ávida de nuevas aventuras se encontraba entre<br />

expectante y emocionada; Marcelo, en cambio, se mostraba muy preocupado,<br />

— 109 —


seguía pensando que lo que estaban haciendo, solo se podía considerar como una<br />

locura, y su única obsesión en esos momentos se centraba en reducir los riesgos.<br />

Revisó toda la sentina para encontrar cualquier indicio de entrada de agua, así<br />

como todo el sistema de motor y baterías. Cuando acabó recorrió todo el Albatros<br />

revisando el escaso equipo que llevaban, después cogió unos cabos y estuvo diez<br />

minutos preparando algo con ellos. Cuando acabó, reunió a Carlos y Altaha. Les<br />

explico que para sobrevivir a esa locura de viaje, tenían que tomar un curso<br />

acelerado de seguridad. La mar podía engañar mucho, así que siempre deberían<br />

estar atentos.<br />

Lo primero que tenían que saber es que deberían vestirse correctamente,<br />

pues una de las características del mar es la constante humedad y el frío, no es<br />

que baje a menos de diez grados centigrados en esa latitud pero con la humedad<br />

la sensación es peor. Por suerte, llevaban bastante ropa de abrigo. Aprovecho<br />

para contarles la anécdota que como en los primeros submarinos, hacía un frito<br />

horrible y por eso siempre aparecen vestidos con jersey de lana de cuello alto.<br />

Después con los submarinos nucleares, como les sobraba energía, ya pudieron<br />

tener toda la calefacción que quisieron.<br />

Hacer una guardia en cubierta, es muy peligroso pues un solo golpe de mar<br />

una ola y uno se cae, puede morir ahogado y sino de hipotermia en menos de una<br />

hora; y aunque los del barco se diesen cuenta lo más probable es que lo perdiesen<br />

de vista y se pudiese encontrar. Desgraciadamente no tenían trajes de agua ni<br />

sistema de localización personal de GPS, así que la única opción para sobrevivir se<br />

basaba en no caerse al agua. Para evitar este riesgo, fabricó unos arneses<br />

provisionales con cabos que se atarían alrededor del cuerpo como si fuesen<br />

escaladores.<br />

También les indicó donde se encontraba la balsa salvavidas hinchable de<br />

cuatro plazas, que le dejó un amigo. La subió por seguridad para salir en la Ría,<br />

pero nunca pensó en utilizarla, así que desconocía en qué estado se encontraba.<br />

Siguió dándoles una pequeña charlas sobre como apagar un fuego enseñándoles<br />

donde se encontraba el extintor.<br />

Después de todas las explicaciones, sobre los riesgos y los precarios medios<br />

que disponían para limitarlos, la actitud de Altaha y Carlos cambió. Ahora ya no se<br />

tomaron el viaje con tanta alegría. Sobre todo Altaha.<br />

—Marcelo me estas asuntando con tantos riesgos, en serio, me da miedo. No<br />

debes hacer eso ahora que estamos en medio del mar y no puedo bajarme. No<br />

bromees que lo pasó muy mal.<br />

Carlos estaba más tranquilo analizando con su lógica el riesgo.<br />

— 110 —


—Bueno, lo del arnés está claro que durante la noche es una buena medida de<br />

seguridad, pero de día me parece exagerado.<br />

Marcelo se acercó a Altaha y Carlos, se puso en medio de ellos, los cogió por<br />

los hombros y les habló utilizando un tono tranquilo, a la vez que serio y paternal,<br />

que nunca le habían escuchado.<br />

—Tenéis razón amigos míos yo siempre estoy exagerando. Recuerdo que ese<br />

marinero de Cádiz, muy simpático, que me decía lo mismo. Estábamos recogiendo<br />

las redes al arrastre con buen tiempo, el mar casi como un plato, pero la red se<br />

trabó, el barco se frenó de golpe, el compañero perdió el equilibrio y se cayó por<br />

la borda. Con las redes al arrastre no pudimos virar pues estamos bloqueados, y<br />

cuando echamos el bote ya no lo encontramos. Hubiese bastado que llevase el<br />

chaleco salvavidas para mantenerse a flote, como yo le sugería, pero siempre<br />

pensó que yo exageraba con los riesgos.<br />

Cambio repentinamente la voz, y volvió a su tono rudo habitual.<br />

— Así que dejaros de decir gilipolleces y hacerme caso de una puta vez, pues<br />

como dijo mi abuelo en la mar solo se mueren los valientes o los idiotas. Y ahora<br />

no es momento de haceros los valientes.<br />

Los dos se quedaron un poco intimidados por la historia y la reprimenda de<br />

Marcelo. Altaha incluso se sintió en la obligación de decírselo.<br />

—Te haremos caso. Pero yo creía que los marineros no tenían miedo al mar.<br />

—Los marineros, asumimos la muerte, por necesidad o por disciplina. Y<br />

tememos a la muerte como todos, pero la diferencia está en que sabemos que<br />

podemos morir y lo acabamos asumiendo por rutina. A todo se acostumbra uno,<br />

pero, precisamente por ese temor los marineros tenemos nuestras manías.<br />

— Manías ¿como cuáles? –preguntó con curiosidad Altaha.<br />

—Pues algunas, como dejarse el pelo largo.<br />

— ¿Pensé que se trataba de una tradición para atraer a las sirenas?<br />

— ¿Sirenas? Céntrate Altaha, que no vivimos en un mundo de fantasía.<br />

Carlos le echó un capote a Altaha.<br />

—No es para tanto, Altaha tiene la virtud de suplir con una gran imaginación lo<br />

que carece de conocimientos nauticos.<br />

Altaha le agradeció el apoyo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras le sacó<br />

la lengua a Marcelo en señal de despecho como si fuese una niña de cinco años. Él<br />

no le prestó atención y se centró en la explicación.<br />

—La mayoría de los marineros no sabían nadar y cuando se caían al agua los<br />

tenían que rescatar sus compañeros, generalmente los cogían por la parte que<br />

sobresalía del agua, es decir por la cabeza y los agarraban por los pelos, de ahí el<br />

refrán de lo cogido por los pelos. Así los marineros asimilaban el pelo largo a<br />

— 111 —


sobrevivir. Esta costumbre se mantuvo hasta que en 1809 se dictó una ordenanza<br />

de marina, por la que los marineros estaban obligados a cortarse el pelo para<br />

mejorar la higiene. Se elevaron protestas, bajo el argumento que el pelo largo es<br />

útil para salvar la vida. Una de estas quejas, está recogida en una carta<br />

conservada en los archivos de la Marina y que los artilleros de Marina Marcelo<br />

Calderón y Marcelo Morales dirigieron al rey José I. “Que siendo todo su estar en<br />

la mar embarcados y a cada instante vense en el eminente riesgo de poderse<br />

ahogar; y no teniendo el pelo por dónde comúnmente se favorecen asiéndose de<br />

él; Pues no es costumbre a los Marineros por la expuesta causa se les haya nunca<br />

cortado el pelo; y que les pueda servir de engancho o agarradero en caso de<br />

peligrar en su destino en la mar ”. Y tales argumentos debieron pesar lo<br />

suficiente, pues fue atendida la petición y se modificó la orden permitiéndoles<br />

llevar el pelo largo.<br />

Altaha, lo miraba con la boca abierta, extendiendo los brazos.<br />

— ¿Pero cómo puedes recordarlo?, porque una cosa es una anécdota o un<br />

dato, pero aprenderte de memoria una carta de hace siglos, eso ya es mucho.<br />

—No lo sé. Solo recuerdo que cuando lo leí me pareció curioso.<br />

—Pues vaya suerte. A mí para memorizar algo así, me cuesta muchísimo.<br />

Carlos intentó buscar una explicación científica.<br />

—Existen varías memorias, pero básicamente hay dos, la lógica y la bruta. Por<br />

algún motivo Marcelo tiene muy desarrollada la bruta lo que le permite recordar<br />

lo que ha leído. Se conoce habitualmente como memoria fotográfica.<br />

Altaha sonrió de oreja a oreja.<br />

—Claro, ahora todo está clarísimo, Marcelo es poco bruto y claro tiene<br />

memoria bruta, como no podía ser de otra manera.<br />

A Marcelo el comentario no le gustó y su ceño se frunció.<br />

— ¿Así que, porque tengo memoria, crees que soy un bruto?<br />

— ¡Dios Marcelo, que susceptible eres! Está claro que es una broma, de esas<br />

que te las ponen a tiro y que las tienes que soltar.<br />

— Pues, no sé dónde está la gracia en que te llamen bruto por tener buena<br />

memoria.<br />

—Vale, vale, me disculpo si te ha ofendido. Y lo que está claro es que nadie es<br />

perfecto. Lo que Dios te dio de memoria, te lo quitó de sentido del humor.<br />

— ¿Entonces porque tengo buena memoria, soy un bruto y no tengo humor?<br />

—Déjalo, eso de aplicar la lógica al humor nunca funciona.<br />

—Sí, tienes razón –intervino Carlos—, a mí me gusta aplicar la lógica y soy muy<br />

malo con los chistes.<br />

— Pues eso –concluyó Altaha-, Dios los crea y ellos se juntan.<br />

— 112 —


— ¿Entonces piensas que Carlos también es un bruto?<br />

—Déjalo Marcelo, déjalo, antes de que me entra la depre y me tire por la<br />

borda para contarle chistes a los calamares, que tienen más sentido del humor<br />

que vosotros dos juntos.<br />

<strong>El</strong> comentario les hizo gracia. Y aunque no tuviesen mucho sentido del humor,<br />

lo cierto es que siempre acababan riéndose con las gracias de Altaha.<br />

Siguieron navegando el resto del día y por la tarde Marcelo se acostó un poco<br />

para poder hacer la guardia de noche. Todo transcurrió sin incidentes hasta el día<br />

siguiente, que el mar empeoró un poco con olas de unos dos metros. <strong>El</strong> Albatros<br />

subía y bajaba, y desde la proa se venía venir la ola y cuando se baja y estaba en el<br />

seno solo se veía el agua que estaba delante, cuando comenzaba a subir la proa<br />

antes de llegar a la cresta chocaba con el agua y llegaba hasta los cristales. Una de<br />

las características del Albatros es que la proa al ser cónica como la de un avión, no<br />

abría la ola y la lanzaba hacia los lados, sino que se clavaba directamente en ella.<br />

La única ventaja consistía, que al ser el Albatros poco pesado, no se clavaba tanto<br />

en la ola y las remontaba fácilmente y así que no se frenaba mucho.<br />

—Menudas olas –comentó Altaha—, son enormes, me dan miedo.<br />

—No pasa nada –dijo Marcelo-. No llegan a los dos metros, solo se trata de<br />

una fuerte marejada.<br />

— ¿Qué no son nada?, ¿Estás de broma?<br />

—Nosotros somos un barco pequeño, por eso las olas te parecen grandes.<br />

— ¿Quieres decir que las hay más grandes?<br />

— ¡Pues claro! –le dijo como asombrándose de su ignorancia—. Esto como<br />

mucho es una fuerza tres, cuando realmente se complica es cuando pasa de<br />

fuerza seis o siete.<br />

—No entiendo nada.<br />

—Bien, esa claro que las olas han existido siempre. En la antigüedad no se<br />

complicaban la vida midiéndolas. Dirían, algo así como poca ola, o mucha ola, o<br />

muy grande y no salgas al mar. ¿Me sigues?<br />

—Vale Marcelo, que no soy tontita.<br />

—Bien, cuando la ciencia empezó a medirlo y clasificar todo a partir del siglo<br />

XIX, en el mar se midió la fuerza del viento. En 1806 el almirante inglés Francis<br />

Beaufort, estableció una escala para medir la velocidad del viento, inicialmente<br />

tenía 12 grados, y a partir de 1949 se añaden 5 grados más, hasta fuerza 17, para<br />

determinar los diferentes tipos de huracanes. Por cierto, que la mayoría de las<br />

personas creen que los huracanes, ciclones, tifones o tornados son distintos, pero<br />

son la misma denominación en diferentes lugares del mundo.<br />

— 113 —


—Sí pero eso es el viento, estabamos hablando de las olas.<br />

—Te lo he comentado, pues existe una relación bastante directa entre el<br />

viento y las olas y la orografía de la costa. Un ejemplo bastante claro de formación<br />

de olas solo provocadas con corrientes está en Hangzhou, capital de Zheijiang en<br />

China, cada año se produce un fenómeno que atrae a miles de personas. Se trata<br />

de una única ola gigante en la boca del río Quiantang, que puede alcanzar hasta<br />

nueve metros de altura y una velocidad de diez nudos. La ola se produce por la<br />

confluencia del agua que baja por el río, con el agua que sube de marea en<br />

sentido contrario.<br />

—A mí, en los ríos y en china me dan igual las olas, lo que me interesa es el<br />

mar.<br />

—Bien, rrespecto a la altura de las olas en 1.907 el británico, Sir Percy Douglas,<br />

cuando estaba al frente del recién creado Servicio de Meteorología Naval,<br />

estableció un baremo de la altura del oleaje condiciones registradas con relativa<br />

frecuencia en el Atlántico Norte. La escala es decimal aunque va del cero al nueve.<br />

Que va desde mar en calma a enorme cuando supera los catorce metros.<br />

— ¿Catorce metros? Me muero si veo una ola así.<br />

—Pues esta escala, en realidad se quedó pequeña, pues Douglas cuando hizo<br />

la escala tomó como máximo el registro de la ola más grande que habían medido,<br />

que fue de unos diecisiete metros. De todas formas se sigue manteniendo la<br />

escala, seguramente porque las olas de más de quince metros son atípicas y los<br />

mejores barcos solo están diseñados para olas de unos quince metros; así que a<br />

los efectos del peligro da igual que te indiquen una escala superior al nueve.<br />

—No entiendo, ¿quieres decir que hay olas superiores a catorce metros?<br />

—Sí. Antes se pensaba que como lo barcos eran pequeños, los marineros<br />

siempre exageraban la altura de la olas, pero en este último siglo se han podido<br />

constatar muchos casos de olas gigantes. En 1942 el famoso Queen Mary,<br />

mientras transportaba una tropa estadounidense de quince mil hombres a<br />

setecientas millas de Escocia, durante una tormenta, fue golpeado de lleno en el<br />

costado por una ola de veintiocho metros que casi le hizo zozobrar. Incluso hay<br />

mediciones muy precisas, como la que hizo una boya equipada con sensores de<br />

presión, detecto una ola gigante causada por el Huracán Ivan en el Golfo de<br />

México, en el 2004 con veintiocho metros de altura.<br />

—Pero, pero, ¿tú sabes lo que son veintiocho metros? Eso es lo que mide un<br />

edificio de nueve pisos. <strong>El</strong> Albatros no pasa de dos metros. Es imposible que<br />

sobrevivamos.<br />

— 114 —


—Tranquila, estas olas gigantes son excepcionales. Además no existe el menor<br />

peligro, actualmente las previsiones meteorológicas son tan fiables, que tenemos<br />

la seguridad que la mar no va a cambiar en cuatro días.<br />

— ¿Y qué puede hacer un barco, cuando le llega una ola de estas?<br />

—Los grandes barcos actuales están preparados para aguantar olas de unos<br />

quince metros, naturalmente siempre y cuando se cojan de proa, pues de través<br />

es mucho más peligroso. Pero lo importante no es tanto la altura de la ola, como<br />

su proporción respecto al tamaño del barco. Para el Albatros con olas de seis<br />

metros ya lo empieza a pasar muy mal.<br />

— ¿Y cómo se navega en esas condiciones?<br />

—Eso depende. Si son grandes como las de las tormentas, existen unas<br />

técnicas de navegación, pero si son gigantes, lo más normal es que le llegue de<br />

improviso y es poco o nada lo que se puede hacer.<br />

—Me refiero en una tormenta.<br />

—La clave de navegar con olas es coger su ritmo. Si navegamos contra ellas, y<br />

vamos muy rápido chocamos, mientras que si vamos a su favor, y navegamos muy<br />

despacio nos alcanzan y rompen encima.<br />

— ¿Tan sencillo?<br />

—Bueno, lo más peligroso es que la ola te coja por el costado, por lo que<br />

básicamente hay dos formas de navegar; contra las olas o a favor de las olas.<br />

—Digo yo que será mejor a favor que en contra.<br />

—Eso depende. Contra la ola, técnicamente se llama “capear”, el barco se<br />

dirige mejor y la proa esta siempre más preparada para tomar la ola. Si la<br />

situación es muy desesperada y no se tiene motor o vela, y uno se queda a palo<br />

seco lo llamamos "a la Bretona". Lo mejor es lanzar un ancla flotante para<br />

quedarse aproado a las olas.<br />

—Pues yo, sigo sin verlo muy claro, mejor navegar a favor de las olas.<br />

—A favor se llama “correr un temporal”. La ventaja es que uno va delante de<br />

olas, pero la gran desventaja es que el viento y las olas tienden a cruzar el barco o<br />

a aumentar mucho la velocidad, que se llama “correr libre”. Entonces es posible<br />

barrenar tan rápido como para clavar la proa en la ola que nos precede, que se<br />

llama “irse por el ojo”. Imagínate al Albatros metido en medio de una ola olas de<br />

seis metros con tres metros de agua por encima. Muchos barcos en estas<br />

condiciones se colapsan y se hunden directamente.<br />

— ¡Dios! Pero no hay manera de frenarlo.<br />

—Un barco no tiene frenos, pero si hay una forma. Se utilizan estachas, que<br />

son cabos que se suelta por popa, en veinte o hasta cincuenta metros, y frenan<br />

— 115 —


mucho la velocidad. Además actúan enderezando el barco y evitando que se<br />

cruce.<br />

—Parece un sistema sencillo y perfecto.<br />

—No tanto, es muy engorroso y deja al barco casi sin maniobra. Además sin te<br />

equivocas y lo frenas mucho, corriendo el peligro que olas te alcancen por la popa<br />

y te encapille.<br />

— ¿Encapille?<br />

—Se dice así, cuando te alcanza un golpe de mar e inunda la cubierta.<br />

Altaha levanto la mano en señal de que parase.<br />

— ¡Buff! Pues sí que me lo pones difícil. ¿Para nosotros que sería lo mejor?<br />

—Sencillo, como el Albatros tiene la cabina en la proa y nos clavaríamos<br />

contra las olas, mejor es correr el temporal y seguir la dirección de las olas.<br />

Tenemos unos buenos timones para controlar el rumbo, eso podría ayudar.<br />

—Parece fácil.<br />

—Se nota que no has tenido que navegar en una tormenta, sino no dirías eso.<br />

Cuando estar metido en esos fregados nada es fácil y solo cuenta la supervivencia.<br />

—Pues ahora vuelves a dar miedo.<br />

—No te preocupes, es pura teoría. Las previsiones son buenas, durante tres o<br />

cuatro días tenemos asegurado que la mar no va a empeorar.<br />

Cuando repostaron en Bayona, decidieron no comprar la bombona de butano<br />

para la cocina. Lo hicieron presionados por las prisas y pensando que por la noche<br />

estarían durmiendo en Oporto. Ahora, que se enfrentaban a cuatro o cinco días<br />

en la mar, se arrepentían de la decisión, al no poder tomar nada caliente. <strong>El</strong><br />

primer día de navegación, con toda la emoción del momento, no sintieron la<br />

necesidad, pero cuando se levantaron y tuvieron que desayunar con la leche y el<br />

café frío, se dieron cuenta que tendrían que aguantarse así los días que les<br />

quedaban por delante. Marcelo estaba muy molesto por esta situación, a pesar<br />

que tanto Carlos como Altaha le reconocían que se trataba de una pequeña<br />

incomodidad que no les afectaba a su seguridad. La propia naturaleza estoica de<br />

Marcelo le permitía aguantar, incluso en situaciones mucho peores; lo que<br />

realmente le molestaba, es haber cometido ese fallo que repercutía en el resto de<br />

sus compañeros. Él era plenamente consciente que cuando uno sale a la mar, hay<br />

que estar bien preparados pues los problemas siempre iban a más, por eso no se<br />

perdonaba el fallo.<br />

Los temores de Marcelo sobre las limitadas capacidades de sus compañeros,<br />

comenzaron a transformarse en realidad. Después de un día de navegación<br />

constante con olas, Altaha sucumbió y acabo cogiendo un mareo descomunal.<br />

— 116 —


Poco a poco se fue poniendo cada vez más blanca, finalmente no pudo aguantar y<br />

acabó vomitando por la popa, bajo la atenta mirada de Marcelo, que la mantenía<br />

atada con el arnés. Previamente le advirtió que fácilmente una persona mareada<br />

y débil podría caerse por la borda.<br />

Altaha después de vomitar durante una hora en cubierta, ya agotada, dijo que<br />

se quería tumbar un poco, así que Marcelo la acompañó hasta la litera. La<br />

situación no mejoro mucho en las siguientes horas y Altaha siguió en la litera un<br />

poco más tranquila hasta que anocheció. Pero Marcelo sabía que no le pasaría tan<br />

fácilmente, pues lo malo de un mareo en el mar es que, como el movimiento<br />

persiste, el mareo también lo hace.<br />

Marcelo se quedó de guardia por la noche y Carlos aprovechó para dormir. Si<br />

bien como las literas estaban juntas, tardo en conciliar el sueño al tener a Altaha<br />

a unos metros pasándolo mal. Pero teniendo en cuenta que la noche anterior<br />

durmieron solo unas horas, al final su cuerpo se rindió y durmió profundamente.<br />

Carlos esperaba que Marcelo lo despertase para cambiar la guardia de la<br />

noche, pero lo cierto, es que a las ocho de la mañana cuando se levantó, se dio<br />

cuenta que le había dejado dormir toda la noche. No se extrañó, resultaba muy<br />

propio de Marcelo aguantar el solo sin molestar a los demás.<br />

Salió a cubierta, vio como el tiempo había mejorado notablemente respecto al<br />

día anterior; Marcelo sentado miraba tranquilamente el horizonte.<br />

— Buenos días Marcelo. ¿Qué pasó con el cambio de guardia? –le preguntó-<br />

No me despertaste.<br />

—Me encontraba bien y prefiero que hagas la guardia de día. La noche es muy<br />

engañosa si no estás acostumbrado.<br />

— Pues gracias por dejarme dormir. Bueno, medio dormir, porque con Altaha<br />

en ese estado me despertó un par de veces. Ahora parece que está estabilizada.<br />

—Pasó una mala noche, le afecto mucho al estómago y se lo irrito, al final solo<br />

vomitaba bilis. A las cinco de la mañana he logrado que tomase un poco de leche<br />

para que asiente el estómago, parece que le sentó bien, con suerte seguirá<br />

durmiendo un par de horas.<br />

— ¿Hay algún sistema para evitar el mareo?<br />

—<strong>El</strong> más efectivo es acostumbrarte, pero eso depende de cada uno y en el<br />

caso de Altaha le va a costar como mínimo un par de días.<br />

— ¿Tenemos algún medicamento?<br />

—En el botiquín hay pastillas de biodramina.<br />

— ¿Y algún truco de marinero?<br />

—Yo por suerte nunca lo padecí, pero hay algunos buenos consejos. Fijarse en<br />

un punto en el horizonte engaña a la mente, un camarote bien ventilado o salir a<br />

— 117 —


cubierta para respirar aire fresco ayuda. También es recomendable evitar excesos<br />

de alcohol y comida, aunque algo de comida es bueno. Los viejos "lobos de mar"<br />

aconsejaban masticar una rajita de limón o un trocito de jengibre. Pero todo esto<br />

es para evitarlo, no para solucionarlo.<br />

— ¿Podemos hacer algo más con Altaha?<br />

—Poca cosa, ahora lo mejor es que duerma. Después le damos biodramina<br />

para que no vuelva a marearse.<br />

Desayunaron juntos, y cuando Marcelo tuvo la seguridad que Carlos ya estaba<br />

completamente despierto se fue a dormir.<br />

— 118 —


DESASTRE INEVITABLE<br />

Marcelo se acostó en el sillón-litera, miró a Altaha situada en la litera de<br />

enfrente, comprobando que dormitaba plácidamente. Cansado por la guardia<br />

nocturna cerró rápidamente los ojos. Solo se escuchaba el ronroneo de la<br />

maquinaria diesel que transmitía las vibraciones por todo el casco del Albatros.<br />

No le afecto lo más mínimo, estaba tan acostumbrado que casi se podía decir que<br />

le ayudaba incluso a conciliar el suelo.<br />

De repente, una idea le pasó por la mente y sobresaltado abrió los ojos. Se<br />

levantó y se desplazó hasta la proa, cerrando la puerta despacio para no<br />

despertar a Altaha. Después de mirar unos indicadores y revisar unos cálculos,<br />

volvió a la bañera, ante la sorpresa de Carlos cuando lo vio aparecer.<br />

— ¿Qué haces aquí? ¿No tienes sueño después de no dormir en toda la<br />

noche?<br />

—Tenemos un grave problema.<br />

— ¿Qué pasa?<br />

— ¿Recuerdas que hicimos los cálculos de consumo de motor y autonomía?<br />

Pues nos hemos equivocado.<br />

—No es posible, desde las primeras pruebas los revisamos los dos, estoy<br />

seguro que son correctos –afirmó con cierta rotundidad, pues Carlos confiaba<br />

plenamente en sus cálculos.<br />

—Sí, correctos para unas horas de funcionamiento que es lo que hacíamos en<br />

las pruebas, pero como salimos con el motor puesto, no nos dimos cuenta que<br />

todo el tiempo ha estado encendido. Los servos han estado trabajando<br />

continuamente, consumían enseguida las baterías y el motor ha estado<br />

funcionando para cargarlas.<br />

—Tienes razón, nunca habíamos previsto navegar continuamente día y noche.<br />

¿Cuánto combustible hemos gastado?<br />

—Demasiado. Solo nos queda una cuarta parte y aún tenemos por delante<br />

más de un tercio de la distancia total. Si seguimos a este ritmo, cuando falten cien<br />

millas nos habremos quedado sin combustible, en entonces, ya no podremos ir ni<br />

a motor ni con las alas, nos quedaremos como una boya en medio del mar.<br />

— ¿Estás seguro?<br />

—Lo he repasado tres veces. ¡Maldita sea! La culpa es mía, como la primera<br />

noche navegamos a motor todo el tiempo, ahora no me di cuenta que estaba<br />

encendido todo el día.<br />

— 119 —


—Eso ni lo pienses, aquí si hay un culpable ese soy yo, que precipité este viaje<br />

sin hacer ninguna previsión. Pero ahora lo que importa es solucionarlo. ¿No hay<br />

ninguna isla cercana?<br />

—No, ninguna hasta Madeira.<br />

Se metieron en el interior y se desplazaron hasta el puesto de mando de proa.<br />

Ahí en la mesa, Carlos extendió una carta náutica que comprendía todo medio<br />

atlántico de Galicia a Madeira y puso una cruz con el lápiz.<br />

—Llevamos cuatrocientas millas, lo que implica que hemos superado el punto<br />

de no retorno. La distancia Portugal es mayor que hasta Madeira. Como no<br />

podemos llegar sin combustible, la opción más razonable es pedir ayuda a un<br />

barco para que nos dé un poco de gasoil.<br />

—Desde el amanecer no he visto ninguno- dijo Marcelo-, habrá que intentar<br />

contactar por radio.<br />

— ¿Sabes pedir ayuda por radio? –Le preguntó Carlos con curiosidad.<br />

—Sí, es sencillo, se utiliza un código internacional en inglés.<br />

—Bien pues llamemos.<br />

Marcelo cogió la radio.<br />

“Pan pan, Pan pan, Pan pan, delta echo Albatros, delta hecho Albatros,<br />

delta hecho Albatros. I am out of fuel, I am out of fuel. Latitude seven<br />

minutes fourteen degrees forty—two seconds north, longitude thirty—six<br />

degrees four minutes twenty—six seconds west”<br />

Repitió el mensaje, esperando en silencio una contestación. Colgó el<br />

micrófono.<br />

—Si no hay respuesta, aconsejan esperar diez minutos antes de enviar otro.<br />

Carlos, estaba nervioso y sintió la necesidad de romper el silencio hablando<br />

de cualquier cosa.<br />

—No sabía que supieses inglés.<br />

—Me defiendo. En los mercantes internacionales está lleno de gente de todo<br />

el mundo, y al final lo acabas aprendiendo. Es la forma más sencilla para<br />

entenderse navegando y también cuando bajas en los puertos.<br />

— ¿Por qué utilizas Pan Pan y no Mayday que es la señal internacional de<br />

socorro?<br />

—Las dos son internacionales; Mayday es para un naufragio Pan Pan es para<br />

una necesidad, pero que no estás en peligro de muerte.<br />

— ¿No me digas que también sabes la historia de los códigos de salvamento?<br />

—Un poco.<br />

Los dos estaban inquietos, y ahora deberían esperar antes de repetir el<br />

mensaje, así que Carlos opto por buscar mas conversación.<br />

— 120 —


— ¿Cuándo comenzaron a utilizarse? –le preguntó, tanto por curiosidad como<br />

por distraerse.<br />

—Los códigos, desde siempre. Durante toda la historia con banderas. Una<br />

bandera naranja o un círculo o cuadrado indicaban la necesidad de socorro. Lo<br />

malo es que solo se podían ver a un par de millas, en el mejor de los casos.<br />

—Muy limitado.<br />

—Sin duda. <strong>El</strong> gran avance vino con la radio, que alcanzaba cientos de millas.<br />

Lo malo es que en su primer momento solo se emitía en Morse.<br />

—Es verdad –le confirmó Carlos-, los primeros dirigibles también tenían radio<br />

y transmitían en morse.<br />

—Como el morse era un sistema muy lento, para transmitir mensajes se<br />

simplificaron las señales. Los telégrafos habían utilizado tradicionalmente la<br />

"calidad de copia" simplificado con las iniciales CQ o Copy Quality, para identificar<br />

mensajes del interés a todas las estaciones a lo largo de una línea de telégrafo. <strong>El</strong><br />

prefijo CQ se trasladó a la radio de los barcos, pero no tenían una llamada de<br />

auxilio, por lo que Marconi sugirió el uso de una D para señalar que había<br />

problemas, así quedo CQD. Cuando se popularizó, la gente pensó que significada<br />

"Come Quickly, Distress" o Vengan Rápido, Problemas.<br />

—Pues a mí ese código no me suena de nada.<br />

—Lógico, no duro mucho, pues no se utilizaba internacionalmente. La solución<br />

se dio en la Conferencia Internacional de la Comunicación Inalámbrica en Mar de<br />

Berlín en 1906, en la que se aprobó un nuevo código más sencillo, el SOS<br />

adoptado casi un año antes por Alemania. <strong>El</strong> motivo del cambio fue sencillo en<br />

Morse CQD se escribe con un montón de puntos y rayas; mientras que SOS solo<br />

tres puntos tres rayas y tres puntos, mucho más sencillo de emitir y de identificar.<br />

Pero aun, así la costumbre del primer código tardo unos años en desaparecer,<br />

pues cuatro años más tarde el Titanic en 1912 cuando se hundió, el primer<br />

mensaje de auxilio que envió fue; "CQD CQD CQD “<br />

— ¡Vaya! Pensaba que SOS que significaba algo así como ven a salvarnos.<br />

—Las personas que tienen mucha imaginación. En seguida comenzaron a<br />

especular lo que significaba, por ejemplo Save Our Souls “salven nuestras almas”,<br />

Save Our Ship “salven nuestro barco”, Si Opus Sit “si fuera necesario” o Save or<br />

Socom “salvadnos o morimos”.<br />

— Curioso. ¿Pero ahora ya no se utiliza el SOS?<br />

—No, ahora se utiliza mayday. Se le ocurrió en 1923 a Mockford un oficial de<br />

radio del aeropuerto de Croydon en Londres. Tuvo la idea de encontrar una<br />

palabra para indicar socorro, que fuese entendida por todo el personal en caso de<br />

una emergencia. Debido a que gran parte del tráfico aéreo se daba entre Croydon<br />

— 121 —


y el aeropuerto de Le Bourget en París, Mockford propuso la palabra «mayday»,<br />

proveniente del m'aidez francés, literalmente ayúdame.<br />

—Entiendo que eso estaba bien para los aviones, pero imagino que a los<br />

barcos le costaría cambiar su tradición.<br />

—<strong>El</strong> SOS, tenía su utilidad en Morse, pero mayday al estar impuesto en la<br />

aeronáutica, cuando desapareció el Morse en los barcos también se acabó<br />

imponiendo para unificar las llamadas de socorro. Aunque te doy la razón, en<br />

todo el mundo aún se reconoce SOS como señal de socorro.<br />

—Por lo que me dijiste antes con PAN PAN, hay más señales o códigos.<br />

—Sí, otras señales de urgencia son por ejemplo XXX, con la consideración de<br />

menos urgente que el SOS; o la señal TTT se usa como señal de peligro para<br />

advertir de hielos próximos, tormentas u otros problemas de navegación; o la<br />

palabra MEDICO se utiliza cuando un barco, sin médico a bordo, necesita que<br />

desde otro barco o desde tierra, le lleven uno para solucionar algún problema en<br />

la tripulación.<br />

Carlos estaba de nuevo sorprendido por los conocimientos de Marcelo.<br />

—Me vuelves a asombrar, eres una enciclopedia.<br />

Marcelo, ajeno a las adulaciones, miró el reloj y volvió a coger el micrófono de<br />

la radio, repitiendo el mensaje.<br />

Amplificó al máximo el volumen de la radio para escuchar si alguien les<br />

respondía. La radio dipone de un filtro llamado scuelch, que sirve para eliminar<br />

ruidos de interferencias no deseados en la comunicación, lo modifico y los<br />

altavoces zumbaron son el ruido parasitario típico, pero no se oyó ninguna<br />

respuesta. Espero casi un minuto pendiente del más mínimo cambio de sonido.<br />

—No contesta nadie. Pero insistiré cada hora.<br />

— ¿No resulta extraño que nadie responda a un mensaje de emergencia?<br />

—No, estas emisoras tienen un alcance máximo de veinticinco millas, y<br />

estamos en una zona muy poco transitada, así que es normal que no esté ningún<br />

barco cerca.<br />

— ¿Tenemos algo más para contactar?<br />

—No, ni teléfono satélite ni radiobaliza de socorro. Los teléfonos móviles solo<br />

funcionan cerca de la costa. ¡Mierda! Cuando prepare el Albatros no pensé en<br />

salir altamar. Tenía que haberlo previsto.<br />

—Marcelo, ni se te ocurra echarte la culpa, has sido tú el que se opuso a<br />

seguir por seguridad y fui yo el que insistí en esta travesía. Si quieres algún<br />

responsable ese soy yo.<br />

—Déjalo. Lo único importante es que estamos jodidos si en veinticuatro horas<br />

no encontramos a algún barco.<br />

— 122 —


—Tal vez –sugirió Carlos- podría reducir el consumo de los servos y de las<br />

baterías. Pero no sé, Altaha esta aun muy mal y es la única que sabe ajustar el<br />

programa, desde luego a mano no se puede llevar y a lo mejor consume aún más.<br />

Además, si empezamos a probar lo mismo lo estropeamos todo, incluso podría<br />

ser peligroso.<br />

—Bueno, –dijo Marcelo volviendo a la realidad-, hasta dentro veinticuatro<br />

horas nuestra situación no será desesperada. En tanto insistiré con la radio, es<br />

nuestra única salvación.<br />

Carlos tenía una mente muy abierta y se negaba a aceptar una sola solución a<br />

un problema.<br />

— ¿Y el viento y las corrientes?, ¿nos podrían acercar hasta Madeira?<br />

—No lo sé, y además, tendría que coincidir el viento y corriente en dirección a<br />

Madeira, sino podemos acabar en cualquier lado. De todas formas eso no sería<br />

más que una solución desesperada, nos convertiríamos en unos náufragos a la<br />

deriva.<br />

Se quedaron los dos a la expectativa de si la suerte les acompañaría en las<br />

siguientes horas, antes de convertirse en un barco a la deriva.<br />

Carlos, nunca fue persona que se quedase parado ante los problemas, aunque<br />

difícilmente se le ocurría alguna solución. Aun así, cogió una hoja y un bolígrafo y<br />

se puso a hacer dibujos y gráficos, él solo podía pensar si expresaba sus ideas en<br />

un papel.<br />

Después de una hora, Carlos se acercó a Marcelo.<br />

—Creo que tengo una solución, pero no sé si funcionará. Corrígeme sí que<br />

equivoco en mis deducciones.<br />

— ¿Dime? Le dijo Marcelo sin mucho convencimiento.<br />

—<strong>El</strong> sistema del Albatros es un motor diesel que produce electricidad con una<br />

dinamo, la cual alimenta al motor eléctrico de la hélice o carga las baterías.<br />

—Correcto.<br />

—<strong>El</strong> motor de la hélice que le hemos puesto al Albatros, si no recuerdo mal, es<br />

complejo y dispone excitador en el eje, lo que implica que si recibe electricidad<br />

genera movimiento, pero si recibe movimiento puede generar electricidad.<br />

—Sí, correcto.<br />

—Así, he pensado que la hélice cuando el motor está parado, esta zafada y no<br />

se mueve generando rozamiento, pero si soltamos la zafa, cuando el Albatros<br />

avanza hace que la hélice por rozamiento gire al revés moviendo el motor<br />

eléctrico y generando energía, las cuales pueden cargar la batería. Así, mientras<br />

naveguemos con viento el Albatros estará gastando las baterías pero a la vez<br />

— 123 —


cargándolas. Desconozco el nivel de recuperación de energía que tendremos, y<br />

aunque no resulte el cien por cien siempre será una ayuda. Tal vez con eso<br />

podremos ahorrar combustible y llegar.<br />

— ¡Carlos, eres un puto genio! y yo un gilipollas por no haberlo recordado, ese<br />

es uno de los sistemas que instalan los veleros que tiene que navegar en travesías<br />

muy largas para cargar la batería.<br />

Carlos a pesar de tener la solución teórica, no estaba aún convencido que la<br />

pudiesen aplicar.<br />

—Ya, mucho genio, pero cuando lo diseñe no pensé en eso. Y ahora<br />

necesitaría cambiar la configuración eléctrica.<br />

—Eso no es complicado –le aclaró Marcelo-. Incluso lo puedo arreglar para<br />

que se conecte automáticamente cuando no funcione el motor y naveguemos a<br />

vela. Solo necesito una o dos horas de trabajo.<br />

Pararon al Albatros para desconectar todos los sistemas. Durante una hora<br />

Marcelo estuvo metido en fondo del barco, conectando los cables del motor con<br />

el de las baterías y colocando interruptores.<br />

—Bueno todo está listo, ahora vamos a probarlo.<br />

Para controlar el estado de las baterías, disponían de un monitor que le<br />

indicaba cuantos amperios estaba consumiendo o cuantos cargando. Para<br />

probarlo pararon el motor para ver cuanta carga eran capaces de recuperar solo<br />

con el movimiento de la hélice.<br />

Pusieron al Albatros proa al viento y después desplegaron las alas. Arribaron<br />

para coger viento de través. <strong>El</strong> medidor marcaba un consumo elevado, fueron<br />

subiendo el ala de barlovento y el Albatros comenzó a coger velocidad. <strong>El</strong><br />

consumo se redujo pues los servos ya no trabajan continuación sino solo cuando<br />

necesita cada corrección. Según aumentaba la velocidad y la hélice se movía más<br />

rápido, generaba más electricidad la aguja del amperímetro se iba desplazando<br />

hacia atrás, hasta que llegó a la vertical que indicaba que no existía consumo; la<br />

velocidad siguió aumentando hasta los diez nudos, miraron el amperímetro y este<br />

mostraba una carga positiva.<br />

Se quedaron mirando el indicador, como niños emocionados con cara de<br />

tontos, claramente, el Albatros avanzando no solo no consumía energía sino que<br />

era capaz de generarla y cargar las baterías.<br />

Marcelo sonrió. Estaba emocionado.<br />

— ¡Loco ingeniero, eres un puto genio, estamos salvados! Además, ahora el<br />

Albatros es un barco de vela.<br />

— 124 —


—Bueno, la emoción por estar salvados es lógica, pero no exageres el<br />

Albatros, ya era un barco de vela<br />

—No, antes no era un auténtico barco de vela, pues necesitábamos el motor,<br />

ahora es Albatros es totalmente autónomo, solo necesita viento.<br />

Haber encontrado esa solución cambió totalmente el ánimo de Carlos y de<br />

Marcelo; no solo estaban contentos por haber solucionado el problema de<br />

convertirse en unos náufragos, sino que ahora se podían despreocupar<br />

totalmente por el consumo, pues mientras tuviesen viento no lo necesitaban para<br />

nada el motor. Una ventaja añadida que no habían contado fue una forma de<br />

navegar mucho más tranquila, pues con el motor apagado tan solo oía el agua en<br />

el casco y el viento.<br />

Realizar todas las reparaciones les ocupó toda la mañana hasta el mediodía. A<br />

las dos de la tarde pudieron atender a Altaha, que comenzaba a despertarse.<br />

Marcelo se acercó a la litera y le dio un poco de agua fría.<br />

—Enjuágate la boca para quitarte el mal sabor, después escupe en el cubo.<br />

Le ayudo a incorporarse sobre la litera, y le acerco otro vaso.<br />

—Toma leche con un poco de cacao, te dará fuerzas.<br />

Lo fue tomando a sorbos, hasta que lo acabó.<br />

—Ahora levántate, tienes que salir a tomar el aire, te sentara muy bien.<br />

—No puedo, estoy muy cansada, prefiero quedarme aquí.<br />

Marcelo, no dijo nada. Cogió un par de mantas y la colchoneta de otra litera y<br />

salió a la bañera. Volvió a entrar se acercó a Altaha y la cogió con sus brazos por<br />

debajo alzándola.<br />

— ¿Pero qué haces? –protesto.<br />

—Agárrate –dijo sin darle más explicaciones.<br />

Sin aparente esfuerzo la levantó entre sus brazos y moviéndose muy despacio<br />

la sacó al exterior, ahí había preparado con la colchoneta y las mantas una especia<br />

de diván para tumbar a Altaha. La coloco suavemente con la cabeza en alto para<br />

que recibiese el aire y la tapó con una manta, no sin antes dejarla atada con el<br />

cabo de seguridad que todos utilizaban en cubierta.<br />

—<strong>El</strong> aire fresco te sentará muy bien, ademas hemos reducido la velocidad para<br />

ir más tranquilos. Ahora estarás mejor si tomas unos cereales, mejor llevar el<br />

estómago lleno.<br />

Altaha puso cara de asco y dejó en el suelo el cuenco. Marcelo lo cogió, y<br />

como si fuese una niña pequeña le fue dando los cereales a pequeñas cucharadas,<br />

hasta que los acabo todos. Después de un cuarto de hora, la mejoría de Altaha se<br />

evidenciaba recuperando el color de las mejillas.<br />

— 125 —


—La comida y el aire te está sentando muy bien, incluso estas recuperando el<br />

color.<br />

—Me encuentro mejor, pero estoy cansada y tengo mucho sueño, no me lo<br />

explico.<br />

—Por eso no te preocupes, he mezclado una biodramina con el cacao y esas<br />

siempre dan sueño. Pero así nos aseguramos que no te vuelvas a marear. Ahora<br />

sigue descansando, voy a dentro pero Carlos saldrá enseguida.<br />

Marcelo se levantó para ir a la cabina.<br />

—Quédate conmigo –le pidió Altaha.<br />

—No. Ahora viene Carlos que te hará compañía.<br />

Altaha se quedó un poco confundida ante esa negativa.<br />

Carlos salió en unos segundos. Después de comprobar que Altaha estaba<br />

mucho mejor, le explico emocionado como habían solucionado el problema del<br />

combustible.<br />

Altana siguió con desinterés la historia, sus pensamientos estaban en otra<br />

parte. Cuando Carlos acabó de contarle todo, busco respuestas a sus inquietudes.<br />

—Carlos, ¿sabes si Marcelo está molesto conmigo porque me he mareado? Le<br />

pedí que me acompañase pero no quiso y se fue. Seguro que no me quiere ver<br />

delante, ya me avisó que no estaba preparada, ahora solo soy una molestia, no<br />

puedo ayudaros, menuda marinera estoy hecha. Seguro que me odia.<br />

Carlos la miró y esbozó una sonrisa, sin duda se estaba recuperando y ya<br />

comenzaba a hablar tanto como de costumbre.<br />

—No es eso. Lo que ocurre es que Marcelo tiene que descansar, lleva más de<br />

treinta y seis horas sin dormir. Se pasó toda la noche haciendo guardia y<br />

cuidándote, y por la mañana estuvo arreglando el motor y no pudo dormir, tiene<br />

que estar agotado.<br />

— ¿Me estuvo cuidando?<br />

—Cada hora te limpiaba y te daba algo de beber para que no te deshidratases,<br />

además, te medía la temperatura por si tenías fiebre. Aún está la hoja donde<br />

anotaba cada hora tu estado.<br />

— ¿Entonces no me echa la culpa?<br />

— Todo lo contrario, él es el que se siente culpable por lo mal que lo has<br />

pasado.<br />

— ¿Pero porque no me lo dijo? Parecía enfadado conmigo.<br />

—Él es así, no es hombre de muchas palabras. Ahora que yo puedo cuidar de<br />

ti, hay que dejarle descansar.<br />

— 126 —


A partir de ese momento, con autonomía para navegar y con Altaha<br />

recuperada, todo marchó razonablemente bien. <strong>El</strong> único pequeño problema es<br />

que al no tener una bombona de gas no podían cocinar nada caliente lo que les<br />

empezaba a fastidiar bastante.<br />

Otro aspecto incomodo de la habitabilidad se daba cuando tenían que lavarse,<br />

pues estaba limitado a grifo de baño con agua dulce fría. La mejor alternativa que<br />

encontraron fue utilizar una toalla mojada para asearse, más o menos, y al menos<br />

no oler como tigres, como acertadamente describió Altaha.<br />

Altaha se había recuperado totalmente y los entretenía con su gran sentido<br />

del humor, parodiando las vacaciones que estaba disfrutando; Que si trabajando<br />

como una burra, que si comida fría como una vagabunda, que si sucia como un<br />

perro y para colmo de todo además, le estaba constando dinero. Así que las<br />

calificó como las vacaciones más masoquistas de toda su vida.<br />

Aprovechando este comentario Carlos les contó una teoría muy particular que<br />

él tenía sobre las vacaciones; aconsejaba buscar algo tipo aventura pero con<br />

carencias, así el regresar a la tranquilidad y bienestar del hogar, supondrá una<br />

gran satisfacción por volver al bienestar, además, de recodar las aventuras y<br />

anécdotas. Por el contrario resultaría frustrante trabajar todo el año y estar<br />

recordando esas semanas de inactividad, sol y lujo.<br />

Cuando acabó la explicación, Altaha le preguntó que si estaba loco. Pues esa<br />

teoría, además de acabar con todo el turismo en España, no tenía ningún sentido;<br />

las personas cansadas de trabajar no se quieren complicar la vida pasándolo mal<br />

en vacaciones.<br />

Marcelo, que inicialmente permanecía sin dar su opinión, matizó finalmente<br />

que eso dependía del trabajo de cada uno, si eres pescador, estas hasta arriba del<br />

mar y de pescar te gusta la montaña. Si en cambio estas todo el día esta sentí en<br />

una silla en un despacho te gusta el aire fresco y pescar. Cada uno busca lo que no<br />

tiene.<br />

Este comentario dejó a Altaha sorprendida, lo último que esperaba escuchar<br />

de la boca de Marcelo fue un juicio tan lógico como moderado.<br />

— ¡Me preocupas Marcelo, a ti te pasa algo! En serio. Has dado una opinión<br />

moderada, no has dicho ni una palabrota, y has sido comprensivo con los demás.<br />

¡No, desde luego este no es nuestro Marcelo, nos lo han cambiado! –Miró al<br />

mar— ¡Oh dios Neptuno devuélvenos a Marcelo y llévate a esta farsa!<br />

Marcelo se lo tomo con humor y le señalo con el dedo.<br />

—O dejas de vacilarme, o te quito la biodramina.<br />

Altaha aparentó retorcerse de dolor, simulando que agarraba la caja de<br />

biodramina como si Marcelo se la intentase quitar.<br />

— 127 —


— ¡No, no, por favor la biodramina no! ¡No puedo vivir sin ellas, compadécete<br />

de mí, haré lo que quieras!<br />

Se arrodillo y simuló besarle los pies.<br />

— ¡Oh amo, perdóname por mi osadía! Seré sumisa y respetuosa.<br />

Carlos y Marcelo se estuvieron riendo un rato con la parodia, estaba claro que<br />

la capacidad cómica de Altaha no tenía límites.<br />

La navegación continuó tranquila. Altaha se ocupaba de mirar el GPS, que me<br />

mostraba la posición y el rumbo así como la distancia, velocidad incluso hora<br />

estimada de llegada. Solo tenía que ajustar el rumbo del compás al rumbo<br />

indicado en el GPS. Si se desviaaban por el abatimiento del viento o el efecto de<br />

las corrientes lo refleja inmediatamente y solo tenían que corregir de nuevo el<br />

rumbo. De alguna forma tan poca actividad no le gustaba.<br />

—La verdad, es que yo pensaba que navegar resultaba un poco más difícil,<br />

pero solo es cuestión de ajustar un par de parámetros y ya está. Incluso en mucho<br />

más fácil que conducir.<br />

Marcelo, es su nueva línea de compañero moderado, aunque claramente no<br />

estaba convencido del comentario, opto seguir el razonamiento de Altaha.<br />

—O sea ¿qué te parece más sencillo navegar que ir por una carretera?<br />

—Si claro.<br />

—Deben de ser los efectos secundarios de la biodramina, no razonas muy<br />

bien.<br />

—No. Lo digo en serio. Aquí no hay carreteras y la velocidad es mucho más<br />

lenta que un coche; además sin tráfico, puedes tomarte tu tiempo y no hay<br />

riesgos.<br />

—¡Ya!. Pero en una carretera, no chocas con las olas, ni te puedes hundir, ni<br />

vas de noche sin luces. Y además no sabes lo que hay debajo del agua.<br />

—Bueno en eso no había pensado, pero me darás la razón que con el GPS, no<br />

es nada difícil llegar.<br />

—Si, ahora es muy fácil, por eso cualquiera coge un barco. Los de antes si eran<br />

auténticos marineros.<br />

— ¿Era mucho más difícil? –le preguntó.<br />

—Imagínate, que solo tienes una brújula que además, no es muy precisa. Ssolo<br />

vale para distancias cortas si te pones atravesar un océano no sabes ni donde<br />

acabaras.<br />

— ¿Pero cómo se podía navegar así?<br />

—Pues muy mal. Un ejemplo, desde los griegos ya se conocía que la tierra era<br />

redonda, pero hasta dos mil años después no se pudo circunnavegar.<br />

— 128 —


— ¿No fue Colon el que descubrió que era redonda?<br />

—No, en realidad desde Eratóstenes, que fue un astrónomo griego que se<br />

ocupaba de la biblioteca de Alejandría en el doscientos antes de Jesucristo, ya<br />

demostró su redondez, aunque ni siquiera lo cuestionasen en esa época.<br />

— ¿Lo demostró?<br />

—Sí, y además, no contento con eso decidió medirla. Lo hizo contando los<br />

pasos entre Asuán y Alejandría respecto a la diferencia de la inclinación del sol en<br />

los dos lugares, así calculó el radio con un error de solo un uno por ciento.<br />

— ¡Fantástico! –Exclamó Carlos—. Un auténtico científico. Pocos medios que<br />

suplió con imaginación e inteligencia.<br />

— ¿Entonces porque seguían confundidos muchos siglos después? –preguntó<br />

Altaha.<br />

Carlos creyó tener la respuesta a esa pregunta.<br />

—Seguramente cosas de la religión, cuando no puede explicar algo lo<br />

simplifica o directamente se engaña. ¿Piensa, como le explicas a una persona que<br />

no conoce el espacio ni la gravedad, que vivimos en un mundo redondo<br />

suspendido en la nada?, ¿Solución?, sencilla, vivimos en un mundo plano<br />

sostenido por Dios, y el que lo niegue es un ateo y lo mandamos a la hoguera.<br />

—Vale –dijo Altaha-, pero volviendo al tema de la navegación sin GPS, sería<br />

dificilísimo. Sin embargo recorrieron todo el mundo.<br />

—Así es.<br />

—Pues no lo entiendo.<br />

—Con los años, el hombre fue descubriendo cono navegar.<br />

— ¿Cómo lo hicieron?<br />

—Imagínate que tienes un pequeño barco pero no tienes ni idea de nada más.<br />

¿Cómo navegas? Sencillo, de día y con las referencias de la costas. Por ese motivo<br />

durante miles de años la navegación fue básicamente costera.<br />

— ¿Entonces solo iban pegados a la costa?<br />

—Al principio sí. Cuando construyeron barcos más grandes, aguantaban mejor<br />

las olas, pero el problema era el mismo. Por eso solo navegaban en una dirección<br />

a mar abierto si sabían que encontrarían tierra enfrente. En el mediterráneo,<br />

resultaba relativamente sencillo pues, siempre acababas encontrando una costa.<br />

— ¿Y cómo llegaban a las islas?<br />

—Si estaban cerca o eran muy grandes como Mallorca o Cerdeña, acertaban.<br />

Pero con otras como las Canarias, aunque los romanos y griegos sabían de su<br />

existencia no navegaban, pues resultaba muy peligroso llegar, si se confundían<br />

acababan perdidos en el océano.<br />

—Ósea, que en realidad iban bastante perdidos.<br />

— 129 —


—Sí, lo dice el propio nombre de “navegar por estima”, cuando se hace solo<br />

con la referencia del sol, y calculando a ojo la velocidad el viento y las corrientes.<br />

Y así cuando uno calculo donde esta se llama punto estimado o de estima, aunque<br />

por la falta de precisión que implicaba, también se le conoce por “punto de<br />

fantasía”.<br />

— ¡Qué bueno, punto de fantasía! O sea, que los antiguos cuando veían el mar<br />

abierto no le gustaba nada.<br />

—Tú lo has dicho. Además en Galicia tenemos un ejemplo muy claro. Los<br />

romanos, al llegar a Galicia, como extremo de la península ibérica, se trataba de la<br />

zona más occidental de imperio, así que de forma muy evidente le llamaron<br />

donde la tierra acababa en latín, osea “Finisterre”, y así le quedó el nombre hasta<br />

la actualidad.<br />

— Que originales.<br />

—<strong>El</strong>los eran así, en el estrecho de Gibraltar, donde a partir de ahí se abría el<br />

océano atlántico, pusieron un aviso en los mapas indicando que no había tierra<br />

más allá, en latín “Non Terrae Plus Ultra”, que lo remarcaban con dos columnas<br />

de Hércules, como si fuese una puerta que no se debía traspasar. Que por cierto,<br />

intimidó tanto a los navegantes que cuando se descubrió América el Rey Carlos I,<br />

para animar a la conquista del nuevo continente, cambio el lema por “plus ultra”,<br />

que viene a significar algo así como “hay algo más allá”. Y le debió gustar bastante<br />

pues lo incorporó al escudo de España.<br />

Carlos, se sentido sorprendido por esa información.<br />

— Muy interesante. Nunca había pensado porque estaban las columnas y ese<br />

lema en el escudo nacional.<br />

Altaha, seguía con su curiosidad sobre la navegación.<br />

— ¿Y hasta cuando duro esta forma de navegar?<br />

— Pues bastante, desde que comenzó la navegación digamos cuatro mil años<br />

antes de Jesucristo, hasta el año mil en que se descubrió la brújula por los chinos.<br />

— ¿Por los chinos?<br />

— Sí, está acreditado en un libro de 1087 el “Ensayo del tesoro de los sueños”<br />

escrito por Shen Kuo.<br />

— ¿Y cómo llego a Europa?<br />

— Por los árabes, que estaban en el medio y cubrían la llamada ruta de la<br />

seda. Está recogido en "<strong>El</strong> libro tesaurus de los mercaderes" de Baylak al—Kibjaki<br />

escrito en 1282.<br />

— ¿No los habrás leído? –le preguntó Altaha con cierta sorna.<br />

— No. Lo saqué de una historia sobre la brújula.<br />

— 130 —


— Menos mal. Comenzaba a pensar que lo habías leído todo. Pero volviendo a<br />

lo nuestro. Entonces si ya conocían la brújula los chinos y los árabes. ¿Por qué<br />

fueron los europeos los mejores navegantes?<br />

— Por pura necesidad, China y Arabia tenían imperios muy grandes y no<br />

necesitaban expandirse, en Europa en cambio, existían muchos pequeños reinos y<br />

estaban como locos por buscar más comercio y otros territorios.<br />

— Curioso lo de brújula, imagino que el nombre viene de algún término chino<br />

raro traducido.<br />

— Nada de eso, se llama brújula, por el diminutivo de bruja. Como no veían<br />

que la aguja se movía sola indicando siempre al norte, pensaban que estaba<br />

embrujada esa pequeña caja.<br />

— Simpático. ¿Y fue tan importante para la navegación?<br />

— Por supuesto. Y no solo para navegar más lejos sino también para la<br />

economía, pues antes solo se hacían viajes entre mayo y septiembre, para tener<br />

cielos despejados y ver la tierra a distancia. Ahora ya se podía viajar todo el año y<br />

esos meses adicionales eran de considerable importancia económica; por<br />

ejemplo, permitió a las flotas venecianas hacer dos viajes anuales al levante, en<br />

vez de uno sólo.<br />

— Osea, que por fin sabían con precisión el rumbo que seguían.<br />

— Bueno, resultó un poco más complejo que mirar la brújula. A lo largo de los<br />

años descubrieron que la brújula no siempre apunta al norte, pues cada zona<br />

tiene sus desviaciones por depósitos de hierro y otros elementos. Esto se<br />

solucionó cuando se hicieron mapas de todo mundo indicando las declinaciones<br />

de cada zona, que se representan con líneas llamadas curvas isogónicas. Para<br />

hacerse una idea en España es de unos siete grado oeste, pero hay zonas por<br />

Islandia que llegan a treinta o cuarenta grados.<br />

— Vaya lio.<br />

—Pues como curiosidad, te comento que la declinación de cada zona va<br />

cambiando con los años, por ese motivo los viejos mapas no sirven pues no tiene<br />

nada que ver el norte magnético de aquella época con el actual.<br />

— Me ha quedado claro. ¿Cuál fue el siguiente avance?<br />

— Hay que entender que con la brújula, lo único que se conocía era el rumbo<br />

que se seguía pero se desconocía donde se encontraba uno en medio del mar. Así<br />

que tuvieron que recurrir a las únicas referencias que podían ver que eran de día<br />

el sol, y de noche las estrellas. Y sobre todos se dieron cuenta que según la<br />

distancia del ecuador la altura de los astros cambiaban. Se comenzó midiendo con<br />

un aparato llamado el astrolabio. Así a finales del siglo XV se podía calcular con<br />

— 131 —


cierta precisión la latitud o altura en el mundo donde uno estaba, pero no existía<br />

forma precisa de determinar la longitud geográfica.<br />

— Pero entonces, solo conociendo la altura, no servía para nada. Solo<br />

disponían de una de las dos coordenadas necesarias para conocer la situación.<br />

— Le servía para mucho más que lo que tú piensas. Navegaban sobre los<br />

meridianos cortados, es decir primero navegar a un punto de la misma latitud que<br />

el destino para luego ir navegando manteniendo la latitud hasta dar con el<br />

destino.<br />

— No me he enterado de nada.<br />

— Por ejemplo, el navegante que iba de España a Cuba desconocía en que<br />

meridiano se encontraban, pero sabiendo que estaban en el paralelo veintitrés<br />

Norte, si seguían navegando sobre ese paralelo hacia el oeste acabarían<br />

encontrando Cuba. Podría parecer un sistema muy básico, pero lo cierto es que<br />

daba muy buen resultado. Así se navegó durante siglos entre Europa y América,<br />

además de por el resto del mundo.<br />

— Imagino –apunto Carlos-, que el siguiente descubrimiento fue como<br />

localizar la longitud.<br />

— Exactamente, pero no fue nada fácil. La única forma de conseguirlo es con<br />

un reloj lo suficientemente preciso para saber a qué distancia estaba. Lo malo es<br />

que en esa época no había relojes.<br />

— Pues lo tenían claro.<br />

— Lo que si tenían claro es que había que conseguirlo. Así todas las potencias<br />

de Europa ofrecieron recompensas al que lo construyese. Felipe III, ya en 1573<br />

ofreció un premio de seis mil ducados de renta perpetua y dos mil de renta<br />

vitalicia. Incluso atrajo a Galileo en 1612, pero nadie logró solucionarlo y quedó<br />

desierto. Casi doscientos añas más tarde seguían sin resolver el problema, hasta<br />

que llego un relojero inglés John Harrison, que en un ejercicio de perseverancia<br />

pasó a historia, pues después de treinta y siete años de experimentar en varios<br />

modelos el Rey le dieron finalmente el premio en el año 1773 a los ochenta años.<br />

— O sea que tardaron casi cuatrocientos años en solucionarlo. Imagino que<br />

entonces la navegación se hizo mucho más segura.<br />

— Si, y así se navegó hasta mediados del siglo XX. Entonces todo cambió con la<br />

electrónica.<br />

— Con el GPS.<br />

— No, eso fue un poco más tarde. Primero fueron dos descubrimientos muy<br />

útiles. Uno fue el uso de las ondas de radio para localizar la posición, como hacen<br />

ahora con los móviles, el sistema se llamó, LORAN acrónimo de<br />

LOng RAnge Navigation, o navegación de largo alcance. Otro sistema se debió a la<br />

— 132 —


característica especial de las ondas de rebotar en los objetos, y así se inventó el<br />

RADAR, acrónimo de radio detection and ranking, o detección y medición de<br />

distancias por radio. Esto permitió detectar a kilómetros de distancia o en la<br />

oscuridad la presencia de barcos o de tierra, permitiendo una navegación con<br />

independencia de la visibilidad.<br />

— Y después vino el GPS.<br />

— Exactamente, a final del siglo veinte, con el desarrollo de los satélites, se<br />

crea sistema por todos conocidos GPS que es el acrónimo de Global Positioning<br />

System, o sistema de posicionamiento Global. Se basa en triangular la señal de<br />

veinticuatro satélites que están en órbita, aunque por seguridad número total son<br />

treinta y dos.<br />

— ¿E un sistema perfecto?<br />

—Casi perfecto. <strong>El</strong> único problema de este sistema es que está controlado por<br />

EEUU y en concreto por el ejército, con esta dependencia el resto de los países se<br />

quedarían tirados pues en cualquier momento. Por este motivo los países que<br />

pueden están construyendo los suyos; Rusia puso en marcha el GLONASS hace<br />

unos años; Europa, creó el GALILEO que ya comenzó a lanzar satélites pero no<br />

estará operativo hasta dentro de unos años; China astutamente primero se unió<br />

al proyecto Galileo, pero después de disponer de la tecnología, decidió implantar<br />

en suyo propio llamado BEIDOU, u Osa Mayor, y acaban de lanzar su primer<br />

satélite.<br />

—Me ha quedado claro –dijo Altaha- que navegar sin el GPS es más difícil de lo<br />

que parece. ¿Y yo me preguntó? ¿Qué pasaría si se nos estropea el GPS? ¿Sabrías<br />

llegar hasta Madeira solo con la brújula?<br />

—Debemos estar a menos de doscientas millas, por lo que teóricamente solo<br />

tendríamos que seguir ese rumbo que nos lleva directos.<br />

— ¿Así de fácil?<br />

—No, todo lo contrario; la realidad es que hay cambios de rumbo, la deriva de<br />

las corrientes y el abatimiento del viento nos desvían. Así que, sabiendo que<br />

estamos a dos o tres días de Portugal, no me arriesgaría, daría la vuelta y me<br />

dirigiría hacia el este. Ahí seguro que encuentro la costa de Portugal o en el peor<br />

de los casos África.<br />

— ¡Pero bueno Marcelo! ¿Qué me dices? La isla de Madeira es muy grande. ¿No<br />

me digas que no eres capaz de acertar con ella, todo un marinero como tú?<br />

—Pues no lo sé. Carlos ayúdame a calcular el ángulo de error de aquí a Madeira.<br />

Carlos se quedó pensando unos segundo recopilando mentalmente los datos.<br />

—Digamos que Madeira mire unos cuarenta kilómetros por veinte, estamos a<br />

doscientas millas o sea unos trescientos sesenta kilómetros. Bueno, así a ojo<br />

— 133 —


tenemos un seno de cero coma cero ochenta y tres, que representa unos cinco<br />

grados de margen de error para dar con la isla.<br />

—Lo que imaginaba, solo cinco grados. Eso es muy poco, incluso sin el efecto de<br />

las corrientes y del viento, navegando con la brújula es imposible no confundirse<br />

un par de grados al tomar el rumbo.<br />

A Altaha le parecía imposible no acertar con una isla tan grande.<br />

—Pues no lo entiendo, aunque no llegues justo al puerto, la isla se ve a mucha<br />

distancia.<br />

Marcelo movió el dedo marcando una negativa.<br />

—Ya. Y si coincide un día con niebla o es de noche, pasaríamos de largo y<br />

acabamos en medio del atlántico. No podemos jugarnos la vida a que aparezca o<br />

no un banco de niebla.<br />

—Así, que si este pequeño GPS se estropea, tenemos que volver.<br />

—Pues sí, dependemos de este pequeño aparato. Es lo malo de no haber<br />

preparado el viaje, vamos con lo justo.<br />

A pesar de las inquietudes planteadas el GPS funcionó correctamente y<br />

siguieron el rumbo previsto navegando con relativa tranquilidad.<br />

Cuando ya se veían a menos de un día tuvieron un pequeño contratiempo.<br />

Para ajustar unos parámetros en el ordenador, pararon el motor y recogieron las<br />

alas, quedándose al pairo durante unos minutos. Una ola perdida los cogió de<br />

través rompiendo en la bañera. Altaha tuvo la mala suerte de estar precisamente<br />

en el bordo donde rompió y la ola le cayó justamente encima, después, el resto<br />

del agua entró por la escotilla de la entrada, metiendo dentro del Albatros una<br />

docena de litros de agua y con tan mala suerte que cayeron sobre la bolsa de ropa<br />

de Altaha que estaba en el suelo. <strong>El</strong> agua se filtró por los agujeros del suelo hasta<br />

la sentina donde quedo recogida, y con la bomba de achique manual y la<br />

evacuaron en un minuto.<br />

Marcelo aunque soluciono rápidamente la limitada entrada de agua, se quedó<br />

preocupado, pues con mal tiempo las olas serían más grandes y podrían meter<br />

mucha más agua pudiendo afectar a los sistemas eléctricos paralizando todo el<br />

barco. Como sistema de precaución estableció que con mal tiempo navegasen<br />

con la escotilla cerrada. Con acierto la escotilla la habían diseñado de forma<br />

ovalada ajustada en todo su perímetro con una moldura de plástico y con cierre<br />

con seis puntos de anclaje, parecida a la de los submarinos, por lo que se cerraba<br />

de forma totalmente estanca.<br />

Altaha se quedó empapada y con toda la ropa repuesto mojada. Así que tuvo<br />

que recurrir a la ropa de Marcelo y Carlos para estar seca. Ofrecía un aspecto<br />

— 134 —


simpático con un pantalón de chándal largo y flojo con doble vuelta en tobillo y<br />

una sudadera también muy floja con las mangas dobladas, parecía uno de esos<br />

jóvenes de hip-hop.<br />

Marcelo le enseñó el viejo truco de los navegantes trotamundos, de colgar las<br />

prendas al viento para que se secasen. Así colgadas aun sin sol el efecto del viento<br />

hace que la ropa se seque rápidamente. Resulta bastante escandaloso eso de<br />

llevar la colada al viento, así que cuando uno ve un velero con esa facha se da<br />

cuenta que es el típico trotamundos, que le resulta indiferente la imagen mientras<br />

solucione su colada.<br />

Altaha haciéndole caso, colgó su ropa en la bañera a modo de un improvisado<br />

tendal y tal y como predijo Marcelo en un par de horas se quedó seca, aunque eso<br />

si un tanto acartonada por efecto de la sal, así que opto por seguir vestida con el<br />

chándal.<br />

— 135 —


UN DESCANSO MERECIDO<br />

Al día siguiente Altaha se levantó, emocionada a sabiendas que llegarían a<br />

Madeira.<br />

<strong>El</strong> archipiélago de Madeira está compuesto de dos islas habitadas, Madeira y<br />

Porto Santo y tres islas menores no habitadas, llamadas Islas Desertas. A media<br />

mañana pasaron junto a la isla de Puerto Santo, que es especial, pues Madeira<br />

carece de playas de arena, así que el que quiera tomar el sol en la playa tiene que<br />

desplazarse a esta isla vecina.<br />

Siguieron navegando hacia el suroeste, Madeira se encontraba a veinte millas<br />

náuticas pudiéndose divisar con facilidad, pues la parte más alta de la isla llegaba<br />

a alcanzar los mil ochocientos metros. La isla, en realidad, estaba constituida por<br />

la parte que sobresalía del agua, de un volcán que surgió en la mitad del océano.<br />

En menos de dos horas ya estaban en el noroeste de la isla y dado que<br />

Funchal, como capital y principal puerto, se encontraba ubicado en el sur de la<br />

isla, tuvieron que recorrer toda la costa del sureste. A mitad de camino se<br />

cruzaron con el aeropuerto internacional de Madeira antes llama de Funchal o<br />

santa Catarina. Carlos le comentó como curiosidad que dado que la orografía de<br />

la isla es una gran montaña, no existía ningún lugar para instalar un aeropuerto,<br />

así que tomaron una ladera junto al mar y ahí construyeron un pequeño<br />

aeropuerto. Tan ajustada estaba la pista, que cuando tuvieron que alargarla para<br />

los aviones de reacción tuvo que crecer sobre el mar. Así el viajero que llega por<br />

primera vez, le resulta bastante impresionante aterrizar en una pista que<br />

comienza y acaba en el mar, y el avión vuela a la altura de las casas de los vecinos<br />

que están en la ladera. Esta peculiaridad y la dificultad que implica, exige que los<br />

pilotos de las aerolíneas tengan que tener un curso especial para aterrizar o<br />

despegar.<br />

Siguieron navegando paralelos a la costa hasta que divisaron Funchal. Su<br />

puerto formaba con la costa una forma alargada abierta hacia el este, justamente<br />

por donde ellos llegaban. Se trataba de un puerto amplio para dar cabida a<br />

grandes buques, dentro de este puerto se encontraba el puerto deportivo, cuya<br />

ubicación resultaba perfecta, pues estaba situado justamente en medio de la<br />

ciudad, delante de un viejo fuerte blanco.<br />

En ese momento, cuando recorría esa última media milla sintieron la emoción<br />

de la travesía que habían realizado y comenzaron a felicitarse. Indiscutiblemente<br />

para Carlos y Altaha se trataba de una gran aventura; incluso para Marcelo, a<br />

pesar de tener mucho mar en el cuerpo, también se sentía muy satisfecho, pues<br />

— 136 —


ecorrer seiscientas milla de mar abierto en un barco construido por uno mismo<br />

no estaba exento de mérito.<br />

Atracaron con comodidad y al exhibir sus documentos de identidad española,<br />

el guardia no hizo ninguna pregunta más sobre el Albatros. Madeira como isla<br />

recibía todo tipo de barcos y no era cuestión de negar un atraque por<br />

formulismos y enviar al navegante de vuelta al medio del océano.<br />

A la satisfacción de la arribada se les unía la de recobrar ciertas comodidades,<br />

pues la estancia en el Albatros durante seis días les hizo recordar la necesidad de<br />

una buena cama, una ducha o poder tomar algo caliente. De forma unánime<br />

decidieron coger un hotel para pasar el tiempo que estuviese en Funchal,<br />

escogieron uno situado en medio de Funchal, Altaha cogió una habitación y Carlos<br />

y Marcelo otra conjunta.<br />

Se fueron a las habitaciones para descansar y se vieron después de unas horas<br />

en la cena. Altaha no dejaba de manifestar su felicidad por la ducha que se<br />

acababa de dar, felicidad que completaría cuando pudiese dormir tranquilamente<br />

sin el concierto de ronquidos que Marcelo o Carlos le deleitaban cada noche. <strong>El</strong>los<br />

la miraron y sin ofenderse y le dejaron que disfrutase del momento; Eran<br />

plenamente conscientes que a partir del segundo día de navegación Altaha se<br />

acostumbró a la convivencia y a partir de ese momento dormía a pierna suelta,<br />

con independencia de las olas, del motor y de los ronquidos.<br />

La cena supuso una venganza, después de estar casi una semana comiendo<br />

frio a base de fruta, latas y bocadillos. Se regocijaron primero con una sopa<br />

caliente y después con una buena carne, incluso al llegar al postre pidieron algo<br />

caliente. Brindaron en varias ocasiones por la travesía realizada, se podían<br />

considerar con suerte por haber navegado con el Albatros seiscientas cincuenta<br />

millas en mar abierto sin incidentes.<br />

Entre el vino y la emoción, Altaha se iba poniendo cada vez más eufórica.<br />

—Esto hay que celebrarlo, ¿Cuál es el plan de esta noche?<br />

—Yo me pienso coger una buena tajada –respondió Marcelo sin pensarlo.<br />

— ¿En serio quieres emborracharte?<br />

—Sí, claro.<br />

—No te he visto beber ni un solo día en el mar.<br />

—En el mar no bebo nunca. Hay que conservar toda la concentración y la<br />

fuerza.<br />

—Yo pensé que los marineros tomabais ron y estas cosas.<br />

—Tú has visto demasiadas películas de piratas. En la mar no se suele beber,<br />

hay un dicho que lo deja claro; Cuando al marinero le dan de beber, o esta jodido<br />

o lo van a joder.<br />

— 137 —


— ¿Y eso que significa?<br />

—Que solo le daban de beber cuando tenía una lesión, para que aguantase el<br />

dolor o, para animarlo a hacer algo arriesgado.<br />

— O sea, que en el mar eres abstemio, y cuando bajas a tierras te resarces.<br />

—Lo has pillado.<br />

—Y entonces, tu diversión consiste en beber hasta ponerte borracho como<br />

una cuba.<br />

—No, tampoco. Eso es de borrachos. Bebo hasta perder todo el sentido de lo<br />

que me rodea, hasta que solo veo el presente inmediato, y con un poco de música<br />

se alcanza un estado como de trance interesante. Pero sin llegar a perder el<br />

control.<br />

— ¡Bueno, bueno con Marcelo! –Exclamó Altaha-. Se nos ha puesto metafísico<br />

con una borrachera.<br />

— ¡Vete a rascarla Altaha! Si hablo mal porque mal, y si bien porque bien.<br />

—Bueno, perdona, no era por meterme contigo, es que me ha hecho gracia.<br />

Yo cuando me he cogido una buena tajada nunca pensé en eso. ¡Oye tal vez me<br />

puedas enseñar!<br />

—No hay nada que enseñar. Bebes y ya está. Imagino que habrás ido de copas<br />

muchas veces.<br />

—Sí, pero siempre con los amigos en plan salir. Nunca he ido a propósito para<br />

cogerla, ni buscando ese punto de nirvana.<br />

—Entonces, mejor no busques lo que no necesitas.<br />

— ¡Es que hoy estas que te sales! Si pareces un monje budista dando consejos.<br />

—lo miró a los ojos mientras levantaba la mano— Pero espera, no te lo tomes a<br />

mal es que me hace gracia, pero lo digo en serio, un día es un día y me gusta<br />

experimentar ese estado a propósito.<br />

—Pues no hace falta que te enseñe, solo tienes que beber hasta que te haga<br />

daño. Y la próxima vez un poco menos, así hasta que alcances tu punto de<br />

equilibrio.<br />

—Ese tipo sistema de aprendizaje a base de prueba y error –apuntó Carlos—.<br />

Tiene el defecto de tener que beber muchas veces y caer en los extremos, antes<br />

de aprender. En este sentido estoy conforme con Altaha en que le enseñes, tú<br />

debes de actuar como un sistema experto.<br />

Altaha los miró desconcertada.<br />

—Me siento como si tuviese que ser programada, tampoco es para tanto me<br />

basta con algún consejo.<br />

Marcelo la miró, claudicando, pues si no optaba por darle algún consejo la<br />

tendría que aguantar las siguientes horas.<br />

— 138 —


— ¿Un consejo quieres? Pues bebe despacio. En general el alcohol tarda unos<br />

veinte minutos en hacer efecto, y más de una hora en ser eliminado. Así que si<br />

bebes deprisa cuando comiences a encontrarte mal, en realidad seguirás<br />

absorbiendo alcohol en la siguiente media hora y estarás cada vez más borracha.<br />

Si bebes despacio, cuando cojas el punto paras. Si lo haces así, podrás seguir<br />

manteniendo un par de horas, claro que tampoco es cuestión de batir ningún<br />

record, nunca te pongas objetivos absurdos.<br />

—Ha estado bien, seguro que conoces más, ¿qué bebidas aconsejas? A mí me<br />

gusta comenzar la cena con vino, seguir con un Martini y después ya se verá.<br />

—Pues así vas mal. Lo mejor es no mezclar. En cuanto a las bebidas los mejor<br />

son bebidas secas que otras con mucho azúcar como el anís. También te aconsejo<br />

alcohol lo más limpio posible como el vodka o la ginebra.<br />

—Pues nada, lo mejor es pasar a la práctica. ¿Te apuntas Carlos a una<br />

borrachera, descontroladamente controlada, dirigida por nuestro maestro Zen<br />

Marcelo?<br />

—Sugerente sin duda, pero no gracias –respondió Carlos con una sonrisa-. Uno<br />

de los recuerdos que me ha dejado la empresa, es una ulcera de estómago. La<br />

tengo que controlar, así que muy poco vino y solo con las comidas y por la noche<br />

antes de acostarme una manzanilla, si respeto este protocolo entonces no me<br />

molesta y duermo bien. En definitiva me he vuelto epicúreo.<br />

— ¿Qué te has vuelto qué? –pregunto Altaha, mostrando que no tenían ni<br />

idea de que era eso.<br />

—En la Grecia antigua lo hedonistas buscaban el placer, pero también estaban<br />

otro grupo de filósofos, los epicúreos, que también buscaba el placer, pero se<br />

dieron cuenta que si se excedían producía dolor, así que se volvieron muy<br />

moderados viviendo de forma modesta, pues de así alcanzaban la máxima<br />

felicidad.<br />

—Qué cosas, si es que hay gente rara para todo. Pero nada Carlos tu pégale a<br />

los epicúreos esos que dices, que nosotros nos vamos de pubs a sufrir un poquito.<br />

— No me gustan los Pubs –apunto Marcelo— prefiero tomar una copa aquí y<br />

otra allí, además, paseando se van bajando.<br />

— ¿Pero si no es un pub, dónde tomas las copas?<br />

— En los bares de toda la vida, donde están los marineros y pescadores.<br />

Después al final buscamos un sitio más cómodo donde sentarnos, sin esa música<br />

atronadora de los pubs.<br />

—Vaya plan, como para tirar cohetes. Si te parece bien comenzamos en el<br />

hogar del pensionista, creo que la cafetería tiene un ambiente de miedo.<br />

— 139 —


—Altaha, tu haz lo que haz lo que quieras. Pero que te quede claro, que yo voy<br />

a los sitios que me gustan.<br />

—Vale, vale por mí no hay problema, pero si no quieres que te acompañe<br />

dímelo, a lo mejor te molesto y prefieres beber solo.<br />

—Solo los borrachos beben solos. Bebo acompañado y para pasarlo bien.<br />

—Bien. Entonces yo te sigo a donde vayas y tomaré lo que tú tomes.<br />

—No, si pretendes aguantar. Yo peso ochenta kilos y tú —la miró de unos<br />

segundos de arriba a abajo— así a ojo unos cuarenta y ocho.<br />

— Eres peligroso para las mujeres Marcelo, solo te has confundido por un kilo.<br />

De debes saber que el peso es el último secreto que queremos que un hombre<br />

conozca. Bueno ya que lo has descubierto, entonces debo beber la mitad que tú.<br />

—Con menos pesos metabolizas peor y además, no estás acostumbrada. Con<br />

una tercera parte vas sobrada, y ya veremos cómo te vas encontrando.<br />

Antes de irse aprovechando un momento que Carlos estaba a solas con<br />

Marcelo, le comentó que veía a Altaha demasiado emocionada y le pidió que la<br />

cuidase. Marcelo asintió con un breve movimiento de la cabeza. Carlos conocía lo<br />

poco dado de Marcelo a ratificar las órdenes, tal vez fuese porque no le gustaba<br />

recibirlas o tal vez porque entendía iba implícito en su condición hacer las cosas<br />

correctamente; y lo cierto es que durante dos años trabajando con él, ese gesto<br />

suponía la máxima respuesta que le daba cuando le encargaba cualquier trabajo,<br />

por complejo que fuese. Así que, con esa pequeña inflexión de Marcelo, Carlos se<br />

quedó totalmente tranquilo, le otorgaba más seguridad que si cualquier otra<br />

persona lo hubiese jurado sobre la Biblia.<br />

Después de cenar Marcelo y Altaha salieron dando una vuelta por Funchal y se<br />

acercaron hasta el puerto, donde buscaron un bar típico de marineros y<br />

pescadores. Se sentaron en una mesa y después de mirar a su alrededor, Marcelo<br />

se dirigió a dos pescadores y les pidió información para navegar por la zona.<br />

Marcelo, previamente le explicó a Altaha que los extranjeros generan<br />

desconfianza, pero si te muestras humilde y además les pides consejo, estas<br />

reconociendo necesitas ayuda y que ellos saben más, lo que les otorga mucha<br />

confianza.<br />

Cuando Marcelo comenzó a hablar con ellos en portugués, Altaha se sintió<br />

sorprendida. Marcelo le explicó que el gallego y el portugués son muy parecidos,<br />

por lo que no tenía ningún problema en entenderse.<br />

<strong>El</strong> plan funcionó a la perfección pues enseguida se fueron incorporando el<br />

resto de los marineros y pescadores para dar su opinión. Marcelo se dirigió al<br />

dueño de la cantina y dijo en voz alta que estaban todos invitados a lo que<br />

quisiesen, lo que generó que se consolidase el grupo para darle consejos. Esa<br />

— 140 —


gente agradeció la primera invitación y mientras la conversación continuaba, los<br />

marineros con su nobleza insistieron en que la siguiente ronda fue a su cargo.<br />

Estaban ya bastante animados hablando de prácticamente cualquier cosa, y<br />

Marcelo insistió en tomar una tercera ronda a su cuenta, entonces Altaha<br />

comentó que le tocaba el turno de pagar a ella. Todos la miraron extrañados, eso<br />

de dejarse invitar por una jovenzuela, que podía ser la hija de cualquiera de ellos<br />

no entraba dentro de sus planes. Marcelo plenamente integrado con los<br />

pescadores hizo un ademán con la mano, como que no le hicieran ni caso a la<br />

niña, y se ocupó el de pagar la ronda.<br />

Altaha, lejos de molestarse, contemplaba con beneplácito lo feliz que sé que<br />

encontraba Marcelo, estaba claramente en su mundo, con su gente de toda la<br />

vida, compartiendo la bebida y comentando sus cosas del mar.<br />

Bajo los efectos eufóricos de las copas, se despidieron entre abrazos, como si<br />

fuesen amigos de toda la vida, deseándoles una buena navegación y Marcelo a<br />

ellos una buena pesca.<br />

Altaha estaba asombrada. <strong>El</strong> antisocial de Marcelo, en menos de dos horas se<br />

había ganado como amigos a todos los del bar, además, tal y como se<br />

despidieron, seguro que no dudaban en ayudarles en todo cuanto pudiesen si así<br />

surgía la oportunidad. Sintió envidia, ella se lo pasaba muy bien de pubs y sin<br />

duda hacía amigos, pero de esos de una noche y si ibas con un problema al día<br />

siguiente, si te he visto no me acuerdo. <strong>El</strong> espíritu en esa taberna se evidenciaba<br />

mucho más franco y noble. Esto le hizo prometerse que nunca volvería a<br />

despreciar un bar de pescadores, incluso cuando volviese a Tenerife, se daría una<br />

vuelta para conocerlos.<br />

Ya en la calle, claramente Altaha mostraba los efectos del alcohol y resultaba<br />

imposible quitarle esa sonrisa de oreja a oreja. Mientras se dirigían al centro de<br />

Funchal, Altaha percatándose de su situación de borracha, simpáticamente le<br />

sugería a Marcelo que no abusase de esta situación; aunque su forma de<br />

expresarlo más parecía una sugerencia que una advertencia. Marcelo la<br />

tranquilizó comentándole que con el carácter e iniciativa de Altaha, él se sentía<br />

más como presa que como cazador.<br />

Así, hablando de tonterías, llegaron hasta un café con una terraza donde a<br />

esas horas ya estaban tomando copas. Altaha pidió otra copa. Marcelo se lo<br />

intento impedir, pues aún estaba claramente bajo el efecto de las anteriores. A<br />

pesar de las advertencias Altaha insistió en tomarla y la noche no duro mucho,<br />

pues el alcohol hizo efecto más rápido de lo previsto y apenas se mantenía en pie.<br />

Marcelo decidió acabar la noche y llevarla al hotel que no se encontraba lejos.<br />

— 141 —


En el camino de regreso Altaha daba muestras de perder el equilibrio, así que<br />

la cogió por los hombros. Lentamente iban avanzando por la calle, y mientras<br />

Marcelo casi la arrastraba ella insistía en cantar una canción de moda.<br />

Altaha se despertó de un sueño profundo con una resaca considerable.<br />

Durante unos segundos no tenía ni idea donde estaba, al ver la habitación fue<br />

recordando todo; no dejaba de sorprenderse de cómo diablos acabó en una isla<br />

en la mitad del océano después de llegar en un barco construido por ellas y unos<br />

amigos que hasta hacía dos meses prácticamente ni conocía. Ni contando con su<br />

exuberante imaginación llego nunca a prever este giro inesperado en su vida,<br />

aunque ella más que un cambio radical solo lo consideraba como unas vacaciones<br />

extravagantes.<br />

Una vez que volvió a la realidad, comenzó a coordinar los movimiento pudo<br />

mirar la hora comprobando que ya eran las doce y media. Lentamente logró<br />

meterse en la ducha y después de diez minutos se sintió mejor pero claramente<br />

necesitaba un café. Bajó a la cafetería del hotel y se encontró con Carlos leyendo<br />

la prensa, que cuando se percató de su presencia, con total parsimonia, la miró<br />

dobló el periódico y lo dejó en la mesa para prestarle atención, parecía el típico<br />

ingles flemático impasible ante todo lo que le rodeaba.<br />

— ¿Qué tal ayer? –le preguntó con curiosidad— Por la cara que tienes,<br />

pareces Orfeo regresando del reino de los muertos, debió de ser una noche<br />

antológica.<br />

—Sí estuvo, bien. Pero tengo una laguna; no recuerdo nada a partir de cierto<br />

momento.<br />

— Bueno, lo importante es que estés bien ahora.<br />

— Sí, pero es que no recuerdo como acabé la noche con Marcelo. Hasta donde<br />

yo sé no ocurrió nada entre los dos. Aunque a partir de un momento ya no<br />

recuerdo nada. Pero yo me conozco, con un par de copas todos los hombres me<br />

parecen guapos.<br />

—Yo no me quiero meter en tu vida, pero deberías preguntarselo, estas cosas<br />

es mejor saberlas.<br />

—Que patético. Preguntarle si nos enrollamos cuando estaba borracha.<br />

—Pues estas ante un dilema moral. Tendrás que optar entre la verdad con<br />

rubor y la ignorancia con honor.<br />

—No me líes, que no tengo la cabeza para tanto juego de palabras. Hablando<br />

de Marcelo ¿sabes si ya se levantó?<br />

—Sí, lo vi hace cosa de una hora. Se fue a correr, dijo que le sentaba bien para<br />

depurar del alcohol.<br />

— 142 —


— ¿Pero se puede saber de qué madera esta hecho? yo tengo la cabeza llena<br />

de campanas y él se va a correr diez kilómetros como si tomase un café.<br />

—Hablando de tomar el aire, sería bueno que diésemos un paseo, la brisa y<br />

otro café te ayudará a despejarte.<br />

Dieron una vuelta por el centro de Funchal y regresaron para comer. Se<br />

encontraron con Marcelo que les esperaba en el hall, ya duchado y vestido de<br />

sport. Se interesó rápidamente por el estado de Altaha.<br />

— ¿Qué tal estas?<br />

—Con un resacón.<br />

—Te lo advertí, pero bebiste muy rápido.<br />

— ¿En qué estado llegué?<br />

—Pues bastante bien, teniendo en cuanta que no vomitaste y te mantuviste<br />

en pie.<br />

—No recuerdo nada desde que tomamos unas copas en ese café de los toldos<br />

rojos.<br />

—Pues no hubo nada más, después regresamos directamente andando al<br />

hotel.<br />

—No lo recuerdo.<br />

—Te deje en tu habitación.<br />

Hubo un silencio de unos segundos durante los cuales Altaha dudo si<br />

preguntar, pero su curiosidad pudo más que su rubor.<br />

— ¿Me perdí algo interesante? Cuando me desperté, estaba con el pijama y<br />

no recuerdo nada.<br />

—Le pedí a la recepcionista que te ayudase a cambiarte y te dejase metida en<br />

la cama.<br />

Respiró aliviada, pasando al contraataque para evitar que se notase su rubor.<br />

— ¿Te daba vergüenza ponérmelo tú y acostarme?<br />

—Vergüenza no sé, pero pereza sí, y además, te podría sentar mal. A las<br />

mujeres no les gusta que les quites la ropa sin su autorización.<br />

—Vaya, con Marcelo. Resultas un experto en conocer lo que les gusta a las<br />

mujeres.<br />

—No creas. Respecto a lo que les gusta soy bastante torpe, pero en lo que les<br />

molesta tengo experiencia.<br />

— ¡Ah sí!, ¿y qué otras cosas les molestan?<br />

— Pues por ejemplo que no te intentes acostar con ellas, ellas piensan que<br />

siempre será así.<br />

— 143 —


—Pues vaya genio de la psicología. Es que tú también, ya puestos, no las<br />

puedes dejar con la miel en los labios.<br />

—Pues eso, lo que yo te decía, que no te lo perdonan.<br />

— ¿lo has hecho alguna vez?<br />

—Una vez, que estaba muy borracho, llegue con una a la cama pero le dije que<br />

solo quería dormir.<br />

— ¿Y le sentó mal?<br />

—De pena. Cuando me desperté ya no estaba, y nunca más la he vuelto a ver.<br />

— ¡Es que tú también Marcelo!, hay que estar a lo que hay que estar. ¿Pero es<br />

verdad esa historia? No sería que tuviste un gatillazo, que ya no eres un chaval y<br />

esas cosas empiezan a pasar.<br />

Estaba claro que los cafés habían hecho efecto en Altaha que comenzaba a<br />

resurgir con toda su inventiva maliciosa. Carlos, no quería que con su ingenio<br />

molestase a Marcelo, e intervino rápidamente.<br />

—Altaha, veo que la resaca potencia tu sarcasmo. Marcelo cuido de ti como yo<br />

le pedí; así que deberías darle las gracias y dejar de meterte con él.<br />

— ¿En serio le pediste que cuidase de mí?<br />

—Sí.<br />

—Pues anda que me espera una buena juerga con vosotros dos; con un padre<br />

preocupado por mi vida y un hermano mayor para cuidarme.<br />

Marcelo la miró.<br />

—Te confundiste de barco, el de las orgías salía de otro puerto.<br />

—Tampoco es eso, lo que ocurre es se hay que moveros un poco, animaros,<br />

falta el espíritu de la diversión. Os veo un poco apagados, esta es la mayor<br />

aventura de mi vida y queréis que no la disfrute.<br />

Si fuese por Altaha seguiría hablando y hablando toda la mañana, así que<br />

tuvieron que pararla para planificar lo que pensaban hacer. Altaha se inclinaba<br />

por el turismo, pero Marcelo insistió en que antes de nada debían ocuparse de<br />

equipar al Albatros, que en materias de seguridad adolecía de graves carencias,<br />

después ya tendrían tiempo de conocer la isla. Estuvieron todos de acuerdo, lo<br />

primero era lo primero.<br />

Marcelo, desde que comenzaron a navegar en el Albatros, les transmitió de<br />

forma muy seria, que el mar es un elemento hostil para el hombre y es fácil<br />

ponerse en un grave peligro si algo no funciona bien. La única solución consistía<br />

en estar en todo momento preparado para superar cualquier posible problema.<br />

Carlos y Altaha cuando comenzaron a navegar en Rianxo, pensaban que<br />

exageraba, pero durante la travesía en el océano se percataron de toda la razón<br />

— 144 —


que tenía. Ahora estaban los tres concienciados en estar lo mejor preparados<br />

posibles, con esta mentalidad se pusieron a repasar toda la cuestión de la<br />

seguridad. Después del susto que pasaron, su máxima prioridad se centraba en<br />

dotar al Albatros de un mejor equipo de comunicaciones.<br />

Y aunque todos estaban de acuerdo con esta prioridad, Altaha planteo que<br />

deberían de sopesar las inversiones, pues andaba muy mal de dinero. Antes de<br />

que Carlos diese su opinión Marcelo dijo que no se preocupasen, él cubriría las<br />

diferencias o se haría cargo de todos los gastos si fuese necesario.<br />

Las economías de los tres eran completamente diferentes; Carlos disponía de<br />

poco dinero pero se podía permitir gastar un par de miles de euros, pues en nada<br />

cambiaría su vida; Altaha vivía a día y acababa el mes tirando de la visa, sus<br />

opciones eran el paro y la indemnización por despido que le tenía que durar hasta<br />

que encontrase trabajo, así que no disponía prácticamente de ningún margen.<br />

Marcelo estaba en una situación diferente, pues durante años se unió su enorme<br />

capacidad de trabajo acumulando horas extras y pluses con su situación de<br />

soltería y vida estoica, por lo que llevaba quince años ahorrando. Aunque nunca<br />

les comentó cuánto dinero tenia, calculaban que debería de ser bastante, pues en<br />

algún momento insinuó que podía comprarse una o dos casa grandes cuando<br />

volviese a Rianxo.<br />

Así que ante la financiación total de Marcelo con el apoyo de Carlos, se fueron<br />

a comprar los equipos. Altaha se sentía un poco mal por no poder contribuir, pero<br />

no le hicieron ningún caso, eran plenamente conscientes que sencillamente no se<br />

podía permitir el lujo de gastar lo que no tenía.<br />

Funchal al ser la capital de una isla en la mitad del atlántico estaba<br />

perfectamente adaptada a satisfacer las necesidades de los navegantes, por lo<br />

que no tuvieron ningún problema en encontrar varías tiendas náuticas<br />

especializadas en todo tipo de equipos.<br />

Lo primero que buscaron fue un teléfono por satélite para estar siempre<br />

conectados y poder pedir ayuda.<br />

Compraron un Motorola modelo 9505 con sistema Iridium, así como unos<br />

cargadores con baterías solares para que no quedase nada al azar. Se dieron de<br />

alta con una cuenta telefónica por un par de meses para así tener abierta las<br />

comunicaciones, aunque le explicaron que siempre se podía realizar una llamada<br />

de emergencia sin saldo.<br />

Altaha sugirió, que si compraban también un sistema de comunicación por<br />

satélite, podían conectarse por Internet por satélite utilizando el ordenador, lo<br />

que sería otro sistema de seguridad y les permitiría obtener información sobre el<br />

tiempo. Les pareció bien y como ya disponían de los equipos informáticos en<br />

— 145 —


ealidad la conexión solo se trataba de una antena y un modem para conectarlo al<br />

ordenador, solo quedaba conectarlo y abrir una cuenta para disponer de la<br />

comunicación.<br />

También compraron una Radiobalizas de GPS. Las radiobalizas son<br />

transmisores de seguimiento que ayudan a la detección y localización de<br />

embarcación o personas. La característica principal es que cuando se activan<br />

informan por vía de satélite la posición de donde uno está ubicado, para que le<br />

puedan enviar ayuda. Así los servicios de rescate ya no tienen que realizar<br />

búsquedas con aviones o barcos, sino que se va directamente a donde está el<br />

náufrago, permitiendo el éxito del rescate.<br />

Según les informó el vendedor, el sistema es tan económico y eficaz, que está<br />

ampliamente difundido con unas medio millón de balizas en funcionamiento.<br />

Desde la creación del sistema CospasSarsat en 1982, las radiobalizas han ayudado<br />

en el rescate de más de doscientas veinte mil personas en más de seis mil<br />

situaciones de peligro.<br />

La siguiente compra fue una balsa salvavidas para seis personas, mucho mejor<br />

que la llevaban, también una con radiobaliza de GPS integrada.<br />

Aprovecharon para dar de alta dos radiobalizas en un registro internacional. Si<br />

la activaban sabrían que se trataba de ellos. La baliza del Albatros la dieron de alta<br />

como embarcación de vela, y de la barca salvavidas como la lancha de náufragos<br />

del Albatros.<br />

También compraron líneas de vida, que son cintas que corren por la cubierta<br />

donde uno se ata, y arneses con sistemas de anclajes y mosquetones; mucho más<br />

cómodos y práctico que los arneses improvisados con cabos hechos por Marcelo.<br />

Aprovecharon también para adquirir unos trajes de agua, compuestos de<br />

pantalón y chaqueta con capucha y botas. <strong>El</strong> repertorio resultaba limitado así que<br />

al final optaron por escoger un solo modelo de color rojo, con reflectantes<br />

blancos para la noche. Todo ello a pesar de las protestas de Altaha que suspiraba<br />

por uno rosa.<br />

Al final, con tanta novedad, casi se olvidan de comprar las bombonas de gas<br />

para la cocina. Aunque con una debería llegar de sobra para un par de días,<br />

compraron tres para quedarse tranquilos.<br />

Con la ventaja de saber lo que querían, no tardaron más de tres horas en<br />

adquirir todos los equipos. Cuando acabaron, se fueron a comer y destinarían la<br />

tarde a instalar los equipos en el Albatros.<br />

Instalar todo ese equipo fue muy sencillo y apenas tuvieron que poner un<br />

cable para la antena y algunas conexiones para los ordenadores. Cuando<br />

— 146 —


acabaron, Altaha se llevó los equipos a la habitación del hotel, para aprender a<br />

manejarlos antes de volver a embarcar.<br />

Esa noche Altaha sugirió a Marcelo que saliesen de copas, pero él declinó la<br />

invitación, aunque aceptaría tomar un vino en una terraza. Le explico que le<br />

gustaba salir y beber alguna vez, como por ejemplo para celebrar una buena<br />

travesía, pero eso de beber por sistema no iba con él, eso solo resultaba<br />

característico de borrachos o de jovenzuelos aburridos. Tenía muy claro que en<br />

Madeira ya había cumplido con la tradición, de tal forma que hasta otro nuevo<br />

puerto no volvería a ir de copas.<br />

Altaha sintió curiosidad, en saber en que ocupaba su tiempo de ocio,<br />

consciente que las relaciones sociales no eran su fuerte. Él contó que se<br />

entretenía en leer, ver películas o escuchar música, habitualmente solo. Le<br />

sorprendió esta forma de ser de Marcelo, su vida resultaba mucho más tranquila<br />

y positiva de lo que creía. Eso también explicaba sus grandes conocimientos, pues<br />

por mucha memoria que tuviese, estaba claro que necesitaba tiempo para<br />

adquirirlos.<br />

En un solo día habían completado casi todas las necesidades el Albatros; solo<br />

les quedaba abastecerse de comida, agua y gasoil, pero eso lo dejarían para el<br />

último día de estancia en la isla, así que ahora ya podían centrarse en conocerla.<br />

Al comenzar el segundo día, desayunaron temprano y después Altaha se fue<br />

con Marcelo a la oficina de turismo, mientras que Carlos compro en una librería<br />

varías guías de Madeira, y reunidos a media mañana comenzaron a analizar todo<br />

lo que la isla les podía ofrecer.<br />

Una particularidad de Madeira es que desde las montañas construyeron<br />

canales de agua para las plantaciones y las poblaciones. Estos canales son<br />

llamados las levadas y dado que mantenía una inclinación suave, para contralar el<br />

flujo del agua y se convirtieron en caminos ideales para pasear. Estos caminos<br />

están perfectamente catalogados, con abundante información de cómo llegar así<br />

de su dificultad y tiempo de duración.<br />

A todos les pareció bien ese tipo de excursión, pero no estaban de acuerdo en<br />

cual elegir, Marcelo quería ir a la más exigente, pero Carlos no tenía ni del lejos la<br />

resistencia física de Marcelo; Altaha apoyo a Carlos, pues aunque era la más joven<br />

y animada pero tampoco estaba acostumbrada a realizar grandes esfuerzos.<br />

Acordaron optar por la prudencia y comenzar con el más sencillo; escogieron la<br />

“levada do furado”, literalmente el camino del agujero, siendo una de las levadas<br />

más conocidas. Con una dificultad mediana una distancia de doce kilómetros y un<br />

tiempo estimado de cuatro a cinco horas.<br />

— 147 —


Los llevaron en autobús hasta río frío, donde se encontraron con una<br />

piscifactoría de truchas en medio de la montaña. Un lugar precioso rodeado de<br />

magnífica vegetación. Salieron por un camino bastante ancho rodeado de una<br />

vegetación preciosa, aproximadamente un kilómetro y medio llegaron a un<br />

mirador llamado “os blacoes”, literalmente los balcones. Desde ahí se apreciaba la<br />

vista de las típicas montañas de Madeira, escarpadas y con valles que formaban<br />

un conjunto magnifico. Siguieron por la levada y el camino se estrechaba hasta lo<br />

que es el propio muro de la levada con apenas unos veinte centímetros, por el<br />

que debían caminar con precaución, pues a la izquierda la ladera muy<br />

pronunciada entre árboles y a la derecha estaba el conducto del agua, aunque<br />

esta opción resultaba menos arriesgada pues solo entrañaría como mucho una<br />

rozadura y mojarse la pierna. <strong>El</strong> camino en ocasiones atravesaba la levada entre<br />

piedras y se estrechaba como si fuese un pequeño desfiladero. La parte cómoda<br />

es que el camino no tenía pérdida y siempre seguía la levada. Al parecer el<br />

nombre de la “levada furado”, o agujero, proviene que la levada pasa por unos<br />

túneles debajo de la roca. La vegetación no dejó de sorprenderlos con árboles de<br />

todo tipo, incluso algunos que surgían el horizontal a ras de suelo y después se<br />

erguían que eran utilizados por todos los turistas para hacer la foto preceptiva.<br />

Llegaron finalmente a Santo de Serra, donde cogieron un autobús de regreso.<br />

Carlos estaba cansado, la falta de costumbre de caminar hizo que le costase<br />

acabar, mientras que Altaha y Marcelo estaban perfectamente. Cansancio a parte,<br />

los tres regresaron totalmente emocionados por el paseo y la grandeza del<br />

paisaje. Así que sin pensarlo, en el hotel se pusieron a planificar otra caminata<br />

para el día siguiente.<br />

Para una nueva ruta escogieron la levada del risco y de las veinticinco fuentes.<br />

Con una distancia de once kilómetros y unas cuatro horas previstas. A diferencia<br />

de la anterior levada, esta se mostraba un poco más dura, pero lo compensaba<br />

unas vistas y unas cascadas de agua magnificas.<br />

De nuevo el conjunto del paseo, las cascadas y las vistas les dejaron<br />

encantados. La única parte un poco negativa, es que Carlos, al igual que paseo<br />

anterior, lo pasó mal para acabar. Estaban tan emocionados, que si pudiesen<br />

harían todas las levadas de Madeira, pero lo cierto es que tampoco tenían<br />

previsto quedarse tanto tiempo, así que optaron por hacer solo una más.<br />

Cuando se levantaron, aun no se habían puesto de acuerdo sobre cuál sería su<br />

última caminata. Aprovechando el desayuno desplegaron en la mesa el mapa de<br />

la isla con todo el conjunto de levadas. Optaron por elegir algo diferente como la<br />

— 148 —


ascensión al pico más alto de Madeira llamado “Pico Ruivo” con 1861 metros. Se<br />

puede llegar hasta las inmediaciones el coche, después hay que caminar por el<br />

lomo de la cordillera unos dos kilómetros y medio hasta el pico.<br />

Este reducido recorrido, a Marcelo le resultaba demasiado corto. Vio en el<br />

mapa que desde ahí se accedía al segundo pico de la isla, llamado “Pico do<br />

Arieiro” con 1816 metros, por medio de un sendero a seis kilómetros. Y se podía<br />

enlazar con otro lugar llamado “veda da encumeada” a ocho kilómetros de<br />

marcha. Con este recorrido completo de más de veinte kilómetros, resultaba un<br />

reto respetable como despedida de la Isla.<br />

Carlos declinó el ofrecimiento, hacía más de treinta años que no practicaba<br />

deporte, y las caminatas de los días anteriores ya le habían costado bastante.<br />

Ahora se encontrarían en la montaña a mil ochocientos metros donde solo se<br />

dispone de un setenta por ciento de oxígeno. Consciente de sus limitaciones, les<br />

prometió que solo les garantizaba hacer el primer tramo, pero no tenía ningún<br />

problema en que ellos lo intentasen, él les esperaría. Una cualidad destacable de<br />

Carlos, era poder absorberse en sus pensamientos en cualquier lugar, de tal forma<br />

que no se aburría aunque tuviese que esperar durante.<br />

Para no tener problemas con el transporte decidieron alquiler un taxi que les<br />

llevas y les espera para el regreso. Negociaron con el taxista que le pagarían cien<br />

euros por estar con ellos esas horas.<br />

Se prepararon además, con ropa de abrigo y con agua y algunos alimentos, así<br />

como el pequeño GPS que utilizaron como mapa y brújula. En todas las guías de<br />

Madeira avisan que en el macizo montañoso, hay fuertes variaciones de<br />

temperatura, chaparrones y vientos intensos, y que la telefonía móvil no cubre<br />

toda la zona por los escarpados montes, así que hay que ir bien preparado.<br />

Después de diez mil curvas, como moderadamente describió Altaha el<br />

trayecto, llegaron al aparcamiento de donde salía el camino para el pico Ruivo.<br />

Caminaron por el sendero subiendo a lo largo del “lomo”, que separa las<br />

laderas de Faial de las de Santana, por lo que proporciona del lado izquierdo<br />

magníficos paisajes sobre el valle de Ribeira Seca, encimada por el Pico das Torres<br />

y al fondo el Pico do Areeiro. Como se trataba del punto más alto de la isla<br />

también se divisaban la sierra de santa con el Parque Forestal de Queimadas y<br />

otras zonas. Al bajar, después del refugio “Achada do Teixeira” fueron hasta el<br />

“Homem em pé”, formación rocosa basáltica. Realmente peculiar parecía como<br />

una sería de estatuas parecidas a las de la isla de Pascua.<br />

Las previsiones de Carlos sobre las limitaciones de su fondo físico fueron<br />

acertadas, así que a la vuelta, optó por quedarse en el refugio con el taxista,<br />

mientras que Marcelo y Altaha seguían con el recorrido previsto.<br />

— 149 —


Lo que se prometía como un plácido paseo comenzó a complicarse cuando la<br />

altitud comenzó a hacer estragos en la resistencia de Altaha, retrasando el ritmo<br />

de la marcha, pero lo que definitivamente complico la caminata, fueron las<br />

ampollas que le salieron en los talones y que a cada pasó emporaban haciendo<br />

que tuviese que ir cada vez más despacio. <strong>El</strong> recorrido en condiciones normales<br />

no les llevaría más de cuatro horas, pero en estas condiciones llevaban más de<br />

seis horas caminando y Altaha en esos momentos más que caminar se arrastraba<br />

lastimosamente. Llego un momento que Marcelo se paró, sacó el mapa indicando<br />

a Altaha que aún les faltaban cuatro kilómetros y que así no podía seguir pues ella<br />

cada vez iba más despacio y sufriendo en cada paso. La única solución es que el la<br />

llevase a la espalda, lo que los niños dicen ir “a caballito”. Altaha en un primer<br />

momento se negó, pues le parecía ridículo eso de ir a “caballito” por el monte.<br />

Marcelo le explicó que no la vería nadie y tampoco existía ninguna otra<br />

alternativa. Altaha dándose cuenta de su patético estado, acabó aceptando.<br />

Ayudándose de una piedra se subió a la espalda de Marcelo, este la agarró por las<br />

piernas mientras ella lo hacía con los brazos alrededor de su cuello. Marcelo<br />

comenzó a caminar, parecía no sentirse afectado por el peso manteniendo un<br />

pasó rápido, solo bajaba el ritmo en alguna zona pedregosa para pisar con más<br />

seguridad.<br />

Así en poco más de media hora recorrió los últimos kilómetros y llegaron junto<br />

a Carlos, que al verlos así pensó que se trataba de algún tipo de juego.<br />

Regresaron al hotel a las ocho de la tarde, en esta ocasión Carlos estaba bien<br />

en tanto que Marcelo y Altaha si se mostraban un poco cansados; en especial<br />

Altaha que sufría las ampollas y apenas podía apoyar el pie. La parte positiva,<br />

como ella dijo, es que ya quedó “vacunada” de levadas. Marcelo se acercó a una<br />

farmacia y apareció en la habitación de Altaha con desinfectante y vendas. Altaha<br />

estaba tranquila pero cuando él sacó una aguja, ella comenzó a dar grititos de<br />

pánico; Marcelo no le hizo ningún caso, y antes de que se enterase, ya le había<br />

atravesado las ampollas con la aguja, dejando un hilo colgando con la finalidad<br />

que pudiese acabar de drenar todo el líquido. Le echó un desinfectante y le puso<br />

una venda muy suave.<br />

Al día siguiente, Altaha apareció en el desayuno cojeando a cada pasó por la<br />

molestia de las ampollas. Ante este estado centraron todo su plan turístico en<br />

actividades tranquilas y que exigiesen caminar poco.<br />

Una de los motivos por los que Madeira es admirada es por su vino, que en<br />

todo el mundo se conoce como vino de Madeira.<br />

— 150 —


Y precisamente en el centro de Funchal y muy cerca del hotel se encontraba el<br />

museo del vino, así que destinarían la mañana a visitarlo.<br />

Al entrar en sus locales, que pertenecieron a un convento, lo primero que<br />

vieron fue toda la maquinaria para elaborar el vino, después visitaron la bodega,<br />

donde se madura el vino y se conservan algunos que se remontan al siglo<br />

dieciocho, y por ultimo estuvieron en la sala de Cata de vinos,<br />

Aprendieron que el proceso de producción del vino de Madeira que se<br />

diferencia de otros vinos del mundo, consiste en que combina dos características<br />

especiales. La primera, es un método denominado ''estufagem'' que consiste en<br />

calentar de forma artificial estos caldos. Se consigue de este modo un doble<br />

efecto; por un lado el vino se conserva mejor y durante más tiempo y por otro, el<br />

calor carameliza el azúcar del mosto y otorga al vino un agradable aroma tostado.<br />

Tradicionalmente se almacenaba el vino en barriles de madera mantenidos a una<br />

temperatura de cuarenta y cinco grados. Este calor lo proporcionan las llamadas<br />

estufas, de ahí el nombre del proceso. La segunda características, es que el vino<br />

se mezcla con el sistema de solera y se encabeza con coñac de tal forma, que<br />

aumenta su graduación. Las dos características unidas lo convertían en un vino un<br />

vino estable, que se puede exportar a cualquier lugar del mundo sin que pierda<br />

sus propiedades, y por ese motivo tuvo tanta difusión en el siglo pasado.<br />

Aprendieron también, que cuatro son las variedades de vino que se obtienen;<br />

cuyos nombres se corresponden con las variedades de uvas con las que se han<br />

elaborado. Las variedades de los secos se denominan sercial y el verdéelo; y de los<br />

dulces bual y malvasía.<br />

Salieron del museo y aprovecharon para conocer una bodega antigua<br />

habilitada para turistas llamada bodegas blandy, donde después de degustar<br />

varías clases de vino, compraron unas botellas.<br />

Comieron cerca del hotel y al medio día aprovecharon para descansar algo,<br />

sobre todo Altaha.<br />

Por la tarde se fueron a visitar dos museos.<br />

<strong>El</strong> Story Centre, es un interesante museo interactivo que ilustra perfectamente<br />

la historia y el desarrollo de la isla de Madeira y su cultura. Siendo lo más curioso,<br />

no lo que vieron, sino lo que oyeron y olieron, pues mostraban por medio de<br />

sonidos y olores los diversos aspectos de la isla.<br />

La última visita del día fue al Museo militar que se encontraba justamente<br />

delante del puerto deportivo donde estaba atracado el Albatros. <strong>El</strong> museo<br />

ocupaba parte del Palacio de São Lourenço, fuerte construido en el siglo XV que<br />

servía de residencia a capitanes y gobernadores de la isla. Muchos años después,<br />

el palacio se restauró y en 1943 fue nombrado monumento nacional. Hoy sigue<br />

— 151 —


siendo uno de los ejemplos mejor conservados de la historia del siglo XV y XVII y<br />

sirve de residencia oficial del primer ministro y del comando militar de Madeira.<br />

Acabaron temprano y volvieron al hotel para que descansase Altaha.<br />

Al día siguiente, Altaha estaba un poco mejor y podía caminar. Después de<br />

consultar las guías vieron que uno de los lugares que no hay que perderse de<br />

Funchal es el Jardín Botánico, una de esos lugares que tenían que ver, “si o si”<br />

como decía Altaha.<br />

Como estaba situado a unos kilómetros justamente arriba en la falda del<br />

monte, se podía llegar en autobús o taxi, pero la opción más interesante consistía<br />

en subir en teleférico. No les resultó difícil encontrarlo, al estar ubicado en el<br />

Jardín del Almirante Reis, situado muy próximo a la Avenida del mar.<br />

Mientras subían, Carlos les informó que el teleférico empleaba 11 minutos en<br />

recorrer los 3.718 metros de trazado, salvando un desnivel de 560 metros. Altaha<br />

no le prestó ninguna atención a todos estos datos, pues estaba totalmente<br />

distraída contemplando las vistas de todo Funchal según iban ascendiendo.<br />

<strong>El</strong> jardín Botánico, es la atracción turística más famosa, situado en Quinta do<br />

Bom Sucesso, en la ladera de una colina y con fantásticas vistas a la ciudad de<br />

Funchal. Con una superficie de ochenta mil metros cuadrados, los jardines acogen<br />

una impresionante colección de especies de plantas, flores exóticas y aves<br />

tropicales, así como un área de investigación y mantenimiento. Además, este<br />

jardín cuenta con un Museo de Historia Natural. <strong>El</strong> museo contiene una gran<br />

selección de muchos especímenes inusuales, incluyendo diferentes especies de<br />

fauna y flora de Madeira y Porto Santo. Este museo único cuenta con<br />

exposiciones de especímenes que no se encuentran en ningún otro lugar del<br />

mundo, como insectos, peces, crustáceos y algas.<br />

Altaha estaba algo cansada y pararon para comer tranquilamente. Por la tarde<br />

decidieron visitar los jardines tropicales de Monte Palace, situados a menos de<br />

medio kilómetros en la preciosa cumbre de la colina de Monte, donde además, se<br />

podían contemplar unas impresionantes vistas a la bahía de Funchal.<br />

Monte Palace tiene su origen en un hotel de lujo del siglo dieciocho, que en la<br />

actualidad se convirtió en museo y jardín. Se quedaron asombrados de lo bonito y<br />

original del recorrido con caminos, balconadas ríos y lagos, así como una enorme<br />

variedad de plantas exóticas que provenían de todo el mundo, que se<br />

completaban con patos, cisnes, pavos y otros animales.<br />

Después de dar ese agradable paseo, antes de regresar al Hotel decidieron<br />

cumplir uno de los rituales más curiosos y simpáticos que se dan en la isla y en<br />

ningún otro lugar del mundo. <strong>El</strong> jardín estaba situado en la parte alta de Funchal,<br />

— 152 —


llamado el barrio del monte y desde ahí salen los llamados carros do<br />

monte, carinhos do cesto o toboganaes que son trineos de madera donde en<br />

medio de ellos se asienta y sillón mimbre para dos plazas. La característica es que<br />

el turista está sentado en el trineo y este se desliza por las calles abajo, mientras<br />

dos conductores que van vestidos de blanco y con sombrero de paja, que se<br />

apoyan en la parte de atrás, lo van empujando y dirigiendo para que se atraviese<br />

y se frene o para que gire. Lo más peculiar es que lo hacen por las calles y<br />

carreteras, así que no es extraño que delante de él se cruce un coche, es una de<br />

esas situaciones en que hay que confiar plenamente en que esa gente sepan lo<br />

que están haciendo.<br />

Antes de subirse se enteraron un poco de su historia, que lógicamente<br />

tuvieron su origen en las elevadas y empinadas cuestas que estaban en los<br />

alrededores de Funchal. Al principio eran un medio de transporte tirado por<br />

bueyes. En 1850 a alguien se le ocurrió la idea de hacer un trineo para los turistas<br />

e iba conducido por dos personas, pues el sistema se mostraba ideal para las losas<br />

resbaladizas con las que estaban pavimentadas las calles de la isla. Este transporte<br />

cuyo uso se generalizó en la región fue utilizado hasta 1980, fecha en el que fue<br />

suprimido quedando recluido su uso a lo largo de los dos kilómetros y solo para<br />

turistas.<br />

Cuando se iban a subir se dieron cuenta que los trineos solo eran para dos<br />

personas. Estuvieron pensándolo, no se trataba de una cuestión de dinero por<br />

alquilar uno o dos, sino que esa experiencia la querían compartir los tres juntos.<br />

Marcelo negoció con los del trineo que les pagaba los dos pero que irían los tres<br />

juntos en uno. Se apretaron como pudieron con Altaha en el medio, pero aun así<br />

el espacio resultaba demasiado estrecho para los tres, la solución consistió en que<br />

Carlos y Marcelo juntaron los brazos a la altura de los hombros y colocaron a<br />

Altaha en medio sentada encima de la pierna de cada uno de ellos. Altaha no<br />

llegaba a cincuenta kilos por lo que no les molestaba lo más mínimo, ella apoyó la<br />

espalda en los brazos de los dos.<br />

Mientras bajaban las calles deslizándose, iban esquivando a los coches, entre<br />

los gritos de Altaha, que disfrutaba como si fuese una niña de diez años subida<br />

por primera vez en un tiovivo.<br />

Les sorprendió ver en una esquina un joven local haciéndoles unas fotos. La<br />

explicación estaba en que al llegar abajo les imprimían la foto y se la entregaban<br />

como recuerdo; todo perfectamente calculado, y la verdad es que es de esas fotos<br />

que hay que comprar. Altaha estaba tan emocionada que no se conformó con una<br />

le pidió dos copias más, la imagen de los tres juntos, con Altaha sentada en el<br />

medio con la sonrisa de oreja a oreja resultaba entrañable.<br />

— 153 —


Regresaron al hotel a media tarde satisfechos del día tan agradable que habían<br />

pasado. Comentaron, que aunque estaban disfrutando plenamente de sus días en<br />

Madeira, lo cierto es que les quedaba todo el viaje de vuelta. Además después de<br />

estas especiales vacacione, tendrían que rehacer cada uno sus vidas. Conscientes<br />

de esta situación tenían que planificar el regreso cuanto antes. Lo primero sería<br />

concretar que ruta debían seguir, pues a diferencia de la ida, podrían ir hasta<br />

Portugal y subir hasta España en paralelo a toda la Costa. Habían asumido que<br />

cuando regresasen a Galicia precintarían el Albatros, así que si por si los detenían<br />

subiendo por Portugal lo único que perderían sería uno o dos días de navegación.<br />

Marcelo extendió en la mesa una carta náutica que abarcaba toda la parte del<br />

atlántico con la costa de España Portugal y África hasta cabo verde. Altaha se dio<br />

cuenta que las islas Canarias, situada al sur, resultaba la tierra más cercana a<br />

Madeira.<br />

—Qué curioso –comentó Altaha, el lugar más cercano de aquí es mi casa.<br />

—Sí, estamos a menos de doscientas cincuenta millas de Tenerife. A poco más<br />

de un día de navegación –Marcelo se quedó pensando unos segundos—. En el<br />

viaje de ida lo pasaste mal, podríamos llevarte hasta Tenerife, así te ahorras tres<br />

días de mar y el avión de vuelta. Y, Carlos, no te preocupes por navegar tanto, si<br />

no quieres volver por mar ya lo traigo yo solo, no hay problema. Parecía en sus<br />

palabras como si hubiese un "algo más" que no estaba comentando.<br />

— ¿En serio, me lleváis? –Preguntó Altaha emocionada-, ¿No os importa?<br />

—Pues claro, –le confirmó Marcelo—, no supone más que perder un par de<br />

días más, no hay ningún problema. –Se paró de repente—. Claro, si Carlos está<br />

conforme.<br />

Marcelo aunque muy independiente, no le gustaba tomar decisiones que<br />

afectaban a otros y menos aún, por encima de Carlos.<br />

Carlos mostraba una total indiferencia, parecía como si ese tipo de decisiones<br />

no le afectasen lo más mínimo.<br />

—Por supuesto. Está bien la idea. Unos días más de navegación dan igual, yo<br />

necesitaba estas vacaciones y me están sentando muy bien, no tengo ninguna<br />

prisa en que acaben.<br />

Este cambio de planes hizo que decidiesen salir cuanto antes, así que<br />

prepararon todo para salir al día siguiente. Por suerte no tenían mucho que hacer,<br />

el Albatros estaba totalmente equipado en cuanto a seguridad se refiere con<br />

excepción del radar y para una travesía de poco más de un día el agua y alimentos<br />

no presentaban ningún problema. Se fueron a comprar rápidamente las<br />

provisiones, aprovechando que las tiendas aún estaban abiertas. Después llevaron<br />

— 154 —


todo al Albatros y llenaron los depósitos de gas-oíl y agua, así terminaron de<br />

preparar todo lo necesario.<br />

Cuando tomaron la decisión de partir les invadió una especie de nostalgia, una<br />

inercia no identificaba que les retenía en la isla. Esta sensación fue motivo de una<br />

disertación de la tertulia que siguió a la cena. Carlos especulaba sobre si se<br />

trataba de un sistema psicológico de protección para evitar navegar. Marcelo<br />

afirmaba que la mayoría de las personas no les gusta estar en el mar. Altaha, les<br />

dijo que se dejasen de tanta psicología barata y aplicasen más el sentido común,<br />

sencillamente con lo bien que estaban en la isla, resultaba lógico que no se<br />

quisieran ir.<br />

<strong>El</strong> viaje presentaba por la distancia, menos dificultad que el anterior, lo que<br />

les daba bastante tranquilidad. Eso dio lugar a una disertación como todo en la<br />

vida es relativo, lo que hasta hace unos días se antojaba como viaje temerario por<br />

el océano, ahora se lo tomaban como una travesía de puro trámite.<br />

Tenerife distaba unas doscientas cincuenta millas náuticas. Las estimaciones<br />

indicaban que a unos diez nudos tardarían veinticinco horas, es decir<br />

prácticamente solo un día. Habría que sumarle un incremento por desviaciones<br />

olas y viento de unas otras cinco horas como mucho, así que día y medio llegarían<br />

sin ningún problema.<br />

Marcelo, aunque estaba bastante satisfecho con todas las nuevas<br />

incorporaciones, seguía obsesionado con la seguridad, por lo que advirtió que no<br />

se confiasen en esa travesía.<br />

— 155 —


VUELTA A CASA<br />

Decidieron salir al amanecer, para así navegar lo máximo posible con luz<br />

diurna. Se levantaron a las cinco, sintiéndose un tanto extraños desayunando de<br />

noche y saliendo del hotel a las seis de la mañana hacia el puerto.<br />

Revisaron todo y en media hora soltaron amarras. Salieron a motor del puerto<br />

y con los primeros rayos del sol se dirigieron hacia las Canarias que casualmente<br />

coincidía con el rumbo que tenían al salir del puerto.<br />

Después de verificar que todos los sistemas iban bien, probaron el sistema de<br />

satélite de Internet así como el teléfono por satélite. También probaron los GPS<br />

de localización para emergencias. Cuando vieron que todo funcionaba<br />

correctamente activaron las alas y, no sin cierta emoción, verificaron que las alas<br />

se desplegaron perfectamente y el Albatros comenzó a coger velocidad. En todos<br />

esos días Altaha no realizó ningún ajuste ni mejora, tan solo esperaban que el<br />

funcionamiento fuese igual de bueno que en él viaje de ida.<br />

A diferencia de la salida de Galicia, que fue precipitada y huyendo, ahora no<br />

querían irse. Habían encontrado en la isla la tranquilidad el clima el ambiente<br />

perfecto, con el añadido de poder saborear la historia de varios siglos y disfrutar<br />

de la naturaleza. Mientas se alejaban no cesaron de mirar hacia atrás viendo<br />

como la isla se iba haciendo cada vez más pequeña, entonces asumieron<br />

finalmente su destino y se centraron en la navegación.<br />

<strong>El</strong> tiempo se mostraba bueno con muy ligeras nubes, y las olas de un metro<br />

escaso muy tendidas y navegables.<br />

Prepararon los turnos y las guardias. De todas formas Marcelo miró el cuadro<br />

con escepticismo, él se reservó la noche, pero si las cosas se ponían feas o Altaha<br />

se encontraba mal, estaría de guardia hasta que fuese necesario.<br />

Altaha, dado que esta iba a ser su última jornada de navegación, decido<br />

esperar a los primero síntomas de mareo para tomar biodramina. La travesía era<br />

breve, así que con un poco de suerte podría aguantar sin marearse. Marcelo<br />

estuvo de acuerdo en que lo intentase, de alguna forma se estaba forjando su<br />

pequeño orgullo de marinera.<br />

La travesía duraría poco más de un día, y sin nada especial que hacer le<br />

pidieron a Altaha que les ilustrase un poco sobre Tenerife y el resto de las islas<br />

Canarias.<br />

<strong>El</strong>la, les aclaró que solo conocía bien su isla natal Tenerife, aunque había<br />

visitado las otras; Gran Canarias, Lanzarote, La Gomera o Hierro, solo lo hizo un<br />

— 156 —


par de veces en toda su vida, así que tampoco esperasen una gran información. Se<br />

justificó diciendo que lo mismo ocurría con las provincias dentro de España,<br />

muchas personas no han estado en las grandes ciudades como Barcelona, y la<br />

inmensa mayoría no conoce las pequeñas como puede ser Soria o Teruel. Así que<br />

ella se sentía esencialmente chicarrera.<br />

— ¿Chicharrera? ¿Qué es eso? –le preguntó con curiosidad Carlos.<br />

— Chicharreros, así es como nos llamamos los habitantes de Santa Cruz de<br />

Tenerife. Nos quedó el nombre cuando éramos un pueblo pequeño de<br />

pescadores; nuestros vecinos de las lagunas nos lo llamaban despectivamente por<br />

ser pobres y tener que comer el chicharro, que es un pescado pequeño y barato.<br />

Cuando nos convertimos en capital, también asumimos con orgullo este nombre<br />

gentilicio compartido con el de santacrucero, que de feo que es, nadie lo utiliza.<br />

—Curioso gentilicio – comentó Carlos— no lo conocía.<br />

—Yo tampoco –dijo Marcelo—, y eso que los canarios siempre me han caído<br />

bien, sobre todo los de Tenerife.<br />

Altaha sonrió orgullosa.<br />

—Como no podía ser de otra manera, y sobre todo desde que has conocido<br />

esta Chicharrera maravillosa, –comentó sin ningún tipo de modestia.<br />

—Me refería, a que me caen bien los tinerfeños, porque pusieron en su sitio a<br />

Nelson.<br />

— ¿Nelson? Me suena de algo.<br />

— ¿Me quieres decir que no conoces al almirante Nelson?, el más<br />

renombrado al mirante ingles de toda la historia, vencedor de trafalgar y que<br />

intentó tomar Tenerife.<br />

—Bueno, ahora que comentaste lo del almirante ingles algo recuerdo, creo<br />

que cuando éramos pequeños, nos llevaron a una excursión para ver un museo o<br />

algo parecido.<br />

— ¿Es una historia interesante? Preguntó Carlos.<br />

—Digna de ser recordada, si no fuese porque los españoles somos unas<br />

cagarrutas con poca dignidad. Y si nos quedaba alguna, que lo dudo, la perdimos<br />

cuando en el año dos mil cinco vamos en plan gilipollas a celebrar el bicentenario<br />

de la victoria de los ingleses en trafalgar, es decir, nuestra derrota. Teníamos que<br />

haberles dicho que primero viniesen ellos antes a celebrar nuestra victoria sobre<br />

Nelson y después ya veríamos.<br />

—Parece interesante, cuéntanosla –le pidió Carlos.<br />

Así Marcelo les relató el intento de conquistar Tenerife por Nelson.<br />

La cosa sucedió a finales del XVIII en julio de 1797, cuando Inglaterra,<br />

aprovechándose de la debilidad de España en luchas internas por la sucesión<br />

— 157 —


monárquica, decide apropiarse de las Canarias, y envía a una escuadra británica<br />

para tomar la isla de Tenerife al mando del contraalmirante Nelson, que en esas<br />

fechas ya apuntaba maneras como magnifico marino y combatiente. Total, que<br />

con esas intenciones el 15 de julio de 1797 el contralmirante Nelson zarpó de<br />

Cádiz con un escuadrón de barcos.<br />

Los españoles eran conscientes que ochenta años antes los ingleses ya habían<br />

intentado tomar Tenerife en dos ocasiones, si bien, no en ese momento tampoco<br />

parecía inminente una invasión. Por suerte, al mando de las defensas de las islas<br />

se encontraba el General Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, con el cargo de<br />

comandante general de las islas Canarias y con el puesto en Tenerife. Un General<br />

que al menos reunía tres características que a la postre fueron esenciales; la<br />

primera, que no se fiaba un pelo de los ingleses; la segunda, que sabía muy bien lo<br />

que tenía que hacer como militar; y la tercera, que se trataba de un español<br />

defendiendo su tierra, lo que siempre es un valor añadido.<br />

La situación de las fuerzas de defensa españolas resultaban bastante limitadas<br />

y dispares; 1.669 españoles y 91 cañones. De todos estos el batallón de Canarias y<br />

los de artillería, con unos quinientos hombres, eran profesionales, mientas que<br />

los regimientos provinciales, constituidos exclusivamente por milicianos,<br />

mostraban una calidad militar muy irregular. Frente a ellos Nelson contaba con un<br />

total de 393 cañones y una fuerza de unos dos mil hombres. Así, con las cifras<br />

sobre la mesa, Nelson superaba a los españoles en hombres, cañones y calidad de<br />

tropa, además contaba con el factor sorpresa pudiendo concentrar todo los<br />

hombres para un ataque en una zona concreta; por el contrario, las tropas<br />

españolas se encontraban dispersas para cubrir todas las posibles zonas de<br />

desembarco, así que la desproporción que se esperaba en combate resultaría<br />

mucho más acusada.<br />

Ante esta situación, los ingleses pensaron que sería pan comido, sin barcos<br />

que oponerse y con cuatro paletos isleños que seguramente saldrían corriendo.<br />

Pero los ingleses, que de tontos no tiene un pelo, y conocedores de cómo se las<br />

gastaban los españoles, no querían atacar de frente y como sabían que las colinas<br />

que rodeaban a Santa Cruz no estaban fortificadas, decidieron desembarcar no<br />

solo en el puerto sino también sino también en los alrededores, para entrar por<br />

las zonas desguarnecidas y garantizar el asalto.<br />

Total que en la madrugada del día veintidós de julio, realizan un plan de<br />

ataque doble y tres fragatas inglesas se situaron a unas tres millas de tierra y<br />

lanzan un desembarco hacia la costa.<br />

La primera oleada, con dieciséis lanchas, navegó hacia las cercanías de Santa<br />

Cruz. Sin embargo, las fragatas afectadas por corrientes fuertes inesperadas, no<br />

— 158 —


pueden acercarse a menos de una milla de la costa y desde la ciudad se dio la<br />

alarma y además, se dieron cuenta que no se pudo realizar un bombardeo naval<br />

pues no disponían de morteros. Así, como la cosa se pone un poco fea, hacen<br />

abortar el desembarco y se vuelven a los buques con alguna pérdida de lanchas<br />

que zozobraron.<br />

La otra operación prosigue en paralelo y sobre las diez de la mañana del día<br />

veintidós, las fragatas inglesas fueron remolcadas por las lanchas para fondear<br />

todo lo cerca que pudieron del Bufadero y se produjo el desembarco de unos mil<br />

hombres en la playa de Valleseco. A pesar de que tomaron una pequeña cota, no<br />

pudieron progresar al encontrarse con el fuego cruzado de los defensores, que<br />

disparaban desde el castillo de Pasó Alto y no estaban dispuestos a ceder. <strong>El</strong><br />

teniente general Gutiérrez viendo la situación controlada en Tenerife envió<br />

refuerzos. Así, los ingleses viendo que resulta imposible avanzar después de un<br />

día iniciaron su retirada, y se reembarcaron en la noche del veintitrés al<br />

veinticuatro de julio.<br />

Cuando Gutiérrez vio que las fragatas inglesas levaron anclas y se alejaron de<br />

la costa, no se fio, y previó, con acierto, que atacarían a la ciudad. Así desplaza a<br />

gran parte de sus hombres, y concentrando todas las fuerzas para su defensa,<br />

reforzó los puertos y puso a todos en alerta.<br />

Nelson frustrado por los asaltos y sabiendo que ya no contaba con el factor<br />

sorpresa, decide atacar frontalmente Santa Cruz, poniendo toda la carne en el<br />

asador; incluso queriendo garantizar el éxito, el mismo va al frente de sus tropas.<br />

Su plan es sencillo y directo; desembarcar en masa en el muelle, tomar el Castillo<br />

de San Cristóbal y desplegarse en la plaza de la Pila, tomando la villa para reprimir<br />

cualquier conato de insurrección popular. En todo caso, no se engañaba,<br />

consciente que un ataque frontal resultaba más arriesgado y así lo dejó escrito;<br />

"Tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo fuego de<br />

las baterías de la ciudad y mañana probablemente será coronada mi cabeza con<br />

laureles o con cipreses". Con todo, hay que reconocer que su valor estaba a la<br />

altura de su ambición.<br />

Pero una cosa es el valor y otra muy diferente la temeridad, así que los<br />

ingleses buscan ocultarse en la oscuridad, y en plena noche, comienzan a<br />

desembarcar casi mil hombres prácticamente en silencio total, incluso cubrieron<br />

sus lanchas con lonas, para evitar ser descubiertos. Pero los españoles estaban<br />

muy atentos y la fragata española San José y el castillo de Palo Alto las detectaron<br />

y comenzaron a disparar con todas las baterías. Hundieron algunas lanchas y<br />

dispersaron otras, si bien los ingleses siguieron avanzando con decisión. Antes de<br />

culminar el desembarco los ingleses sufrieron dos varapalos; Nelson viajaba en el<br />

— 159 —


cuarto bote de los que lograron desembarcar, pero antes de llegar a tierra firme<br />

recibió un impacto procedente del cañón del fuerte, que le destrozó el brazo, por<br />

lo que fue rápidamente evacuado; y el cúter “la Fox”, que fue enviado para que<br />

apoyase el desembarco, fue objeto del blanco de las baterías del castillo que<br />

acabaron por hundirlo.<br />

Nelson, a pesar de estas adversidades, ordenó proseguir con el asalto. Con<br />

decisión y tesón los ingleses con el resto de las lanchas desembarcaron al sur de la<br />

ciudad en la playa de la Caleta y en la playa de las Carnicerías, y ya en tierra<br />

avanzaron con éxito.<br />

Los ingleses pagaron un alto precio, pero lo habían conseguido, ya estaban<br />

dentro de la ciudad al resguardo de los cañones de la fortaleza. Ahora el peso de<br />

la lucha recaería en la infantería, y ellos se consideraban la mejor del mundo.<br />

En ese momento es donde realmente se sintieron sorprendidos. A pesar del<br />

coraje con que luchaban, se encontraron con unos españoles que no cedían un<br />

ápice de terreno; aun es más, lejos de amedrentarse contraatacaron y volvieron a<br />

tomar el puerto, dejando aislado a los soldados ingleses del interior,<br />

arrinconándoles y obligándoles a refugiarse en el convento de Santo Domingo.<br />

Todos los intentos de ayuda de Nelson a sus hombres cercados fueron<br />

infructuosos, ante la capacidad de lucha de los españoles. Así no tuvo más<br />

remedio que aceptar la derrota y verse obligado a negociar con Gutiérrez una<br />

capitulación honrosa, buscando la salvación de la vida de sus hombres. La<br />

rendición se firmó el día veinticinco y los más de trescientos ingleses que estaban<br />

en Santo Domingo desfilaron hacia la plaza de la Pila y reembarcaron.<br />

Nelson, con un brazo menos y con la moral muy tocada, para justificar su<br />

fracaso, afirmó que habían tenido que luchar contra ocho mil defensores, cuando<br />

en realidad sólo fueron mil setecientos. Según el parte rendido por Nelson, tuvo<br />

un total de trescientas cuarenta y nueve bajas, mientras que las bajas canarias se<br />

redujeron a setenta y dos. En definitiva, una paliza en toda regla y eso que hay<br />

que reconocer, que los ingleses lucharon muy bien, echándole valor, pero lo de<br />

los españoles la mayoría nativos, es que se salieron del guion.<br />

Los isleños también sorprendidos por la victoria, creyeron que el santo<br />

Santiago le ayudo, por lo que en su honor a partir de entonces la ciudad de<br />

llamaría Santa Cruz de Santiago de Tenerife. La Corona además, de autorizar el<br />

cambio de nombre le otorgo el título y privilegio de Villa, y la calificación de muy<br />

Noble e Invicta Villa.<br />

Así acabo Marcelo la historia.<br />

—Jo, qué vergüenza – comentó Altaha —. Toda la vida viviendo el Santa Cruz y<br />

me tiene que venir un gallego a contarme la historia de mi ciudad.<br />

— 160 —


— ¿Entonces nunca se has preguntado el origen del escudo de la ciudad?<br />

—Pues no.<br />

—<strong>El</strong> motivo es que como los ingleses ya habían intentado tomar la ciudad en<br />

dos ocasiones anteriores en 1657 y 1706, con este intento fue el tercero, así que<br />

el Rey, además de los otros reconocimientos que comenté, les otorgó blasón de la<br />

ciudad, en donde figura tres cabezas de león representan los tres ataques.<br />

—No lo sabía.<br />

— ¿Estuviste en el Museo Regional Militar?<br />

—Pues no sé si de pequeña fui, pero no lo recuerdo.<br />

—Pues ahí puedes encontrar un cañón, el llamado “tigre”, supuestamente fue<br />

el que disparó que hirió al gran almirante británico Nelson. También tienen<br />

banderas y pertrechos militares ingleses capturados en el desembarco y que<br />

perteneció a un grupo que salió de la fragata Emeralds.<br />

—Pues parece mentira que no conozca esa historia, sobre todo siendo mi<br />

ciudad. Pero es que ni en el colegio, ni mis padres, ni mis amigos, nunca me<br />

comentaron nada.<br />

—No me extraña –dijo Marcelo-, en España desde que perdimos las Américas<br />

ya nos hemos olvidado de la historia y por eso casi tenemos vergüenza en<br />

contarla. De todas formas, creo que últimamente se está valorando, si no<br />

recuerdo mal leí en algún lado, que en el 2008 el ayuntamiento por fin decidió<br />

hacer una celebración para celebrar la victoria.<br />

—Sí, algo me suena, pero no me entere mucho ya estaba en Madrid<br />

trabajando.<br />

Carlos miraba a Marcelo con cierta cara de asombro.<br />

—La historia es muy buena, aunque hay una cosa que no logró entender.<br />

¿Cómo puedes recordar todos esos nombres, fechas y datos?<br />

Marcelo se encogió de hombros.<br />

— No lo sé. Lo leo un día se me quedan y ya está.<br />

Altaha tampoco dejaba de estar sorprendida por Marcelo. Por una parte tan<br />

rudo y bruto en el trato, y por otra, demostrando unos conocimientos de historia,<br />

que ya le gustaría a muchos de esos que se las dan de cultos e intelectuales.<br />

Frente a ese contraste, también le sorprendía el interés de Marcelo por leer<br />

tanto, descartando que fuese por ningún afán pretencioso o por necesidad. Tal<br />

vez no había que darle más vueltas, sencillamente le gustaba conocer la cultura y<br />

la historia del mar.<br />

Navegaban sin ningún problema y Carlos miraba con apatía el mar, pues en<br />

general, la navegación en mar abierto es bastante aburrida, por delante solo está<br />

— 161 —


el mar y excepto por mantener el rumbo, no hay que hacer nada durante todo el<br />

día. De todas formas Marcelo desde el primer momento insistió que siempre<br />

debería estar alguien de guardia, así que aún le correspondía media hora hasta<br />

que Altaha le sustituyese.<br />

Desde la cabina de proa se fijó en un pequeño objeto cónico amarillo<br />

moviéndose de arriba a abajo, que aparecía y desaparecía con las olas a unos<br />

doscientos metros.<br />

No aparentaba tener mucha importancia pero si atrajo su curiosidad.<br />

Seguramente Marcelo sabría lo que era. Estaba en el compartimento central<br />

revisando algo del motor y lo llamó con un grito.<br />

—¿Marcelo, puedes venir?<br />

No tardó más que unos segundos en aparecer.<br />

— ¿Que pasa?<br />

— Nada importante, solo si me puedes ayudar a identificar un objeto que<br />

flota. ¿Ves eso amarillo que está a unos doscientos metros?<br />

Preguntó Carlos captando la atención de Marcelo, que se elevó todo lo posible<br />

sobre la punta de los pies, hasta tocar con la cabeza el techo, para intentar ganar<br />

un poco de altura y verlo mejor.<br />

—Parece una boya de fondeo. Pero es imposible que este aquí; debe de haber<br />

entre mil y dos mil metros de profundidad.<br />

—Se habrá quedado flotando.<br />

—Puede ser, pero desde aquí no veo un carallo. Voy arriba.<br />

En ese momento entro Altaha atraída por esta curiosidad y se sentó con<br />

Carlos.<br />

Marcelo salió a cubierta y se subió al techo del Albatros. Ahí se quedó<br />

mientras se iban acercando. Tampoco parecía que existiese ningún riesgo, pues la<br />

boya con la bandera, o lo que fuese, quedaba a unos cincuenta metros a estribor.<br />

Así que pasarían muy alejados sin ninguna posibilidad de colisión.<br />

Se oyó un salto en cubierta y un segundo después un grito provenía de<br />

Marcelo desde la entrada.<br />

— ¡Redes a la deriva, para máquinas!<br />

Carlos aún estaba asimilando la advertencia, cuando coincidiendo con la cresta<br />

de la ola, vio a menos de cuarenta metros en el agua una especie de línea que<br />

atravesaba todo el mar y se perdía en la visión a cien metros de metros a cada<br />

lado.<br />

Solo tardo un segundo en pensarlo, después levanto las tapas de desconexión<br />

del sistema de control automático y bajo los interruptores anulando todos los<br />

sistemas, cogió la palanca de timón con la mano derecha y tiro hacia atrás y hacia<br />

— 162 —


la derecha, mientras que con la mano izquierda movía las palancas de los timones<br />

hacia afuera. <strong>El</strong> ala que estaba levantada se puso horizontal al mismo nivel que la<br />

otra y, entonces el Albatros se levantó de proa y comenzó a elevarse hasta salir<br />

completamente del agua quedando suspendido en el aire unos segundos lo<br />

suficiente para pasar la red por encima. Después, como en cámara lenta comenzó<br />

a caer lentamente hasta que volvió a tocar el agua. A pesar de que la altura<br />

alcanzada no fue más que unos metros la entrada en el agua fue brusca y Marcelo<br />

que se encontraba en el pasillo acabo por los suelos; Altaha dio un bote en el<br />

asiento y reboto contra el panel protegiéndose con los brazos; Carlos consciente<br />

de lo que iba a pasar se agarró a los mandos y pudo evitar golpearse.<br />

<strong>El</strong> Albatros se quedó, con las dos alas horizontales estiradas, escorado con un<br />

ala de estribor tocando el agua donde se apoyaba.<br />

Carlos, volvió a conectar todos los interruptores. <strong>El</strong> Albatros, en control<br />

automático, comenzó a ajustarse levantando primero las dos alas y<br />

equilibrándose, después levantando una de ellas verticalmente y prosiguiendo la<br />

navegación.<br />

Marcelo entro en la cabina visiblemente cabreado.<br />

— ¡Menuda leche me he dado! ¿Qué has hecho? ¿Por qué no paraste? — le<br />

gritó visiblemente molesto.<br />

—Hice lo único que pude. La red estaba muy cerca y esto no es un coche con<br />

frenos, tampoco podía virar pues teníamos la red atravesada, si intentaba parar<br />

habríamos chocado. Así que opte por saltarla.<br />

Marcelo, que se encontraba en el pasillo cuando sucedió todo, desconocía lo<br />

que había pasado.<br />

— ¿Cómo, que la saltaste?<br />

—Sí, el sistema automático no lo permitía, por eso lo desconecte y puse las<br />

alas horizontales con máxima fuerza y los timones inclinado hacia arriba para que<br />

nos sacasen del agua. Sabía que solo estaríamos en el aire unos segundos pero<br />

esperaba que fuesen suficientes para pasar la red.<br />

Marcelo cambió repentinamente de actitud, y del enfado pasó al asombro.<br />

— ¿Has saltado la red?. ¡Increíble! Solo a un maldito loco ingeniero se le podía<br />

haber ocurrido hacer saltar el barco. ¡Eres un puto genio! ¿Cómo se te ocurrió?<br />

—Sencillo. No vi ninguna otra opción.<br />

Lo comentó como si fue si fuese la cosa más normal del mundo. Pero Carlos no<br />

exageraba en su comentario, para él solo se trataba de una opción lógica.<br />

—No me vaciles. <strong>El</strong> Albatros no fue diseñado para hacer estas cosas.<br />

— 163 —


—No, pero tengo claro los límites del diseño y se de lo que es capaz. Y entre la<br />

capacidad de sustentación alar y la de los alerones, podriamos salir con inercia<br />

fuera del agua durante unos segundos.<br />

— ¿Pues a mí eso de elevar un barco en el aire me parece imposible?<br />

—No es fácil, pero no es nada extraño; incluso un niño puede hacer rebotar<br />

una piedra un par de veces en el agua antes de que se hunda. En realidad todo<br />

depende de la velocidad y de la superficie de contacto o sustentación, por eso<br />

cuanto más plana es la piedra mejor rebota.<br />

Altaha que se quedó blanca y muda, recuperaba el color y el habla.<br />

—Casi me muero del susto, pensé que nos mataríamos. ¿Al menos podías<br />

habernos avisado?<br />

—No había tiempo para decir nada. Además, ¿Te habrías quedado más<br />

tranquila si te llego a decir que vamos a dar un salto?<br />

—No. Desde luego que no.<br />

Carlos se confirmó a sí mismo la razón con un gesto.<br />

—Eso pensaba. <strong>El</strong> exceso de información no suele ser útil si no se tiene tiempo<br />

para asimilarla.<br />

—Vale Carlos, pero que quede claro, que tu lógica por un lado, y mi corazón al<br />

borde del infarto, por otro, no están de acuerdo.<br />

Después de unos minutos de revisar todo el equipo y ver que estaba<br />

perfectamente, ya mucho más tranquilos, Carlos quiso saber qué es lo que se<br />

atravesó en su camino.<br />

— Marcelo, acláranos, antes del salto, gritaste que se trataba de una red a la<br />

deriva.<br />

—Sí, una maldita red a la deriva, gastada, que perdió parte del laste y flotaba<br />

en la superficie.<br />

— ¿Qué es una red a la deriva?<br />

—Las redes a la deriva, son redes más o menos normales que las echan los<br />

pescadores al mar y después las van a buscar para recoger la captura. Quedan<br />

suspendidas en medio del océano durante la noche, caladas desde la superficie a<br />

seis u ocho metros de profundidad y extendidas a lo largo. Son como una muralla<br />

impenetrable para la fauna marina. Desgraciadamente no todas son ilegales, los<br />

pescadores las echan en el mar y después la van a buscar para recoger la captura.<br />

Ahora incluso las localizan con boyas que llevan un GPS.<br />

—Es lógico que no te gusten, son un peligro para los barcos.<br />

—Y también para los animales. Las redes de deriva son como cortinas<br />

invisibles que flotan sobre el agua; estas redes flotan a la deriva impulsadas por<br />

las corrientes marinas o el viento y capturan todo lo que se cruza en su camino;<br />

— 164 —


tiburones, tortugas, aves marinas, focas, ballenas, delfines y muchas otras<br />

especies sin interés para la pesca, caen víctimas de este tipo de redes.<br />

—Parecía grande, yo calcule unos trescientos metros.<br />

—Seguro que era mucho mayor. Fabricar una red con nailon es muy barato.<br />

Para que te hagas una idea son ilegales las que superan los dos kilómetros y<br />

medio, pero se han encontrado redes que superan los cincuenta kilómetros.<br />

— ¡Qué barbaridad! ¿Pero por qué la utilizan y nadie las controla?<br />

—Sencillo, un pequeño barco, con muy poca tripulación logra capturas<br />

inimaginables. Y como además, se realiza en alta mar y la red no está unida al<br />

barco, es muy difícil de controlarlos. Mierda de redes, como si no hubiese pocas<br />

cosas flotando en la mar como para tirar más.<br />

— ¿Hay más cosas flotando, además, de barcos? –preguntó Altaha con la<br />

ingenuidad que le caracterizaba.<br />

—Flotando principalmente hay mucho tronco de madera, pero después<br />

también están los restos de los barcos y otros objetos.<br />

— ¿Troncos?<br />

—Si claro. Cuando se transportan los troncos de las talas o crecidas, flotando<br />

río abajo, un buen número de ellos se pierde en los deltas y son arrastrados hasta<br />

el mar que tardan en pudrirse. Aun es más, el agua del sal ayuda a conservarlos<br />

durante años se calcula que tardan unos diez años antes de hundirse.<br />

—Pero no serán tantos los que flotan. <strong>El</strong> mar es muy grande.<br />

—Se calcula que decenas o cientos de millones. Algunos estudios realizados en<br />

el pacífico indican que existe una media de unos cuarenta troncos en cada retícula<br />

de diez por diez millas y hay muchísimos casos de barcos que han chocado con<br />

troncos.<br />

—Pues vaya peligro, con ese no contaba.<br />

—No es el único, también están los contenedores de los barcos, que se caen y<br />

quedan flotando.<br />

—Bueno, pero serán muy pocos.<br />

—Una media de tres mil contenedores cada año se caen por la borda.<br />

— ¡Qué barbaridad!<br />

—En realidad estadísticamente son pocos. Solo uno o dos cada millón que se<br />

transporta.<br />

— ¿Y qué pasa cuando se caen al mar?<br />

—Algunos se hunden, pero la mayoría al ser bastante herméticos quedan<br />

flotando casi sin verse y son muy peligros, al ser de hierro y tener esquinas.<br />

Altaha intervino en la conversación.<br />

— ¿Flota un contenedor de hierro?<br />

— 165 —


—Claro. Por supuesto que flotan, tienen un volumen que va desde treinta y<br />

ocho a setenta y siete metros cúbicos lo que implica que desplaza esas mismas<br />

toneladas de agua y tiene unos pesos máximos autorizados de veinticuatro o<br />

treinta toneladas respectivamente. Su reserva de flotabilidad está asegurada en<br />

más del doble. Es cierto que entra el agua en ellos, pero lo hace poco a poco, han<br />

calculado del orden de doscientos o trescientos litros al día, así se van hundiendo<br />

lentamente pero a este ritmo tardan varios meses en irse a pique. Además,<br />

algunos de ellos tienen revestimientos isotérmicos para transportar mercancías<br />

frías, o llevan materiales manufacturados protegidos en corcho blanco que los<br />

hace flotantes de por vida.<br />

A Altaha no le gustaba mucho este tipo de explicaciones técnicas.<br />

—Simplificando, que son peligrosos. Es que abusas mucho de los datos, que<br />

eres más aburrido que leer una enciclopedia después de tomarse un cocido.<br />

Carlos salió a la defensa de Marcelo.<br />

—No le hagas caso. Tus historias resultan muy interesantes, además, tienes la<br />

habilidad de justificarlos técnicamente, eso es lo que lo diferencia de los simples<br />

comentarios.<br />

—No es por meterme con él, pero es que sería mucho más entretenido leer<br />

mensajes en una botella.<br />

Marcelo parecía no desconocer nada que tuviese que ver sobre el mar.<br />

—Pues hablando de eso hay un italiano Roberto Regnoli que colecciona<br />

mensajes enviados en botellas arrojadas al mar.<br />

Altaha eso le hizo gracia.<br />

—No, si es que hay gente para todo. Eso de meter un papel en una botella.<br />

—No solo papel, uno de los mensajes enviados en 1969, estaba escrito en un<br />

calzoncillo.<br />

—Pues no sé lo que diría en mensaje, pero no es nada romántico eso de que<br />

te lo envíen en un calzoncillo. Por cierto ¿Cuándo puede durar un mensaje<br />

flotando en una botella?<br />

—Pues teóricamente mucho tiempo. Un marino japonés Chunosuke<br />

Matsuyama, naufragó con cuarenta y cuatro compañeros en 1784 en un arrecife<br />

de coral del Pacífico. Matsuyama escribió un breve relato de su tragedia en un<br />

pedazo de madera, lo selló en una botella, y la arrojó en el mar. Por desgracia él y<br />

sus compañeros murieron de hambre, pero la botella estuvo en el mar a la deriva<br />

durante ciento cincuenta y un años hasta que se encontró en 1935.<br />

—Qué triste. Me recuerda una película de Kevin Cosner, que le llegaban<br />

mensajes en una botella de su mujer que ya había muerto, me pareció súper<br />

romántico, aunque tenía un final muy triste.<br />

— 166 —


—Seguro que esta te gusta más. Ake, era un aburrido joven marinero sueco en<br />

un barco en alta mar. Lanzó una botella con un mensaje, pidiendo a cualquier<br />

chica que la encontrara, que le escribiera un mensaje a su casa. Un pescador<br />

siciliano, encontró la botella, continuó con lo que pensaba que era una broma y se<br />

la dio a su hija Paulina. <strong>El</strong>la le devolvió por correo la botella con otro mensaje. Dos<br />

años más tarde, en 1958, Ake visitó Sicilia para conocer a Paulina, y se casaron<br />

rápidamente.<br />

— ¿Qué bonita historia? Es tan romántica.<br />

Siguieron hablando de mensajes y de botellas hasta que llegó la hora de cenar.<br />

Alargaron la tertulia y se fueron a dormir a la una y se quedó Marcelo haciendo la<br />

guardia hasta el amanecer.<br />

Se despertaron pronto para darle el relevo a Marcelo. A lo lejos a unas treinta<br />

millas ya podían distinguir la silueta del Teide, en teoría ser podía ver a más de<br />

cien millas dado que con su casi cuatro mil metros destacaba en el horizonte.<br />

Altaha estaba contentísima con la visión de la silueta del volcán de Tenerife,<br />

ahí estaba su hogar, al que llegaría en unas horas y lo celebró preparando un<br />

magnifico desayuno de despedida.<br />

Sobre las once de la mañana, comprobaron en el GPS que estaban a nueve<br />

millas y llegarían al puerto de Santa Cruz en una hora.<br />

Entonces Altaha les pidió un favor inesperado. Les confesó que no les contó a<br />

sus padres toda la verdad sobre su despido y tampoco en la pequeña aventura en<br />

que se había metido. En su momento, no deseaba dar muchas explicaciones de<br />

los motivos que le llevó a irse a veranear con su exjefe cincuentón y un mecánico.<br />

Desde la distancia, sus padres podrían llegar a pensar que su hijita se había<br />

convertido en una especie de hippie para convivir en concubinato con unos<br />

pervertidos. Así que lo único que les contó es que estaban trabajando en un<br />

proyecto de un barco especial y después de construir lo estaban probándolo en<br />

navegación. Técnicamente hablando nunca llegó a mentir, pues aún estaba en sus<br />

vacaciones de trabajo y probando al Albatros. <strong>El</strong> problema, es que las medias<br />

verdades son muy sencillas de mantener a dos mil kilómetros de distancia, pero<br />

ahora que todos se verían, necesitaba la colaboración de Carlos y Marcelo para<br />

mantener el engaño.<br />

A Carlos no le gustaba mentir, aunque en este caso no le costaría hacerlo.<br />

Después de todo, ir por la vida como un empresario fracasado, embarcado en una<br />

aventura digna de veinteañeros, no ofrecía su mejor tarjeta de presentación ante<br />

los padres de Altaha. Eso sin contar con que estaban navegando en un barco ilegal<br />

perseguido por la guardia civil.<br />

— 167 —


Marcelo aceptó a regañadientes, por su carácter franco y sincero, no le<br />

gustaban esas “trapalladas”, como él las llamaba. Por otra parte, como<br />

compañero nunca dejaría de apoyar a Altaha, así que no pido ninguna explicación<br />

ni se hizo de rogar.<br />

— 168 —


<strong>LA</strong> ANFITRIONA<br />

Llegaron a las doce de la mañana al puerto de Santa Cruz. Dado que la costa es<br />

lineal y enseguida hay mucha profundidad por la orografía de la isla, se tuvieron<br />

que construir los puertos con sus malecones no muy alejados de la costa, lo que<br />

hizo que los puertos resulten alargados y paralelos a la misma. Esta especial<br />

configuración dio lugar a que no existía propiamente un puerto sino cuatro<br />

seguidos. <strong>El</strong> puerto deportivo estaba al final, el único de los cuatro con la entrada<br />

orientada al sur. Cuando llegaron, tuvieron que recorrer todo el interior del<br />

puerto de mercancías hasta el final donde se encontraron los pantalanes de<br />

atraque de los barcos deportivos.<br />

Sacaron la bandera inglesa para hacerse pasar de nuevo por extranjeros.<br />

Estaban bastante tranquilos respecto a que les pidiesen documentación, pues<br />

Canarias vive del turismo, así que no presenta muchos problemas a los<br />

extranjeros y menos aún a los que llegan en barco de recreo buscando un puerto<br />

seguro. Confirmando sus pronósticos cuando el atento encargado del puerto solo<br />

anoto el nombre del barco y la nacionalidad, y poniendo cara extraña frente al<br />

diseño lo clasificó como velero. A ellos les pidió la documentación y al ser<br />

españoles no necesitaba realizar ningún trámite de aduanas.<br />

Dudaban si los padres de Altaha la esperarían en el puerto, pero la mentira de<br />

Altaha fue tan buena que sus padres pensaron que estaría más centrada en<br />

trabajar. Además, estaba la circunstancia que Altaha era la mayor de cinco<br />

hermanos, le seguían uno con veinte años que está en la universidad y otros tres<br />

menores de edad. Así que, en realidad, los padres estaban más preocupados por<br />

atender al resto de los hijos, que por seguir la vida de su hija ya independiente.<br />

Carlos y Marcelo cogieron un hotelito modesto situado cerca del puerto.<br />

Altaha lógicamente se fue a su casa en taxi.<br />

Al día siguiente, que coincidió sábado, los padres de Altaha les invitaron a<br />

comer en su casa.<br />

Se presentaron al medio día. Y de una forma bastante correcta fueron<br />

recibirlos por toda la familia con los cuatro hermanos que rodeaban a Altaha.<br />

Viéndola así, uno se podía explicar su carácter siempre alegre rodeada de niños<br />

desde pequeña y a la vez con su sentido del humor y paciencia que necesito para<br />

aguantarlos como hermana mayor. Los hermanos pequeños estaban<br />

emocionados con el barco y no cesaban de preguntar si podían ir a verlo y<br />

— 169 —


quedarse a dormir. Altaha les dijo que se los enseñaría, pero no podrían ni<br />

navegar ni dormir pues no resultaba seguro.<br />

Después de un pequeño aperitivo mandaron a los hermanos a la cocina y se<br />

quedaron los cinco comiendo en el salón. Como era lógico los padres trataban a<br />

Carlos como el jefe de Altaha, y este hizo el papel a la perfección, explicando los<br />

detalles técnicos del Albatros y dejando ver lo apasionado que estaba por el<br />

proyecto, lo que por otra parte no le obligaba a mentir.<br />

A Marcelo, por su naturaleza noble y directa, lo le gustaban los engaños; pero<br />

gracias a sus respuesta monosilábicas, dio la impresión que se trataba del tipo<br />

empleado descontento obligado a desempeñar un trabajo incomodo, resultando<br />

su actitud más convincente que todas las explicaciones de Carlos.<br />

Altaha estuvo a punto de fastidiar toda la farsa, cuando, en un afán desmedido<br />

de justificar todo el proyecto, insistió en que estaba bien pero lo mejor sería hacer<br />

turnos para este tipo de prueba en el mar, pues resultaba bastante duro. Sus<br />

padres aunque muy correctos interpretaron que necesitaba ayuda, así que le<br />

pidiendo a Carlos que explicase por qué no hacían turnos con el resto de los<br />

empleados.<br />

Carlos, les explicó muy profesionalmente, que esas pruebas en el mar sin duda<br />

resultaban unas molestias, pero al tratarse de un diseño tan novedoso, la única<br />

persona cualificada para realizar estos ajustes era Altaha. Intentar sustituirla por<br />

otro técnico implicaría empezar de cero. Pero les garantizó que esta experiencia<br />

quedaría muy bien en su curriculum. Aprovechó para quejarse el mismo, pues esa<br />

edad estaba obligado a vivir como un vagabundo, aunque lo justificaba como el<br />

precio a pagar por estar en un proyecto puntero.<br />

Los padres acabaron convencidos de las explicaciones y aconsejaron a Altaha<br />

que todo esfuerzo vale la pena. Mientas lo hacían, las miradas de Carlos y Marcelo<br />

hacia Altaha le expresaban soterradamente que se estaba pasado con todo ese<br />

montaje, y que ya ajustarían cuentas cuando estuviesen a solas.<br />

Una vez convencidos los padres de las bondades del proyecto, Carlos se<br />

dedicó a moderar el énfasis. Les explicó, que aunque el trabajo técnico de Altaha<br />

resultaba impecable, el proyecto no solo tendría que ser viable técnicamente sino<br />

comercialmente y conseguir inversores para que se consolidase la producción.<br />

Así, de alguna forma, quería sentar las bases para que Altaha justificase en breve<br />

su pérdida del empleo.<br />

Se despidieron correctamente, si bien ni por parte de Carlos ni por parte de los<br />

padres hicieron ningún amago de volver a quedar. Por parte de Carlos y Marcelo,<br />

no deseaban perpetuar esa farsa. Simultáneamente, los padres de Altaha, se<br />

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veían superados por la <strong>numero</strong>sa familia, como para asumir más compromisos<br />

sociales que los estrictamente necesarios.<br />

Altaha, después de presentarle a su familia, decidió que también debían<br />

conocer a sus amigos, así que esa noche concertó una cena.<br />

<strong>El</strong> encuentro resultó cuando menos curioso, Altaha emocionada contando sus<br />

aventuras, mientras Carlos y Marcelo permanecían callados asintiendo. Los<br />

amigos estaban asombrados y escuchaban fascinados esta aventura tan alejada<br />

de sus vidas habituales.<br />

Después de una hora, la conversación se volvió hacia elementos más<br />

cotidianos, que si esa pareja rompió o si fulanito ya consiguió trabajo. Marcelo y<br />

Carlos aguantaron con educación, pero ningún vínculo tenían con esos amigos.<br />

Además, todos los interrogantes sobre la vida de los veinteañeros, para ellos ya<br />

eran cuestiones superadas. Por otra parte, tampoco se trataba de comenzar a<br />

darles consejos sobre la vida en plan abueletes.<br />

Como ese encuentro ya no daba para más, aprovecharon el final de la cena,<br />

para justificar que estaban cansados y deseaban retirarse al hotel.<br />

Tanto Carlos como Marcelo ya habían estado en alguna ocasión en Tenerife;<br />

Carlos en plan turismo y Marcelo de escala cuando estaba embarcado, si bien,<br />

ninguno de los dos conocía la isla a fondo. Consciente de esta situación, Altaha se<br />

tomó muy en serio su labor como Cicerón, convenciendo a sus padres para que le<br />

prestasen uno de los dos coches que disponía la familia.<br />

Los dos insistían en que Altaha no tenía por qué preocuparse por ellos, pues la<br />

isla estaba totalmente preparada para dar servicio a los turistas. Altaha, no les<br />

hizo ningún caso, pues, por una parte les estaba muy agradecida por haberla<br />

traído hasta la isla; y por otra, por su propia forma de ser que se volcaría en<br />

enseñarles su isla a sus amigos.<br />

Los recogió en el hotel a las ocho de la mañana, ante la sorpresa de los dos<br />

pues Altaha no se solía levantar temprano y menos aun después de irse de copas.<br />

Les explicó que ella también volvió pronto a casa para dormir, pues había que<br />

aprovechar el día antes de que todo se llenase de “guiris”, que es como allí le<br />

llaman a los turistas extranjeros.<br />

Aunque la atracción más especial de toda la isla es el volcán el Teide, Altaha<br />

decidió que no irían, dado que tanto Carlos como Marcelo ya habían estado en<br />

anteriores visitas. Aunque les pareció un poco extraño, tampoco quisieron<br />

cuestionar los planes de Altaha, seguramente deseaba ser un poco mas original.<br />

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Los llevó directamente al otro extremo de la isla al acantilado de los gigantes.<br />

Entraron por el sur por una carretera llega de curvas infernales y bajaron hasta un<br />

pueblo llamado Masca situado en medio de los acantilados.<br />

Después de observar todo el paisaje y comer, decidieron volver. Viendo que<br />

Altaha seguía con el coche de frente le preguntaron porque no daba la vuelta. <strong>El</strong>la<br />

dijo que se salía por ahí. Carlos y Marcelo no lo entendían, delante de ellos solo se<br />

alzaba una montaña de piedra casi vertical. De forma bastante increíble tomaron<br />

una carretera, que prácticamente incrustada en la montaña se desplazaba en<br />

largas eses con curvas cerradas imposibles, y así siguieron subiendo hasta la<br />

cumbre. Tanto Carlos como Marcelo, cuando llegaron hasta arriba dieron un<br />

respiro. No es que no se fiasen del Altaha conduciendo, pero estar circulando a<br />

medio metro del acantilado no les hacía ninguna gracia.<br />

Regresaron cómodamente por la autopista, y antes de Santa Cruz pararon en<br />

para ver el Parque Etnográfico Pirámides de Güímar. Altaha les explico que las<br />

pirámides de piedra o majanos de Güímar, son algo curioso, pues parecen<br />

pirámides mayas o aztecas, aunque más pequeñas. La realidad es que no tiene<br />

más de doscientos años y nada que ver con ritos religiosos o astronómicos. <strong>El</strong><br />

origen resultaba, cuando menos, curioso, en el siglo XIX se extendió en Canarias la<br />

explotación de la cochinilla, que es un insecto parásito del higo chumbo y su única<br />

utilidad radicaba en que del mismo se extrae un tinte de grana o carmín.<br />

Evidentemente, ahora con los tintes sintéticos ya perdió su utilidad, pero en su<br />

momento la explotación de la cochinilla resultaba muy rentable. Así que<br />

compensaba preparar fincas para su cría. Las fincas estaban llenas de rocas<br />

volcánicas; para su limpieza las piedras que se sacaban se almacenaron formando<br />

pirámides para que ocupasen poco espacio, y así se han conservado hasta la<br />

actualidad.<br />

Después de dos horas de examinar el complejo, volvieron a Santa Cruz.<br />

Aprovecharon para cenar algo rápidamente y Altaha los dejó en el hotel.<br />

Al día siguiente Altaha los recogió también a primera hora, si bien les advirtió<br />

que esa jornada no sería de tanta paliza y que llevasen unos bañadores.<br />

Por la autopista llegaron rápidamente al puerto de la cruz, para visitar el Jardín<br />

de Aclimatación de la Orotava. Fue creado en 1788 por Carlos III, con el objetivo<br />

de averiguar si determinadas especies de gran utilidad que crecían en las colonias<br />

podían sobrevivir en otras latitudes, para después llevarlas a los jardines de<br />

Madrid y Aranjuez, pues en aquella época se desconocía por qué algunas plantas<br />

viven sólo en ciertas partes del mundo; de ahí que el nombre oficial contenga la<br />

palabra Aclimatación.<br />

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Se hicieron las fotos preceptivas de turistas junto a un impresionante Picus<br />

que se elevaba sobre sus raíces con más de doscientos años de antigüedad.<br />

La verdad, es que aunque resultaba un jardín precioso, para ellos, después de<br />

estar en Madeira, todo le resultaba familiar.<br />

Después fueron a las faldas del Teide a conocer la Orotava, dieron alguna<br />

vuelta por la villa si bien decidieron dejar pasar el parque natural pues ya habían<br />

quedado cansados con el jardín. Cogieron el coche para seguir hacia el oeste y<br />

llegar hasta Garachico. Que fue hasta 1706 el principal puerto de Tenerife, dada<br />

su amplia rada natural, pero en ese año fue casi totalmente destruido por la lava<br />

de la erupción del volcán de Arenas Negras. La lava rellenó gran parte de la rada y<br />

el puerto perdió las características que lo hacían tan importante, por lo que a<br />

partir de ese momento se convirtió Santa Cruz en el puerto principal.<br />

Pero como consecuencia de esa erupción y la desaparición del puerto, fue<br />

que se formó el Caletón, como así llamaban a la zona de piscinas naturales.<br />

Después darse un baño y comer en una terraza, volvieron a coger el coche y<br />

Altaha los llevo a la playa de las Teresitas. Carlos estaba un poco sorprendido por<br />

la arena blanca y fina de la playa, pues pensaba que todas las playas de Tenerife<br />

eran negras por la arena volcánica. Altaha les explicó que tenían razón, que esa<br />

playa es artificial, de arena blanca traída del desierto del Sahara; Que por cierto,<br />

es tan fina que avisan que cuidado con las lentillas o las cámaras de fotos porque<br />

las rayaban con facilidad.<br />

Esa noche, antes de despedirse, Altaha le dijo a Marcelo que le tenía<br />

preparada una sorpresa, que estuviese listo a medio día para una excursión por el<br />

campo ellos dos solos. Marcelo intentó protestar, pues no deseaba marginar a<br />

Carlos de sus planes, pero rápidamente fue acallado por Altaha que ya lo había<br />

hablado con Carlos. También intentó que le explicase en qué consistía, lo que<br />

resultó igualmente inútil, pues Altaha deseaba mantener la sorpresa.<br />

Al día siguiente Altaha, llegó justo después de comer para recoger a Marcelo.<br />

Venía vestida de excursionistas. Bajó una mochila vacía del coche y le dijo<br />

Marcelo que metiese en ella una muda y ropa de abrigo.<br />

Mientras lo llevaba en coche le informó de los planes. Como compensación por<br />

cargar con ella cuatro kilómetros en Madeira, había programado una excusión<br />

para subir andando hasta la cumbre del Teide. Lo harían por una ruta especial y<br />

dormirían en un albergue acondicionado a medio camino hacia la cumbre.<br />

Marcelo, estaba realmente sorprendido y a la vez emocionado por el plan<br />

propuesto, nada podía ser más atractivo que esa excursión.<br />

— 173 —


Antes de salir de la ciudad Altaha se paró en una oficina a hacer una gestión<br />

que apenas le llevo cinco minutos.<br />

Mientras conducían hacia el Teide, Altaha le fue explicando la historia del<br />

volcán y de la isla.<br />

La isla de Tenerife no es más que un volcán que surgió del mar y mientras en el<br />

centro se conserva la montaña con el cráter, en la periferia y junto al mar es<br />

donde están las ciudades. La peculiaridad de volcán llamado <strong>El</strong> Teide es que es<br />

bastante elevado alcanzando casi los tres mil ochocientos metros. <strong>El</strong> volcán tuvo<br />

varías erupciones y fruto de ellas se formó primero una caldera a unos dos mil<br />

metros con doce kilómetros de diámetros, y dentro de ella se eleva hasta los tres<br />

mil setecientos metros el segundo volcán.<br />

Como el volcán es el principal atractivo de la isla, está perfectamente<br />

acondicionado para el turismo y se puede subir hasta la caldera por medio de<br />

varias carreteras. Así que no tardaron más de media hora en llegar.<br />

Ahí se encontraron con una superficie totalmente desierta, solo con rocas, que<br />

muchos han querido equiparar con la superficie de la luna. En toda esa llanura<br />

solo hay un edificio, se trata del parador nacional de las cañadas del Teide,<br />

situado a más de dos mil metros de altura.<br />

Recorrieron la caldera hasta la base del volcán y subieron la ladera hasta los<br />

dos mil trescientos metros, ahí la elevada pendiente no permite seguir subiendo<br />

en coche, si bien se ha instalado un teleférico que asciende hasta los tres mil<br />

quinientos metros.<br />

Altaha le explicó, que aunque los más puristas estimaban que deberían<br />

ascender andando desde el nivel del mar, en realidad la ascensión por carretera<br />

no tenía ningún mérito y les exigiría un día más. Así que había optado por<br />

centrarse en ascender desde un poco más de los dos mil metros hasta la cumbre<br />

con tres mil setecientos, que resultaba lo más interesante.<br />

Dejaron el coche hasta el parquin del teleférico. Cogieron las mochilas y desde<br />

ahí bajaron andando unos tres kilómetros hasta una explanada en una zona<br />

llamada la Pizarra donde comenzaba un camino ascendente bastante fácil, tanto<br />

que incluso se podría atajar en alguna curva. Altaha le indicó que eso no se debía<br />

hacer para evitar erosiones fuera del camino. Después de todo no debían olvidar<br />

que estaban en un parque natural muy protegido.<br />

Según subían, les sorprendía que las rocas variaban de marrones claros a<br />

oscuro, respondiendo a diferentes épocas de erupciones del Teide. Según<br />

pasaban Altaha le explicaba el nombre de los lugares, como el Circo de las<br />

Cañadas y del Malpais. Llegaron hasta la zona conocida como Lomo Tieso, donde<br />

se conservan las escasas ruinas del antiguo Puesto de Mulas. Siguieron caminando<br />

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por una gran explanada en la zona llamada de la Montaña Blanca, y a partir de ahí<br />

el camino ascendía mucho más empinado con pendientes de hasta el cincuenta<br />

por ciento.<br />

Altaha decidió hacer un alto, para tomar fuerzas antes de acometer esta<br />

ascensión. Comieron unos plátanos y bebieron agua.<br />

Siguieron ascendiendo y a los dos mil novecientos metros, llegaron a una zona<br />

llamada estancia de los ingleses, fácilmente reconocible por tres grandes bombas<br />

volcánicas.<br />

Siguieron subiendo durante dos horas más hasta llegar al refugio de Altavista<br />

situado a 3.270 metros de altitud. Ya eran las ocho de la noche y faltaba poco más<br />

de una hora para que se pusiese el sol.<br />

Altaha ya se había ocupado de hacer la reserva para pasar la noche. <strong>El</strong> refugio<br />

estaba bastante bien acondicionado, y aunque no se trata de un hotel cumplía de<br />

sobra con la finalidad para pasar la noche. Disponía de dos estancias comunes:<br />

una sala rectangular con una gran chimenea que casi ocupaba toda la pared y otra<br />

sala que hacia funciones de comedor y cocina común, pues la cena y el desayuno<br />

había que hacerlo uno mismo, aunque se podía recurrir a una máquina de café.<br />

Las habitaciones eran comunes, de dos tipos: unas modernas con literas de<br />

hierro y otras con liberas metidas como en camaretas de los barcos, que fueron<br />

las que ocuparon. Marcelo estaba muy contento por la sensación de dormir en un<br />

antiguo barco.<br />

Descansaron, cenando mientras compartían con otros excursionistas su<br />

experiencia. La velada no duró mucho y se acostaron a las once, en previsión de<br />

dormir al menos algunas horas, dado que deseaban ver amanecer en la cumbre.<br />

Se levantaron a las dos de la mañana, y con solo tres horas de suelo<br />

desayunaron con calma para despertarse con un buen café, y a las cuatro<br />

salieron.<br />

La noche era muy fría, sin duda estaban a cero grados o tal vez menos. Altaha<br />

previsora había hecho bien en insistir que llevasen ropa de abrigo. Con las<br />

linternas en la cabeza apenas iluminaban unos metros por delante del camino,<br />

aunque la luna iluminaba bastante los contornos. Ascendieron durante una hora<br />

hasta llegar a la zona de La Rambleta a 3.550 metros ahí es hasta donde llega la<br />

telecabina del teleférico.<br />

En teoría solo se podía ascender a partir de ahí, quien tuviese un pase<br />

especial para ascender hasta la cumbre. Por ese motivo Altaha se había parado<br />

para conseguirlo antes de salir. Lo cierto es que no a esas horas no había ningún<br />

vigilante, así que nadie les pidió ningún permiso.<br />

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Tomaron el camino hacia la cumbre que sube por el cono cimero o Pilón, y en<br />

media hora llegaron hasta el cráter del Teide, donde se olía claramente azufre.<br />

Siguieron ascendiendo por el margen derecho del cráter hasta llegar a la cuota<br />

máxima con 3.718 metros.<br />

Eran las seis de la mañana, por lo que aún faltaba una hora para que<br />

amaneciese. A pesar de ser verano seguía haciendo mucho frio, y ahora que<br />

estaban parados lo notaban más. Así, que a falta de otra cosa que hacer,<br />

decidieron desayunar con calma. <strong>El</strong> sacaron un termo el café y la bollería.<br />

Justo antes del Amanecer prepararon las cámaras de fotos y de video,<br />

previsoramente habían traído dos trípodes, por lo que prepararon todo para salir<br />

los dos juntos.<br />

Es difícil describir la belleza de los amaneceres, pero verlo desde la cumbre de<br />

un volcán a casi cuatro mil metros en medio de una isla situada en la mitad de un<br />

archipiélago, resulta una sensación casi imposible de plasmar. Marcelo no perdió<br />

el tiempo intentando expresar, lo que definitivamente nunca podría hacer, a<br />

menos que un milagro lo convirtiese en poeta. Sencillamente cogió a Altaha del<br />

hombro como si se tratase de un gran amigo y le dijo unas sencillas palabras.<br />

-Gracias. Te agradezco mucho que me hayas traído hasta aquí. Nunca olvidaré<br />

este momento.<br />

Altaha estaba feliz y emocionada, por haber acertado plenamente en la<br />

sorpresa a Marcelo.<br />

-Me alegro que te guste. Y la verdad, es que yo también te tengo que<br />

agradecer que gracias a ti, es la primera vez que veo amanecer desde aquí. Había<br />

pensado en hacerlo un par de veces, pero un día por otro lo fui dejando. Así que<br />

ya ves.<br />

Altaha, a diferencia de Marcelo, si tenía recursos expresivos, por lo que se<br />

pasó los siguientes veinte minutos, contándole las excelencia de dicho amanecer,<br />

incluidas la versiones románticas y diversas anécdotas. No en vano, una amiga<br />

suya era sobrina de uno de los guardas y le ayudó a preparar toda esa excursión.<br />

A Marcelo, aunque realmente le resultaban indiferentes todas esas historias,<br />

la miraba atentamente como si le estuviese contando algo vital. Lo que realmente<br />

pensaba, es que Altaha le había proporcionado una experiencia maravillosa, y<br />

disfrutaba de esos momentos mientras comenzaban a estirarse los primeros rayos<br />

de luz sobre la montaña.<br />

Aun estuvieron una hora en la cumbre, hasta que el sol, en todo su esplendor,<br />

iluminó toda la montaña y el mar. La experiencia no pudo ser más perfecta, pues<br />

además les coincidió uno de esos días en que no hay niebla ni bruma, y podían<br />

divisar muchas islas del archipiélago.<br />

— 176 —


A las ocho bajaron tranquilamente, y se dirigieron a la estación del Teleférico.<br />

Esperarían a que abriese a las nueve, y entonces descenderían directamente<br />

hasta el aparcamiento donde estaba el coche. Altaha lo había planificado<br />

perfectamente, y por ese motivo habían dejado el coche aparcado junto al<br />

teleférico.<br />

Volvieron por la autopista, por lo que en menos de una hora ya estaban<br />

reunidos con Carlos, que a media mañana que les esperaba tranquilo en el hotel,<br />

como siempre leyendo el periódico en una terraza.<br />

Altaha, aún bajo los efectos de la maravillosa experiencia, y mientras se la<br />

relataba a Carlos, se sintió en la obligación de disculparse de nuevo por no<br />

haberle llevado. Carlos rápidamente la cortó, dejándole claro que con ese intento<br />

de ascensión lo único que habría logrado conocer seria la sala de urgencia y<br />

reanimación del hospital, además de fastidiarles a ellos toda la excursión.<br />

Después del limitado fondo físico que mostró en Madeira, estaba claro que no se<br />

trataba de ninguna disculpa, así que Altaha abandonó rápidamente ese cargo de<br />

conciencia, y siguió emocionada contándole toda la pequeña aventura.<br />

— 177 —


EL MOMENTO Y EL LUGAR<br />

Fueron unos días de turismo intensivos, transcurrido los cuales Altaha dio por<br />

cumplidas sus obligaciones de anfitriona y les dejó que fuesen por su cuenta,<br />

mientras ella volvía a su vida familiar y con sus amigos. Así se quedaron Carlos y<br />

Marcelo dedicados a estar más tranquilos.<br />

Canarias tiene fama de tener productos de electrónica baratos eso es porque<br />

tiene menos impuestos que la península, las diferencia ya no son tan acusadas<br />

como hace años pero aún se puede encontrar alguna oportunidad. Marcelo<br />

aunque de naturaleza austera, tal vez por aburrimiento se entretuvo entre las<br />

tiendas y finalmente se encaprichó con comprar unos prismáticos. Así estuvo<br />

varias horas viendo los modelos y empapándose con todos los datos técnicos de<br />

los manuales, ante la casi desesperación del atento dependiente, que ya lo dejaba<br />

por imposible, mientras atendía a otros clientes.<br />

Marcelo buscaba unos prismáticos de muchos aumentos, pues los prismáticos<br />

normales tienen solo entre ocho y diez aumentos. Se limitan voluntariamente a<br />

estos aumentos, pues con más se nota el temblor de la mano y la visión se vuelve<br />

borrosa, así que solo se pueden utilizar con trípodes. En los últimos años se ha ido<br />

desarrollando sistemas para eliminar los temblores, y de esta manera se pudo<br />

aumentar la potencia, aunque por elevado coste aún seguían siendo algo muy<br />

exclusivo. Buscando uno con esas características se quedó enamorado de unos<br />

Zeiss veinte por cincuenta, con sistema de equilibrio mecánico, una auténtica<br />

joya, pero con un precio de más de cinco mil euros que le parecía demasiado lujo.<br />

Al final se decantó por unos canon dieciocho por cincuenta "is all wáter", con un<br />

sistema de equilibrio electrónico, que consiguió por mil euros. Con su nuevo<br />

juguete se fue en busca de sus amigos que le esperaban para cenar.<br />

Marcelo con sus recién adquiridos prismáticos estaba más contento que un<br />

niño con zapatos nuevos, y cuando se encontró con Carlos y Altaha le exhibo su<br />

nuevo juguete. Los tres lo estuvieron probando durante toda la cena mirando el<br />

puerto y comprobando lo bien que funcionaba.<br />

A pesar de esa euforia puntual por la compra, sus compañeros notaban que<br />

Marcelo estaba extraño desde que llegó a Tenerife. En los últimos días algo le<br />

parecía estar rondando por la cabeza. De vez en cuando se quedaba con la mirada<br />

fija en el infinito o comenzaba a agitar la pierna o a golpear con la mano la mesa<br />

como si tuviese un tic.<br />

— 178 —


Cuando estaban rematando la cena, dando cuenta de la tercera jarra de<br />

sangría, Marcelo posó el vaso, y con calma se dirigió a Carlos y Altaha.<br />

—Ahora que estamos los tres, es un buen momento.<br />

— ¿Un buen momento para qué? –preguntó curiosa Altaha.<br />

—Tenemos que hablar de una decisión que quiero tomar.<br />

—Cuéntanos.<br />

—Toda mi vida he pensado en cruzar en atlántico a vela. Ayer mientras<br />

amanecía en la cumbre del Teide, me he dado cuenta que con el Albatros aquí, es<br />

justo el momento y el lugar de hacerlo; ahora dispongo de tiempo y desde aquí<br />

las corrientes y los vientos son óptimos. Pero claro, depende de vosotros, tenéis<br />

que decidir si me dejáis el Albatros para que lo intente, con el riesgo que le pueda<br />

pasar algo o incluso hundirse. Para ti Carlos, implica que tienes que regresar en<br />

avión a la península.<br />

Altaha estaba asombrada.<br />

— ¿Atravesar todo el atlántico?, ¿De cuanta distancia hablas?<br />

—De aquí al Caribe, unas dos mil quinientas millas, que llevará entre quince a<br />

veinte días, otros diez para subir el Caribe, más otros tantos para volver.<br />

Pongamos mes y medio o dos meses. No hay prisa, ahora no tengo compromisos<br />

y dispongo de tiempo, cuando vuelva a trabajar todo se complicará.<br />

A Carlos le interesaban los detalles.<br />

— ¿Y piensas ir solo, sin tripulantes?<br />

—Sí. <strong>El</strong> Albatros es pequeño y no necesita ayuda para la maniobra. Además,<br />

un nuevo tripulante no conoce los procesos y los controles por lo que poco me<br />

puede ayudar. Eso sin contar que no está homologado y no quiero ninguna<br />

responsabilidad metiendo a tripulantes o aventureros. Por otra parte yo me<br />

conozco, si aparece un listo y me toca las narices, soy capaz de echarlo del barco y<br />

dejarlo en medio del mar en la balsa salvavidas. Así que mejor, no tentar a la<br />

suerte.<br />

Carlos lo miró, convencido que sería muy capaz de hacerlo. Debió pensar algo<br />

más porque sonrió de oreja a oreja con una cara muy simpática, claramente<br />

influenciado por la sangría que estaba tomando.<br />

—Sí, tienes razón, estamos en el lugar y el momento indicado. Así que lo tengo<br />

claro, me voy contigo.<br />

Marcelo estaba asombrado, pues ni se le había pasado por la cabeza que<br />

Carlos lo quisiese acompañar en una travesía tan larga.<br />

— ¿En serio? ¿No lo harás para que no vaya solo?<br />

— 179 —


—No. Sé que tú no necesitas ayuda. Tengo tiempo, y no tengo ninguna prisa<br />

en volver para buscar un trabajo que mantenga antes de jubilarme. Y la verdad es<br />

que me ha gustado mucho esto de navegar e ir de puerto en puerto.<br />

Marcelo sonrió como pocas veces le habían visto. La verdad, es que no<br />

esperaba que le pusiesen muchas trabas en dejarle el Albatros, pero que se<br />

apuntase Carlos, si fue una sorpresa muy agradable.<br />

—Estupendo, estupendo. Estaba decidido a ir solo, pero yo nunca he sido un<br />

navegante solitario. Me alegro que me acompañes.<br />

Altaha se quedó un poco perpleja.<br />

—Bueno, veo que estáis hechos unos aventureros y me parece muy bien. Yo<br />

evidentemente no me apunto, estoy en mi casa y aprovecharé las vacaciones para<br />

enviar curriculums. Después de todo, aquí tiene que trabajar alguien para<br />

mantener el País.<br />

Carlos muy fraternalmente le puso la mano encima de la suya.<br />

—Te echaremos de menos.<br />

—No os preocupéis el Albatros está listo para que funcione automáticamente,<br />

y no tendréis ningún problema. Estar tranquilos que no me necesitareis.<br />

—Desde luego sin tu ayuda el Albatros no habría funcionado. Pero sobre todo<br />

lo decía por tu entrañable compañía.<br />

Altaha se ruborizó. Carlos se dio cuenta y quiso darle un punto de humor.<br />

—Además, ahora sin ti. ¿Quién se meterá con Marcelo?<br />

Los tres sonrieron, el enfrentamiento dialéctico entre Altaha y Marcelo se<br />

había convertido en un clásico de sus relaciones.<br />

—Yo también os echare de menos. Cuando volvías nos tenemos que reunir<br />

para que me contéis todo. Pero eso es adelantarnos, aún tenemos que<br />

despedirnos, ¿cuándo calculáis salir?<br />

La mente de Marcelo ya estaba centrada en los preparativos del viaje.<br />

—Tenemos que hacer una revisión general a los motores y sistemas,<br />

aprovisionarnos, estudiar la ruta, el tiempo y alguna otra cuestión de seguridad.<br />

Así, que sin prisas, digamos que entre tres y cinco días.<br />

— ¡Ah bueno, sin problemas! Aún tenemos unos días para vernos.<br />

Siguieron cenando, esta vez bajo la emoción de la nueva aventura.<br />

Se centraron en los preparativos para la travesía y lo esencial consistía en<br />

reforzar las medidas de seguridad. Respecto al suministro de agua potable<br />

instalaron una desalinizadora eléctrica y compraron dos más manuales; una que<br />

dejó de respeto y otra que le incorporo a la balsa salvavidas pequeña pues la<br />

grande ya llevaba la suya propia. También incorporó una ducha de cable,<br />

— 180 —


conectada al grifo del baño, así al menos se podrían duchar con agua dulce,<br />

aunque inevitablemente seria fría. Marcelo le explicó a Carlos, que en los veleros<br />

no hay espacio suficiente para poner una ducha con su mampara, así toda la<br />

estancia del baño cumple con esas funciones, lo único que realmente exige es que<br />

tenga un desagüe en el suelo, que se ocupó rápidamente en instalar.<br />

Disponían de una bomba de achique manual, si bien instalaron más dos<br />

eléctricas, una de ellas conectada a un sensor de tal forma que si entraba agua se<br />

ponía a trabajar de forma automática y activaba un aviso. La otra la dejaron de<br />

refuerzo y por si hacía falta, incluso podían poner las dos en funcionamiento a la<br />

vez si fuese necesario.<br />

Pensaron en reforzar el sistema eléctrico con un generador movido por el<br />

viento o con paneles solares. Pero rechazaron la idea pues las líneas redondas del<br />

Albatros y el movimiento de las alas hacía difícil instalar estos aparatos y además,<br />

generaba poca electricidad, por lo que solo serviría para la radio y poco más, pero<br />

no para navegar.<br />

Carlos estaba preocupado por el sistema de equilibrio, pues si se estropeaba<br />

el ordenador ya no funcionaría el sistema de las alas. Altaha les convenció para<br />

que comprasen dos ordenadores portátiles que ella clonó con el mismo sistema<br />

que dirigía al Albatros. Así si el principal fallaba el segundo entraría en<br />

funcionamiento de forma automática y siempre tendrían el tercero de respeto.<br />

No podía hacer nada más, estaba claro que el programa ya no podría ser<br />

mejorado, pues la programación del sistema dinámico de equilibrio resultaba<br />

demasiado complejo. Carlos, sabía en teoría cómo funcionaba, pero resultaba<br />

muy complicado programarlo y quedaba claramente fuera de sus habilidades.<br />

Aprovecharon para consultar en internet la experiencia de otros navegantes, y<br />

se encontraron con que uno de los principales problemas es como entrar con un<br />

barco en un país. Aduanas en cualquier isla del Caribe era mucho más rígida de lo<br />

que se podía pensar. <strong>El</strong>los podían conseguir un certificado de salida de Tenerife, y<br />

operar con la matricula del barco del amigo, pero seguían sin certificado de<br />

navegabilidad y sin seguro.<br />

<strong>El</strong> seguro fue relativamente fácil de conseguir pues solo tuvieron que dar la<br />

matrícula y escoger el más costoso, donde cubrían navegantes sin experiencia y<br />

no preguntaban nada.<br />

<strong>El</strong> certificado de navegabilidad resultó imposible. Entonces Carlos tuvo una<br />

buena idea, confeccionó un certificado de diseño y pruebas, y lo presento en la<br />

conserjería de industria y energía todo lleno de impresos y sellos. Así si alguien le<br />

preguntaba justificarían que estaban probando un nuevo modelo, lo que a la vista<br />

— 181 —


de lo extraño del diseño del Albatros y del papeleo resultaba evidente. Esperaban<br />

que con todos estos papeles fuese suficiente para atracar en los puertos.<br />

Carlos y Marcelo abandonaron toda mentalidad de vacaciones para centrarse<br />

en realizar todos estos preparativos, así que en tres días lo tenían todo listo. De<br />

todas formas, siempre les sobraba tiempo para quedar a última hora de la tarde<br />

con Altaha en las terrazas y tomar algo. En más de una ocasión, le dijeron que no<br />

se sintiese comprometida con ellos y que se quedase con la familia. <strong>El</strong>la les explicó<br />

que en realidad acostumbrada a tanta independencia no quería indigestiones<br />

familiares, además, de que le apeteciese estar con ellos. Así que los siguió viendo<br />

todos los días.<br />

Esa era la última noche antes de la partida, y esperaban despedirse, digamos<br />

oficialmente de Altaha, pero eso día coincidió el cumpleaños de unos de sus<br />

hermanos, así que no pudo eludir el compromiso. De todas formas, los cuidados y<br />

la compañía de Altaha durante todos esos días fue tan completa, que no tenían<br />

nada que reprocharle; tan solo se trataba el verdadero deseo de unos amigos de<br />

volver a verla por última vez. Plenamente conscientes que como mínimo tardaría<br />

varios meses en volver a coincidir.<br />

Se dispusieron a cenar tranquilos para acostarse temprano, pues partirían al<br />

día siguiente después del amanecer. Se sintieron sorprendidos cuando vieron<br />

aparecer a Altaha.<br />

— ¡Hola! —dijo luciendo su habitual sonrisa— Ya sabía que os encontraría<br />

aquí, sois animales de costumbres.<br />

— ¿No tenías una celebración con tu familia?<br />

—Sí, fue la merienda—cena de cumpleaños de mi hermano pequeño, con<br />

tarta velas y toda la historia, pero acabo pronto. ¿No pensaríais que no vendría a<br />

despediros?<br />

—Llegamos a dudarlo –le dijo Carlos, sincero-, aunque lo comprendíamos. Te<br />

agradecemos este detalle.<br />

—Bueno, para ser sincera, me guía el interés. Tengo que pediros un favor<br />

especial.<br />

—Lo que tú quieras. ¿De qué se trata?<br />

—Mi familia me agobia. Tengo a mis padres encima como si tuviese dieciséis<br />

años y en mi casa no hay espacio. Si esto sigue así voy a saltar y tampoco quiero<br />

montarle una bronca. He decidido volver a Madrid para desde ahí más tranquila<br />

buscar un trabajo. Para justificar mi salida precipitada les he dicho que han<br />

surgido problemas técnicos y me tengo que ir con vosotros. Entonces, el plan es<br />

— 182 —


que salgo con vosotros y me dejáis en la isla de Hierro que os queda de camino y<br />

de ahí cojo un vuelo a Madrid. Después ya le diré a mis padres que logré arreglar<br />

el problema y me llamaron de Madrid para otro tema urgente.<br />

— ¿Y que han dicho tus padres?<br />

—Todo bien. Les he preparado, diciendo que el tema es grave que el sistema<br />

es inestable y se bloquea de vez en cuando, así que me necesitáis sino estaríais en<br />

grave peligro.<br />

—O sea que otra vez nos has dejado de pena ante tus padres.<br />

—No tanto. Recordar que para ellos es un proyecto muy importante, así que<br />

oficialmente sigo trabajando. Incluso le he dicho que estoy enfadada con vosotros<br />

por hacerme esta faena, pensando en abandonar la empresa, aunque ahora no,<br />

pues soy responsable de vuestras vidas. Bueno, ¿cuento con vuestro apoyo?<br />

—No es que me emocione –comentó Carlos—, pero te cubriremos en la<br />

disculpa. De todas formas espero no tener que ver más a tus padres en mi vida,<br />

pues se me caería la cara de vergüenza.<br />

— ¿Y tú? –Le preguntó a Marcelo—, ¿me apoyas?<br />

Como buen gallego, le respondió con una pregunta.<br />

— ¿Lo dudas?<br />

Altaha, esbozó una sonrisa. Por lo que había llegado a conocer a Marcelo, él<br />

siempre se mostró incondicional y, ciertamente dudar en este aspecto, resultaba<br />

de por sí una ofensa.<br />

—No, en realidad no tenía ninguna duda. Solo lo pregunte por cortesía. Y<br />

hablando de cortesías, como despedida oficial, os traje un pequeño regalo.<br />

Sacó de la mochila un paquete con el tamaño de un libro grande, que le<br />

entregó a Carlos. Cuando lo abrieron apareció una especie de libro con hojas en<br />

blanco, con las cubiertas de cuero, en la parte superior se titulaba “Diario de<br />

Navegación”, debajo grabado con letras de oro ponía el nombre del “Albatros”<br />

Altaha se mostraba muy satisfecha de la elección de regalo.<br />

—Como yo no voy a estar con vosotros, he pensado que aquí podéis escribir<br />

todo lo que pase; así no os olvidáis de nada y a la vuelta me lo podéis contar.<br />

Carlos y Marcelo se lo agradecieron mucho, resultaba un detalle muy bonito.<br />

Marcelo lo examinó con detenimiento.<br />

—Realmente es precioso. Solo le falta que sea oficial, pero con el Albatros<br />

ilegal no puede ser.<br />

— ¿Oficial? –preguntó Altaha con curiosidad.<br />

—Sí. <strong>El</strong> Libro de Navegación o Diario de Navegación, es el libro en el que el<br />

capitán de un buque debe hacer constar cuantos sucesos relevantes ocurran al<br />

buque durante la navegación. Es un registro oficial, por lo que debe ser foliado y<br />

— 183 —


sellado, con nota expresiva del número de folios que contiene y firmada por la<br />

autoridad competente.<br />

—No lo sabía. Yo siempre pensé que era algo así como un diario personal. ¿Y si<br />

es oficial que es lo que hay que anotar?<br />

—Todo lo relevante que le ocurra al barco; las averías que sufra el buque en su<br />

casco, máquinas, aparejos y pertrechos, así como los desperfectos y averías de la<br />

carga. También los testamentos, nacimientos o bodas; medidas disciplinarías y<br />

delitos cometidos o descubiertos a bordo; y, en general todo lo que pueda tener<br />

relevancia.<br />

—Pues sí que se anotan cosas, yo pensé que el solo se anotaba el rumbo y<br />

poco más.<br />

—Eso es en otro libro, el llamado cuaderno de bitácora. Es el libro que está<br />

junto a los pilotos. Anotan todos los aspectos de la navegación como el rumbo,<br />

velocidad, aparejo o fuerza en las máquinas estado del mar, distancia navegada y<br />

cualquier otro elemento relevante.<br />

— ¿Y porque se llama cuaderno de bitácora?<br />

—Se mantuvo el nombre original. Antiguamente, cuando los buques carecían<br />

de puente de mando cubierto, tenían por costumbre guardar este cuaderno, para<br />

que no se mojase, en el interior de la bitácora, que es un armario o caja de<br />

madera por lo general cilíndrica, fijada junto a la rueda del timón.<br />

Altaha no disimuló su cara de asombro.<br />

—Realmente Marcelo te voy a echar de menos, he aprendido más del mar<br />

contigo en dos meses que en toda mi vida.<br />

—Lo mismo me ocurre a mí, he oído hablar más a una mujer en dos meses,<br />

que en el resto de mi vida.<br />

—Je, je, que simpático. Pero seguro que echas de menos mis conversaciones.<br />

Porque tú y Carlos juntos, o estáis callados como mudos, o habláis de cosas<br />

técnicas que harían que se suicidasen hasta los sordos.<br />

—Desde luego, tienes cada ocurrencia –le dijo Carlos-. Sin duda te vamos a<br />

echar de menos.<br />

Siguieron comentando lo bien que se lo habían pasado en esos dos meses de<br />

convivencia, si bien la velada no se alargó mucho pues debían acostarse pronto.<br />

Al día siguiente, Altaha llegó en taxi y los recogió antes del amanecer en el<br />

Hotel y se fueron directamente al puerto. Una de las ventajas de salir tan<br />

temprano es que los padres de Altaha no estarían presentes, así se ahorraron el<br />

mal trago de tener que mantener la farsa.<br />

— 184 —


La inclusión de Altaha en la travesía hasta la isla de Hierro no supuso ninguna<br />

alteración de los planes de Marcelo y Carlos, pues no tuvieron que hacer ajustes<br />

en las provisiones, al tratarse de un solo día de navegación.<br />

Santa cruz se encuentra a unas cien millas náuticas de la Isla de Hierro.<br />

Calculaban tardar unas diez o doce horas, por lo que saliendo a las siete de la<br />

mañana deberían llegar entre las cinco y las siete de la tarde, con la ventaja de<br />

hacer la travesía totalmente diurna.<br />

Para Carlos y Marcelo, este viaje no lo tomaron como la salida oficial hacia<br />

América, sino como una despedida de Altaha; la aventura comenzaría realmente<br />

cuando dejasen a Altaha en Hierro y saliese por el Atlántico. Pero esa pequeña<br />

travesía no les estaba sentando nada bien. Adoraban a Altaha como compañera<br />

de viaje, con sus conversaciones, sus risas y sus ocurrencias. Hasta un día antes<br />

habían asumido que ella se quedaría en Tenerife, y que ellos comenzarían su<br />

personal aventura. Ahora, de nuevo con ella en el barco, recordaron todo lo que<br />

significaba su compañía, y les producían un hondo pesar el vacío que se produciría<br />

cuando les abandonase. A pesar de estos sinceros sentimientos, Carlos y Marcelo<br />

no hicieron ningún comentario al respecto; no querían estropear la travesía, ni la<br />

despedida, ni que Altaha se quedase con algún cargo de conciencia; consciente de<br />

lo sensible que siempre se mostraba con esas cosas. Lo que resultaba evidente, es<br />

que consciente o inconscientemente, los dos le hacía un caso especial. En las<br />

anteriores travesías cada uno estaba a sus cosas y coincidían sin proponérselo,<br />

mientras que ahora, si ella se iba a proa ellos aparecían con ella y si se desplazaba<br />

a popa, ahí estaban para disfrutar de los últimos momentos de su compañía.<br />

En las primeras horas de navegación lo hicieron paralelos toda la isla de<br />

Tenerife y al llegar a su extremo tomaron rumbo hacia el suroeste. Según<br />

avanzaban a unas quince millas a estribor pudieron divisar una gran isla, que<br />

claramente era La Gomera. Altaha la reconoció aunque estaba a bastantes millas.<br />

—Estamos tan lejos, que no los oiríamos ni con el silbo.<br />

— ¿Silbo? ¿Te refieres a un silbido? –le preguntó Carlos con curiosidad.<br />

—Si claro, en la Gomera utiliza los silbidos para comunicarse a distancia. Es<br />

exclusivo de Gomera, por eso se llama silbo gomero.<br />

Carlos miró a Altaha, cuestionó lo que decía teniendo en cuenta su tendencia<br />

a exagerar, aunque no deseaba herirla y se mostró prudente.<br />

— ¿Comunicarse? ¿No será mucho para un silbido?<br />

—No, es un leguaje reconocido.<br />

— ¿Pero existe oficialmente?<br />

— 185 —


— ¡Pues claro! –Exclamó como si la hubiesen ofendido— Se estudia en las<br />

escuelas desde el año dos mil, y en el año dos mil nueve fue reconocido por la<br />

UNESCO como patrimonio cultural inmanente de la humanidad.<br />

— ¡Caray!, –Exclamó Carlos- Pues sí que tiene importancia. ¿Y dices que sirve<br />

para comunicarse?<br />

—Si, en realidad reproduce el idioma español con los silbidos. Aunque para<br />

ello solo utiliza cuatro consonantes y dos vocales. Por este motivo se basa en<br />

frases cortas, que dependen mucho del contexto y se confirma con preguntas. Yo<br />

no tengo ni idea, pero resulta impresionante oír la cantidad de cosas que son<br />

capaces de decirse.<br />

Marcelo también estaba bastante asombrado con la historia.<br />

— ¿Y porque les dio a los gomeros por ponerse a silbar? Porque en mi tierra, y<br />

mira que somos raros los gallegos, nunca nos dio por ahí.<br />

—Por una cuestión práctica. La orografía de la isla es muy escarpada, con<br />

gritos solo se podían llegar a unos cientos de metros, pero con el silbido según las<br />

condiciones acústicas se alcanza hasta los cuatro kilómetros de distancia.<br />

Tanto a Carlos como a Marcelo le pareció muy interesante esa curiosidad, y lo<br />

comentaron hasta que la isla quedo atrás.<br />

Siguieron navegando tranquilamente mientras contaban alguna otra<br />

anécdota. Al medio día ya podía ver en el horizonte la isla de hierro que Marcelo<br />

señaló con el dedo llamando la atención de Altaha.<br />

— Ahí está. ¿Sabías que a la isla del Hierro también le llaman la isla del<br />

Meridiano?<br />

—No.<br />

— ¿Y que La punta de Orchila le llaman el fin del mundo?<br />

—Pues no, además no lo entiendo, está muy cerca de Tenerife y de la costa.<br />

— Para los griegos y romanos, las Islas Canarias, y en concreto la punta de<br />

Orchila de hierro era la zona más occidental de Europa. Pensaban que el océano<br />

se acababa en una gran cascada, y por eso, para ellos a partir de esa punta<br />

comenzaba el fin de mundo.<br />

— ¿Dijiste también la isla del meridiano?<br />

—Sí. Como para los griegos era el punto más extremo, Ptolomeo consideró<br />

como "Meridiano Cero" al que pasaba por el extremo occidental de la isla.<br />

— ¿Pero el meridiano cero no está en Greenwich?<br />

—Ahora sí, pero eso no fue así en un principio. Incluso cuando comenzó la era<br />

de los grandes navegantes y comenzaron a diseñar las cartas, cada país tomaba su<br />

propia referencia. Durante el siglo XIII, bajo la influencia de Alfonso X el Sabio y de<br />

— 186 —


las conocidas Tablas Alfonsinas, se tomó como meridiano de origen el de Toledo,<br />

entonces capital del reino de Castilla, aunque en la segunda mitad del siglo<br />

dieciocho, comenzó a establecer su primer meridiano en Cádiz, donde en 1753 se<br />

estableció el Observatorio Real de la Marina. En total, en el mundo, existieron<br />

once meridianos de referencia distintos; Greenwich, Cádiz, Lisboa, Roma, París,<br />

Berlín, Copenhague, Río de Janeiro, San Petersburgo, Estocolmo y Tokio. Uno de<br />

ellos famoso por ejemplo estaba en París y atravesaba la Iglesia de SaintSulpice,<br />

donde en la actualidad sigue existiendo una línea en el suelo en la mitad de la<br />

iglesia.<br />

—Vaya lio, ¿y cómo es que acabó solo el de Greenwich?<br />

—Pues precisamente porque era un lio. En 1884 Estados Unidos convocó una<br />

conferencia mundial para unificar en un solo meridiano. Y se impuso con facilidad<br />

un acuerdo de utilizar solo Greenwich, pues la mayoría de los países ya lo<br />

utilizaban como referencia.<br />

— ¿Un acuerdo? ¿No lo impusieron?<br />

—No, la adopción dependía de cada país, en esa época no existía la ONU ni<br />

ningún otro organismo internacional. Por ese motivo, España lo adoptó trece años<br />

más tarde en 1907, pero se comenzó a utilizar hasta 1910 cuando se adaptó el<br />

Almanaque Náutico y se ajustaron los cronómetros de la armada a la hora del<br />

meridiano de Greenwich.<br />

—Muy interesante —comentó Carlos.<br />

— ¡Jo! –Exclamó Altaha—, otra vez siento vergüenza de que me tengas que<br />

contar mi propia historia.<br />

—Por cierto, hablando de historia, la isla de Hierro es de España, de milagro.<br />

La Corona de Castilla pagó a mercenarios vasco franceses para hacerse con la isla,<br />

sin embargo estos se la vendieron a Portugal. Por suerte los portugueses se la<br />

cedieron a la Corona española en el Tratado de Alcáçovas en 1480.<br />

Altaha, hizo una mueca con una media sonrisa.<br />

—Ya veo que disfrutas humillándome.<br />

Marcelo se quedó desconcertado, lo último que deseaba ahora es que Altaha<br />

se sintiese ofendida.<br />

—Perdóname, yo no quería molestarte, solo pensé que sería interesante<br />

hablar de la historia de tus islas.<br />

Altaha se quedó sorprendida, por primera vez que oía a Marcelo disculparse y<br />

pedir perdón por algo.<br />

Altaha le acarició la cabeza como si fuese un niño.<br />

— Hay Marcelo pero que poco sentido del humor tienes. ¿Sois todos los<br />

gallegos así?<br />

— 187 —


—No lo sé. ¿Sois todas las canarias así?<br />

— ¡Ves Carlos, lo ha hecho de nuevo! ¡Es imposible preguntarle a un gallego,<br />

te responde siempre con otra pregunta!<br />

Carlos le echó una Mano a Marcelo.<br />

—Bueno, no te quejes Altaha, tiene la ventaja que nunca tendrás una<br />

respuesta molesta.<br />

—Vale. Para no quedar como una ignorante total, os voy a comentar alguna<br />

cosilla sobre la isla de Hierro. ¿Sabéis lo que es el Garoé?<br />

—No –respondieron prácticamente al unísono.<br />

—<strong>El</strong> Garoé es el árbol Santo de la isla. Cuenta la leyenda que la única agua de<br />

la isla salía de árbol capaz de destilar con sus hojas el agua de las brumas. Dice la<br />

leyenda que había un árbol santo que se adoraba, en ese lugar se plantó uno<br />

nuevo. <strong>El</strong> lugar se puede visitar se llama el sabinar para ver en directo las charcas<br />

que allí se forman.<br />

—Interesante –comentó Carlos— conozco poco la historia de Hierro, siempre<br />

me ha parecido una isla muy inhóspita.<br />

—Y en efecto esta poco habitada, y tal vez por ese motivo el año 2000 fue<br />

declarada por la UNESCO como Reserva de la Biosfera. Y en la actualidad hay un<br />

plan para convertirla en la primera isla del mundo en abastecerse totalmente de<br />

energías renovables.<br />

Así siguió Altaha contando algunas anécdotas sobre la isla, que se desviaron<br />

enseguida al ámbito particular, como la amiga que tenía un novio de hierro, que<br />

ahora estaba en un proyecto de un huerto solar, aunque con tanta restricción de<br />

fondos públicos, el proyecto estaba muy comprometido.<br />

Como punto de recalada en Hierro, eligieron el puerto pesquero de La<br />

Restringa donde tienen su base los pescadores que faenan en el Mar de las<br />

Calmas. Este es el puerto más adecuado para llegar y para salir hacia América, si<br />

bien para dejar a Altaha hubiese sido mejor en puerto principal de la Estaca, que<br />

estaba más cerca del Aeropuerto. <strong>El</strong>la insistió en que no cambiasen de planes,<br />

pues no tenía ningún problema en acercarse al aeropuerto en una guagua, que es<br />

como en las islas llaman a los autobuses.<br />

Al llegar al puerto Carlos, le dijo a Altaha que ellos dormirían en el Albatros<br />

pues ya estaban mentalizados para el viaje, y le aconsejaba que ella cogiese un<br />

hotel, así no tendría que levantase temprano, pues ellos tenían programado salir<br />

después del amanecer.<br />

Descansaron un par de horas estirando las piernas, dando un paseo por toda<br />

la villa hasta el momento de la cena, que sería su acto oficial de despedida.<br />

— 188 —


Escogieron para cenar un pequeño restaurante situado en la parte alta de la<br />

ciudad, con una terraza que ofrecía una vista magnifica sobre el mar.<br />

Al comienzo de la cena, Carlos alzó la copa de vino y miró a Altaha.<br />

—Brindemos en tu honor, la mejor compañera que hemos podido encontrar. Y<br />

hablo en nombre de los dos, cuando digo que nos separamos con lástima –<br />

consciente que Marcelo tal vez fuese incapaz de complementar el cumplido.<br />

Altaha, sin hacer ningún gesto especial, repentinamente comenzó a llorar, y<br />

mientras los miraba en silencio las lágrimas caían sin control por su cara.<br />

Carlos y Marcelo se quedaron sin saber que decir. Entre otras razones, porque<br />

habitualmente Altaha lo decía casi todo. Estaba claro que la despedida le estaba<br />

haciendo aflorar su lado más sentimental. Altaha recobro el habla, mientras con la<br />

servilleta se secaba las lágrimas.<br />

—No puedo dejaros. Me voy con vosotros –dijo con voz entrecortada.<br />

Carlos quiso entender claramente el significado de sus palabras.<br />

— ¿Con nosotros? ¿A atravesar el atlántico?<br />

—Sí, bueno, si me dejáis ir con vosotros.<br />

Carlos estaba tan confuso por este cambio de planes, como por la duda de<br />

Altaha.<br />

— ¿Cómo no te vamos a dejar?, es que me has sorprendido, pensaba que lo<br />

tenías claro.<br />

—Nunca estuve muy convencida. La lógica me indicaba que debía centrarme<br />

en buscar trabajo, mientras mi corazón quería seguir con vosotros. Pero yo me<br />

conozco, con mis prontos, y pensé que se me iría pasando. Ahora desde que he<br />

vuelto a subir al Albatros, ya nada me importa más que seguir navegando con<br />

vosotros. Y cada vez que he pensado en despedirme, se me encogía el estómago.<br />

No sé si es una locura, pero me da igual, ahora sí que tengo claro que os<br />

acompaño. –Debió pensar algo pues se quedó unos segundos en silencio—<br />

Aunque no quiero romperos los planes, si pensáis que soy un estorbo me quedo.<br />

—Altaha, –la miro Carlos— estamos encantados que nos acompañes, pero<br />

piénsalo bien, no te ha sentado muy bien hasta ahora el mar. Lo pasaste bastante<br />

mal en tu viaje a Madeira, y esto serán muchos días más.<br />

—Fue solo por el mareo, si es necesario me “chuto” a biodramina cada ocho<br />

horas. Pero tengo la confianza en acostumbrarme, en el viaje hasta aquí aguante<br />

bien.<br />

— ¿Y has sopesado los peligros?<br />

—Sí, pero no es para tanto, ya hemos hecho mil millas sin incidentes.<br />

Marcelo, después de superar el asombro por la noticia, no se mostró nada<br />

convencido.<br />

— 189 —


— ¿Sin incidentes dices?; primero salimos huyendo por la noche pegados a las<br />

piedras como lapas, después casi nos quedamos sin gas oíl y nos hacemos<br />

náufragos, y en la última travesía por poco no nos matamos contra una red. Y eso<br />

con buen tiempo y sin problemas con el Albatros. Las cosas se pueden poner<br />

mucho más feas. –la miró fijamente a los ojos antes de continuar-. Altaha, esto no<br />

es un paseo, debes pensártelo bien.<br />

Marcelo, le estaba dejando claro que no se lo pondría nada fácil, pero Altaha<br />

ya no quería oír nada, sencillamente no estaba dispuesta a cambiar de opinión.<br />

— ¡Está decidido Marcelo! Me voy con vosotros y con todas las consecuencias.<br />

Lo dijo con toda la seriedad que pudo, para imponerse a Marcelo. Ante su<br />

sorpresa vio como Marcelo, lejos de volverse más serio, esbozaba una amplia<br />

sonrisa.<br />

— ¡Asi me gusta! ¡Volvemos a tenerte a bordo! Ahora sí que vamos a<br />

celebrarlo con una buena cena y unas copas.<br />

— ¡Vaya! –Exclamó Altaha— pensé que no querías que viniese con vosotros.<br />

— ¡Claro que sí! –afirmó de forma rotunda, como si la mera duda le<br />

ofendiese—. Pero es una travesía muy larga y hay que estar muy convencido. A lo<br />

mejor, se trataba de un pronto de los tuyos, quería quitártelo de la cabeza. Ya<br />

sabes cómo eres, tienes tus ocurrencias de vez en cuando.<br />

Altaha le señaló con el dedo.<br />

— ¿Mis ocurrencias? Me siento ofendida por ese comentario. Y como<br />

desagravio, las dos primeras copas van a tu cuenta.<br />

— ¡Las dos y el resto! –Exclamó con euforia-. Esta noche corre por mi cuenta.<br />

¡Desperta ferro! –gritó mientras levantaba la copa.<br />

— ¿Qué significa? ¿Es gallego?<br />

—No, creo que es castellano antiguo o catalán. Significa despierta hierro.<br />

— ¿Quieres despertar a toda la isla?<br />

—No creo que nos dejen, pero te prometo que lo intentaremos. “Desperta<br />

ferro”, es el famoso grito de los almogávares antes de entrar en batalla.<br />

Golpeaban sus armas, con piedras para hacer fuego, sacando grandes chispas,<br />

infundiéndose valor y atemorizando de esta forma los enemigos.<br />

— ¿Y les funcionaba?<br />

—Pues al parecer sí, porque eran buenos combatientes.<br />

— ¿Almogávares dices?, ¿o sea que eran árabes?, ¿de qué zona?<br />

—No eran árabes sino aragoneses y catalanes, afectos a la corona de Aragón<br />

durante el siglo XIII y XIV.<br />

—No tenía ni idea.<br />

— 190 —


—Pues la verdad es que tienen una curiosa historia, tanto, que a pesar de no<br />

tener casi nada que ver con la mar, tuve curiosidad por conocerla. Resulta<br />

apasionante, os aconsejo que la leáis.<br />

—Cuéntanosla.<br />

—Mejor que No. No es el momento para historias de hace ocho siglos.<br />

Carlos, desde la terraza que estaba, contemplaba todo el puerto y el mar, en la<br />

tranquilidad del atardecer. Sintiendo además la felicidad de que Altaha les<br />

acompañase.<br />

—Dudo mucho que estemos en un lugar más tranquilo y adecuado para una<br />

buena historia. ¡Vamos Marcelo cuenta la historia!, aun tienes mucha noche por<br />

delante para celebrarlo.<br />

—Bueno, estáis avisados, no os quejéis si os aburre.<br />

Altaha sonrió de oreja a oreja.<br />

—Estoy de acuerdo con Carlos. Por esta vez, y sin que sirva de excepción,<br />

tómatelo con calma y expláyate.<br />

Ciertamente los tres estaban eufóricos, pasando de la tristeza de la separación<br />

a la inmensa alegría de seguir juntos. En ese momento de máxima felicidad, no<br />

tenían ninguna otra inquietud y ninguna prisa, así que se dejaron llevar por la<br />

historia de Marcelo.<br />

Los almogávares estaban integrados principalmente por oficiales aragoneses y<br />

catalanes, que tuvo su origen en campesinos y pastores de los valles pirenaicos. Al<br />

principio iba bastante por libre y su negocio consistía en realizar incursiones<br />

contra las poblaciones árabes, pero las cosa no le fuero de todo bien así que<br />

acabaron como mercenarios al servicio del rey de Aragón. Esta colaboración tuvo<br />

su final después de la batalla de las navas de Tolosa en 1212, o también llamada<br />

de los tres reyes. Si bien la propia batalla merece la pena ser comentada.<br />

Durante años el reino de castilla con su Rey Alfonso VIII se fue ampliando, a<br />

costa de reconquistar poco a poco terreno a los desmembrados reinos de los<br />

taifas que reinaban en media España. <strong>El</strong> mundo islámico, dándose cuenta de que<br />

estaban pendiendo terreno, dirigido por su líder Al Nasir, concentró grandes<br />

tropas que llegaron desde África, con pretensiones de retomar toda la península<br />

ibérica, incluso llegar hasta Roma. <strong>El</strong> rey Alfonso VIII, a pesar de que se percató de<br />

estas intenciones, no se encontraba en condiciones de contraatacar; Castilla<br />

estaba agotada tras un siglo de guerras hacia el sur con los Musulmanes, pero lo<br />

que más le limitaba eran sus conflictos con los reinos cristianos adyacentes, como<br />

León, Portugal o Navarra, por lo había que cuidar de esos frentes. <strong>El</strong> arzobispo de<br />

Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, que viendo que sería su provincia la primera en<br />

— 191 —


ser conquistada, acudió en ayuda del Rey; maniobró de forma astuta y recurrió a<br />

la Santa Sede, convenciendo al Papa para que declarase cruzada la guerra contra<br />

los almohades. Este pacto resultaba vital, pues no solo creaba un vínculo de<br />

alianzas militares, sino que en esta situación, los reinos Católicos no se podían<br />

atacar entre ellos, por lo que podrían concentrar todas sus fuerzas en el sur<br />

contra los musulmanes.<br />

Así en Toledo se concentraron los ejércitos esencialmente de España y con<br />

tres reyes al frente; Navarra con Sancho VIII, Pedo II de Aragón con los<br />

almogávares y Alfonso VIII de Castilla. Entraron en batalla con varias anécdotas<br />

dignas de recordar; como la de un noble vasco Diego López de Haro, cuya mujer,<br />

un tanto casquivana, le había abandonado. Cuando se disponía de lanzarse al<br />

ataque su hijo, que le acompañaba en el brete, le dijo: "Padre, que lo hagáis de<br />

modo que no me llamen hijo de traidor", a lo que el valeroso vizcaíno repuso: "Os<br />

llamarán hijo de puta, pero no hijo de traidor".<br />

A pesar del empuje de los cristianos, la superioridad de los almohades los<br />

frenó llevándolos al punto de ser derrotados, entonces los reyes, que veían desde<br />

un montículo la batalla, acordaron intervenir de forma desesperada. Alfonso,<br />

consciente de que se jugaba la vida ese lance, miró a Ximénez de Rada y le dijo:<br />

"Arzobispo, aquí, vos y yo moriremos". <strong>El</strong> religioso, mucho más optimista, le<br />

replicó: "No, mi señor. Aquí, vos y yo venceremos". Se produjo entonces la célebre<br />

carga de los tres reyes que dirigieron el ataque hacia donde se encontraba Al<br />

Nasir en su tienda, protegida por unos soldados que juraban morir defendiéndolo<br />

y estaban atados a la tierra por cadenas. Sancho VIII, fue el primero en llegar a la<br />

línea de los desposados: los acuchilló y rompió tanto las cadenas que los unían<br />

como las que guardaban la tienda del miramamolín. <strong>El</strong> símbolo de esas cadenas<br />

pasaría al escudo de Navarra y ahí siguen, ondeando gallardas en las banderas<br />

navarras y españolas. Al Nasir huyó precipitadamente para salvar el pellejo,<br />

mientras su ejército se venía abajo. Los reyes ordenaron perseguir a los moros,<br />

que desertaban en todas direcciones, para evitar que se reagrupasen, y la victoria<br />

fue completa. <strong>El</strong> pendón del califa fue recogido de la ensangrentada tienda y<br />

enviado a Burgos, donde se conserva en el Monasterio de las Huelgas.<br />

Los almogávares siguieron luchando para la corona de Aragón, y bajo el<br />

sucesor Pedro III de Aragón, siguió su reconquista hasta 1245 que llegaron a<br />

alicante. Pasaron algunos años y no sabía qué hacer con ellos, pues resultaban<br />

bastante incontrolados, por otra parte si los disolvían, volverían al reino y<br />

causarían disturbios. Como solución, en 1282 los envió a Sicilia a apoyar la causa<br />

de Federico III de Sicilia o de Aragón.<br />

— 192 —


La cosa fue bien durante un par de años mientras que eran necesarios, si bien<br />

en 1302 se firmó la paz de Caltabellota 1302 y con este acuerdo se puso fin a las<br />

luchas entre la casa de Anjou y la de Aragón, dejando Nápoles para Carlos II de<br />

Anjou y Sicilia para Federico. Los Almogávares entonces, se quedaron sin ningún<br />

cometido y, beligerantes como eran, comenzaron a causar desordenes, por lo que<br />

Federico II de Sicilia quiso deshacerse de ellos. En ese momento, el emperador<br />

bizantino Andrónico II Paleólogo, tenía urgente necesidad de tropas para conjurar<br />

el peligro turco que avanzaba desde Asia Menor, así que fue la oportunidad para<br />

librarse de los almogávare, que fueron contratados por el Bizancio.<br />

Se forma así la Gran Compañía teniendo al frente a Roger de Flor, un antiguo<br />

templario con mucha fama, que pidió esposa y el título de Mega Dux, al<br />

emperador bizantino, lo cual le fue concedido. La expedición zarpó de Sicilia en el<br />

verano de 1302 contando con treinta y dos naves y unos siete mil soldados.<br />

Aquí realmente empieza la leyenda de esta gente. Tras su llegada para luchar<br />

con los turcos, unos genoveses, supuestamente sus aliados, se les pusieron un<br />

poco chulos, deseando dejar bien claro quién mandaba en esas tierras. Los<br />

almogávares, en efecto, se lo dejaron muy claro, con una rencilla que se convierte<br />

en batalla y dejan a tres mil genoveses muertos.<br />

Debió servirle para calentarse, pues después entran en una gran batalla<br />

contra los turcos masacrando a unos trece mil. Prosiguen obteniendo grandes<br />

éxitos en su lucha, tomando Filadelfia, Magnesia y Éfeso y obligando a los turcos a<br />

retirarse en Cilicia y en Tauro. Los turcos, viendo que no les ganaban con fuerzas<br />

parejas, juntaron un gran ejército de cuarenta mil hombres y atacaron a los siete<br />

mil almogávares. A pesar de la desproporción, los almogávares les infringieron<br />

una derrota absoluta y los turcos se retiraron tras perder aproximadamente<br />

dieciocho mil hombres.<br />

Ante tales éxitos en 1304 el emperador de Bizancio nombra césar a Roger de<br />

Flor, lo cual fomenta las intrigas palaciegas típicas de Constantinopla, provocando<br />

que Miguel, hijo del emperador, conspire para librarse de él. Invita a Roger y a sus<br />

comandantes a una celebración en su honor en Adrianapolis; y tras los festejos,<br />

unos mercenarios alanos, contratados para tal efecto, los asesinan a todos.<br />

Confiaban el emperador que los almogávares, sin líderes, se rindieran. Pero<br />

no conocían bien el carácter de estos aragoneses y catalanes. Cuando se enteran<br />

del asesinato de sus jefes, se cogen un cabreo descomunal y jurar venganza, de<br />

ahí el famoso dicho de la venganza catalana. Presas de su ira arrasan pueblos y<br />

aldeas y derrotan a todos los griegos que se ponen en su camino. Alarmado el<br />

Emperador, decide cortar por lo sano y manda un gran ejército contra ellos para<br />

aniquilarlos definitivamente, pero los almogávares se alzan con la victoria,<br />

— 193 —


masacrando a más de veintiséis mil bizantinos. Y no contentos con eso, persiguen<br />

a los mercenarios Alanos que habían asesinado a su líderes; cuando los<br />

encuentran los exterminan a todos, unos ocho mil setecientos, solo respetando a<br />

las mujeres e hijos.<br />

Terminada su venganza, los almogávares no saben muy bien que hacer, y son<br />

contratados por el duque de Atenas para luchar contra los griegos. Sin embargo,<br />

una vez realizado el trabajo sin mayores problemas, el barón franco comete el<br />

insensato error de negarse al pago de los servicios. Se siente crecido por su<br />

superioridad de fuerzas en combate, pues dispone de tres mil caballeros y doce<br />

mil infantes frente a los quinientos caballeros y tan solo tres mil infantes de los<br />

almogávares, ya muy mermados por las continuas luchas. Con esta superioridad<br />

se dirige al encuentro de los almogávares, pensando que saldrán corriendo. Los<br />

almogávares no solo no huyen, sino que se enfrentan al barón en la batalla del río<br />

Cefis en 1311. Conocedores que los francos se sentirían superiores, les<br />

prepararon una trampa; se colocaron arrinconados sin salida entre el lago Copais<br />

y el río Cefis, así delante de ellos solo quedaba una llanura, por donde<br />

evidentemente les atacarían los francos, pensando que no tendrían escapatoria.<br />

Desviaron el río y dejaron que se empapase de agua toda la llanura. Los francos,<br />

viéndolo tan fácil, se lanzaron con toda la caballería, pero al entrar en el campo<br />

anegado se quedaron inmóviles en el fango. Y así, atrapados con sus pesadas<br />

armaduras fueron presa de la infantería que los exterminó matando al barón y a<br />

la mayoría de los nobles. La infantería viendo el desastre retrocedió y fue<br />

perseguida y diezmada por la caballería. Así conquistaron Atenas para el rey de<br />

Sicilia y aprovecharon para apropiarse de Tebas.<br />

Los francos, muy resentidos decidieron entonces utilizar el poder religioso y<br />

convencen al Papa que les insta a devolver el territorio. Los almogávares, a los<br />

que claramente les pesaba más el orgullo que la fe, no le hacen ni caso al Papa y<br />

acaban siendo excomulgados en 1318. Esta nueva situación, no solo no les quito<br />

el sueño, sino que les animó para ampliar sus territorios con Neopatría, pasando<br />

estas tierras al control de la Corona de Aragón.<br />

Francia no se olvidó de esa ofensa, así, trece años después, en 1331, armó un<br />

fuerte ejército, con el beneplácito del Papa, para recuperar Atenas. Para no<br />

perder la costumbre, los almogávares los volvieron a derrotar.<br />

A esas alturas de la historia, ya nadie en todo Europa se atreve a meterse con<br />

ellos y deciden dejarlos tranquilos. Y de esta forma, el dominio de los reyes de la<br />

Corona de Aragón sobre estos ducados se mantuvo sesenta años más hasta 1391,<br />

donde, por la propia distancia y rencillas entre ellos mismos, se acabó perdiendo<br />

el control.<br />

— 194 —


Esta historia tan apasionante monopolizó toda la cena, y tanto Carlos como<br />

Altaha permanecieron atentos hasta el final. Al acabar felicitaron a Marcelo por<br />

tan magnífico relato.<br />

Carlos les acompañó en la velada, pero se retiró al Albatros cuando ellos se<br />

fueron de copas. Altaha, dado que optó por unirse a la aventura, anuló en hotel<br />

para dormir directamente en el Albatros y salir por la mañana sin demoras.<br />

Marcelo se tomó tan en serio la celebración, que con muy poca moderación<br />

arrastro a Altaha a tomar copas hasta las cinco de la mañana, regresando al<br />

Albatros los dos, casi sin sostenerse, como auténticos marineros borrachos.<br />

Literalmente se dejaron caer en las literas y se quedaron profundamente<br />

dormidos.<br />

— 195 —


<strong>LA</strong> TRAVESÍA<br />

Con todos estos excesos de la noche anterior, Marcelo se quedó dormido<br />

hasta las diez de la mañana. Cuando se despertó y se enteró de la hora se puso de<br />

un terrible mal humor tomándosela con Carlos.<br />

— ¡Carlos! ¿Por qué no me despertaste? Ya no salimos a las ocho como<br />

habíamos previsto.<br />

Carlos estaba muy tranquilo.<br />

—Claro que no, necesitabas dormir. ¿Qué prisa tienes? Qué más da salir a las<br />

ocho que a las once, nos quedan demasiados días por delante. Además, he<br />

aprovechado estas horas para comprar más fruta y comida, te recuerdo que<br />

ahora somos tres y las provisiones estaban calculadas para dos.<br />

—Bien hecho por tu parte, y mal por la mía. Los horarios son para cumplirlos.<br />

Carlos estaba dispuesto a acelerar la salida para que Marcelo se quedase<br />

tranquilo.<br />

—Bueno, estoy de acuerdo que tampoco hay que perder el tiempo,<br />

despertemos rápidamente a Altaha y salgamos cuanto antes.<br />

— ¡No! –Negó con contundencia—, a Altaha déjala dormir, que está cansada.<br />

Ya me ocupo yo de todo.<br />

Carlos, entonces, comprendió que Marcelo de alguna forma asumió que tenía<br />

que cuidar de ellos, lo que implicaba estar atento a todo y ser el más resistente y<br />

sacrificado. Por ese motivo, al haberse quedado dormido, eludiendo sus<br />

obligaciones, se sintió tan molesto, y por la misma razón no quería despertar a<br />

Altaha.<br />

Marcelo, se tomó un café rápidamente y agilizó todas las operaciones, así, a<br />

las once estaban saliendo.<br />

Con todos los preparativos y dado que la zona de las literas estaba justamente<br />

en la entrada, Altaha no tardo en despertarse. Agotada y con una resaca de<br />

caballo, intentó colaborar en los preparativos, pero Marcelo insistió en que se<br />

quedase tranquila desayunando hasta que se recuperase.<br />

La salida fue un momento de alegría y de emoción, alegría porque Altaha<br />

estaba con ellos, y emoción por el viaje. Carlos y Marcelo eran muy conscientes<br />

que con la compañía de Altaha el viaje sería mucho más entretenido y ameno.<br />

Paralelamente les pesaba la responsabilidad por llevarla y enfrentarla a los<br />

peligros de una travesía tan larga.<br />

Navegaron plácidamente hacia el sur hasta llegar al extremo de la isla. Al<br />

sobrepasarla viraron hacia el oeste para poner rumbo directo al Caribe.<br />

— 196 —


Marcelo señaló con un dedo hacia el mar que se presentaba por delante.<br />

—Tenemos unas dos mil seiscientas millas, sin una isla ni un pedazo de tierra<br />

donde refugiarse, solo nos queda el océano por delante. Con un promedio muy<br />

optimista de diez nudos, tardaríamos doce días, aunque seguramente<br />

encontraremos corrientes que nos desviaran y vientos flojos o encalmados, así<br />

que tenemos que estar preparados para permanecer hasta unos veinte días de<br />

navegación.<br />

Por la tarde Marcelo les dijo que con tantos días por delante, podrían<br />

aprovechar para aprender cosas prácticas, como por ejemplo hacer nudos.<br />

Altaha, totalmente recuperada de la resaca, volvía a ser la lengua discordante<br />

de siempre.<br />

—Pues yo no lo veo necesario, el Albatros no es un velero, y excepto para<br />

atracar no necesitamos saber hacer muchos nudos, con uno sobra.<br />

Inesperadamente este argumento fue apoyado por Carlos.<br />

—Altaha tiene razón, además, cualquiera sabe hacer un nudo, que baste para<br />

apretar cualquier cosa.<br />

Marcelo los miró con cara de impaciencia.<br />

—Por lo que veo, aquí hay mucho listo. Estáis confundidos, la ciencia de los<br />

nudos no radica en que queden apretados.<br />

— ¿A no? –Preguntó con sorpresa Carlos—. Por propia definición un nudo es<br />

para apretarse, digo yo, que hasta ahí llegamos.<br />

—Pues no, la clave de los nudos es soltarlos.<br />

— ¿En serio?<br />

—Ya lo dice el refrán “Nudo que hagas que deshagas”. Muy pocos nudos se<br />

hacen para que siempre estén fijos, por lo que la mayoría exigen que se puedan<br />

aflojar con rapidez. Según se quiera hacer con más rapidez o seguridad es para lo<br />

que se utilizan la variedad. La persona más torpe puede hacer un nudo seguro,<br />

pero solo los hábiles hacen que se puedan soltar con facilidad.<br />

Carlos se quedó pensando.<br />

—Eso cambia mi concepto y filosofía sobre los nudos, pero me sigue<br />

resultando curioso, que lo importante es soltarlos no apretarlos.<br />

—Sí, digamos, que es como matar o curar a alguien. Matar lo hace cualquiera,<br />

para curarlos es necesario saber más.<br />

—Tu siempre tan sutil con los ejemplos, –comentó Altaha—. Aunque hay que<br />

reconocer que este planteamiento parece interesante.<br />

—Bueno ya que estas interesada, te diré la cabuyería es el nombre de la<br />

disciplina que estudia el arte de hacer nudos.<br />

— 197 —


—Bueno bueno bueno, donde se ha metido el Marcelo que conocíamos, si<br />

pareces todo un catedrático. ¡Vaya manera de hablar!<br />

—No me toques las narices Altaha. ¿Queréis aprender a algo sobre los nudos o<br />

no?<br />

—Menos mal, este es nuestro Marcelo. Ya has vuelto. Uf, que susto me diste,<br />

por un momento pensé que te habíamos perdido.<br />

Carlos le dio una palmadita a Marcelo en la espalda a modo de comprensión,<br />

estaba claro que Altaha tenía el día especialmente simpático.<br />

—Vamos Marcelo, cuéntanos algo que parece muy interesante.<br />

—Antes de que cuente como hacer nudos, hay que saber algo sobre la<br />

composición de los cabos.<br />

— ¿Te refieres a las cuerdecitas? –le preguntó Altaha.<br />

—En la mar la única cuerda es la del reloj, el resto se llaman cabos.<br />

—Vale, cabos.<br />

—Hay tres tipos de cabos según el material. Los de fibra natural, los de fibra<br />

sintética y los de cable, es decir metálicos que se suelen utilizar para a jarcia fija o<br />

estiva de cargas bajo eslingas ya que tienen muy poca flexibilidad, pero una gran<br />

resistencia. Así que nos centraremos en los cabos flexibles, pues con los cables no<br />

se hacen nudos.<br />

—Vale, entonces solo utilizamos cabos de fibra.<br />

—Los cabos en la antigüedad se realizaban entrelazando fibras naturales como<br />

Cáñamo o "Cannavis sativa", Abacá o "Musa textilis", Sisal o “Agave sisalana”, o<br />

Esparto "Macrobloa tenacísima".<br />

—No te enrolles con tanto latinajo, que pareces mi tía abuela con sus clases de<br />

floricultura. Hablemos ya de nudos. Además, nadie utiliza ya fibras naturales.<br />

—Aún se sigue utilizando en las zonas más pobres y por tribus primitivas.<br />

—Pues solo por curiosidad, ¿me gustaría saber qué pasaría si se hiciese hoy un<br />

barco así?<br />

—Justamente esa pregunta ya se la hizo el explorador noruego Thor<br />

Heyerdahl. Así que en 1947 decidió construir una balsa, de unos catorce metros<br />

de largo por casi seis de ancho, únicamente con troncos y plantas naturales y<br />

unidas por lazos de cáñamo. <strong>El</strong> nombre de la embarcación se debía al dios<br />

solar de los Incas, Viracocha, de quien se decía que antiguamente había llevado el<br />

nombre de "KonTiki”. Con esa balsa pretendía ir desde Sudamérica hasta<br />

la Polinesia atravesando el Océano Pacífico.<br />

— ¿Y porque lo hizo? ¿Estaba aburrido, o no tenía dinero para un barco?<br />

—Por ninguna de esas razones. Heyerdahl especulaba que pobladores<br />

procedentes de Sudamérica podrían haber llegado hasta la Polinesia ya en<br />

— 198 —


tiempos precolombinos. Y con este viaje quería probar que con una embarcación<br />

de este tipo fue posible el viaje, con un tipo de balsa idéntica a la utilizada<br />

durante la expedición, y movidas únicamente por las mareas, las corrientes y la<br />

fuerza del viento, que es casi constante, en dirección este oeste, a lo largo<br />

del Ecuador.<br />

— ¿Y llegó?<br />

—En la balsa seis tripulantes viajaron durante ciento un días a lo largo de casi<br />

siete mil kilómetros por el Océano Pacífico, hasta llegar a un arrecife en el atolón<br />

de Raroia, en las islas Tuamotu. Toda la tripulación llegó a tierra sana y salva. Pero<br />

todo aquel aparente éxito no sirvió finalmente para verificar la teoría, pues las<br />

pruebas genética hechas en los últimos años, demuestran que los polinesios tiene<br />

un origen asiático y no americano.<br />

Altaha sonrió de oreja a oreja.<br />

—Bueno, ya ves. En el fondo no somos tan diferentes. Nosotros también<br />

construimos el Albatros con materiales sobrantes.<br />

—Bueno, volviendo al tema de los materiales de los cabos, hoy solo se utilizan<br />

los sintéticos que son; Nylon, Poliéster y Polipropileno.<br />

—No se te ocurrirá ahora darnos una clase de química. ¿Verdad?<br />

—No, solo comentar que el más habitual para los cabos es el Nylon.<br />

—Vale, entonces deja ya tanta teoría, vamos ya hacer nudos.<br />

—Pero antes explicare una cosa curiosa. Y es como hacer que un cabo se<br />

vuelva más resistente y flexible. ¿Tenéis idea?<br />

—No.<br />

—Pues es por el trenzado de las fibras. Así el mismo número de fibra tiene<br />

mucha más resistencia si esta trenzada. Esto tiene una explicación, cuando se<br />

trenza las fibras se comprimen unas contra otras.<br />

Carlos cogió un cabo y le dio un par de vueltas para analizar cómo se<br />

comportaba entrelazado.<br />

— ¡Claro, es fantástico!, así convierten las fuerzas de tensión en fuerzas de<br />

comprensión. <strong>El</strong> aguante a la comprensión es muy superior a la extensión.<br />

— ¿No entiendo lo que queréis decir? –preguntó Altaha.<br />

—Sencillo. Si coges un papel y tiras de él por los extremos se rompe<br />

fácilmente. Pero si lo aplastas no se rompe. ¿Lo captas?<br />

—Perfectamente. Y una curiosidad ¿Los cabos del mar son iguales que las<br />

cuerdas de escalada?<br />

—Pues, la verdad es que no lo sé. Imagino que cambiara la composición o el<br />

trenzado.<br />

— 199 —


—Pues menos mal que no sabes algo. Ya me quedo más tranquila. ¿Ahora ya<br />

podemos hacer los nudos?<br />

—Sí, el primero y más importante que tenemos que aprender es llamado del<br />

“bozal”, para atarte la boca y lograr que estés callada un minuto.<br />

— ¡Que simpático!<br />

—Empecemos por el nudo más sencillo. Se llama nudo de tope, consiste en<br />

una sencilla vuelta.<br />

Cogió un cabo y con el extremo del cabo hizo una sencilla vuelta<br />

—Se llama nudo de tope por qué sirve para que el extremo de un cabo no se<br />

deshilache. Es cómodo para sujetarlo cuando llega al extremo en el caso que lo<br />

estés largando. <strong>El</strong> más utilizado por los marineros es el nudo en ocho como nudo<br />

de tope –cogió el cabo e hizo un nudo.<br />

—Déjame probar, —dijo Altaha cogiendo el cabo.<br />

<strong>El</strong> nudo simple le salió directamente, pero el ocho no resultaba tan sencillo.<br />

—Esto es más difícil de lo que parece.<br />

—Cuestión de práctica, no te preocupes. Los siguientes nudos sencillos, son los<br />

nudos de empalme o ayustes y se utilizan para unir dos cabos para formar un<br />

cabo más largo. <strong>El</strong> básico es sencillo deshacer como el nudo de pescador.<br />

Cogió el cabo y en un segundo hizo un nudo<br />

—También a la mucha variedad como Cazador, Costura cuadrada, cirujano,<br />

ladrón, hunter, rizo o llano. Vaca, calabrote o sevillana. Creo que hay alguno más<br />

pero no lo recuerdo.<br />

—Pues menos mal, porque si no mejor nos vamos a dormir la siesta y<br />

regresamos cuando acabes.<br />

Marcelo sacó más cabos y se los ofreció a Carlos y a Altaha, para que<br />

practicasen. Solo probaron el de pescador, que resultaba realmente muy sencillo.<br />

Carlos no estaba muy animado a tener que practicar con los nudos.<br />

— ¿Estás seguro que aprender esto es útil?<br />

—Pues eso depende, si te quieres o no atar los zapatos, pues técnicamente lo<br />

que se hace es un doble nudo de rizo.<br />

— ¡Touché! Acepto las clases sin más protestas.<br />

Les siguió explicando otros tipos de nudos como las gazas, corredizos,<br />

margarita, Ballestrinque. Todos muy útiles pero los que realmente le gustaron a<br />

Altaha fueron los decorativos como el puño de mono, cabeza de turco o de botón.<br />

Altaha se quedó mirando el nudo en forma de bola que Marcelo hizo sin<br />

aparente esfuerzo.<br />

—Este es el que a mí me gusta más. Siempre quise tener un llavero así. ¿Me lo<br />

regalas?<br />

— 200 —


—No. Tienes que hacerlo tú, para eso te enseño.<br />

Altaha se quedó un poco fastidiada, pues no estaba acostumbrada a que le<br />

negasen los regalos. Aunque conociendo a Marcelo, sabía que solo lo hacía para<br />

provocarla y que por orgullo aprendiese; y en efecto tuvo el resultado deseado,<br />

pues se prometió que aprendería a hacerlos todos.<br />

Con toda esta demostración práctica sobre los nudos transcurrió toda la tarde.<br />

Al día siguiente siguieron con las prácticas, y al acabar el día tanto Altaha como<br />

Carlos eran capaces de ejecutar con bastante fluidez una veintena de nudos.<br />

Incluso Altaha logró hacer su nudo de botón y con bastante orgullo mostró a<br />

todos. No perdió el tiempo y le puso este llavero a las llaves de la cabina y del<br />

motor.<br />

Marcelo aprovechando la charla sobre los nudos aprovecho para comentarles<br />

el motivo por el que a la velocidad del barco se llama también nudos. La historia<br />

se originó en la costumbre que para medir la velocidad se tiraba un objeto al<br />

agua, atado a una cuerda y se iba soltando la misma. Para medir la distancia se<br />

hacía un nudo en la cuerda en distancias iguales y así contando los nudos que<br />

pasaban en un determinado tiempo, según el reloj de arena, sabían la velocidad<br />

del barco y lógicamente la expresaban en nudos. Cuando se definieron las<br />

medidas con más precisión como la milla náutica, la velocidad por costumbre se<br />

siguió llamando en nudos, aunque técnicamente sería millas náuticas por hora.<br />

Para medir la profundidad, el método resultaba diferente; lanzaban al agua un<br />

cabo con una piedra en su extremo llamada sonda. Se recogía el cabo con las dos<br />

manos, se tomaba la distancia entre los brazos y se iban contando, por eso la<br />

medida se llamó braza y quedo finalmente fijada en uno con sesenta y siete<br />

metros, que coincide con a la distancia de los brazos extendidos de los marineros<br />

de la época.<br />

Otra curiosidad sobre las medidas, es que a la décima parte de la milla que es<br />

una distancia de ciento ochenta y cinco metros, se llama cable, pues es<br />

aproximadamente la distancia a que se tendía el cable de remolque entre dos<br />

barcos.<br />

Así, practicando los nudos y contando anécdotas paso todo el dia.<br />

<strong>El</strong> comienzo de esta nueva travesía supuso un punto de inflexión para las<br />

relaciones entre los tres. Hasta el momento habían estado sometidos a la presión<br />

de ir contra reloj tanto en la construcción como en la huida, incluso con la mirada<br />

puesta en regresar rápidamente a sus vidas anteriores. Ahora, con la decisión que<br />

— 201 —


habían tomado, eran conscientes que no regresarían en dos meses, por lo que el<br />

planteamiento se centraba en disfrutar de la convivencia y del placer de navegar.<br />

<strong>El</strong>los no tomaban este viaje como una mera continuación del anterior.<br />

Después de dos meses de intensa convivencia, habían asumido el fin y la<br />

separación. Ahora, volvían a juntarse, al igual que los amigos se vuelven a reunir<br />

para recordar todo lo positivo y deseando compartir una nueva experiencia. Ya no<br />

existían tensiones por el funcionamiento del Albatros, ni prisas por llegar ningún<br />

lado, sino la calma y el placer de la convivencia.<br />

Fue Marcelo, el que más evidenció este cambio, parecía que navegar con sus<br />

amigos resultaba el cenit de su felicidad. Incluso su carácter sufrió un cambio,<br />

ahora moderaba el uso de las palabrotas, como si ya no fuese necesario tener que<br />

reafirmar su poder. Su propia actitud se volvía cada vez más paternalista,<br />

obsesionado con la seguridad y con exigirles el menor esfuerzo a sus compañeros;<br />

tal vez consciente de lo que les esperaba para que reservasen fuerzas, o<br />

sencillamente para que se fuesen acostumbrando poco a poco a las nuevas<br />

exigencias de la travesía.<br />

Marcelo mantenía con Carlos una relación de amistad, bajo el respeto que le<br />

imponía el considerar que seguía siendo su jefe. En ningún momento desde que<br />

dejaron la fábrica, Carlos hizo el menor atisbo por imponer su antigua autoridad,<br />

pero por alguna razón inexplicable, para Marcelo seguía conservando la jerarquía<br />

de mando, y aunque comentaban todas las opciones, no cuestionaba que la<br />

última decisión fuese la de Carlos.<br />

Las relaciones con Altaha, resultaban diferentes, parecía como si el afecto<br />

que le mostrase fuese más allá de la amistad, y se le podía ver como se quedaba<br />

mirándola mientras tenuemente esbozaba una sonrisa de satisfacción. Pero sus<br />

palabras y sus gestos nunca iban más allá, como si una barrera invisible separase<br />

sus sentimientos de sus actos.<br />

Los sentimientos de Altaha hacia Carlos habían pasado de considerarlo un<br />

buen jefe a un auténtico compañero. Pero sin duda, el mayor cambio lo sufrió con<br />

Marcelo, ya no lo miraba como el mecánico bruto y desagradable, sino como con<br />

el amigo que la protegía en todo momento y con el que se sentía tranquila y<br />

relajada en su compañía.<br />

La convivencia entre ellos, también se relajo bastante. En la primera travesía<br />

para cambiarse de ropa, los tres acudían al baño, aunque resultaba incomodo y<br />

llevaba su tiempo esperar los turnos. Ahora, Altaha ya no tenia reparos en<br />

cambiarse delante de ellos, quedándose en ropa interior. Como ella misma decía,<br />

es como si estuviese el bikini, y mucho más vestida que muchas de sus amigas con<br />

los ridículos tangas haciendo topless. Para desnudarse completamente en la<br />

— 202 —


cabina, sin necesidad de ir al incomodo baño, consensuaron un protocolo. Carlos<br />

y Marcelo avisaban a Altaha para que no apareciese, y ella hacia lo mismo. Así con<br />

un grito inicial de –me voy a cambiar-, y con otro de –ya acabe-, se respetaba la<br />

intimidad.<br />

Ya llevaban un par de días de navegación y todo discurría perfectamente;<br />

tanto con el estado de la mar como con el comportamiento del Albatros no<br />

habían tenido ningún contratiempo. Incluso Altaha aguantaba perfectamente sin<br />

marearse, de lo que se sentía muy orgullosa.<br />

En esos momentos Carlos y Altaha estaban tranquilamente en la bañera,<br />

disfrutando de un viento y un mar con olas de menos de un metro que les<br />

permitía una navegación bastante cómoda, mientras que Marcelo estaba en el<br />

interior revisando el motor.<br />

Altaha está muy contenta, aunque en su momento le costó tomar la decisión<br />

de seguir con sus amigos, ahora no tenía ninguna duda sobre sus prioridades o el<br />

acierto de su elección.<br />

—En menuda aventura nos hemos metido. Pero has pensado, ¿Y si nos gustas<br />

vivir en el mar? Nos podemos dedicar a la piratería asaltando veleros. Bueno sin<br />

matar a la gente. Seríamos “el Albatros negro, el terror de los mares”.<br />

—Seguro que lo llevas en las venas, los informáticos tenéis mucho de piratas.<br />

—No había caído, tienes razón, siempre nos gusta entrar en sistemas<br />

protegidos. Ya sabía yo, que por eso me gustaba la mar.<br />

—Lo que no tengo claro es si ser pirata o corsaria, imagino que será todo lo<br />

mismo.<br />

—Se poco de eso, pero seguro que Marcelo nos lo puede aclarar.<br />

Altaha se fue al interior a buscar a Marcelo, y poco después volvió con él, que<br />

se incorporó a la tertulia.<br />

— ¿Pirata o Corsario? Todos esos nombres más o menos son lo mismo para<br />

llamar a los piratas. También se usaron otros como filibusteros y Bucaneros.<br />

—Cuéntanos algo sobre los piratas, –le pidió Altaha—, es pura aventura todo<br />

eso del Caribe y los galeones.<br />

—Lo primero que necesitas saber es que los piratas han existido desde que<br />

comenzó la navegación. Un barco, solo en el mar, sin ninguna ayuda en muchas<br />

millas a su alrededor, resultaba una presa muy apetecible. Otra idea que hay que<br />

desechar, es el concepto de pirata como hombre libre que lucha contra un<br />

imperio injusto; en su mayoría los piratas eran gentes pobres, miserables<br />

delincuentes, vagabundos, desertores; se llegaba a ser pirata por necesidad no<br />

por vocación.<br />

— 203 —


—Desde luego, tú no eres de los que les cuentan historias a los niños.<br />

—Es que esa es la verdad. Incluso el poderoso imperio romano tuvo que<br />

vérselas con ellos. Una anécdota curiosa fue protagonizada por Julio Cesar; en el<br />

año setenta y cinco antes de Jesucristo fue capturado por los piratas de la isla<br />

Farmacus. Pidieron por su rescate veinte talentos de plata, pero el orgulloso Cesar<br />

les dijo que por su importancia deberían pedir cincuenta, aunque les advirtió que<br />

volvería y los mataría. En efecto, los piratas consiguieron ese rescate, si bien Cesar<br />

apenas fue liberado organizó una expedición los capturó y los ejecutó.<br />

—Vale, pero no me negaras que eso de ir por el mar ondeando la bandera con<br />

las tibias y la calavera tenía su morbo.<br />

—En realidad nunca navegaban así. Solo la exhibían cuando estaba junto a un<br />

barco que deseaban atacar.<br />

— ¿Por qué?<br />

—Eran piratas pero no idiotas. Si los veía desde lejos un barco de guerra los<br />

perseguiría. Y si los veía un mercante intentaría huir. Por eso la sacaban justo<br />

antes del abordaje, con la finalidad de intimidar a la presa y evitar tener que<br />

combatir.<br />

—Vale, pero aun así era una bandera bonita.<br />

—Y que muy pocos utilizaban –le aclaró Marcelo-, cada pirata solía utilizar la<br />

suya propia; Un hombre con espada en alto y de pie sobre dos calaveras, una<br />

calavera sobre dos sables cruzados, un brazo con un sable o un hombre desnudo<br />

con una lanza que atraviesa un corazón y en la mano un reloj de arena.<br />

—Ósea, que ya no se utiliza esa bandera.<br />

—Los piratas actuales no. Aunque curiosamente, solo se mantiene como<br />

tradición en la a marina inglesa.<br />

— ¿Qué dices?<br />

—En la primera guerra mundial en 1914, cuando comenzaron a actuar los<br />

submarinos, los propios marinos ingleses llamaban a sus propios submarinos<br />

piratas, pues para la marina más clásica combatían de forma deshonesta. Los<br />

capitanes de los submarinos, lejos de ofenderse, cuando regresaban a puerto<br />

después de hundir algún barco, hacían hondear una bandera pirata. Esta tradición<br />

se mantiene hasta la actualidad, y la última vez que ondearon una fue en la guerra<br />

de las Malvinas, cuando regresó el submarino que hundió al crucero argentino<br />

General Belgrado.<br />

—Bueno, volviendo a los piratas del Caribe, que son los que me gustan.<br />

¿Imagino que eran el terror de los mares?<br />

—No tanto como piensas. Su éxito, no radicaba en que tuviesen mucha fuerza,<br />

como en que cada imperio los consentía mientras sirviesen a sus fines. Así los<br />

— 204 —


itánicos arrebataron a los españoles la isla jamaicana, donde estaba Port Royal<br />

en 1656, y la base se convirtió rápidamente en un nido de piratas bajo el<br />

consentimiento inglés, pues consciente que no disponían de las suficientes tropas<br />

para evitar una invasión española o francesa, así los utilizaban para su propia<br />

defensa.<br />

— ¿Y es verdad que tenían sus propias islas donde estaban a salvo?<br />

—Lo cierto es que en el Caribe hay cientos de islas, y en las peores, las que no<br />

quería nadie, es donde se refugiaban los piratas. Es cierto que la piratería incluso<br />

llego a tener temporalmente algunos territorios controlado por ellos como las<br />

Antillas o al isla tortuga, que pudo ser independiente entre 1620 y 1654, año que<br />

terminó aceptando el amparo francés y servir a su causa después de ser<br />

destruida.<br />

—Ósea, que nunca estuvieron muy organizados.<br />

—No, la mayoría de los piratas eran individuales. Aunque hubo una excepción<br />

con la existencia de un congreso pirata, así en 1824, tres años después de que los<br />

españoles vendieran Florida a Estados Unidos, los piratas se congregaron en la isla<br />

de Sanibel para decidir si continuar con la piratería o disolverse, al tener que<br />

enfrentarse contra todos los estados. Estuvieron discutiendo la cuestión durante<br />

dos meses y finalmente decidieron seguir por unos años.<br />

— ¿Y si no tuvieron tanta importancia, porque pasaron a la historia?<br />

—Existió una modalidad de piratas llamados corsarios; se dedicaban a la<br />

piratería pero protegidos por algún estado con el que compartían las ganancias.<br />

Estos piratas recibían un permiso de las autoridades que permitía ejercer el asalto<br />

marítimo contra los enemigos y una especie de contrato para no atacar a los<br />

amigos llamada “patente de corso”, de ahí el nombre de corsarios. Resultaban, el<br />

equivalente en el mar, a un ejército de mercenarios en tierra, que se les permitía<br />

saquear los territorios conquistados.<br />

— ¿Porque preferían estar sometidos a un estado?<br />

—Esencialmente por pura supervivencia. Además de disponer de puertos<br />

amigos donde se podían resguardar a salvo, en caso de ser atrapados eran<br />

tratados como prisioneros de guerra, a diferencia de los vulgares piratas que se<br />

les ejecutaba.<br />

— ¿Eso lo hicieron los ingleses?<br />

—En realidad, fueron utilizados por todos los países. Además estaba<br />

reconocida como actividad perfectamente honorable, y sus capitanes eran figuras<br />

sociales muy respetadas; llegando al caso extremo de Inglaterra que los reconoció<br />

con títulos, así Carlos II nombró Sir al capitán Morgan, e Isabel I hizo lo mismo con<br />

— 205 —


Francis Drake. En España también se reconoció expresamente en 1674 con la<br />

Ordenanza de Corso.<br />

—Pensé que había sido solo cosa de los ingleses.<br />

—Los utilizaron todos los países, incluso al final se volvió contra ellos; los<br />

corsarios norteamericanos en la guerra de la independencia de EE.UU. contra<br />

Inglaterra capturó cerca de tres mil buques ingleses, lo que dificultó<br />

enormemente el envío de provisiones a las tropas inglesas en suelo<br />

norteamericano.<br />

— ¿Y si tan eficaz eran porque desaparecieron?<br />

—Cuando las potencias a mediados del siglo XIX comenzaron a tener mejores<br />

relaciones entre ellas, decidieron abolirlos y así se acordó en el congreso de París<br />

de 1856. España no debería estar muy de acuerdo, porque retrasó treinta y dos<br />

años la adopción de esta postura hasta 1908.<br />

— ¿Y entonces se acabaron definitivamente?<br />

—De esa manera si, aunque existió una variante de los corsarios, que surgió<br />

en la segunda guerra mundial, cuando en 1940 Alemania preparó barcos<br />

mercantes para actuar contra otros mercantes; iban armados con pequeños<br />

cañones torpedos camuflados, minas e incluso algún avión de reconocimiento.<br />

Además estaban preparados para cambiar el color, la superestructura cambiando<br />

el número de chimeneas o mástiles, incluso disfrazaban a la tripulación. En total<br />

fueron nueve los mercantes corsarios, alguno de ellos como el Atlantis que batió<br />

el record de navegación ininterrumpida al estar seiscientos tres días sin tocar<br />

puerto recorriendo ciento doce mil millas, o el Kormoran que logró destruir el<br />

crucero australiano Sydney.<br />

—No tenía ni idea, ¿Y fueron eficaces?<br />

—Aunque la mayoría acabasen hundidos, su éxito fue impresionantes, esos<br />

nueve barcos lograron hundir ciento cuarenta y dos navíos con un total de<br />

ochocientas setenta mil toneladas de registro bruto. En términos económicos la<br />

rentabilidad fue igualmente impresionante, pues con poco más tripulación que el<br />

acorazado Bismarck y menos de un uno por ciento de su coste, el daño que<br />

ocasionaron fue mucho mayor.<br />

Así transcurrió todo el día con las historias de los piratas y, aunque resultó<br />

muy interesante y entretenida, Altaha acabó reconociendo que con tanto detalle<br />

histórico había perdido gran parte de la imagen ideal que tenía.<br />

Después de una noche tranquila, el día siguiente se presentó apacible con<br />

unas olas de menos de un metro muy tendidas que acompañaban la marcha por<br />

lo que resultaban casi imperceptibles.<br />

— 206 —


Desayunaron y estuvieron en la cabina de proa ajustando unos parámetros.<br />

Marcelo contemplaba el GPS con los datos, que se iban registrando en el<br />

ordenador y marcaban el rumbo que seguían.<br />

—Llevamos una buena singladura.<br />

— ¿Una qué? –preguntó Altaha, poniendo una mueca de no tener ni idea de lo<br />

que significaba.<br />

—Singladura. Así se llama a la distancia que navega un barco en un día. A un<br />

ritmo de diez nudos, avanzamos a doscientas cuarenta millas al día, en dos días<br />

casi hemos dejado las Canarias a más de quinientas millas.<br />

—O sea, que vamos bien.<br />

Marcelo la miró, sopesando si merecía la pena seguir insistiendo en los<br />

términos navales.<br />

—Sí, vamos bien. Mejor de lo previsto, seguramente cogeremos alguna<br />

encalmada o más oleaje y reduciremos un poco la media, pero no tiene<br />

importancia.<br />

Decidieron salir a la popa y disfrutar del agradable sol en la bañera. Desde que<br />

Altaha instaló el sistema de control remoto, se dieron cuenta que con un buen día<br />

navegar en la bañera, sin el calor del interior y disfrutando de la brisa, resultaba<br />

mucho más agradable.<br />

Apenas salieron al exterior vieron por la aleta de estribor un barco. <strong>El</strong> océano<br />

es inmenso y si uno no está en una zona de tránsito marítimo lo normal es<br />

toparse con muy pocas embarcaciones, así que cada barco que uno se cruza, se<br />

mira con la misma curiosidad que cuando uno se encuentra con otra persona en<br />

la mitad de una solitaria montaña.<br />

<strong>El</strong> barco estaba bastante cerca, a unas dos o tres millas. Se debió acercar<br />

justamente por su popa mientras estaban dentro, pues desde la cabina de mando<br />

en la proa carecían de visión hacia la popa. No parecía ser muy grande,<br />

aparentaba unos cincuenta metros, de diseño antiguo, el casco de color negro y<br />

blanco la cubierta y puente, se notaba incluso de lejos los rastros de óxido, por lo<br />

que tendía que ser bastante acusados para apreciarse a esa distancia.<br />

Marcelo no cesaba de mirarlo con curiosidad.<br />

— ¿Qué es? –preguntó Altaha.<br />

—No es un pesquero, más bien parece un antiguo carguero, bastante<br />

pequeño. Seguramente trabajará por la costa de África, en Europa ese pedazo de<br />

chatarra no pasaría ni el primer control de seguridad. Lo que no se, es que hace<br />

tan alejado de la costa, pues es un barco muy pequeño como para trasportar<br />

mercancías a través del atlántico.<br />

Marcelo se quedó unos minutos mirándolo.<br />

— 207 —


— ¡Es curioso! mantiene con nosotros un rumbo de colisión.<br />

— ¿Quiere chocar con nosotros? –preguntó Altaha preocupada.<br />

— No, eso es absurdo. Solo es una coincidencia. Seguramente espera que<br />

seamos nosotros los que nos apartemos de su camino, hay muchos capitanes que<br />

piensan que es el barco pequeño el que se tiene que apartar. Pero mejor es<br />

prevenir, así que cae a estribor treinta grados para salir de su rumbo.<br />

— Aun está muy lejos, no hay ningún peligro.<br />

— Ya lo sé, pero también quiero verificar otra cosa.<br />

Altaha cogió el mando a distancia y cambio el rumbo.<br />

<strong>El</strong> barco siguió inicialmente el rumbo, pero medio minuto después cambio de<br />

rumbo cayendo también treinta grados a estribor siguiendo al Albatros.<br />

Manuel lo miró con desconfianza.<br />

— Está claro, no ha sido una casualidad.<br />

Se metió en el Albatros y salió con los prismáticos de gran alcance que había<br />

comprado en Tenerife. Se quedó mirándolo mientras se le contraía<br />

progresivamente el rostro.<br />

Altaha también seguía mirando el barco con preocupación.<br />

— Pues son unos idiotas, si siguen así acabaran chocando, se va a meter en un<br />

problema.<br />

—Me parece que somos nosotros los que podemos tener problemas.<br />

— ¿Por qué?<br />

— Creo que son piratas.<br />

—Vale Marcelo –exclamó Altaha— vale, ayer nos cuentas la historia de los<br />

piratas y ahora nos encontramos unos. ¿Qué casualidad? ¡Qué miedo, qué<br />

miedo!, vamos Marcelo que no somos niños.<br />

—Si –intervino Carlos— Además, de la excesiva cercanía entre la historia de<br />

ayer y la broma, hay un factor decisivo por lo que no resulta creíble; aquí no hay<br />

piratas, eso es Somalia o filipinas, y atacan cerca de la costa y no tan lejos. Tu<br />

seguro que lo sabes y deberías saber que nosotros también lo sabríamos.<br />

La cara de Marcelo seguía muy tensa, sin separarse de los prismáticos con la<br />

mirada fija en el barco.<br />

—En la mar no hago bromas. No os quiero asustar y no estoy seguro, pero<br />

parecen piratas.<br />

— ¿Entonces lo dices en serio?<br />

—Sí.<br />

Carlos y Altaha lo miraron intranquilos. Marcelo era muy poco dado a las<br />

bromas, si además confirmaba que hablaba en serio la cuestión estaba clara. Aun<br />

así, les costaba asumir que fuesen victimas de unos piratas.<br />

— 208 —


—Me asustas Marcelo, no bromees con esto.<br />

—No bromeo. Puedo estar confundido, pero me ha parecido ver alguno en<br />

cubierta con rifles tipo Ak47 más conocidos por Kaláshnikov.<br />

Carlos, pragmáticamente, asumió esa situación e intentó buscar una solución.<br />

—No entiendo mucho de barcos, pero ese por lo antiguo que parece no creo<br />

que coja mucha velocidad, nosotros vamos a diez nudos solo con el viento, si nos<br />

ayudamos con el motor podemos alcanzar dieciocho o casi los veinte, así lo<br />

dejaríamos atrás.<br />

—Sí, estoy contigo, ese barco no debería pasar de quince o diecisiete nudos.<br />

Altaha no quiso esperar ni un minuto y con el mando a distancia encendió el<br />

motor, inmediatamente el Albatros fue aumentando la velocidad hasta ponerse a<br />

dieciocho nudos.<br />

<strong>El</strong> barco no tardó en reaccionar y también aumento la velocidad, parecía<br />

mantenerse más o menos a la distancia del Albatros. Aunque resultaba imposible<br />

apreciar si ganaban o perdían terreno.<br />

— Aprovechemos para pedir ayuda –sugirió preocupada Altaha.<br />

—Utiliza el teléfono satélite, pero no la radio UHF, esa ni la toquéis. Seguro<br />

que los piratas están a la escucha. Además resultaría inútil, no hay ningún barco a<br />

la vista y ellos llevan radar, saben que estamos solos.<br />

—Espera –le dijo Carlos— recuerdo que el mando aéreo de canarias dispone<br />

de una base militar en Gando, con F18 y siempre tienen que tener dos aviones en<br />

el hangar de emergencia para salir en menos de cinco minutos.<br />

Llamaron por el teléfono satélite al centro de emergencia de la marina para<br />

solicitar el apoyo. Pero en ese le dijeron que si no existía ningún indicio de<br />

violencia no envirarían a nadie, aunque tomaría en cuenta la posición. Y respecto<br />

a los aviones, que se olvidasen, nunca intervendría para una acción civil sin<br />

autorización directa del gobierno. Además, su radio de acción es solo de<br />

ochocientos kilómetros por lo que estaban fuera de su alcance.<br />

Carlos se quedó un poco frustrado, pero consciente que aunque pudiesen<br />

enviar los aviones tardarían una hora en llegar, por lo que de poco habrían<br />

servido.<br />

Llamaron a servicio de salvamento de canarias, donde les informaron que se<br />

regían por un protocolo muy estricto, si el barco solo mantenía su rumbo y no les<br />

atacaba, no podían catalogarlo ni como amenaza. Además, en todo caso resultaría<br />

inútil, pues la patrullera más cercana estaba a más de dos días de distancia.<br />

<strong>El</strong> barco se mantenía a la misma distancia. Y Marcelo seguía preocupado.<br />

—No logramos separarnos, necesitamos más velocidad. Voy a poner el motor<br />

a máximas revoluciones, vosotros optimizar las alas.<br />

— 209 —


Todo el casco tembló cuando el motor alcanzó las tres mil quinientas<br />

revoluciones. Las alas se estiraron al máximo y buscaron el perfil más óptimo<br />

respecto al viento, cayendo un poco a babor para ganar viento de través y<br />

aumentar la velocidad. Comprobaron con satisfacción como la velocidad se elevó<br />

hasta los veinticinco nudos, era la máxima velocidad que habían alcanzado con el<br />

Albatros.<br />

Enseguida, comenzaron a cobrar distancia sobre el barco, al principio parecía<br />

que lentamente, pero en un minuto apreciaron como la distancia aumentaba de<br />

forma notable.<br />

Altaha estaba emocionada al ver como se iba alejando el barco.<br />

—¡Bien, Bien! Lo estamos dejando atrás rrápidamente.<br />

Marcelo lo miraba con desconfianza.<br />

—Demasiado rápido.<br />

Lo volvió a mirar con los prismáticos.<br />

—Ya me parecía a mí –comentó con pesimismo—, han parado los motores y<br />

se está deteniendo.<br />

Altaha por el contrario estaba eufórica.<br />

—Mejor para nosotros. Se habrán dado por vencidos, viendo que no nos<br />

podían coger.<br />

Marcelo volvió a mirar por los prismáticos.<br />

— Me temo que seguimos siendo su presa. Quieren parar para botar la lancha<br />

rápida semirrígida que llevan en cubierta, ahora le están quitando la lona.<br />

La preocupación de Marcelo se transmitió de inmediato a sus compañeros.<br />

—Bien –dijo Carlos—pongámonoss en la peor de las hipótesis y establezcamos<br />

un plan de contingencia. ¿Qué alternativas tenemos?<br />

—Pocas, muy pocas. Podemos intentar huir pero con la semirrígida nos<br />

cogerán enseguida, alcanza con facilidad los treinta o cuarenta nudos. No<br />

tenemos armas para enfrentarnos, ellos llevan fusiles AK 47 y seguramente algún<br />

lanzagranadas RPG7. Nos queda la opción de entregarnos, pero no tenemos nada<br />

útil para ellos si no llevamos dinero. No creo que les interese secuestrarnos para<br />

pedir un rescate, pues están muy lejos de la costa, lo que indica que buscan un<br />

botín rápido; no se puede uno quedar en la mitad del océano a la espera de un<br />

rescate durante semanas.<br />

—Entonces puede que nos dejen en paz.<br />

—No es tan sencillo, —miró a Altaha— como mínimo tu sí que tienes interés<br />

para ellos.<br />

Los dos se quedaron mirando a Altaha. Ni querían pensar lo que le pasaría en<br />

manos de los piratas.<br />

— 210 —


— ¿Entonces? ¿Qué podemos hacer? –les preguntó Altaha claramente<br />

preocupada.<br />

Los tres se quedaron unos segundos en silencio, hasta que Marcelo, con una<br />

calma inusitada, retomó el control de la situación.<br />

—Tal vez con algo de suerte salgamos de esta. Necesito ganar tiempo. Mantén<br />

el rumbo y baja la velocidad, yo vengo ahora.<br />

Altaha no veía claras la orden.<br />

—Con menos velocidad no podremos huir contra la lancha rápida.<br />

—No pretendo huir, todo lo contrario.<br />

Carlos y Altaha se quedaron sin saber lo que quería decir Marcelo, pues<br />

abandonó la cabina, fue a coger algo en uno de los armarios y saliendo fuera se<br />

subió al casco. Después de estar en cubierta unos dos minutos encima de sus<br />

cabezas, volvió y se metió en la cabina.<br />

—Ahora, pliega las alas y solo con el motor dirígete directamente hacia ellos.<br />

— ¿Estás loco?<br />

— ¡Haz lo que te digo, que no estamos para juegos!<br />

Mientras se acercaban, escribió unas palabras en un papel y le dijo a Carlos<br />

cogiendo la radio. Tu inglés es mejor, tienes que hablar despacio y claro, con voz<br />

muy sería.<br />

Carlos, leyó en voz baja el papel. Después cogió la emisora de UHF y pulso la<br />

tecla del micrófono hablando en inglés.<br />

—“Aquí patrulla de la ONU en control de piratería. Paren las máquinas y<br />

prepárense para inspección. Confirmen recepción”.<br />

Esperaron unos segundos, pero no contestó nadie mientras seguían<br />

navegando en dirección al barco.<br />

Repitió la frase pero nadie le contestó.<br />

Se seguían acercando.<br />

<strong>El</strong> silencio de la radio del barco les confirmaba que se trataba de una gente<br />

extraña, pues un barco siempre tiene que llegar la radio en canal de emergencia.<br />

No dudaban que les estuviesen oyendo, así que estaba claro que los piratas<br />

estaban pensando cómo reaccionar.<br />

Marcelo le señalo a Carlos el papel, con una nueva frase escrita. Volvió a<br />

emitir un nuevo mensaje en la radio.<br />

—“Repito, aquí patrulla de la ONU en control de piratería. Paren las máquinas,<br />

esto es una orden, si no obedecen utilizaremos la fuerza”<br />

Unos segundos después, se vio moverse a los hombres en cubierta, y cuando<br />

ya estaban a unos trescientos metros, esos hombres alzaron los fusiles<br />

— 211 —


Kaláshnikov y dispararon una ráfaga hacia el Albatros, los proyectiles entraron el<br />

agua y levantando la típica espuma a unos cincuenta metros por delante.<br />

— ¡Nos están disparando, nos están disparando! –Exclamó Altaha.<br />

Marcelo permanecía sin inmutarse, sin dudar en dar las ordenes convenientes.<br />

—Vira todo en redondo hasta ponerlos en popa y por los motores a tope.<br />

<strong>El</strong> Albatros viro completamente alejándose a toda la velocidad que disponía.<br />

Estuvieron unos segundos pendientes de si les seguían disparando. Pero no<br />

oyeron nada ni notaron ningún impacto. Situados en proa, inicialmente, no se<br />

atrevían a desplazarse hasta popa por el temor e recibir una bala. Después de un<br />

minuto Marcelo se acercó cautelosamente y volvió en unos segundos hasta el<br />

puesto de control.<br />

— No nos estan disparando. Ni parece que estén dispuestos a seguirnos.<br />

Altaha, aún muy asustada, le pidió explicaciones.<br />

— ¿Por qué nos hiciste ir hacia ellos? casi nos matan.<br />

—He colocado en el casco cinta adhesiva con el nombre de la UN símbolo<br />

internacional de las Naciones Unidas. Seguramente le extrañaría nuestro diseño y<br />

pensarían que se trata de un prototipo de la ONU.<br />

—¡Marcelo, esto ha sido una locura, nos han disparado!<br />

—Solo querían asustarnos, apuntaban claramente al agua.<br />

— ¿Entonces no nos querían matar?<br />

—No. Seguramente saben que tenemos comunicación por satélite, así que si<br />

nos hieren o nos matan les perseguirían todas las fuerzas de cualquier país que<br />

estuviesen a dos mil millas; mientras que si solo nos asustan, tal vez los dejemos<br />

en paz.<br />

— ¿Nos van a perseguir?<br />

—No lo creo. Seguramente pensaran que hemos pedido ayuda. Para ellos a<br />

partir de ahora solo somos un problema y cuanto más se alejen de nosotros<br />

mejor. No pueden perder el tiempo ahora piensan que serán localizados así que<br />

tienen que huir.<br />

Se acercaron los tres hasta popa, y pudieron observar que Marcelo tenía<br />

razón; vieron como unas figuras en cubierta alzaban los fusiles celebrando<br />

haberlos hecho huir, el barco pirata se puso en marcha y dando la vuelta se fue<br />

alejando en rumbo contrario al Albatros.<br />

—Parece increíble, yo no creí que existiesen piratas por aquí.<br />

—Los piratas son oportunistas, si una zona está muy controlada buscan otra<br />

donde los barcos no estén vigilados.<br />

Llamaron por satélite para avisarles del encuentro así como del rumbo que<br />

seguían los piratas. Pero el funcionario de la marina de Canarias no sabía qué<br />

— 212 —


hacer, estaba fuera de su jurisdicción, así que a lo único que se comprometió es a<br />

dar un parte un parte a un organismo dependiente de la ONU que controla todas<br />

estas incidencias, aunque no le constaba que tuviese ningún operativo en la zona.<br />

Permanecieron alerta y no dejaron de fijar la vista hasta que el barco<br />

desapareció en un punto junto al horizonte. Aun así, siguieron todo el día de<br />

guardia vigilando con los prismáticos por si aparecía algún barco. En ese momento<br />

echaron de menos no tener un radar así tendrían controlado todo barco se<br />

acercase a menos de veinte millas.<br />

Cuando ya no vieron el barco, apagaron el motor y siguieron la navegación<br />

únicamente con las alas. No podían permitirse el lujo gastar el gasoil, tenían que<br />

reservarlo para las emergencias.<br />

Una vez que desapareció el peligro, pudieron recapacitar sobre todo lo<br />

ocurrido y Altaha, lejos de haberse tranquilizado seguía muy nerviosa.<br />

—Yo no sé vosotros, pero yo he pasado mucho miedo. Marcelo ya sé que me<br />

advertiste, pero yo ahora solo quiero volver a mi casa.<br />

—No pasa nada. Estamos a cuatro días de navegación, podríamos volver. Solo<br />

hay un pequeño inconveniente.<br />

— ¿Cuál?<br />

—Que tenemos que volver a por esa zona que estaban patrullando los piratas.<br />

Y demás tenemos la corriente y el viento en contra así que tardaríamos un día<br />

más.<br />

—No, eso no, volver por donde están los piratas no, prefiero seguir.<br />

—No te preocupes, Lo que nos ha ocurrido es muy extraño –le dijo<br />

calmándola-, ahora estas nerviosa, pero se te pasará pronto..<br />

— ¿Y como puedes estar tu tan tranquilo?, ¿Tuviste antes alguna experiencia<br />

con piratas?<br />

—Cuando navegaba por Asia había bastantes, sobre todo por Indonesia y<br />

Malasia, pero nuestro barco nunca tuvo un asalto. Los piratas en realidad son<br />

pocos y mal equipados, por lo que si la tripulación esta armada es muy difícil que<br />

tengan éxito.<br />

—¿Tú ibas armado?<br />

—Los marineros no. <strong>El</strong> armador contrató a dos especialistas privados en<br />

seguridad. Que no son más que unos mercenarios de esos que primero te<br />

disparan y después te pregunta por las intenciones. A partir de ese momento, los<br />

piratas parecía que nos olían, porque nunca tuvimos ningún problema.<br />

Este incidente hizo recapacitar a Carlos y Altaha sobre la posición de Marcelo.<br />

A esas alturas de la convivencia, los tres tenían claro que habían superado todas<br />

las jerarquías y tan solo se consideraban como amigos. Pero en el fondo, dado<br />

— 213 —


que el diseño fue de Carlos y el ajuste informático de Altaha, Marcelo parecía<br />

haber quedado como un mecánico hábil y con experiencia como marino, pero sin<br />

resultar decisivo. Ahora, ante esta crítica situación, se percataron que en medio<br />

del mar estaban totalmente indefensos. No tenía nada que ver con el orden<br />

programado de la empresa, la tranquilidad de sus vidas o incluso la seguridad de<br />

un país civilizado. Ahora, ante una situación imprevista, no valían para nada la<br />

inteligencia de Carlos o la habilidad de Altaha; en cambio Marcelo, cuya vida se<br />

movía en una realidad que comprendía tanto lo ilegal como lo legal, lo previsto<br />

como lo imprevisto, estaba preparado para anticiparse a estas situaciones y<br />

enfrentarse con éxito.<br />

— 214 —


CALMA Y SOLEDAD<br />

Después de su pequeña aventura con los piratas se volvieron más cautelosos,<br />

vigilando cualquier barco que apareciese por el horizonte. La parte positiva es que<br />

los peligros del mar se habían vuelto de repente más pequeños, ahora ya no<br />

miraban el viento o las olas con temor sino como sus compañeras de viaje.<br />

A Carlos siempre le daba el sueño biológico sobre las tres y aprovechaba para<br />

dormir la siesta durante media hora. Ese día, mientras lo hacía, Altaha y Marcelo<br />

para no molestarlo que quedaron en la bañera, dado que la navegación resultaba<br />

muy placida.<br />

Altaha estaba asombrada de cómo en dos meses había cambiado la idea que<br />

tenia de Marcelo. Recordada de la fábrica los rumores sobre lo intratable que se<br />

mostraba. Cuando ya lo conoció personalmente, reconoció enseguida, que<br />

aunque duro en el trato, también se podía considerar un buen compañero. Un<br />

segundo cambio se produjo después de la crisis que tuvieron en la construcción<br />

del Albatros, pues nunca más volvió a ofenderla. Pero sobre todo, desde que<br />

comenzaron el viaje, es cuando o realmente dejó de ser un ser individualista para<br />

estar siempre preocupado por sus compañeros. Además, esta convivencia en el<br />

mar, le ofreció la oportunidad de conocer al Marcelo más coloquial y<br />

comunicativo con sus historias.<br />

A pesar de toda esta evolución en sus relaciones, Altaha no se mostraba<br />

satisfecha, pues apreciaba que seguía existiendo un gran distanciamiento en el<br />

trato, así que estimo que ese era un buen momento para conocerlo un poco<br />

mejor.<br />

—Tengo curiosidad. Cuéntame. ¿Cómo andas de amigas?<br />

— ¿Amigas? –le pregunto sorprendido Marcelo.<br />

—Sí, pareja, rollos. Vaya, tú ya me entiendes.<br />

—Sí, te entiendo. No tengo nada.<br />

—Bueno ¿pero? ¿Te gustan las mujeres? ¿O no? Porque ahora nunca se sabe.<br />

¡Oye, que quede claro! que yo respeto otras opciones, que también tengo<br />

muchos amigos gays.<br />

—No soy maricón.<br />

—Vale que no lo seas, pero no hace falta que les llames así, mejor llámalos<br />

homosexuales o gays. ¿Qué tienes contra ellos?<br />

— ¿Yo? Nada, pero son maricones.<br />

—Lo dices con desprecio.<br />

—No me caen bien.<br />

— 215 —


— ¿Por qué?<br />

—Porque van de tíos finoles, y no le echan valor a nada. Y no hablemos de<br />

esos, que se ponen medio en bolas con un traje de cuero, menuda mezcla entre<br />

locos y payasos.<br />

—Que exagerado eres, esos son muy pocos y seguro que solo lo hacen pare<br />

divertirse. Respecto a los gays, son gente normal, incluso mucho más educados<br />

que el resto. A mí no me molestan, y hay que dejar que hagan su vida.<br />

—Si, en eso estoy de acuerdo, que hagan su vida. Solo me caen mal, pero eso<br />

no significa que vaya por ahí partiéndole la cara porque sea maricones.<br />

—Bueno, menos mal que al menos los dejas en paz. Porque tal y como lo<br />

dices, me cuesta creer que nunca tuvieses ningún problema con ellos.<br />

—En general no me mezclo, pero un día la cosa si acabó mal.<br />

—Lo sabía. Pobres gays, seguro que no eran ni la mitad de fuertes que tú. Pues<br />

me parece mal, que te metas con ellos siendo más fuerte, eso es de cobardes.<br />

—Te estás confundiendo, los que recibieron fueron los que se metieron con<br />

mi <strong>primo</strong> segundo que es maricón.<br />

— ¡Espera! no entiendo nada ¿Defendiste a tu <strong>primo</strong> que es gay?<br />

—No tiene nada que ver, sea o no maricón, es de la familia. Además en el<br />

fondo es un buen tío, pero se le debió de cruzar un gen perdido y salió así.<br />

— ¿Qué pasó?<br />

—Estábamos de copas, aunque separados, él a su rollo en un Pub y yo al mío<br />

con mis amigos en otro cercano. Aparecieron unos de afuera, en plan “me lo<br />

como todo” y comenzaron a meterse con mi <strong>primo</strong>; que si maricón de aquí o de<br />

allá. Como mi <strong>primo</strong> está muy curtido de gilipollas, pues ni puto caso. Eso les<br />

cabreo aún más, entonces comenzaron a ponerse delante de él, en plan gallitos y<br />

empujarlo. Ahí es cuando nosotros, que estábamos atentos, le fuimos echar una<br />

mano.<br />

—Imagino lo que pasó, tú y tus amigos intentaste dialogar. Entonces ellos<br />

recurrieron a la violencia y todo se lio.<br />

Marcelo arqueo las cejas.<br />

—Bueno, no fue exactamente así. Mis amigos no se caracterizan por la<br />

oratoria ni por la paciencia. Así que el mensaje que le dieron fue claro y directo;<br />

Al primero en todo los morros, al segundo en el estómago y el tercero una patada<br />

en los huevos. ¿Y mira como son las cosas? a pesar del poco diálogo, captaron<br />

perfectamente el mensaje; salieron por patas y no los hemos vuelto a ver por el<br />

pueblo.<br />

Altaha no dejaba de sorprenderse con los contrastes de Marcelo. Después de<br />

despotricar sobre los gays, no dudaba en defenderlos a por tratarse de un<br />

— 216 —


familiar. Esa contradicción entre su forma de ser y las obligaciones familiares no<br />

las llegaba a entender muy bien, por lo que prefirió volver a los temas<br />

sentimentales, que eran su punto fuerte.<br />

—Me ha quedado claro que tu solo vas con mujeres. Y claro, como buen<br />

marinero, un amor en cada puerto.<br />

—No digo que no. Cuando navegaba, si la travesía era larga se agradece un<br />

buen rollete.<br />

—Lo que yo pensaba, que no te cuesta ligar.<br />

— ¿Ligar? Eso es demasiado complicado. Mejor les pago y acabo antes.<br />

— ¿Vas con putas?<br />

—No me gusta llamarles así.<br />

—Pero son putas. ¿Cómo quieres llamarlas?<br />

—O sea, que a los maricones hay que llamarlos gays, pero las putas se quedan<br />

como putas.<br />

—Bueno lo de ellos es una condición, pero ellas lo hacen por dinero.<br />

— ¿Y qué? Todos nos movemos por dinero. <strong>El</strong> sexo por dinero está bien, y no<br />

hay equivocaciones. Prefiero eso, que las que se quieren quedar preñadas para<br />

coger marido.<br />

—Pues no lo entiendo. Tampoco estas tan mal, mírate a un espejo, no te hace<br />

falta ir pagando para conseguir a una mujer.<br />

—No me quiero complicar la vida, solo pasarlo bien. Creo recordar una frase<br />

que leí en un libro que decía. “Intentar acostarse con una mujer sin poner dinero<br />

por medio, siempre da mucho trabajo, no garantiza resultados, y al final sale<br />

mucho más caro”.<br />

—O sea, que solo dinero y sexo.<br />

—Sí, eso es, solo dinero y sexo. Yo tampoco busco nada más durante esos<br />

pocos días que estoy en el puerto.<br />

— ¿Y el amor y los sentimientos?<br />

—Tampoco es que no les hables. Siempre comienzas con unas copas<br />

comentando tonterías. Además, las hay que son muy simpáticas y agradables,<br />

tanto que siempre hay algún compañero que se queda enamorado y se quiere<br />

casar con ella. Y en algún caso lo han hecho.<br />

—Que mal rollo.<br />

—Pues no sé qué decirte, en general, las pobres, lo han pasado tal mal, que<br />

agradecen la oportunidad de salir de ese ambiente y suelen salir buenas mujeres.<br />

Ahora sí, la que lo lleva en la sangre y no asienta cabeza, le acaba poniendo los<br />

cuernos con todo el barrio.<br />

— ¿Y tú eres feliz viviendo así?<br />

— 217 —


—Pues no me lo planteo. Pero, por lo que veo, ni más infeliz, ni más feliz que<br />

otros que tiene novia, o que están casados, o los divorciados, o los que se hacen<br />

curas. Eso depende de cada uno.<br />

—Menuda filosofía. ¿Y así toda la vida?<br />

—No, tampoco eso. Ahora estoy así, pero imagino que algún día volveré a mi<br />

pueblo y ahí me casare.<br />

— ¿Y porque esperar en volver? ¿Te puedes casar en cualquier otro lugar?<br />

—No hay ningún otro lugar, en mi pueblo está todo lo que me gusta y ya<br />

conozco a todo el mundo. <strong>El</strong> que es buena persona ya lo conoces, el que es un<br />

cabroncete también, y lo evitas.<br />

—Como si fuese tan fácil. O sea, que llegas a tu pueblo después de veinte años<br />

fuera y encuentras a la mujer de tu vida.<br />

—Tampoco es tan difícil. Además, tú no conoces a mi hermana. <strong>El</strong> día le diga<br />

que vuelvo a quedarme, comenzara a hacer una lista de las mujeres disponibles.<br />

Después hablara con sus madres para ver si están libres y la familia conforme,<br />

entonces hablara con las chicas para tantearlas sobre si yo les gusto. Solo al final,<br />

con suerte, me dejara elegir entre las escogidas. Aunque tal y como es ella, me<br />

intentara convencer de cuál es la mejor para mí.<br />

—Pues vaya plan. Como para tirar cohetes.<br />

—Bueno, tiene la ventaja que te lo dan hecho y que a nivel familiar no hay<br />

problemas. Tú no sabes lo contentos que se quedan todos, cuando alguien se casa<br />

con una buena familia de toda la vida.<br />

Se quedaron unos segundos en silencio.<br />

— ¿No tienes curiosidad por si salgo con alguien? –le preguntó Altaha.<br />

—No. Como ya te he dicho cada uno que haga lo que quiera. Si así te va bien,<br />

pues vale. Si no, cambia.<br />

A Altaha cuando se ponía a hablar le daba igual lo que le contestase la otra<br />

persona, ella ya tenía previsto lo que pensaba decir.<br />

—Pues no, ahora no tengo ningún rollo. Estuve tonteando unos meses con un<br />

amigo, pero consiguió una beca de postgrado para Berlín y no se lo pensó. De<br />

todas formas tampoco fue nada serio y su carrera estaba por encima de todo.<br />

Aunque no me gusto como me lo dijo, fue como si lo nuestro no importase nada,<br />

tendría que haber luchado un poco más por intentar buscar algún trabajo aquí.<br />

¿Estás de acuerdo con eso, verdad?<br />

—No lo sé, no lo conocía.<br />

—Pero seguro que tienes una opinión. Me interesa saber qué piensas.<br />

—Pues creo que hiciste bien en dejarlo. Menudo capullo, si encuentra a una<br />

buena mujer, el trabajo es lo de menos, lo mismo vale trabajar aquí que allá. ¡Que<br />

— 218 —


se vaya a tomar por el culo ese gilipollas que te dejó! Pero tu tranquila, que<br />

seguro que se vuelve maricón en Berlín.<br />

— ¡Pero bueno! ¿Y tú que sabrás? Él tenía sus razones, tampoco se va a<br />

complicar la vida tan joven. Yo tampoco me iba a casar y a tener hijos así como<br />

así. En realidad los dos estábamos de acuerdo en dejarlo.<br />

Marcelo se quedó desconcertado.<br />

— ¿Pero no me dijiste que te interesaba mi opinión?<br />

—Es que no te enteras de nada. Solo tenías que decir que sí. Pero insultar a mi<br />

ex, eso tampoco, eso es meterte donde no te llaman.<br />

Marcelo se encogió de hombros y se quedó en silencio. Intentar seguir a<br />

Altaha resultaba difícil, no solo no mantenía un rumbo fijo, sino que en ocasiones,<br />

que eran muchas, parecía hablar solo por entretenerse, sin importar la<br />

transcendencia de sus palabras.<br />

La mañana amaneció con un mar en calma, la escasa brisa que soplaba apenas<br />

impulsaba al Albatros a poco más de dos millas por hora, por suerte la corriente a<br />

favor les daba dos millas más y el GPS marcaba una velocidad real de unos cuatro<br />

nudos. Aún estaban muy alejados de tierra por lo que no querían utilizar el motor<br />

para navegar, dada la limitada autonomía que les proporcionaba el depósito de<br />

gasoil.<br />

Carlos y Marcelo comentaban algún aspecto mecánico en el puesto de pilotaje<br />

de proa, cuando oyeron el grito de Altaha desde la bañera.<br />

— ¡Aaaaaah!<br />

Los dos salieron corriendo atravesando el barco hasta llegar a la bañera,<br />

donde se encontraron a Altaha agachada, en cuclillas, señalando al mar.<br />

— ¡Estamos rodeados por tiburones!<br />

Miraron por la cubierta, viendo como al menos cinco aletas daban vueltas<br />

alrededor del Albatros. Marcelo las miró con desprecio.<br />

—Ah, sí, son makos. Que susto nos has dado, pensamos que te había pasado<br />

algo.<br />

— ¡Son tiburones! –Repitió Altaha llena de miedo.<br />

—No es para tanto, en la mar siempre hay tiburones.<br />

—Pero están ahí, junto a nosotros.<br />

—Bueno, si te dan miedo será mejor que nos metamos dentro hasta que se<br />

vayan.<br />

— ¿Dentro? –Exclamó Altaha— ¿tú sabes el calor que hace?<br />

— 219 —


<strong>El</strong> día soleado, combinado con la ausencia de viento y el color negro del<br />

Albatros, recalentaba el casco y generaba en el interior del Albatros una<br />

temperatura de más de treinta y cinco grados.<br />

—Vale, nos quedamos fuera. No creo que pase nada, pero mejor estar<br />

prevenidos.<br />

Marcelo abrió un cofre de la bañera sacando un bichero y un hacha pequeña.<br />

— ¿Qué pase qué? -Preguntó Altaha con curiosidad.<br />

—Todos los tiburones son peligrosos, pero solo si estas en el agua. En el caso<br />

de los Makos son capaces de dar saltos, y han llegado a meterse dentro de algún<br />

bote de pesca. Nuestro francobordo es alto, no creo que lleguen hasta aquí. Pero,<br />

por si acaso tenemos esto a mano para acabar con ellos.<br />

No había acabado de decir la frase cuando Altaha ya se estaba metiendo<br />

dentro del barco seguida por Carlos, mientras comentaba que no pensaba salir<br />

hasta que se fuesen y le resultaba indiferente el calor.<br />

Marcelo se encogió de hombros y decidió acompañarles.<br />

Ya en el interior decidieron tomar un café para pasar el rato, hasta que se<br />

levantase un poco de viento. Altaha seguía obsesionada con la presencia de los<br />

escualos.<br />

—No habíamos visto tiburones hasta ahora ¿Qué hacen aquí?<br />

—Como todos los depredadores. Buscan comida, seguramente estamos cerca<br />

de algún banco de peces.<br />

— ¿Entonces no vienen a por nosotros?<br />

—No.<br />

— ¿Y cómo son capaz de seguirnos, no se cansan?<br />

—Los Makos no, son los tiburones más rápidos, alcanza hasta treinta y dos<br />

nudos, o incluso más puntualmente. Tanto que son los únicos capaces de<br />

perseguir y capturar al pez espada. Claro que de vez en cuando les sale mal y<br />

reciben una estocada. Tiene que ser impresionante ver un la lucha entre los dos.<br />

—Pues a mí me da igual que sean rápidos o lentos, matan a personas.<br />

—En realidad la fama de cazador de hombres es un mito exagerado, existen<br />

muertes pero tan vez solo una veintena al año. Muere más gente cada año por<br />

ataques de perros que por tiburones blancos en los últimos cien años; incluso sus<br />

muertes son menores que los fallecimientos ocasionados por animales tan<br />

aparentemente inofensivos como abejas, avispas e hipopótamos. Por contra el<br />

hombre captura unos cien millones de tiburones cada año y prácticamente solo<br />

para coger sus aletas.<br />

—Ósea, que según tú, la película de tiburón es exagerada. Y la existencia de un<br />

gran tiburón blanco es un mito.<br />

— 220 —


—No. <strong>El</strong> gran tiburón blanco existe y ha llegado a medir hasta nueve metros<br />

—Entonces me das la razón.<br />

—Que existe, sí, pero desde luego no es el más peligroso. Es una especie poco<br />

extendida y sus ataques a humanos son casi simbólicos. Es mucho más peligrosos<br />

el tiburón tigre o tiburón toro; este último es capaz de remontar grandes ríos<br />

como el Misisipi, Amazonas y atacar a las personas a varios kilómetros del mar.<br />

Aun así causa muy pocas muertes.<br />

—Ya, pues yo no me creo que sean tan inocentes.<br />

—Son depredadores por su propia naturaleza. Un humano es una presa<br />

grande y desconocida para ellos, por ese motivo solo ataca si tiene hambre o se lo<br />

ponen muy fácil.<br />

—No creo que nadie se lo quiera poner fácil a un tiburón.<br />

—No voluntariamente, pero, pero si como ocurrió en la segunda guerra<br />

mundial con el crucero Indianápolis. En junio de 1944, un submarino japonés le<br />

lanzo dos torpedos que lo hundió en doce minutos en el Mar de Filipinas. De los<br />

mil doscientos marineros a bordo, unos trescientos se hundieron con el buque,<br />

los restantes novecientos cayeron al mar sin botes salvavidas. La mala suerte, fue<br />

que el barco acababa de llevar a Guam el uranio para las bombas atómicas que se<br />

lanzarían. Por ese motivo el viaje fue considerado como secreto y por lo que nadie<br />

estaba atento a su falta. Al amanecer del primer día los tiburones aparecieron.<br />

Cuatro días más tarde fueron rescatados, de los novecientos hombres que<br />

cayeron al agua, tan solo trescientos dieciséis sobrevivieron.<br />

Altaha se quedó impresionada por este último relato y miraba con resquemor<br />

por el ojo de buey a los makos que seguían dando vueltas alrededor del Albatros.<br />

—Me da igual lo que dices. Deberíamos matarlos a todos, así tendríamos un<br />

mar sin peligros.<br />

Marcelo hizo un gesto de negación con el dedo.<br />

—Olvídate, eso no funciona así. Forma parte de la cadena alimenticia y acabar<br />

con ellos solo puede originar plagas, como por ejemplo las de medusas que ha<br />

proliferado al abusar de la pesca. Además, un mar sin tiburones tampoco es<br />

seguro, si no te mata este animal te puede matar otro.<br />

—Si claro, también me puede matar una ballena de un coletazo, pero el<br />

tiburón es el animal más peligroso.<br />

—Pues no. Existen otros animales más peligrosos que los tiburones.<br />

— ¿Te refieres a calamares gigantes?, ¿de esos que aparecen en las películas?<br />

—No. Me refiero a animales pequeños aparentemente inofensivos.<br />

— ¿Animales pequeños? ¿Cómo cuáles?<br />

— 221 —


—Pues como un pequeño caracol, con nombre binomial Conus. Se le dice<br />

caparazón de cigarrillo. Porque una picadura de este molusco es capaz de causar<br />

la muerte en el tiempo en el que uno fuma un cigarrillo.<br />

— ¿Un caracol? Pues que cosas. ¿Conoces alguno más?<br />

—Sí. Otro animal curioso es el pez globo, en los momentos en los que se<br />

siente atacado por algún depredador, se hincha tragando agua para quedarse<br />

redondo como una pelota con la púas hacia afuera. Este sistema de defensa se<br />

completa con el empleo de una sustancia extremadamente venenosa llamada<br />

tetrodotoxina.<br />

—O sea, que no tiene ningún enemigo.<br />

—Solo uno, pero muy peligroso, que es el hombre. En algunas regiones, este<br />

animal se vende como recuerdo. Al sacarlo del agua, el pez globo se infla tragando<br />

aire, así se muere. Después, se deja secar al calor del sol para que conserve la<br />

forma redondeada que le da fama.<br />

—Pues no lo conocía.<br />

—Sí que lo conoces, pero por otro motivo. Seguro que has oído hablar de un<br />

pez típico de Japón que si lo comes te puedes morir, pues es el mismo. Ahí es<br />

considerado un sabroso manjar que se llama fugu. La intoxicación por pez globo o<br />

‘fuguismo’ es un problema continuo para Japón, donde existen casos mortales por<br />

comer la carne de este animal. Por ese motivo cortar y cocinar el 'fugu' solo está<br />

permitido a cocineros expertos que posean un certificado de una escuela especial.<br />

—Pues yo, antes de asumir ese riesgo prefiero comer sardinas. ¿Existe algún<br />

otro pez peligroso?<br />

—<strong>El</strong> pez piedra Synanceia horrida es una especie que habita en aguas<br />

tropicales de los océanos Índico y Pacífico. <strong>El</strong> contacto directo con las espinas de<br />

sus aletas, que contienen un potente veneno neurotóxico, puede ser mortal para<br />

los seres humanos. Cuando se camufla se parece a un roca y si uno está<br />

caminando o buceando no se ve por lo que es fácil pisarlo en sus aletas<br />

venenosas.<br />

—O sea, que además de los tiburones también hay peces asesinos.<br />

— Y no solo peces, también otros como las serpientes marinas. Son<br />

razonablemente grandes, pero raras veces exceden los dos metros de longitud.<br />

Aunque no suelen atacar si no son provocadas, su veneno tiende a ser más tóxico<br />

que el veneno de las serpientes terrestres.<br />

— ¿Una serpiente? Ya no me gustan en tierra, como para verlas en el mar.<br />

—Pues hay otros animales que en ocasiones ni ves, como ocurre con los<br />

filamentos de la medusa llamada avispa de mar. Que se considera una de las<br />

criaturas más venenosas del planeta. Además, el cuerpo principal es traslúcido de<br />

— 222 —


color azul y verde, por lo que es muy difícil distinguirlas en el mar. Para el hombre<br />

es mortal pero algunos animales son inmunes a la toxina, como las tortugas de<br />

mar, que se alimentan de ellas sin sufrir daño alguno.<br />

—Por favor Marcelo para ya, que me asustas, que estamos en la mitad del<br />

mar. Además te veo muy animado, dispuesto a soltarnos toda la enciclopedia<br />

marina del capitán Cousteau.<br />

—Pues solo te comento uno más. Este es un pulpo bastante pequeño de<br />

apenas veinte centímetros. Realmente es bonito, de color marrón oscuro y con<br />

unos anillos azules brillantes, que brillan intensamente cuando se excita. Es tan<br />

pequeño que si te muerde casi no lo notas, pero suele ser mortal.<br />

—Un pulpo pequeño amarillo y azul que se iluminan anillos, me suena un poco<br />

raro. ¿Seguro que existe este bicho?<br />

—Sí, su nombre es Hapaloclaena maculosa, lo conoce mucha gente. Aparecía<br />

como medio sofisticado de matar en una película de James Bon del año 1983,<br />

llamada precisamente octupussy.<br />

—Tu porque eres un vejete, pero te recuerdo que yo en 1983 aún no había<br />

nacido.<br />

—Yo te recuerdo que hay una cosa que se llama videoclubs, además, hoy en<br />

Internet ya bajas directamente cualquier película o la ves online.<br />

—Te veo muy puesto en Internet.<br />

—Es muy útil para buscar información.<br />

— ¿En qué redes sociales estas?<br />

—En ninguna. Solo tengo correos electrónicos de amigos. Pero escribo poco.<br />

No quiero que me pase como una prima mía, que está todo el día conectada con<br />

los amigos y total para nada, todo el día hablando de lo mismo; es como estar en<br />

un patio de vecinas.<br />

Altaha se contuvo para no quedar en evidencia, ella con Internet actuaba igual<br />

que la prima de Marcelo, en ninguna de sus redes sociales bajaba de trescientos<br />

amigos.<br />

<strong>El</strong> día fue pasando y al final de la tarde el tiempo cambió y comenzó a soplar<br />

una brisa mantenida, que permitió al Albatros coger su velocidad habitual. De<br />

esta forma dejó atrás a los tiburones, que se aburrieron de seguirlo sin obtener<br />

comida.<br />

En la primera travesía, a la emoción de la salida siguió novedad de la<br />

navegación, la excitación de las incidencias y la emoción de la llegada, sin que<br />

tuviesen tiempo para pensar en nada más. Ahora la situación resultaba diferente;<br />

les quedaban muchos días de navegación por delante y como todo funcionaba<br />

— 223 —


ien y de forma automática, en realidad no tenían que hacer nada durante todo el<br />

día; tan solo supervisar de vez en cuando que seguían la ruta fijada y que todos<br />

los sensores iban bien. Así, cada vez se pasaban más tiempo en la bañera<br />

disfrutando del sol y de la brisa y la sucesión de los días monótonos fue creando<br />

un clima especial, donde el reducido espacio del barco, se había ampliado en la<br />

mente hasta alcanzar la dimensión de todo un territorio donde uno vive. Se<br />

fueron configurando diferencias entre los escasos metros entre la proa y la popa;<br />

estar en la bañera al aire libre es donde se encontraban más cómodos, a menos<br />

que lloviese o con mucho oleaje, la zona de las camas y de las mesa era como el<br />

salón, la de pilotaje la de trabajo, en tanto que la zona intermedia del motor solo<br />

un lugar de tránsito.<br />

La propia percepción hacia el Albatros se fue volviendo diferente desde que<br />

estaban en el medio del mar. Ahora, ya no se trataba de la maquina curiosa que<br />

construyeron para entretenerse, sino que se había convertido en el elemento<br />

esencial del que dependían para sobrevivir; los escasos milímetros de fibra de<br />

carbono que les separaban del océano eran la diferencia entre vivir o morir.<br />

Su convivencia también comenzó a sufrir cambios; cada vez hablaban menos,<br />

parecía como si ya se hubiesen dicho todo o, como si lo que fuesen a decir no<br />

tuviese importancia en esos momentos. Marcelo ya les advirtió que entrarían en<br />

esta monotonía y se lo ilustró con un ejemplo; Si estas en una habitación de un<br />

hotel de lujo un día es un placer. Si no puedes salir en veinte días, es una cárcel. Si<br />

además se puede hundir, es que te encuentras en un barco en alta mar.<br />

Marcelo estaba acostumbrado a navegar y por su propio carácter solitario<br />

apenas le afectaba esta situación. Carlos, ante este pequeño inconveniente, lo<br />

analizó de forma lógica como un problema que debería tener una solución. Y<br />

típico de él, estableció un programa para combatir el hastío, basado en un<br />

protocolo de rutinas de trabajo que forzosamente tenían que realizar para así<br />

matar el tiempo entreteniéndose.<br />

Altaha, llevaba muy mal todo ese tedio, no iba con su carácter estar encerrada<br />

en un espacio tan pequeño durante tantos días y con tan pocas personas. Aun<br />

siendo consciente que tenían que hacer algo, desde el primer momento se opuso<br />

al protocolo de Carlos, según ella, necesitaban trabajar menos y divertirse más. Y<br />

su primera ocurrencia fue organizar un concurso de disfraces.<br />

La propuesta no fue recibida precisamente con entusiasmo; Carlos, partía de<br />

la inercia de su mente cuadriculada, poco dada a este tipo de actos lúdicos; y<br />

Marcelo, introvertido hasta límites insospechados, se mostraba totalmente reacio<br />

a hacer el ridículo. Además, ni siquiera lo tenían fácil, pues llevaban muy poca<br />

ropa y casi toda para navegar, poco apropiada para convertirse en un disfraz.<br />

— 224 —


A pesar de la falta de apoyo y recursos, Altaha, no se desanimó y apareció<br />

vestida de pirata; con unos trapos a modo de vestido, con el cuchillo en la cintura<br />

y el sobrero que hizo con unos papeles; estaba simpatiquísima agarrada a una<br />

botella y cantando “ron ron ron la botella de ron”. Tanto espíritu y gracia desplegó<br />

en su parodia, que Carlos animo a Marcelo a seguir un poco su diversión, aunque<br />

solo fuese para apoyarla.<br />

Así que le echaron ánimo e inventiva. Carlos apareció con un cubo en la<br />

cabeza imitando a un caballero con la armadura y con un bichero como lanza;<br />

realmente fue ocurrente, además, de esperpéntico, lo que provoco unas sanas<br />

carcajadas. Altaha se disfrazó de sirena y Marcelo de viejo lobo de mar, con una<br />

simulada pipa, barba postiza y pata de palo. Pasaron un buen rato, por lo que<br />

Altaha decidió que lo podían repetir en unos días, pero con diferentes disfraces,<br />

así que tendrían que tendrían tiempo en pensar en los nuevos modelos.<br />

Lo siguiente que se le ocurrió a Altaha fue un concurso de Baile. Ya de por si,<br />

resultaba ridículo intentar bailar en tan poco espacio. Pero Altaha estaba<br />

decidida, y insitió en que que escogiesen la música, que ella la bajaría por<br />

Internet aprovechando la conexión por satélite. Altaha se inclinó por una música<br />

de estilo Funky, y la verdad es que bailaba muy bien, pues fue durante años<br />

acudió a una academia. Carlos logró salvar la situación escogiendo un chotis<br />

castizo. Y Marcelo después, de pensarlo mucho, optó por un Twist, seguramente<br />

dada la facilidad para bailarlo casi sin moverse.<br />

Contenta del resultado y viendo que la voluntad de sus compañeros se estaba<br />

doblegando a sus ocurrencias, la siguiente prueba fue el concurso de karaoke. Lo<br />

cierto es que Altaha se defendía bastante bien modulando alguna canción. A<br />

Carlos en cambio le resultó incapaz enlazar dos tonos, aunque eso sí, se<br />

estuvieron riendo todos un buen rato de lo patético de sus intentos. Marcelo, les<br />

sorprendió cuando, con una voz grave y melodiosa, comenzó a cantar una canción<br />

gallega típica de su pueblo, "oliñas veñen, olilñas veñen e van, no embarques<br />

ríanxeira que te va a marear ",”a virxen de Guadalupe cuando vai para Rianxo". A<br />

Altaha le encantaron tanto que se dedicó a aprenderlas, ante la desesperación de<br />

Marcelo de enseñarle como se pronunciaba una equis suave en Galicia, que<br />

Altaha insistía en pronunciarlas como haches; a las que Marcelo las llamaba<br />

hachas, dado que partían literalmente la palabra al ser pronunciada en labios de<br />

Altaha.<br />

Carlos ante la humillación por el concurso de canciones, intentó recuperar su<br />

dignidad por medio de la poesía, recordando de su infancia la canción del pirata<br />

de Espronceda; "con diez cañones por banda viento en popa a toda vela, no<br />

cortan el mar sino vuelo el velero bergantín". Curiosamente, a pesar de ser una<br />

— 225 —


poesía muy famosa, Marcelo no la conocía y se quedó encantado. Rápidamente la<br />

transcribió a una libreta y, con su gran memoria, en menos de media hora ya la<br />

sabía entera. Lo malo, es que lo tuvieron que soportar el resto del día paseándose<br />

por todo el Albatros recitando sus estrofas: “Y si muero que es la vida por pedida<br />

ya la di cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí”, “son mi música el<br />

sonido mar bravío de los cables sacudíos y el roncar de los cañones”.<br />

Otra de las ocurrencias de Altaha y que tuvo rápidamente una buena<br />

aceptación, fue el que llamó, dentro de su habitual moderación, “concurso<br />

internacional de gastronomía trasatlántica”. Así, Cada uno tenía que hacer una<br />

comida especial con los limitados recursos que contaban. La experiencia resultó<br />

simpática, supliendo la carencia con originalidad, haciendose famosos los<br />

nombres que les ponían a sus creaciones como “el arroz cuasiquemado al salitre<br />

de mar” o los “pate de mejillones al escabeche con esencia vaporizada de gasoil”.<br />

Altaha, ya lanzada al abismo de la imaginación, decidió juntar a todos para una<br />

clase de aerobic, apareciendo con un chándal y calentadores, que confeccionó<br />

cortando unos calcetines. Los tres intentando moverse en el reducido salón<br />

resultaba, de por sí, un ejercicio de gimnasia contorsionista. Carlos, de todas<br />

formas, acabó reconociendo que para el estiramiento de espalda le vino muy<br />

bien, a pesar de las agujetas.<br />

Estas ocurrencias tuvieron el resultado pretendido, rompiendo la monotonía y<br />

haciendo el viaje, a partir de ese momento, muy entretenido. Eso sí, todo ello a<br />

costa de convertir a Carlos y Marcelo en una especie de marionetas al arbitrio de<br />

la descontrolada imaginación de Altaha. <strong>El</strong>los, lejos de sentirse molestos, estaban<br />

encantados, pues ese espíritu jovial y fresco de Altaha que llenaba el Albatros,<br />

transformaba su vida diaria.<br />

Tal y como había anticipado Marcelo, el Albatros, a diferencia del puente de<br />

un barco situado en alto y alejado de las olas, tenía el gran defecto de ser bajo y<br />

estar justamente en la proa, así que cuando navegaban tenían una visibilidad muy<br />

limitada.<br />

Carlos, tal vez para justificar su diseño, aprovecho para comentarles el famoso<br />

avión “espíritu de San Luis”, que por primera vez atravesó el atlántico, en un<br />

vuelo en solitario sin escalas de Nueva York a París en mayo de 1927, pilotado por<br />

Charles Lindbergh tenía el mismo problema. Para un viaje tan largo necesitaba<br />

mucho combustible, así del peso total 2380 kilos 1705 correspondían a<br />

combustible. <strong>El</strong> depósito principal lo tuvo que alojar dejante del puesto de<br />

mando, para que así estuviese centrado el peso y con independencia del<br />

combustible que quedase el centro de gravedad fuese el mismo. Lo malo es que<br />

— 226 —


con el depósito delante, el piloto no tenía ninguna visibilidad, por lo que tuvo que<br />

utilizar un periscopio u optar por sacar la cabeza por la ventana. Tanta fue la<br />

obsesión por reducir el peso, fue que se prescindió de <strong>numero</strong>sos elementos<br />

usuales como el nivel de combustible, la radio, o incluso el asiento del piloto fue<br />

sustituido por una ligera silla de mimbre.<br />

Después de la anécdota, volvieron a considerar que esa falta de visión no<br />

dejaba de ser incomoda, así que pensaron como podrían mejorarla. Altaha<br />

encontró una ocurrente solución; disponía de dos pequeñas cámaras Web y<br />

pensó en ponerla en los extremos de las alas, así cuando una de ellas estuviese<br />

elevada tendrían una visión desde lo alto.<br />

Fue más fácil pensarlo que hacerlo, pues tuvieron que pasar un cable por todo<br />

el interior del ala, y la mejor manera de hacerlo era tenerla estirada.<br />

Aprovechando una zona de encalmadas, pararon el Albatros y Marcelo acabo<br />

metido en el agua, pasando el cable mientras que el ala se apoyaba en unos<br />

bidones vacíos para que no se hundiese.<br />

La imagen de las cámaras las podía visualizar en cualquiera de los<br />

ordenadores, incluso a la tableta táctil de Altaha diez pulgadas que se conectaba<br />

por wifi. <strong>El</strong> único defecto es que solo se podía ver en la dirección en que estaba<br />

navegando y no el lateral o la popa. Aun así, este pequeño invento les dio mucha<br />

más tranquilidad pues podían estar los tres juntos en la bañera o comiendo en el<br />

salón, mientras que supervisaban lo que tenían por delante.<br />

Marcelo dejó que amaneciese y con los primeros rayos de luz dio por<br />

finalizada la guardia nocturna. Uno de los problemas habituales de los cambios de<br />

guardia en la navegación nocturna es que el que sale tiene prisa por irse, pues<br />

está cansado, y el que entra llega dormido, por lo que supone un momento en<br />

que la atención es muy reducida y se incrementa el peligro. Marcelo consciente<br />

de eso, cuando daba el relevo, esperaba una hora antes de acostarse para<br />

verificar que sus compañeros estuviesen totalmente preparados y despiertos. Así<br />

que esa mañana, como solía ser habitual los despertó y mientras Carlos y Altaha<br />

se iban espabilando, él les fue preparando el desayuno. Dado que el Albatros<br />

navegaba automáticamente y el mar estaba despejado, ahora que disponían de<br />

cámaras controlando toda la visión, no había ningún problema para desayunar los<br />

tres juntos.<br />

— ¿Qué tal ha ido la noche? –le preguntó Altaha a Marcelo.<br />

—Tranquila, sin ningún incidente. Me pareció ver una luz a babor, pero estaba<br />

demasiado lejana y enseguida desapareció.<br />

—Bueno, pues un día más en el medio de océano, igual que ayer.<br />

— 227 —


—En realidad hoy es especial, al amanecer hemos cruzado en trópico de<br />

cáncer situado en los veintitrés grados y veintiséis minutos de latitud.<br />

—Vaya, me sorprendes que estés atento al horóscopo, pensé que tú no creías<br />

en la astrología.<br />

Marcelo miró a Altaha con cara de estupor, mientras pensaba como podía ser<br />

posible que fuese tan indiferente en cuestiones del mar, teniendo en cuenta que<br />

toda su vida discurrió en una isla.<br />

—Claro que no creo en esas tonterías de ignorantes. <strong>El</strong> trópico de cáncer, no<br />

tiene nada que ver con el horóscopo. Es una línea imaginaria que define el Angulo<br />

de inclinación de la tierra respecto al eje del giro sobre el sol. A partir de ese<br />

punto alguna vez en el año, cuando el sol cae verticalmente, se llama cenit. Esta<br />

línea imaginaría delimita los puntos más septentrionales en los que el Sol llega a<br />

brillar desde el cénit, que es la vertical del lugar, lo que ocurre entre el veinte y<br />

veintiuno de junio de cada año, a lo que se le denomina como solsticio de junio. <strong>El</strong><br />

Trópico de Cáncer señala el límite septentrional de la llamada Zona Intertropical,<br />

comprendida entre los trópicos de Cáncer y Capricornio.<br />

Altaha se llevó las manos a la cabeza.<br />

— ¡Marcelo, no empieces con los angulitos que me fundes! Y a mí lo del<br />

trópico me suena a tropical, vamos que lo asocio con una piña o un coco. Además,<br />

estoy muy dormida para la clase una de astronomía. Y por ultimo, no veo la<br />

utilidad a todo esto, a no ser que me interese eso del sol vertical para ponerme<br />

más morena.<br />

—Si tuvieses que navegar con un sextante, verías lo importante que es el<br />

angulo del sol.<br />

—No lo discuto. Pero da la casualidad que navegamos con GPS, así que lo<br />

dicho, no vale para nada.<br />

—Entonces tampoco querrás saber que esta noche hemos atravesado<br />

meridiano cuarenta y cuatro grados cincuenta y ocho minutos, es decir que<br />

hemos pasado la línea Alejandrina.<br />

— ¿Y eso que es? ¿Un peaje en la mitad del atlántico?<br />

Carlos casi soltó una carcajada. La verdad es que Altaha, entre burlona y<br />

sarcástica, resultaba muy ocurrente y divertida.<br />

—No, –dijo con paciencia Marcelo-, es una línea imaginaría de longitud, que<br />

va del norte al sur.<br />

—O sea, otra cosa que tampoco sirve para nada.<br />

—Hoy por hoy no, pero hace quinientos años, te diría: “vos habéis de saber<br />

que todo lo que a partir de ahora descubramos pertenece a la corona de castilla”.<br />

—Te ha sentado un poco mal la guardia, ¿Por qué hablas tan raro?<br />

— 228 —


—Es una frase en castellano antiguo, de la época de los reyes católicos, que<br />

indicaba que todo lo que se descubriese y conquistase a partir de este paralelo<br />

hacia el oeste, pertenecería a la Corona de Castillas y Aragón, que en la época<br />

venía a ser toda España.<br />

— ¿Y porque ese reparto? –preguntó Carlos.<br />

—Todo comienza a partir del año 1.400, entre todas las potencias europeas,<br />

fueron España y Portugal las que más rápidamente comenzaron a expansionarse<br />

por el atlántico, debido a su posición cercana a África; Así fueron ampliando los<br />

territorios. Conquistar una tierra con algunos salvajes, resultaba relativamente<br />

sencillo, pero conservar ese territorio contra el ejército de una potencia vecina<br />

implicaba disponer de un gran ejército. La corona de Castilla y Portugal no<br />

tardaron en entrar en conflicto. Pero siendo vecinos, les interesaba más llegar a<br />

acuerdos que a una guerra y esta voluntad dio lugar a que firmase un acuerdo en<br />

Toledo en 1480 llamado Tratado de Alcacovas, el que estableció que España<br />

tendría los derechos de explotación desde las islas Canarias hacia el norte y<br />

Portugal de este punto al sur.<br />

— ¿No habías dicho que se lo repartían hacia el este y hacia el oeste?<br />

—Sí, tienes razón, pero ese fue el primer tratado. Ese acuerdo se mantuvo sin<br />

cambios durante varios años. Pero el descubrimiento de América en 1492, varió<br />

totalmente la situación y vino a reavivar el conflicto. Portugal consideró que, las<br />

tierras descubiertas por Colón por debajo de Canarias le pertenecían. España<br />

alegó que esos tratados se restringían sólo a las tierras africanas, pues cuando se<br />

elaboró no se conocía América.<br />

—Vaya lio.<br />

—Sí, tanto que estuvieron a punto de entrar en guerra. Por ese motivo la<br />

corona de Castilla decidió pedir la intervención del Papa. <strong>El</strong> papa, Alejandro VI,<br />

emitió una serie de documentos que favorecían a los reyes de España. Estos<br />

documentos son conocidos como las Bulas Alejandrinas, trazando una línea de<br />

norte a sur para repartirse el mundo a descubrir entre España y Portugal. Esta<br />

línea pasaría a cien leguas al oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, y es<br />

llamada la primera línea alejandrina.<br />

— ¿Cómo la primera? ¿Es que hubo otras?<br />

—Sí. Según se iba descubriendo cada vez más territorio en América, Portugal<br />

se sentía cada vez más perjudicado. Se pactó un último tratado que desplazó la<br />

línea doscientas setenta leguas hacia el oeste. <strong>El</strong> acuerdo ratificado por el Papa se<br />

conoció con el nombre de Tratado de Tordesillas, quedando fijada la línea a<br />

trescientas setenta leguas al oeste de las islas azores. Por este tratado permitió a<br />

— 229 —


Portugal adquirir el trozo de América más al oeste, el que llegaría a ser conocido<br />

como Brasil.<br />

—Me confunde un poco eso de la legua como unidad de medida ¿A cuánto<br />

equivale?<br />

—La legua es una antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una<br />

persona o un caballo pueden andar en una hora, criterio que según la zona podía<br />

variar de los cuatro y los siete kilómetros. La legua marina quedo fijada en 5.555<br />

metros. <strong>El</strong> acuerdo de tordesillas fijaba trescientas setenta leguas, que equivalen<br />

a unas 1.733 millas desde las Azores, así que hoy hemos atravesado esa línea<br />

situada en 44º 58' 7'' al oeste de Greenwich.<br />

—Muy interesante, no tenía ni idea –comentó Carlos, que siguió muy<br />

interesado toda la explicación.<br />

Altaha abrió la boca en un bostezo eterno.<br />

—Vale Marcelo, pero la próxima vez espera a que me haya despertado,<br />

porque me has fundido con tantas líneas de longitud y latitud. Me ha vuelto la<br />

modorra y ahora solo tengo ganas de dormir.<br />

—Si quieres sigue durmiendo –le dijo Carlos—, yo me quedo en este turno.<br />

—No, qué sino cambio el sueño y lo mismo acabo haciendo la guardia de<br />

noche con Marcelo y me funde con más historias.<br />

—Si ya lo dijo mi abuelo –se defendió Marcelo-, no hay que dar margaritas a<br />

los cerdos.<br />

—Que simpático, lo dices como si toda esa historia hubiese tenido alguna<br />

importancia.<br />

—Pues claro que tuvo importancia, ademas de surgir paises, entre otras cosas<br />

dio lugar a una de las grandes aventuras de la marina Española.<br />

— ¿Y cómo fue eso? –Le preguntó Carlos.<br />

—Como ya comenté, en esa época el comercio más importante eran las<br />

especias, que se encontraban en oriente. Pero según el tratado de Tordesillas lo<br />

que estaba al este se consideraba de Portugal y lo que estaba al oeste, de España.<br />

Pero nadie había contado con que la tierra es redonda, pues aunque lo sabían,<br />

pensada que no se podía llegar al este circunnavegando el oeste. Colon<br />

precisamente descubrió América intentando burlar ese tratado y encontrar una<br />

ruta por el oeste para llegar a las especias de Asia. Después de descubrirse<br />

América, se dieron cuenta que la tierra resultaba más grande de lo previsto, pero<br />

la idea seguía siendo la misma, y esa búsqueda dio lugar al mayor viaje de<br />

navegación del mundo.<br />

Altaha bostezaba, no muy entretenida con la historia.<br />

— 230 —


—Bueno tampoco serería el mayor, que todo el mundo sabe que los mejores<br />

navegantes fueron los ingleses.<br />

<strong>El</strong> comentario no le hizo ninguna gracia a Marcelo.<br />

—Empiezo a estar muy cansado de los ingleses, se nota que ellos han escrito<br />

la historia. No tengas ninguna duda que los mejores navegantes fueron los<br />

españoles, por lo menos en el siglo XV y XVI.<br />

Altaha, consciente de los conocimientos de Marcelo, se mantuvo<br />

extrañamente moderada.<br />

—No te lo discuto. Lo comentaba, porque vi hace poco un documental del<br />

viaje del capitán Cook que llego hasta Australia, lo describían como el viaje más<br />

largo realizado por un navegante.<br />

—Eso es porque los documentales los hacen los ingleses y americanos, y<br />

lógicamente les gusta destacar que ellos son los mejores. Cook circunnavegó el<br />

mundo en 1768, pero el primero en hacerlo fue Juan Sebastián el Cano,<br />

doscientos cincuenta años antes en 1519, con la desventaja de no tener ni la más<br />

mínima idea de lo que se iba a encontrar, con menos medios y peores barcos, así<br />

que tiene muchísimo más mérito.<br />

— ¿Es una buen historia? –le preguntó Carlos.<br />

—Sin duda. Aunque la realidad es que <strong>El</strong> Cano acabo como héroe de milagro,<br />

eso naturalmente lo solemos ocultar.<br />

— ¿De milagro?<br />

—Sí, <strong>El</strong> Cano, fue un capitán que acosado por las deudas tuvo que vender el<br />

barco en Italia. Como eso estaba prohibido por el Rey de España, acabo<br />

perseguido y fugitivo. Así cuando se montó la expedición por Fernando de<br />

Magallanes, se enroló discretamente como maestro de una de las Naos.<br />

— ¿Pero si Fernando de Magallanes era portugués, que hacía en una<br />

expedición de España?<br />

—Sencillo, en efecto era portugués, pero su rey le negó un aumento de<br />

pensión y molesto pasó al servicio del Rey de España. Respecto la expedición<br />

buscaba traer especia de las islas Molucas, situadas en Indonesia. Como<br />

consecuencia el tratado no podía navegar hacia el este, la única forma de llegar<br />

era por el oeste dando la vuelta al mundo. <strong>El</strong> problema es que nunca se había<br />

hecho y había que encontrar una ruta. Por ese motivo la llamo la expedición de<br />

las Molucas. Partieron cinco barcos y doscientos treinta y cuatro hombres.<br />

—Que interesante, yo siempre había pensado que fue un viaje en plan<br />

exploración, y en realidad solo buscaban una ruta para comercializar las especias.<br />

—Pues sí, los Reyes no son Reyes por dedicarse a hacer excursiones.<br />

— ¿Y qué pasó con la expedición se fueron por América?<br />

— 231 —


—Sí, en efecto, salen de las Canarias, y se dirigen al sur, pues ya sabía que por<br />

el norte hay mucho hielo. Pasan por el Río de la Plata y llegaron a la bahía de San<br />

Julián. Como llegó el invierno, decidieron recalar allí hasta la primavera. Pero las<br />

cosas comenzaron a ir mal.<br />

— ¿Y eso?<br />

—Una de las naves naufragó, por lo que solo quedaron cuatro. En esa zona<br />

inhóspita no se podían conseguir alimentos, así que después de varios meses,<br />

comenzó un racionamiento de víveres y lo pasaron mal. Esto dio lugar a una<br />

rebelión de tres de las cuatro naves. La rebelión fue sofocada y los conspiradores<br />

ejecutados. <strong>El</strong> Cano estuvo a punto también de morir, pero tuvo suerte, pues<br />

aunque comenzó del lado de los conspiradores, después logró convencer a los de<br />

su navío para que abandonasen la rebeldía, eso le salvo y fue indultado. En la<br />

primavera comenzaron a buscar un pasó por el sur.<br />

— ¿Por qué no pasaban por el cabo de Hornos?<br />

—Les resultaba imposible, en esa época esos barcos eran cortos y anchos,<br />

navegaban poco y básicamente con vientos de popa y a favor de las corrientes, así<br />

que con vientos fuertes en contra, ciñendo no podían atravesar el cabo de<br />

Hornos. Después de muchas vueltas encontraron un paso, al que llamaron<br />

estrecho de Magallanes. En esta travesía hubo una nueva incidencia, pues una<br />

nave se sublevó y volvió a España; causando además un serio problema añadido,<br />

pues era la que llevaba más víveres. Aun con estos contratiempos, decidieron<br />

seguir con solo tres naves y pocos alimentos.<br />

— ¿Esa era la zona de tierra de fuego?<br />

—Sí, Magallanes la llamo así, por las muchas fogatas que allí encendían<br />

nativos que la poblaban, y no por que existiesen volcanes activos, como<br />

habitualmente se cree.<br />

—Curioso.<br />

—Pues siguió la expedición y tuvieron que atravesar el océano pacifico, y<br />

durante tres meses no encontraron tierra firme. <strong>El</strong> hambre que pasaron fue tal,<br />

que llego el punto que pagaban cuantiosas monedas por una simple rata para<br />

devorar. <strong>El</strong> agua se pudrió y los hombres comían incluso cuero reblandecido y<br />

serrín. Por suerte finalmente llegaron a una isla con víveres.<br />

—Entonces, –preguntó con curiosidad Altaha- lo consiguieron finalmente.<br />

—En teoría sí, pero cuando parecía que había pasado todo lo malo, en la isla<br />

filipina de Mactán la expedición sufre una nueva desgracia, pues Magallanes<br />

perece en una contienda con una tribu cebuana encabezada por el jefe tribal<br />

LapuLapu. Se puede pensar que fue un poco temerario pues se enfrentó con<br />

cuarenta y nueve hombres a unos mil quinientos lugareños; pero también hay<br />

— 232 —


que decir a su favor que casi toda la conquista de América se hizo con esta<br />

desproporción.<br />

—Vaya desastre que muriese el capitán.<br />

—Sí, además esta catástrofe redujo a ciento catorce los sobrevivientes de la<br />

expedición, la mitad de los que salieron. En ese momento, ya no disponían de<br />

suficientes marineros para tripular tres barcos, y queman el que estaba en peor<br />

estado. Los dos navíos estuvieron seis meses vagando por el mar de China incluso,<br />

pirateando ocasionalmente para conseguir recursos.<br />

— ¿Y el Cano ya era capitán?<br />

—No, quedaban dos. Pero la mala suerte hizo que muriesen a causa de la<br />

traición del rey de Cebú, que quería librarse de los españoles. Invitó a los<br />

miembros de la expedición a un convite. Bajaron a tierra veinticuatro españoles.<br />

Ninguno de ellos regresaría.<br />

—Pues sí que tenían mala suerte.<br />

—Los miembros de la expedición que quedaron tomaron rumbo a las<br />

Malucas. Arribaron a la isla de Tidore. Fueron bien recibidos en esta isla y<br />

cambiaron paños y otras mercaderías por una respetable cantidad de clavo.<br />

— ¿Consiguieron entonces el objetivo pretendido?<br />

—Esa era la primera parte, pero ahora tenían que volver. Y se planteó un<br />

problema. Si regresan por el camino más corto, es decir por el Índico, al tratarse<br />

de territorio portugués podrían ser capturados. Y si decidían volver por el pacifico<br />

se exponían a morir de hambre. Se dividen, una la nao Trinidad al mando de<br />

Gonzalo Gómez de Espinosa va en dirección del pacifico, y otra la nao Victoria<br />

volvió por el Cabo de Buena Esperanza, al mando de Juan Sebastián <strong>El</strong>cano, que<br />

es cuando asumió finalmente funciones de capitán. La nao Trinidad, después de<br />

seis meses y de haber fracasado en su intento de regresar por el pacifico, volvió a<br />

las Molucas, entregándose a los portugueses que habían conquistado Tidore. <strong>El</strong><br />

Cano, regresa navegando con cuidado de no ser atrapado por los portugueses.<br />

Llegó a España el 6 de septiembre de 1522 con 17 hombres, después de tres años<br />

menos catorce días de navegación, tras recorrer cuarenta y dos mil millas<br />

náuticas. Fueron los primeros en circunnavegar la Tierra.<br />

—Imagino que el Rey estaría emocionado y el Cano reconocido como Héroe.<br />

—Más o menos. Carlos I le perdona su antiguo delito. Le concedió un escudo<br />

de armas, cuya cimera es un globo terráqueo con la leyenda Primus circumdedisti<br />

me o “<strong>El</strong> primero en rodearme”. También le asignó a <strong>El</strong>cano una renta anual de<br />

quinientos ducados en oro, que nunca llegó a recibir.<br />

—Menuda aventura –comentó Carlos—. Tenías razón, fue impresionante. Y<br />

aunque has desmitificado a <strong>El</strong>cano, en realidad no le resta merito a su viaje.<br />

— 233 —


—Sí, eran otros tiempos, ahora ya no es posible, ya está todo descubierto.<br />

—Puede ser. Ahora los retos de navegación están en el espacio, llevar el<br />

hombre a Marte. Aunque comparándolo con la aventura de <strong>El</strong>cano, creo que el<br />

viaje a Marte parece más sencillo; Son seis meses ida y seis de vuelta, en total un<br />

año. Magallanes tardo casi tres años, eso sin contar que desconocían lo que se iba<br />

a encontrar.<br />

Altaha aportó su punto de vista.<br />

—Así que nosotros somos unos pringados, comparados con esa gente. Yo que<br />

estaba tan emocionada con esta aventura.<br />

—No bajes la guardia, en la mar sobre todo se mueren los confiados, así que<br />

atenta con todo.<br />

—Como suelo decir: Sin riesgo no hay placer.<br />

—Pues como decía mi abuelo, “los que se arriesgan saliendo a la mar es<br />

porque en tierra no tienen que comer”.<br />

—Bueno –comentó conciliadora- es una forma de vida, cada profesión tiene<br />

sus peculiaridades.<br />

—La mar es diferente. Dicen que “en el mundo hay tres clases de individuos;<br />

los que viven, los que mueren y los que están en la mar”.<br />

—Pues sí que sois optimistas en tu familia de pescadores.<br />

Carlos levantó el vaso.<br />

—En definitiva, que si eres marinero, mejor ser amigo de Caronte para te lleve<br />

al reino de Hades a través del río estigia. Debes de tener preparada una moneda<br />

para pagar el viaje. Brindemos, porque nuestro viaje sea placido.<br />

— ¿De qué demonios estás hablando? – le preguntó Marcelo.<br />

—Mitología griega, y también en la divina comedia de Dante ¿No te suena?<br />

—No, seguro que no tiene que ver con la mar.<br />

Altaha negó con la cabeza.<br />

—Pues yo de mitología lo justo, vamos, el horóscopo y poco más.<br />

Carlos se encogió de hombros.<br />

—Vale, dejarlo, eso me pasa a mí por leer a los clásicos, me lo tengo merecido.<br />

Marcelo, hasta ese momento de la travesía, no había permitido que ninguno<br />

hiciese las guardias nocturnas, las consideraba demasiado peligrosas como para<br />

que Carlos o Altaha asumiesen tal responsabilidad.<br />

Sus amigos protestaron, pues a pesar de que Marcelo podía descansar el resto<br />

del día, entre una cosa y otra, al final el que hacia la guardia nocturna acababa<br />

durmiendo menos.<br />

— 234 —


Para convencerlos les explicó, que el mayor error en que se puede incurrir, es<br />

pensar que se trata de una guardia igual que la diurna solo que con menos luz. Lo<br />

cierto, es que existen muchas circunstancias que la hacen completamente<br />

diferente. La primera es que el cuerpo humano funciona por ritmos cíclicos de<br />

veinticuatro horas, y asocia ciertas horas al sueño y al cansancio; así a menos que<br />

uno este muy acostumbrado hacer una guardia en una hora donde habitualmente<br />

está dormido, implica estar mucho más cansado y poco atento a la navegación.<br />

Otra peculiaridad, que ya pudieron comprobar Carlos y Altaha cuando salieron<br />

huyendo de Rianxo, es que los barcos no llevan luces para iluminar, tan solo luces<br />

de posición. Esto en la noche implica que solo se ven unas luces blancas rojas o<br />

verdes, que hay que interpretar para saber qué tipo de barco y rumbo lleva. Pero<br />

eso ocurre en el mejor de los casos, si hay olas, lluvia o niebla, un barco que está<br />

delante a menos de una milla puede pasar perfectamente oculto hasta que el<br />

abordaje es inevitable. Por último, están los pequeños objetos que flotan, y que<br />

durante el día pueden vislumbrar, pero durante la noche sencillamente es<br />

imposible.<br />

Así con todos estos inconvenientes, unida a la circunstancia que no llevaban<br />

radar, hicieron que Marcelo se opusiese a abandonar las guardias nocturnas.<br />

Tanto Carlos como Altaha lo aceptaron inicialmente sin protestar, pues<br />

bastante tenía con hacerse a la navegación y a las incomodidades de la<br />

convivencia, como para además, enfrentarse a las guardias nocturnas; pero<br />

después de dos semanas de navegación Altaha, inquieta como siempre, insistió a<br />

Marcelo que deseaba realizar una guardia nocturna.<br />

Marcelo, inicialmente, se opuso sin dar explicaciones. Ante la insistencia de<br />

Altaha, se volvió a oponer dando las convenientes explicaciones. La persistencia<br />

de Altaha continuó, y finalmente Marcelo claudicó, consciente que estaba<br />

dispuesta a seguir insistiendo horas y horas.<br />

Carlos expuso, con su lógica habitual, que prefería no alterar su biorritmo del<br />

sueño, aunque si se repartían turnos de guardia nocturna él los respetaría.<br />

Marcelo lo excluyó de forma inmediata, una cuestión era sucumbir a los caprichos<br />

de Altaha y otra muy diferente perjudicar a Carlos.<br />

Durante todo el día se dedicó a poner al tanto a Altaha de cómo hacer la<br />

guardia y los peligros que implicaba. Conociendo a Altaha, lo primero que le<br />

advirtió claramente es que la primera guardia, como mínimo, la harían juntos, y<br />

después según viese como se comportaba, algún día la dejaría sola. Altaha, con<br />

más interés por la experiencia que por estar sola, no protestó por esta imposición.<br />

Lo primero que había que tener en cuenta, es nunca salir a cubierta sin los<br />

arneses, pues si caía por la borda, ninguno de los compañeros que permanecían<br />

— 235 —


dormidos se darían cuenta. Además, aunque oyesen algún grito sería<br />

prácticamente imposible encontrarle en la oscuridad del mar. Le recordó que<br />

llevaban localizadores GPS de emergencia para las balsas salvavidas pero no<br />

incorporados a cada traje de aguas.<br />

Le comentó que en una competición de la vuelta al mundo a vela, el velero<br />

español “fortuna” cuando navegaba por los mares australes de noche a más de<br />

veinticinco nudos, se cayó un tripulante; por suerte llevaba el GPS, y el timonel en<br />

una virada cerrada, que aún hoy la recuerdan como antológica, volvió y lo rescató<br />

de una muerte segura.<br />

<strong>El</strong> Albatros respecto a un velero clásico disponía de una pequeña ventaja, pues<br />

se podría controlar desde el puesto de mando interior de la proa, a diferencia de<br />

los veleros que siempre tienen la rueda del timón o la caña en la popa. Altaha<br />

consciente de ese factor, lo primero que dijo es que no tenía ningún interés en<br />

estar en la cubierta expuesta al viento y las olas. Marcelo iba a decir algo pero<br />

prefirió callarse.<br />

Las guardias nocturnas consistían básicamente en esperar a que no pasase<br />

nada; el navegante debía verificar que se estaba siguiendo el rumbo previsto y<br />

que el estado del barco se mantuviese sin incidencias.<br />

Marcelo le explicó que la primera guardia, posiblemente sería la peor, pues no<br />

estaba acostumbrada, así que mejor que se lo tomase con calma; si no aguantaba<br />

más que unas horas, no pasaba nada.<br />

Después de la cena, mientras que Carlos tomaba su preceptiva manzanilla,<br />

Marcelo y Altaha lo hicieron con un café bastante cargado. Según la previsión de<br />

Marcelo, el café le pondría las pilas a Altaha hasta las dos o tres de la mañana,<br />

después aguantaría dos horas más y a partir de las cinco le empezaría a vencer el<br />

sueño. Si seguía con la idea de hacer la guardia completa debería tomarse otro<br />

café sobre las tres o cuatro. Existían sustancias como las anfetaminas cuyos<br />

efectos resultaban mucho más contundentes, pues no solo excitaban sino que<br />

disminuían el cansancio y aumentaban la capacidad de concentración; pero<br />

Marcelo siempre se opuso a tomarlas, estaba convencido que a la larga destruían<br />

el cerebro. La realidad es que no disponían de ninguna ayuda especial a excepción<br />

del café.<br />

Dejaron a Carlos acostándose y se fueron a la proa, entre ellos y Carlos había<br />

dos puertas y estos favorecerían no molestarlo con sus conversaciones.<br />

Ya en la cabina, Marcelo le dijo a Altaha que mirase el mar para ver que veía.<br />

Altaha pudo comprobar que con la cabina tan baja y a través de los cristales se<br />

veía mal el mar, en realidad lo veían todo negro y se reflejaba las luces de los<br />

instrumentos en los cristales, reduciendo aún más la exigua visibilidad.<br />

— 236 —


Por este motivo Marcelo prefería estar en la cubierta y mirar directamente al<br />

mar y al cielo. La cubierta de popa se encontraba sumida en la oscuridad así que<br />

la retina del ojo se abría al máximo para captar la más mínima luz del ambiente.<br />

La desventaja es que si uno se metía en el interior, con las luces perdía esta<br />

ventaja durante al menos un cuarto de hora, así que habría que evitar encender<br />

las luces. Le comentó que por ese motivo cuando se ve una película de barcos de<br />

guerra, de noche están todos con una luz roja muy tenue, pues es espectro rojo es<br />

el que menos hace que reduzca la pupila y mejor se adapta a la oscuridad.<br />

Altaha, no le hacía mucha gracia estar en cubierta toda la noche, así que<br />

intentó utilizar los monitores de las cámaras Web de las alas, pero la calidad<br />

resultaba muy limitada para intensificar la luz nocturna y no se veía nada.<br />

Pensando cómo solucionarlo, tuvo una idea muy buena. Una cámara normal para<br />

visualizar un objeto tiene que tener un programa especial que identifique las<br />

imágenes, es una programación conocida pero muy compleja y fuera del alcance<br />

de Altaha. Pero ahora que no veían nada, si aparecía un a luz de un barco sería lo<br />

único que destacaría en una pantalla negra, así que programar que avisase en ese<br />

caso sería muy sencillo. No tardó más de media hora en realizar un programa que<br />

buscaba los cambios en la pantalla negra para detectar las luces. Tuvo que hacer<br />

algún ajuste por los errores los objetos del cielo como la luna, planetas y estrellas,<br />

pero una vez realizados, funcionaba correctamente. Bueno al menos eso pensó<br />

pues tampoco disponía de ningún barco para ver si saltaba la alarma. <strong>El</strong> programa<br />

debería de ser ajustado cuando llegasen a la costa.<br />

Después de una hora, decidieron salir a la bañera para seguir la guardia, se<br />

pusieron los trajes de agua con el arnés, pasando despacio por la cabina para no<br />

despertar a Carlos. <strong>El</strong> mando a distancia de Altaha para manejar el Albatros<br />

funcionaba perfectamente y además podían monitorizar las cámaras de las alas<br />

por si aparecía alguna luz.<br />

Marcelo acostumbrado a las guardias en solitario permanecía callado, pero<br />

Altaha no podía actuar contra su estado natural de comunicación perpetua, así<br />

que no paro de hablar de todas las cosas que se le pudieron ocurrir.<br />

Marcelo intentaba que se centrase en aprender todo lo que podía ser<br />

interesante; como mirar las estrellas, como la tenue luz de la luna destacaba en la<br />

espuma de las olas, o notar los cambios del viento. De todas formas se trataba de<br />

sutiles diferencias que solo una persona acostumbraba a sentir el mar durante<br />

años podía descifrar, así que Marcelo se resignó a enseñarle lo básico.<br />

Tuvieron la suerte que la noche aguantó despejada, y estuvieron en cubierta<br />

casi todo el tiempo. Justo antes del amanecer, ya cansados de todas esas horas<br />

prepararon juntos el desayuno, y se sentaron en la bañera a tomarlo mientras<br />

— 237 —


amanecía. Poco a poco la oscuridad iba desapareciendo, se iluminaba primero los<br />

perfiles y después definiendo la suavidad de los colores en tono pastel, hasta que<br />

los primeros rayos de sol les iluminaron.<br />

A Altaha siempre le gustó el atardecer, pero realmente nunca había llegado a<br />

pensar y valorar que el ocaso implica la desaparición del día, de ahí que se asocie<br />

a algo bueno que se acaba; mientras que el amanecer resulta mucho más<br />

optimista y positivo.<br />

Después de ese descanso despertaron a Carlos y con calma le dieron el relevo.<br />

Se acostaron cada uno en una litera frente al otro, se miraron tranquilamente<br />

antes de cerrar los ojos. Altaha estaba encantada con esa mezcla de cansancio y<br />

sensación de placidez, resultando terriblemente gratificante, por lo que no tardó<br />

más que unos segundos en quedarse dormida profundamente.<br />

<strong>El</strong> resto de los días, siguieron con esta costumbre, convirtiéndose la noche en<br />

un momento especial donde Marcelo y Altaha compartían a solas esas horas;<br />

turnándose vigilar, tomando café y compartiendo conversación. Ese momento<br />

especial culminaba compartiendo la visión del amanecer mientras desayunaban.<br />

Altaha comentaba con guasa que se estaban convirtiendo en vampiros, vivían con<br />

la noche y se refugiaban con los primeros rayos de luz.<br />

<strong>El</strong> viaje transcurría tranquilo, por lo que disponían de mucho tiempo donde lo<br />

que más les gustaba es hablar, pero hasta en ocasiones Altaha parecía estar<br />

cansada. Ese día en concreto, un poco aburrida recurrió a Marcelo.<br />

— ¿Por qué no nos cuentas alguna historia de esas que sabes?<br />

— ¿Sobre qué?<br />

—Lo que quieras. Aunque imagino que será sobre el mar.<br />

— ¿Te interesan los naufragios?<br />

— ¿Qué quieres que te diga?, hablar de eso cuando navegamos en medio del<br />

atlántico, me da un poco de yuyu.<br />

—No creas, en mi tierra cuando más se habla de los muertos es en los<br />

entierros. Pero si ese tema no te gusta, buscamos otro.<br />

—Bueno, venga, que no hay que ser supersticiosa, aunque lo sea.<br />

—Eso me recuerda al dicho de Galicia que dice yo no creo en las brujas, pero<br />

haberlas hailas.<br />

—De todas formas eso de los naufragios, imagino que será algo muy raro.<br />

—Ahora con la radio y el GPS, es fácil pedir ayuda, pero hasta hace muy pocos<br />

años solo existía la posibilidad que te viese otro barco o que llegases a tierra y las<br />

posibilidades estaban casi siempre en contra.<br />

— 238 —


—Imagino que el más famoso fue Robinson Crusoe.<br />

—Sí, pero fue un personaje de ficción de la novela escrita por Daniel Defoe en<br />

1719. Se inspiró en náufragos reales como un marinero escocés, Alexander<br />

Selkirk, que en 1709 se pasó cuatro años en una isla desierta en el archipiélago<br />

Juan Fernández frente a Chile, isla a la que le acabaron poniendo su nombre. Otro<br />

caso conocido fue Pedro Serrano capitán de marina español, que como único<br />

superviviente logró sobrevivir ocho años en 1534 en un banco de arena del Mar<br />

Caribe y también le quedo el nombre a este banco como Banco Serrana.<br />

—Debe de ser horrible ser náufrago en tierra, pero estar a la deriva en el mar<br />

tiene que ser mucho peor.<br />

—Sin duda, tal vez el más famoso fue un joven marinero de veinticinco años,<br />

de china llamado Poon Lim. Iba en 1942 en el buque británico SS Ben Lomond,<br />

cuando fue torpedeado por un submarino alemán en la mitad el atlántico. Tuvo<br />

mala suerte, pues mientras a los otros supervivientes los rescató el submarino,<br />

pero él se quedó flotando agarrado a unos restos. Al amanecer ve una pequeña<br />

barca salvavidas de tres por tres metros, hecha de listones sobre bidones. En el<br />

equipo de supervivencia de balsa tenia algunos alimentos y treinta litros de agua,<br />

en estas condiciones Poon calculo que podría sobrevivir hasta veinte días, si la<br />

balsa no se hundía.<br />

—Bueno, veinte días ya sería mucho –comentó Altaha-, imagino que antes lo<br />

rescatarían.<br />

—Por resumir su aventura, te diré que recurrió a todo lo que tenía a mano,<br />

para recoger el agua de la lluvia o pescar, y acabo incluso capturando un tiburón<br />

para poder comer.<br />

— ¿Pero cuánto tiempo estuvo flotando?<br />

—Tuvo mala suerte, pues una vez lo divisó un barco, y cuando vio que era<br />

chino no lo recogió, y otra un avión de reconocimiento que lo perdió por una<br />

tormenta. Finalmente lo recogieron unos pescadores cerca del rio amazonas<br />

después de permanecer ciento treinta y tres días en esa balsa.<br />

— ¡Dios! –exclamó Altaha- ¿Más de seis meses en la balsa? ¿Y qué fue de su<br />

vida, después de esa aventura?<br />

—Pues se volvió bastante famoso. Regresó a Reino Unido y el rey Jorge VI le<br />

otorgó personalmente la Medalla del Imperio Británico, la condecoración más alta<br />

que se otorga a un civil. La Marina Británica aprovecho toda esta experiencia<br />

acumulada; publicando unos folletos con las técnicas de supervivencia de Poon y<br />

los colocó en todas las balsas salvavidas.<br />

—Desde luego el tal Poon tiene mucho mérito, pero no sé, eso de estar solo<br />

me parece muy duro, mejor ser náufrago con más gente.<br />

— 239 —


Marcelo sonrió maliciosamente.<br />

—Eso es relativo, muchas veces las personas son más peligrosas que la propia<br />

naturaleza.<br />

— ¿Tú crees? En esos casos, imagino que todo el mundo se volverá solidario.<br />

—O todo lo contrario. En 1816 la “medusee” una fragata francesa, durante el<br />

viaje hacia Senegal queda varada en un banco de arena a más de cincuenta millas<br />

de la costa de Mauritania. No disponían de suficientes botes salvavidas, así que<br />

estos los ocuparon los pasajeros de más clase, y para los ciento cuarenta y nueve<br />

restantes, construyen una gran balsa de veinte metros de largo por siete de<br />

ancho. En un principio, se intenta remolcar la balsa con el resto de los botes, pero<br />

resultó imposible así que deciden abandonarla.<br />

—Tienes razón, no fueron nada solidarios.<br />

—Lo peor sucedió dentro de la balsa. Transcurrieron dos semanas hasta que<br />

fue rescatada por un carguero francés. De las casi ciento cincuenta personas, solo<br />

sobrevivieron quince, el resto murieron de sed, insolación y asesinados, hasta se<br />

dieron casos de canibalismo.<br />

— ¡Dios mío! ¡Qué barbaridad!<br />

—Sí, tanto que la historia fue censurada por el gobierno. Hay que agradecer al<br />

artista Géricault que pintó un gran cuadro de estilo romántico, para dar a conocer<br />

esta tragedia. Durante dos años se prohibió que se expusiese al público. Después<br />

surgió el escándalo y los supervivientes del naufragio acusaron al capital de<br />

abandono. Debido a la presión popular, Luis XVIII se vio obligado a investigar los<br />

hechos y finalmente a celebrar un juicio militar contra el capitán, donde este<br />

acabó condenado por negligencia y abandono de la tripulación.<br />

—Imagino que sería un caso aislado.<br />

—Bueno, que se conozcan no hay muchos, pero como todo, las historias se<br />

acaban repitiendo. De todas formas eso de comerse a los muertos en situaciones<br />

límites se conoce como la ley del mar, y siempre fue admitida.<br />

—Pues yo no conozco ningún caso.<br />

—Por poner un ejemplo conocido, solo unos años más tarde del caso anterior,<br />

en 1820, en el medio del océano Pacífico el ballenero Essex naufragó al ser<br />

embestido por un cachalote. Este hecho dio lugar a que lo tomase el escritor<br />

Melville como inspiración para su novela “Moby Dick”.<br />

—Pero, Moby Dick no habla de canibalismo.<br />

—No, solo se trató de una casualidad. <strong>El</strong> caso es que los veinte tripulantes se<br />

salvan en tres barcas, y quedan como náufragos en la mitad del Océano Pacifico.<br />

<strong>El</strong> caso, es que pasan un mes y se van muriendo de hambre y sed, y los<br />

supervivientes se comen a los cadáveres. Transcurren quince días más sin que<br />

— 240 —


nadie se muera, así que deciden hacer un sorteo para que uno muera y permita<br />

vivir al resto. Le tocó a un joven marinero, el resto de sus compañeros le dijeron<br />

que si decidía dejarse matar, seria voluntariamente, sino, nadie le haría nada. <strong>El</strong><br />

joven aceptó que lo matasen los compañeros. Después de noventa días en el mar<br />

fueron rescatados, de los veinte sobrevivieron ocho, y murieron doce, siete de los<br />

muertos fueron objeto de canibalismo. Nunca se les recrimino a esos marineros lo<br />

que hicieron.<br />

—O sea, que si hay hambre y se van morir, se pueden matar entre ellos.<br />

—Bueno eso nunca estuvo claro, pero fue consentido hasta finales siglo XIX.<br />

— ¿Qué fue lo que cambió?<br />

—En mayo de 1884, el yate Mignonette salió de Southampton, Inglaterra,<br />

rumbo a Sydney, Australia. <strong>El</strong> barco náufrago por culpa de una tormenta, los<br />

cuatro marineros se salvaron en un bote, en el cual estuvieron a la deriva tres<br />

semanas prácticamente sin alimentos. <strong>El</strong> marinero más joven tenía diecisiete años<br />

y se llamaba Richard Parker, cayó enfermo entrando en estado de coma. <strong>El</strong> resto<br />

de sus compañeros, considerando que se iba a morir de todas formas, invocaron<br />

la ley del mar y decidieron matarlo para alimentarse de su cuerpo. Tan solo cuatro<br />

días después son rescatados por el navío alemán Moctezuma.<br />

—Un caso muy parecido al anterior.<br />

—La diferencia fue que no existió consentimiento del marinero. Así que se<br />

celebró un juicio en Inglaterra y fueron condenados a muerte. Teniendo en<br />

cuenta que no actuaban con instinto asesino sino solo para sobrevivir se pidió<br />

clemencia. Finalmente solo cumplieron seis meses de cárcel. Lo que sí que quedo<br />

claro, es que la llamada ley del mar a partir de ese momento desapareció como<br />

costumbre, y se considera como asesinato matar a cualquier persona por mucha<br />

hambre que tengas.<br />

— ¡Uf! ¿Quién podría pensar que una cosa así pudiese pasar?<br />

—Pues más gente de lo que tú piensas, justamente cuarenta y seis años antes,<br />

Edgard Allan Poe escribió por entregas un novela corta titulada ‘‘The Narrative of<br />

Arthur Gordon Pym‘‘, en la que tras quedar a la deriva en una lancha tras un<br />

naufragio, un personaje llamado Richard Parker fue apuñalado y comido por sus<br />

compañeros para no morir de hambre.<br />

— ¡Qué bueno! –Exclamó Altaha—. Vaya casualidad.<br />

—Pues si te gustan las casualidades, hay una mucho mejor. En el libro<br />

“futilidad” con el subtítulo “el naufragio del titán” de los escritores W.T.Stead y<br />

Morgan Robertson de 1898, narran la historia ficticia de un buque llamado “Titán”<br />

que naufraga en aguas del Atlántico Norte en el mes de Abril y catorce años más<br />

tarde se hundiría el mítico “Titanic”.<br />

— 241 —


— ¡Vaya casualidad! Mismo nombre y mes de hundimiento.<br />

—Pues eso no es nada comparado con el resto de las coincidencias de la<br />

novela; <strong>El</strong> barco de la novela se hunde, después de chocar con un iceberg, igual<br />

que el Titanic. En la novela, realizaba el viaje inaugural de la enorme nave y se<br />

describe al barco como insumergible. <strong>El</strong> barco de Morgan destacaba como el más<br />

lujoso de su tiempo igual que el Titanic. <strong>El</strong> número de pasajeros del barco de<br />

Robertson ascendía a tres mil y contaba con apenas veinticuatro botes, el Titanic<br />

tenía dos mil doscientas personas a bordo y solamente veinte botes salvavidas,<br />

una cantidad insuficiente para la cantidad de pasajeros, tanto en la novela como<br />

en la realidad. <strong>El</strong> barco de la novela arrojaba un tonelaje de setenta y cinco mil<br />

toneladas; mientras que el Titanic llegaba a sesenta y seis mil. La eslora del barco<br />

de la novela alcanzaba los doscientos cuarenta y tres metros; algo inferior a la real<br />

del Titanic con doscientos sesenta y ocho metros. Ambos tenían igual cantidad de<br />

hélices; tres en ambos casos. Cuando en la novela el gran barco choca, iba a una<br />

velocidad de veinticinco nudos, el Titanic iba veintitrés. Y por si faltaba algo el<br />

capitán de la novela y del Titanic se llamaban Smith.<br />

— ¡Qué bueno, qué bueno! –Comentaba Altaha emocionada- Lo tengo que<br />

anotar. Es como si es como si hubiese adivinando el futuro, parece imposible.<br />

—Bueno, para ser honestos –aclaró Marcelo-, en realidad no es tan raro.<br />

Cuando escribió la novela lógicamente copio los datos del barco más grande de la<br />

época así como el resto de las características como los motores, eslora, número<br />

de pasajeros, así que lógicamente los datos tenderían a aproximarse. Claro que lo<br />

del nombre del barco o del capital fue una casualidad.<br />

—Y tanto. Es impresionante.<br />

Carlos que había estado muy atento a la historia, viendo en interés de Altaha<br />

le comentó.<br />

—A este tipo de coincidencias se les llaman serendipias. Yo no sé muchas,<br />

pues tengo mala memoria para estas anécdotas, pero he logrado memorizar una<br />

realmente curiosa. Se trata de los paralelismos y analogías entre los presidentes<br />

de Estados Unidos Abraham Lincoln y John F. Kennedy.<br />

Altaha se encogió de hombros.<br />

— ¿Y en que se parecen? Yo no recuerdo nada.<br />

—Pues en algunas cosillas curiosas. En 1860, Lincoln fue elegido presidente de<br />

los Estados Unidos; Kennedy, en 1960; ambos fueron asesinados en presencia de<br />

sus respectivas esposas y en el mismo día de la semana, en viernes; los dos fueron<br />

heridos mortalmente por una bala en la cabeza, disparada en ambos casos por la<br />

espalda; los presidentes que les sucedieron se llamaban Johnson en uno y otro<br />

caso. Los dos Johnson representaban a los demócratas del Sur y ambos fueron<br />

— 242 —


también miembros del Senado. <strong>El</strong> sucesor de Lincoln, Andrew Johnson, nació en<br />

1808; Lindon B. Johnson, en 1908; el presunto asesino de Lincoln, John Wiikes<br />

Booth, nació en 1839; el presunto asesino de Kennedy, Lee Harvey Oswald, en<br />

1939. Ninguno de ambos presumibles ejecutores pudo ser juzgado ya que ambos<br />

fueron asesinados antes de que eso pudiera ocurrir; el secretario de Lincoln,<br />

apellidado Kennedy, le aconsejó insistentemente que dejara de acudir al teatro<br />

donde resultó asesinado; el secretario de Kennedy, apellidado Lincoln, aconsejó al<br />

presidente que no fuera a Dallas; las esposas de ambos presidentes perdieron un<br />

hijo mientras ocupaban la Casa Blanca; John Wilkes Booth dio muerte al<br />

presidente Lincoln en un teatro y huyó hasta un almacén; Lee Harvey Oswald<br />

disparó al parecer sobre el presidente Kennedy desde un almacén y huyó hasta un<br />

teatro.<br />

— ¡Impresionante Carlos!, -le felicitó Altaha- son buenísimas esas<br />

coincidencias también tengo que anotarlas. Pero lo que realmente me ha de ha<br />

dejado con la piel de gallina y nunca mejor dicho, es lo de la ley del mar. O sea<br />

Marcelo, que si naufragamos nos comemos unos a otros.<br />

—Eso no es un problema, yo estoy a favor del canibalismo, una vez muerto<br />

mejor servir para algo. Las cosas se complican, cuando por el hambre unos tienen<br />

que matar a otros.<br />

— ¿Sé que estoy muy rica? Pero llegarías a ese extremo de matarme.<br />

—Me parece implanteable. Esos ejemplos que te he contado se dan entre<br />

marineros que en ocasiones ni se conocían antes de embarcarse. Yo creo que eso<br />

nunca se produciría entre amigos o familiares, por ese motivo no se conoce<br />

ningún caso.<br />

—Hablando de náufragos, con todo el tiempo que pasaste en el mar ¿Alguna<br />

vez naufragaste?<br />

—Sí, dos veces. Una de joven en la Ría. Fue una tontería, estábamos muy cerca<br />

de la costa cuando chocamos con una piedra y el barco, que ya estaba en las<br />

últimas, hizo rápidamente agua y se hundió. Nos rescataron enseguida, pero<br />

nunca llego a existir mucho peligro, habríamos llegado nadando a la orilla,<br />

estábamos solo a unos metros y el tiempo era bueno.<br />

— ¿Y la segunda?<br />

—Esa fue mucho más seria. Fue trabajando en un arrastrero al norte de<br />

Escocia, cogimos una tormenta de las buenas. Aguantábamos a la capa hasta que<br />

empezó a entrar agua por todos los lados. <strong>El</strong> casco resistía y las bombas de<br />

achique lograban evacuar el agua que entraba, pero cuando el agua paró los<br />

motores nos quedamos sin achique; nos dimos cuenta que todo se había<br />

acabado, cada vez entraba más agua y cada vez escorábamos más. Por suerte los<br />

— 243 —


trajes de supervivencia y la balsa salvavidas con GPS, hicieron que aguantásemos<br />

las veintiséis horas que tardaron en rescatarnos.<br />

— ¿Os salvasteis todos?<br />

—No, dos se quedaron en la mar. Uno fue un estúpido que no quería escuchar<br />

las órdenes de ponerse rápidamente el traje de supervivencia y abandonar el<br />

barco. Y otro fue el capitán, que por salir el último e intentar salvar al estúpido, se<br />

quedó atrapado cuando al barco volcó.<br />

—Pobre hombre, no se lo merecía. Tenía que haber dejado tirado al estúpido.<br />

—No. –Afirmó categóricamente—, <strong>El</strong> capital hizo lo que debía hacer. Su misión<br />

es cuidar de todos, por eso nadie debe cuestionar sus órdenes. Si los marineros<br />

pensasen que el capitán les va a dejar tirados, nadie le obedecería cuando las<br />

cosas se ponen feas.<br />

Altaha se encogió de hombros.<br />

—Pues nunca lo había pensado. Pero tienes razón. Aun así vaya palo. ¿Aún lo<br />

recuerdas mucho?<br />

—No me quita el sueño, pero lo recuerdo. <strong>El</strong> capitán era un buen hombre y lo<br />

siento por él. Pero la mar es así, cuando te llama te llama. La mar nos da la vida y<br />

también nos la quita.<br />

— ¿Tú no creerás en que tenemos un destino prefijado?<br />

—No, no creo en ninguna de esas trapalladas, pero lo que es cierto, es que la<br />

mar es más fuerte que un barco tenemos que asumirlo tranquilamente.<br />

—Bien Marcelo, pura filosofía Zen.<br />

—Vete a rascarla Altaha.<br />

—Bueno perdona, es que eso de asumir tranquilamente que puedes morir en<br />

el mar, tiene su punto.<br />

Carlos estaba interesado por ese sentido de la responsabilidad del capitán.<br />

— ¿Tú crees que un capitán debe de ser el último en abandonar el barco?<br />

—Yo y todo el mundo. Ya lo dice el refrán, “<strong>El</strong> capitán verdadero, embarca el<br />

primero y desembarca el postrero”. Aunque tampoco hay que tomarlo al pie de la<br />

letra, el capital no tiene por qué ser el último en salir, pero siempre y cuando,<br />

tenga claro que el resto se va a salvar. Que no ocurra como lo del Océanos.<br />

— ¿Qué es un barco? –preguntó Altaha.<br />

—Sí, el MTS Oceanos se trataba de un crucero de recreo de catorce mil<br />

toneladas de construcción francesa, botado en julio de 1952. Un barco bien<br />

hecho, que nunca tuvo problemas, pero después de treinta y seis años, había que<br />

pensar en jubilarlo o en repararlo a fondo.<br />

— ¿Y cuál de las dos opciones escogieron?<br />

— 244 —


—Ninguna, se lo vendieron a un armador griego en 1988, el cual decidió<br />

dedicarlo a hacer cruceros sin apenas mantenerlo.<br />

— ¿Pero eso es legal?<br />

—La legalidad cambia según cada país, en unos son más estrictos y en otros no<br />

tanto.<br />

— ¿Y qué pasó?<br />

—Pues que en agosto de 1991, el Oceanos zarpó de East London, Sudáfrica, en<br />

dirección a Durban, con quinientas setenta personas. No debería haberlo hecho<br />

pues anunciaban mal tiempo, pero el armador quería hacer el recorrido para no<br />

tener que indemnizar al pasaje. Al día siguiente, entró en una zona llamada Coffe<br />

Bay, muy conocida por sus corrientes traicioneras y donde muchos otros barcos<br />

se han hundido, encontrándose con vientos de cuarenta nudos y olas de nueve<br />

metros.<br />

— ¡Que cabrito! Los metió en la boca del lobo.<br />

—Literalmente así fue, pero lo peor sucedió sobre las nueve y media de la<br />

noche, mientras navegaba frente a la costa salvaje del Transkei. Entonces, por el<br />

estado del barco, un fallo de la maquinaria produjo una explosión y una fuga,<br />

generando una inundación lo que paró el barco, quedando flotando a la deriva y<br />

expuesto a las olas.<br />

— ¿No se hundió?<br />

—En esos momentos aun flotaba, pero el agua comenzó a subir de forma<br />

lenta y constante, y que se acabase hundiendo solo era cuestión de tiempo.<br />

— ¿Entonces?, ¿Abandonaron el barco con los botes salvavidas?<br />

—Eso es lo que el capital debería haber pensado. Pero lo que hizo realmente,<br />

fue no avisar a nadie, huyendo con la tripulación en los botes salvavidas,<br />

abandonado el barco, y con él a todos los pasajeros.<br />

— ¿Que dices? ¿No me lo puedo creer? ¿Y qué pasó?<br />

—La situación era desesperada, pues los pasajeros no sabían lo que hacer, ni<br />

siquiera sabían cómo lanzar los botes salvavidas que quedaban. Buques cercanos<br />

acudieron a la señal del rescate, pero las malísimas condiciones del mar les<br />

impedían acercarse.<br />

— ¡Dios mío! ¿Y qué pasó?<br />

—Pues que el gobierno de Sudáfrica, movilizo a la Marina y la fuerza Aérea y<br />

en una gran operación magistral, envió al rescate dieciséis helicópteros. Durante<br />

las siguientes siete horas se dedicaron a evacuar a los pasajeros, que los sacaban<br />

a cada uno con arneses. La situación era tan extrema que salvaron a los cinco<br />

últimos justamente antes que la nave se hundiese, como quedo grabado en video<br />

desde el propio helicóptero.<br />

— 245 —


— ¿Entonces se salvaron todos?<br />

—Sí, todos los pasajeros fueron salvados. Siendo este el salvamiento aéreo<br />

más espectacular nunca realizado, a la par que una de las actuaciones más<br />

vergonzantes de un capitán y su tripulación.<br />

— ¿Y qué le pasó al capitán?<br />

—<strong>El</strong> Capitán Yiannis Avranas, se salvó, pero inmediatamente fue acusado por<br />

los pasajeros de abandonarlos. Un año después el capital y varios de sus altos<br />

cargos de la tripulación fueron declarados culpables de negligencia por la Junta<br />

Marítima Griega.<br />

—Menudo pájaro ese capital –comentó Altaha.<br />

—La mar es así, hay de todo. Por ese motivo un buen capital hay que valorarlo<br />

mucho, y siempre respetarlo.<br />

Con todas estas historias ya se había hecho tarde, así que tomaron algo como<br />

cena y se prepararon para la guardia nocturna.<br />

— 246 —


CUESTIÓN DE HONOR<br />

La ventaja de navegar con el GPS, es que sabían perfectamente donde estaban<br />

en cada momento, así, y cuando avistaron la isla de Antigua a primera hora de la<br />

mañana no se sorprendieron, lo que no evitó que sintiesen una gran satisfacción<br />

pues habían ultimado una navegación oceánica.<br />

Altaha estaba emocionada al sentirse como una autentica aventurera; Carlos<br />

satisfecho de haber ultimado un viaje que en su vida esperaba realizar; y Marcelo<br />

relajado y tranquilo por haber cumplido su deseo. Y más allá de estas emociones,<br />

todos sentían la tranquilidad de haber llegado sin incidentes.<br />

Altaha se apresuró para bajar de Internet información sobre Antigua, y<br />

mientras desayunaban juntos celebrando la travesía, como si fuese una guía<br />

turística se dedicó a ilustrarles.<br />

Antigua y Barbuda es una nación formada por un conglomerado de islas<br />

situada al este del mar Caribe, antes de independizarse formaba parte de las<br />

pequeñas Antillas.<br />

Fue descubierta por Cristóbal Colón, cuando desembarcó en su segundo viaje<br />

en 1493 y le dio a la isla el nombre de Antigua en homenaje a la iglesia Sevillana<br />

Santa María de Antigua y se añadió barbuda por las "barbas" de líquenes que<br />

adornaban sus palmeras.<br />

Los españoles la ocuparon en 1520 y los franceses en 1629, pero dado que la<br />

isla no disponía de agua acabaron abandonándola.<br />

Los ingleses disponían de muchas menos opciones en el Caribe, así que<br />

aprovecharon que estaba libre y la ocuparon, construyendo depósitos para<br />

almacenar agua.<br />

<strong>El</strong> país consta de varias islas, de la cual Antigua tiene una extensión de<br />

doscientos ochenta kilómetros cuadrados, es la mayor y más poblada; Barbuda,<br />

situada al norte, posee ciento sesenta kilómetros; y redonda situada al sudoeste<br />

solo kilómetro y medio. Las islas tienen un clima tropical cálido, con suaves<br />

temperaturas constantes durante el año. Son en su mayoría de tierras bajas, con<br />

el punto más alto en Boggy Peak, a cuatrocientos setenta metros. <strong>El</strong> principal<br />

pueblo del pequeño país es la capital Saint John's en Antigua y el mayor pueblo de<br />

Barbuda es Codrington.<br />

Los pocos indígenas oriundos fueron prácticamente exterminados y se<br />

trajeron negros de África como esclavos para las plantaciones de tabaco y caña de<br />

azúcar. La esclavitud seria abolida en 1838.<br />

— 247 —


Antigua es caliza y arenosa, con muy buenas playas. Barbuda, llamada Dulcina<br />

por los antiguos conquistadores españoles, se halla situada a cuarenta kilómetros<br />

al norte de la anterior. Se ha constituido en una gran reserva de caza habitada por<br />

ciervos, jabalíes, palomas y patos. La isla Redonda es rocosa y deshabitada pero<br />

tiene yacimientos de fosfato.<br />

Cuenta con una población de unas setenta mil personas y la tercera parte vive<br />

en la ciudad mayor, Saint John’s. <strong>El</strong> noventa por ciento es negra y solo un dos por<br />

ciento blancos, resto mestizo y otras razas. <strong>El</strong> idioma oficial es el inglés. Casi todos<br />

los antiguanos son cristianos.<br />

Antigua fue un importante puerto de la Gran Bretaña en los tiempos de los<br />

barcos de vela. Por su posición única con relación a los vientos alisios, resultaba<br />

fácil entrar en la bahía pero complicado salir. Por ese motivo si un atacante<br />

entraba, seria fácilmente capturados por la marina británica.<br />

Se atribuye colectivamente trescientas sesenta y cinco playas, una por cada<br />

día del año, algunas consideradas como de las mejores del mundo, por lo que<br />

prácticamente toda su economía se centra en el turismo y como paraíso fiscal.<br />

Una curiosidad es que ha sido citada por el libro Guinness de los records por<br />

tener el mayor promedio de bodas en el mundo.<br />

<strong>El</strong> ron inglés de Antigua ha sido nombrado como uno de los mejores rones del<br />

mundo por la revista Forbes.<br />

—Bueno, esta es toda la información, ¿Qué os parece?<br />

Marcelo no estaba especialmente emocionado.<br />

—Que lo que tenemos, es una isla de playas y ron. Con eso lo único que vamos<br />

a encontrar es un montón de turistas borrachos.<br />

—Vale, Marcelo, tú como guía acabas con el glamour de turismo en dos<br />

minutos.<br />

Miraron el mapa y se percataron que estaban en el nordeste de la isla y que el<br />

puerto principal se encontraba justamente en el lado opuesto.<br />

Marcelo Calculó rápidamente la ruta.<br />

—Tenemos que rodear la isla, para ir al puerto principal de Saint John’s, unas<br />

veinte millas, tardaremos como mínimo dos horas.<br />

—Qué lástima, yo ya estaba tan emocionada por bajar a tierra y nos queda<br />

aún dos horas. Que aburrimiento solo podemos mirar el mar.<br />

Se fijó en una especie de forma oscura que aparecía en el horizonte.<br />

— ¿Qué será eso? Debe de ser un barco muy grande para verse así a tanta<br />

distancia.<br />

— 248 —


—No lo creo –dijo Marcelo-, Lo más probable es que se trate de una nube<br />

solitaria y baja.<br />

—O un barco fantasma –dijo Altaha.<br />

—Puede ser –comentó Marcelo sin inmutarse.<br />

— ¿Tú crees en lo barcos fantasmas?<br />

—Si me lo preguntas en plan holandés errante, almas condenadas vagar a<br />

navegando toda la eternidad; evidentemente no. Pero si te refieres a barcos sin<br />

tripulación que siguen navegando, si han existido bastantes.<br />

— ¿Nos estas tomando el pelo?, ¿verdad?<br />

—No. Se ha relatado en muchas ocasiones.<br />

—Historias hay en todo el mundo y también leyendas de viejos marineros.<br />

—Hay de todo, pero a las que me refiero, están bien documentadas y ningún<br />

historiador dura de su veracidad. Además tampoco es tan extraño, que un barco<br />

sin tripulación sigua a flote, pues después de todo un barco está diseñado para<br />

que no se hunda.<br />

—Pues yo no conozco ninguna historia, cuéntanos alguno de esos casos que<br />

ocurrieron de verdad.<br />

—En agosto de 1775, un ballenero groenlandés, que navegaba entre bancos<br />

de hielo por los 77º N., avistó un gran barco de tres palos llamado “Gloriana”. No<br />

se veía un alma a bordo y la barca se deslizaba sobre el mar helado como un<br />

gigantesco fantasma blanco. En la cámara del "Gloriana" encontraron el cuerpo<br />

de un hombre helado, sentado al escritorio con una pluma en la mano y un libro<br />

de memorias o diario abierto ante él. Los balleneros separaron las manos heladas<br />

del cadáver y leyeron las últimas líneas escritas por él; 13 de noviembre de 1762.<br />

¡Trece años antes! Encontraron tres cuerpos más, todos ellos en perfecto estado<br />

de conservación. De la lectura de las memorias se enteraron, que mientras viajaba<br />

de Bristol a las colonias de Norteamérica fue sorprendido por una tempestad.<br />

Murieron siete y sobrevivieron cuatro quedando el barco con graves averías y así<br />

el buque fue derivando hacia el norte, hacia mares helados y no frecuentados por<br />

los navegantes. En estas condiciones, sin víveres y con mucho frío fueron<br />

muriendo todos.<br />

—Caray, vaya imagen. Un barco lleno de muertos.<br />

Marcelo como vio que Altaha estaba interesada, siguió con otro caso.<br />

—Más misterioso resulta sin no hay nadie. Como sucedió en 1872; <strong>El</strong> Mary<br />

Celeste portugués, un bergantín de 31 metros, es hallado en el estrecho de<br />

Gibraltar sin las nueve personas que iban a bordo. <strong>El</strong> barco estaba intacto pero sin<br />

bote salvavidas, sextante, cronómetro, ni bitácora. No se sabe ni a dónde se<br />

— 249 —


fueron ni por qué. Sí es cierto que la última entrada de la bitácora de a bordo fue<br />

de once días antes del hallazgo del buque.<br />

—Ósea, que un barco sin tripulación puede seguir navegando.<br />

—Si, como le ocurrió a la goleta norteamericana "Wyer C. Sargent". Este<br />

buque zarpó de Norfolk Virginia en marzo de 1891. Sorprendido por un temporal<br />

y en grave riesgo de estrellarse contra los arrecifes de la costa, la tripulación lo<br />

abandonó frente a cabo Hatteras el treinta y uno del mismo mes. Suponían que se<br />

iría a pique inmediatamente. No fue así. Dos meses después, un trasatlántico<br />

inglés lo vio quinientas millas al este de Hatteras. Desde mayo hasta la tercera<br />

semana de junio retrocedió hacia la costa americana. <strong>El</strong> diecinueve de junio lo<br />

señalaron casi en el mismo punto de partida, sobre el paralelo de Norfolk. Luego<br />

navegó hacia el EN., haciendo casi mil millas en trece días. <strong>El</strong> quince de julio lo<br />

avistan en el centro del Atlántico, enclavado ya en la zona de los pecios. Dos años<br />

más tarde todavía vaga por aquellos parajes, las velas rotas, un palo caído,<br />

cubierto de algas el casco sucio. Un buque británico lo señala por última vez el<br />

veinte de <strong>febrero</strong> de 1894 casi tres años después.<br />

— ¡Tres años por el mar él solito! ¡Increíble!<br />

—No tanto si lo comparas con el Baymichino. Un pequeño carguero a vapor<br />

construido en 1914, con casco de acero que fue utilizado para el tráfico de pieles<br />

con los esquimales. En 1931 <strong>El</strong> Baychimo fue abandonado en el ártico por sus<br />

tripulantes al quedar atrapado en el hielo. Permaneció a flote al menos 38 años y<br />

lo vieron muchos otros barcos e incluso fue visitado los esquimales, pero nunca<br />

más salido de los hielos y acabó desapareciendo.<br />

—Bueno eso fue hace años –dijo Carlos-, ahora con sistemas de navegación de<br />

GPS y con la radio, rescataran enseguida a los barcos antes de abandonarlos.<br />

—No creas. Sin duda ahora hay menos casos, pero en 1990 se encontró al<br />

carguero Fisah Ketsi a la deriva al este de Brasil sin tripulación y con la escotilla de<br />

carga abierta. En 2006; Un carguero el Jian Seng apareció sin tripulación a bordo y<br />

sin que se supiera de dónde venía ni adónde iba. Incluso en pleno mediterráneo<br />

en el año 2006 se encontró cerca de Cerdeña el Bel Amica, una goleta no<br />

registrada, sin tripulación pero con cuatro almuerzos egipcios a medio comer y<br />

mapas de Francia, África y Luxemburgo. O en 2007 <strong>El</strong> Kaz II, un catamarán de doce<br />

metros, aparece al noreste de Australia, sin gente a bordo pero con el motor en<br />

marcha, un ordenador portátil encendido, la radio y el sistema GPS funcionando,<br />

ropa tendida secándose y la mesa puesta para el almuerzo.<br />

—Pues sí que es curioso, tienes razón ¿Qué les habrá pasado a esa gente?<br />

—Pues por eso es un misterio. Cosas de la mar.<br />

— 250 —


Así, con estas historias pasaron la travesía y al medio día llegaron al puerto<br />

principal English Harbour.<br />

<strong>El</strong> puerto de English Harbour se encuentra, como su propio nombre indica, en<br />

una bahía que resultaba perfecta tanto que fue utilizada por el Almirantazgo<br />

Británico como base para sus flotas en el Caribe durante los siglos XVIII y XIX.<br />

Saint John's es un pequeña ciudad que ha conservado los rasgos típicos del<br />

Caribe, con casas bajas de madera, pintadas con colores vivos.<br />

Lo que los tres deseaban en ese momento es bajar a tierra y pasear. Pues en<br />

todos esos días en la mar, el único recorrido posible, consistía en recorrer los<br />

escasos metros de proa a popa del Albatros.<br />

Después de arreglar el atraque y los papeles, se resarcieron con una larga<br />

caminata de tres horas, que aprovecharon para conocer la ciudad.<br />

Esa noche se dedicaron a hacer una recopilación de todo el viaje, el Albatros<br />

se había portado perfectamente, ni una sola averías y ni una fisura de agua.<br />

Según Carlos y su recopilación de datos técnicos, desde que salieron de hierro<br />

recorrieron dos mil seiscientas millas durante quince días a una media de siete<br />

nudos. Altaha, paralelamente, elaboró sus propios datos estadísticos; Habían<br />

aguantado diez historias largas de Marcelo y diecisiete disertaciones técnicas de<br />

Carlos. Carlos y Marcelo, e recordaron a Altaha que ellos también tuvieron que<br />

soportarle trescientas cuarenta y siete anécdotas mundanas.<br />

Aunque habían pensado en el viaje de ida y de vuelta, ahora realmente no<br />

tenían ningún plan previsto sobre lo que hacer en el Caribe. La primera decisión<br />

fue descansar un par de días, pues añoraban la tierra firme y deseaban<br />

recuperarse de tanta navegación. Inicialmente se plantearon vivir en el Albatros<br />

durante toda la travesía, tanto por no gastar, como por haberse acostumbrado a<br />

sus incomodidades; pero ante la vista de las playas y los Hoteles con sus piscinas,<br />

tuvieron la debilidad de dejarse seducir por el lujo; así que buscaron un hotel, en<br />

la zona norte de la ciudad en la llamada bahía de Dickenson, donde se encontraba<br />

una de las playas más bonitas del mundo, según anunciaban a todo bombo en la<br />

oficina de turismo.<br />

<strong>El</strong> único problema de este lugar paradisiaco, radicaba en que los hoteles<br />

también reflejaban en el precio del lujo que ofrecían. Altaha que no se podía<br />

permitir pagar esas cantidades, no aceptó que la invitasen a una habitación para<br />

ella sola, por lo que encontraron una solución de compromiso; cogerían una<br />

habitación grande para los tres y Altaha estaría invitada. Dos meses antes, Altaha<br />

se habría sentido incómoda compartiendo una habitación con dos hombres, pero<br />

ahora después de la travesía en un espacio tan reducido, el concepto de la<br />

— 251 —


intimidad se había reducido al mínimo, por lo que en esta situación disfrutaba de<br />

un espacio que comparativamente con esos días pasados le parecía un lujo. La<br />

única advertencia que les hizo a sus compañeros fue que cuando se diese su<br />

primer baño caliente, después de tres semanas arreglándose con la precaria<br />

ducha del Albatros, mejor que se fuesen al bar a tomar algo y la esperasen con<br />

calma a que acabase.<br />

Con el mar del Caribe y el los servicios de Lujo del hotel, se dedicaron durante<br />

tres días a estar literalmente tirados en las hamacas. Marcelo más inquieto,<br />

además de retomar sus carreras matinales, remaba una o dos horas en las<br />

piraguas que ponía a disposición el hotel, y no contento con eso solía apuntarse<br />

también a los partidos de fútbol o voleibol.<br />

Tres días después, ya completamente descansados, decidieron conocer la<br />

costa del sur, volvieron al Albatros y se dirigieron a una bahía muy conocida<br />

llamada Falmouth Harbour.<br />

La navegación hasta el sur de la isla solo les llevo medio día. Al llegar, con<br />

sorpresa al llegar se encontraron con una bahía plagada de barcos. <strong>El</strong> motivo es<br />

que se iba a celebrar la famosa Regata "Antigua Race Week", en la que se<br />

disputan el premio <strong>numero</strong>sos regatistas internacionales, pues se trata de la<br />

competición más importante de todo el Caribe, estando muy bien considerada a<br />

nivel internacional.<br />

La mayoría de los barcos estaban fondeados, si bien el Albatros, al no tener<br />

ancla tenía necesariamente que atracar. <strong>El</strong> problema era, que los pocos amarres<br />

estaban copados por el evento. Buscaron todas las alternativas, hasta que<br />

encontraron un viejo embarcadero de madera sin servicios. Por suerte, como no<br />

lo quería nadie, fácilmente negociando con su dueño un pequeño alquiler por<br />

unos días.<br />

Pasearon hasta las instalaciones de la regata. En medio de un ambiente<br />

impresionante, no solo por los barcos, sino también por las tripulaciones de todo<br />

el mundo que habían acudido a la regata con el espíritu de conocer amigos. Se<br />

separaron unas horas para que cada uno pudiese perder el tiempo en lo que más<br />

le interesase.<br />

Cuando se rencontraron en un restaurante para cenar, Altaha se mostraba<br />

emocionada con todo ese mundo especial de las regatas. Pensaba que las regatas<br />

se centraba en un mudo elitista, gente pija de mírame y no me toques. Comprobó<br />

que la mayoría eran personas normales que se enrolaban como marineros de<br />

regata con afán de aventura y poco dinero. Es cierto que por otro lado estaban los<br />

— 252 —


promotores que sufragaban los costosos barcos, si bien estos deseaban quedar<br />

bien con todos a base de publicidad, fiestas y regalos. En su conjunto el ambiente<br />

resultaba fantástico.<br />

—Casi da ganas de unirse al grupo y participar en la regata –comentó<br />

emocionada Altaha.<br />

Carlos asintió con la cabeza.<br />

—Yo pensé lo mismo, así que por curiosidad pregunté en la organización. Me<br />

encontré con la sorpresa que tenían un par de bajas que cubrir y nos regalaban la<br />

inscripción. Así que aprovechando la oportunidad decidí apuntarnos.<br />

Marcelo estaba asombrado, sobre todo porque pensaba que resultaría muy<br />

difícil inscribir al Albatros como barco.<br />

— ¿Y cómo has logrado colar al Albatros?, pensé que todo esto iba por<br />

categorías.<br />

—Sí, pero hay una categoría libre. Ahí dejan ir a cualquiera con tal de que<br />

flote.<br />

— ¿Algo así como la categoría absoluta, donde están los mejores barcos?<br />

—Sí, están los buenos, pero también los que no se pueden catalogar en<br />

ninguna otra, o sea nosotros.<br />

—De todas formas habrá que ponerse al día de cómo va esto, que yo no tengo<br />

ni idea. Marcelo, ¿Qué nos puedes contar sobre las normas de regatas?<br />

Marcelo se encogió de hombros.<br />

—Yo de reglamentos de regatas, nada.<br />

— ¿Cómo es posible que no sepas nada de regatas? –preguntó con curiosidad<br />

Carlos, sorprendido porque Marcelo no conociese algo que estaba relacionado<br />

con el mar.<br />

—Pues conozco poca cosa. Solo si tiene que ver con algún diseño o anécdota,<br />

perro en mi vida he participado en ninguna.<br />

—Pero si tú lo sabes todo sobre el mar.<br />

—De pesca y navegación mercante se algo. Pero de mariconadas, las justas.<br />

— ¿Las regatas te parecen una mariconada?<br />

—En su momento tenían sentido esas carreras de los clipper para ver quien<br />

traía de China el primer Té de la temporada. Ahora son solo Mariconeos de gente<br />

aburrida con pasta. Aunque reconozco que hay algunas duras, como la regata<br />

Fastnet de 1979. Los vientos de setenta nudos volcaron a sesenta y siete veleros y<br />

tumbaron hasta tocar con el palo en el agua a otros cien, y lo peor fue que acabó<br />

con la vida de quince participantes.<br />

— ¿Entonces esa fue la regata más dura?<br />

— 253 —


—En condiciones normales no. Creo que la más dura es la vuelta al mundo en<br />

solitario sin escalas.<br />

—No la conozco.<br />

—Lógico, solo se celebra cada cuatro años. La primera fue en el año 1966 la<br />

Golden Globe. Nueve marinos aceptan el reto, trescientos doce días después,<br />

Robin Knox Johnston cruzó la meta a bordo con el 'Suhaili', un ketch de nueve<br />

setenta metros, con el que logró una media de tres con seis nudos. Aunque la<br />

velocidad no tuvo importancia, pues ganó porque fue el único que acabó la<br />

prueba.<br />

—¡Pues sí que es dura! –exclamo Altaha-, yo me cansé por unos días, y esa<br />

gente estuvieron solos en un barco casi un año.<br />

—Realmente son especiales y muy suyos. <strong>El</strong> francés Bernard Moitessier, que<br />

lideraba la regata, decidió en mitad del Atlántico abandonar la regata y seguir su<br />

travesía para navegar hacia el Pacífico con su 'Joshua'. Otros en cambio se<br />

obsesionaron con el triunfo como Donald Crowhurst; pronto se dio cuenta de que<br />

no tenía la preparación suficiente para enfrentarse al océano; sin embargo, hizo<br />

creer a todos que seguía en carrera y que navegaba en cabeza; y cuando ya no<br />

pudo sostener la mentira se suicidó.<br />

—Pues si así son los participantes ¿cómo será la regata? ¿Se sigue celebrando?<br />

—Bueno, creo que esa regata fue sustituida por la que se organiza desde el<br />

año 1989 cada cuatro años, la llamada <strong>El</strong> Vendée Globe. Con salida y llegada a Les<br />

Sables d'Olonne y les exigen pasar por los tres cabos; <strong>El</strong> Cabo de Buena Esperanza,<br />

el Cabo Lewin y el Cabo de Hornos.<br />

— ¿Y si están solos en el océano? ¿Qué pasa si tienen un problema?<br />

—Las opciones son sencillas; O abandonan y son rescatados, o se buscan la<br />

vida para seguir en la regata.<br />

—Poco podrán hacer ellos solos.<br />

—Depende. Hay una epopeya realizada por Yves Parlier en la Vendée Globe de<br />

2000/2001. Cuando navegaba a la cabeza de la flota en pleno pacifico sur, su<br />

barco rompió el mástil de carbono de veinticinco metros. En esa situación lo único<br />

que podía hacer es abandonar y ser rescatado, pero él dijo por radio que estaba<br />

bien y seguía.<br />

—Pero eso es imposible, no podía seguir con el palo roto.<br />

—En efecto, de alguna forma tenía que repararlo. Así que recogió el palo roto<br />

y con un aparejo de fortuna llegó hasta una isla, como no quería ser descalificado<br />

no podía tocar tierra con el barco, así que lo fondeo, lo que si estaba permitido, y<br />

con unos bidones hizo una balsa. <strong>El</strong> principal problema para reparar el palo es que<br />

al ser de carbono solo se podía arreglar en un horno. Y lo que hizo este hombre<br />

— 254 —


fue construir una abrazadera de carbono, que fundió en un horno construido con<br />

una caja de plástico, bombillas y un campin-gas. Así logró reconstruir un palo de<br />

dieciocho metros y después colocarlo. A pesar de lo increíble de la reparación el<br />

palo funcionaba perfectamente y logró salir navegando un mes después del<br />

accidente.<br />

—Increíble.<br />

—Sí, pero aquí no se acabaron los problemas. Se había quedado sin gas para<br />

calentar el agua y sin gran parte de los alimentos, pues estaban muy ajustados<br />

para los días previstos. Intentó pescar pero navegando a más de diez nudos es<br />

muy difícil, así que poco a poco y a pesar del racionamiento agotaba sus<br />

alimentos. Como no podía pescar, con una bolsa comenzó a recoger krill, que son<br />

como pequeñas gambitas, algas y calamares, que llegaban con los rociones, así<br />

como algún pez volador que caía en la cubierta. Y comenzó a recolectar algas que<br />

secaba en la cubierta. Su hazaña se difundió entre todos los navegantes y le<br />

hacían llegar la posición de los bancos de peces que estaban en su camino para<br />

que redujese la velocidad y pescase alguno.<br />

—Pues eso de pasar hambre para llegar el último, no lo veo claro.<br />

—Pues de esta manera llegó a la meta en Les Sables d'Olonne, un mes después<br />

que el resto, demacrado y hambriento. Si bien su aventura ya estaba en boca de<br />

todos y fue recibido como si se tratase de un vencedor. A partir de ese momento,<br />

es posible que en el mundillo de las regatas se olvide del nombre de algún<br />

ganador pero todos recuerdan a Yves Parlier.<br />

Lo cierto es que, anécdotas aparte, ninguno de los tres tenían ni idea de las<br />

normas de una regata, por lo que fueron a conseguir de la organización el<br />

conjunto de reglas y folletos, comprando como complemento un reglamento<br />

internacional de regatas<br />

Cuando acabaron de cenar se centraron en analizar toda la información la<br />

regata que se habían inscrito. Lo primero que vieron es que la regata se componía<br />

en realidad de varías competiciones que se sucedían en varios días; la primera<br />

que sería dentro de dos días siendo la más larga con casi treinta y cinco millas,<br />

más de media vuelta a la isla y al acabar la regata se fondeaba en una cala al lado<br />

de St John’s en Fort James Beach Bash.<br />

Marcelo y Altaha, aunque inicialmente sorprendidos por la noticia, se fueron<br />

emocionando por participar en la regata, así que comenzaron a informarse de las<br />

características de los barcos que participaban, si bien, cuando vieron las<br />

velocidades que alcanzaban se sintieron un poco frustrados. Evidentemente no<br />

— 255 —


tenían la pretensión de ganar, pero tampoco les resultaba plato de buen gusto<br />

quedar como los más lentos. <strong>El</strong> Albatros competía bien con los cruceros, pues<br />

pesaba mucho menos y no escoraba, pero se quedaba muy lejos de los<br />

catamaranes y trimaranes, con poco peso y mucha vela. Tal vez pudiesen hacer<br />

algo para mejorar la velocidad, pero no se les ocurría nada especial, así que se lo<br />

plantearon a Carlos, que sin mucho interés, les dijo que ya pensaría en algo.<br />

Marcelo y Altaha tampoco se obsesionaron con este problema. Eran<br />

conscientes que, aunque estaban dentro de la categoría libre y disponían de<br />

libertad de diseño, lo cierto es que solo disponían de un día para hacer cualquier<br />

modificación. Además, carecían de materiales, maquinaria y dinero para realizar<br />

cambios sustanciales. Eso sin contar, con que cualquier cambio tendrían que<br />

estudiarlo bien, pues no podría afectar a la estructura y seguridad del Albatros.<br />

Teniendo en cuenta todas estas limitaciones abandonaron casi de inmediato la<br />

idea de mejorar el diseño y se acostaron.<br />

Al día siguiente, se planteaba para Marcelo y Altaha como un día de mero<br />

trámite a la espera de la regata, por lo que básicamente no pensaban hacer nada.<br />

Carlos, en cambio, se levantó con una sola idea en la mente; el día anterior no<br />

había mostrado mucho interés por mejorar la velocidad, si bien al acostarse se fue<br />

pensando en esta cuestión y lo tuvo intranquilo toda la noche, hasta el punto que<br />

cuando se levantó ya estaba obsesionado con esta idea. Con estos pensamientos<br />

se quedó hasta el mediodía concentrado en sus cálculos. No se trataba de ningún<br />

afán por ganar, pues Carlos carecía de todo espíritu de competitividad,<br />

sencillamente se trataba de un reto tecnológico, en el que perseveraría hasta que<br />

lo hubiese resuelto o estuviese convencido que habían agotado todas las<br />

posibilidades.<br />

Marcelo y Altaha, como ya lo conocían, lo dejaron solo y se dedicaron a<br />

recorrer la bahía y congeniar con el resto de las tripulaciones. También se<br />

impregnaron del espíritu de equipo y Altaha hizo imprimir unos polos azules con<br />

un Albatros blanco volando y debajo puso el nombre del Albatros. Lo<br />

complementaron con unas bermudas blancas y unas zapatillas blancas de lona.<br />

Así, por lo menos, subirían a al barco vestidos como si fuesen una tripulación<br />

conjuntada. Contentos con todas estas comprar regresaron al Albatros para<br />

recoger a Carlos y tomar algo, pero resultó inútil, Carlos seguía inmerso en su<br />

ostracismo y apenas dijo nada abstraído con sus pensamientos.<br />

A las seis de la tarde, Carlos salió del mundo de las ideas y volvió al mundo<br />

real.<br />

— 256 —


—Tengo que daros dos noticias; Una buena y otra mala.<br />

—Me asustas Carlos –comentó Altaha—, eso dijiste hace dos meses y mira<br />

donde hemos acabado. Pero como dice Marcelo, cuéntanos las buenas, que las<br />

malas llegan solas.<br />

—Pues la buena, es que creo que ya sé cómo aumentar la velocidad del<br />

Albatros y por cierto, de forma bastante considerable.<br />

— ¿Cómo? –preguntó inquieto Marcelo.<br />

—La velocidad depende de dos variables; una positiva el empuje y, otra<br />

negativa la resistencia. <strong>El</strong> empuje no lo podemos aumentar pues tendríamos que<br />

cambiar las alas, así que hay que la única variable que podemos modificar es<br />

reducir la resistencia. Un barco ofrece resistencia con el agua y con el aire, siendo<br />

mucho mayor la del agua; la única forma de reducir la resistencia es disminuir al<br />

máximo posible el contacto del casco con el agua, y como es obvio que no<br />

podemos cambiar la forma del Albatros, la única solución es elevarlo para sacarlo<br />

fuera del agua y reducir la resistencia. Aquí empieza lo interesante, pues podemos<br />

utilizar los dos timones con sus inclinaciones como aletas sustentadoras. Es decir,<br />

que sin realizar ningún cambio en el Albatros, podríamos conseguirlo.<br />

Marcelo lo miraba absolutamente escéptico.<br />

—Más o menos cojo la idea, pero si no me equivoco para elevar un barco<br />

exige mucha potencia y la nuestra es limitada.<br />

—Resultaría una estimación correcta, pero no estás teniendo en cuenta otras<br />

consideraciones que nos diferencia del resto de los barcos; <strong>El</strong> primero es que el<br />

Albatros es una cuarta parte más ligero que cualquier barco y el segundo es que<br />

nuestro diseño de las alas empuja al Albatros hacia arriba, valorando todo en su<br />

conjunto no es necesaria mucha fuerza para conseguir la elevación. Además, solo<br />

lograríamos elevarnos cuando ya tuviésemos bastante velocidad, recordar lo que<br />

os comenté sobre una piedra que es capaz de revotar en el agua.<br />

—¿Quieres decir, que está todo solucionado?<br />

—Todo no, si logramos elevar al Albatros aun así tenemos un problema de<br />

equilibrio, pues los timones solo son un punto de apoyo en el eje longitudinal. La<br />

solución es utilizar con toda su fuerza la cola plana para compensar la inclinación.<br />

En esta situación tenemos unos límites de navegación pues utilizando los timones<br />

como aletas, los giros tendrán que ser muy lentos y compensados.<br />

—No debería ser un problema –comento Altaha-, a esa velocidad los ajustes<br />

son pequeños una vez tomado el rumbo.<br />

—Me alegro de vuestro optimismo, pero ahora viene la mala noticia: Todo el<br />

sistema es muy delicado cualquier fallo sería desastroso si vamos a bastante<br />

velocidad.<br />

— 257 —


—Pues entonces mejor hagámoslo bien –manifestó Altaha muy resolutiva.<br />

Así se pusieron a trabajar en el proyecto y mientras Altaha intentaba ajustar la<br />

programación lo máximo posible en unas escasas horas, Marcelo le explico a<br />

Carlos, que un truco de las regatas consistía en aligerar al máximo el barco. Carlos<br />

después de pensar si eso afectaría a sus cálculos, aceptó reducir el peso del<br />

Albatros. De todas formas no disponían de mucho margen de maniobra; <strong>El</strong><br />

equipaje, algunas herramientas, vaciar el depósito del agua y reducir al máximo el<br />

combustible. La principal regla de las regatas de vela, es que no se puede utilizar<br />

el motor, el cual se precinta por los árbitros de la regata antes de salir. Si existía<br />

una emergencia se rompe el precinto y se arranca el motor, pero entonces queda<br />

descalificado. Teniendo en cuenta esta situación podían reducir el combustible al<br />

mínimo. Además, no había ningún peligro, pues los barcos de la organización<br />

podrían prestar en cualquier momento apoyo.<br />

Después de dos horas, Altaha visiblemente frustrada, les anunció que le<br />

resultaba imposible configurar el programa en tan poco tiempo. La única opción<br />

consistiría utilizar un sistema de inteligencia para ajustar y afinar el proceso. <strong>El</strong><br />

problema es que para que el sistema comenzase a funcionar necesitaba que<br />

estuviese ya arriba sobre el agua y equilibrado, así que, esa fase la tendrían que<br />

hacer manualmente, depositando toda la confianza, en la habilidad de Carlos<br />

como piloto.<br />

Después de analizar toda la configuración, Carlos sé quedo pensando unos<br />

minutos. Y tomo una decisión.<br />

—<strong>El</strong> problema es que si estamos elevados y con bastante velocidad, exigiría un<br />

control muy preciso, y si algo falla el golpe ser mucho mayor, por no decir que<br />

puede resultar catastrófico. Y claro, la regata es mañana, así que no tenemos<br />

tiempo ni para ajustarlo, ni para probarlo con seguridad. Lamentablemente<br />

tenemos que dejarlo, tal vez, poco a poco en los siguientes días podemos ir lo<br />

probando. Aunque teniendo en cuenta que aún nos queda la travesía de vuelta yo<br />

no me arriesgaría a romperlo por una regata.<br />

Altaha se mostraba inquieta y deseosa de participar con un barco competitivo.<br />

—Pero, no lo entiendo, ya nos hemos arriesgado antes, nos hemos metido en<br />

medio del atlántico, sin prácticamente ninguna seguridad.<br />

—Sí, y no fue prudente por nuestra parte, pero estaba justificado por salvar al<br />

Albatros. Esto es diferente, por una regata no podemos poner en riesgo nuestras<br />

vidas ni el Albatros. Tal vez fuese un momento perfecto para intentarlo, pero es<br />

demasiado arriesgado. Así, que si decidimos hacerlo, lo haremos con calma, habrá<br />

otros momentos.<br />

— 258 —


— ¿Y qué hacemos con la inscripción? ¿Pedimos que la anulen?<br />

—No hace falta. Saldremos en plan paseo iremos a la altura de los otros<br />

barcos de crucero. Así que a disfrutar, que esta noche hay fiesta de presentación<br />

para todos los participantes.<br />

Aunque Marcelo y Altaha estuviesen dispuestos a asumir ese riesgo, ir contra<br />

la lógica de Carlos resultaba imposible. Un tanto frustrados, siguieron su consejo y<br />

se fueron a la fiesta de los participantes.<br />

<strong>El</strong> ambiente de la regata resultaba maravilloso, navegantes de todo el mundo<br />

con espíritu deportivo y con ganas de pasárselo bien, además la propia isla y el<br />

clima inspiraba notablemente este buen ambiente.<br />

<strong>El</strong> Albatros atrajo mucho la atención y todos tenían interés por comentar el<br />

extraño diseño. Unos tripulantes del trimarán, bastante saturados de copas, se<br />

acercaron a Marcelo y Altaha.<br />

— ¡Hey!, vosotros ¿sois los del pato?<br />

—<strong>El</strong> barco se llama Albatros –le corrigió Marcelo.<br />

— ¿Un barco? Ja ja, alas de pato, colas de pato y sobre todo cara de pato. Cua<br />

cua cua, con eso solo podéis ganar un concurso de disfraces.<br />

Se tiraron por los suelo, imitando a unos patos, moviendo las manos como<br />

alas.<br />

La escena resultaba divertida, ver a cuatro borrachos haciendo de patos. Pero<br />

a Marcelo y Altaha, no les hacía ninguna gracia, pues claramente se estaban<br />

riendo de su barco.<br />

Marcelo, se puso tenso.<br />

—Altaha aléjate unos metros, que a estos les voy yo a poner las plumas en su<br />

sitio.<br />

Aunque ellos eran cuatro, Marcelo tenía la ventaja que no había bebido<br />

prácticamente, frente a los cuatro que estaban totalmente borrachos, así que con<br />

suerte se podría despachar a uno o dos rápidamente, después con las fuerzas<br />

equilibradas, debería poder con los otros dos.<br />

Altaha, vio lo que se avecinaba. Le abrazó, colgándose de su cuello para<br />

bloquearlo y se acercó hasta su oído.<br />

—Si le sacudes ahora nos descalifican. Déjalos. Mañana les enseñaremos de lo<br />

que el Albatros es capaz, lo vamos a poner al límite.<br />

Por muchas intenciones que tuviese Altaha, Marcelo no olvidaba que Carlos se<br />

oponía a arriesgar el Albatros.<br />

—Carlos no lo permitirá.<br />

— 259 —


Y lo dijo dejando entender claramente, que él no iría nunca contra la voluntad<br />

de Carlos. Pero Altaha parecía tener otros planes.<br />

—Lo convenceremos, pero necesito que tengas el valor de dejar a estos<br />

borrachos. ¿Serás capaz?<br />

Altaha, actuó inteligentemente, consciente que pedir a Marcelo que tuviese<br />

valor, resultaba una clara provocación.<br />

— Claro que soy capaz de controlarme –respondió con orgullo-, los borrachos<br />

incontrolados son ellos.<br />

Gracias a esta intervención de Altaha Marcelo se calmó. De todas formas, para<br />

evitar cualquier otro enfrentamiento abandonaron la fiesta y regresaron. Cuando<br />

llegaron, Carlos ya estaba dormido, así que no le pudieron comentar nada.<br />

Al día siguiente, con los nervios de la regata se levantaron temprano y<br />

desayunaron los tres juntos.<br />

Marcelo, con la misma inquietud que se acostó, le comentó a Carlos.<br />

—Hemos pensado que podemos poner al Albatros al límite de sus<br />

posibilidades, tal y como tu calculaste.<br />

Carlos los miró con una mirada paternalista, como de esas que de antemano el<br />

padre, ya sabe lo que le van a contar y, tiene preparada la respuesta.<br />

—Ya comprendo. Una noche de copas, y aun os dura la borrachera tanto como<br />

la emoción por hacer alguna locura.<br />

—No es eso, además casi no bebimos, lo decimos en serio.<br />

—Entonces te recuerdo que ya lo hablamos ayer, es peligroso y no vale la<br />

pena.<br />

Marcelo perdió la poca paciencia que tenía.<br />

— ¡Ni peligro ni leches! Tenemos que darles una lección, nos putearon hasta<br />

aburrirse con eso de que éramos un pato.<br />

Le explicó brevemente el encuentro de la noche anterior, pero Carlos no le dio<br />

la menor importancia.<br />

—Bueno, eso son cosas de borrachos. Y la verdad es que el Albatros se parece<br />

a un pájaro, técnicamente es un Albatros pero bueno puede pasar por un pato.<br />

Tampoco os debéis sentiros ofendidos, la comparación estética no resulta<br />

denigrante, tal vez fue el tono y las formas lo que os molestó.<br />

Altaha miraba callada, hasta que, como sin quererlo, hizo un comentario.<br />

—O no Carlos, nosotros no nos ofendimos. Íbamos a pasarlo bien y nos daba<br />

igual lo que dijesen cuatro marineros borrachos. Marcelo se mosqueo cuando el<br />

ingeniero naval te ofendió a ti directamente y saltó a defenderte. Bueno, tú ya<br />

sabes cómo te aprecia.<br />

— 260 —


A Carlos se le subieron los colores al instante.<br />

— ¿Un ingeniero naval? ¿Se metió conmigo?<br />

—Sí, todo empezó cuando el ingeniero del trimarán comentó, que el Albatros<br />

parecía un diseño curioso pero que no valía más que para flotar. Nosotros le<br />

intentamos explicar el sistema de equilibrio y que sería capaz de ir mucho más<br />

rápido. Pero él insistía que eso no era posible con este diseño tan bodrio.<br />

Carlos hizo un claro esfuerzo por moderarse.<br />

—Bueno, cada uno tiene su opinión y más si es un ingeniero naval, que hablan<br />

por hablar, sin tener ni idea.<br />

—Sí, eso es lo que pensamos y hasta ahí aguantábamos. Pero cuando para<br />

intentar convencerlo le dijimos que los cálculos eran correctos, pues lo diseñó un<br />

ingeniero aeronáutico, va el tío y se parte de la risa. Tú ya sabes cómo son de<br />

prepotentes los ingenieros navales. Después juro por su madre, o algo así, que mi<br />

ingles no da para tanto, que tu diseño no cogería más de veinte nudos ni aunque<br />

lo remolcásemos. Nosotros, creemos que el Albatros es un buen diseño y además,<br />

como compañeros te defendimos, pues creemos que puede ir mucho más rápido.<br />

— ¡Por supuesto que puede ir más rápido! Mis cálculos son correctos.<br />

—Si claro, pero no te preocupes, tal vez le puedas demostrar otro día al<br />

ingeniero naval que es un buen diseño. Tampoco es una cuestión de honor.<br />

Marcelo, una vez superado el asombro, le costó mantener la seriedad. Altaha,<br />

con una inventiva descomunal estaba tocando la fibra sensible de Carlos.<br />

Metiendo en dedo en la herida del orgullo y retorciéndolo con cada frase.<br />

Manipulaba claramente los sentimientos de Carlos, y lo hacía de forma sutilmente<br />

distante, como si realmente no tuviese ningún interés personal en todo ello.<br />

La cara de Carlos se puso cada vez más roja según escuchaba la explicación de<br />

Altaha. Y ahora, definitivamente estalló.<br />

— ¡Malditos engreídos ingenieros navales! ¡Por supuesto que se trata de una<br />

cuestión de honor! Se van a enterar de lo que es capaz el Albatros; prefiero<br />

arriesgarme a romper un ala antes de ver como ese gilipollas se queda con la cara<br />

de gusto. ¿Vosotros aceptáis el riesgo que implica? Pensarlo bien, que yo no estoy<br />

siendo objetivo.<br />

Marcelo, muy serio, puso una mano en el hombro de Carlos y lo miró<br />

fijamente a los ojos.<br />

—Entiendo que es una cuestión de honor. No hay nada que pensar.<br />

Altaha, casi lo abraza por esa magnífica actuación teatral, y aprovechó el<br />

momento para rematar la escena.<br />

— Carlos, estamos contigo. Juntos tenemos que defender el honor del<br />

Albatros, eso es todo lo que ahora importa.<br />

— 261 —


A pesar de la emoción del momento, los tres reconocían que pasar de la teoría<br />

a la práctica resultaría muy complicado. Intentar aumentar la velocidad a costa de<br />

un equilibrio delicado, exigía no solo que los cálculos de Carlos fuesen acertados,<br />

sino además, que la programación de Altaha lograse ajustar ese precario<br />

equilibrio.<br />

Dada la total ignorancia de Carlos y Altaha sobre las regatas, Marcelo que<br />

aunque poco, algo logró asimilar de la lectura de los reglamentos. Les explicó que<br />

las regatas es un mundo especial, donde los vehículos no salen parados, sino<br />

cuando en la salida ya van a toda velocidad. Esta norma se creó por necesidad,<br />

pues un barco de vela es prácticamente imposible que este quieto, así que la<br />

norma es que la línea de salida se traza imaginariamente entre dos puntos, que<br />

suele ser: una boya de marcación y al barco de salida. Los barcos están navegan<br />

libremente pero siempre por detrás de esta imaginaría línea y tienen que calcular<br />

acercarse a toda velocidad para atravesar la línea después de que suene la salida.<br />

Si la atraviesan antes, quedan descalificados. Pero como todos quieren hacer lo<br />

mismo, los barcos compiten unos contra otros para alcanzar la mejor posición de<br />

privilegio, por ejemplo un barco a barlovento tiene que ceder el pasó a uno de<br />

sotavento y otras complejas reglas que regulan las prioridades. Así, decenas de<br />

barcos se ponen a dar vueltas y navegar unos contra otros, como una loca pelea<br />

de perros. Naturalmente, existe el riesgo de abordaje, con el peligro de rotura<br />

además de quedar descalificados, pero como nadie quiere romper su barco y no<br />

deja de ser un deporte, no suelen producirse incidentes.<br />

Estimaron, que como desconocían casi todas las leyes de la regata sobre<br />

preferencias y abordajes, lo mejor sería no salir pegados al resto. Permanecerían<br />

alejados y salir por detrás de todos sin arriesgar nada.<br />

Salieron con el Albatros y todos los barcos se colocaron en una zona muy<br />

amplia. Sonó una bocina avisando que faltaban cinco minutos, Marcelo les dijo<br />

que cuando faltase un minuto sonaría otra, y la siguiente sería la de la salida.<br />

Calcularon aproximadamente la distancia con bastante margen. Cuando sonó<br />

la bocina de salida, los primeros en salir fueron los maxis, que disponían de la<br />

ventaja sobre los catamaranes y trimaranes, pues viraban y ceñían mucho mejor,<br />

por lo que eran más hábiles colocándose en la línea.<br />

Unos minutos después los catamaranes y el trimarán que participaba, no<br />

tardaron en coger velocidad y pasar a todos los cruceros.<br />

<strong>El</strong> Albatros a plena potencia, con las alas extendía cogía fácilmente los quince<br />

nudos, pero no lograba superar los veinte. Con estas velocidades logró superar a<br />

— 262 —


los cruceros y ponerse a la par que los maxis, aunque por detrás de los<br />

catamaranes y trimaranes.<br />

Ahora con la situación más liberada de barcos pequeños, ellos estaban<br />

luchando con los grandes yates que navegaban entre quince o veinte nudos,<br />

mientras que el trimarán y los catamaranes entre veinticinco y treinta nudos, se<br />

iba alejando a gran velocidad.<br />

Carlos apreció que la distancia de seguridad entre los barcos ya era suficiente<br />

para poder experimentar su nueva táctica.<br />

—Bueno, todo está suficientemente despejado, vamos a intentarlo, ataros con<br />

los cinturones.<br />

Ahora dependían totalmente de que Carlos consiguiese elevarlo y aguantar el<br />

equilibrio hasta que el programa, capturase todos los datos y el ordenador<br />

equilibrase cuanto antes todo el sistema.<br />

Carlos, cogió el control manual de los flaps con la mano izquierda del timón y<br />

comenzó a elevarlos. Mientras con la mano derecha sujetaba el timón de<br />

profundidad que actuaba en la cola del Albatros.<br />

<strong>El</strong> Albatros comenzó a elevarse y lógicamente la parte trasera seguía apoyada<br />

en el agua pero liberado de gran parte del rozamiento aumento la velocidad hasta<br />

más de veinte nudos y siguió aumentando según salía del agua. En ese momento<br />

el timón de profundidad y el Albatros levantó la cola hasta que se colocó<br />

horizontal. Así mantuvo el equilibrio.<br />

Carlos estaba totalmente concentrado y sin desviar la mirada se dirigió a<br />

Altaha.<br />

—Ya está arriba, ¿ya tienes los parámetros?<br />

—Los parámetros sí, pero, el programa aún está ajustándose. Aguanta.<br />

—Vale pero date prisa, esto es terriblemente sensible.<br />

Durante unos segundos que parecieron interminables, los tres esperaron en<br />

silencio, mientras que Altaha no levantaba la vista de la pantalla, mirando los<br />

datos, hasta que sonrió.<br />

—Ya lo tengo. Estoy lista, paso a automático.<br />

<strong>El</strong> albatros vibro mientras se movía ajustándose. Altaha, además, de las alas y<br />

el timón ajustó el programa para que el timón de cola corrigiese las inclinaciones<br />

del Albatros de forma automática. Y este iba respondiendo, primero a saltos, pero<br />

después suavemente, hasta hacerse imperceptible.<br />

—Vamos a casi treinta nudos —exclamó Marcelo.<br />

<strong>El</strong> trimarán se desplazaba a unos treinta dos nudos de velocidad, así que la<br />

distancia entre los dos se mantenía.<br />

— 263 —


—Bien, dijo Carlos, es hora de ver lo que da de sí. Altaha, potencia al máximo.<br />

Para equilibrar al Albatros habían puesto la extensión de las alas y los ángulos a<br />

una potencia media con las alas medio extendidas. Ahora ya equilibrados, podían<br />

utilizar toda su capacidad.<br />

<strong>El</strong> ala de barlovento del Albatros se estiró al máximo, mientas alzaba a los<br />

noventa grados y comenzó a adoptar el perfil de ala más óptimo respecto al<br />

viento.<br />

La velocidad comenzó a subir mientras Carlos ajustaba la altura del Albatros,<br />

ahora tan solo una cuarta parte de las los timones estaban dentro del agua.<br />

— ¡Llevamos muy poca orza! –exclamó Marcelo preocupado.<br />

—No hay problema, vamos en través largo no necesitamos orza pues hay poco<br />

abatimiento y a cuanta más velocidad vaya, menos superficie de sustentación<br />

necesita.<br />

<strong>El</strong> Albatros volaba sobre el mar solo tocándolo con dos finos timones, parecía<br />

como las gaviotas o los patos, que justo antes de despegar toca levemente con las<br />

patas el agua. Levantaban una estela, casi ridícula comprada con la que dejaba el<br />

Trimarán, que apurando al máximo sus posibilidades había elevado el patín de<br />

barlovento y el propio casco central apoyándose solo en el patín de sotavento.<br />

<strong>El</strong> trimarán llevaba más superficie velica que el Albatros, si bien entre los<br />

flotadores, redes, cables y cabos, la superficie que ofrecía la viento resulta mayor<br />

en tanto que el Albatros solo mostraba un líneas puras perfectas, donde el viento<br />

fluía con un rozamiento mínimo. Se les podía comparar como una cometa y un<br />

pájaro, la cometa sin duda disponía de más superficie pero el pájaro volaba más<br />

rápido.<br />

— ¡Por los clavos de Cristo! — Exclamó Marcelo.<br />

— ¡Que pasa! –grito Carlos preocupado.<br />

—Acabamos de marcar más de cuarenta y cinco nudos.<br />

— ¿Y qué?, no nos asustes, vamos bien estabilizados, no fluctuamos.<br />

— ¡Pues claro que vamos bien! ¡Si no me equivoco este es el record del<br />

mundo en un barco de vela!<br />

Carlos, lo miró con cara de desprecio.<br />

—Lógico que no llegasen a estas velocidades, se tratan de barcos diseñados<br />

por ingenieros navales. Pero según mis cálculos estamos aún por debajo de los<br />

límites teóricos óptimos.<br />

Altaha lo miró perpleja, Carlos resultaba demasiado frio y científico. Ese era un<br />

momento para saborearlo con el corazón y no con la razón.<br />

—Todos los ingenieros sois iguales, no sabéis ni disfrutar del momento.<br />

— 264 —


Con la diferencia de más de diez nudos sobre la velocidad del trimarán<br />

comenzaron a recuperar la distancia, si seguían así, no tardaría en alcanzarlo y<br />

superarlo.<br />

Marcelo miró uno de los indicadores.<br />

— ¡Mierda, tenemos un problema!<br />

— ¿Qué pasa?<br />

—Nos estamos quedando sin baterías.<br />

— ¿Pero cómo? ¿A esta velocidad tienen que estar cargándose?<br />

Los tres se dieron cuenta, prácticamente a la vez, de un problema que no<br />

habían calculado. Cuando el Albatros navegaba de forma normal, la hélice<br />

producía la electricidad necesaria para recargar las baterías. Ahora, que estaba<br />

elevado sobre el mar, la hélice no tocaba el agua y no generaba electricidad, por<br />

lo que el sistema de servos consumía directamente de las baterías y estas se iban<br />

agotando rápidamente. No podían utilizar el motor por las normas de la regata,<br />

así que si se acababan las baterías todo estaba perdido, pues no funcionaría<br />

ningún servo.<br />

—Veamos, —pensó Carlos— deberíamos tener para una media hora. Tal vez<br />

podríamos llegar.<br />

—No llegaremos –afirmó con rotundidad Marcelo-. Los servos van trabajando<br />

a tope pues trabajan no solo los de las alas sino también los de timones y el del<br />

timón de cola. Y antes de quince minutos podemos tener problemas de<br />

estabilidad si falla la potencia.<br />

Los tres se dieron cuenta que sobre todo implicaba un problema de seguridad<br />

pues perder la estabilidad a esa velocidad resultaba peligrosísimo. Permanecieron<br />

en silencio pensando las opciones.<br />

Carlos se quedó pensando con esa mirada suya tan habitual perdida en el<br />

infinito.<br />

—Marcelo ¿cuáles son las previsiones del viento en esta zona?<br />

—Constantes. Pero tampoco es un viento excesivo, si no planeamos no<br />

lograremos pasar al trimarán.<br />

—La solución está en el Albatros.<br />

—Pues claro que esta aquí –dijo Marcelo desesperado-, o abandonamos la<br />

regata o lo tenemos que solucionar nosotros solos.<br />

—Me refiero a que la solución está en el albatros como pájaro. He recordado<br />

que tienen en las alas unos tendones especiales y cuando las estiran no tienen<br />

que hacer fuerza para mantenerse así.<br />

—No entiendo en que nos puede ayudar.<br />

— 265 —


—Nuestro sistema de servos se puede bloquear manualmente, de tal forma<br />

que si anulamos todos los servos de elevación de las alas y de los timones, solo<br />

dejamos los alerones para que regulen pequeños movimientos, reduciremos la<br />

fuerza necesaria a menos de una tercera parte y tal vez las baterías aguanten. <strong>El</strong><br />

único problema es que con los alerones solo podemos hacer pequeñas<br />

correcciones. Como el viento aumente o caiga de golpe no lograremos<br />

equilibrarlo.<br />

—No Carlos, no, –saltó Altaha—, eso no es tan sencillo. Si bloqueas<br />

manualmente no va a funcionar, el ordenador va a creer que siguen activos. <strong>El</strong><br />

programa utiliza un equilibrio con todos los elementos, si bloqueas algunos lo<br />

confundirías.<br />

— ¿No lo puedes solucionar?<br />

—No con el programa funcionando.<br />

—Entonces no tenemos nada que hacer.<br />

Altaha pensó unos segundos.<br />

—<strong>El</strong> Albatros mantiene tres ordenadores que controlan los servos. Uno el que<br />

está funcionando, otro que está operativo copiando todos los parámetros y entra<br />

automáticamente en funcionamiento en caso del fallo del primero, y un tercero<br />

que esta de seguridad, y que exige que se active manualmente. Puedo programar<br />

el tercero para que no utilice los servos apagados, y recargarlo con los datos<br />

actuales. Solo nos quedaríamos con un ordenador operativo, pero el principal<br />

problema es otro.<br />

— ¿Cuál? –preguntó inquieto Carlos.<br />

— Durante unos segundos, mientras desconecto el primer ordenador y<br />

conecto el terceros estaríamos sin ningún tipo de control, tienes que llevarlo a<br />

mano.<br />

Carlos parecía tener la solución.<br />

—Bueno, pues haremos como en la salida, controlare manualmente al<br />

Albatros durante los segundos que tardes en cambiar los ordenadores. Desde<br />

luego es arriesgado, si cometo cualquier fallo vamos a tener un golpe a más de<br />

cuarenta nudos.<br />

—La solución es buena, y yo me fio de ti –apuntó rápidamente Altaha.<br />

— Yo también –confirmó Marcelo.<br />

—Bueno pues intentémoslo.<br />

Altaha, configurando el tercer ordenador no tardo más un minuto en anular<br />

en el programa los servos bloqueados, dejando que todo el equilibro lo<br />

estableciese con los servos operativos.<br />

—Esto ya está listo. Cuando quieras Carlos.<br />

— 266 —


—Estoy preparado. A la de tres apaga el ordenador y yo tomo el control. Uno,<br />

dos, Tres.<br />

—Altaha apagó los dos ordenador principal y Carlos activo el control manual.<br />

En ese momento, el Albatros comenzó a temblar controlado por Carlos, que se<br />

mantenía totalmente concentrado, intentando calcular con precisión que fuerza<br />

aplicar a cada mando, realizando ajustes muy suaves.<br />

Altaha conectó el tercer ordenador y comenzó a tomar los datos, en quince<br />

segundos interminables estuvo ajustando los parámetros hasta que se estabilizó.<br />

—Parece que ya está preparado. Estoy lista, prepara para transferir.<br />

—A la de tres. Uno, dos, tres.<br />

<strong>El</strong> Albatros volvió a temblar cuando el piloto automático tomo el control, pero<br />

se estabilizo rápidamente.<br />

— ¡Bien! –Exclamó Altaha— parece que funciona perfectamente.<br />

Carlos miraba el mar con preocupación.<br />

—Sí, pero siempre y cuando se mantenga el viento, con los alerones solo<br />

controlo una fuerza de un diez por ciento, si el viento fluctúa más, tendremos<br />

problemas.<br />

Marcelo controlaba los monitores de consumo.<br />

— ¡Bien! —Exclamó mirando el amperímetro—, estamos a un consumo de<br />

menos de una tercera parte. Podremos aguantar.<br />

En menos de cinco minutos se pusieron a la altura del trimarán pasándolo por<br />

estribor a gran velocidad.<br />

—Maldita sea, solo siento no poder salir a cubierta para darles un saludo a<br />

esos marineros, - y levanto la mano con el dedo medio alzado.<br />

—Pues casi mejor –le dijo Carlos--, hacerles la puñeta no es un gesto muy<br />

deportivo.<br />

Así siguieron hasta que vieron cómo se acercaba la boya que marcaba la meta<br />

y no tardaron en cruzarla, entre los gritos de Marcelo y Altaha a los que se unió<br />

Carlos.<br />

Llevados por la emoción no se dieron cuenta que con casi todos los sistemas<br />

bloqueados el Albatros no se podía parar, tan solo regulaba la estabilidad y así<br />

seguía a más de cuarenta nudos cuando pasó a menos de quince metros del barco<br />

situado en la meta así como a la veintena de barbos de recreo que contemplaba la<br />

regata, por suerte seguían paralelos a la tierra y ninguno se interpuso en su<br />

camino, mientras sus ocupantes saludaban asombrados ante esa especie de<br />

cohete marino.<br />

— 267 —


Para parar de nuevo Carlos tuvo que asumir el control durante unos segundos,<br />

si bien fue mucho más rápido pues volvieron al sistema habitual. En unos<br />

segundos se estabilizo y entonces con todos los sistemas operativos ya pudieron<br />

reducir la velocidad hasta parar.<br />

La alegría resultaba inconmensurable, pues no solo habían ganado la regata,<br />

sino que además, lo habían hecho de forma espectacular.<br />

Volvieron al puerto, donde pasarían esa noche, sintiéndose el centro de las<br />

miradas de todos los barcos, que no solo estaban sorprendidos por radical victoria<br />

de ese barco tan extraño.<br />

Así, siendo el objeto de todas las miradas, tuvieron que esperar a que a que<br />

uno de los árbitros inspeccionase el estado de los precintos, cuando acabaron se<br />

fueron al club de regatas.<br />

La organización había previsto cenar de bufete en el club, así las tripulaciones<br />

podrían intercambiar las primeras opiniones. Aunque sin ningún afán de<br />

protagonismo, se olvidaron que aun llevaban las camisetas con el logotipo y el<br />

nombre del Albatros. Rápidamente, todas las tripulaciones que estaban en el club<br />

les reconocieron y se acercaban para felicitarlos. Aunque aún no habían salido las<br />

clasificaciones oficiales, su victoria en la categoría libre resultaba incuestionable,<br />

por lo que todos los consideraban como vencedores absolutos de esa jornada,<br />

aunque, con la superioridad mostraba por el Albatros prácticamente tendrían<br />

garantizada la victoria en la regata.<br />

No llevaban ni un cuarto de hora, cuando se acercó un juez de la organización,<br />

elegantemente vestido y tan frío como correcto; les indicó que tenía que hablar<br />

con ellos en privado y los llevo hasta una sala. Allí les explicó que traía malas<br />

noticias; en la categoría libre el diseño podía ser de cualquier tipo, pero en todo<br />

caso se debería reunir una serie de requisitos. <strong>El</strong> primero era que se tratase de un<br />

barco de vela, lo que técnicamente el Albatros no cumplía pues ellos llevaban un<br />

ala rígida. Tampoco estaban permitido los elemento de sustentación como los<br />

timones; pero sobre todo lo que definitivamente incumplía el reglamento es que<br />

utilizasen el control servos, pues toda maniobra debería de ser manual sin ayudas<br />

mecánicas. Así que, aun siendo muy flexible, resultaba imposible autorizar al<br />

Albatros, por lo que no tenía otra opción que descalificarlos y evidentemente no<br />

podrían participar en las siguientes regatas.<br />

<strong>El</strong> juez se sentía incómodo y molesto, por no haber cumplido con su obligación<br />

de examinar antes a fondo el Albatros e impedir que participase. Les ofreció como<br />

compensación que se retirasen para evitar ese mal trago de tener que ser<br />

— 268 —


descalificados. Incluso, él mismo reconocería que se habían retirado antes de la<br />

salida y que fue un error de la organización dejarles salir.<br />

Marcelo tenía un cabreo monumental, afirmando que todas esas supuestas<br />

reglas no eran más que tonterías. Daba igual que una vela fuese rígida o flexible,<br />

pues lo importante es que la moviese el viento. Y respecto a los servos, después<br />

de todo en los barcos de velas utilizaban poleas y winches, o sea sistemas<br />

mecánicos. Y no hablemos de los sistemas de navegación electrónicos. <strong>El</strong>los<br />

habían actuado tan legamente como cualquiera, pues lo importante es que ellos<br />

solo utilizaban el viento como fuerza, el resto tan solo eran matices sin mucha<br />

importancia.<br />

Altaha, estaba desolada, pues se había emocionado mucho en la regata y con<br />

el triunfo. Tampoco comprendía la descalificación después de haberlos autorizado<br />

a competir.<br />

Carlos entendía lo que implicaba el reglamento y que no tenían ninguna<br />

posibilidad de discutirlo. Calmó a sus compañeros y les hizo comprender que el<br />

juez, estaba siendo justo además, querer hacerles el favor de no descalificarlos.<br />

Aunque muy fastidiados, optaron por retirarse de forma voluntaria, pues<br />

realmente tampoco querían quedar como tramposos; después de todo, ellos<br />

creían que eran legales cuando estaban compitiendo. Les quedaba como consuelo<br />

el record de velocidad, y le preguntaron al juez si se lo podía reconocer.<br />

<strong>El</strong> atento juez les indicó que en realidad este tipo de record ellos no lo podía<br />

homologar, pues solo una asociación mundial los reconocía: La World Sailing<br />

Speed Record Council, que es un ente establecido por la ISAF International Sailing<br />

Federation creada en 1972. Se ofreció a certificarles todos los datos que tenían<br />

registrados, incluidos el GPS que le ponen a cada barco, pero insistió en que al<br />

haber hecho la solicitud a la asociación y no estar presente el árbitro, no tenían<br />

ninguna posibilidad de que se reconociese.<br />

De nuevo le agradecieron su colaboración y franqueza, si bien salieron de la<br />

sala absolutamente frustrados. Después de haber disfrutado del triunfo, que se<br />

los quitasen en unos segundos fue como recibir un jarro de agua fría.<br />

Se encontraron con que el resto de los participantes, que aún no sabían nada,<br />

los seguían felicitando. Carlos, ya curtido en tener que dar malas noticias en los<br />

últimos años, le echó valor y cogió un micrófono conectado a la megafonía. En un<br />

breve comunicado informó a todos, que en realidad no estaban compitiendo y su<br />

participación se realizó fuera de regata al no estar homologados. Aprovecho para<br />

felicitar a los verdaderos campeón absolutos que eran los del trimarán.<br />

Todos los de la sala, con un claro espíritu deportivo, comenzaron a gritar y a<br />

felicitarlos. Estaba claro que reconocían el magnífico diseño así como el<br />

— 269 —


espectáculo que habían protagonizado; definitivamente se habían ganado el<br />

reconocimiento de esos expertos regatistas, con independencia que fuesen o no<br />

los campeones. Hasta el patrón del trimarán campeón oficial de la regata, les<br />

dedico especialmente un brindis por su magnífico diseño y cualidades, incluso<br />

reconoció, que si no llega a ser por esas normas estrictas que impidieron<br />

participar oficialmente al Albatros, ellos no habrían tenido ninguna oportunidad.<br />

Carlos sorprendido por esta actitud tan honorable, le dio personalmente las<br />

gracias.<br />

Con este apoyo de todos los regatistas se les fue pasando la frustración y<br />

decidieron quedarse en la fiesta y agradecer a cada uno de los participantes el<br />

apoyo mostrado. Hasta Marcelo, habitualmente tan serio y distante con la gente<br />

que no conocía, se impregnó de ese espíritu, mostrándose especialmente<br />

sociable; tanto, que no dudo en ponerse a bailar, ante la insistencia de una rubia<br />

canadiense; que sustituyó su traje de aguas por un ceñido vestido rojo, en el que<br />

se había embutido su enorme cuerpo. Repentinamente el “discjockey” estimó que<br />

ya estaba bien de tanta marcha, cambiando a una canción lenta. La rubia no dudo<br />

en seguir bailando con Marcelo agarrándolo sin reparos por la cintura.<br />

Altaha, que se movía con desparpajo entre conversaciones y saludos, cuando<br />

vio a Marcelo agarrado a la rubia se quedó paralizada y sintió como se le encogía<br />

el estómago. No fue un acto racional, ni siquiera mínimamente meditado, sino<br />

puramente instintivo. Deseaba acercarse y separarlos, quedándose a bailar con<br />

Marcelo. Sentía que la rubia no tenía derecho a apropiárselo.<br />

Se sintió sorprendida por ese sentimiento repentino de celos, pues hasta el<br />

momento, si bien es cierto que la relación entre ellos mejoró muchísimo en las<br />

últimas semanas, nunca se le pasó por la cabeza un afecto especial hacia Marcelo.<br />

Su cerebro trabajaba a mil por hora intentando buscar una explicación, pero lo<br />

único que pudo concluir, es que de forma no prevista se había enamorado de<br />

Marcelo, tan sutilmente que ni siquiera se había dado cuenta. A solas, en el<br />

Albatros, no existían las prisas por tomar ninguna decisión; además, la presencia<br />

constante de Carlos actuaba como una barrera contra la intimidad. Ahora, ante la<br />

competencia de otras mujeres, todo ese precario equilibrio se había roto,<br />

aflorando los celos como sistema defensivo contra las pretensiones de esa rubia<br />

cachimana con ínfulas de sirena.<br />

Lo malo de aplicar la lógica frente a los celos, es que no servía para nada, lejos<br />

de apaciguar su espíritu, lo único que provocó es su deseo de hacer algo. No tardó<br />

más que unos segundos en pensar algo, poniendo su plan en marcha de<br />

inmediato.<br />

— 270 —


Se acercó a una tripulación y les pidió que les esperase para hacer juntos unas<br />

fotos de recuerdo, rápidamente volvió a la pista de baile y se paró a un metro de<br />

Marcelo, sin hacer ni caso a la rubia, le dijo a gritos mientras gesticulaba, como si<br />

tuviese mucha prisa, que le acompañase para hacerse unas fotos.<br />

Marcelo, entre la sorpresa de esa petición, no dudo que la prioridad se<br />

centraba en satisfacer a esa tripulación, así dejó a la rubia diciendo que le<br />

esperase solo unos segundos. Marcelo se hizo las fotos, después Altaha insistió en<br />

que les dejase la cuenta de correo electrónico y la dirección y tuvo que escribirlo<br />

rápidamente en una servilleta para volver a la pista. Mientras lo hacía, Altaha<br />

apareció con el presidente del club que organizaba la regata y se lo presentó a<br />

Marcelo, el cual, ante la presencia de tal personalidad, no podía dejar de hablar<br />

con él cinco minutos por pura educación y cortesía. Seguramente el presidente<br />

pensaba lo mismo, cuando accedió la petición de Altaha que su compañero lo<br />

quería conocer.<br />

Después de cinco minutos, el desesperado Marcelo se logró librar del<br />

presidente, buscó con la mirada a la rubia en la pista de baile, y ante su frustación,<br />

la encontró en el otro extremo bailando con un nuevo acompañante.<br />

Marcelo se dio cuenta que la oportunidad con la rubia estaba perdida,<br />

resignado, decidió tomarse una copa Altaha apareció a su lado. <strong>El</strong>la lo miró con<br />

cara de circunstancia y se disculpó por haberle hecho perder el baile,<br />

ofreciéndose como mal menor a que lo acabase con ella. Marcelo aceptó sin<br />

convencimiento, pues tampoco tenía nada mejor que hacer; se dejó llevar al<br />

ritmo lento de la música, mientras Altaha esbozaba una sonrisa de satisfacción<br />

disfrutando de su pequeña victoria.<br />

Después de un par de horas abandonaron la fiesta y regresaron al Albatros. En<br />

el camino, Carlos comentó a Altaha y Marcelo que estaba un poco asombrado que<br />

el patrón del trimarán se comportase de forma tan educada después de las duras<br />

críticas de la noche anterior. Marcelo y Altaha se miraron con complicidad y<br />

renunciaron a contarle su pequeño engaño. Disculparon al patrón, argumentando<br />

que seguramente el alcohol le jugó una mala pasada la noche anterior.<br />

Al llegar al Albatros, se quedaron de tertulia, y entre otras cosas, comentaron<br />

que ya no tenía sentido seguir en medio de los regatistas sin poder participar.<br />

Decidieron salir al día siguiente y seguir subiendo por el Caribe hasta las Bahamas,<br />

antes de regresar a España. También acordaron no participar en más regatas. No<br />

deseaban enfrentarse a los reglamentos y jueces. Aunque, como apuntó<br />

acertadamente Carlos considerando las cualidades del Albatros, realmente no<br />

tenían rival, por lo que harían bien en no dejarlos participar.<br />

— 271 —


SIN RUMBO FIJO<br />

En Antigua, se habían acomodado a disfrutar de las playas y no tenían muchas<br />

ganas de meterse a navegar varios días en el Albatros. En el Caribe no tendrían<br />

ese problema, pues esa zona estaba llena de islas a menos de una o dos jornada<br />

de navegación. <strong>El</strong> único inconveniente al no tener ancla, es que seguían sin poder<br />

fondear en ninguna cala, por lo que necesariamente tenían que recurrir a los<br />

puertos, así que decidieron ir directamente a otra isla con un puerto principal.<br />

Como la ruta de regreso más óptima hacia España, en cuanto a vientos y<br />

corrientes, se debía partir desde aproximadamente cuba o Florida. Por este<br />

motivo su siguiente destino sería alguna de las islas situadas al norte. Escogieron<br />

San Juan de Puerto Rico, lo que implicaba una travesía relajada de unos dos días<br />

con menos de trescientas millas.<br />

Carlos y Marcelo notaron que Altaha estaba un poco rara desde que salieron<br />

de Antigua. Pero ninguno de los dos eran buenos psicólogos, y no llegaron a<br />

percatarse de los últimos acontecimientos, ni como había cambiado la forma que<br />

Altaha miraba a Marcelo.<br />

A Carlos le gustaba echarse la siesta después de comer, mientras que Marcelo<br />

y Altaha preferían quedarse en la bañera. Para estar protegidos del sol de<br />

mediodía, que en esas latitudes resultaba implacable, acondicionaron un toldo.<br />

De esta forma, bajo la agradable sombra, navegaban placidamente reconfortados<br />

por una suave brisa.<br />

Altaha permanecía en silencio, mientras su cerebro trabajaba para calcular<br />

cual debería ser el siguiente pasó con Marcelo. En una situación normal el primer<br />

pasó lo debería dar el hombre ante la más mínima insinuación de la mujer. Pero<br />

en esas circunstancias, y sobre todo ante el carácter de Marcelo, estaba claro que<br />

eso no iba a suceder. Por otra parte, no estaba dispuesta a esperar a que el torpe<br />

de Marcelo, captase la sutileza de sus gestos. Su impaciencia pudo más que su<br />

prudencia, y ahora que estaban solos, tomó la decisión de afrontar la cuestión<br />

directamente.<br />

—Marcelo, tengo que decirte algo.<br />

— ¿Dime? –preguntó medio adormilado.<br />

—Me gustas.<br />

—Tú también –le respondió sin emoción—. Hemos tenido suerte, hacemos los<br />

tres un buen equipo.<br />

—Me refiero, que me gustas más que como amigo. Lo digo en serio.<br />

— 272 —


Marcelo se sintió sorprendido y espero unos segundos antes de responder.<br />

— ¿Qué te parece el Albatros?<br />

—No cambies de conversación. Estoy hablando en serio.<br />

—No estoy cambiando, hablo de lo mismo. Responde, ¿te gusta el Albatros?<br />

—Si, claro, me encanta, es nuestro barco.<br />

—Ya, pero la realidad es que es un barco pequeño, incómodo y con muchos<br />

defectos. Y aun así te gusta. Eso es, porque ahora estas en él y no puedes elegir<br />

otro, así que te parece el mejor barco del mundo. Pues lo mismo te ocurre<br />

conmigo.<br />

— ¿Quieres convencerme que no me gustas?<br />

—Lo que quiero decir, es que si estuvieses en tierra con otros amigos, ni te<br />

fijarías en mí. Pero en la mar, al estar solos, todo cambia, yo soy tu única<br />

alternativa afectiva, pues Carlos podría ser tu padre. No te preocupes, se trata de<br />

algo así como el mareo, casi inevitable en la mar, pero en tierra desaparece<br />

rápido.<br />

—Eso no es verdad. Yo tengo muchos amigos y puedo elegir, pero tú me<br />

gustas más que ellos.<br />

— ¿Tú crees? En la empresa hemos estado dos años sin hablarnos. Nunca te<br />

fijaste en mí.<br />

—Es que, ni nos veíamos y además, no te conocía. Tampoco es cuestión de<br />

verte a cien metros y quedarme enamorada de golpe.<br />

—Esa es otra. A todo el mundo se le acaba conociendo y apreciando después<br />

de convivir algún tiempo. Y no significa más que eso. No le des más vueltas.<br />

— ¿Y tú no sientes nada por mí?<br />

—Eres una buena informática y dispuesta para trabajar, también buena<br />

compañera y sabes aguantar cuando hay que hacerlo. Además, tengo que<br />

reconocer que eres muy divertida, y se te echa mucho de menos si no estas.<br />

Estaba claro que Marcelo, siempre más tajante y rudo en sus respuestas,<br />

estaba haciendo un esfuerzo de contención y expresión para resultar racional y<br />

agradable. No deseaba ofender a Altaha, así que medía con precisión cada una de<br />

sus palabras.<br />

Altaha lejos de estar convencida, le molestaba tanta racionalidad.<br />

—Eso está bien para un amigo. Lo que quiero saber es si yo te gusto.<br />

—En la mar se pueden hacer buenos compañeros, pero malas parejas. Déjalo<br />

así y no te preocupes. Cuando vuelvas con tus amigos, te olvidas de esto en dos<br />

días. La parte buena, es que seguiremos siendo amigos; la mala, es que tienes que<br />

aguantarte un par de días hasta que se te pase.<br />

— 273 —


La realidad, es que Marcelo ciertamente sentía una atracción y afecto por<br />

Altaha, más allá de la mera relación de amistad. Consciente de la disparidad<br />

existente entre su preparación académica y los ambientes sociales a que<br />

pertenecían, sentía que eran incompatibles. Altaha podría ser el típico rollito para<br />

una aventurilla de fin de semana, pero la relación a largo plazo no funcionaría.<br />

<strong>El</strong>los tenían por delante mes y medio de convivencia, por lo que si aceptaban<br />

entrar en juego Altaha, ella se lo tomaría en serio y al final cuando se separasen le<br />

haría mucho daño. Además, no olvidaba que su principal cometido debía centrar<br />

en cuidar de sus dos amigos, y no en dejarse distraer con cuestiones<br />

sentimentales.<br />

Él no se las daba de psicólogo, aceptando inicialmente cualquier tipo de<br />

relación, pero en su dilatada experiencia con todo tipo de tripulaciones, ya lo<br />

había visto muchas veces. Daba igual que fuese español, italiano, senegalés,<br />

chino, coreano o tailandés, todos podían ser amigos y compartir experiencias;<br />

pero al final, donde eran más felices es donde estaban sus raíces, su familia y sus<br />

tradiciones. <strong>El</strong> único deseo de toda esa gente, se centraba en volver con el<br />

suficiente dinero para comprarse un negocio, una casa o montar una granja. Él no<br />

pensaba de forma diferente, no deseaba renunciar a la vida que conocía; por otra<br />

parte, tampoco deseaba que Altaha renunciase a nada por él, así que la mejor<br />

opción sería cortar todo conato de relación sentimental antes que comenzase.<br />

Estos pensamientos prefirió no compartirlos con Altaha, para no darle ningún<br />

margen de maniobra. Por el resto, había sido, en su explicación, completamente<br />

sincero. Estaba convencido que los sentimientos de Altaha, debido a su carácter<br />

impulsivo y temperamental, se mostraban exagerados y confusos bajo los efectos<br />

de la soledad. Cuando volviese a tierra con sus amigos, se olvidaría rápidamente<br />

de él.<br />

Altaha, que tuvo que superar su nerviosismo para sincerarse ante Marcelo, se<br />

quedó desairada y frustrada. No se consideraba una ingenua, por lo que nunca<br />

esperó que Marcelo respondiese como un romántico apasionado, pero tampoco<br />

la indiferencia con la que la trató. Además, discrepaba totalmente respecto al<br />

intento de racionalización que Marcelo realizó de sus sentimientos, pues ella los<br />

sentía como sinceros.<br />

Sopesó cuál sería su siguiente paso; podría optar por un enfrentamiento<br />

abierto para refutar su teoría; por ofrecer su lado más sensible y ponerse a llorar;<br />

o por mostrar su lado más pasional y besarlo. Analizó con frialdad la situación,<br />

aún tenían muchos días por delante, así que no era necesario precipitarse. Optó<br />

por dejar en ese momento el tema, y lo hizo tranquila, consciente que no se<br />

trataba de una rendición, sino tan solo de una tregua.<br />

— 274 —


Marcelo no le pidió más explicaciones, tal vez pensando ingenuamente que la<br />

había convencido, aceptando de buena gana que Altaha dejase el tema y siguiese<br />

comentando otras trivialidades sobre sus vidas.<br />

Cuando Carlos despertó de la siesta se incorporó a la tertulia, y Altaha no<br />

tardó en sacar el tema de conversación. Marcelo, aunque no le gustaban estas<br />

interioridades, no se lo reprochó; por una parte, convivir con ella resultaba lo más<br />

parecido a estar en una terapia de grupo; y por otra, el mismo le había quitado<br />

importancia al tema al tratarlo como una cuestión más, así que no podía quejarse<br />

que fuese tema comun de conversación.<br />

—Ya ves Carlos –Comentó Altaha, como con tristeza— yo muestro mis<br />

sentimientos a Marcelo, y él me responde con su indiferencia.<br />

Carlos, que aún estaba adormilado, no quería que Altaha le calentase la<br />

cabeza.<br />

—Ese es un tema personal y lo tenéis que resolver vosotros. Mi poca<br />

experiencia en las relaciones humanas, me indica que es que difícilmente un<br />

tercero, que desconózcalas relaciones, pueda resolver algo entre dos personas.<br />

Altaha deseaba utilizar a Carlos como punto para seguir la conversación, así<br />

que no aceptó esa huida.<br />

—Eso puede ser en otras circunstancias, pero ahora que estamos los tres<br />

juntos, seguro que nos podrías ayudar.<br />

—O empeorarlo todo. Eso nunca se sabe.<br />

—Pero, al menos dale algún consejo a Marcelo, tú tienes más experiencia.<br />

—Mi única experiencia se reduce a una sola mujer, y ser el culpable de<br />

destruir un matrimonio después de treinta años. Así que poco os puedo ayudar.<br />

Marcelo vio claramente que Carlos no quería entrar en este tema, pero de<br />

alguna forma necesitaba que le ayudase para quitarle a Altaha esas ideas de la<br />

cabeza, que además lo estaba planteando como si realmente los dos tuviesen un<br />

problema.<br />

—Eso no tuvo nada que ver con vosotros, fue la mala suerte con la empresa.<br />

Pero estoy seguro que con tu edad y experiencia, puedes convencer a Altaha que<br />

estos son sentimientos que surgen y no hay que darles mucha importancia.<br />

— ¿En serio quieres un consejo?<br />

—Si claro.<br />

—Bien, pues si quieres uno, te aconsejo que te rindas ante Altaha; Hagas lo<br />

que hagas estas perdido, un hombre no tiene nada que hacer frente a una mujer.<br />

Cuando ella se canse de ti, ya te abandonará.<br />

— 275 —


Carlos para dejar claro el carácter relajado del consejo, abrió los brazos y<br />

sonrió, dejando clara la impotencia de un hombre ante una mujer.<br />

Marcelo, que esperaba de Carlos un apoyo claro para acabar de una vez con<br />

ese tema, recibió el consejo como un jarro de agua fría.<br />

— ¡Que gracioso! Yo pidiendo tú ayuda, y tú me dejas solo ante Altaha.<br />

Altaha que no esperaba ese apoyo, sonrió muy satisfecha. Marcelo se acababa<br />

de quedar sin aliados.<br />

Marcelo percatándose que había perdido el apoyo, optó por dejase de<br />

sutilezas y solucionarlo de forma directa.<br />

—Mira Altaha. Yo te aprecio mucho, pero este tema del rollito se acaba aquí y<br />

ahora. Somos compañeros, y así estamos bien, y no vamos a cambiar nada porque<br />

eches de menos la compañía de un amigo.<br />

Altaha, que ya había obtenido su pequeña victoria, inteligentemente eludió la<br />

confrontación.<br />

—Tranquilo, yo no te he pedido nada, solo he mostrado mis sentimientos<br />

hacia ti. No te preocupes, seguiremos siendo buenos compañeros.<br />

Marcelo la miró con cara de desconfianza, la aparente falta de lucha de Altaha<br />

no le convencía en absoluto, consciente que no era persona que se rindiese<br />

fácilmente.<br />

Siguieron navegando con destino a Puerto Rico. Tenía un significado añadido<br />

pues se trataba de visitar un antiguo territorio español, donde aún se conservaba<br />

la cultura y la lengua. Estuvieron comentando como España había dominado<br />

prácticamente toda América y como poco a poco fue perdiendo el territorio.<br />

—Fue una lástima, –expresó Marcelo—, al final, lo perdimos todo.<br />

Altaha, que viva al día, le resultaba indiferente lo que hubiese pasado hacía<br />

doscientos o trescientos años, pero quiso aportar su grano de arena a la<br />

conversación.<br />

—Ya, pero nunca debimos luchar contra los ingleses.<br />

Ese comentario, tocó la fibra sensible de Marcelo.<br />

—No perdimos las colonias por culpa de los ingleses. Fíjate lo mediocres que<br />

fueron sus logros, que sus mayores héroes son los piratas como Morgan o Francis<br />

Drake.<br />

—Bueno yo no conozco la historia como tú, pero siempre oí eso que su marina<br />

fue superior.<br />

—Eso es una de las cosas que más me cabrea. ¿No sé de dónde saca la gente<br />

que perdimos frente a la marina inglesa? La realidad es que nunca nos<br />

— 276 —


conquistaron ni un solo pedazo de tierra de España o de las colonias mientras<br />

fuimos un imperio. Después las cosas ya cambiaron.<br />

—Como tú digas pero lo cierto es que al final perdimos todas las colonias.<br />

—Si claro, después que los ingleses perdiesen primero toda Norteamérica. En<br />

lo que nos diferenciamos, es que nosotros puestos a perderlo todo también<br />

perdimos el honor de recordar nuestra historia.<br />

—Vaya frase, esa no es de las tuyas.<br />

—No, mía no es, la habré leído en algún lado, pero no recuerdo en dónde.<br />

—No he entendido eso de que no tenemos honor en recordar la historia, ¿es<br />

que tenemos algún héroe por ahí perdido?<br />

—Tenemos a muchos héroes y buenos. Pero si hablamos de la lucha contra los<br />

ingleses, y puestos a escoger uno, me quedo con Blas de Lezo.<br />

—No me suena.<br />

—Si, por desgracia estas cosas no se recuerdan. Excepto en la Armada, donde<br />

siempre hay un barco que lleva su nombre. Que, por si no lo sabéis, es el mayor<br />

honor que puede recibir un Marino.<br />

—Vaya, debió causar buena impresión en su época.<br />

—Sí, aunque acabó marginado por los políticos de turno. Bueno, por el Virrey,<br />

que fue con el que le tocó lidiar.<br />

—Parece interesante, cuéntanos su historia.<br />

—Es larga.<br />

—No tenemos otra cosa que hacer. Como decía mi abuela esta es una buena<br />

tarde para una buena historia.<br />

—Pues si no recuerdo mal, Blas de Lezo nació sobre el 1689, su familia eran<br />

marinos con renombre. Eso no ha cambiado mucho, los de la armada lo llevan en<br />

la sangre.<br />

—Endogamia –le aclaró Carlos—, aunque técnicamente es casarse entre<br />

individuos de ascendencia común, pero el término se ha extendido cuando<br />

pertenecen a una clase social definida.<br />

—Pues eso, que les venía de familia. En esa época España y Francia se llevaban<br />

bien, así que estudio en Francia y pues con solo doce años se enrola como<br />

guardiamarina, para pegarse con los ingleses. Y no tardo mucho, pues en el 1704<br />

estuvo en la mayor batalla naval en Velez Málaga, y ahí, en plena batalla con<br />

quince años una bala de cañón le da en una pierna y se la tiene que amputar por<br />

debajo de la rodilla.<br />

— ¡Pobre chico! –exclamó Altaha—, que lástima, acabar con su carrera tan<br />

joven.<br />

— 277 —


—De eso nada, este hombre está hecho de otra pasta. Total que de darse la<br />

baja nada, sigue en activo y lo ascienden varías veces, por capturar <strong>numero</strong>sos<br />

navíos ingleses, en la mayoría de las veces en inferioridad de condiciones. En 1706<br />

le encargan que abastezca Barcelona, que está cercada por los ingleses, lo hace<br />

perfectamente y se escapa siempre del cerco. Su siguiente destino es en Francia y<br />

ahí tiene otro grave percance, pues en un ataque en tierra a la fortaleza de Santa<br />

Catarina de Tolon, una esquirla le da en el ojo izquierdo y lo pierde.<br />

— ¡Dios! –Volvió a exclamar Altaha-, antes de los veinte cojo y tuerto.<br />

—Insisto que es de otra pasta. De nuevo eso no le impide seguir y sigue<br />

combatiendo y ascendiendo hasta capitán de navío en 1714. A pesar de su<br />

estado, es tanta su osadía que en el segundo sitio de Barcelona al acercarse con<br />

demasiado ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo<br />

derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad.<br />

Altaha seguía asombrada, con los ojos como platos.<br />

— ¡No me lo puedo creer! cojo, tuerto y manco a los veinticinco años. Desde<br />

luego fue un héroe tenías toda la razón.<br />

—Espera, que la historia no ha acabado, pero es necesario que me dejes de<br />

interrumpir tanto.<br />

—Vale –dijo Altaha sin mucho convencimiento.<br />

—Blas de Lezo, a pesar de todas las limitaciones físicas, sigue luchando como<br />

nunca. En sus siguientes misiones al mando de una fragata, apresa a once navíos<br />

británicos. Entre ellos el emblemático, navío de gran poder ofensivo, el Stanhope,<br />

que les triplicaba en tripulación y doblaba en cañones. Con tanta lucha fue de<br />

nuevo herido y también ascendido a Capitán de Fragata. En 1715, al mando de<br />

Nuestra Señora de Begoña y ya repuesto de sus heridas, se dirige en una extensa<br />

flota a reconquistar Mallorca y logra que se rinda sin un solo fogonazo.<br />

—Muy bien. Entonces se convirtió en héroe.<br />

—Podría ser, pero no fue por ese motivo.<br />

— ¡Ah bueno! –comentó casi disculpándose por esta nueva interrupción.<br />

—Terminada la Guerra de Sucesión, se le confía proteger en escolta a los<br />

galeones que viene de América, en concreto contra los piratas de la costa de Perú.<br />

Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success y el Speed Well<br />

del corsario inglés John Clipperton, que cuando vio con quien se la jugaba, salió<br />

por piernas huyendo hasta Asia, donde fue capturado y ejecutado.<br />

— ¡Bien por Lezo! –gritó Altaha-, le ganó a los piratas en el Caribe.<br />

—Bueno, en realidad fue en el pacifico, pero no importa mucho. La historia de<br />

nuestro héroe sigue; quiere asentar la cabeza, así que contrajo matrimonio en el<br />

Perú en 1725. En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra<br />

— 278 —


naval del Mediterráneo. De nuevo se requiere sus servicios pues surgen<br />

problemas con la republica de Génova que tenía cuentas pendientes con España.<br />

Total que se planta en el puerto con seis navíos y le exige que se dejen de<br />

tonterías y que les devuelvan los dos millones de pesos, que eran de España y los<br />

tenían retenido en el Banco de San Jorge, y ya de paso, que le den un homenaje a<br />

la bandera real de España en señal de respeto. Los genoveses se hicieron los locos<br />

y le dieron evasivas. Blas de Lezo, con poca paciencia, les mostró el reloj y le fijó<br />

un plazo de unas horas, si en ese tiempo no le daban una respuesta, arrasaría la<br />

ciudad a cañonazos. Este último mensaje lo captaron perfectamente, y<br />

rápidamente aceptaron pagar y mostrar sus respetos por la bandera de España.<br />

—Pues sí que era contundente, no se andaba con tonterías. Imagino que<br />

pacificó toda esa zona.<br />

—No resultó tan sencillo. España en la época estaba rodeada de enemigos,<br />

sobre todo los musulmanes del norte de África, que creaban muchos problemas.<br />

Así que lo vuelven a llamar de nuevo y en 1732, mandó una expedición a Orán con<br />

cincuenta y cuatro buques y treinta mil hombres, logrando rendir la ciudad sin<br />

problemas. Pero la cosa andaba muy revuelta y apenas se marcharon, Bay Hassan<br />

logró reunir tropas y sitió la plaza. Lezo, aunque no estaba lejos, se encontró en<br />

un dilema, pues ya había dado la orden de volver a la flota y tan solo disponía de<br />

seis navíos y cinco mil hombres; no lo dudó y aun en inferioridad de condiciones<br />

vuelve para ayudar a la plaza. Bay Hassan superior en hombres, cree que puede<br />

acabar fácilmente con él, pero después de una sangrienta lucha tiene que salir por<br />

piernas. Blas de Lezo, en ese momento, es plenamente consciente que si lo deja ir<br />

no tardará en volver a atacar, así que con la nave capitana Santiago de sesenta<br />

cañones lo persiguió hasta la bahía de Mostagán, baluarte defendido por dos<br />

castillos fortificados y cuatro mil moros, donde Bay Hassan se creía totalmente a<br />

salvo. Pero Blas de Lezo de nuevo no se deja intimidar y entra en la bahía detrás<br />

del pirata; a pesar del fuego de los fuertes prosigue y no se queda contento hasta<br />

que incendia la nave del pirata y causa bastantes daños en los fuertes. Se quedó<br />

patrullando durante algunos meses por esos mares impidiendo que los argelinos<br />

recibiesen refuerzos de Estambul, hasta que por enfermedad tuvo que regresar a<br />

Cádiz.<br />

Altaha esta exultante.<br />

— ¡Toma, toma, toma! ¡Vaya caña le dio a los moros! Muy buena la historia.<br />

—Sí, es buena, pero tampoco fue por esta acción por la que pasó a la historia.<br />

— ¿O sea, que hay más?<br />

— 279 —


—Sí, hay más. <strong>El</strong> rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada.<br />

Regresó a América en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias. Y<br />

estuvo relativamente tranquilo dominando toda la zona unos años hasta 1741.<br />

— ¿Y qué pasó en 1841?<br />

Marcelo, ya resignado a las continuas interrupciones de Altaha, continuó su<br />

relato con paciencia.<br />

—En esos años España apresa a un corsario comandado por un tal Robert<br />

Jenkins cerca de las costas de Florida. Como el pirata invocó su condición de<br />

corsario inglés, el capital español Julio León Fandiño que estaba muy molesto le<br />

cortó una oreja y le dijo «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se<br />

atreve.». Total que el corsario se va nada menos que a la Cámara de los Lores con<br />

su oreja en la mano para protestar. Los ingleses, aunque poco le importaba el<br />

corsario, vieron la oportunidad para declarar la guerra a España. Y desde entonces<br />

se conoce el conflicto como la «Guerra de la oreja de Jenkins». Le encargan el<br />

ataque a almirante inglés Edward Vernon que fue nombrado comandante en jefe<br />

de todas las fuerzas navales británicas en las Indias Occidentales, con una flota<br />

impresionante de casi doscientos barcos.<br />

Primero se dirige contra el puerto de Portobello en Panamá, que estaba<br />

escasamente defendido a pesar de ser el enlace con la ruta de las indias por el<br />

pacifico. <strong>El</strong> relativo éxito de la toma de la plaza, fue asumido por los ingleses como<br />

un éxito total, tanto fue así, que se montaron varías celebraciones incluido dar en<br />

nombre de dos calles como Portobello Road, una en Londres y la otra en Dublín.<br />

— ¡Qué bueno! –volvió a interrumpir Altaha- Yo estuve en el mercadillo de<br />

Portobello de Londres, pero no tenía ni idea que el nombre viniese de ahí.<br />

—Por ese motivo la historia es interesante. Si no te importa sigo.<br />

—Perdón –le dijo Altaha mientras mostraba una sonrisa de pícara.<br />

—Total que Edward Vernon en 1741 confiado en su fuerza y su éxito, se dirige<br />

a tomar el puerto español de Cartagena de Indias, principal puerto del Virreinato<br />

de Nueva Granada, a cuyo mando militar se encontraba Blas de Lezo. Cuando<br />

llego a Cartagena con su inmensa flota, le pide que se rinda exhibiendo su éxito<br />

en Portobelo. A lo que el marino español le contesta; «Si hubiera estado yo en<br />

Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi<br />

Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para<br />

contener su cobardía.». Eso no desanimo al inglés, arropado por su superioridad,<br />

pero sin duda le dio un aviso de con que personaje se iba a enfrentar.<br />

Blas de Lezo se encontraba en una situación de franca inferioridad de fuerzas<br />

frente a Edward Vernon; este disponía de ciento ochenta y seis naves, dos mil<br />

cañones y veintitrés mil seiscientos hombres; y Blas de Lezo para la defensa de<br />

— 280 —


Cartagena no disponía más que de tres mil hombres entre tropa regular,<br />

milicianos, seiscientos indios flecheros, y seis únicos navíos de guerra de los que<br />

disponía la ciudad. Así las condiciones de superioridad del inglés eran<br />

sencillamente abrumadoras.<br />

—Eso no es justo –dijo Altaha-, ganar así no tiene mérito.<br />

—En las guerras no se busca el mérito sino la victoria. Pero déjame acabar la<br />

historia.<br />

—Vale.<br />

—La gran flota inglesa antes de disponerse a desembarcar silencia las baterías<br />

de las fortalezas de Chamba, San Felipe y Santiago. Luego se dispuso a cañonear la<br />

fortaleza de San Luis de Bocachica, así día y noche durante dieciséis días.<br />

Bocachica estaba defendida por Des Naux con quinientos hombres que,<br />

finalmente, tuvieron que replegarse ante la superioridad ofensiva. Tras esta<br />

fortaleza sólo quedaba la Fortaleza de Bocanegra como entrada a la bahía. En<br />

contra de la opinión de Lezo, el Virrey ordenó hundir seis barcos para bloquear el<br />

canal, si bien finalmente no lo lograron impedir, como había pensado el almirante<br />

de Lezo. Tras esto, Vernon entró triunfante en la bahía y a su vez, todos los<br />

defensores españoles se atrincheraron en la fortaleza de San Felipe de Barajas, se<br />

trataba del último reducto. Aun así Blas de Lezo ni le pasa por la cabeza el<br />

rendirse.<br />

— ¡Toma héroe! –Volvió a interrumpir Altaha-. De esos que murieron con las<br />

botas puestas. Aunque la verdad, es que no se si valdría la pena. Que los<br />

españoles somos muy de ser así, y al final lo perdemos todo.<br />

—Eso depende del cada uno, pero sigo con la historia. Vernon tan confiado<br />

estaba en la victoria que antes de tomar el último reducto, que envió un correo al<br />

rey inglés asegurando que había logrado la victoria, generando una euforia en su<br />

país aún mayor que la del año anterior con la toma de Portobello.<br />

No se quiso complicar la vida, así que ordenó un constante cañoneo del<br />

castillo de San Felipe por mar y tierra, para ablandar a las fuerzas guarnecidas en<br />

la fortaleza. En ella solo quedaban seiscientos hombres bajo el mando de Lezo.<br />

—Que abusón el inglés. Así cualquiera.<br />

—Pues no le salió como pensaba, porque la fortaleza y Blas de Lezo lo<br />

aguantaban todo. Como solución Vernon decide rodear la fortaleza y atacar por<br />

su retaguardia, si bien al hacerlo, se tiene que meter por las marismas. Sus<br />

hombres contraen malaria y así pierde a cientos de hombres. Vernon a pesar de<br />

las bajas completa su estrategia rodeando la fortaleza y llegando hasta sus<br />

puertas y en ese momento ordena el ataque con la infantería. Lezo ante esta<br />

situación se da cuenta que el ataque se concentrará en la rampa de la entrada, así<br />

— 281 —


que la mandó taponar con trescientos hombres y después de una lucha terrible<br />

lograron contener el ataque y causar mil quinientas bajas a los asaltantes.<br />

— ¡Bien hecho! Ahora cara a cara, sin tanto cañoncito es otra cosa.<br />

Marcelo ya no dijo nada, dejando por imposible que Altaha estuviese callada,<br />

y continuó.<br />

—La moral de los atacantes bajó considerablemente tras esto y por las<br />

epidemias que causaban continuas bajas. Vernon se puso muy nervioso pues no<br />

espera ni tantas bajas ni la resistencia a ultranza de los españoles, máxime<br />

teniendo en cuenta que ya había enviado la noticia de la victoria a Inglaterra. Para<br />

acabar de una vez con todas con la resistencia deciden asaltar la fortaleza por<br />

todos los lados a la vez, con todas las fuerzas y atacar de noche, para lo cual<br />

construyen escalas.<br />

—Otra vez abusando de la superioridad. No me digas más, Lezo aguantó hasta<br />

el último hombre.<br />

—En realidad, el ataque debería haber sido un éxito, pero cometieron un fallo<br />

muy importante. Los atacantes al llegar a las murallas con las escalas, se dieron<br />

cuenta que fruto de las prisas, solo midieron la altura de las murallas pero no la<br />

del foso que se unía a la muralla, así que las escalas al apoyarse abajo en el foso<br />

se quedaban cortas. Esta diferencia de unos metros les impedía llegar hasta arriba<br />

y con toda esa confusión siguieron expuestos al fuego español, hasta que se<br />

ordenó la retirada sufriendo una masacre.<br />

—Bien por Lezo, aunque imagino que ellos también tendrían muchas bajas, y<br />

seguían sitiados.<br />

—Eso mismo debió pensar Blas de Lezo, pues al amanecer, viendo que los<br />

ingleses habían sido frenados con graves pérdidas, no quiso darle tiempo a<br />

recuperarse. Cogió a todos los hombres que le quedaba y cargaron a bayoneta<br />

contra el campamento inglés. Los ingleses, que a pesar de la derrota seguían<br />

siendo muy superiores, estaban tranquilos en su campamento. Así que, lo último<br />

que esperaban es ver cómo eran asaltados por una jauría de furiosos españoles<br />

que con sus bayonetas caladas ensartaban a todo el que se ponía por delante.<br />

Esta visión provocó el pánico y la huida desorganizada, dejando en el camino<br />

cientos de muertos y todos los pertrechos.<br />

— ¡Toma, toma, toma! –gritó exultante Altaha.<br />

Cuando paró de dar gritos Marcelo continuó la historia.<br />

—Vernon, ya con pocas fuerzas y con la morar por los suelos, no tuvo más<br />

remedio que retirar toda la infantería a los barcos. En la mar seguía manteniendo<br />

la superioridad naval, así que ordenó un continuo cañoneo sobre la fortaleza<br />

hasta que esta capitulase. Después de treinta días, las enfermedades y la escasez<br />

— 282 —


de provisiones empezaban a hacer mella en lo que quedaba de la tropa inglesa<br />

embarcada, así que finalmente se ordena la retirada. Las últimas naves partieron<br />

el veinte de mayo. Y para hacerse una idea de las bajas que tuvieron, no les quedó<br />

más remedio que abandonar e incendiar cinco de los barcos por falta de<br />

tripulación.<br />

— ¿Entonces Lezo ganó?<br />

— ¿Ganar dices? <strong>El</strong> Almirante español Blas de Lezo infringió a Vermon la<br />

mayor y más humillante derrota de toda la historia de la Royal Navy; perdieron<br />

cincuenta naves y once mil hombres a manos de una guarnición compuesta por<br />

sólo seis barcos y tres mil defensores.<br />

—Qué Vergüenza para Vermon.<br />

—Tanto, que intentó recuperarse atacando Santiago de Cuba y Panamá, pero<br />

también fracasó. Se vio obligado a volver a Inglaterra en 1742 y comunicar que la<br />

anunciada victoria de Cartagena nunca existió. Tan convencidos estaban, que ya<br />

habían puesto monedas en circulación que decían en su anverso; «Los héroes<br />

británicos tomaron Cartagena el uno de abril de 1741» y «<strong>El</strong> orgullo español<br />

humillado por Vernon». Esto causó tal vergüenza a Jorge II que el propio Rey<br />

prohibió escribir sobre ello a sus historiadores y ordenó retirar las monedas en<br />

circulación.<br />

— ¿Qué le pasó a Vermon?<br />

—Fue relevado de su cargo ese mismo año y expulsado de la Marina en 1746.<br />

A pesar de su profundo descrédito, a su muerte en 1757, se decidió enterrar su<br />

cuerpo en la Abadía de Westminster, como un héroe más de los que allí reposan.<br />

—Pues si eso hicieron con Vermon, imagino que a Blas de Lezo lo convertirían<br />

el Rey o poco menos.<br />

—Blas de Lezo tuvo la desgracia que falleció días más tarde en Cartagena de<br />

indias al contraer la peste, por los cuerpos insepultos ocasionados por los<br />

sucesivos combates. Durante el sitio se enfrentó con el Virrey de la ciudad, por lo<br />

que fue enterrado como uno más sin ningún mérito u honor. Así su historia como<br />

héroe apenas se conoce en España, a excepción de en la armada donde siempre<br />

mantienen un barco con su nombre. Curiosamente Blas de Lezo es un reconocido<br />

héroe en la ciudad de Cartagena de Indias, la cual le rinde grandes honores y<br />

reconocimientos, existen barrios, avenidas y plazas en dicha ciudad. Su estatua<br />

frente al baluarte de San Felipe de Barajas es otra muestra del respeto y<br />

admiración a este gran héroe.<br />

Tanto Carlos como Altaha, que escucharon toda la historia con admiración, se<br />

quedaron asombrados de las aventuras de Blas de Lezo.<br />

— 283 —


—Tenías toda la razón –le confirmó Carlos—, es una lástima que no se conozca<br />

más a este héroe. Su vida es sencillamente impresionante.<br />

—Ahora ya comprenderás, porque me cabreo cuando oigo que si los<br />

españoles frente los ingleses, que si esto o aquello. Como puede ver, como<br />

marinos y combatientes no tenemos nada que envidiar a ningún país.<br />

Siguieron navegando tranquilamente mientras pensaban en toda la historia.<br />

Ya estaban a poca distancia de Puerto Rico, por lo que Altaha consultó en<br />

Internet y les hizo un resumen de la historia de la isla.<br />

La isla de Puerto Rico, fue descubierta el 19 de noviembre de 1493 por<br />

Cristóbal Colón, en su segundo viaje de exploración. Le obsequiaron con regalos<br />

de oro y Colón acuñó el nombre de Puerto Rico pensando que el oro era muy<br />

abundante.<br />

La historia de la isla tiene básicamente tres fases; Ante de la colonización por<br />

España, independencia de España y dependencia de EEUU y la última como<br />

Estado Libre Asociado. Los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses<br />

desde 1917, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Jones. Esta<br />

situación en realidad lo convierte en una especia de colonia a la cual le han dado<br />

por el momento libertad para autogobierno.<br />

La capital San Juan de Puerto Rico, es el puerto principal. Dispone de una<br />

perfecta bahía natural protegida ante el mar y fácilmente defendible, pues en la<br />

época de la colonización primero se elegía el puerto y después en torno a él surgía<br />

la ciudad. Además por su situación como isla de llegada y regreso a España<br />

implicaba un punto de pasó también muy interesante como refugio y<br />

abastecimiento, por lo que fue adquiriendo bastante importancia.<br />

Entraron en la bahía de San Juan y dejando a babor toda la ciudad llegaron<br />

hasta el fondo y al club náutico, donde atracaron.<br />

Como cada vez que entraban en un país nuevo, fueron a entregar la<br />

documentación en Aduanas. Y, por primera vez les presentaron problemas,<br />

aunque la documentación del barco la aceptaron, ello solo llevaban el documento<br />

nacional de identidad de España, ni los pasaportes ni los visados. Dado que se<br />

trataba de un estado controlado por Estados Unidos, les dijeron que no cumplían<br />

las normas de entrada de inmigración y que la única opción era volver al mar.<br />

Sorprendidos, los tres lo aceptaron con resignación, después de todo no era<br />

cuestión que investigasen que se trataba de un barco ilegal y buscado. <strong>El</strong> agente<br />

de inmigración, que tenía un gran respeto por España, a la que llamaba la “madre<br />

patria”, se compadeció de ellos, y después de meditarlo un rato, les dijo que<br />

— 284 —


durante dos días retendría la documentación para examinarla, después la<br />

rechazaría y tendrían que abandonar la isla. Así, gracias a ese truco burocrático les<br />

estaba otorgando dos días para conocer la isla y aprovisionarse. Como<br />

agradecimiento le regalaron una botella de vino de Madeira.<br />

Altaha aprovechó un mercado situado cerca del puerto y se fue hacer unas<br />

compras. Después volvieron al Albatros y antes de salir, se estuvo arreglando un<br />

buen rato, tanto Carlos como Marcelo se sorprendieron al verla. Vestida con una<br />

minifalda y una blusa corta y con bastante escote que dejaba también expuesta la<br />

zona del ombligo. Perfectamente peinada y pintada, con un aspecto realmente<br />

seductor aunque un poco exagerado para lo que sus compañeros estaban<br />

acostumbrados.<br />

Altaha, seguía manteniendo los mismos sentimientos hacia Marcelo, pero<br />

como mujer inteligente, se dio cuenta, que fracasada la estrategia de ser franca,<br />

optó claramente por lanzar una ofensiva de seducción.<br />

Manteniendo la tradición de cada travesía, en esa primera noche cenaron<br />

juntos. Después Altaha y Marcelo salieron a dar una vuelta y tomar unas copas.<br />

A diferencia de otras noches, ahora Altaha se mostraba menos parlanchina y<br />

más sugerente. No cesaba de arrimarse a Marcelo lo máximo posible, gracias a los<br />

bailes de salsa donde es habitual que estén muy juntos los cuerpos; tampoco<br />

dejaba de aprovechar la oportunidad cuando estaban sentados, incluso cuando<br />

caminada se le cogia de su brazo. Marcelo, al principio, lo confundió con el ánimo<br />

de diversión, después con el abuso del alcohol, pero cuando vio claramente las<br />

intenciones de Altaha, opto por zafarse discretamente y mantener las distancias.<br />

A esas alturas de la noche se daba cuenta, que por mucha seducción que mediase,<br />

se trataba de una cacería, donde él se había convertido en la presa. Así las cosas,<br />

decidió cortar por lo sano y retirarse pronto a dormir a pesar de las protestas de<br />

Altaha.<br />

Se levantaron temprano y dado que solo disponian de dos días. Optaron por<br />

dedicar el primero a conocer la ciudad de San Juan y el segundo alguna zona<br />

interesante de la Isla.<br />

En la oficina de turismo compraron algunas guías y planos, así que enteraron<br />

que San Juan de Puerto Rico es una ciudad amurallada presidida por el Fuerte de<br />

San Felipe del Morro y se convirtió en la fortificación más grande construida por<br />

los españoles en el Nuevo Mundo. Cuando fue completada en 1783, cubría cerca<br />

de cien mil metros cuadrados, básicamente rodeando la ciudad de San Juan. No<br />

solo estaba protegida por el mar, sino que incluso la entrada a la misma por tierra<br />

— 285 —


estaba sellada por puertas dobles. En la actualidad solo queda unas partes pues la<br />

sección central fue demolida en 1897 para ayudar a facilitar el tráfico creciente a<br />

la capital.<br />

Ya en la visita de los fuertes, la guía les explico, con mucho orgullo, que San<br />

Juan nunca había sido tomado por fuerzas extrajeras, a pesar de los constantes<br />

intentos que se hicieron a lo largo de la historia; En 1595, sir Francis Drake. En<br />

1598 sir George Clifford. En 1625, una flota holandesa bajo el mando del General<br />

Boudewijn Hendricksz forzó su entrada a la bahía, desembarcó y asedió a <strong>El</strong><br />

Morro y llego a saquearla antes de ser expulsados. En 1797, siete mil ingleses<br />

comandados por el general Ralph Abercromby con sesenta y ocho barcos, no<br />

pudieron tomar la fortaleza pero la sitiaron por tierra; cuando los ingleses estaban<br />

confiados, los españoles frente a todo pronóstico, les atacaron de noche con<br />

infantería y caballería; este ataque genero pánico en los ingleses que decidieron<br />

retirarse abandonando la artillería municiones y víveres incluso algunas tropas.<br />

Siguieron visitando toda la fortaleza hasta el mediodía, y por la tarde se<br />

dedicaron a callejear por toda la zona antigua. Al final del dia, se quedaron un<br />

poco cansados de estar todo el día caminando y de pie, así que volvieron para<br />

acostarse temprano.<br />

Altaha seguía con su insistencia de salir otra vez de noche, pero Marcelo<br />

mantuvo su costumbre, de solo salir de copas el primer día para celebrar la<br />

travesía, así que Altaha se tuvo que conformar con volver con ellos al barco.<br />

Al día siguiente se levantaron temprano pues planificaron dos excursiones.<br />

Para ello contrataron un taxi para todo el día.<br />

La primera fue un paseo durante toda la mañana por el Bosque Natural <strong>El</strong><br />

Yunque. Además de una gran diversidad de árboles y plantas, lo que más les<br />

gusto, y por lo que también es famoso el bosque, fueron los riachuelos, arroyos y<br />

ríos que cruzan por el bosque, incluidas las elegantes cascadas. Visitaron con<br />

ayuda de un mapa los principales lugares como Cascada La Coca con veinte y seis<br />

metros de altura, la quebrada de Juan Diego, <strong>El</strong> Baño Grande o Baño de oro,<br />

cascada de la Mina o el Baño de las Damas.<br />

Al final de la mañana estaban cansados pues había sido una buena caminata.<br />

Comieron rápidamente un bocadillo y se fueron en el taxi al radiotelescopio de<br />

Arecibo.<br />

Este radio-telescopio tiene dos particularidades, la primera que no está<br />

construido como una antena sobre un edificio, sino que la antena está construida<br />

en una depresión de una montaña; y la segunda es que es el más grande del<br />

— 286 —


mundo con un diámetro de trescientos cinco metros. Por estos motivos se<br />

convirtió rápidamente en una atracción turística.<br />

<strong>El</strong> guía además, de enseñarle las instalaciones, les explico lo básico acerca de la<br />

astronomía y la ciencia atmosférica y cómo funcionaba. Una de las anécdotas fue<br />

el uso que le dio al telescopio la inteligencia militar Norteamericana: Lo utilizaron<br />

para localizar las instalaciones soviéticas de radar, detectando las señales que<br />

rebotaban sobre la Luna.<br />

Volvieron cansados de tanto trajín y se acostaron temprano, aunque un poco<br />

justos, entendieron que ya habían conocido lo esencial de la isla, así que al día<br />

siguiente, cumpliendo con su limitado permiso de estancia, abandonarían Puerto<br />

Rico.<br />

Tal y como habían previsto, salieron temprano con destino a Santo Domingo,<br />

isla más próxima en su itinerario hacia el norte. Apenas distaba de Puerto Rico<br />

sesenta millas. Descartaron ir a la capital Santo Domingo, pues se econtraba en el<br />

sur y les exigiría rodear toda la isla para retomar el rumbo al norte y además,<br />

ahora preferían un puerto tranquilo. Buscaron en la zona norte de la costa y<br />

encontraron una bahía llamada Luperon, muy protegida donde habitualmente<br />

fondeaban veleros y yates. Resultaba el sitio perfecto pues disponía de varios<br />

pantalanes para atracar. Se encontraba a unas trescientas millas, lo que les<br />

llevaría unos dos días escasos de navegación.<br />

<strong>El</strong> Caribe es sin lugar a dudas, el paraíso para los navegantes. <strong>El</strong> clima es<br />

tropical, lo que significa estar siempre entre los veinticinco y los treinta grados<br />

centígrados. Incluso en la época de lluvias solo llueve durante unos minutos y<br />

después luce el sol como siempre. Está especialmente indicado para la navegación<br />

a vela ya que los vientos dominantes, que son los Alisios, soplan con una<br />

intensidad más o menos constante de quince nudos de este a oeste, por lo que se<br />

dispone de buen viento para navegar pero sin sustos. Otra característica de este<br />

tipo de viento es que la parte de sotavento de las islas siempre está protegida, por<br />

lo que se conoce de antemano donde buscar un refugio o fondear.<br />

Cuando llevaban solo una hora navegando, oyeron por la radio una petición<br />

de socorro. Por suerte, barcos cercanos acudieron rápidamente, pues ellos<br />

estaban a más de quince millas lo que implicaba una hora de navegación. Se<br />

trataba de un barco de recreo, que por algún motivo estaba haciendo agua y<br />

hundiéndose. Siguieron atentos a la emisora durante veinte minutos, hasta que se<br />

confirmó que el rescate de la tripulación finalizó felizmente, eso sí, con el barco<br />

hundido.<br />

A Altaha estos incidentes le inquietaban mucho.<br />

— 287 —


—También es mala suerte rara que en la época actual se hunda un barco, es<br />

algo así como que te toque la lotería, pero la mala.<br />

—Es curioso el ejemplo de la lotería –dijo Carlos—, la gente en general estima<br />

como máximo exponente de suerte que toque la lotería. Cuando las<br />

probabilidades son una entre seiscientas mil, mientras que la quiniela tiene cinco<br />

millones, y la bonoloto catorce millones. ¿Interesante verdad?<br />

—Sí, muchísimo, como para aburrir a un calamar. Cuando conviertes una<br />

frase hecha en estadísticas pierde toda la gracia. ¿Y yo me preguntó? ¿Cómo<br />

ligabas en tu época? ¿Con una calculadora?<br />

—Pues casi, casi. Digamos que tuve la suerte que una gran mujer me escogió.<br />

Aunque visto lo visto, está claro que fue ella la que no escogió bien.<br />

Altaha se mordió los labios. Hablar de su ex mujer no había sido una buena<br />

idea; Carlos la seguía queriendo y solo la dejó para no hacerle más daño. Tenía<br />

que salir del tema rápidamente.<br />

— ¿Y tú Marcelo, qué opinas?, imagino que lo del naufragio fue un caso de<br />

muy mala suerte.<br />

—Sí, pero no tanto. En la mar es algo natural. Si tenemos en cuenta barcos de<br />

más de quinientas toneladas, las estadísticas muestran un centenar hundidos al<br />

año, que viene a representar solo un uno por mil de la flota mundial o el uno por<br />

dos mil del tonelaje transportado. Claro, por causas naturales y en tiempo de paz.<br />

— ¿Imagino que en la guerra se hunden muchos más? –Preguntó con<br />

curiosidad Carlos.<br />

— Sí, claro, muchísimos más. Para que te hagas una idea solo en el canal de la<br />

mancha en la segunda guerra mundial, se hundieron unos cinco mil dos cientos<br />

buques, de los cuales seiscientos fueron navíos de guerra, unos mil submarinos y<br />

el resto mercantes.<br />

— ¿Pero qué os pasa? –Preguntó Altaha- parecéis unos robot que solo sabéis<br />

dar datos y más datos. Yo me refería, a que menos mal que no se repiten grandes<br />

tragedias como la del Titanic.<br />

—No creas –dijo Marcelo-, el Titanic es el que más fama tiene, pero solo<br />

murieron mil quinientas personas.<br />

— ¿Solo? ¿Te parecen pocas?<br />

—Me refiero al número, no al drama personal. Si lo comparamos con el que<br />

tuvo más víctimas en la historia de la navegación; fue el treinta de enero de 1945<br />

Wilhelm Gustloff, Crucero de pasajeros alemán cargado con unos ocho mil<br />

refugiados, torpedeado por un submarino soviético. Seguido en las misma aguas<br />

por 16 de abril de 1945 el MS Goya con seis mil pasajeros.<br />

—O sea, que los alemanes se llevaron la peor parte.<br />

— 288 —


—No, también con cinco mil muertos hay varios en la guerra como Junyō Maru<br />

y el Ryusei Maru de Japón o el Armenia de la Unión Soviética. Un caso extraño<br />

sucedió el 17 de junio de 1940, cuando el RMS Lancastría de Reino Unido con más<br />

de cuatro mil pasajeros cerca de Saint Nazaire en Francia, cuando fue<br />

bombardeado por aviones alemanes; y digo extraño, porque pudieron ser muchas<br />

más víctimas, pues este hundimiento es secreto de guerra a pesar de haber<br />

transcurrido más de setenta años.<br />

—Marcelo, para un poco, que te veo muy lanzado. Y si te dejamos nos vas a<br />

dar todo el parte estadístico de la segunda guerra mundial.<br />

—Tienes razón, en guerra siempre son mayores los dramas. Pero en tiempo de<br />

paz como le sucedió al Titanic también existieron naufragios más graves. <strong>El</strong> mayor<br />

desastre naval en la historia de EEUU fue el vapor Sultana en el Misisipi con mil<br />

trescientas muertes.<br />

— ¿En un rio, tantas muertes? ¿Qué le pasó? –preguntó Carlos.<br />

—En 1865, en abril, navegando al norte de Memphis se hunde tras una<br />

explosión seguida de un gran incendio. Casi todo se conjugó para el desastre; una<br />

de sus calderas estaba mal reparada, el barco pensado para trescientos setenta y<br />

seis pasajeros llevaba ocho veces más y como se hundió por la noche el<br />

desconcierto fue total. Murieron más de mil setecientas treinta sobre un total de<br />

dos mil trescientas personas, en su mayoría soldados de la Unión recién liberados<br />

tras la rendición de los confederados.<br />

Altaha ponía cara de tristeza.<br />

— ¿Pero no tienes otra cosa más divertida que comentar que hablar de<br />

muertos?<br />

—Puedo comentar, muertes a parte, los hundimientos más curiosos o<br />

absurdos.<br />

—Bueno. No es para saltar de alegría, pero parece un poco mejor.<br />

—<strong>El</strong> 22 de junio de 1893, en la entrada del puerto de Trípoli en barco de guerra<br />

británico Victoría navega en formación con otros barcos. <strong>El</strong> barco recibe la orden<br />

del almirante de virar. La orden es absurda, pues si lo hace chocaría con otro<br />

acorazado. Pero como se trataba de una orden y los militares son así, pues vira y<br />

colisiona con el acorazado Camperdown, y se hunde, muriendo trescientos<br />

cincuenta y nueve marineros. La culpa fue exclusiva del almirante Tryon que dio<br />

una orden inexplicable, como consecuencia el capitán del Victoria, que se limitó<br />

de forma suicida a cumplirla, fue exculpado de toda responsabilidad.<br />

A Altaha le hizo bastante gracia.<br />

—Desde luego, hay militares un poco tontos<br />

— 289 —


—No es cuestión de ser tontos, sino de cumplir órdenes. Además los marinos<br />

mercantes también comenten errores igual de absurdos.<br />

— ¿También?<br />

— Si, como el hundimiento del lujoso transatlántico Andrea Doría el 26 de julio<br />

de 1956, cuando cocho contra el paquebote stockholm en las proximidades de isla<br />

Nantuket. Lo curioso, es que en teoría no existía ninguna posibilidad de riesgo de<br />

colisión. Ambos barcos navegaban en rumbo convergente pero sin riesgo de<br />

abordaje, y aunque había niebla que ambos barcos llevaban radar y se detectaron<br />

a muchas millas de distancias. Entonces ambos capitanes tienen la misma idea,<br />

para tener más seguridad se separan cambiando de rumbo. <strong>El</strong> problema es que<br />

los dos lo hacen hacia el mismo lado y sigue así estúpidamente hasta que chocan.<br />

<strong>El</strong> stockholm le dio con su afilada proa en el lateral de Andrea Doría y lo abrió<br />

como una lata de sardinas hundiéndolo. Con todo, les dio tiempo a abandonarlo y<br />

solo murieron cuarenta y cuatro personas, salvándose el resto.<br />

Altaha estaba asombrada.<br />

—Pues menos mal que al menos hubo pocos muertos. Pero desde luego un<br />

poco tontos sí que fueron los capitanes.<br />

—Otro caso de un hundimiento tan trágico como inútil, sucedió en la guerra<br />

civil Española. A punto de acabar la guerra la guarnición de Cartagena se reveló<br />

contra los republicanos, <strong>El</strong> general Franco para apoyarlos por el mar forma<br />

urgentemente un convoy con veinte mil soldados. <strong>El</strong> problema es que los<br />

republicanos con una brigada mixta del partido comunista retoman el puerto y las<br />

baterías de costa. Así, cuando llegan los barcos son avisados de este peligro y se<br />

dan la vuelta, excepto un carguero el castillo de olite, que trasportaba a dos mil<br />

hombres y que tiene la radio estropeada, no se entera y sigue navegando hasta la<br />

entrada del puerto. Se pone delante de las baterías de costas, y de un solo<br />

cañonazo lo hunden muriendo casi mil quinientos hombres. Veinticinco días más<br />

tarde acabó la guerra. Fue un sacrificio de hombres tan absurdo que el bando<br />

nacional ocultó este hecho durante años, y aun hoy es poco conocido.<br />

—También, el que estaba al mando se podía haber ahorrado el disparo.<br />

—En realidad eso fue lo que intentó. <strong>El</strong> capitán de la batería de artillería, con<br />

buen juicio, se negó a disparar contra el barco indefenso, además, de no tener<br />

sentido por el estado de la guerra. Pero los republicanos le obligaron a punta de<br />

pistola a que lo hiciese bajo la amenaza de matarlo ahí mismo. Así lo tuvo que<br />

hacer, pero cuando terminó la guerra, días después, fue fusilado por los<br />

nacionalistas como venganza por haber disparado. Así que el pobre capital estaba<br />

predestinado a morir hiciese lo que hiciese.<br />

— 290 —


—Pobre hombre, también es mala suerte. Estaban cerca de la costa, pero<br />

claro, cuando la gente apenas sabía nadar, es normal que se ahogasen.<br />

—Sí, tienes razón, lo que no es normal es que lo hagan pegados a la tierra<br />

como ocurrió en 1915, con el SS Eastland. Este es un barco de dos mil setecientos<br />

cincuenta y dos pasajeros construido en 1902. <strong>El</strong> diseño pecaba de ser demasiado<br />

alto, muy pesado y tenía muy elevado el centro de gravedad. Además, a raíz del<br />

hundimiento del Titanic en 1912, se tuvieron que incrementar el número de botes<br />

salvavidas, esta circunstancia hizo que este barco ya mal equilibrado acumulase<br />

aún más peso en su cubierta. Así, en 1915 el Eastland fue contratado para llevar<br />

de Cicero Illinois a Michigan a una excursión de empleados de la compañía<br />

<strong>El</strong>éctrica Occidental. Aun estando el barco en el muelle ya comenzó a escorar a<br />

babor, si bien aún no lo comprometía. Pero precisamente por esa banda pasaba<br />

una competición de canoas, los pasajeros con la curiosidad se van todo a la a la<br />

banda de babor para verla, y a pesar del barco estar solo a veinte metros del<br />

muelle y aun amarrado, vuelca sobre el costado de babor. Muchos pasajeros<br />

quedan atrapados y otros mueren aplastados por los objetos en total ochocientas<br />

cuarenta y cinco personas murieron. Y no fue mayor el número de víctimas<br />

gracias a que estaban junto al muelle y otro barco, el Kenosha, se encontraba<br />

junto a él y logró rescatar a muchas personas.<br />

Altaha permanecía con los ojos abiertos como platos.<br />

—No me lo puedo creer. Hundirse en el propio puerto y morir a unos metros<br />

del muelle. Después de esto, casi me da igual estar en la mitad del Océano.<br />

—Tampoco es así, en la mar siempre hay que estar atento a cualquier peligro.<br />

Que no te pase como al Almirante Halsey, al mando de la Fuerza naval treinta y<br />

ocho de Estados Unidos en el pacífico, dispuesta a invadir Filipinas en diciembre<br />

de 1944. Estaba tan preocupado por los japoneses, que no le dio importancia a la<br />

llegada de un tifón. Lo malo es que fue uno de los buenos, con olas de veintiún<br />

metros. <strong>El</strong> resultado fue que veinte y ocho barcos fueron seriamente dañados, se<br />

hundieron tres destructores, se perdieron ciento cuarenta y seis aviones, y lo peor<br />

es que murieron setecientos noventa hombres. <strong>El</strong> Almirante fue encontrado<br />

responsable del desastre por no haber mantenido a la flota fuera del curso del<br />

tifón.<br />

Altaha, con todas estas anécdotas, sentía curiosidad por otros planteamientos.<br />

— ¿Y yo me preguntó? ¿Siendo los barcos tan grandes, pueden causar daños<br />

chocando contra tierra?<br />

—Hay pocos casos. Los daños en los muelles son pequeños, pues los barcos<br />

van a poca velocidad y los muelles de hormigón no ceden más que unos metros.<br />

— ¿Entonces hay algún caso?<br />

— 291 —


—Si, como en el 1998 en la Ría de Ferrol, un gran barco se soltó del amarre y<br />

destruyó un puente. Aunque para desastres gordos está el de la ciudad de Halifax.<br />

—Yo la conozco –comentó Altaha—, estuve cerca en un verano en Inglaterra.<br />

Pero que yo recuerde no está cerca del mar.<br />

—No me refiero a esa ciudad, sino a la Halifax que está en nueva Escocia que<br />

pertenece a Canadá.<br />

—Pues de esa, ni idea.<br />

—Se trataba de una pequeña población a principios de siglo XX y en la primera<br />

guerra mundial, creció bastante pues desde ese puerto salían todos los convoyes<br />

para llevar soldados y suministros a Reino Unido y Francia.<br />

— ¿Y qué pasó?<br />

—<strong>El</strong> seis de Diciembre de 1917, el buque francés MontBlanc, cargado con unas<br />

dos mil cuatrocientas toneladas de explosivos, esencialmente acido pícrico, salía<br />

del puerto para unirse a un convoy. En la salida el buque noruego Imo, se cruzó<br />

con él y acabó empotrándose en la banda de estribor del MontBlanc, que<br />

comenzó a arder, y acabo explotando. Para hacerse una idea de la explosión,<br />

bastaría con decir, que ha sido la más grande con explosivos no nucleares,<br />

suponiendo una cuarta parte de la bomba de Hiroshima. Si solo murieron unas<br />

dos mil personas se debió a que la población estaba dispersa y las casas eran<br />

bajas. Aunque el hecho de que fuesen de madera también ayudo a su<br />

destrucción, en total unas dos mil casas destruidas y otras doce mil dañadas. Para<br />

hacerse una idea de la magnitud explosión, se encontraron grandes trozos del<br />

barco a cuatro kilómetro de distancia.<br />

— ¡Dios, que desastre, no tenía ni idea! Como es posible que no sepamos esas<br />

cosas.<br />

—Básicamente por dos motivos; el primero, que fue en la primera guerra<br />

mundial donde murieron millones de personas, así que dos mil muertos no<br />

destacaban; y el segundo, es que a los fallos de los vencedores no se les dan<br />

difusión.<br />

—Pues también, menuda publicidad para el pueblo.<br />

—Sí, aunque en ese momento tampoco la tenía buena fama. Cerca hay una<br />

isla llamada Sable Islands que tiene la fama de ser el lugar donde más barcos se<br />

hundieron encallando en sus costas, se ha calculado en unos trescientos<br />

cincuenta. Más que una isla es en realidad un gran banco de arena y está situada<br />

en el tránsito entre Estados Unidos y Europa. La clave de su peligro, es que tiene<br />

una forma muy alargada con treinta y cinco kilómetros de longitud, pero solo un<br />

kilómetro de anchura, si se ve de frente casi no se nota, pero cuando uno pasa de<br />

lado y los vientos y corrientes lanzan al barco contra la isla quedan atrapados. Fue<br />

— 292 —


autizado como la “tumba del Atlántico” y suscitó muchas leyendas marineras.<br />

Esta isla fantasma pero muy real, es conocida por los marinos con el nombre de<br />

“Facunda”.<br />

—O sea, un auténtico cementerio de barcos.<br />

—Si, como ya comenté el mayor cementerio natural.<br />

— ¿Natural? ¿A qué te refieres? ¿Los hay artificiales?<br />

—Sí, los que se crean al abandonar los barcos voluntariamente. <strong>El</strong> mayor del<br />

mundo está en la bahía de Nouadhibou, en Mauritania. Aún quedan los restos de<br />

más de trescientas cincuenta embarcaciones de todo el mundo.<br />

— ¿Y porque los dejan ahí?<br />

—Desguazar un barco en ocasiones es rentable, pero en otras no. Entonces lo<br />

más barato es abandonarlo. No es legal, pero en ese país es sencillo sobornar a las<br />

autoridades para que hagan la vista gorda y lo permitan. Basta con borrar el<br />

nombre del barco y la matrícula, para que las autoridades lo cataloguen como<br />

desconocido, y así los propietarios se van de rositas.<br />

—Vaya, pensé que siempre sería rentable desguazarlo.<br />

—Pues no, incluso los barcos más grandes, los suelen llevar a Chittagong en<br />

Bangladesh. Es uno de los más grandes centros de desguace de barcos de acero<br />

del mundo, por la sencilla razón, que la mano de obra es barata, y las leyes de<br />

seguridad trabajo y medio ambiente son un tanto “laxas”. Por no decir claramente<br />

que no existe ningún control.<br />

— ¿Ves Marcelo como puedes ser entretenido?<br />

— ¿Y tú ves como no es posible que estés callada más de cinco minutos?<br />

Fue un vano intento por parte de Marcelo para acallarla, pues Altaha se<br />

dedicó la siguiente hora a explicarles por qué hablar resulta mucho más positivo<br />

que estar callada, y así pasó la mañana.<br />

Por la tarde aprovechando la siesta de Carlos, Altaha decidió seguir su asedio<br />

particular con Marcelo sentándose junto a él y apoyando la cabeza en sus<br />

hombros.<br />

Marcelo se sentía incómodo, pues no deseaba ofenderla separándola, ni<br />

tampoco seguir soportando ese acoso. De alguna forma tendría que acabar con<br />

este problema, aunque por ahora no se le ocurría como sacársela de encima.<br />

Antes de llegar a Santo Domingo, Altaha siguiendo con su costumbre, consultó<br />

los datos sobre la isla y su historia.<br />

Cristóbal Colón descubrió la isla el cinco de diciembre del 1492, bautizándola<br />

con el nombre de La Española. Durante el siglo XVI La Española gozó de buena<br />

— 293 —


posición económica y social; las primeras expediciones conquistadoras partían<br />

desde la isla. Pero desde finales de ese siglo y luego de la conquista de los grandes<br />

territorios de América del Norte y América del Sur, la isla fue quedando relegada a<br />

un segundo plano.<br />

La isla está dividida por una curiosa historia. Como en la zona del oeste les<br />

daba problemas con el contrabando, Felipe III en 1603 no tuvo mejor idea que<br />

despoblarla. Se conoció como las Devastaciones de Osorio, entonces gobernador<br />

de la isla. <strong>El</strong> resultado fue que fue tomada por bucaneros y filibusteros franceses y<br />

finalmente cayó en manos españolas. En 1697, por el Tratado de Ryswick, España<br />

cedió a Francia esa parte de la isla, actual Haití, mientas que la parte española se<br />

llamó Santo Domingo. Y por esa razón es la única isla dividida en dos.<br />

Marcelo, hablando de islas compartidas, aprovecho la ocasión para contarles<br />

una curiosidad; España tiene el honor, junto con Francia, de poseer el condominio<br />

más pequeño del mundo, la Isla de los Faisanes. Que no es más que un banco de<br />

arena de unos tres mil metros cuadrados situado en la desembocadura del río<br />

Bidasoa, que sirve como frontera entre los dos países. Su soberanía es compartida<br />

por períodos de seis meses y, en ese tiempo cada país debe velar por el<br />

mantenimiento. Como curiosidad, en esta isla se firmó la paz de los pirineos entre<br />

España y Francia en 1659.<br />

Por la tarde llegaron a la bahía Luperon, con su puerto deportivo, dotado de<br />

unas buenas instalaciones. Se sintieron muy a gusto al disponer de todas las<br />

comodidades como duchas, restaurantes o tiendas, además de varios hoteles<br />

cercanos.<br />

Cumplieron con su ritual de salir a cenar. Después Marcelo, que no deseaba<br />

quedarse a solas con Altaha, insistió que Carlos los acompañase a tomar algo<br />

aunque solo fuese su habitual manzanilla. Así, acabaron cenando en un hotel<br />

cercano, que disponía de una pista de baile junto a la piscina, donde dos mulatas<br />

se movían de forma bastante sensual al ritmo de la salsa caribeña.<br />

Marcelo sorprendió a sus compañeros, cuando con mucha decisión se unió al<br />

baile de las mulatas, que lo recibieron muy satisfechas. Carlos y Altaha<br />

contemplaban entre sorpresa y curiosidad los devaneos del trío.<br />

En un momento dado Marcelo, se sentó con ellas en otra mesa y les invitó a<br />

unas copas. Tan centrado estaba en la conversación con las mulatas que parecía<br />

haberse olvidado completamente de sus compañeros, a los que no les dirigía ni<br />

una mirada.<br />

Altaha, afectada por el desaire de Marcelo y claramente celosa, le dijo a Carlos<br />

que regresaba al Albatros. Carlos aprovecho para acompañarla y retirarse de esa<br />

— 294 —


velada tan peculiar. A pesar que se acercó a Marcelo para despedirse, este<br />

permaneció indiferente centrado en la compañía de las dos mulatas, y le dijo que<br />

ya los vería en el barco.<br />

Altaha estaba molesta por el comportamiento de Marcelo, y Carlos intentó<br />

tranquilizarla, y así estuvieron en la cubierta hablando de varías cosas a la espera<br />

de Marcelo. Después de dos horas, seguía sin aparecer, así que decidieron<br />

acostarse, ante el evidente malestar de Altaha.<br />

Cuando se despertaron, se sorprendieron al comprobar que Marcelo no<br />

estaba con ellos. Les extrañó mucho, Marcelo cuando bebía nunca llegaba a<br />

perder el control, y tampoco le gustaba llegar muy tarde para poder dormir un<br />

par de horas. Se sintieron preocupados, tal vez le ocurrió algo malo durante la<br />

noche. Decidieron desayunar rápidamente y salir a buscarlo, pensando incluso en<br />

dar parte a la policía.<br />

Aún estaban desayunando, cuando lo vieron aparecer por el pantalán. Llegaba<br />

con paso lento y con aspecto de no haber dormido mucho.<br />

Carlos lo recibió con una reprimenda.<br />

— ¿Menudas horas son estas? Estábamos preocupados.<br />

Marcelo se dejó caer en la cubierta y cogió un poco de café.<br />

—Lo siento. Pero una cosa llevo a otra y la noche se complicó.<br />

— Eso me suena a gran juerga.<br />

—Y que lo digas, menuda marcha tenían las mulatas. Me exprimieron como un<br />

limón.<br />

Altaha, lo miró frunciendo el ceño.<br />

—Seguro que sí. No disimulaban la pinta de guarras que tenían.<br />

—No niego que eran un poco ligeras de cascos.<br />

— ¿Un poco? Llevaban la palabra “puta” grabada en la frente.<br />

—Que lo fuesen, tampoco lo discuto, pero desde luego nunca lo reconocieron.<br />

—Si te parece, se lo ponen en la solapa. Aunque difícil lo tendrían, porque de<br />

ropa más bien escasa.<br />

—De todas formas, resulta curioso cómo te lo venden aquí. No te piden<br />

dinero, pero enseguida te sueltan el rollo que tiene muchas carencias, que tienen<br />

que cuidar de sus dos hermanos pequeños de tres y cinco años, pues su padre les<br />

abandonó y su madre se murió de cáncer; y después te enseñan las fotos de los<br />

niños. Sus hermanos dicen, está claro que esos son sus hijos, que aquí todas se<br />

quedan preñadas desde los quince. Total que les tienes que seguir el rollo y al<br />

final le das cien dólares para que le compren los supuestos hermanos algo de<br />

ropa, y se van más contentas pensando que han salvado su reputación.<br />

— 295 —


—Pues lo que yo decía, putas como unas gallinas y además, más falsas que<br />

judas.<br />

—Pues yo tampoco tengo nada contra ellas, después de todo, al final todos<br />

contentos.<br />

Altaha entró directamente a la cuestión.<br />

—Todos no, porque a mí me desprecias, mientras tú te vas con unas guarras.<br />

Marcelo se rascó la cabeza, no sabiendo como contestar y estuvo unos<br />

segundos pensándoselo.<br />

—Tú eres mi compañera. Por eso te respeto. No como lo de las mulatas que<br />

todo comenzó y acabó en una noche. Yo sabía lo que quería y ellas también, pero<br />

a ti no te gustaría que te tratasen así. Así que mejor dejar las cosas claras y no<br />

equivocarnos, sino la podemos liar bien liada.<br />

—Los hombres sois unos cerdos, solo queréis sexo. Pero si estamos dispuestas<br />

somos unas putas. Me voy a dar una vuelta.<br />

Bajó del Albatros y se fue caminando por el puerto hasta desaparecer.<br />

Carlos se le quedo mirando mientas Marcelo se quedó negando con la cabeza.<br />

—Carlos, esto no va a acabar bien, las mujeres en los barcos dan problemas,<br />

ya lo dijo mi abuelo.<br />

—Bueno, de todas formas sabiendo lo que siente Altaha por ti, ¿qué quieres<br />

que te diga?; irte así con las mulatas delante de ella, pues es lógico que se sintiese<br />

molesta. Para estas cuestiones hay que ser un poco delicado.<br />

— ¿Delicado dices? Eso es precisamente lo que quiero ser. Lo de ayer lo hice a<br />

propósito. Esta historia de Altaha había que cortarla. Estaba claro que se cogería<br />

un cabreo, pero así se olvidará de lo nuestro.<br />

— ¿Pues qué quieres que te diga? Acostarte con unas fulanas, no es la forma<br />

más diplomática de romper con una mujer.<br />

—Yo no me acosté con ellas. Les dije que me siguiesen el rollo. Cuando<br />

salimos del hotel les di cien dólares y las mandé a su casa. Yo me fui a otro hotel y<br />

me quede tomando unas copas hasta ahora.<br />

—Pues tal y como lo contaste, parecía que te habías ido con las mulatas a la<br />

cama.<br />

—Lo hice a propósito. Así lo debía pensar Altaha. Una mujer cabreada lo tiene<br />

más fácil para olvidarse de todo.<br />

— ¿Pues qué quieres que te diga? <strong>El</strong> método es cuándo menos traumático y<br />

deja un mal poso. Podrías haberlo hecho de otra forma.<br />

—¡Me cago en la leche! ¿Resulta que ahora yo tengo la culpa? Yo nunca le he<br />

dicho nada a Altaha y siempre la he tratado como si fuese mi hermana. Además,<br />

cuando ella ha comenzado con todo este rollo yo he sido claro. Mi vida es mi vida.<br />

— 296 —


—Sí. Tu vida es tu vida. Pero como tú mismo has dicho el problema es que<br />

aquí estamos todos los días juntos, y tu vida se convierte en nuestra vida.<br />

—Pues ahora ya está hecho. Con suerte la tendremos de morros unos días y<br />

se le pasa. Claro, que a lo mejor le da el punto y se coge un avión y se va. Vete a<br />

saber lo que piensa hacer una mujer.<br />

—Bueno. También te podías disculpar y así suavizar la relación.<br />

—No. Eso no. Si me disculpo le estoy reconociendo que me equivoqué, y ella<br />

va a creer entonces que tiene posibilidades y me seguirá dando la vara el resto del<br />

viaje. Olvídalo.<br />

Carlos se dio cuenta que Marcelo no pensaba ceder, además, con el cansancio<br />

de no haber dormido toda la noche, tampoco estaba en su mejor momento, así<br />

que lo dejó.<br />

Durante el resto del día Altaha estuvo de turista solitaria evitando claramente<br />

a Marcelo.<br />

Sin nada más que hacer en la isla acordaron salir al día siguiente al amanecer,<br />

navegar hacia el norte, siguiendo la costa de Santo Domingo que continua con<br />

Haití y de ahí saltar a las Bermudas.<br />

— 297 —


<strong>LA</strong> OPCIÓN MENOS MA<strong>LA</strong><br />

Esa mañana, desde que salieron del puerto, la travesía resulto diferente a<br />

todas las anteriores, pues por primera vez había un mal ambiente en el barco.<br />

Hasta ese día, pasaron por momentos de cansancio o tensión, pero nunca existió<br />

un enfrentamiento como el que en ese momento separaba a Altaha de Marcelo.<br />

<strong>El</strong>la habitualmente charlatana y sonriente, ahora se mostraba callada y seria. Y<br />

teniendo en cuenta que ella solía estar todo el día hablando, el efecto era como si<br />

el Albatros se hubiese sumido en el más absoluto silencio.<br />

La navegación durante todo el día fue muy tranquila, casi idílica si no fuese por<br />

la tensión que reinaba a bordo. A las cinco de la tarde, Altaha les indicó que<br />

tenían un problema con la antena de conexión a Internet y al GPS. Detectaron que<br />

no se trataba de la antena sino del cable. Cuando hicieron la instalación en<br />

Madeira no debieron sellar bien una de las conexiones y acabo llenándose de<br />

humedad y salitre. Aunque tenían el GPS de mano, sin esa conexión no podía<br />

integrar todos los datos con la navegación, además, de no poder acceder a las<br />

cartas de la zona. En esa situación no resultaba aconsejable navegar por la noche,<br />

por lo que se deberían dirigir al puerto más cercano, para pasar la noche y<br />

arreglar la conexión del GPS.<br />

Navegaban por el norte de Haití, y buscaron el puerto más cercano, en medio<br />

se encontraba una isla llamada tortuga, famosa como refugio de piratas.<br />

Haití estaba sumida en el caos y la miseria después del reciente terremoto, por<br />

lo que no ofrecía ninguna comodidad ni seguridad, máxime con el problema de las<br />

epidemias que aun persistía, así que no les resultaba atractivo; Por otra parte, las<br />

condiciones de la isla tortuga eran peores en cuanto a instalaciones portuarias.<br />

No lo tenían nada claro. Altaha comentó que le hacía más ilusión bajar a la famosa<br />

isla de los piratas, a lo que ni Carlos ni Marcelo se opusieron, pues pensaron que<br />

darle la razón ayudaría a despejar el enfado.<br />

Marcelo para justificar mantener alguna conversación les informó sobre la isla.<br />

La isla tortuga tiene su nombre desde que se lo puso Colón en 1492 porque<br />

parecido en su forma redondeada. Las montañas de la zona norte de la Tortuga<br />

son tan inaccesibles que se la llama Costa de Hierro, si bien al sur protegida de los<br />

vientos ofrece un excelente refugio. Allí se encontraba ya en el siglo XVII un<br />

establecimiento para el tráfico de tabaco y de cuero con los bucaneros de La<br />

Española. Sin embargo, fueron las primeras capturas de los barcos españoles las<br />

que dieron a la isla su reputación de albergue de los filibusteros de todo el Caribe.<br />

— 298 —


En 1640, el enviado francés Le Vasseur tomó el control de la isla. Al mando de<br />

<strong>numero</strong>sos soldados, expulsó a los ingleses, lo cual fue un beneficio para los<br />

piratas, que encontraban facilidades para avituallarse de víveres y pólvora pues se<br />

les dejaba mucha libertad de actuación. La isla siguió afecta a Francia hasta que<br />

Haití se independizó y quedo anexa a este país.<br />

Apenas tardaron una hora en llegar y comprobaron que el puerto como tal no<br />

existía, tan solo un destartalado pantalán de madera para ayudar a desembarcar.<br />

Como tampoco tenían más opciones atracaron sin mucho convencimiento.<br />

Ya estaba anocheciendo, así que se dieron prisa en reparar todos los cables<br />

antes de quedarse sin luz natural. No tardaron más de media hora en dejarlo todo<br />

listo. Después pensaron en cenar fuera, pero en tierra tan solo se divisaban a lo<br />

lejos un grupo de casas aquí y allá, sin nada que aparentase un restaurante, así<br />

que optaron por cenar en el Albatros.<br />

Altaha seguía con el enfado y toda la cena se mostró igualmente taciturna.<br />

Cuando acabaron, les dijo que se iba a dar una vuelta, a ver si podía tomar algo y<br />

encontrar algo de diversión.<br />

—Te acompaño –se ofreció Marcelo.<br />

—No necesito tu compañía, además, durará lo que tardes en encontrar alguna<br />

guarrilla.<br />

—En serio, mejor te acompaño. Esta isla no parece muy segura.<br />

—No creo que me vaya a encontrar con piratas.<br />

—Piratas no, pero donde no hay civilización, tampoco hay seguridad.<br />

—Ven si quieres, no te lo puedo impedir. Pero queda claro que yo voy por<br />

libre.<br />

Altaha parecía no querer saber nada de Marcelo, así que avanzaron los dos en<br />

silencio por el camino en dirección a unas casas que estaban a unos cientos de<br />

metros. Fueron pasando delante de todas ellas hasta que encontrarlo algo que<br />

parecía una especia de taberna. En su interior una primitiva barra con varias<br />

mesas y en una esquina un cuadrado con un par de luces, como queriendo<br />

simular una cutre pista de baile y a su alrededor unos gastados sofás. Detrás de la<br />

barra se encontraba un hombre y una mujer, tres de las mesas estaban ocupadas,<br />

casi todas por hombres.<br />

Marcelo saludó en español a todos con unas “buenas noches”.<br />

Para su sorpresa casi todos hablaban español y enseguida le preguntaron de<br />

dónde venían. Les explicó que habían llegado con un velero para hacer noche,<br />

aunque evitó entrar en más detalles sobre cuántos eran de tripulación.<br />

Se les acercaron a la barra, tres hombres; uno de ellos alto y delgado parecido<br />

a Marcelo aunque con el pelo más largo en plan latino de telenovelas como solía<br />

— 299 —


describirla Altaha; el segundo, un mulato alto, de unos dos metros, muy fuerte y<br />

con una masa de músculos que se marcaban bajo la camiseta; el tercero, no muy<br />

alto y bastante delgado, de cara no agraciada que remataba con unas barbas de<br />

chivo, que le colgaban de forma desagradable.<br />

<strong>El</strong> “guapo” se puso junto Altaha claramente en plan ligoteo. Hablaba<br />

cadencioso y estirando las palabras.<br />

—No sabía que en España había mujeres tan guapas.<br />

Altaha por dar celos a Marcelo le entró al trapo.<br />

—Yo tampoco que estabais tan bien los hombres en Haití.<br />

Ninguno parecía tener prisa, así que se tomaron con clama pedir algunas<br />

copas.<br />

En un momento dado, Altaha se dirigió a Marcelo que permanecía pegado a<br />

ella en la barra.<br />

— Quiero estar sola. Me haces sombra.<br />

— ¿No pretenderás ponerte ahora a ligar?<br />

—Eso es cosa mía, tú no eres el único con ganas de pasártelo bien.<br />

—Ese no tienen buena pinta, y no va ser un romeo, mejor déjalo.<br />

—Y tú que sabrás, desde cuando te preocupas por mí.<br />

—Ya has tomado una copa, es mejor que volvamos al Albatros.<br />

Altaha se había metido de golpe una copa y ya estaba bastante alegre.<br />

—Déjame en paz, si quiero pasármelo bien es cosa mía. Este no va a ser el<br />

primer hombre ni el último en mi vida.<br />

En ese momento, volvió el guapo y Altaha se fue directamente a hablar con él.<br />

Marcelo, dado que Altaha le daba la espalda, pidió otra copa de ginebra<br />

bastante cargada, y antes de sentarse en una mesa aprovecho para ir al aseo.<br />

Así estuvo dos horas Altaha entre tonterías, bailes y risitas. Mientras, Marcelo<br />

no la perdía de vista, aprovechaba cada vez que pedía una ginebra para ir al baño,<br />

pero inmediatamente volvía, se sentaba en una mesa y se quedaba mirando a<br />

Altaha y a sus amigos. Con la típica cara del padre que no le quita la vista a la hija.<br />

<strong>El</strong> guapo en un momento le susurró a Altaha.<br />

—Seguro que podríamos ponernos más cómodos y disfrutar más. Conozco un<br />

sitio donde estaremos más tranquilos.<br />

Altaha que tenía en cima tres o cuatro copas y estaba bastante borracha, sin<br />

pensarlo mucho aceptó la oferta. <strong>El</strong> guapo la cogió del brazo y salieron del bar.<br />

Se fueron hasta una casa alargada que estaba al otro lado de la calle, con<br />

varías puertas en la fachada; el “guapo” abrió una de ellas y entraron. La<br />

distribución parecía una habitación de un hotel con un tresillo a lo largo y al fondo<br />

una cama de matrimonio, una puerta en la derecha daba acceso a un baño.<br />

— 300 —


Altaha se mostraba tranquila, entre la borrachera y el ansia de venganza con<br />

Marcelo, pensaba pasárselo bien con el guapo, para después restregárselo con<br />

detalles.<br />

Apenas llevaban unos segundos dentro cuando los dos amigos del guapo<br />

entraron y cerraron la puerta.<br />

A pesar de la borrachera su instinto le indicó que algo no iba bien.<br />

— ¿Qué pasa? ¿Que hacéis aquí?<br />

—Nena —dijo el guapo—, estos son mis amigos. Los cuatro nos lo vamos a<br />

pasar muy bien.<br />

En un segundo la adrenalina se le disparo, intentando mantener la sangre fría<br />

y controlar la situación.<br />

—No, no eso no fue lo que hablamos. A mí no me van estas cosas.<br />

—Nena nena, estas muy bien, seguro que tu cuerpo da para todos.<br />

—Ya te he dicho que no quiero, me voy.<br />

Intentó avanzar hacia la puerta, pero el guapo la cogió por el brazo y la lanzó<br />

contra la cama.<br />

—Tú te quedas aquí a cumplir, no nos gustan las calentorras.<br />

Se veía perdida así que solo le quedaba pedir ayuda. Grito todo lo alto que<br />

pudo.<br />

— ¡Socorro! ¡Ayuda! — Fue lo único que en la desesperación se le ocurrió<br />

gritar — mientras se ponía de pie para intentar acercarse a la puerta.<br />

<strong>El</strong> guapo y le dio una bofetada que la volvió a tirar contra la cama.<br />

—Cállate zorrita, aquí nadie va a oírte.<br />

Una especie de estallido sonó en toda la habitación que hizo que todos<br />

mirasen hacia la puerta; la cerradura estaba rota, y la puerta se había literalmente<br />

incrustado en la pared, en medio de la entrada estaba Marcelo, que después de<br />

darle la patada a la puerta, oscilaba de un lado al otro, sujetándose con una mano<br />

en el marco para conservar el equilibrio.<br />

— ¡<strong>El</strong>la es mi chica y se viene conmigo! –Pronunciaba lentamente como si<br />

tuviese la boca llena— ¡si alguien quiere pelear, aquí estoy! —Levantó los brazos<br />

como un boxeador novato mientras intentaba mantener el equilibrio, enseguida<br />

los bajo y se volvió a apoyar en la puerta.<br />

Altaha, cuando lo vio aparecer, se sintió repentinamente a salvo. Ahora al<br />

constatar su lamentable estado volvió a perder las esperanzas; Frente a Marcelo<br />

estaban los tres, el “guapo” tan fuerte como Marcelo y “el músculos” un<br />

auténtico monstruo. Aunque en ese estado de embriaguez, hasta el pequeño<br />

“barbas de chivo” no tendría problemas para tumbarlo. En ese momento, se<br />

olvidó durante unos segundos del terror que sentía por ella misma, y sintió un<br />

— 301 —


profundo pesar por Marcelo. Solo podía tener la esperanza que lo dejasen fuera<br />

de combate rápidamente y no le diesen una paliza o incluso lo matasen.<br />

<strong>El</strong> “guapo”, después de unos segundos de asombro. Se acercó lentamente a la<br />

puerta, con los brazos abajo, abriendo las manos y con una sonrisa en la boca de<br />

oreja a oreja.<br />

—No hombre, no. No pienses mal. —Estiraba sus palabras como una serpiente<br />

mientras se acercaba despacio.<br />

— No sabíamos que era tu chica. No pasa nada amigo. Nos damos la mano y<br />

hechas las paces.<br />

Marcelo, esbozó una media sonrisa complaciente, típica de los borrachos que<br />

buscan amistad y relajo los brazos, inclinándose hacia delante para ofrecerle un<br />

saludo.<br />

Altaha que ya había visto la falsedad y brutalidad del “guapo” sabía que no<br />

podía esperar nada bueno de él, en tanto que Marcelo estaba demasiado<br />

borracho como para poder darse cuenta. En medio de estos pensamientos “el<br />

guapo” se acercó hasta quedarse a menos de medio metro de Marcelo y, sin<br />

previo aviso lanzo rápidamente su cabeza hacia adelante y hacia abajo<br />

directamente contra la nariz de Marcelo. Este tipo de golpe es muy doloroso,<br />

pues suele romper el tabique nasal y deja atontada a la víctima sin capacidad de<br />

reacción.<br />

Marcelo, que unas décimas de segundo antes, aparentaba estar a punto de<br />

caerse, reaccionó con increíble rapidez; dio un paso hacia atrás mientras que<br />

lanzó como un rayo el puño derecho hacia arriba. La cabeza del guapo que<br />

buscaba la nariz de Marcelo se encontró con el aire y siguió por inercia hacia<br />

abajo, para encontrase directamente con el puño de Marcelo que impactó con<br />

toda su fuerza en medio de la nariz y la boca. <strong>El</strong> golpe fue brutal, los dientes<br />

superiores y la nariz del “guapo” se hundieron, su cabeza salió como un resorte<br />

hacia atrás mientras que la sangre que salía de la nariz trazaba en el aire un arco.<br />

<strong>El</strong> “guapo” no tuvo ni tiempo para emitir un grito de dolor, pues fruto de la<br />

conmoción ya estaba sin sentido antes de caer en el suelo.<br />

La lucha no había durado más de dos segundos y fue lo que tardó en<br />

reaccionar el “músculos”, situado a unos cinco metros. Se lanzó contra Marcelo<br />

con pasos rápidos, mientras movía su inmenso brazo derecho hacia atrás,<br />

preparado para descargarlo como un ariete.<br />

Altaha seguía los acontecimientos como en cámara lenta y calculó que<br />

Marcelo debería prepararse para esquivarlo o huir, pues nadie sería capaz de<br />

detener un impacto como ese. Pero inexplicablemente Marcelo se lanzó hacia<br />

adelante contra el músculos. Tan solo unas décimas de segundos antes de<br />

— 302 —


impactar los dos cuerpos, Marcelo giro y se impulsó de lado con su pierna derecha<br />

mientras levantaba y lanzaba como un resorte la izquierda, simultáneamente<br />

inclinaba todo su cuerpo hacia atrás.<br />

Los dos cuerpos lanzados el uno contra el otro, impactaron de forma brutal en<br />

un solo punto; la pierna izquierda de Marcelo se incrusto en la boca del estómago<br />

del “músculos”, en tanto que el puño de este golpeaba el aire, la cabeza de<br />

Marcelo se encontraba a dos cuartas de distancia inclinada hacia atrás lejos de su<br />

alcance.<br />

Se oyó un crujido seco, proveniente de la rotura de las costillas. Marcelo retiro<br />

la pierna y recupero el equilibrio, dispuesto a rematar al “músculos”. Este estaba<br />

quieto, y a pesar del brutal impacto no había retrocedido y permanecía de pie.<br />

Oscilo, y medio segundo después cayó redondo al suelo, abriendo y cerrando la<br />

boca como un pez buscando algo de aire pero incapaz de emitir ningún sonido.<br />

Altaha dedujo que además, de las costillas rotas tendría el diafragma hundido y<br />

eso le impedía prácticamente respirar.<br />

Altaha miró al tercero que quedaba, el “barbas de chivo”, que miraba<br />

incrédulo toda la escena. Se sintió aliviada pues parecía que ahora la lucha se<br />

decantaba a su favor. Quedaban uno contra uno, siendo Marcelo más alto y<br />

fuerte. Aprovecho esos segundos de incertidumbre para correr hasta Marcelo<br />

buscando su protección.<br />

<strong>El</strong> “barbas de chivo”, sacó del pantalón una navaja de largas dimensiones y se<br />

puso en posición de ataque, con las piernas medio flexionadas y los brazos a una<br />

cuarta del cuerpo, moviendo lentamente la navaja. Estaba muy tenso, pero no<br />

mostraba miedo, se notaba con experiencia en ese tipo de situaciones; la mirada<br />

fría y los movimientos contenidos de una serpiente, indicaban que no cometería<br />

muchos errores.<br />

Marcelo, sin dejar de mirarlo cogió a Altaha con el brazo derecho y la colocó<br />

detrás de él, después avanzó con ella hasta el lateral de la habitación. Claramente<br />

dejó un espacio libre hasta la pared de enfrente y hasta la puerta. Se dirigió al<br />

“barbas de chivo”.<br />

—Puedes irte y vivir, o quedarte y morir.<br />

<strong>El</strong> chivo pareció sopesar las opciones unos segundos. Miró a sus dos<br />

compañeros en el suelo, y debió pensar en lo peligroso que resultaba ese<br />

aparente borracho, que no había tardado ni cinco segundos en despachar a sus<br />

dos colegas. Sin dejar de mirar a Marcelo, se pegó a la pared y se fue moviendo<br />

lentamente hasta llegar a la puerta, la cruzó, y después se oyeron los pasos<br />

rápidos cuando se alejó corriendo.<br />

— 303 —


Altaha, en ese momento se abrazó a Marcelo y se echó a llorar<br />

convulsivamente.<br />

—He tenido miedo, mucho miedo, ellos me querían, me querían.<br />

Altaha estaba muy nerviosa, incapaz de acabar cada frase.<br />

Marcelo se fijó en el moratón de la mejilla derecha. Le tocó alrededor con los<br />

dedos palpando la mejilla. Mientras Altaha se contraía de dolor.<br />

— ¡Ay! –dio un pequeño grito.<br />

—No es grave, no tienes nada roto.<br />

<strong>El</strong>la siguió llorando desconsoladamente. Marcelo dejó de abrazarla y la cogió<br />

de los hombros para que lo mirase.<br />

—Tranquila, ahora estás conmigo. Pero tenemos que salir de aquí deprisa. Es<br />

peligroso que nos quedemos, seguro que fue a buscar ayuda.<br />

—La policía, llamemos a la policía.<br />

—No sabemos si aquí hay policía y no nos podemos fiar. Esto no es más que<br />

una tierra olvidada de un país olvidado.<br />

Miró a los que quedaban en el suelo; el guapo seguía sin sentido y el músculo<br />

intentando respirar con pequeñas inspiraciones entrecortadas.<br />

— ¿Están muertos?<br />

Marcelo tocó al “guapo” en la yugular.<br />

—No, solo está sin sentido. <strong>El</strong> otro se recuperará en unos minutos, aunque no<br />

respirará bien hasta que le coloquen las costillas rotas. Debemos irnos<br />

rápidamente.<br />

Cogió a Altaha del brazo y prácticamente la arrastro hasta la puerta, mirando<br />

con precaución por si les estaban esperando.<br />

Ya en la calle, vio con tranquilidad que estaban solos, aunque desde la taberna<br />

se oían los gritos de varios hombres; estaba claro que no tardarían el salir. Intentó<br />

correr tirando de la mano de Altaha, pero aún estaba muy nerviosa y bajo estado<br />

de shock, apenas se podía permanecer en pie. Sin pensarlo, la cogió en brazos,<br />

ella instintivamente se agarró a su cuello, así salió corriendo calle abajo hacia el<br />

muelle, donde se encontraba el Albatros.<br />

Marcelo tenía una gran fortaleza pudiendo levantar cincuenta quilos sin<br />

problemas, pero correr con esos cincuenta kilos medio kilómetro hasta el Albatros<br />

eran una cosa completamente diferente; en los últimos doscientos metros<br />

resoplaba acusando el esfuerzo, aunque no por ello redujo el ritmo de carrera. Al<br />

estar acostumbrado a correr, controlaba perfectamente donde se encontraba el<br />

límite de sus fuerzas, y el máximo ritmo que podía mantener.<br />

Carlos se encontraba en la cubierta, con una silla plegable, relajado con su<br />

manzanilla de todas las noches. Cuando oyó los pasos sobre el pantalán de<br />

— 304 —


madera, se sintió sorprendido al ver aparecer a Marcelo corriendo con Altaha en<br />

los brazos. Se puso de pie y sin tiempo a preguntar qué había pasado oyó los<br />

gritos de Marcelo.<br />

— ¡Carlos, rápido, tenemos que salir de aquí, estamos en peligro!<br />

— ¿Pero?<br />

— ¡Pon el marcha el motor, yo suelto las amarras!<br />

Sin comentar nada más. Marcelo metió a Altaha en una litera y se fue a soltar<br />

las amarras, mientras que Carlos en el puesto de mando y encendió el motor.<br />

Según se alejaban de la playa, Marcel pudo contemplar cono se encendían<br />

algunas luches y se acercaban al muelle, seguramente en un coche.<br />

— Carlos, pon también las alas para aumentar la velocidad. Hay que alejarse<br />

cuanto antes.<br />

— ¿Qué rumbo?<br />

—Mar abierto, hacia el oeste hasta pasar la isla y salir hacia el norte.<br />

Mientras salían navegando a motor activaron las alas al máximo, así con el<br />

doble impulso lograron alcanzar los veinticuatro nudos. Podían forzar a más si se<br />

elevaban, pero las olas no favorecían navegar con seguridad a más velocidad. Y<br />

además, en ese momento aún no les estaba siguiendo nadie como para tomar esa<br />

decisión tan arriesgada.<br />

Marcelo estuvo en popa con los prismáticos, pendiente de si los seguían.<br />

Veinte minutos después, de no ver ningún movimiento, se metió dentro.<br />

Altaha ya más calmada, se había levantado, y después de tomar una tila, le<br />

contó a Carlos la aventura. Ahora que ya estaban los tres juntos buscaba<br />

respuestas en Marcelo.<br />

— Aun estoy sorprendida de como apareciste, justamente cuando más te<br />

necesitaba.<br />

—Desde que llegamos no me fiaba de esa gente. Nada bueno se podía<br />

esperar, intenté avisarte y que nos fuésemos, pero las cosas no fueron tan<br />

sencillas.<br />

—Fui una idiota. Quería ponerte celoso y vengarme. Gracias por quedarte a mi<br />

lado.<br />

—Estaba preocupado. Me quede esperando que te aburrieses y quisieras<br />

regresar. Pero no hubo suerte. Entonces comencé a pedir copas, si tú creías que<br />

estaba bebiendo mucho y borracho, tal vez pensases en que teníamos que<br />

regresar. Pero tampoco hubo suerte.<br />

—Es verdad ¿Cómo es que no estabas borracho, con la cantidad de ginebra<br />

que bebiste?<br />

— 305 —


—Me viste pedir muchas veces ginebras, pero después iba al baño, tiraba la<br />

copa y la rellenaba con agua. Sabía que si las cosas se complicaban tenía que estar<br />

preparado. Además, si otros creen que estas borracho, se confían y tienes más<br />

oportunidades.<br />

— ¿Cómo apareciste tan rápido?<br />

—Cuando saliste con “el guapo”, por un momento pensé en no meterme, tal<br />

vez hasta os lo pasaseis bien. Pero cuando vi que sus los amigos fueron detrás de<br />

vosotros, ya sabía que todo se había complicado. Solo tuve que seguirlos.<br />

—Marcelo, eres un imbécil, si sabias que esos eran unos violadores deberías<br />

haberme sacado, a tortas, si fuese necesario.<br />

—No lo sabía. Además, si te lo hubiese comentado tu pensarías que te quería<br />

fastidiar el rollo. Y si te intentaba sacar por la fuerza, todo se podría complicar, en<br />

esa taberna había por lo menos siete tipos.<br />

—Cuando entraste en la habitación, ellos eran tres y tú acabaste con dos de<br />

ellos en unos segundos. ¿Dónde aprendiste a pelear tan bien?<br />

—Aquí y allí, para mantenerme en forma en los barcos me acostumbre a hacer<br />

algo de estiramientos y artes marciales. Pero yo no soy el que busca peleas, esta<br />

ha sido la tercera en toda mi vida.<br />

—No seas modesto, eres buenísimo.<br />

—Olvídate de eso. En las peleas de bares lo que más cuenta es la sorpresa; al<br />

primero lo engañé y el segundo confió en su fuerza.<br />

—Lo que no entiendo, es porque dejaste que se fuese el último, también se<br />

merecía una paliza.<br />

—Con los dos primeros el enfrentamiento resultaba inevitable. <strong>El</strong> tercero, ya<br />

no quería luchar, sino solo huir; además, tenía una navaja y nunca se sabe, es un<br />

arma peligrosa. Tuvimos suerte cuando se largó.<br />

— ¿Por qué crees que lo hizo?<br />

—O se enfrentaba solo contra mí o se iba. Esa gente es cobarde y no tiene<br />

motivos por los que pelear, solo lo hacen si se sienten superiores. Ahora Altaha,<br />

ya sabes que tienes que tener mucho cuidado cuando bajes a tierra en lugares<br />

desconocidos.<br />

—Soy una idiota. Pero a partir de ahora no me pienso separar de ti ni unos<br />

milímetros. Además te doy permiso a que me pegues dos tortas si no te hago<br />

caso.<br />

—No te hará falta. Como decía mi abuelo, la experiencia es la mejor maestra.<br />

Con tanta excitación no tenían ningún sueño. Así que estuvieron despiertos<br />

hasta las tres de la mañana. Entonces, cuando llevaban más de una hora<br />

— 306 —


navegando sin incidencias y la isla ya apenas se mostraba como una mancha en el<br />

horizonte, se relajaron y se acostaron mientras Marcelo se quedaba de guardia.<br />

Después de este incidente ya no deseaban atracar más que en lugares<br />

conocidos y seguros; Al oeste quedaba Cuba, que descartaron inmediatamente<br />

pues sus fronteras estaban muy cuidadas; además, lo mismo los detenían como<br />

un supuesto comando para intentar matar a Fidel Castro, incluido la imagen del<br />

Albatros como barco extraño diseñado por la CIA. Al este se encontraba la isla<br />

Iguana y las islas Turcas y tampoco las conocían. La decisión más segura seria<br />

seguir hacia el norte hasta las Bahamas y en concreto a su capital Nassau. Estaban<br />

a unas trescientas millas, así que tardarían unos dos días, si bien después de lo<br />

que habían pasado, se encontraban más seguros en el Albatros en la mitad del<br />

mar que en cualquier puerto extraño.<br />

También concretaron que ese sería su último destino antes de regresar a<br />

España. Aunque en general se lo habían pasado muy bien, lo cierto es que el susto<br />

de Altaha les hizo recordar la tranquilidad y seguridad de sus vidas en España.<br />

Navegaban apaciblemente casi sin olas, cuando se sorprendieron al ver a unos<br />

veinte metros una especie de roca que apareció y desapareció en breves<br />

segundos.<br />

— ¿Qué es eso?<br />

—Tranquila –le comentó Marcelo—, solo se trata del lomo de una ballena,<br />

dentro de unos minutos saldrá de nuevo a respirar y la veras mejor.<br />

—Pues parecía un monstruo.<br />

—Le pasa a todo el mundo. En la mar, cuando ven algo que se mueve y no lo<br />

identifican siempre creen que es un monstruo desconocido.<br />

Carlos recordó algo.<br />

—Tiene su lógica, de ahí imagino que surgió el monstruo bíblico Leviatán.<br />

—Si seguro –le confirmo Marcelo-, que le primer judío que vio una ballena o<br />

cachalote se quedó impresionado. Hay que tener en cuenta que hasta hace solo<br />

cien años, los barcos eran relativamente pequeños, solo hay que pensar que en la<br />

batalla de trafalgar los barcos median unos sesenta metros, y los pesqueros eran<br />

muchísimo más pequeños. Imagínate una ballena de veinte o treinta metros vista<br />

desde una chalupa de solo seis metros. Parecería un auténtico monstruo, incluso<br />

si chocas con ella pensarías que estas ante una pequeña isla. Igual ocurriría, si<br />

suben a un pesquero un calamar gigante de quince metro de largos que las<br />

leyendas los llamaban kraken.<br />

—Lo que no entiendo, porque hay tantas leyendas de seres mitológicos.<br />

— 307 —


—Lógico. Solo hay que imaginarse la primera vez que alguien vio un narval, le<br />

parecería que estás viendo un auténtico unicornio de mar. O cuando un pescador<br />

cogió una anguila y le sacudió una descarga eléctrica, pensaría que estaba<br />

embrujada.<br />

Así siguieron navegando mientras Marcelo les comentaba más anécdotas<br />

sobre los animales extraños.<br />

Desde que salieron de tortuga la actitud de Altana hacia Marcelo cambió<br />

radicalmente, se olvidó del enfado y ahora solo quería agradecer que la hubiese<br />

salvado. Desde ese momento perdió toda moderación por mostrar sus<br />

sentimientos, ni la presencia de Carlos le impedía estar cada tres por cuatro<br />

abrazando a Marcelo. Este, intentaba desembarazarse de ella, lo que en un lugar<br />

tan pequeño como el Albatros resultaba muy difícil, pues constantemente<br />

coincidían.<br />

—Altaha, déjame, te pegas como el alquitrán.<br />

—Es que quiero darte las gracias, no puedo evitarlo. Me gusta estar junto a ti.<br />

— ¿Mas juntos que todo el día aquí metidos?, eso es imposible.<br />

—Tú ya sabes a qué me refiero, me siento protegida, deberíamos salir juntos.<br />

— Y tú ya sabes que es mala idea.<br />

— ¿Me desprecias?<br />

—Tú no tienes desperdicio. Pero es una mala idea<br />

— ¿Por qué?<br />

—Nada ha cambiado, excepto que te sientes obligada por lo de Tortuga y<br />

quieres agradecérmelo.<br />

—Vale, admito que estoy agradecida, pero eso solo significa que ahora te<br />

quiero más.<br />

—No ha cambiado nada. Si Carlos necesitase mi ayuda, lo habría hecho igual, e<br />

imagino que no querría que saliésemos juntos.<br />

Carlos lo miró con cara de asco, mientras Altaha insistía en el tema.<br />

—Tu sabes que eso no tiene nada que ver, entre nosotros hay algo eso no se<br />

puede negar.<br />

—Lo confundes con la amistad. En la mar, a solas, es fácil confundir los<br />

sentimientos. Además cada uno tiene su vida.<br />

—Y me parece bien, que si te quieres acostar con otras mujeres, bueno, no es<br />

que salte de alegría, pero lo acepto, siempre y cuando mientras estemos juntos lo<br />

pasemos bien.<br />

Marcelo se dio cuenta, que lo acontecido en Tortuga había trastocado todo su<br />

plan para librarse del Altaha. Nunca llego a imaginar que aceptaría que él se fuese<br />

— 308 —


con otras mujeres. Ahora esa estrategia no servía, así que habría que dar otro<br />

paso adelante.<br />

—Altaha, tienes que saber algo. En Santo Domingo no me acosté con las<br />

mulatas, las despaché rápidamente y me fui a un hotel a tomar unas copas. Lo<br />

hice para que te cabreases y te olvidadas de todo esto.<br />

Altaha se quedó sorprendida por el comentario, pero lejos de enfadarse sonrió<br />

de oreja a oreja.<br />

— ¡Lo sabía, lo sabía! Algo en mi interior me decía que tú no preferías a esas<br />

mulatas antes que a mí. Gracias por habérmelo dicho, ahora sé que lo nuestro va<br />

en buen camino.<br />

Marcelo se quedó descolocado, de nuevo su plan volvía a fracasar.<br />

Carlos sonreía, comprobando los frustrados intentos que hacia Marcelo para<br />

librarse de Altaha.<br />

Marcelo suspiró con resignación.<br />

—Casi prefería que te cabreases y acabar con todo esto de una vez. Me<br />

gustaría que no siguieses insistiendo en una relación que no existe.<br />

Altaha no le hizo ningún caso al comentario, y siguió hablando sobre los<br />

aspectos románticos de una relación. Marcelo optó por aguantarse, no quería<br />

volver a ofenderla, y se consoló pensando que en unos días le pasaría la emoción<br />

del momento.<br />

— 309 —


BUENAS COMPAÑÍAS<br />

Ya dentro de la rutina de la navegación se acercaban sin incidentes a las<br />

Bahamas, Altaha consultó por Internet y les hizo un pequeño resumen de la<br />

historia de las Bahamas.<br />

La Mancomunidad de las Bahamas es un estado independiente ubicado en las<br />

Antillas, un archipiélago de veinte cuatro islas habitadas, seiscientas deshabitadas<br />

y más de dos mil peñascos y escollos.<br />

Inicialmente el archipiélago recibió por parte de los españoles el nombre de la<br />

población epónima de los lucayos, siendo así llamado Islas Lucayas. Se considera<br />

que el nombre de "Bahamas" proviene de una deformación de las palabras del<br />

español Baja Mar ya que gran parte de las islas de este archipiélago sólo es<br />

avistable durante la marea baja o "baja mar".<br />

Desde finales del siglo XV hasta el siglo XVII, las Bahamas estuvieron bajo la<br />

soberanía española, aunque las islas, por su situación estratégica en la "Ruta del<br />

Galeón" y por formar el archipiélago un auténtico laberinto insular,<br />

paulatinamente fueron transformándose en escondites y nidos de piratas,<br />

bucaneros y filibusteros, especialmente ingleses. Así, en el siglo XVIII, los lealistas<br />

británicos que habían dejado Nueva Inglaterra, se trasladaron a las islas. Debido al<br />

gran número de colonos británicos, la soberanía del archipiélago se traspasó de<br />

España a Reino Unido y las Bahamas fueron declaradas colonia británica en 1783.<br />

En 1973, los habitantes de las Bahamas votaron a favor de la independencia<br />

del Reino Unido, aunque permanecieron dentro de la Mancomunidad Británica de<br />

Naciones, la llamada Commonwealth. Desde su independencia, las Bahamas han<br />

prosperado notablemente gracias al turismo, a la banca internacional y la gestión<br />

de inversiones dado que se trata de un paraíso fiscal. Lo que les ha dotado de un<br />

nivel de vida muy elevado.<br />

A los tres, les pareció un lugar prefecto, deseaban estar tranquilos y sin<br />

problemas, así que se dirigieron directamente a la Nassau.<br />

Retrasaron un poco la marcha por la noche para llegar al amanecer, pues<br />

siempre resultaba más sencilla la navegación por canales y encontrar con la luz<br />

del día los muelles de atraque.<br />

La zona del puerto estaba dentro de un canal que en realidad la formaba la<br />

propia isla de New Providence y la pequeña isla paradise, que durante diez<br />

kilómetros formaba un dique natural que protegía todo el puerto dejando en su<br />

interior un canal de entre doscientos y quinientos metros de ancho.<br />

— 310 —


<strong>El</strong> puerto náutico de Nassau estaba repleto de barcos, por lo que los desviaron<br />

al pantalán de los yates un poco más grandes. Amarraron al Albatros, al lado de<br />

un gran velero; un Swan 75 precioso, el casco de color azul marino, con una<br />

cubierta de madera de teca y una línea baja casi sin sobresalir la cabina principal.<br />

—Qué bonito es ese barco –comentó Altaha.<br />

—Si te parece no lo es –le matizó Marcelo—, los Swan son los Rolls Roce de los<br />

yates de vela. Son tan perfectos, que comentan que incluso la muesca de los<br />

tornillos está alineada.<br />

La bandera de Norteamérica ondeaba, y en popa mostraba el nombre de<br />

“Endeavour”, que significa algo así como esfuerzo o empeño. En la cubierta,<br />

estaba una niña de unos ocho años rubia junto con un niño de unos diez, los dos<br />

sentados en la borda con los pies colgando y apoyados en los candeleros, les<br />

miraban con curiosidad.<br />

—Que barco es ese —preguntó la niña en inglés, con la naturalidad que<br />

pregunta un niño.<br />

—Un barco especial le contesto Carlos.<br />

—Me gusta. Parece un pájaro.<br />

—Sí, es como un pájaro, incluso tiene alas.<br />

— ¿Podemos verlo por dentro?<br />

Carlos, miró hacia el velero, pero no aparecía ningún adulto en la cubierta.<br />

Sopesó la situación, le encantaban los niños y deseaba hacerlos felices, pero lo<br />

último que quería es que los acusasen de secuestrar a unos niños, si veían que los<br />

metían en el Albatros.<br />

—Podéis venir a verlo. Pero debéis avisar primero a vuestros padres.<br />

Los niños salieron corriendo y desaparecieron en el interior, al cabo de un<br />

minuto, salió un hombre alto rubio, de unos cuarenta y tantos.<br />

Bajó al pantalán y se dirigió al Albatros. Carlos también bajo del Albatros.<br />

—Hola, me llamo Mike –dijo muy campechano ofreciéndole la mano—,<br />

perdonar a mis chicos, son unos niños atrevidos y malcriados.<br />

—Soy Carlos, somos españoles –le contestó en inglés-. Tienes unos hijos muy<br />

simpáticos. Querían ver nuestro barco, pero considere que mejor supieseis que<br />

estaban con nosotros.<br />

Se quedó mirando con cara de perplejidad al Albatros.<br />

— ¿Es un barco?<br />

—Sí, especial, lo hemos construido nosotros.<br />

— ¿Lo habéis construido vosotros? –pregunto de nuevo con curiosidad<br />

—Sí, en una fábrica de aviones.<br />

<strong>El</strong> americano no disimulaba su asombro.<br />

— 311 —


— ¡Uau! Es increíble.<br />

—Tus hijos quieren verlo, ¿venís todos?<br />

—Sí. Espera que avise a mi mujer.<br />

Se introdujo en el barco, y un minuto después salió con su mujer Sophia que<br />

les presentó, así como a sus hijos Grace y Christopher.<br />

Ya en el interior del Albatros, a los niños les encanto estar sentados en el<br />

puesto de pilotos como si fuese un avión. Mike, estaba muy interesado y<br />

preguntaba cómo funcionaba todo. Y a cada explicación de Carlos se quedaba<br />

más asombrado.<br />

Después de diez minutos se bajaron del Albatros. No les ofrecieron tomar<br />

nada, pues dentro solo había sitio para cuatro, así que para compensar la falta de<br />

atención, Carlos les ofreció invitarlos en las instalaciones del puerto. Mike y<br />

Sophia, dijeron que mejor les invitaban a tomar algo en su barco, así, de pasó, se<br />

lo enseñaban devolviéndoles la visita.<br />

<strong>El</strong> precioso barco de Mike y su familia se trataba de un Swan 75, tal y como ya<br />

había descrito Marcelo. <strong>El</strong> barco se podría definir como un lujo clásico, clásico<br />

como velero sin extravagancias, y de lujo porque todos los detalles estaban<br />

realizados con materiales de primera calidad. La madera de teca cubría toda la<br />

cubierta y en el interior todo el mobiliario de madera de cerezo. Cinco camarotes<br />

todos con su baño privado, un salón central muy amplio, así como una cocina<br />

impresionante. <strong>El</strong> Albatros, a su lado parecía un apartamento comparado con esa<br />

mansión.<br />

Se sentaron en cubierta con unos refrescos comentando la excelencia del<br />

Swan, pero Mike estaba mucho más interesado en el Albatros que en recibir<br />

adulaciones. Cuando Carlos le comentó que lo hicieron planear y habían llegado a<br />

alcanzar más de cuarenta y cinco nudos, Mike se mostró asombrado. Después de<br />

todo su magnífico barco, en el mejor de los casos, llegaba a veinte nudos. Carlos a<br />

la vista de tanto interés le ofreció probarlo, pues tenían pensado permanecer al<br />

menos un par de días en Nassau.<br />

Así entre unas cosas y otras siguieron hablando toda la mañana y acabaron<br />

comiendo en el Swan ante la insistencia de sus nuevos anfitriones.<br />

Marcelo hizo migas con el hijo Christopher, que tenía mucha curiosidad por los<br />

motores por lo que se ganó el respeto y la paciencia de Marcelo, mientras que<br />

Altaha, se entendía muy bien con Sophia y Grace deseando poder hablar con<br />

mujeres.<br />

Durante la cena le preguntaron por qué le puso el nombre de Endeavour. Mike<br />

les explico que le pareció uno de los nombres más tradicionales; Desde del<br />

famoso <strong>El</strong> HM Bark Endeavour que fue el barco de del capitán James Cook; o el<br />

— 312 —


arco de regata de la copa América clase J de 1934, que en la actualidad aún<br />

seguía navegando. Incluso se le ha puesto ese nombre a una de las lanzaderas<br />

espaciales y hasta existe un club con ese nombre el Endeavour Yacht Corporation.<br />

Su mujer Sophia, con un toque sutilmente irónico, comentó que resultaba<br />

evidente lo poco original que se mostró escogiendo el nombre.<br />

Transcurrió una velada magnifica después de lo cual se fueron a conocer la<br />

ciudad por la tarde.<br />

A días siguiente Mike y su familia aceptaron la invitación para probar el<br />

Albatros. Por la mañana tuvieron que resolver algunos asuntos de papeleo así que<br />

por la tarde subieron todos para dar una vuelta. Los niños estaban asombrados<br />

cuando desplegaba las alas y como con facilidad cogían los quince nudos con<br />

vientos suaves. Mike no solo admiraba las condiciones de navegación del<br />

Albatros, sino también el gran mérito que tenían al haberlo construido ellos tres y<br />

el haberlo probado en una travesía trasatlántica. Carlos le ofreció a Mike probar la<br />

velocidad máxima elevándose sobre el agua, aunque le advirtió que tenía cierto<br />

peligro y solo lo había probado una vez, por lo que aconsejaba dejar primero en<br />

tierra a su mujer y a los hijos. Mike, que ya estaba lo suficientemente asombrado<br />

con el Albatros, optó por no arriesgarse, lo que dejó tranquilo a Carlos que<br />

tampoco estaba muy convencido.<br />

Al regresar Mike y su mujer les invitaron a cenar en el Endeavour. Durante la<br />

cena, y explicando sus planes, Carlos comentó que dada las incomodidades del<br />

Albatros, seguramente cogerían un hotel por unos días, pues deseaban estar un<br />

poco más cómodos antes de retomar la travesía de regreso a España. Mike, volvió<br />

de hablar con su mujer en la cocina, y les comentaron que en los siguientes tres<br />

días pensaban navegar un poco hacia el sur hasta roker Point Stelmetn hasta<br />

bahía esmeralda, a unas ciento veinte millas; y de forma sorpresiva les invitaron a<br />

que los acompañasen como invitados, pues cabían todos perfectamente en el<br />

Endeavour.<br />

Altaha la más espontánea y expresiva aceptó de inmediato, sin ni siquiera<br />

mirar a sus compañeros. Carlos y Marcelo, también dijeron que si, no solo por no<br />

desilusionar a Altaha, sino que ellos mismos planteaban que vivir en el Endeavour<br />

durante tres días se trataba de unas vacaciones, respecto a las condiciones en que<br />

estaban en el Albatros.<br />

A diferencia de otros navegantes noveles, que buscaban ciudades conocidas<br />

con miles de turistas, Mike y su familia solo deseaban estar tranquilos y disfrutar<br />

del mar. Por seguridad y comodidad buscaba buenos puertos, pero si podían,<br />

— 313 —


preferían lugares más tranquilos y solitarios. Después de todo su barco disponía<br />

de todos los equipamientos y comodidades.<br />

Trasladaron un pequeño equipaje al Endeavour y dejaron al Albatros cerrado,<br />

avisando al guardia del puerto para que lo vigilase especialmente.<br />

<strong>El</strong> Swan disponía de cinco camarotes dobles de los cuales Mike y su familia<br />

ocupaban tres, así que les propusieron que Altaha durmiese en uno y en el otro<br />

Carlos y Marcelo. Pero Grace estaba ilusionada con Altaha como su nueva amiga y<br />

quiso dormir con ella. Así que Carlos y Marcelo dispusieron de un camarote para<br />

cada uno de ellos y se quedaron más contentos que si estuviesen en el mejor<br />

hotel de lujo.<br />

<strong>El</strong> Swan 75 llevaba unas inmensas velas, si bien, al disponer de enrolladores,<br />

winches eléctricos y piloto automático, a pesar de su gran eslora, perfectamente<br />

lo podía manejar una sola persona. Mike y Sophia les explicaron que disfrutasen<br />

de viaje y que no se preocupasen por la maniobra. Carlos y Altaha acogieron de<br />

buen grado la sugerencia, pues nunca había manejados drizas ni escotas, en tanto<br />

que Marcelo se mostró un tanto frustrado por no poder trabajar con toda la<br />

maniobra de un velero.<br />

Salieron a motor por el canal de la isla. Ya en el mar, Mike se dedicó a activar<br />

algunos botones y desplegó la vela mayor así como un inmenso génova y con el<br />

habitual viento del Caribe marcaron unos cómodos quince nudos.<br />

Marcelo, no dejaba de analizar todo el barco y cuando en la salida del puerto<br />

oyó el motor, su sexto sentido apreciaba que algo no iba totalmente bien aunque<br />

no se trataba de nada grave y con fácil solución, por lo que le pidió permiso a<br />

Mike para ajustarlo. A Mike le parecía mal que Marcelo se pusiese a trabajar en<br />

algo que podían haber los mecánicos cuando regresen a Nassau. Carlos le tuvo<br />

que explicar, que para Marcelo más que un trabajo resultaba casi una obligación,<br />

y que no tuviesen la más mínima duda que dejaría el motor perfecto. Así estuvo<br />

metido junto el motor cerca de dos horas, después lo dejó tan ajustado como un<br />

reloj suizo.<br />

La travesía fue muy tranquila, aunque Carlos y Altaha no llegaban a<br />

acostumbrarse a eso de navegar escorados. Después de todo el Albatros disponía<br />

de la ventaja frente al resto de los veleros de navegar siempre equilibrado y<br />

horizontal.<br />

Llegaron a “bahía esmeralda” después de nueve horas de navegación, el<br />

puerto está literalmente metido dentro de la tierra y se entraba por un angosto<br />

paso, una vez dentro se encontraban totalmente protegido del mar.<br />

— 314 —


Mike resulto ser un magnífico anfitrión y le gustaba sentarse en la cubierta<br />

después de comer o cenar y hablar de lo que fuese.<br />

Se enteraron que vivían en New York donde Mike poseía varias cadenas de<br />

televisión locales, se trataba del típico empresario emprendedor hecho a sí<br />

mismo, y centrado en su trabajo y en su familia, se mostraba ajeno a todo lujo. Su<br />

mayor felicidad se plasmaba en estar en estar a solas con su familia navegando, y<br />

en este sentido el Endeavour había sido su único capricho. No solo se trataba de<br />

un viaje de vacaciones, sino que con la independencia del barco y la navegación<br />

deseaba transmitir a sus hijos ese sentimiento de valerse por sí mismo y superar<br />

las adversidades. Así, resultaba impresionante ver como Grace y Christopher se<br />

movían por el barco con toda naturalidad, realizando las funciones propias de<br />

marineros, lo mismo eran capaces de amarrar una escota en la cornamusa, como<br />

de ponerse a la rueda del timón para mantener el rumbo. Sophia, aunque sin<br />

tanta pasión, apoyaba esta educación y se sentía orgullosa de la disciplina que<br />

mostraban sus hijos.<br />

Pero ni Mike o Sophia le gustaba hablar sobre sus virtudes, sino que, como<br />

buenos tertulianos, se centraban más en anécdotas simpáticas. Como en aquella<br />

ocasión que una actriz famosa llego borracha a un programa en directo. <strong>El</strong><br />

director del programa, ante la alternativa de suspenderlo, tuvo la genial idea de<br />

plantear la entrevista simulando como si la actriz llegase borracha a la entrevista.<br />

Al final el público del plató aplaudía a rabiar la actuación, e incluso la crítica la<br />

felicitó al día siguiente por tal convincente representación.<br />

Las explicaciones de Mike no eran tan técnicas como Carlos, ni tan profusas<br />

como las de Marcelo, pero contemplaba aspectos anecdóticos y humanos que las<br />

hacían muchísimo más entretenidas. Además, como magnífico comunicador,<br />

manejaba perfectamente las inflexiones de la voz y la expresividad corporal,<br />

logrando expresar los sentimientos de los personales o la tensión de las<br />

situaciones.<br />

Altaha les comentó que Marcelo conocía unas historias del mar fantásticas.<br />

Mike miró, con un cierto aire de escepticismo, al recatado Marcelo, siempre parco<br />

en palabras. No se podía imaginar que ese marinero apocado contase buenas<br />

historias. Carlos se dio cuenta, y ratificó las palabras de Altaha, insistiendo que<br />

Marcelo tenía unos conocimientos de historia asombrosos y una memoria<br />

increíble. Mike insistió entonces que le contase alguna historia. Aunque Marcelo<br />

parecía no estar inicialmente dispuesto, ante la insistencia de todos al final<br />

sucumbió.<br />

— 315 —


Y así en la cubierta apoyados entre almohadones, Marcelo comenzó a contar<br />

una de sus historias, esta vez de forma más pausada, pues debía buscar en ingles<br />

las palabras, frases y giros para expresarse correctamente.<br />

Ernest Shackleton un irlandés, que se hizo capitán de la marina mercante y<br />

ansioso de aventuras en 1901 embarca por primera vez con Robert Falcon Scott<br />

con destino a la Antártida y la conquista del polo sur, pero enfermó y tuvo que<br />

abandonar. Animado por la experiencia del viaje organizó su propia expedición y<br />

en 1907 al polo sur. Tienen mala suerte y tiene que abandonar se ven forzados a<br />

abandonar a tan solo ciento ochenta kilómetros del Polo Sur.<br />

En 1911, Roald Amundsen alcanzó el Polo Sur. Shackleton, decepcionado por<br />

no poder ser el primero, se pone como objetivo ser el primer en atravesar el<br />

continente a pie, lo que supondría una marcha de tres mil trescientos kilómetros<br />

desde el Mar de Weddell hasta el Mar de Ross, pasando por el Polo Sur. La<br />

duración de la travesía fue estimada en ciento veinte días.<br />

La propia convocatoria publicada en 1913, como anuncio en los periódicos ya<br />

pasado a la historia; "Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo.<br />

Mucho frío. Largos meses de completa oscuridad. Constante peligro. No se<br />

asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito". Este anuncio<br />

Lejos de alejar a los candidatos, recibió más de cinco mil solicitudes.<br />

<strong>El</strong> 8 de agosto de 1.914, a bordo del "Endurance", Shackleton y sus veintisiete<br />

tripulantes parten del puerto inglés de Plymouth. En septiembre arriban a las<br />

costas de la Isla Georgia del Sur. Hay islotes de hielo por todas partes y el avance<br />

se toma muy lento. <strong>El</strong> hielo se hace cada vez más espeso y el diecinueve de enero<br />

de 1.915, el "Endurance" se encuentra completamente atrapado en el hielo sobre<br />

el mar de Weddell. Las temperaturas caen a menos de veinte grados bajo cero,<br />

pero no les preocupa, pues están preparados para pasar el invierno antártico a<br />

bordo del barco.<br />

Nueve meses después siguen atrapados en el hielo aunque con suficientes<br />

provisiones, pero de repente todo cambia cuando por la constante presión de los<br />

hielos el barco se rompe y en unos días se hunde.<br />

La situación objetivamente resultaba desesperada, sin barco en el medio de<br />

un mar de hielo en el otro extremo del mundo y sin ningún auxilio en miles de<br />

kilómetros. Y hay que darse cuenta, que en esa época no hay radios por lo que<br />

nadie sabe desde hace meses en donde están lo que descarta esperar ningún tipo<br />

de ayuda.<br />

Rescatan algunos víveres, los perros y tres lanchas. Deciden dirigirse a la Isla<br />

de Paulet. Para ello deben de arrastrar los tres botes sobre el hielo en una<br />

— 316 —


travesía muy lenta y dura. Cuando se dan cuenta que están en una masa de hielo<br />

que se mueve con las corrientes deciden montar un campamento y esperar.<br />

Pusieron los botes invertidos de forma que les sirvieran de habitáculos y se<br />

alimentaban de cazar focas y pingüinos. Shackleton no solo estaba preocupado<br />

por la supervivencia física, sino también por mantener anta la moral, realizando<br />

cualquier actividad que los mantuviese entretenidos.<br />

Así estuvieron cuatro meses hasta abril de 1.916, cuando inesperadamente en<br />

una noche la masa de hielo comenzó a fragmentarse. Casi les cuesta la vida a<br />

algunos hombre, pero finalmente lograron subirse a las tres embarcaciones<br />

logrando que todos sobreviviesen. Así fueron navegando hasta alcanzar la Isla<br />

<strong>El</strong>efante en el punto norte de la península antártica. Hacía dieciséis meses que no<br />

pisaban tierra firme y habían recorrido por lo menos unos tres mil quinientos<br />

kilómetros en el hielo.<br />

A pesar de estar en tierra firme, la situación seguían siendo igualmente<br />

desesperada, aislados en una pequeña isla resultaba inútil esperar ser rescatados,<br />

pues nadie en el mundo conocía donde estaban. La única salida consistía en ir a<br />

buscar ayuda, así que Shackleton con cinco más, decide dirigirse a la isla Georgia<br />

del Sur, a ochocientas millas, en cuyo lado norte estaba situada una estación<br />

ballenera noruega, atravesando el mar en uno de los botes.<br />

Para esa travesía tuvieron que esquivar icebergs y navegar contra las<br />

infernales condiciones de uno de los mares más temidos por todos los marinos<br />

del mundo. Tenían que achicar constantemente el agua que entraba, y cuando se<br />

comenzó a formar hielo tuvieron que sacarlo a martillazos. Pero su mayor<br />

problema, además de sobrevivir cada minuto, fue que cualquier error de<br />

orientación haría que se pasasen de la isla y se quedasen en medio del océano<br />

antártico en un bote.<br />

Después de dieciséis días de infernal travesía, con increíble pericia logran<br />

llegar a la costa sur de la isla Georgia del Sur. Surge un nuevo problema, pues la<br />

estación ballenera esta justamente al otro lado, y el bote no aguanta más, así que<br />

la única posibilidad es atravesar a pie pico y glaciares helados, de una zona sin<br />

mapas durante veinticinco millas.<br />

De los seis tripulantes, dos estaban muy débiles así que se quedan cuidados<br />

por uno y Shackleton con los otros dos emprenden el viaje. Caminan durante<br />

treinta y seis horas sin parar ante el riesgo de quedarse dormidos y congelados,<br />

finalmente logran llegar los tres sanos y salvos.<br />

Inmediatamente Worsley parte hacia el lado sur de la isla para recoger a los<br />

tres hombres que habían quedado allí. Por su parte Shackleton, consigue el<br />

— 317 —


allenero "Southem Sky" y dos días después, junto a Crean y Worsley parte hacia<br />

la Isla <strong>El</strong>efante a recoger al resto de sus compañeros.<br />

<strong>El</strong> hielo les hace retroceder hasta las Islas Falkland, donde el gobierno<br />

uruguayo les cede un barco arrastrero. Nuevo fracaso. Desde Punta Arenas, con la<br />

ayuda de los residentes británicos fleta una goleta, la "Emma" que también<br />

fracasa en el intento.<br />

Por fin, el 30 de agosto de 1.916, a bordo del remolcador chileno "Yelcho",<br />

Shackleton consigue llegar a la Isla <strong>El</strong>efante y rescatarlos. En los seiscientos treinta<br />

y cuatro días que duró la expedición, Shackleton no perdió a un solo hombre. La<br />

aventura de Shackleton es posiblemente la más importante de las vividas en los<br />

Polos, y aunque no aportó ningún éxito ni avance científico, es el máximo<br />

exponente del trabajo en equipo, del espíritu de lucha y de la supervivencia.<br />

Hay una frase que dijo Raymond Priestley, marinero que trabajó bajo las<br />

órdenes de los tres "grandes" del Polo Sur; Scoott, Amundsen y Shackleton, que<br />

resumen lo que para ellos significaba Shackleton. “Como jefe de una expedición<br />

científica, yo elegiría a Scott; para un raid polar rápido y eficaz, a Amundsen; pero<br />

en medio de la adversidad, cuando no ves salida, ponte de rodillas y reza para que<br />

te envíen a Shackleton”.<br />

Como curiosidad, el bote en el que hicieron la travesía hasta isla Georgia del<br />

Sur, fue rescatado y llevado a Inglaterra en 1919 por James Quiller Rowett, que<br />

había financiado la última expedición como condiscípulo de Shackleton del<br />

colegio Dulwich en el sur de Londres, y ahí está expuesto actualmente sobre unas<br />

piedras también traídas de la isla.<br />

Otra curiosidad es que la expedición llevaba un fotógrafo llamado Hurley.<br />

Profesional capaz de hacer fotografías en condiciones muy difíciles, y apasionado<br />

por su trabajo. Así que cuando el Endurance comenzó a hundirse, insistió en<br />

rescatar todas las fotos. <strong>El</strong> problema es que los negativos estaban en placas de<br />

cristal que pesaban mucho, así que de las quinientas cincuenta que disponía<br />

escogió las ciento cincuenta mejores y las logró proteger hasta el rescate final.<br />

Hoy forman parte de una exposición que recorre el mundo.<br />

Y con estas anécdotas terminó su historia. Tanto Mike como Sophia le<br />

correspondieron con un profuso aplauso, al que se unieron Carlos y Altaha. Mike<br />

estaba tan emocionado, que bajó hasta la cocina y unos minutos después subió<br />

con unas copas y una botella de champán, para brindar por la mejor historia que<br />

se había contado en el Endeavour. Así brindaron en honor a Marcelo, que lo<br />

estaba pasando realmente mal siendo el centro de tanta atención.<br />

— 318 —


Durante dos días disfrutaron de la navegación por las islas, aprovechando para<br />

fondear junto a las playas, bajando con la zodiac que se guardaba en el espejo de<br />

popa.<br />

Entre conversación y conversación, Mike sintió curiosidad de conocer el<br />

motivo por el que tres amigos, de personalidades tan dispares, se hubiesen<br />

metido a construir un barco y navegar juntos. Carlos le contó la historia del cierre<br />

de la fábrica, y de cómo en realidad este viaje se trataba de una especie de<br />

despedida y descanso antes de reconstruir sus vidas.<br />

Mike se sintió incómodo por haber sido tan curioso. No resultaba agradable<br />

para un invitado tener que reconocer que estaba arruinado y sin trabajo. Sin<br />

pensarlo, les comentó que tenía muchos amigos y si necesitaban un trabajo<br />

siempre podría buscarles algo en sus especialidades. Que era una forma discreta<br />

de decir que el mismo los contrataría.<br />

Carlos se lo agradeció pero rehusó la ayuda, sus problemas los tendrían que<br />

solucionar ellos solos.<br />

Mike, casi se enfadó, reprochándoles que esta conducta típica de los<br />

españoles y de su orgullo, insistiendo que los amigos estaban precisamente para<br />

ayudarse.<br />

Carlos, aunque agradeciéndole su ayuda, volvió a declinarlo con rotundidad y<br />

tanto Marcelo como Altaha se adhirieron a este argumento sin fisuras. Aun no<br />

estaban tan desesperados por un trabajo, como para mendigárselo a un amigo<br />

recién conocido.<br />

Ya de regreso en Nassau, casi les daba pena bajar del Endeavour, se habían<br />

integrado perfectamente con la familia y se sentían como en su casa. Inicialmente<br />

pensaban verse en los siguientes días, si bien se sintieron repentinamente<br />

frustrados, pues ante la previsión de una tormenta que se estaba montando al<br />

norte de las bermudas Mike tomó la decisión de adelantar la salida.<br />

Mike, siempre muy precavido, no quería ningún problema que pudiese afectar<br />

a la seguridad de su familia. La idea era hacer una escala en las Bermudas, que se<br />

encontraban a setecientas cincuenta millas, antes de regresar a New York. <strong>El</strong><br />

Endeavour con buen viento navegaba a una media de quince nudos por lo que no<br />

tardarían más de dos días en llegar, en tanto que la tormenta aun tardaría cuatro<br />

días en alcanzarlos. Esto les permitiría llegar con calma a las Bermudas y estar ahí<br />

cuatro o cinco días a la espera que pasase toda la tormenta antes de regresar a<br />

New York.<br />

— 319 —


En una última cena en la cubierta del Endeavour se despidieron. Antes de irse<br />

Intercambiaron todos sus datos con los correos electrónicos, teléfonos y<br />

direcciones. Además, Mike les hizo entrega de una pequeña bandera doblada.<br />

—Como vosotros son tenéis ninguna bandera, os entregamos como recuerdo<br />

nuestra bandera del club de yates.<br />

Como correspondencia buscaron en el Albatros algunos productos típicos de<br />

Tenerife que les había regalado Altaha, así como una botella de vino de Madeira.<br />

Volvieron al Albatros, donde Marcelo examinó la bandera.<br />

—Nos han dado su grímpola.<br />

— ¿Que nos han dado qué? Preguntó Altaha con curiosidad.<br />

—La Grímpola es la bandera que representa a un club náutico.<br />

—Pues es rara, en la forma y en el nombre.<br />

Marcelo se lo tuvo que explicar.<br />

—En español se denomina grímpola, a la antigua bandera que los caballeros<br />

solían llevar al campo de batalla en forma de pequeño paño triangular. Dicen que<br />

los primeros clubes náuticos del siglo XXVIII lo copiaron un mantuvieron ese<br />

nombre.<br />

Comentando esas anécdotas, y sobre todo la suerte que habían tendido<br />

conociendo a estos nuevos amigos, se acostaron un poco tristes por la despedida.<br />

Al día siguiente por la mañana, se levantaron temprano con la esperanza de<br />

darles a sus amigos un último adiós. Cuando salieron a cubierta vieron que el<br />

Endeavour ya estaba surcando el canal buscando la salida. <strong>El</strong> previsor de Mike<br />

había decidido salir con los primeros rayos del sol.<br />

—Qué pena me da que se vayan –comentó Altaha.<br />

—Si son buena gente –añadió Marcelo.<br />

—Bueno –dijo Carlos—, hay que contemplarlo con cierto optimismo, dentro<br />

de unos meses o años, aprovechando unas vacaciones seguro que podemos<br />

volver a reunirnos, incluso puede ser navegando en el Endeavour.<br />

Este plan de futuro les hizo pensar también, en que tal y como hicieron sus<br />

amigos ellos también deberían volver a su vida real. Con esos días que habían<br />

pasado con sus amigos, no habían hecho nada de turismo, así que decidieron<br />

quedarse unos días más para preparar todo el regreso. Además, aunque hubiesen<br />

querido regresar en esos momentos, la inminencia de la tormenta se lo impedía.<br />

— 320 —


ÚLTIMOS DÍAS<br />

Como se trataba de sus últimos días en las Bahamas, decidieron coger un<br />

hotel, así descasarían cómodamente antes de tener que volver a vivir en el<br />

Albatros durante casi un mes. Económicamente se trataba del último gasto por lo<br />

asumieron con gusto. Carlos y Marcelo insistieron en que Altaha aceptase la<br />

invitación y cogieron una habitación para ella sola, los precios resultaban mucho<br />

más asequibles que en Antigua, por lo que Altaha sucumbió a la oferta.<br />

Altaha tenía uno de esos días que estaba especialmente sensible y unido a la<br />

melancolía por la pérdida de sus nuevos amigos, solo parecía encontrar refugio a<br />

sus sentimientos en compañía de Marcelo.<br />

— ¿Sabes? Estamos aquí un poco aburridos. Qué te parece si nos vamos de<br />

cena, en plan pareja. Simulando que nos hemos conocido en estas vacaciones y<br />

buscamos una cena romántica.<br />

—Tú has visto muchas películas.<br />

—Me parece que me tienes miedo.<br />

— ¿Miedo?<br />

—Sí, a una relación sentimental.<br />

—Lo que no quiero es hacer tonterías. Ya quedo claro lo nuestro, así que<br />

dejemos este juego absurdo.<br />

—Una cena solo es una cena.<br />

—Olvídalo.<br />

— ¡Ves!, lo que yo decía, no te atreves. Si según tu no hay nada, pues no<br />

importa que cenemos. Si no temes el romanticismo, el estar a solas conmigo, no<br />

significa nada. Como ves, he sido yo la que ha cedido, la que ha renunciado a<br />

todo. Y solo te pido una cena, pero claro tú no quieres concederme ni eso ¿Dime,<br />

quien es aquí el más racional o el más flexible?<br />

Marcelo la miró con temor, pensando que sería muy capaz de seguir<br />

hablándole durante horas perforando su cerebro.<br />

— ¡Vale Altaha, vale! Me taladras la cabeza. ¿Si accedo a la una última cena,<br />

como la de Jesucristo, me dejaras tranquilo?<br />

—Te lo prometo. Lo considerare como mi último intento, te doy mi palabra<br />

que no te molestare más.<br />

—Recuerda que esta promesa hay que cumplirla, quiero vivir tranquilo el resto<br />

de la travesía.<br />

— 321 —


— Si, lo prometo. Pero entonces ya que va a ser la última, quiero una cena<br />

romántica. <strong>El</strong> sitio ya lo busco yo, pero tú tienes que ir bien vestido. Vamos, no<br />

hace falta que vayas de smoking, pero tampoco se te ocurra ir con esas bermudas.<br />

— ¿Qué le pasa a mis bermudas? Son muy cómodas.<br />

—Pues eso, que están más gastadas y con más manchas de gas oíl que la moto<br />

de mi prima.<br />

— ¿Pues no sé cómo quieres que vaya?<br />

—Tú de moda no estás muy al tanto, así que mejor pídele consejo a Carlos.<br />

— ¡Estás loca!, ¿y que se entere de esto?<br />

—Se va a enterar, si o si, porque se lo pienso decir yo. No le vamos a hacer el<br />

feo de dejarlo solo sin darle una explicación convincente.<br />

Marcelo ya se había dado por vencido, así que esta última cuestión no<br />

importaba.<br />

Carlos no tardó en llegar y Altaha lo puso al tanto de la cena y de cómo tenían<br />

que contar con su ayuda. <strong>El</strong> mostró una sonrisa de complicidad ante Marcelo,<br />

mientras hacía esfuerzos por no reírse.<br />

—Conoces la historia de la araña, la viuda negra, o de la mantis religiosa que<br />

después del apareamiento se come al varón.<br />

—Sí, pero no me vaciles, que ya estoy bastante arrepentido de haberme<br />

dejado liar por Altaha.<br />

—Bien, pues nos vamos de compras para convertirte en un auténtico “latín<br />

Lover”.<br />

— ¡Vale Carlos, vale! Solo me faltaba que además, te rías a mi costa.<br />

—Es que hay que reconocerlo, la cosa tiene su gracia.<br />

Así se fueron de compras bajo la tutela estética de Carlos, que trasladó su<br />

estilo clásico a Marcelo. <strong>El</strong> resultado final fueron unos pantalones azul marino,<br />

una camisa azul de listas con cinturón de cuero claro haciendo juego con unos<br />

mocasines.<br />

Altaha apareció con un traje blanco sencillo pero muy elegante, que completó<br />

con un cinturón, una cinta para el pelo y calzada con unas sandalias blancas.<br />

Carlos miró a Altaha como si se tratase de una princesa.<br />

—Estas guapísima. Casi me da envidia de no estar en el lugar de Marcelo.<br />

—No sé, me da algo irnos y dejarte aquí solo.<br />

—Si claro, como solo nos vemos veinticuatro horas al día, comprendo que no<br />

me quieras dejar solo durante unas horas. Ya me conocéis, me quedo feliz con mi<br />

libro y mi manzanilla, que hacía años que no disfrutaba del placer de la lectura.<br />

Olvidaros de mí y que sea una gran velada romántica.<br />

— 322 —


Marcelo gruñó.<br />

—No hace falta que la animes, que Altaha ya va sobrada.<br />

Altaha estaba inquieta.<br />

—Vámonos ya, que tenemos la mesa reservada y es la hora.<br />

Cogió a Marcelo del brazo, mientras que este, descolocado, miró hacia atrás<br />

para despedirse de Carlos mostrando una cara de resignación, como la de un<br />

corderito antes de ser sacrificado.<br />

Altaha escogió el restaurante de un hotel cercano, un lugar muy romántico<br />

según sus criterios. Cuando entraron en el restaurante del hotel, Marcelo se fijó<br />

que estaba dentro de la categoría de lujo.<br />

— ¿Oye, esto no será muy caro?<br />

—No te preocupes, aquí destino mis últimos ahorros, que bien merece la<br />

pena.<br />

—Pues si merece la pena, esta corre de mi cuenta.<br />

—No. Esto es cosa mía Marcelo, ya te agradezco lo suficiente que hayas<br />

aceptado.<br />

Marcelo pensó unos segundos, estaba claro que no consistía en montar una<br />

bronca por invitarla, cuando ella lo tenía muy claro. Así que tendría que pensar<br />

como ella, si quería convencerla.<br />

— Déjame hacer las cosas bien. ¿Qué puede haber más romántico, que te<br />

invite el hombre a cenar?<br />

Altaha se quedó sorprendida.<br />

—Tienes toda la razón—dijo mientras sonreía de oreja a oreja y cogía por el<br />

brazo a Marcelo para entrar.<br />

Los acomodaron en una terraza privada con vistas al mar.<br />

—Bueno, ¿de qué quieres hablar? Le pregunto Altaha.<br />

—Si quieres te cuento alguna historia del mar.<br />

—No, esas están bien para navegar, prefiero algo más íntimo.<br />

—Ya te he dicho que no soy romántico. No valgo para esto.<br />

—Vale, nada de romanticismo, hablemos de sexo.<br />

Marcelo casi se atraganta con el pan.<br />

— ¿Sexo?<br />

—Si, como te gusta hacerlo.<br />

— ¿Y eso que tiene de romántico?<br />

—Bueno, el romanticismo acaba en el sexo, así que como no te va, nos lo<br />

saltamos y empezamos por el final.<br />

—Sabes que no habrá final.<br />

— 323 —


—Entonces, lo dejaremos en mera curiosidad. ¿Cómo te gusta?<br />

Marcelo se encontraba inquieto, por su propia timidez al tener que hablar de<br />

algo que consideraba íntimo.<br />

—Pues, no hay nada que comentar, todo muy normal.<br />

— ¿Arriba o abajo?<br />

—Como decimos los gallegos, depende. Si estoy cansado, mejor abajo.<br />

—A mí me gusta arriba. En eso coincidimos. Y ¿con luz encendida o apagada?<br />

—Digamos, que en la Penumbra.<br />

—Bien, a mí me gusta mirar a los ojos. Seguimos coincidiendo.<br />

— ¿Te gusta quitarle la ropa a la chica?<br />

—No sé, eso no lo programo, imagino que sí.<br />

—Bien, a mí me gusta que me la quiten. ¿Ves? Como somos muy parecidos.<br />

—Si claro. En esto nos parecemos, tú, yo y el resto de la humanidad.<br />

— ¡Viva el romanticismo Marcelo! Tienes que involucrarte un poco. Sigamos<br />

¿Cómo te gusta las mujeres con tanga o normal?<br />

—Normal.<br />

— ¡Vaya! pensé que sería con tanga.<br />

—EL tanga solo le quedan bien a cuerpos perfectos.<br />

—Quieres decir que no soy perfecta.<br />

— ¡Uf! ya la estoy liando. Tu estas muy bien, a ti el tanga te quedaría bien. Yo<br />

estaba respondiendo en general; un culo grande con una ropa pequeña no encaja.<br />

—Tienes razón. Pero te aseguro que a mí me queda muy bien. Así que<br />

también coincidimos.<br />

— ¿Alguna pregunta más?<br />

—Si crees que es un interrogatorio lo dejamos. Además ya veo que<br />

coincidimos.<br />

—Sí, pero como compañeros, en eso hemos quedado.<br />

—Y yo te lo he prometido. ¿Qué te parece si después nos vamos de copas?<br />

—Vale. Pero ya sabes que, si es que vas con segundas, no va a funcionar.<br />

—Sí, ya lo sé, pero es lo que me queda. Dentro de dos copas ya no pensare en<br />

nada.<br />

<strong>El</strong> resto de la cena discurrió tranquila ante la falta de presión de Altaha, y<br />

animados por el vino después se fueron a un karaoke. Entre canción y canción<br />

cayeron un par de copas más y decidieron rematar la noche en algún Pub. Cuando<br />

se vieron en la calle, Marcelo cambió de opinión y cogió un taxi que tenían<br />

delante para volver al hotel, según le explico a Altaha ya había bebido los<br />

suficiente por esa noche.<br />

— 324 —


Al llegar al hotel, se despidieron y Altaha a esas alturas de la noche y bajo los<br />

efectos del alcohol, ya no tenía fuerzas para intentar convencer a Marcelo de<br />

nada.<br />

Altaha se levantó a las once de la mañana, medio afónica por el karaoke. Se<br />

ducho y pensando que el desayuno se tomaba en una terraza expuesta al calor de<br />

la isla, se dejó el pelo mojado y se puso un sencillo vestido blanco de algodón que<br />

era lo más ligero que tenía a mano.<br />

Bajó hasta la cafetería para tomar un café y apenas se sentó apareció Marcelo,<br />

que bajaba todo arreglado, con el pelo aun mojado evidentemente recién salido<br />

de la ducha.<br />

—Vaya, por una vez, nos hemos levantado a la vez.<br />

—Yo me levanté hace dos horas y estuve corriendo. Ahora vengo de<br />

cambiarme.<br />

— ¿Pero se puede saber de qué pasta estas hecho? Yo no puedo ni levantar<br />

una mano, mientras que tú estuviste corriendo durante una hora.<br />

—Todo es acostumbrarte, además, el ejercicio me va bien para despejarme.<br />

—Hablando de lo de ayer, no te quejaras, cumplí con mi palabra. Aunque<br />

durante un momento cuando insististe en volver al hotel rápidamente en taxi,<br />

pensé que habrías sucumbido.<br />

—Cuando salimos, en la acera de enfrente estaban dos tipos, con mala pinta,<br />

que no dejaban de mirarte. Tal vez no fuese nada, pero por seguridad decidí que<br />

lo mejor era regresar cuanto antes.<br />

—Ya me parecía a mí que era demasiado fácil, falsa alarma. Bueno Marcelo,<br />

tenías mi palabra, ese fue mi último cartucho, entones nada.<br />

—Pues me alegro, nos lo pasamos bien ayer, así está bien. Leí en algún lado el<br />

sexo no lo es todo, pero puede acabar con todo.<br />

—Sí, aunque me cuesta asumirlo. No estoy acostumbrada a que me digan que<br />

no, comprenderás que me sienta despreciada.<br />

—No tienes porqué. Tú puedes elegir a quien quieras, ahora estamos en una<br />

situación muy especial donde no hay que hacerle mucho caso a los sentimientos.<br />

Altaha parecía como si no siguiese las palabras de Marcelo y estuviese<br />

pensando en otras cosas.<br />

—No, si comprendo que no estés enamorado, pero es que yo también soy<br />

sincera, me conformaba con un poco de placer sin ningún compromiso a largo<br />

plazo. ¿Y yo me preguntó? ¿a quién le amarga un dulce?<br />

—Ya te he dado mis motivos.<br />

— 325 —


—Y yo te doy los míos. Y quede claro que ya no te pienso acosar, no voy a<br />

sentirme moleta, no haré tonterías, pero eso no significa que no lo podamos<br />

comentar. Vamos, como si fuese tan raro, como si tú nunca hubieses visto a una<br />

chica de tu pueblo y te apeteciese un revolcón, es lo normal. Además, es extraño,<br />

toda la vida viendo que los hombres estáis siempre en celo y ahora me encuentro<br />

con esto. Vamos, no me entiendas mal, pero intento buscar una explicación<br />

convincente, ¿entiendes?<br />

Marcelo se quedó mirándola unos segundos. Algo debió pasar por su cabeza,<br />

pues se echó hacia atrás e inspiro hasta llenar totalmente los pulmones y después<br />

expiro con fuerza.<br />

—Altaha, lo único que entiendo es que esto no hay quien lo soporte, estoy<br />

dispuesto a acostarme contigo ahora, para acabar de una vez con todo esto.<br />

Altaha casi se atraganta.<br />

— ¿En serio?<br />

—Sí, pero solo si es ahora mismo.<br />

— ¿Ahora?<br />

—Sí. Ahora.<br />

Altaha estaba sorprendida por la decisión.<br />

—Así, Ahora, a media mañana, después de desayunar, cuando se están<br />

haciendo las habitaciones, no se me ocurre una hora peor. Es lo menos romántico<br />

del mundo.<br />

—Exactamente, solo sexo y nada más. Yo cumplo y tú me dejas en paz. Sigo<br />

considerando que es una mala idea, pero creo que así conseguiré que me dejes<br />

tranquilo.<br />

Altaha pareció dudarlo un segundo.<br />

—Bueno, vale, menos da una piedra. Muy bien acepto, no vaya a ser que<br />

pierda la oportunidad. Además, como para decirte ahora que no, después de lo<br />

que he insistido.<br />

Así, de repente, Altaha, aun sin haberse despertado del todo, se vio con<br />

Marcelo subiendo en el ascensor hacia su habitación. En ese momento sintió<br />

como se le contraía el estómago con los nervios.<br />

Aunque lo hubiese estado persiguiendo durante semanas, de repente, al<br />

encontrarse en esa situación no controlada, no le dio tiempo a asumirla. Le<br />

asaltaban muchas dudas, ¿Qué gustos tendría Marcelo? ¿Y si pretendía hacer<br />

cosas que ella no quería o que sencillamente no le gustaban?, ¿debería oponerse<br />

o aceptar?; Si se oponía, tenía la seguridad que no sería violento con ella, pero lo<br />

mismo se iba cabreado. Por otra parte, someterse a sus pretensiones contra sus<br />

— 326 —


gustos le parecía humillante. Además, esos temores se sustentaban en la voluntad<br />

de Marcelo de acabar de una vez con toda la relación; así que no tendría ningún<br />

interés en intentar ser especialmente romántico o agradable.<br />

Sonó el ascensor con el aviso que llegó al segundo piso. Y todos estos<br />

pensamientos no hicieron más que aumentar su nerviosismo. Caminaba más<br />

como si fuese conducida a un patíbulo, bastante tensa separada de Marcelo sin ni<br />

siquiera darle la mano.<br />

Cuando llegaron a su habitación, Marcelo se preocupó de cerrar la puerta con<br />

un aviso, para que no les molestase y corrió las cortinas, lo que les dio un poco de<br />

Intimidad ante el sol radiante que a media mañana entraba por la ventana.<br />

Con toda esa tensión lo único que ahora sentía ganas Altaha es de ir al baño,<br />

así que casi con vergüenza se disculpó. Cuando, después de unos minutos salió,<br />

con alivio vio que Marcelo permanecía de pie mirando por la ventana. Marcelo le<br />

dijo que el también iría al baño, así que ella sin saber que hacer se sentó en la<br />

cama recatadamente, casi como una colegiala esperando en las escaleras de un<br />

colegio.<br />

Marcelo, después de unos minutos salió del baño vestido únicamente con un<br />

albornoz, estaba claro que eso de enredarse con la ropa no iba con él. Bueno,<br />

pensó Altaha, por lo menos es un poco más romántico que acabar con los<br />

pantalones por las rodillas.<br />

Podía haber sido una buena idea, que ella hiciese lo mismo, pero tampoco era<br />

cuestión de decirle que volvía al baño otra vez, parecería que lo estaba eludiendo.<br />

Había llegado el momento de la verdad. Y no sabía muy bien qué hacer; si<br />

comenzar una conversación, si tomar la iniciativa o esperar que él lo hiciese.<br />

¡Dios!. ¡Qué complicado se había vuelto todo!; hasta ese momento, sus aventuras<br />

amorosas fueron, después de unas copas, sin ningún tipo de planificación, del<br />

estilo aquí te cojo aquí te mato.<br />

<strong>El</strong>la aún seguía sentada en la cama, sin saber qué hacer, cuando Marcelo se<br />

acercó y le dijo.<br />

— ¿Sigues considerando que es una buena idea?, podemos dejarlo si no estás<br />

convencida.<br />

Se dio cuenta que su cara debería de ser un poema, si hasta Marcelo se había<br />

percatado. Pero a pesar de sus dudas, tenía claro que no daría marcha atrás.<br />

—Sí, esto es lo que quiero –le dijo en voz baja, casi con timidez.<br />

Marcelo le cogió de la mano y tiro de ella suavemente para que se pusiese de<br />

pie.<br />

—Bueno, veo que te gusta más de pie –comentó por decir algo.<br />

Marcelo le colocó un dedo sobre los labios.<br />

— 327 —


—No digas nada. No hables.<br />

<strong>El</strong>la que se quedó frente a él. Y Marcelo sin decir nada, la cogió muy<br />

suavemente por la nuca y por la cintura y la acerco suavemente para acabar<br />

dándole un beso suave, casi tocando levemente los labios. <strong>El</strong> beso se fue<br />

alargando y las bocas se fueron fusionando cada vez con más pasión.<br />

En ese momento ella ya había perdido el nerviosismo inicial y se empezaba a<br />

llevar por la pasión. Pero Marcelo mucho más contenido la seguía besando y<br />

acariciando suavemente.<br />

Marcelo le retiro los tirantes del vestido y este cayó al suelo, y con suaves<br />

movimientos le quito el resto de la ropa mientras ella seguía de pie sin moverse.<br />

Cuando acabo el dejó caer el albornoz, y así se quedaron los dos desnudos de pie.<br />

La condujo hasta la cama, donde continuó con un ejercicio de amor contenido,<br />

donde la excitación de Altaha se veía frenada una y otra vez, así durante más de<br />

media hora siguió el juego amorosa, hasta que finalmente acabó; no con la pasión<br />

desbocada típica, sino más bien como si solo se tratase de una transición hacia un<br />

estado más reposado. Marcelo la siguió acariciando y besando, hasta que se<br />

fueron calmando los ritmos de sus corazones y se quedaron en un estado casi<br />

letárgico.<br />

En todo ese tiempo, ninguno de los dos habían dicho nada, tal y como Marcelo<br />

le había sugerido. Ahora ya relajada mientras aún estaban abrazados, estimó que<br />

ya podía romper el silencio.<br />

— ¡Caray!<br />

—Caray ¿Qué?<br />

—Pues que no me lo esperaba así.<br />

— ¿A qué te refieres?<br />

—Pues, no sé, tan suave tan despacio.<br />

— ¿Preferías de otra forma?<br />

—Pues, sinceramente, no lo sé, no me lo esperaba así. Pero ha estado muy<br />

bien. ¿A ti te ha gustado?<br />

—Sí, ha sido muy agradable.<br />

Parecía increíble que de los labios de Marcelo saliesen esas palabras, aunque<br />

se notaban un tanto forzadas, como si buscase un equilibrio de compromiso.<br />

—Y tan agradable. ¿Siempre lo haces así?<br />

—No, este es un estilo más tántrico, aunque sin llegar al extremo de los<br />

puristas.<br />

—Lo dices como si lo hubieses estudiado. ¿Te lo enseño alguien?<br />

— 328 —


—Una chica que conocí en la India. Nos tuvimos que quedar en el puerto una<br />

semana por una avería, y ella me dijo que me enseñaría otras formas de hacer el<br />

amor.<br />

No quiso preguntarle, pero dedujo que seguramente sería una prostituta.<br />

— ¿Y porque quisiste hacerlo ahora así?<br />

—Buscaba que te quedase un buen recuerdo. Las despedidas mejor hacerlas<br />

despacio y delicadas.<br />

— ¿O sea, que ahora que consideras que ya has cumplido ya no nos une nada?<br />

—Nos unen muchas cosas, pero no hace falta que sea el sexo ni el<br />

compromiso sentimental.<br />

— ¿Pero te lo has pasado bien?<br />

—Sí. Ya te he dicho que ha estado muy bien.<br />

— ¿Entonces solo aceptaste para acabar de una vez con lo nuestro?<br />

—Bueno, en realidad nunca pensé que acabaríamos así. Pero cuando te vi esta<br />

mañana con ese vestido y con el pelo mojado, he de reconocer que no pude<br />

resistir el perder esta oportunidad. Tú estas muy bien, y al final, uno no es de<br />

piedra.<br />

—Eso es lo que yo pensaba. Que nos lo podemos pasar bien juntos.<br />

—No es tan sencillo. Ahora nos vemos como la única opción, pero en menos<br />

de un mes nuestras vidas se separaran, cada uno con su trabajo nuevo y con los<br />

amigos. Una amistad continúa en el tiempo, pero una pareja no. Los dos lo<br />

pasaríamos mal. Primero pensando que lo podemos llevar con la distancia,<br />

después aguantando otras opciones y por ultimo pensando en cómo dejarlo sin<br />

hacernos daño. Es mejor no comenzar algo que no puede tener un buen final.<br />

Ese razonamiento lógico, resultaba más digno de Carlos que de Marcelo, si<br />

bien se evidenciaba que sus sentimientos eran nobles, mostrando una profunda<br />

preocupación por no causarle ningún daño.<br />

—No sé qué decirte, yo pienso de otra manera pero no seguiré insistiendo. –y<br />

como cumpliendo lo que había dicho, cambio bruscamente de tono—. Bueno,<br />

vamos a darnos una ducha rapidita y bajamos, que Carlos ya debe de estar<br />

buscándonos.<br />

Bajaron a la cafetería y en efecto, se encontraron a Carlos tomando un<br />

aperitivo, mientras leía un periódico local.<br />

Altaha miró a Marcelo.<br />

— ¿Se lo cuentas tú o yo?<br />

—Tú –respondió resignado, ante la imposibilidad que se mantuviese callada.<br />

—Pues nada, que por fin lo convencí para acostarnos.<br />

— 329 —


Este breve comentario, no reflejaba el estilo habitual de Altaha, con sus largas<br />

explicaciones y disertaciones. Quedaba claro, que no estaba muy convencida y no<br />

deseaba hablar mucho sobre el tema.<br />

Carlos no pareció sorprenderse por la noticia.<br />

—Lo que yo decía. Que Marcelo no tenía ninguna posibilidad.<br />

Altaha claramente no se sentía como triunfadora.<br />

—Mejor deja el tema. Digamos que lo de hoy ha sido una despedida no un<br />

encuentro. Así que todo arreglado entre los dos, me quedo con las ganas de más,<br />

pero que me quiten lo bailado.<br />

—No sé, –comento Carlos sin mucha confianza-, si vosotros lo decís, pues<br />

perfecto. De todas formas ya me gustaría a mí que las mujeres me intentasen<br />

convencer así que las dejase tranquilas.<br />

Altaha, que habitualmente se reía con cualquier comentario permaneció<br />

callada.<br />

Cuando acabaron de comer Altaha se fue a dar un paseo.<br />

Mientras miraba el mar se sentía sumida en una gran melancolía, aunque tal<br />

vez fuese un síntoma de depresión. Le gustaba Marcelo y después de la<br />

experiencia aún más. Y frente a sus sentimientos, solo recibió la rotunda y<br />

enésima negativa de Marcelo a mantener una relación sentimental.<br />

No lo acababa de comprender. Nunca tuvo ningún problema para ligar y nunca<br />

se había visto rechazada. Presuponía, que siendo medianamente guapa y con su<br />

forma de ser, agradaba a todos los hombres. Realmente no entendía lo que había<br />

fallado con Marcelo.<br />

Lo que tenía claro es que no seguiría insistiendo, pues lo único que podía<br />

hacer sería caer en la obsesión o en la humillación de verse constantemente<br />

rechazada.<br />

Sus pensamientos se volvieron hacia los recuerdos de su convivencia con<br />

Marcelo. Como ese frío y osco mecánico al que conoció, que no dejaba de decir<br />

tacos, fue poco a poco seduciéndole; Recordó cuando comenzaron a llevarse bien<br />

y él le ayudaba en el montaje; o cuando cuido de ella en el mareo en la primera<br />

travesía; o cuando la acompañaba en Madeira tanto de copas como en la<br />

montaña; o el amanecer en el Teide, o cuando emocionado porque les<br />

acompañase se cogieron una buena para celebrarlo en Hierro; o sus noches de<br />

guardia. Y como no olvidar cuando, olvidando todo su orgullo, la protegió hasta el<br />

final jugándose su vida en Tortuga.<br />

En ese momento lo vio claro, se dio cuenta que había cometido un error de<br />

egolatría. En el fondo se sentía superior a Marcelo, un solitario mecánico salido de<br />

un pueblo pesquero, mientras que ella como universitaria de clase media con un<br />

— 330 —


montón de amigos. Si Marcelo fuese un millonario playboy no estaría ofendida<br />

por su falta de interés, pero no lograba asumir el rechazo de Marcelo, ni que él<br />

pudiese tener sus propios gustos. Estaba claro que debía respetarlo, él se merecía<br />

a la amiga y compañera que deseó tener desde el principio. Tenía que abandonar<br />

su orgullo por ser la conquistadora y comportarse como lo único que Marcelo le<br />

había pedido que fuese.<br />

Así, de repente, después de asumir esa situación, se sintió por primera vez<br />

feliz, sabiendo exactamente lo que tenía que hacer.<br />

Volvió al hotel, y como siempre les saludo con su mejor sonrisa. Por un<br />

momento pensó en explicarse todo este proceso psicológico, pero después de<br />

todo, sus amigos no le habían hecho nada malo para que los atormentase con un<br />

monologo digno de las mejores telenovelas.<br />

Altaha cumplió su palabra, dejando de acosar a Marcelo sobre cualquier<br />

aspecto sentimental, aunque no por eso renunció a seguir siendo afectuosa. Él se<br />

dio cuenta de ese cambio y se mostraba más abierto que de costumbre; de vez en<br />

cuando la cogía por los hombros cuando iban caminando, incluso se permitía<br />

hacerle algún gesto afectivo como acariciarle el pelo mientras le decía; “que está<br />

pensando esta cabecita, que cuando no hablas eres peligrosa”. Pero estaba claro,<br />

que todos estos gestos eran medidos y limitados, lo mismo lo podría haber hecho<br />

con su hermana o con una amiga de la infancia.<br />

Lo cierto, es que los dos estaban contentos; Altaha tenía más de lo que<br />

esperaba recibir y Marcelo menos compromiso que el que deseaba asumir.<br />

Además, la ventaja de haberse acostado juntos, era que cualquier señal sexual<br />

ahora estaba superada; Altaha y Marcelo sabían exactamente hasta donde llegar<br />

con el gesto o con la caricia.<br />

Carlos también se mostraba satisfecho, había comprobado lo difícil que<br />

resultaba convivir con dos personas enfrentadas en un espacio tan reducido.<br />

Ahora todo estaba solucionado de forma armoniosa y volvían a ser los amigos de<br />

siempre.<br />

En definitiva, la relación de los tres evolucionó hasta alcanzar un equilibro<br />

perfecto, y eso no solo resultaba positivo, sino casi imprescindible para el largo<br />

viaje de vuelta que les esperaba.<br />

<strong>El</strong> tiempo, como estaba previsto empeoró, y lo seguiría haciendo hasta que les<br />

alcanzase de lleno la tormenta que ya estaba a menos de doscientas millas al<br />

norte. Por este motivo habían decidido subir hasta la isla Mars Harbur, pues la<br />

tormenta los dejaría un par de días en tierra y así al menos conocían otra isla de<br />

— 331 —


las Bahamas. La isla estaba a unas noventa millas al norte, lo que no les llevarías<br />

más que una seis a ocho horas y allí dispondrían de un buen puerto muy<br />

protegido donde podrían estar tranquilos.<br />

— 332 —


NO HAY NADA QUE PENSAR<br />

Esa mañana comenzaron la travesía hacia la isla Mars Harbur, este sería su<br />

último destino antes de retornar hacia España. Habían sido unos días, realmente<br />

maravillosos con sus nuevos amigos, casi como unas vacaciones dentro de otras,<br />

pero como todo lo bueno se acaba; después de tantos días en el mar, ya era hora<br />

de regresar a sus casas y seguir cada uno con su vida.<br />

Aunque aún faltasen unos días para salir, serían de puro trámite, por lo que ya<br />

se habían puesto a pensar en el viaje de vuelta atravesando el atlántico, así que<br />

aprovecharon esas primeras horas de navegación para programar el regreso.<br />

Estaban en un lugar perfecto para coger las corrientes más optimas y regresar<br />

a España, tal y como lo hizo Cristóbal Colón en sus viajes de vuelta. <strong>El</strong> único<br />

inconveniente era, que al estar muy al oeste, les esperaba una larga travesía de<br />

tres mil cuatrocientas millas. Para hacerla un poco más descansada, programaron<br />

una escala en las Bermudas y se desviarían un poco al sur para hacer otra en las<br />

azores. Estimaron que tardarían unos tres días las setecientas ochenta millas en la<br />

primera etapa hasta las Bermudas, seis días para las mil novecientas millas en la<br />

segunda hasta Las Azores y cuatro días más paras las ochocientas millas hasta<br />

regresar a Rianxo. Así que parando como mínimo dos días en las Bermudas y otros<br />

dos en las Azores en total necesitarían de dieciséis a veinte días, eso sí todo iba<br />

bien, y mientras pudiesen mantener una media de diez nudos. Marcelo también<br />

les advirtió, que las condiciones del mar serían peores que a la ida con más viento,<br />

frío, lluvias y las olas más altas. Así que lo normal sería que la velocidad media<br />

fuese un poco más reducida, pero poco les importaba tardar unos días más si lo<br />

hacían con seguridad.<br />

Transcurridas tres horas de navegación comprobaron que, aunque la tormenta<br />

se dirigía directamente hacia ellos, ya estaban a mitad de camino y llegarían al<br />

puerto en menos de tres horas, antes incluso de notar los primeros efectos. Con<br />

estas previsiones navegaban tranquilos pues no existía ningún riesgo; tanto a vela<br />

como a motor podrían llegar con seguridad. Aunque la navegación discurría muy<br />

tranquila, todos estaban pendientes por la tormenta; Carlos pilotando, Marcelo<br />

de los instrumentos y Altaha, miraba el mapa en el ordenador, que mostraba toda<br />

la zona del mar que abarcaba desde el Caribe al Norteamérica, destacando<br />

bastantes puntos luminosos en rojo.<br />

—Es curioso, fijaros, cada punto rojo es un sistema de emergencia por GPS<br />

que han activado de un barco en peligro. Hace unos días lo consulté y en toda la<br />

— 333 —


costa este hasta bermudas solo marcaba cinco puntos, ahora se han disparado a<br />

casi cincuenta.<br />

— ¿Y se puede saber qué les pasa?<br />

—No. Lo único que podemos saber es el barco está asignado al número de<br />

GPS. Por ejemplo marco en este punto y lo veremos.<br />

Movió el cursor hasta el punto rojo, pulsó el boto del ratón y se abrió una<br />

ventana en la pantalla apareciendo un número y la posición en longitud y latitud y<br />

en esta posición.<br />

—Ese está cerca de la costa.<br />

—Sí, imagino que lo rescataran rápido.<br />

Se colocó en uno punto situado en medio del océano más cerca de las<br />

Bermudas.<br />

—Este por ejemplo, está muy lejos de cualquier lado.<br />

— ¿Y se sabe quién es?<br />

—Aquí no aparece. Pero si se puede saber. Cada señal está asociado a un<br />

número con un código, solo hay que buscar en la base de datos. Vamos a ver por<br />

curiosidad quien es.<br />

Localizo el código y después abrió una nueva ventana donde accedió a una<br />

base de datos y busco ese código.<br />

La cara de Altaha se contrajo cuando leyó el nombre.<br />

— ¡<strong>El</strong> Endeavour! – exclamó con pánico- ¡No puede ser!<br />

—Tranquila –intentó calmarla Carlos, dejando entrever su propio<br />

nerviosismo—. Recuerda que es un nombre muy habitual, debe de ser uno de<br />

esos cientos de barcos con el mismo nombre.<br />

— ¡No, no estoy tranquila! La información dice que pertenece al club de yates<br />

de New York.<br />

Los tres se miraron mostrando un rictus en sus caras, la posibilidad de que<br />

existe en un club dos barcos con el mismo nombre y que estuviesen navegando<br />

por esa zona resultaba prácticamente imposible.<br />

—Hay que verificarlo, coincide con la ruta que iban a seguir, pero ya deberían<br />

haber llegado a las Bermudas, tiene que ser un error.<br />

Hizo una consulta en una base de datos, sobre más información del número<br />

de serie localizador de la señal de GPS.<br />

—No es el Endeavour, ese tiene otro número de serie. Menos mal, de todas<br />

forma voy a verificar de quien es.<br />

Carlos respiró profundamente.<br />

—Menudo susto, menos mal, ya decía yo que tenía que ser un error.<br />

Altaha, después de ver unos datos, se giró con lágrimas en los ojos.<br />

— 334 —


—<strong>El</strong> número de serie es el de la balsa salvavidas del "Endeavour". ¿Cómo es<br />

posible?<br />

Marcelo conocía perfectamente la respuesta.<br />

—Eso solo sucede si la balsa está es agua. <strong>El</strong> GPS se activa automáticamente<br />

cuando se abre.<br />

—Pero no lo entiendo –comentó Carlos— ¿Y el barco?, también dispone de su<br />

propia GPS de emergencia, ¿Por qué no está activado?<br />

Marcelo sabía que solo existían dos opciones.<br />

—Básicamente hay dos posibilidades; O bien, ha sido un accidente y se<br />

haya caído la balsa activándose el GPS, lo que es prácticamente imposible, o que<br />

ellos hayan abandonado el barco después de un naufragio.<br />

Altaha no podía asumirlo.<br />

—Me habías comentado que nunca hay que abandonar un barco de vela<br />

mientras que flote.<br />

Marcelo tranquilo, pero muy serio, se lo aclaró.<br />

—Si ves que se va a hundir o ya lo tienes con mucha agua, lo abandonas. Todo<br />

depende de la seguridad.<br />

— ¿Pero que pudo pasar? <strong>El</strong> Endeavour es un barco de primera y Mike nunca<br />

se arriesgaría a navegar en una tormenta y menos con la familia.<br />

—Son barcos de recreo. Solo un centímetro de fibra de vidrio les separa del<br />

mar, sin doble casco y sin compartimentos estancos. Basta un golpe de mar para<br />

que se abra una vía y se hunda en unos minutos.<br />

Carlos en ese momento perdió la poca calma que había logrado contener.<br />

— ¡Basta de especulaciones! Hay que saber que pasó. Altaha tu conéctate con<br />

Internet con el club de New York por si saben algo del yate. Yo llamare por el<br />

teléfono satélite el barco y a club. Marcelo tu coge la radio y a ver si también te<br />

puedes enterar de algo.<br />

Después de veinte minutos de frenéticas gestiones, lo único que lograron<br />

verificar es que el Endeavour no estaba localizado y que en efecto la señal del GPS<br />

se confirmaba como de su balsa salvavidas.<br />

— ¿Cuánto pueden aguantar en la balsa? –le preguntó Carlos a Marcelo.<br />

—No debería haber ningún problema. Son muy resistentes, además, la propia<br />

balsa dispone de agua y algo de comida, también pudieron meter algo más, y se<br />

supone que irían abrigados. No deberían tener problemas en un par de días<br />

digamos una semana, antes de empezar a sentirse mal, lo que tampoco significa<br />

que resulte mortal.<br />

—Así que el mayor problema es el mar.<br />

— 335 —


—Sin duda. Pero son balsas muy estables.<br />

— ¿Aguantará bien la tormenta?<br />

—Bueno, en realidad solo están flotando, deberían aguantar.<br />

—Lo que significa, que están expuestos a las olas, y que una ola mala los<br />

puede voltear o hundir. Deberían ser rescatados cuanto antes.<br />

—Desde luego, no están en la mejor situación. Pero si nosotros los hemos<br />

detectado, significa que la señal la tienen todos los puestos de alerta del atlántico,<br />

y todos los servicios de rescate saben que están ahí. Sin duda acudirán cuanto<br />

antes.<br />

— ¿En helicóptero?<br />

—No lo creo. Están muy lejos de la costa, pero tal vez una fragata o un<br />

remolcador de rescate.<br />

Altaha estaba muy nerviosa.<br />

—Además de los barcos de rescate, también les puede ayudar cualquiera que<br />

pase por ahí. ¿Verdad Marcelo que los rescatan enseguida?<br />

—Puede ser, es posible que alguno este tomando rumbo.<br />

Lo dijo con tan poco convencimiento, que no pasó desapercibido.<br />

— ¡Dios Marcelo!, lo dices como si nadie fuese a salvarlos.<br />

— En condiciones normales no habría problemas, pero con una tormenta<br />

encima nunca se sabe lo que puede pasar. ¿Que barcos se va a arriesgar a salir?<br />

en el mar hay bastante solidaridad pero pocos suicidas. Piénsalo, solo barcos<br />

especialistas en rescate o un remolcador de altura se arriesgarán, pero hay pocos<br />

y piénsalo ¿Cuantas peticiones de rescate van a tener que atender a la vez? En<br />

estas condiciones no existen garantías.<br />

Carlos quiso infundir un poco de optimismo.<br />

—No te obsesiones Altaha. Estaremos a la espera que anuncien su rescate.<br />

—No puedo esperar. Podemos llamar para verificar si los van a rescatar.<br />

—Sí, no hay problema. Altaha tu ocúpate de los correos y nosotros con el<br />

teléfono.<br />

Tardaron pocos minutos, en contactar con los cinco puestos de rescate más<br />

próximos, pero ninguno confirmó que saldría en esa misión. Estaban demasiado<br />

lejos y con otras prioridades. Otras líneas estaban saturadas o todos ocupados<br />

para dar una información más detallada. Lo único que verificaron es que todos<br />

tenían esa alarma de GPS localizada, al igual que otras setenta que estaban<br />

activadas entre el Caribe, la costa de Estados Unidos y las Bermudas.<br />

Marcelo, siempre solidario y dispuesto, se mostraba impotente ante esta<br />

situación.<br />

— 336 —


—Hay que aceptarlo, no podemos hacer nada más.<br />

Carlos, por el contrario, nunca aceptaba el fracaso hasta haber agotado todas<br />

las opciones.<br />

—Nunca estuve de acuerdo con aplicar sistemáticamente las fases de<br />

<strong>El</strong>izabeth Kübler.<br />

— ¿De qué hablas?, ¿quién es esa?<br />

La expresión claramente agresiva de Marcelo no iba dirigida a Carlos; estaba<br />

preocupado y nervioso por sus amigos y lo exteriorizaba de esa forma.<br />

—Es una psicóloga que describió las fases de aceptación de la muerte, que<br />

básicamente son cinco; negación, ira, negociación, depresión y aceptación.<br />

— ¿Y a qué viene?<br />

— Que yo no pienso perder el tiempo con la negación ni en la ira, ni tampoco<br />

me pienso deprimir ni aceptar, lo que creo que es evitable, solo me centrare en la<br />

negociación, como concepto de agotar las posibilidades para salvarlos.<br />

—Piensa lo que quieras, si esto te deja más tranquilo. Pero que sepas que<br />

estamos todos igualmente preocupados.<br />

Los tres estaban desesperados sin saber qué hacer. Carlos fue a coger unos<br />

mapas y papeles, y se centró en hacer cálculos. Sus amigos no lo molestaron,<br />

conscientes que asumir la frustración por no poder ayudar a sus amigos resultaba<br />

muy es duro; mientras que Marcelo los exteriorizaba con su cabreo y Altaha con<br />

sus lágrimas, de alguna forma era mejor que Carlos estuviese entretenido en<br />

cualquier pensamiento que lo distrajese.<br />

Después de media hora Carlos, tan rápidamente como entró, salido de su<br />

ostracismo y le dijo a Altaha.<br />

—Calcula el rumbo más directo al puerto y dirígete a toda velocidad que<br />

puedas conseguir con el motor y alas, calculo reducir así el tiempo de llegada a<br />

menos de una hora.<br />

—Como quieras –le comentó Marcelo—, pero no tenemos tanta prisa para<br />

buscar refugio, aún tenemos mucho tiempo. –Adivinando sus pensamientos le<br />

comentó— Y te advierto que cuando llegues no conseguirás ningún avión para<br />

volar con este tiempo, ni ningún otro barco que quiera salir con este mar.<br />

—Lo sé. Solo pretendo llegar cuanto antes, para que desembarquéis.<br />

Lo dijo con un tono frío y con una decisión, completamente inusual en él. En<br />

su mente se había fraguado un plan, a todas luces fruto de la obsesión que le<br />

dominaba.<br />

— ¿Desembarcar? ¿Y tú qué pretendes hacer con el Albatros?<br />

—Voy a intentar rescatar a Mike y su familia.<br />

— 337 —


Marcelo lo miró, casi con pena.<br />

—Carlos, comprendo lo que piensas, y no dudes que yo también haría todo lo<br />

posible. Pero hay que ser realistas están a setecientas millas al norte, tardarías<br />

cuatro días en llegar a toda velocidad y eso si te deja la tormenta, tal vez ni lo<br />

consigas en cinco o seis días. Están localizados y en ese tiempo serán rescatados<br />

por especialistas.<br />

—Están muy lejos de EEUU y Bahamas no tiene suficientes equipos. Tal vez<br />

ninguno llegue a tiempo.<br />

—Llegaran cuando llegaran, y siempre antes que tú.<br />

—Yo, podría llegar a tiempo con el Albatros.<br />

—Es imposible. <strong>El</strong> Albatros solo es rápido sin olas. Tú nunca has visto un<br />

temporal, no solo no lograras planear, sino que ni siquiera conseguirás mantener<br />

el rumbo. Y si la cosa se pone realmente fea, ni te moverás del sitio o te llevara la<br />

tormenta a donde quiera. Puedes luchar durante cuatro días y no llegar ni a<br />

cuatrocientas millas de donde están.<br />

—Bueno –contestó como si no tuviesen importancia esos argumentos— eso<br />

es mi problema.<br />

—No Carlos. Tú no eres un suicida, te mueves por lógica y por probabilidades.<br />

Y no existe ninguna de que llegues, no tienen sentido el que lo intentes.<br />

Marcelo hablaba con una contención y una precisión no habitual, se notaba<br />

que estaba haciendo un esfuerzo por intentar convencer a Carlos con sus mismos<br />

criterios lógicos. Este razonamiento forzó a Carlos a darle una respuesta.<br />

—Estoy actuando con lógica, he hecho mis cálculos y creo que puedo<br />

conseguirlo.<br />

— ¡No Carlos, no! –Dijo conteniéndose de nuevo, evitando soltar cuatro<br />

tacos—, tú eres ingeniero y haces cálculos matemáticos exactos. Navegando en<br />

una tormenta es imposible que llegues rápidamente, si lo haces será después de<br />

cuatro o cinco días como mínimo.<br />

Marcelo evitó decir que con tantos días de tormenta, o los habría rescatado o<br />

tal vez ya fuese muy tarde, pero a ninguno se le escapó esta posibilidad. Carlos se<br />

quedó mirándolo y le dijo bajando la voz, como queriendo evitar las palabras que<br />

iba a pronunciar.<br />

—Tienes razón –le reconoció— es imposible llegar rápido navegando.<br />

— ¿Entonces porque insistes?<br />

—Porque iré volando.<br />

Marcelo y Altaha se quedaron mirando a Carlos con la boca medio abierta.<br />

— ¿Volando? Esto es un barco.<br />

— 338 —


—Puede parecerlo, pero es un avión en todo su diseño, y puede volar si hay<br />

suficiente viento, que sin duda tendré con la tormenta. Con cuarenta nudos el<br />

Albatros se sostendrá perfectamente, y tomando altura calculo planear a una<br />

velocidad de más de cien nudos, en cinco horas podría estar ahí.<br />

Entonces, toda la moderación y paciencia de Marcelo desapareció y estalló.<br />

— ¡Es la idea más jodidamente absurda que he oído en mi puta vida! Intentar<br />

volar en medio de un temporal con un medio barco montado a trozos. ¡Hace falta<br />

estar jodido mental solo para pensarlo!<br />

Carlos no se inmutó, su mente estaba en otras cosas y poco le importaba lo<br />

que pudiese pensar Marcelo en esos momentos. Aunque claramente deseaba que<br />

lo dejase tranquilo con sus planes.<br />

—Tienes toda la razón, es una locura, por eso tenéis que bajaros, no quiero<br />

mataros en este loco intento.<br />

Marcelo, buscó apoyo en Altaha.<br />

— ¡Altaha, díselo tú! Dile que es una locura. Que es imposible que el Albatros<br />

pueda volar.<br />

Altaha se quedó unos segundos sin decir nada, como concentrada en algún<br />

cálculo.<br />

—Bueno, locura sí que es, pero Carlos puede tener razón. Técnicamente tiene<br />

suficiente capacidad de sustentación si tenemos suficiente viento. <strong>El</strong> problema es<br />

el equilibrio dinámico, tendría que ajustar el programa.<br />

Marcelo que había buscado el apoyo de Altaha para desacreditar a Carlos, no<br />

podía creer que estuviesen hablando en serio.<br />

— ¿Con el suficiente viento? ¿Y qué pasa si el viento cesa y te coge ahí arriba?,<br />

te caes como una piedra. <strong>El</strong> viento nunca es constante.<br />

Carlos parecía tener respuesta a todas las preguntas de Marcelo.<br />

—En realidad todos los aviones tienen un coeficiente de planeo, que<br />

representa los metros que avanza por cada metro que baje; un pájaro como un<br />

águila tiene un coeficiente de planeo de aproximada uno veinte y tres, un<br />

planeador normal tiene un coeficiente de cuarenta; y los diseño más avanzados<br />

llega al sesenta o setenta. Yo calculo que el Albatros puede estar en uno quince.<br />

—Déjate de tonterías esto no es un planeador, llevamos motores y mucho<br />

más peso.<br />

—Si, lo he calculado, hay que tener en cuenta el coeficiente de caída, pero en<br />

resumen, todo avión es capaz de planear si eleva la suficiente velocidad, incluso<br />

los comerciales tienen un coeficiente de planeo de diez a uno.<br />

—Déjate de teorías, que la realidad es muy diferente.<br />

— 339 —


Carlos de forma técnica, le explicó rápidamente que el Albatros con el viento<br />

previsto podría planear con mucho margen, por lo que sus cálculos tampoco<br />

tenían que ser muy precisos, y soportarian las fluctaciones del viento.<br />

Marcelo estaba asombrado, en un primer momento pensó que ese<br />

planteamiento resultaba imposible, pero con todas estas explicaciones asumió<br />

que tal vez pudiese funcionar; esto hizo que cambiase completamente su actitud.<br />

—Me parece increíble lo que planteas; pero si existe una sola posibilidad de<br />

ayudar a nuestros amigos, iremos.<br />

Carlos movió la Cabeza de un lado a otro.<br />

—No, Marcelo. Estoy de acuerdo en que, aunque es teóricamente posible, el<br />

riesgo es muy elevado; tienes razón en que es una locura, por eso tengo que ir<br />

solo.<br />

Ahora, era Marcelo el que lo tenía muy claro.<br />

—Únicamente estás pensando que tienes que volar, pero la realidad es que<br />

también tienes que rescatarlos, y tú solo nunca podrías. No sabes lo que es estar<br />

entre olas de entre siete a doce metros y tú solo en cubierta. Con la primera ola te<br />

barre del barco, y con la segunda te lo pone sombrero. Y además, lo que te vas a<br />

encontrar es a unos cuerpos ateridos de frío que llevas horas en la misma postura<br />

sin prácticamente capacidad de moverse, tendrías que cargarlos tu solo, lo que es<br />

imposible. Si nuestros amigos tienen una oportunidad será contando con mi<br />

ayuda.<br />

—Gracias Marcelo, te lo agradezco profundamente. Pero debo ir solo. Es<br />

demasiado arriesgado, podríamos morir incluso solo al intentar despegar.<br />

— ¿Morir? Ese sería el menor de mis problemas. ¿Sabes qué pasaría si dejó<br />

que un pijo de secano como tú le eche valor y logre rescatarlos, mientras que yo<br />

me acojono? Pues que mi familia no me vuelve a hablar en mi puta vida, eso sin<br />

contar, con que del pueblo me echan a patadas por maricón. –Miró a Altaha—.<br />

Necesitamos tu ayuda, tienes unas dos horas para decirnos como equilibrar al<br />

Albatros en el aire antes de que lleguemos a puerto.<br />

Altaha, los miró como si nada que lo que dijese a continuación tuviese<br />

importancia.<br />

—No hace falta. Ya lo programaré por el camino, vamos todos.<br />

—Olvídalo –le dijo Marcelo con total autoridad—. Te tienes que quedar.<br />

Alguien le tiene que contar al mundo la historia de cómo se suicidaron dos<br />

gilipollas, en la operación de rescate más estúpida que se ha parido nunca.<br />

Altaha tecleo algo en el ordenador e inmediatamente el barco perdió parte de<br />

la estabilidad moviéndose de un lado a otro.<br />

— 340 —


—Acabo de bloquear el programa hasta el mínimo de equilibrio. O conmigo o<br />

sin mí. Y no es un capricho, sino que un programa nuevo para volar necesitará<br />

ajustes constantes, la única posibilidad de sobrevivir en el aire es si yo voy. Así<br />

que todos juntos o ninguno.<br />

Marcelo la miró, y ya no vio esa chica veinteañera de ciudad nerviosa con su<br />

primer trabajo; sino el rostro de una mujer con la tez tostada por el sol, con esa<br />

cara de determinación que tienen los que ya forman parte de la mar y asumen<br />

con flema todo lo que pueda llegar.<br />

— ¡Me cago en la leche! ¡La vamos a liar bien liada! Pero de acuerdo iremos<br />

todos.<br />

— ¡Pero Marcelo que dices! —Exclamó Carlos—, ¿Ahora cedes?, sabes bien<br />

que no podemos permitir que venga. Yo ya no tengo vida ni futuro y tú eres un<br />

solitario. Ambos somos prescindibles, poca gente llorara nuestra muerte. Pero<br />

Altaha es muy joven y tiene una vida por delante, sin hablar de su familia y el<br />

montón de amigos que la adora. No podemos permitir que se arriesgue.<br />

—Lo sé, y yo prefiero que se quede a salvo.<br />

— ¡Entonces apóyame! Hay que quitarle esta idea.<br />

Marcelo negaba con la cabeza.<br />

—Da igual lo que digamos. Mírala.<br />

Altaha permanecía quieta, mirándolos, tan seria como tranquila.<br />

Carlos no entendía nada.<br />

— ¿Qué tengo que mirar?<br />

— En mi pueblo las mujeres tiene muy mala leche. Mi abuelo se enfrentó<br />

muchas veces a temporales y peleas, pero nunca pudo con mi abuela; a mi padre<br />

le sucedió igual con mi madre; y yo mismo tampoco tengo el valor de<br />

enfrentarme con mi hermana. Sé muy bien cuando una mujer no va a cambiar de<br />

opinión. Altaha tiene esa mirada que lo dice todo. Hagamos lo que hagamos,<br />

nunca la convenceremos.<br />

Carlos no entendía de miradas, pero sí de riesgos y estadísticas.<br />

— ¿Es eso verdad Altaha? ¿Es que no te das cuenta del peligro que corres? No<br />

tiene sentido que los tres nos arriesguemos. Piénsalo bien.<br />

Altaha seguía sin inmutarse, estaba claro que las palabras de Carlos no le<br />

producían el más mínimo efecto. Si bien, estimó necesario acabar de una vez con<br />

esa cuestión.<br />

—Dejaros de tonterías, aquí no hay nada que pensar; somos un equipo y<br />

nuestros amigos están en peligro. Así que no perdamos el tiempo y centrémonos<br />

en cómo salvarlos.<br />

— 341 —


Con estas palabras se acabó todo conato de discusión. Ciertamente los tres se<br />

conocían bien y sabían que ninguno dejaría de hacer todo lo posible para salvar a<br />

los amigos. Esa ley del mar, que Marcelo llevaba incrustada en la medula, regía<br />

ahora también para Carlos y Altaha. No se trataba de analizar probabilidades o<br />

riesgos, sencillamente si unos amigos necesitaban su ayuda ellos acudirían;<br />

cualquier otra cuestión, incluida la posibilidad de morir, no les importaba en esos<br />

momentos.<br />

Carlos, asumiendo la situación, se centró rápidamente en la planificación.<br />

—He calculado que si navegamos directos en unas dos horas nos meteremos<br />

de lleno en el temporal.<br />

—No te des tanta prisa –comentó Marcelo—. Necesitamos todo ese tiempo<br />

para hacer las modificaciones.<br />

— ¿Que modificaciones?<br />

—Te recuerdo, que el día de la regata el sistema eléctrico con las baterías no<br />

aguantó más que media hora de trabajo intenso. En el aire la hélice no producirá<br />

electricidad.<br />

—No hay problema. Ya calcule que no podríamos cargarlas, pero disponemos<br />

del motor para que las cargue, tenemos muchas horas de autonomía, vamos a<br />

tope de combustible.<br />

—Sí, de un motor marino refrigerado por agua y estaremos en el aire, así que<br />

no tenemos refrigeración, si lo ponemos en marche se gripa en cinco minutos.<br />

Carlos se llevó las manos a la cabeza.<br />

— ¡Pero, pero! ¡Qué idiota soy!, ¿cómo no lo había pensado?<br />

—Es lógico. Tú piensas como un ingeniero aeronáutico, donde todos los<br />

motores nunca utilizan refrigeración por agua.<br />

La cara de Carlos estaba desencajada, si algo no podía asumir era un error<br />

básico en sus cálculo.<br />

—Eso no me excusa, es algo fundamental y se me había pasado. Si llegó a ir<br />

solo, habría caído como una piedra cuando se agotasen las baterías. Gracias por<br />

haberlo visto; empiezo a considerar que ha sido una buena idea que vengáis.<br />

¿Tienes pensado algo para solucionarlo?<br />

—Necesitamos crear, en menos de dos horas, un sistema de refrigeración en<br />

circuito cerrado. He pensado en utilizar el tanque del agua dulce, espero que<br />

haciendo circular toda esta aguar por el tanque resulte suficiente. Conectaré la<br />

entrada de agua del motor a parte de abajo del tanque y la salida del motor a la<br />

entrada por la parte superior.<br />

—Muy bien Marcelo, es una solución sencilla.<br />

— 342 —


—Sencillamente jodida. Los motores tienen la entrada y salida de agua<br />

justamente por abajo. ¿Haber como hago para meterme ahí en la sentina?<br />

Además, tenemos pocos tubos y el soplete es de juguete. No sé cuánto podrá<br />

aguantar la chapuza que organice.<br />

— ¿Crees que podrás hacerlo?<br />

—De alguna forma tengo que conseguirlo. Pon rumbo hacia la última<br />

localización de nuestros amigos, y en dos horas te lo digo.<br />

— ¿Algo más?<br />

Altaha también mostraba su preocupación.<br />

—Yo también necesito un par de horas, para programar el equilibro.<br />

— ¿Te ayudo?<br />

—No, prefiero sola, no tenemos tiempo y así iré más rápida.<br />

— ¿Pero qué hago entonces?<br />

Marcelo sabía perfectamente como preparase para una tormenta.<br />

—Dedícate a estivar todos los objetos, a atarlos, y a cerrar cualquier armario,<br />

tambucho, escotilla o puerta. Cuando esto se empiece a mover, cualquier cosa<br />

que no este sujeta se convertirá en un proyectil.<br />

Antes de ponerse a trabajar tomaron un café y comieron algo para coger<br />

fuerzas. En esos momentos Carlos intentó tranquilizar a Marcelo, explicándole<br />

que incluso los aviones comerciales, aparatos muy pesados podrían llegar a<br />

planear.<br />

—Eso es la teoría –le respondió Marcelo, totalmente escéptico.<br />

—No, estoy hablando de la realidad. Como la que sucedió en agosto de 2001<br />

el vuelo Transat Toronto Lisboa un Airbus 330, con noventa y tres pasajeros. A las<br />

cinco de la mañana, se pararon los dos motores a los diez mil metros de altura en<br />

la mitad del atlántico; las islas más cercanas eran las Azores que se encontraban a<br />

ciento cinco kilómetros. Los pilotos de forma magistral lograron llegar planeando<br />

y tomo tierra, aunque a más velocidad de lo normal, reventando ocho de los diez<br />

neumáticos; pero el avión mantuvo su estructura y sobrevivieron todos con tan<br />

solo un par de heridos leves. Para hacer eso tuvo, que tener un coeficiente de<br />

planeo de diez a uno, que es mucho más bajo que el nuestro.<br />

Altaha estaba asombrada.<br />

— ¡Que pasada! Menudo piloto.<br />

—Bueno, sin duda muy bueno, aunque mi preferido fue Robert Pearson. En<br />

julio de 1983 realizaba un vuelo rutinario en el recién adquirido avión Boeing 767<br />

con una nueva tecnología de indicadores computarizados. Coincidió que en esa<br />

época Canadá cambió en sistema de medidas al sistema métrico y los mecánicos<br />

— 343 —


se confundieron echándole menos combustible. Como el avión era nuevo y todos<br />

los indicadores estaban computarizados, cuando comenzó a indicar que tenía<br />

poco combustible, los pilotos pensaron que se trataba de un error de la<br />

computadora, así que confiados siguieron volando hasta que se quedaron sin<br />

combustible. Se encontraban a más de cien kilómetros de un aeropuerto militar<br />

abandonado llamado Gimli. <strong>El</strong> piloto planeando logró llegar hasta la pista, pero no<br />

logró bajar el tren de aterrizaje y se dio cuenta que llevaba una velocidad<br />

excesiva. Entonces, hizo algo que nunca se había hecho con un gran avión de<br />

pasajeros; aprovechando su experiencia como piloto de planeadores, cruzo en el<br />

aire el Boeing para que así se frenase al avanzar de lado, de esta forma logró<br />

descender la velocidad y aterrizar sin el tren delantero. Se salvaron todos, pero el<br />

piloto fue inicialmente suspendido por su error, aunque después se le reconoció<br />

todo el mérito. Como anécdota, el avión se reparó y siguió volando sin<br />

incidencias, hasta que se retiró veinticinco años más tarde en una ceremonia con<br />

el propio piloto.<br />

Las anécdotas les levantaron los ánimos sobre sus posibilidades, y finalizado el<br />

descanso, comenzaron a ejecutar su arriesgado plan.<br />

Lo primero que hicieron, fue cambiar de rumbo, para dirigirse directamente<br />

hacia la tormenta. Viraron noventa grados a estribor metiéndose en el triángulo<br />

de las Bermudas. Mientras lo hacían, pensaban como ese cambio de rumbo<br />

cambiaría definitivamente su futuro, pues lo único con lo que podían contar era<br />

con riesgos e incertidumbres.<br />

Se pusieron a trabajar durante las siguientes dos siguientes horas; Marcelo<br />

metiendo el medio cuerpo y la cabeza en la sentina junto el motor, Carlos<br />

revisando todo el barco y Altaha concentrada en el ordenador escribiendo los<br />

códigos y programando el equilibrio dinámico.<br />

Dos horas después, teóricamente ya habían acabado, y repasaban todos los<br />

detalles.<br />

—Quiero que me escuchéis con atención –dijo Marcelo—. En caso de que<br />

todo se complique y nos hundamos; En la bañera hay una balsa hinchable que se<br />

abre automáticamente si se hunde el Albatros, aunque también se puede lanzar a<br />

mano. En el interior del tambucho otra más pequeñas que hay que sacarla y<br />

tirarla al agua, se infla sola pero hay que tirar del cabo de color rojo.<br />

Carlos, intentó huir del pesimismo.<br />

—Bueno mejor que seamos un poco optimistas. Nosotros somos los<br />

rescatadores, si empezamos hundiéndonos es que vamos mal.<br />

Marcelo estaba muy preocupado.<br />

— 344 —


—Hay que ser realistas. Nos puede pasar de todo, desde fracasar en el<br />

despegue hasta hundirnos en medio de la tormenta. Existe un peligro muy serio<br />

de naufragar. Así que tenemos que tener todo previsto, para actuar sin pensarlo.<br />

Esta será la única manera de sobrevivir si las cosas se ponen feas.<br />

—Tienes razón –se retractó Carlos —, hay que asumir cualquier situación,<br />

dinos que tenemos que hacer.<br />

—Cuando nos suceda algo grave, como por ejemplo un golpe fuerte con una<br />

ola. Lo primero, en voz alta decimos nuestro nombre y nuestro estado físico, lo<br />

que indicará que estamos conscientes, que podemos hablar y que nuestro<br />

cerebro se mantiene coordinado.<br />

—Bien, y después.<br />

—Los que se puedan mover tiene que verificar si hay un incendio o si entra<br />

agua, lo prioritario es impedir que nos hundamos.<br />

—Entendido.<br />

—Ahora, pongámonos en el peor de los casos que tengamos que abandonar el<br />

barco. Entonces, hay que tomar decisiones frías y rápidas. Solo los más fuertes<br />

pueden sacar a los débiles, es imposible que me arrastréis por todo el barco si yo<br />

no puedo, así que no perdáis el tiempo conmigo. Si a Carlos le pasa lo mismo,<br />

entonces Altaha tienes que irte sola sin pensarlo.<br />

Lo dijo como si él fuese a hacer lo mismo. Tanto Carlos como Altaha sabían<br />

que si ellos se quedaban heridos o inconsciente Marcelo nunca les abandonaría,<br />

pero también tenía razón en que ellos no podrían con Marcelo. Así que esperaban<br />

no tener que tomar esa decisión.<br />

—Conforme –apunto Carlos-. Es una decisión dramática pero completamente<br />

lógica.<br />

—Después se lanza la balsa al agua y uno se mete dentro. <strong>El</strong> GPS se activa<br />

automáticamente. Y a partir de ahí, cerrar completamente la balsa y a esperar. No<br />

olvidéis coger junto a la escotilla de salida una gran bolsa amarilla; contiene el<br />

teléfono satélite, algo de ropa seca, agua y alimentos, así como dos linternas y un<br />

libro de náufragos, una depuradora de agua manual y un botiquín. Esto reforzara<br />

el equipo que está en la balsa. Y si podéis, meter la bolsa de la balsa pequeña en<br />

la grande, solo pesa veintiún kilos y se puede mover con cierta facilidad. Así<br />

dispondréis de una balsa de seguridad.<br />

Marcelo hablaba como si ya no se contase con él, y aunque resultaba lógica la<br />

forma de expresarse, parecía que vinculaba el naufragio con su muerte.<br />

—Recordar, que si tenemos un problema y esto se hunde, este barco no tiene<br />

compartimentos estancos ni tanques de flotabilidad, por lo que dispondréis de<br />

muy poco tiempo. La clave es actuar automáticamente sin pensarlo. Hemos<br />

— 345 —


asumido que nos podemos morir, así que si nos ocurre a alguno de nosotros, mala<br />

suerte. Los que sobrevivan no deben perder el tiempo pensándolo, solo deben de<br />

actuar.<br />

Durante unos segundos los tres se quedaron en silencio, asumiendo lo que<br />

nunca querrían asumir. La muerte de un conocido siempre es un momento<br />

sentimental y traumático, donde uno se olvida de todo y se queda bloqueado.<br />

Ahora si se llegaba a producir esa situación, deberían hacer justamente lo<br />

contrario; olvidarse de los sentimientos y actuar rápidamente.<br />

Altaha les explicó que el sistema de equilibrio dinámico del barco estaba<br />

preparado, aunque no tuvo tiempo de programar una transición del aire al agua.<br />

Por este motivo el momento de elevarse tendía que hacerlo manualmente, y para<br />

amerizar lo mismo. Carlos tendría que controlar el Albatros en esos segundos<br />

decisivos y coordinar perfectamente todos los cambios. Al igual que ya hicieron el<br />

la regata.<br />

Marcelo también les explicó que había colocado una sonda de calor en el<br />

depósito de agua y así conocerían la temperatura. Si la temperatura subía a más<br />

de noventa y cinco grados, el agua se evaporaría y se quedarían sin refrigeración,<br />

entonces el motor se griparía. Si eso pasaba tendría que parar el motor y en el<br />

aire eso implicaba que solo dispondrían de menos de un cuarto de hora antes de<br />

agotar las baterías. Así que antes de que esto sucediese tendrían que amerizar<br />

urgentemente.<br />

En el transcurso de esas dos horas el viento había aumentado hasta los treinta<br />

nudos con olas de cuatro metros.<br />

Marcero volvió, con unas pastillas y unos vasos.<br />

—Tomar estas pastillas de biodramina con cafeína y otro café. Esto se va a<br />

mover por todos los lados y tenemos que estar todos operativos. Y por cierto<br />

aprovechar para ir al baño, después será muy complicado y aunque ahora no<br />

tengáis ganas, con el café y la tensión, os vendrán enseguida.<br />

Marcelo miraba por los cristales las olas. Negando con la cabeza.<br />

—Creo que hemos esperado demasiado, con este mar así no podemos planear<br />

y no podemos alcanzar suficiente velocidad para elevarnos.<br />

Carlos estaba absolutamente tranquilo.<br />

—No necesitamos velocidad para planear. Lo que quiero es más viento, con el<br />

suficiente ascenderemos verticalmente.<br />

— ¿Verticalmente?<br />

—Sí. Necesitamos cuarenta nudos para ascender.<br />

— 346 —


—Pues lo podríamos haber conseguido antes, con veinticinco o treinta nudos<br />

de viento y la velocidad que nos da el motor, ya obtendríamos más de los<br />

cuarenta necesarios.<br />

—Sí, pero esa velocidad es navegando, cuando nos elevásemos, en el aire solo<br />

tendríamos la velocidad del viento de veinticinco o treinta nudos que sería<br />

insuficiente, y volveríamos a caer. Somos un planeador, si tuviésemos un motor<br />

con una hélice sí que lo podríamos hacer con esa fuerza de empuje.<br />

— ¡Claro! –Exclamó Marcelo- que idiota soy. Si está claro que por algo yo soy<br />

mecánico y tu ingeniero, –comentó con síntomas evidentes de frustración por su<br />

error.<br />

Carlos apoyo la mano en su hombro.<br />

—Déjate de tonterías, tienes una mente mucho más inteligentes y ordenada<br />

que la mayoría de los ingenieros que conozco. Fíjate que fallo he tenido antes al<br />

no calcular la refrigeración del motor. Lo cierto, es que no podemos controlar<br />

todo, cada uno solo es bueno en lo suyo y es el conjunto de conocimientos<br />

trabajando en equipo lo que nos hace más valiosos.<br />

Altaha puso cara de asco.<br />

— ¿Pero queréis dejar de hacerlos la pelota? Porque os conozco, que sino<br />

pareceríais unos gays intentando ligar. Centraros en la navegación, que podemos<br />

tener problemas con nuestros cálculos, ya estamos en treinta y cinco nudos de<br />

viento y aun no noto ninguna capacidad de elevación.<br />

Carlos, que en su cabeza almacenaba todos los cálculos del funcionamiento<br />

teórico del Albatros, respondió al instante.<br />

—Eso es porque vamos navegando, el ala vertical no genera un empuje<br />

ascensional, además, las llevamos semi-plegadas por lo que solo estamos<br />

utilizando un cuarenta por ciento, sino nuestra velocidad sería muy elevada y<br />

saltaríamos entre las olas.<br />

— ¿Entonces ya podríamos elevarnos en cualquier momento?<br />

—Con cuarenta nudos sin problemas. Para despegar, el plan es navegar contra<br />

el viento impulsado solo por el motor y con las alas extendidas horizontalmente,<br />

pero sin inclinación. Cuando lleguemos a la cresta podremos las alas a tope de<br />

sustentación y deberíamos salir hacia arriba sin problemas.<br />

—Lo tienes todo pensado, eres un genio.<br />

—Un genio crea un conocimiento, yo solo la aplico. Pero si logramos ascender<br />

y mantenernos en el aire, empezare a considerar que más que unos genios somos<br />

unos místicos, porque desde luego sería un milagro. Por cierto, y hablando de<br />

Milagros, si alguno de vosotros es religioso, que aproveche y rece lo que sepa,<br />

porque a partir de ahora toda ayuda nos hará falta.<br />

— 347 —


Marcelo lo tenía claro.<br />

—Ya sabes que la religión no es lo nuestro, hemos hecho todo lo posible,<br />

ahora solo es cuestión de suerte.<br />

Altaha, siempre más flexible, nunca descartaba ninguna opción.<br />

—Tampoco perdemos nada por pedir un poco de ayuda. Nuestro patrón en<br />

informática es Ramón Llull, no estaría mal que supervisase que el programa<br />

funcione correctamente.<br />

—Ese debe ser de los nuevos –comentó Marcelo—, que yo no lo conozco. En<br />

la mar nos acogemos a la virgen del Carmen; así que hasta que estemos en el aire<br />

mejor que se ocupe ella de cuidarnos.<br />

—Vale –dijo Carlos— pero después si es cuestión de volar yo me inclino por la<br />

Virgen de Loreto patrona de los aviadores.<br />

—Esperad –dijo Altaha—, eso para el Albatros, pero para cuidar de nosotros<br />

no nos podemos olvidar de la “Morenita”, nuestra virgen de la Candelaria patrona<br />

de Tenerife.<br />

—Pues, -dijo Marcelo- si tu traes a la tuya entonces yo a mía, la virgen de<br />

Guadalupe de Rianxo, sin ella no se va a ningún lado.<br />

Carlos movió la cabeza de un lado al otro.<br />

—Bueno ya puestos a tener representación territorial tenemos que traer a San<br />

Isidro de Madrid. Y con esto creo que ya somos demasiados, sino esto va a<br />

parecer un autobús del vaticano. Así que preparaos.<br />

Esta pugna por los santos, les hizo gracia y ayudó a rebajar la tensión del<br />

momento.<br />

Se cambiaron vistiéndose con los trajes de agua, y cogiendo más ropa la<br />

ataron a la cabecera de los sillones para amortiguar los golpes. Después se<br />

sentaron y se apretaron las correas de los cinturones de seguridad lo máximo<br />

posible. En ese momento agradecieron la idea que tuvo Marcelo de colocar<br />

asientos anatómicos de rally y cinturones con cinco puntos de anclaje.<br />

—Bueno, estamos listos –dijo Carlos—. Así que como dijo Cesar antes de<br />

cruzar el Rubicon; Alea jacta est, que significa la suerte está echada.<br />

—Como dicen en mi tierra, que sea lo Dios quiera –ratifico Altaha.<br />

—Pues como dicen en la mía –exclamó Marcelo—, el valiente solo muere una<br />

vez, los cobardes mil veces. Así que vamos para arriba.<br />

Estos eran los últimos ánimos que se daban, plenamente conscientes del<br />

altísimo riesgo que corrían en esta primera maniobra.<br />

— 348 —


Altaha se concentró en los controles informáticos del equilibrio. Marcelo<br />

activo el motor. Carlos con todos los datos en la cabeza y su habilidad como<br />

pilotó, controlaba la dirección y rumbo. Dio las primeras órdenes.<br />

—Ya tenemos velocidad suficiente, pliega todas las alas y comenzamos con<br />

apertura horizontal simétrica.<br />

Cuando las alas se plegaron y dejaron de tener el impulso de viento la<br />

velocidad disminuyo. Carlos dio las órdenes.<br />

—Motor en avante media, abre las alas.<br />

Comenzó a abrir las alas horizontalmente lentamente. Mostraban su perfil<br />

más afinado, para evitar que el viento los elevase antes de tiempo.<br />

—Marcelo motor a tope, y Altaha, mantén el equilibrio lateral de las alas, pero<br />

desactiva el timón de profundidad. Lo tengo que controlar manualmente.<br />

Ahora el Albatros navegaba contra las olas con las alas extendidas.<br />

—En la siguiente cresta saltamos. ¡Atento Marcelo! cuando estemos en el aire,<br />

para la hélice y pon en funcionamiento el alternador.<br />

Empujó a tope la palanca del motor para obtener la máxima velocidad, el<br />

Albatros aceleró mientras bajaba la ola. Subió rápidamente la siguiente. Cuando<br />

estaban llegando a la cresta Carlos inclinó los alerones hacia atrás captando toda<br />

la fuerza del viento. Pero algo raro ocurrió entonces, parecía como si el Albatros<br />

no quisiese salir del agua, a pesar que Carlos forzaba los alerones al máximo.<br />

Llegaron a la cresta de la ola a máxima velocidad y la proa del Albatros con la<br />

inercia de la velocidad salió del agua por encima de la ola, entonces todo el<br />

Albatros se elevó de repente, saliendo proyectado hacia arriba y hacia atrás,<br />

inclinado unos cuarenta grados. Esa posición resultaba peligrosísima pues podría<br />

voltearlo en el aire y caería sin control el mar boca abajo.<br />

Carlos empujó los mandos hacia adelante, que actuaban sobre el timón de<br />

cola y logró que la inclinación se redujese a diez grados, mientras el Albatros<br />

siguió ascendiendo a gran velocidad.<br />

Siguieron ascendiendo rápidamente y cuando alcanzaron los quinientos<br />

metros de altura, comenzaron a sentirse un poco más seguros, pues ahora<br />

disponían de margen de maniobra para las correcciones. Si bien el nivel de<br />

precisión exigía que Carlos estuviese plenamente concentrado en ese precario<br />

equilibrio. Marcelo y Altaha se aferraban al asiento con la máxima tensión,<br />

estaban en manos de Carlos, y esa impotencia les generaba aún más nerviosismo.<br />

Miraban los instrumentos, con la vana esperanza de distraerse concentrados en<br />

los datos. Los tres permanecían en completo silencio, que finalmente rompió<br />

Carlos.<br />

— 349 —


—Listos, para cambiar al sistema de equilibrio dinámico. A la de tres<br />

cambiamos.<br />

Contaron hasta tres y Carlos apagó todos los controles manuales transfiriendo<br />

el control al ordenador, que ya estaba activado con el programa de vuelo.<br />

Eran momentos de mucha tensión y Carlos seguía con una mano encima del<br />

botón de control manual y otra en los mandos, por si tenía que volver a tomar el<br />

control.<br />

Ninguno de los tres dijo nada, miraban fijamente los instrumentos para<br />

verificar que todo iba bien, pues a través de los cristales, con la lluvia, no tenían<br />

prácticamente ninguna visibilidad.<br />

Cuando el ordenador tomó el control el Albatros comenzó a ladearse y a<br />

cabecear y Carlos pensó que entraría en pérdida, pero el sistema se ajustó<br />

automáticamente y los ladeos se corrigieron hasta volar equilibrado ligeramente<br />

inclinado hacia arriba para seguir tomando altura.<br />

Los tres volvieron al anterior silencio, expectantes en los ajustes que realizaba<br />

el Albatros de forma automática.<br />

Siguieron ascendiendo con seguridad hasta los dos mil metros de altura,<br />

Carlos comenzó cambiar la inclinación y se puso prácticamente horizontal y<br />

después unos grados inclinados hacia abajo. <strong>El</strong> Albatros fue cogiendo cada vez<br />

más velocidad. Cuanto más velocidad alcanzaba más afinaba Carlos el perfil de las<br />

alas, pues a mayor velocidad aumentaba la sustentación y con menos perfil se<br />

reducía el rozamiento, lo que a su vez le permitía coger más velocidad.<br />

<strong>El</strong> Albatros se mantenía estabilizado, aunque subiendo y bajando en función<br />

de las ráfagas del viento. Carlos fue el primero que asumió que todo iba bien.<br />

— ¡Perfecto! ¡Lo hemos conseguido!<br />

Les informó que la velocidad marcaba ciento treinta nudos, lo que equivalía a<br />

unos doscientos cuarenta kilómetros por hora.<br />

—A esta velocidad, en cinco horas habremos llegado –informó Altaha después<br />

de calcular la distancia en el ordenador.<br />

Carlos decidió mantener la altura entre los mil quinientos y dos mil metros. No<br />

deseaba subir mucho más, pues cuanto más elevación menos oxígeno y más frío,<br />

incluso se podría llegar a acumular el hielo en las alas y podría ser peligrosísimo.<br />

Los aviones comerciales y militares tiene sistemas para evitarlo, pero el diseño del<br />

Albatros evidentemente nunca tuvo en cuenta esta posibilidad.<br />

Ahora un poco más tranquilos, comenzaron a hablar.<br />

— ¡Uf! Que mal lo pase, casi no logramos despegar —comentó Altaha—. Me<br />

parece Carlos, que tus cálculos iban un poco justos.<br />

— 350 —


—No, mis cálculos eran correctos. Pero tuve el fallo de no pensar en el efecto<br />

ventosa que retenía el casco del Albatros pegado al agua. Los aviones solo se<br />

apoyan en tres ruedas y nunca existe este efecto. Por ese motivo cuando nos<br />

separamos del agua ascendimos rápidamente y nos lanzó hacia atrás, fue un<br />

momento muy peligroso.<br />

Los tres se quedaron cayados pensando en lo mismo; existían muchos factores<br />

que no habían previsto ni calculado y, bastaba un error en uno de ellos para que<br />

todo acabase mal.<br />

Altaha aunque quiso distraer su temor con el comentario, estaba aterrorizada<br />

pensando que volaban a mil quinientos metros de altura en medio de una<br />

tormenta y solo centrándose en los datos lograba distraer su nerviosismo.<br />

Marcelo, aunque valiente se mostraba incomodo, por la incertidumbre y por no<br />

controlar nada sobre el arte de volar, e igualmente se centraba en distraerse<br />

controlando la temperatura del motor, el consumo y otros parámetros. Carlos,<br />

parecía sereno y muy concentrado en lo que hacía, sin el menor atisbo de temor;<br />

no en vano acumulaba cientos de horas de vuelo y más de alguna ocasión tuvo<br />

que volar en medio de una tormenta.<br />

Así continuaron volando, aunque el fuerte viento a ráfagas hacía que el<br />

Albatros vibrase, haciéndolo subir y bajar repentinamente, en lo que se conoce<br />

como baches aéreos. Con todos esos movimientos, ninguno de los tres se quitó<br />

los cinturones ni se levantó del sillón durante más de cuatro horas. Ya quedaban<br />

pocas millas para su destino y Altaha se centró el localizar la balsa, que seguía<br />

emitiendo su señal del GPS.<br />

—Tenemos la señal a menos de cinco millas.<br />

—Comenzaré a descender –dijo Carlos-. Quiero amerizar a media milla, no<br />

podemos arriesgarnos chocar con la balsa.<br />

Con la lluvia prácticamente no se veía nada a más de cincuenta metros. <strong>El</strong><br />

altímetro, podría tener errores, así que Carlos fue descendiendo lentamente. Al<br />

bajar a cien metros pudieron ver con mayor claridad el mar y la espuma de las<br />

olas.<br />

Carlos les explico que el amerizaje lo realizarían contra el viento para así lograr<br />

la mayor sustentación y el mínimo de velocidad, el problema es que así lo<br />

chocarían contra las olas.<br />

—Apaga el motor, tenemos energía suficiente para la maniobra y no lo quiero<br />

tener en marcha cuando americemos. Bloquea todos los conductos.<br />

Todos eran conscientes que un motor en marcha en caso de rotura, podría<br />

producir un incendio.<br />

— 351 —


Carlos controló manualmente el descenso. dirigiéndose directamente contra<br />

una ola; cuando parecía que iba a chocar hizo girar el Albatros hacia arriba que se<br />

levantó treinta grados reduciendo la velocidad, y así golpeó la ola con la parte<br />

inferior del barco en medio de un grave crujido. <strong>El</strong> Albatros debido a su gran<br />

velocidad rebotó sobre la ola y saltó contra la ola siguiente, esta vez golpeándola<br />

directamente con el morro de la proa. <strong>El</strong> impacto fue bastante brusco, si bien<br />

gracia a la forma ovalada del casco se introdujo con facilidad en el agua, pero al<br />

llegar alas quedo frenado bruscamente. Ya detenido, gracias a su gran<br />

flotabilidad, emergió y se quedó flotando a merced de las grandes olas. Dentro de<br />

Albatros reinaba un silencio sepulcral, tan solo se oía la solas y el viento que<br />

sacudían el casco.<br />

—Marcelo, estoy bien, sin lesiones.<br />

—Altaha, estoy bien, sin lesiones.<br />

—Carlos, operativo al noventa y cinco por ciento.<br />

Una sonrisa de satisfacción se mostró en la cara de Marcelo, al comprobar que<br />

todos estaban bien.<br />

—No exageres vejete, tú nunca estuviste operativo más del ochenta por<br />

ciento.<br />

—Muy gracioso. Pero en serio, me duelen las cervicales por el golpe.<br />

—Eso no es nada. Pongamos en marca en motor y aproemos el Albatros, sino<br />

las olas nos van a golpear de costado.<br />

Altaha verificó que el ordenador seguía funcionando correctamente. Aunque<br />

con ese viento y esas olas no podrían utilizar las alas como velas, por lo que<br />

deberían plegarlas cuanto antes. Acciono los varios interruptores para arrancar el<br />

motor y, esperó con cierta incertidumbre.<br />

Un ronroneo de la sala de máquinas, indicó que funcionaba correctamente,<br />

accionó el plegado de las alas comprobando con emoción que todo iba bien.<br />

— ¡Funcionan todos los sistemas! –informó Altaha satisfecha.<br />

Casi no había acabado de decirlo cuando la alarma sonora se activó y se<br />

encendió un piloto rojo. Este era uno de los últimos sistemas de seguridad que<br />

instaló Marcelo, que indicaba que la bomba de achique se había puesto en<br />

funcionamiento de forma automática; lo que solo ocurriría si entraba agua y el<br />

nivel alcanzaba los cinco centímetros en la sentina.<br />

Marcelo solo tardó en reaccionar un segundo, soltó el cinturón del sillón y se<br />

levantó. Rápidamente cogió una linterna para la cabeza y otra para la mano, así<br />

como un tubo con la pasta de sellado. Después se desplazó rápidamente al<br />

compartimento central para acceder a la sentina.<br />

— 352 —


De inmediato, se percató que en la parte inferior se acumulaban unos diez<br />

centímetros de agua, que se movían de un lado a otro por efectos de las olas. La<br />

bomba de achique automática estaba funcionando pero no lograba evacuarla, lo<br />

que indicaba que estaba entrando en gran cantidad. Lo primero que hizo fue<br />

encender la segunda bomba de achique eléctrica que había instalado, cuya<br />

activación era manual. Después se centró en buscar por donde entraba el agua,<br />

consciente que si no lograba taponarla estarían en un gran aprieto, pues tal vez ni<br />

con las dos bombas serían capaces de impedir que subiese el nivel. Aun disponían<br />

de las bombas manuales, pero dado el esfuerzo que exigían, solo servían para<br />

achicar si no había vías de agua.<br />

Apuntó la linterna hacia abajo pero no logró ver más que el agua turbia, pues<br />

se había mezclado con restos de grasa y gasoil de la sentina. Se agachó y<br />

metiendo la mano en el agua, palpó todo el fondo del Albatros. Fue desplazando<br />

la mano hasta que noto una clara grieta transversal, sintiendo claramente el<br />

caudal de agua que entraba. Pensó que habían tenido suerte, al estar situada<br />

detrás del motor, se podía acceder con cierta facilidad. Cogió el tubo con la pasta<br />

especial de sellado y, a tientas con una mano marcando la grita, fue inyectándola<br />

todo a lo largo de la grieta. Cuando acabo, se quedó mirando el nivel del agua<br />

para ver si bajaba, tal vez existiesen otras grietas aun sin localizar.<br />

Espero unos minutos para que trabajasen las bombas de achique, y apreció<br />

claramente que el nivel del agua fue bajando progresivamente, hasta que al llegar<br />

a las tomas de las bombas estas comenzaron a gorgotear tomando cada vez<br />

menos agua. Cuando el nivel del agua bajó al mínimo la bomba automática se<br />

desactivo. Dejó que siguiese la manual hasta que ya no le llegaba el agua y<br />

comenzó a trabajar en vacío, solo entonces la paró para evitar que se quemase.<br />

Se quedó un minuto contemplando la sentina y vio que no aparecía más agua,<br />

el sellado funcionaba a la perfección. No viendo más problemas volvió a la cabina<br />

a informar a sus compañeros.<br />

—Teníamos una fisura pero la he taponado. No hay problema para navegar,<br />

pero no podemos darnos un nuevo golpe, el casco se ha resentido.<br />

—Menos mal –comentó con alivio Altaha-. Aquí todo funciona perfectamente.<br />

Carlos miró por la ventana mostrando su preocupación.<br />

—Hay que localizar cuanto antes la posición de la balsa.<br />

Ya eran las seis de la tarde y el sol se estaba poniendo, por lo que en menos de<br />

media hora casi seria de noche. Resultaba prioritario que localizasen la balsa<br />

cuanto antes. Un rescate en la oscuridad complicaría aún más la situación, pues el<br />

Albatros no estaba equipado con focos exteriores.<br />

— 353 —


Una de las pantallas que representaba el mapa donde se encontraban indicó<br />

un punto.<br />

—Localizada –dijo Altaha. Está al noroeste a poco menos de media milla.<br />

Las olas golpeaban el casco según avanzaba. Si bien la forma afilada desviaba<br />

el impacto y la estructura de carbono del Albatros aguantaba con robustez.<br />

Marcelo, se fue durante unos minutos a los camarotes de popa y a la entrada.<br />

Regreso apoyándose en los mamparos para no caerse. Su cara estaba mojada.<br />

—Bueno, fuera la cosa esta dura, así que el plan es el siguiente; Altaha, tú te<br />

quedaras en los mandos, cuando lleguemos tienes que para el Albatros junto a la<br />

balsa para que quede en un costado. Después, solo tienes que quedarte parada,<br />

aunque será el momento más peligroso, pues estaremos expuestos a las olas.<br />

Mantén la sangre fría, no des motor hasta que te lo digamos. Carlos y yo,<br />

saldremos a la cubierta para el rescate.<br />

Tanto Altaha como Carlos estuvieron conformes, después de todo, ellos no<br />

tenían ni idea de lo que hacer en esas situaciones.<br />

Mientras el Albatros avanzaba en dirección a la posición de la balsa, Marcelo y<br />

Carlos se pusieron por encima de los trajes de agua los chalecos y los arneses.<br />

Todo este equipo les dificultaba moverse, pero resultaba imprescindible para su<br />

seguridad. <strong>El</strong> cabo de seguridad de Marcelo bastante largo para poder llegar hasta<br />

el mar, el de Carlos más corto justo para que no pudiese salir lanzado por la popa.<br />

Además cada uno de ellos disponía de un segundo cabo de seguridad se utilizaba<br />

en los cambios del principal, de esta forma nunca se quedaban sueltos. También<br />

sacaron dos cabos con dos arneses unidos en los extremos, que serían los que<br />

utilizarían para el rescate y otros cabos de ayuda, que Marcelo dejó en bolsas<br />

para que no se liase todo.<br />

Volvieron a la cabina de mando, donde Altaha manejaba con precaución el<br />

Albatros mientras verificaba como se acercaban a las coordenadas previstas.<br />

La luz azulada que se filtraba entre las nubes se combinaba con la espuma y<br />

las olas, creando un aspecto entre el día y la noche. Subieron una ola y al llegar<br />

arriba pudieron ver a la derecha el techo naranja de la balsa salvavidas.<br />

— ¡Ahí está! — Exclamó Altaha con emoción.<br />

—Tienes que evitar cogerla con el viento en la popa o la arrollaremos —le dijo<br />

Marcelo—, mejor da la vuelta y acércate contra el viento. Y antes de llegar corta<br />

máquina, ten en encuentra que la balsa esta parada y que seguiremos avanzando<br />

por inercia, si es necesario mete atrás para frenarnos. Después no toques el<br />

motor hasta que te avisemos. ¿Lo tienes claro?<br />

—Sí, –afirmó con contundencia.<br />

— 354 —


Altaha ya llevaba muchas horas de navegación con el Albatros y controlaba<br />

perfectamente su manejo, además se saber casi intuitivamente cómo reaccionaría<br />

en cada situación.<br />

—Pues vamos —dijo Marcelo con decisión, y se fue con Carlos a popa para<br />

salir a la bañera.<br />

Antes de abrir la escotilla, se giró hacia Carlos.<br />

—Vamos a salir al infierno, incluso aunque grites tal vez ni nos podamos oír,<br />

así que tenemos que saber exactamente lo que hacer. Tú te quedaras en cubierta,<br />

y pase lo que pase no te sueltes de tu cinta de seguridad. Yo bajaré hasta la balsa<br />

y los iré subiendo. Cuando estén en cubierta los llevas a dentro, así uno a uno. ¿Lo<br />

tienes claro?<br />

—Sí.<br />

—Ahora, tienes que entender algo muy importante. Si por cualquier motivo yo<br />

me caigo y no subo, no intentes nada, pues no puedes hacer nada por mí. Primero<br />

salva al resto, y si ves que no logró subir y está comprometida la seguridad del<br />

Albatros debes de cortar el cabo.<br />

Le hizo entrega de una navaja con filo de sierra apta para cortar rápidamente<br />

un cabo, y se la ató con un fino cabo al cinturón para que no la perdiese.<br />

Carlos, a pesar de su mente lógica y pragmática, le costaba asumir que llegase<br />

el momento de dejar a su compañero abandonado en el mar. Iba a decir algo,<br />

pero se dio cuenta que no era el momento de hablar sino de actuar, así que se<br />

limitó a asentir con la cabeza, en un claro gesto de resignación si las cosas se<br />

ponían realmente feas.<br />

Ataron los cabos de seguridad en el interior de la cabina y abrieron la escotilla.<br />

De inmediato una rociada de agua les cubrió la cara, el viento rugía impidiendo oír<br />

nada e incluso permanecer en pie resultaba difícil. Ataron los segundos cabos de<br />

seguridad en la bañera, solo entonces, soltaron los primeros y cerraron la<br />

escotilla.<br />

Carlos no podía mantener el equilibrio así que se puso a gatas, mientras que<br />

Marcelo se colocó en el bordo de estribor para ver la balsa.<br />

Apreciaron como el barco metía maquina atrás para frenar, Marcelo pudo ver<br />

como la balsa se acercaba por su costado. <strong>El</strong> francobordo del Albatros estaba<br />

situado a más de un metro sobre el agua y las cintas de agarre de la balsa estaban<br />

situadas justamente a nivel del agua. Marcelo calculó que estirando el brazo no<br />

llegaría, así que la balsa que estaba junto al Albatros pasaría de largo, pues el<br />

oleaje y el viento los movían de forma diferente. En ese momento Marcelo se<br />

lanzó de cabeza por la borda hasta que un cabo atado a su cintura lo retuvo, así la<br />

mitad de su cuerpo quedó colgando hacia abajo y pudo llegar con las manos hasta<br />

— 355 —


la balsa. La ató rapidamente con un mosquetón, después cogió otro cabo y le<br />

colocó el mosqueton a otra agarradera. Revolviéndose con un enorme esfuerzo<br />

logró incorporarse y subir a cubierta, entonces cogió los dos cabos los tensó y<br />

acercó más la balsa hasta que quedo pegada al Albatros.<br />

Volvió a descolgase hacia la balsa y moviéndola por el techo buscó la abertura<br />

de la tela donde estaba el cierre que daba acceso al interior. Abrió la cremallera y<br />

logró meter un brazo y la cabeza, el corazón palpitaba a punto de salirse, miró en<br />

su interior pero entre la penumbra pero veía todo negro. Cogió la linterna y<br />

enfocó hacia el interior con el corazón contraído. Tumbados en suelo, contó<br />

cuatro bultos inmovibles encogidos unos contra otros, que ni se habían percatado<br />

de su llegada. Entonces gritó.<br />

— ¡Mike! ¡Mike!<br />

La figura más grande se dio la vuelta y mostró el rosto. Ahí estaba Mike.<br />

— ¡Soy Marcelo, estamos aquí! -Le dijo gritando para superar el sonido del<br />

viento.<br />

En ese momento recordó que cuando uno está en la oscuridad y enfoca a<br />

alguien con la linterna, lo deslumbra y no puede ver nada. Así que Marcelo volvió<br />

la linterna y se ilumino la cara para que lo pudiese ver.<br />

Mike se movió lentamente, pues al estar en esa posición durante horas tenia<br />

los miembros entumecidos, además, el suelo de la balsa de plástico y flotando<br />

sobre el agua, le impedía tener apoyo firme. Se acercó a Marcelo.<br />

— ¡Gracias a Dios! ¡Salva a los niños! –fue lo primero que dijo Mike.<br />

— ¡Os salvare a todos! –le contestó Marcelo con rotundidad.<br />

Le acerco uno de los arneses que llevaba atados con la cuerda.<br />

—Pónselo a uno de los niños para que lo suba.<br />

Mike se movía lentamente, seguramente estaría aterido y le costó más de dos<br />

minutos ajustar todo el arnés a su hija Grace. A Marcelo esta espera se le hacía<br />

interminable, tuvo que volver a incorporarse, para que la sangre no se acumulase<br />

en la cabeza.<br />

Cuando Mike acabó, cogió a su hija Grace y la acerco a la apertura de la balsa,<br />

Marcelo tensó el cabo que estaba sujeto al arnés. Mike la sujetaba desde dentro,<br />

entonces Marcelo tiro con fuerza y salió desde los brazo de Mike y recorrió en el<br />

aire la escasa distancia hasta la cubierta, donde la cogió Marcelo.<br />

Se la pasó a Carlos, que sin soltarle el arnés la llevo hasta la escotilla de la<br />

entrada, solo cuando la metió dentro le soltó el arnés, la dejó en una litera y<br />

volvió a salir cerrando la escotilla.<br />

Marcelo no se confió por la facilidad del primer rescate, consciente que coger<br />

a la pequeña con apenas veinte kilos, resultaba muy sencillo comparado con los<br />

— 356 —


noventa e Mike. Ya le había pasado el segundo cabo con el arnés a Mike, que<br />

estaba poniéndoselo a Christopher. Esta vez ya con experiencia no tardo ni un<br />

minuto. Cuando estuvo listo, sacó a su hijo hasta la abertura para que Marcelo lo<br />

viese.<br />

De nuevo lo alzo sin ningún problema y se lo pasó a Carlos.<br />

Mike, cuando acabó de colocarle el arnés a Sophia. Marcelo esta vez se lo<br />

tomo con más calma. A ella no podía alzar en vilo de un solo tirón. Así que utilizo<br />

dos cabos para afianzar el arnés y le pasó uno de ellos a Carlos, utilizarían la<br />

fuerza de los dos. Primero tensaron el cabo y cuando tiraron de Sophia, esta salió<br />

de la balsa y logró subir medio metro, quedándose colgada pegada al Albatros con<br />

los pies dentro del agua. En el segundo tirón la elevaron otro medio metro y con<br />

el tercero ya la metieron en cubierta.<br />

Mike se estaba colocando el segundo arnés, que aún no estaba atado a<br />

ninguno de los cabos esperando que Marcelo le lanzase el cabo con el<br />

mosquetón. En esos momentos una nueva ola golpeó la balsa tensando uno de<br />

los soportes laterales por donde estaba atada al Albatros, y por efecto de la gran<br />

presión que la desgarró.<br />

Marcelo contempló con horror, pues la rotura se había producido no en<br />

sujeción sino en la propia balsa arrancando un trozo de esta del tamaño de un<br />

puño, por donde salía rápidamente el aire y esta se deshinchaba en cuestión de<br />

segundos. Se dio cuenta que si la balsa se hundía podía enredarse en la hélice,<br />

dejando al Albatros sin capacidad de maniobra en la mitad del temporal. Recogió<br />

la amarra suelta y soltó rápidamente la segunda amarra de la balsa, para que<br />

quedase libre y separase lo más posible del Albatros.<br />

Mike desde en la balsa medio hundida, en unos segundos se percató de la<br />

situación, así que saltó al agua para no hundirse con ella. Una vez en el agua<br />

intentó alejarla del Albatros empujándola con su espalda y batiendo los pies. Su<br />

prioridad en ese momento no era ponerse a salvo, sino impedir que el Albatros<br />

con su familia se quedase sin hélice en medio de la tormenta. Sus movimientos<br />

desesperados comenzaron a dar resultado y la balsa se movió alejándose un par<br />

de metros del Albatros mientras se iba hundiendo, tambien le ayuda que el viento<br />

empujaba al Albatros alejandolo.<br />

Marcelo había solucionado el primer problema, pero hora quedaba Mike, se<br />

estaba alejando del Albatros y en cuestión de segundos se quedaría perdido en la<br />

mar, donde ni siquiera lo podrían localizar pues no llevaba un GPS personal. Sin<br />

pensarlo, Marcelo se agacho y tiro de un lazo, liberando el nudo de margarita que<br />

acortaba el su largo cabo de sujeción, lanzándose al agua.<br />

— 357 —


<strong>El</strong> cabo tendría unos veinte metros así que tuvo margen suficiente para llegar<br />

hasta Mike que se encontraría a unos diez del Albatros. Lo primero que hizo fue<br />

coger otro mosquetón y se unió su arnés al de Mike, así los dos se quedaron<br />

flotando con sus chalecos unidos por el cabo al Albatros.<br />

Marcelo, cogió el cabo, fue enrollándolo con las manos para que no se<br />

deslizase, y así lo fue cobrando, poco a poco acercándose hasta el Albatros.<br />

En ese momento por la borda asomo la cabeza de Carlos, que los miró e<br />

intento decirles algo, pero con el rugido del viento fueron incapaces de<br />

comprenderlo, después se retiró.<br />

Marcelo siguió cobrando cabo hasta llegar al francobordo. Al llegar se dio<br />

cuenta que el cubierta estaba demasiado alta, no la podía alcanzar con la mano y<br />

tampoco ayudar a Mike a subir. Pero lo peor, es que sabia que ni siquiera con la<br />

ayuda de Carlos lo podría hacer, ni contando con Altaha tendrían fuerza suficiente<br />

para subir a los dos.<br />

Marcelo analizó la situación con frialdad. Mike estaba demasiado anquilosado<br />

y débil para hacer ningún esfuerzo. Estimó que la única salida a esa situación<br />

consistía en soltarse del cabo de seguridad para que intentasen subir solo a Mike.<br />

Se percataba que tendría que tomar una decisión cuanto antes, pues por efecto<br />

del agua y del frio se debilitaba por momentos. Y además, existía el riesgo que<br />

Mike se percatase de la situación y se intentase soltarse para salvarlo. Busco la<br />

navaja de forma inconsciente y de inmediato recordó que se la había dejado a<br />

Carlos.<br />

En ese momento sitió un tirón de la cuerda, la presión siguió aumentando<br />

hasta que ceso. Estaba claro que Carlos intentaba subirlos, lo que sencillamente<br />

era imposible.<br />

Esto le hizo pensar en las instrucciones que le había dado a Carlos antes de<br />

separarse. La implacable lógica de Carlos le indicaría que resultaba imposible<br />

subirlos, y no tardaría en tomar una decisión. La duda, ya no era, si cortaría el<br />

cabo, sino cuantos intentos de subirlos realizaría antes de tomar la decisión. Tenía<br />

que actuar rápidamente, necesitaba soltarse de su arnés, para que cuando Carlos<br />

lo intentarse de nuevo, notase solo el peso de Mike, y con ayuda de Altaha lo<br />

subiesen. Él, con mucha suerte, si lograba quedarse cerca del Albatros, tal vez<br />

pudiesen lanzarle un cabo y salvarse.<br />

Pensó como soltarse del arnés, cuando notó tensión en el cabo, que fue<br />

aumentando progresivamente. Se percató que Carlos intentaba subirlos de<br />

nuevo, lo que resultaba sencillamente imposible. Se maldijo a sí mismo, debería<br />

haberse soltado antes, ahora estaba comprometiendo la vida de Mike.<br />

— 358 —


Contra toda lógica, el cabo se seguía tensando con más fuerza y comenzó a<br />

elevarlos unos diez centímetros. Se paraba, retrocedían unos centímetros, pero<br />

volvía a elevarlos otros diez centímetros. De forma lenta pero constante iban<br />

subiendo colgados junto al Albatros. Cuando se dio cuenta estaba los dos fuera<br />

del agua, entonces elevó las manos para buscar algún lugar donde agarrarse, no<br />

pudo, así que tuvo que esperar a que los subiesen más.<br />

Cuando las cabezas llegaron hasta la borda y pudieron mirar dentro de la<br />

bañera, vieron a Carlos con una palanca en las manos y el cabo enrollado en ella y<br />

varios mosquetones engarzados en el suelo formando una polea. Con la palanca<br />

de más de un metro empujaba con todo su cuerpo para tirar del cabo y de la<br />

polea, de esta forma solo podía tirar unos centímetros de cada vez, pero lograba<br />

hacerlo con mucha fuerza.<br />

Cuando Carlos se dio cuenta que ya estaban arriba, afianzó el cabo para<br />

asegurarlos, y solo entonces, se acercó a ellos para ayudarles a entrar en la<br />

bañera.<br />

Si soltarse del cabo de seguridad, llegaron hasta la escotilla de entrada, ahí<br />

Marcelo soltó el Mosquetón y ayudó a Mike a meterse en el Albatros, dentro la<br />

mujer y los hijos estaban sentados con unas mantas.<br />

Entraron todos y cerraron la puerta de la escotilla asegurándolas con todos los<br />

pernos.<br />

Marcelo abrazo a Carlos, aun sorprendido por la forma de subirlos.<br />

— ¿Cómo se te ocurrió este sistema?<br />

—Sencillo, solo apliqué la ley de la palanca. Multiplicaba mi fuerza por veinte.<br />

Ya lo dijo Arquímedes, “dame un punto de apoyo y moverá e mundo”.<br />

Le contestó aun jadeando por todo el esfuerzo, pero con la misma<br />

tranquilidad de un profesor explicando a los alumnos un teorema.<br />

— ¡Maldito loco ingeniero! ¡Maldito loco ingeniero! - Repetía Marcelo<br />

mientras lo abrazaba de nuevo.<br />

Fueron golpeados por una ola, que los lanzo contra las literas y les hizo volver<br />

a la realidad. Tenían que poner en marcha al Albatros para dejar de estar a<br />

merced de las olas.<br />

Marcelo se fue rápidamente hasta la cabina de proa, donde Altaha inquieta<br />

miraba hacia atrás esperando las noticias.<br />

— ¡Están todos salvados! mete máquina y sácanos de aquí.<br />

— ¿A la capa? –le preguntó.<br />

—No, mejor vamos a correrlo.<br />

Altaha, ya conocía el argot, y correrlo implicaba ponerse a favor de las olas e<br />

intentar mantener la misma velocidad que estas.<br />

— 359 —


Maniobró perfectamente el Albatros para poner popa a las olas, ajustando la<br />

velocidad navegando un poco más rápido que estas para evitar ser alcanzados.<br />

Marcelo volvió a la cabina de popa.<br />

Les ayudaron a quitarse la ropa mojada, y le dieron ropa seca.<br />

Marcelo, cogió un termo con una sopa que había preparado, lo sirvió en unas<br />

tazas altas. Se lo dio a los niños y después a Mike y Sofía, sin duda después de<br />

estar pasando frío agradecerían algo caliente.<br />

Mike no hacía más que darles las gracias y aún estaba asombrado de verlos<br />

aparecer en estas circunstancias.<br />

— ¿Pero cómo estáis aquí?<br />

—Tranquilo ahora lo importante es que estéis bien. Ahora tenéis que comer y<br />

descansar. Después ya lo contaremos todo.<br />

Después de tomar un poco de sopa, Mike se comenzó a recuperar y buscaba<br />

respuesta a sus preguntas.<br />

— ¿Cómo habéis llegado? ¿Y cómo nos habéis encontrado?<br />

Carlos les explico brevemente que gracias a su baliza del GPS. Los convenció,<br />

que lo mejor que podían hacer en ese momento era descansar, ya tendrían<br />

tiempo para explicaciones.<br />

Los acondicionaron en los sacos de las literas. También se ocuparon de poner<br />

cabos atravesando verticalmente la zona exterior de las literas para evitar que con<br />

la escora o con un golpe se pudiesen caer.<br />

No tardaron en quedarse todos dormidos.<br />

Aunque estaban agotados, el motivo de haberse quedado dormidos tan rápido<br />

fue que en la sopa Marcelo incluyó un somnífero. Sabían que necesitaban<br />

recuperar fuerzas, y lo mejor es que se durmiesen profundamente pues la<br />

tormenta los moverían bastante.<br />

Después de doce horas de dormir como troncos Mike y su la familia se<br />

despertaron. Entonces fue cuando le contaron toda la historia de su naufragio.<br />

Cuando salieron de las Bahamas hacia las Bermudas, las previsiones eran<br />

buenas, pues la tormenta aún estaba muy alejada, así cuando llevaban dos días y<br />

solo le faltaba uno para llegar, no estaban preocupados.<br />

Entonces, cuando navegaban rápido, con la mayor y el génova a unos dieciséis<br />

nudos, sufrieron un golpe terrible. Debió de ser con algún gran objeto que flotaba<br />

entre las aguas, pues ni la alarma del radar sonó, ni Mike, que estaba al timón, vio<br />

nada delante de ellos.<br />

<strong>El</strong> impacto fue tan fuerte que, con toda la inercia del palo lanzado hacia<br />

adelante tensionó de forma brutal el cable que lo sujetaba por popa, llamado<br />

— 360 —


ackestay, rompiéndolo. Entonces el palo, con la inercia más la fuerza de todas las<br />

velas, se lanzó hacia delante quebrándolo y dejando desarbolado al Endeavour.<br />

Con el palo también se rompió la antena de la radio y del GPS lo que les dejó sin<br />

comunicación. A nivel personal, tuvieron suerte, pues excepto algún moratón no<br />

se hicieron daño.<br />

Mike se dio cuenta que lo más importante era librar al barco del palo que<br />

colgaba. Con un cortafríos cortó los cable del Stay y los obenques dejando que el<br />

palo cayese por la borda y se hundiese.<br />

<strong>El</strong> siguiente problema es que el golpe abrió una vía de agua entre la proa y la<br />

aleta de babor. Las bombas de achique automáticas estaban funcionando, pero<br />

claramente resultaban insuficientes para evacuar por lo que el nivel comenzó a<br />

subir y a llenar la sala de máquinas que estaba situada en la parte inferior.<br />

Cogieron sacos de dormir y cojines, intentando tapar la zona afectaba, pero<br />

resultaba complicado, tanto por el acceso al lugar, como por la presión del agua.<br />

Para reducir la presión puso el motor marcha atrás y viraron para ponerse a favor<br />

del viento para evitar la máxima presión sobre la zona, si bien aunque se redujo<br />

algo, el agua siguió entrando.<br />

Así estuvieron luchando durante dieciocho horas, con las bombas eléctricas y<br />

manuales, hasta que exhaustos, se acabó inundando toda la sala de máquinas y el<br />

motor se paró, quedando expuestos al temporal que comenzaba a llegar con<br />

fuerza. Entonces el nivel del agua comenzó a subir rápidamente y se dieron<br />

cuenta que tenían que abandonar el barco.<br />

Cuando abrieron la balsa salvavidas se activó de forma automática el GPS. En<br />

ese momento llevaban derivando con la tormenta y los había alejado mucho más<br />

de Bermudas. <strong>El</strong> resto solo fue esperar metidos en la balsa.<br />

Mike destacaba por encima de cualquier detalle, la serenidad y frialdad con<br />

que su mujer y sus hijos habían actuado. No se dejaron llevar por el pánico y<br />

supieron que hacer en cada momento, obedeciendo con precisión las ordenes de<br />

Mike. Ciertamente él siempre insistió mucho en que estuviesen preparados, pero<br />

no esperaba este tipo de comportamiento tan ejemplar.<br />

Una vez escuchado la versión de Mike, Altaha les explico su propia historia de<br />

cómo los habían encontrado y montado la operación de rescate.<br />

A Mike y a la familia les parecía increíble lo que le estaban contando, al<br />

principio pensando que eso de llegar volando, se trataba de una historia de Altaha<br />

para entretener a los niños. Solo cuando Carlos y Marcelo se lo confirmaron se lo<br />

creyeron, aunque no salían de su asombro.<br />

Dentro del Albatros, estaban realmente justos de espacio, pues si utilizaban<br />

las literas no tenían asientos y además, solo podían dormir cuatro. En el puesto de<br />

— 361 —


mando pasaba lo mismo, pues solo disponían de cuatro asientos. Pero a pesar de<br />

todas estas incomodidades lo único importante es que todos estaban a salvo.<br />

Un problema, aunque menor, es que tampoco llevaban muchos alimentos,<br />

pues pensaban hacer solo una travesía de unas horas cuando tuvieron que salir al<br />

rescate. De todas formas, ese problema solo se presentaba respecto a los<br />

alimentos frescos, pues con las latas y alimentos secos disponían para un par de<br />

días para los siete sin problemas.<br />

La tormenta duró otras treinta y seis horas, en las cuales el Albatros se<br />

zarandeaba de un lado a otro y de arriba a abajo, si bien gracias a su excepcional<br />

ligereza y flotabilidad se comportaba como un patito de goma, aparentemente<br />

imposible de hundir. Altaha, logró mejorar mucho la comodidad, al ajustar el<br />

programa de inteligencia artificial de los timones para que se adelantase y<br />

corrigiesen el balanceo.<br />

Según la posición del GPS durante la tormenta se desviaron hacia el norte y<br />

hacia el oeste, así que estaban relativamente cerca de la costa de Estados Unidos.<br />

Contactaron con el servicio costero de rescate para pedir ayuda, pues aunque no<br />

estaban en peligro, el Albatros no tenía ni las condiciones de vida ni la autonomía<br />

de gas oíl para seguir navegando a motor. Un guardacostas estaba en la zona, así<br />

que coordinaron un rumbo de encuentro en doce horas.<br />

Los Guardacostas de los Estados Unidos bajo las siglas USCG forman la rama<br />

más pequeña de las cinco de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Está<br />

orientada a la protección de los puertos, las fronteras marítimas, aguas interiores<br />

y el mar territorial, por ello tiene la misión de operaciones de búsqueda y rescate,<br />

pero también de evitar la inmigración ilegal, tráfico y velar por los recursos<br />

naturales marítimos.<br />

<strong>El</strong> servicio de guardacostas patrulla por las aguas interiores y por la zona<br />

costera y, excepcionalmente sale del rango de cincuenta millas, llamada área<br />

profunda. Esto solo se produce en circunstancias excepcionales, como en este<br />

caso.<br />

<strong>El</strong> barco que acudió se trataba del modelo 123 Maritime Patrol Boat, de unos<br />

cuarenta metros, con una velocidad máxima de veintiocho nudos, más de tres mil<br />

millas de autonomía y una dotación de dieciocho tripulantes. Un magnifico barco<br />

perfectamente adaptado para este tipo de misiones de rescate.<br />

Cuando se encontraron, todos se subieron a bordo y pusieron a remolque al<br />

Albatros.<br />

A pesar de estar en otro barco en medio del océano, disfrutaron de una<br />

sensación de seguridad como si hubiesen vuelto al hogar. Disponian de espacio,<br />

— 362 —


desde las literas para todos, hasta tener una mesa donde sentarse y sobre todo la<br />

ducha de agua caliente. Altaha tan poco moderada como siempre, manifestó su<br />

felicidad cantando en la ducha que se podía oír por todo el barco.<br />

<strong>El</strong> médico que llevaban realizó una rápida revisión de toda la familia de Mike.<br />

Muy satisfecho estimó que estaban perfectamente, solo tendrían que descansar<br />

un poco más, pero no exista daños físicos, ni deshidratación o hipotermia. Con<br />

cierta sorpresa tampoco encontró ningún otro síntoma como ansiedad o stress.<br />

Mike había aleccionado a su familia sobre los peligros del mar, por lo que todos<br />

estaban mentalmente preparados para lo que les había sucedido; parecía<br />

increíble la naturalidad con la que los niños contaban, como tuvieron que<br />

abandonar el barco que se hundía en medio de un temporal para meterse en la<br />

balsa salvavidas.<br />

Los niños estaban tan bien que, enseguida comenzaron a desplegar toda su<br />

curiosidad; la marinería se ocupó de ellos, tratándolos con mimo y enseñándoles<br />

el barco como si se tratase de un parque de atracciones; mientras tanto, el<br />

capitán asombrado escuchaba todo el relato de la aventura aprovechando para<br />

comer con los cinco.<br />

En el puente de mando ubicado en la cubierta superior, quedaba siempre de<br />

guarda el oficial de puente y el timonel. Por lo que se sorprendieron cuando en el<br />

comedor se presentó el oficial de puente, que por definición no debería<br />

abandonar ese puesto.<br />

—Señor –dijo dirigiéndose al capitán— tenemos una aviso de emergencia, de<br />

un velero con una vía de agua. Están a sesenta millas al sur.<br />

<strong>El</strong> capitán sin decir nada hizo un rápido cálculo mental; a cinco nudos en<br />

remolque del Albatros tardarían doce horas, pero si navegaban a quince nudos<br />

que sería el límite con ese mar, llegarían en cuatro horas. Esa diferencia de<br />

tiempo resultaría esencial para el velero en apuros, incluso podrían conseguir que<br />

siguiese a flote, y en el peor de los supuestos, localizarían con más facilidad la<br />

balsa salvavidas.<br />

Se dirigió a Carlos, Marcelo y Altaha.<br />

—Tenemos que abandonar al Albatros, a remolque nos frena mucho y es<br />

prioritario este salvamento. Dejen activado el GPS de localización y las escotillas<br />

completamente cerradas, debería mantenerse a flote cuando volvamos para su<br />

rescate.<br />

Marcelo respondió al instante.<br />

—<strong>El</strong> Albatros está perfectamente. Nosotros seguiremos navegando con él.<br />

Solo necesitamos un poco de combustible, agua y alimentos.<br />

— 363 —


Marcelo habló en nombre propio, pero las miradas de confirmación de Carlos<br />

y Altaha constataron que ninguno de ellos estaba dispuesto ni abandonar el<br />

Albatros ni a dejar que uno de sus compañero fuese solo.<br />

<strong>El</strong> capitán sopesó si permitir que volviesen al barco, consciente que<br />

legalmente solo se lo podía impedir si apreciaba que existía un peligro inminente.<br />

Teniendo en cuenta que ese feo barco, o lo que fuese, había atravesado el<br />

atlántico, superado una tormenta y salvado a los náufragos, no se podía decir que<br />

no estuviese en condiciones de seguir navegando un par de días más con<br />

seguridad.<br />

—Respeto su decisión –dijo el capitán zanjando la cuestión-. Ahora debemos<br />

actuar rápido.<br />

Dio las órdenes al oficial para que parasen el remolque, se pusieran al pairo<br />

para abarloase al Albatros, con la finalidad de entregar los suministros previstos y<br />

hacer el trasbordo de los tripulantes.<br />

La urgencia de los acontecimientos, evidenció que una vez más se separarían<br />

de forma precipitada de Mike y su familia.<br />

Mike estaba visiblemente molesto y preocupado. Sin duda prefería seguir con<br />

sus amigos y no que volviesen a la mar, pero sabía que nunca abandonarían al<br />

Albatros, como él mismo tampoco lo haría en las mismas circunstancias. Llevó<br />

rápidamente a Carlos al puesto de mando y, sobre una carta electrónica le indicó.<br />

—Estamos aquí, a unas trescientas millas de nueva York. Tenéis que ir<br />

directamente, pues ahí puedo disponer de puerto y ayudaros en todo. ¿Os parece<br />

bien?<br />

Carlos ni había pensado cuál sería su nuevo destino, pero estaba claro que la<br />

decisión de Mike resultaba la más lógica.<br />

—Sí, está claro que sin suministros y sin revisar a fondo el Albatros no<br />

podemos atravesar el Atlántico. Es buena idea disponer de un buen puerto con tu<br />

ayuda.<br />

—Bien, pues así quedamos, llámame por el teléfono satélite o por el móvil<br />

cuando estés cerca –le dijo mientras le entregaba un papel con los números—. Y<br />

no tengáis prisa, pensó unos segundos; hoy es jueves así que navegando<br />

tranquilos llegareis el domingo por la mañana. Pero recordar, tienen que ser por<br />

la mañana con más luz, es una zona de mucho tráfico y no lleváis radar, es<br />

peligroso navegar de noche. Nos coordinamos y os estaremos esperando.<br />

Apenas tuvieron tiempo para despedirse. Los niños que no esperaban esta<br />

separación se despidieron llorando y contagiaron a Altaha, que con lágrimas los<br />

miraba con cara de pena mientras ya bajaban al Albatros. Marcelo tuvo una<br />

buena ocurrencia para romper la tristeza de la despedida.<br />

— 364 —


— ¡Ah!, por cierto, si tenéis algún problema llamarnos, acudiremos a vuestro<br />

rescate.<br />

Eso hizo que todos sonriesen mientras los barcos se separaban. Enseguida el<br />

guardacostas tomo rumbo sur, mientras que el Albatros hacia el norte, alejándose<br />

rápidamente.<br />

Cuando volvieron a su vida en el Albatros, sintieron que las pocas horas en el<br />

guardacostas habían sido como un pequeño oasis, pero estaban contentos de<br />

poder seguir en su barco. Hicieron una revisión general, comprobando con<br />

satisfacción que todos los sistemas funcionaban, así que realmente no tenían<br />

nada que hacer más que mantener el rumbo. Estuvieron comentando como hasta<br />

el momento consideraban la habitabilidad del Albatros muy limitada, pero cuando<br />

realmente no pudieron disponer de las camas y de los asientos para todos es<br />

cuando ahora valoraban realmente lo que poseían. Se sentían comodísimos al<br />

poderse acostarse o sentarse sin ninguna limitación.<br />

<strong>El</strong> mar se había calmado y solo persistía un viento de unos veinte nudos y olas<br />

de dos metros, así que volvieron a sus rutinas de navegación con los turnos.<br />

Después de lo que habían pasado, el oleaje no les preocupaba lo más mínimo, y<br />

se mostraban indiferentes ante los ligeros movimientos del Albatros.<br />

Carlos, seguía analizando los datos del vuelo que quedaron registrados el<br />

sistema de telemetría, y de vez en cuando les comentaba que si tal factor podía<br />

ser mejorado. Marcelo seguían revisando que todo estuviese bien, y Altaha,<br />

aprovecho para poner al día el diario de a bordo, con todos los acontecimientos<br />

que les habían pasado en esos tres días.<br />

Al día siguiente, viernes, amaneció con el mar batido por un viento suave y<br />

olas pequeñas. <strong>El</strong>los habían descansado toda la noche, a excepción de la guardia<br />

de Marcelo, así que se dispusieron a pasar una singladura muy relajada.<br />

Se sentían tranquilos y felices por haber rescatado a Mike y su familia, pero el<br />

saber que los volverían a ver en unos días les ilusionaba, por lo que con emoción<br />

esperaban llegar hasta New York.<br />

<strong>El</strong> sábado pasó sin ninguna novedad destacable, solo al llegar la noche<br />

recibieron la puntual llamada de Mike por el teléfono satélite, para saber su<br />

posición y conocer su estado. De nuevo insistió en la coordinación de la<br />

navegación para que llegasen a una hora concreta. Dado que llevaban<br />

combustible de sobra y tanto el viento como la mar eran buenos, se ajustarían<br />

— 365 —


perfectamente a las previsiones, así que le tranquilizaron garantizándole que todo<br />

estaba bajo control.<br />

— 366 —


TODO SE ACABA<br />

Haciendo caso a los consejos de Mike, tuvieron que reducir un poco la<br />

velocidad por la noche para llegar a la hora prevista por la mañana; sin duda estas<br />

previsiones habían sido muy acertadas pues la densidad del tráfico en la bahía y<br />

puerto de New York es enorme, y navegar por la noche en un barco pequeño y sin<br />

radar resultaba muy arriesgado. Además, el Albatros todo negro y con sus formas<br />

raras mostraba un eco de radar extraño, que podría confundir a otros barcos.<br />

Para llegar hasta New York, tendrían que entrar por la bahía unas ocho millas y<br />

dentro al norte se abría el estuario del río Hudson que formaba el puerto natural<br />

del New York que se extendía unas seis millas hasta la Isla de Manhattan.<br />

Calculaban que tardarían unas dos horas en todo ese recorrido, así que entrando<br />

a las diez de la mañana sobre las doce llegarían a la altura de la isla libertad,<br />

donde se encuentra la famosa estatua con el mismo nombre. Mike los citó<br />

justamente en ese lugar y a esa hora, sin saber a qué club náutico, muelle o<br />

astillero los quería llevar después.<br />

Cuando dejaron el mar abierto para entrar en la bahía, y aunque solo eran las<br />

diez de la mañana del domingo, se asombraron al ver que algunas avionetas y<br />

media docena de helicópteros los sobrevolaban. Estaba claro que se estaban<br />

acercando a una de las ciudades con mayor población y tráfico aéreo del mundo.<br />

Hasta ese momento no estaban preocupados por su llegada a EEUU, pero al<br />

sentirse observados se percataron de un problema que no habían contemplado.<br />

Se disponían a entrar en uno de los países con mayores controles de<br />

antiterrorismo del mundo. Es cierto que no tenían nada que ocultar, pero no<br />

podían encontrarse en una peor situación; Ninguno de ellos llevaba pasaporte y<br />

menos aún el visado, así que técnicamente no podían entrar en Estados Unidos; <strong>El</strong><br />

Albatros a todos los efectos, resultaba un barco muy extraño y una embarcación<br />

no registrada; y lo peor, es que si pedían aclaraciones en España se encontrarían<br />

con que estaba señalado como un posible barco de contrabando. Ahora, se daban<br />

cuenta que había sido una mala idea intentar atracar en un puerto tan<br />

importante. Pero en ese momento ya no podían dar la vuelta, así, que ante esta<br />

situación, resultaba vital entrar con discreción y encontrar a Mike cuanto antes,<br />

después, con un poco de suerte seguramente el consulado podría arreglarles los<br />

papeles.<br />

Carlos comentó, que no tenía ninguna duda en cuanto que el Albatros estaría<br />

totalmente localizado por los satélites o por el radar de la costa desde al menos<br />

cincuenta millas. Así pues, sin posibilidad alguna de ocultarse, la clave de pasar<br />

— 367 —


desapercibidos, radicaba precisamente navegar en una zona con una alta<br />

densidad de tráfico marítimo; estaba claro que la policía no podía parar y<br />

examinar todos los barcos, por lo que con un poco de suerte no serían detenidos.<br />

Estas previsiones optimistas de Carlos se vieron apoyadas por la suerte que les<br />

parecía acompañar ese día. Se dieron cuenta que ya dentro de la ensenada del río<br />

Hudson se podía apreciar una alta concentración de barcos de todo tipo. La<br />

circunstancia de que fuese domingo, seguramente significaba que se trataba de<br />

alguna regata o evento de algún tipo de esos, que se reúnen todos los navegantes<br />

para celebrar algún centenario de algo. Estaba claro que Mike había escogido un<br />

día perfecto para que pasasen desapercibidos, ahora entendía su insistencia en<br />

que llegases ese día y a una hora determinada.<br />

Bajo esa confianza, siguieron avanzando pegados en el lado derecho de la Ría<br />

para buscando la máxima discreción, si bien resultaba imposible ocultarse pues<br />

ese trayecto y hasta donde estaba concentrados todos los barcos prácticamente<br />

no había ninguna otra embarcación. Por el contrario, por encima del Albatros<br />

sobrevolaban algunos helicópteros lo que les hacía sentirse controlados, por<br />

suerte, ninguno de ellos parecía ser de la policía o del ejército, mostraban siglas<br />

que bien eran de cadenas de televisión o de alguna empresa de transporte de<br />

esas que hacen tours para turistas.<br />

Distinguieron por la proa un barco no muy grande, tipo motora de unos diez<br />

metros, que se dirigía directamente hacia ellos. Cuando estaba a quinientos<br />

metros ya se podía distinguir el caso azul y la cabina en blanco. La embarcación<br />

siguió avanzando hasta que pudieron distinguir claramente en el casco azul las<br />

siglas de NYC POLICE.<br />

— ¡Mierda! –Exclamó Marcelo— es la policía viene directamente hacia<br />

nosotros.<br />

—Calma –Comentó Carlos sin inmutarse— sigamos a la misma velocidad y<br />

rumbo como si no tuviésemos nada que ocultar, nosotros a lo nuestro, con todo<br />

ese folión que tienen delante ya estarán bastante ocupados.<br />

Pero la motora no pasó de largo, sino que al llegar a su altura dio por la popa<br />

un amplio círculo, se puso paralelo a ellos a unos diez metros.<br />

Marcelo ante esta evidencia, se dio cuenta que ya no tenían escapatoria.<br />

— ¡Malditos cabrones! Han venido directamente a por nosotros, seguros que<br />

nos tenían controlados desde hace muchas millas.<br />

Uno de los policías copio el megáfono y les indicó que se pusieran el contacto<br />

por la radio en el canal siente.<br />

— 368 —


No había nada que hacer. Solo les quedaba colaborar lo máximo posible, pues<br />

tal y como estaban la situación, cualquier maniobra extraña podría indicarles una<br />

agresión, y lo mismo les daba por ponerse a disparar.<br />

En la radio se oyó un masaje claramente dirigido a ellos: “Buenos días<br />

Albatros, Bienvenidos a los Estados Unidos. Síganos a cien yardas de distancia”.<br />

—Que cabrones, piensan que podemos ser terroristas y tal vez nos hagamos<br />

volar, y por eso nos ponen a cien metros de distancia.<br />

—Bueno, calma –indicó Carlos-, no podemos hacer nada. Así que solo nos<br />

queda seguirlos. Como todo en la vida, este viaje también se acaba, y no nos<br />

podemos quejar, en conjunto hemos tenido mucha suerte.<br />

Siguiendo la estela de la motora subiendo el río, dirigiéndose a la<br />

concentración de barcos, que ahora se mostraba como algo totalmente inútil para<br />

sus planes.<br />

De la concentración salió un yate de unos veinte metros, que se dirigió a<br />

bastante velocidad hacia ellos, los pasó y dando un círculo se puso en su popa.<br />

<strong>El</strong> teléfono satélite sonó en ese momento. Se oyó una voz familiar.<br />

— ¡Hola Carlos, soy Mike!<br />

Por fin alguna buena noticia Mike estaba localizado, tan vez, con su ayuda<br />

lograsen no ser detenidos.<br />

—Hola Mike, que alegría. Nos encontramos a una milla de la estatua de la<br />

libertad.<br />

—Ya lo sé. Estamos a vuestra popa, somos el yate que os sigue.<br />

En efecto, se fijaron y en la parte superior del yate pudieron ver a Mike y a su<br />

familia, que los saludaron efusivamente.<br />

Además de la alegría por verlos, estaba claro que Mike haría todo lo que<br />

estuviese en su mano para ayudarles. Aunque la normativa de inmigración en<br />

EEUU es dura, está claro que los padrinos funcionan en cualquier lugar del<br />

mundo.<br />

— ¿Cómo nos habéis encontrado?<br />

—Estabais localizados desde hacía dos horas, envié a un helicóptero de la<br />

emisora para que os siguiese.<br />

Se había olvidado que Mike disponía de muchos recursos a su alcance.<br />

—Ahora no nos podemos parar. Tenemos que seguir a la lancha de la policía.<br />

— ¿Os referís a la escolta que lleváis delante?<br />

— ¿Escolta? ¿No estamos detenidos?<br />

—Claro que no, es la escolta de honor que tenéis para entrar en New York.<br />

Esta nueva aclaración le desconcertó aún más.<br />

— ¿Escolta de honor? ¿Para qué?<br />

— 369 —


—Veis todos esos barcos que hay ahí delante.<br />

—Sí. ¿Qué es lo que pasa?<br />

—Están todos esperando para recibiros.<br />

— ¿Qué dices, no lo entiendo?<br />

—Todo el mundo ya conoce la historia del salvamento, han venido cientos de<br />

barcos para recibiros.<br />

— ¿Pero, qué tenemos que hacer?<br />

—Nada especial. Solo seguir el barco de la policía.<br />

— ¿Y nuestros visados y el control de aduanas?<br />

—No os preocupéis por eso.<br />

Carlos colgó el teléfono, e informó con cara de sorpresa a Marcelo y Altaha de<br />

esta situación. Por una parte, se sintieron contentos por haber evitado la<br />

detención, por otra, estaban sorprendidos por ser el centro de atención.<br />

Delante de ellos se encontraban dos remolcadores, y justamente detrás<br />

estaban cientos de barcos, dejando un canal central de unos cien metros de<br />

ancho. Pequeñas lanchas de la policía y motos acuáticas de voluntarios<br />

controlaban que nadie invadiese el canal.<br />

Cuando llegaron a la altura de los remolcadores, la lancha de la policía hizo<br />

sonar la sirena y fue contestado primero por las potentes sirenas de los dos<br />

remolcadores. Entonces lanzaron con sus cañones de agua dos potentes chorros<br />

que cruzaban por encima del canal creando una imaginaría puerta que ellos<br />

atravesarían. Según seguían avanzando comenzaron a sonar las sirenas de todos<br />

los barcos.<br />

—<strong>El</strong> teléfono sonó de nuevo.<br />

—Tenéis que salir de la cabina y saludar, toda la gente está como loca por<br />

veros.<br />

Así salieron los tres vestidos con sus trajes de agua rojos, se quedaron en la<br />

bañera saludando a un lado y a otro a todos los barcos que los flanqueaban,<br />

llenos de personas que agitaban los brazos efusivamente.<br />

Marcelo eso del ser el centro de atención no le gustaba nada.<br />

—Esto es ridículo, tanto saludito a gente que no conocemos de nada.<br />

—Saluda y disfruta –le aconsejó Carlos—, este es un momento en la vida<br />

irrepetible. Además, es poco precio el que tenemos que pagar, si esto evita que<br />

tengamos problemas con aduanas.<br />

Teniendo en cuenta que Mike dominaba como nadie los medios de<br />

comunicación, estaba claro que se había movido para convocar toda esta<br />

recepción.<br />

Altaha, aunque estaba contenta, algo no le convencida y rosmaba por lo bajo.<br />

— 370 —


—Esto no se lo perdono a Mike, esto no se lo perdono.<br />

Carlos intentó de nuevo con Altaha, que captase el punto positivo de toda esa<br />

magnífica recepción.<br />

—No que quejes y disfrútalo, es un recibimiento precioso, yo estoy<br />

impresionado e incluso emocionado.<br />

—No. Si el recibimiento me parece maravilloso. Lo que no le perdono a Mike,<br />

es que no nos lo haya dicho para que nos preparemos. Mira que facha tengo, yo<br />

aquí con el polo verde que no pega nada con el rojo del traje de aguas y con estos<br />

pelos de loca. ¡Qué vergüenza!<br />

Los dos la miraron, Altaha, para ellos estaba perfecta, pero ella, como mujer,<br />

no estaría satisfecha, si no se pasaba una hora acicalándose. No le dieron<br />

importancia, la conocían perfectamente para saber que no tenía remedio.<br />

Mientras avanzaban, entre los cientos de barcos, con los saludos y bocinas<br />

sonando, Marcelo aprovechó para ilustrarles que en New York reciben a los<br />

héroes en mar en ese tramo. Mientras que en tierra lo hacen en el cañón de los<br />

Héroes, que se realizaba en la avenida Broadway de Manhattan; se llama así<br />

porque la avenida circula flanqueada por los enormes rascacielos de la zona,<br />

como si se tratara de un río encañonado.<br />

Curiosamente la tradición tenía mucho que ver la isla de la libertad que se<br />

encontraba a media milla. En 1886, Francia regalo a Estados Unidos la estatua de<br />

la libertad, para conmemorar la independencia de los Estados Unidos; para<br />

celebrarlo se organizó un desfile por la calle Broadway; como llena de oficinas de<br />

agentes de bolsa, que recibían los datos por télex, los espectadores cogieron las<br />

tiras de papel llamadas tikertapes y las lanzaron por la ventana. Así surgió esta<br />

costumbre, más tarde se fueron sustituyendo por confeti y rollos de papel<br />

higiénico.<br />

Los desfiles se fueron consolidando y en 2003 se decidió que todos los<br />

protagonistas de esos desfiles, conocidos aún como 'tickertape parades', tuvieran<br />

su propia placa de bronce en el suelo de la avenida Broadway, al estilo del Paseo<br />

de la Fama de Hollywood.<br />

Hasta el momento había sido objeto de más de doscientos desfiles,<br />

homenajeando a todo tipo de héroes; desde los astronautas a reyes, periodistas,<br />

soldados o deportistas.<br />

Siguieron navegando durante más de media hora, atravesando toda la<br />

recepción de barcos, que no dejaban de hacer sonar las sirenas y saludarlos, hasta<br />

— 371 —


que llegaron al extremo sur de la isla de Manhattan, donde junto a un muelle<br />

tenían preparada la recepción oficial.<br />

Atracaron el Albatros asistidos por unos marineros perfectamente vestidos,<br />

imaginaron que por cortesía de la armada; subieron al muelle, donde el concejal<br />

de cultura los recibió y les indicó que en breves minutos, cuando bajasen Mike y<br />

su familia, los llevarían hasta el lugar preparado para la recepción oficial.<br />

Minutos más tarde atracó el yate de Mike. Los niños bajaron corrieron<br />

emocionados a los brazos de Altaha y Marcelo, y enseguida todos se dieron unos<br />

emotivos abrazos.<br />

Junto al muelle les habían preparado un pequeño escenario. A los tres les<br />

pareció exagerado, pero cuando vieron más de treinta cámaras de televisión,<br />

unos cincuenta fotógrafos y varias docenas de cadenas de radio, comprendieron<br />

la necesidad de todo ese montaje.<br />

Se subieron al escenario los tres y la familia de Mike y, ahí, ante todos los<br />

medios, los recibió el Alcalde de New York, primero les dio la manos a cada uno<br />

de ellos y después mientras se sentaron en una sillas se acercó a los micrófonos<br />

para dar el oficial discurso y recibirlos como héroes. Posteriormente les cedió el<br />

turno a Mike y su familia, que evidentemente se habían preparado para tal<br />

intervención, y se deshicieron en agradecimientos y elogios.<br />

Cuando les tocó el turno a los tres, Altaha fue la más decidida y la primera en<br />

hablar. A pesar de los nervios se expresó con soltura agradeciendo a todos esa<br />

magnífica recepción. A continuación le pasaron el turno a Marcelo, que iba a<br />

rehusar, pero una mirada de Carlos le obligó a mantener las formas. Dio unas<br />

gracias a todos y acabó pronto. Carlos fue el último en intervenir, siendo el más<br />

extenso y profuso, tal vez por su mayor experiencia. Cuando parecía que había<br />

acabado, sacó algo de uno de los bolsillos de la cazadora, una especie de tela<br />

enrollada; La extendió con las dos manos, apareciendo la grímpola del Endeavour,<br />

que representaba la bandera del NYYC del club de Yates de Nueva York que Mike<br />

les habían regalado en la despedida. De nuevo se acercó a los micrófonos.<br />

—Nuestros amigos, cuando nos despidieron nos honraron entregándonos la<br />

bandera de su barco. Ahora que lo han perdido, debe volver a su propiedad, para<br />

que así continúe el espíritu del Endeavour con ellos.<br />

Mike, con todo lo que pasaron, se debía de haber olvidado de ese detalle y<br />

cuando vio la bandera y como Carlos se la ofrecía, realmente se emocionó. Le dio<br />

un profundo abrazo, y después a Altaha y Marcelo. A continuación se acercó al<br />

micrófono.<br />

— 372 —


—Puede que para las personas que la vean, sea un simple pedazo de tela, pero<br />

realmente significa mucho para nosotros. Nuestros amigos han salvado nuestras<br />

vidas y ahora también nuestros recuerdos.<br />

<strong>El</strong> público los aclamó y como es típico en Estados Unidos se unieron los<br />

aplausos con los gritos y silbidos.<br />

Se bajaron del escenario y se dirigieron a una carpa montada especialmente<br />

para la recepción, ahí se había instalado un escenario con una mesa alargada y<br />

unas sillas para dar la rueda de prensa. Mike subió con ellos para que se sintiesen<br />

más cómodos, aunque se sentó discretamente en un extremo.<br />

Después de unos veinte minutos, con las preceptivas preguntas sobre el<br />

rescate, Mike dio la rueda de prensa por finalizada justificando que sus amigos<br />

estaban cansados. Les indicó que les ofrecían a todos un aperitivo en otra carpa<br />

más grande.<br />

Durante el aperitivo, se dedicaron a ser saludados por diversas autoridades y<br />

personalidades. Pero sin duda, el encuentro que más agradecieron fue con él<br />

cónsul de España, que avisado por Mike acudió para hacerles entrega de unos<br />

visados de entrada en los Estados Unidos y unos pasaportes.<br />

Mike, había programado todo el evento. Después de tres cuartos de hora,<br />

cogió un micrófono y anunció que se despedían.<br />

Les esperaba una inmensa limusina típica de EEUU, donde se metieron los<br />

siete cómodamente. Carlos aprovechó para agradecerle toda esa atención.<br />

—Muchas gracias, menudo recibimiento nos habéis montado. ¿Por cierto a<br />

dónde vamos?<br />

—Hotel Waldorf Astoria.<br />

— ¿<strong>El</strong> de las películas? –Exclamó Altaha.<br />

—Exactamente, escenario de algunas películas, aunque el hotel es de por sí<br />

suficientemente famoso.<br />

— ¡Mola! Cuando se lo diga a mis amigos se van a morir de envidia.<br />

— ¿Pero eso tiene que costar muchísimo? —Preguntó Carlos.<br />

Mike hizo un aspaviento.<br />

—Olvidaros de todo esto y disfrutar. Ahora nos toca a nosotros cuidaros.<br />

Marcelo, después de pasar todos esos actos sociales, ya tenía ganas de estar<br />

tranquilo.<br />

—Bueno, pues a descansar, que menudo día hemos tenido, esto no será fácil<br />

de olvidar en toda nuestra vida.<br />

Mike sonrió con complicidad.<br />

— 373 —


— ¿Descansar? Me temo amigos míos que eso no será posible, a las ocho<br />

tenemos que ir a una cadena de televisión y el resto de los días, la agenda está<br />

muy apretada.<br />

— ¿Televisión? ¿Agenda? ¿De qué hablas? Ya estaban en el puerto todas las<br />

televisiones del mundo.<br />

—Me temo que no sois ni medianamente conscientes de la expectación que<br />

habéis suscitado. Cuando regresamos ya fuimos noticia de primera plana y en<br />

estos dos días, en que nosotros ya hemos pasado por todo esto, se ha creado una<br />

expectación impresionante por vuestra llegada. Todos los medios de<br />

comunicación quieren entrevistaros. Además han comenzado a llegar videos de<br />

vuestra regata en Antigua cuando navegabais a más de cuarenta nudos. También<br />

vuestro vuelo de rescate fue registrado por los radares aéreos. En definitiva esto<br />

es la locura; como tengo experiencia en todo este mundo, me he permitido<br />

organizaron un poco para que os vuelvan locos. Espero que no os parezca mal.<br />

Carlos, era plenamente consciente que todas esas circunstancias le<br />

superaban.<br />

—Mike, estamos en tus manos, aquí estamos totalmente perdidos.<br />

La llegada al hotel fue menos tranquila de lo que deseaban pues ya estaban<br />

apostados una docena de fotógrafos y reporteros con sus cámaras de video. No<br />

entendían, pues hacia una hora ya les había hecho miles de fotos, pero como les<br />

explico Mike, existía un interés general por saber en cada momento en donde<br />

estaban y que hacían.<br />

Cuando salieron se vieron sorprendidos por cuatro hombres altos y fuertes<br />

con traje y corbata que se pusieron delante y a los lados.<br />

Mike les explicó que eran sus guardaespaldas, necesarios para alejar a las<br />

multitudes, y protegerlos de algún loco que siempre odiaba a los personajes de<br />

moda.<br />

La verdad, es que los fotógrafos no perdieron el tiempo. Con el marco de la<br />

entrada en el lujoso hotel, aparecían los tres con sus trajes de agua rojos, rodeado<br />

por los guardaespaldas con sus trajes con corbata, formando un imagen, cuando<br />

menos, peculiar.<br />

Entraron en el hotel y se quedaron asombrados. <strong>El</strong> lobby del Waldorf Astoria<br />

era tan grande como la mitad de un campo de fútbol, con el suelo de mármol<br />

brillando como un espejo que reflejaba la lámpara de cristal más grande que<br />

habían visto en su vida. <strong>El</strong> propio Director del hotel les estaba esperando y les<br />

ofreció una copa en uno de los salones.<br />

Les informó que estaba a su disposición las veinticuatro horas, facilitándoles<br />

su teléfono móvil particular. De forma concreta les informó de los <strong>numero</strong>sos<br />

— 374 —


servicios del hotel, destacables sin duda, pues se trataba de uno de hoteles del<br />

mundo con más personal, dispuestos para atender a sus huéspedes las<br />

veinticuatro horas del días. Les explicó que dispondrían para cada uno de ellos de<br />

una suite, además, de dos habitaciones donde se hospedaría el personal de<br />

seguridad. Les ofreció que, después de acomodarse y descansar, si le hacían el<br />

honor de ser invitados a tomar un pequeña merienda cena con él antes de asistir<br />

a estudio de televisión. Como pudieron comprobar el director estaba<br />

perfectamente coordinado con Mike para saber las necesidades de sus especiales<br />

huéspedes.<br />

Después de esta presentación subieron con el director a las suites. Una<br />

particularidad de ese hotel es que cada una de sus habitaciones tiene una<br />

decoración particular, con un equilibro perfecto entre el buen gusto y el lujo.<br />

Dentro de las suites les esperaba otra sorpresa, Mike muy previsor, había<br />

estimado que en Albatros no llevarían ninguna ropa apropiada para los actos de<br />

los siguientes días. Así que contrato los servicios de Bloomingdale's, una cadena<br />

de grandes almacenes de lujo. Y ahí, les estaba esperando un asesor en estilo, un<br />

sastre y una modista; además de disponer de veinte modelos de ropa para cada<br />

uno de ellos. Completaban los trajes con una colección de ropa interior, pijamas y<br />

complementos como abrigos cazadores o zapatos. Con esta variedad, podrían<br />

elegir la ropa para salir del pasó en las siguientes veinte cuatro horas. Después,<br />

con calma, acudirían a los almacenes para adquirir de forma totalmente gratuita<br />

lo que deseasen.<br />

Marcelo se mostraba reacio a tanto exceso, considerando que su ropa<br />

habitual resultaba suficiente. <strong>El</strong> asesor de imagen, hombre acostumbrado a todo<br />

tipo de clientes, medió inteligentemente en la cuestión. Le recordó que le<br />

Waldorf Astoria tiene una norma de vestir para lugares públicos; Bermudas,<br />

camisetas sin mangas, jeans desteñidos y sombreros informales están prohibidos<br />

en el lobby principal y otras áreas públicas del hotel. Y con este argumento lo<br />

convenció para que aceptase cambiarse de ropa.<br />

Altaha, por el contrario, estaba emocionada y se sentía como una princesa y<br />

esperaba con ilusión darse una vuelta por los almacenes para complementar el<br />

ajuar. Carlos, casi como un padre, le tuvo que recordar que todo esto lo estaba<br />

pagando Mike y su familia, así que no debían abusar. <strong>El</strong> asesor de imagen oyó el<br />

comentario y les explico que para Bloomingdale's se trataba de un acto de<br />

promoción, por lo que les regalarían toda la ropa y complementos, sin que le<br />

costase un solo dólar a Mike. Y precisamente, no existía mejor promoción para la<br />

empresa, que la foto de los tres en los grandes almacenes. Este comentario hizo<br />

que la sonrisa de Altaha casi se le saliese de la cara, toda vez que había sido<br />

— 375 —


liberada de la carga moral, disponiendo de campo libre para dar rienda suelta a su<br />

gusto por la moda.<br />

Durante las siguientes dos horas se asearon y estuvieron probándose la ropa,<br />

que inmediatamente se marcaba por el sastre y la modista para que en una hora<br />

estuviese listo el primer traje en todos sus ajustes.<br />

Bajaron a tomar algo con el director, el cual después de verificar que todo<br />

estaba a su gusto, se mostró como un perfecto anfitrión. Consciente que estarían<br />

cansados no les pidió que les constase sus aventuras sino que les deleitó con una<br />

bonita historia propia de su cargo.<br />

Todo comenzó en 1870, cuando en una noche tormentosa un hombre mayor<br />

y su esposa, entraron a la recepción de un pequeño hotel en Filadelfia para<br />

pernoctar. <strong>El</strong> hotel estaba lleno pero el empleado para que pudiesen pasar la<br />

noche les ofreció su propia habitación. A la mañana siguiente después de<br />

agradecerle el detalle el hombre le dijo al empleado, “Usted es el tipo de Gerente<br />

que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya un hotel para<br />

devolverle el favor que nos ha hecho". <strong>El</strong> conserje le agradeció el cumplido. No se<br />

volvieron a ver hasta que pasaron dos años, cuando el empleado recibió una<br />

invitación pagada para que lo visitase en New York. Ya en la ciudad el hombre le<br />

llevó a la esquina de la Quinta Avenida y la calle 34 y señaló con el dedo un<br />

imponente edificio de piedra rojiza y le dijo; "Este es el Hotel que he construido<br />

para usted". Y así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria<br />

original y contrató a su primer gerente de nombre George C. <strong>El</strong> hotel fue vendido<br />

en 1928, para que en su terreno se construyera el Empire State Building. <strong>El</strong> nuevo<br />

Waldorf Astoria, donde ellos estaban, se inauguró el 1 de octubre de 1931 en Park<br />

Avenue, entre las Calles cuarenta y nueve y cincuenta. Siendo el primer hotel del<br />

mundo de estilo Art Decó y el más grande con ciento noventa y un metros de<br />

altura.<br />

Con esta historia el director quiso destacar como había nacido el espíritu de<br />

atención, sello distintivo de la cadena hotelera.<br />

Salieron a las siete para ir a una de las cadenas de televisión más<br />

importantes, Mike les había concedido la primera entrevista en el “prime time”<br />

donde millones de espectadores estaban ya atentos para ver a los héroes.<br />

Mike les dio unos buenos consejos de cómo actuar en el estudio, desde cómo<br />

moverse, o mejor dicho no moverse, a en qué momento hablar y lo que decir.<br />

Aunque las entrevistas parecen algo muy natural, el entrevistador sabe que tiene<br />

que contentar a millones de espectadores así que estudian con detenimiento<br />

desde cada segundo que le dedican, hasta las bromas que hacen. La entrevista<br />

— 376 —


programada sería una mezcla entre alabanzas y preguntas muy sencillas, así que<br />

podían estar muy tranquilos.<br />

En el mundo de la televisión que hay personas y rostros que le gustan a la<br />

cámara, es decir que además, de ser fotogénicos le agradan al público; Altaha, con<br />

su imborrable sonrisa y su simpatía, sedujo tanto al presentador como a la<br />

audiencia. Lejos de molestarles Marcelo y Carlos lo agradecieron, pues no dejaba<br />

de ser intimidante eso de estar rodeado de focos y cámaras.<br />

Al día siguiente Mike apenas les dejó descasar, apareciendo en el hotel para<br />

recogerlos a las diez de la mañana. Mientras tomaba un café, les enseño todos los<br />

periódicos que había comprado unos minutos antes.<br />

Aunque la noticia estuvo presente en la televisión, la radio e Internet durante<br />

todo el domingo, ese lunes por la mañana los periódicos recogían la noticia en<br />

primera plana. La mayoría de los periódicos con titulares grandilocuentes como:<br />

“New York recibe a los héroes del mar,” o “los héroes el que bajaron del cielo”; y<br />

otros que relataban la apología de su viaje como “la odisea del Albatros”.<br />

Otros artículos comentaban que el Albatros había batido no menos de cinco<br />

records mundiales, desde el ser construido en dos meses, el de velocidad o el de<br />

ser el primer barco en volar.<br />

Carlos los leyó con escepticismo.<br />

—Que se olviden los periodistas de los records. Ya sabemos que hay que<br />

homologarlos con árbitros para que consten como records oficiales.<br />

—Es verdad, –confirmó Altaha—, nos lo dijo el comisario de la regata en<br />

Antigua.<br />

Mike los miró con cierta ingenuidad.<br />

—Los héroes no necesitan que los homologuen. Este artículo está escrito por<br />

el New York Times. Y por si no lo sabéis, hay un dicho en New York que afirma que<br />

lo que no aparece en el New York Times, sencillamente es que no ha ocurrido en<br />

el mundo; por contra, nadie cuestiona la veracidad de lo que se escribe. Os<br />

aseguro, que ningún periodista será tan imbécil o suicida para cuestionar a partir<br />

de ahora que estos son vuestros records.<br />

Carlos aún seguía preocupado por otras cuestiones<br />

—Lo que no me explico, es como nadie se ha dado cuenta que llegamos con<br />

un barco ilegal, sin matrícula y sin bandera.<br />

—Sencillo. Forma parte de la leyenda que he creado. Me he centrado en que<br />

todo el tiempo estabais probando un prototipo. Pero no os preocupéis ahora<br />

nadie se va a fijar en ese detalle.<br />

— 377 —


Los tres se quedaron gratamente sorprendidos, empezaban a considerar que<br />

eso de la fama les otorgaba algún beneficio.<br />

<strong>El</strong> plan de ese día, consistía en repartirse entre un acto oficial en el<br />

ayuntamiento y la asistencia a varias cadenas de televisión.<br />

Estuvieron un par de días con entrevistas y actos de reconocimiento. Ese día<br />

deberían asistir a una cena benéfica en su honor, organizada por la asociación<br />

hispana de New York, a cien dólares por cubierto, dedicado a los huérfanos de<br />

mar.<br />

En cualquier país podría parecer que este tipo de asociación local tiene poca<br />

importancia, pero teniendo en cuenta que la población de New York es de unos<br />

diecinueve millones de personas, de los cuales un quince por ciento son hispanos<br />

que representan casi tres millones. Así que tanto a nivel social como político su<br />

relevancia resultaba muy destacable.<br />

<strong>El</strong> hecho de que Carlos, Marcelo y Altaha fuesen españoles, los emparentaba<br />

directamente con el grupo de hispanos.<br />

Evidentemente la mano de Mike estaba detrás de todas esa coordinación, y<br />

como no podía ser menos, él y su familia también fueron los invitados de honor.<br />

<strong>El</strong> lugar escogido, teniendo en cuenta que eran, más de dos mil asistentes, fue<br />

un gran pabellón de exposiciones.<br />

A esas alturas, los tres ya tenían algunas tablas en cuestiones de dar la cara<br />

ante el público y las cámaras, así que hicieron unos discursos muy respetables,<br />

incluso con algún toque de humor. Los asistentes se lo agradecieron con unos<br />

minutos de intensos aplausos.<br />

Mike fue el encargado de cerrar el acto y pidió silencio absoluto, con paciencia<br />

logró que después de medio minuto la sala se quedase prácticamente en silencio.<br />

—Ya he expresado el agradecimiento infinito que mi familia les debe, pero no<br />

he dejado claro lo que realmente significan, así que les pido que escuchen en<br />

silencio estas palabras y creo que todos me entenderán.<br />

Hubo un amago de aplausos, que Mike acalló con un gesto pidiendo silencio<br />

de nuevo y, comenzó a hablar.<br />

—Si estas nadando junto a la playa y necesitas ayuda; deseas que vengan los<br />

salvavidas.<br />

Subió un poco más la voz.<br />

—Si estas navegando en el mar y tienes problemas; llamas a los guardacostas.<br />

–Subió más un el voz.<br />

— Pero si estas en medio del océano, en una tormenta, dentro de una balsa<br />

salvavidas con olas de quince metros, en esta situación imposible, entonces.<br />

— 378 —


Y subió la voz, hasta alcanzar un grito.<br />

— ¡Ruega al señor que te envíe del cielo a unos hispanos!<br />

En realidad debería haberlos llamado españoles, pero hábilmente Mike los<br />

llamo hispanos, a sabiendas que así comprendería a toda la América hispana<br />

obteniendo la identificación total de todos los presentes. Consciente además, que<br />

con esas palabras alcanzaba la fibra sensible de toda la audiencia.<br />

La sala estalló al unísono en una mezcla de gritos aclamaciones y aplausos. <strong>El</strong><br />

clamor no solo no se apagaba sino que surgían aclamaciones dirigidas a Marcelo,<br />

Carlos y Altaha.<br />

Un grupo se acercó a su mesa y cogió a los tres subiéndolo en los hombros, y<br />

comenzó a pasearlos entre todo el resto de las mesas, todos les seguían gritando<br />

mientras cogiendo las flores de las mesas se las lanzaban. En ese momento entro<br />

una orquesta que detrás de la comitiva azuzaba aún más el ritmo y los vítores.<br />

Todo pareció desmadrarse durante unos minutos, por suerte, después de una<br />

vuelta sin incidencias los devolvieron a su mesa.<br />

Mike cogió de nuevo el micrófono y volvió a pedir silencio. Cuando lo<br />

consiguió, el mejor estilo anglosajón les dijo.<br />

—Ha llegado el momento de brindar. Tres hurras por nuestros héroes.<br />

—Hip hip –marco el ritmo— y un hurra atronador sacudió la sala. Se repitió<br />

dos veces más, después dos mil copas chocaron en un brindis, no sin que una<br />

docena de ellas se rompiesen por el ímpetu de la emoción.<br />

A continuación, un artista les dedico una canción, y debería de ser un tema<br />

conocido, pues dos mil voces se unieron como un improvisado coro.<br />

Lamentablemente ninguno de los tres la conocía así que salvaron la situación<br />

sonriendo y saludando.<br />

Los actos duraron media hora más antes de finalizar la gala. Si bien tardaron<br />

una hora más en salir pues muchos invitados se quisieron sacar fotos a su lado.<br />

Los medios de comunicación sobre todos los las televisiones, destacaron al día<br />

siguiente el acto de exaltación a los héroes.<br />

Los tres le pidieron a Mike que aceptaban seguir con estos actos siempre y<br />

cuando no se volviese a repetir el desmadre de esa noche.<br />

Después de una semana de actividad social frenética, Mike les anunció que<br />

ese día no tendrían ningún acto. <strong>El</strong>los ingenuamente pensaron que por fin podría<br />

dedicarse a descansar o pasear como turistas curiosos. Pretensión como mínimo<br />

ingenua, pues con los fotógrafos y cámaras que siempre les seguían, además, de<br />

— 379 —


ser unos de los rostros más conocidos de New York, les resultaría imposible estar<br />

de incógnito.<br />

En todo caso, cualquier idea de tranquilidad se desvaneció, cuando Mike los<br />

reunió en la habitación de Carlos a las diez de la mañana. Les anunció que a las<br />

once de la mañana tendrían, en el propio hotel, una reunión de negocios con una<br />

empresa. Les explicó que dado la expectación que habían suscitado, estaban en el<br />

momento perfecto para vender sus derechos de imagen. Él como experto en ese<br />

mundo de negocios, había tomado la iniciativa avanzando en las negociaciones y<br />

escogiendo los grupos de empresas que estaban dispuestos a comprar todos los<br />

derechos de imagen y distribución sobre su historia para poder escribir novelas,<br />

hacer películas o documentales. Consideraba que la oferta sería muy interesante,<br />

si bien ellos eran los que tendrían la última palabra.<br />

Esta noticia los dejó un tanto sorprendidos, pero Mike no les aclaró nada más,<br />

les dijo que bajasen en un cuarto de hora, y se fue para recibir al grupo.<br />

Se quedaron comentando esta inesperada oferta. En cualquier otra situación,<br />

habría que desconfiar de ese intermediario que se mete en sus vidas y les<br />

presenta repentinamente unas propuestas tan interesantes. Pero en el caso de<br />

Mike, que se desvivía por ellos, tenían plena confianza en lo que hiciese; hasta el<br />

punto que incluso les resultaba indiferente si gracias a ellos conseguía ganar algo<br />

de dinero; después de todo, siempre sería mejor que lo ganase su amigo que<br />

cualquier otro intermediario, que sin duda se aprovecharía de ellos, en su<br />

condición de profanos e ingenuos en ese campo.<br />

Solo se trataron de comentarios, pues ninguno de los tres había pensado el<br />

poder sacar un provecho económico. Así, fuese o no el negocio de Mike, y por<br />

poco que les diesen ya sería mucho. Después de todo, nadan tenían en ese<br />

momento y su situación económica lo agradecería. Igualmente eran plenamente<br />

conscientes que eso de la fama resultaba efímera y con la misma velocidad que<br />

aparecía se desvanecería, así que había que aprovechar el momento.<br />

Bajaron a una de las salas de juntas que disponía el hotel y se encontraron a<br />

Mike con cinco personas. Les fueron presentadas como; el Director general, el<br />

Director ejecutivo, el director financiero, un abogado y un relaciones públicas.<br />

También estaba un traductor oficial por si deseaban hablar en español y, una<br />

especie de ayudante que discretamente permaneció de pie junto a la pared, a la<br />

espera que le pidiese cualquier cosa.<br />

Estaba claro que esa empresa venia preparada para forzar el cierre de un<br />

negocio. Carlos, un poco más experto en las negociaciones, se dio cuenta que no<br />

solo estaba en inferioridad numérica, sino que además, ellos no contaban con<br />

especialistas, pero lo peor, es que a excepción de Mike, no tenían ni idea de que<br />

— 380 —


es lo que iban a negociar. Le gustase o no, estaba claro que tendrían que confiar<br />

en Mike.<br />

Después de los saludos preceptivos se sentaron en una mesa redonda y el<br />

Director general, que se dirigió a ellos en un español muy aceptable realizando<br />

una serie de adulados comentarios sobre la aventura. Carlos, espero a que<br />

finalizase y le dijo que podrían seguir la conversación en inglés, como un intento<br />

de ponerse a su altura. <strong>El</strong> director, más cómodo en su idioma natal, no tardo en<br />

centrarse en la cuestión. Partiendo del supuesto que Mike estaba al tanto de<br />

todos los detalles, directamente les soltó que estaban dispuestos a comprarles<br />

todos los derechos de imagen por un precio total de doce millones.<br />

— ¡Doce millones de dólares! –Exclamó Altaha, sin poderse contener, y casi<br />

saliéndole los ojos de las orbitas.<br />

Carlos, hizo un esfuerzo por no llevarse las manos a la cabeza; aunque él<br />

también estaba impresionado por la cifra, como todo buen negociador, debería<br />

haber permanecido tranquilo, y a ser posible, dar algunas muestras indicando que<br />

resultaba una cantidad inferior a la prevista.<br />

<strong>El</strong> director, un poco sorprendido por el comentario. Casi como justificándose<br />

por meter la pata, rápidamente aclaró.<br />

—No, disculpe, me expresado incorrectamente, no son doce millones de<br />

dólares, son doce millones de euros. Mike ya me insistió en que todo se exprese<br />

en su moneda europea.<br />

<strong>El</strong> director financiero, les aclaró que el euro estaba aproximadamente en un<br />

treinta por ciento por encima el dólar, así que estaban hablando de unos quince<br />

millones de dólares.<br />

Altaha, pasó de la emoción a la duda y dirigió su mirada a Carlos y Marcelo.<br />

Carlos comprendió perfectamente que en ese momento cuestionaba si a ella le<br />

correspondía una tercera parte o menos. Él lo tenía claro, así que intervino para<br />

despejarle la duda a Altaha.<br />

— ¿O sea, que lo que ustedes viene a decir, es que nos comprar a cada uno<br />

nuestros derechos por cuatro millones de euros? —Lo dijo totalmente serio, casi<br />

como una recriminación frente a una oferta ridícula, para así disimular la<br />

intención de disiparle la duda de Altaha.<br />

<strong>El</strong> director abrió los ojos, conteniendo el gesto a duras penas, como si acabase<br />

de ofender gravemente a Carlos.<br />

—Discúlpeme por mi error, no me he explicado correctamente, son doce<br />

millones de euros para cada uno de ustedes. Esto no es más que una confusión, el<br />

contrato lo indica claramente.<br />

— 381 —


Dirigió su mirada al abogado, que claramente nervioso consultó el contrato<br />

buscando una página concreta.<br />

—Sí, aquí está, como puede ver está perfectamente estipulado.<br />

<strong>El</strong> director, consciente de la fama de los españoles de ser orgullosos, asumía<br />

que eran muy capaces de abandonar la negociación si consideraban que habían<br />

recibido una ofensa. Así que resultaba lógico que pensase que se jugaba la<br />

negociación sino dejaba aclarado el error. Mike, dándose cuenta de eso, le echó<br />

un capote.<br />

—No te preocupes, en efecto todo está claro en el contrato, la culpa es mía<br />

por no haberlos informado antes de todos estos detalles.<br />

Los tres estaban impactados por las cifras que estaban hablando y antes de<br />

que Altaha se desmayase o metiese la pata. Carlos pidió que les excusasen pues<br />

deseaban hablar con Mike en privado.<br />

Los cuatro salieron hasta a un salón cercano. Y Carlos fue el primero en buscar<br />

una explicación.<br />

— ¿Mike de que están hablando? ¿Esas cantidades son imposibles?<br />

—No, son precios de mercado. Como ya os dije vuestra expectación es<br />

máxima. Puede parecer una cantidad muy alta pero es lo que cobra un actor y ni<br />

siquiera garantiza el éxito, mientras lo vuestro está garantizado de antemano.<br />

Además el negocio para ellos es fabuloso, comprende desde libros, al cine y toda<br />

la mercadotecnia. Solo el albatros como juguete ya es un negocio.<br />

— ¿Pero qué tenemos que hacer? —Preguntó Altaha, siempre más<br />

pragmática.<br />

—No mucho, alguna reunión con los biógrafos y algunas entrevistas. Y tal vez<br />

algún viaje de promoción, pero solo les hemos concedido uno por cada<br />

continente y por supuesto con todos los gastos pagados, incluyendo el viaje con<br />

los familiares etc. ¿Estáis conformes?<br />

—Estamos sobrecogidos.<br />

— ¿Pero os parece bien?<br />

—Por supuesto –Afirmaron con temor a que fuese un sueño y se despertasen.<br />

—Bien entonces formalicémoslo, para que ellos se queden tranquilos. Y no os<br />

preocupéis por firmar el contrato, lo han revisado mis abogados por todos los<br />

lados, de hecho esas copias las he traído yo para que nadie las pudiese alterar. Y<br />

por cierto, -dijo como si olvidase algo— quiero aclararos que de este acuerdo está<br />

excluido, las conferencias y los patrocinios o publicidad. Yo creo que es muy fácil<br />

conseguir como mínimo otros diez millones, aunque eso hay que hacerlo ahora<br />

más despacio; si queréis también os ayudo.<br />

Carlos estaba abrumado.<br />

— 382 —


—No sé qué decirte. Te estamos muy agradecido estas cantidades son<br />

inimaginables.<br />

—Es lo menos que podía hacer por vosotros, conozco bien este mundo y he<br />

preferido controlar las negociaciones para conseguir la máxima oferta. He<br />

esperado a que vuestra fama llegase a lo más alto y esta oferta, que rechazaron el<br />

primer día ahora la aceptan antes que la competencia se la quite de las manos.<br />

Por ese motivo he insistido mucho con vuestra presencia en los medios de<br />

comunicación.<br />

— ¿O sea que toda esa publicidad la estabas haciendo para que ganásemos<br />

todo ese dinero?<br />

—Sí, en parte sí, pero yo he disfrutado en cada acto, y todos los honores que<br />

recibáis os los tenéis merecidos.<br />

Realmente aunque nunca llegaron a pensar que Mike los estuviese utilizando<br />

en su propio interés, jamás imaginaron que mantuviese todo ese esfuerzo por<br />

hacerlos ricos. Estaba claro que debían corresponderle.<br />

—Muchas gracias. No sé, imagino que en esto serás como un agente, te<br />

tendremos que pagar lo que sea, no tenemos ni idea de cuánto: <strong>El</strong> diez, el veinte<br />

por ciento o más. Lo que tú quieras, dejamos todo en tus manos, que eres el<br />

conoces todo, confiamos plenamente en ti.<br />

Mike, se acercó y le puso la mano en un hombro.<br />

—No me tenéis que dar nada. Podría estar toda mi vida trabajando para<br />

vosotros, y nunca llegaría a agradeceros lo más mínimo lo que habéis hecho por<br />

mi familia.<br />

—Eso no tiene nada que ver, lo que está claro es que todo este dinero solo lo<br />

tenemos gracias a ti.<br />

—Si tenéis algún reparo, os aclaró que nosotros también hemos recibido<br />

ofertas por nuestros derechos de imagen, menos que lo vuestro, pero también<br />

muy sustancioso, así que como veis me habéis hecho ganar dinero.<br />

Lo que Mike no les comentó, es que pensaban donar todos estos derechos a<br />

unas fundaciones de huérfanos de la mar. <strong>El</strong>los no necesitaban dinero, y<br />

consideraban que si algo recibían debería ser para ayudar a los necesitados. Pero<br />

no quiso aclarárselo, para no condicionarlos y forzarlos a que hiciesen algo<br />

parecido.<br />

Con todo aclarado volvieron a la sala y formalizaron el acuerdo, ante la<br />

tranquilidad y la enorme satisfacción de los ejecutivos. Erróneamente creyeron<br />

que las negociaciones se había roto y fue Mike el que los convenció en privado<br />

para que aceptasen; así mientas se despedían, el director no dejaba de mostrarle<br />

— 383 —


su agradecimiento prometiéndole que tendrían que reunirse para estudiar nuevos<br />

proyectos.<br />

Cuando acabaron, se fueron los cuatro a comer para celebrarlo. Después de<br />

agradecerle de nuevo a Mike todo lo que había conseguido, la conversación<br />

discurrió sobre esta nueva sensación de sentirse millonarios; Marcelo y Altaha<br />

aún no sabían qué hacer con el dinero excepto Carlos que lo tenía muy claro.<br />

—Gracias a estos recursos, no tendré problemas para pagar a todos los<br />

acreedores, incluso para poner el marcha de nuevo la fábrica. Tenemos que<br />

hablar para ver cuando puedo contar con el dinero, después llamo a mi abogado y<br />

que negocie todo el acuerdo.<br />

Mike hizo un gesto para comentar algo, pero Carlos no le dejó.<br />

—Ya sé lo que vas a decir. Que es una locura, que ahora que puedo vivir sin<br />

problemas que disfrute de la vida, ya lo sé. Pero no tengo ninguna duda. Es mi<br />

locura, lo intentare una vez más, y si no sale adelante, pues que no salga. Eso es lo<br />

único que deseo.<br />

Marcelo, consciente que Carlos no cambiaría de opinión, no podía permitir<br />

que una vez arreglada su vida, volviese a pasar necesidades.<br />

—Cuenta con mi dinero —le dijo con decisión.<br />

—Y con el mío —se unió Altaha.<br />

—Gracias amigos míos. Pero no os metáis en malos negocios, esto es cosa mía,<br />

vosotros tenéis una vida por delante, y ahora, además, puede ser muy tranquila.<br />

Marcelo lo tenía muy claro.<br />

—Eso ya lo oí antes, y si no fuese porque siempre fuimos los tres juntos no lo<br />

habríamos ni salido de la Mancha. ¿Pensé que éramos un equipo? ¿Nos vas a<br />

dejar ahora fuera?<br />

Carlos, aunque intuitivamente sabía que no se trataba de una crítica, sino que<br />

solo ha hacía para presionarlo, no deseaba que ese planteamiento se mantuviese<br />

ni de broma.<br />

—No, por supuesto que nunca os excluiría como socios. Pero no quiero<br />

fastidiaros una vida cómoda a ninguno de los dos. Ya sabéis que soy un mal<br />

director, y es muy posible que vuelva a llevar a la empresa a la quiebra.<br />

—Déjate de tonterías, solo te pedimos que nos admitas como socios a los dos.<br />

Sin la empresa ni nos habríamos conocido, así que es algo que tenemos que salvar<br />

entre todos y no hay nada más que hablar.<br />

—Y además, –comentó Altaha— seguimos prácticamente igual, solo tenemos<br />

que ceder una tercera parte cada uno para reflotar la fábrica; yo creo que me<br />

podré arreglar con casi tres millones en vez de con cuatro.<br />

— 384 —


—Gracias de nuevo, pero no lo voy a consentir. Sé que lo estáis haciendo para<br />

protegerme, os lo agradezco, pero primero tengo que proteger vuestros<br />

intereses, así que no puedo aceptaros como socios.<br />

—Vale, –dijo muy sereno Marcelo—, si no me aceptas como socio no hay<br />

problema. Pienso donar mi parte a la primera universidad de ingenieros navales<br />

que encuentre, sin duda, ellos te lo agradecerán.<br />

—Muy bueno Marcelo –apunto Altaha— eso es darle donde le duele, yo me te<br />

sigo.<br />

En cualquier otro habría sido una buena broma, pero conociendo a Marcelo<br />

estaba claro que sería muy capaz de regalar todo ese dinero. Y Altaha, más por<br />

orgullo que por convencimiento, seguro que seguiría a Marcelo en ese absurdo<br />

plan de extorsión moral.<br />

—Esto es jugar sucio. Pero si queréis ser mis socios así será. Y por cierto,<br />

gracias por lo que estáis haciendo.<br />

Por fin, Mike pudo hablar.<br />

—No quiero entrometerme en lo que quieras hacer con tu dinero. Solo, que<br />

antes de tomar esta decisión esperéis, por la tarde tenemos otra reunión de<br />

negocios con un grupo industrial. Escúchalos y después toma las decisiones que<br />

quieras.<br />

— ¿Otra reunión? ¿No hemos vendido todos nuestros derechos?<br />

—Sí, la de esta mañana fue para vuestros derechos de imagen, pero hay<br />

empresas que están interesadas en el diseño del Albatros.<br />

De nuevo, Mike los sorprendía con su capacidad para hacer negocios de todo<br />

lo que estuviese a su alcance.<br />

En la reunión de la tarde, les presentó a un grupo industrial de una empresa<br />

aeronáutica. Estaban impresionados por la tecnología del Albatros y querían<br />

aprovechar todo el diseño para ampliar su negocio al sector naval.<br />

Esta oferta involucraba claramente a Carlos, pues le darían acciones por valor<br />

de seis millones de dólares, se le ofreció que formase parte del consejo de<br />

administración como director de producción con un sueldo de doscientos mil<br />

dólares al año, además, de otros beneficios por alcanzar objetivos.<br />

Pero eso solo se trataba la primera propuesta, también querían comprar su<br />

empresa ICARUS, reflotarla. Carlos tendría una parte importante de acciones y<br />

mantendría la dirección de diseño y producción, asi como presidente honorario. <strong>El</strong><br />

motivo de la compra de la empresa fue doble; por una parte el Albatros se había<br />

producido con patentes de esa empresa, así que al comprarla adquirían también<br />

— 385 —


todas las patentes; y por otra parte, creían además, que sería un buen negocio y<br />

montarían una fábrica puntera en Europa a precio de saldo.<br />

Carlos que aunque estaba emocionado por la oferta pues garantizaba la<br />

supervivencia de la fábrica y la continuidad de su trabajo, no deseaba comenzar<br />

con mal pie engañando a sus nuevos socios.<br />

—Les seré totalmente sincero. Yo no soy un buen empresario, hice quebrar<br />

esa empresa y, no quiero que ustedes pierdan dinero. Así que si deciden invertir<br />

deben contratar a otro director.<br />

—Conocemos perfectamente su historial. Tal vez el problema es que usted<br />

quiso asumir demasiadas funciones y carecía de experiencia. Si solo se centra en<br />

la producción, nuestros equipos de marketing y ventas, que son magníficos,<br />

venderán perfectamente sus aviones.<br />

Carlos se dio cuenta que tenían razón, así podía funcionar bien.<br />

—Es una buena propuesta. Ustedes serán mis nuevos socios, estamos ante un<br />

buen acuerdo.<br />

Carlos ante la expectativa de reflotar su empresa además de ser socio de otra,<br />

no se planteó ni renegociar la oferta, el acuerdo estaba prácticamente cerrado<br />

cuando se dio cuenta de algo porque, se quedó callado unos segundos. Y después<br />

se puso muy serio.<br />

—Señores, se ha cometido un error imperdonable. Se han dirigió a mí como<br />

único propietario pero la empresa tiene dos socio más que son Marcelo y Altaha<br />

que están aquí conmigo; son ellos los que deben aceptar su propuesta, yo solo no<br />

puedo hacer nada.<br />

Altaha y Marcelo, que permanecían ajenos a la negociación, pusieron cara de<br />

no saber de qué estaba hablando.<br />

— ¿De qué hablas? —Le preguntaron en español casi susurrando.<br />

— Hace unas horas, vosotros quisisteis ser socios, incluso contra mi criterio.<br />

Pues ahora somos socios los tres, queráis o no.<br />

Sin esperar ninguna respuesta, Carlos se dirigió a los empresarios.<br />

—Mis socios están conformes en las condiciones sobre la compra de acciones<br />

y el reparto de capital, pero evidentemente quieren formar parte del proyecto;<br />

Altaha será la diseñadora informática y Marcelo el director de maquinaria. Y<br />

ambos tienen que tener cargos de directores ejecutivos de departamentos con mi<br />

mismo sueldo.<br />

Lo dijo con una tranquilidad y contundencia, que dejaba claro que ese tema<br />

sencillamente no era negociable. No pensaba dejar fuera a sus amigos de todos<br />

sus beneficios, y además, ahora que conocía el interés de una empresa por el<br />

— 386 —


diseño del Albatros y la fábrica, podía arriesgarse a romper la negociación y<br />

buscar otros socios.<br />

Los empresarios sorprendidos, rápidamente se disculparon, pues desconocían<br />

esta situación, y aceptaron de inmediato todas las exigencias de Carlos. En<br />

realidad, lejos de suponer ningún problema, estaban encantados; conseguir en el<br />

mismo contrato incorporar a todo el equipo de diseño y producción resultaba la<br />

solución perfecta. Además, al director de Marketing le faltó ponerse a tirar<br />

cohetes, pues poder utilizar a los tres héroes como promoción del proyecto solo<br />

lo contemplaba en sus mejores sueños. No se podía esperar un mejor acuerdo.<br />

Ya por la noche, compartían con Mike y su familia ese día tan especial donde,<br />

se levantaron sin trabajo y se acostarían millonarios, socios y ejecutivos de su<br />

propia empresa.<br />

—Mike, no sabemos cómo agradecértelo, además, de todo el dinero que nos<br />

conseguiste, gracias a ti salvaremos la fábrica, es sencillamente fantástico.<br />

Mike se acercó.<br />

—Eso es lo que te quería comentar este medio día, por eso quise que<br />

esperases antes de invertir tu dinero.<br />

Carlos no dejaba de estar asombrado.<br />

— ¡Uf! vaya día de sorpresas. Por cierto, ¿Nos queda alguna?<br />

Mike sonrió con complicidad.<br />

—Tal vez alguna pequeña. Pero hemos acabado con los negocios.<br />

— Imagino que no nos querrás anticipar nada.<br />

— Imaginas bien, sino, ya no serían sorpresas.<br />

Al día siguiente por la mañana, en el propio hotel, Mike le dijo a Altaha que<br />

tenían una reunión, pero que acudiese ella sola. A ella le extrañó. ¿Qué es lo que<br />

quería Mike solo para ella?<br />

Esta vez ser reunieron en un salón muy reducido con solo unos dos sofás para<br />

sentarse. Resultaba adecuado, pues una sola persona les esperaba; no parecía un<br />

hombre de empresa, sino que vestido como podría ser un profesor, aunque<br />

irradiaba una autoridad en las formas y la mirada que indicaba claramente un<br />

estatus superior.<br />

Mike, se lo presentó como el director del MIT. Le aclaró a Altaha que dichas<br />

siglas correspondían al Instituto Tecnológico de Massachusetts, una de las<br />

universidades más prestigiosas a nivel mundial en investigación y nuevos<br />

desarrollos tecnológicos.<br />

— 387 —


Altaha, lo miró con cierta reprobación, la explicación sobraba. Cualquier<br />

universitario de ciencias en todo el mundo conocía el MIT. Era como explicarle a<br />

un escritor, que era eso del premio Nobel de Literatura.<br />

<strong>El</strong> director, después de los prolegómenos de la presentación, demostró que<br />

dominaba el arte de las relaciones humanas y en unos minutos se ganó la<br />

confianza de Altaha, que acabó hablando con él como si fuese con un amigo de<br />

toda la vida. Cuando alcanzó este clima de confianza le expuso el motivo de la<br />

reunión.<br />

—Altaha, te invitamos a que vengas un año o incluso dos, para un máster en<br />

programación de inteligencia artificial.<br />

Altaha estaba emocionada, solo había estudiado tres años obteniendo la<br />

diplomatura, por lo que completar sus estudios con un máster en la universidad<br />

más famosa del mundo, resultaba el sueño de todo informático.<br />

Aun así, los últimos acontecimientos tan precipitados, le habían hecho perder<br />

el sentido de su verdadera situación real. Decidió analizar los aspectos más<br />

pragmáticos, consciente que los estudios en las universidades en Estados Unidos<br />

tienen un coste muy elevado.<br />

— ¿De cuánto dinero estamos hablando?<br />

—Unos sesenta mil dólares.<br />

En dos días habían pasado de estar en el paro y sin dinero a ser millonaria,<br />

pero lo cierto es que aún no disponía de dinero ni de trabajo, así que sería<br />

temerario aceptar realizar ese máster y después no poder pagarlo. Seguramente<br />

Mike le ayudaría, pero ella no quería llegar a esa situación, así que, por primera<br />

vez en su vida no se dejó llevar por sus impulsos.<br />

—Lamento no poder aceptar, pero no dispongo de ese dinero en la actualidad<br />

para pagar el Máster. Pero te agradezco mucho la invitación para asistir a tu<br />

universidad.<br />

<strong>El</strong> director se quedó totalmente desconcertado por la respuesta.<br />

—Altaha, me temo que estas confundida. Yo no la te invitado para que asistas<br />

a las clases como estudiante. Te estoy invitando a que vengas a dar clase como<br />

profesor emérito. <strong>El</strong> dinero de que hablamos es tu sueldo.<br />

Altaha se quedó con la boca abierta. <strong>El</strong> director del MIT le acababa de ofrecer<br />

un trabajo como profesora. Estaba claro que había caído bajo la seducción de<br />

Mike o tal vez, este hubiese directamente comprado el favor para que Altaha se<br />

sintiese feliz. Pero tenía que ser realista, no se trataba de dejar mal al MIT ni a<br />

Mike.<br />

— ¡Oh no! Muchas gracias, pero debe de haber una confusión. Yo no soy<br />

doctor, ni siquiera he acabado la carrera de informática. Solo soy diplomada con<br />

— 388 —


tres años de estudio. Además, nunca he dado clases y ni siquiera tengo publicado<br />

ningún artículo.<br />

Aunque no estaba al tanto de todos los requisitos, tenía claro que para ser<br />

profesor del MIT exigirían un curriculum impresionante, con doctorados y<br />

artículos publicados en las mejores revistas del mundo de la ciencia; no en vano<br />

contaba con varios premios noveles entre sus profesores.<br />

<strong>El</strong> director no se sintió afectado por esta información.<br />

—Conocemos perfectamente tu expediente académico. Lo que nos ha<br />

impresionado es la capacidad de diseño y desarrollo que has realizado en el<br />

Albatros.<br />

—No lo entiendo, ¿Has decidido contratarme solo por mi publicidad?<br />

—Eres muy modesta. Has generado un programa de inteligencia artificial y un<br />

sistema experto, y los has integrado de forma operativa. Nuestros mejores<br />

investigadores lo hacen en equipo y le dedican años a estos proyectos, tú lo has<br />

hecho sola y en dos meses. Tu trabajo es sencillamente brillante.<br />

Estaba claro que el director conocía perfectamente el trabajo de Altaha. Pero<br />

eso resultaba imposible, a menos que Carlos se lo hubiese comentado. Estaba<br />

claro que tuvo que ser una labor entre Carlos y Mike. Ahora entendió porque<br />

Carlos y Marcelo no se extrañaron ni preguntaron nada, cuando Mike insistió en<br />

que ella acudiese sola a la reunión.<br />

—Veo, que mis buenos amigos lo han convencido.<br />

—No solo a mí. La decisión de contratarte ha sido de la comisión de<br />

informática, que por unanimidad ha estimado que tu trabajo es digno de los<br />

mejores doctores y te mereces este puesto.<br />

A diferencia de otras universidades donde los profesores querían alejar a<br />

cualquier posible competencia, el espíritu en el MIT se centraba en trabajar con<br />

los mejores, con independencia de los títulos que tuviesen anteriormente;<br />

recibiendo con los brazos abiertos a cualquiera que demostrase su alta capacidad.<br />

Aunque es cierto, que la forma más habitual de demostrarla partía de la<br />

exhibición de títulos de doctorado y la publicación de artículos, no cerraban<br />

ninguna puerta.<br />

Altaha seguía sin estar convencida.<br />

—Realmente te lo agradezco, pero seamos realistas; yo no puedo enseñar<br />

nada a nadie. No estoy preparada y me preocupa poner en entredicho vuestro<br />

prestigio. ¿Qué dirían si me contratas como profesora y, después tengo la clase<br />

vacía sin alumnos? Está claro que nadie va a cambiar como profesor a un doctor<br />

con prestigio por una veinteañera.<br />

<strong>El</strong> director sonreía. Estaba claro que algo le hacía gracia.<br />

— 389 —


— ¿Fracasar? ¿Una clase vacía? Solo el mero rumor que ibas a venir como<br />

profesora, ha hecho que tenga cincuenta peticiones mi correo electrónico para<br />

asistir a tu clase. Lo que, por cierto, dice muy poco de nuestra discreción interna.<br />

Te aseguro que cuando vengas el verdadero problema que vamos a tener va a ser<br />

como seleccionar a los alumnos.<br />

Altaha no sabía muy bien cómo reaccionar, ser profesor de emérito de MIT<br />

suponía un sueño, pero tampoco quería dejar a nadie mal.<br />

—Pero, yo no tengo mucho nivel en inglés y además nunca he dado clases.<br />

—No te preocupes por eso, tendrás un profesor de apoyo que le colaborará y<br />

dos alumnos destacados de master, que son hispanos, serán tus ayudantes<br />

personales para todo.<br />

Todas estas facilidades acabaron por convencer a Altaha, que aceptó<br />

totalmente emocionada.<br />

Después de despedirse y mientras asimilaba esta nueva situación, se llegó a<br />

plantear si resultaría incompatible con el nuevo trabajo, pero entendía que<br />

tampoco la fábrica se podría en funcionamiento de forma inmediata. Estaba a<br />

claro, que mientras la construían ella podría ejercer la docencia sin problemas.<br />

Además, por primera vez en su vida, ya no tenía que luchar por un puesto de<br />

trabajo, ahora todo se lo ofrecían; incluso parecía que cualquier inconveniente se<br />

podía arreglar fácilmente.<br />

En los medios de comunicación, una vez pasado en énfasis del rescate,<br />

comenzaron con otros temas secundarios, y se comenzó a cuestionar si el<br />

Albatros se debería de considerar un barco o un avión. Aunque realmente se<br />

comportaba como ambos, la sociedad era incapaz de asumir que fuese ambas<br />

cosas a la vez, así que surgieron debates con distintos argumentos para<br />

encasillarlo.<br />

Dos circunstancias ayudaron a zanjar esta cuestión; La primera fue la decisión<br />

que tomo la empresa de construir, con esa tecnología, barcos y no aviones; La<br />

segunda, sucedió de forma imprevista, pues en una reunión urgente la<br />

universidad de ingenieros navales acordaron nombrar a Carlos Doctor honoris<br />

causa por su aportación excepcional al desarrollo de la náutica, solucionando<br />

definitivamente el debate.<br />

Lo extraño del nombramiento fue la rapidez con que se produjo, pues el<br />

mérito no lo cuestionaba nadie. Estaba claro que la mano negra de Mike agilizó<br />

las gestiones, tal vez, argumentando ante los ingenieros navales, que los<br />

aeronáuticos querían adelantarse y reconocer al Albatros como un avión.<br />

— 390 —


Así que con la sorpresa de haber sido avisados tan solo dos días antes, esa<br />

mañana se disponían a asistir al acto donde el pleno de profesores homenajeaba<br />

a Carlos.<br />

En condiciones normales, este tipo de actos exige convocar a muchos<br />

profesores y a gran parte del alumnado para que arrope el evento. Si bien, a pesar<br />

de la precipitación, dada la expectación, el estadio de la universidad estaba a<br />

rebosar, además de la presencia de un centenar de medio de comunicación que<br />

seguía el acto.<br />

Mientras que Carlos permanecía en el escenario rodeado por el rector y el<br />

resto de los profesores, Altaha y Marcelo lo contemplaban desde la primera fila.<br />

<strong>El</strong> rector estaba claramente emocionado, tal vez consciente que le arrebató a<br />

otras universidades el protagonismo, así que se deshizo en alabanzas hacia Carlos.<br />

Destacó los aspectos técnicos del diseño, e incluso tuvo tiempo para el humor<br />

cuando comentó que ante algunas críticas del diseño, esos necios estaban<br />

criticando un barco o avión que había batido un mínimo de cinco récords<br />

mundiales, además, de protagonizar el rescate más espectacular de la historia<br />

naval.<br />

Carlos superado por todas estas adulaciones, casi se sonrojó. Su pensamiento<br />

se fue, durante unos segundos, hacia la alabanza más sincera recibida en su vida;<br />

cuando su amigo Marcelo cuando lo llamaba “puto genio”, mezcla perfecta de<br />

reconocimiento y antítesis de toda adulación. Evidentemente el Rector nunca<br />

podría utilizar estos términos, sino constantes adulaciones, que para el resultaba<br />

exagerado. <strong>El</strong> auditorio no debería pensar lo mismo, pues lo interrumpían<br />

constantemente con gritos y aclamaciones.<br />

Después del discurso alabando el trabajo de Carlos, el Rector se dirigió a todos<br />

en el acto solemne para nombrarlo doctor honoris causa y colocarle el típico<br />

birrete de Doctor. Carlos tuvo que pronunciar las correspondientes palabras de<br />

agradecimiento, curiosamente en ese momento muchas cámaras de televisión y<br />

de fotos dejaron de enfocarlo y se centraron en Altaha y Marcelo, que ocultaban<br />

sus rostros entre las manos; inevitablemente tuvieron que aplaudir al finalizar la<br />

alocución de Carlos, entonces no pudieron ocultar su risa de emoción y las<br />

lágrimas que seguían brotando sin control.<br />

Cuando acabo el acto y ya de regreso en el coche, Altaha y Marcelo<br />

recordaban lo sucedido. Conscientes de la aversión que Carlos tenía por los<br />

ingenieros navales, cuando vieron como les devolvía todos los cumplidos y<br />

sentirse uno más en esa gran familia ya no pudieron contener la risa y recurrieron<br />

a taparse la boca; la situación les hacía tanta gracia que hasta se pusieron a llorar;<br />

— 391 —


y gracias a eso pudieron disimular, pues todos pensaron que se trataba de una<br />

respuesta profundamente emotiva ante tal reconocimiento.<br />

A Carlos, no le hacía ninguna gracia que sus amigos se riesen a su costa,<br />

aunque aguantaba estoico, consciente que el mismo se lo había buscado con su<br />

manía hacia los ingenieros navales.<br />

Altaha lo consoló, argumentando que debería de estar orgulloso, pues los<br />

ingenieros habían reconocidos los estudios de Carlos como los mejores y más<br />

revolucionarios, así que después de todo, la ingeniería aeronáutica triunfó sobre<br />

la naval; cuestión aparte es que los ingenieros navales, inteligentemente, lo<br />

hubiesen incorporado a su grupo.<br />

Ante el reconocimiento académico de Carlos y de Altaha, se podía pensar que<br />

Marcelo se había quedado un poco marginado, pero lejos de esta consideración<br />

fue, él que tuvo más seguidores y adeptos. Marcelo por su físico y actitud<br />

representaba el típico estereotipo de héroe, consideración que fue constatada<br />

por todos sus compañeros que no se cansaban de relatar cómo actuó en el<br />

rescate. Unida a esa circunstancia, estaba la propia condición de mecánico y dado<br />

que en EEUU existe una extendida afición al bricolaje y a talleres de remodelación<br />

de vehículos, Marcelo escenificaba el perfil perfecto de mecánico que sabía hacer<br />

de todo y que había construido con sus propias manos el Albatros.<br />

Ciertamente, cientos de ingenieros e informáticos deseaban seguir las<br />

explicaciones de Carlos y al Altaha sobre el desarrollo técnico del Albatros, pero<br />

paralelamente, miles de Estadounidenses querían conocer como lo había<br />

fabricado, y aun es más, millones sencillamente deseaban ver a Marcelo como<br />

héroes. Así que le comenzaron a llover decena de peticiones de programas de<br />

televisión, patrocinadores, o sencillamente de ciudades y asociaciones que<br />

deseaban recibirle y otorgarle alguna mención.<br />

Bajo el consejo de Mike, opto por declinar todas las invitaciones personales.<br />

Como se quedaría en EEUU para en la fábrica, podría disponer de tiempo para<br />

atenderlos. Tan solo por mantener algún compromiso ineludible aceptó acudir a<br />

una cadena de televisión.<br />

En las primeras entrevistas realizadas en las grandes cadenas sus apariciones<br />

eran de puro compromiso con una entre ente cinco y diez minutos, lo justo para<br />

atraer a la audiencia con la noticia pero sin llegar a cansarla. Ahora pasaron a las<br />

entrevistas más largas. Marcelo además, fue invitado a acudir solo, sin sus<br />

compañeros.<br />

— 392 —


Las entrevistas en la televisión son como las películas, uno las ve, se la cree y<br />

vive la historia, pero detrás existe un guión planificado al detalle con todos los<br />

pasos perfectamente medidos en función de la audiencia a que esté destinada.<br />

Así, después que los guionistas la programen en función del perfil de invitado y<br />

del público, se mantiene con el entrevistado una reunión previa para preparar el<br />

guión y que conozcan las preguntas que le van a hacer, incluso el momento para<br />

dar un toque de seriedad, humor o aparentar sorpresa. La improvisación y las<br />

sorpresas son un riesgo que ningún productor quiere tener.<br />

En esta reunión preliminar, la entrevistadora, una de las profesionales más<br />

cotizadas del sector, se dio cuenta que Marcelo resultaba muy mal actor, así que<br />

para lograr un poco de naturalidad en las respuestas, decidió no informarle de<br />

todas las preguntas que le pensaba hacer. Naturalmente, esto implicaba asumir el<br />

riesgo de desconocer las respuestas y reacciones del entrevistado, pero se trataba<br />

del precio que tendría que pagar por obtener algo de espontaneidad.<br />

Así, con cierto nerviosismo Marcelo llego al plató que estaba lleno de los<br />

invitados, claramente volcado en su persona.<br />

Después de una serie de preguntas preceptivas, la entrevistadora entró en<br />

cuestiones personales en las que el público siempre estaba interesado.<br />

—Bueno Marcelo, ¿Dinos como fueron las relaciones con Carlos cuando dejó<br />

de ser tu jefe y se convirtió en un compañero?<br />

Le sorprendió la pregunta, pues según su criterio nunca había cambiado la<br />

relación.<br />

—Es cierto que nos convertimos en muy buenos amigos, pero Carlos siempre<br />

ha seguido siendo mi jefe.<br />

<strong>El</strong>la no esperaba esa respuesta, así que se lo quiso aclarar, pues tal vez no<br />

había entendido la pregunta.<br />

—Lo fue en su día, pero en el viaje ya no estabas contratado y la empresa<br />

estaba cerrada, así que evidentemente ya no podía ser tu jefe.<br />

—Un capitán, siempre es un capitán, tenga o no tenga barco. Y un jefe es un<br />

jefe tenga o no una empresa.<br />

Marcelo respondía con su habitual contundencia. La entrevistadora, aunque<br />

evidentemente no le hacía ninguna gracia esa falta de complacencia, aparentó no<br />

sentirse afectada y continuó en su línea sin inmutarse.<br />

—Si, claro, pero tú ya no tenías que obedecerle, y sin duda, como marinero<br />

disfrutabas de mucha más experiencia.<br />

Marcelo se estaba desesperando un poco, consciente que debía controlarse,<br />

se armó de paciencia e intentó explicárselo.<br />

— 393 —


—Carlos no era mi jefe porque él quisiera serlo, sino porque Altaha y yo<br />

queríamos que lo fuese. Un jefe es la persona que sabe lo que hay que hacer y en<br />

la que se puede confiar si uno tiene problemas. Carlos representaba todo eso y<br />

mucho más, por lo que siempre lo seguimos considerado como jefe, además de<br />

cómo amigo.<br />

La respuesta la dejó inicialmente descolocada, pero su gran profesionalidad<br />

hizo que no se notase y encontrase la salida perfecta.<br />

—Increíble, aquí tenemos al trabajador perfecto. ¿Es posible que existan<br />

maridos como este? –pregunta retórica, que arrancó un aplauso del público,<br />

mayoritariamente femenino.<br />

La entrevistadora buscó entonces el elemento más destacado de Marcelo<br />

como héroe en el salvamento, argumento que nuca fallaba.<br />

—Según tus compañeros fuiste tú el que mostraste más valor.<br />

—No, –negó con rotundidad-. Todos hicimos lo que teníamos que hacer.<br />

Estaba preparada para una respuesta similar, y le mostró un video de Altaha<br />

donde afirmaba, “Sin duda es el hombre más valiente que conozco y conoceré en<br />

toda mi vida”. Y cuando le preguntaron que si creía que habría soltado a Mike en<br />

caso de no poderlo subir al barco respondió, “Cualquier que lo conozca, sabe que<br />

antes de dejarlo lo hubiese traído nadando hasta New York”.<br />

Marcelo, miró el video sin darle importancia, dado lo exagerada que se<br />

mostraba siempre Altaha. Pero el público, ajeno a esta situación, estaba<br />

emocionado y aplaudía a rabiar.<br />

—Bueno, está claro que sus compañeros piensan que fuiste el más valiente.<br />

Marcelo se encogió de hombros.<br />

—Pues piensan mal. En realidad fueron ellos los que mostraron más valor. Yo<br />

solo hice lo que tenía que hacer.<br />

— No seas Modesto Marcelo. Hay total unanimidad, desde sus compañeros a<br />

la familia que salvó, dicen que fuiste tú el que demostró más valor.<br />

—No es verdad. <strong>El</strong>los no sabían nada de la mar. Y a pesar de poder morir no<br />

dudaron en arriesgarse.<br />

— ¿Pero tú igual?<br />

<strong>El</strong> inglés de Marcelo no daba para explicarles con detalle como un marinero<br />

nunca abandonaría a un náufrago. Solo se le ocurrió una simplificación.<br />

—Yo solo soy un marinero de Rianxo. Y solo hice lo que tenía que hacer.<br />

La entrevistadora, se quedó un tanto sorprendida por la respuesta. Pero no se<br />

cotizaba como una de las mejores en su profesión por casualidad; se había<br />

informado muy bien sobre la vida de Marcelo, conociendo la existencia de Rianxo<br />

— 394 —


y también que toda esa costa en Galicia, plagada de naufragios, se la conocía<br />

como la costa de la muerte.<br />

Se dirigió al público, con una cara seria para remarcar el comentario.<br />

—Es increíble, cuando dice que solo es un marinero de Rianxo, se refiere a que<br />

su vida habitual discurre en la llamada costa de la muerte, uno de los lugares para<br />

navegar más peligrosos del mundo. Pero para nuestro héroe eso es normal. Es lo<br />

malo de ser todos los días un héroe, te acabas acostumbrando.<br />

<strong>El</strong> público respondió, como estaba previsto, con una sonora ovación.<br />

Marcelo siguió aguantando ese tipo de preguntas capciosas confeccionadas<br />

para la plena satisfacción del público, sintiéndose aliviado cuando finalmente<br />

acabó.<br />

Al día siguiente Marcelo volvió a ser noticia en los periódicos, pues sus<br />

comentarios en la entrevista no habrían pasado de una anécdota más, si no fuese<br />

porque a los medios les hizo gracia eso de “solo soy un marinero de Rianxo” y lo<br />

comenzaron a asociar a algo así como “déjenlo, solo soy un superhéroe”. Y como<br />

consecuencia de ello buscaron incidir en esta nueva veta de popularidad.<br />

A Marcelo no le gustaba este tipo de cosas, entre otras razones porque<br />

realmente no se sentía especial respecto a cualquier otro marinero. Si bien,<br />

cualquier intento por aclarar esta cuestión acababa inexorablemente reforzando<br />

su imagen de héroe discreto y modesto, y aumentando más su aureola, así que<br />

cesó enseguida en este fútil empeño.<br />

Después de dos semanas muy intensas, donde Mike dirigió todos los aspectos<br />

de sus vidas, pareció sentirse finalmente satisfecho al haber cumplido con todos<br />

los compromisos oficiales y conseguir cerrar los tratos económicos en beneficio<br />

de sus amigos. Así que les comunico que les dejaba con la libertad para disfrutar<br />

de New York, recomendándole que acudiesen a algunas de las fiestas a los que<br />

estaban invitados. La libertad en todo caso fue relativa, pues personalmente filtró<br />

y escogió las fiestas a las que deberían asistir, en función de su imagen y de los<br />

intereses que representase.<br />

Carlos, siempre más moderado, declino asistir a esas fiestas nocturnas,<br />

manteniendo su ritual de acostarse temprano con su manzanilla. Marcelo y Altaha<br />

agradecieron esta posibilidad de divertirse, si bien plenamente conscientes que<br />

tendrían que ser moderados. Claramente, eran el centro de atención y en todo<br />

momento no dejaba de estar rodeados de personas que no conocían de nada,<br />

entre los que se encontraban siempre un par de reporteros de incognito,<br />

esperando para captar el menor desliz y convertirlo en portada sensacionalista.<br />

— 395 —


Esa noche, la fiesta fue en una discoteca que un grupo de empresarios de la<br />

moda alquilado. Estaba llena de gente guapa y forrada, como describió<br />

acertadamente Marcelo. A pesar de no conocer a casi nadie, Marcelo se lo pasó<br />

muy bien, dado que todos parecían conocerlos y ser sus amigos, y no dejó de<br />

bailar con chicas con pinta de modelos que se acercaban como moscas. Altaha,<br />

insólitamente, se mostró todo el tiempo un poco tensa y no pareció disfrutar<br />

tanto de la fiesta.<br />

Cuando regresaban al hotel en la limusina a las tres de la mañana, Altaha<br />

parecía molesta con Marcelo, manteniendo todo el recorrido un inusual silencio.<br />

Ya en el hotel cuando subieron a las habitaciones, se paró delante de la habitación<br />

de Marcelo que estaba antes de la suya.<br />

—Tenemos que hablar — le dijo secamente.<br />

Marcelo no tenía ni idea de que quería hablar. Estaba cansado y solo deseaba<br />

acostarse. Además, como no había pasado nada malo, tampoco tendría mucha<br />

importancia y lo podrían comentar al día siguiente.<br />

—Mejor mañana. Ahora estoy cansado.<br />

—No, ahora. Tenemos que hablar ahora.<br />

Altaha se mostraba pertinaz. Marcelo sabía que era muy capaz de estar una<br />

hora pidiéndole explicaciones de por qué no quería hablar en ese momento. Así<br />

que acabaría antes escuchándola.<br />

—Bueno. Vale, entra.<br />

Ya dentro en la habitación y apenas cerró la puerta, Altaha no le dejó ni que se<br />

sentase.<br />

—Estoy harta de todas esas frescas que quieren aprovecharse y se están<br />

pegando como lapas a ti toda la fiesta. Te has pasado la noche con ellas y a mí ni<br />

un baile ni un abrazo. Teníamos un pacto; yo estaría contigo como cualquier<br />

mujer, pero no inferior al resto. Me has tratado como un trapo.<br />

Marcelo, aun afectado por las copas, no entendía nada; aunque no tenía<br />

ninguna duda sobre que Altaha también había sido el centro de atención de la<br />

fiesta.<br />

— ¿Pero qué dices? Si todos los hombres estaban como locos por estar<br />

contigo.<br />

Altaha, se acercó más y le tocó con el dedo en el pecho.<br />

—Pero da la casualidad, que a mí me gustas tú, y no el resto. Y si me tengo<br />

que aguantar me aguanto, pero que desprecies de esa manera no estoy dispuesta<br />

a soportarlo. Si vamos juntos a la fiesta, estamos juntos. Si no vete con tus zorritas<br />

medio desnudas a donde quieras, pero no pienso estar delante cuando se te<br />

restrieguen como perras en celo.<br />

— 396 —


Marcelo entre el estado etílico y el cansancio no se vio limitado por sus<br />

habituales condicionamientos.<br />

—Vale Altaha. Esto tiene una fácil solución. Solo necesito que me respondas a<br />

una pregunta.<br />

—Te contesto a lo que quieras, pero no pienso cambiar mi forma de pensar,<br />

digas lo que digas.<br />

Marcelo respiro una vez antes de hacerle la pregunta.<br />

— ¿Te quieres casar conmigo?<br />

La pregunta de Marcelo le sorprendió y la dejó sin habla durante unos<br />

segundos antes de reaccionar.<br />

—No necesito que te rías de mí. Solo te pido un poco de respeto.<br />

—Te lo digo completamente en serio. Por eso quiero casarme.<br />

— ¿En serio? –le preguntó incrédula.<br />

—Totalmente.<br />

Es cierto que Marcelo bromeaba poco, y nunca cuando afirmaba que decía la<br />

verdad. Así que por mucho que le sorprendiese la propuesta, estaba claro que<br />

hablaba en serio.<br />

—Pero, pero, –casi no lograba encontrar las palabras—, si ya habíamos<br />

quedado en que yo no te gustaba, e incluso me obligaste a que te dejase<br />

tranquilo.<br />

—Tú me gustas mucho, y estoy convencido que no habrá ninguna otra mujer<br />

que me guste más, no tengo ninguna duda al respecto.<br />

— ¡Eres un idiota! ¿Por qué nunca me lo dijiste?<br />

Altaha tenía razón, Marcelo había dejado escapar muchas oportunidades,<br />

ahora, tal vez fuese tarde para retomar una relación.<br />

—Ya lo comentamos. Estábamos solos en la mar, al ser tu única opción podrías<br />

equivocarte.<br />

— ¿Y ahora qué ha cambiado?<br />

—Ahora, estas aquí, en tierra, rodeada de por cientos de hombres a los que<br />

puedes elegir, y además tienes dinero para actuar con completa libertad, con la<br />

fama y todo eso. Si en estas condiciones te sigo gustando, creo que lo nuestro<br />

podría funcionar.<br />

— ¿Qué crees que podría funcionar? ¡Eres un idiota! ¡Esta es la declaración<br />

menos romántica que he escuchado en mi vida! ¡Pues claro que va a funcionar!<br />

Marcelo, considero que tal vez había sido demasiado impulsivo, no deseaba<br />

hacerle daño a Altaha con una decisión precipitada.<br />

—Quiero que lo pienses bien, el matrimonio es una decisión seria, hay que<br />

convivir todo el día y aguantar mucho.<br />

— 397 —


Altaha negó con la cabeza.<br />

— ¡Es que no te enteras de nada! ¿Más duro que trabajar dos meses sin<br />

cobrar y aguantando tu carácter?, ¿Más convivencia que vivir durante meses en<br />

unos metros cuadrados con un solo baño sin agua caliente?, ¿O aguantar más que<br />

sin dormir los tres en camastros? ¿Y no hablemos de jugarnos la vida en un<br />

temporal? Tú y yo ya hemos pasado un máster en convivencia.<br />

—Vale, pero prefiero que estés segura. Descansa, piénsalo y me lo dices<br />

mañana.<br />

— ¡De pensarlo nada! Aquí el único problema, es que tú piensas demasiado.<br />

Esta decidido, nos vamos a casar, y nos casamos aquí en Nueva York y cuanto<br />

antes.<br />

Esa idea rompía todos los planes de Marcelo.<br />

—Espera, espera. Te prometo que no voy a cambiar de opinión. Pero tu familia<br />

y la mía se merecen que estén en nuestra boda y mejor sería hacerla en nuestra<br />

tierra.<br />

Altaha, pensó un momento en los vínculos de Marcelo con su familia y en la<br />

suya propia.<br />

—Bueno, en eso tienes toda la razón, esperaremos a volver.<br />

Se abrazaron y se dieron un beso. Marcelo lo esperaba apasionado, pero<br />

Altaha solo le tocó con los labios de forma fugaz y se separó enseguida.<br />

—Tienes que quedarte aquí durante unos minutos, espera que ya vuelvo.<br />

— ¿Pero a dónde vas?<br />

—Primero voy a despertar a Carlos y decírselo. Después llamo a mis padres<br />

que en España ya son la diez de la mañana, y por ultimo llamo a toda la prensa;<br />

para que mañana a primera hora ya lo sepa todo nueva York y no se te vuelva a<br />

acercar ninguna pelandrusca. Seré oficialmente tu prometida, así que todos tus<br />

compromisos sociales con mujeres casadas y de cincuenta para arriba.<br />

Iba a salir por la puerta, cuando se dio la vuelta.<br />

—Ah, y no te duermas. Ahora ya no tienes disculpa para no cumplir como un<br />

hombre. Y te aviso que me pienso resarcir de todos estos días que me has dejado<br />

a pan y agua.<br />

Y sin decir nada más, salió de la habituación y cerró la puerta. Marcelo se<br />

quedó literalmente con la palabra en la boca, pero ya le advirtió su abuelo que lo<br />

último que dice un hombre en el matrimonio es el sí quiero en la boda; en el caso<br />

de Altaha, estaba claro que no pensaba ni esperar a ese momento para imponer<br />

su autoridad.<br />

Se quedó ahí, de pie, quieto, sintiéndose plenamente feliz. Desde hacía una<br />

semana le había estado dando vueltas al tema, sopesando el proponérselo en<br />

— 398 —


esos días, pero no se atrevió, pues con tantas emociones ella podía estar<br />

confundida y tampoco quería que tomase una decisión errónea. Por suerte, la<br />

transparencia de Altaha en sus sentimientos, le facilitó una vez más las cosas.<br />

Pensó incluso si esta nueva situación cambiaría sus vidas, si bien no vio ningún<br />

impedimento. Sabía que Altaha se quedaría el MIT, al menos durante un año, y a<br />

él le daba igual donde estar, ahora que ni siquiera tenía que preocuparse de<br />

trabajar; sencillamente estaría con ella donde viviese.<br />

La noticia del compromiso, les devolvió a los titulares de primera página y<br />

como comentaba Mike habían desplazado el perfil, ahora las mujeres<br />

emocionadas por este tipo de eventos, seguían las noticias deseando conocer<br />

todos los detalles.<br />

Si creían que la prensa había estado encima de ellos, no sabía lo que les<br />

esperaba cuando esa mañana salieron a la calle, encontrándose con veinte<br />

paparazis dispuestos a seguirlos por todo New York para captar el primer beso o<br />

abrazo.<br />

Mike les sugirió que en una rueda de prensa se diesen un abrazo y beso<br />

delante de todos así les quitaría mucho interés a los cazadores de fotos. Así lo<br />

hicieron y lograron en parte su propósito de reducir el acoso, aunque no podían<br />

salir a dar una vuelta sin tener un par de ellos como moscones.<br />

Carlos estaba sentado en la cafetería mientras meditaba sobre su situación.<br />

Llevaba dos días prácticamente solo, y aunque se sentía un poco sorprendido,<br />

después de todo se ajustaba a la lógica de los acontecimientos. Evidentemente<br />

Mike tendría muchas cosas de que ocuparse, así que no podía esperar que les<br />

siguiese atendiendo constantemente. Por otra parte, Marcelo y Altaha, ahora<br />

comprometidos, deseaban estar juntos. Este pasó brusco, de estar<br />

constantemente acompañado a casi la soledad, le hizo pensar en cómo volver a<br />

reconducir su vida. Evidentemente, ahora con el dinero y la fama, resultaría<br />

mucho más fácil, pero también añoranza de perder la convivencia con sus amigos.<br />

Intento alejar esos pensamientos melancólicos de su mente, después de todo,<br />

habían quedado en verse dentro de dos horas para comer y acudir por la tarde a<br />

un evento muy especial.<br />

Tal y como estaba previsto Mike los recogió en el hotel, y mientras se<br />

desplazaban en limusina les puso al tanto de su siguiente encuentro.<br />

Hay cientos, tal vez un par de miles de clubs de yates en el mundo, pero entre<br />

todos ellos hay uno que destaca; <strong>El</strong> club de yates de Nueva York, más conocido<br />

— 399 —


por sus siglas NYYC. Mientras se dirigían a la sede, Mike les fue poniendo en<br />

antecedentes de la historia del club.<br />

Aunque existe un par de motivos por lo que el NYYC podría destacar, como su<br />

antigüedad o abolengo, la circunstancia por el que disfruta de más fama, es que<br />

es el Club que guardaba el trofeo de la copa América, la regata de veleros más<br />

importante del mundo.<br />

Fue fundado el treinta de julio de 1844 por un grupo de neoyorquinos<br />

aficionados al deporte. Una de las aficiones <strong>primo</strong>rdiales de los socios durante<br />

aquellos años iniciales, consistía en competir por los trofeos mejor dotados<br />

económicamente y aportar por las victorias. Por esa razón, en 1851, el presidente<br />

del club, John Cox Stevens, se presentó con su yate, una goleta pintada de negro<br />

con el nombre de América, en la regata conmemorativa de la primera Exposición<br />

Internacional que se celebró en Inglaterra, que tenía como trofeo un aguamanil<br />

de plata valorado en cien guineas de oro.<br />

Lo organizaba el emblemático club Inglés Royal Yacht Squadron, fundado en<br />

1815; su clasismo alcanzaba tales niveles, que tuvieron que hacer constar una<br />

excepción en su protocolo social para casos de emergencias en el mar que refleja<br />

perfectamente esta mentalidad. “Aunque muchos miembros de este club no se<br />

conocen personalmente, se espera que no se considere necesario ninguna<br />

presentación previa en caso de que se requiera ayuda de los barcos o de cualquier<br />

otro tipo ante una emergencia en el mar”.<br />

<strong>El</strong> enfrentamiento entre los Americanos y los ingleses se lo tomaron tan a<br />

pecho, que fue representada por una anécdota muy famosa. En el transcurso de<br />

la regata, La Reina preguntó en un momento de la regata; "¿Quién va primero?", a<br />

lo que le contestaron; "La América, Majestad", "¿Y segundo?", inquirió la reina,<br />

"Majestad, ¡no hay segundo!", fue la lacónica respuesta, destacando que lo único<br />

importante consistía en quien quedase vencedor.<br />

<strong>El</strong> armador de la goleta América, después de alzarse con la victoria, dono el<br />

trofeo al Club de Yates de Nueva York, para que el club fomentase la competición<br />

entre naciones organizando una regata que tuviese a dicho trofeo como premio.<br />

Desde entonces el trofeo pasó a denominarse Copa América.<br />

Los barcos del club de yates de Nueva York, defendieron con éxito el trofeo<br />

desde 1870, hasta el 1983, cuando perdieron la defensa, ante el Australia II, del<br />

Real Club de Yates de Perth después de ciento treinta y dos años de hegemonía<br />

americana.<br />

En 1865 el club adoptó el lema “Nos agimur tumidis velis”, que significa algo<br />

así, como vamos con la velas hinchadas.<br />

— 400 —


En 1898, el entonces presidente del club, J. Pierpont Morgan, dono a la<br />

institución tres fincas en West 44th Street, en pleno Manhattan, para construir<br />

una nueva sede social. <strong>El</strong> edificio se inauguró en 1901<br />

En 1987 el club adquirió Harbour Court, sus actuales instalaciones deportivas,<br />

en Newport, Rhode Island.<br />

Mientras les acababa de contar la historia llegaron hasta la sede situada en<br />

West 44th Street, muy característica, pues la propia fachada es de piedra con las<br />

ventanas simulando la popa de un galeón.<br />

Antes de reunirse Mike les hizo los honores enseñándoles el club, desde la<br />

entrada con sus cristaleras, hasta la cafetería perfectamente ambientada como si<br />

se encontrase en medio de un barco, con sus cuadernas y varengas. Y cuando<br />

finalmente entraron en la sala de maquetas se quedaron impresionados. Desde la<br />

entrada, se veía al fondo una grandiosa chimenea ornamentada en piedra y el<br />

resto de salón con dos pisos de altura, el superior con una balconada de madera<br />

labrada, pero lo más peculiar eran las paredes llenas de maquetas de los barcos<br />

que habían participado en las regatas y que daba el nombre a la sala. En medio de<br />

salón se ubicaban unos tresillos de cuero azul. Y si uno miraba hacia arriba una<br />

colorida vidriera, que cubría el techo central, culminaba la decoración. Sin duda,<br />

existirían salones más lujosos, pero el estilo y el equilibro que este desprendía<br />

seducía a cualquier amante del mar como la quintaesencia del buen gusto y de la<br />

tradición náutica.<br />

En el salón les esperaban diez personas, la mitad de ellos de avanzada edad, a<br />

los cuales muy respetuosamente Mike se acercó y se los presentó. Se trataba del<br />

presidente y de los miembros del consejo rector.<br />

Carlos y sus compañeros no sabían muy bien para que habían ido, Mike con su<br />

habitual discreción solo les comentó que deseaban realizarle un pequeño<br />

homenaje; lo que Por otra parte no les extrañaba, pues después de todo habían<br />

salvado a unos miembros del club.<br />

<strong>El</strong> presidente se acercó a Altaha, y como si fuese su abuelo le cogió de la<br />

mano, indicando al resto que los siguiese. Los llevo hasta un extremo de la sala, y<br />

delante de una pequeña cortina en la pared tiro del cordón el cual se desplazó<br />

suavemente y mostró un cuadro, en cuyo interior protegido por un cristal se<br />

encontraba la grímpola del club que ellos habían devuelto a Mike.<br />

—Esta es la bandera del “Endeavour”, cuya leyenda del rescate quedará para<br />

la memoria en este club.<br />

Debajo una placa de latón describía sinópticamente como habían sido<br />

salvados los supervivientes, con la mención expresa de sus nombres.<br />

<strong>El</strong> presidente entonces se dirigió de nuevo a ellos.<br />

— 401 —


—Agradezco en nombre de todos los socios que hayáis devuelto de la un<br />

muerte a toda la familia. Vuestra hazaña como marinos y como héroes pasará a la<br />

historia. Creemos que nuestra mejor manera de mostrar nuestro afecto es que a<br />

partir de ahora pertenezcáis a nuestra gran familia como miembros honorarios<br />

del club. ¡Bienvenidos!<br />

Se acertó un ayudante con una bandeja portando unas insignias y una bandera<br />

enrollada.<br />

Los tres se quedaron perplejos, les habían informado que además, de tener<br />

que disponer de mucho dinero, los requisitos de entrada en el club eran altísimos<br />

y la lista de espera larga. Pero estos requisitos no eran suficientes, pues se<br />

debería contar además, con todo los beneplácitos de una vieja guardia que<br />

examinaba cada petición; sin que existiese ninguna garantía de ingresar, si el<br />

comité no consideraba que eran dignos como socios.<br />

<strong>El</strong> presidente le hizo entrega a cada uno de las insignias y de la grímpola del<br />

club.<br />

—Mike nos ha contado que no pertenecíais a ningún club, así ahora ya tenéis<br />

una bandera que defenderla, aunque —y sonrió con complicidad casi infantil— lo<br />

que sí me resultara imposible es dejar competir a Albatros en ninguna regata,<br />

incluida en la copa América. Existe una norma no escrita en la cual los barcos que<br />

participen deben tener alguna oportunidad de ganar y mucho me temo que esa<br />

posibilidad frente al Albatros nunca existiría. ¿Espero que lo comprendáis?<br />

No se molestaron en contestar, el efusivo apretón de manos que le dieron al<br />

presidente fue suficiente respuesta. Carlos estaba contento, pero Marcelo<br />

habitualmente tan serio, se mostraba radiante. <strong>El</strong> valoraba el mar como ningún<br />

otro y por tanto lo importante que significaba todo este reconocimiento.<br />

Unos camarero se acercaron con unas copas de oporto, después de que todos<br />

cogiesen una, el presidente la alzó y pronuncio el brindis.<br />

—Citando a E. W. Stevens. No son héroes los desesperados, sino los que en<br />

plena serenidad y juicio prosiguen un camino trazado y avanzan, sin que se<br />

precipite su pulso ni se enardezca su sangre. ¡Por vosotros, nuestros nuevos<br />

compañeros y héroes!<br />

Después del brindis, estuvieron hablando una media hora, si bien, no se<br />

entretuvieron mucho, ya que la segunda parte de la ceremonia consistía en una<br />

cena en las instalaciones del club situadas Newport en Rhode Island, y dado que<br />

estaban situadas a unos trescientos kilómetros por carretera, necesitaban tiempo<br />

para llegar. A los tres, les parecía un poco lejos y pesado desplazarse tantos<br />

kilómetros, pero estaba claro que no estaban en condiciones de discutir el<br />

ofrecimiento del Club.<br />

— 402 —


Mike, de nuevo los sorprendió, cuando los llevo a un edificio cercano y en la<br />

azotea cogieron un helicóptero, para llegar en menos de una hora.<br />

Aterrizaron justamente en el césped delante de club, una mansión grande de<br />

piedra con dos alturas y un tejado muy inclinado lleno de chimeneas, estaba<br />

rodeada por un campo de césped precioso que acababa en el muelle. En el jardín<br />

solo estaba la familia de Mike y les extrañó que ningún miembro del club los<br />

esperase para recibirlos.<br />

Mike les indicó que existía una costumbre, elevada a categoría de tradición,<br />

que todos los invitados debían respetar. Consistía en que los invitados que<br />

entraban por primera vez en estas instalaciones, el capitán o, el más veterano<br />

deberían de presentarse ante el director en su despacho. Algo así como el<br />

permiso para subir a bordo.<br />

Estaba claro que, con o sin sentido, Carlos como más veterano respetaría esa<br />

tradición, así que se dejó conducir hasta el despacho. Mike se acercó hasta la<br />

puerta con él, y le dijo que debía entrar solo. Cuando entró Mike se apresuró a<br />

cerrar la puerta detrás de él. Carlos se quedó solo en un despacho amplio, de<br />

frente solo vio un escritorio vacío, pero al girar a la derecha buscando a alguien,<br />

ahí, junto a la ventana, estaba Ana, su mujer.<br />

—Hola Carlos –le dijo con una serena sonrisa, con la misma tranquilidad que lo<br />

solía recibir cada día cuando regresaba del trabajo.<br />

Carlos, se sintió durante unos segundos paralizado, sin moverse y sin saber<br />

que decir. Superada la sorpresa, logró reaccionar lentamente y sin decir nada, se<br />

acercó y la abrazó.<br />

Solo después de que pasasen varios segundos, logró hablar.<br />

— ¿Pero qué haces aquí?<br />

—Ya te dije que no sería tan sencillo deshacerte de mí. Además, tienes unos<br />

amigos muy persuasivos Mike, Sophia, Altaha y Marcelo, llevan insistiendo desde<br />

hace diez días que tenía que venir. Desde que llegué, hace dos días he estado en<br />

casa de Mike y constantemente arropada por tus amigos.<br />

En ese momento, se dio cuenta del motivo de la desaparición repentina de sus<br />

amigos en los dos últimos días. También que toda esa historia del presentarse al<br />

director no había sido más que una treta para que entrase solo en la sala. Sus<br />

buenos amigos quisieron darle su momento de intimidad al reencuentro.<br />

— Si, sin duda son unos amigos excepcionales.<br />

—Cómo puedes ver, me convencieron a esta reconciliación, aunque después<br />

de todo seguimos siendo un matrimonio.<br />

— 403 —


Estaba confundido, ¿por qué su ex mujer hablaba de reconciliación y mantenía<br />

que seguían siendo un matrimonio?<br />

— ¿Matrimonio?, ¿Pero entonces no solicitaste el divorcio? Dejé instrucciones<br />

y un poder a nuestro abogado.<br />

Ana sonrío con complicidad.<br />

—Te recuerdo que tu abogado es también el mío, y somos amigos hace más<br />

de veinte años. Con mucho sentido común, acordó que te daría la razón para que<br />

te quedases tranquilo, pero no hizo nada, esperando que se te acabaría pasando.<br />

Hay malos momentos en la vida, y hay que darles tiempo.<br />

— ¡Y tan malos! Yo, solo era un estorbo; deprimido, arruinado y en el paro.<br />

Compréndelo, pensé que sería lo mejor que podía hacer por ti. Perdóname.<br />

Carlos apenas podía contener las lágrimas, en su día, insistió en el divorcio<br />

solo para no hacerle daño, pero nunca la había dejado de querer. Ana,<br />

rápidamente lo consoló quitándole importancia.<br />

—Te comprendo perfectamente, no hay nada que perdonar; solo espero que<br />

ahora que eres un héroe, famoso y millonario, ya no pongas ninguna disculpa<br />

para que sigamos juntos.<br />

—Te prometo. No, te juro. Que no habrá nada que nos separe a partir de<br />

ahora. Mañana mismo cancelare todos los compromisos con la nueva empresa.<br />

Que busquen a otro ingeniero y director.<br />

—Ni se te ocurra pensar en eso. No permitiré bajo ningún concepto que lo<br />

hagas. Yo quiero al Carlos que siempre he conocido, emocionado con sus planes,<br />

dibujando los modelos en las servilletas de papel y absorto en sus cálculos,<br />

mientras te tenía que repetir cada pregunta tres veces antes de que te enterases.<br />

Siguieron hablando y después de unos minutos, superada la emoción del<br />

momento, decidieron que sería lo mejor volver cuanto antes con sus amigos.<br />

Salieron del despacho y afuera estaban todos esperándolos con una sonrisa de<br />

oreja a oreja, hasta Marcelo se volvió cómplice y disfrutaba satisfecho al ver que<br />

su amigo había reconducido su matrimonio. Altaha, siempre romántica, no podía<br />

contener las lágrimas de emoción. Mike y su familia, los recibieron con un aplauso<br />

que acompañaron todos.<br />

Ahora sí que se veía a Carlos totalmente feliz, y por primera vez en muchos<br />

meses, su mente no pensaba ni en la empresa ni en ningún proyecto, solo estaba<br />

interesado por la vida de Ana, por su hijo y por otras cosas mundanas.<br />

— 404 —


EPILOGO<br />

Antes de regresar a España, se quedaron unos días más en New York, para<br />

cumplir unos compromisos. Tampoco podían retrasar mucha más su regreso,<br />

pues en todo ese tiempo, mientras crecía su fama, la expectación se fue<br />

incrementando día a día, por lo que les reclamaba que volviesen cuanto antes.<br />

<strong>El</strong> Albatros se quedó en las instalaciones del CYNY, pensaron en que<br />

finalmente se lo acabarían donando al club, pero aun lo necesitaban para que los<br />

ingenieros de la nueva fábrica obtuviesen todos los datos útiles.<br />

Antes de regresar, se plantearon con precaución, si la orden de precintar el<br />

Albatros se había extendido a sus personas, pues lo último que deseaban sería ser<br />

detenidos apenas aterrizasen. Consultaron la situación por medio del <strong>primo</strong> de<br />

Marcelo, cabo de la Guardia Civil. Este les contó, que curiosamente la orden de<br />

precintar el Albatros, si algún día existió, desapareció como si nadie supiese nada.<br />

<strong>El</strong> único rastro que quedó, fue un informe sobre la noche que huyeron, como una<br />

operación en búsqueda de una embarcación no identificada, que finalmente la<br />

catalogaron como falsa alarma. Estaba claro que cuando se les reconoció como<br />

héroes en Estados Unidos, en España, políticamente optaron por no quedar en<br />

ridículo y se olvidaron de todo este asunto, borrando todo rastro.<br />

Cuando ya creían que no existían problemas para su regreso, surgió uno<br />

bastante absurdo. Todas las autoridades políticas querían recibirlos. <strong>El</strong> problema<br />

fue, que el protocolo exigía que primero fuese recibido por unos y después por<br />

otros, para no ofender a las diferentes jerarquías. Llego hasta tal punto el nivel de<br />

intereses creados, que tuvieron que retrasar el viaje dos días, hasta que todos se<br />

pusieron de acuerdo para coordinar las fechas y los horarios.<br />

Finalmente volaron a Madrid, donde fue recibió por el presidente del gobierno<br />

y la ministra de deportes, después se desplazaron al palacio de la Zarzuela a una<br />

recepción privada con los Reyes.<br />

Al día siguiente Cogieron un vuelo hasta Tenerife. Una anécdota curiosa fue<br />

que los padres de Altaha, a pesar de la versión oficial de toda la aventura, estaban<br />

convencidos que se trataba desde el principio del proyecto especial de la<br />

empresa, y que el resto solo fue una operación de Márquetin; si bien también<br />

asumieron que deberían mantener una cierta discreción y no contárselo a nadie.<br />

De Tenerife volaron directamente a Galicia aterrizando en Santiago de<br />

Compostela, ahí los recibió el Presidente de la Xunta con una cena homenaje y se<br />

quedaron a dormir en el hostal de los reyes católicos, construido curiosamente<br />

por los mismos Reyes que patrocinaron a Colon en su descubrimiento de América.<br />

— 405 —


Al día siguiente irían a Rianxo y con eso acabarían con todos los actos. Por suerte<br />

para ellos, que estaban bastante cansados de tanto trajín, acabar en la Villa de<br />

Marcelo les resultaba lo más cómodo y entrañable.<br />

<strong>El</strong> ayuntamiento de Rianxo con el Alcalde a la cabeza, se tomó la recepción<br />

como una cuestión de honor. Consciente de que el pueblo gallego es reacio a<br />

concentrarse, temía que siendo el último acto oficial, quedase una recepción muy<br />

fría, si no lograba un número de personas suficientemente significativas. Para<br />

intentar paliar esta carencia, hizo extensiva la invitación a todas las villas de la Ría<br />

de Arosa así como a las de los alrededores. Y difundieron la recepción por todos<br />

los medios.<br />

Pero no se trataba solo de un interés local. Marcelo, gracias a la frase que<br />

puso de moda “solo soy un marinero de Rianxo”, que ya circulaba por medio<br />

mundo, la Villa había cobrado un reconocimiento y protagonismo internacional.<br />

Como consecuencia de esta improvisada publicidad, decenas de periodistas y<br />

cientos de turistas habían llegado ya hasta la villa para conocerla.<br />

Con toda esa expectación y el impacto mediático de toda la aventura, además,<br />

de la coincidencia que fuese precisamente un día festivo, miles de curiosos de<br />

hasta cien kilómetros a la redonda se dirigieron a Rianxo. La recepción estaba<br />

prevista a las doce de la mañana, pero desde las nueve fue llegando gente a la<br />

Villa, a las diez ya estaba todo lleno y a las once las carretera colapsadas por los<br />

coches que seguían acudiendo.<br />

Marcelo y sus compañeros venían de Santiago de Compostela por la autopista.<br />

Cuando llegaron a cinco kilómetros se encontraron atrapados en un inmenso<br />

atasco. Resultaba imposible avanzar o incluso retroceder, pues además, en la<br />

autopista también se formó un tapón de cientos de coches por detrás.<br />

Carlos, como siempre, analizó fríamente la situación.<br />

—Pues, tal y como lo veo, tendremos que llamar para que suspendan el acto.<br />

Este colapso no lo arreglan en menos de dos horas.<br />

Marcelo, lo tenía mucho más claro.<br />

—Mi pueblo me espera y no puedo fallarles. Yo me voy caminando.<br />

Altaha miró a Carlos con cara de resignación.<br />

—Pues está claro. Nos vamos todos andando.<br />

Así salieron del coche dejando al chofer y se fueron caminando. Entonces<br />

cuando los ocupantes de otros vehículos los vieron, bajaron y los siguieron, así<br />

avanzaban entre los vehículo y, cada vez se iba uniendo más gente en una larga<br />

procesión.<br />

<strong>El</strong> alcalde cuando se enteró de lo que estaba pasando, no estaba dispuesto a<br />

estar parado esperándolos. Se dirigió a todo los que estaban concentrados en la<br />

— 406 —


plaza, comentándole el problema y recurriendo a una frase que pasaría a la<br />

historia de Rianxo; “Nuestra hospitalidad no se cuestiona, si nuestros invitados no<br />

puede llegar a Rianxo, será Rianxo la que vaya hasta nuestros héroes”.<br />

Así encabezo la marcha hacia la autopista, seguida por los miles de personas.<br />

Media hora después, en las faldas de monte al norte de Rianxo, por donde<br />

discurría la autopista, las dos procesiones se unieron.<br />

Los medios de comunicación recogieron este encuentro, esforzándose en<br />

explicar a los telespectadores de todo el mundo que ese peculiar encuentro no se<br />

trataba de ninguna costumbre local.<br />

Después de este último acto, se quedaron tranquilos y pudieron retomar sus<br />

vidas. Según lo previsto, Marcelo y Altaha se casarían en Rianxo. Los siguientes<br />

quince días los dedicaron a preparar frenéticamente la boda. Y aunque ellos solo<br />

querían cumplir en compromiso con las familias, por toda la expectación suscitada<br />

y el deseo de complacer a todos los compromisos, las invitaciones se<br />

desmadraron y acabaron montando una boda de más de quinientos invitados. Por<br />

suerte para ellos, gastarse a esas alturas cien mil euros, no suponía ningún<br />

problema. Les podría haber salido gratis, pues les ofrecieron pagarles una<br />

cantidad similar por la exclusiva, si bien declinaron tal oferta, pues en la medida<br />

de lo posible, deseaban preservar la poca intimidad que a esas alturas les podía<br />

quedar.<br />

Antes de volver a Estados Unidos aun tuvieron que completar algunos<br />

compromisos sociales, algunos tan curiosos como las invitaciones a Marcelo como<br />

invitado de honor a varios clubes de yates, en los que antes no le habrían dejado<br />

entrar ni como mecánico. <strong>El</strong> orgullo de los anfitriones era doble pues no solo<br />

estaban recibiendo a un héroe del mar, sino también a un miembro de honor del<br />

Club de Yates de New York.<br />

Marcelo, acostumbrado a viajar con poco equipaje, decidió dejar en casa de<br />

sus padres todas las placas y diplomas conmemorativos, conscientes que para<br />

ellos sería un motivo de orgullo. Y así fueron cubriendo la pared del salón con<br />

todos los reconocimientos, si bien el puesto de honor, que sus padres no querían<br />

ni cuestionar, lo ocupaba la placa que le había entregado Carlos como mejor<br />

empleado de la fábrica. Para ellos, este reconocimiento resultaba el más<br />

importante, y el resto, como decía su abuela, solo se trataba de aventuras de la<br />

juventud.<br />

— 407 —


Si una persona va a Rianxo, junto al paseo del mar, podrá ver una escultura.<br />

Es una enorme piedra de granito que imita en su parte superior las olas del mar,<br />

sobre las que sobresalen dos esculturas de bronce. La primera, representa el<br />

bordo de un barco desde el cual un marinero se tira al mar atado por una cuerda.<br />

La segunda, a un náufrago con un brazo en alto pidiendo ayuda. Al pie de la<br />

escultura consta la única cita que admitió Marcelo; "al valor de los marineros de<br />

Rianxo", con una nota de agradecimiento de Mike y su familia, aunque sin indicar<br />

que fueron ellos los que donaron la escultura.<br />

Así, después de estar en España un mes, Altaha y Marcelo volvieron a Estados<br />

Unidos para construir su nueva vida, que discurría entre el MIT y la organización<br />

de la nueva fábrica de barcos. Carlos volvió a su empresa ICARUS en España, que<br />

compaginaba supervisando a distancia la construcción de la fábrica de barcos en<br />

Estados Unidos.<br />

Ya había transcurrido un año desde que finalizó el viaje y los tres apenas<br />

coincidieron más que en muy contadas ocasiones. Esta vez, Carlos no dejó de<br />

aprovechar este viaje a EEUU para volver a ver a sus compañeros.<br />

Cuando se separaron, no pensaron que la experiencia vivida les fuese a marcar<br />

tan profundamente. Ahora, cada vez que volvían a estar juntos, sentían la<br />

necesidad de estar a solas los tres, sintiéndose totalmente compenetrados, como<br />

si de alguna forma volviesen a estar tranquilamente en medio del océano sin<br />

nadie que enturbiase su amistad.<br />

Carlos fue el último en llegar al restaurante, donde ya le esperaban sus amigos<br />

en la mesa.<br />

Altaha apareció vestida con un traje beige de ejecutiva, con un aspecto tan<br />

formal que aparentaba diez años más de los que tenía. Lo recibió con su sonrisa<br />

de siempre y con ese brillo de los ojos demostrando el afecto especial que sentía<br />

por Carlos. A pesar de lo efusivo de su recibimiento, sus gestos mostraban unos<br />

movimientos moderados y contenidos. Esta conducta, obedecía claramente a<br />

haber estado un año sometida a todo tipo de reuniones, conferencias y<br />

entrevistas, donde la naturalidad y la improvisación no tenían cabida.<br />

Marcelo, en cambio, lo recibió más afectuoso de lo habitual, dándole un fuerte<br />

abrazo. Vestía con unos pantalones azules marinos, una camisa azul clara y una<br />

americana. Carlos lo miró con satisfacción; este nuevo estilo resultaba<br />

definitivamente mucho más acorde a su nuevo estatus.<br />

— 408 —


Comenzaron a cenar y hablar de cómo se habían evolucionado sus vidas con<br />

los nuevos trabajos en ese último año.<br />

Carlos, desde su regreso a España, el enfoque sobre su vida cambio de forma<br />

radical centrado en no separarse de Ana. Lo primero que hizo fue volver a vivir a<br />

Madrid, lo que por otra parte, no le causo ningún problema, pues la empresa<br />

instalo en Madrid las oficinas centrales y dejó en La Mancha la fabricación. Su<br />

trabajo cambió sustancialmente respecto a lo que estaba previsto; los diseños de<br />

los aviones ya eran muy buenos por lo que poco podría aportar a corto plazo; le<br />

convencieron para que sustituyese el puesto de dirección de producción a<br />

director de Marketing. Así, apoyado por un gran equipo de profesionales, se<br />

centró en el Marketing de ventas. Además, gracias a la enorme notoriedad que<br />

había alcanzado las cosas fueron mucho más fáciles; prácticamente, bastaba que<br />

Carlos se desplazase a un país para que se cerrasen de inmediato <strong>numero</strong>sas<br />

operaciones. Las anécdotas fueron constantes, en una ocasión un ingeniero de los<br />

compradores, pensó que Carlos solo les acompañaba en plan imagen, y cuando<br />

comenzó pedirle explicaciones técnicas, Carlos, emocionado, lo tuvo tres horas<br />

apabullándolo con detalles y cifras. Así, en unos meses, todo marchaba tan bien,<br />

que el único problema de la fábrica se centró en poder atender los pedidos<br />

acumulados.<br />

Los cambios no solo fueron en el trabajo, sino en la propia actitud de Carlos;<br />

ahora su prioridad se centraba en su mujer y no permitía que la empresa<br />

interfiriese en su vida privada. Estas directivas las dejó muy claras en la empresa,<br />

por lo que nadie se atrevía inicialmente a cambiar los planes. Aunque sin que él lo<br />

supiese, si realmente hacía falta un viaje urgente, llamaban a escondidas a su<br />

mujer para que ella les allanase el camino; animándolo al viaje o haciendo<br />

coincidir casualmente con un simposio de médicos en el país de destino. Carlos, a<br />

la tercera coincidencia, se percató de la confabulación, pero dado que su mujer<br />

estaba conforme, dejó que se perpetuase la farsa dándose por no enterado.<br />

Altaha se integró en el MIT perfectamente. Sus temores a no estar a la altura<br />

del profesorado resultaron infundados. Ciertamente tuvo que esforzarse en<br />

aprender todos los métodos didácticos y los protocolos educativos. También tuvo<br />

que perfeccionar de forma intensiva su inglés, tanto para las conferencias como<br />

para los artículos que deseaba publicar; y gracias a sus inestimables alumnos<br />

colaboradores le ayudaron muchísimo repasando todo lo que hacía. Así, con su<br />

esfuerzo y dedicación se ganó rápidamente el respeto como profesora, lo que se<br />

unió a la admiración, que de por sí, ya recababa con su sola presencia; pues nadie<br />

olvidaba que a sus veinticinco años, además de una heroína famosa, ya era<br />

— 409 —


millonaria, accionista y miembro del consejo de administración en dos empresas y<br />

directora ejecutiva de todo un departamento de informática.<br />

Marcelo, por insistencia de Altaha, estudió un Máster intensivo de relaciones<br />

humanas mientras se formaba como director de maquinaria de la nueva fábrica.<br />

Esta formación especial le ayudo a comprender mejor la naturaleza de las<br />

personas y como trabajar en equipo, aunque en absoluto le hicieron renunciar a<br />

su alto nivel de exigencia. A diferencia de su situación en España, ahora<br />

representaba el héroe con espíritu de trabajo y superación; así que a todos los<br />

efectos la rígida disciplina y altísimo nivel de trabajo que exigía a sus<br />

subordinados, no se consideraba como algo negativo sino como una oportunidad<br />

para alcanzar el más alto nivel, por lo que todos consideraban un honor trabajar<br />

para él. Pero Marcelo no se olvidada que él había sido un trabajador, así que<br />

cuidaba mucho que la remuneración y sobre todos los incentivos de<br />

productividad, estuviesen acordes al trabajo que les exigía, que lo resumió con<br />

una cita, que por cierto le copio un ejecutivo para un libro de motivación<br />

empresarial; "les exigiré que trabajen como los mejores y les obligaré a cobrar<br />

como los mejores".<br />

Así estaban comentando sus vidas cuando sonó el teléfono móvil de Altaha. La<br />

llamada tenía cierta urgencia por lo que tuvo que atenderla; como la señal del<br />

móvil no era buena se levantó y se desplazó hasta la entrada del restaurante.<br />

Aprovechando que estaban los dos solos, Carlos le preguntó a Marcelo qué tal<br />

llevaban el año de matrimonio.<br />

Marcelo, le confesó, que mantuvo al principio ciertas dudas. Pensaba que<br />

Altaha, ahora imbuida en un nuevo mundo donde era objeto de seducción por<br />

parte, tanto de multimillonarios, como de hombres de prestigio y gran cultura,<br />

pronto comenzaría a considerarlo como una molestia, o sencillamente que estaba<br />

muy por debajo de estas nuevas expectativas. Ciertamente, estos temores eran<br />

exclusivos de Marcelo, pues Altaha parecía tener muy clara su relación; lejos de<br />

establecer ningún tipo de distancia social o cultural entre Marcelo y sus nuevas<br />

relaciones, se lo presentaba orgullosa a todos, destacando sus conocimientos<br />

técnicos y su gran cultura en todo lo que tuviese que ver con el mar. A pesar de<br />

esta actitud, Marcelo seguía siendo receloso de como acabaría toda esa relación,<br />

hasta que sucedió algo inesperado. En un simposio, un profesor pedante y<br />

presuntuoso, el pleno proceso de flirteo con Altaha, cometió el error de hacer<br />

hincapié en lo difícil de mantener un matrimonio dada la hipotética diferencia<br />

cultural con Marcelo. La respuesta de Altaha, fue tan inesperada como radical;<br />

abandono de inmediato la reunión y a continuación envió una nota de prensa,<br />

declarando a ese profesor como persona “non grata” por haber ofendido a su<br />

— 410 —


marido y a su persona. Los efectos de este inusual comportamiento fueron varios;<br />

<strong>El</strong> profesor presuntuoso quedo marginado socialmente, además de vacunado<br />

contra la vanidad. A partir de ese momento cualquier anfitrión de Altaha se cuidó,<br />

muy mucho, de tratar con el máximo respeto a Marcelo. Altaha perdió esa imagen<br />

de niña angelical, que se reflejó perfectamente en una frase de Marcelo a la<br />

prensa, cuando intentaba explicar lo que había pasado: “mejor no provoques a<br />

una española, porque el que siembra tormentas, recoge tempestades”. Pero el<br />

efecto más importante fue el que tuvo en Marcelo, pues precisamente en ese<br />

momento, apreció con toda claridad que Altaha lo quería con total franqueza;<br />

colocando el resto de las cuestiones, ya fuese trabajo, intereses económicos o<br />

amistades, en un segundo plano; así, que nunca volvió a cuestionarse la seguridad<br />

de su relación.<br />

De todas formas, ese incidente solo fue una anécdota, pues si Marcelo se<br />

quejaba de algo, era precisamente de estar demasiado solicitado. Lo último que<br />

tuvo que soportar fueron las invitaciones para que navegase los fines de semana<br />

con los mejores veleros; Multimillonarios que deseaban salir en la foto con<br />

Marcelo, tal y como recogieron los titulares “el mejor barco con mejor marinero”.<br />

Él, que venía de España con los prejuicios típicos de las clases sociales, pudo<br />

comprobar que en Estados Unidos al que triunfa, generalmente fruto de su<br />

trabajo directo, se le respeta y admira. Y el Multimillonario, a su vez, respeta y<br />

admira igualmente al trabajador, sin ningún atisbo de superioridad. Así, que esas<br />

relaciones resultaron muchísimo más fluidas y agradables de lo que hubiese<br />

pensado en un principio, haciendo muy buenos amigos.<br />

Cuando Altaha acabó la conversación telefónica y se reincorporó a la cena,<br />

Carlos retomo la conversación explicándoles el motivo ese viaje.<br />

—Ya me conocéis, como no puedo parar quieto me he complicado la vida con<br />

otro proyecto; ahora acabo de regresar de la NASA. Estamos coordinando un<br />

programa conjunto para el desarrollo de un tipo de transbordador mucho más<br />

económico. Saben, que el espacio se va a convertir en una industria turística, y<br />

ahora que no tienen tanto dinero, es necesaria la colaboración con la empresa<br />

privada. Para nosotros –en referencia al grupo aeronáutico a que pertenecían—,<br />

es una oportunidad magnífica de entrar en un nuevo negocio y para mí se plantea<br />

como un nuevo reto.<br />

Altaha estaba asombrada.<br />

—La NASA. ¡Vaya! ¿Imagino que estarán a otro nivel?<br />

—Sí, eso pensaba yo, pero no es para tanto. Está claro que la NASA tienen<br />

mucha experiencia en vuelos espaciales, pero también he observado que esos<br />

ingenieros aeroespaciales están limitados; obsesionados con la potencia de<br />

— 411 —


ascenso, deberían buscar un equilibro mejor de las fuerzas. Es un tema en el que<br />

he estado pensando estos últimos días y tengo un par de ideas para nuestro<br />

prototipo.<br />

—Te veo muy emocionado.<br />

—No es para menos. Incluso me han prometido, que si todo funciona bien,<br />

podré ir en uno de esos vuelos.<br />

Altaha, se sintió repentinamente emocionada y, muy convencida, le dijo.<br />

—Bueno, no sé cómo me sentará un traje de astronauta, pero mejor que los<br />

encargues para los tres. Sin vas al espacio, será con tu tripulación de siempre.<br />

Carlos, espero unos segundos antes de responder, mostrando una suave<br />

sonrisa de complicidad.<br />

—Eso, amigos míos, ni se cuestiona.<br />

— 412 —


I N D I C E<br />

UN PROBLEMA AÑADIDO.....................................................1<br />

SOLUCIÓN DE COMPROMISO.............................................18<br />

EL TRAS<strong>LA</strong>DO......................................................................32<br />

PERSEGUIDOS.....................................................................86<br />

UNA PRECIPITADA DECISIÓN............................................106<br />

DESASTRE INEVITABLE......................................................119<br />

UN DESCANSO MERECIDO ...............................................136<br />

VUELTA A CASA ................................................................156<br />

<strong>LA</strong> ANFITRIONA ................................................................169<br />

EL MOMENTO Y EL LUGAR ...............................................178<br />

<strong>LA</strong> TRAVESÍA .....................................................................196<br />

CALMA Y SOLEDAD ..........................................................215<br />

CUESTIÓN DE HONOR ......................................................247<br />

SIN RUMBO FIJO...............................................................272<br />

<strong>LA</strong> OPCIÓN MENOS MA<strong>LA</strong>................................................298<br />

BUENAS COMPAÑÍAS .......................................................310<br />

ÚLTIMOS DÍAS ..................................................................321<br />

NO HAY NADA QUE PENSAR.............................................333<br />

TODO SE ACABA ...............................................................367<br />

EPILOGO ...........................................................................405<br />

— 413 —

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