LA ODISEA DEL ALBATROS febrero caratula - El numero primo
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<strong>LA</strong> <strong>ODISEA</strong> <strong>DEL</strong> <strong>ALBATROS</strong><br />
Félix Menor Fernández
Para Esther;
UN PROBLEMA AÑADIDO<br />
Conducía despacio por un camino de tierra, con la radio puesta de fondo sin<br />
prestarle la mínima atención. Su rostro y su mirada perdida, reflejaban un estado<br />
de ánimo de marcado derrotismo, donde su vida solo parecía continuar por pura<br />
inercia.<br />
Llegó hasta una verja metálica con una puerta que bloqueaba el camino. Ahí<br />
se detuvo. Pulsó el botón del mando a distancia, y en unos segundos la puerta<br />
comenzó a deslizarse hacia un lado. Siguió avanzando por un acceso asfaltado,<br />
atravesó un solitario aparcamiento, y paró delante del edificio.<br />
Salió del coche y se quedó mirando hacia arriba. Sobre las ventanas de las<br />
oficinas destacaba un gran rótulo azul con letras en blanco; “ÍCARUS<br />
CONSTRUCCIONES AERONÁUTICAS”. Frunció el ceño en señal de desaprobación.<br />
Cuando le puso el nombre a la empresa le pareció oportuno, una mezcla de<br />
nombre clásico, internacional y alegórico. Pero nunca llegó ni a imaginar como la<br />
trágica historia que reflejaba el rótulo, marcaría proféticamente el auge y caída de<br />
su empresa.<br />
En la mitología griega, Ícaro era el hijo del arquitecto Dédalo, constructor del<br />
laberinto de Creta. Fue encarcelado con su padre en una torre por el rey de la isla,<br />
Minos. Dédalo para escapar de la isla, dado que Minos controlaba las salidas por<br />
tierra y por el mar, decidió fabricar alas para su joven hijo Ícaro y para él. Utilizó<br />
para ello las plumas de los pájaros y fue uniéndolas con cera. Después de<br />
aprender a volar con estas alas, huyeron de la isla, pero antes de salir Dédalo<br />
advirtió a su hijo Ícaro que no volase muy alto porque el calor del sol derretiría la<br />
cera, y tampoco demasiado bajo pues la espuma del mar mojaría las alas y con<br />
tanto peso no podría volar. <strong>El</strong> vuelo comenzó perfecto, pero cuando ya llevaban<br />
bastante trayecto Ícaro se confió, pensado que ya dominaba el arte de volar, y<br />
comenzó a ascender olvidándose de los consejos de su padre. <strong>El</strong> sol ablandó la<br />
cera que mantenía a las plumas unidas y éstas comenzaron a desprenderse,<br />
entonces cayó al mar y desapareció. Dédalo llegó volando hasta Sicilia quedando<br />
bajo la protección del Rey Cócalo. Ahí permaneció hasta su muerte, sin llegar<br />
nunca a superar la pérdida de su hijo.<br />
Las similitudes de esta leyenda con Carlos y su empresa no eran pocas. Había<br />
nacido hacía cincuenta y seis años en Ávila. Los aviones le apasionaban desde que<br />
a los diez años un amigo de su padre lo llevó a volar en una avioneta; emocionado<br />
por esa experiencia y con la curiosidad de un niño, no cesó de preguntarse e<br />
— 1 —
investigar sobre los secretos de volar, y esa obsesión le llevo a estudiar ingeniería<br />
aeronáutica.<br />
Gracias, a su inteligencia natural y su buena predisposición, no tuvo ningún<br />
problema en sacar la carrera. Sus estudios absorbieron seis años de su vida y<br />
únicamente le quedo tiempo para cumplir un segundo deseo, que era aprender a<br />
volar. A base de mendigar a sus padres el dinero y pedir favores en el aeródromo<br />
de “cuatro vientos”, logró sacar el título de piloto de avionetas. No tenía dinero<br />
para alquilar ningún aparato, así que se ofrecía gratis realizando vuelos para<br />
turistas o para viajes particulares de algún ricachón, con la única intención de<br />
acumular experiencia y disfrutar.<br />
Con su título de ingeniero en la mano pronto encontró trabajo, así estuvo<br />
ocupado durante veinticinco años en diferentes empresas de aeronáutica. Pero<br />
los cometidos de un ingeniero en una gran empresa consistían en un noventa y<br />
nueve por ciento en pura rutina de controles de calidad, dejándole muy poco<br />
margen para innovar; por lo que poco a poco se fue sintiendo más frustrado por<br />
no poder diseñar nuevos modelos y aportar soluciones técnicas. A pesar de que<br />
insistía en que le diesen oportunidades, la filosofía de la empresa se centraba en<br />
el mantenimiento de diseños y soluciones tradicionales muy probadas, y no<br />
compensaba arriesgarse con otras opciones que no fuesen totalmente seguras.<br />
Así, anquilosado en un trabajo esencialmente burocrático, sentía la necesidad de<br />
dar un cambio a su vida. Su afición de seguir volando en avionetas y planeadores,<br />
aunque le agradaba, no suplía sus inquietudes como diseñador.<br />
Justo antes de cumplir los cincuenta, se estimó que disponía de la experiencia<br />
y la ambición suficiente como para acometer su propio proyecto. Consciente que<br />
se trataba de un gran pasó, lo planificó todo con detalle. Y mientras seguía con su<br />
rutinario trabajo, estiraba las horas del resto del día y los fines de semana en<br />
estudios y reuniones para dar el gran salto. Convenció a los bancos, escogió como<br />
ubicación de la empresa una zona casi desértica de Castilla La Mancha, donde,<br />
después de negociar con varios propietarios, logró agrupar una sola finca de más<br />
de quince hectáreas. <strong>El</strong> lugar estaba tan perdido que se tuvo que construir un<br />
camino de tierra para poder acceder desde la carretera comarcal. Construyo una<br />
nave de diez mil metros cuadrados y junto a ellas, una pista de aterrizaje de más<br />
de un kilómetro. No se pudo quejar del apoyo de las instituciones, pues arropado<br />
con la expectativa de crear más de trescientos empleos en una zona casi<br />
despoblada, obtuvo ayudas públicas, que le subvencionaron a fondo perdido casi<br />
la mitad del proyecto.<br />
Trabajando a marchas forzadas solo tardó dos años en construir las<br />
instalaciones y traer todas las máquinas necesarias. Cuando finalizó, Carlos se<br />
— 2 —
sentía el hombre más feliz del mundo, pues había creado la empresa aeronáutica<br />
más moderna de Europa, por no decir del mundo, en el sector de avionetas y<br />
planeadores. En las oficinas de diseño, utilizando potentes ordenadores, se<br />
diseñaban los modelos y se simulaban los parámetros; después las piezas se<br />
fabricaban en fibra de carbono directamente a con unos robots modeladores; en<br />
el siguiente pasó todo se montaba; y finalmente, cuando el avión estaba listo,<br />
salía directamente a la pista de despegue para realizar las pruebas, donde hasta<br />
tenían para ello su pequeña torre de control. La pista de pruebas también se<br />
utilizaba para otra función secundaria; los inversores y futuros compradores eran<br />
traídos directamente a las instalaciones en avioneta. En realidad se trataba de un<br />
acto más útil que pretencioso; para acceder en coche desde Madrid tendrían que<br />
conducir doscientos kilómetros, desviarse a una carretera secundaria y acabar<br />
rodando por un camino de tierra; por lo que el futuro comprador llegaba cansado<br />
y con la sensación de estar perdido en el tercer mundo; Mientras, que acudir<br />
volando hasta el único aeropuerto privado de España resultaba rápido, cómodo y<br />
bastante impresionante.<br />
Cuando se acabó toda la construcción de la fábrica, se contrataron a los<br />
técnicos especializados, y casi desde el principio comenzaron a construir<br />
magníficos aviones. Los diseños de Carlos eran tan buenos que incluso sus<br />
primeros modelos, eran mejores respecto a los de la competencia en ligereza,<br />
resistencia, autonomía y precisión. Carlos siempre había sido un magnífico<br />
ingeniero con buenas ideas, y ahora, con sus propios medios y gozando de toda la<br />
libertad creativa, había logrado transformarlas en realidad.<br />
Mantuvo su afición a la aviación probando él mismo los modelos, realizando<br />
demostraciones e incluso llevando a Madrid a los clientes. Con toda la presión a la<br />
que estaba sometido, cuando se concentraba en volar, se relajaba, y durante ese<br />
tiempo lograba evadirse de los problemas. Las avionetas le gustaban, pero si<br />
podía elegir optaba por los planeadores, el llamado vuelo sin motor; disfrutaba<br />
plenamente suspendido en el aire sin más ruido que el viento. Curiosamente las<br />
personas profanas al mundo de la aviación, consideraban los planeadores como<br />
un juguete, cuando la realidad es que volar con un aparato sin motores y solo<br />
dependiendo de las corrientes de aire, resultaba muchísimo más complicado. Se<br />
trataba de algo parecido a navegar a vela o con motor, con la enorme diferencia<br />
que un barco de vela sin viento solo se queda parado, mientras que estando en el<br />
aire si no hay viento el planeador acaba cayendo al suelo.<br />
Precisamente entonces, cuando todo parecía perfecto en la empresa, fue<br />
cuando comenzaron los problemas. Las ventas de los aviones no despegaban,<br />
nunca mejor dicho, y a pesar de que las críticas a sus modelos eran buenas, lo<br />
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cierto, es que los compradores no estaban dispuestos a gastarse un poco más de<br />
dinero por disponer de un producto mucho mejor. Se decidió invertir más en<br />
marketing y se amplió el mercado inicialmente europeo al norteamericano y<br />
asiático.<br />
Lamentablemente, la repentina y radical crisis económica mundial, alejó de<br />
modo implacable a los nuevos compradores, el mercado se redujo y se desplazó a<br />
los productos de bajo coste y hacia la venta de segunda mano. Así, a pesar de<br />
todos los esfuerzos no lograron más que un aumento muy poco significativo, a<br />
costa de un elevado endeudamiento. Las deudas comenzaron a acumularse, los<br />
inversores a retirarse y los bancos, con su propia crisis y faltos de recursos,<br />
comenzaron a denegar la financiación necesaria y a exigir el pago de los créditos.<br />
Se logró aguantar un año más, pero al final se impuso la triste realidad de los<br />
números y tuvieron que declararse en quiebra.<br />
Ahora la empresa estaba cerrada y casi todo el personal había sido despedido.<br />
Tan solo quedaban tres personas; Carlos, como gerente; un técnico para el<br />
mantenimiento de la maquinaria; y una informática para mantenerlos sistemas y<br />
la contabilidad. No eran más que los enterradores de una empresa en su ocaso.<br />
Igual que un animal muerto es despedazado por los carroñeros, la empresa iría<br />
perdiendo todas sus partes hasta que no quedase más que el recuerdo.<br />
<strong>El</strong> estado de ánimo de Carlos fue pasando por varias fases muy marcadas en<br />
los últimos años; Primero la ilusión de un nuevo proyecto, después la excitación<br />
de trabajar duro para poner en marcha la fábrica, de ahí pasó a la tensión por la<br />
lucha desesperada de mantenerse a flote, y finalmente a una fase depresiva ante<br />
la impotencia del cierre. Lo que definitivamente le hizo entrar en una depresión,<br />
fue, que en realidad, sacrificó mucho más que una inversión económica; esta<br />
aventura le costó todo lo que tenía; Su prestigio profesional, su patrimonio y<br />
hasta su vida familiar. Llevaba los últimos cinco años obsesionado con el proyecto,<br />
y para poder supervisarlo directamente, se trasladó a vivir a un pueblo cercano de<br />
la fábrica, dejando a la familia en Madrid. Cuando comenzaron los problemas, en<br />
el fondo, tuvo la suerte que Ana, su mujer, fuese médico y económicamente<br />
independiente; también que su hijo de veintiséis años acababa de finalizar la<br />
carrera de medicina y ya estuviese realizando prácticas como especialista. <strong>El</strong><br />
matrimonio al igual que la empresa estaba en crisis, y todo ello a pesar de que su<br />
mujer se mostró incondicional soportando con estoicismo y resignación esa<br />
situación. <strong>El</strong>la, le quitaba importancia a cierre de la empresa y le animaba a<br />
conseguir otro trabajo, insistiendo en que no se preocupase, que incluso solo con<br />
su sueldo podrían vivir perfectamente. Pero Carlos, impulsado por su propio<br />
estado depresivo, tomo la opción que su mujer rehiciese su vida y no tuviese que<br />
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mantener a su fracasado marido. Insistió en que lo mejor para los dos seria<br />
divorciarse, y debía de solicitarlo ella, así al menos socialmente no sería la<br />
abandonada. Su mujer, de nuevo, se mostró incondicional en su apoyo, y lo único<br />
que deseaba era poder ayudarlo. Carlos para forzar la decisión, no la visitó en los<br />
últimos meses, para así convencerla del poco futuro de la relación. En las últimas<br />
conversaciones la obligó a poner en marcha el divorcio, ante el ultimátum de<br />
hacerlo el mismo; envió un poder a su abogado para que lo arreglase todo, pues<br />
él prefería no estar presente en algo que hacía por pura lógica, entendiendo que<br />
sería lo mejor para su mujer, pero que le resultaba terriblemente doloroso.<br />
Su futuro se planteaba incierto; prácticamente no tenía dinero, por lo que<br />
tampoco podía jubilarse anticipadamente y vivir relajado. Disponía de algún<br />
margen de maniobra, entre algún seguro y el paro, por lo que aun tendría para<br />
vivir modestamente uno o dos años, pero, mejor antes que después, debería<br />
buscar trabajo. Se planteaban por delante unos años duros; cuando él acabó la<br />
universidad, a los ingenieros aeronáuticos se los rifaban, pero ahora los mercados<br />
estaban saturados con un exceso de oferta. Sin duda, él tenía más experiencia<br />
que un joven ingeniero, pero mucha menos capacidad de trabajo, además sus<br />
antecedentes, al haber hecho quebrar una empresa, lo alejarían de cualquier<br />
puesto de dirección.<br />
Miró el reloj. Si el administrador judicial acudía puntual debería aparecer en<br />
unos minutos. Dos días antes le había llamado para concertar una reunión, a los<br />
efectos de verificar personalmente ciertas irregularidades sobre los stocks del<br />
almacén. O al menos, eso le pareció entender, pues el administrador utilizaba esa<br />
jerga de los contables donde todo se llama de una forma diferente; no existen las<br />
piezas, sino los activos muebles; ni deudas, sino pasivos a corto exigibles;<br />
tampoco inversiones, sino capital desembolsado, y así hasta completar todo una<br />
serie de extraños términos.<br />
Carlos mostraba una total desconfianza hacia las auditorías externas. En su<br />
empresa fueron incapaces de arreglar nada, y en el resto del mundo también;<br />
bancos que hasta el día anterior, según sus auditores, eran perfectamente<br />
solventes, se declaraban de la noche a la mañana en quiebra absoluta. En su<br />
ignorante opinión, la única finalidad de estos entes se centraba; bien en engañar a<br />
los inversores, o en engañar a Hacienda.<br />
Carlos apenas conocía al administrador judicial, pues solo había coincidió con<br />
él personalmente un día en los juzgados, cuando le entregó los libros contables.<br />
Le sorprendió que fuese bastante joven. Bueno, joven para lo que él consideraba<br />
que debería ser un administrador, presuponiendo una veintena de años de<br />
experiencia para saber administrar una empresa en crisis.<br />
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Sobre la marcha, según evolucionaba el concurso de acreedores, como ahora<br />
se llamaban a las quiebras, sus peores pronósticos se fueron cumpliendo. Un<br />
administrador judicial no era más que un burócrata que no sabe nada del<br />
funcionamiento de una empresa, y que solo desea ser alimentado con papeles.<br />
Carlos con su pensamiento racional y lógico, chocó desde el principio<br />
frontalmente con el administrador. La mente burocrática y sistemática del<br />
administrador judicial, estableció una serie de tediosos trámites como inventarios<br />
y peritaciones, que finalizarían en ventas en pública subasta de cada inmueble o<br />
maquinaria. Carlos se desesperó con este enfoque; hasta el empresario más inútil<br />
sabía que una máquina parada se quedaba obsoleta, y que la venta individual en<br />
vez de vender toda la fábrica como conjunto productivo, resultaba una opción<br />
ruinosa. Este choque de mentalidades, creó un profundo distanciamiento que dio<br />
lugar a que solo se comunicasen por correos electrónicos.<br />
A pesar de este alejamiento intelectual, Carlos se vio obligado a mantener las<br />
formas, pues ese incompetente administrador tenía como última responsabilidad<br />
dar un informe al juez, sobre si la conducta del gerente resultó fraudulenta.<br />
Inicialmente que un administrador opinase eso de su persona le parecía estúpido,<br />
pero a la vista de las decisiones absurdas que había vivido en los últimos meses,<br />
ya no descartaba que pudiese pasar cualquier cosa. Así que optó por unas<br />
relaciones sutilmente distanciadas, pues en ese momento carecía de la fuerza<br />
psicológica y de los recursos económicos necesarios como para enfrentarse a este<br />
nuevo problema.<br />
Carlos volvió a mirar el camino con cierta impaciencia. Estaba claro que la<br />
puntualidad tampoco formaba parte de las cualidades del administrador.<br />
Haciendo acopio de paciencia espero durante quince minutos. Finalmente<br />
apareció un coche que estacionó junto al suyo, del cual bajó el joven<br />
administrador judicial.<br />
— ¡Hola Carlos!, perdona el retraso, pero me he confundido dos veces, en el<br />
maldito GPS no aparecía el camino.<br />
A pesar de la distancia personal que deseó marcar desde el principio, ese<br />
joven, bien por ignorancia o por indolencia, lo trataba en plan coleguilla. Pero tal y<br />
como estaba la situación, tuvo que aceptar esas forzadas confianzas.<br />
Que hubiese llegado tarde, mostraba una vez más, su prepotencia. Carlos, dos<br />
días antes, intentó explicarle, de forma clara, que accesos debería tomar para<br />
llegar sin problemas. Pero el Administrador inmerso en su propia necedad, confió<br />
plenamente en su GPS, sin asimilar que los últimos kilómetros de camino no<br />
existían oficialmente en ningún mapa de carreteras. Hasta hacía unos meses el<br />
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camino estuvo siempre bien señalizado con carteles, pero desde que acordaron el<br />
cierre, optaron por quitarlos, para evitar que llegasen comerciales y otras visitas<br />
sin sentido.<br />
—No te preocupes, le pasa a todo el mundo la primera vez que intenta llegar,<br />
—le comentó quitándole importancia—. Subamos a las oficinas.<br />
Entraron en el edificio, subieron por las escaleras hasta una sala de juntas,<br />
donde disponían de una gran mesa, sin duda el lugar más cómodo si tenían que<br />
analizar documentación.<br />
<strong>El</strong> administrador judicial, sacó unas carpetas, las colocó en la mesa frente a él<br />
y situó dos bolígrafos a la izquierda. Una vez cumplido con su ritual burocrático, se<br />
dispuso a comenzar su trabajo.<br />
—Bueno, centrándonos en el tema, he de reconocer que la contabilidad está<br />
muy bien hecha, pero desgraciadamente no es perfecta.<br />
Carlos esperó el siguiente comentario, estaba claro que esa duda en la boca<br />
del administrador significaba que se encontraba ante un problema.<br />
—Lo malo –continuó el administrador-, es que he encontrado incongruencias<br />
entre las existencias y el inventario. En la contabilidad aparecen perfectamente<br />
detalladas las existencias, pero al contrastarla con el inventario de almacén que<br />
me habéis enviado, me he dado cuenta que existe más material almacenado que<br />
el contabilizado.<br />
Carlos no entendía bien la diferencia, pero creyó captar el problema y no le<br />
pareció que tuviese mucha importancia.<br />
—Bueno, en efecto, nunca me he preocupado por analizar si coincidía, pero la<br />
verdad, no veo ningún problema. Si tuviese menos material, habría que analizar si<br />
alguien lo robó, pero imagino que por tener más del previsto no habrá ningún<br />
problema.<br />
<strong>El</strong> administrador frunció el ceño, indicándole que no le convencía lo que<br />
acababa de escuchar.<br />
—Sí, y no, –marcó el gesto reforzando aún más la duda—. La contabilidad<br />
debe de reflejar la realidad de una empresa. ¿Pero qué ocurre si de repente algo<br />
no coincide?, pues que tenemos que reconocer que algo está mal, y entonces<br />
también podemos pensar que todo puede estar mal. ¿Si cuestionamos las<br />
existencias? ¿Quién garantiza la veracidad de la tesorería, o si los gastos son<br />
reales? ¿Entiendes el problema?<br />
Carlos, repentinamente perdió la paciencia. Ese burócrata le estaba liando,<br />
además de llamarlo ladrón a la cara.<br />
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— ¿Me estás diciendo que estoy mintiendo? Te aseguro, que aunque no haya<br />
sido buen empresario, jamás me quedado con un céntimo de la empresa. Aun es<br />
más, he perdido todo lo que tenía en este proyecto.<br />
—Te creo, te creo –dijo el administrador calmándolo—, un empresario que se<br />
apropia del patrimonio, cuando la empresa va mal lo primero que hace es<br />
abandonarla. Tú te has quedado hasta el final cuidando de lo que fue tu empresa,<br />
para que los acreedores cobren lo máximo posible. No tengo ninguna duda sobre<br />
la legalidad de tus cuentas y tu honorabilidad.<br />
Carlos se quedó perplejo. Ahora sí que no entendía nada. Ese joven, o era un<br />
auténtico hipócrita, o estaba medio loco.<br />
— ¿Entonces, si me crees, cuál es el problema?<br />
—<strong>El</strong> problema, es que yo te creo, pero si dejamos que persista esta<br />
incongruencia cualquier acreedor o el propio juez lo puede ver. Y entonces me<br />
temo que te pasaras dando explicaciones en el juzgado sobre si existen más<br />
irregularidades. Y esto en el mejor de los casos, en el peor toda la empresa se<br />
sometería a una auditoría profunda.<br />
Carlos, no entendía ni la mitad de lo que le estaba diciendo. Si bien intuyó que<br />
todos esos problemas también suponían una responsabilidad añadida para el<br />
administrador, y por eso de alguna manera había acudido ese día a solucionarlos.<br />
Estaba claro que este hombre no buscaba explicaciones, sino algún tipo de salida.<br />
— ¿Y existe alguna solución? –le preguntó casi con ingenuidad.<br />
—Sí, —afirmó con alivio el administrador—, para eso precisamente he venido.<br />
Si localizamos donde está la diferencia en las existencias, podemos hacer que<br />
desaparezcan.<br />
— ¿Desaparezcan?<br />
—Sí claro, así cuando vengan a llevarse el material, si el que sobra no está, el<br />
inventario coincidirá con las existencias de la contabilidad y no habrá ningún<br />
problema.<br />
Carlos lo miró durante unos segundos.<br />
La solución resultaba coherente, aunque absurda, pues se suponía que todo<br />
este proceso de liquidación de la empresa se basaba en conseguir el máximo<br />
beneficio. Si bien, no estaba en condiciones de discutir esta cuestión. Tan solo<br />
podía aceptar esa propuesta. Así que, claudicó rápidamente.<br />
—Estoy conforme, es la mejor opción, ¿por dónde empezamos?<br />
—Hay que revisar el inventario y contrastarlo para saber exactamente donde<br />
radica el problema, y así evitar otras incongruencias en la contabilidad.<br />
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Después de dos horas de revisar un montón de cifras, Carlos comprendió<br />
donde estaba el problema.<br />
— ¡Ya sé lo que ocurrió! Por eso no coincidían los inventarios. Muchos de los<br />
materiales que se compraron fueron novedosos, compuestos especiales de fibra<br />
de carbono. Las fábricas nos enviaban muestras gratuitas y también materiales<br />
con exceso para cubrir los defectos. Como al final no los utilizamos, pues se<br />
quedaron en el almacén, y claro como ese exceso no se pagó no aparecen en la<br />
contabilidad. Bueno, todo aclarado.<br />
<strong>El</strong> administrador también estaba satisfecho.<br />
—Bien, pues la solución es que tienes que separarlo y hacerlo desaparecer.<br />
Carlos pensó, que eso no era tan sencillo.<br />
—No va a ser fácil de vender, el mercado está muy fastidiado con esta crisis.<br />
<strong>El</strong> administrador negó con la cabeza antes de hablar.<br />
—No, no se puede vender. Eso sería lo mismo que declarar públicamente su<br />
existencia. Tienes que hacerlo desaparecer.<br />
Carlos intuyó en el administrador alguna intención de obtener un beneficio<br />
extra. Lo pensó unos segundos y concluyó que moralmente lo podía aceptar, si<br />
eso evitaba que tuviese problemas.<br />
— ¿Te quieres quedar con el material? Le preguntó directamente.<br />
<strong>El</strong> administrador se sintió sorprendido.<br />
— ¡Oh no!, no podría aceptarlo por mi cargo, y además, es un material extraño<br />
que no sabría qué hacer con él. Me temo que no te puedo ayudar, tendrás que<br />
ocuparte tu solo del problema.<br />
Falsa alarma pensó. <strong>El</strong> administrador tenía sus propios intereses, pero entre<br />
éstos no estaba complicarse la vida sobrepasando la línea de lo ilegal, o de lo que<br />
al menos él podía controlar.<br />
— ¿De cuánto tiempo disponemos para sacarlo?<br />
<strong>El</strong> administrador movió la cabeza de un lado al otro pensándolo.<br />
—Cuatro semanas, a finales de este mes vendrán a precintar todo el material,<br />
y dentro de tres o cuatro meses se sacará a subasta.<br />
Así finalizó la reunión. Apenas tuvo tiempo para invitarle a un rápido café<br />
antes de que se fuese con cierta urgencia. Le contó que tenía prisa pues quería<br />
aprovechar la mañana para supervisar un almacén de pinturas que estaba a unos<br />
cincuenta kilómetros. Carlos pensó que seguramente aprovecharía ese mismo<br />
viaje para cobrar dos dietas de desplazamiento, pero estaba claro que esa<br />
cuestión no era de su incumbencia.<br />
Según se iba alejando el coche del administrador, fue atando todos los cabos<br />
sobre esa curiosa visita. Dedujo que el administrador no quería tratar ese tema<br />
— 9 —
oficialmente ni que quedasen rastros en el correo electrónico. También pensó<br />
que seguramente podría haber solucionado el tema del material de forma oficial,<br />
aunque le exigiría más trabajo y dedicación; estaba claro, que después de todo iba<br />
cobrar lo mismo, por lo que se centraba en trabajar lo menos posible y no en<br />
obtener más dinero para la empresa, y por esta razón había optado por la<br />
solución más sencilla.<br />
Carlos se quedó de nuevo solo en la fábrica. Habitualmente estaba con los<br />
últimos dos empleados que quedaban; pero ese día coincidió que la informática<br />
había pedido llegar un poco más tarde, y el técnico estaba rectificando una pieza<br />
en un taller especializado.<br />
Transcurrió una hora y oyó el ruido de una moto. Se trataba del técnico en<br />
maquinaria.<br />
Marcelo con sus treinta y cinco años mostraba un aspecto bastante imponente<br />
con su metro ochenta y cinco de estatura, cuerpo compacto y fibroso, con la cara<br />
de rasgos latinos y pelo moreno. Tal vez, objetivamente para una mujer fuese más<br />
o menos atractivo, aunque toda su agradable apariencia estética se quebraba por<br />
el gesto de seriedad que siempre mostraba. En los dos años largos, que llevaba<br />
trabajando con él, no recordaba haberle visto esbozar una sonrisa.<br />
Lo que sabía de su vida, es que había sido bastante variopinta. Nacido en<br />
Galicia, hijo de familia de pescadores, aunque inteligente nunca fue un buen<br />
estudiante. Pasó por formación profesional estudiando mecánica, donde apenas<br />
duro un par de años y se fue sin obtener ningún título. Después se puso a trabajar<br />
con su padre como pescador; enseguida vio que no le gustaba la pesca pero si los<br />
motores, así que se enroló como maquinista, primero en pesqueros de altura,<br />
después en mercantes y finalmente en petroleros. Esa fue su vida durante los<br />
siguientes quince años, hasta que decidió volver a tierra. En los últimos cuatro<br />
años se pasó peregrinando por diversas empresas en Barcelona, Zaragoza, Madrid<br />
y finalmente en Cuenca, donde fue contratado cuando la fábrica abrió.<br />
Tanta movilidad en su trabajo y sin ningún tipo de ascenso de categoría,<br />
parecía indicar que no se trataba de un buen profesional; así, cuando presentó el<br />
currículum destacando como experto en maquinaria, estuvo a punto de ser<br />
rechazado; pues aunque acreditaba una buena experiencia carecía de un solo<br />
título que lo avalase, unido a la sospechosa excesiva movilidad de sus trabajos.<br />
Como en ese momento Carlos tampoco disponía de muchas ofertas de personal<br />
especializado, que estuviesen dispuestos a trabajar en medio del campo, se le dio<br />
una oportunidad con una entrevista.<br />
— 10 —
En ese primer contacto, Marcelo se mostró como un hombre serio y de pocas<br />
palabras, sin ningún tipo de nerviosismo por la entrevista, como si le diese igual<br />
que lo contratasen o no. Cuando comenzó a interrogarlo sobre sus conocimientos<br />
de las máquinas, ese áspero mecánico le dejó claro, que conocía con profundidad<br />
todos los secretos de las máquinas, superando ampliamente con sus<br />
conocimientos a los otros candidatos, así que se le ofreció un contrato de prueba.<br />
En las primeras semanas confirmó definitivamente que se trataba de un<br />
trabajador muy bueno, pues además de sus conocimientos y experiencia, que no<br />
eran pocos, tenía la extraña habilidad de coger los manuales y aprendérselos<br />
literalmente de memoria. Así, unos días después de tomar contacto con una<br />
máquina, sabia tanto sobre el funcionamiento y los ajustes, como el propio<br />
ingeniero que la diseñó.<br />
Marcelo también sorprendió a Carlos en otras cualidades, como su radical<br />
dedicación al trabajo. Solía llegar antes de la hora y nunca lo abandonaba sin<br />
haberlo acabado; para él no existía ninguna otra prioridad en esos momentos.<br />
Alguna vez, cuando le preguntaban qué porque no respetaba los horarios, les<br />
respondía algo así como que; “en la mar no hay horas, si una máquina se estropea<br />
o la arreglas, o estás jodido”.<br />
Pero Marcelo, junto con esas buenas cualidades como trabajador, adolecía del<br />
grave defecto de no poder relacionarse con otras personas. Su carácter reservado<br />
y huraño, permitía la convivencia, siempre y cuando se mantuviesen las<br />
distancias. Pero cuando alguien se cruzaba en su trabajo, se volvía terrible. Si veía<br />
que alguna persona no se mostraba suficientemente hábil o conocedor, lo<br />
criticaba abiertamente. Y eso, en el mejor de los casos, pues tenía una especial<br />
predilección para sacar a relucir en esos momentos su mejor gama de<br />
improperios, humillando sin piedad a su pobre víctima.<br />
Dado su conflictivo carácter en su convivencia con otros trabajadores,<br />
enseguida comenzó a dar problemas. Hubo un Incidente que estuvo a punto de<br />
forzar su despido; un día, cuando a un técnico se le ocurrió comenzar a golpear<br />
una máquina para ajustarla o sencillamente por desesperación. Marcelo se acercó<br />
despacio con una llave inglesa enorme, se puso delante de él y, con una seriedad<br />
y una frialdad que impresionó a los que estaban cerca, le dijo que si volvía a<br />
golpear la maquina le incrustaba esa llave en la cabeza. Por suerte, el técnico, que<br />
era bruto, pero no suicida, optó por retirarse y así pasó el momento de tensión. <strong>El</strong><br />
incidente se podría haber solucionado con unas disculpas, pero las cosas no<br />
fueron tan fáciles, pues el técnico estaba afiliado a un sindicato, y crecido por ese<br />
poder, se empeñó en que expedientasen a Marcelo y lo cambiasen de puesto. Lo<br />
curioso es que esa pretensión no molestó a Marcelo, pues bajo ninguna<br />
— 11 —
circunstancia estaba dispuesto a concederle ninguna disculpa, aunque esto<br />
implicase cambiar de trabajo, como ya había sucedido en otras ocasiones, lo que<br />
parecía no importarle mucho. Carlos tuvo que intervenir personalmente y<br />
solucionar el problema. Sopesó la situación. Estaba claro que esos dos ya no<br />
podían convivir juntos, y la elección se trataba de una decisión de pura lógica; por<br />
una parte perdería a Marcelo, sin duda su mejor trabajador; y por otra con un<br />
sindicalista dando golpes a las máquinas estarían mucho peor que antes. Así que<br />
optó por convencer al sindicalista que abandonase el trabajo con una suculenta<br />
indemnización si se comprometía a no denunciar la amenaza.<br />
Las relaciones personales entre Marcelo y Carlos curiosamente siempre<br />
habían sido buenas. Carlos desde un primer momento, se dio cuenta de ese<br />
carácter especial, a la par que de sus habilidades técnicas, así que optó por<br />
entrometerse lo menos posible. Solo tenía que explicarle lo que quería y Marcelo<br />
se ocupaba de hacerlo, sin fallos ni demoras. De esta forma, se ganó rápidamente<br />
la fama de hombre seguro en su trabajo. Aunque inicialmente fue contratado<br />
para manejar una máquina especial, sus habilidades y seguridad hicieron que se<br />
fuese convirtiendo en un especialista en cada vez más máquinas de la empresa;<br />
En menos de un año, se convirtió en el encargado de enseñar el funcionamiento y<br />
mantener todo el parque de máquinas.<br />
Entre los trabajadores existía, en general, una sensación contradictoria de<br />
respeto y odio hacia su persona. Por una parte no querían estar cerca y someterse<br />
a sus airadas críticas; pero por otra, cuando surgía algún problema todos<br />
contaban con él, pues sabían que no dejaría de esforzarse hasta solucionarlo. Su<br />
fama de hábil mecánico fue elevada a categoría de mito, a raíz del día en que una<br />
máquina muy compleja se estropeó. <strong>El</strong> especialista enviado por la fábrica de<br />
Alemania dijo que no se podía arreglar hasta dentro de tres meses, por un<br />
problema de falta de recambios. Marcelo, inquieto como un gato enjaulado, no<br />
podía ver la máquina parada y afirmó que se podía hacer un arreglo provisional<br />
para que funcionase; el especialista entonces cometió el error de intentar<br />
impedírselo, invocando que solo él estaba autorizado para arreglarla; Marcelo<br />
tardó un minuto en ponerlo en la puerta de la fábrica, dejándole muy claro que<br />
ahí dentro el único que mandaba sobre sus máquinas era él; después cogió las<br />
herramientas y estuvo trabajando durante veinte horas seguidas, logrando<br />
finalmente que la máquina volviese a funcionar perfectamente. Carlos, cuando se<br />
enteró de todo, estableció que no existía una garantía superior a la que otorgaba<br />
Marcelo, y desde ese Momento pasó a tener la responsabilidad directa sobre<br />
todo el mantenimiento, sin tener que consultar ninguna decisión. Esta situación le<br />
confirió una condición especial; por una parte carecía de toda categoría de jefe y<br />
— 12 —
no estaba al cargo de ningún trabajador; pero por otra, disfrutaba de una<br />
autonomía y poder envidiable; una petición suya ya no tenía que ser aprobada<br />
por el departamento de ingeniería, ni de contabilidad, ni siquiera por la dirección;<br />
sencillamente se tramitaba con la máxima prioridad. Aunque los rumores que<br />
circulaban entre los trabajadores, comentaban que pesaba mucho más el miedo a<br />
enfrentarse a Marcelo, que el hecho de obedecer el protocolo fijado por Carlos.<br />
Esta particular situación le configuró como un personaje especial, que<br />
acrecentaba con su conducta extraña. Se le solía ver quieto, en el centro de la<br />
nave, sencillamente escuchando los sonidos de las máquinas. Pero en su rostro se<br />
podía apreciar algo más, como si pareciese disfrutar de la música que emanase de<br />
ese especial concierto que solo él estaba capacitado para disfrutar.<br />
Su carácter independiente y poco social dio lugar a otra situación especial<br />
dentro de la empresa. Llegó a un acuerdo con Carlos para vivir en una pequeña<br />
dependencia, justamente debajo del edificio que hacía las funciones de la torre de<br />
control. A cambio de esta estancia gratuita, Marcelo cuando finalizaba la jornada<br />
se quedaba y hacia funciones gratis de guarda de seguridad nocturno durante la<br />
semana; así, él se ahorraba un alquiler y la empresa un guardia de seguridad<br />
durante la semana. Llevaban manteniendo este acuerdo desde hacía un año. Y lo<br />
cierto es que nunca se produjo un problema de seguridad, pues el propio Marcelo<br />
difundió el rumor de que se solía sentar en el techo de la torre de control con un<br />
rifle para “cazar” al primero que cruzase la verja. Lo cierto es que no disponía de<br />
ningún arma, pero eso al parecer nadie lo sabía, por lo que resultó bastante<br />
intimidador y nunca habían sufrido tentativa alguna de robo. Además, tenía la<br />
costumbre de al acabar la jornada, hacer deporte dando un par de vueltas<br />
corriendo a los más de cuatro mil metros de perímetro que contaban las<br />
instalaciones. Como hecho curioso, la costumbre diaria de correr por este<br />
recorrido perimetral fue marcando un sendero en el suelo, que los trabajadores<br />
acabaron llamando la “línea Marcelo”, como si se tratase de una línea de defensa<br />
al igual que la “línea Maginot”.<br />
En realidad, Marcelo no habría necesitado intimidar a nadie, ni hacer rondas<br />
de seguridad, pues las instalaciones disponían de un sistema de alarmas por<br />
detección de movimiento y un sistema de vídeo vigilancia que abarcaba todo el<br />
perímetro. En menos de unos segundos detectarían cualquier intromisión y daría<br />
una alarma directa a la policía, pero de alguna forma parecía disfrutar del poder<br />
que ostentaba con esta vigilancia.<br />
Marcelo destacaba también por otra particularidad; Se expresaba<br />
constantemente con tacos, palabrotas, blasfemias y toda clase de improperios.<br />
Ciertamente, resultaba habitual que los trabajadores utilizasen este tipo de<br />
— 13 —
lenguaje, más por limitación de su léxico que por su voluntad expresa. Pero<br />
Marcelo no se ajustaba a este patrón; cuando tenía que exponer alguna cuestión<br />
técnica, lo hacía con un dominio del lenguaje perfecto; en cambio, cuando se<br />
enfadaba buscaba expresamente la palabra más contundente y la lanzaba con<br />
crueldad sobre su víctima. Además, en esos momentos, le resultaba indiferente<br />
con quien estuviese; incluso llegó a enfrentarse a un inspector de trabajo, al cual,<br />
ante el estupor de todos los presentes le espetó; “De tus papeles debes de saber<br />
un huevo, pero de máquinas no tienes ni puta idea, así que, o me demuestras<br />
ahora que sabes manejarla o deja de jodernos con gilipolleces de chupatintas”.<br />
Carlos ante esta particular forma de ser de Marcelo intento ayudarle en su<br />
integración y le ofreció participar en las reuniones de trabajo con el resto de los<br />
técnicos. <strong>El</strong> intento resultó un sonoro fracaso, pues su marcado carácter<br />
individual y la brutal sinceridad con se expresaba, resultaba contraria a toda<br />
convivencia constructiva. Así no dudada en llamarles ignorantes, o afirmar que<br />
“antes de decir tonterías mejor es estar callado”. Después de algunas tensas<br />
reuniones, Carlos decidió que volviese a su feudo particular de las máquinas,<br />
donde volvió a reinar con toda su independencia y poder.<br />
Marcelo a su manera, consciente del esfuerzo que había realizado Carlos hacia<br />
su persona, de forma excepcional lo respetaba. No solo moderaba sus<br />
comentarios en su presencia, sino que tampoco permitía la más mínima crítica<br />
hacia él. Así, cuando Carlos impartía alguna nueva directriz, el resto de los<br />
trabajadores, en corrillos, criticaban algunas decisiones, mientras que Marcelo<br />
con rotundidad afirmaba; “son las órdenes del jefe, y donde hay patrón no manda<br />
marinero”.<br />
Y en definitiva, esa era la historia de Marcelo en la empresa, tan eficaz como<br />
especial. Así que, cuando Carlos tuvo que escoger a un último empleado para que<br />
le ayudase, encontró que Marcelo reunía las condiciones ideales. Él, como<br />
siempre, no cuestionó la petición y se quedó a su lado.<br />
Marcelo entró en las oficinas y emitió una especie de gruñido a modo de<br />
saludo.<br />
— ¿Qué tal te fue? –le preguntó Carlos, a sabiendas que volvía de una<br />
empresa especializada en rectificar piezas de precisión.<br />
A pesar de que la fábrica estaba parada, Carlos estimaba que si toda la<br />
maquinaria funcionaba a la perfección se podría vender mucho mejor, así que dio<br />
instrucciones a Marcelo que las mantuviese todas en perfecto funcionamiento.<br />
—Bien –le respondió secamente-. De entrada un poco gilipollas por eso de que<br />
tenía un titulín de tornero especialista de primera. Pero cuando le exigí un nivel<br />
de diez micras, ya reculó como un maricón apretándose el culo.<br />
— 14 —
Carlos pensó unos segundos.<br />
— ¿Diez micras?, pero eso es diez veces más precisión de lo que exigen esas<br />
piezas.<br />
—Ya lo sé, –afirmó tajantemente, como si alguien se atreviese a cuestionar sus<br />
conocimientos—. Pero yo sabía que ese era el límite de precisión de la maquinaria<br />
que tiene ese gilipollas. Seguro que las pasa putas para hacernos el trabajo.<br />
—¿Pero lo va a hacer a tiempo? –pregunto Carlos, dudando si esta exigencia<br />
comprometería el resultado.<br />
—Seguro que sí –afirmó con rotundidad Marcelo-. Le he dejado muy claro<br />
que dentro de tres días regreso y me traigo las piezas perfectamente ajustadas, o<br />
alguna parte de su cuerpo en un frasco. Creo que captó el mensaje. ¿Hay algo<br />
nuevo?<br />
A Carlos casi le daba pena el pobre tornero que estaría sudando sangre<br />
durante tres días, bajo el temor de no satisfacer a ese mecánico loco que volvería<br />
a buscar sus piezas. Pero lo cierto, es que gracias a ese brutal carácter Marcelo<br />
siempre lograba cumplir lo que prometía, y la realidad, es que se mostraba tan<br />
violento con las palabras, como pacífico en sus actos.<br />
La conversación no daba para más, así que Carlos se centró en darle las<br />
órdenes de ese día.<br />
—Tenemos un problema. Pero mejor os lo comento cuando estemos los tres.<br />
—Vale. Me voy abajo. Avísame cuando sea.<br />
Otra particularidad especial de Marcelo, es que nunca exigía explicaciones,<br />
motivos, ni justificaciones sobre cualquier tema que no le incumbiese<br />
directamente en su trabajo. Carlos pensaba que seguramente su experiencia en<br />
los barcos tenía mucho que ver con esa conducta; desde la sala de máquinas<br />
desconocía lo que estaba pasando en el puente, y lo único realmente importante<br />
es que las máquinas funcionasen.<br />
Veinte minutos más tarde, Carlos oyó el ruido de un vehículo. Desde la<br />
ventada de las oficinas vio cómo aparcaba un coche pequeño de un color amarillo<br />
chillón. Del coche bajo una chica delgada de un metro sesenta y cinco, vestida con<br />
pantalones verdes pistacho, camiseta rosa y zapatos azules. Miró hacia la ventana<br />
donde se encontraba Carlos, y levantó la mano agitándola efusivamente<br />
acompañada de una sonrisa de oreja a oreja.<br />
A sus veinticuatro años, Altaha se mostraba vital y jovial. Con la ilusión por<br />
todo lo nuevo de los jóvenes que disfrutan de su primer trabajo. Hablaba por los<br />
codos, con cualquier persona, incluso con los ordenadores si no tenía con quien.<br />
Su buen carácter, acompañado siempre por una afable sonrisa, lo completaba con<br />
— 15 —
el simpático y agradable acento de los canarios, conservando una peculiar forma<br />
de hablar utilizando palabras exclusivas propias de las islas. Conservaba estos<br />
dejes, pues vivió en Tenerife toda su vida hasta hacía dos años, que decidió buscar<br />
un trabajo en tierra firme, como ella solía decir.<br />
Diplomada en informática con veintidós años y en la búsqueda de su primer<br />
trabajo, acabó en el departamento de diseño de ICARUS. Teóricamente su<br />
especialidad se centraba en programas de diseños de aviónica, es decir, de los<br />
sistemas informáticos de navegación y dinámica del avión, si bien manejaba con<br />
soltura los programas de diseño. Aunque, sin ser un genio en informática,<br />
destacaba por su flexibilidad, costándole muy poco adaptarse a cualquier<br />
programa y operar con él en poco tiempo. Motivado por esa gran versatilidad,<br />
Carlos estimó que sería útil para rematar cualquier tipo de trabajo tanto de<br />
carácter técnico informático o de gestión, y por ese motivo la escogió para que se<br />
quedase.<br />
Su juventud, tipo menudo y cara simpática la convertía en un atractivo para<br />
cualquiera compañero de la empresa, pero sobre todo su carácter y forma de ser<br />
marcaban la gran diferencia sobre el resto de los trabajadores. Cuando deseaba<br />
algo se acercaba como dando saltitos y se plantaba delante con una sonrisa; “hola<br />
cómo estás”, se cogía el pelo como dándole un rizo y ponía cara de niña buena<br />
“verás necesito que me hagas un favorcito”; entonces nadie podía negarle nada,<br />
resultaba el modelo perfecto de seducción femenina; la aparente ingenuidad de<br />
una niña de diez años, el cuerpo de una de veinte y la inteligencia de una de<br />
treinta. Completaba esta seducción inicial, con un comportamiento noble y<br />
sincero; mostraba una disposición total hacia sus compañeros, siempre estaba<br />
dispuesta a ayudar sin pedir nada a cambio. Y por si faltaba algo, para completar<br />
su perfil, ella nunca se enfadaba, incluso cuando por tensión o nerviosismo se<br />
dirigían a ella de forma airada, con una voz dulce le comentaba en tono de<br />
súplica; “no hace falta que me grites, yo solo intento hacerlo lo mejor posible”. Así,<br />
en muy pocos meses, se convirtió en el comodín incondicional que todos<br />
utilizaban para buscar una compañía agradable en cualquier momento.<br />
Logró tal nivel de aceptación con sus compañeros de trabajo, que incluso<br />
consiguió que se rompiese a su favor, la inercia de la pasividad y falta de<br />
solidaridad, que son típicas en las empresas nuevas y competitivas. En una<br />
ocasión surgió un problema con un analista financiero, un tipo desagradable y<br />
pretencioso, que acababa de entrar en la empresa pisando fuerte por encima de<br />
los demás. Por un problema de datos informáticos se la tomó con Altaha y sin la<br />
menor moderación, en medio de una reunión con cinco compañeros comenzó a<br />
echarle una bronca monumental que Altaha aguantaba con los ojos vidriosos.<br />
— 16 —
Todos los compañeros sufrían por la pobre Altaha, hasta que uno no pudo<br />
aguantar más, se levantó y señalando con la mano amenazante al analista le soltó,<br />
“en la oficina podemos admitir que seas un trepa y un borde, pero no un<br />
maleducado, así que elige; disculparte con Altaha, o te denunciamos por<br />
mobbing”. <strong>El</strong> analista lo miró con la típica sonrisa pretenciosa, consciente de tener<br />
controlada la situación; “deja de decir tonterías, nadie va apoyar esa estupidez del<br />
mobbing, aquí hay cinco testigos de lo que ha pasado”, y miró a su alrededor para<br />
buscar el apoyo de sus pretenciosas palabras. Su sonrisa de cínico desapareció de<br />
golpe, cuando lo que se encontró fue cinco miradas de odio, sin ningún tipo de<br />
disimulo y un silencio espectral, que indicaba claramente que todos estarían<br />
dispuestos a decir lo que fuese para machacarlo ante un tribunal. <strong>El</strong> analista se dio<br />
cuenta que si todos los empleados apoyaban la denuncia de acoso estaría en la<br />
calle con un expediente manchado, así que inteligente y oportunista como era,<br />
optó por disculparse. Ese analista no duró mucho en la empresa, pero nunca más<br />
se volvió a producir un hecho parecido. Cada vez que entraba alguien nuevo a<br />
trabajar, algún compañero se ocupaba expresamente de indicarle que Altaha<br />
estaba especialmente protegida por todos, con la expresa advertencia que como<br />
se atreviesen a meterse con ella, sería lo último que hiciese en esa empresa.<br />
La relación de Carlos con Altaha siempre fue muy buena, aunque lo más<br />
adecuado sería decir que resultaba muy fácil. Trabajar con una persona, jovial,<br />
amable y responsable, resultaba tan agradable como sencillo.<br />
Marcelo y Altaha apenas se conocían. Desde el punto de vista del trabajo, él<br />
solía estar en la fábrica y ella en el departamento de diseño. Así que durante esos<br />
dos años nunca habían coincidido, amén de algún encuentro fortuito en alguna<br />
comida de empresa. Y en relación con los amigos, tampoco existían coincidencias;<br />
bueno, más bien Marcelo no tenía propiamente ningún amigo en la empresa,<br />
excepto encuentros puntuales para compartir una cerveza o la comida. Por el<br />
contrario Altaha se relacionaba con casi todos, ofreciendo o aceptando<br />
invitaciones para comidas, excursiones o cualquier actividad. Ahora que estaban<br />
solos y forzosamente se tenían que ver, tampoco cambió mucho la situación; no<br />
tenía mucho sentido realizar ningún esfuerzo especial por conocerse, pues la<br />
empresa se cerraría en cuestión de días, así que ninguno de ellos creía que valía la<br />
pena forzar una amistad con tan poco futuro por delante.<br />
Carlos llamó a Altaha y a Marcelo a su despacho, ahí les expuso el nuevo<br />
problema de las existencias y como debían resolverlo. <strong>El</strong> plan de trabajo se basaba<br />
en que Carlos y Marcelo estarían en el almacén e intentarían detectar las partidas<br />
diferentes separando las existencias, mientras que Altaha ajustaría las existencias<br />
al inventario a nivel informático.<br />
— 17 —
SOLUCIÓN DE COMPROMISO<br />
Tardaron tres días en localizar y clasificar todas las partidas de existencias<br />
sobrantes. Carlos y Marcelo contemplaban todo el material convenientemente<br />
seleccionado y apartado en una esquina del almacén.<br />
— ¿Y ahora qué hacemos con todo esto? preguntó Marcelo.<br />
Carlos movió la cabeza de un lado a otro, encogiéndose de hombros.<br />
—Está complicado. <strong>El</strong> administrador judicial dijo que debíamos hacerlo<br />
desaparecer, lo que implica que si lo vendemos lo debemos hacer discretamente<br />
y bajo nuestra responsabilidad. Pero tampoco es tan sencillo; hablé con los<br />
proveedores, y los que aún no han cerrado por la crisis, no están interesados en<br />
un material especial no catalogado y no están dispuestos ni a pagar el transporte.<br />
También he hablado con algún chatarrero, pero solo están interesados en metales<br />
y no en piezas de carbono. No sé, tendré que buscar alguna empresa de residuos<br />
o algo parecido.<br />
—Es una pena tirarlo, es de muy buena calidad.<br />
—No lo dudo, pero ahora ya no sirve para nada.<br />
—Tampoco es así. Antes de tirarlo siempre se podría construir algo con él.<br />
—Como si para esas estuviésemos. Ya ha pasado el momento de fabricar.<br />
—Ya sé que ahora no fabricamos ni vendemos. Digo que lo hagamos para<br />
nosotros. Siempre será mejor construir algo que tirar el material.<br />
—Eso no lo discuto, pero yo ya he construido demasiados aviones en mi vida.<br />
Ahora que los construyan otros. Estoy cansado.<br />
—Pues para otra cosa, el material también sirve para un barco.<br />
— ¿Un barco? —preguntó Carlos con curiosidad.<br />
—Sí, ahora se mariconea mucho con el carbono en barcos, sobre todo de<br />
regata para aligerar peso. Aquí hay suficiente material como para construir, así a<br />
ojo, uno de treinta o cuarenta pies.<br />
—Y, si no es mucho preguntar, ¿para qué quieres construir un barco en medio<br />
de una zona casi desértica a no menos de trescientos kilómetros del mar?<br />
—Putéos geográficos aparte. Está claro que me lo llevo a Galicia y ahí hay<br />
mucho mar para navegarlo. En mi pueblo utilizan cualquier cosa con tal de que<br />
flote, nunca tiran nada.<br />
Carlos levantó los brazos como en señal de rendición.<br />
—Marcelo, haz lo que quieras con el material, todo tuyo. Solo te impongo una<br />
condición, y es que antes de final de mes ya no puede estar aquí.<br />
Marcelo se sorprendió por ese plazo.<br />
— 18 —
— ¡Dios! Pero entonces tengo menos de cuatro semanas. Me hace falta contar<br />
con Altaha.<br />
— ¿Para qué?<br />
— ¿Y tú me lo preguntas? Este material necesita un proceso especial para el<br />
modelado, si me lo llevo así no sirve para nada. Tengo que fabricar las piezas aquí<br />
con el equipo especial y después montarlas en Galicia. Pero para diseñarlas y<br />
programar el modelador necesito a Altaha.<br />
Carlos se dio cuenta que Marcelo tenía razón, la fibra de carbono tiene que<br />
calentarse en un horno especial para ser moldeado, una vez que se enfría se<br />
vuelve dura y muy resistente.<br />
—Por mí no hay problema. Pero tienes que convencerla para que te ayude<br />
gratis. Yo no puedo pagaros más, así que el tiempo extra que dediquéis es cosa<br />
vuestra.<br />
Marcelo mostró una total indiferencia por el comentario, él nunca se había<br />
quejado del sueldo y, menos aún, por tener que trabajar horas extras, se las<br />
pagasen o no. Así que ni le pasaba por la cabeza pedir dinero por una cuestión<br />
particular. Aunque sí, le tenía que pedir otra cosa.<br />
—<strong>El</strong> dinero da igual, pero necesito tu ayuda para los cálculos.<br />
Carlos lo miró abriendo los ojos. Estaba cansado y deseaba librarse del<br />
problema, y no tener que perder más tiempo con esa tontería.<br />
— ¿Qué cálculos necesitas para un pequeño barco ortopédico hecho a<br />
retales?, con que flote basta. Seguro que en tu pueblo los lleváis haciendo a ojo<br />
desde hace quinientos años.<br />
<strong>El</strong> comentario sobre su pueblo no le hizo ninguna gracia a Marcelo, que se<br />
olvidó de la deferencia que sentía por Carlos y saltó sobre él como un tigre.<br />
—En efecto, en mi pueblo hacen barcos cojonudos y sin gilipolleces de<br />
ingenieros. Pero tienen la puta costumbre de hacerlos de madera y este será de<br />
carbono. Y yo no tengo ni puta idea de la resistencia, flexión a la torsión,<br />
compresión y más gilitecnicismos que tenéis que utilizar los jodidos ingenieros.<br />
Así que ayúdame, si te sale de los huevos, pero deja tranquilo a mi pueblo y a sus<br />
barcos.<br />
Carlos se dio cuenta que enfrentarse con Marcelo había sido una mala idea, y<br />
meterse con su pueblo, aun peor. La cuestión, en sí misma, no tenía mucha<br />
importancia, por lo que optó por volverse condescendiente.<br />
—Vale, nos olvidamos de tu pueblo. Y respecto al barco tienes razón. En teoría<br />
un barco de carbono exige estos cálculos complejos. Pero insisto en que no hace<br />
falta que te compliques la vida con cálculos de estabilidad, resistencias<br />
— 19 —
materiales, resistencia aerodinámica e hidrodinámica. Después de todo, solo<br />
pretendes que flote para tumbarte a tomar el sol mientras tomas una cerveza.<br />
Marcelo, que entre sus defectos no estaba el orgullo, con la misma rapidez<br />
que se exaltó se calmó. Miró a Carlos detenidamente y se rascó la nuca.<br />
— ¡Claro! –exclamó como dándose cuenta de algo—, no había caído. Tú haces<br />
otro tipo de cálculos para aviones, no para barcos. Por eso no quieres hacerlo.<br />
Estos cálculos navales son más complejos.<br />
A Carlos le cambió la cara.<br />
— ¿Más complejos? ¿Más complejos los cálculos navales? –repitió casi como<br />
tartamudeando—. Tú no sabes lo que dices, la ingeniería naval es cosa de niños<br />
comparada con la aeronáutica.<br />
—Bueno, de niños no será ninguna, que todo el día estáis los ingenieros con<br />
los títulos pegados al culo. Lo que está claro es que sois todos iguales, cuatro<br />
numeritos en la hoja de cálculo, y ya os ponéis cachondos.<br />
Carlos tenía la cara un poco roja.<br />
— ¿Iguales?, ¿iguales? Te lo voy a explicar de una forma sencilla. Tú coges un<br />
pedazo de madera y la pones en el agua, ¿qué pasa? elemental, que flota.<br />
¿Sencillo, verdad? Coge ese mismo pedazo de madera y lánzalo al aire. ¿Qué<br />
pasa? Que se cae, ¿evidente, verdad? Dime entonces, ¿Quién lo tiene más difícil<br />
para hacer los cálculos para mantener el pedazo de madera en su elemento?<br />
—Bueno, vale, entiendo que para que vuele tienes que ponerle un motor.<br />
— ¡Ya! Pero eso no basta. <strong>El</strong> motor de un barco, se para ¿Y qué pasa?, pues<br />
nada. <strong>El</strong> motor de un avión se para, ¿y qué pasa? Pues que se cae, se estrella y<br />
todos mueren. Pero da la casualidad que nosotros diseñamos aviones que vuelan<br />
en el aire y que son el medio de transporte más seguro del mundo. Ahora, dime<br />
¿quién hace mejor los cálculos?<br />
— ¡Vale ya!, de acuerdo, lo tuyo es más complicado, si eso te pone cachondo.<br />
¿Pero, eres o no, capaz de hacer los cálculos para construirlo?<br />
—Claro que sí. <strong>El</strong> fundamento es exactamente el mismo, pero la densidad del<br />
medio es lo único que cambia; agua en lugar del aire. Respecto el resto sobre la<br />
flotabilidad es sencillo. ¡Uf! Qué esfuerzo tienen que hacer los ingenieros navales<br />
para aplicar el principio de Arquímedes, que solo se conoce desde hace dos mil<br />
trescientos años.<br />
— ¡Al grano!, ¿Cuánto tardarías?<br />
—Para el nivel de precisión que tú necesitas, poco, como mucho un día. No<br />
pretendes batir ningún récord y da igual más peso, puedes meter un poco más de<br />
fibra de carbono para ir seguros. Pero primero necesito el diseño general para<br />
hacer los cálculos de estructura, así que tenemos que hablar con Altaha.<br />
— 20 —
Subieron a las oficinas y le comentaron a Altaha el proyecto. <strong>El</strong>la lejos de<br />
protestar por este trabajo añadido, se mostró ilusionada y emocionada por<br />
diseñar un barco. Le plantearon si disponía de programas para hacerlo.<br />
—Bueno, para un diseño sencillo si puedo conseguir algunos gratuitos en<br />
Internet, pero solo sirve para ver el modelo general. Para fabricar las piezas tengo<br />
que meter todo en nuestro ACAD, eso llevara más tiempo dependiendo de la<br />
complejidad y del número de piezas.<br />
Carlos lo tenía claro.<br />
—Ahora las piezas no me interesan, nos basta un sencillo diseño para poder<br />
hacer los cálculos de estabilidad y resistencia estructural.<br />
—Bien, antes de nada. ¿Qué tipo de barco queréis diseñar?<br />
Marcelo lo tenía bastante claro.<br />
—Tenemos material pero no motores, que además, son muy costosos, así que<br />
lo mejor sería hacer uno de vela. Para la maniobra ya conseguiré un pequeño<br />
motor diesel de segunda mano.<br />
—Vale, dejarme un par de horas para que descargue unos programas y<br />
prepare un diseño.<br />
Carlos y Marcelo bajaron al almacén para acabar de clasificar el material<br />
mientras que Altaha se centró en su trabajo con el ordenador durante tres horas.<br />
Cuando finalizó les llamó. Se sentaron los tres delante del ordenador de diseño<br />
con una pantalla enorme de más de treinta pulgadas y una altísima resolución.<br />
Marcelo la miró extrañado pues la imagen se veía un poco borrosa, Altaha le<br />
indicó que se pusiese unas gafas que estaban sobre la mesa, entonces vio la<br />
imagen en tres dimensiones, como si tuviesen el barco delante y lo pudiesen<br />
tocar.<br />
—Como veis –dijo Altaha-, he bajado un diseño de un velero clásico y ahora lo<br />
podemos modelar como queramos. <strong>El</strong> programa realiza los cálculos de forma<br />
automática aunque como está pensado para poliéster no es correcto. Nuestro<br />
diseño de fibra de carbono será menos pesado, por lo que flotara más, tal vez se<br />
podría reducir la altura que sobresale del agua, ¿Cómo se llama eso?<br />
—Francobordo –le informó rápidamente Marcelo.<br />
Carlos señaló con el dedo en la pantalla, a la parte inferior del barco donde<br />
sobresalía un bulto.<br />
— ¿Eso de ahí abajo es la orza?<br />
—Si<br />
— ¿Está lastrada?<br />
— 21 —
—Claro, son de plomo, y suponen entre el treinta y cuarenta por ciento del<br />
peso de todo el barco. Varían según se trate de un crucero clásico o regata. En los<br />
veleros de regata llegan incluso al ochenta por ciento del peso total, según indica<br />
el programa.<br />
Carlos, seguía mirando el diseño.<br />
— ¿Según creo, la función de peso de la orza es corregir la escora producida<br />
por el viento?<br />
—Exactamente, con ese peso contrarresta la fuerza del viento, sino el barco se<br />
inclinaría de lado y se volcaría, o como se diga.<br />
—Escorar y zozobrar —aclaró Marcelo.<br />
Carlos, hizo un gesto de tachar con la mano la pantalla.<br />
— ¡Esto es de locos! Desde luego solo a un ingeniero naval se le puede ocurrir<br />
esa estúpida solución de conseguir el equilibrio a base de peso.<br />
—No será para tanto. –Dijo Marcelo—, A un problema, una solución.<br />
— ¿Qué no? –Preguntó asombrado Carlos- Pues menos mal que son<br />
ingenieros y no son médicos. Imagínate un doctor con mentalidad de ingeniero<br />
naval, —Doctor, cojeo de la pierna derecha. Pues nada hombre, póngase cinco<br />
kilitos de plomo en la cadera de la izquierda y todo solucionado.<br />
Altaha soltó una carcajada.<br />
A Marcelo también le hizo gracia y casi le logró arrancar del rostro una media<br />
sonrisa. Después se quedó mirándolo asombrado.<br />
— ¿Pero qué coño tienes contra los ingenieros navales? ¿Qué te pasa? ¿Te dio<br />
uno por culo cuando eras pequeño y aun te escuece?<br />
Altaha se tapó la boca para no proferir una carcajada. Pero a Carlos no le hizo<br />
tanta gracia.<br />
— ¿Pero cuando dejarás de ser tan bestia Marcelo? No tengo nada personal<br />
con ellos. Lo que ocurre es que sencillamente técnicamente los ingenieros<br />
aeronáuticos somos muy superiores, pero ellos se llevan la fama y eso me toca la<br />
fibra. Fíjate por ejemplo, la solución de la orza lastrada es una aberración en sí<br />
misma. Pero ¿cuál es la realidad? que nos venden el glamour de un barco de<br />
regata. Si diseñasen aviones con ese criterio, seguro que seguiríamos viajando el<br />
globo aerostatico con sacos de arenas colgados. Eso sí con mucho glamour de<br />
regatas de globos patrocinadas a tope por las mejores marcas de relojes suizos. Es<br />
de locos.<br />
—Pues si no te gusta, utiliza un diseño de barco que no lleva lastre, como el de<br />
un catamarán. Pero perfecto, tampoco es.<br />
— ¿Qué problema plantea?<br />
— 22 —
—Tienen menos superficie habitable y son mas inseguros. Como son más<br />
anchos parecen más estables, pero como vuelquen no los adriza ni Dios.<br />
—Lo de volcar no me gusta. Tenemos que hacer un barco seguro.<br />
—Pues eso, volvamos al diseño clásico. ¡Joder! que por algo se llaman clásicos.<br />
Si es que nos estamos complicando la vida como gilipollas.<br />
Carlos comenzó a pasear por la oficina, bastante inquieto.<br />
—No, no y no. Es inaceptable admitir un diseño erróneo. Siempre existen<br />
soluciones adecuadas y óptimas. Este problema no es más que un reto y necesito<br />
pensar.<br />
Marcelo ya comenzaba a mostrarse inquieto con tanto cálculo y<br />
razonamiento.<br />
— ¡Joder Carlos!, como tú mismo dijiste, solo es cuestión de aprovechar un<br />
material y hacer algo que flote. No le des más vueltas. No tenemos tiempo de<br />
pensar, dentro de tres semanas nos echan de aquí, no hay tiempo para nada más.<br />
Carlos no se convencía fácilmente cuando algo no entraba en su cabeza de<br />
forma racional.<br />
—Dejarme que piense algo. Si mañana no se me ha ocurrido ninguna idea<br />
cogemos un diseño clásico. Tal vez estoy cansado y obsesionado. Pero mejor lo<br />
dejamos para mañana. Necesito tiempo.<br />
Carlos siempre fue un jefe atípico. Lógico y racional hasta el infinito, incluso<br />
hasta el punto de ser capaz de acabar con la paciencia de todos los que le<br />
rodeaban. Si algo no funcionaba, buscaba la causa y nunca a los responsables. <strong>El</strong><br />
factor humano, como él decía, no resultaba determinante. Incluso cuando el error<br />
de una persona había sido manifiesto, él le quitaba importancia indicando que<br />
claramente habían evaluado incorrectamente la capacidad del operario humano.<br />
Tampoco le molestaba tener que asumir una equivocación respecto a cualquier<br />
idea, pero siempre debía convencerse de forma racional del motivo por el que<br />
estaba equivocado.<br />
Algunos trabajadores comentaban que le faltaba carácter y que eso resultaba<br />
perjudicial para la dirección de la empresa. Otros, decían que lo que realmente le<br />
faltaba, era la ambición de hacerse rico. Tal vez todos tuviesen razón; Carlos se<br />
centraba en desarrollar y construir aviones perfectos, el beneficio le importaba<br />
muy poco, por no decir nada.<br />
Además de estas consideraciones sobre su forma de ser, lo cierto es que tanto<br />
Marcelo como Altaha le tenían un respeto y un afecto, más allá de la estricta<br />
relación de trabajo. Y en ese momento, no se trataba ni de jerarquías, ni de que<br />
tuviese o no razón, bastaba que Carlos les pidiese algo más de tiempo para que<br />
no lo cuestionasen.<br />
— 23 —
Altaha con sus maneras suaves y complacientes le apoyó.<br />
—Descansa y tómate el tiempo que necesites para pensar en el diseño.<br />
Marcelo, en su brusquedad se mostraba incapaz de expresar esos<br />
sentimientos, pero no dudo en acatar su voluntad.<br />
—Tú mismo. Pero mañana nos vemos y tienes que tomar alguna decisión.<br />
Al día siguiente a las nueve Altaha y Marcelo llegaron a las oficinas, y con<br />
cierta sorpresa se encontraron a Carlos que los estaba esperando en su despacho<br />
con la mesa llena de papeles. Les saludó afablemente con una sonrisa casi de<br />
niño, que contrastaba con su aspecto cansado, remarcado por unas ojeras<br />
pronunciadas que evidenciaban que no había dormido mucho esa noche en el<br />
sofá de su despacho.<br />
Les puso unos cafés en la mesa.<br />
—Sentaros y tomar un café mientras os comentó; tengo buenas y malas<br />
noticias.<br />
—Suelta las buenas, que las malas ya llegan solas –increpó Marcelo.<br />
—Las buenas son, que creo que he solucionado el problema del diseño. Las<br />
malas son, que las posibilidades de ejecutarlo son muy limitadas, incluso<br />
desconozco si al final funcionará.<br />
Altaha, que aún no parecía muy despierta, comentó entre bostezos, que<br />
apenas se molestaba en disimular tapándose la boca con la mano.<br />
—Si no he contado mal, es una noticia buena contra dos malas. Me parece<br />
que ganan las malas.<br />
Carlos no le dio ninguna importancia al comentario.<br />
—Eso es porque las personas dormidas sois pesimistas, así que tomaros el café<br />
mientras os lo explico todo, necesito que comprendáis lo que intento hacer.<br />
Se puso de pie delante de una pizarra electrónica y fue pintando con flechas y<br />
símbolos sus ideas.<br />
—Ayer, partimos de dos premisas; fabricar un barco de vela, y enfrentamos al<br />
problema de cómo compensar la fuerza lateral del viento. ¿Correcto?<br />
Altaha y Marcelo asintieron y Carlos continúo su exposición.<br />
—Los “genios” de la ingeniería naval, solo aplican un principio que es colocar<br />
un peso que contrarreste la fuerza del viento que hace escorar el barco y tienen<br />
dos maneras de realizarlo; una solución es colocar en la parte inferior del barco<br />
un contrapeso, esa es la solución de la orza lastrada. La otra solución es utilizar el<br />
propio peso del casco del barco pero en el extremo para hacer palanca, que es el<br />
sistema del catamarán. Este segundo sistema me parece mucho más inteligente<br />
por dos razones; en primer lugar porque no lastra la embarcación con más peso<br />
— 24 —
sino que utiliza los propios flotadores, y en segundo lugar los flotadores hacen<br />
palanca desde el principio con la máxima fuerza, en tanto que la orza solo lo hace<br />
cuanto más escore el barco.<br />
Marcelo, se mostraba impaciente.<br />
—Bien, está claro que te has quedado con la segunda opción. Ya lo hemos<br />
entendido, sigue con lo siguiente.<br />
Carlos, no se inmutó por la impaciencia de Marcelo.<br />
—No es tan sencillo, en realidad también he rechazado el modelo de<br />
catamarán.<br />
— ¿Entonces?, ¿No lo entiendo? ¿A qué viene tanto discurso sobre las<br />
opciones que no vas a escoger?<br />
—Lo he explicado solo para que lo entendáis mejor. Pero déjame acabar. He<br />
rechazado el catamarán, porque sigue con la filosofía del sistema de peso para<br />
compensar, y eso, en sí mismo, es un error. Así que volviendo al problema, es<br />
cierto que existe una fuerza que escora el barco y que lógicamente tiene que<br />
existir una fuerza correctora para equilibrarlo, ¿correcto?<br />
—Es obvio –dijo Marcelo deseando acabar.<br />
—Pues lo más sencillo es que creemos una fuerza correctora, no basada en el<br />
peso, sino en el mismo flujo de aire, pero horizontal y hacia arriba. La ventaja es<br />
que nos da igual el viento que sople, siempre lo compensaremos con el mismo<br />
propio viento. Además, esta fuerza ascensional tiene la ventaja que no clava el<br />
barco en el agua sino que lo levanta reduciendo el rozamiento. ¿Qué os parece la<br />
solución? ¿Sencilla y perfecta verdad? –afirmó, sin darles tiempo a responder.<br />
—No sé. ¿Pero eso funcionará? –preguntó Altaha, abriendo los ojos<br />
mostrando su incredulidad.<br />
—Funcionar, si claro. Teóricamente sí. Solo hay que hacer los cálculos para<br />
verificarlo.<br />
Marcelo negó con la cabeza.<br />
— ¡Joder Carlos! Teóricamente. ¿Y tú me decías que no me complicase la vida<br />
con cálculos?<br />
—Esto es diferente, este es un diseño nuevo que exige más cálculos.<br />
Altaha estaba centrada en la idea, intentando asimilarla completamente.<br />
—O sea, si no he entendido mal, una vela normal vertical y otra horizontal que<br />
contrarreste a la primera.<br />
—Sí, exacto.<br />
—Pero si se contrarresta una con otra, el barco no avanza.<br />
—Sí lo hace. Tienes que pensar que; la vela vertical divide la fuerza entre el<br />
empuje hacia adelante y el lateral, que lo hace escorar; mientras la vela horizontal<br />
— 25 —
solo genera un impulso hacia arriba lateral. Como podéis apreciar si se<br />
compensan los empujes laterales solo queda el empuje hacia adelante.<br />
—Entonces cuando el viento cambie de lado, la vela horizontal tendrá que<br />
hacer el empuje hacia abajo y no hacia arriba.<br />
—Lo normal sería así, pero al estar cerca del agua tendríamos un problema<br />
con el flujo de aire y además, clavaría el barco hacia abajo. Así que la solución más<br />
sencilla, es que el plano alar horizontal pase a vertical y el vertical a horizontal.<br />
—¡Uf!, Me parece complejo, eso de dos palos móviles y además, con velas.<br />
—Tienes razón, el sistema de velas de tela no es bueno para este diseño, así<br />
que hay que utilizar un ala fija.<br />
Marcelo, debería saber algo sobre eso porque no dudo en dar su opinión.<br />
—Un ala fija ya se ha experimentado y tiene el gran problema, que no puedes<br />
ajustar la superficie al viento. Con poco viento se queda corta y con mucho no hay<br />
quien la controle.<br />
—De nuevo tenéis razón. Para reducirla hay que plegarla.<br />
Altaha intervino<br />
—Me parece que estás diseñando algo complejísimo, y no tenemos tiempo en<br />
programar a “la bestia”. O sea, que no es posible hacerlo con tan poco plazo.<br />
Los tres sabían que el ordenador de cálculo avanzado, al que llamaban “la<br />
bestia”, estaba capacitado para simular con muy alta precisión el comportamiento<br />
del diseño dinámico de fluidos ya fuese en el aire o en el agua. Pero programarlo<br />
no resultaba sencillo, además, de tener que hacer correcciones durante unos días.<br />
Con tan poco tiempo, resultaba imposible.<br />
Carlos sonrió.<br />
—Estupendo, veo que habéis captado todos los problemas. Realmente sois<br />
inteligentes. Da gusto trabajar con vosotros.<br />
— ¿Y eso te parece estupendo? –Comentó Altaha-, son demasiados<br />
problemas.<br />
—En efecto, lo serían, si no fuese porque los tenemos resueltos.<br />
— ¿Ah sí? – exclamó Altaha abriendo los ojos como platos.<br />
—Sí. La solución existe desde hace millones de años.<br />
Marcelo chasqueó los dedos.<br />
—Pues yo debí llegar tarde a la explicación, porque no la pillo.<br />
Carlos se acercó a la pizarra y pinto un dibujo muy sencillo representando un<br />
pájaro.<br />
—Como veis, copiaremos la estructura de las alas de un pájaro. Son dos alas<br />
contrapuestas y se pueden plegar total o parcialmente, además de cambiar de<br />
ángulo. Es sencillamente una solución perfecta.<br />
— 26 —
— ¿Un pájaro? —Exclamó Marcelo casi desesperado—. ¿Has estado toda la<br />
noche sin dormir para diseñar un pájaro?<br />
—No seas simple. No es un pájaro, sino la estructura alar de un pájaro.<br />
Altaha no parecía tan sorprendida e insistía en conocer más sobre la idea.<br />
— ¿Y cómo movemos las alas?, se necesitará mucha fuerza.<br />
— ¿Moverlas? –Preguntó sorprendido Carlos-. En realidad no será necesario,<br />
no queremos volar, así que no hace falta batirlas. Para utilizarla como una vela<br />
solo es necesaria mantener el ala en alto y realizar pequeños ajustes, así que con<br />
servos hidráulicos, imitando a los músculos de las aves que eleven y sujeten las<br />
alas bastará. Piensa en un águila, la mayoría del tiempo tiene las alas extendidas y<br />
no necesita batirlas, por eso les cuesta tanto despegar del suelo.<br />
Marcelo no estaba nada convencido, y veía muchos problemas en esa idea.<br />
—Puede ser, pero esos servos necesitan presión hidroneumática, la cual<br />
habría que generar con un compresor eléctrico, y la electricidad la tiene que<br />
producir un generador conectado a un motor. Todo eso es un montaje del carallo.<br />
—Bueno, es cierto que requiere alguna maquinaria, pero como todo aparato<br />
que se mueva.<br />
— ¡Pues qué bien! Un barco de vela que va a consumir más gasoil que uno de<br />
motor. Los ingenieros navales se van a estar partiéndose el bazo de risa de tu<br />
diseño hasta que te jubiles.<br />
—No exageres, recuerda que no es necesaria mucha energía para mantener<br />
las alas en posición.<br />
Altaha con sus movimientos de cabeza, de un lado a otro, no parecía muy<br />
convencida.<br />
—Eres demasiado optimista. Para ti todo está solucionado, pero a mí me<br />
parece que es un diseño demasiado complicado.<br />
—No soy optimista ni pesimista, sino realista. Además, hay que ser optimista<br />
que éstas eran las buenas noticias.<br />
— ¿Estas eran las buenas? –Exclamó Marcelo—, no quiero ni pensar cómo<br />
serán las malas.<br />
—Las malas, básicamente son dos; la primera es que la fabricación va a ser<br />
muy complicada y no podemos tener fallos. Recordar que solo fabricaremos las<br />
piezas y cuando Marcelo lo monte en Galicia, es cuando se pondrán de manifiesto<br />
los errores y no se podrán corregir. La segunda, que como tenemos que<br />
abandonar las instalaciones en menos de un mes, no tenemos tiempo suficiente.<br />
—Eso ya lo dije yo–comentó Marcelo—, Estamos pillados de tiempo. O sea<br />
que vete pensando en cambiar de diseño.<br />
Carlos no pareció verse afectado por la insinuación.<br />
— 27 —
—Me he expresado incorrectamente. Lo que quiero decir es que el sistema<br />
normal de producción, por el cual primero se realiza un diseño y después sigue la<br />
producción de piezas aquí no vale, resulta demasiado lento.<br />
Altaha intervino.<br />
—Pues no lo entiendo. Así es como siempre lo hemos hecho.<br />
—Tan vez, pero el diseño llevaría como mínimo dos o tres semanas, así que<br />
solo nos quedaría una semana para producir, lo que es imposible. Necesitamos<br />
como mínimo dos meses para fabricar todas las piezas.<br />
— ¿Y has pensado algo?<br />
—Sí, la solución es sencilla. Consiste en diseñar y producir a la vez.<br />
—Espera, espera –le interrumpió Altaha-, eso nunca lo hemos hecho.<br />
—En efecto, pero he pensado como hacerlo. Si realizamos un diseño general,<br />
donde solo colocamos las piezas en bruto, bastando que consten las medidas<br />
clave para que se ajusten unas con otras, después ya podemos diseñar cada pieza<br />
con detalle y a continuación la fabricamos, así una detrás de otra en paralelo.<br />
— No lo entiendo bien.<br />
—<strong>El</strong> proceso sería el siguiente; un diseño general para marcar los parámetros<br />
donde encajaría una pieza con otra, después tú vas diseñando cada pieza<br />
individual con detalle y cuando esté lista, te pones a diseñar la siguiente mientras<br />
nosotros producimos la anterior y así sucesivamente. Trabajaremos en paralelo<br />
diseñando y produciendo a la vez.<br />
—Aun así, no tenemos suficiente tiempo –comentó Marcelo—. Aunque<br />
ahorremos dos o tres semanas de diseño tardaremos como mínimo mes y medio<br />
en fabricarlas, y te recuerdo que en menos de un mes nos tenemos que ir.<br />
—Sí, ya he pensado en eso. Tus tiempos de fabricación están calculados para<br />
una jornada de ocho horas y cinco dias a la semana; pero si trabajamos<br />
veinticuatro horas seis dias a la semana, en tres semanas habremos acabado. Si tú<br />
y yo nos repartimos el trabajo con las máquinas lo podemos conseguir; yo puedo<br />
hacer los turnos de tarde y noche, si tú haces el de mañana y aguantas hasta<br />
media tarde.<br />
Marcelo lo miró unos segundos con cara de circunspecto, mientras analizaba<br />
mentalmente este nuevo enfoque.<br />
—Déjalo, yo hago todos los turnos.<br />
En cualquier otra persona, sonaría a broma o a fanfarronada, pero partiendo<br />
de Marcelo, Carlos no cuestionó que lo decía en serio.<br />
—Eso no puede ser, ni aguantarías, ni estoy dispuesto a ello. Yo me quedo<br />
como mínimo el mismo tiempo que tú.<br />
Marcelo se acercó, le puso una mano en el hombro y lo miró a los ojos.<br />
— 28 —
—La realidad, es que tú diseñas y organizas de puta madre, pero de controlar<br />
máquinas no entiendes un carallo. Nunca has manejado el horno, ni los robots y<br />
tardarías dos o tres semanas en enterarte de algo para fabricar progresivamente y<br />
con una buena calidad. Así que déjamelo a mí.<br />
Carlos, consciente que el planteamiento de Marcelo sobre sus limitadas<br />
cualidades operativas se ajustaba a la realidad, no dudo en reconocerlo.<br />
—Tienes razón respecto a mí capacidad, pero tendrás que contar conmigo, tu<br />
solo no puedes mantener el ritmo de veinticuatro horas, te agotarías en dos días.<br />
—Aguantaré bien; el proceso de fabricación por modelado y el horno están<br />
automatizados, solo hay que cargar las máquinas, y mientras trabajan puedo<br />
dormir en turnos de tres o cuatro horas seguidas entre carga y carga. Además,<br />
estoy acostumbrado a hacer guardias y dormir entre horas. Dejarme a mí la<br />
fabricación y vosotros centraros en el diseño y los cálculos.<br />
—No sé, -dudó Carlos- por una parte tienes razón, es una correcta estimación.<br />
Pero me parece injusto que te vayas a matar a trabajar durante tres semanas por<br />
mi culpa.<br />
— ¿Matarme a trabajar? Vosotros no sabéis lo que es trabajar duro. Tendríais<br />
que estar embarcados dos meses en un pesquero de altura, donde dormir cuatro<br />
horas seguidas, vestido y medio mojado, mientras el barco da pancotazos con olas<br />
de cinco metros, es todo un lujo.<br />
Carlos acabó aceptando el planteamiento, después de todo, la lógica de<br />
Marcelo resultaba aplastante, y contra eso no podía luchar.<br />
En la siguiente hora realizó un cronograma indicando el ritmo que tenían que<br />
seguir de diseño y fabricación para poder completar todo el trabajo a tiempo.<br />
Realmente, viendo lo bien que programaba el trabajo y organizaba todas las fases<br />
y los tiempos, costaba comprender como pudo ir tan mal la empresa.<br />
Las siguientes tres semanas trabajaron intensamente; Altaha diseñó todas las<br />
piezas en el ACAD, directamente las transfería desde el ordenador a la máquina<br />
de modelado, la pieza pasaba en su última fase al horno y ya quedaba perfecta.<br />
Marcelo cumplió, con su estoicismo habitual, las jornadas de veinticuatro horas<br />
que se impuso, para que en ningún momento parase ni el modelado ni el horno.<br />
Según el cronograma de producción que diseño Carlos, dejó el domingo como día<br />
para recuperar las pérdidas de ritmo. Como todo funcionó como estaba previsto,<br />
al final Marcelo pudo descansar los domingos.<br />
Ya se habían fabricado todas las piezas, las cuales se fueron colocando en cajas<br />
y estas en palés preparados para el transporte. Marcelo contrató un tráiler para<br />
llevarse todo el material a Galicia y estaba previsto que saliese en dos días.<br />
— 29 —
Y ahí estaban los tres, de pie, en la entrada del almacén, mirando con<br />
satisfacción como todo el trabajo realizado se concentraba en el conjunto de<br />
palés apilados.<br />
En estas últimas semanas se había producido un cambio sustancial en el<br />
estado de ánimo de Carlos. Desde que se centró en este nuevo proyecto,<br />
desapareció esa tristeza depresiva en la que estaba sumido, transformándose en<br />
la ilusión por este nuevo reto que lo absorbía todo el día. Ahora que veía que todo<br />
se acababa, miraba con cierta melancolía todas las piezas.<br />
—Es mucho material –le comentó a Marcelo-, necesitarás ayuda para<br />
montarlo y ajustarlo.<br />
—La necesitaría, pero tendré que arreglármelas solo. Esto no es cuestión de<br />
coger un “ñapas”, dejar que meta la pezuña sin que tenga ni puta idea de lo que<br />
hace y me lo escaralle todo. La fibra de carbono requiere un trato especial. Es<br />
complicada, como las mujeres, jodidamente dura pero a la vez frágil.<br />
—Un poco machista el comentario —comentó Altaha.<br />
—Ya, claro, las tortilleras feministas a decir la puta verdad le llaman<br />
machismo. Hay que joderse.<br />
— ¡Hey, Hey! Que yo no soy tortillera, me ofendes. Te estás pasando cuatro<br />
pueblos.<br />
—¡Ya!, Como mujer frágil te ofendes, y a la vez, te defiendes como una gata.<br />
—Pues claro, faltaría más, no me voy a dejar humillar estas alturas por un<br />
musculito machista.<br />
Marcelo, aunque no soportaba que nadie se metiese con él, también<br />
reconocía cuando se propasaba. Y claramente ahora había ofendido a Altaha sin<br />
motivo.<br />
—Vale, vale, Altaha, me he pasado, lo reconozco. Déjalo, no nos vamos a<br />
cabrear ahora para un día que nos queda.<br />
<strong>El</strong> comentario les hizo recordar a todos que con la salida del material ya<br />
acabaron con todos sus cometidos, por lo que finalizarían sus contratos y se<br />
cerraría la empresa definitivamente.<br />
Estuvieron en silencio los tres durante unos segundos, pensando que estaban<br />
ante el final de todo.<br />
Carlos, apoyó la mano en uno de los palés.<br />
— ¿Sabes? Realmente tengo la curiosidad de saber si el diseño funcionará<br />
como he previsto.<br />
Marcelo se encogió de hombros.<br />
— ¡Toma, y yo también! Ya decía mi abuelo que experimentos con la gaseosa.<br />
— 30 —
—Tengo que preguntarte algo –dijo sopesando sus palabras—. Una vez que se<br />
cierre esto, no tengo nada que hacer. ¿Te molesta si te acompaño a Galicia y te<br />
echo una mano para montarlo?<br />
Marcelo se sintió sorprendido por la petición. Es cierto que la actitud de Carlos<br />
cambió durante esas últimas semanas, pero no pensó que tanto como para<br />
querer irse al otro extremo de España, con el que fue un empleado, a ensuciarse<br />
las manos ayudándole a montar un barco fabricado con restos de material.<br />
— ¡Claro que no!, tú sabes cómo va todo esto. ¡De puta madre! –Le expresó<br />
emocionado- , además, te enseño Rianxo y te presento a mi familia.<br />
A Carlos le sorprendió esta respuesta ante un Marcelo habitualmente<br />
inexpresivo y distante. Se sintió muy satisfecho por la reacción, porque siempre es<br />
delicado eso de auto invitarse.<br />
Altaha los miró con sorpresa, de repente, instintivamente, se dio cuenta que<br />
para ella también se le ofrecía una oportunidad de aventura. Sin dudarlo mostró<br />
una sonrisa de oreja a oreja.<br />
— ¿Pues sabéis lo que os digo? Que no es tan mala idea, yo no conozco Galicia<br />
y un mes de vacaciones me hace falta. Bueno, cobrando el paro y la<br />
indemnización como si son dos o tres. Bueno, tengo que llamar a mi familia y<br />
avisar a mis amigos, pero no hay problema. Bueno, no quiero decir vacaciones, yo<br />
voy para ayudaros. Claro, si os parece bien. Pero claro, no tiene por qué pareceros<br />
mal. Además, me necesitáis pues el programa hay que ajustarlo y no creo que<br />
vosotros solos podáis. Esto, no quiero decir que no sepáis, pero es que el tema es<br />
complicado.<br />
Marcelo levantó los brazos.<br />
— ¡Altaha, para ya! No hables tanto.<br />
Altaha se dio cuenta que se metió donde no la habían llamado, Marcelo<br />
nunca fue su amigo y no estaba obligado a tener que invitarla. Pero antes de que<br />
pensase siquiera en disculparse Marcelo siguió hablando.<br />
— ¡Cojonudo que vengas con nosotros! Tu ayuda nos vendrá de miedo. Así<br />
que todos en marcha, vosotros solo traer la ropa y los equipos informáticos, que<br />
yo me ocupo de buscaros alojamiento.<br />
Altaha sonrió satisfecha. Fue la primera vez que Marcelo, aunque a su manera,<br />
le decía algo agradable. A su sonrisa le siguió el gesto de satisfacción de Marcelo y<br />
el de ilusión de Carlos.<br />
Resultaba curioso, como en ocasiones, la vida puede dar un giro inesperado,<br />
hacía tan solo unos minutos sus caminos se iban a separar, tal vez para toda su<br />
vida. Y ahora habían decidido convivir durante un mes en el otro extremo de<br />
España en un proyecto común.<br />
— 31 —
EL TRAS<strong>LA</strong>DO<br />
Al día siguiente fue de una actividad frenética. Carlos y Altaha tuvieron que<br />
preparar todas las maletas, avisar a los amigos y el sinfín de pequeños detalles<br />
que implica trasladarse a vivir al otro extremo de España, aunque solo fuese por<br />
uno o dos meses. Al finalizar el día, mal que bien, lograron arreglar todos los<br />
preparativos.<br />
Los tres durmieron con cierto nerviosismo. A las ocho de la mañana, Marcelo,<br />
después de supervisar la carga de todos los palés con el material en el tráiler, salió<br />
con la moto hacia Galicia. Pensaba llegar un par de horas antes que el camión y<br />
así poder preparar el lugar destinado a descargar todo el material. Mientras,<br />
Altaha y Carlos, se quedaron para cerrar la nave. Cuando acabasen cogerían el<br />
coche hacia Galicia, pensaban hacer un viaje tranquilo pues no tenían prisa en<br />
llegar.<br />
Carlos revisó todas las puertas y ventanas, Altaha verificó que estaban<br />
conectadas las alarmas, con baterías de seguridad y la central de alarmas<br />
independiente autónoma del resto de los sistemas. Cualquier incidencia que<br />
superase la alambrada activaría las cámaras web, sonarían las alarmas conectadas<br />
con la Guardia Civil enviándole las imágenes de las cámaras. Además, cualquiera<br />
que intentase robar, era consciente que la misma ventaja que suponía la soledad<br />
de esa nave, sería también su trampa, pues con una sola carretera de acceso y sin<br />
ninguna población en kilómetros a la redonda, no había ningún lugar donde<br />
esconderse.<br />
Salieron con el coche atravesando la verja. Carlos activó el mando a distancia y<br />
se quedó mirando hacia atrás como la puerta se cerraba lentamente. Con esa<br />
última mirada se despidió con pena de lo que fue su creación, ahora solo quedaba<br />
malvenderla a trocitos. Hizo un último esfuerzo por olvidarse de todo esto, pues<br />
al menos tenía un proyecto para distraerse durante uno o dos meses mientras<br />
intentaba reorganizar su vida.<br />
<strong>El</strong> viaje hasta Galicia no implicaba ninguna dificultad; aunque estaban a más<br />
de ochocientos kilómetros se iba directamente por autopista, y Marcelo les dejó<br />
programado el GPS del coche con su dirección exacta.<br />
Hicieron la mitad del camino en cuatro horas, parando a comer en Benavente.<br />
Después siguieron hasta entrar en Galicia por la provincia de Ourense y<br />
doscientos kilómetros más tarde desde una pequeña montaña de trescientos<br />
metros en el llamado alto de Puxeiros vieron por fin el mar. Cinco kilómetros más<br />
— 32 —
abajo se extendía la Ría de Vigo con su ciudad, que estaba construida en torno al<br />
principal puerto pesquero y de mercancías de Galicia. Ahora tendrían que coger<br />
toda la autopista hacia el norte, paralela a la costa, cruzando las Rías con varios<br />
puentes; así recorrerían setenta kilómetros dejando atrás la Ría de Vigo y<br />
Pontevedra, para llegar finalmente a la de Arosa en donde en su costa norte se<br />
encontraba Rianxo.<br />
En estos últimos kilómetros condujo Carlos, y Altaha que con siete horas de<br />
viaje ya estaba bastante aburrida, aprovechando que llevaba un pequeño<br />
ordenador portátil, se conectó a internet utilizando la red de telefonía para<br />
buscar un poco de información sobre su destino. Después de ilustrarse<br />
convenientemente le hizo un pequeño resumen a Carlos.<br />
Rianxo se encuentra ubicada sobre el margen derecho del río Ulla y de la Ría<br />
de Arosa. <strong>El</strong> nombre Rianxo es el término en gallego, si bien el original y en<br />
español se llama Rianjo, nombre que proviene seguramente del latín rivus<br />
angulus, «la curvatura del río» dada la forma que describe la Ría a su pasó por la<br />
localidad. Sin embargo, también existe otra teoría que el nombre procede de rivis<br />
amplus, «río ancho». Cuestiones que excepto a cuatro filólogos y dos<br />
historiadores parecía no importar a ningún otro habitante de la zona, según<br />
comentó sarcasticamente Altaha.<br />
<strong>El</strong> ayuntamiento de Rianxo tiene unos doce mil habitantes, aunque solo una<br />
tercera parte están concentrados en el centro urbano. Pero para Galicia, que está<br />
compuesta de poblaciones muy dispersas y reducidas, con cuatro mil habitantes<br />
se podría considerar una buena villa, aunque realmente no ofreciese un núcleo<br />
urbano denso, sino que prácticamente, excepto un par de calles más o menos<br />
consolidadas, el resto lo integraban una mezcla de solares y huertas junto con<br />
casas unifamiliares. Tal vez, por ese motivo, Marcelo siempre lo seguía llamando<br />
su pueblo.<br />
La villa vivía principalmente del marisqueo y secundariamente de la pesca, así<br />
toda su historia estaba vinculada al mar. <strong>El</strong> turismo últimamente cobro su<br />
importancia, aunque de una forma mucho más moderada y contenida que en<br />
otras localidades.<br />
Cuando estaban a pocos kilómetros de Rianxo llamaron por el teléfono móvil a<br />
Marcelo y en los últimos kilómetros recurrieron a la ayuda del GPS, que los<br />
condujo hasta la dirección exacta, donde Marcelo les estaba esperando a la<br />
puerta de un edificio situado frente al mar.<br />
Marcelo, tenía previsto invitar a Carlos y Altaha a vivir en la casa de sus<br />
padres. Pero cuando los llamó para avisarles de su viaje se encontró con la<br />
sorpresa que las habitaciones de invitados estarían ocupadas por unos <strong>primo</strong>s de<br />
— 33 —
Barcelona, que se pasarían un mes de vacaciones ocupando hasta la propia<br />
habitación de Marcelo. La hospitalidad gallega con los parientes es tan sagrada<br />
que ni Marcelo la cuestionaba, si sus padres habían invitado a sus <strong>primo</strong>s, estaba<br />
todo dicho, y el jamás se lo reprocharía. Por otra parte, él también había invitado<br />
a sus amigos, así que estaba obligado a darles hospedaje. Como solución, alquiló<br />
un piso amueblado; para evitar que Carlos y Altaha se enterasen y lo quisiesen<br />
pagar, lo justificó afirmando que un <strong>primo</strong> suyo se lo prestaba gratis, además,<br />
como la casa de sus padres estaba ocupada él se quedaba con ellos.<br />
Después de aparcar el coche, Marcelo les enseñó el piso. Aunque de<br />
construcción sobria y sencilla, se mostraba como amplio y cómodo, y sobre todo<br />
disponía de algo tan agradable como una terraza con vistas a toda la Ría. Se<br />
componía de una cocina, un salón, cuatro habitaciones y dos baños.<br />
Subieron todas las maletas y las bolsas con el equipo informático. Se<br />
repartieron las tres habituaciones para cada uno, destinando la cuarta como<br />
despacho de trabajo instalando dos mesas con sendos ordenadores y una<br />
impresora.<br />
Como estaban un poco cansados por el viaje, decidieron darse una ducha<br />
rápida e irse a cenar al centro de la villa.<br />
Resultaba curioso el cambio que sufrió Marcelo en solo un día. Durante dos<br />
años no comentó nada sobre su familia a ninguno de sus compañeros. Ahora, al<br />
llegar a su pueblo natal parecía que Carlos y Altaha habían atravesado esa<br />
invisible barrera de su esfera personal. Así, durante la cena, con una elocuencia<br />
desconocida, se dedicó a explicarles la historia de su familia.<br />
Hasta donde él conocía, todos sus antepasados habían sido marineros. Su<br />
bisabuelo, pescador, con la típica dorna, barca grande de remos que se ayuda con<br />
una vela latina. Su abuelo cambió al motor y su padre dado lo esquilmada que se<br />
encontraba la Ría tuvo que dedicarse a la pesca de litoral y por temporadas<br />
también trabajó embarcado en pesqueros de altura. Marcelo heredó, tanto la<br />
necesidad como la pasión por el mar, aunque se inclinó por la mecánica lo que le<br />
llevo a pasar a grandes barcos donde se pagaba mejor su trabajo. Toda la familia<br />
permanecía muy unida, pues aunque su abuelo ya había muerto, su abuela vivía<br />
con sus padres. La hermana de Marcelo se llamaba Guadalupe, nombre que le<br />
pusieron en honor a la Virgen patrona de Rianxo. Aunque un par de años más<br />
joven que él, siguiendo las costumbres de la zona, se casó joven y ya tenía dos<br />
hijos, uno de diez y otro de ocho años. Su marido trabajaba en barcos de altura y<br />
se pasaba la mitad del tiempo embarcado por todo el mundo, mientras que ella<br />
trabajaba como administrativa en la lonja. La hermana formaba parte de la<br />
esencia de la familia, y como en Galicia rige en la práctica un matriarcado, asumía<br />
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su puesto supervisando a toda la estructura familiar y manteniendo la unión sin<br />
fisuras, entre abuelos, padres, hijos y nietos. Respecto a Marcelo, la familia aún<br />
mantenía la esperanza que regresase y se casase con alguna chica de la zona.<br />
Mientras escuchaban la historia de Marcelo, Carlos y Altaha disfrutaron de la<br />
cena. Estaban encantados con la excelente calidad de la comida y lo económica<br />
que resultó, por lo que tomaron la decisión de que no compensaba cocinar en<br />
casa, así, además, no perderían el tiempo. De todas formas, deberían comprar lo<br />
imprescindible para desayunar o tomar algo por la noche.<br />
Hablaron de los gastos. Crearon un fondo para comidas, agua, electricidad y<br />
limpieza. Para la construcción del barco, harían falta algunos complementos así<br />
que decidieron poner algo de dinero, pero no excederse; acordaron dos mil euros<br />
cada uno para materiales, que es lo máximo que podían permitirse pues después<br />
de todo no dejaba de ser una afición curiosa que tendrían que dejar más<br />
temprano que tarde. Eso les llevo a concretar que el barco que construyesen sería<br />
propiedad de los tres, aunque todos eran conscientes que no tendría mucho<br />
valor. Hablaron incluso de que se lo quedase el que lo tuviese que mantener, lo<br />
que apuntaba directamente a Marcelo, al ser el único que podía disponer de<br />
algún lugar donde guardarlo y cuidarlo.<br />
Así acabaron el día y decidieron irse pronto a dormir, pues el día con todo el<br />
viaje resultó cansado. Los tres se acostaron con cierta emoción por comenzar la<br />
construcción, aunque sin que les generase ninguna inquietud. Eran conscientes<br />
que se trataba de unas vacaciones y ninguno esperaba demasiado de la<br />
construcción; A Marcelo le bastaba con que flotase con cierta seguridad, Carlos<br />
estaba preocupado por verificar si funcionaban los cálculos, y Altaha solo lo<br />
quería acabar cuanto antes para hacer turismo y tomar el sol.<br />
Carlos y Altaha se levantaron, sobre las ocho y media, pero Marcelo ya se<br />
había anticipado y les esperaba con el desayuno hecho en la cocina.<br />
Después de desayunar sin prisas, Marcelo les indicó que se vistieran con ropa<br />
vieja que pudiesen manchar. Minutos mas tarde aparecieron todos en el salón;<br />
Marcelo vestido con un mono azul, Altaha vestida con un chándal rosa y Carlos<br />
con un pantalón vaquero y un polo.<br />
Marcelo los miró y frunció el entrecejo en señal de desaprobación.<br />
— ¿Pero qué entendéis por ropa para ensuciarse? Si parece qué vais de picnic.<br />
Pero es cosa vuestra. ¡Vamos!<br />
A Marcelo no le gustaba meterse en la vida de los demás. Así que, una vez que<br />
daba el consejo, si no le hacían caso no insistía. Y a partir de ahí, las personas<br />
tenían que aprender por su propia experiencia.<br />
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Salieron del piso y anduvieron no más de cinco minutos paralelos al mar, hasta<br />
llegar a un muro con una puerta metálica pintada de verde con rastros de óxido<br />
en las juntas. Marcelo abrió un candado nuevo y la puerta rechinó<br />
lastimosamente dejando claro el poco uso que se le daba. Cuando entraron en<br />
una especie de patio vieron que estaban amontonados los palés con las cajas que<br />
el día anterior descargó el tráiler. Detrás de todas estas cajas se erigía una sencilla<br />
construcción de bloques de cemento.<br />
Para poder montar el barco, un amigo le dejó a Marcelo ese galpón, que es<br />
como en Galicia llamaban a una pequeña nave de reducidas dimensiones y muy<br />
sencilla. La ventaja que tenía es que se ubicaba justamente delante del mar,<br />
donde una rampa de piedra de unos veinte metros se introducía directamente en<br />
el agua hasta unos dos metros de profundidad en marea alta. Estaba claro que<br />
esas instalaciones se diseñaron, como un pequeño astillero para fabricar barcos y<br />
utilizaban la rampa para botarlos.<br />
<strong>El</strong> galpón construido con bloques de cemento, mostraba en su parte frontal<br />
una gran puerta corrediza, que debería llevar varios años cerrada pues la abrieron<br />
con bastante dificultad. Dentro del galpón la luz natural entraba por un espacio<br />
vacío, sin ventanas, situado entre las puertas y el tejado. <strong>El</strong> techo estaba<br />
compuesto por una sencilla uralita, mostraba unos huecos cubiertos por uralitas<br />
de plástico transparentes a modo de tragaluces. La falta de limpieza le otorgaron<br />
un color amarillo marrón que prácticamente impedían el paso de la luz. Las<br />
paredes eran de bloques de cemento y el suelo de cemento cuarteado sucio por<br />
diferentes manchas de grasa y barro. <strong>El</strong> resto de las instalaciones eran bastante<br />
precarias; sin puente grúa, con un sistema eléctrico mínimo ni siquiera<br />
electricidad trifásica y sin ningún tipo de maquinaria. Tampoco disponía de<br />
dependencias para oficinas, tan solo un cuartucho que actuaba como antesala de<br />
un reducido aseo en patéticas condiciones.<br />
Después de examinarlo todo, Marcelo les comentó;<br />
—Esto es lo que hay. Lo bueno, que es gratis; lo malo, está a la vista.<br />
Carlos, parecía ajeno a la precariedad de esas instalaciones y las analizaba de<br />
forma mecánicamente objetiva.<br />
—La falta de puente grúa nos dará algún problema y el galpón no es lo<br />
suficientemente ancho para desplegar las alas; tendremos que montarlas afuera.<br />
Por el resto es válido.<br />
Altaha estaba quieta, casi inmóvil, como si con cualquier movimiento pudiese<br />
tocar algo que la manchase.<br />
—A mí me da igual todo excepto una cosa; el baño hay que arreglarlo, yo ahí<br />
no entro. Mira, no es que sea escrupulosa, que si voy de excursión y tengo que ir<br />
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de campo, voy, y tampoco es que quiera ahora ponerme a exigir, pero tienes que<br />
comprender.<br />
Marcelo levantó la mano.<br />
—Vale, vale, Altaha ya, lo hemos cogido. Me encargo que arreglen el baño.<br />
Se pusieron manos a la obra y dedicaron la mañana a despejar todo el galpón<br />
de los trastos que estaban desperdigados. Dos bidones vacíos, cubos de pintura,<br />
trozos de madera, hierros y alambre. Apartaron la tierra con una especie de<br />
escobas primitivas y al final le pasaron una manguera. Con un pequeño elevador<br />
manual que le prestó un amigo a Marcelo, ordenaron los palés uno al lado de otro<br />
en el patio de la entrada según en el orden que habían establecido en el almacén.<br />
Tardaron más de cuatro horas en dejar todo listo para trabajar, y decidieron<br />
que por ese día ya era suficiente. Volvieron al piso llenos de polvo, tierra y grasa.<br />
Altaha y Carlos a la vista del lamentable aspecto de sus ropas, resignados, le<br />
preguntaron a Marcelo que donde se podían comprar los monos de trabajo.<br />
Después de asearse se fueron a comer y Carlos con la mente totalmente<br />
centrada en el proyecto, les explicó que el sistema de montaje sería modular, es<br />
decir, que cada componente lo harían por separado y después lo montarían<br />
donde correspondiese.<br />
Altaha lo entendió perfectamente, pues era la encargada de transferir al<br />
ordenador todas las ideas de Carlos.<br />
—Está claro, de adelante a atrás y de abajo a arriba.<br />
Marcelo los miró con cara de desolación.<br />
—Me parece que no tenéis ni idea de lo que es una quilla, cuadernas,<br />
varengas, baos, puntales, rodas, codastes, forros, cubiertas o mamparos.<br />
—A mí desde luego todo eso me suena a chino –dijo Altaha.<br />
—Me temo que son términos marinos, y no aeronáuticos –respondió Carlos.<br />
Marcelo no estaba nada convencido.<br />
—Esto no funcionara. ¿Cómo vamos a coordinarnos si ni siquiera sabéis cuál<br />
es la popa y la proa?<br />
Carlos hizo un aspaviento con la mano, como quitando importancia a sus<br />
palabras.<br />
—Eso no es ningún problema, vamos a realizar una construcción modular por<br />
planos y no siguiendo el modelo clásico naval. No te preocupes, aunque es una<br />
innovación de la aeronáutica, está todo previsto y estudiado.<br />
— 37 —
Altaha, permaneció impasible ante el comentario, pues ella desconocía cómo<br />
se fabricaban habitualmente los barcos, por lo que le parecía bien el sistema de<br />
Carlos.<br />
Marcelo encambio, si mostró críticas al comentario.<br />
— ¿Innovación aeronáutica la construcción modular? ¿Qué dices? Se llevan<br />
construyendo barcos así desde hace setenta años.<br />
Carlos se mostró sorprendido.<br />
— ¿Setenta años? Bueno, no sé. Sé que ahora se fabrican así, pero desde hace<br />
setenta años, ya me parece mucho.<br />
Marcelo como si lo estuviese leyendo, le dio todoa una explicación.<br />
<strong>El</strong> sistema de construir un barco durante toda la historia fue sobre la quilla o<br />
entero de proa a popa y con esta construcción clásica se tardaba un mínimo de un<br />
año en construirse. Con la segunda guerra mundial a partir de mil novecientos<br />
cuarenta surgió la necesidad de construir rápidamente barcos y eso hizo que se<br />
cambiase el sistema de producción. Hubo dos países que destacaron por su<br />
inventiva; los Estados Unidos y Alemania.<br />
<strong>El</strong> método revolucionario que utilizaron fue construir un barco por módulos<br />
transversales, como una barra de pan cortada en trozos; la gran ventaja obtenida<br />
radicaba que fabricar cada uno de esos módulos resultaba mucho más sencillo y<br />
después se unían para formar el barco completo, ya listo para ser botado.<br />
Estados Unidos, comenzó a emplear los métodos utilizados para fabricar un<br />
barco de transporte estándar de unas diez mil toneladas, y como se ocuparía a<br />
trasportar hombre y suministros para liberar a Europa les llamaron los Liberty. <strong>El</strong><br />
método de construcción por módulos, redujo el tiempo de fabricación, al<br />
principio, a doscientos treinta días pero llegaron el record de construir uno en<br />
cinco días. Tanto éxito tuvieron que se aplicó el mismo método para la<br />
construcción masiva de portaviones ligeros y se creó un astillero en Vancouver, en<br />
el río Columbia en el cual entre mil novecientos cuarenta y dos y cuarenta y<br />
cuatro se construyeron cincuenta portaaviones de la clase Casablanca. Uno de<br />
ellos batió el record botándose en tan solo setenta y cinco días. Aunque estas<br />
cifras tienen un poco de trampa, pues se trataba del tiempo de construcción solo<br />
para el casco, después debían completar todos los componentes.<br />
Alemania tardó en reaccionar, y sólo más avanzada la guerra aplicó este<br />
método para la construcción de los submarinos tipos veintiuno y veintitrés. A<br />
diferencia de los americanos, cada módulo se construía casi acabado por<br />
completo y después se ensamblaba, tardaban una media de ciento setenta y seis<br />
días en estar operativos. Pero hay que considerar que un submarino es mucho<br />
más complejo que un barco, y que Alemania tenía escasez de material mano de<br />
— 38 —
obra y sometida a bombardeos de su industria, así que realmente tenían tanto<br />
merito como los americanos, sino más.<br />
Marcelo acabó la exposición y Carlos lo miró con cara de asombro.<br />
—Pareces estar muy bien informado. ¿Cómo sabes todo eso?<br />
—Me gusta leer todo lo que tenga que ver con el mar.<br />
—No es por ofenderte, pero resulta extraño que te guste tanto la lectura.<br />
—No me ofendes, la realidad es que en general se lee muy poco y los<br />
marineros o mecánicos como yo, menos aún. En mi caso se juntó el hambre con<br />
las ganas de comer; cuando navegas durante meses en un barco, o te entretienes<br />
leyendo o te emborrachas. En mi caso tuve suerte y me dio por lo primero,<br />
después ya me aficione, y como tampoco soy muy sociable, pues donde este un<br />
buen libro que se quite el resto.<br />
Carlos ahora se explicaba la facilidad de memoria y de asimilación que<br />
Marcelo había mostrado con los manuales mecánicos.<br />
Altaha lo miró con curiosidad, que no era muy sociable resultaba evidente, en<br />
cambio, que hubiese desviado ese potencial hacia la lectura, si le sorprendía.<br />
—Vaya, vaya con nuestro Marcelo —dijo Altaha—. No conocíamos tu faceta<br />
intelectual. O sea que te gusta leer. ¿Y sobre que más lees, además del mar?<br />
—Sobre nada más.<br />
—Ahora no te las des de modesto, ¿Algo más te gustará? Deportes, historia,<br />
política, viajes, coches. No sé, esas cosas que leéis los hombres.<br />
—No, –afirmó categórico Marcelo—solo leo si es sobre la mar. Es lo único que<br />
me interesa.<br />
— ¿Y por qué?<br />
Se encogió de hombros<br />
—Es lo único que siempre me ha gustado.<br />
— ¿Entonces porque dejaste el mar y te fuiste a trabajar tierra adentro?<br />
La cara de Marcelo se contrajo.<br />
—La mar es dura para trabajar, quise descansar un poco. Pero es lo único que<br />
me sigue gustando.<br />
Parecía ser un tema del cual no deseaba hablar, así que Altaha no siguió<br />
insistiendo. Aunque sí le quedaba otra duda.<br />
— ¿Por qué la llamas la mar cuando es el mar?<br />
—No lo sé, siempre la hemos llamado la mar.<br />
Carlos intervino.<br />
—Aclaro, que los dos términos son correctos, lo habitual es llamarlo el mar, si<br />
bien los marineros la llaman siempre la mar como si fuese la madre, pues de ella<br />
depende no solo su sustento sino también su vida.<br />
— 39 —
Con esta disertación acabaron la tertulia y volvieron a centrarse en el<br />
proyecto.<br />
Dedicaron esa tarde a organizar los siguientes días; Primero se fueron a<br />
comprar los monos de trabajo, así como algunas herramientas necesarias.<br />
Después volvieron al piso a planificar la construcción. Dividieron todo el proceso<br />
de montaje en tres fases; la primera consistiría en toda la estructura compuesta<br />
por el casco y las alas; la segunda los componentes mecánicos y eléctricos; y la<br />
tercera los ajustes necesarios para que todo funcionase, lo que incluiría las<br />
pruebas de navegación. Estimaron que las tres fases no deberían exceder de un<br />
mes de trabajo, pues tampoco querían destinar más tiempo, después de todo aun<br />
deseaban disfrutar de algunas vacaciones tranquilas antes de volver a sus vidas.<br />
Carlos con su sincera objetividad, les explicó que esta imposición de la<br />
planificación y los plazos les otorgaba la clara ventaja de la obtención de<br />
objetivos. Pero la gran desventaja que los sometería a mucha presión para acabar<br />
a tiempo, lo que en cierta medida no tenía mucho sentido, cuando para todos se<br />
trataba de una afición dentro de las vacaciones. Estuvieron sopesando los pros y<br />
los contras, finalmente optaron por comprometerse y respetar el plan, pues<br />
después de todo trabajar, aunque fuese menos, para no conseguir un barco que<br />
navegase resultaba absurdo.<br />
Comenzaron el segundo día de trabajo los tres vestidos con monos azules. <strong>El</strong><br />
día fue duro, se dedicaron esencialmente a mover todas las piezas de los palés<br />
para clasificarlas. Tanto Carlos como Altaha no estaban acostumbrados al trabajo<br />
físico, por lo que acabaron agotados de agacharse y coger pesos. Tal y como<br />
describió Altaha, estaba utilizando músculos que desconocía hasta el momento<br />
que tuviese.<br />
Al día siguiente Carlos y Altaha se levantaron con unas molestas agujetas, de<br />
las cuales Altaha exageraba quejándose de cada movimiento. Marcelo no se<br />
apiadó de su estado y el único consuelo que les ofreció, fue comentarles que no<br />
se preocupasen; que cada día aguantarían más y las agujetas desaparecerían al<br />
seguir trabajando.<br />
Marcelo tuvo razón, y aunque esos primeros días regresaban agotados,<br />
notaron que se iban acostumbrando al trabajo y que las agujetas desaparecían<br />
progresivamente.<br />
Aunque construir una estructura de un barco totalmente novedosa podría<br />
parecer complicado, según las previsiones de Carlos “en teoría” el trabajo debería<br />
— 40 —
esultar sencillo. La clave estaba en que como todas las partes del barco habían<br />
sido fabricadas en piezas relativamente pequeñas, estas eran fácilmente<br />
manipulables y cada una de las piezas debería encajar en otra, así que en el fondo<br />
solo se trataba de un colosal puzle. Para unir las piezas, uno de los sistemas que<br />
invento Carlos, fue una especia de pernos o tornillos de presión de carbono que<br />
unía las placas lateralmente, con lo que quedaban integrados en la propia<br />
estructura. Un sistema de este tipo resultaba fundamental pues el carbono no se<br />
puede soldar, y al ser de tornillos de presión disponía de la ventaja de no<br />
aflojarse. <strong>El</strong> único inconveniente es que para desmontarlo debían romper este<br />
anclaje, si bien ellos no pensaban en montar y desmontar el barco.<br />
Pero esta facilidad teórica para montar el barco se mostró como más<br />
complicada de lo que pensaban; solo Marcelo estaba acostumbrado a manejar<br />
materiales con la fuerza y la habilidad necesarias. Por el contrario, Carlos y Altaha<br />
toda su vida la habían dedicado a cálculos trabajando en un despacho, así que el<br />
coger una pieza, una llave inglesa o un martillo les parecía algo totalmente ajeno y<br />
lo hacían con más buena intención que eficacia.<br />
Otro de los problemas, surgió al darse cuenta que tampoco controlaban los<br />
términos marinos de la construcción. Aunque las piezas estaban clasificadas,<br />
resultaba bastante difícil coordinar, pues por ejemplo una pieza concreta se<br />
identificaba con las siglas AL—212, y naturalmente el más pequeño error en la<br />
letra o el número implicaba colocar la pieza errónea, así que tenían que repetir<br />
constantemente en número de las piezas para verificarlas.<br />
Esta circunstancia, dio lugar a que Marcelo aprovechase para explicarles que<br />
en los antiguos barcos de vela, las órdenes se transmitían a gritos dobles. <strong>El</strong><br />
origen es que en muchas ocasiones con el viento y las olas no se oían bien, así que<br />
se implanto el sistema que el marinero tenía que repetir la orden para que el<br />
oficial supiese que la había entendido correctamente. Por ese motivo si se ve<br />
alguna película de esa época, medianamente bien hecha, se aprecia cómo se<br />
repiten las órdenes. Erróneamente, muchos creen que la repetición de la orden,<br />
es para que un segundo marinero se la dé a un tercero, cuando en realidad es del<br />
propio marinero que la está confirmando ante su superior.<br />
Altaha le gustó ese ejemplo y aprovechó para comentarles que en la<br />
informática pasa lo mismo, internamente la comunicación entre los ordenadores<br />
se basa en la confirmación de los mensajes. Generalmente en casi todos los<br />
procesos es automático, pero cuando se responde manualmente, como los<br />
correos electrónicos, se puede ver como el que lo envía solicita que le devuelvan<br />
la confirmación que han leído el mensaje.<br />
— 41 —
Llegó el primer fin de semana. Entonces Carlos y Altaha fueron invitados por<br />
los padres de Marcelo a una comida en su casa. Al parecer, se trataba de la forma<br />
oficial de presentarse, pues hasta el momento Marcelo no consideró necesario<br />
que los conociesen.<br />
Carlos se mostraba reacio a acudir, pues como director asumía la<br />
responsabilidad de la quiebra de la empresa y por tanto de la pérdida de trabajo<br />
de Marcelo; lógicamente, en estas condiciones le daba vergüenza ser recibido<br />
como un amigo e invitado a comer. Así se lo hizo a saber a Marcelo, para que lo<br />
liberase de este compromiso y a sus padres también, si es que de alguna manera<br />
se sentían obligados a hacerlo.<br />
Marcelo, le tuvo que explicar que para un sencillo pescador, recibir en su casa<br />
a un ingeniero y director de una empresa y más aún como amigo de su hijo,<br />
resultaba un honor y orgullo. Lo de menos es que tuviese una empresa. Así que<br />
rechazar esa invitación, significaría una gran ofensa y desprecio hacia sus padres.<br />
Ante este enfoque Carlos no dudo en acudir, pues evidentemente no deseaba<br />
ofenderlos. Altaha por el contrario no se hacía ningún tipo de planteamiento, para<br />
ella una invitación resultaba una oportunidad de conocer a más personas y<br />
pasárselo bien.<br />
Carlos y Altaha le preguntaron a Marcelo si debían llevar una botella de vino o<br />
tal vez enviar unas flores. Marcelo con cara de asombro les comentó que en<br />
Rianxo nadie lleva nada cuando es invitado, eso sería una ofensa, como si el<br />
invitado tuviese que pagar la comida con un regalo. Además, tampoco entendía<br />
eso de llevar vino, pues parecería que sus padres no tenían un buen vino para<br />
ofrecerles; y respecto a las flores ya tenían muchas en el jardín y solo se le llevan<br />
a los muertos. Carlos y Altaha, aunque con cierta sorpresa por la explicación, lo<br />
aceptaron sin replicar. Evidentemente estaban ante otras costumbres diferentes y<br />
estaba claro que debían respetarlas.<br />
<strong>El</strong> sábado al medio día se encaminaron hasta la casa de sus padres, que estaba<br />
en una zona de la villa compuesta esencialmente de casas unifamiliares con<br />
terreno alrededor y por detrás, generalmente dedicado a la huerta y algunos<br />
animales de sustento como gallinas y conejos. Cuando llegaron a la casa, Marcelo<br />
entró directamente por una verja que daba acceso a un camino que los llevaba<br />
hasta la parte de atrás de la casa, donde salieron a una especie de jardín, en una<br />
superficie de unos quinientos metros, se encontraba una plantación de manzanos.<br />
Ahí se sorprendieron al encontrarse con unas ocho personas repartidas por todo<br />
el jardín. Al parecer, la íntima comida con los padres no iba a ser tan privada. Con<br />
los padres de Marcelo vivía su abuela, que estaría presente, pero también<br />
acudieron su hermana con su marido y sus dos hijos y un hermano de padres y<br />
— 42 —
dos de la madre además, de sus hijos y los <strong>primo</strong>s de Barcelona. Al parecer eso de<br />
la comida familiar se aplicaba en el concepto más extenso, como mínimo al cuarto<br />
grado de parentela. De alguna forma, que no llegaron a entender, no se quería<br />
excluir a los familiares del beneficio de conocer a unos nuevos amigos.<br />
Cuando se percataron de su presencia, todos se acercaron y como si fuese un<br />
acto de una recepción, comenzaron a pasar y a presentarse. Cuando acabaron, el<br />
padre les ofreció que comenzasen a comer algo señalándole unas mesas<br />
preparadas al efecto con vino, queso y jamón. Picotearon algo mientras seguían<br />
hablando con toda la familia.<br />
Les trajeron unos platos de madera con pulpo troceado, con palillos clavados,<br />
que llamaban “pulpo a feira”. Se trataba de pulpo cocido con pimentón dulce<br />
sobre un plato de madera. Lo del plato de madera se mantenía como tradición, y<br />
nadie concebía tomar el pulpo en un plato que no fuese de madera, pero ceñida<br />
exclusivamente para el pulpo, pues no se concebía presentar ninguna otra comida<br />
en un plato de madera. Comentando que se trataba de pulpo fresco recién<br />
pescado de la Ría, se enteraron que el pulpo tiene la carne muy dura, tanto que<br />
cuando se pesca, se debe de golpear contra las rocas para macerarlo. Ahora con el<br />
pulpo congelado, lo solucionan, pues la propia congelación rompe parte de su<br />
estructura interna y lo reblandece.<br />
Con el pulpo también trajeron mejillones cocidos al vapor. Que aparecieron<br />
directamente en unas grandes potas y cubiertos con un paño, para que no se<br />
enfriasen.<br />
Seguían apareciendo más familiares que se incorporaban y de nuevo cumplían<br />
con el ritual de las presentaciones.<br />
Aun no habian acabado con el pulpo y los mejillones, cuando aparecieron tres<br />
grandes empanadas rectangulares y enormes, tanto que no cabían en ninguna<br />
fuente y se apoyaban sobre unos cartones. Cada una de ellas estaban rellenas de<br />
un producto del mar; Una de berberechos, otra de zamburiñas y la tercera de<br />
xouviñas, que eran sardinas muy pequeñas que se comían enteras.<br />
Carlos y Altaha, que no conocían la empanada gallega, estaban realmente<br />
emocionados. Les encantaba el sabor y bajo la insistencia de todos para que<br />
comiesen más, repetían trozos de todas las empanadas. Rápidamente cogieron la<br />
técnica de comerla, pues al ser como una pizza, se doblaba y debían de tener<br />
cuidado para que no se cayese el relleno. La ventaja frente a la pizzas, es que<br />
dispone de parte superior, pudiéndose sujetar por arriba y por abajo, lo que<br />
ayudaba a contener el contenido como si fuese un bocadillo.<br />
A pesar de que todos estaban de pie de forma totalmente arbitraria, existía,<br />
curiosamente, una cierta jerarquía. Al parecer, Carlos, ante la familia, era el que<br />
— 43 —
gozaba de más prestigio, por lo que solo Marcelo y su padre, tenían el privilegio<br />
de estar con él de forma constante, mientras el resto se acercaba para comentar<br />
unas palabras, y se volvían a alejar como para no molestarlo mucho. Las mujeres<br />
después de las presentaciones se alejaron discretamente, como si ellas no<br />
tuviesen la categoría de hablar con él. En cambio sí lo hacía con Altaha, si bien la<br />
trataban también con mucha deferencia, pues para ellos el que fuese universitario<br />
implicaba un estatus superior.<br />
La abuela de Marcelo, su madre y su hermana eran las que se ocupaban<br />
exclusivamente de servir la comida. Altaha estaba un poco apurada así que les<br />
preguntó si les podía ayudar a llevar las cosas, ellas les dijeron que no, mostrando<br />
cara de estupor. Altaha no contenta con la respuesta, y presumiendo que por<br />
educación se estaban negando a que les ayudase, buscó a Marcelo e insistió en<br />
que les dejase que echase una mano. Marcelo le confirmó la negativa, pues el<br />
mero hecho de insinuar que un invitado necesitase ponerse a servir a los demás<br />
ofendía a la familia anfitriona; el invitado estaba ahí para disfrutar, no para<br />
trabajar. Aprovechando la conversación Altaha le pidió explicaciones de por qué<br />
su padre no ayudaba a su madre. Marcelo le explico que en la casa mandaba la<br />
madre y si su padre intentaba entrar en la cocina, su madre lo echaría a patadas.<br />
Al parecer, un marido que tuviese que estar en la cocina implicaba un desprestigio<br />
para la mujer de la casa, algo así como si fuese incapaz de hacer ella misma el<br />
trabajo. Lo mismo ocurría en la mar, si la mujer tuviese que acompañar al hombre<br />
es que éste no vale, y mejor sería que vendiese el barco. Altaha se dio cuenta que<br />
no se trataba de una situación de dominio o de abuso, sino de costumbres<br />
diferentes. Y claramente notaba que el matriarcado reinaba en esa casa, al igual<br />
que en el resto de Galicia; la madre daba órdenes tajantes, que el propio padre de<br />
Marcelo acataba de forma inmediata.<br />
Total que así llevaban casi una hora, poniéndose literalmente las botas con<br />
toda esa comida, y comenzaban a sentir los efectos del vino blanco albariño, que<br />
aunque muy claro y frío se bebia casi como un refresco, con una graduación de<br />
doce grados se subía como si fuese un rioja. Desde hacía un cuarto de hora no le<br />
presentaron ningún nuevo familiar, así que pensaron que ya estaban todos, que<br />
en total eran unas veinte personas y que la comida al estilo lunch estaría a punto<br />
de acabar. Entonces inesperadamente la madre de Marcelo se colocó en el centro<br />
del jardín y con su potente voz, les dijo a todos que tenían que ir a comer.<br />
Carlos y Altaha no entendían nada, ya habían comido, o mejor dicho estaban<br />
llenos a reventar. ¿Qué era eso de ir a comer, y a dónde tenían que ir?. Como<br />
Marcelo no estaba en ese momento cerca, cuan sumisos invitados acataron las<br />
ordenes de la madre. <strong>El</strong> padre de Marcelo les indicó que le siguieran y entraron en<br />
— 44 —
la casa. En las casas gallegas unifamiliares suelen tener en la parte de abajo una<br />
especia de garaje que ocupa casi todo el bajo y se destina a almacenar desde<br />
tractores a cualquier material. La familia de Marcelo había despejado todo el bajo<br />
y con unos tableros formaron una gran mesa alargada como para unas veinte<br />
personas, estaba cubierta con varios manteles que se solapaban unos con otros.<br />
Habían hecho acopio de todas las sillas de la casa, así formaban una curiosa<br />
variedad; desde la de madera labrada del salón con asiento y respaldo de tela,<br />
pasando por la de metal con formica de la cocina, hasta las de plástico del jardín.<br />
En una lógica jerarquía respondía su colocación al orden de invitados, ellos se<br />
sentarían en las mejores y los niños al final de la mesa en las de plástico.<br />
Como vieron que eso de la comida iba en serio, cuando apareció Marcelo le<br />
preguntaron, a qué se debía entonces toda esa comida que habían tomado en el<br />
jardín. Marcelo les comentó con naturalidad, que eso fue sido un aperitivo para<br />
matar el hambre mientras iban llegando todos.<br />
Sorprendidos por la situación se sentaron, a la expectativa de lo que pudiese<br />
pasar.<br />
Las mujeres de nuevo comenzaron a traer unas fuentes enormes con<br />
langostinos y cigalas. Le explicaron que no son mariscos típicos de Galicia y la<br />
mayoría es de importación, pero tiene gran aceptación y prácticamente abren la<br />
entrada de cualquier evento.<br />
Pensaron que se había acabado el marisco, cuando aparecieron unas fuentes<br />
con percebes. Se come con las manos, como casi todo el marisco, si bien el<br />
percebe tiene una técnica muy específica para abrirlo; hay que cortarlo con las<br />
manos con una incisión, como dándole un pellizco, después se quita la piel y se<br />
come solo la carne que sobresale de la cabeza. Como están llenos de agua el más<br />
mínimo error proyecto un pequeño chorro en la dirección más insospechada. A<br />
Altaha le hacía mucha gracia, cuando salía el chorrito disparado y salpicaba a<br />
Marcelo situado a su derecha. Sonrreria y levantaba las cejas a modo de disculpa,<br />
aunque consciente que volveria a suceder.<br />
Después aparecieron en la mesa unas fuentes llenas de centollos y nécoras. <strong>El</strong><br />
centollo, posiblemente es el bicho más feo que exista sobre la tierra, parecido a<br />
una gran araña roja con pinchos y pelos. La forma de comerla es curiosa, las<br />
pinzas y las patas se arrancan y se les extrae la carne con una especie de palillos<br />
planos de metal. Pero lo más curioso es como se come el interior, se da la vuelta<br />
al caparazón y haciendo este de recipiente se remueven todos los órganos del<br />
animal hasta formar una especie de masa de color marrón.<br />
Más tarde llegó la langosta, naturalmente pescada en la Ría. La gallega es más<br />
pequeña que la del Caribe, si bien muchísimo más sabrosa.<br />
— 45 —
A continuación, aparecieron unas fuentes de almejas y navajas. Típicas de la<br />
Ría de Arosa. <strong>El</strong> padre de Marcelo les dio una pequeña lección de los tipos de<br />
almejas; la fina, la babosa, la rubia y la japónica. La fina, sin duda, la más cotizada<br />
y más aún si se traía del Carril, el pueblo donde se dice que se cultivan las<br />
mejores. Les indicaron que las que estaban comiendo eran las finas de Carril<br />
traídas esa misma mañana y especialmente seleccionadas, dado que eran amigos<br />
de un mariscador que ellos catalogaron como de “total confianza”.<br />
No habían acabado, cuando aparecieron en unos platos unas conchas<br />
llamadas vieiras, que se parecían a ostras si bien se comían cocinadas, cuya<br />
preparación resultaba curiosa; se preparaba un relleno que se echaba por encima<br />
de la vieira dentro de la concha y así se metía en el horno, la vieira quedaba hecha<br />
con el relleno granitado y se presentaba en el plato haciendo la propia concha de<br />
recipiente. La vieira, además, resulta especial pues la concha se ha convertido en<br />
el símbolo del Camino de Santiago, y el objeto que todo peregrino que se precie<br />
debe exhibir.<br />
A esas alturas, ya no podían comer nada más y solo seguían ante la insistencia<br />
de los padres. Cuando retiraron los platos, ingenuamente creyeron que esa<br />
especie de tortura pantagruélica llegaba a su fin, pero con estupor contemplaron<br />
como aparecieron unas fuentes de pescado con rape y lenguados de la Ría.<br />
Ante el comentario de Carlos y Altaha que todo estaba buenísimo, los padres<br />
sin disimular su orgullo, le comentaron que ese pescado nunca lo comerían los<br />
turistas. Altaha concluyo rápidamente que se pescaba en alguna zona de reserva<br />
especial o en veda por lo que resulta ilegal, pero en todo caso suponía un<br />
privilegio su consumo.<br />
Y casi como si se tratase de una maldición divina interminable, después del<br />
pescado vinieron unas fuentes enormes de carne estofada. A pesar de estar a<br />
punto de reventar, estaba claro que la tenían que probar, y la verdad es que<br />
estaba exquisita. La acompañaban un tipo de patatas cocidas enteras con la piel,<br />
que según les informaron en Galicia se le llaman “cachelos”.<br />
Carlos, que en su vida acudió invitado a muchas comidas de negocios, bodas y<br />
otros eventos, nunca como en esta vio tal cantidad de platos, bueno, más que<br />
platos fuentes enteras. Y además, los padres tenían un especial interés en<br />
servirles ingentes cantidades, insistiendo como se podía ver en las enormes<br />
fuentes que ahí sobraba la comida por todos los lados, y que podían comer lo que<br />
quisiesen. Tuvieron la curiosidad por saber que pasaba con la comida que<br />
sobraba; estaba claro que la familia no se complicaba la vida; al día siguiente se<br />
volverían a reunir todos para otra comida.<br />
— 46 —
Carlos estaba superado por la invitación. Significaba que se estaban dejando<br />
la piel en todo ese banquete. No llegaba a entender a qué se debía tanto<br />
dispendio, pues los padres sabían que ya no existía dependencia laboral. En su<br />
mente analítica no le salían los cálculos, pues toda esa generosidad no podía ser<br />
interesada al no existir ninguna estimación de ser recompensada.<br />
Estaban a punto de reventar entre la comida y bajo los efectos del vino, si bien<br />
aún tuvieron que pasar por varios postres, antes de llegar a al café y los licores.<br />
Aunque les presentaron un montón de botellas como whisky y productos<br />
similares, lo que más les gusto fueron dos aguardientes, uno de color amarillo<br />
llamado aguardiente de hierbas y otro de color marrón oscuro casi negro, llamado<br />
licor café. Preguntaron cómo se obtenía. Según les explicaron se fabricaba con la<br />
sencilla receta de meter café en una botella con aguardiente y mezclándolo con<br />
azúcar con agua, es decir almíbar.<br />
En medio de los licores apareció la abuela con un con un bote de cristal, en su<br />
interior dentro de un líquido oscuro flotaban cerezas pero con un color marrón<br />
bastante oscuro. Las probaron y en efecto eran cerezas pero metidas en<br />
aguardiente. A lo largo de los meses iban perdiendo el color y cogiendo el sabor a<br />
aguardiente, mientras que se maceraban y perdían también tacto de la fruta y se<br />
convierte en una especie de crema solidificada, que sencillamente resultaba un<br />
placer digno de los mejores paladares. Les explicaron que mas que técnica, sobre<br />
todo se trataba de paciencia, pues se metían las cerezas en aguardiente blanco y<br />
así se dejaban, como mínimo unos seis meses, pero si pasaban de cinco a diez<br />
años entonces si se alcanzaba el extraordinario sabor y textura que estaban<br />
probando.<br />
<strong>El</strong> padre de Marcelo se dirigió a su hija y le pidió que les cantase algo para los<br />
invitados. <strong>El</strong>la salió y volvió con unas panderetas. Carlos y Altaha se miraron un<br />
tanto sorprendidos, no sabían si se pondría a cantar un villancico o algo así, pero a<br />
esas alturas ya resultaba difícil sorprenderse por algo. Además, estaban tan<br />
afectados por todo el alcohol que habían bebido, que si fuese necesario<br />
celebrarían anticipadamente las Navidades.<br />
La hermana, la madre y dos primas se unieron cogiendo cada una su<br />
pandereta. La hermana comenzó a cantar en gallego con una voz alta y fuerte<br />
muy especial como si se tratase de un grito alargado, todo ello al ritmo de la<br />
pandereta, y las otras tres le siguieron con el estribillo. Se quedaron asombrados<br />
por lo bien que cantaban, pero sobre todo por la forma de llevar el ritmo con la<br />
pandereta, haciéndola vibrar con un solo dedo. Marcelo les explicó que al grupo<br />
de mujeres que cantaban en ese estilo se les llamaban “cantareiras” y que la<br />
técnica de la pandereta se llamaba “riscado”.<br />
— 47 —
Altaha estaba tan emocionada que les pidió que cantasen dos más,<br />
sorprendida por la gran fuerza que transmitían.<br />
Después de agradecerles la comida y la velada, se despidieron todos. Carlos en<br />
un intento por corresponder les dijo que ahora les tocaba a ellos invitarles, pero<br />
sus padres casi de forma radical declinaron esta oferta de invitación.<br />
A Carlos y Altaha mientras regresaban andando interrogaron a Marcelo sobre<br />
esa forma de ser sobre las invitaciones y la comida. Así se enteraron que una<br />
invitación a comer en Galicia se rige por unas reglas curiosas. Como por ejemplo<br />
que no existe peor imagen para una familia que ofrecer poca comida, pues no<br />
solo podría quedarse el invitado con hambre, sino que se está dando muestra que<br />
en esa casa son pobres. Así, que para evitar caer en esta imagen, se incurre en<br />
una conducta contraria, lo que implica saturar al invitado con tal cantidad de<br />
comida, e insistir en que coma más y más, hasta que resulta evidente que la<br />
comida sobra en esa casa. También se esperaba del invitado una conducta<br />
especial; no debería mostrarse recatado ni moderado, sino que comiese como un<br />
auténtico bárbaro, pues de esta forma dejaba constancia que se sentía a gusto. Y<br />
así, cuando el invitado estuviese a punto de morir por indigestión y aun sobrase<br />
mucha comida en la mesa, la finalidad del anfitrión se habría cumplido. Además,<br />
si el invitado quiere quedar bien debe reconocer que no ha comido tanto en su<br />
vida; a lo que los anfitriones le quitaran importancia y dirán que en esa casa<br />
nunca falta la comida. Con esa explicación de Marcelo, llegaron a comprender un<br />
poco todo lo ocurrido.<br />
A Carlos, ni siquiera el paseo de vuelta le ayudó a bajar la digestión, así que<br />
cuando llegó al piso y se metió directamente en la habituación a intentar dormir<br />
la siesta. Altaha también muy tocada se quedó tirada en el sofá del salón a ver la<br />
primera película que ponían sin la menor pretensión. Marcelo, al parecer más<br />
acostumbrado a soportar ese tipo de eventos, aprovecho para dar una vuelta por<br />
el pueblo.<br />
<strong>El</strong> domingo se levantaron temprano para seguir con su proyecto. Conforme el<br />
plan previsto trabajarían seis días a la semana, lo del día anterior fue una<br />
excepción en atención a los padres de Marcelo, por lo que deberían recuperar ese<br />
día trabajando ese domingo. Marcelo, como trabajador incansable, no puso<br />
ninguna objeción. Carlos y Altaha, tampoco se sintieron molestos; aun es más,<br />
cuando se enteraron que los padres de Marcelo habían insistido en que volviesen<br />
a comer, optaron por declinar la invitación insistiendo que tenían que trabajar.<br />
Aunque no ponían objeción al trato y la comida, difícilmente sus estómagos<br />
podrían soportar otro exceso similar.<br />
— 48 —
No tuvieron ningún otro acto especial, por lo que en los siguientes días<br />
siguieron trabajando intensamente y cumpliendo los plazos previstos. Nunca<br />
habían trabajado los tres juntos, este hecho unido a la exigencia de unos objetivos<br />
diarios comenzó a crear tensiones. Marcelo se desesperaba con facilidad, pues<br />
aún en sus peores momentos en la fábrica, sus ayudantes eran técnicos con un<br />
mínimo de habilidades y mucha más experiencia que Carlos y Altaha. En teoría, la<br />
superioridad jerárquica de Carlos, la independencia de Altaha, y que fuese un<br />
trabajo voluntario, deberían haber bastado para que Marcelo se moderase y los<br />
tratase con el respeto merecido; pero el carácter de Marcelo no tenía en cuenta<br />
estas especiales circunstancias, y constantemente saltaba con algún comentario<br />
despectivo; “jodidos ingenieros tanto título para no tener ni puta idea de apretar<br />
una tuerca”, “Altaha, joder, tanto diseñar piezas para ahora no enterarte de cual<br />
tienes entre manos, espabila”. Al principio no le dieron importancia teniendo en<br />
cuenta su forma de ser y la voluntad de llevar a cabo el proyecto, pero según iban<br />
uniendo las piezas, estas cada vez se hacían más grandes y difíciles de manipular,<br />
por lo que las airadas críticas de Marcelo aumentaron. <strong>El</strong> cansancio y la tensión<br />
fueron haciendo mella en la paciencia de Altaha y se iba reduciendo el margen<br />
que le separaba a no estar dispuesta a aguantar los hirientes comentarios de<br />
Marcelo; pero este, insensible a todo sentimiento, seguía manteniendo la misma<br />
actitud, hasta que la situación estalló.<br />
—Vamos, estáis amariconados, presentar bien esa pieza y aguantarla. Que<br />
estorbáis más que ayudáis.<br />
Altaha se paró, dejó la pieza en el suelo y se puso delante de Marcelo.<br />
—Vale, si tan malos somos ¿entonces por qué no lo haces tú solo?<br />
—Te recuerdo que no fui yo el que os pedí ayuda. Vosotros quisisteis venir, y<br />
se suponía que para ayudar.<br />
—Sí, pero para trabajar en conjunto, y no para ver cómo nos insultas y nod<br />
humillas.<br />
—Vuestro problema es que sois como la mantequilla, blanditos y con un poco<br />
de calor os derretís. Si no tenéis puta idea de lo que hacéis, ¿qué queréis que os<br />
diga?, ¿qué salte de alegría?<br />
—Pues si no te gusta mi ayuda, mejor me voy de aquí.<br />
— Si es que empezamos con gilipolleces de finolis, te recuerdo que la puerta<br />
de salida es la misma que la de entrada.<br />
Altaha, a pesar de su buen carácter, ese último comentario acabó agotando su<br />
paciencia.<br />
— 49 —
—Desde luego que me he confundido de puerta al entrar, para ti esto es una<br />
cuadra y piensas que trabajas con animales y no con personas. Me voy con la<br />
gente civilizada.<br />
Carlos, se dio cuenta que en ese momento todo el proyecto estaba<br />
comprometido, y evitar que Altaha los abandonase, dependía de lo que se hiciese<br />
en los siguientes segundos. Se acercó y se puso en medio de los dos.<br />
—Amigos míos, me conocéis y sabéis que nunca os he pedido un favor. Pero<br />
ahora os lo pido expresamente. Dejad la discusión, acabemos el trabajo de hoy,<br />
tomemos una ducha y vayamos a cenar. Os prometo que en la cena lo<br />
solucionamos para no volver a tener ningún problema como éste. Os doy mi<br />
palabra. Confiar en mí y concederme esta oportunidad de arreglarlo.<br />
Carlos, no culpaba a Altaha, plenamente consciente de ese maldito carácter de<br />
Marcelo. Aunque es cierto que trabajaba cinco veces más que ellos dos, lo cierto<br />
es que tanto él como Altaha estaban poniendo toda su voluntad. Ahora debía de<br />
ser diplomático, y si claramente se ponía de parte de Altaha, solo provocaría aún<br />
más a Marcelo, así que optó por ese comentario general, eludiendo pronunciarse<br />
sobre quien tenía la culpa.<br />
La autoridad moral de Carlos se impuso, así, ni Marcelo ni Altaha antepusieron<br />
su orgullo a rechazar la petición de Carlos.<br />
Aguantaron, con monosílabos, lo que faltaba de la tarde, mientras remataban<br />
el trabajo. Después volvieron a casa en silencio y de nada sirvieron los intentos de<br />
Carlos por relajar un poco la situación hablando de banalidades.<br />
Marcelo, poco amigo de las conciliaciones y de la convivencia forzada, después<br />
de ducharse, les dijo que se iba a dar una vuelta, pero Carlos insistió en que<br />
tenían que cenar todos juntos y hablar de lo ocurrido. De nuevo la peticion de<br />
Carlos se ipusó.<br />
En la cena Carlos muy mediador les explicó que él asumía la culpa de todo por<br />
no haber previsto la tensión y los descansos. Objetivamente la tensión y el<br />
cansancio producen estos enfrentamientos, pero no significan nada y no hay que<br />
darle mas importancia.<br />
Tanto Marcelo como Altaha seguían con ganas de guerra, aunque lo que<br />
ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar es que Carlos intentase asumir la<br />
culpa. Así, que volvieron a lanzarse reproches mutuos sobre su forma de ser o<br />
trabajar.<br />
Carlos viendo que el intento de terapia resultaba un fracaso, cambio de<br />
estrategia, afirmando que claramente forzó mucho la máquina con todos los<br />
plazos que se habian impuesto. La solución estaba en tomar de forma inmediata<br />
un descanso para recuperar fuerzas. Les propuso que el día siguiente lo tomasen<br />
— 50 —
sabático, y se le ocurrió que para relajarse sería una buena actividad salir todos<br />
juntos a navegar en una motora de recreo. Para su satisfacción, tanto Marcelo<br />
como Altaha no se opusieron.<br />
Para cumplir su plan deberían encontrar a una persona que les alquilase una<br />
embarcación. Marcelo le indicó que no haría falta, sencillamente se la pediría<br />
prestada a alguno de sus amigos. En unos minutos con una llamada confirmó que<br />
al día siguiente tendrían a su disposición una motora.<br />
A pesar de este plan de descanso, el ambiente de tensión subsistía, por lo que<br />
después de cenar, tanto Marcelo como Altaha se disculparon diciendo que<br />
querían dar una vuelta, para evitar así tener que volver juntos hasta el piso.<br />
Al día siguiente, se levantaron un poco más tarde comprobando que el cielo se<br />
mostraba totalmente despejado con un sol radiante, prometiendo unas<br />
condiciones magnificas para navegar. Se acercaron andando hasta el centro<br />
donde se encontraba el puerto pesquero y junto al mismo, un pequeño puerto<br />
deportivo. La motora que les dejaron se trataba de un modelo de unos siete<br />
metros con una pequeña cabina, dotada de un motor de gasolina de ciento<br />
cincuenta caballos.<br />
Le preguntaron a Marcelo si su conducción resultaba difícil.<br />
—En la mar no se conduce, se pilota o se navega. Llevarla es tan fácil como un<br />
coche, si no hacéis el burro. Cuando salgamos del puerto os dejo coger el timón<br />
bajo mi supervisión.<br />
Altaha, no deseaba tanta concesión de Marcelo.<br />
—No somos niños. En un pantano de Madrid ya he llevado la motora de un<br />
amigo.<br />
—No te confíes, que esto es la mar. Y como dice el refrán “el canal de<br />
Manzanares pocos capitanes ha dado a los mares”.<br />
— ¿Que gracioso? –le replicó mientras le hacía una mueca, como si fuese una<br />
niña pequeña.<br />
Salieron navegando hacia “A Pobra do Carabiñal” o sencillamente “A Pobra”<br />
como la llamaban los de la Ría. Estaba a unas doce millas aproximadamente, en el<br />
centro de la parte norte de la ría. Navegaban tranquilamente pues al estar<br />
rodeados de montañas estas les protegían del viento e impedían que llegasen las<br />
olas del mar abierto. Mientras avanzaban, se fijaron en unas estructuras de<br />
madera compuesta de un entramado de listones de maderas formando una<br />
cuadricula de unos quince metros de lado, que flotaba a un metro escaso sobre el<br />
nivel del mar.<br />
— ¿Qué son esas cosas? –preguntó Altaha.<br />
— 51 —
Marcelo les explico que eran las bateas. Estructuras de madera que flotaban<br />
pero que estaban ancladas al fondo. De los palos horizontales colgaban las sogas<br />
donde se criaban los mejillones. Las batean se agrupaban en zonas llamadas<br />
polígonos, para facilitar así canales de navegación seguros. Cada batea, podía<br />
llegara tiene unas quinientas cuerdas de entre diez y doce metros de largo y<br />
podría producir unas cincuenta toneladas de mejillones cada año. También les<br />
explico que España es el segundo productor mundial después de china. Y la Ría en<br />
la Ría de Arosa, donde estaban, disfrutaba de la mayor concentración de bateas,<br />
pues se encontraban dos mil de las dos mil quinientas de toda Galicia. Como se<br />
trata de concesiones administrativas no se podían construir más, así que cada<br />
batea con su concesión se vendía entre trescientos mil a un millón de euros,<br />
dependiendo de su productividad.<br />
Altaha se mostraba un poco inquieta.<br />
—Vamos despacio. ¿No va más rápido esta motora?<br />
A Marcelo no le gustó la crítica.<br />
—Os llevo despacio porque es así como se disfruta de la mar, a todo gas solo<br />
van los turistas gilipollas o los contrabandistas.<br />
Estaba claro que ni Carlos ni Altaha se querían asimilar a ninguno de estos<br />
perfiles, así que optaron por no insistir en la velocidad.<br />
<strong>El</strong> día resultó magnifico, el sol pegaba que daba gusto, así que enseguida<br />
comenzó a sobrar la ropa. Marcelo se quedó en bañador y Altaha le siguió,<br />
quitándose la camiseta y los pantalones cortos, quedándose en bikini.<br />
Altaha, aunque habitualmente vestía con colores vivos, siembre lo hacía de<br />
forma moderada, sin ropa ajustada, ni minifaldas o escotes. Ahora, en bikini<br />
mostraba un cuerpo esbelto y delgado perfectamente equilibrado.<br />
Marcelo la miró sin ningún recato de arriba abajo, deteniéndose en cada parte<br />
de su cuerpo.<br />
— ¡Dios! –Exclamó- ¡Pues sí que estas buena! ¡Cómo nos tenía engañados la<br />
canaria!<br />
—Altaha en un primer momento se sintió ruborizada, pero solo tardo unos<br />
segundos en superarlo. Además de ser extrovertida, en esos momentos no<br />
deseaba mostrarse intimidada por Marcelo, dado que aún le duraba el enfado del<br />
día anterior. Así que se dio una vuelta como una modelo exhibiéndose ante él.<br />
—Pues nada. Hártate de mirar y disfrútalo. La verdad, pensé que te gustarían<br />
más macizorras, que va más con tu estilo troglodítico.<br />
Marcelo también seguía enfadado, y no tardó ni un segundo en darle la<br />
réplica.<br />
— 52 —
—Bueno, las prefiero más rellenas, porque tú de tetas vas un poco corta. Pero<br />
Hay que reconocer que ese culito no tiene precio.<br />
Altaha parecía tener preparada la respuesta, y replicó de inmediato.<br />
—No está hecha esta miel para tus labios. Mírate, si tienes más pelo que el<br />
yeti. A lo mejor estamos de suerte y hemos descubierto el eslabón perdido entre<br />
el hombre y el mono. A ti te pega más una de esas nórdicas cachimanas que no se<br />
depilan.<br />
Marcelo, se encogió de hombros. Nunca se preocupó mucho por su imagen y<br />
menos aún se le pasó por la cabeza depilarse el pecho o las piernas, como ahora<br />
estaba de moda.<br />
Altaha viendo que Marcelo perdía la iniciativa, pasó claramente a la ofensiva.<br />
—Te veo un poco en celo, si ves que no eres capaz de aguantarte, me pongo<br />
algo más de ropa.<br />
—Como no les pongas cachondo a los pulpos, por mí no hay problema. Como<br />
si te quedas en pelota picada.<br />
—Ya te gustaría. Pero si me quito una pieza más, revientas el bañador.<br />
Carlos permanecía callado, mientras que interiormente se partía literalmente<br />
de risa con ese enfrentamiento dialectico. Lo interesante es que estaban bastante<br />
equilibrados; Altaha tenía mucho más desparpajo y labia, por contra Marcelo,<br />
aunque más lento de reflejos, se mostraba más seco y bruto en sus respuestas.<br />
Ninguno de los dos deseaba darse por vencido en esa guerra dialéctica, así que<br />
se pasaron todo el trayecto metiéndose el uno con el otro, aunque sin llegar<br />
realmente a molestarse, dado que esencialmente se trataba de una lucha de<br />
ingenio y aguante, sin buscar la ofensa directa.<br />
Al llegar a “A Pobra” atracaron la lancha en un pantalán mucho mayor que el<br />
de Rianxo y entraron en el club náutico. Como el puerto se encontraba<br />
justamente en la mitad de la villa, Marcelo les llevo a una taberna de pescadores<br />
que según él se comía muy bien. En efecto, en unas mesas de madera a la sombra<br />
disfrutaron de un arroz con lubrigante realmente delicioso.<br />
Después de comer, ya mucho más relajados que la noche anterior, volvieron al<br />
barco y navegaron solo una milla hasta fondear en una playa cercana llamada del<br />
Cabío y se plantearon si bajar a nado hasta la orilla, a tan solo unos treinta<br />
metros. <strong>El</strong> agua estaba muy fría, como es habitual en Galicia, y en plena digestión<br />
no les apetecía mucho.<br />
Marcelo les dijo que había otra opción, así que levantaron el fondeo y se<br />
dirigió al sur. No tardaron más diez minutos en recorrer tres millas hasta que<br />
llegaron a una pequeña isla llamada Areoso, que estaba compuesta<br />
esencialmente por arena. Tan solo media cuatrocientos metros de largo por cien<br />
— 53 —
de ancho, con la particularidad que la zona este de la isla la pendiente de la playa<br />
es tan acusada, que las embarcaciones pueden llegar hasta la orilla de la playa sin<br />
peligro de embarrancar.<br />
Así colocaron la proa de la motora contra la playa y pudieron los tres bajar a<br />
tierra no mojándose más que los pies. Se dieron una vuelta por toda la isla, y<br />
volvieron recalentados bajo los efectos del sol. Marcelo les aconsejo que se<br />
diesen un baño para refrescarse. Carlos, declinó la invitación dado lo fría que<br />
estaba el agua, pero Altaha estaba tan picada con Marcelo, que no quería ni<br />
concederle el margen de no ser capaz de aguantaba el agua fría. Se tiró sin<br />
pensarlo, aunque solo dio algunas brazadas antes de volver a la orilla.<br />
Así pasaron toda la tarde hasta que regresaron a Rianxo. Marcelo y Altaha<br />
seguían lanzándose dardos, aunque mucho más relajados y solo por entretenerse<br />
sin ninguna intención. Claramente les había sentado muy bien el día de descanso.<br />
Por contra, la actitud de Carlos según transcurría el día se fue volviendo cada vez<br />
más taciturna.<br />
Cuando regresaron, sobre las ocho, decidieron tomar algo en la propia taberna<br />
del puerto en plan merienda cena. Entonces Carlos les pidió un poco de atención.<br />
—He estado pensando en lo que pasó ayer. Sin duda he tenido la culpa al<br />
exigiros tanto, pero sobre todo reconozco que además, ayer actúe de forma<br />
egoísta; solo quería continuar el barco y en ese momento para ganar tiempo se<br />
me ocurrió lo del día de descanso. Hemos pasado un buen día, y he estado<br />
pensando que no puedo permitir que una buena relación se acabe por culpa de<br />
un maldito barco. Lo que tenemos es que descansar y pasarlo bien, olvidémonos<br />
de la construcción, pasemos unas semanas de vacaciones y despidámonos como<br />
amigos.<br />
Esa salida les dejó a los dos un tanto sorprendidos, hasta el momento, la<br />
ilusión de Carlos por el barco parecía estar por encima de todo y jamás pensaron<br />
en que estaría dispuesto a abandonar el proyecto. Su rostro en ese momento, lo<br />
decía todo, con la misma expresión de pesimismo y derrotismo que mostraba<br />
hacía un mes.<br />
Marcelo intervino rápidamente para quitarle esa idea de la cabeza.<br />
—Carlos, eso no. Todos queremos acabar el barco y tú no tienes la culpa. Ya<br />
sabes que yo tengo muy mal carácter, pero no pasa nada, lo mismo me viene<br />
como se va. Míranos, ahora estamos bien. Díselo, Altaha.<br />
—Estoy de acuerdo con Marcelo, tú no has tenido nada que ver en nuestra<br />
bronca. Hemos descansado un día y ya ha pasado todo.<br />
Carlos seguía con la misma cara.<br />
— 54 —
—Bueno amigos, os lo agradezco. Pero está claro que hay cosas que no valen<br />
la pena. Esto no es un empleo, ni vamos a ganar nada con él, así que es preferible<br />
no forzar la situación. Si algo he aprendido con la fábrica, es que ninguna empresa<br />
justifica fastidiar una buena relación, –se quedó mirando al vacío unos<br />
segundos—. Ya he perdido muchos amigos e incluso mi matrimonio con toda esta<br />
forma de actuar, sencillamente ya no puedo permitirme perder nada más, y<br />
vosotros amigos míos, sois lo poco que ahora me queda.<br />
Marcelo y Altaha se quedaron desconcertados, tanto por la rotundidad con<br />
que daba por finalizado el proyecto como por el lamentable estado anímico que<br />
mostraba su amigo, y fueron incapaces de rebatir sus argumentos.<br />
Casi sin hablar volvieron al piso pensando prácticamente en hacer las maletas.<br />
Carlos se fue a dar una ducha y Marcelo aprovechó para llamar a Altaha al<br />
salón, cerrando la puerta. Marcelo tenía claro que no podía acabar todo así.<br />
—Carlos es un tío de puta madre y lo del cierre de la fábrica lo ha dejado muy<br />
jodido. Construir el barco es lo único que le está ayudando, así que tenemos que<br />
sacarlo adelante por él. ¿Estás de acuerdo?<br />
—Sí, claro, ya se lo dijimos antes, pero no quiso escucharnos.<br />
—No, sin peros. Le diremos que queremos seguir el proyecto y que no habrá<br />
problemas. Y tú y yo vamos a trabajar sin discusiones. Yo intentaré no ser tan<br />
gilipollas, pero si lo soy, tú le echas dos ovarios y te aguantas. Después al salir del<br />
trabajo, te dejó que me sacudas hasta que te canses. Pero a partir de ahora<br />
cualquier problema quedará solo entre tú y yo. Y ante Carlos callados como putas.<br />
¿Vale?<br />
Los ásperos y rudos términos de Marcelo no daban lugar a ningún tipo de<br />
confusión sobre lo que pretendía.<br />
—Estoy de acuerdo, –asintió Altaha.<br />
Cuando Carlos volvió al salón, le comentaron que habían estado hablando y<br />
creían que los tres se tenían que dar una última oportunidad, así que intentarían<br />
seguir trabajando y a la primera discusión lo dejaban. Carlos, que en el fondo no<br />
quería abandonar el proyecto, no dudó en aceptar este último intento, aunque sin<br />
mostrar mucha confianza.<br />
A partir de ese día Marcelo se volvió mucho más comedido, y aunque seguía<br />
profiriendo palabrotas a todas horas no volvió a hacer ningún comentario<br />
ofensivo hacia sus compañeros. Sin duda, debería de costarle bastante, pues en<br />
ocasiones se notaba como se cortaba en la mitad de una frase. Paralelamente<br />
Altaha no daba ni la más mínima respuesta ni queja. De hecho, las propias<br />
relaciones entre ambos empezaron a cambiar, no solo abandonaron el<br />
— 55 —
enfrentamiento, sino que incluso hicieron esfuerzos por trabajar armónicamente;<br />
Marcelo, aunque parco en palabras siempre intentaba que Altaha no levantase<br />
pesos o le impedía hacer algo, si consideraba que se podía hacer daño o por su<br />
complejidad; y Altaha le acercaba alguna toalla para que se secase el sudor o la<br />
botella con agua. Carlos debió apreciar todos estos cambios, pues no volvió a<br />
sacar el tema y se centró en el proyecto con la ilusión y las ganas iniciales, además<br />
de impulsado por la presión de Marcelo y Altaha que insistían en cumplir los<br />
plazos y acabar el barco cuanto antes.<br />
<strong>El</strong> casco del barco estaba compuesto por piezas de carbono, curvadas según la<br />
forma que adoptase en cada parte. <strong>El</strong> único problema es que al unir las piezas<br />
siempre quedaban unas décimas de milímetro de descuadre lo suficiente para<br />
que acabase entrando el agua. Para solucionarlo, en la junta de las chapas<br />
inyectaron una especie de pegamento de silicona muy resistente y al apretar las<br />
placas quedaba fuertemente comprimida. Marcelo les explico que esa solución se<br />
aplicaba desde hacía miles de años, con el llamado calafateo; introduciendo en las<br />
juntas de las maderas cuerdas de cáñamo y más tarde alquitrán.<br />
La ventaja de montar el Albatros con este sistema de tornillos y adhesivo, era<br />
la sencillez y la robustez que otorgaba al casco, al formar cuadernas en cada junta.<br />
La contrapartida es que aumentaba el peso, si bien esto no suponía ningún<br />
problema, dado que no se trataba de competir en una regata ahorrando unos<br />
kilos, sino de ganar seguridad construyéndolo de forma sencilla y rápida.<br />
Cuando acabaron de construir toda la estructura, el barco tenia de largo casi<br />
trece metros, en la parte delantera parecían un avión con la cabina delante, en el<br />
medio subía el lomo como un pájaro. En la parte de atrás estaba la bañera que<br />
seguían las líneas laterales de la forma del barco, formando una estética continua.<br />
En su conjunto más que un barco parecía una especie de pájaro. Carlos le insistía<br />
en que le recordaba la estructura baja de un hidroavión, pero Marcelo afirmó que<br />
se parecía más a un pato. En lo único que se parecía a un velero fue en el escotilla<br />
de entrada al interior situada en la bañera, que no se trató de una concesión de<br />
Carlos a la estética o a la tradición. Dado que los laterales del barco los ocupaba<br />
las alas al plegarse, únicamente quedaba la parte delantera o la trasera para<br />
poder entrar, y por un problema de hacer el casco más resistente decidió que la<br />
proa debía ser íntegra sin aberturas.<br />
Las alas, tal cual las de un pájaro, no estaban aún unidas al casco pues no<br />
cabían dentro del galpón, así que deberían montarlas fuera. De una forma<br />
ingeniosa, Marcelo construyó unas carretillas con ruedas de goma, que colocaba<br />
— 56 —
debajo de barco o de las alas, de tal forma que con poco esfuerzo se podía mover<br />
fácilmente. Además, este sistema facilitaba también poderlo botar en el mar.<br />
A pesar de la longitud el barco no pesaba mucho, pues aunque cada ala<br />
extendida medía más de quince metros, la estructura de carbono la hacía ligera,<br />
por lo que cada ala con todos sus soportes no superaban los trescientos kilos, el<br />
casco con su equipamiento previstos con motores, tanques de combustible y agua<br />
otros mil doscientos kilos, y estimaban otros doscientos para el resto de los<br />
equipamientos, así que en total unos dos mil kilos. Aproximadamente lo que<br />
pesaba un coche.<br />
Carlos, aunque no se desvió en toda la construcción de su proyecto inicial, no<br />
estaba nada contento con el peso. Teniendo en cuenta que un planeador para dos<br />
personas solo pesa unos cuatrocientos kilos, hablar de cinco veces más, le parecía<br />
una barbaridad.<br />
Marcelo tampoco estaba muy contento, pero por razones opuestas; un velero<br />
de crucero de unos doce metros y medio pesa unos nueve mil kilos y el que<br />
acaban de construir pesaba menos de una cuarta parte. Con tan poco peso, no le<br />
gustaba, le parecía poco resistente. Después de todo, como marinero tradicional,<br />
prefería un buen barco de madera pesado que uno ligero de poliéster, que<br />
cualquier ola lo podía voltear o quebrar.<br />
Altaha, contrariamente a sus compañeros, se mostraba satisfecha. Habían<br />
diseñado, construido y montado el barco en mes y medio. Y respecto al peso,<br />
resultaba evidente, incluso para un profano, que con menos peso el barco cogería<br />
más velocidad. En cuando a la estabilidad no le preocupaba mucho, pues para ella<br />
lo importante es que flotase.<br />
A pesar de haber cumplido con la primera fase del montaje de todo el casco,<br />
enseguida se dieron cuenta que fabricar la estructura, fue, tal vez, la fase más<br />
sencilla. <strong>El</strong> siguiente paso sería dotar al barco de un sistema mecánico para mover<br />
las alas y cada parte de estas; Igual que ocurría con los huesos en un pájaro que se<br />
movian a base de músculos, ellos utilizarían un sistema de pistones hidráulicos<br />
que moverían cada articulación. Los pistones hidráulicos obtenían la presión de<br />
unos tubos de alta presión con aceite, esta presión la generaba una bomba<br />
eléctrica de alta presión, la cual necesitaba electricidad que se producía por un<br />
generador movido por un motor diesel. Todo esto implicaba montar pistones,<br />
tubos y sistemas eléctricos que se extendían por el centro del barco y por las alas.<br />
Además, deberían controlar todo este sistema, por lo que una red de sensores y<br />
cables eléctricos volvía a recorrer todo el barco y se centralizaba en la proa donde<br />
se encontraba el centro de control con los ordenadores. Ahora solo se centraban<br />
— 57 —
en instalarlo, que funcionase coordinadamente, se ocuparían en la última fase del<br />
proyecto.<br />
Por suerte, a pesar de la aparente complejidad parecía que todo estaba<br />
controlado; Carlos lo planificó perfectamente, Altaha generó planos donde<br />
destacaban en diferentes colores las conducciones hidráulicas, las eléctricas y las<br />
estructuras; y Marcelo dispuso de forma ordenada todas las piezas. Así que sabían<br />
no solo donde estaba cada pieza sino en qué momento cogerla y donde colocarla.<br />
Una de las ventajas del diseño del barco es que ofrecía mucho volumen de<br />
flotabilidad respecto al poco peso relativo, por lo que estaba previsto que flotase<br />
como una boya, si bien al tener casi todo el casco fuera del agua generaba un<br />
problema de estabilidad. Para conseguir que fuese lo más estable posible, la clave<br />
estaba en que el máximo del peso estuviese en la parte más baja, así que ahí es<br />
donde colocarían la maquinaria, las baterías, los motores y los depósitos de<br />
combustible. Carlos intentó explicarles cómo logró calcular un metacentro<br />
optimo, pero Marcelo le corto la explicación; no hacia ser ingeniero , y que el peso<br />
siempre se colocaba en la parte más baja, lo sabía hasta el marinero más burro.<br />
Así que Carlos se quedó sin el gusto de dar la charla con todos los detalles.<br />
Como complemento a la estructura instalaron el timón y la cola. Lo del timón<br />
fue la típica discusión de diseño, pues mientras que Marcelo prefería un timón<br />
clásico en la parte de popa y una orzas en el centro para evitar el abatimiento.<br />
Carlos decidió unir en un solo el timón y la orza en la parte central un poco<br />
adelantada, pero en lugar de uno puso dos paralelos y un poco inclinados. Porque<br />
según él generaba más estabilidad al ser dos. Utilizó el modelo de timones<br />
inclinados de los aviones, si bien en el barco recordaba las dos aletas inferiores de<br />
los delfines. Cada timón orza giraba sobre el eje, lo que le permitía no solo girar al<br />
Albatros sino que al modificar la estabilidad horizontal; de esta forma si el barco<br />
se escorado hacia un lado actualidad sobre el tipo de ese lado se podía elevar y<br />
compensar la escora, pero siempre que estuviese en movimiento y pudiesen<br />
hacer fuerza con la velocidad del agua. Además, al igual que los aviones disponía<br />
en la parte posterior de los timones una zona de alerón móvil para los pequeños<br />
ajustes o trimados.<br />
<strong>El</strong> último complemento del diseño fue una especie de timón horizontal de cola<br />
como el de los aviones, pero plegable, por lo que se parecía más a una cola de un<br />
pájaro. Marcelo cuando lo vio montado puso el grito en el cielo.<br />
— ¡Esto, esto es una puta cola!<br />
Carlos, sin inmutarse, le razonó que resultaba muy difícil equilibrar el barco<br />
solo con las alas. Lógicamente los barcos normales no lo necesitaban pues<br />
pesaban mucho. Pero este diseño, al ser muy ligero, si solo contaba con el aire<br />
— 58 —
como punto de equilibrio longitudinal, necesitaba la cola. <strong>El</strong> razonamiento<br />
resultaba tan sólido que hasta los aviones más modernos no habían podido<br />
prescindir de ella. Muy orgulloso les explicó que la hizo plegable, pues para<br />
navegar solo a motor o para atracar resultaba más cómodo no tenerla.<br />
Marcelo, una vez más, se dio cuenta que discutir con Carlos sobre el proyecto<br />
resultaba inútil, no tanto porque él no tuviese ideas o argumentos sino porque<br />
sacarle una idea de la cabeza a Carlos se antojaba como una misión imposible.<br />
Aun así, el diseño no le gustaba nada, lo que no dejó de expresar con su habitual<br />
sinceridad.<br />
—Estamos construyendo un puto pato. Toda la Ría se va descojonar de<br />
nosotros cuando salgamos en este aborto de barco.<br />
Acostumbrado a las quejas de Marcelo, Carlos no le hizo ningún caso. Además,<br />
le daba exactamente igual lo que opinasen el resto de la humanidad mientras su<br />
diseño funcionase. Ese tipo de discusiones las solía terminar con el dicho en<br />
italiano "Eppur si muove" traducido literalmente, “y sin embargo se mueve”, que<br />
atribuye la historia a Galileo cuando, bajo amenazas de tortura, fue obligado a<br />
renegar de sus convicciones sobre que la tierra se moviese alrededor del sol. Pero<br />
que con esta frase quiso dejar claro que seguía teniendo razón.<br />
Una vez que ajustaron las alas y los timones, Carlos presentó el esquema de<br />
montaje de toda la maquinaria; donde el motor diesel iba en el centro y se<br />
conectaba con el generador eléctrico que suministraba energía para la bomba de<br />
presión y para el motor eléctrico de le hélice. Las baterías llenaban todo los<br />
laterales. Inicialmente habían pensado solo poner una para el arranque, pero se<br />
dieron cuenta que eso implicaría llevar siempre el motor encendido, y si fallaba el<br />
motor se quedarían sin potencia suficiente, así que decidieron poner cuatro<br />
baterías dobles.<br />
Marcelo miró los planos con escepticismo, al comprobar como el motor de<br />
gasoil, movía el generador para producir electricidad, que sería utilizada para el<br />
motor eléctrico de la hélice.<br />
—Tu sistema es poco eficaz –le comentó a Carlos-, los motores deberían<br />
conectarse directamente con el eje de la hélice. Convertir la fuerza mecánica en<br />
electricidad, para volver a convertir esta en fuerza mecánica, es una pérdida de<br />
energía absurda.<br />
Carlos, se dirigió a él en tono paternalista.<br />
—Reconozco que sabes mucho de motores, pero piensa un poco ¿qué sabes<br />
tú de este sistema de propulsión mixto diesel eléctrico? ¿A que no sabías que esto<br />
es lo último en tecnología?<br />
— 59 —
Marcelo lo miró lacerantemente, con la misma cara de estar a punto de sacar<br />
un hacha para partir en dos a su oponente.<br />
— ¿Qué, qué se yo? Ya estáis los ingenieros pensando que el resto no<br />
tenemos ni puta idea de lo que decimos. Eso me jode, pero sobre todo que me<br />
intentes vacilar diciendo que es lo último en tecnología naval, cuando ya lo<br />
utilizaban nuestros abuelos.<br />
Carlos estaba confundido por estos comentarios, evidentemente su última<br />
intención sería pretender engañar a Marcelo.<br />
—No sé de qué hablas, me he estado informando y este sistema es lo más<br />
moderno. Pero si tú sabes algo más, dilo.<br />
Marcelo en efecto sabia algo más.<br />
—Los barcos antes de siglo veinte eran de vapor, y la primera vez que se<br />
montó un motor diesel pensaron que lo mejor sería conectarlo a un motor<br />
eléctrico y que este moviese la hélice. Así lo montaron en 1903 en el petrolero<br />
ruso Vandal.<br />
—Vaya, –comentó Carlos asombrado no lo sabía—, pero debió de ser algo<br />
anecdótico, cosa de los rusos.<br />
—Pues no, en 1911 la armada estadounidense hizo lo mismo con el carbonero<br />
USS Júpiter, como primer barco de la armada de propulsión eléctrica, que en 1920<br />
lo transforman en el primer portaaviones; el “Langley”.<br />
—Pues, no sé, debió de ser también algo anecdótico.<br />
—Pues no, a partir de esas fechas se construyen muchos y buenos barcos con<br />
propulsión diesel eléctrico. Como el trasatlántico Normandie que en 1937 ganó la<br />
banda azul que se otorgaba al que batía el record de velocidad en cruzar el<br />
atlántico. Después se construyeron todo tipo de barcos basado en la propulsión<br />
mixta, de guerra, rompehielos o pasajeros, uno de los últimos el Queen Mary dos.<br />
—Vale Marcelo, te reconozco que es un sistema implantado hace tiempo.<br />
Pero tú tendrás que reconocerme que es un sistema muy bueno.<br />
—Sí, lo reconozco. <strong>El</strong> sistema de motor eléctrico sobre la hélice tiene muchas<br />
ventajas, pero el gran inconveniente que te he dicho, convertir fuerza mecánica<br />
en electricidad para volverla a convertir en fuerza mecaniza resulta mucho más<br />
ineficiente, y aumenta el consumo de combustible. Por esta razón la mayoría de<br />
los barcos que no necesitan una excelente maniobra, siguen utilizando el sistema<br />
directo de un motor combustión conectado con la hélice.<br />
Carlos estaba literalmente con la boca abierta. Marcelo le acababa de dar un<br />
repasó en toda regla.<br />
Altaha, consciente o inconscientemente, rompió el hielo.<br />
— 60 —
—Fin del partido. Carlos, como ingeniero, jugabas en casa. Así que Carlos cero<br />
Marcelo uno. Pero me parece que ha sonado a goleada.<br />
Carlos .comenzó a reaccionar.<br />
—Vaya, me disculpo expresa y oficialmente, al poner en duda tus<br />
conocimientos. Desconocía todo lo que nos has contado. La verdad me empiezas<br />
a tener bastante sorprendido con tu cultura sobre la historia de la construcción<br />
naval.<br />
Marcelo, tan poco dado a recibir las adulaciones como a darlas, desvió la<br />
conversación.<br />
—Bien, pues como ves, es mejor cambiar el sistema y poner el motor<br />
conectado directamente con la hélice.<br />
Carlos aún no estaba convencido.<br />
—Tienes razón en cuanto a la historia, pero sigo considerando que el sistema<br />
hibrido es idóneo para este proyecto. Tengo mis razones, me gustaría que las<br />
escuchases.<br />
—Te escuchamos –intervino Altaha sin mucho convencimiento a sabiendas<br />
que le esperaba la típica disertación técnica de Carlos capaz de aburrir a un<br />
caracol. Pero mejor así, que darle la oportunidad a Marcelo a que comenzase otra<br />
discusión.<br />
—Estoy de acuerdo –explicó Carlos- que el sistema de motor eléctrico es<br />
perfecto aunque tenga la desventaja del elevado consumo por la necesidad de<br />
doble conversión.<br />
—Así es, por eso es mejor una conexión directa –le confirmó Marcelo con<br />
cierta satisfacción al ver que la daba la razón.<br />
—Pero el consumo, –continuo Carlos-, no es nuestra prioridad, mientras que<br />
tener un barco estable si lo es y dado que tenemos las alas adelantadas tenemos<br />
que situar centro el de gravedad los más centrado posible, así que tenemos que<br />
poner el motor adelantado, lo que nos obligación a poner un eje largo y con<br />
engranajes para darle la inclinación adecuada, si lo conectamos con la hélice y<br />
además, tendríamos que meter otro engranaje para el alternador de la bomba de<br />
presión. Y por último con el motor de la hélice eléctrico tenemos la ventaja que si<br />
nos quedamos sin motor de gasoil siempre podremos tirar de las baterías y<br />
tendremos algo de autonomía.<br />
Marcelo se quedó pensando unos segundos.<br />
—No había caído en todo eso. Puedes tener razón. Este cacharro es diferente<br />
a todo lo que he utilizado hasta ahora.<br />
— ¿Entonces lo vas a reconsiderar? –le preguntó Carlos.<br />
— 61 —
—No, –dijo categórico-. Yo me limitaré a construirlo. Aquí el que piensa y<br />
tomas las decisiones eres tú.<br />
Tanto Carlos como Altaha se quedaron un poco sorprendidos. Después de la<br />
bronca que montó Marcelo, resulta que ahora no cuestionaba la autoridad y los<br />
conocimientos de Carlos. Desde luego, en ocasiones, resultaba difícil comprender<br />
esa conducta, mezcla confusa de independencia y sumisión jerárquica.<br />
Una vez que concretaron el diseño de sistema, Marcelo lo montó todo con<br />
increíble rapidez. A diferencia de la anterior construcción del casco, ahora<br />
utilizaban un material estándar como el motor, las baterías, los depósitos o las<br />
bombas de presión. Marcelo no necesitaba consultar ningún plano o manual;<br />
directamente sabía cómo conectarlo y ajustarlo. Así mientras él se ocupaba de<br />
todo el interior del casco Carlos y Altaha lo hicieron con las alas y evitaron<br />
molestarse. De esta forma en una semana todo quedó montado y conectado.<br />
<strong>El</strong> interior también lo tuvieron que acondicionar. Marcelo apareció un día con<br />
dos parejas de sillones de coches anatómicos de segunda mano, como los que les<br />
ponen a los coches de rally, con cinturones de cinco puntos de anclaje.<br />
Altaha lo miró con extrañeza.<br />
— ¿Y estos sillones de donde los has sacado? Son un poco macarras.<br />
—Con el puesto de mando en la proa y todo este sistema de alas, está claro<br />
que al primer fallo nos vamos a pegar una leche descomunal. La única posibilidad<br />
de no matarnos es que estemos bien atados. Estos sillones los tenía un amigo en<br />
una chatarrería.<br />
A Carlos le pareció bien, todo lo que incrementase la seguridad sin alterar su<br />
diseño técnico le parecía correcto. No en vano, los protocolos de seguridad de los<br />
aviones son siempre los más estrictos.<br />
Siguieron trabajando acondicionando el interior, y delante en la cabina de<br />
mando, Carlos lo diseño como un panel parecido al de un avión.<br />
Un mando como los de una avioneta, servía para marcar la dirección y la<br />
inclinación. Otra palanca servía para estirar las alas y otra para subirlas y otra más<br />
para regular la inclinación de las alas para que cogiesen más o menos viento. Pero<br />
todos estos instrumentos resultaban más bien simbólicos, pues la clave de todo el<br />
equilibrio radicaba en el sistema informático. Tanto Carlos como Altaha estaban<br />
de acuerdo en que con un ala horizontal a muy poca altura, sobre el agua solo un<br />
sistema informático automático podía equilibrar las alas en décimas de segundo.<br />
Tal vez un piloto pudiese hacerlo un tiempo, pero el nivel de concentración y<br />
precisión sería tan alto que solo podría mantenerlo durante unos minutos antes<br />
de agotarse. Altaha aprovechando sus conocimientos de informática coloco<br />
— 62 —
delante de cada sillón en el equivalente el cuadro de mandos una pantalla de<br />
ordenador táctil. De tal forma que podían acceder a toda la información que<br />
programasen, desde la a temperatura, presión o revoluciones de la maquinaria,<br />
hasta conectarlo directamente con cualquier información del ordenador.<br />
Llevaban tres semanas viviendo en Rianxo y cada uno se habían adaptado de<br />
forma diferente.<br />
En el caso de Altaha fue sorprendente su capacidad social para contactar con<br />
la gente. Hasta el punto que en menos de un mes conocía mejor la vida de<br />
muchos vecinos que Marcelo en toda su vida. Le encantaba dar una vuelta por la<br />
calle ya fuese para comprar el pan o sencillamente para pasear. Perdía siempre<br />
diez minutos en contar su vida y preguntar por la del propietario, todo de forma<br />
natural, así que enseguida se ganaba la confianza de una sociedad que por<br />
definición es introvertida.<br />
En poco tiempo ya habría tramado una autentica red de amistades y<br />
conocidos, y con su gran memoria, enseguida comenzó a enlazar que si tal era hijo<br />
de tal, o casado con la mujer del otro. Además, otra peculiaridad de Altaha<br />
consistía en hacer regalos de poco importe económico, que ella les llamaba un<br />
detalle, pero sin duda llenaban al destinatario de orgullo por la atención que le<br />
mostraba. Daba igual que fuese un llavero o una postal, con ese detalle saltaba la<br />
barrera de la mera relación de educación y se ganaba la amistad de las personas.<br />
Todos reconocían que no lo hacía por interés económico, ella no esperaba ningún<br />
tipo de contraprestación ni pensaba en exigir ninguna a corto plazo. En la primera<br />
semana se ofreció a arreglar un ordenador de una conocida, después la mujer<br />
quiso compensarle económicamente a lo que Altaha se negó radicalmente, pero<br />
aceptó unos dulces caseros. En el siguiente favor le regalaron un bizcocho y en el<br />
siguiente unos chorizos, así que a partir de la segunda semana en la cocina del<br />
piso siembre disponían de comida. Además se sumaba la que traía Marcelo de su<br />
casa, pues sus padres estaban obsesionados con que sus amigos estuviesen bien<br />
alimentados, lo que incluía dotarlos de un suministro constante de todo tipo de<br />
alimentos.<br />
La única dificultad que tuvo Altaha con las nuevas amistades fue con su<br />
nombre. En Canarias la hache de su nombre se pronuncia entre una jota suave y<br />
una hache aspirada, pero aquí en Galicia la omitían uniendo las dos aes del final y<br />
pensaban que se pronunciaba Altá. Pero este matiz resultaba en todo caso<br />
superfluo, pues a pesar de todos sus esfuerzos, lo cierto es que en todo Rianxo<br />
fue conocida desde el principio como "la canaria", y ya no se pudo quitar ese<br />
mote. Su excepcional buen carácter le impedía sentirse molesta por algo que<br />
— 63 —
además, resultaba inevitable, pues el uso del mote tiene una aceptación y<br />
difusión mucho mayor que la del propio nombre.<br />
Casi como una antítesis de Altaha, la vida social de Carlos se centraba en estar<br />
absorto en el proyecto, de tal forma, que incluso cuando paseaba o tomaba un<br />
café, se le veía con la mirada perdida y sin el menor interés en el mundo que le<br />
rodeaba. Lo curioso, es que Carlos, era de trato educado con sus exquisitas<br />
maneras, unidas a una sólida cultura, resultaba teóricamente en un tertuliano<br />
muy agradable. Pero su falta de interés social y su capacidad de abstraerse,<br />
impedía que ampliase sus contactos. De todas formas, aunque con apariencia de<br />
solitario se mostraba feliz.<br />
La vida de Marcelo resultaba muy diferente y aunque contento por estar con<br />
su familia, se le veía preocupado por mantener ese estatus social tan encasillado<br />
donde todo el mundo se conoce y espera un determinado comportamiento; así,<br />
por ejemplo nunca ira a tomar un café a un determinado bar con el que el dueño<br />
tuvo con su padre, veinte años antes, una disputa por una finca; pues se trataba<br />
de un agravio familiar y estaba claro que con esa gente ni agua. Tampoco merecía<br />
la pena extender su red social, consciente que todos los habitantes ya lo tenían<br />
encasillado como el “nieto del dorna"; además, Marcelo llevaba más de quince<br />
años trabajando fuera de Rianxo, por lo que cuando regresaba para visitarlos, se<br />
limitaba a ver a su familia y a los amigos de toda la vida, sin desear ampliar su<br />
reducido universo social. De gustos sencillos, disfrutaba paseando por el puerto y<br />
juntándose con los marineros y pescadores en las tabernas.<br />
Ese día se despertaron los tres antes de las siete de la mañana, pues estaban<br />
nerviosos ante la finalización del montaje y el comienzo de las pruebas de<br />
funcionamiento; después de todo, todo el trabajo hecho hasta el momento, no<br />
serviría para nada si al final no funcionaba como estaba previsto. Así, con esos<br />
nervios a las ocho de la mañana ya estaban dispuestos a comenzar a probarlo<br />
todo.<br />
Se quedaron mirando el barco, que ya estaba fuera del galpón en el camino<br />
que conducía a la rampa que entraba en el mar. En teoría estaba todo acabado,<br />
así que la forma alargada de unos trece metros, en la parte delantera las cuatro<br />
ventanas; dos laterales y dos frontales, como si fuesen los ojos. Las alas estaban<br />
estiradas, tal y como quedaron después del montaje. Teóricamente el barco ya<br />
estaba listo, pero ahora tenían que verificar que todos los componentes<br />
funcionaban para mover las alas y el timón, para después probar como navegaba<br />
en equilibrio.<br />
Carlos lo miró con optimismo.<br />
— 64 —
—Bueno, no ofrece mal aspecto.<br />
Marcelo hizo un aspaviento.<br />
—Es el cacharro más feo que he visto en mi vida. Parece un puto pato<br />
ortopédico.<br />
Carlos, por contra, estaba satisfecho con el diseño.<br />
—Parece, lo que tiene que parecer. Ahora esperemos que todo funcione, hay<br />
que verificarlo despacio.<br />
Carlos había creado un protocolo de control de todos los componentes, así<br />
que cogieron el listado. Comenzaron a probar los manguitos de presión hidráulica,<br />
con la propia electricidad del galpón alimentando la bomba eléctrica de presión<br />
del circuito, comparando uno por uno que toda la presión llegaba a todos los<br />
pistones. Algunas juntas estaban flojas y un conducto de presión se mostró<br />
defectuoso, pero por el resto pudieron comprobar con satisfacción como el<br />
mecanismo de los servos funcionaba perfectamente. Según los iban activando<br />
una parte del ala se movía arriba o abajo o se estiraba hacia un lado, llegaron<br />
incluso a plegarlo totalmente quedando el ala pegada al casco como si se tratase<br />
de un pájaro.<br />
Ahora debían probar que el motor funcionaba y generaba electricidad. <strong>El</strong><br />
problema es que el motor diesel estaba refrigerado por agua, y claro como el<br />
barco estaba en tierra no podía refrigerarse. Para solucionarlo Marcelo cogió un<br />
par de barriles los lleno de agua, conectando la toma de agua del motor a al barril<br />
y la salida de agua de nuevo al barril, así haciendo circular el agua el motor<br />
quedaría refrigerado. Marcelo conectó el motor y este arrancó a la primera,<br />
manteniéndose funcionando en un cadencioso ralentí a unas setecientas<br />
revoluciones, el motor movía la dinamo que generaba electricidad, para alimentar<br />
la bomba y recargar las baterías.<br />
Parecía increíble que todo el sistema de motor, generador, batería, bomba y<br />
pistones funcionasen correctamente, así de golpe, a la primera. Carlos y Altaha se<br />
quedaron un poco sorprendidos, habían calculado tres días para poner a punto<br />
todo el sistema, por lo que no esperaban no tener ningún problema. Marcelo, por<br />
el contrario mostraba una total confianza en sí mismo, afirmando sin fisuras, que<br />
si el montaba algo, no tenía por qué fallar.<br />
Casi sin quererlo, en un día acabaron todo lo previsto, ahora solo les quedaba<br />
pasar a la tercera y última fase, que consistía en ajustar los parámetros y lograr<br />
navegar equilibrado.<br />
Con una mezcla de felicidad y tranquilidad abandonaron relajados el trabajo a<br />
media tarde y decidieron celebrarlo con unos vinos en una terraza del puerto.<br />
— 65 —
—Parece increíble –comentó Carlos-, que de no tener nada, en menos de dos<br />
meses lo hayamos diseñado, fabricado y construido. Ahora solo queda echarlo al<br />
agua.<br />
—Se dice, botarlo – le apuntillo Marcelo.<br />
— ¡Esperad! –Comentó Altaha—, no podemos hacerlo, me había olvidado,<br />
falta algo muy importante.<br />
Carlos y Marcelo se quedaron mirándola preocupados, pensaron que lo habían<br />
previsto todo, pero estaba claro que habían cometido un error. De todas formas<br />
sabiendo la tendencia exagerar de Altaha tal vez no fuese un problema crítico y<br />
tuviese solución.<br />
— ¿Seguro que es importante?<br />
—Pues claro. ¿Cómo vamos a botar un barco sin nombre?<br />
— ¡Un nombre! –Exclamó Carlos—, ¿Eso es lo que faltaba tan importante?<br />
Menudo susto me has dado, pensé que hablabas de algo serio. En ocasiones me<br />
gustaría que fueses un poco más moderada, a riesgo que me dé un infarto.<br />
Respecto al nombre, bueno, bien, habrá que poner un nombre. ¿Cuál queréis?<br />
—Tiene que ser un nombre bonito –comentó con ilusión Altaha.<br />
—No te fastidia –exclamó Marcelo—, si te parece, para acabar de rematarlo,<br />
le ponemos un nombre de mierda al barco más feo que he visto en mi vida.<br />
Carlos quería acabar cuanto antes con esa cuestión y que no diese lugar a<br />
ninguna discusión.<br />
—Marcelo, tú qué sabes de esto, ¿cuál es el nombre apropiado para un barco?<br />
—Eso depende; Si es un pequeño faenero suelen poner el nombre de la hija o<br />
de la mujer como Anita, María, Teresita. Si el pesquero ya es de altura y lleva<br />
tripulación, no sé porque, pero le suelen poner nombre de vírgenes. En España a<br />
los cruceros o ferris se les pone nombre de ciudades que tienen que ver con la<br />
mar. Los de la armada primero le hacen la pelota a la familia real y después ponen<br />
nombres de marinos famosos. Si es un particular, y va en plan místico y le da por<br />
la mitología, que si Poseidón o Neptuno, y si va de tío guay, pues nada se decanta<br />
por nombres como pirata, tiburón o rey del mar. Por último están los tíos raros<br />
que le ponen nombres como huracán o ciclón. Ya ves, así que tienes donde elegir.<br />
Tantas opciones no solucionaban el problema, así que tuvo que pensar<br />
durante unos segundos en un nombre.<br />
—Bueno –dijo Carlos- yo sugiero que dado que como he copiado el modelo de<br />
un pájaro que planea, podemos llamarlo Albatros, pues es el pájaro más grande y<br />
que mejor vuela. Tampoco estaría mal el cóndor, pues se discute si es tan grande<br />
como el Albatros. Pero yo creo que es más adecuado el Albatros que vive toda la<br />
vida en el mar y tiene por tanto más relación.<br />
— 66 —
A Altaha le pareció bonito, un pájaro siempre es algo bucólico y natural.<br />
Marcelo tampoco mostró oposición.<br />
–Me da igual, está bien.<br />
—Bueno –comentó con cierto alivio Carlos—, la verdad es que lo de “Albatros”<br />
solo se trataba de una sugerencia, pero si os parece bien, pues lo dejamos con ese<br />
nombre.<br />
Así, bajo la satisfacción de Carlos, la emoción de Altaha y la indiferencia de<br />
Marcelo acordaron llamarle Albatros.<br />
Altaha mostró una sonrisa de oreja a oreja que solía exhibir cuando tenía<br />
alguna idea.<br />
—Bueno, digo yo, que ya que tenemos una botadura y un nombre, habrá que<br />
hacerlo con una botella de champán.<br />
Marcelo intervino.<br />
—Es verdad, ya me olvidaba. Hay que llamar a un cura para que lo bendiga.<br />
A Carlos y Altaha le sorprendió esta petición de Marcelo. Por primera vez,<br />
desde que lo conocían, mostraba un atisbo religioso.<br />
— ¡Oh, vaya! –Exclamó Altaha, abriendo los ojos como platos—, no sabía que<br />
fueses creyente. Ni se me ocurrió pensarlo. La verdad, como nunca te vimos<br />
ningún gesto, pensamos que eso no iba contigo.<br />
—No, no soy religioso. No quiero saber nada de todas esas historias.<br />
— ¿No lo entiendo? ¿Entonces para qué quieres bendecirlo?<br />
—No tiene nada que ver. Una cosa es una cosa, y otra es otra.<br />
Altaha abrió los brazos.<br />
—Pues a mí eso no me encaja. O todos moros, o todos cristianos.<br />
Marcelo dio un pequeño golpe en la mesa con la palma de la mano, aunque<br />
claramente, más como aseveración que como intimidación.<br />
— ¡Aquí a todo barco que sale a la mar, se bendice por un cura! ¡Y eso no hay<br />
Dios que me lo discuta!<br />
Tan categóricamente lo expresó, que se dieron cuenta que se trataba de una<br />
de esas costumbres o tradiciones que Marcelo llevaba incrustada en la medula, y<br />
no estaba dispuesto a que se cuestionase por nadie.<br />
—Vale, vale –admitió Carlos—. A mí lo de bendecirlo me da igual, pero queda<br />
claro que el cura lo buscas tú.<br />
—Igualito que en mi tierra –dijo Altaha—, pasan mucho de ir a misa pero<br />
después montan unas comuniones y bodas por todo lo Alto. Como dicen los<br />
guiris, España es diferente.<br />
— 67 —
Con la historia de la botadura, Carlos estimó que se trataba de un buen<br />
momento para responder a la invitación de los padres de Marcelo, así que<br />
aprovechó el evento para invitarlos a una comida. Por supuesto mantendría la<br />
delicadeza de invitar a toda la familia, así nadie se sentiría molesto. De todas<br />
formas le preguntó a Marcelo si ese enfoque resultaba correcto. Marcelo le<br />
confirmó que esto de las comidas en Galicia tiene mucho que ver con la amistad,<br />
y si un amigo de sus padres invita a toda la familia, está indicando que es un grado<br />
de amistad alto y que se siente muy agradecido.<br />
Prepararon todo para que dos días más tarde, coincidiendo con un sábado, se<br />
celebrase la botadura y la comida.<br />
Transcurrieron dos días y esa mañana estaban los tres desayunando un poco<br />
nerviosos por el evento. Después de todo se trataba de un pequeño acto social.<br />
Marcelo, lejos de calmarlos, les explicó que la botadura se trataba de un<br />
momento de cierta incertidumbre, pues a pesar de los cálculos que se hacían,<br />
muchos barcos se hundieron cuando se botaron.<br />
Aprovecho para aleccionarles sobre un caso bastante famoso de un buque que<br />
se hundió al ser botado. <strong>El</strong> Wasa, fue buque insignia de la armada sueca que en<br />
1628 cuando fue botado al salir a navegar escoro y se hundió. La peculiaridad de<br />
este hundimiento es que gracias a las frías aguas del báltico, a la baja salinidad y a<br />
la ausencia de crustáceos que carcomían la madera, el casco se conservó en buen<br />
estado, hasta que el 1961 fue reflotado después de 333 años bajo las aguas.<br />
Ahora se exhibe en él un museo del Wasa de Estocolmo, curiosamente a tan solo<br />
un centenar de metros de donde se hundió en su día.<br />
Marcelo también les explicó, que la botadura de un barco equivale a su<br />
bautizo y constituye un momento de bastante carga simbólica. La costumbre de<br />
romper una botella de champagne contra el casco tiene su origen en la<br />
antigüedad, cuando se vertía vino tinto en la cubierta como libación a los dioses<br />
del mar. Los vikingos hacían esta ofrenda con la sangre de algún prisionero sobre<br />
cuya espalda arrastraban el barco al bajarlo al mar. En todo el mundo, si la botella<br />
no se rompe se cree que trae mala suerte; por eso, en Galicia, tierra de<br />
supersticiones, nadie lo cuestiona.<br />
Se fueron pronto al galpón para rematar los últimos preparativos. Ahí estaba<br />
el barco, que permanecía con las alas plegadas y encima del carro. En la popa<br />
figuraba el nombre de “Albatros”, escrito en unas letras muy bonitas con rasgos<br />
estirados que parecían imitar las alas; fue una idea de Altaha que realmente<br />
— 68 —
quedo bien. Explicó, con mucha imaginación que lo diseñó pensando con trazos<br />
élficos, para que de alguna forma se transmitiesen sus poderes.<br />
<strong>El</strong> remolque con el Albatros encima, estaba ya colocado en la rampa, sujeto<br />
por un cable y unido a un cabrestante eléctrico. La botadura solo consistiría en<br />
dejar que bajase la rampa lentamente hasta el agua. Solo tenían que darle al<br />
interruptor para que se fuese soltando y dejase deslizar al Albatros hasta que se<br />
introdujese en el mar.<br />
Fueron apareciendo todos los invitados, incluido el cura que trajo Marcelo. La<br />
familia de Marcelo, se había tomado la invitación tan en serio, que asistieron<br />
todos, unos veinte en total. También comenzaron a llegar otras personas. Como<br />
Altaha no se podía estar callada, lo comentó a toda su red social de Rianxo, de tal<br />
forma que muchos, con afán de acompañarla y por satisfacer su curiosidad, le<br />
pidieron permiso para acudir. Total que habían reunido más de cincuenta<br />
personas.<br />
<strong>El</strong> sacerdote pronunció la bendición respectiva salpicando con agua bendita al<br />
Albatros. Después Altaha preparó la botella de champagne para romperla contra<br />
el casco del barco en honor a las mejores tradiciones. La sobrina de Marcelo fue<br />
nombrada madrina del barco y tendría los honores de arrojar la botella. Para<br />
Carlos o Altaha, toda esta parafernalia resultaba algo simpático pero sin darle<br />
importancia. Mientras, el resto de los invitados se lo tomaba muy en serio; para<br />
un marinero, la botadura de un barco representaba toda su vida, incluso en<br />
muchas ocasiones solo llegan a tener uno solo. Con esta mentalidad la hermana<br />
de Marcelo le compró a niña un traje nuevo blanco, que exhibía con el orgullo de<br />
una pequeña princesa.<br />
La mayoría de la gente piensa que eso de romper una botella contra un casco<br />
de barco es sencillo, pero lo cierto es que no es tan fácil. En el caso del Albatros se<br />
complicaba mucho más, pues al golpearse contra un casco de carbono tiende a<br />
rebotar. Marcelo, que deseaba evitar la idea de la mala suerte si no se rompía,<br />
montó un pequeño artilugio de metal en la proa para que chocase la botella<br />
contra él y se rompiese. La botella colgaba de una cuerda de un poste que montó<br />
a tal fin, se balanceaba en unos cuarenta y cinco grados hasta esa especia de atril,<br />
donde estaba sujeta con una cinta. La madrina solo tenía que cortar la cinta con<br />
unas tijeras y la botella caería por su peso balanceándose hasta chocar con la<br />
proa.<br />
Después del discurso preceptivo, que hizo el padre de Marcelo, se hizo un<br />
silencio. La sobrina de Marcelo, perfectamente aleccionada, cortó la cinta. La<br />
botella recorrió el arco hasta la proa conde se rompió con un pequeño estallido.<br />
— 69 —
Todos aplaudieron emocionados, sobre todo, por la tranquilidad que se hubiese<br />
roto la botella.<br />
Quitaron los calzos que bloqueaban las ruedas y con el cabrestante eléctrico<br />
comenzar a dejar caer el remolque con el Albatros. Poco o poco lo fueron bajando<br />
por la rampa metiéndolo en el agua, y cuando las ruedas ya estaban bajo el agua<br />
el Albatros comenzó a moverse separándose de remolque y comenzando a flotar.<br />
De nuevo todos aplaudieron.<br />
Marcelo se subió al Albatros, lo liberó de los cabos de seguridad. Ese día no<br />
querían sorpresas con el motor o el timón, así que no lo pondrían a prueba. Junto<br />
al Albatros estaba una motora que le echo un cabo para un remolque. Y así lo<br />
acercó hasta el puerto que no distaba más que un centenar de metros.<br />
Los invitados presenciaron la maniobra y después abandonaron el lugar.<br />
Finalmente todos abandonaron el galpón, y los familiares de Marcelo se dirigieron<br />
a restaurante donde les esperaba la comida.<br />
Carlos que se tomó la devolución de la invitación como algo personal. Lo<br />
primero que se dio cuenta es que la comida que habían recibido de los padres de<br />
Marcelo fue extraordinaria, que por mucho dinero que se intentase gastar no<br />
podía nunca estar a esa la altura, así que se centró en quedar bien con los padres<br />
en otros aspectos.<br />
Al final de la comida, sacó un estuche lo abrió mostrando en su interior una<br />
placa de plata sobre base una de madera. En un pequeño discurso manifestó que<br />
aprovechaba ese momento para entregar a Marcelo, una placa conmemorativa<br />
del mejor empleado que tuvo la fábrica en tres años, gracias a él nunca falló ni<br />
una solo máquina. Para completar el discurso, hizo hincapié en que una vez que<br />
conoció a su familia, se explicaba perfectamente esa seriedad y capacidad en el<br />
trabajo de Marcelo.<br />
<strong>El</strong> efecto que produjo fue el esperado; la madre se puso a llorar, el padre<br />
también emocionado no dejó de dar palmadas en la espalda de Marcelo mientras<br />
decía “no espera menos de ti“.<br />
Marcelo, estoicamente aguantaba el chaparrón, poco amigo de estos actos<br />
pero sobre todo plenamente consciente que en la empresa a nunca se dado<br />
ninguna placa a nadie, ni nada por el estilo. Carlos estaba montando un teatro<br />
dirigido expresamente a su familia, ante lo cual solo valía permanecer callado;<br />
desde luego no sería él el que frustrase la emoción de sus padres.<br />
La velada se extendió al igual que la anterior comida hasta las seis de la tarde.<br />
Al final ya todos se despidieron entre abrazos, incluso la abuela les dedico en<br />
gallego unas palabras de afecto que tanto Carlos como Altaha fueron incapaces<br />
— 70 —
de comprender, pero estaba claro el agradecimiento que quería expresar, así que<br />
no pidieron que se lo tradujese.<br />
Descansados por el día anterior, se dispusieron a realizar las primeras pruebas<br />
de flotabilidad y de motor. <strong>El</strong> barco estaba en el puerto así que ese día se dieron<br />
desde la casa un paseo en sentido contrario.<br />
Un par de curiosos miraba a primera hora el extraño barco, por llamar lo de<br />
alguna manera, pues por la parte de adelante con los cristales de la cabina parecía<br />
como un avión. Todo negro por la estructura de carbono, en el agua la imagen<br />
resultaba muy precia a un pato pero sin el cuello y con la cabeza pegada al<br />
cuerpo.<br />
Flotaba de manera estable, los cálculos parecían ser correctos y el equilibro en<br />
el agua resultaba adecuado. Todo el peso principal, motores, generadores y<br />
combustible estaban en la parte abajo, así que cuando llegaba una ola y lo<br />
balanceaba, rápidamente recuperaba la posición, igual que uno de esos patos de<br />
goma que siempre se flotan estables. La cabina en la parte delantera estaba muy<br />
baja, con las ventanas situadas a menos de un metro sobre el agua.<br />
Marcelo la miraba meneando la cabeza.<br />
—No sé si te has dado cuenta pero ningún barco tiene el puente en la proa y<br />
menos aún tan abajo. Digo yo que por algo será —comentó con cierta ironía.<br />
A Carlos no le afectó el comentario.<br />
—Eso es porque lo diseña un ingeniero naval. Este es el mejor diseño<br />
hidrodinámico, e igual que en los aviones, la cabina debe de estar delante.<br />
Marcelo, lo miró escéptico.<br />
—Hidroleches, veras tu cuando te de la primer ola en todo el morro.<br />
—Yo no quiero hablar nada de olas –exclamó preocupada Altaha—. Lo que<br />
nos hace falta es tomar el sol tranquilamente.<br />
—Para eso tenemos la bañera.<br />
Bajo la insistencia de Carlos estaba cerrada con una forma cónica para<br />
mantener la aerodinámica. Pero se podía abrir y hacía las veces de bañera de un<br />
barco.<br />
Marcelo miraba de un lado a otro.<br />
—Espera, ¿Dónde está el ancla? No veo el ancla.<br />
—Por supuesto que no tenemos ancla –le confirmó Carlos-. Eso es un peso<br />
específico muerto, resultaría aberrante.<br />
— ¿Pero cómo podemos no llevar un ancla? ¿Conoces algún barco que o la<br />
lleve?<br />
—Lo aviones no la tienen.<br />
— 71 —
— ¡Hablar contigo es como hacerlo con un calamar! –exclamó desesperado- A<br />
ver si lo entiendes de una vez que los aviones no son barcos. No tienen que<br />
fondear, nosotros sí.<br />
—No necesariamente. Prefiero navegar mejor y fondear peor. Quiero decir no<br />
fondear, atracamos siempre en puertos y solucionado. Es cuestión de concepto.<br />
A Altaha le hacía gracia esta discusión, parodiandola con el “ser o no sér” de<br />
Shakespeare diciendo “ancla o no ancla, he ha aquí a cuestión”.<br />
Marcelo, levanto los brazos rindiéndose y se fue rosmando dentro del<br />
Albatros, mientras que echaba pestes por el cacharro que estaban construyendo.<br />
A pesar de sus protestas, no le hicieron ningún caso. Ya lo conocían lo suficiente<br />
para saber que acabaría aceptando el criterio de Carlos.<br />
Encendieron el motor, que arrancó perfectamente y soltaron las amarras.<br />
Dieron avante muy suave para apreciar las primeras reacciones, comprobando<br />
que se impulsaba la nave a de forma suave y con soltura. Los timones medio<br />
bajados hacían fácil la maniobra pues al ser dos facilitaban los giros, aunque<br />
según Marcelo respondía de una forma rara, acostumbrado a la reacción de un<br />
único timón en la popa.<br />
Aumentaron la velocidad y después de varias las pruebas, vieron que tanto el<br />
motor como la dirección de los timones respondían perfectamente.<br />
Marcelo se mostraba impaciente ante los ajustes de Altaha.<br />
— ¿Cuándo probamos las alas?<br />
—Aun no podemos, el programa de equilibro dinámico aún no está listo.<br />
— ¿Y a mano, no lo podríamos llevar? –volvió a insistir.<br />
—Imposible –le aclaró Carlos rápidamente-, en el aire con un avión puedes<br />
bajar y subir un par de metros sin problema, aquí el ala horizontal estará entre<br />
uno y dos metros sobre el mar, cualquier error o bien toca el agua y nos clavamos<br />
o bien se levanta mucho y volcamos. He calculado, que como mínimo para una<br />
estabilidad completa, necesitamos ajustar el servo cada décima de segundo, y<br />
ningún piloto puede mantenerse más que unos minutos con ese nivel de<br />
concentración.<br />
—Pues que desastre, vamos a construir un barco que solo lo puede manejar<br />
un ordenador.<br />
—No te quejes, actualmente ya nada se maneja directamente, ni los aviones ni<br />
los coches, ni los barcos, todo va conectado a sensores y ordenadores, así que no<br />
somos diferentes.<br />
Carlos tenía curiosidad por como solucionaría Altaha el problema del<br />
equilibrio.<br />
— ¿Vas a utilizar un sistema experto?<br />
— 72 —
Los dos sabían que los sistemas expertos, eran programas informáticos<br />
diseñados para analizar datos y responder de forma específica. Como un<br />
programa de una lavadora, un ABS de un coche, o incluso el piloto automático de<br />
un avión, que sería el ejemplo más adecuado.<br />
—Me gustaría –le contestó Altaha-, pero el problema, es que no tengo<br />
suficientes parámetros para diseñar un sistema experto.<br />
<strong>El</strong> sistema experto implicaba disponer de todos los parámetros que actuarían<br />
así como conocer el nivel de respuesta. La novedad del diseño del Albatros les<br />
impedía disponer de cualquier dato previo.<br />
— ¿Utilizaras entonces, un sistema de Inteligencia artificial?<br />
Los dos sabían que la inteligencia artificial aplicada en la informática, consiste<br />
en que inicialmente se dan entrada a mucho datos, y se busca obtener un<br />
resultado. <strong>El</strong> programa por medio de constantes pruebas va ajustado los<br />
parámetros para encontrar el mejor ajuste. <strong>El</strong> problema es que estos ajustes<br />
implican fracasar en muchas ocasiones hasta que aprenda todo el sistema. Es el<br />
sistema de aprendizaje que utilizan los animales para caminar y esto implica<br />
caerse muchas veces.<br />
—Sí, la alternativa lógica sería utilizar un sistema de inteligencia artificial. Pero<br />
tampoco puedo.<br />
— ¿Por qué?<br />
—<strong>El</strong> sistema de aprendizaje de la inteligencia artificial, se basa en pruebas y<br />
errores y necesitaría destruir cien barcos como este.<br />
— ¿Entonces qué has pensado?<br />
—Pues la única solución que se me ocurre, es ajustar a ojo un sistema experto<br />
para la seguridad básica, y después utilizar un sistema de inteligencia artificial<br />
para afinar la programación. ¿Y a ver qué pasa?<br />
A Marcelo todo lo que se escapase de su control, no le gustaba nada.<br />
— ¿Cómo que a ver qué pasa? ¿Nunca lo has probado?<br />
—Así, directamente, no. <strong>El</strong> protocolo de pruebas en la fábrica siempre fue<br />
muy estricto. Con el simulador de alta capacidad de cálculo, conseguíamos el<br />
noventa y nueve por ciento de eficacia. Gracias a esa precisión en las prácticas<br />
reales nunca tuvimos problemas.<br />
— ¿Y pretendes que nos metamos ahí y lo probemos? Es un suicidio.<br />
—Puede ser. Me gustaría tener un ordenador de alta capacidad para simular<br />
un sistema dinámico, pero como no lo tengo, esta es la única manera de probarlo.<br />
Carlos tenía claro las limitaciones del nuevo diseño.<br />
—Marcelo tiene razón, es demasiado arriesgado, tenemos que encontrar otra<br />
solución antes de arriesgar nuestras vidas.<br />
— 73 —
<strong>El</strong> resto de la mañana se dedicaron a realizar pruebas de navegacion con el<br />
motor, finalmente volvieron al puerto un poco frustrados pues seguían sin tener<br />
la solución a como probar las alas sin arriesgarse.<br />
Sentados en una terraza junto al puerto pasaban las últimas horas de la tarde,<br />
hablando de todo un poco. Carlos tuvo la curiosidad de conocer qué tipo de<br />
barcos construían en el galpón vacío que ahora utilizaban para el Albatros.<br />
Marcelo le comentó, con total naturalidad, que antes construían lanchas para el<br />
contrabando, pero que ahora ya no se encargaban y el negocio se tuvo que cerrar.<br />
A Carlos y Altaha le sorprendió, que se lo explicase como si fuese un antiguo<br />
garaje. Pensaban que el dueño fue detenido y estaría en la cárcel, pero Marcelo<br />
se lo desmintió; sencillamente se trataba de un pequeño astillero familiar, que fue<br />
dejando de recibir encargos de lanchas de contrabando; el dueño ahora estaba<br />
trabajando como mecánico en un concesionario de coches.<br />
A Altaha no podía entender cómo se podía dedicar a fabricar barcos de<br />
contrabando delante de todo el mundo, sin que fuesen denunciados. Marcelo le<br />
aclaró que fabricar un barco potente no tiene nada de ilegal, sino que solo se<br />
convertía en ilegal cuando se dedicaba al contrabando, por ese motivo el<br />
constructor nunca podía ser detenido.<br />
Aun así, Altaha le sorprendía la permisibilidad de esa situación. Y Marcelo les<br />
explico cómo funcionaba el contrabando en Galicia.<br />
En realidad Galicia nunca se caracterizó por ningún tipo de mafias, pero la<br />
región tenía dos características que la hacía propicia como punto de contrabando.<br />
En primer lugar, la orografía de su costas llena de Rías, de entrantes y con<br />
multitud de pequeños pueblos junto al mar; unido a una población muy repartida<br />
en miles de casas, conectadas por cientos de carreteas y caminos, además, todo<br />
esto entre montañas con bosques, por lo que fácil llegar navegando y ocultarse.<br />
La segunda circunstancia es, que estaban en una zona de pasó del tráfico mundial<br />
de mercancía. Así que reunía condiciones óptimas como punto de entrada<br />
marítimo de contrabando. A esto se unía la circunstancia que existían multitud de<br />
embarcaciones, no solo pesquero de altura o bajura, sino también lanchas ligeras<br />
y rápidas que se dedican al marisqueo; por lo que cuando la temporada se ponía<br />
mala, un pescador se tenía que buscar la vida.<br />
<strong>El</strong> contrabando se ciñó durante muchos años al tabaco. No porque fuese<br />
mejor tabaco que el español, sino porque entre el impuesto de aduanas e<br />
impuesto especiales resulta muy atractivo este comercio.<br />
<strong>El</strong> contrabando no solo se aceptó a nivel de los que descargaban y distribuían,<br />
sino que en toda Galicia la población lo consentía hasta el punto de que en todo<br />
— 74 —
los bares se vendía el llamado “winston americano” para indicar que venía de<br />
contrabando, incluso tenía fama de tener mejor calidad. La permisibilidad de toda<br />
la sociedad llego al punto que las propias máquinas expendedoras del tabaco<br />
oficial, se vendía tabaco de contrabando; generalmente, con la curiosidad que el<br />
botón para seleccionarlo indicaba un tabaco que no se comercializaba en muchos<br />
años como “celtas sin filtros” o “bisontes”.<br />
Las lanchas de contrabando estaban en el puerto en la década de los setenta<br />
como unas más, atracadas en Cambados o Villa García de Arosa junto con el resto<br />
de las embarcaciones. <strong>El</strong> tráfico de estas lanchas resultó tan elevado, que generó<br />
estadísticas curiosas, como ser la mayor fuente de consumo de gasolina de un<br />
puerto de toda España. En esa época la Guardia Civil o Aduanas hacían la vista<br />
gorda, pues no existía la voluntad política de acabar con esta economía.<br />
Varías circunstancia, como la evolución de la sociedad, entrada en Europa, la<br />
ostentación de los contrabandistas con coches y casas de lujo, hizo que<br />
comenzase la persecución digamos que en serio. Paradójicamente esta<br />
persecución dio lugar a que del tabaco pasasen a la droga. Pues con una sola<br />
lancha lanzadera con droga se ganaba más que con diez lanzaderas de tabaco, y<br />
con muchísimo menos riesgo.<br />
A partir de aquí comenzó una pequeña pugna por ver quien tenía el barco más<br />
rápido y que llegaba más lejos. Pues también es cierto, que de la jurisdicción<br />
inicial de las doce millas, se pasó a las veinticuatro, después doscientas y ahora<br />
con el derecho de persecución y la actuación conjunta internacional ya se pueden<br />
detener prácticamente en cualquier lugar del océano.<br />
Como aquí se complicó mucho, parte del contrabando se pasó al estrecho de<br />
Gibraltar, ya que en Marruecos hacen la vista gorda, y están solo a diez millas de<br />
España y más aun contando con la base de piratas en que se ha convertido<br />
Gibraltar, donde claramente amparan las actividades de contrabando.<br />
En Galicia, aunque en menor cantidad que hace años sigue estando presente<br />
el contrabando de droga. Según la propia Guardia Civil se sigue traficando sobre<br />
todo por el tema de la cocaína y afirman que tres cuartas partes de las lanchas<br />
son para actividades ilegales. Esto sin duda es exagerado, pues hay que distinguir<br />
la droga del furtivismo de marisco, que es para lo que se suelen utilizar las<br />
lanchas.<br />
Pero el contrabando sigue, pues no se puede controlar con pocos medios, así<br />
que el Servicio de Vigilancia Aduanera conocido por SVA no llega a trescientas<br />
personas, dispone solo de un helicóptero, un avión y siete barcos, para vigilar los<br />
mil quinientos kilómetros de costa y miles de embarcaciones. Y la Guardia Civil<br />
tampoco, pues para poner un ejemplo tiene en la ría de Arosa solo tiene tres<br />
— 75 —
lanchas y dos están paradas estropeadas y no tienen dinero para repararlas. Así<br />
aunque no lo reconozcan públicamente tampoco pueden hacer mucho para<br />
impedirlo.<br />
Altaha estaba asombrada de lo que le estaba contando.<br />
— ¿Y tú como sabes todos esos detalles?<br />
—Aquí todos conocemos estas historias, además mi <strong>primo</strong> que es Guardia Civil<br />
me cuenta el resto.<br />
— ¿Tú conoces a contrabandistas?<br />
—Yo no estoy metido en ese rollo y mis amigos lo máximo son pescadores<br />
furtivos, pero aquí nos conocemos todos así, que más o menos se sabe quién está<br />
metido en la “fariña”.<br />
— ¿Qué es eso de la “fariña”?<br />
—Es la harina en gallego. Los contrabandistas para que nunca los cojan en<br />
grabaciones siempre se refieren a la droga como la cocaína por otro nombre<br />
como puede ser harina. Pero tiene muchos más nombres como “perico”.<br />
—Y si conocéis a los que se dedican a la droga, ¿Por qué no los denuncias?<br />
— ¿Denunciarles? ¿Yo? ¿Para qué? ¿Y que ve venga a buscar a mi casa a las<br />
tres de la mañana para arreglar cuentas por chivato? ¿Y para que un funcionario<br />
encorbatado de Madrid se ponga a una medalla por detener a unos gallegos?<br />
— ¿Pero no te das cuentas que con la droga están destruyendo la sociedad?<br />
—Gilipolleces. La única diferencia entre una sustancia ilegal y otra legal, es el<br />
nombre y los impuestos. Si el chupatintas de Madrid gana dinero no le importa<br />
vendernos alcohol, tabaco o antidepresivos. Nuestra salud les importa un carallo.<br />
¡Que se vaya tomar por el culo todos esos Gilipollas!<br />
Carlos vio a Marcelo demasiado excitado.<br />
— ¡Tranquilo, no te exaltes! Reconoce, al menos, que el contrabando de la<br />
droga destroza a la sociedad.<br />
—Gilipolleces. Yo nunca he tomado droga y siempre la he podido comprar. <strong>El</strong><br />
que es débil toma droga, alcohol, pegamento o lo que se pueda meter. En<br />
Holanda la droga esta consentida y tienen menos drogadictos que en España. Lo<br />
ilegal no tiene nada que ver con el consumo, si fuese así en España todos<br />
seriamos alcohólicos.<br />
—Ese es un buen razonamiento, pero drogas a parte. ¿Te parece bien que un<br />
tío de dedique a algo ilegal y no pague impuestos ni nada?<br />
—Lo pones muy fácil. ¿Qué hace un tío cuando está en paro y no tiene trabajo<br />
ni ayudas? Dale lo que gana el chupatintas de Madrid y veras como no se dedica<br />
al contrabando. Estaría sentado todo el puto día en un sillón criticando a los<br />
— 76 —
demás y poniendo multas como un carbrón, mientras dice que se dedica al<br />
servicio público.<br />
— ¿No me negaras que trafican por dinero?<br />
—Sí, pero porque les hace falta, y ya de arriesgarse pues a ganar lo máximo<br />
posible, pero si tuviesen un buen trabajo nunca se dedicarían a esto. La mayoría<br />
de los que descargan droga, ganan al año menos que un trabajador en el puerto y<br />
mucho menos que los funcionaros o que los policías que los persiguen, además de<br />
no tener ningún tipo de seguro o pensión. Y eso sin contar que se juegan la cárcel.<br />
¿Sabes por qué lo hacen? Sencillamente porque no tienen nada que perder. Esa<br />
es la puta realidad. Así que déjate de tanta moralina.<br />
Altaha casi le hacía gracia el enfado de Marcelo.<br />
— ¡Pues sí que te lo estás tomando a pecho! Pero no me convences con eso<br />
de que los pobres contrabandistas lo hacen por necesidad, porque sale cada<br />
mansión por la televisión, que no parece de pobres precisamente.<br />
—No te confundas, una cosa es el negocio de la droga y otro que algunos que<br />
necesitan dinero se metan en ello por necesidad. Los que ganan mucho solo son<br />
cuatro capos. Y adema son los políticos los que no quieren acabar con esto.<br />
— ¿Me dices que esta consentido por los Políticos?<br />
—Claro, hacen el paripé con la SVA.<br />
— ¿No quieren detenerlos?<br />
—Bueno algunos, para justificar que están haciendo algo, pero no quieren<br />
acabar con la droga.<br />
— ¿Si quisieran podrían acabar?<br />
—Por el puerto y los contendores está difícil, pero con las lanzaderas en el mar<br />
no le duran una marea.<br />
— ¿Una Marea? –Preguntó Altaha curiosa— eso no es cuando sube y baja el<br />
agua.<br />
—También se refiere a unos días de pesca. Quiero decir, que pueden acabar<br />
rápidamente con esas tonterías de las persecuciones. Tienen cámaras nocturnas,<br />
helicópteros y ya está. Que si no te paras te pego un tiro y se acabó el problema.<br />
—Pero que bruto eres, matar a alguien solo si no se para.<br />
—Solo se le dispara después de muchos avisos y ya está. A quien no le guste<br />
que pare. Te puedo asegurar que no hay nadie tan idiota que si sabe que le van a<br />
disparar no pare una lancha. Mira los controles de la Guardia Civil en las carretera<br />
con ETA, ahí sí que no se andan con caralladas, primero te apuntan con una<br />
ametralladora y después de tan el alto, y te aseguro que para todo Dios.<br />
Carlos intentaba analizar todo el problema de forma objetiva.<br />
— 77 —
—Tu argumento sobre la falta de lucha no se sostiene, siempre están<br />
incautando droga y cada vez más.<br />
— ¡Tonterías!, ¡engaños para los gilipollas! Fíjate, que en efecto incautan, pero<br />
en el mercado sigue igual y lo más curioso de vez en cuando aparecen lanchas<br />
cargadas de droga sin nadie. ¿Tú te crees que alguien va a abandonar veinte<br />
millones de euros? lo que ocurre es que es el pago que le hacen a aduanas para<br />
que todos estén contentos. En Estados Unidos cuando cogía diez toneladas de<br />
cocaína en un año estaban todos poniéndose medallas. Años más tarde tuvieron<br />
que reconocer que entraban cada año más de ciento veinte toneladas, es decir,<br />
que los contrabandistas no perdían ni un diez por ciento. Solo tienes que salir a la<br />
calle y ver si hay droga y la realidad es que tienes toda la que quieres, pues<br />
entonces todo eso de las incautaciones no sirve para nada y no le des más vueltas.<br />
Los contrabandistas no son estúpidos, solo quieren hacer un negocio, si le<br />
estuviesen cogiendo la mayoría de la droga no les compensaría seguir, no sería<br />
rentable. Convenceros, la realidad es que si siguen es porque es rentable y por<br />
cada uno que cogen están metiendo cinco o diez más, que tampoco hay que ser<br />
tan listo para saber esto.<br />
—Pero la SVA o los políticos no dicen eso.<br />
—<strong>El</strong>los son los que mienten, los que no reconocen que el problema no es<br />
coger más o menos sino lo suficiente para eliminar el suministro de mercado y<br />
sobre todo la droga en la calle. ¿A mí que cojones me importa la cantidad de<br />
droga que coja la SVA si puedo comprar toda la que quiero en cualquier lugar? <strong>El</strong><br />
de la SVA, el policía o el político si quisiesen decir la verdad dirían; Hemos cogido<br />
tanta y se nos ha colado tanta. Lo que ocurre que reconocer toda la que se les<br />
cuela, es lo mismo que decir que todo su trabajo no ha valido para nada, si acaso<br />
solo para subir un poco el precio. Pero a un yonqui le da igual que cueste treinta o<br />
cuarenta euros un gramo.<br />
—Bueno, pero aunque no sean eficaces hay que luchar igual.<br />
—Tonterías, eso del contrabando es todo una gilipollez, si no quiere droga que<br />
prohíban la droga el consumo el tráfico, todo. Es estúpido, pero consumir droga<br />
es legal, lo que es ilegal es comprarla. Si quieres acabar hay que prohibirlo todo.<br />
Al que lo trinquen consumiendo que lo metan en la cárcel. Lo más difícil es coger<br />
una descarga o un trapicheo en la calle, pero un tío drogado es como un<br />
borracho, lo coges enseguida.<br />
— ¿Y eso funciona?<br />
—Los chinos fueron cojonudos, tenían un problema del carallo con el consumo<br />
del opio, gracias, por cierto, a los ingleses que les montaron tres guerras para<br />
forzarlos a comprar opio y hacer negocio. Con la revolución de Mao lo prohibieron<br />
— 78 —
todo: cultivo, tráfico, consumo, todo, y la única penal la de muerte. Acabaron con<br />
el problema, eso sí, dicen que mataron a más de veinte millones de personas.<br />
Bueno, yo de todas las cifras tampoco estoy muy puesto, sé que fue así, pero<br />
tampoco quiero exagerar.<br />
— ¿Y te parece bien eso?<br />
—Como lo hicieron no, pero me parece que al menos tenía un sentido, no la<br />
mariconada de aquí que todo el mundo puede consumir pero no comprar. Con<br />
tanta tontería nos hemos convertido en la puerta de entrada de Europa de droga,<br />
y claro cómo vivimos de los turistas que viene aquí a ponerse hasta arriba de<br />
alcohol, hachís y coca, pues tampoco les digas que no pueden consumir, no vaya a<br />
ser que perdamos el negocio. Todo es un puterío y me jode mucho que le echen<br />
la culpa a cuatro gallegos.<br />
Marcelo estaba realmente excitado. Carlos, decidió que tampoco la discusión<br />
les afectaba lo más mínimo, así que era mejor cortarla.<br />
—Bien Marcelo, ahora te comprendemos, no juzgaremos a tus compatriotas.<br />
Pero me ha quedado una curiosidad, entonces la gente que viene a Galicia es para<br />
drogarse.<br />
—No hombre no, aquí no. Eso en la costa del sol y esos sitios de guiris. Aquí<br />
viene gente con pasta aburrida, que no le gusta mucho la playa y el sol y solo<br />
quieren comer bien; todo su vicio es el marisco y el Albariño. Generalmente son<br />
buena gente, excepto algún gilipollas cuando cogen una motora y cree que está<br />
en un fórmula uno, o el que viene con el equipo de buceo para coger marisco<br />
ilegalmente. Que hay que ser gilipollas, que por lo que le ha costado se puede<br />
estar comiendo marisco todo el puto verano; pero así, puede contar la batallita a<br />
sus amigos el resto del año.<br />
Después de esa conversación, Altaha comprendió una vez más la falta de<br />
sociabilidad de Marcelo; estaba claro que la sinceridad no resultaba una buena<br />
tarjeta de presentación, pues la mayoría de las personas no les gusta que les<br />
restrieguen los defectos, y menos aún si estos iban dirigidos a políticos o<br />
funcionarios.<br />
Así acabaron el día y se fueron a dormir, con la preocupación de dar el<br />
siguiente pasó sobre la seguridad del Albatros.<br />
Al día siguiente comenzaron sin tener ningún plan de trabajo, antes tendrían<br />
que pensar cómo solucionar el problema de la seguridad de las pruebas. Ahora<br />
solo les quedaba probar el funcionamiento de las alas y la preocupación de Altaha<br />
resultaba evidente, consciente que toda la responsabilidad recaía en ella; un error<br />
de cálculo y las alas golpearían el mar, y si en ese momento iban a una cierta<br />
— 79 —
velocidad, el ala se clavaría en el agua y podrían hacer que volcase todo el barco,<br />
e incluso que se rompiese la estructura.<br />
Pero programar un equilibrio perfecto resultaba complejo, debían de tener en<br />
cuenta cada factor que influía en el comportamiento del barco; desde la dirección<br />
del viento y su fuerza, las olas, la inclinación de las alas en cado uno de sus<br />
pliegues, eso implicaba manejar no menos de veinte variables simultáneamente<br />
para logar que el Albatros estuviese equilibrado. Sin la ayuda del simulador ella no<br />
podría saber si estaban cometiendo un error al diseñar el sistema experto.<br />
Carlos consciente de toda esa responsabilidad, impidió realizar cualquier<br />
prueba hasta que estuviesen mínimamente seguros de cómo funcionaría todo el<br />
sistema, si bien el problema consistía precisamente en que no tenían manera de<br />
saberlo. Esta cuestión obsesionó a Carlos, que estuvo pensando toda la mañana, y<br />
al final encontró la solución, que se basaba curiosamente en la tecnología del<br />
pasado y no del futuro. Les explicó que antes de que existiesen los simuladores<br />
informáticos, los aviones se probaban con maquetas en túneles de viento. <strong>El</strong>los no<br />
disponían de un túnel de viento pero podrían crear algo parecido; si sujetaban al<br />
Albatros a tierra y lo ponían contra el viento verificarían como se comportaba, sin<br />
riesgo a volcar ni a hundirse.<br />
La idea fue aceptada de inmediato y pusieron el Albatros sobre el carro, son<br />
las alas abiertas y aproado al viento. Debajo de las alas acumularon neumáticos y<br />
cajas de cartón vacías para evitar que las alas se rompiesen si bajaban<br />
bruscamente, una solución tan efectiva como sencilla. Sujetaron el casco con<br />
cabos atados a bloques de cemento para evitar que volcase. Así comenzaron a<br />
hacer pruebas desplegando las alas.<br />
Estuvieron dos días, tomando datos y ajustando el programa. Altaha estaba<br />
muy satisfecha pues disponía de datos reales, así como la respuesta real del<br />
ordenador y de los sistemas hidráulicos. Después del tercer día dijo que con ese<br />
sistema ya no se podía sacar más información y que ya estaban dispuestos para<br />
probarlo en el mar.<br />
Marcelo a pesar de las pruebas no le gustaba nada asumir todo ese riesgo.<br />
—Me sigue pareciendo muy arriesgado que nos metamos los tres.<br />
A Carlos solo le preocupaba probar el diseño y quería zanjar esa discusión.<br />
—Tienes razón, los tres es un riesgo innecesario. Lo probaré yo. Iré solo.<br />
—Yo tengo que ir contigo –dijo Altaha—, me necesitas para ajustar todo el<br />
programa.<br />
—Pues yo no voy— insistió Marcelo.<br />
Se levantó y se dispuso a irse, lo pararon las palabras de Altaha.<br />
— 80 —
—Menudo compañero estas hecho, ¿ahora nos abandonas?<br />
Marcelo la miró con una mirada profunda.<br />
—Yo, nunca abandono a un compañero y menos en la mar.<br />
Tan serio lo dijo, que Altaha sintió que claramente lo ofendió con ese<br />
comentario.<br />
—Bueno, perdona, como vimos que te ibas.<br />
— No sois más que: un loco ingeniero y una osada universitaria jugando con<br />
fuego, pero tengo que procurar que sobreviváis. Voy a conseguir un una zodiac<br />
para seguiros y también un equipo de buceo, por si tengo que sacaros en caso de<br />
hundimiento. Esperarme.<br />
No tardó más de media hora en conseguir la zodiac para seguirlos por si tenían<br />
un problema, incluso le pidió a un amigo que le acompañase, por si él tenía que<br />
tirarse al agua.<br />
<strong>El</strong> día se mostraba bueno, despejado y con poco viento. A las doce de la<br />
mañana sacaron al Albatros a motor y lo condujeron hasta la Ría fuera de la<br />
ensenada de Rianxo, buscando un lugar despejado donde navegar sin problemas.<br />
En el interior del Albatros, Carlos y Altaha cerraron las escotillas, se sentaron<br />
en los dos asientos de proa con los cinturones de seguridad puestos y<br />
comenzaron la maniobra.<br />
<strong>El</strong> sistema para manejar el Albatros dependía totalmente del ordenador y<br />
siempre trabajaba en automático. Incluso cuando con el mando, como el de un<br />
avión, se indicaba un viraje, la orden pasaba por el ordenador para coordinar<br />
todos los sistemas, no solo para indicar a los timones el giro, sino también a las<br />
alas como se debían mover para coger más o menos viento. <strong>El</strong> control del<br />
Albatros también podía ser manual, y aunque esta fue una concesión impuesta<br />
por Carlos, no tenía mucha utilidad pues resultaba imposible manejar a la vez<br />
todos los parámetros. En el cuadro de instrumentos debajo de unos botones<br />
bloqueados con unos capuchones rojos, estaban los sistemas para desconectar<br />
cada control y pasarlo a manual. Para desbloquearlo deberían de dar dos pasos<br />
específicos; Primero se levantaba el capuchón y después se activaba el<br />
interruptor, así se impedía que un error involuntario pudiese desconectarlos.<br />
Dejaron el motor encendido por si necesitaban maniobra y para que las<br />
baterías estuviesen perfectamente cargadas.<br />
Altaha comenzó a desplegar las alas, lentamente, para ver como<br />
reaccionaban. Según se iban abriendo horizontalmente, igual que las alas de un<br />
pájaro, el Albatros se balanceaba de un lado a otro, lo detectaban los sensores, y<br />
el ordenador lo compensaba lentamente ajustando las alas hasta que el<br />
— 81 —
movimiento desaparecía. Así siguió el proceso ajustandose lentamente hasta que<br />
las alas quedaron completamente estiradas como si fuese un pájaro, solo que un<br />
poco levantadas en los extremos para evitar que tocasen el agua.<br />
Ahora pasaron a la fase de elevar una de las alas, según lo hacían el Albatros<br />
comenzó a moverse, siguieron elevando el ala y la velocidad aumento, y así<br />
siguieron mientras el ordenador equilibraba al Albatros después de cada<br />
movimiento hasta que el ala de estribor prácticamente alcanzó los noventa<br />
grados.<br />
Con el ala estirada a tope avanzaban a catorce nudos, una velocidad superior a<br />
la que alcanzaba una velero con esa eslora.<br />
Decidieron hacer la maniobra de parar y se pusieron de proa al viento, así<br />
mientras se frenaba al Albatros, las alas se fueron plegando de forma equilibrada,<br />
hasta que quedaron parados con las alas totalmente plegadas.<br />
Hablaron por la emisora con Marcelo, que les seguía unos doscientos metros<br />
por detrás, para indicarles que todo iba perfectamente bien.<br />
La siguiente maniobra que practicaron consistía en hacer girar el Albatros,<br />
maniobra que resultaba más compleja de coordinar, pues a diferencia de la<br />
navegación estable donde el viento es constante, cuando se vira el viento cambia<br />
de dirección y el efecto sobre las alas puede ser incluso inverso.<br />
Siguieron practicando todo tipo de maniobras, no solo para ver que las podían<br />
hacer, sino para que el Albatros cogiese cada vez más datos y con el programa de<br />
inteligencia artificial fuese aprendiendo y afinando el equilibrio.<br />
Así finalizó el primer día de pruebas, con una total satisfacción de los tres,<br />
habían conseguido lo que desde un principio fue su objetivo, ahora disponían de<br />
un barco que navegaba establemente con el viento.<br />
En los siguientes días se dedicaron a seguir con las pruebas de navegación<br />
para ajustar todos los parámetros en función de las diferentes situaciones en que<br />
se encontrasen, tanto en los virajes como con el viento o las olas. Marcelo<br />
después de ver que el Albatros se mostraba estable y seguro, dejó de seguirlos<br />
con la zodiac y se incorporó como tripulante.<br />
En tierra, la labor del diseño de programación la realizaba casi en exclusiva<br />
Altaha, con ligeras indicaciones de Carlos. Marcelo que no le gustaba estar<br />
inactivo se dedicó mientras a acondicionar el interior del Albatros.<br />
Enseguida se dieron cuenta que estar metidos en una cabina pequeña les<br />
resultaba bastante incómodo y agobiante, por ese motivo los veleros tiene los<br />
timones en el exterior. Se plantearon si sería posible controlar al Albatros desde la<br />
bañera en popa. Una de las ventajas de que el Albatros fuese automático, es que<br />
— 82 —
ealmente no estaban obligados a estar agarrado a una caña o timón ni pendiente<br />
de las escotas de las velas. Así, cuando ya tuvieron algo de confianza en la<br />
naveación, dirigieron hasta la bañera una manguera de cables con todas las<br />
conexiones del ordenador, de tal forma que podían manejar desde atrás todos los<br />
parámetros de la navegación. Pero como resulta muy complicado manejar el<br />
teclado en una posición tan precaria, Altaha realizó unas conexiones y programo<br />
dos mandos de juegos de unas consolas, así se podía desde girar a dar más<br />
velocidad a las velas, o activar el motor, como si estuviese con un videojuego.<br />
Resultó un acierto, tanto por lo cómodo como por lo intuitivo de su<br />
funcionamiento, tanto que Altaha decidió incorporar también como sistema de<br />
control en la cabina.<br />
Otras de las cosas que consiguió Altaha, cuando ya tuvo todos los datos del<br />
correcto funcionamiento, fue simular en el ordenador el comportamiento del<br />
Albatros, así Carlos y Marcelo podían entrenar en casa sin ningún riesgo de<br />
equivocarse.<br />
Altaha, para realizar unos ajustes más complejos en el programa, necesitaba<br />
dos o tres días de trabajo con los ordenadores en el piso. Subieron el Albatros al<br />
galpón para aprovechar que Marcelo quería hacerle unos cambios.<br />
Después de tres días Marcelo los llevó al galpón para que viesen las mejoras<br />
que había incorporado.<br />
Entraron en el Albatros, antes diafano, y vieron que existía un espacio de unos<br />
dos metros y medio y después unas mamparas. En cada lateral se encontraba una<br />
estructura de madera que hacia funciones de sillón y contra la pared elevado dos<br />
literas plegadas. Delante de cada sillón una mesa que se podía bajar y convertir el<br />
sillón en una cama ancha.<br />
— ¿Y eso que es? –preguntó Altaha.<br />
—Pues lo que ves. Dos sillones camas y arriba literas de regata.<br />
— ¿Para que las queremos?<br />
—Pues igual que en tierra, para sentarse y dormir.<br />
—Es obvio. Pero yo no pienso dormir aquí.<br />
—Nadie te obliga. Pero también es útil para echar una siesta, o si te mareas y<br />
te tumbas, o sirve para estibar ropa.<br />
—Pues vale, —dijo Altaha sin mucha emoción.<br />
En el centro entre las mamparas se abría un pasillo corto y estrecho de un<br />
metro de ancho, que mostraba una puerta de frente y dos más una a cada lado.<br />
La de la derecha habría una cocina muy reducida. La de la izquierda un baño<br />
también reducido.<br />
— 83 —
—Mira, esto si está bien, –comentó Altaha—. Un baño siempre es necesario.<br />
Que yo ya he encontrado en algún apuro y he tenido que aguantarme. ¿Cómo lo<br />
conseguiste?<br />
—Le sobraba a un amigo y decidí que no vendría mal. He colocado un depósito<br />
de agua en el fondo, con una bomba eléctrica. También he traído un sistema<br />
manual de achique y unos extintores. Todo lo he estivado abajo así el peso queda<br />
en la parte inferior.<br />
Abrió la puerta de enfrente y pasaron a un pasillo, a los lado estaban la<br />
estructura que aguantaba las alas y los hidráulicos principales con sus enormes<br />
pistones, debajo de una rejilla que hacía de suelo se encontraba el motor y el<br />
resto de la maquinaria. En un barco normal el motor estaría debajo del suelo,<br />
aislado, para evitar los sonidos y olores; pero Marcelo quería tener un acceso<br />
directo a toda la maquinaria, así que dejó la rejilla que habían puesto el primer día<br />
para pasar por encima.<br />
Al final de esa estancia se encontraba otra mampara con una puerta en medio,<br />
la abrieron y pasaron a la proa. Entraron en la cabina, justa para cuatro personas<br />
sentadas, dos delante como pilotos y las dos detrás a los lados según se<br />
ensanchaba la cabina dejando el pasillo central, muy parecida a la un avión.<br />
Carlos miraba todo con su curiosidad técnica.<br />
— Estupenda esta división. Así estaremos aislados de la maquinaria. Ha<br />
quedado muy bien, pero me preocupa el incremento de peso. ¿Lo has calculado?<br />
—Si, en total unos doscientos kilos con las mamparas y muebles, los depósitos<br />
los llenamos como queramos pero pueden sumar otros doscientos litros de agua.<br />
Carlos se quedó pensando unos segundos.<br />
—Bueno, perderemos algo de velocidad y a cambio ganamos mucha<br />
habitabilidad y comodidad. Es razonable.<br />
Y con ese comentario tan lógico como escueto, aprobó Carlos todos los<br />
cambios.<br />
Con las pruebas de navegación del Albatros surgió un inesperado problema. Al<br />
igual que los coches en tierra tienen que tener una matrícula, los barcos también<br />
están obligados a tener una. Un <strong>primo</strong> de Marcelo trabajaba como Guardia Civil<br />
del mar, y le advirtió que tuviesen cuidado, pues eso de pasearse con un barco sin<br />
matrícula no era legal, y menos aún si el barco es muy raro. Además si lo paraban<br />
y se enteraban que no tenía ningún tipo de documentación les meterían una<br />
multa, y les impedirían seguir navegando.<br />
Marcelo tuvo una buena idea para solucionarlo, un conocido suyo tenía un<br />
velero de doce metros que lo estaban reparando, y tendría como mínimo para un<br />
— 84 —
mes. Así que pintaron en los laterales del Albatros su matrícula, de tal manera que<br />
si verificaban el número coincidiría con un velero de su misma eslora.<br />
— 85 —
PERSEGUIDOS<br />
Pasaron unos días muy tranquilos. Mientras navegaban Altaha se ocupaba de<br />
verificar todo el programa y realizar los ajustes necesarios; mientras, Marcelo y<br />
Carlos se sentaban en la cabina de control y ahí permanecían prácticamente sin<br />
hacer nada, más que ejecutar las maniobras y estar sentados mirando los<br />
sensores y controles por si saltaba alguna alarma.<br />
Para no cansarse en estas monótonas rutinas, salían navegando hasta algún<br />
puerto de la Ría mientras calibraban al Albatros, al llegar bajaban para descansar<br />
o tomar algo, y de vuelta repetían el proceso. Lo que no podían hacer es fondear<br />
junto alguna playa, pues Carlos seguía insistiendo, ante la desesperación de<br />
Marcelo, que no llevasen un ancla. En una ocasión le pidieron permiso a un yate<br />
más grande que estaba fondeado, y se abarloaron junto a él, pero en condiciones<br />
normales solo podían atracar en los puertos.<br />
Como les interesaba probar el Albatros con el máximo viento y este se<br />
producía entre la una y las cinco de la tarde, el resto del día disponían de tiempo<br />
suficiente para regresar con calma y subir al Albatros a tierra en el carro. Podría<br />
parecer una gran incomodidad, pero dado que estaban constantemente haciendo<br />
ajustes preferían tenerlo más accesible en tierra y junto a su particular astillero,<br />
donde disponían de todas las herramientas. Además, con el carro y el cabrestante<br />
eléctrico realmente no tardaban más de diez minutos en subirlo.<br />
Esos últimos días con solo cuatro horas de navegación las jornadas se<br />
volvieron mucho más tranquilas, el Albatros funcionaba perfectamente y los tres<br />
se dieron cuenta que el trabajo estaba prácticamente finalizado. Altaha comenzó<br />
a planificar como pasar los días como unos veraneantes normales, así que hizo<br />
una lista de puertos, playas, excursiones culturales y restaurantes de la zona.<br />
Ese día cuando acabaron las pruebas, subieron el Albatros a la rampa y<br />
volvieron a las siete a casa. Después de una ducha, se quedaron tranquilos hasta<br />
las nueve. Marcelo se fue con unos amigos a cenar y tomar unas copas. Carlos y<br />
Altaha aprovecharon para cenar en una de las terrazas que a Marcelo no le<br />
gustaban mucho, pues decía que eran para turistas, es decir, menos comida y más<br />
precio. Lo cierto es que para ellos la relación entre calidad, cantidad y precio<br />
seguía siendo muy aceptable, y estar sentados con vistas al mar resultaba muy<br />
agradable.<br />
— 86 —
Después de cenar volvieron directamente a casa sobre las once. Carlos se<br />
dedicó a revisar unos cálculos, en tanto que Altaha disfrutaba de una limonada<br />
mientras veía una película, de esas de lujo y amor, como solía decir.<br />
A las doce de la noche Marcelo entró en el piso. Miró en el salón y vio que solo<br />
estaba Altaha y busco a Carlos en la habitación dedicada al despacho donde aún<br />
estaba trabajando.<br />
—Tenemos problemas. Ven.<br />
Carlos se levantó y lo siguió hasta el salón.<br />
—Altaha apaga la televisión tenemos un problema –le dijo Marcelo<br />
secamente.<br />
Obedeció al instante, aunque no existía entre ellos ninguna relación de<br />
dependencia o superioridad, la mención del problema y el tono con que lo dijo no<br />
dejó dudas de su importancia.<br />
— ¿Qué pasa? Le preguntó Carlos.<br />
—Esta noche salí a cenar con mi <strong>primo</strong> el Guardia Civil, y me filtró<br />
confidencialmente que tienen instrucciones de precintar el Albatros.<br />
Carlos abrió los ojos como platos. Pocas cosas le exaltaban, una de ellas era<br />
que intentasen quitarle sus creaciones, ya había sufrido bastante con la pérdida<br />
de la fábrica y ahora veía con sorpresa como le querían quitar el Albatros.<br />
— ¿Pero por qué? –exclamó Carlos sin contenerse.<br />
—Por una vez a les sobran razones. Es una embarcación extraña y en esta zona<br />
eso solo significa que se puede utilizar para el contrabando. Se han dado cuenta<br />
que la matrícula es falsa, lo que es ilegal, es decir, más contrabando. Y todo esto<br />
sin contar, que no está homologado por lo que no puede navegar hasta que pase<br />
las pruebas de seguridad. Y además, ninguno de nosotros tiene ningún título para<br />
poder navegar.<br />
— ¿Tú no tienes título? ¿No eras marinero? –le preguntó Altaha sorprendida.<br />
—He nacido junto a la mar y manejo cualquier tipo de barco, pero soy<br />
mecánico. Los títulos son para los maricones de ciudad que se compran un barco<br />
y no tienen ni idea de navegar pero necesitan papeles para el seguro. Así, cuando<br />
ciegos de cerveza le pasen por encima a la barca de un pescador no les cueste un<br />
euro.<br />
—Bien –dijo Carlos— A quedado clara tu posición con los turistas, pero<br />
volviendo al problema ¿Tú <strong>primo</strong> no puede hacer la vista gorda?<br />
— ¿Y qué creéis que lleva haciendo estos últimos días cuando nos hemos<br />
paseado por toda la Ría? <strong>El</strong> problema es que ha llegado la información a los<br />
superiores, que se ponen muy cachondos cada vez que precintan un barco. Mi<br />
<strong>primo</strong> no puede hacer nada más, solo es un cabo.<br />
— 87 —
—Bueno, calma, todo es solucionable –comentó –Carlos—. Nosotros no<br />
tenemos nada que ocultar. Lo explicaremos y después será cuestión de regularizar<br />
la situación.<br />
—Tú mismo. Peléate con la Guardia Civil y con los burócratas de la Xunta de<br />
Galicia durante un año.<br />
— ¿Un año?<br />
—Como mínimo. La puta burocracia. Eso sin contar con que no tenemos ni<br />
una factura del material, ni planos técnicos homologados, ni pruebas de<br />
navegación. Aunque todo depende de si tienes algún amigo en la política, aquí<br />
toda la burocracia esta sujeta a los amigos que conozcas.<br />
—Espera, espera, a lo mejor estamos exagerando las consecuencias. ¿En qué<br />
consiste el precinto?<br />
—Con algo de suerte le ponen unas cintas de plástico y lo dejan en el galpón<br />
sin que lo podamos mover, con menos suerte se lo llevaran a un depósito judicial.<br />
Carlos, se quedó petrificado. Había puesto toda su dedicación en el proyecto,<br />
hasta el punto de convertirse en su actual obsesión.<br />
— ¡Pero no puede ser que se lleven el Albatros! –Exclamó indignado como si<br />
no se lo pudiese creer— hemos trabajado para construirlo y ahora que lo<br />
podemos disfrutar, se lo llevan. ¿Tenemos que hacer algo?<br />
—Pues no veo que. Como no sea salir por piernas.<br />
—Huir, ¿a dónde?<br />
—No lo decía en serio.<br />
—Pero yo sí. No voy a permitir que se lleven al Albatros. Así que si no hay otra<br />
opción tenemos que irnos donde nos dejen tranquilos. ¿Ha donde nos lo<br />
podemos llevar?<br />
Marcelo, no se podia creer ese planteamiento, pero conociendo a Carlos lo<br />
mejor seria convencerlo con la propia lóogica.<br />
—Teniendo en cuenta las dimensiones del Albatros, por tierra necesitamos un<br />
transporte especial, lento y complicado de conseguir. Y lo peor es que tenemos<br />
que pedir autorización a la Guardia Civil de tráfico.<br />
—Pues de Guatemala a Guatepeor —comentó Altaha.<br />
— ¿Y por el mar? —insistió Carlos.<br />
—<strong>El</strong> problema es que cuando sepan que nos hemos ido, nos van a buscar en<br />
los puertos cercanos. La única opción sería ir a otro país, y claro, el único cercano<br />
es Portugal.<br />
Antes de que Marcelo siguiese exponiendo los inconvenientes, Carlos asintió<br />
con la cabeza.<br />
— 88 —
—Perfecto, ahí no harán muchas preguntas y en algún tiempo se olvidaran de<br />
nosotros. Después volvemos, guardamos el barco para el invierno y lo<br />
regularizamos con tiempo. ¿A ti que te parece? – le preguntó a Altaha.<br />
—Magnífico, no conozco Portugal.<br />
Carlos esbozo una sonrisa de satisfacción mirando a Marcelo.<br />
— ¿Ves? Todo arreglado. ¿Cuantos días tenemos para salir?<br />
— ¿Días? Si he venido corriendo, es porque lo piensan precintar mañana a<br />
primera hora.<br />
—Bien, —asintió Carlos—, entonces tenemos que salir esta noche.<br />
Lo dijo con una indiferente tranquilidad, como si no tuviese importancia. Para<br />
él, solo se trataba de una consecuencia lógica, derivada de los nuevos<br />
acontecimientos.<br />
Marcelo lo miraba con cara de incrédulo.<br />
—Huir de la Guardia Civil con un barco ilegal en plena noche y confundidos<br />
como contrabandistas, es sacar los pies del tiesto. Nos estamos jugando el talego.<br />
— ¿<strong>El</strong> talego? –preguntó Altaha.<br />
— ¿En qué mundo vives?, el talego es la cárcel.<br />
Carlos se mantenía muy tranquilo.<br />
—Bueno, en realidad no estamos huyendo, puesto que oficialmente aún no<br />
hemos recibido ninguna notificación, ni nos han impedido hacer nada. —Pensó<br />
durante unos segundos—. Pero en general, tienes razón sobre que existe un<br />
riesgo. No pienso dejar que nos quiten el Albatros, pero tampoco quiero meteros<br />
en problemas, así que lo llevaré yo solo. Cuando llegue a Portugal a un puerto os<br />
llamo y venís.<br />
—Me cago en la leche Carlos –casi gritó Marcelo-, me cago en la leche. La<br />
vamos a liar, bien liada como nos pillen.<br />
—No exageres. Además ya te he dicho que no tienes que venir.<br />
—Como si fuese tan sencillo. Pretendes navegar solo, huyendo de la Guardia<br />
Civil, de noche, sin sonda y sin radar, por la Ría llena de barcos, piedras y bateas.<br />
Si te dejó solo, eres capaz de hundirlo incluso antes que te localicen.<br />
Miró a Altaha.<br />
— Tengo que ir con él, tú puedes ir en coche.<br />
—Yo esto no me lo pierdo. Vosotros sois los que tenéis cara de<br />
contrabandistas, sin nos detienen yo no sé nada de esto, he sido engañada o<br />
raptada. Bueno, con esta cara de ilusión, lo de raptada no se lo cree nadie,<br />
dejémoslo en engañada. Pero claro, también si digo que me habéis engañado me<br />
deja como un poco tonta, podemos pensar en una coartada mejor.<br />
— 89 —
Marcelo cuando estaba preocupado se mostraba poco receptivo con las<br />
bromas.<br />
—Para un poco Altaha, que ahora no estamos para cuentos. Lo primero que<br />
tenemos que tener en cuenta es el estado de la mar. ¿Conoces las previsiones?<br />
—Sí, las consulté esta mañana, el pronóstico para las siguientes veinticuatro<br />
horas es poco viento y casi sin olas.<br />
—Entonces no hay ningun problema, después de todo, realizaremos una<br />
navegación pegada a la costa.<br />
Carlos estaba satisfecho ahora que disponían de plan para salvar al Albatros.<br />
—Bien, estupendo, entonces solo nos queda ir con cuidado hasta Portugal.<br />
— ¡Espera! —le interrumpió Marcelo—No es tan sencillo. Disponemos de<br />
menos de un cuarto de gasoil. No tenemos suficiente autonomía para llegar a<br />
Portugal. Además, no tenemos comida, y muy poca agua.<br />
—Bueno, solo es una cuestión de repostar antes de salir.<br />
—Eso ni lo sueñes, la Guardia Civil está atenta en los puertos y no son<br />
estúpidos, la mayoría de las veces se enteran de todo pero hacen la vista gorda,<br />
pero lo que no soportan es que los chuleen.<br />
— ¿Y en otro puerto de la Ría?<br />
—Yo en esta Ría no pararía, aquí todos están enterados. Ademas, por la noche<br />
la Guardia Civil es cuando más patrulla de forma coordinada.<br />
— ¿Y las siguientes Rías?<br />
—La siguiente Ría es la de Pontevedra, con puertos cercanos como Portonovo<br />
y en frente Boeu. Después esta la Ría de Vigo, con puertos como Cangas o Bayona<br />
y justo en la frontera, antes de la desembocadura del Miño, el puerto de La<br />
Guardia.<br />
—Se supone que la Guardia Civil solo viene a investigar y precintar mañana, no<br />
creo que se pongan a buscarnos esta noche por todas las Rías.<br />
—Sí, así debería ser, hasta mañana no se darán cuenta que nos hemos ido.<br />
—Bueno, entonces esta todo solucionado, navegamos de noche y llegamos a<br />
uno de esos puertos podemos cargar todo lo que necesitemos en una hora y<br />
después, seguimos navegando.<br />
—Podría ser, pero hay que esperar, a que habrán por la mañana un puerto<br />
deportivo, donde no levantemos sospechas. Si intentamos repostar en uno de<br />
pesca, además, de negarnos el repostaje seguro que dan algún aviso.<br />
—Entonces tenemos que escoger el que esté más lejos de aquí y más cercano<br />
a Portugal.<br />
—Ese puerto está en La Guardia, situado junto a la frontera, que es la<br />
desembocadura del río niño, pero no lo aconsejo. Tenemos más posibilidades de<br />
— 90 —
pasar desapercibidos en Bayona, es una Villa muy turística mientras que La<br />
Guardia es mucho más pequeña y solo dedicada a la pesca.<br />
—Vale entonces. <strong>El</strong> puerto de Bayona es perfecto. ¿Llegaremos con el gasoil<br />
que nos queda?<br />
—Sí, no hay problema.<br />
Así, con todas las prisas y con este precario plan, decidieron salir cuanto antes.<br />
Bajo los efectos de la excitación, siguieron las instrucciones de Marcelo y<br />
metieron ropa en varias bolsas de deportes, llenando otras bolsas con todo el<br />
equipo electrónico portátil. En media hora de frenética actividad tenían todo listo.<br />
Marcelo se dedicó a hacer algunas llamadas que Carlos y Altaha fueron<br />
incapaces de entender, pues hablaba en gallego muy rápido y cerrado.<br />
Llegaron al galpón en el coche con todo el equipaje, metieron el coche en el<br />
patio y cerraron la puerta. Ya en el Albatros se dedicaron a estivar todas las bolsas<br />
y paquetes. Aprovechando que el Albatros estaba en el remolque, Marcelo, con<br />
un disolvente, borró toda la matricula. Así, al menos no los podrian acusar de<br />
llevar matricula falsa.<br />
A las dos de la mañana estaban listos para salir. Bajaron el Albatros por la<br />
rampa hasta el mar sin encender ninguna luz, solo ayudados por la claridad que<br />
reflejaban las luces de las farolas y los edificios lejanos.<br />
A diferencia de las anteriores ocasiones, ahora se sentían como fugitivos. <strong>El</strong><br />
corazón les palpitaba rápidamente, mientras miraban a su alrededor para analizar<br />
cualquier luz sospechosa tanto en las carreteras como en el mar.<br />
Encendieron el motor y lo pusieron al régimen más bajo, pero el suave<br />
ronroneo de los otros días, ahora se les antojaba como un ruido infernal que se<br />
oía a cientos de metros en el silencio de la noche. Mirando hacia todos los lados,<br />
comenzaron a avanzar despacio desde la ensenada de Rianxo hacia el centro de la<br />
Ría. A esas horas también estaban saliendo a faenar muchos barcos, lo que<br />
suponía una ventaja para pasar desapercibidos. <strong>El</strong> casco negro resultaba un<br />
camuflaje perfecto para la noche y el mar; aunque en ese momento estaban tan<br />
cerca de la costa, que con todas las luces se veía perfectamente la silueta del<br />
Albatros.<br />
Marcelo salió a cubierta, notaron algunos ruidos en el techo y, después de<br />
cinco minutos, volvió a entrar.<br />
— ¿Qué has hecho fuera? –le preguntaron con curiosidad.<br />
—He puesto luces de navegación, una luz blanca arriba y otra verde y roja<br />
para babor y estribor.<br />
— ¿Pero así nos van a ver?, ¿No sería mejor confundirnos en la noche?<br />
— 91 —
—La Guardia Civil nos puede localizar fácilmente con el radar o con las<br />
cámaras térmicas, y entonces si ven que vamos sin luces, sí que seremos<br />
sospechosos. Con luces pareceremos un pesquero.<br />
Tenían prisa por alejarse cuanto antes y Altaha incremento la velocidad hasta<br />
doce nudos.<br />
Marcelo miró la velocidad en indicador del GPS.<br />
—Vamos muy rápidos, reduce la velocidad a siete nudos.<br />
—Pero eso es muy despacio.<br />
—Exacto, debemos parecer un pequeño pesquero que no quiere gastar<br />
combustible.<br />
—Pues no lo entiendo, seremos más visibles con las luces e iremos lentos. Se<br />
lo estamos poniendo demasiado fácil, así tendrán más tiempo para localizarnos.<br />
—La SVA y la Guardia Civil, no perderán el tiempo con lo que creen que es un<br />
pesquero. Ahora están lejos, en el norte, justo en el otro extremo a la salida de la<br />
Ría, buscando una descarga de droga en las playas de Corroubedo.<br />
— ¿Cómo lo sabes?<br />
—He llamado a varios amigos y van a montar una distracción para atraer a la<br />
Guardia Civil y a la SVA, así que concentraran en esa zona todos los medios. Solo si<br />
descubren un barco que va rápido y sin luces será sospechoso.<br />
— ¿Tienes amigos contrabandistas?<br />
—No, son solo pescadores y mariscadores. De vez en cuando capturan algún<br />
marisco ilegal, pero no trapichean con droga. Me están haciendo un favor, cuando<br />
comiencen a mover sus lanchas a toda velocidad hacia mar abierto y hacia tierra,<br />
atraerán toda la atención. La Guardia Civil tiene tan pocos efectivos que solo<br />
podrá cubrir la zona norte.<br />
Carlos se quedó pensando que si un sencillo marinero como Marcelo sabía<br />
cómo distraer a la Guardia Civil, que no serían capaces de hacer los<br />
contrabandistas.<br />
Marcelo se acercó al puesto del timón donde estaba Altaha.<br />
—Déjame llevarlo a mí.<br />
—Te recuerdo que yo lo manejo mejor que tú –le replicó Altaha muy<br />
orgullosa.<br />
— Es de noche y vamos a pegarnos a la costa donde hay muchas piedras por<br />
delante que no conoces. Y además ya sabes lo que dice el refrán “a barco nuevo<br />
capitán viejo”.<br />
Marcelo comprobaba como iba todo con la radio, cruzando conversaciones<br />
cortas y muy rápidas, hablando en un gallego muy cerrado imposible de descifrar.<br />
— 92 —
Así que daba igual que la Guardia Civil o la SVA los oyesen, no lograrían entender<br />
nada.<br />
Altaha y Carlos nunca habían navegado de noche y estaban desconcertados.<br />
No se apreciaba la costa ni las montañas, sino solo puntos de luz que marcaban<br />
los pueblos, en el mar no se veía ningún barco, solo alguna luz blanca, roja o<br />
verde. <strong>El</strong> GPS le servía de gran ayuda, pues les indicaban donde estaban pero no<br />
donde estaban ni los otros barcos, ni las bateas ni las piedras. Para eso<br />
necesitarían un radar, que evidentemente no tenían.<br />
Marcelo les explicó, que aunque en el mar solo se utilizan tres colores de luces<br />
roja, verde y blanca, las diversas combinaciones de estas luces indican desde que<br />
tipo de barco es hasta en qué dirección está navegando. Les dejó un manual de<br />
luces para que aprendiesen a identificar barcos.<br />
Altaha y Carlos, se dedicaron a analizar todas las luces que veían. En ocasiones<br />
sus equivocaciones eran simpáticas, como cuando indicaron a Marcelo muy<br />
asuntados que tenían un barco a babor navegando hacia ellos, pues se veían la luz<br />
roja y la blanca. Marcelo muy tranquilo les dijo que no existía ningún peligro de<br />
abordaje, pues la luz roja indicaba la entrada a un puerto y la blanca una farola en<br />
tierra.<br />
Las bateas que de día se veían perfectamente ahora permanecían totalmente<br />
oscuras, y solo cuando se pasaba muy cerca mostraban su reducida silueta como<br />
fantasmales barcos semi-hundidos. Marcelo dirigía el barco con total seguridad,<br />
como si estuviese paseando por el centro de la calle de su pueblo y transmitía esa<br />
tranquilidad a Carlos y Altaha que confiaban plenamente en lo que estaba<br />
haciendo.<br />
Así siguieron navegando en dirección sur oeste hacia la salida de la Ría. Al<br />
llegar a la península del Grove, cambiaron del rumbo hacia el sur, para seguir<br />
paralelos a la costa. Vieron una playa grande de más de un kilómetro de longitud<br />
que Marcelo señalo como La lanzada, una de las más conocidas de esa zona,<br />
sobre todo por el viento y las olas para practicar surf.<br />
Pasaron por la entrada de la Ría de Pontevedra, que mostraba todos los<br />
pequeños pueblos pesqueros, ahora abarrotados de turistas, con todas las luces,<br />
destacaba a unas millas Portonovo y Sanjenjo. <strong>El</strong> primero significaba literalmente<br />
puerto nuevo y el segundo hacía referencia al santo san jinés, que se había<br />
convertido en uno de los centros turísticos con más fama de Galicia.<br />
A las cuatro de la mañana, el sueño comenzó a hacer mella, y Marcelo sacó un<br />
termo con un café, que previsoramente había preparado antes de salir.<br />
Siguieron navegando dejando atrás la Ría de Pontevedra y cruzando por la<br />
llamada costa de la vela por el cabo home, para entrar en la ensenada de la Ría de<br />
— 93 —
Vigo con su inmenso puerto de mercancías. Pasaron por delante de las islas Cíes y<br />
cuando las dejaron atrás comenzó a amanecer. La luz desde el este iluminaba las<br />
islas, y Marcelo les señaló una playa en la isas Cíes, se trataba de la playa de<br />
Rodas, considerada como una de las mejores playas del mundo; con el atractivo<br />
añadido que, como la islas son un parque natural, está totalmente prohibida la<br />
pesca, por lo que los peces nadan muy cerca de la orilla.<br />
Altaha y Carlos estaban como hipnotizados viendo el amanecer. En el mar, el<br />
horizonte se une con el aguar, sin obstaculos y la dispersión de luz es mucho más<br />
suave y homogénea.<br />
—Abrigaros —les aconsejó Marcelo.<br />
Altaha señalo el horizonte entre las montañas.<br />
—No hace falta ya está saliendo el sol.<br />
—Estas confundida. <strong>El</strong> orto, es el momento más frío, ahora estamos viendo la<br />
luz que se refleja en la atmosfera, pero los rayos de sol aun no nos dan por lo que<br />
la temperatura sigue bajando. Así el momento más frío de la noche es media hora<br />
después del amanecer.<br />
—Curioso.<br />
— No tanto, lo contrario también sucede cuando hace calor, el sol cae con<br />
mayor verticalidad a las doce de la mañana pero como la atmosfera se sigue<br />
calentando en realidad el momento de máximo calor es dos horas después, con<br />
los cambios de horario incrementan dos horas en nuestro horario de verano por<br />
eso sobre las cuatro de la tarde es cuando hace más calor.<br />
—Tienes razón, nunca caí en eso.<br />
—Eso es un efecto diario por la rotación de la tierra, pero a nivel anual, por la<br />
inclinación de tierra respecto al giro alrededor del sol, pasa lo mismo. Es en el<br />
veintiuno de junio en San Juan cuando se alcanza el solsticio de verano, pero es<br />
en agosto cuando hace más calor.<br />
— Pues mira que bien –comentó con cierta ironía Altaha- nos hemos ahorrado<br />
una enciclopedia contigo.<br />
Carlos se mostraba más atento a las explicaciones.<br />
—No me coinciden los datos, un mes es mucha más diferencia que una o dos<br />
horas.<br />
—En realidad se mantiene la proporción, dos horas en veinticuatro que tiene<br />
el día, es lo mismo que un mes en doce respecto al año.<br />
Carlos asintío con la cabeza, dándose cuenta de lo acertado de ese<br />
razonamiento.<br />
Marcelo le señalo unas pequeñas islas que se encontraban justo delante de<br />
ellos. Les explico que irían por el camino más corto hacia Bayona, atravesando<br />
— 94 —
esas islas llamadas Stelas, no se trataba de un pasó fácil pues las cartas indicaban<br />
poca profundidad; Pero Marcelo conocía la zona y pasarían entre tierra, donde<br />
destacaba llamado monte ferro y las primera isla. <strong>El</strong> reducido calado de un<br />
pequeño barco no daba problemas, sobre todo si se conocía donde estaban las<br />
piedras, la clave esta precisión es pasar pegado a las primeras islas y no por el<br />
medio del canal.<br />
Desde ahí se veía toda la ensenada de Bayona de una milla de diámetro<br />
cerrada por tres cuartas partes formando la imagen de una concha. A babor se<br />
mostraba una gran playa llamada playa América, en frente estaba la villa de<br />
Bayona y a estribor se alzaba un montículo no muy alto. Marcelo les explicó que<br />
en ese montículo estaba situada la fortaleza Monte Real de Bayona.<br />
Altaha, aunque vio el montículo, no le pareció muy alto en proporción al resto<br />
de las montañas. Y tampoco destacaban más que por algunas luces.<br />
—No se ve gran cosa. No parece tener mucha importancia.<br />
—Eso, que tú dices que no tiene importancia, ha sido el pedazo de tierra más<br />
disputado en Galicia en los últimos dos mil años.<br />
— ¿En serio?<br />
—Sí.<br />
—Cuéntanos más.<br />
Así Marcelo mientras navegaban con el amanecer les contó la historia de<br />
Bayona.<br />
Les explicó que en la antigüedad como los barcos navegaban esencialmente a<br />
vela, las Rías profundas resultaban más incómodas para entrar y salir, por lo que<br />
las ensenadas protegidas como la de Bayona, se convertían en un puerto natural<br />
perfecto. Se completaba con una península que se elevaba, creando de esta<br />
forma una fortaleza natural fácil de defender.<br />
La primera referencia histórica apareció bajo el nombre de Abobriga fundada<br />
en el año ciento cuarenta antes de Jesucristo por Diomenes de Etolia. Lo que no<br />
se sabe es que hacían los griegos creando ciudades en lugares tan alejadas. Pero<br />
debió ser un puerto de mercancías porque no se sabe nada más.<br />
Las siguientes noticias llegaron con los romanos, que expulsan de la península<br />
ibérica a los cartagineses. Pero los Gallegos como no estaban muy contentos con<br />
esta invasión se alzaron contra ellos. Así que los romanos, en el ciento cincuenta<br />
antes de Jesucristo enviaron a un tal cónsul Flavio Serviliano, que llega hasta aquí<br />
y sitia los rebeldes que se refugian en la península que forma la fortaleza. Por<br />
suerte en España como líder de lucha contra los romanos estaba Viriato y acude a<br />
ayuda entrando por el mar con su ejército, acorrala a los romanos entre la<br />
montaña y la bahía liberando a la población. Sobre la valentía de los habitantes ha<br />
— 95 —
quedado una cita de los sitiados; "nuestros padres no nos dejaron oro y plata para<br />
comprar la libertad, sino hierro para defenderla". Pero, la historia es la historia, y<br />
el final los romanos hacen imponer su peso y toda la península queda en sus<br />
manos, incluidos los irreductibles herminios de las islas Cíes, que ante la presencia<br />
de Julio Cesar, en el año sesenta antes de Jesucristo, optaron por rendirse.<br />
Con la caída del imperio Romano, en el año 587 Bayona es conquistada por el<br />
rey visigodo Recaredo. La tranquilidad duró doscientos años, lo que tardó en ser<br />
tomada en los años 730 por los árabes cuando conquistaron la península. Por<br />
suerte para Bayona, Galicia se encontraba muy alejada y difícil de defender, por lo<br />
que rápidamente es reconquistada por Rey Alfonso I de Asturias en el 740.<br />
Aunque la cosa no quedo así, pues unos siglos después en el 997, el rey<br />
Almanzor consigue conquistar la Villa, por surte solo se trató de una Razia y<br />
voluntariamente la abandona volviendo a manos cristianas.<br />
Bayona, hasta ese momento, es solo un peño pueblo. En el año de 1201 el rey<br />
Alfonso IX de León firmó en las islas Cíes una Carta Puebla por la que otorgaba a<br />
Erizana el nombre de Bayona y concedía a sus habitantes importantes fueros y<br />
privilegios para el comercio marítimo. De esta manera, dejaba de depender del<br />
señorío del monasterio de Oia, que está al sur a unos diez kilómetros. Digamos<br />
que adquirió su propia identidad como ciudad.<br />
Bayona seguía estando en el punto de mira de todos los países, así en 1331,<br />
durante la guerra entre los reinos de Castilla y Portugal, fue atacado por la flota<br />
dirigida por el almirante portugués Pezaña, lo que provocó en la Villa enormes<br />
destrozos. Cuatro décadas más tarde, en 1370, Fernando I de Portugal, fija su<br />
residencia en la fortaleza de Monte Boi, hasta que es derrotado por las tropas<br />
castellanas.<br />
Solo unos años más tarde, estuvo a punto de pasar a manos inglesas. Las hijas<br />
de Pedro I, se casaron con los británicos duque de Lacaster y el duque de York, y<br />
reivindicaron la corona de Castilla como legitimas herederas. Esto condujo a una<br />
guerra en la cual el duque de Lancaster, se alía con los portugueses conquistando<br />
toda Galicia. La cuestión se arregló entre reyes y los matrimonios entre los hijos,<br />
así que se retiró de Galicia firmándose la paz en Bayona en el 1388, por lo que<br />
siguió en manos españolas.<br />
Bayona seguía siendo un buen enclave estratégico pero un pequeño puerto.<br />
Esto cambió a partir de 1425, cuando el rey Juan II decide que A Coruña y Bayona<br />
sean los únicos puertos gallegos para exportar o importar mercancías. Este<br />
privilegio le hace crecer como un gran puerto. Aunque no se trató de un capricho<br />
especial del rey por esta villa, sino que sencillamente querían recaudar impuestos<br />
y así con pocos puertos resultaba más sencillo el control de aduanas.<br />
— 96 —
Pero las ansias de su conquista no solo fueron de los extranjeros, una<br />
revolución de los hidalgos contra los abusos de la nobleza, en el año 1474,<br />
llamada alzamiento de los hirmandiños, hizo que gran parte de Galicia, incluida<br />
Bayona, se declarase independiente de los reyes de Castilla; cayendo en manos<br />
del noble Pedro Álvarez de Soutomaior, más conocido como Pedro Madruga. Un<br />
año más tarde, los habitantes de Bayona toman partido por Alfonso V, rey de<br />
Portugal, en su lucha contra los Reyes Católicos. Finalmente, tras un prolongado<br />
asedio, el monarca y los baioneses, resguardados en la fortaleza de Monte Boi,<br />
deciden rendirse. Cuatro años más tarde, en 1478 Pedro Madruga, en conflicto<br />
con el Rey volvió a intentar cercar sus murallas en, pero se vio obligado a desistir<br />
ante las fuerzas reales.<br />
Curiosamente la fecha que más se recuerda en Bayona, no proviene de<br />
ninguna guerra; el 1 de marzo de 1493 ese día arribó a su puerto la Carabela<br />
Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón y pilotada por Diego Sarmiento,<br />
natural de esta comarca. Bayona se convertía así, en el primer pueblo de Europa<br />
en tener noticia del descubrimiento de América, pues Colon con la niña llego a<br />
Lisboa tres días más tarde el 4 de marzo. En 1497, los Reyes Católicos concedieron<br />
a los habitantes de Bayona <strong>numero</strong>sos privilegios y les ordenaron vivir, en<br />
previsión de las invasiones extranjeras, dentro del recinto de la fortaleza de<br />
Monte Boi, que a partir de entonces tomaría el nombre de Monte Real,<br />
concediendo a Bayona los títulos de Noble y Leal Villa.<br />
La villa crecía y seguía siendo atractiva para su conquista, lo que dio lugar a un<br />
episodio bastante heroico. Sucedió en 1585, cuando el famoso pirata inglés<br />
Francis Drake, al mando de una flota y mil quinientos hombres, ataca la fortaleza.<br />
La población de la comarca, ordenada por el entonces conde de Gondomar, Diego<br />
Sarmiento de Acuña, se refugian en la fortaleza dispuestos a defenderse. Tal<br />
voluntad mostraron los defensores que Drake tuvo que retirarse y desembarca en<br />
Vigo, en ese momento solo una aldea. Los vecinos de Bayona van corriendo a<br />
ayudarlos y entre todos logran echar a los piratas al mar.<br />
Los siglos XVII y XVIII fueron también tiempos de asedio constante. Bayona<br />
como puerto principal del sur de Galicia y norte de Portugal, fue reforzado en su<br />
fortaleza en varias ocasiones convirtiendose en un puerto casi imposible de<br />
conquistar.<br />
La última conquista a manos extranjeras sucede en 1808, cuando Napoleón<br />
entra en España.<br />
En 1843 con las guerras carlistas, funcionaron por última vez los cañones de<br />
Monterreal cuando el general Iríarte intentó sin éxito apoderarse de la fortaleza.<br />
Y ya sin sentido de defensa, en 1.859 pierde la condición de fortaleza militar. Y<br />
— 97 —
con eso se acaba la historia militar y a partir de ahí solo se dedicaron a la pesca y<br />
en los últimos treinta años al turismo.<br />
Así Marcelo contó a su manera la historia de Bayona y su fortaleza. Altaha<br />
estaba asombrada por la cantidad de datos que recordaba.<br />
— ¡Increíble! ¿Pero todo lo que nos has contado es verdad o te lo has<br />
inventado?<br />
—Eso es lo que he leído, imagino que será verdad sino no lo deberían haber<br />
escrito. Aunque ya sabéis eso, que la historia la escriben los vencedores.<br />
—Hay que ser justo contigo, tenías razón sobre la importancia de la fortaleza.<br />
Ya se podían ver a lo lejos los barcos atracados y fondeados como pequeños<br />
puntos pegados a tierra.<br />
— ¿Cuánto tardaremos en llegar? –preguntó Carlos.<br />
—Unos quince minutos. Tenemos que prepararnos para intentar pasar<br />
desapercibidos.<br />
Se fue a buscar algo en una de sus bolsas y sacó una bandera inglesa de<br />
mediano tamaño y una española pequeña de unos veinte centímetros. Marcelo, la<br />
primera la puso en la popa con la segunda en un pequeño enganche que<br />
acondiciono en la parte alta del techo.<br />
Les explicó que mostrando la bandera de Reino Unido aparentarían ser un<br />
barco inglés. Si bien al llegar a los puertos, todo barco debe de izar la bandera del<br />
país donde esta como señal de respeto y sometimiento a sus leyes de ahí la<br />
bandera española. Así aunque atrajesen la atención nadie les pediría<br />
explicaciones por lo extraño del diseño. Para mantener el engaño acordaron que<br />
Carlos, que hablaba inglés perfectamente, se haría pasar por inglés; Marcelo por<br />
un marinero local que les estaba guiando por la zona; y Altaha mejor que no<br />
hablase, pues con su marcado acento ni aunque hablase swahili podría disimular<br />
su origen canario; además con lo que solía “largar” le resultaría difícil que no le<br />
contase toda su vida al primero que se encontrase.<br />
La luz del amanecer iluminando desde la montañas la rada de Bayona<br />
resultaba magnífica, con unos tonos cálidos y brillantes y todo el mar en calma<br />
,como si fuese un espejo, reflejaba la imagen de toda la villa. Cayeron a estribor<br />
hacia la fortaleza, ya más cerca, comprobaron como todo el monte está rodeado<br />
por una muralla que llegaba hasta muy pocos metros del agua, donde se<br />
encontraba el club náutico.<br />
Según navegaban paralelos a la costa para entrar en el puerto vieron como<br />
una embarcación de diseño muy antiguo.<br />
Marcelo les explicó que reproducía fielmente la Carabela Pinta, aunque no<br />
salía a navegar, tan solo se utilizaba para ser visitada por los turistas.<br />
— 98 —
Llegaron hasta el club náutico con un plan muy sencillo; Hacerse notar lo<br />
menos posible, esperar a que abriesen las tiendas para comprar algunas<br />
provisiones, cargar Gasoil y salir cuanto antes.<br />
Para mantener la máxima discreción decidieron atracar en el pantalón más<br />
alejado del club. No apareció ninguno de los marineros que suelen estar<br />
pendientes para la ayudar a las embarcaciones en al atraque. No les extrañó pues<br />
por la noche tan solo quedaba un marinero de guardia que estaría en las oficinas<br />
con la emisora y el teléfono para atender las emergencias. Recorrieron todo el<br />
pantalán hasta llegar a las instalaciones del club. Estas les resultaron curiosas,<br />
pues aunque los pantalanes eran muy grandes, las instalaciones del club náutico<br />
resultaban relativamente pequeñas, pues estaban construidas justamente en un<br />
baluarte defensivo antiguo con poco espacio entre la muralla y el mar. <strong>El</strong> edificio<br />
del club en medio del baluarte, solo tenía cincuenta años, si bien lo construyeron<br />
en piedra y de una sola planta para no destacar sobre la histórica arquitectura.<br />
<strong>El</strong> vigilante nocturno, cercano a finalizar su turno, no les prestó mucha<br />
atención cuando se presentaron en las oficinas. Marcelo le explico en gallego que<br />
venía de Sanjenjo con unos “guiris” muy perdidos y que solo querían cargar gasoil<br />
y provisiones. Con estas explicaciones, el vigilante perdió definitivamente el poco<br />
interés que tenía, pues solo deseaba acabar el turno e irse a dormir, además,<br />
como haciéndole un favor entre gallegos, le dijo que no le cobraría si solo estaban<br />
unas horas. También les ofreció el poder utilizar las instalaciones del club social<br />
para darse una ducha.<br />
<strong>El</strong> vigilante le comentó con orgullo, que el club de yates llamado Monterreal<br />
club de yates de Bayona, aunque de reciente creación en 1960, alcanzó en estos<br />
años un gran reconocimiento al organizar <strong>numero</strong>sas regatas de prestigio. Fama<br />
que se incrementó cuando presento como club el desafío como copa América.<br />
Después de darse una ducha, les apetecía desayunar, pero como a esa hora<br />
aún no estaba abierta la cafetería del club, decidieron ir a desayunar al parador<br />
nacional, que se encontraba por una carretera a unos quinientos metros en lo alto<br />
de la fortaleza. Salieron del club que estaba pegado a la muralla y cogieron el<br />
único camino de acceso, por la carretera que atravesaba las puertas originales de<br />
la muralla. Avanzaron entre dos murallas y llegaron hasta otra puerta que en<br />
realidad formaba una y complejo de doble puerta. Con este sistema de defensa<br />
aunque un enemigo lograse pasar la primera puerta, se encontraría encerrado<br />
entre dos murallas y con una segunda puerta infranqueable por delante. Así en<br />
esa encerrona serían masacrados si no se retiraban rapidamente.<br />
Mientras caminaban entre esos muros con siglos de historia, casi podían sentir<br />
los asaltos que Marcelo les relató. Atravesaron la segunda puerta consistente en<br />
— 99 —
una verja vertical, que tenía la ventaja de cerrarse rápidamente y poder disparar a<br />
través de ella.<br />
Siguieron subiendo, y ya dentro de las murallas y al llegar arriba dejaron un<br />
edificio de piedra a la derecha junto una batería de antiguos cañones y una capilla<br />
a la izquierda, y a unos cien metros vieron el edificio del parador.<br />
Del castillo, que se ubicó en su día en esos cimientos, ya no quedaba nada; en<br />
su lugar se construyó el parador, realizado íntegramente en piedra, por lo que se<br />
integraba perfectamente dentro del recinto amurallado.<br />
Entraron e y llegaron a un claustro, acedieron a la cafetería con su terraza,<br />
donde se disfrutaba de unas vistas admirables de toda la Bayona.<br />
Después de disfrutar del desayuno con esas excelentes vistas, se dieron<br />
cuenta que aún eran las ocho y media y que la tiendas no estarían abiertas.<br />
Decidieron dar una vuelta por el perímetro de la fortaleza siguiendo sus murallas.<br />
En la recepción les dieron un folleto con unos breves detalles sobre la fortaleza.<br />
Así, mientras circunvalaban toda la muralla por su parte superior completando<br />
un perímetro de unos tres kilómetros, fueron reconocimiento las diferentes<br />
edificaciones que la jalonaban.<br />
Comenzaron por ver la torre más antigua que es la Torre del Príncipe, del siglo<br />
XV. Esta torre fue un antiguo faro guía de navegantes y en él estuvo preso el<br />
Infante Alfonso Enríquez de Portugal en 1173 de ahí su nombre. La Torre del Reloj<br />
es del siglo XVI, debe su nombre al reloj que poseía. Esta torre está orientada<br />
hacia tierra, y se usaba para avisar de los ataques que procedían del mar,<br />
haciendo sonar la campana que tenía en su alto, para que todas las iglesias del Val<br />
Miñor tocaran sus campanas avisando de los peligros. La Torre de la Tenaza,<br />
dirigida hacia la bahía de Bayona, fue construida en tiempos de los Reyes<br />
Católicos en el siglo XVI. Cumplió funciones de mazmorra y polvorín.<br />
Pero lo que más les impresiono fueron el conjunto de murallas, baterías y<br />
baluartes; En Baluarte del Puente se pueden ver 15 troneras con dos del revés<br />
batiendo a la puerta principal. La Batería de la puerta de San Antón se encargaba<br />
de la defensa del interior del puerto y parte de la entrada. La Batería de Santiago<br />
está formada por tres cañoneras apuntando hacia el mar y la de las herrerías por<br />
seis cañoneras encargadas de defender el istmo que forma el monte con la parte<br />
de tierra.<br />
Dado que la fortaleza se fue construyendo en diferentes épocas, la<br />
fortificación reflejaba cada estilo, desde los muros verticales típicos de la edad<br />
media, hasta las estructura en fleja con muro inclinado, típicas del renacimiento<br />
para defenderse contra los ataques de los cañones.<br />
— 100 —
Cuando acabaron el recorrido, ya eran las nueve y cuarto. La ventaja de la<br />
ubicación de la península donde se ubica la fortaleza es que está justamente en<br />
medio de la villa de Bayona, aunque sería más preciso afirmar que la villa creció<br />
junto a la fortaleza. <strong>El</strong> vigilante de la entrada les indicó donde podían encontrar<br />
un supermercado, que realmente estaba muy cerca.<br />
Aunque, inicialmente solo pensaban comprar agua, leche zumos y algunos<br />
alimentos. Marcelo insistió en comprar bastantes más, pues aunque estuviesen<br />
en los puertos siempre les vendría bien disponer de comida a bordo.<br />
Cuando salieron cargados con las bolsas, Marcelo andaba buscando una<br />
pequeña bombona de butano para la cocina del barco, pero le dijeron que la<br />
gasolinera donde las vendían estaba a casi un kilómetro. Lo sopesaron, pero<br />
teniendo en cuenta que llegarían a Oporto a última hora de la tarde, aguantarían<br />
perfectamente comiendo un bocadillo frio al medio día. Descartaron comprar la<br />
bombona en ese momento y con todas las compras regresaron al barco para salir<br />
cuanto antes.<br />
Estivaron en el Albatros rápidamente todas las provisiones; Después, llenaron<br />
el tanque de gasoil en el pantalón del club que disponía de su propio surtidor;<br />
ante la mirada de sorpresa del operario que preguntaba con curiosidad como<br />
podría tener un barco unas alas plegadas. Le medio engañaron explicándole que<br />
se trataba de un prototipo ecologista de una universidad inglesa.<br />
Cuando soltaron las amarras, salieron del puerto rodeando el malecón y toda<br />
la fortaleza Monterreal. Los tres la miraron con añoranza, en esa breve estancia<br />
vivieron su historia. Ahora comprendían el aprecio que Marcelo le tenía por esa<br />
península fortificada.<br />
Para salir hacia Portugal deberían de doblar el cabo Silleiro antes de tomar<br />
rumbo al sur, si bien Marcelo indicó que no pusieran rumbo directo al cabo<br />
Silleiro pues conocía que la formación rocosa de ese cabo se extendía en el mar<br />
formando unos bajos peligrosos, por lo que debían permanecer alejados de las<br />
rocas. Una vez que se conocía ese detalle, solo se tenían que fijar en una boya a<br />
media milla de la costa, que marcaba la ubicación de la zona de seguridad donde<br />
se podía virar sin peligro.<br />
Despues de un par de horas navegando, ya estaban atravesando la<br />
desembocadura del río Miño, que marcaba la frontera entre España y Portugal.<br />
Hasta el momento no habían divisado ninguna patrulla de la Guardia Civil y a<br />
partir de ese momento ya estaban en aguas jurisdiccionales portuguesas por lo<br />
que podían estar tranquilos.<br />
— 101 —
<strong>El</strong> Albatros mantenía el rumbo con el piloto automático, así que en realidad no<br />
les exigía estar pendientes del rumbo; de todas formas Marcelo insistía en que<br />
siempre estuviese uno de guardia mirando por proa y cuidando por el través por<br />
si aparecía un barco con peligro de abordaje. Tuvo que aclararle a Altaha que eso<br />
de abordaje no tenía nada que ver con los piratas, sino tan solo con la posibilidad<br />
de chocar con otro barco. Técnicamente hablando significa colocar borda con<br />
borda los barcos; los piratas realizaban esa maniobra para asaltar un barco, de ahí<br />
que se asocien los términos.<br />
Altaha, no entendía esa preocupación.<br />
—Pues a mí me parece un poco absurdo, estar preocupados mientras<br />
navegamos en la mitad del mar sin ningún barco cerca. Además, si nosotros no le<br />
vemos ellos seguros que nos ven y giraran.<br />
—Los barcos más grandes no viran, olvídate.<br />
— ¿Cómo que no giran?<br />
Marcelo se llevó las manos a la cabeza, en claro gesto de hacer acopio de<br />
paciencia.<br />
—Primero, lo único que gira en un barco son los tornillos o el motor, cuando<br />
un barco está cambiando de rumbo, se dice que está virando. Segundo, un barco<br />
grande vira tan lentamente, que en las distancias cortas no tiene sentido ni<br />
intentarlo. Así que mejor vete tú pendiente, sino el petrolero te pasará por<br />
encima.<br />
— ¿Seguro? ¿No me estarás tomando el pelo?<br />
—Como imagino que no te vas a leer los reglamentos marinos de navegación y<br />
abordaje, mejor léete una novela que se llama el cazador de barcos. Se trata de<br />
una pareja que iba despistada en un velero y el mayor petrolero del mundo les<br />
pasa por encima y muere la mujer. <strong>El</strong> hombre coge un cabreo descomunal y solo<br />
piensa en hundirlo. Un poco exagerada, pero bastante entretenida.<br />
—Que romántico. Si nos pasa eso, seguro que tú perseguirías al barco para<br />
hundirlo.<br />
—Seguro que lo perseguiría, pero para darle las gracias por librarnos de ti.<br />
Altaha tocó el brazo de Carlos.<br />
— ¿Has oído a Marcelo? Si no fuese porque sabemos que carece de sentido<br />
del humor, juraría que ha intentado hacer una gracia.<br />
Carlos, cansado por estar toda la noche sin dormir, permanecía con los ojos<br />
cerrados medio adormitado, e hizo un gesto con la mano indicando que no lo<br />
molestasen con tonterías.<br />
— 102 —
No había transcurrido ni una hora, cuando Altaha y Marcelo vieron un barco a<br />
unas cinco millas por estribor hacia mar abierto. A pesar de la distancia se<br />
apreciaba perfectamente que se trataba de un barco de pasajeros con sus<br />
puentes llenos de balcones de los camarotes.<br />
—Parece grande –comentó Altaha.<br />
—Sin duda –respondió Marcelo-, está lejos y se ve bien.<br />
—Bueno, no será el Titanic, pero desde luego si es enorme.<br />
—Es mucho más grande que el Titanic.<br />
— ¿Pero el Titanic no es el barco más grande que ha existido?<br />
—Ni de lejos. En 1912, cuando se botó, si fue el más grande de pasajeros, pero<br />
ahora ni de broma.<br />
— ¿Seguro?<br />
—Pues claro. <strong>El</strong> Titanic parecía grande para los criterios de la época, pero no<br />
para los actuales. Desplazaba unas cincuenta mil toneladas, y ese que ves ahí,<br />
debe desplazar, así a ojo, entre las ciento veinte y ciento cincuenta mil toneladas.<br />
— ¿Entonces ese debe de ser el barco más grande del mundo?<br />
—En realidad no. Aunque en eso de tamaños también depende del tipo, hay<br />
mucha diferencia entre los de guerra, de pasaje y de mercancías.<br />
Carlos estaba muy interesado en estas cuestiones técnicas, y salió de su<br />
letargo, pidiendo explicaciones a Marcelo, sobre cuáles eran esas diferencias<br />
según los tipos de barcos.<br />
—Los de pasajeros –explicó Marcelo-, se caracterizan por que tienen mucho<br />
espacio vacío, como los camarotes o salas, por lo que en realidad pesan<br />
relativamente poco y calan pocos metros en proporción a su altura. Se<br />
caracterizan por ser altos, pues el turista les gusta tener camarotes con vistas. En<br />
este sentido, digamos que hasta hace unos años, el título de más grande lo<br />
ostentaba el Queen Mary II con sus ciento cincuenta mil toneladas, trescientos<br />
cuarenta y cinco metros de eslora y unos dos mil seiscientos pasajeros. Pero<br />
últimamente se encuentra en construcción hoteles flotantes mucho mayores.<br />
Creo que acaban de botar el Génesis, con doscientas veinte mil toneladas,<br />
trescientos sesenta metros de eslora y cinco mil cuatrocientos pasajeros.<br />
—Pues no lo entiendo –dijo Altaha- tienen muchas más toneladas pero son<br />
casi igual de largos que los otros.<br />
—La eslora está limitada por la capacidad de los puertos, por eso no han<br />
crecido en longitud sino en altura, también han desplazado toda la cubierta hasta<br />
la proa para aprovechar el máximo de espacio.<br />
— ¿Imagino que los barcos de guerra serán aún mayores?<br />
— 103 —
—Curiosamente no, en realidad son más pequeños, a los marineros se les<br />
puede hacinar más que a los turistas. Entre los barcos de guerra con cañones, los<br />
llamados acorazados, el más grande fue el Yamato y Shinano de setenta y cuatro<br />
mil toneladas aunque este último lo acabaron convirtiendo en portaviones. En la<br />
actualidad el barco de guerra más gran es el portaviones de clase Nimiz con<br />
ochenta y nueve mil toneladas con trescientos treinta y cinco metros de eslora.<br />
— ¿Y los de mercancías?<br />
—Estos sin duda son los más grandes destacando los petroleros. <strong>El</strong> más grande<br />
fue uno construido en Japón en 1981; el Knock Nevis con el primer nombre<br />
Seawise Giant, tiene una eslora de cuatrocientos cincuenta y ocho metros con un<br />
peso máximo de seiscientas cincuenta mil toneladas. Con carga máxima, el casco<br />
se hunde casi veinticinco metros por debajo del nivel del mar, lo que hace<br />
imposible su navegación por el Canal de la Mancha y tampoco puede entrar en<br />
casi ningún puerto, por este motivo descargar el petróleo a distancia con boyas<br />
con oleoductos.<br />
—Que impresionante. ¿Y si tiene tantas limitaciones porque los construyeron?<br />
— Tuvieron su momento que fue con la guerra de árabe israelí del 1973,<br />
donde se dejó de circular en el canal de Suez, y los petroleros tenían que dar la<br />
vuelta a toda áfrica, por el cabo de buena esperanza. Por ese motivo compensaba<br />
un barco de gran desplazamiento.<br />
— ¿Entonces no ser harán barcos más grandes?<br />
—Bueno, está el tema de los canales y también de los puertos cuando más<br />
grande es un barco el transporte resulta más barato, pero a la vez necesita un<br />
puerto más especial. Aunque hoy el tamaño de los barcos, en su mayoría, esta<br />
limitada por las dimensiones admitidas por los dos canales principales el de Suez y<br />
el Panamá.<br />
— ¿Tan importante son?<br />
—Pues sí, tanto que ha definido dos clases de barcos conforme el máximo que<br />
puedan pasar por los canales; <strong>El</strong> tamaño de la clase Panamax está limitado a<br />
barcos de treinta y tres metros de anchura por trescientos veinte metros de<br />
longitud y doce metros de calado, así el tonelaje típico de un barco Panamax de<br />
carga ronda las sesenta y cinco mil toneladas. <strong>El</strong> tamaño de la clase Suez Max,<br />
está limitado a sesenta metros de anchura y veinte metros de calado, no tiene<br />
esclusas por lo que no hay limitación de longitud, los barcos suelen tener hasta<br />
ciento cincuenta mil toneladas.<br />
—Pues aunque no sean los más grandes, yo me quedo con los de pasajeros,<br />
son los más bonitos, y eso de ir de vacaciones en crucero tiene que ser una<br />
gozada.<br />
— 104 —
—Si, seguro, –apunto Marcelo con marcada ironía-, ahora está muy de moda<br />
eso de los cruceros, miles de personas les encanta estar ahí metidos, debe de ser<br />
que echan de menos el metro.<br />
—Me parece que tú odias los barcos de pasajeros.<br />
—No, no los odio, solo que no los comprendo. La gente de ciudad, no le gusta<br />
sentir el mar, ni el viento, lo que quieren es un hotel, que no se mueva y con aire<br />
acondicionado, incluso ahora los hacen con calles en su interior, porque ni<br />
siquiera les gusta pasear en cubierta; disfrutan del casino y haciendo cosas que<br />
podrían hacer en su propia ciudad. Para mí, todo eso no tiene ningún sentido, la<br />
mar es sentirla, es igual que la montaña si quieres disfrutarla hay que pasearla, si<br />
vas en un autobús al final no te enteras de nada.<br />
—Bueno, pero cada uno es cada uno, a veces es preferible tener alguna<br />
sensación que ninguna. Además, ¿Qué quieres que te diga? Lo bueno siempre<br />
agrada, si ahora me pones un camarote con vistas al mar, piscina, gimnasio<br />
comedor y mil cosas más, pues yo no lo dudo en cambiarme.<br />
—Pues me parece bien, cada cual feliz con lo suyo.<br />
Así acabo la conversación, que en ningún momento fue causa de una<br />
discusión, pues a Marcelo lo que hiciesen los demás le resultaba indiferente<br />
mientras que no se metiesen en su vida.<br />
— 105 —
UNA PRECIPITADA DECISIÓN<br />
Seguían navegando hacia sur paralelos a la costa, a unos dos millas, con olas<br />
de un metro suaves con un viento de noroeste, que acompañaban al Albatros en<br />
su marcha empujándolo por la aleta de estribor, por lo que prácticamente no se<br />
notaban las olas más que en suave ondulación.<br />
Lo malo de la costa portuguesa, es que casi no tiene abrigos, así que la única<br />
navegación que se puede realizar es paralela a tierra manteniendo una o dos<br />
millas por seguridad. A esa distancia de tierra los Móviles funcionaban<br />
perfectamente y Marcelo aprovechó para llamar a su familia, pues con todas las<br />
prisas no tuvo tiempo de despedirse ni decirle a donde iba. También aprovechó<br />
para indagar como fue todo con la Guardia Civil.<br />
Después de hablar cinco minutos. Se acercó a la cabina de control donde<br />
estaban Carlos y Altaha.<br />
—Tenemos problemas. La Guardia Civil, se ha cogido un cabreo descomunal<br />
por nuestra desaparición y nos andan buscando. Además, piensan que estamos<br />
metidos en la operación de desembarco que simularon ayer mis amigos. Y por si<br />
faltaba algo, algún gilipollas listillo cree que los "capos" han traído a un ingeniero<br />
y a una informática para diseñar y construir una lancha de último diseño. Total,<br />
que los mandos han hecho sonar la alarma hasta Madrid pensando que se está<br />
planeando algo gordo, así que también han ordenado al SVA para que nos<br />
busquen. Y por cierto, es lo último que nos puede filtrar mi <strong>primo</strong>, que la cosa, se<br />
ha puesto muy chunga y se está jugando el puesto.<br />
Carlos se rascó la oreja.<br />
—Bueno, después de todo que nos buscasen ya estaba previsto, así que nada<br />
ha cambiado.<br />
—Es mucho peor de lo que piensas. La Guardia Civil solo controla cerca de la<br />
costa y de dedica, digamos, a cuestiones locales, pero el SVA llega hasta las<br />
doscientas millas y con derecho a persecución fuera de estas. Además, están en<br />
contacto con el resto de las agencias de otros países así que también nos van a<br />
buscar por si estamos cerca.<br />
— ¿Y qué hacemos?<br />
—No lo sé, pero yo diría que es seguro que si seguimos navegando en este<br />
rumbo sur, nos van a localizar a pesar de estar en aguas portuguesas.<br />
—Podemos meternos en un puerto. He visto que el siguiente más grande es<br />
Viana do Castelo.<br />
— 106 —
—Ni de broma, ese precisamente fue el puerto a donde se fueron las lanchas<br />
de contrabando cuando las comenzaron a perseguir en Galicia. Será el primer<br />
lugar en donde nos buscaran. Creo que es mejor seguir como mínimo hasta<br />
Oporto.<br />
— ¿Y ahí estaremos seguros?<br />
—No lo sé. También nos pueden localizar fácilmente en esta travesía. <strong>El</strong><br />
problema es que esta costa es recta, prácticamente no hay donde esconderse.<br />
— Analicemos las opciones –dijo Carlos, dentro de su habitual pensamiento<br />
lógico-; si vamos al norte y regresamos nos cogen; al sur posiblemente nos<br />
localicen; en el este no hay puertos seguros, ¿Qué tenemos en el Oeste?<br />
—En el oeste solo está el océano atlántico.<br />
— ¿Solo océano? ¿Habrá una isla por aquí cerca?<br />
—Desde aquí las islas más cercanas son Azores y Madeira. Y están muy lejos.<br />
¿Cómo de lejos?<br />
—Así a ojo. Madeira a seiscientas millas y Las Azores a unas setecientas.<br />
— ¿Podríamos llegar con el Albatros?<br />
Marcelo se les quedo mirando con los ojos abiertos, mostrando un claro<br />
asombro por su pregunta.<br />
—Ni de coña. Es una travesía a mar abierto durante cuatro o cinco días.<br />
— ¿<strong>El</strong> Albatros no llegaría?<br />
—No lo sé, pero evidentemente vosotros no estáis preparados para esa<br />
travesía.<br />
A Carlos no se le desviaba fácilmente de una cuestión concreta, así que volvió<br />
a insistir.<br />
— ¿Pero el Albatros tendría resistencia y autonomía para llegar?<br />
Marcelo se encogió de hombros.<br />
—No lo sé. Ni lo había pensado. Hay que tener en cuenta muchas cosas.<br />
— ¿Como cuáles?<br />
—Empezando, con que si el barco es capaz de aguantar la travesía.<br />
— ¿Y el Albatros aguantaría?<br />
—Bueno, no es que sea muy marinero, pero flota bien y no filtra agua.<br />
—Eso es suficiente. ¿Qué más hace falta?<br />
—Está la autonomía.<br />
—Eso es fácil de calcular –se anticipó Carlos—. Si consumimos al máximo<br />
digamos diez litros a la hora y recorremos, diez nudos a la hora, tenemos en el<br />
depósito doscientos veinte litros, total tenemos para unas veinte y dos horas o<br />
doscientas veinte millas máximo. ¡Vaya, esto supone un problema! si la isla se<br />
encuentra a seiscientas millas no llegamos ni a la mitad de camino.<br />
— 107 —
—La autonomía no es un problema –aclaró Marcelo-. Esto es un velero, si<br />
vamos a vela y solo dejamos el motor para las encalmadas y emergencias, no<br />
tenemos ningún problema con la autonomía. Esa es la clave de los veleros,<br />
disponen de toda la autonomía que les dé el viento. Si mantenemos una media de<br />
siete nudos tardaríamos unas ochenta y cinco horas, redondeando unos cuatro<br />
días.<br />
Carlos se quedó convencido con el razonamiento y siguió indagando.<br />
— ¿Que más tenemos que considerar?<br />
—Pues algo muy importante, en una travesía de varios días, se necesita sobre<br />
todo agua. Veamos, tenemos unas veinte botellas de litro y medio, lo que hacen<br />
un total de treinta litros. Teniendo en cuenta que son necesarios tres litros por<br />
persona día y somos tres, tenemos para tres o cuatro días. Además, también<br />
tenemos ciento ochenta litros en el depósito, aunque mejor utilizar pastillas<br />
potabilizadoras. Para cuatro o días de navegación no deberíamos tener<br />
problemas.<br />
— ¿y comida? –le preguntó Carlos.<br />
—Ahí no nos cogen a los gallegos. Llevamos comida como para montar un<br />
bautizo.<br />
Carlos después de conocer cómo se las gastaban los gallegos en este aspecto,<br />
no dudó que tendrían comida de sobra.<br />
— ¿Y el tiempo?<br />
—Según el parte meteorológico con la previsión de una semana. Bien, nada<br />
especial. Aunque claro eso ya es el océano, o sea, que olas de uno a dos metros<br />
no nos las quita ni Dios.<br />
—Bien, Bien –comentó Carlos—, así que en definitiva el único problema que<br />
queda somos nosotros.<br />
—<strong>El</strong> único no, pero si el mayor.<br />
— ¿Por qué?<br />
—Sois de tierra.<br />
—Y eso que significa.<br />
—Pues que tenéis miedo al mar y no tenéis experiencia de navegación.<br />
Cuando dejéis de ver la tierra os pondréis nerviosos y cuando se haga de noche y<br />
venga la primera ola de través que rompa en el costado, querréis daros la vuelta<br />
inmediatamente. Eso sin contar, con que un barco tan pequeño y cerrado como<br />
este, os produce claustrofobia.<br />
—Exageras ya tenemos algo de experiencia y hemos aguantado bien la<br />
travesía de noche.<br />
— 108 —
—No os cofundáis, ha sido una buena travesía y con la garantía de ir pegados a<br />
la costa, ahora es completamente diferente.<br />
—Bueno, habrá que tomar una decisión, con o sin problemas, solo tenemos un<br />
camino para que no nos cojan. Yo me atrevo, ¿y tú Altaha?<br />
Altaha por su carácter aventurero, ante los peligros, se mostraba optimista.<br />
—Yo no tengo miedo. Después de todo siempre he vivido en medio del mar.<br />
—Pues a Madeira ¿estáis de acuerdo?<br />
—No yo no –afirmo Marcelo—. Es una travesía larga y aunque el tiempo no es<br />
malo siempre puede complicarse. Este es un barco nuevo, sin probar su seguridad<br />
y con vosotros es una locura. Arriesgarse así no tiene sentido.<br />
Carlos levantó un dedo, en clara señal que estaba pensando algo.<br />
—Um, Tiene su lógica lo que dices. –Se quedó pensando unos segundos más—<br />
Creo que podemos llegar a una solución de compromiso. Puedo dejaros en el<br />
puerto más próximo de Portugal. Así solo me arriesgo yo.<br />
— ¡Déjate de gilipolleces! –Exclamó Marcelo-, sabes que no te puedo dejar ir<br />
solo. En la mar eres incapaz de hacer la o con un canuto.<br />
—Pues entonces vamos todos. Asumimos el riesgo. ¿Estamos todos de<br />
acuerdo?<br />
Altaha asintió. Marcelo viendo que Carlos estaba dispuesto a ir solo, claudicó,<br />
aunque no dejó de sentenciar.<br />
—Ya veremos si hay o no hay problemas. Los problemas en la mar son como<br />
los amigos gorrones, aparecen sin llamarlos y después no hay manera de que se<br />
vayan.<br />
—Bueno, cada problema en su momento, ahora seamos un poco optimistas.<br />
¿Entonces qué rumbo cogemos?<br />
—Hay dos formas de ir a Madeira. Bajar todo Portugal costeando y después<br />
desplazarse transversalmente hacia el suroeste, o bien salir directos hacía<br />
Madeira con rumbo sursuroeste. Evidentemente, si queremos esquivar las<br />
patrullas tenemos que evitar Portugal e ir directos. <strong>El</strong> único problema, es que nos<br />
meteremos directamente en medio del océano Atlántico.<br />
—La decisión está clara –concluyó Carlos-. Altaha, fija el rumbo directo.<br />
<strong>El</strong> Albatros cayó a estribor treinta grados y se fue separando paulatinamente<br />
de la costa y adentrándose en el océano.<br />
La decisión de la travesía fue asumida por cada uno de forma bastante<br />
diferente; Carlos se quedó tranquilo por solucionar el problema de ser atrapados<br />
y perder el Albatros; Altaha ávida de nuevas aventuras se encontraba entre<br />
expectante y emocionada; Marcelo, en cambio, se mostraba muy preocupado,<br />
— 109 —
seguía pensando que lo que estaban haciendo, solo se podía considerar como una<br />
locura, y su única obsesión en esos momentos se centraba en reducir los riesgos.<br />
Revisó toda la sentina para encontrar cualquier indicio de entrada de agua, así<br />
como todo el sistema de motor y baterías. Cuando acabó recorrió todo el Albatros<br />
revisando el escaso equipo que llevaban, después cogió unos cabos y estuvo diez<br />
minutos preparando algo con ellos. Cuando acabó, reunió a Carlos y Altaha. Les<br />
explico que para sobrevivir a esa locura de viaje, tenían que tomar un curso<br />
acelerado de seguridad. La mar podía engañar mucho, así que siempre deberían<br />
estar atentos.<br />
Lo primero que tenían que saber es que deberían vestirse correctamente,<br />
pues una de las características del mar es la constante humedad y el frío, no es<br />
que baje a menos de diez grados centigrados en esa latitud pero con la humedad<br />
la sensación es peor. Por suerte, llevaban bastante ropa de abrigo. Aprovecho<br />
para contarles la anécdota que como en los primeros submarinos, hacía un frito<br />
horrible y por eso siempre aparecen vestidos con jersey de lana de cuello alto.<br />
Después con los submarinos nucleares, como les sobraba energía, ya pudieron<br />
tener toda la calefacción que quisieron.<br />
Hacer una guardia en cubierta, es muy peligroso pues un solo golpe de mar<br />
una ola y uno se cae, puede morir ahogado y sino de hipotermia en menos de una<br />
hora; y aunque los del barco se diesen cuenta lo más probable es que lo perdiesen<br />
de vista y se pudiese encontrar. Desgraciadamente no tenían trajes de agua ni<br />
sistema de localización personal de GPS, así que la única opción para sobrevivir se<br />
basaba en no caerse al agua. Para evitar este riesgo, fabricó unos arneses<br />
provisionales con cabos que se atarían alrededor del cuerpo como si fuesen<br />
escaladores.<br />
También les indicó donde se encontraba la balsa salvavidas hinchable de<br />
cuatro plazas, que le dejó un amigo. La subió por seguridad para salir en la Ría,<br />
pero nunca pensó en utilizarla, así que desconocía en qué estado se encontraba.<br />
Siguió dándoles una pequeña charlas sobre como apagar un fuego enseñándoles<br />
donde se encontraba el extintor.<br />
Después de todas las explicaciones, sobre los riesgos y los precarios medios<br />
que disponían para limitarlos, la actitud de Altaha y Carlos cambió. Ahora ya no se<br />
tomaron el viaje con tanta alegría. Sobre todo Altaha.<br />
—Marcelo me estas asuntando con tantos riesgos, en serio, me da miedo. No<br />
debes hacer eso ahora que estamos en medio del mar y no puedo bajarme. No<br />
bromees que lo pasó muy mal.<br />
Carlos estaba más tranquilo analizando con su lógica el riesgo.<br />
— 110 —
—Bueno, lo del arnés está claro que durante la noche es una buena medida de<br />
seguridad, pero de día me parece exagerado.<br />
Marcelo se acercó a Altaha y Carlos, se puso en medio de ellos, los cogió por<br />
los hombros y les habló utilizando un tono tranquilo, a la vez que serio y paternal,<br />
que nunca le habían escuchado.<br />
—Tenéis razón amigos míos yo siempre estoy exagerando. Recuerdo que ese<br />
marinero de Cádiz, muy simpático, que me decía lo mismo. Estábamos recogiendo<br />
las redes al arrastre con buen tiempo, el mar casi como un plato, pero la red se<br />
trabó, el barco se frenó de golpe, el compañero perdió el equilibrio y se cayó por<br />
la borda. Con las redes al arrastre no pudimos virar pues estamos bloqueados, y<br />
cuando echamos el bote ya no lo encontramos. Hubiese bastado que llevase el<br />
chaleco salvavidas para mantenerse a flote, como yo le sugería, pero siempre<br />
pensó que yo exageraba con los riesgos.<br />
Cambio repentinamente la voz, y volvió a su tono rudo habitual.<br />
— Así que dejaros de decir gilipolleces y hacerme caso de una puta vez, pues<br />
como dijo mi abuelo en la mar solo se mueren los valientes o los idiotas. Y ahora<br />
no es momento de haceros los valientes.<br />
Los dos se quedaron un poco intimidados por la historia y la reprimenda de<br />
Marcelo. Altaha incluso se sintió en la obligación de decírselo.<br />
—Te haremos caso. Pero yo creía que los marineros no tenían miedo al mar.<br />
—Los marineros, asumimos la muerte, por necesidad o por disciplina. Y<br />
tememos a la muerte como todos, pero la diferencia está en que sabemos que<br />
podemos morir y lo acabamos asumiendo por rutina. A todo se acostumbra uno,<br />
pero, precisamente por ese temor los marineros tenemos nuestras manías.<br />
— Manías ¿como cuáles? –preguntó con curiosidad Altaha.<br />
—Pues algunas, como dejarse el pelo largo.<br />
— ¿Pensé que se trataba de una tradición para atraer a las sirenas?<br />
— ¿Sirenas? Céntrate Altaha, que no vivimos en un mundo de fantasía.<br />
Carlos le echó un capote a Altaha.<br />
—No es para tanto, Altaha tiene la virtud de suplir con una gran imaginación lo<br />
que carece de conocimientos nauticos.<br />
Altaha le agradeció el apoyo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras le sacó<br />
la lengua a Marcelo en señal de despecho como si fuese una niña de cinco años. Él<br />
no le prestó atención y se centró en la explicación.<br />
—La mayoría de los marineros no sabían nadar y cuando se caían al agua los<br />
tenían que rescatar sus compañeros, generalmente los cogían por la parte que<br />
sobresalía del agua, es decir por la cabeza y los agarraban por los pelos, de ahí el<br />
refrán de lo cogido por los pelos. Así los marineros asimilaban el pelo largo a<br />
— 111 —
sobrevivir. Esta costumbre se mantuvo hasta que en 1809 se dictó una ordenanza<br />
de marina, por la que los marineros estaban obligados a cortarse el pelo para<br />
mejorar la higiene. Se elevaron protestas, bajo el argumento que el pelo largo es<br />
útil para salvar la vida. Una de estas quejas, está recogida en una carta<br />
conservada en los archivos de la Marina y que los artilleros de Marina Marcelo<br />
Calderón y Marcelo Morales dirigieron al rey José I. “Que siendo todo su estar en<br />
la mar embarcados y a cada instante vense en el eminente riesgo de poderse<br />
ahogar; y no teniendo el pelo por dónde comúnmente se favorecen asiéndose de<br />
él; Pues no es costumbre a los Marineros por la expuesta causa se les haya nunca<br />
cortado el pelo; y que les pueda servir de engancho o agarradero en caso de<br />
peligrar en su destino en la mar ”. Y tales argumentos debieron pesar lo<br />
suficiente, pues fue atendida la petición y se modificó la orden permitiéndoles<br />
llevar el pelo largo.<br />
Altaha, lo miraba con la boca abierta, extendiendo los brazos.<br />
— ¿Pero cómo puedes recordarlo?, porque una cosa es una anécdota o un<br />
dato, pero aprenderte de memoria una carta de hace siglos, eso ya es mucho.<br />
—No lo sé. Solo recuerdo que cuando lo leí me pareció curioso.<br />
—Pues vaya suerte. A mí para memorizar algo así, me cuesta muchísimo.<br />
Carlos intentó buscar una explicación científica.<br />
—Existen varías memorias, pero básicamente hay dos, la lógica y la bruta. Por<br />
algún motivo Marcelo tiene muy desarrollada la bruta lo que le permite recordar<br />
lo que ha leído. Se conoce habitualmente como memoria fotográfica.<br />
Altaha sonrió de oreja a oreja.<br />
—Claro, ahora todo está clarísimo, Marcelo es poco bruto y claro tiene<br />
memoria bruta, como no podía ser de otra manera.<br />
A Marcelo el comentario no le gustó y su ceño se frunció.<br />
— ¿Así que, porque tengo memoria, crees que soy un bruto?<br />
— ¡Dios Marcelo, que susceptible eres! Está claro que es una broma, de esas<br />
que te las ponen a tiro y que las tienes que soltar.<br />
— Pues, no sé dónde está la gracia en que te llamen bruto por tener buena<br />
memoria.<br />
—Vale, vale, me disculpo si te ha ofendido. Y lo que está claro es que nadie es<br />
perfecto. Lo que Dios te dio de memoria, te lo quitó de sentido del humor.<br />
— ¿Entonces porque tengo buena memoria, soy un bruto y no tengo humor?<br />
—Déjalo, eso de aplicar la lógica al humor nunca funciona.<br />
—Sí, tienes razón –intervino Carlos—, a mí me gusta aplicar la lógica y soy muy<br />
malo con los chistes.<br />
— Pues eso –concluyó Altaha-, Dios los crea y ellos se juntan.<br />
— 112 —
— ¿Entonces piensas que Carlos también es un bruto?<br />
—Déjalo Marcelo, déjalo, antes de que me entra la depre y me tire por la<br />
borda para contarle chistes a los calamares, que tienen más sentido del humor<br />
que vosotros dos juntos.<br />
<strong>El</strong> comentario les hizo gracia. Y aunque no tuviesen mucho sentido del humor,<br />
lo cierto es que siempre acababan riéndose con las gracias de Altaha.<br />
Siguieron navegando el resto del día y por la tarde Marcelo se acostó un poco<br />
para poder hacer la guardia de noche. Todo transcurrió sin incidentes hasta el día<br />
siguiente, que el mar empeoró un poco con olas de unos dos metros. <strong>El</strong> Albatros<br />
subía y bajaba, y desde la proa se venía venir la ola y cuando se baja y estaba en el<br />
seno solo se veía el agua que estaba delante, cuando comenzaba a subir la proa<br />
antes de llegar a la cresta chocaba con el agua y llegaba hasta los cristales. Una de<br />
las características del Albatros es que la proa al ser cónica como la de un avión, no<br />
abría la ola y la lanzaba hacia los lados, sino que se clavaba directamente en ella.<br />
La única ventaja consistía, que al ser el Albatros poco pesado, no se clavaba tanto<br />
en la ola y las remontaba fácilmente y así que no se frenaba mucho.<br />
—Menudas olas –comentó Altaha—, son enormes, me dan miedo.<br />
—No pasa nada –dijo Marcelo-. No llegan a los dos metros, solo se trata de<br />
una fuerte marejada.<br />
— ¿Qué no son nada?, ¿Estás de broma?<br />
—Nosotros somos un barco pequeño, por eso las olas te parecen grandes.<br />
— ¿Quieres decir que las hay más grandes?<br />
— ¡Pues claro! –le dijo como asombrándose de su ignorancia—. Esto como<br />
mucho es una fuerza tres, cuando realmente se complica es cuando pasa de<br />
fuerza seis o siete.<br />
—No entiendo nada.<br />
—Bien, esa claro que las olas han existido siempre. En la antigüedad no se<br />
complicaban la vida midiéndolas. Dirían, algo así como poca ola, o mucha ola, o<br />
muy grande y no salgas al mar. ¿Me sigues?<br />
—Vale Marcelo, que no soy tontita.<br />
—Bien, cuando la ciencia empezó a medirlo y clasificar todo a partir del siglo<br />
XIX, en el mar se midió la fuerza del viento. En 1806 el almirante inglés Francis<br />
Beaufort, estableció una escala para medir la velocidad del viento, inicialmente<br />
tenía 12 grados, y a partir de 1949 se añaden 5 grados más, hasta fuerza 17, para<br />
determinar los diferentes tipos de huracanes. Por cierto, que la mayoría de las<br />
personas creen que los huracanes, ciclones, tifones o tornados son distintos, pero<br />
son la misma denominación en diferentes lugares del mundo.<br />
— 113 —
—Sí pero eso es el viento, estabamos hablando de las olas.<br />
—Te lo he comentado, pues existe una relación bastante directa entre el<br />
viento y las olas y la orografía de la costa. Un ejemplo bastante claro de formación<br />
de olas solo provocadas con corrientes está en Hangzhou, capital de Zheijiang en<br />
China, cada año se produce un fenómeno que atrae a miles de personas. Se trata<br />
de una única ola gigante en la boca del río Quiantang, que puede alcanzar hasta<br />
nueve metros de altura y una velocidad de diez nudos. La ola se produce por la<br />
confluencia del agua que baja por el río, con el agua que sube de marea en<br />
sentido contrario.<br />
—A mí, en los ríos y en china me dan igual las olas, lo que me interesa es el<br />
mar.<br />
—Bien, rrespecto a la altura de las olas en 1.907 el británico, Sir Percy Douglas,<br />
cuando estaba al frente del recién creado Servicio de Meteorología Naval,<br />
estableció un baremo de la altura del oleaje condiciones registradas con relativa<br />
frecuencia en el Atlántico Norte. La escala es decimal aunque va del cero al nueve.<br />
Que va desde mar en calma a enorme cuando supera los catorce metros.<br />
— ¿Catorce metros? Me muero si veo una ola así.<br />
—Pues esta escala, en realidad se quedó pequeña, pues Douglas cuando hizo<br />
la escala tomó como máximo el registro de la ola más grande que habían medido,<br />
que fue de unos diecisiete metros. De todas formas se sigue manteniendo la<br />
escala, seguramente porque las olas de más de quince metros son atípicas y los<br />
mejores barcos solo están diseñados para olas de unos quince metros; así que a<br />
los efectos del peligro da igual que te indiquen una escala superior al nueve.<br />
—No entiendo, ¿quieres decir que hay olas superiores a catorce metros?<br />
—Sí. Antes se pensaba que como lo barcos eran pequeños, los marineros<br />
siempre exageraban la altura de la olas, pero en este último siglo se han podido<br />
constatar muchos casos de olas gigantes. En 1942 el famoso Queen Mary,<br />
mientras transportaba una tropa estadounidense de quince mil hombres a<br />
setecientas millas de Escocia, durante una tormenta, fue golpeado de lleno en el<br />
costado por una ola de veintiocho metros que casi le hizo zozobrar. Incluso hay<br />
mediciones muy precisas, como la que hizo una boya equipada con sensores de<br />
presión, detecto una ola gigante causada por el Huracán Ivan en el Golfo de<br />
México, en el 2004 con veintiocho metros de altura.<br />
—Pero, pero, ¿tú sabes lo que son veintiocho metros? Eso es lo que mide un<br />
edificio de nueve pisos. <strong>El</strong> Albatros no pasa de dos metros. Es imposible que<br />
sobrevivamos.<br />
— 114 —
—Tranquila, estas olas gigantes son excepcionales. Además no existe el menor<br />
peligro, actualmente las previsiones meteorológicas son tan fiables, que tenemos<br />
la seguridad que la mar no va a cambiar en cuatro días.<br />
— ¿Y qué puede hacer un barco, cuando le llega una ola de estas?<br />
—Los grandes barcos actuales están preparados para aguantar olas de unos<br />
quince metros, naturalmente siempre y cuando se cojan de proa, pues de través<br />
es mucho más peligroso. Pero lo importante no es tanto la altura de la ola, como<br />
su proporción respecto al tamaño del barco. Para el Albatros con olas de seis<br />
metros ya lo empieza a pasar muy mal.<br />
— ¿Y cómo se navega en esas condiciones?<br />
—Eso depende. Si son grandes como las de las tormentas, existen unas<br />
técnicas de navegación, pero si son gigantes, lo más normal es que le llegue de<br />
improviso y es poco o nada lo que se puede hacer.<br />
—Me refiero en una tormenta.<br />
—La clave de navegar con olas es coger su ritmo. Si navegamos contra ellas, y<br />
vamos muy rápido chocamos, mientras que si vamos a su favor, y navegamos muy<br />
despacio nos alcanzan y rompen encima.<br />
— ¿Tan sencillo?<br />
—Bueno, lo más peligroso es que la ola te coja por el costado, por lo que<br />
básicamente hay dos formas de navegar; contra las olas o a favor de las olas.<br />
—Digo yo que será mejor a favor que en contra.<br />
—Eso depende. Contra la ola, técnicamente se llama “capear”, el barco se<br />
dirige mejor y la proa esta siempre más preparada para tomar la ola. Si la<br />
situación es muy desesperada y no se tiene motor o vela, y uno se queda a palo<br />
seco lo llamamos "a la Bretona". Lo mejor es lanzar un ancla flotante para<br />
quedarse aproado a las olas.<br />
—Pues yo, sigo sin verlo muy claro, mejor navegar a favor de las olas.<br />
—A favor se llama “correr un temporal”. La ventaja es que uno va delante de<br />
olas, pero la gran desventaja es que el viento y las olas tienden a cruzar el barco o<br />
a aumentar mucho la velocidad, que se llama “correr libre”. Entonces es posible<br />
barrenar tan rápido como para clavar la proa en la ola que nos precede, que se<br />
llama “irse por el ojo”. Imagínate al Albatros metido en medio de una ola olas de<br />
seis metros con tres metros de agua por encima. Muchos barcos en estas<br />
condiciones se colapsan y se hunden directamente.<br />
— ¡Dios! Pero no hay manera de frenarlo.<br />
—Un barco no tiene frenos, pero si hay una forma. Se utilizan estachas, que<br />
son cabos que se suelta por popa, en veinte o hasta cincuenta metros, y frenan<br />
— 115 —
mucho la velocidad. Además actúan enderezando el barco y evitando que se<br />
cruce.<br />
—Parece un sistema sencillo y perfecto.<br />
—No tanto, es muy engorroso y deja al barco casi sin maniobra. Además sin te<br />
equivocas y lo frenas mucho, corriendo el peligro que olas te alcancen por la popa<br />
y te encapille.<br />
— ¿Encapille?<br />
—Se dice así, cuando te alcanza un golpe de mar e inunda la cubierta.<br />
Altaha levanto la mano en señal de que parase.<br />
— ¡Buff! Pues sí que me lo pones difícil. ¿Para nosotros que sería lo mejor?<br />
—Sencillo, como el Albatros tiene la cabina en la proa y nos clavaríamos<br />
contra las olas, mejor es correr el temporal y seguir la dirección de las olas.<br />
Tenemos unos buenos timones para controlar el rumbo, eso podría ayudar.<br />
—Parece fácil.<br />
—Se nota que no has tenido que navegar en una tormenta, sino no dirías eso.<br />
Cuando estar metido en esos fregados nada es fácil y solo cuenta la supervivencia.<br />
—Pues ahora vuelves a dar miedo.<br />
—No te preocupes, es pura teoría. Las previsiones son buenas, durante tres o<br />
cuatro días tenemos asegurado que la mar no va a empeorar.<br />
Cuando repostaron en Bayona, decidieron no comprar la bombona de butano<br />
para la cocina. Lo hicieron presionados por las prisas y pensando que por la noche<br />
estarían durmiendo en Oporto. Ahora, que se enfrentaban a cuatro o cinco días<br />
en la mar, se arrepentían de la decisión, al no poder tomar nada caliente. <strong>El</strong><br />
primer día de navegación, con toda la emoción del momento, no sintieron la<br />
necesidad, pero cuando se levantaron y tuvieron que desayunar con la leche y el<br />
café frío, se dieron cuenta que tendrían que aguantarse así los días que les<br />
quedaban por delante. Marcelo estaba muy molesto por esta situación, a pesar<br />
que tanto Carlos como Altaha le reconocían que se trataba de una pequeña<br />
incomodidad que no les afectaba a su seguridad. La propia naturaleza estoica de<br />
Marcelo le permitía aguantar, incluso en situaciones mucho peores; lo que<br />
realmente le molestaba, es haber cometido ese fallo que repercutía en el resto de<br />
sus compañeros. Él era plenamente consciente que cuando uno sale a la mar, hay<br />
que estar bien preparados pues los problemas siempre iban a más, por eso no se<br />
perdonaba el fallo.<br />
Los temores de Marcelo sobre las limitadas capacidades de sus compañeros,<br />
comenzaron a transformarse en realidad. Después de un día de navegación<br />
constante con olas, Altaha sucumbió y acabo cogiendo un mareo descomunal.<br />
— 116 —
Poco a poco se fue poniendo cada vez más blanca, finalmente no pudo aguantar y<br />
acabó vomitando por la popa, bajo la atenta mirada de Marcelo, que la mantenía<br />
atada con el arnés. Previamente le advirtió que fácilmente una persona mareada<br />
y débil podría caerse por la borda.<br />
Altaha después de vomitar durante una hora en cubierta, ya agotada, dijo que<br />
se quería tumbar un poco, así que Marcelo la acompañó hasta la litera. La<br />
situación no mejoro mucho en las siguientes horas y Altaha siguió en la litera un<br />
poco más tranquila hasta que anocheció. Pero Marcelo sabía que no le pasaría tan<br />
fácilmente, pues lo malo de un mareo en el mar es que, como el movimiento<br />
persiste, el mareo también lo hace.<br />
Marcelo se quedó de guardia por la noche y Carlos aprovechó para dormir. Si<br />
bien como las literas estaban juntas, tardo en conciliar el sueño al tener a Altaha<br />
a unos metros pasándolo mal. Pero teniendo en cuenta que la noche anterior<br />
durmieron solo unas horas, al final su cuerpo se rindió y durmió profundamente.<br />
Carlos esperaba que Marcelo lo despertase para cambiar la guardia de la<br />
noche, pero lo cierto, es que a las ocho de la mañana cuando se levantó, se dio<br />
cuenta que le había dejado dormir toda la noche. No se extrañó, resultaba muy<br />
propio de Marcelo aguantar el solo sin molestar a los demás.<br />
Salió a cubierta, vio como el tiempo había mejorado notablemente respecto al<br />
día anterior; Marcelo sentado miraba tranquilamente el horizonte.<br />
— Buenos días Marcelo. ¿Qué pasó con el cambio de guardia? –le preguntó-<br />
No me despertaste.<br />
—Me encontraba bien y prefiero que hagas la guardia de día. La noche es muy<br />
engañosa si no estás acostumbrado.<br />
— Pues gracias por dejarme dormir. Bueno, medio dormir, porque con Altaha<br />
en ese estado me despertó un par de veces. Ahora parece que está estabilizada.<br />
—Pasó una mala noche, le afecto mucho al estómago y se lo irrito, al final solo<br />
vomitaba bilis. A las cinco de la mañana he logrado que tomase un poco de leche<br />
para que asiente el estómago, parece que le sentó bien, con suerte seguirá<br />
durmiendo un par de horas.<br />
— ¿Hay algún sistema para evitar el mareo?<br />
—<strong>El</strong> más efectivo es acostumbrarte, pero eso depende de cada uno y en el<br />
caso de Altaha le va a costar como mínimo un par de días.<br />
— ¿Tenemos algún medicamento?<br />
—En el botiquín hay pastillas de biodramina.<br />
— ¿Y algún truco de marinero?<br />
—Yo por suerte nunca lo padecí, pero hay algunos buenos consejos. Fijarse en<br />
un punto en el horizonte engaña a la mente, un camarote bien ventilado o salir a<br />
— 117 —
cubierta para respirar aire fresco ayuda. También es recomendable evitar excesos<br />
de alcohol y comida, aunque algo de comida es bueno. Los viejos "lobos de mar"<br />
aconsejaban masticar una rajita de limón o un trocito de jengibre. Pero todo esto<br />
es para evitarlo, no para solucionarlo.<br />
— ¿Podemos hacer algo más con Altaha?<br />
—Poca cosa, ahora lo mejor es que duerma. Después le damos biodramina<br />
para que no vuelva a marearse.<br />
Desayunaron juntos, y cuando Marcelo tuvo la seguridad que Carlos ya estaba<br />
completamente despierto se fue a dormir.<br />
— 118 —
DESASTRE INEVITABLE<br />
Marcelo se acostó en el sillón-litera, miró a Altaha situada en la litera de<br />
enfrente, comprobando que dormitaba plácidamente. Cansado por la guardia<br />
nocturna cerró rápidamente los ojos. Solo se escuchaba el ronroneo de la<br />
maquinaria diesel que transmitía las vibraciones por todo el casco del Albatros.<br />
No le afecto lo más mínimo, estaba tan acostumbrado que casi se podía decir que<br />
le ayudaba incluso a conciliar el suelo.<br />
De repente, una idea le pasó por la mente y sobresaltado abrió los ojos. Se<br />
levantó y se desplazó hasta la proa, cerrando la puerta despacio para no<br />
despertar a Altaha. Después de mirar unos indicadores y revisar unos cálculos,<br />
volvió a la bañera, ante la sorpresa de Carlos cuando lo vio aparecer.<br />
— ¿Qué haces aquí? ¿No tienes sueño después de no dormir en toda la<br />
noche?<br />
—Tenemos un grave problema.<br />
— ¿Qué pasa?<br />
— ¿Recuerdas que hicimos los cálculos de consumo de motor y autonomía?<br />
Pues nos hemos equivocado.<br />
—No es posible, desde las primeras pruebas los revisamos los dos, estoy<br />
seguro que son correctos –afirmó con cierta rotundidad, pues Carlos confiaba<br />
plenamente en sus cálculos.<br />
—Sí, correctos para unas horas de funcionamiento que es lo que hacíamos en<br />
las pruebas, pero como salimos con el motor puesto, no nos dimos cuenta que<br />
todo el tiempo ha estado encendido. Los servos han estado trabajando<br />
continuamente, consumían enseguida las baterías y el motor ha estado<br />
funcionando para cargarlas.<br />
—Tienes razón, nunca habíamos previsto navegar continuamente día y noche.<br />
¿Cuánto combustible hemos gastado?<br />
—Demasiado. Solo nos queda una cuarta parte y aún tenemos por delante<br />
más de un tercio de la distancia total. Si seguimos a este ritmo, cuando falten cien<br />
millas nos habremos quedado sin combustible, en entonces, ya no podremos ir ni<br />
a motor ni con las alas, nos quedaremos como una boya en medio del mar.<br />
— ¿Estás seguro?<br />
—Lo he repasado tres veces. ¡Maldita sea! La culpa es mía, como la primera<br />
noche navegamos a motor todo el tiempo, ahora no me di cuenta que estaba<br />
encendido todo el día.<br />
— 119 —
—Eso ni lo pienses, aquí si hay un culpable ese soy yo, que precipité este viaje<br />
sin hacer ninguna previsión. Pero ahora lo que importa es solucionarlo. ¿No hay<br />
ninguna isla cercana?<br />
—No, ninguna hasta Madeira.<br />
Se metieron en el interior y se desplazaron hasta el puesto de mando de proa.<br />
Ahí en la mesa, Carlos extendió una carta náutica que comprendía todo medio<br />
atlántico de Galicia a Madeira y puso una cruz con el lápiz.<br />
—Llevamos cuatrocientas millas, lo que implica que hemos superado el punto<br />
de no retorno. La distancia Portugal es mayor que hasta Madeira. Como no<br />
podemos llegar sin combustible, la opción más razonable es pedir ayuda a un<br />
barco para que nos dé un poco de gasoil.<br />
—Desde el amanecer no he visto ninguno- dijo Marcelo-, habrá que intentar<br />
contactar por radio.<br />
— ¿Sabes pedir ayuda por radio? –Le preguntó Carlos con curiosidad.<br />
—Sí, es sencillo, se utiliza un código internacional en inglés.<br />
—Bien pues llamemos.<br />
Marcelo cogió la radio.<br />
“Pan pan, Pan pan, Pan pan, delta echo Albatros, delta hecho Albatros,<br />
delta hecho Albatros. I am out of fuel, I am out of fuel. Latitude seven<br />
minutes fourteen degrees forty—two seconds north, longitude thirty—six<br />
degrees four minutes twenty—six seconds west”<br />
Repitió el mensaje, esperando en silencio una contestación. Colgó el<br />
micrófono.<br />
—Si no hay respuesta, aconsejan esperar diez minutos antes de enviar otro.<br />
Carlos, estaba nervioso y sintió la necesidad de romper el silencio hablando<br />
de cualquier cosa.<br />
—No sabía que supieses inglés.<br />
—Me defiendo. En los mercantes internacionales está lleno de gente de todo<br />
el mundo, y al final lo acabas aprendiendo. Es la forma más sencilla para<br />
entenderse navegando y también cuando bajas en los puertos.<br />
— ¿Por qué utilizas Pan Pan y no Mayday que es la señal internacional de<br />
socorro?<br />
—Las dos son internacionales; Mayday es para un naufragio Pan Pan es para<br />
una necesidad, pero que no estás en peligro de muerte.<br />
— ¿No me digas que también sabes la historia de los códigos de salvamento?<br />
—Un poco.<br />
Los dos estaban inquietos, y ahora deberían esperar antes de repetir el<br />
mensaje, así que Carlos opto por buscar mas conversación.<br />
— 120 —
— ¿Cuándo comenzaron a utilizarse? –le preguntó, tanto por curiosidad como<br />
por distraerse.<br />
—Los códigos, desde siempre. Durante toda la historia con banderas. Una<br />
bandera naranja o un círculo o cuadrado indicaban la necesidad de socorro. Lo<br />
malo es que solo se podían ver a un par de millas, en el mejor de los casos.<br />
—Muy limitado.<br />
—Sin duda. <strong>El</strong> gran avance vino con la radio, que alcanzaba cientos de millas.<br />
Lo malo es que en su primer momento solo se emitía en Morse.<br />
—Es verdad –le confirmó Carlos-, los primeros dirigibles también tenían radio<br />
y transmitían en morse.<br />
—Como el morse era un sistema muy lento, para transmitir mensajes se<br />
simplificaron las señales. Los telégrafos habían utilizado tradicionalmente la<br />
"calidad de copia" simplificado con las iniciales CQ o Copy Quality, para identificar<br />
mensajes del interés a todas las estaciones a lo largo de una línea de telégrafo. <strong>El</strong><br />
prefijo CQ se trasladó a la radio de los barcos, pero no tenían una llamada de<br />
auxilio, por lo que Marconi sugirió el uso de una D para señalar que había<br />
problemas, así quedo CQD. Cuando se popularizó, la gente pensó que significada<br />
"Come Quickly, Distress" o Vengan Rápido, Problemas.<br />
—Pues a mí ese código no me suena de nada.<br />
—Lógico, no duro mucho, pues no se utilizaba internacionalmente. La solución<br />
se dio en la Conferencia Internacional de la Comunicación Inalámbrica en Mar de<br />
Berlín en 1906, en la que se aprobó un nuevo código más sencillo, el SOS<br />
adoptado casi un año antes por Alemania. <strong>El</strong> motivo del cambio fue sencillo en<br />
Morse CQD se escribe con un montón de puntos y rayas; mientras que SOS solo<br />
tres puntos tres rayas y tres puntos, mucho más sencillo de emitir y de identificar.<br />
Pero aun, así la costumbre del primer código tardo unos años en desaparecer,<br />
pues cuatro años más tarde el Titanic en 1912 cuando se hundió, el primer<br />
mensaje de auxilio que envió fue; "CQD CQD CQD “<br />
— ¡Vaya! Pensaba que SOS que significaba algo así como ven a salvarnos.<br />
—Las personas que tienen mucha imaginación. En seguida comenzaron a<br />
especular lo que significaba, por ejemplo Save Our Souls “salven nuestras almas”,<br />
Save Our Ship “salven nuestro barco”, Si Opus Sit “si fuera necesario” o Save or<br />
Socom “salvadnos o morimos”.<br />
— Curioso. ¿Pero ahora ya no se utiliza el SOS?<br />
—No, ahora se utiliza mayday. Se le ocurrió en 1923 a Mockford un oficial de<br />
radio del aeropuerto de Croydon en Londres. Tuvo la idea de encontrar una<br />
palabra para indicar socorro, que fuese entendida por todo el personal en caso de<br />
una emergencia. Debido a que gran parte del tráfico aéreo se daba entre Croydon<br />
— 121 —
y el aeropuerto de Le Bourget en París, Mockford propuso la palabra «mayday»,<br />
proveniente del m'aidez francés, literalmente ayúdame.<br />
—Entiendo que eso estaba bien para los aviones, pero imagino que a los<br />
barcos le costaría cambiar su tradición.<br />
—<strong>El</strong> SOS, tenía su utilidad en Morse, pero mayday al estar impuesto en la<br />
aeronáutica, cuando desapareció el Morse en los barcos también se acabó<br />
imponiendo para unificar las llamadas de socorro. Aunque te doy la razón, en<br />
todo el mundo aún se reconoce SOS como señal de socorro.<br />
—Por lo que me dijiste antes con PAN PAN, hay más señales o códigos.<br />
—Sí, otras señales de urgencia son por ejemplo XXX, con la consideración de<br />
menos urgente que el SOS; o la señal TTT se usa como señal de peligro para<br />
advertir de hielos próximos, tormentas u otros problemas de navegación; o la<br />
palabra MEDICO se utiliza cuando un barco, sin médico a bordo, necesita que<br />
desde otro barco o desde tierra, le lleven uno para solucionar algún problema en<br />
la tripulación.<br />
Carlos estaba de nuevo sorprendido por los conocimientos de Marcelo.<br />
—Me vuelves a asombrar, eres una enciclopedia.<br />
Marcelo, ajeno a las adulaciones, miró el reloj y volvió a coger el micrófono de<br />
la radio, repitiendo el mensaje.<br />
Amplificó al máximo el volumen de la radio para escuchar si alguien les<br />
respondía. La radio dipone de un filtro llamado scuelch, que sirve para eliminar<br />
ruidos de interferencias no deseados en la comunicación, lo modifico y los<br />
altavoces zumbaron son el ruido parasitario típico, pero no se oyó ninguna<br />
respuesta. Espero casi un minuto pendiente del más mínimo cambio de sonido.<br />
—No contesta nadie. Pero insistiré cada hora.<br />
— ¿No resulta extraño que nadie responda a un mensaje de emergencia?<br />
—No, estas emisoras tienen un alcance máximo de veinticinco millas, y<br />
estamos en una zona muy poco transitada, así que es normal que no esté ningún<br />
barco cerca.<br />
— ¿Tenemos algo más para contactar?<br />
—No, ni teléfono satélite ni radiobaliza de socorro. Los teléfonos móviles solo<br />
funcionan cerca de la costa. ¡Mierda! Cuando prepare el Albatros no pensé en<br />
salir altamar. Tenía que haberlo previsto.<br />
—Marcelo, ni se te ocurra echarte la culpa, has sido tú el que se opuso a<br />
seguir por seguridad y fui yo el que insistí en esta travesía. Si quieres algún<br />
responsable ese soy yo.<br />
—Déjalo. Lo único importante es que estamos jodidos si en veinticuatro horas<br />
no encontramos a algún barco.<br />
— 122 —
—Tal vez –sugirió Carlos- podría reducir el consumo de los servos y de las<br />
baterías. Pero no sé, Altaha esta aun muy mal y es la única que sabe ajustar el<br />
programa, desde luego a mano no se puede llevar y a lo mejor consume aún más.<br />
Además, si empezamos a probar lo mismo lo estropeamos todo, incluso podría<br />
ser peligroso.<br />
—Bueno, –dijo Marcelo volviendo a la realidad-, hasta dentro veinticuatro<br />
horas nuestra situación no será desesperada. En tanto insistiré con la radio, es<br />
nuestra única salvación.<br />
Carlos tenía una mente muy abierta y se negaba a aceptar una sola solución a<br />
un problema.<br />
— ¿Y el viento y las corrientes?, ¿nos podrían acercar hasta Madeira?<br />
—No lo sé, y además, tendría que coincidir el viento y corriente en dirección a<br />
Madeira, sino podemos acabar en cualquier lado. De todas formas eso no sería<br />
más que una solución desesperada, nos convertiríamos en unos náufragos a la<br />
deriva.<br />
Se quedaron los dos a la expectativa de si la suerte les acompañaría en las<br />
siguientes horas, antes de convertirse en un barco a la deriva.<br />
Carlos, nunca fue persona que se quedase parado ante los problemas, aunque<br />
difícilmente se le ocurría alguna solución. Aun así, cogió una hoja y un bolígrafo y<br />
se puso a hacer dibujos y gráficos, él solo podía pensar si expresaba sus ideas en<br />
un papel.<br />
Después de una hora, Carlos se acercó a Marcelo.<br />
—Creo que tengo una solución, pero no sé si funcionará. Corrígeme sí que<br />
equivoco en mis deducciones.<br />
— ¿Dime? Le dijo Marcelo sin mucho convencimiento.<br />
—<strong>El</strong> sistema del Albatros es un motor diesel que produce electricidad con una<br />
dinamo, la cual alimenta al motor eléctrico de la hélice o carga las baterías.<br />
—Correcto.<br />
—<strong>El</strong> motor de la hélice que le hemos puesto al Albatros, si no recuerdo mal, es<br />
complejo y dispone excitador en el eje, lo que implica que si recibe electricidad<br />
genera movimiento, pero si recibe movimiento puede generar electricidad.<br />
—Sí, correcto.<br />
—Así, he pensado que la hélice cuando el motor está parado, esta zafada y no<br />
se mueve generando rozamiento, pero si soltamos la zafa, cuando el Albatros<br />
avanza hace que la hélice por rozamiento gire al revés moviendo el motor<br />
eléctrico y generando energía, las cuales pueden cargar la batería. Así, mientras<br />
naveguemos con viento el Albatros estará gastando las baterías pero a la vez<br />
— 123 —
cargándolas. Desconozco el nivel de recuperación de energía que tendremos, y<br />
aunque no resulte el cien por cien siempre será una ayuda. Tal vez con eso<br />
podremos ahorrar combustible y llegar.<br />
— ¡Carlos, eres un puto genio! y yo un gilipollas por no haberlo recordado, ese<br />
es uno de los sistemas que instalan los veleros que tiene que navegar en travesías<br />
muy largas para cargar la batería.<br />
Carlos a pesar de tener la solución teórica, no estaba aún convencido que la<br />
pudiesen aplicar.<br />
—Ya, mucho genio, pero cuando lo diseñe no pensé en eso. Y ahora<br />
necesitaría cambiar la configuración eléctrica.<br />
—Eso no es complicado –le aclaró Marcelo-. Incluso lo puedo arreglar para<br />
que se conecte automáticamente cuando no funcione el motor y naveguemos a<br />
vela. Solo necesito una o dos horas de trabajo.<br />
Pararon al Albatros para desconectar todos los sistemas. Durante una hora<br />
Marcelo estuvo metido en fondo del barco, conectando los cables del motor con<br />
el de las baterías y colocando interruptores.<br />
—Bueno todo está listo, ahora vamos a probarlo.<br />
Para controlar el estado de las baterías, disponían de un monitor que le<br />
indicaba cuantos amperios estaba consumiendo o cuantos cargando. Para<br />
probarlo pararon el motor para ver cuanta carga eran capaces de recuperar solo<br />
con el movimiento de la hélice.<br />
Pusieron al Albatros proa al viento y después desplegaron las alas. Arribaron<br />
para coger viento de través. <strong>El</strong> medidor marcaba un consumo elevado, fueron<br />
subiendo el ala de barlovento y el Albatros comenzó a coger velocidad. <strong>El</strong><br />
consumo se redujo pues los servos ya no trabajan continuación sino solo cuando<br />
necesita cada corrección. Según aumentaba la velocidad y la hélice se movía más<br />
rápido, generaba más electricidad la aguja del amperímetro se iba desplazando<br />
hacia atrás, hasta que llegó a la vertical que indicaba que no existía consumo; la<br />
velocidad siguió aumentando hasta los diez nudos, miraron el amperímetro y este<br />
mostraba una carga positiva.<br />
Se quedaron mirando el indicador, como niños emocionados con cara de<br />
tontos, claramente, el Albatros avanzando no solo no consumía energía sino que<br />
era capaz de generarla y cargar las baterías.<br />
Marcelo sonrió. Estaba emocionado.<br />
— ¡Loco ingeniero, eres un puto genio, estamos salvados! Además, ahora el<br />
Albatros es un barco de vela.<br />
— 124 —
—Bueno, la emoción por estar salvados es lógica, pero no exageres el<br />
Albatros, ya era un barco de vela<br />
—No, antes no era un auténtico barco de vela, pues necesitábamos el motor,<br />
ahora es Albatros es totalmente autónomo, solo necesita viento.<br />
Haber encontrado esa solución cambió totalmente el ánimo de Carlos y de<br />
Marcelo; no solo estaban contentos por haber solucionado el problema de<br />
convertirse en unos náufragos, sino que ahora se podían despreocupar<br />
totalmente por el consumo, pues mientras tuviesen viento no lo necesitaban para<br />
nada el motor. Una ventaja añadida que no habían contado fue una forma de<br />
navegar mucho más tranquila, pues con el motor apagado tan solo oía el agua en<br />
el casco y el viento.<br />
Realizar todas las reparaciones les ocupó toda la mañana hasta el mediodía. A<br />
las dos de la tarde pudieron atender a Altaha, que comenzaba a despertarse.<br />
Marcelo se acercó a la litera y le dio un poco de agua fría.<br />
—Enjuágate la boca para quitarte el mal sabor, después escupe en el cubo.<br />
Le ayudo a incorporarse sobre la litera, y le acerco otro vaso.<br />
—Toma leche con un poco de cacao, te dará fuerzas.<br />
Lo fue tomando a sorbos, hasta que lo acabó.<br />
—Ahora levántate, tienes que salir a tomar el aire, te sentara muy bien.<br />
—No puedo, estoy muy cansada, prefiero quedarme aquí.<br />
Marcelo, no dijo nada. Cogió un par de mantas y la colchoneta de otra litera y<br />
salió a la bañera. Volvió a entrar se acercó a Altaha y la cogió con sus brazos por<br />
debajo alzándola.<br />
— ¿Pero qué haces? –protesto.<br />
—Agárrate –dijo sin darle más explicaciones.<br />
Sin aparente esfuerzo la levantó entre sus brazos y moviéndose muy despacio<br />
la sacó al exterior, ahí había preparado con la colchoneta y las mantas una especia<br />
de diván para tumbar a Altaha. La coloco suavemente con la cabeza en alto para<br />
que recibiese el aire y la tapó con una manta, no sin antes dejarla atada con el<br />
cabo de seguridad que todos utilizaban en cubierta.<br />
—<strong>El</strong> aire fresco te sentará muy bien, ademas hemos reducido la velocidad para<br />
ir más tranquilos. Ahora estarás mejor si tomas unos cereales, mejor llevar el<br />
estómago lleno.<br />
Altaha puso cara de asco y dejó en el suelo el cuenco. Marcelo lo cogió, y<br />
como si fuese una niña pequeña le fue dando los cereales a pequeñas cucharadas,<br />
hasta que los acabo todos. Después de un cuarto de hora, la mejoría de Altaha se<br />
evidenciaba recuperando el color de las mejillas.<br />
— 125 —
—La comida y el aire te está sentando muy bien, incluso estas recuperando el<br />
color.<br />
—Me encuentro mejor, pero estoy cansada y tengo mucho sueño, no me lo<br />
explico.<br />
—Por eso no te preocupes, he mezclado una biodramina con el cacao y esas<br />
siempre dan sueño. Pero así nos aseguramos que no te vuelvas a marear. Ahora<br />
sigue descansando, voy a dentro pero Carlos saldrá enseguida.<br />
Marcelo se levantó para ir a la cabina.<br />
—Quédate conmigo –le pidió Altaha.<br />
—No. Ahora viene Carlos que te hará compañía.<br />
Altaha se quedó un poco confundida ante esa negativa.<br />
Carlos salió en unos segundos. Después de comprobar que Altaha estaba<br />
mucho mejor, le explico emocionado como habían solucionado el problema del<br />
combustible.<br />
Altana siguió con desinterés la historia, sus pensamientos estaban en otra<br />
parte. Cuando Carlos acabó de contarle todo, busco respuestas a sus inquietudes.<br />
—Carlos, ¿sabes si Marcelo está molesto conmigo porque me he mareado? Le<br />
pedí que me acompañase pero no quiso y se fue. Seguro que no me quiere ver<br />
delante, ya me avisó que no estaba preparada, ahora solo soy una molestia, no<br />
puedo ayudaros, menuda marinera estoy hecha. Seguro que me odia.<br />
Carlos la miró y esbozó una sonrisa, sin duda se estaba recuperando y ya<br />
comenzaba a hablar tanto como de costumbre.<br />
—No es eso. Lo que ocurre es que Marcelo tiene que descansar, lleva más de<br />
treinta y seis horas sin dormir. Se pasó toda la noche haciendo guardia y<br />
cuidándote, y por la mañana estuvo arreglando el motor y no pudo dormir, tiene<br />
que estar agotado.<br />
— ¿Me estuvo cuidando?<br />
—Cada hora te limpiaba y te daba algo de beber para que no te deshidratases,<br />
además, te medía la temperatura por si tenías fiebre. Aún está la hoja donde<br />
anotaba cada hora tu estado.<br />
— ¿Entonces no me echa la culpa?<br />
— Todo lo contrario, él es el que se siente culpable por lo mal que lo has<br />
pasado.<br />
— ¿Pero porque no me lo dijo? Parecía enfadado conmigo.<br />
—Él es así, no es hombre de muchas palabras. Ahora que yo puedo cuidar de<br />
ti, hay que dejarle descansar.<br />
— 126 —
A partir de ese momento, con autonomía para navegar y con Altaha<br />
recuperada, todo marchó razonablemente bien. <strong>El</strong> único pequeño problema es<br />
que al no tener una bombona de gas no podían cocinar nada caliente lo que les<br />
empezaba a fastidiar bastante.<br />
Otro aspecto incomodo de la habitabilidad se daba cuando tenían que lavarse,<br />
pues estaba limitado a grifo de baño con agua dulce fría. La mejor alternativa que<br />
encontraron fue utilizar una toalla mojada para asearse, más o menos, y al menos<br />
no oler como tigres, como acertadamente describió Altaha.<br />
Altaha se había recuperado totalmente y los entretenía con su gran sentido<br />
del humor, parodiando las vacaciones que estaba disfrutando; Que si trabajando<br />
como una burra, que si comida fría como una vagabunda, que si sucia como un<br />
perro y para colmo de todo además, le estaba constando dinero. Así que las<br />
calificó como las vacaciones más masoquistas de toda su vida.<br />
Aprovechando este comentario Carlos les contó una teoría muy particular que<br />
él tenía sobre las vacaciones; aconsejaba buscar algo tipo aventura pero con<br />
carencias, así el regresar a la tranquilidad y bienestar del hogar, supondrá una<br />
gran satisfacción por volver al bienestar, además, de recodar las aventuras y<br />
anécdotas. Por el contrario resultaría frustrante trabajar todo el año y estar<br />
recordando esas semanas de inactividad, sol y lujo.<br />
Cuando acabó la explicación, Altaha le preguntó que si estaba loco. Pues esa<br />
teoría, además de acabar con todo el turismo en España, no tenía ningún sentido;<br />
las personas cansadas de trabajar no se quieren complicar la vida pasándolo mal<br />
en vacaciones.<br />
Marcelo, que inicialmente permanecía sin dar su opinión, matizó finalmente<br />
que eso dependía del trabajo de cada uno, si eres pescador, estas hasta arriba del<br />
mar y de pescar te gusta la montaña. Si en cambio estas todo el día esta sentí en<br />
una silla en un despacho te gusta el aire fresco y pescar. Cada uno busca lo que no<br />
tiene.<br />
Este comentario dejó a Altaha sorprendida, lo último que esperaba escuchar<br />
de la boca de Marcelo fue un juicio tan lógico como moderado.<br />
— ¡Me preocupas Marcelo, a ti te pasa algo! En serio. Has dado una opinión<br />
moderada, no has dicho ni una palabrota, y has sido comprensivo con los demás.<br />
¡No, desde luego este no es nuestro Marcelo, nos lo han cambiado! –Miró al<br />
mar— ¡Oh dios Neptuno devuélvenos a Marcelo y llévate a esta farsa!<br />
Marcelo se lo tomo con humor y le señalo con el dedo.<br />
—O dejas de vacilarme, o te quito la biodramina.<br />
Altaha aparentó retorcerse de dolor, simulando que agarraba la caja de<br />
biodramina como si Marcelo se la intentase quitar.<br />
— 127 —
— ¡No, no, por favor la biodramina no! ¡No puedo vivir sin ellas, compadécete<br />
de mí, haré lo que quieras!<br />
Se arrodillo y simuló besarle los pies.<br />
— ¡Oh amo, perdóname por mi osadía! Seré sumisa y respetuosa.<br />
Carlos y Marcelo se estuvieron riendo un rato con la parodia, estaba claro que<br />
la capacidad cómica de Altaha no tenía límites.<br />
La navegación continuó tranquila. Altaha se ocupaba de mirar el GPS, que me<br />
mostraba la posición y el rumbo así como la distancia, velocidad incluso hora<br />
estimada de llegada. Solo tenía que ajustar el rumbo del compás al rumbo<br />
indicado en el GPS. Si se desviaaban por el abatimiento del viento o el efecto de<br />
las corrientes lo refleja inmediatamente y solo tenían que corregir de nuevo el<br />
rumbo. De alguna forma tan poca actividad no le gustaba.<br />
—La verdad, es que yo pensaba que navegar resultaba un poco más difícil,<br />
pero solo es cuestión de ajustar un par de parámetros y ya está. Incluso en mucho<br />
más fácil que conducir.<br />
Marcelo, es su nueva línea de compañero moderado, aunque claramente no<br />
estaba convencido del comentario, opto seguir el razonamiento de Altaha.<br />
—O sea ¿qué te parece más sencillo navegar que ir por una carretera?<br />
—Si claro.<br />
—Deben de ser los efectos secundarios de la biodramina, no razonas muy<br />
bien.<br />
—No. Lo digo en serio. Aquí no hay carreteras y la velocidad es mucho más<br />
lenta que un coche; además sin tráfico, puedes tomarte tu tiempo y no hay<br />
riesgos.<br />
—¡Ya!. Pero en una carretera, no chocas con las olas, ni te puedes hundir, ni<br />
vas de noche sin luces. Y además no sabes lo que hay debajo del agua.<br />
—Bueno en eso no había pensado, pero me darás la razón que con el GPS, no<br />
es nada difícil llegar.<br />
—Si, ahora es muy fácil, por eso cualquiera coge un barco. Los de antes si eran<br />
auténticos marineros.<br />
— ¿Era mucho más difícil? –le preguntó.<br />
—Imagínate, que solo tienes una brújula que además, no es muy precisa. Ssolo<br />
vale para distancias cortas si te pones atravesar un océano no sabes ni donde<br />
acabaras.<br />
— ¿Pero cómo se podía navegar así?<br />
—Pues muy mal. Un ejemplo, desde los griegos ya se conocía que la tierra era<br />
redonda, pero hasta dos mil años después no se pudo circunnavegar.<br />
— 128 —
— ¿No fue Colon el que descubrió que era redonda?<br />
—No, en realidad desde Eratóstenes, que fue un astrónomo griego que se<br />
ocupaba de la biblioteca de Alejandría en el doscientos antes de Jesucristo, ya<br />
demostró su redondez, aunque ni siquiera lo cuestionasen en esa época.<br />
— ¿Lo demostró?<br />
—Sí, y además, no contento con eso decidió medirla. Lo hizo contando los<br />
pasos entre Asuán y Alejandría respecto a la diferencia de la inclinación del sol en<br />
los dos lugares, así calculó el radio con un error de solo un uno por ciento.<br />
— ¡Fantástico! –Exclamó Carlos—. Un auténtico científico. Pocos medios que<br />
suplió con imaginación e inteligencia.<br />
— ¿Entonces porque seguían confundidos muchos siglos después? –preguntó<br />
Altaha.<br />
Carlos creyó tener la respuesta a esa pregunta.<br />
—Seguramente cosas de la religión, cuando no puede explicar algo lo<br />
simplifica o directamente se engaña. ¿Piensa, como le explicas a una persona que<br />
no conoce el espacio ni la gravedad, que vivimos en un mundo redondo<br />
suspendido en la nada?, ¿Solución?, sencilla, vivimos en un mundo plano<br />
sostenido por Dios, y el que lo niegue es un ateo y lo mandamos a la hoguera.<br />
—Vale –dijo Altaha-, pero volviendo al tema de la navegación sin GPS, sería<br />
dificilísimo. Sin embargo recorrieron todo el mundo.<br />
—Así es.<br />
—Pues no lo entiendo.<br />
—Con los años, el hombre fue descubriendo cono navegar.<br />
— ¿Cómo lo hicieron?<br />
—Imagínate que tienes un pequeño barco pero no tienes ni idea de nada más.<br />
¿Cómo navegas? Sencillo, de día y con las referencias de la costas. Por ese motivo<br />
durante miles de años la navegación fue básicamente costera.<br />
— ¿Entonces solo iban pegados a la costa?<br />
—Al principio sí. Cuando construyeron barcos más grandes, aguantaban mejor<br />
las olas, pero el problema era el mismo. Por eso solo navegaban en una dirección<br />
a mar abierto si sabían que encontrarían tierra enfrente. En el mediterráneo,<br />
resultaba relativamente sencillo pues, siempre acababas encontrando una costa.<br />
— ¿Y cómo llegaban a las islas?<br />
—Si estaban cerca o eran muy grandes como Mallorca o Cerdeña, acertaban.<br />
Pero con otras como las Canarias, aunque los romanos y griegos sabían de su<br />
existencia no navegaban, pues resultaba muy peligroso llegar, si se confundían<br />
acababan perdidos en el océano.<br />
—Ósea, que en realidad iban bastante perdidos.<br />
— 129 —
—Sí, lo dice el propio nombre de “navegar por estima”, cuando se hace solo<br />
con la referencia del sol, y calculando a ojo la velocidad el viento y las corrientes.<br />
Y así cuando uno calculo donde esta se llama punto estimado o de estima, aunque<br />
por la falta de precisión que implicaba, también se le conoce por “punto de<br />
fantasía”.<br />
— ¡Qué bueno, punto de fantasía! O sea, que los antiguos cuando veían el mar<br />
abierto no le gustaba nada.<br />
—Tú lo has dicho. Además en Galicia tenemos un ejemplo muy claro. Los<br />
romanos, al llegar a Galicia, como extremo de la península ibérica, se trataba de la<br />
zona más occidental de imperio, así que de forma muy evidente le llamaron<br />
donde la tierra acababa en latín, osea “Finisterre”, y así le quedó el nombre hasta<br />
la actualidad.<br />
— Que originales.<br />
—<strong>El</strong>los eran así, en el estrecho de Gibraltar, donde a partir de ahí se abría el<br />
océano atlántico, pusieron un aviso en los mapas indicando que no había tierra<br />
más allá, en latín “Non Terrae Plus Ultra”, que lo remarcaban con dos columnas<br />
de Hércules, como si fuese una puerta que no se debía traspasar. Que por cierto,<br />
intimidó tanto a los navegantes que cuando se descubrió América el Rey Carlos I,<br />
para animar a la conquista del nuevo continente, cambio el lema por “plus ultra”,<br />
que viene a significar algo así como “hay algo más allá”. Y le debió gustar bastante<br />
pues lo incorporó al escudo de España.<br />
Carlos, se sentido sorprendido por esa información.<br />
— Muy interesante. Nunca había pensado porque estaban las columnas y ese<br />
lema en el escudo nacional.<br />
Altaha, seguía con su curiosidad sobre la navegación.<br />
— ¿Y hasta cuando duro esta forma de navegar?<br />
— Pues bastante, desde que comenzó la navegación digamos cuatro mil años<br />
antes de Jesucristo, hasta el año mil en que se descubrió la brújula por los chinos.<br />
— ¿Por los chinos?<br />
— Sí, está acreditado en un libro de 1087 el “Ensayo del tesoro de los sueños”<br />
escrito por Shen Kuo.<br />
— ¿Y cómo llego a Europa?<br />
— Por los árabes, que estaban en el medio y cubrían la llamada ruta de la<br />
seda. Está recogido en "<strong>El</strong> libro tesaurus de los mercaderes" de Baylak al—Kibjaki<br />
escrito en 1282.<br />
— ¿No los habrás leído? –le preguntó Altaha con cierta sorna.<br />
— No. Lo saqué de una historia sobre la brújula.<br />
— 130 —
— Menos mal. Comenzaba a pensar que lo habías leído todo. Pero volviendo a<br />
lo nuestro. Entonces si ya conocían la brújula los chinos y los árabes. ¿Por qué<br />
fueron los europeos los mejores navegantes?<br />
— Por pura necesidad, China y Arabia tenían imperios muy grandes y no<br />
necesitaban expandirse, en Europa en cambio, existían muchos pequeños reinos y<br />
estaban como locos por buscar más comercio y otros territorios.<br />
— Curioso lo de brújula, imagino que el nombre viene de algún término chino<br />
raro traducido.<br />
— Nada de eso, se llama brújula, por el diminutivo de bruja. Como no veían<br />
que la aguja se movía sola indicando siempre al norte, pensaban que estaba<br />
embrujada esa pequeña caja.<br />
— Simpático. ¿Y fue tan importante para la navegación?<br />
— Por supuesto. Y no solo para navegar más lejos sino también para la<br />
economía, pues antes solo se hacían viajes entre mayo y septiembre, para tener<br />
cielos despejados y ver la tierra a distancia. Ahora ya se podía viajar todo el año y<br />
esos meses adicionales eran de considerable importancia económica; por<br />
ejemplo, permitió a las flotas venecianas hacer dos viajes anuales al levante, en<br />
vez de uno sólo.<br />
— Osea, que por fin sabían con precisión el rumbo que seguían.<br />
— Bueno, resultó un poco más complejo que mirar la brújula. A lo largo de los<br />
años descubrieron que la brújula no siempre apunta al norte, pues cada zona<br />
tiene sus desviaciones por depósitos de hierro y otros elementos. Esto se<br />
solucionó cuando se hicieron mapas de todo mundo indicando las declinaciones<br />
de cada zona, que se representan con líneas llamadas curvas isogónicas. Para<br />
hacerse una idea en España es de unos siete grado oeste, pero hay zonas por<br />
Islandia que llegan a treinta o cuarenta grados.<br />
— Vaya lio.<br />
—Pues como curiosidad, te comento que la declinación de cada zona va<br />
cambiando con los años, por ese motivo los viejos mapas no sirven pues no tiene<br />
nada que ver el norte magnético de aquella época con el actual.<br />
— Me ha quedado claro. ¿Cuál fue el siguiente avance?<br />
— Hay que entender que con la brújula, lo único que se conocía era el rumbo<br />
que se seguía pero se desconocía donde se encontraba uno en medio del mar. Así<br />
que tuvieron que recurrir a las únicas referencias que podían ver que eran de día<br />
el sol, y de noche las estrellas. Y sobre todos se dieron cuenta que según la<br />
distancia del ecuador la altura de los astros cambiaban. Se comenzó midiendo con<br />
un aparato llamado el astrolabio. Así a finales del siglo XV se podía calcular con<br />
— 131 —
cierta precisión la latitud o altura en el mundo donde uno estaba, pero no existía<br />
forma precisa de determinar la longitud geográfica.<br />
— Pero entonces, solo conociendo la altura, no servía para nada. Solo<br />
disponían de una de las dos coordenadas necesarias para conocer la situación.<br />
— Le servía para mucho más que lo que tú piensas. Navegaban sobre los<br />
meridianos cortados, es decir primero navegar a un punto de la misma latitud que<br />
el destino para luego ir navegando manteniendo la latitud hasta dar con el<br />
destino.<br />
— No me he enterado de nada.<br />
— Por ejemplo, el navegante que iba de España a Cuba desconocía en que<br />
meridiano se encontraban, pero sabiendo que estaban en el paralelo veintitrés<br />
Norte, si seguían navegando sobre ese paralelo hacia el oeste acabarían<br />
encontrando Cuba. Podría parecer un sistema muy básico, pero lo cierto es que<br />
daba muy buen resultado. Así se navegó durante siglos entre Europa y América,<br />
además de por el resto del mundo.<br />
— Imagino –apunto Carlos-, que el siguiente descubrimiento fue como<br />
localizar la longitud.<br />
— Exactamente, pero no fue nada fácil. La única forma de conseguirlo es con<br />
un reloj lo suficientemente preciso para saber a qué distancia estaba. Lo malo es<br />
que en esa época no había relojes.<br />
— Pues lo tenían claro.<br />
— Lo que si tenían claro es que había que conseguirlo. Así todas las potencias<br />
de Europa ofrecieron recompensas al que lo construyese. Felipe III, ya en 1573<br />
ofreció un premio de seis mil ducados de renta perpetua y dos mil de renta<br />
vitalicia. Incluso atrajo a Galileo en 1612, pero nadie logró solucionarlo y quedó<br />
desierto. Casi doscientos añas más tarde seguían sin resolver el problema, hasta<br />
que llego un relojero inglés John Harrison, que en un ejercicio de perseverancia<br />
pasó a historia, pues después de treinta y siete años de experimentar en varios<br />
modelos el Rey le dieron finalmente el premio en el año 1773 a los ochenta años.<br />
— O sea que tardaron casi cuatrocientos años en solucionarlo. Imagino que<br />
entonces la navegación se hizo mucho más segura.<br />
— Si, y así se navegó hasta mediados del siglo XX. Entonces todo cambió con la<br />
electrónica.<br />
— Con el GPS.<br />
— No, eso fue un poco más tarde. Primero fueron dos descubrimientos muy<br />
útiles. Uno fue el uso de las ondas de radio para localizar la posición, como hacen<br />
ahora con los móviles, el sistema se llamó, LORAN acrónimo de<br />
LOng RAnge Navigation, o navegación de largo alcance. Otro sistema se debió a la<br />
— 132 —
característica especial de las ondas de rebotar en los objetos, y así se inventó el<br />
RADAR, acrónimo de radio detection and ranking, o detección y medición de<br />
distancias por radio. Esto permitió detectar a kilómetros de distancia o en la<br />
oscuridad la presencia de barcos o de tierra, permitiendo una navegación con<br />
independencia de la visibilidad.<br />
— Y después vino el GPS.<br />
— Exactamente, a final del siglo veinte, con el desarrollo de los satélites, se<br />
crea sistema por todos conocidos GPS que es el acrónimo de Global Positioning<br />
System, o sistema de posicionamiento Global. Se basa en triangular la señal de<br />
veinticuatro satélites que están en órbita, aunque por seguridad número total son<br />
treinta y dos.<br />
— ¿E un sistema perfecto?<br />
—Casi perfecto. <strong>El</strong> único problema de este sistema es que está controlado por<br />
EEUU y en concreto por el ejército, con esta dependencia el resto de los países se<br />
quedarían tirados pues en cualquier momento. Por este motivo los países que<br />
pueden están construyendo los suyos; Rusia puso en marcha el GLONASS hace<br />
unos años; Europa, creó el GALILEO que ya comenzó a lanzar satélites pero no<br />
estará operativo hasta dentro de unos años; China astutamente primero se unió<br />
al proyecto Galileo, pero después de disponer de la tecnología, decidió implantar<br />
en suyo propio llamado BEIDOU, u Osa Mayor, y acaban de lanzar su primer<br />
satélite.<br />
—Me ha quedado claro –dijo Altaha- que navegar sin el GPS es más difícil de lo<br />
que parece. ¿Y yo me preguntó? ¿Qué pasaría si se nos estropea el GPS? ¿Sabrías<br />
llegar hasta Madeira solo con la brújula?<br />
—Debemos estar a menos de doscientas millas, por lo que teóricamente solo<br />
tendríamos que seguir ese rumbo que nos lleva directos.<br />
— ¿Así de fácil?<br />
—No, todo lo contrario; la realidad es que hay cambios de rumbo, la deriva de<br />
las corrientes y el abatimiento del viento nos desvían. Así que, sabiendo que<br />
estamos a dos o tres días de Portugal, no me arriesgaría, daría la vuelta y me<br />
dirigiría hacia el este. Ahí seguro que encuentro la costa de Portugal o en el peor<br />
de los casos África.<br />
— ¡Pero bueno Marcelo! ¿Qué me dices? La isla de Madeira es muy grande. ¿No<br />
me digas que no eres capaz de acertar con ella, todo un marinero como tú?<br />
—Pues no lo sé. Carlos ayúdame a calcular el ángulo de error de aquí a Madeira.<br />
Carlos se quedó pensando unos segundo recopilando mentalmente los datos.<br />
—Digamos que Madeira mire unos cuarenta kilómetros por veinte, estamos a<br />
doscientas millas o sea unos trescientos sesenta kilómetros. Bueno, así a ojo<br />
— 133 —
tenemos un seno de cero coma cero ochenta y tres, que representa unos cinco<br />
grados de margen de error para dar con la isla.<br />
—Lo que imaginaba, solo cinco grados. Eso es muy poco, incluso sin el efecto de<br />
las corrientes y del viento, navegando con la brújula es imposible no confundirse<br />
un par de grados al tomar el rumbo.<br />
A Altaha le parecía imposible no acertar con una isla tan grande.<br />
—Pues no lo entiendo, aunque no llegues justo al puerto, la isla se ve a mucha<br />
distancia.<br />
Marcelo movió el dedo marcando una negativa.<br />
—Ya. Y si coincide un día con niebla o es de noche, pasaríamos de largo y<br />
acabamos en medio del atlántico. No podemos jugarnos la vida a que aparezca o<br />
no un banco de niebla.<br />
—Así, que si este pequeño GPS se estropea, tenemos que volver.<br />
—Pues sí, dependemos de este pequeño aparato. Es lo malo de no haber<br />
preparado el viaje, vamos con lo justo.<br />
A pesar de las inquietudes planteadas el GPS funcionó correctamente y<br />
siguieron el rumbo previsto navegando con relativa tranquilidad.<br />
Cuando ya se veían a menos de un día tuvieron un pequeño contratiempo.<br />
Para ajustar unos parámetros en el ordenador, pararon el motor y recogieron las<br />
alas, quedándose al pairo durante unos minutos. Una ola perdida los cogió de<br />
través rompiendo en la bañera. Altaha tuvo la mala suerte de estar precisamente<br />
en el bordo donde rompió y la ola le cayó justamente encima, después, el resto<br />
del agua entró por la escotilla de la entrada, metiendo dentro del Albatros una<br />
docena de litros de agua y con tan mala suerte que cayeron sobre la bolsa de ropa<br />
de Altaha que estaba en el suelo. <strong>El</strong> agua se filtró por los agujeros del suelo hasta<br />
la sentina donde quedo recogida, y con la bomba de achique manual y la<br />
evacuaron en un minuto.<br />
Marcelo aunque soluciono rápidamente la limitada entrada de agua, se quedó<br />
preocupado, pues con mal tiempo las olas serían más grandes y podrían meter<br />
mucha más agua pudiendo afectar a los sistemas eléctricos paralizando todo el<br />
barco. Como sistema de precaución estableció que con mal tiempo navegasen<br />
con la escotilla cerrada. Con acierto la escotilla la habían diseñado de forma<br />
ovalada ajustada en todo su perímetro con una moldura de plástico y con cierre<br />
con seis puntos de anclaje, parecida a la de los submarinos, por lo que se cerraba<br />
de forma totalmente estanca.<br />
Altaha se quedó empapada y con toda la ropa repuesto mojada. Así que tuvo<br />
que recurrir a la ropa de Marcelo y Carlos para estar seca. Ofrecía un aspecto<br />
— 134 —
simpático con un pantalón de chándal largo y flojo con doble vuelta en tobillo y<br />
una sudadera también muy floja con las mangas dobladas, parecía uno de esos<br />
jóvenes de hip-hop.<br />
Marcelo le enseñó el viejo truco de los navegantes trotamundos, de colgar las<br />
prendas al viento para que se secasen. Así colgadas aun sin sol el efecto del viento<br />
hace que la ropa se seque rápidamente. Resulta bastante escandaloso eso de<br />
llevar la colada al viento, así que cuando uno ve un velero con esa facha se da<br />
cuenta que es el típico trotamundos, que le resulta indiferente la imagen mientras<br />
solucione su colada.<br />
Altaha haciéndole caso, colgó su ropa en la bañera a modo de un improvisado<br />
tendal y tal y como predijo Marcelo en un par de horas se quedó seca, aunque eso<br />
si un tanto acartonada por efecto de la sal, así que opto por seguir vestida con el<br />
chándal.<br />
— 135 —
UN DESCANSO MERECIDO<br />
Al día siguiente Altaha se levantó, emocionada a sabiendas que llegarían a<br />
Madeira.<br />
<strong>El</strong> archipiélago de Madeira está compuesto de dos islas habitadas, Madeira y<br />
Porto Santo y tres islas menores no habitadas, llamadas Islas Desertas. A media<br />
mañana pasaron junto a la isla de Puerto Santo, que es especial, pues Madeira<br />
carece de playas de arena, así que el que quiera tomar el sol en la playa tiene que<br />
desplazarse a esta isla vecina.<br />
Siguieron navegando hacia el suroeste, Madeira se encontraba a veinte millas<br />
náuticas pudiéndose divisar con facilidad, pues la parte más alta de la isla llegaba<br />
a alcanzar los mil ochocientos metros. La isla, en realidad, estaba constituida por<br />
la parte que sobresalía del agua, de un volcán que surgió en la mitad del océano.<br />
En menos de dos horas ya estaban en el noroeste de la isla y dado que<br />
Funchal, como capital y principal puerto, se encontraba ubicado en el sur de la<br />
isla, tuvieron que recorrer toda la costa del sureste. A mitad de camino se<br />
cruzaron con el aeropuerto internacional de Madeira antes llama de Funchal o<br />
santa Catarina. Carlos le comentó como curiosidad que dado que la orografía de<br />
la isla es una gran montaña, no existía ningún lugar para instalar un aeropuerto,<br />
así que tomaron una ladera junto al mar y ahí construyeron un pequeño<br />
aeropuerto. Tan ajustada estaba la pista, que cuando tuvieron que alargarla para<br />
los aviones de reacción tuvo que crecer sobre el mar. Así el viajero que llega por<br />
primera vez, le resulta bastante impresionante aterrizar en una pista que<br />
comienza y acaba en el mar, y el avión vuela a la altura de las casas de los vecinos<br />
que están en la ladera. Esta peculiaridad y la dificultad que implica, exige que los<br />
pilotos de las aerolíneas tengan que tener un curso especial para aterrizar o<br />
despegar.<br />
Siguieron navegando paralelos a la costa hasta que divisaron Funchal. Su<br />
puerto formaba con la costa una forma alargada abierta hacia el este, justamente<br />
por donde ellos llegaban. Se trataba de un puerto amplio para dar cabida a<br />
grandes buques, dentro de este puerto se encontraba el puerto deportivo, cuya<br />
ubicación resultaba perfecta, pues estaba situado justamente en medio de la<br />
ciudad, delante de un viejo fuerte blanco.<br />
En ese momento, cuando recorría esa última media milla sintieron la emoción<br />
de la travesía que habían realizado y comenzaron a felicitarse. Indiscutiblemente<br />
para Carlos y Altaha se trataba de una gran aventura; incluso para Marcelo, a<br />
pesar de tener mucho mar en el cuerpo, también se sentía muy satisfecho, pues<br />
— 136 —
ecorrer seiscientas milla de mar abierto en un barco construido por uno mismo<br />
no estaba exento de mérito.<br />
Atracaron con comodidad y al exhibir sus documentos de identidad española,<br />
el guardia no hizo ninguna pregunta más sobre el Albatros. Madeira como isla<br />
recibía todo tipo de barcos y no era cuestión de negar un atraque por<br />
formulismos y enviar al navegante de vuelta al medio del océano.<br />
A la satisfacción de la arribada se les unía la de recobrar ciertas comodidades,<br />
pues la estancia en el Albatros durante seis días les hizo recordar la necesidad de<br />
una buena cama, una ducha o poder tomar algo caliente. De forma unánime<br />
decidieron coger un hotel para pasar el tiempo que estuviese en Funchal,<br />
escogieron uno situado en medio de Funchal, Altaha cogió una habitación y Carlos<br />
y Marcelo otra conjunta.<br />
Se fueron a las habitaciones para descansar y se vieron después de unas horas<br />
en la cena. Altaha no dejaba de manifestar su felicidad por la ducha que se<br />
acababa de dar, felicidad que completaría cuando pudiese dormir tranquilamente<br />
sin el concierto de ronquidos que Marcelo o Carlos le deleitaban cada noche. <strong>El</strong>los<br />
la miraron y sin ofenderse y le dejaron que disfrutase del momento; Eran<br />
plenamente conscientes que a partir del segundo día de navegación Altaha se<br />
acostumbró a la convivencia y a partir de ese momento dormía a pierna suelta,<br />
con independencia de las olas, del motor y de los ronquidos.<br />
La cena supuso una venganza, después de estar casi una semana comiendo<br />
frio a base de fruta, latas y bocadillos. Se regocijaron primero con una sopa<br />
caliente y después con una buena carne, incluso al llegar al postre pidieron algo<br />
caliente. Brindaron en varias ocasiones por la travesía realizada, se podían<br />
considerar con suerte por haber navegado con el Albatros seiscientas cincuenta<br />
millas en mar abierto sin incidentes.<br />
Entre el vino y la emoción, Altaha se iba poniendo cada vez más eufórica.<br />
—Esto hay que celebrarlo, ¿Cuál es el plan de esta noche?<br />
—Yo me pienso coger una buena tajada –respondió Marcelo sin pensarlo.<br />
— ¿En serio quieres emborracharte?<br />
—Sí, claro.<br />
—No te he visto beber ni un solo día en el mar.<br />
—En el mar no bebo nunca. Hay que conservar toda la concentración y la<br />
fuerza.<br />
—Yo pensé que los marineros tomabais ron y estas cosas.<br />
—Tú has visto demasiadas películas de piratas. En la mar no se suele beber,<br />
hay un dicho que lo deja claro; Cuando al marinero le dan de beber, o esta jodido<br />
o lo van a joder.<br />
— 137 —
— ¿Y eso que significa?<br />
—Que solo le daban de beber cuando tenía una lesión, para que aguantase el<br />
dolor o, para animarlo a hacer algo arriesgado.<br />
— O sea, que en el mar eres abstemio, y cuando bajas a tierras te resarces.<br />
—Lo has pillado.<br />
—Y entonces, tu diversión consiste en beber hasta ponerte borracho como<br />
una cuba.<br />
—No, tampoco. Eso es de borrachos. Bebo hasta perder todo el sentido de lo<br />
que me rodea, hasta que solo veo el presente inmediato, y con un poco de música<br />
se alcanza un estado como de trance interesante. Pero sin llegar a perder el<br />
control.<br />
— ¡Bueno, bueno con Marcelo! –Exclamó Altaha-. Se nos ha puesto metafísico<br />
con una borrachera.<br />
— ¡Vete a rascarla Altaha! Si hablo mal porque mal, y si bien porque bien.<br />
—Bueno, perdona, no era por meterme contigo, es que me ha hecho gracia.<br />
Yo cuando me he cogido una buena tajada nunca pensé en eso. ¡Oye tal vez me<br />
puedas enseñar!<br />
—No hay nada que enseñar. Bebes y ya está. Imagino que habrás ido de copas<br />
muchas veces.<br />
—Sí, pero siempre con los amigos en plan salir. Nunca he ido a propósito para<br />
cogerla, ni buscando ese punto de nirvana.<br />
—Entonces, mejor no busques lo que no necesitas.<br />
— ¡Es que hoy estas que te sales! Si pareces un monje budista dando consejos.<br />
—lo miró a los ojos mientras levantaba la mano— Pero espera, no te lo tomes a<br />
mal es que me hace gracia, pero lo digo en serio, un día es un día y me gusta<br />
experimentar ese estado a propósito.<br />
—Pues no hace falta que te enseñe, solo tienes que beber hasta que te haga<br />
daño. Y la próxima vez un poco menos, así hasta que alcances tu punto de<br />
equilibrio.<br />
—Ese tipo sistema de aprendizaje a base de prueba y error –apuntó Carlos—.<br />
Tiene el defecto de tener que beber muchas veces y caer en los extremos, antes<br />
de aprender. En este sentido estoy conforme con Altaha en que le enseñes, tú<br />
debes de actuar como un sistema experto.<br />
Altaha los miró desconcertada.<br />
—Me siento como si tuviese que ser programada, tampoco es para tanto me<br />
basta con algún consejo.<br />
Marcelo la miró, claudicando, pues si no optaba por darle algún consejo la<br />
tendría que aguantar las siguientes horas.<br />
— 138 —
— ¿Un consejo quieres? Pues bebe despacio. En general el alcohol tarda unos<br />
veinte minutos en hacer efecto, y más de una hora en ser eliminado. Así que si<br />
bebes deprisa cuando comiences a encontrarte mal, en realidad seguirás<br />
absorbiendo alcohol en la siguiente media hora y estarás cada vez más borracha.<br />
Si bebes despacio, cuando cojas el punto paras. Si lo haces así, podrás seguir<br />
manteniendo un par de horas, claro que tampoco es cuestión de batir ningún<br />
record, nunca te pongas objetivos absurdos.<br />
—Ha estado bien, seguro que conoces más, ¿qué bebidas aconsejas? A mí me<br />
gusta comenzar la cena con vino, seguir con un Martini y después ya se verá.<br />
—Pues así vas mal. Lo mejor es no mezclar. En cuanto a las bebidas los mejor<br />
son bebidas secas que otras con mucho azúcar como el anís. También te aconsejo<br />
alcohol lo más limpio posible como el vodka o la ginebra.<br />
—Pues nada, lo mejor es pasar a la práctica. ¿Te apuntas Carlos a una<br />
borrachera, descontroladamente controlada, dirigida por nuestro maestro Zen<br />
Marcelo?<br />
—Sugerente sin duda, pero no gracias –respondió Carlos con una sonrisa-. Uno<br />
de los recuerdos que me ha dejado la empresa, es una ulcera de estómago. La<br />
tengo que controlar, así que muy poco vino y solo con las comidas y por la noche<br />
antes de acostarme una manzanilla, si respeto este protocolo entonces no me<br />
molesta y duermo bien. En definitiva me he vuelto epicúreo.<br />
— ¿Qué te has vuelto qué? –pregunto Altaha, mostrando que no tenían ni<br />
idea de que era eso.<br />
—En la Grecia antigua lo hedonistas buscaban el placer, pero también estaban<br />
otro grupo de filósofos, los epicúreos, que también buscaba el placer, pero se<br />
dieron cuenta que si se excedían producía dolor, así que se volvieron muy<br />
moderados viviendo de forma modesta, pues de así alcanzaban la máxima<br />
felicidad.<br />
—Qué cosas, si es que hay gente rara para todo. Pero nada Carlos tu pégale a<br />
los epicúreos esos que dices, que nosotros nos vamos de pubs a sufrir un poquito.<br />
— No me gustan los Pubs –apunto Marcelo— prefiero tomar una copa aquí y<br />
otra allí, además, paseando se van bajando.<br />
— ¿Pero si no es un pub, dónde tomas las copas?<br />
— En los bares de toda la vida, donde están los marineros y pescadores.<br />
Después al final buscamos un sitio más cómodo donde sentarnos, sin esa música<br />
atronadora de los pubs.<br />
—Vaya plan, como para tirar cohetes. Si te parece bien comenzamos en el<br />
hogar del pensionista, creo que la cafetería tiene un ambiente de miedo.<br />
— 139 —
—Altaha, tu haz lo que haz lo que quieras. Pero que te quede claro, que yo voy<br />
a los sitios que me gustan.<br />
—Vale, vale por mí no hay problema, pero si no quieres que te acompañe<br />
dímelo, a lo mejor te molesto y prefieres beber solo.<br />
—Solo los borrachos beben solos. Bebo acompañado y para pasarlo bien.<br />
—Bien. Entonces yo te sigo a donde vayas y tomaré lo que tú tomes.<br />
—No, si pretendes aguantar. Yo peso ochenta kilos y tú —la miró de unos<br />
segundos de arriba a abajo— así a ojo unos cuarenta y ocho.<br />
— Eres peligroso para las mujeres Marcelo, solo te has confundido por un kilo.<br />
De debes saber que el peso es el último secreto que queremos que un hombre<br />
conozca. Bueno ya que lo has descubierto, entonces debo beber la mitad que tú.<br />
—Con menos pesos metabolizas peor y además, no estás acostumbrada. Con<br />
una tercera parte vas sobrada, y ya veremos cómo te vas encontrando.<br />
Antes de irse aprovechando un momento que Carlos estaba a solas con<br />
Marcelo, le comentó que veía a Altaha demasiado emocionada y le pidió que la<br />
cuidase. Marcelo asintió con un breve movimiento de la cabeza. Carlos conocía lo<br />
poco dado de Marcelo a ratificar las órdenes, tal vez fuese porque no le gustaba<br />
recibirlas o tal vez porque entendía iba implícito en su condición hacer las cosas<br />
correctamente; y lo cierto es que durante dos años trabajando con él, ese gesto<br />
suponía la máxima respuesta que le daba cuando le encargaba cualquier trabajo,<br />
por complejo que fuese. Así que, con esa pequeña inflexión de Marcelo, Carlos se<br />
quedó totalmente tranquilo, le otorgaba más seguridad que si cualquier otra<br />
persona lo hubiese jurado sobre la Biblia.<br />
Después de cenar Marcelo y Altaha salieron dando una vuelta por Funchal y se<br />
acercaron hasta el puerto, donde buscaron un bar típico de marineros y<br />
pescadores. Se sentaron en una mesa y después de mirar a su alrededor, Marcelo<br />
se dirigió a dos pescadores y les pidió información para navegar por la zona.<br />
Marcelo, previamente le explicó a Altaha que los extranjeros generan<br />
desconfianza, pero si te muestras humilde y además les pides consejo, estas<br />
reconociendo necesitas ayuda y que ellos saben más, lo que les otorga mucha<br />
confianza.<br />
Cuando Marcelo comenzó a hablar con ellos en portugués, Altaha se sintió<br />
sorprendida. Marcelo le explicó que el gallego y el portugués son muy parecidos,<br />
por lo que no tenía ningún problema en entenderse.<br />
<strong>El</strong> plan funcionó a la perfección pues enseguida se fueron incorporando el<br />
resto de los marineros y pescadores para dar su opinión. Marcelo se dirigió al<br />
dueño de la cantina y dijo en voz alta que estaban todos invitados a lo que<br />
quisiesen, lo que generó que se consolidase el grupo para darle consejos. Esa<br />
— 140 —
gente agradeció la primera invitación y mientras la conversación continuaba, los<br />
marineros con su nobleza insistieron en que la siguiente ronda fue a su cargo.<br />
Estaban ya bastante animados hablando de prácticamente cualquier cosa, y<br />
Marcelo insistió en tomar una tercera ronda a su cuenta, entonces Altaha<br />
comentó que le tocaba el turno de pagar a ella. Todos la miraron extrañados, eso<br />
de dejarse invitar por una jovenzuela, que podía ser la hija de cualquiera de ellos<br />
no entraba dentro de sus planes. Marcelo plenamente integrado con los<br />
pescadores hizo un ademán con la mano, como que no le hicieran ni caso a la<br />
niña, y se ocupó el de pagar la ronda.<br />
Altaha, lejos de molestarse, contemplaba con beneplácito lo feliz que sé que<br />
encontraba Marcelo, estaba claramente en su mundo, con su gente de toda la<br />
vida, compartiendo la bebida y comentando sus cosas del mar.<br />
Bajo los efectos eufóricos de las copas, se despidieron entre abrazos, como si<br />
fuesen amigos de toda la vida, deseándoles una buena navegación y Marcelo a<br />
ellos una buena pesca.<br />
Altaha estaba asombrada. <strong>El</strong> antisocial de Marcelo, en menos de dos horas se<br />
había ganado como amigos a todos los del bar, además, tal y como se<br />
despidieron, seguro que no dudaban en ayudarles en todo cuanto pudiesen si así<br />
surgía la oportunidad. Sintió envidia, ella se lo pasaba muy bien de pubs y sin<br />
duda hacía amigos, pero de esos de una noche y si ibas con un problema al día<br />
siguiente, si te he visto no me acuerdo. <strong>El</strong> espíritu en esa taberna se evidenciaba<br />
mucho más franco y noble. Esto le hizo prometerse que nunca volvería a<br />
despreciar un bar de pescadores, incluso cuando volviese a Tenerife, se daría una<br />
vuelta para conocerlos.<br />
Ya en la calle, claramente Altaha mostraba los efectos del alcohol y resultaba<br />
imposible quitarle esa sonrisa de oreja a oreja. Mientras se dirigían al centro de<br />
Funchal, Altaha percatándose de su situación de borracha, simpáticamente le<br />
sugería a Marcelo que no abusase de esta situación; aunque su forma de<br />
expresarlo más parecía una sugerencia que una advertencia. Marcelo la<br />
tranquilizó comentándole que con el carácter e iniciativa de Altaha, él se sentía<br />
más como presa que como cazador.<br />
Así, hablando de tonterías, llegaron hasta un café con una terraza donde a<br />
esas horas ya estaban tomando copas. Altaha pidió otra copa. Marcelo se lo<br />
intento impedir, pues aún estaba claramente bajo el efecto de las anteriores. A<br />
pesar de las advertencias Altaha insistió en tomarla y la noche no duro mucho,<br />
pues el alcohol hizo efecto más rápido de lo previsto y apenas se mantenía en pie.<br />
Marcelo decidió acabar la noche y llevarla al hotel que no se encontraba lejos.<br />
— 141 —
En el camino de regreso Altaha daba muestras de perder el equilibrio, así que<br />
la cogió por los hombros. Lentamente iban avanzando por la calle, y mientras<br />
Marcelo casi la arrastraba ella insistía en cantar una canción de moda.<br />
Altaha se despertó de un sueño profundo con una resaca considerable.<br />
Durante unos segundos no tenía ni idea donde estaba, al ver la habitación fue<br />
recordando todo; no dejaba de sorprenderse de cómo diablos acabó en una isla<br />
en la mitad del océano después de llegar en un barco construido por ellas y unos<br />
amigos que hasta hacía dos meses prácticamente ni conocía. Ni contando con su<br />
exuberante imaginación llego nunca a prever este giro inesperado en su vida,<br />
aunque ella más que un cambio radical solo lo consideraba como unas vacaciones<br />
extravagantes.<br />
Una vez que volvió a la realidad, comenzó a coordinar los movimiento pudo<br />
mirar la hora comprobando que ya eran las doce y media. Lentamente logró<br />
meterse en la ducha y después de diez minutos se sintió mejor pero claramente<br />
necesitaba un café. Bajó a la cafetería del hotel y se encontró con Carlos leyendo<br />
la prensa, que cuando se percató de su presencia, con total parsimonia, la miró<br />
dobló el periódico y lo dejó en la mesa para prestarle atención, parecía el típico<br />
ingles flemático impasible ante todo lo que le rodeaba.<br />
— ¿Qué tal ayer? –le preguntó con curiosidad— Por la cara que tienes,<br />
pareces Orfeo regresando del reino de los muertos, debió de ser una noche<br />
antológica.<br />
—Sí estuvo, bien. Pero tengo una laguna; no recuerdo nada a partir de cierto<br />
momento.<br />
— Bueno, lo importante es que estés bien ahora.<br />
— Sí, pero es que no recuerdo como acabé la noche con Marcelo. Hasta donde<br />
yo sé no ocurrió nada entre los dos. Aunque a partir de un momento ya no<br />
recuerdo nada. Pero yo me conozco, con un par de copas todos los hombres me<br />
parecen guapos.<br />
—Yo no me quiero meter en tu vida, pero deberías preguntarselo, estas cosas<br />
es mejor saberlas.<br />
—Que patético. Preguntarle si nos enrollamos cuando estaba borracha.<br />
—Pues estas ante un dilema moral. Tendrás que optar entre la verdad con<br />
rubor y la ignorancia con honor.<br />
—No me líes, que no tengo la cabeza para tanto juego de palabras. Hablando<br />
de Marcelo ¿sabes si ya se levantó?<br />
—Sí, lo vi hace cosa de una hora. Se fue a correr, dijo que le sentaba bien para<br />
depurar del alcohol.<br />
— 142 —
— ¿Pero se puede saber de qué madera esta hecho? yo tengo la cabeza llena<br />
de campanas y él se va a correr diez kilómetros como si tomase un café.<br />
—Hablando de tomar el aire, sería bueno que diésemos un paseo, la brisa y<br />
otro café te ayudará a despejarte.<br />
Dieron una vuelta por el centro de Funchal y regresaron para comer. Se<br />
encontraron con Marcelo que les esperaba en el hall, ya duchado y vestido de<br />
sport. Se interesó rápidamente por el estado de Altaha.<br />
— ¿Qué tal estas?<br />
—Con un resacón.<br />
—Te lo advertí, pero bebiste muy rápido.<br />
— ¿En qué estado llegué?<br />
—Pues bastante bien, teniendo en cuanta que no vomitaste y te mantuviste<br />
en pie.<br />
—No recuerdo nada desde que tomamos unas copas en ese café de los toldos<br />
rojos.<br />
—Pues no hubo nada más, después regresamos directamente andando al<br />
hotel.<br />
—No lo recuerdo.<br />
—Te deje en tu habitación.<br />
Hubo un silencio de unos segundos durante los cuales Altaha dudo si<br />
preguntar, pero su curiosidad pudo más que su rubor.<br />
— ¿Me perdí algo interesante? Cuando me desperté, estaba con el pijama y<br />
no recuerdo nada.<br />
—Le pedí a la recepcionista que te ayudase a cambiarte y te dejase metida en<br />
la cama.<br />
Respiró aliviada, pasando al contraataque para evitar que se notase su rubor.<br />
— ¿Te daba vergüenza ponérmelo tú y acostarme?<br />
—Vergüenza no sé, pero pereza sí, y además, te podría sentar mal. A las<br />
mujeres no les gusta que les quites la ropa sin su autorización.<br />
—Vaya, con Marcelo. Resultas un experto en conocer lo que les gusta a las<br />
mujeres.<br />
—No creas. Respecto a lo que les gusta soy bastante torpe, pero en lo que les<br />
molesta tengo experiencia.<br />
— ¡Ah sí!, ¿y qué otras cosas les molestan?<br />
— Pues por ejemplo que no te intentes acostar con ellas, ellas piensan que<br />
siempre será así.<br />
— 143 —
—Pues vaya genio de la psicología. Es que tú también, ya puestos, no las<br />
puedes dejar con la miel en los labios.<br />
—Pues eso, lo que yo te decía, que no te lo perdonan.<br />
— ¿lo has hecho alguna vez?<br />
—Una vez, que estaba muy borracho, llegue con una a la cama pero le dije que<br />
solo quería dormir.<br />
— ¿Y le sentó mal?<br />
—De pena. Cuando me desperté ya no estaba, y nunca más la he vuelto a ver.<br />
— ¡Es que tú también Marcelo!, hay que estar a lo que hay que estar. ¿Pero es<br />
verdad esa historia? No sería que tuviste un gatillazo, que ya no eres un chaval y<br />
esas cosas empiezan a pasar.<br />
Estaba claro que los cafés habían hecho efecto en Altaha que comenzaba a<br />
resurgir con toda su inventiva maliciosa. Carlos, no quería que con su ingenio<br />
molestase a Marcelo, e intervino rápidamente.<br />
—Altaha, veo que la resaca potencia tu sarcasmo. Marcelo cuido de ti como yo<br />
le pedí; así que deberías darle las gracias y dejar de meterte con él.<br />
— ¿En serio le pediste que cuidase de mí?<br />
—Sí.<br />
—Pues anda que me espera una buena juerga con vosotros dos; con un padre<br />
preocupado por mi vida y un hermano mayor para cuidarme.<br />
Marcelo la miró.<br />
—Te confundiste de barco, el de las orgías salía de otro puerto.<br />
—Tampoco es eso, lo que ocurre es se hay que moveros un poco, animaros,<br />
falta el espíritu de la diversión. Os veo un poco apagados, esta es la mayor<br />
aventura de mi vida y queréis que no la disfrute.<br />
Si fuese por Altaha seguiría hablando y hablando toda la mañana, así que<br />
tuvieron que pararla para planificar lo que pensaban hacer. Altaha se inclinaba<br />
por el turismo, pero Marcelo insistió en que antes de nada debían ocuparse de<br />
equipar al Albatros, que en materias de seguridad adolecía de graves carencias,<br />
después ya tendrían tiempo de conocer la isla. Estuvieron todos de acuerdo, lo<br />
primero era lo primero.<br />
Marcelo, desde que comenzaron a navegar en el Albatros, les transmitió de<br />
forma muy seria, que el mar es un elemento hostil para el hombre y es fácil<br />
ponerse en un grave peligro si algo no funciona bien. La única solución consistía<br />
en estar en todo momento preparado para superar cualquier posible problema.<br />
Carlos y Altaha cuando comenzaron a navegar en Rianxo, pensaban que<br />
exageraba, pero durante la travesía en el océano se percataron de toda la razón<br />
— 144 —
que tenía. Ahora estaban los tres concienciados en estar lo mejor preparados<br />
posibles, con esta mentalidad se pusieron a repasar toda la cuestión de la<br />
seguridad. Después del susto que pasaron, su máxima prioridad se centraba en<br />
dotar al Albatros de un mejor equipo de comunicaciones.<br />
Y aunque todos estaban de acuerdo con esta prioridad, Altaha planteo que<br />
deberían de sopesar las inversiones, pues andaba muy mal de dinero. Antes de<br />
que Carlos diese su opinión Marcelo dijo que no se preocupasen, él cubriría las<br />
diferencias o se haría cargo de todos los gastos si fuese necesario.<br />
Las economías de los tres eran completamente diferentes; Carlos disponía de<br />
poco dinero pero se podía permitir gastar un par de miles de euros, pues en nada<br />
cambiaría su vida; Altaha vivía a día y acababa el mes tirando de la visa, sus<br />
opciones eran el paro y la indemnización por despido que le tenía que durar hasta<br />
que encontrase trabajo, así que no disponía prácticamente de ningún margen.<br />
Marcelo estaba en una situación diferente, pues durante años se unió su enorme<br />
capacidad de trabajo acumulando horas extras y pluses con su situación de<br />
soltería y vida estoica, por lo que llevaba quince años ahorrando. Aunque nunca<br />
les comentó cuánto dinero tenia, calculaban que debería de ser bastante, pues en<br />
algún momento insinuó que podía comprarse una o dos casa grandes cuando<br />
volviese a Rianxo.<br />
Así que ante la financiación total de Marcelo con el apoyo de Carlos, se fueron<br />
a comprar los equipos. Altaha se sentía un poco mal por no poder contribuir, pero<br />
no le hicieron ningún caso, eran plenamente conscientes que sencillamente no se<br />
podía permitir el lujo de gastar lo que no tenía.<br />
Funchal al ser la capital de una isla en la mitad del atlántico estaba<br />
perfectamente adaptada a satisfacer las necesidades de los navegantes, por lo<br />
que no tuvieron ningún problema en encontrar varías tiendas náuticas<br />
especializadas en todo tipo de equipos.<br />
Lo primero que buscaron fue un teléfono por satélite para estar siempre<br />
conectados y poder pedir ayuda.<br />
Compraron un Motorola modelo 9505 con sistema Iridium, así como unos<br />
cargadores con baterías solares para que no quedase nada al azar. Se dieron de<br />
alta con una cuenta telefónica por un par de meses para así tener abierta las<br />
comunicaciones, aunque le explicaron que siempre se podía realizar una llamada<br />
de emergencia sin saldo.<br />
Altaha sugirió, que si compraban también un sistema de comunicación por<br />
satélite, podían conectarse por Internet por satélite utilizando el ordenador, lo<br />
que sería otro sistema de seguridad y les permitiría obtener información sobre el<br />
tiempo. Les pareció bien y como ya disponían de los equipos informáticos en<br />
— 145 —
ealidad la conexión solo se trataba de una antena y un modem para conectarlo al<br />
ordenador, solo quedaba conectarlo y abrir una cuenta para disponer de la<br />
comunicación.<br />
También compraron una Radiobalizas de GPS. Las radiobalizas son<br />
transmisores de seguimiento que ayudan a la detección y localización de<br />
embarcación o personas. La característica principal es que cuando se activan<br />
informan por vía de satélite la posición de donde uno está ubicado, para que le<br />
puedan enviar ayuda. Así los servicios de rescate ya no tienen que realizar<br />
búsquedas con aviones o barcos, sino que se va directamente a donde está el<br />
náufrago, permitiendo el éxito del rescate.<br />
Según les informó el vendedor, el sistema es tan económico y eficaz, que está<br />
ampliamente difundido con unas medio millón de balizas en funcionamiento.<br />
Desde la creación del sistema CospasSarsat en 1982, las radiobalizas han ayudado<br />
en el rescate de más de doscientas veinte mil personas en más de seis mil<br />
situaciones de peligro.<br />
La siguiente compra fue una balsa salvavidas para seis personas, mucho mejor<br />
que la llevaban, también una con radiobaliza de GPS integrada.<br />
Aprovecharon para dar de alta dos radiobalizas en un registro internacional. Si<br />
la activaban sabrían que se trataba de ellos. La baliza del Albatros la dieron de alta<br />
como embarcación de vela, y de la barca salvavidas como la lancha de náufragos<br />
del Albatros.<br />
También compraron líneas de vida, que son cintas que corren por la cubierta<br />
donde uno se ata, y arneses con sistemas de anclajes y mosquetones; mucho más<br />
cómodos y práctico que los arneses improvisados con cabos hechos por Marcelo.<br />
Aprovecharon también para adquirir unos trajes de agua, compuestos de<br />
pantalón y chaqueta con capucha y botas. <strong>El</strong> repertorio resultaba limitado así que<br />
al final optaron por escoger un solo modelo de color rojo, con reflectantes<br />
blancos para la noche. Todo ello a pesar de las protestas de Altaha que suspiraba<br />
por uno rosa.<br />
Al final, con tanta novedad, casi se olvidan de comprar las bombonas de gas<br />
para la cocina. Aunque con una debería llegar de sobra para un par de días,<br />
compraron tres para quedarse tranquilos.<br />
Con la ventaja de saber lo que querían, no tardaron más de tres horas en<br />
adquirir todos los equipos. Cuando acabaron, se fueron a comer y destinarían la<br />
tarde a instalar los equipos en el Albatros.<br />
Instalar todo ese equipo fue muy sencillo y apenas tuvieron que poner un<br />
cable para la antena y algunas conexiones para los ordenadores. Cuando<br />
— 146 —
acabaron, Altaha se llevó los equipos a la habitación del hotel, para aprender a<br />
manejarlos antes de volver a embarcar.<br />
Esa noche Altaha sugirió a Marcelo que saliesen de copas, pero él declinó la<br />
invitación, aunque aceptaría tomar un vino en una terraza. Le explico que le<br />
gustaba salir y beber alguna vez, como por ejemplo para celebrar una buena<br />
travesía, pero eso de beber por sistema no iba con él, eso solo resultaba<br />
característico de borrachos o de jovenzuelos aburridos. Tenía muy claro que en<br />
Madeira ya había cumplido con la tradición, de tal forma que hasta otro nuevo<br />
puerto no volvería a ir de copas.<br />
Altaha sintió curiosidad, en saber en que ocupaba su tiempo de ocio,<br />
consciente que las relaciones sociales no eran su fuerte. Él contó que se<br />
entretenía en leer, ver películas o escuchar música, habitualmente solo. Le<br />
sorprendió esta forma de ser de Marcelo, su vida resultaba mucho más tranquila<br />
y positiva de lo que creía. Eso también explicaba sus grandes conocimientos, pues<br />
por mucha memoria que tuviese, estaba claro que necesitaba tiempo para<br />
adquirirlos.<br />
En un solo día habían completado casi todas las necesidades el Albatros; solo<br />
les quedaba abastecerse de comida, agua y gasoil, pero eso lo dejarían para el<br />
último día de estancia en la isla, así que ahora ya podían centrarse en conocerla.<br />
Al comenzar el segundo día, desayunaron temprano y después Altaha se fue<br />
con Marcelo a la oficina de turismo, mientras que Carlos compro en una librería<br />
varías guías de Madeira, y reunidos a media mañana comenzaron a analizar todo<br />
lo que la isla les podía ofrecer.<br />
Una particularidad de Madeira es que desde las montañas construyeron<br />
canales de agua para las plantaciones y las poblaciones. Estos canales son<br />
llamados las levadas y dado que mantenía una inclinación suave, para contralar el<br />
flujo del agua y se convirtieron en caminos ideales para pasear. Estos caminos<br />
están perfectamente catalogados, con abundante información de cómo llegar así<br />
de su dificultad y tiempo de duración.<br />
A todos les pareció bien ese tipo de excursión, pero no estaban de acuerdo en<br />
cual elegir, Marcelo quería ir a la más exigente, pero Carlos no tenía ni del lejos la<br />
resistencia física de Marcelo; Altaha apoyo a Carlos, pues aunque era la más joven<br />
y animada pero tampoco estaba acostumbrada a realizar grandes esfuerzos.<br />
Acordaron optar por la prudencia y comenzar con el más sencillo; escogieron la<br />
“levada do furado”, literalmente el camino del agujero, siendo una de las levadas<br />
más conocidas. Con una dificultad mediana una distancia de doce kilómetros y un<br />
tiempo estimado de cuatro a cinco horas.<br />
— 147 —
Los llevaron en autobús hasta río frío, donde se encontraron con una<br />
piscifactoría de truchas en medio de la montaña. Un lugar precioso rodeado de<br />
magnífica vegetación. Salieron por un camino bastante ancho rodeado de una<br />
vegetación preciosa, aproximadamente un kilómetro y medio llegaron a un<br />
mirador llamado “os blacoes”, literalmente los balcones. Desde ahí se apreciaba la<br />
vista de las típicas montañas de Madeira, escarpadas y con valles que formaban<br />
un conjunto magnifico. Siguieron por la levada y el camino se estrechaba hasta lo<br />
que es el propio muro de la levada con apenas unos veinte centímetros, por el<br />
que debían caminar con precaución, pues a la izquierda la ladera muy<br />
pronunciada entre árboles y a la derecha estaba el conducto del agua, aunque<br />
esta opción resultaba menos arriesgada pues solo entrañaría como mucho una<br />
rozadura y mojarse la pierna. <strong>El</strong> camino en ocasiones atravesaba la levada entre<br />
piedras y se estrechaba como si fuese un pequeño desfiladero. La parte cómoda<br />
es que el camino no tenía pérdida y siempre seguía la levada. Al parecer el<br />
nombre de la “levada furado”, o agujero, proviene que la levada pasa por unos<br />
túneles debajo de la roca. La vegetación no dejó de sorprenderlos con árboles de<br />
todo tipo, incluso algunos que surgían el horizontal a ras de suelo y después se<br />
erguían que eran utilizados por todos los turistas para hacer la foto preceptiva.<br />
Llegaron finalmente a Santo de Serra, donde cogieron un autobús de regreso.<br />
Carlos estaba cansado, la falta de costumbre de caminar hizo que le costase<br />
acabar, mientras que Altaha y Marcelo estaban perfectamente. Cansancio a parte,<br />
los tres regresaron totalmente emocionados por el paseo y la grandeza del<br />
paisaje. Así que sin pensarlo, en el hotel se pusieron a planificar otra caminata<br />
para el día siguiente.<br />
Para una nueva ruta escogieron la levada del risco y de las veinticinco fuentes.<br />
Con una distancia de once kilómetros y unas cuatro horas previstas. A diferencia<br />
de la anterior levada, esta se mostraba un poco más dura, pero lo compensaba<br />
unas vistas y unas cascadas de agua magnificas.<br />
De nuevo el conjunto del paseo, las cascadas y las vistas les dejaron<br />
encantados. La única parte un poco negativa, es que Carlos, al igual que paseo<br />
anterior, lo pasó mal para acabar. Estaban tan emocionados, que si pudiesen<br />
harían todas las levadas de Madeira, pero lo cierto es que tampoco tenían<br />
previsto quedarse tanto tiempo, así que optaron por hacer solo una más.<br />
Cuando se levantaron, aun no se habían puesto de acuerdo sobre cuál sería su<br />
última caminata. Aprovechando el desayuno desplegaron en la mesa el mapa de<br />
la isla con todo el conjunto de levadas. Optaron por elegir algo diferente como la<br />
— 148 —
ascensión al pico más alto de Madeira llamado “Pico Ruivo” con 1861 metros. Se<br />
puede llegar hasta las inmediaciones el coche, después hay que caminar por el<br />
lomo de la cordillera unos dos kilómetros y medio hasta el pico.<br />
Este reducido recorrido, a Marcelo le resultaba demasiado corto. Vio en el<br />
mapa que desde ahí se accedía al segundo pico de la isla, llamado “Pico do<br />
Arieiro” con 1816 metros, por medio de un sendero a seis kilómetros. Y se podía<br />
enlazar con otro lugar llamado “veda da encumeada” a ocho kilómetros de<br />
marcha. Con este recorrido completo de más de veinte kilómetros, resultaba un<br />
reto respetable como despedida de la Isla.<br />
Carlos declinó el ofrecimiento, hacía más de treinta años que no practicaba<br />
deporte, y las caminatas de los días anteriores ya le habían costado bastante.<br />
Ahora se encontrarían en la montaña a mil ochocientos metros donde solo se<br />
dispone de un setenta por ciento de oxígeno. Consciente de sus limitaciones, les<br />
prometió que solo les garantizaba hacer el primer tramo, pero no tenía ningún<br />
problema en que ellos lo intentasen, él les esperaría. Una cualidad destacable de<br />
Carlos, era poder absorberse en sus pensamientos en cualquier lugar, de tal forma<br />
que no se aburría aunque tuviese que esperar durante.<br />
Para no tener problemas con el transporte decidieron alquiler un taxi que les<br />
llevas y les espera para el regreso. Negociaron con el taxista que le pagarían cien<br />
euros por estar con ellos esas horas.<br />
Se prepararon además, con ropa de abrigo y con agua y algunos alimentos, así<br />
como el pequeño GPS que utilizaron como mapa y brújula. En todas las guías de<br />
Madeira avisan que en el macizo montañoso, hay fuertes variaciones de<br />
temperatura, chaparrones y vientos intensos, y que la telefonía móvil no cubre<br />
toda la zona por los escarpados montes, así que hay que ir bien preparado.<br />
Después de diez mil curvas, como moderadamente describió Altaha el<br />
trayecto, llegaron al aparcamiento de donde salía el camino para el pico Ruivo.<br />
Caminaron por el sendero subiendo a lo largo del “lomo”, que separa las<br />
laderas de Faial de las de Santana, por lo que proporciona del lado izquierdo<br />
magníficos paisajes sobre el valle de Ribeira Seca, encimada por el Pico das Torres<br />
y al fondo el Pico do Areeiro. Como se trataba del punto más alto de la isla<br />
también se divisaban la sierra de santa con el Parque Forestal de Queimadas y<br />
otras zonas. Al bajar, después del refugio “Achada do Teixeira” fueron hasta el<br />
“Homem em pé”, formación rocosa basáltica. Realmente peculiar parecía como<br />
una sería de estatuas parecidas a las de la isla de Pascua.<br />
Las previsiones de Carlos sobre las limitaciones de su fondo físico fueron<br />
acertadas, así que a la vuelta, optó por quedarse en el refugio con el taxista,<br />
mientras que Marcelo y Altaha seguían con el recorrido previsto.<br />
— 149 —
Lo que se prometía como un plácido paseo comenzó a complicarse cuando la<br />
altitud comenzó a hacer estragos en la resistencia de Altaha, retrasando el ritmo<br />
de la marcha, pero lo que definitivamente complico la caminata, fueron las<br />
ampollas que le salieron en los talones y que a cada pasó emporaban haciendo<br />
que tuviese que ir cada vez más despacio. <strong>El</strong> recorrido en condiciones normales<br />
no les llevaría más de cuatro horas, pero en estas condiciones llevaban más de<br />
seis horas caminando y Altaha en esos momentos más que caminar se arrastraba<br />
lastimosamente. Llego un momento que Marcelo se paró, sacó el mapa indicando<br />
a Altaha que aún les faltaban cuatro kilómetros y que así no podía seguir pues ella<br />
cada vez iba más despacio y sufriendo en cada paso. La única solución es que el la<br />
llevase a la espalda, lo que los niños dicen ir “a caballito”. Altaha en un primer<br />
momento se negó, pues le parecía ridículo eso de ir a “caballito” por el monte.<br />
Marcelo le explicó que no la vería nadie y tampoco existía ninguna otra<br />
alternativa. Altaha dándose cuenta de su patético estado, acabó aceptando.<br />
Ayudándose de una piedra se subió a la espalda de Marcelo, este la agarró por las<br />
piernas mientras ella lo hacía con los brazos alrededor de su cuello. Marcelo<br />
comenzó a caminar, parecía no sentirse afectado por el peso manteniendo un<br />
pasó rápido, solo bajaba el ritmo en alguna zona pedregosa para pisar con más<br />
seguridad.<br />
Así en poco más de media hora recorrió los últimos kilómetros y llegaron junto<br />
a Carlos, que al verlos así pensó que se trataba de algún tipo de juego.<br />
Regresaron al hotel a las ocho de la tarde, en esta ocasión Carlos estaba bien<br />
en tanto que Marcelo y Altaha si se mostraban un poco cansados; en especial<br />
Altaha que sufría las ampollas y apenas podía apoyar el pie. La parte positiva,<br />
como ella dijo, es que ya quedó “vacunada” de levadas. Marcelo se acercó a una<br />
farmacia y apareció en la habitación de Altaha con desinfectante y vendas. Altaha<br />
estaba tranquila pero cuando él sacó una aguja, ella comenzó a dar grititos de<br />
pánico; Marcelo no le hizo ningún caso, y antes de que se enterase, ya le había<br />
atravesado las ampollas con la aguja, dejando un hilo colgando con la finalidad<br />
que pudiese acabar de drenar todo el líquido. Le echó un desinfectante y le puso<br />
una venda muy suave.<br />
Al día siguiente, Altaha apareció en el desayuno cojeando a cada pasó por la<br />
molestia de las ampollas. Ante este estado centraron todo su plan turístico en<br />
actividades tranquilas y que exigiesen caminar poco.<br />
Una de los motivos por los que Madeira es admirada es por su vino, que en<br />
todo el mundo se conoce como vino de Madeira.<br />
— 150 —
Y precisamente en el centro de Funchal y muy cerca del hotel se encontraba el<br />
museo del vino, así que destinarían la mañana a visitarlo.<br />
Al entrar en sus locales, que pertenecieron a un convento, lo primero que<br />
vieron fue toda la maquinaria para elaborar el vino, después visitaron la bodega,<br />
donde se madura el vino y se conservan algunos que se remontan al siglo<br />
dieciocho, y por ultimo estuvieron en la sala de Cata de vinos,<br />
Aprendieron que el proceso de producción del vino de Madeira que se<br />
diferencia de otros vinos del mundo, consiste en que combina dos características<br />
especiales. La primera, es un método denominado ''estufagem'' que consiste en<br />
calentar de forma artificial estos caldos. Se consigue de este modo un doble<br />
efecto; por un lado el vino se conserva mejor y durante más tiempo y por otro, el<br />
calor carameliza el azúcar del mosto y otorga al vino un agradable aroma tostado.<br />
Tradicionalmente se almacenaba el vino en barriles de madera mantenidos a una<br />
temperatura de cuarenta y cinco grados. Este calor lo proporcionan las llamadas<br />
estufas, de ahí el nombre del proceso. La segunda características, es que el vino<br />
se mezcla con el sistema de solera y se encabeza con coñac de tal forma, que<br />
aumenta su graduación. Las dos características unidas lo convertían en un vino un<br />
vino estable, que se puede exportar a cualquier lugar del mundo sin que pierda<br />
sus propiedades, y por ese motivo tuvo tanta difusión en el siglo pasado.<br />
Aprendieron también, que cuatro son las variedades de vino que se obtienen;<br />
cuyos nombres se corresponden con las variedades de uvas con las que se han<br />
elaborado. Las variedades de los secos se denominan sercial y el verdéelo; y de los<br />
dulces bual y malvasía.<br />
Salieron del museo y aprovecharon para conocer una bodega antigua<br />
habilitada para turistas llamada bodegas blandy, donde después de degustar<br />
varías clases de vino, compraron unas botellas.<br />
Comieron cerca del hotel y al medio día aprovecharon para descansar algo,<br />
sobre todo Altaha.<br />
Por la tarde se fueron a visitar dos museos.<br />
<strong>El</strong> Story Centre, es un interesante museo interactivo que ilustra perfectamente<br />
la historia y el desarrollo de la isla de Madeira y su cultura. Siendo lo más curioso,<br />
no lo que vieron, sino lo que oyeron y olieron, pues mostraban por medio de<br />
sonidos y olores los diversos aspectos de la isla.<br />
La última visita del día fue al Museo militar que se encontraba justamente<br />
delante del puerto deportivo donde estaba atracado el Albatros. <strong>El</strong> museo<br />
ocupaba parte del Palacio de São Lourenço, fuerte construido en el siglo XV que<br />
servía de residencia a capitanes y gobernadores de la isla. Muchos años después,<br />
el palacio se restauró y en 1943 fue nombrado monumento nacional. Hoy sigue<br />
— 151 —
siendo uno de los ejemplos mejor conservados de la historia del siglo XV y XVII y<br />
sirve de residencia oficial del primer ministro y del comando militar de Madeira.<br />
Acabaron temprano y volvieron al hotel para que descansase Altaha.<br />
Al día siguiente, Altaha estaba un poco mejor y podía caminar. Después de<br />
consultar las guías vieron que uno de los lugares que no hay que perderse de<br />
Funchal es el Jardín Botánico, una de esos lugares que tenían que ver, “si o si”<br />
como decía Altaha.<br />
Como estaba situado a unos kilómetros justamente arriba en la falda del<br />
monte, se podía llegar en autobús o taxi, pero la opción más interesante consistía<br />
en subir en teleférico. No les resultó difícil encontrarlo, al estar ubicado en el<br />
Jardín del Almirante Reis, situado muy próximo a la Avenida del mar.<br />
Mientras subían, Carlos les informó que el teleférico empleaba 11 minutos en<br />
recorrer los 3.718 metros de trazado, salvando un desnivel de 560 metros. Altaha<br />
no le prestó ninguna atención a todos estos datos, pues estaba totalmente<br />
distraída contemplando las vistas de todo Funchal según iban ascendiendo.<br />
<strong>El</strong> jardín Botánico, es la atracción turística más famosa, situado en Quinta do<br />
Bom Sucesso, en la ladera de una colina y con fantásticas vistas a la ciudad de<br />
Funchal. Con una superficie de ochenta mil metros cuadrados, los jardines acogen<br />
una impresionante colección de especies de plantas, flores exóticas y aves<br />
tropicales, así como un área de investigación y mantenimiento. Además, este<br />
jardín cuenta con un Museo de Historia Natural. <strong>El</strong> museo contiene una gran<br />
selección de muchos especímenes inusuales, incluyendo diferentes especies de<br />
fauna y flora de Madeira y Porto Santo. Este museo único cuenta con<br />
exposiciones de especímenes que no se encuentran en ningún otro lugar del<br />
mundo, como insectos, peces, crustáceos y algas.<br />
Altaha estaba algo cansada y pararon para comer tranquilamente. Por la tarde<br />
decidieron visitar los jardines tropicales de Monte Palace, situados a menos de<br />
medio kilómetros en la preciosa cumbre de la colina de Monte, donde además, se<br />
podían contemplar unas impresionantes vistas a la bahía de Funchal.<br />
Monte Palace tiene su origen en un hotel de lujo del siglo dieciocho, que en la<br />
actualidad se convirtió en museo y jardín. Se quedaron asombrados de lo bonito y<br />
original del recorrido con caminos, balconadas ríos y lagos, así como una enorme<br />
variedad de plantas exóticas que provenían de todo el mundo, que se<br />
completaban con patos, cisnes, pavos y otros animales.<br />
Después de dar ese agradable paseo, antes de regresar al Hotel decidieron<br />
cumplir uno de los rituales más curiosos y simpáticos que se dan en la isla y en<br />
ningún otro lugar del mundo. <strong>El</strong> jardín estaba situado en la parte alta de Funchal,<br />
— 152 —
llamado el barrio del monte y desde ahí salen los llamados carros do<br />
monte, carinhos do cesto o toboganaes que son trineos de madera donde en<br />
medio de ellos se asienta y sillón mimbre para dos plazas. La característica es que<br />
el turista está sentado en el trineo y este se desliza por las calles abajo, mientras<br />
dos conductores que van vestidos de blanco y con sombrero de paja, que se<br />
apoyan en la parte de atrás, lo van empujando y dirigiendo para que se atraviese<br />
y se frene o para que gire. Lo más peculiar es que lo hacen por las calles y<br />
carreteras, así que no es extraño que delante de él se cruce un coche, es una de<br />
esas situaciones en que hay que confiar plenamente en que esa gente sepan lo<br />
que están haciendo.<br />
Antes de subirse se enteraron un poco de su historia, que lógicamente<br />
tuvieron su origen en las elevadas y empinadas cuestas que estaban en los<br />
alrededores de Funchal. Al principio eran un medio de transporte tirado por<br />
bueyes. En 1850 a alguien se le ocurrió la idea de hacer un trineo para los turistas<br />
e iba conducido por dos personas, pues el sistema se mostraba ideal para las losas<br />
resbaladizas con las que estaban pavimentadas las calles de la isla. Este transporte<br />
cuyo uso se generalizó en la región fue utilizado hasta 1980, fecha en el que fue<br />
suprimido quedando recluido su uso a lo largo de los dos kilómetros y solo para<br />
turistas.<br />
Cuando se iban a subir se dieron cuenta que los trineos solo eran para dos<br />
personas. Estuvieron pensándolo, no se trataba de una cuestión de dinero por<br />
alquilar uno o dos, sino que esa experiencia la querían compartir los tres juntos.<br />
Marcelo negoció con los del trineo que les pagaba los dos pero que irían los tres<br />
juntos en uno. Se apretaron como pudieron con Altaha en el medio, pero aun así<br />
el espacio resultaba demasiado estrecho para los tres, la solución consistió en que<br />
Carlos y Marcelo juntaron los brazos a la altura de los hombros y colocaron a<br />
Altaha en medio sentada encima de la pierna de cada uno de ellos. Altaha no<br />
llegaba a cincuenta kilos por lo que no les molestaba lo más mínimo, ella apoyó la<br />
espalda en los brazos de los dos.<br />
Mientras bajaban las calles deslizándose, iban esquivando a los coches, entre<br />
los gritos de Altaha, que disfrutaba como si fuese una niña de diez años subida<br />
por primera vez en un tiovivo.<br />
Les sorprendió ver en una esquina un joven local haciéndoles unas fotos. La<br />
explicación estaba en que al llegar abajo les imprimían la foto y se la entregaban<br />
como recuerdo; todo perfectamente calculado, y la verdad es que es de esas fotos<br />
que hay que comprar. Altaha estaba tan emocionada que no se conformó con una<br />
le pidió dos copias más, la imagen de los tres juntos, con Altaha sentada en el<br />
medio con la sonrisa de oreja a oreja resultaba entrañable.<br />
— 153 —
Regresaron al hotel a media tarde satisfechos del día tan agradable que habían<br />
pasado. Comentaron, que aunque estaban disfrutando plenamente de sus días en<br />
Madeira, lo cierto es que les quedaba todo el viaje de vuelta. Además después de<br />
estas especiales vacacione, tendrían que rehacer cada uno sus vidas. Conscientes<br />
de esta situación tenían que planificar el regreso cuanto antes. Lo primero sería<br />
concretar que ruta debían seguir, pues a diferencia de la ida, podrían ir hasta<br />
Portugal y subir hasta España en paralelo a toda la Costa. Habían asumido que<br />
cuando regresasen a Galicia precintarían el Albatros, así que si por si los detenían<br />
subiendo por Portugal lo único que perderían sería uno o dos días de navegación.<br />
Marcelo extendió en la mesa una carta náutica que abarcaba toda la parte del<br />
atlántico con la costa de España Portugal y África hasta cabo verde. Altaha se dio<br />
cuenta que las islas Canarias, situada al sur, resultaba la tierra más cercana a<br />
Madeira.<br />
—Qué curioso –comentó Altaha, el lugar más cercano de aquí es mi casa.<br />
—Sí, estamos a menos de doscientas cincuenta millas de Tenerife. A poco más<br />
de un día de navegación –Marcelo se quedó pensando unos segundos—. En el<br />
viaje de ida lo pasaste mal, podríamos llevarte hasta Tenerife, así te ahorras tres<br />
días de mar y el avión de vuelta. Y, Carlos, no te preocupes por navegar tanto, si<br />
no quieres volver por mar ya lo traigo yo solo, no hay problema. Parecía en sus<br />
palabras como si hubiese un "algo más" que no estaba comentando.<br />
— ¿En serio, me lleváis? –Preguntó Altaha emocionada-, ¿No os importa?<br />
—Pues claro, –le confirmó Marcelo—, no supone más que perder un par de<br />
días más, no hay ningún problema. –Se paró de repente—. Claro, si Carlos está<br />
conforme.<br />
Marcelo aunque muy independiente, no le gustaba tomar decisiones que<br />
afectaban a otros y menos aún, por encima de Carlos.<br />
Carlos mostraba una total indiferencia, parecía como si ese tipo de decisiones<br />
no le afectasen lo más mínimo.<br />
—Por supuesto. Está bien la idea. Unos días más de navegación dan igual, yo<br />
necesitaba estas vacaciones y me están sentando muy bien, no tengo ninguna<br />
prisa en que acaben.<br />
Este cambio de planes hizo que decidiesen salir cuanto antes, así que<br />
prepararon todo para salir al día siguiente. Por suerte no tenían mucho que hacer,<br />
el Albatros estaba totalmente equipado en cuanto a seguridad se refiere con<br />
excepción del radar y para una travesía de poco más de un día el agua y alimentos<br />
no presentaban ningún problema. Se fueron a comprar rápidamente las<br />
provisiones, aprovechando que las tiendas aún estaban abiertas. Después llevaron<br />
— 154 —
todo al Albatros y llenaron los depósitos de gas-oíl y agua, así terminaron de<br />
preparar todo lo necesario.<br />
Cuando tomaron la decisión de partir les invadió una especie de nostalgia, una<br />
inercia no identificaba que les retenía en la isla. Esta sensación fue motivo de una<br />
disertación de la tertulia que siguió a la cena. Carlos especulaba sobre si se<br />
trataba de un sistema psicológico de protección para evitar navegar. Marcelo<br />
afirmaba que la mayoría de las personas no les gusta estar en el mar. Altaha, les<br />
dijo que se dejasen de tanta psicología barata y aplicasen más el sentido común,<br />
sencillamente con lo bien que estaban en la isla, resultaba lógico que no se<br />
quisieran ir.<br />
<strong>El</strong> viaje presentaba por la distancia, menos dificultad que el anterior, lo que<br />
les daba bastante tranquilidad. Eso dio lugar a una disertación como todo en la<br />
vida es relativo, lo que hasta hace unos días se antojaba como viaje temerario por<br />
el océano, ahora se lo tomaban como una travesía de puro trámite.<br />
Tenerife distaba unas doscientas cincuenta millas náuticas. Las estimaciones<br />
indicaban que a unos diez nudos tardarían veinticinco horas, es decir<br />
prácticamente solo un día. Habría que sumarle un incremento por desviaciones<br />
olas y viento de unas otras cinco horas como mucho, así que día y medio llegarían<br />
sin ningún problema.<br />
Marcelo, aunque estaba bastante satisfecho con todas las nuevas<br />
incorporaciones, seguía obsesionado con la seguridad, por lo que advirtió que no<br />
se confiasen en esa travesía.<br />
— 155 —
VUELTA A CASA<br />
Decidieron salir al amanecer, para así navegar lo máximo posible con luz<br />
diurna. Se levantaron a las cinco, sintiéndose un tanto extraños desayunando de<br />
noche y saliendo del hotel a las seis de la mañana hacia el puerto.<br />
Revisaron todo y en media hora soltaron amarras. Salieron a motor del puerto<br />
y con los primeros rayos del sol se dirigieron hacia las Canarias que casualmente<br />
coincidía con el rumbo que tenían al salir del puerto.<br />
Después de verificar que todos los sistemas iban bien, probaron el sistema de<br />
satélite de Internet así como el teléfono por satélite. También probaron los GPS<br />
de localización para emergencias. Cuando vieron que todo funcionaba<br />
correctamente activaron las alas y, no sin cierta emoción, verificaron que las alas<br />
se desplegaron perfectamente y el Albatros comenzó a coger velocidad. En todos<br />
esos días Altaha no realizó ningún ajuste ni mejora, tan solo esperaban que el<br />
funcionamiento fuese igual de bueno que en él viaje de ida.<br />
A diferencia de la salida de Galicia, que fue precipitada y huyendo, ahora no<br />
querían irse. Habían encontrado en la isla la tranquilidad el clima el ambiente<br />
perfecto, con el añadido de poder saborear la historia de varios siglos y disfrutar<br />
de la naturaleza. Mientas se alejaban no cesaron de mirar hacia atrás viendo<br />
como la isla se iba haciendo cada vez más pequeña, entonces asumieron<br />
finalmente su destino y se centraron en la navegación.<br />
<strong>El</strong> tiempo se mostraba bueno con muy ligeras nubes, y las olas de un metro<br />
escaso muy tendidas y navegables.<br />
Prepararon los turnos y las guardias. De todas formas Marcelo miró el cuadro<br />
con escepticismo, él se reservó la noche, pero si las cosas se ponían feas o Altaha<br />
se encontraba mal, estaría de guardia hasta que fuese necesario.<br />
Altaha, dado que esta iba a ser su última jornada de navegación, decido<br />
esperar a los primero síntomas de mareo para tomar biodramina. La travesía era<br />
breve, así que con un poco de suerte podría aguantar sin marearse. Marcelo<br />
estuvo de acuerdo en que lo intentase, de alguna forma se estaba forjando su<br />
pequeño orgullo de marinera.<br />
La travesía duraría poco más de un día, y sin nada especial que hacer le<br />
pidieron a Altaha que les ilustrase un poco sobre Tenerife y el resto de las islas<br />
Canarias.<br />
<strong>El</strong>la, les aclaró que solo conocía bien su isla natal Tenerife, aunque había<br />
visitado las otras; Gran Canarias, Lanzarote, La Gomera o Hierro, solo lo hizo un<br />
— 156 —
par de veces en toda su vida, así que tampoco esperasen una gran información. Se<br />
justificó diciendo que lo mismo ocurría con las provincias dentro de España,<br />
muchas personas no han estado en las grandes ciudades como Barcelona, y la<br />
inmensa mayoría no conoce las pequeñas como puede ser Soria o Teruel. Así que<br />
ella se sentía esencialmente chicarrera.<br />
— ¿Chicharrera? ¿Qué es eso? –le preguntó con curiosidad Carlos.<br />
— Chicharreros, así es como nos llamamos los habitantes de Santa Cruz de<br />
Tenerife. Nos quedó el nombre cuando éramos un pueblo pequeño de<br />
pescadores; nuestros vecinos de las lagunas nos lo llamaban despectivamente por<br />
ser pobres y tener que comer el chicharro, que es un pescado pequeño y barato.<br />
Cuando nos convertimos en capital, también asumimos con orgullo este nombre<br />
gentilicio compartido con el de santacrucero, que de feo que es, nadie lo utiliza.<br />
—Curioso gentilicio – comentó Carlos— no lo conocía.<br />
—Yo tampoco –dijo Marcelo—, y eso que los canarios siempre me han caído<br />
bien, sobre todo los de Tenerife.<br />
Altaha sonrió orgullosa.<br />
—Como no podía ser de otra manera, y sobre todo desde que has conocido<br />
esta Chicharrera maravillosa, –comentó sin ningún tipo de modestia.<br />
—Me refería, a que me caen bien los tinerfeños, porque pusieron en su sitio a<br />
Nelson.<br />
— ¿Nelson? Me suena de algo.<br />
— ¿Me quieres decir que no conoces al almirante Nelson?, el más<br />
renombrado al mirante ingles de toda la historia, vencedor de trafalgar y que<br />
intentó tomar Tenerife.<br />
—Bueno, ahora que comentaste lo del almirante ingles algo recuerdo, creo<br />
que cuando éramos pequeños, nos llevaron a una excursión para ver un museo o<br />
algo parecido.<br />
— ¿Es una historia interesante? Preguntó Carlos.<br />
—Digna de ser recordada, si no fuese porque los españoles somos unas<br />
cagarrutas con poca dignidad. Y si nos quedaba alguna, que lo dudo, la perdimos<br />
cuando en el año dos mil cinco vamos en plan gilipollas a celebrar el bicentenario<br />
de la victoria de los ingleses en trafalgar, es decir, nuestra derrota. Teníamos que<br />
haberles dicho que primero viniesen ellos antes a celebrar nuestra victoria sobre<br />
Nelson y después ya veríamos.<br />
—Parece interesante, cuéntanosla –le pidió Carlos.<br />
Así Marcelo les relató el intento de conquistar Tenerife por Nelson.<br />
La cosa sucedió a finales del XVIII en julio de 1797, cuando Inglaterra,<br />
aprovechándose de la debilidad de España en luchas internas por la sucesión<br />
— 157 —
monárquica, decide apropiarse de las Canarias, y envía a una escuadra británica<br />
para tomar la isla de Tenerife al mando del contraalmirante Nelson, que en esas<br />
fechas ya apuntaba maneras como magnifico marino y combatiente. Total, que<br />
con esas intenciones el 15 de julio de 1797 el contralmirante Nelson zarpó de<br />
Cádiz con un escuadrón de barcos.<br />
Los españoles eran conscientes que ochenta años antes los ingleses ya habían<br />
intentado tomar Tenerife en dos ocasiones, si bien, no en ese momento tampoco<br />
parecía inminente una invasión. Por suerte, al mando de las defensas de las islas<br />
se encontraba el General Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, con el cargo de<br />
comandante general de las islas Canarias y con el puesto en Tenerife. Un General<br />
que al menos reunía tres características que a la postre fueron esenciales; la<br />
primera, que no se fiaba un pelo de los ingleses; la segunda, que sabía muy bien lo<br />
que tenía que hacer como militar; y la tercera, que se trataba de un español<br />
defendiendo su tierra, lo que siempre es un valor añadido.<br />
La situación de las fuerzas de defensa españolas resultaban bastante limitadas<br />
y dispares; 1.669 españoles y 91 cañones. De todos estos el batallón de Canarias y<br />
los de artillería, con unos quinientos hombres, eran profesionales, mientas que<br />
los regimientos provinciales, constituidos exclusivamente por milicianos,<br />
mostraban una calidad militar muy irregular. Frente a ellos Nelson contaba con un<br />
total de 393 cañones y una fuerza de unos dos mil hombres. Así, con las cifras<br />
sobre la mesa, Nelson superaba a los españoles en hombres, cañones y calidad de<br />
tropa, además contaba con el factor sorpresa pudiendo concentrar todo los<br />
hombres para un ataque en una zona concreta; por el contrario, las tropas<br />
españolas se encontraban dispersas para cubrir todas las posibles zonas de<br />
desembarco, así que la desproporción que se esperaba en combate resultaría<br />
mucho más acusada.<br />
Ante esta situación, los ingleses pensaron que sería pan comido, sin barcos<br />
que oponerse y con cuatro paletos isleños que seguramente saldrían corriendo.<br />
Pero los ingleses, que de tontos no tiene un pelo, y conocedores de cómo se las<br />
gastaban los españoles, no querían atacar de frente y como sabían que las colinas<br />
que rodeaban a Santa Cruz no estaban fortificadas, decidieron desembarcar no<br />
solo en el puerto sino también sino también en los alrededores, para entrar por<br />
las zonas desguarnecidas y garantizar el asalto.<br />
Total que en la madrugada del día veintidós de julio, realizan un plan de<br />
ataque doble y tres fragatas inglesas se situaron a unas tres millas de tierra y<br />
lanzan un desembarco hacia la costa.<br />
La primera oleada, con dieciséis lanchas, navegó hacia las cercanías de Santa<br />
Cruz. Sin embargo, las fragatas afectadas por corrientes fuertes inesperadas, no<br />
— 158 —
pueden acercarse a menos de una milla de la costa y desde la ciudad se dio la<br />
alarma y además, se dieron cuenta que no se pudo realizar un bombardeo naval<br />
pues no disponían de morteros. Así, como la cosa se pone un poco fea, hacen<br />
abortar el desembarco y se vuelven a los buques con alguna pérdida de lanchas<br />
que zozobraron.<br />
La otra operación prosigue en paralelo y sobre las diez de la mañana del día<br />
veintidós, las fragatas inglesas fueron remolcadas por las lanchas para fondear<br />
todo lo cerca que pudieron del Bufadero y se produjo el desembarco de unos mil<br />
hombres en la playa de Valleseco. A pesar de que tomaron una pequeña cota, no<br />
pudieron progresar al encontrarse con el fuego cruzado de los defensores, que<br />
disparaban desde el castillo de Pasó Alto y no estaban dispuestos a ceder. <strong>El</strong><br />
teniente general Gutiérrez viendo la situación controlada en Tenerife envió<br />
refuerzos. Así, los ingleses viendo que resulta imposible avanzar después de un<br />
día iniciaron su retirada, y se reembarcaron en la noche del veintitrés al<br />
veinticuatro de julio.<br />
Cuando Gutiérrez vio que las fragatas inglesas levaron anclas y se alejaron de<br />
la costa, no se fio, y previó, con acierto, que atacarían a la ciudad. Así desplaza a<br />
gran parte de sus hombres, y concentrando todas las fuerzas para su defensa,<br />
reforzó los puertos y puso a todos en alerta.<br />
Nelson frustrado por los asaltos y sabiendo que ya no contaba con el factor<br />
sorpresa, decide atacar frontalmente Santa Cruz, poniendo toda la carne en el<br />
asador; incluso queriendo garantizar el éxito, el mismo va al frente de sus tropas.<br />
Su plan es sencillo y directo; desembarcar en masa en el muelle, tomar el Castillo<br />
de San Cristóbal y desplegarse en la plaza de la Pila, tomando la villa para reprimir<br />
cualquier conato de insurrección popular. En todo caso, no se engañaba,<br />
consciente que un ataque frontal resultaba más arriesgado y así lo dejó escrito;<br />
"Tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo fuego de<br />
las baterías de la ciudad y mañana probablemente será coronada mi cabeza con<br />
laureles o con cipreses". Con todo, hay que reconocer que su valor estaba a la<br />
altura de su ambición.<br />
Pero una cosa es el valor y otra muy diferente la temeridad, así que los<br />
ingleses buscan ocultarse en la oscuridad, y en plena noche, comienzan a<br />
desembarcar casi mil hombres prácticamente en silencio total, incluso cubrieron<br />
sus lanchas con lonas, para evitar ser descubiertos. Pero los españoles estaban<br />
muy atentos y la fragata española San José y el castillo de Palo Alto las detectaron<br />
y comenzaron a disparar con todas las baterías. Hundieron algunas lanchas y<br />
dispersaron otras, si bien los ingleses siguieron avanzando con decisión. Antes de<br />
culminar el desembarco los ingleses sufrieron dos varapalos; Nelson viajaba en el<br />
— 159 —
cuarto bote de los que lograron desembarcar, pero antes de llegar a tierra firme<br />
recibió un impacto procedente del cañón del fuerte, que le destrozó el brazo, por<br />
lo que fue rápidamente evacuado; y el cúter “la Fox”, que fue enviado para que<br />
apoyase el desembarco, fue objeto del blanco de las baterías del castillo que<br />
acabaron por hundirlo.<br />
Nelson, a pesar de estas adversidades, ordenó proseguir con el asalto. Con<br />
decisión y tesón los ingleses con el resto de las lanchas desembarcaron al sur de la<br />
ciudad en la playa de la Caleta y en la playa de las Carnicerías, y ya en tierra<br />
avanzaron con éxito.<br />
Los ingleses pagaron un alto precio, pero lo habían conseguido, ya estaban<br />
dentro de la ciudad al resguardo de los cañones de la fortaleza. Ahora el peso de<br />
la lucha recaería en la infantería, y ellos se consideraban la mejor del mundo.<br />
En ese momento es donde realmente se sintieron sorprendidos. A pesar del<br />
coraje con que luchaban, se encontraron con unos españoles que no cedían un<br />
ápice de terreno; aun es más, lejos de amedrentarse contraatacaron y volvieron a<br />
tomar el puerto, dejando aislado a los soldados ingleses del interior,<br />
arrinconándoles y obligándoles a refugiarse en el convento de Santo Domingo.<br />
Todos los intentos de ayuda de Nelson a sus hombres cercados fueron<br />
infructuosos, ante la capacidad de lucha de los españoles. Así no tuvo más<br />
remedio que aceptar la derrota y verse obligado a negociar con Gutiérrez una<br />
capitulación honrosa, buscando la salvación de la vida de sus hombres. La<br />
rendición se firmó el día veinticinco y los más de trescientos ingleses que estaban<br />
en Santo Domingo desfilaron hacia la plaza de la Pila y reembarcaron.<br />
Nelson, con un brazo menos y con la moral muy tocada, para justificar su<br />
fracaso, afirmó que habían tenido que luchar contra ocho mil defensores, cuando<br />
en realidad sólo fueron mil setecientos. Según el parte rendido por Nelson, tuvo<br />
un total de trescientas cuarenta y nueve bajas, mientras que las bajas canarias se<br />
redujeron a setenta y dos. En definitiva, una paliza en toda regla y eso que hay<br />
que reconocer, que los ingleses lucharon muy bien, echándole valor, pero lo de<br />
los españoles la mayoría nativos, es que se salieron del guion.<br />
Los isleños también sorprendidos por la victoria, creyeron que el santo<br />
Santiago le ayudo, por lo que en su honor a partir de entonces la ciudad de<br />
llamaría Santa Cruz de Santiago de Tenerife. La Corona además, de autorizar el<br />
cambio de nombre le otorgo el título y privilegio de Villa, y la calificación de muy<br />
Noble e Invicta Villa.<br />
Así acabo Marcelo la historia.<br />
—Jo, qué vergüenza – comentó Altaha —. Toda la vida viviendo el Santa Cruz y<br />
me tiene que venir un gallego a contarme la historia de mi ciudad.<br />
— 160 —
— ¿Entonces nunca se has preguntado el origen del escudo de la ciudad?<br />
—Pues no.<br />
—<strong>El</strong> motivo es que como los ingleses ya habían intentado tomar la ciudad en<br />
dos ocasiones anteriores en 1657 y 1706, con este intento fue el tercero, así que<br />
el Rey, además de los otros reconocimientos que comenté, les otorgó blasón de la<br />
ciudad, en donde figura tres cabezas de león representan los tres ataques.<br />
—No lo sabía.<br />
— ¿Estuviste en el Museo Regional Militar?<br />
—Pues no sé si de pequeña fui, pero no lo recuerdo.<br />
—Pues ahí puedes encontrar un cañón, el llamado “tigre”, supuestamente fue<br />
el que disparó que hirió al gran almirante británico Nelson. También tienen<br />
banderas y pertrechos militares ingleses capturados en el desembarco y que<br />
perteneció a un grupo que salió de la fragata Emeralds.<br />
—Pues parece mentira que no conozca esa historia, sobre todo siendo mi<br />
ciudad. Pero es que ni en el colegio, ni mis padres, ni mis amigos, nunca me<br />
comentaron nada.<br />
—No me extraña –dijo Marcelo-, en España desde que perdimos las Américas<br />
ya nos hemos olvidado de la historia y por eso casi tenemos vergüenza en<br />
contarla. De todas formas, creo que últimamente se está valorando, si no<br />
recuerdo mal leí en algún lado, que en el 2008 el ayuntamiento por fin decidió<br />
hacer una celebración para celebrar la victoria.<br />
—Sí, algo me suena, pero no me entere mucho ya estaba en Madrid<br />
trabajando.<br />
Carlos miraba a Marcelo con cierta cara de asombro.<br />
—La historia es muy buena, aunque hay una cosa que no logró entender.<br />
¿Cómo puedes recordar todos esos nombres, fechas y datos?<br />
Marcelo se encogió de hombros.<br />
— No lo sé. Lo leo un día se me quedan y ya está.<br />
Altaha tampoco dejaba de estar sorprendida por Marcelo. Por una parte tan<br />
rudo y bruto en el trato, y por otra, demostrando unos conocimientos de historia,<br />
que ya le gustaría a muchos de esos que se las dan de cultos e intelectuales.<br />
Frente a ese contraste, también le sorprendía el interés de Marcelo por leer<br />
tanto, descartando que fuese por ningún afán pretencioso o por necesidad. Tal<br />
vez no había que darle más vueltas, sencillamente le gustaba conocer la cultura y<br />
la historia del mar.<br />
Navegaban sin ningún problema y Carlos miraba con apatía el mar, pues en<br />
general, la navegación en mar abierto es bastante aburrida, por delante solo está<br />
— 161 —
el mar y excepto por mantener el rumbo, no hay que hacer nada durante todo el<br />
día. De todas formas Marcelo desde el primer momento insistió que siempre<br />
debería estar alguien de guardia, así que aún le correspondía media hora hasta<br />
que Altaha le sustituyese.<br />
Desde la cabina de proa se fijó en un pequeño objeto cónico amarillo<br />
moviéndose de arriba a abajo, que aparecía y desaparecía con las olas a unos<br />
doscientos metros.<br />
No aparentaba tener mucha importancia pero si atrajo su curiosidad.<br />
Seguramente Marcelo sabría lo que era. Estaba en el compartimento central<br />
revisando algo del motor y lo llamó con un grito.<br />
—¿Marcelo, puedes venir?<br />
No tardó más que unos segundos en aparecer.<br />
— ¿Que pasa?<br />
— Nada importante, solo si me puedes ayudar a identificar un objeto que<br />
flota. ¿Ves eso amarillo que está a unos doscientos metros?<br />
Preguntó Carlos captando la atención de Marcelo, que se elevó todo lo posible<br />
sobre la punta de los pies, hasta tocar con la cabeza el techo, para intentar ganar<br />
un poco de altura y verlo mejor.<br />
—Parece una boya de fondeo. Pero es imposible que este aquí; debe de haber<br />
entre mil y dos mil metros de profundidad.<br />
—Se habrá quedado flotando.<br />
—Puede ser, pero desde aquí no veo un carallo. Voy arriba.<br />
En ese momento entro Altaha atraída por esta curiosidad y se sentó con<br />
Carlos.<br />
Marcelo salió a cubierta y se subió al techo del Albatros. Ahí se quedó<br />
mientras se iban acercando. Tampoco parecía que existiese ningún riesgo, pues la<br />
boya con la bandera, o lo que fuese, quedaba a unos cincuenta metros a estribor.<br />
Así que pasarían muy alejados sin ninguna posibilidad de colisión.<br />
Se oyó un salto en cubierta y un segundo después un grito provenía de<br />
Marcelo desde la entrada.<br />
— ¡Redes a la deriva, para máquinas!<br />
Carlos aún estaba asimilando la advertencia, cuando coincidiendo con la cresta<br />
de la ola, vio a menos de cuarenta metros en el agua una especie de línea que<br />
atravesaba todo el mar y se perdía en la visión a cien metros de metros a cada<br />
lado.<br />
Solo tardo un segundo en pensarlo, después levanto las tapas de desconexión<br />
del sistema de control automático y bajo los interruptores anulando todos los<br />
sistemas, cogió la palanca de timón con la mano derecha y tiro hacia atrás y hacia<br />
— 162 —
la derecha, mientras que con la mano izquierda movía las palancas de los timones<br />
hacia afuera. <strong>El</strong> ala que estaba levantada se puso horizontal al mismo nivel que la<br />
otra y, entonces el Albatros se levantó de proa y comenzó a elevarse hasta salir<br />
completamente del agua quedando suspendido en el aire unos segundos lo<br />
suficiente para pasar la red por encima. Después, como en cámara lenta comenzó<br />
a caer lentamente hasta que volvió a tocar el agua. A pesar de que la altura<br />
alcanzada no fue más que unos metros la entrada en el agua fue brusca y Marcelo<br />
que se encontraba en el pasillo acabo por los suelos; Altaha dio un bote en el<br />
asiento y reboto contra el panel protegiéndose con los brazos; Carlos consciente<br />
de lo que iba a pasar se agarró a los mandos y pudo evitar golpearse.<br />
<strong>El</strong> Albatros se quedó, con las dos alas horizontales estiradas, escorado con un<br />
ala de estribor tocando el agua donde se apoyaba.<br />
Carlos, volvió a conectar todos los interruptores. <strong>El</strong> Albatros, en control<br />
automático, comenzó a ajustarse levantando primero las dos alas y<br />
equilibrándose, después levantando una de ellas verticalmente y prosiguiendo la<br />
navegación.<br />
Marcelo entro en la cabina visiblemente cabreado.<br />
— ¡Menuda leche me he dado! ¿Qué has hecho? ¿Por qué no paraste? — le<br />
gritó visiblemente molesto.<br />
—Hice lo único que pude. La red estaba muy cerca y esto no es un coche con<br />
frenos, tampoco podía virar pues teníamos la red atravesada, si intentaba parar<br />
habríamos chocado. Así que opte por saltarla.<br />
Marcelo, que se encontraba en el pasillo cuando sucedió todo, desconocía lo<br />
que había pasado.<br />
— ¿Cómo, que la saltaste?<br />
—Sí, el sistema automático no lo permitía, por eso lo desconecte y puse las<br />
alas horizontales con máxima fuerza y los timones inclinado hacia arriba para que<br />
nos sacasen del agua. Sabía que solo estaríamos en el aire unos segundos pero<br />
esperaba que fuesen suficientes para pasar la red.<br />
Marcelo cambió repentinamente de actitud, y del enfado pasó al asombro.<br />
— ¿Has saltado la red?. ¡Increíble! Solo a un maldito loco ingeniero se le podía<br />
haber ocurrido hacer saltar el barco. ¡Eres un puto genio! ¿Cómo se te ocurrió?<br />
—Sencillo. No vi ninguna otra opción.<br />
Lo comentó como si fue si fuese la cosa más normal del mundo. Pero Carlos no<br />
exageraba en su comentario, para él solo se trataba de una opción lógica.<br />
—No me vaciles. <strong>El</strong> Albatros no fue diseñado para hacer estas cosas.<br />
— 163 —
—No, pero tengo claro los límites del diseño y se de lo que es capaz. Y entre la<br />
capacidad de sustentación alar y la de los alerones, podriamos salir con inercia<br />
fuera del agua durante unos segundos.<br />
— ¿Pues a mí eso de elevar un barco en el aire me parece imposible?<br />
—No es fácil, pero no es nada extraño; incluso un niño puede hacer rebotar<br />
una piedra un par de veces en el agua antes de que se hunda. En realidad todo<br />
depende de la velocidad y de la superficie de contacto o sustentación, por eso<br />
cuanto más plana es la piedra mejor rebota.<br />
Altaha que se quedó blanca y muda, recuperaba el color y el habla.<br />
—Casi me muero del susto, pensé que nos mataríamos. ¿Al menos podías<br />
habernos avisado?<br />
—No había tiempo para decir nada. Además, ¿Te habrías quedado más<br />
tranquila si te llego a decir que vamos a dar un salto?<br />
—No. Desde luego que no.<br />
Carlos se confirmó a sí mismo la razón con un gesto.<br />
—Eso pensaba. <strong>El</strong> exceso de información no suele ser útil si no se tiene tiempo<br />
para asimilarla.<br />
—Vale Carlos, pero que quede claro, que tu lógica por un lado, y mi corazón al<br />
borde del infarto, por otro, no están de acuerdo.<br />
Después de unos minutos de revisar todo el equipo y ver que estaba<br />
perfectamente, ya mucho más tranquilos, Carlos quiso saber qué es lo que se<br />
atravesó en su camino.<br />
— Marcelo, acláranos, antes del salto, gritaste que se trataba de una red a la<br />
deriva.<br />
—Sí, una maldita red a la deriva, gastada, que perdió parte del laste y flotaba<br />
en la superficie.<br />
— ¿Qué es una red a la deriva?<br />
—Las redes a la deriva, son redes más o menos normales que las echan los<br />
pescadores al mar y después las van a buscar para recoger la captura. Quedan<br />
suspendidas en medio del océano durante la noche, caladas desde la superficie a<br />
seis u ocho metros de profundidad y extendidas a lo largo. Son como una muralla<br />
impenetrable para la fauna marina. Desgraciadamente no todas son ilegales, los<br />
pescadores las echan en el mar y después la van a buscar para recoger la captura.<br />
Ahora incluso las localizan con boyas que llevan un GPS.<br />
—Es lógico que no te gusten, son un peligro para los barcos.<br />
—Y también para los animales. Las redes de deriva son como cortinas<br />
invisibles que flotan sobre el agua; estas redes flotan a la deriva impulsadas por<br />
las corrientes marinas o el viento y capturan todo lo que se cruza en su camino;<br />
— 164 —
tiburones, tortugas, aves marinas, focas, ballenas, delfines y muchas otras<br />
especies sin interés para la pesca, caen víctimas de este tipo de redes.<br />
—Parecía grande, yo calcule unos trescientos metros.<br />
—Seguro que era mucho mayor. Fabricar una red con nailon es muy barato.<br />
Para que te hagas una idea son ilegales las que superan los dos kilómetros y<br />
medio, pero se han encontrado redes que superan los cincuenta kilómetros.<br />
— ¡Qué barbaridad! ¿Pero por qué la utilizan y nadie las controla?<br />
—Sencillo, un pequeño barco, con muy poca tripulación logra capturas<br />
inimaginables. Y como además, se realiza en alta mar y la red no está unida al<br />
barco, es muy difícil de controlarlos. Mierda de redes, como si no hubiese pocas<br />
cosas flotando en la mar como para tirar más.<br />
— ¿Hay más cosas flotando, además, de barcos? –preguntó Altaha con la<br />
ingenuidad que le caracterizaba.<br />
—Flotando principalmente hay mucho tronco de madera, pero después<br />
también están los restos de los barcos y otros objetos.<br />
— ¿Troncos?<br />
—Si claro. Cuando se transportan los troncos de las talas o crecidas, flotando<br />
río abajo, un buen número de ellos se pierde en los deltas y son arrastrados hasta<br />
el mar que tardan en pudrirse. Aun es más, el agua del sal ayuda a conservarlos<br />
durante años se calcula que tardan unos diez años antes de hundirse.<br />
—Pero no serán tantos los que flotan. <strong>El</strong> mar es muy grande.<br />
—Se calcula que decenas o cientos de millones. Algunos estudios realizados en<br />
el pacífico indican que existe una media de unos cuarenta troncos en cada retícula<br />
de diez por diez millas y hay muchísimos casos de barcos que han chocado con<br />
troncos.<br />
—Pues vaya peligro, con ese no contaba.<br />
—No es el único, también están los contenedores de los barcos, que se caen y<br />
quedan flotando.<br />
—Bueno, pero serán muy pocos.<br />
—Una media de tres mil contenedores cada año se caen por la borda.<br />
— ¡Qué barbaridad!<br />
—En realidad estadísticamente son pocos. Solo uno o dos cada millón que se<br />
transporta.<br />
— ¿Y qué pasa cuando se caen al mar?<br />
—Algunos se hunden, pero la mayoría al ser bastante herméticos quedan<br />
flotando casi sin verse y son muy peligros, al ser de hierro y tener esquinas.<br />
Altaha intervino en la conversación.<br />
— ¿Flota un contenedor de hierro?<br />
— 165 —
—Claro. Por supuesto que flotan, tienen un volumen que va desde treinta y<br />
ocho a setenta y siete metros cúbicos lo que implica que desplaza esas mismas<br />
toneladas de agua y tiene unos pesos máximos autorizados de veinticuatro o<br />
treinta toneladas respectivamente. Su reserva de flotabilidad está asegurada en<br />
más del doble. Es cierto que entra el agua en ellos, pero lo hace poco a poco, han<br />
calculado del orden de doscientos o trescientos litros al día, así se van hundiendo<br />
lentamente pero a este ritmo tardan varios meses en irse a pique. Además,<br />
algunos de ellos tienen revestimientos isotérmicos para transportar mercancías<br />
frías, o llevan materiales manufacturados protegidos en corcho blanco que los<br />
hace flotantes de por vida.<br />
A Altaha no le gustaba mucho este tipo de explicaciones técnicas.<br />
—Simplificando, que son peligrosos. Es que abusas mucho de los datos, que<br />
eres más aburrido que leer una enciclopedia después de tomarse un cocido.<br />
Carlos salió a la defensa de Marcelo.<br />
—No le hagas caso. Tus historias resultan muy interesantes, además, tienes la<br />
habilidad de justificarlos técnicamente, eso es lo que lo diferencia de los simples<br />
comentarios.<br />
—No es por meterme con él, pero es que sería mucho más entretenido leer<br />
mensajes en una botella.<br />
Marcelo parecía no desconocer nada que tuviese que ver sobre el mar.<br />
—Pues hablando de eso hay un italiano Roberto Regnoli que colecciona<br />
mensajes enviados en botellas arrojadas al mar.<br />
Altaha eso le hizo gracia.<br />
—No, si es que hay gente para todo. Eso de meter un papel en una botella.<br />
—No solo papel, uno de los mensajes enviados en 1969, estaba escrito en un<br />
calzoncillo.<br />
—Pues no sé lo que diría en mensaje, pero no es nada romántico eso de que<br />
te lo envíen en un calzoncillo. Por cierto ¿Cuándo puede durar un mensaje<br />
flotando en una botella?<br />
—Pues teóricamente mucho tiempo. Un marino japonés Chunosuke<br />
Matsuyama, naufragó con cuarenta y cuatro compañeros en 1784 en un arrecife<br />
de coral del Pacífico. Matsuyama escribió un breve relato de su tragedia en un<br />
pedazo de madera, lo selló en una botella, y la arrojó en el mar. Por desgracia él y<br />
sus compañeros murieron de hambre, pero la botella estuvo en el mar a la deriva<br />
durante ciento cincuenta y un años hasta que se encontró en 1935.<br />
—Qué triste. Me recuerda una película de Kevin Cosner, que le llegaban<br />
mensajes en una botella de su mujer que ya había muerto, me pareció súper<br />
romántico, aunque tenía un final muy triste.<br />
— 166 —
—Seguro que esta te gusta más. Ake, era un aburrido joven marinero sueco en<br />
un barco en alta mar. Lanzó una botella con un mensaje, pidiendo a cualquier<br />
chica que la encontrara, que le escribiera un mensaje a su casa. Un pescador<br />
siciliano, encontró la botella, continuó con lo que pensaba que era una broma y se<br />
la dio a su hija Paulina. <strong>El</strong>la le devolvió por correo la botella con otro mensaje. Dos<br />
años más tarde, en 1958, Ake visitó Sicilia para conocer a Paulina, y se casaron<br />
rápidamente.<br />
— ¿Qué bonita historia? Es tan romántica.<br />
Siguieron hablando de mensajes y de botellas hasta que llegó la hora de cenar.<br />
Alargaron la tertulia y se fueron a dormir a la una y se quedó Marcelo haciendo la<br />
guardia hasta el amanecer.<br />
Se despertaron pronto para darle el relevo a Marcelo. A lo lejos a unas treinta<br />
millas ya podían distinguir la silueta del Teide, en teoría ser podía ver a más de<br />
cien millas dado que con su casi cuatro mil metros destacaba en el horizonte.<br />
Altaha estaba contentísima con la visión de la silueta del volcán de Tenerife,<br />
ahí estaba su hogar, al que llegaría en unas horas y lo celebró preparando un<br />
magnifico desayuno de despedida.<br />
Sobre las once de la mañana, comprobaron en el GPS que estaban a nueve<br />
millas y llegarían al puerto de Santa Cruz en una hora.<br />
Entonces Altaha les pidió un favor inesperado. Les confesó que no les contó a<br />
sus padres toda la verdad sobre su despido y tampoco en la pequeña aventura en<br />
que se había metido. En su momento, no deseaba dar muchas explicaciones de<br />
los motivos que le llevó a irse a veranear con su exjefe cincuentón y un mecánico.<br />
Desde la distancia, sus padres podrían llegar a pensar que su hijita se había<br />
convertido en una especie de hippie para convivir en concubinato con unos<br />
pervertidos. Así que lo único que les contó es que estaban trabajando en un<br />
proyecto de un barco especial y después de construir lo estaban probándolo en<br />
navegación. Técnicamente hablando nunca llegó a mentir, pues aún estaba en sus<br />
vacaciones de trabajo y probando al Albatros. <strong>El</strong> problema, es que las medias<br />
verdades son muy sencillas de mantener a dos mil kilómetros de distancia, pero<br />
ahora que todos se verían, necesitaba la colaboración de Carlos y Marcelo para<br />
mantener el engaño.<br />
A Carlos no le gustaba mentir, aunque en este caso no le costaría hacerlo.<br />
Después de todo, ir por la vida como un empresario fracasado, embarcado en una<br />
aventura digna de veinteañeros, no ofrecía su mejor tarjeta de presentación ante<br />
los padres de Altaha. Eso sin contar con que estaban navegando en un barco ilegal<br />
perseguido por la guardia civil.<br />
— 167 —
Marcelo aceptó a regañadientes, por su carácter franco y sincero, no le<br />
gustaban esas “trapalladas”, como él las llamaba. Por otra parte, como<br />
compañero nunca dejaría de apoyar a Altaha, así que no pido ninguna explicación<br />
ni se hizo de rogar.<br />
— 168 —
<strong>LA</strong> ANFITRIONA<br />
Llegaron a las doce de la mañana al puerto de Santa Cruz. Dado que la costa es<br />
lineal y enseguida hay mucha profundidad por la orografía de la isla, se tuvieron<br />
que construir los puertos con sus malecones no muy alejados de la costa, lo que<br />
hizo que los puertos resulten alargados y paralelos a la misma. Esta especial<br />
configuración dio lugar a que no existía propiamente un puerto sino cuatro<br />
seguidos. <strong>El</strong> puerto deportivo estaba al final, el único de los cuatro con la entrada<br />
orientada al sur. Cuando llegaron, tuvieron que recorrer todo el interior del<br />
puerto de mercancías hasta el final donde se encontraron los pantalanes de<br />
atraque de los barcos deportivos.<br />
Sacaron la bandera inglesa para hacerse pasar de nuevo por extranjeros.<br />
Estaban bastante tranquilos respecto a que les pidiesen documentación, pues<br />
Canarias vive del turismo, así que no presenta muchos problemas a los<br />
extranjeros y menos aún a los que llegan en barco de recreo buscando un puerto<br />
seguro. Confirmando sus pronósticos cuando el atento encargado del puerto solo<br />
anoto el nombre del barco y la nacionalidad, y poniendo cara extraña frente al<br />
diseño lo clasificó como velero. A ellos les pidió la documentación y al ser<br />
españoles no necesitaba realizar ningún trámite de aduanas.<br />
Dudaban si los padres de Altaha la esperarían en el puerto, pero la mentira de<br />
Altaha fue tan buena que sus padres pensaron que estaría más centrada en<br />
trabajar. Además, estaba la circunstancia que Altaha era la mayor de cinco<br />
hermanos, le seguían uno con veinte años que está en la universidad y otros tres<br />
menores de edad. Así que, en realidad, los padres estaban más preocupados por<br />
atender al resto de los hijos, que por seguir la vida de su hija ya independiente.<br />
Carlos y Marcelo cogieron un hotelito modesto situado cerca del puerto.<br />
Altaha lógicamente se fue a su casa en taxi.<br />
Al día siguiente, que coincidió sábado, los padres de Altaha les invitaron a<br />
comer en su casa.<br />
Se presentaron al medio día. Y de una forma bastante correcta fueron<br />
recibirlos por toda la familia con los cuatro hermanos que rodeaban a Altaha.<br />
Viéndola así, uno se podía explicar su carácter siempre alegre rodeada de niños<br />
desde pequeña y a la vez con su sentido del humor y paciencia que necesito para<br />
aguantarlos como hermana mayor. Los hermanos pequeños estaban<br />
emocionados con el barco y no cesaban de preguntar si podían ir a verlo y<br />
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quedarse a dormir. Altaha les dijo que se los enseñaría, pero no podrían ni<br />
navegar ni dormir pues no resultaba seguro.<br />
Después de un pequeño aperitivo mandaron a los hermanos a la cocina y se<br />
quedaron los cinco comiendo en el salón. Como era lógico los padres trataban a<br />
Carlos como el jefe de Altaha, y este hizo el papel a la perfección, explicando los<br />
detalles técnicos del Albatros y dejando ver lo apasionado que estaba por el<br />
proyecto, lo que por otra parte no le obligaba a mentir.<br />
A Marcelo, por su naturaleza noble y directa, lo le gustaban los engaños; pero<br />
gracias a sus respuesta monosilábicas, dio la impresión que se trataba del tipo<br />
empleado descontento obligado a desempeñar un trabajo incomodo, resultando<br />
su actitud más convincente que todas las explicaciones de Carlos.<br />
Altaha estuvo a punto de fastidiar toda la farsa, cuando, en un afán desmedido<br />
de justificar todo el proyecto, insistió en que estaba bien pero lo mejor sería hacer<br />
turnos para este tipo de prueba en el mar, pues resultaba bastante duro. Sus<br />
padres aunque muy correctos interpretaron que necesitaba ayuda, así que le<br />
pidiendo a Carlos que explicase por qué no hacían turnos con el resto de los<br />
empleados.<br />
Carlos, les explicó muy profesionalmente, que esas pruebas en el mar sin duda<br />
resultaban unas molestias, pero al tratarse de un diseño tan novedoso, la única<br />
persona cualificada para realizar estos ajustes era Altaha. Intentar sustituirla por<br />
otro técnico implicaría empezar de cero. Pero les garantizó que esta experiencia<br />
quedaría muy bien en su curriculum. Aprovechó para quejarse el mismo, pues esa<br />
edad estaba obligado a vivir como un vagabundo, aunque lo justificaba como el<br />
precio a pagar por estar en un proyecto puntero.<br />
Los padres acabaron convencidos de las explicaciones y aconsejaron a Altaha<br />
que todo esfuerzo vale la pena. Mientas lo hacían, las miradas de Carlos y Marcelo<br />
hacia Altaha le expresaban soterradamente que se estaba pasado con todo ese<br />
montaje, y que ya ajustarían cuentas cuando estuviesen a solas.<br />
Una vez convencidos los padres de las bondades del proyecto, Carlos se<br />
dedicó a moderar el énfasis. Les explicó, que aunque el trabajo técnico de Altaha<br />
resultaba impecable, el proyecto no solo tendría que ser viable técnicamente sino<br />
comercialmente y conseguir inversores para que se consolidase la producción.<br />
Así, de alguna forma, quería sentar las bases para que Altaha justificase en breve<br />
su pérdida del empleo.<br />
Se despidieron correctamente, si bien ni por parte de Carlos ni por parte de los<br />
padres hicieron ningún amago de volver a quedar. Por parte de Carlos y Marcelo,<br />
no deseaban perpetuar esa farsa. Simultáneamente, los padres de Altaha, se<br />
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veían superados por la <strong>numero</strong>sa familia, como para asumir más compromisos<br />
sociales que los estrictamente necesarios.<br />
Altaha, después de presentarle a su familia, decidió que también debían<br />
conocer a sus amigos, así que esa noche concertó una cena.<br />
<strong>El</strong> encuentro resultó cuando menos curioso, Altaha emocionada contando sus<br />
aventuras, mientras Carlos y Marcelo permanecían callados asintiendo. Los<br />
amigos estaban asombrados y escuchaban fascinados esta aventura tan alejada<br />
de sus vidas habituales.<br />
Después de una hora, la conversación se volvió hacia elementos más<br />
cotidianos, que si esa pareja rompió o si fulanito ya consiguió trabajo. Marcelo y<br />
Carlos aguantaron con educación, pero ningún vínculo tenían con esos amigos.<br />
Además, todos los interrogantes sobre la vida de los veinteañeros, para ellos ya<br />
eran cuestiones superadas. Por otra parte, tampoco se trataba de comenzar a<br />
darles consejos sobre la vida en plan abueletes.<br />
Como ese encuentro ya no daba para más, aprovecharon el final de la cena,<br />
para justificar que estaban cansados y deseaban retirarse al hotel.<br />
Tanto Carlos como Marcelo ya habían estado en alguna ocasión en Tenerife;<br />
Carlos en plan turismo y Marcelo de escala cuando estaba embarcado, si bien,<br />
ninguno de los dos conocía la isla a fondo. Consciente de esta situación, Altaha se<br />
tomó muy en serio su labor como Cicerón, convenciendo a sus padres para que le<br />
prestasen uno de los dos coches que disponía la familia.<br />
Los dos insistían en que Altaha no tenía por qué preocuparse por ellos, pues la<br />
isla estaba totalmente preparada para dar servicio a los turistas. Altaha, no les<br />
hizo ningún caso, pues, por una parte les estaba muy agradecida por haberla<br />
traído hasta la isla; y por otra, por su propia forma de ser que se volcaría en<br />
enseñarles su isla a sus amigos.<br />
Los recogió en el hotel a las ocho de la mañana, ante la sorpresa de los dos<br />
pues Altaha no se solía levantar temprano y menos aun después de irse de copas.<br />
Les explicó que ella también volvió pronto a casa para dormir, pues había que<br />
aprovechar el día antes de que todo se llenase de “guiris”, que es como allí le<br />
llaman a los turistas extranjeros.<br />
Aunque la atracción más especial de toda la isla es el volcán el Teide, Altaha<br />
decidió que no irían, dado que tanto Carlos como Marcelo ya habían estado en<br />
anteriores visitas. Aunque les pareció un poco extraño, tampoco quisieron<br />
cuestionar los planes de Altaha, seguramente deseaba ser un poco mas original.<br />
— 171 —
Los llevó directamente al otro extremo de la isla al acantilado de los gigantes.<br />
Entraron por el sur por una carretera llega de curvas infernales y bajaron hasta un<br />
pueblo llamado Masca situado en medio de los acantilados.<br />
Después de observar todo el paisaje y comer, decidieron volver. Viendo que<br />
Altaha seguía con el coche de frente le preguntaron porque no daba la vuelta. <strong>El</strong>la<br />
dijo que se salía por ahí. Carlos y Marcelo no lo entendían, delante de ellos solo se<br />
alzaba una montaña de piedra casi vertical. De forma bastante increíble tomaron<br />
una carretera, que prácticamente incrustada en la montaña se desplazaba en<br />
largas eses con curvas cerradas imposibles, y así siguieron subiendo hasta la<br />
cumbre. Tanto Carlos como Marcelo, cuando llegaron hasta arriba dieron un<br />
respiro. No es que no se fiasen del Altaha conduciendo, pero estar circulando a<br />
medio metro del acantilado no les hacía ninguna gracia.<br />
Regresaron cómodamente por la autopista, y antes de Santa Cruz pararon en<br />
para ver el Parque Etnográfico Pirámides de Güímar. Altaha les explico que las<br />
pirámides de piedra o majanos de Güímar, son algo curioso, pues parecen<br />
pirámides mayas o aztecas, aunque más pequeñas. La realidad es que no tiene<br />
más de doscientos años y nada que ver con ritos religiosos o astronómicos. <strong>El</strong><br />
origen resultaba, cuando menos, curioso, en el siglo XIX se extendió en Canarias la<br />
explotación de la cochinilla, que es un insecto parásito del higo chumbo y su única<br />
utilidad radicaba en que del mismo se extrae un tinte de grana o carmín.<br />
Evidentemente, ahora con los tintes sintéticos ya perdió su utilidad, pero en su<br />
momento la explotación de la cochinilla resultaba muy rentable. Así que<br />
compensaba preparar fincas para su cría. Las fincas estaban llenas de rocas<br />
volcánicas; para su limpieza las piedras que se sacaban se almacenaron formando<br />
pirámides para que ocupasen poco espacio, y así se han conservado hasta la<br />
actualidad.<br />
Después de dos horas de examinar el complejo, volvieron a Santa Cruz.<br />
Aprovecharon para cenar algo rápidamente y Altaha los dejó en el hotel.<br />
Al día siguiente Altaha los recogió también a primera hora, si bien les advirtió<br />
que esa jornada no sería de tanta paliza y que llevasen unos bañadores.<br />
Por la autopista llegaron rápidamente al puerto de la cruz, para visitar el Jardín<br />
de Aclimatación de la Orotava. Fue creado en 1788 por Carlos III, con el objetivo<br />
de averiguar si determinadas especies de gran utilidad que crecían en las colonias<br />
podían sobrevivir en otras latitudes, para después llevarlas a los jardines de<br />
Madrid y Aranjuez, pues en aquella época se desconocía por qué algunas plantas<br />
viven sólo en ciertas partes del mundo; de ahí que el nombre oficial contenga la<br />
palabra Aclimatación.<br />
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Se hicieron las fotos preceptivas de turistas junto a un impresionante Picus<br />
que se elevaba sobre sus raíces con más de doscientos años de antigüedad.<br />
La verdad, es que aunque resultaba un jardín precioso, para ellos, después de<br />
estar en Madeira, todo le resultaba familiar.<br />
Después fueron a las faldas del Teide a conocer la Orotava, dieron alguna<br />
vuelta por la villa si bien decidieron dejar pasar el parque natural pues ya habían<br />
quedado cansados con el jardín. Cogieron el coche para seguir hacia el oeste y<br />
llegar hasta Garachico. Que fue hasta 1706 el principal puerto de Tenerife, dada<br />
su amplia rada natural, pero en ese año fue casi totalmente destruido por la lava<br />
de la erupción del volcán de Arenas Negras. La lava rellenó gran parte de la rada y<br />
el puerto perdió las características que lo hacían tan importante, por lo que a<br />
partir de ese momento se convirtió Santa Cruz en el puerto principal.<br />
Pero como consecuencia de esa erupción y la desaparición del puerto, fue<br />
que se formó el Caletón, como así llamaban a la zona de piscinas naturales.<br />
Después darse un baño y comer en una terraza, volvieron a coger el coche y<br />
Altaha los llevo a la playa de las Teresitas. Carlos estaba un poco sorprendido por<br />
la arena blanca y fina de la playa, pues pensaba que todas las playas de Tenerife<br />
eran negras por la arena volcánica. Altaha les explicó que tenían razón, que esa<br />
playa es artificial, de arena blanca traída del desierto del Sahara; Que por cierto,<br />
es tan fina que avisan que cuidado con las lentillas o las cámaras de fotos porque<br />
las rayaban con facilidad.<br />
Esa noche, antes de despedirse, Altaha le dijo a Marcelo que le tenía<br />
preparada una sorpresa, que estuviese listo a medio día para una excursión por el<br />
campo ellos dos solos. Marcelo intentó protestar, pues no deseaba marginar a<br />
Carlos de sus planes, pero rápidamente fue acallado por Altaha que ya lo había<br />
hablado con Carlos. También intentó que le explicase en qué consistía, lo que<br />
resultó igualmente inútil, pues Altaha deseaba mantener la sorpresa.<br />
Al día siguiente Altaha, llegó justo después de comer para recoger a Marcelo.<br />
Venía vestida de excursionistas. Bajó una mochila vacía del coche y le dijo<br />
Marcelo que metiese en ella una muda y ropa de abrigo.<br />
Mientras lo llevaba en coche le informó de los planes. Como compensación por<br />
cargar con ella cuatro kilómetros en Madeira, había programado una excusión<br />
para subir andando hasta la cumbre del Teide. Lo harían por una ruta especial y<br />
dormirían en un albergue acondicionado a medio camino hacia la cumbre.<br />
Marcelo, estaba realmente sorprendido y a la vez emocionado por el plan<br />
propuesto, nada podía ser más atractivo que esa excursión.<br />
— 173 —
Antes de salir de la ciudad Altaha se paró en una oficina a hacer una gestión<br />
que apenas le llevo cinco minutos.<br />
Mientras conducían hacia el Teide, Altaha le fue explicando la historia del<br />
volcán y de la isla.<br />
La isla de Tenerife no es más que un volcán que surgió del mar y mientras en el<br />
centro se conserva la montaña con el cráter, en la periferia y junto al mar es<br />
donde están las ciudades. La peculiaridad de volcán llamado <strong>El</strong> Teide es que es<br />
bastante elevado alcanzando casi los tres mil ochocientos metros. <strong>El</strong> volcán tuvo<br />
varías erupciones y fruto de ellas se formó primero una caldera a unos dos mil<br />
metros con doce kilómetros de diámetros, y dentro de ella se eleva hasta los tres<br />
mil setecientos metros el segundo volcán.<br />
Como el volcán es el principal atractivo de la isla, está perfectamente<br />
acondicionado para el turismo y se puede subir hasta la caldera por medio de<br />
varias carreteras. Así que no tardaron más de media hora en llegar.<br />
Ahí se encontraron con una superficie totalmente desierta, solo con rocas, que<br />
muchos han querido equiparar con la superficie de la luna. En toda esa llanura<br />
solo hay un edificio, se trata del parador nacional de las cañadas del Teide,<br />
situado a más de dos mil metros de altura.<br />
Recorrieron la caldera hasta la base del volcán y subieron la ladera hasta los<br />
dos mil trescientos metros, ahí la elevada pendiente no permite seguir subiendo<br />
en coche, si bien se ha instalado un teleférico que asciende hasta los tres mil<br />
quinientos metros.<br />
Altaha le explicó, que aunque los más puristas estimaban que deberían<br />
ascender andando desde el nivel del mar, en realidad la ascensión por carretera<br />
no tenía ningún mérito y les exigiría un día más. Así que había optado por<br />
centrarse en ascender desde un poco más de los dos mil metros hasta la cumbre<br />
con tres mil setecientos, que resultaba lo más interesante.<br />
Dejaron el coche hasta el parquin del teleférico. Cogieron las mochilas y desde<br />
ahí bajaron andando unos tres kilómetros hasta una explanada en una zona<br />
llamada la Pizarra donde comenzaba un camino ascendente bastante fácil, tanto<br />
que incluso se podría atajar en alguna curva. Altaha le indicó que eso no se debía<br />
hacer para evitar erosiones fuera del camino. Después de todo no debían olvidar<br />
que estaban en un parque natural muy protegido.<br />
Según subían, les sorprendía que las rocas variaban de marrones claros a<br />
oscuro, respondiendo a diferentes épocas de erupciones del Teide. Según<br />
pasaban Altaha le explicaba el nombre de los lugares, como el Circo de las<br />
Cañadas y del Malpais. Llegaron hasta la zona conocida como Lomo Tieso, donde<br />
se conservan las escasas ruinas del antiguo Puesto de Mulas. Siguieron caminando<br />
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por una gran explanada en la zona llamada de la Montaña Blanca, y a partir de ahí<br />
el camino ascendía mucho más empinado con pendientes de hasta el cincuenta<br />
por ciento.<br />
Altaha decidió hacer un alto, para tomar fuerzas antes de acometer esta<br />
ascensión. Comieron unos plátanos y bebieron agua.<br />
Siguieron ascendiendo y a los dos mil novecientos metros, llegaron a una zona<br />
llamada estancia de los ingleses, fácilmente reconocible por tres grandes bombas<br />
volcánicas.<br />
Siguieron subiendo durante dos horas más hasta llegar al refugio de Altavista<br />
situado a 3.270 metros de altitud. Ya eran las ocho de la noche y faltaba poco más<br />
de una hora para que se pusiese el sol.<br />
Altaha ya se había ocupado de hacer la reserva para pasar la noche. <strong>El</strong> refugio<br />
estaba bastante bien acondicionado, y aunque no se trata de un hotel cumplía de<br />
sobra con la finalidad para pasar la noche. Disponía de dos estancias comunes:<br />
una sala rectangular con una gran chimenea que casi ocupaba toda la pared y otra<br />
sala que hacia funciones de comedor y cocina común, pues la cena y el desayuno<br />
había que hacerlo uno mismo, aunque se podía recurrir a una máquina de café.<br />
Las habitaciones eran comunes, de dos tipos: unas modernas con literas de<br />
hierro y otras con liberas metidas como en camaretas de los barcos, que fueron<br />
las que ocuparon. Marcelo estaba muy contento por la sensación de dormir en un<br />
antiguo barco.<br />
Descansaron, cenando mientras compartían con otros excursionistas su<br />
experiencia. La velada no duró mucho y se acostaron a las once, en previsión de<br />
dormir al menos algunas horas, dado que deseaban ver amanecer en la cumbre.<br />
Se levantaron a las dos de la mañana, y con solo tres horas de suelo<br />
desayunaron con calma para despertarse con un buen café, y a las cuatro<br />
salieron.<br />
La noche era muy fría, sin duda estaban a cero grados o tal vez menos. Altaha<br />
previsora había hecho bien en insistir que llevasen ropa de abrigo. Con las<br />
linternas en la cabeza apenas iluminaban unos metros por delante del camino,<br />
aunque la luna iluminaba bastante los contornos. Ascendieron durante una hora<br />
hasta llegar a la zona de La Rambleta a 3.550 metros ahí es hasta donde llega la<br />
telecabina del teleférico.<br />
En teoría solo se podía ascender a partir de ahí, quien tuviese un pase<br />
especial para ascender hasta la cumbre. Por ese motivo Altaha se había parado<br />
para conseguirlo antes de salir. Lo cierto es que no a esas horas no había ningún<br />
vigilante, así que nadie les pidió ningún permiso.<br />
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Tomaron el camino hacia la cumbre que sube por el cono cimero o Pilón, y en<br />
media hora llegaron hasta el cráter del Teide, donde se olía claramente azufre.<br />
Siguieron ascendiendo por el margen derecho del cráter hasta llegar a la cuota<br />
máxima con 3.718 metros.<br />
Eran las seis de la mañana, por lo que aún faltaba una hora para que<br />
amaneciese. A pesar de ser verano seguía haciendo mucho frio, y ahora que<br />
estaban parados lo notaban más. Así, que a falta de otra cosa que hacer,<br />
decidieron desayunar con calma. <strong>El</strong> sacaron un termo el café y la bollería.<br />
Justo antes del Amanecer prepararon las cámaras de fotos y de video,<br />
previsoramente habían traído dos trípodes, por lo que prepararon todo para salir<br />
los dos juntos.<br />
Es difícil describir la belleza de los amaneceres, pero verlo desde la cumbre de<br />
un volcán a casi cuatro mil metros en medio de una isla situada en la mitad de un<br />
archipiélago, resulta una sensación casi imposible de plasmar. Marcelo no perdió<br />
el tiempo intentando expresar, lo que definitivamente nunca podría hacer, a<br />
menos que un milagro lo convirtiese en poeta. Sencillamente cogió a Altaha del<br />
hombro como si se tratase de un gran amigo y le dijo unas sencillas palabras.<br />
-Gracias. Te agradezco mucho que me hayas traído hasta aquí. Nunca olvidaré<br />
este momento.<br />
Altaha estaba feliz y emocionada, por haber acertado plenamente en la<br />
sorpresa a Marcelo.<br />
-Me alegro que te guste. Y la verdad, es que yo también te tengo que<br />
agradecer que gracias a ti, es la primera vez que veo amanecer desde aquí. Había<br />
pensado en hacerlo un par de veces, pero un día por otro lo fui dejando. Así que<br />
ya ves.<br />
Altaha, a diferencia de Marcelo, si tenía recursos expresivos, por lo que se<br />
pasó los siguientes veinte minutos, contándole las excelencia de dicho amanecer,<br />
incluidas la versiones románticas y diversas anécdotas. No en vano, una amiga<br />
suya era sobrina de uno de los guardas y le ayudó a preparar toda esa excursión.<br />
A Marcelo, aunque realmente le resultaban indiferentes todas esas historias,<br />
la miraba atentamente como si le estuviese contando algo vital. Lo que realmente<br />
pensaba, es que Altaha le había proporcionado una experiencia maravillosa, y<br />
disfrutaba de esos momentos mientras comenzaban a estirarse los primeros rayos<br />
de luz sobre la montaña.<br />
Aun estuvieron una hora en la cumbre, hasta que el sol, en todo su esplendor,<br />
iluminó toda la montaña y el mar. La experiencia no pudo ser más perfecta, pues<br />
además les coincidió uno de esos días en que no hay niebla ni bruma, y podían<br />
divisar muchas islas del archipiélago.<br />
— 176 —
A las ocho bajaron tranquilamente, y se dirigieron a la estación del Teleférico.<br />
Esperarían a que abriese a las nueve, y entonces descenderían directamente<br />
hasta el aparcamiento donde estaba el coche. Altaha lo había planificado<br />
perfectamente, y por ese motivo habían dejado el coche aparcado junto al<br />
teleférico.<br />
Volvieron por la autopista, por lo que en menos de una hora ya estaban<br />
reunidos con Carlos, que a media mañana que les esperaba tranquilo en el hotel,<br />
como siempre leyendo el periódico en una terraza.<br />
Altaha, aún bajo los efectos de la maravillosa experiencia, y mientras se la<br />
relataba a Carlos, se sintió en la obligación de disculparse de nuevo por no<br />
haberle llevado. Carlos rápidamente la cortó, dejándole claro que con ese intento<br />
de ascensión lo único que habría logrado conocer seria la sala de urgencia y<br />
reanimación del hospital, además de fastidiarles a ellos toda la excursión.<br />
Después del limitado fondo físico que mostró en Madeira, estaba claro que no se<br />
trataba de ninguna disculpa, así que Altaha abandonó rápidamente ese cargo de<br />
conciencia, y siguió emocionada contándole toda la pequeña aventura.<br />
— 177 —
EL MOMENTO Y EL LUGAR<br />
Fueron unos días de turismo intensivos, transcurrido los cuales Altaha dio por<br />
cumplidas sus obligaciones de anfitriona y les dejó que fuesen por su cuenta,<br />
mientras ella volvía a su vida familiar y con sus amigos. Así se quedaron Carlos y<br />
Marcelo dedicados a estar más tranquilos.<br />
Canarias tiene fama de tener productos de electrónica baratos eso es porque<br />
tiene menos impuestos que la península, las diferencia ya no son tan acusadas<br />
como hace años pero aún se puede encontrar alguna oportunidad. Marcelo<br />
aunque de naturaleza austera, tal vez por aburrimiento se entretuvo entre las<br />
tiendas y finalmente se encaprichó con comprar unos prismáticos. Así estuvo<br />
varias horas viendo los modelos y empapándose con todos los datos técnicos de<br />
los manuales, ante la casi desesperación del atento dependiente, que ya lo dejaba<br />
por imposible, mientras atendía a otros clientes.<br />
Marcelo buscaba unos prismáticos de muchos aumentos, pues los prismáticos<br />
normales tienen solo entre ocho y diez aumentos. Se limitan voluntariamente a<br />
estos aumentos, pues con más se nota el temblor de la mano y la visión se vuelve<br />
borrosa, así que solo se pueden utilizar con trípodes. En los últimos años se ha ido<br />
desarrollando sistemas para eliminar los temblores, y de esta manera se pudo<br />
aumentar la potencia, aunque por elevado coste aún seguían siendo algo muy<br />
exclusivo. Buscando uno con esas características se quedó enamorado de unos<br />
Zeiss veinte por cincuenta, con sistema de equilibrio mecánico, una auténtica<br />
joya, pero con un precio de más de cinco mil euros que le parecía demasiado lujo.<br />
Al final se decantó por unos canon dieciocho por cincuenta "is all wáter", con un<br />
sistema de equilibrio electrónico, que consiguió por mil euros. Con su nuevo<br />
juguete se fue en busca de sus amigos que le esperaban para cenar.<br />
Marcelo con sus recién adquiridos prismáticos estaba más contento que un<br />
niño con zapatos nuevos, y cuando se encontró con Carlos y Altaha le exhibo su<br />
nuevo juguete. Los tres lo estuvieron probando durante toda la cena mirando el<br />
puerto y comprobando lo bien que funcionaba.<br />
A pesar de esa euforia puntual por la compra, sus compañeros notaban que<br />
Marcelo estaba extraño desde que llegó a Tenerife. En los últimos días algo le<br />
parecía estar rondando por la cabeza. De vez en cuando se quedaba con la mirada<br />
fija en el infinito o comenzaba a agitar la pierna o a golpear con la mano la mesa<br />
como si tuviese un tic.<br />
— 178 —
Cuando estaban rematando la cena, dando cuenta de la tercera jarra de<br />
sangría, Marcelo posó el vaso, y con calma se dirigió a Carlos y Altaha.<br />
—Ahora que estamos los tres, es un buen momento.<br />
— ¿Un buen momento para qué? –preguntó curiosa Altaha.<br />
—Tenemos que hablar de una decisión que quiero tomar.<br />
—Cuéntanos.<br />
—Toda mi vida he pensado en cruzar en atlántico a vela. Ayer mientras<br />
amanecía en la cumbre del Teide, me he dado cuenta que con el Albatros aquí, es<br />
justo el momento y el lugar de hacerlo; ahora dispongo de tiempo y desde aquí<br />
las corrientes y los vientos son óptimos. Pero claro, depende de vosotros, tenéis<br />
que decidir si me dejáis el Albatros para que lo intente, con el riesgo que le pueda<br />
pasar algo o incluso hundirse. Para ti Carlos, implica que tienes que regresar en<br />
avión a la península.<br />
Altaha estaba asombrada.<br />
— ¿Atravesar todo el atlántico?, ¿De cuanta distancia hablas?<br />
—De aquí al Caribe, unas dos mil quinientas millas, que llevará entre quince a<br />
veinte días, otros diez para subir el Caribe, más otros tantos para volver.<br />
Pongamos mes y medio o dos meses. No hay prisa, ahora no tengo compromisos<br />
y dispongo de tiempo, cuando vuelva a trabajar todo se complicará.<br />
A Carlos le interesaban los detalles.<br />
— ¿Y piensas ir solo, sin tripulantes?<br />
—Sí. <strong>El</strong> Albatros es pequeño y no necesita ayuda para la maniobra. Además,<br />
un nuevo tripulante no conoce los procesos y los controles por lo que poco me<br />
puede ayudar. Eso sin contar que no está homologado y no quiero ninguna<br />
responsabilidad metiendo a tripulantes o aventureros. Por otra parte yo me<br />
conozco, si aparece un listo y me toca las narices, soy capaz de echarlo del barco y<br />
dejarlo en medio del mar en la balsa salvavidas. Así que mejor, no tentar a la<br />
suerte.<br />
Carlos lo miró, convencido que sería muy capaz de hacerlo. Debió pensar algo<br />
más porque sonrió de oreja a oreja con una cara muy simpática, claramente<br />
influenciado por la sangría que estaba tomando.<br />
—Sí, tienes razón, estamos en el lugar y el momento indicado. Así que lo tengo<br />
claro, me voy contigo.<br />
Marcelo estaba asombrado, pues ni se le había pasado por la cabeza que<br />
Carlos lo quisiese acompañar en una travesía tan larga.<br />
— ¿En serio? ¿No lo harás para que no vaya solo?<br />
— 179 —
—No. Sé que tú no necesitas ayuda. Tengo tiempo, y no tengo ninguna prisa<br />
en volver para buscar un trabajo que mantenga antes de jubilarme. Y la verdad es<br />
que me ha gustado mucho esto de navegar e ir de puerto en puerto.<br />
Marcelo sonrió como pocas veces le habían visto. La verdad, es que no<br />
esperaba que le pusiesen muchas trabas en dejarle el Albatros, pero que se<br />
apuntase Carlos, si fue una sorpresa muy agradable.<br />
—Estupendo, estupendo. Estaba decidido a ir solo, pero yo nunca he sido un<br />
navegante solitario. Me alegro que me acompañes.<br />
Altaha se quedó un poco perpleja.<br />
—Bueno, veo que estáis hechos unos aventureros y me parece muy bien. Yo<br />
evidentemente no me apunto, estoy en mi casa y aprovecharé las vacaciones para<br />
enviar curriculums. Después de todo, aquí tiene que trabajar alguien para<br />
mantener el País.<br />
Carlos muy fraternalmente le puso la mano encima de la suya.<br />
—Te echaremos de menos.<br />
—No os preocupéis el Albatros está listo para que funcione automáticamente,<br />
y no tendréis ningún problema. Estar tranquilos que no me necesitareis.<br />
—Desde luego sin tu ayuda el Albatros no habría funcionado. Pero sobre todo<br />
lo decía por tu entrañable compañía.<br />
Altaha se ruborizó. Carlos se dio cuenta y quiso darle un punto de humor.<br />
—Además, ahora sin ti. ¿Quién se meterá con Marcelo?<br />
Los tres sonrieron, el enfrentamiento dialéctico entre Altaha y Marcelo se<br />
había convertido en un clásico de sus relaciones.<br />
—Yo también os echare de menos. Cuando volvías nos tenemos que reunir<br />
para que me contéis todo. Pero eso es adelantarnos, aún tenemos que<br />
despedirnos, ¿cuándo calculáis salir?<br />
La mente de Marcelo ya estaba centrada en los preparativos del viaje.<br />
—Tenemos que hacer una revisión general a los motores y sistemas,<br />
aprovisionarnos, estudiar la ruta, el tiempo y alguna otra cuestión de seguridad.<br />
Así, que sin prisas, digamos que entre tres y cinco días.<br />
— ¡Ah bueno, sin problemas! Aún tenemos unos días para vernos.<br />
Siguieron cenando, esta vez bajo la emoción de la nueva aventura.<br />
Se centraron en los preparativos para la travesía y lo esencial consistía en<br />
reforzar las medidas de seguridad. Respecto al suministro de agua potable<br />
instalaron una desalinizadora eléctrica y compraron dos más manuales; una que<br />
dejó de respeto y otra que le incorporo a la balsa salvavidas pequeña pues la<br />
grande ya llevaba la suya propia. También incorporó una ducha de cable,<br />
— 180 —
conectada al grifo del baño, así al menos se podrían duchar con agua dulce,<br />
aunque inevitablemente seria fría. Marcelo le explicó a Carlos, que en los veleros<br />
no hay espacio suficiente para poner una ducha con su mampara, así toda la<br />
estancia del baño cumple con esas funciones, lo único que realmente exige es que<br />
tenga un desagüe en el suelo, que se ocupó rápidamente en instalar.<br />
Disponían de una bomba de achique manual, si bien instalaron más dos<br />
eléctricas, una de ellas conectada a un sensor de tal forma que si entraba agua se<br />
ponía a trabajar de forma automática y activaba un aviso. La otra la dejaron de<br />
refuerzo y por si hacía falta, incluso podían poner las dos en funcionamiento a la<br />
vez si fuese necesario.<br />
Pensaron en reforzar el sistema eléctrico con un generador movido por el<br />
viento o con paneles solares. Pero rechazaron la idea pues las líneas redondas del<br />
Albatros y el movimiento de las alas hacía difícil instalar estos aparatos y además,<br />
generaba poca electricidad, por lo que solo serviría para la radio y poco más, pero<br />
no para navegar.<br />
Carlos estaba preocupado por el sistema de equilibrio, pues si se estropeaba<br />
el ordenador ya no funcionaría el sistema de las alas. Altaha les convenció para<br />
que comprasen dos ordenadores portátiles que ella clonó con el mismo sistema<br />
que dirigía al Albatros. Así si el principal fallaba el segundo entraría en<br />
funcionamiento de forma automática y siempre tendrían el tercero de respeto.<br />
No podía hacer nada más, estaba claro que el programa ya no podría ser<br />
mejorado, pues la programación del sistema dinámico de equilibrio resultaba<br />
demasiado complejo. Carlos, sabía en teoría cómo funcionaba, pero resultaba<br />
muy complicado programarlo y quedaba claramente fuera de sus habilidades.<br />
Aprovecharon para consultar en internet la experiencia de otros navegantes, y<br />
se encontraron con que uno de los principales problemas es como entrar con un<br />
barco en un país. Aduanas en cualquier isla del Caribe era mucho más rígida de lo<br />
que se podía pensar. <strong>El</strong>los podían conseguir un certificado de salida de Tenerife, y<br />
operar con la matricula del barco del amigo, pero seguían sin certificado de<br />
navegabilidad y sin seguro.<br />
<strong>El</strong> seguro fue relativamente fácil de conseguir pues solo tuvieron que dar la<br />
matrícula y escoger el más costoso, donde cubrían navegantes sin experiencia y<br />
no preguntaban nada.<br />
<strong>El</strong> certificado de navegabilidad resultó imposible. Entonces Carlos tuvo una<br />
buena idea, confeccionó un certificado de diseño y pruebas, y lo presento en la<br />
conserjería de industria y energía todo lleno de impresos y sellos. Así si alguien le<br />
preguntaba justificarían que estaban probando un nuevo modelo, lo que a la vista<br />
— 181 —
de lo extraño del diseño del Albatros y del papeleo resultaba evidente. Esperaban<br />
que con todos estos papeles fuese suficiente para atracar en los puertos.<br />
Carlos y Marcelo abandonaron toda mentalidad de vacaciones para centrarse<br />
en realizar todos estos preparativos, así que en tres días lo tenían todo listo. De<br />
todas formas, siempre les sobraba tiempo para quedar a última hora de la tarde<br />
con Altaha en las terrazas y tomar algo. En más de una ocasión, le dijeron que no<br />
se sintiese comprometida con ellos y que se quedase con la familia. <strong>El</strong>la les explicó<br />
que en realidad acostumbrada a tanta independencia no quería indigestiones<br />
familiares, además, de que le apeteciese estar con ellos. Así que los siguió viendo<br />
todos los días.<br />
Esa era la última noche antes de la partida, y esperaban despedirse, digamos<br />
oficialmente de Altaha, pero eso día coincidió el cumpleaños de unos de sus<br />
hermanos, así que no pudo eludir el compromiso. De todas formas, los cuidados y<br />
la compañía de Altaha durante todos esos días fue tan completa, que no tenían<br />
nada que reprocharle; tan solo se trataba el verdadero deseo de unos amigos de<br />
volver a verla por última vez. Plenamente conscientes que como mínimo tardaría<br />
varios meses en volver a coincidir.<br />
Se dispusieron a cenar tranquilos para acostarse temprano, pues partirían al<br />
día siguiente después del amanecer. Se sintieron sorprendidos cuando vieron<br />
aparecer a Altaha.<br />
— ¡Hola! —dijo luciendo su habitual sonrisa— Ya sabía que os encontraría<br />
aquí, sois animales de costumbres.<br />
— ¿No tenías una celebración con tu familia?<br />
—Sí, fue la merienda—cena de cumpleaños de mi hermano pequeño, con<br />
tarta velas y toda la historia, pero acabo pronto. ¿No pensaríais que no vendría a<br />
despediros?<br />
—Llegamos a dudarlo –le dijo Carlos, sincero-, aunque lo comprendíamos. Te<br />
agradecemos este detalle.<br />
—Bueno, para ser sincera, me guía el interés. Tengo que pediros un favor<br />
especial.<br />
—Lo que tú quieras. ¿De qué se trata?<br />
—Mi familia me agobia. Tengo a mis padres encima como si tuviese dieciséis<br />
años y en mi casa no hay espacio. Si esto sigue así voy a saltar y tampoco quiero<br />
montarle una bronca. He decidido volver a Madrid para desde ahí más tranquila<br />
buscar un trabajo. Para justificar mi salida precipitada les he dicho que han<br />
surgido problemas técnicos y me tengo que ir con vosotros. Entonces, el plan es<br />
— 182 —
que salgo con vosotros y me dejáis en la isla de Hierro que os queda de camino y<br />
de ahí cojo un vuelo a Madrid. Después ya le diré a mis padres que logré arreglar<br />
el problema y me llamaron de Madrid para otro tema urgente.<br />
— ¿Y que han dicho tus padres?<br />
—Todo bien. Les he preparado, diciendo que el tema es grave que el sistema<br />
es inestable y se bloquea de vez en cuando, así que me necesitáis sino estaríais en<br />
grave peligro.<br />
—O sea que otra vez nos has dejado de pena ante tus padres.<br />
—No tanto. Recordar que para ellos es un proyecto muy importante, así que<br />
oficialmente sigo trabajando. Incluso le he dicho que estoy enfadada con vosotros<br />
por hacerme esta faena, pensando en abandonar la empresa, aunque ahora no,<br />
pues soy responsable de vuestras vidas. Bueno, ¿cuento con vuestro apoyo?<br />
—No es que me emocione –comentó Carlos—, pero te cubriremos en la<br />
disculpa. De todas formas espero no tener que ver más a tus padres en mi vida,<br />
pues se me caería la cara de vergüenza.<br />
— ¿Y tú? –Le preguntó a Marcelo—, ¿me apoyas?<br />
Como buen gallego, le respondió con una pregunta.<br />
— ¿Lo dudas?<br />
Altaha, esbozó una sonrisa. Por lo que había llegado a conocer a Marcelo, él<br />
siempre se mostró incondicional y, ciertamente dudar en este aspecto, resultaba<br />
de por sí una ofensa.<br />
—No, en realidad no tenía ninguna duda. Solo lo pregunte por cortesía. Y<br />
hablando de cortesías, como despedida oficial, os traje un pequeño regalo.<br />
Sacó de la mochila un paquete con el tamaño de un libro grande, que le<br />
entregó a Carlos. Cuando lo abrieron apareció una especie de libro con hojas en<br />
blanco, con las cubiertas de cuero, en la parte superior se titulaba “Diario de<br />
Navegación”, debajo grabado con letras de oro ponía el nombre del “Albatros”<br />
Altaha se mostraba muy satisfecha de la elección de regalo.<br />
—Como yo no voy a estar con vosotros, he pensado que aquí podéis escribir<br />
todo lo que pase; así no os olvidáis de nada y a la vuelta me lo podéis contar.<br />
Carlos y Marcelo se lo agradecieron mucho, resultaba un detalle muy bonito.<br />
Marcelo lo examinó con detenimiento.<br />
—Realmente es precioso. Solo le falta que sea oficial, pero con el Albatros<br />
ilegal no puede ser.<br />
— ¿Oficial? –preguntó Altaha con curiosidad.<br />
—Sí. <strong>El</strong> Libro de Navegación o Diario de Navegación, es el libro en el que el<br />
capitán de un buque debe hacer constar cuantos sucesos relevantes ocurran al<br />
buque durante la navegación. Es un registro oficial, por lo que debe ser foliado y<br />
— 183 —
sellado, con nota expresiva del número de folios que contiene y firmada por la<br />
autoridad competente.<br />
—No lo sabía. Yo siempre pensé que era algo así como un diario personal. ¿Y si<br />
es oficial que es lo que hay que anotar?<br />
—Todo lo relevante que le ocurra al barco; las averías que sufra el buque en su<br />
casco, máquinas, aparejos y pertrechos, así como los desperfectos y averías de la<br />
carga. También los testamentos, nacimientos o bodas; medidas disciplinarías y<br />
delitos cometidos o descubiertos a bordo; y, en general todo lo que pueda tener<br />
relevancia.<br />
—Pues sí que se anotan cosas, yo pensé que el solo se anotaba el rumbo y<br />
poco más.<br />
—Eso es en otro libro, el llamado cuaderno de bitácora. Es el libro que está<br />
junto a los pilotos. Anotan todos los aspectos de la navegación como el rumbo,<br />
velocidad, aparejo o fuerza en las máquinas estado del mar, distancia navegada y<br />
cualquier otro elemento relevante.<br />
— ¿Y porque se llama cuaderno de bitácora?<br />
—Se mantuvo el nombre original. Antiguamente, cuando los buques carecían<br />
de puente de mando cubierto, tenían por costumbre guardar este cuaderno, para<br />
que no se mojase, en el interior de la bitácora, que es un armario o caja de<br />
madera por lo general cilíndrica, fijada junto a la rueda del timón.<br />
Altaha no disimuló su cara de asombro.<br />
—Realmente Marcelo te voy a echar de menos, he aprendido más del mar<br />
contigo en dos meses que en toda mi vida.<br />
—Lo mismo me ocurre a mí, he oído hablar más a una mujer en dos meses,<br />
que en el resto de mi vida.<br />
—Je, je, que simpático. Pero seguro que echas de menos mis conversaciones.<br />
Porque tú y Carlos juntos, o estáis callados como mudos, o habláis de cosas<br />
técnicas que harían que se suicidasen hasta los sordos.<br />
—Desde luego, tienes cada ocurrencia –le dijo Carlos-. Sin duda te vamos a<br />
echar de menos.<br />
Siguieron comentando lo bien que se lo habían pasado en esos dos meses de<br />
convivencia, si bien la velada no se alargó mucho pues debían acostarse pronto.<br />
Al día siguiente, Altaha llegó en taxi y los recogió antes del amanecer en el<br />
Hotel y se fueron directamente al puerto. Una de las ventajas de salir tan<br />
temprano es que los padres de Altaha no estarían presentes, así se ahorraron el<br />
mal trago de tener que mantener la farsa.<br />
— 184 —
La inclusión de Altaha en la travesía hasta la isla de Hierro no supuso ninguna<br />
alteración de los planes de Marcelo y Carlos, pues no tuvieron que hacer ajustes<br />
en las provisiones, al tratarse de un solo día de navegación.<br />
Santa cruz se encuentra a unas cien millas náuticas de la Isla de Hierro.<br />
Calculaban tardar unas diez o doce horas, por lo que saliendo a las siete de la<br />
mañana deberían llegar entre las cinco y las siete de la tarde, con la ventaja de<br />
hacer la travesía totalmente diurna.<br />
Para Carlos y Marcelo, este viaje no lo tomaron como la salida oficial hacia<br />
América, sino como una despedida de Altaha; la aventura comenzaría realmente<br />
cuando dejasen a Altaha en Hierro y saliese por el Atlántico. Pero esa pequeña<br />
travesía no les estaba sentando nada bien. Adoraban a Altaha como compañera<br />
de viaje, con sus conversaciones, sus risas y sus ocurrencias. Hasta un día antes<br />
habían asumido que ella se quedaría en Tenerife, y que ellos comenzarían su<br />
personal aventura. Ahora, de nuevo con ella en el barco, recordaron todo lo que<br />
significaba su compañía, y les producían un hondo pesar el vacío que se produciría<br />
cuando les abandonase. A pesar de estos sinceros sentimientos, Carlos y Marcelo<br />
no hicieron ningún comentario al respecto; no querían estropear la travesía, ni la<br />
despedida, ni que Altaha se quedase con algún cargo de conciencia; consciente de<br />
lo sensible que siempre se mostraba con esas cosas. Lo que resultaba evidente, es<br />
que consciente o inconscientemente, los dos le hacía un caso especial. En las<br />
anteriores travesías cada uno estaba a sus cosas y coincidían sin proponérselo,<br />
mientras que ahora, si ella se iba a proa ellos aparecían con ella y si se desplazaba<br />
a popa, ahí estaban para disfrutar de los últimos momentos de su compañía.<br />
En las primeras horas de navegación lo hicieron paralelos toda la isla de<br />
Tenerife y al llegar a su extremo tomaron rumbo hacia el suroeste. Según<br />
avanzaban a unas quince millas a estribor pudieron divisar una gran isla, que<br />
claramente era La Gomera. Altaha la reconoció aunque estaba a bastantes millas.<br />
—Estamos tan lejos, que no los oiríamos ni con el silbo.<br />
— ¿Silbo? ¿Te refieres a un silbido? –le preguntó Carlos con curiosidad.<br />
—Si claro, en la Gomera utiliza los silbidos para comunicarse a distancia. Es<br />
exclusivo de Gomera, por eso se llama silbo gomero.<br />
Carlos miró a Altaha, cuestionó lo que decía teniendo en cuenta su tendencia<br />
a exagerar, aunque no deseaba herirla y se mostró prudente.<br />
— ¿Comunicarse? ¿No será mucho para un silbido?<br />
—No, es un leguaje reconocido.<br />
— ¿Pero existe oficialmente?<br />
— 185 —
— ¡Pues claro! –Exclamó como si la hubiesen ofendido— Se estudia en las<br />
escuelas desde el año dos mil, y en el año dos mil nueve fue reconocido por la<br />
UNESCO como patrimonio cultural inmanente de la humanidad.<br />
— ¡Caray!, –Exclamó Carlos- Pues sí que tiene importancia. ¿Y dices que sirve<br />
para comunicarse?<br />
—Si, en realidad reproduce el idioma español con los silbidos. Aunque para<br />
ello solo utiliza cuatro consonantes y dos vocales. Por este motivo se basa en<br />
frases cortas, que dependen mucho del contexto y se confirma con preguntas. Yo<br />
no tengo ni idea, pero resulta impresionante oír la cantidad de cosas que son<br />
capaces de decirse.<br />
Marcelo también estaba bastante asombrado con la historia.<br />
— ¿Y porque les dio a los gomeros por ponerse a silbar? Porque en mi tierra, y<br />
mira que somos raros los gallegos, nunca nos dio por ahí.<br />
—Por una cuestión práctica. La orografía de la isla es muy escarpada, con<br />
gritos solo se podían llegar a unos cientos de metros, pero con el silbido según las<br />
condiciones acústicas se alcanza hasta los cuatro kilómetros de distancia.<br />
Tanto a Carlos como a Marcelo le pareció muy interesante esa curiosidad, y lo<br />
comentaron hasta que la isla quedo atrás.<br />
Siguieron navegando tranquilamente mientras contaban alguna otra<br />
anécdota. Al medio día ya podía ver en el horizonte la isla de hierro que Marcelo<br />
señaló con el dedo llamando la atención de Altaha.<br />
— Ahí está. ¿Sabías que a la isla del Hierro también le llaman la isla del<br />
Meridiano?<br />
—No.<br />
— ¿Y que La punta de Orchila le llaman el fin del mundo?<br />
—Pues no, además no lo entiendo, está muy cerca de Tenerife y de la costa.<br />
— Para los griegos y romanos, las Islas Canarias, y en concreto la punta de<br />
Orchila de hierro era la zona más occidental de Europa. Pensaban que el océano<br />
se acababa en una gran cascada, y por eso, para ellos a partir de esa punta<br />
comenzaba el fin de mundo.<br />
— ¿Dijiste también la isla del meridiano?<br />
—Sí. Como para los griegos era el punto más extremo, Ptolomeo consideró<br />
como "Meridiano Cero" al que pasaba por el extremo occidental de la isla.<br />
— ¿Pero el meridiano cero no está en Greenwich?<br />
—Ahora sí, pero eso no fue así en un principio. Incluso cuando comenzó la era<br />
de los grandes navegantes y comenzaron a diseñar las cartas, cada país tomaba su<br />
propia referencia. Durante el siglo XIII, bajo la influencia de Alfonso X el Sabio y de<br />
— 186 —
las conocidas Tablas Alfonsinas, se tomó como meridiano de origen el de Toledo,<br />
entonces capital del reino de Castilla, aunque en la segunda mitad del siglo<br />
dieciocho, comenzó a establecer su primer meridiano en Cádiz, donde en 1753 se<br />
estableció el Observatorio Real de la Marina. En total, en el mundo, existieron<br />
once meridianos de referencia distintos; Greenwich, Cádiz, Lisboa, Roma, París,<br />
Berlín, Copenhague, Río de Janeiro, San Petersburgo, Estocolmo y Tokio. Uno de<br />
ellos famoso por ejemplo estaba en París y atravesaba la Iglesia de SaintSulpice,<br />
donde en la actualidad sigue existiendo una línea en el suelo en la mitad de la<br />
iglesia.<br />
—Vaya lio, ¿y cómo es que acabó solo el de Greenwich?<br />
—Pues precisamente porque era un lio. En 1884 Estados Unidos convocó una<br />
conferencia mundial para unificar en un solo meridiano. Y se impuso con facilidad<br />
un acuerdo de utilizar solo Greenwich, pues la mayoría de los países ya lo<br />
utilizaban como referencia.<br />
— ¿Un acuerdo? ¿No lo impusieron?<br />
—No, la adopción dependía de cada país, en esa época no existía la ONU ni<br />
ningún otro organismo internacional. Por ese motivo, España lo adoptó trece años<br />
más tarde en 1907, pero se comenzó a utilizar hasta 1910 cuando se adaptó el<br />
Almanaque Náutico y se ajustaron los cronómetros de la armada a la hora del<br />
meridiano de Greenwich.<br />
—Muy interesante —comentó Carlos.<br />
— ¡Jo! –Exclamó Altaha—, otra vez siento vergüenza de que me tengas que<br />
contar mi propia historia.<br />
—Por cierto, hablando de historia, la isla de Hierro es de España, de milagro.<br />
La Corona de Castilla pagó a mercenarios vasco franceses para hacerse con la isla,<br />
sin embargo estos se la vendieron a Portugal. Por suerte los portugueses se la<br />
cedieron a la Corona española en el Tratado de Alcáçovas en 1480.<br />
Altaha, hizo una mueca con una media sonrisa.<br />
—Ya veo que disfrutas humillándome.<br />
Marcelo se quedó desconcertado, lo último que deseaba ahora es que Altaha<br />
se sintiese ofendida.<br />
—Perdóname, yo no quería molestarte, solo pensé que sería interesante<br />
hablar de la historia de tus islas.<br />
Altaha se quedó sorprendida, por primera vez que oía a Marcelo disculparse y<br />
pedir perdón por algo.<br />
Altaha le acarició la cabeza como si fuese un niño.<br />
— Hay Marcelo pero que poco sentido del humor tienes. ¿Sois todos los<br />
gallegos así?<br />
— 187 —
—No lo sé. ¿Sois todas las canarias así?<br />
— ¡Ves Carlos, lo ha hecho de nuevo! ¡Es imposible preguntarle a un gallego,<br />
te responde siempre con otra pregunta!<br />
Carlos le echó una Mano a Marcelo.<br />
—Bueno, no te quejes Altaha, tiene la ventaja que nunca tendrás una<br />
respuesta molesta.<br />
—Vale. Para no quedar como una ignorante total, os voy a comentar alguna<br />
cosilla sobre la isla de Hierro. ¿Sabéis lo que es el Garoé?<br />
—No –respondieron prácticamente al unísono.<br />
—<strong>El</strong> Garoé es el árbol Santo de la isla. Cuenta la leyenda que la única agua de<br />
la isla salía de árbol capaz de destilar con sus hojas el agua de las brumas. Dice la<br />
leyenda que había un árbol santo que se adoraba, en ese lugar se plantó uno<br />
nuevo. <strong>El</strong> lugar se puede visitar se llama el sabinar para ver en directo las charcas<br />
que allí se forman.<br />
—Interesante –comentó Carlos— conozco poco la historia de Hierro, siempre<br />
me ha parecido una isla muy inhóspita.<br />
—Y en efecto esta poco habitada, y tal vez por ese motivo el año 2000 fue<br />
declarada por la UNESCO como Reserva de la Biosfera. Y en la actualidad hay un<br />
plan para convertirla en la primera isla del mundo en abastecerse totalmente de<br />
energías renovables.<br />
Así siguió Altaha contando algunas anécdotas sobre la isla, que se desviaron<br />
enseguida al ámbito particular, como la amiga que tenía un novio de hierro, que<br />
ahora estaba en un proyecto de un huerto solar, aunque con tanta restricción de<br />
fondos públicos, el proyecto estaba muy comprometido.<br />
Como punto de recalada en Hierro, eligieron el puerto pesquero de La<br />
Restringa donde tienen su base los pescadores que faenan en el Mar de las<br />
Calmas. Este es el puerto más adecuado para llegar y para salir hacia América, si<br />
bien para dejar a Altaha hubiese sido mejor en puerto principal de la Estaca, que<br />
estaba más cerca del Aeropuerto. <strong>El</strong>la insistió en que no cambiasen de planes,<br />
pues no tenía ningún problema en acercarse al aeropuerto en una guagua, que es<br />
como en las islas llaman a los autobuses.<br />
Al llegar al puerto Carlos, le dijo a Altaha que ellos dormirían en el Albatros<br />
pues ya estaban mentalizados para el viaje, y le aconsejaba que ella cogiese un<br />
hotel, así no tendría que levantase temprano, pues ellos tenían programado salir<br />
después del amanecer.<br />
Descansaron un par de horas estirando las piernas, dando un paseo por toda<br />
la villa hasta el momento de la cena, que sería su acto oficial de despedida.<br />
— 188 —
Escogieron para cenar un pequeño restaurante situado en la parte alta de la<br />
ciudad, con una terraza que ofrecía una vista magnifica sobre el mar.<br />
Al comienzo de la cena, Carlos alzó la copa de vino y miró a Altaha.<br />
—Brindemos en tu honor, la mejor compañera que hemos podido encontrar. Y<br />
hablo en nombre de los dos, cuando digo que nos separamos con lástima –<br />
consciente que Marcelo tal vez fuese incapaz de complementar el cumplido.<br />
Altaha, sin hacer ningún gesto especial, repentinamente comenzó a llorar, y<br />
mientras los miraba en silencio las lágrimas caían sin control por su cara.<br />
Carlos y Marcelo se quedaron sin saber que decir. Entre otras razones, porque<br />
habitualmente Altaha lo decía casi todo. Estaba claro que la despedida le estaba<br />
haciendo aflorar su lado más sentimental. Altaha recobro el habla, mientras con la<br />
servilleta se secaba las lágrimas.<br />
—No puedo dejaros. Me voy con vosotros –dijo con voz entrecortada.<br />
Carlos quiso entender claramente el significado de sus palabras.<br />
— ¿Con nosotros? ¿A atravesar el atlántico?<br />
—Sí, bueno, si me dejáis ir con vosotros.<br />
Carlos estaba tan confuso por este cambio de planes, como por la duda de<br />
Altaha.<br />
— ¿Cómo no te vamos a dejar?, es que me has sorprendido, pensaba que lo<br />
tenías claro.<br />
—Nunca estuve muy convencida. La lógica me indicaba que debía centrarme<br />
en buscar trabajo, mientras mi corazón quería seguir con vosotros. Pero yo me<br />
conozco, con mis prontos, y pensé que se me iría pasando. Ahora desde que he<br />
vuelto a subir al Albatros, ya nada me importa más que seguir navegando con<br />
vosotros. Y cada vez que he pensado en despedirme, se me encogía el estómago.<br />
No sé si es una locura, pero me da igual, ahora sí que tengo claro que os<br />
acompaño. –Debió pensar algo pues se quedó unos segundos en silencio—<br />
Aunque no quiero romperos los planes, si pensáis que soy un estorbo me quedo.<br />
—Altaha, –la miro Carlos— estamos encantados que nos acompañes, pero<br />
piénsalo bien, no te ha sentado muy bien hasta ahora el mar. Lo pasaste bastante<br />
mal en tu viaje a Madeira, y esto serán muchos días más.<br />
—Fue solo por el mareo, si es necesario me “chuto” a biodramina cada ocho<br />
horas. Pero tengo la confianza en acostumbrarme, en el viaje hasta aquí aguante<br />
bien.<br />
— ¿Y has sopesado los peligros?<br />
—Sí, pero no es para tanto, ya hemos hecho mil millas sin incidentes.<br />
Marcelo, después de superar el asombro por la noticia, no se mostró nada<br />
convencido.<br />
— 189 —
— ¿Sin incidentes dices?; primero salimos huyendo por la noche pegados a las<br />
piedras como lapas, después casi nos quedamos sin gas oíl y nos hacemos<br />
náufragos, y en la última travesía por poco no nos matamos contra una red. Y eso<br />
con buen tiempo y sin problemas con el Albatros. Las cosas se pueden poner<br />
mucho más feas. –la miró fijamente a los ojos antes de continuar-. Altaha, esto no<br />
es un paseo, debes pensártelo bien.<br />
Marcelo, le estaba dejando claro que no se lo pondría nada fácil, pero Altaha<br />
ya no quería oír nada, sencillamente no estaba dispuesta a cambiar de opinión.<br />
— ¡Está decidido Marcelo! Me voy con vosotros y con todas las consecuencias.<br />
Lo dijo con toda la seriedad que pudo, para imponerse a Marcelo. Ante su<br />
sorpresa vio como Marcelo, lejos de volverse más serio, esbozaba una amplia<br />
sonrisa.<br />
— ¡Asi me gusta! ¡Volvemos a tenerte a bordo! Ahora sí que vamos a<br />
celebrarlo con una buena cena y unas copas.<br />
— ¡Vaya! –Exclamó Altaha— pensé que no querías que viniese con vosotros.<br />
— ¡Claro que sí! –afirmó de forma rotunda, como si la mera duda le<br />
ofendiese—. Pero es una travesía muy larga y hay que estar muy convencido. A lo<br />
mejor, se trataba de un pronto de los tuyos, quería quitártelo de la cabeza. Ya<br />
sabes cómo eres, tienes tus ocurrencias de vez en cuando.<br />
Altaha le señaló con el dedo.<br />
— ¿Mis ocurrencias? Me siento ofendida por ese comentario. Y como<br />
desagravio, las dos primeras copas van a tu cuenta.<br />
— ¡Las dos y el resto! –Exclamó con euforia-. Esta noche corre por mi cuenta.<br />
¡Desperta ferro! –gritó mientras levantaba la copa.<br />
— ¿Qué significa? ¿Es gallego?<br />
—No, creo que es castellano antiguo o catalán. Significa despierta hierro.<br />
— ¿Quieres despertar a toda la isla?<br />
—No creo que nos dejen, pero te prometo que lo intentaremos. “Desperta<br />
ferro”, es el famoso grito de los almogávares antes de entrar en batalla.<br />
Golpeaban sus armas, con piedras para hacer fuego, sacando grandes chispas,<br />
infundiéndose valor y atemorizando de esta forma los enemigos.<br />
— ¿Y les funcionaba?<br />
—Pues al parecer sí, porque eran buenos combatientes.<br />
— ¿Almogávares dices?, ¿o sea que eran árabes?, ¿de qué zona?<br />
—No eran árabes sino aragoneses y catalanes, afectos a la corona de Aragón<br />
durante el siglo XIII y XIV.<br />
—No tenía ni idea.<br />
— 190 —
—Pues la verdad es que tienen una curiosa historia, tanto, que a pesar de no<br />
tener casi nada que ver con la mar, tuve curiosidad por conocerla. Resulta<br />
apasionante, os aconsejo que la leáis.<br />
—Cuéntanosla.<br />
—Mejor que No. No es el momento para historias de hace ocho siglos.<br />
Carlos, desde la terraza que estaba, contemplaba todo el puerto y el mar, en la<br />
tranquilidad del atardecer. Sintiendo además la felicidad de que Altaha les<br />
acompañase.<br />
—Dudo mucho que estemos en un lugar más tranquilo y adecuado para una<br />
buena historia. ¡Vamos Marcelo cuenta la historia!, aun tienes mucha noche por<br />
delante para celebrarlo.<br />
—Bueno, estáis avisados, no os quejéis si os aburre.<br />
Altaha sonrió de oreja a oreja.<br />
—Estoy de acuerdo con Carlos. Por esta vez, y sin que sirva de excepción,<br />
tómatelo con calma y expláyate.<br />
Ciertamente los tres estaban eufóricos, pasando de la tristeza de la separación<br />
a la inmensa alegría de seguir juntos. En ese momento de máxima felicidad, no<br />
tenían ninguna otra inquietud y ninguna prisa, así que se dejaron llevar por la<br />
historia de Marcelo.<br />
Los almogávares estaban integrados principalmente por oficiales aragoneses y<br />
catalanes, que tuvo su origen en campesinos y pastores de los valles pirenaicos. Al<br />
principio iba bastante por libre y su negocio consistía en realizar incursiones<br />
contra las poblaciones árabes, pero las cosa no le fuero de todo bien así que<br />
acabaron como mercenarios al servicio del rey de Aragón. Esta colaboración tuvo<br />
su final después de la batalla de las navas de Tolosa en 1212, o también llamada<br />
de los tres reyes. Si bien la propia batalla merece la pena ser comentada.<br />
Durante años el reino de castilla con su Rey Alfonso VIII se fue ampliando, a<br />
costa de reconquistar poco a poco terreno a los desmembrados reinos de los<br />
taifas que reinaban en media España. <strong>El</strong> mundo islámico, dándose cuenta de que<br />
estaban pendiendo terreno, dirigido por su líder Al Nasir, concentró grandes<br />
tropas que llegaron desde África, con pretensiones de retomar toda la península<br />
ibérica, incluso llegar hasta Roma. <strong>El</strong> rey Alfonso VIII, a pesar de que se percató de<br />
estas intenciones, no se encontraba en condiciones de contraatacar; Castilla<br />
estaba agotada tras un siglo de guerras hacia el sur con los Musulmanes, pero lo<br />
que más le limitaba eran sus conflictos con los reinos cristianos adyacentes, como<br />
León, Portugal o Navarra, por lo había que cuidar de esos frentes. <strong>El</strong> arzobispo de<br />
Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, que viendo que sería su provincia la primera en<br />
— 191 —
ser conquistada, acudió en ayuda del Rey; maniobró de forma astuta y recurrió a<br />
la Santa Sede, convenciendo al Papa para que declarase cruzada la guerra contra<br />
los almohades. Este pacto resultaba vital, pues no solo creaba un vínculo de<br />
alianzas militares, sino que en esta situación, los reinos Católicos no se podían<br />
atacar entre ellos, por lo que podrían concentrar todas sus fuerzas en el sur<br />
contra los musulmanes.<br />
Así en Toledo se concentraron los ejércitos esencialmente de España y con<br />
tres reyes al frente; Navarra con Sancho VIII, Pedo II de Aragón con los<br />
almogávares y Alfonso VIII de Castilla. Entraron en batalla con varias anécdotas<br />
dignas de recordar; como la de un noble vasco Diego López de Haro, cuya mujer,<br />
un tanto casquivana, le había abandonado. Cuando se disponía de lanzarse al<br />
ataque su hijo, que le acompañaba en el brete, le dijo: "Padre, que lo hagáis de<br />
modo que no me llamen hijo de traidor", a lo que el valeroso vizcaíno repuso: "Os<br />
llamarán hijo de puta, pero no hijo de traidor".<br />
A pesar del empuje de los cristianos, la superioridad de los almohades los<br />
frenó llevándolos al punto de ser derrotados, entonces los reyes, que veían desde<br />
un montículo la batalla, acordaron intervenir de forma desesperada. Alfonso,<br />
consciente de que se jugaba la vida ese lance, miró a Ximénez de Rada y le dijo:<br />
"Arzobispo, aquí, vos y yo moriremos". <strong>El</strong> religioso, mucho más optimista, le<br />
replicó: "No, mi señor. Aquí, vos y yo venceremos". Se produjo entonces la célebre<br />
carga de los tres reyes que dirigieron el ataque hacia donde se encontraba Al<br />
Nasir en su tienda, protegida por unos soldados que juraban morir defendiéndolo<br />
y estaban atados a la tierra por cadenas. Sancho VIII, fue el primero en llegar a la<br />
línea de los desposados: los acuchilló y rompió tanto las cadenas que los unían<br />
como las que guardaban la tienda del miramamolín. <strong>El</strong> símbolo de esas cadenas<br />
pasaría al escudo de Navarra y ahí siguen, ondeando gallardas en las banderas<br />
navarras y españolas. Al Nasir huyó precipitadamente para salvar el pellejo,<br />
mientras su ejército se venía abajo. Los reyes ordenaron perseguir a los moros,<br />
que desertaban en todas direcciones, para evitar que se reagrupasen, y la victoria<br />
fue completa. <strong>El</strong> pendón del califa fue recogido de la ensangrentada tienda y<br />
enviado a Burgos, donde se conserva en el Monasterio de las Huelgas.<br />
Los almogávares siguieron luchando para la corona de Aragón, y bajo el<br />
sucesor Pedro III de Aragón, siguió su reconquista hasta 1245 que llegaron a<br />
alicante. Pasaron algunos años y no sabía qué hacer con ellos, pues resultaban<br />
bastante incontrolados, por otra parte si los disolvían, volverían al reino y<br />
causarían disturbios. Como solución, en 1282 los envió a Sicilia a apoyar la causa<br />
de Federico III de Sicilia o de Aragón.<br />
— 192 —
La cosa fue bien durante un par de años mientras que eran necesarios, si bien<br />
en 1302 se firmó la paz de Caltabellota 1302 y con este acuerdo se puso fin a las<br />
luchas entre la casa de Anjou y la de Aragón, dejando Nápoles para Carlos II de<br />
Anjou y Sicilia para Federico. Los Almogávares entonces, se quedaron sin ningún<br />
cometido y, beligerantes como eran, comenzaron a causar desordenes, por lo que<br />
Federico II de Sicilia quiso deshacerse de ellos. En ese momento, el emperador<br />
bizantino Andrónico II Paleólogo, tenía urgente necesidad de tropas para conjurar<br />
el peligro turco que avanzaba desde Asia Menor, así que fue la oportunidad para<br />
librarse de los almogávare, que fueron contratados por el Bizancio.<br />
Se forma así la Gran Compañía teniendo al frente a Roger de Flor, un antiguo<br />
templario con mucha fama, que pidió esposa y el título de Mega Dux, al<br />
emperador bizantino, lo cual le fue concedido. La expedición zarpó de Sicilia en el<br />
verano de 1302 contando con treinta y dos naves y unos siete mil soldados.<br />
Aquí realmente empieza la leyenda de esta gente. Tras su llegada para luchar<br />
con los turcos, unos genoveses, supuestamente sus aliados, se les pusieron un<br />
poco chulos, deseando dejar bien claro quién mandaba en esas tierras. Los<br />
almogávares, en efecto, se lo dejaron muy claro, con una rencilla que se convierte<br />
en batalla y dejan a tres mil genoveses muertos.<br />
Debió servirle para calentarse, pues después entran en una gran batalla<br />
contra los turcos masacrando a unos trece mil. Prosiguen obteniendo grandes<br />
éxitos en su lucha, tomando Filadelfia, Magnesia y Éfeso y obligando a los turcos a<br />
retirarse en Cilicia y en Tauro. Los turcos, viendo que no les ganaban con fuerzas<br />
parejas, juntaron un gran ejército de cuarenta mil hombres y atacaron a los siete<br />
mil almogávares. A pesar de la desproporción, los almogávares les infringieron<br />
una derrota absoluta y los turcos se retiraron tras perder aproximadamente<br />
dieciocho mil hombres.<br />
Ante tales éxitos en 1304 el emperador de Bizancio nombra césar a Roger de<br />
Flor, lo cual fomenta las intrigas palaciegas típicas de Constantinopla, provocando<br />
que Miguel, hijo del emperador, conspire para librarse de él. Invita a Roger y a sus<br />
comandantes a una celebración en su honor en Adrianapolis; y tras los festejos,<br />
unos mercenarios alanos, contratados para tal efecto, los asesinan a todos.<br />
Confiaban el emperador que los almogávares, sin líderes, se rindieran. Pero<br />
no conocían bien el carácter de estos aragoneses y catalanes. Cuando se enteran<br />
del asesinato de sus jefes, se cogen un cabreo descomunal y jurar venganza, de<br />
ahí el famoso dicho de la venganza catalana. Presas de su ira arrasan pueblos y<br />
aldeas y derrotan a todos los griegos que se ponen en su camino. Alarmado el<br />
Emperador, decide cortar por lo sano y manda un gran ejército contra ellos para<br />
aniquilarlos definitivamente, pero los almogávares se alzan con la victoria,<br />
— 193 —
masacrando a más de veintiséis mil bizantinos. Y no contentos con eso, persiguen<br />
a los mercenarios Alanos que habían asesinado a su líderes; cuando los<br />
encuentran los exterminan a todos, unos ocho mil setecientos, solo respetando a<br />
las mujeres e hijos.<br />
Terminada su venganza, los almogávares no saben muy bien que hacer, y son<br />
contratados por el duque de Atenas para luchar contra los griegos. Sin embargo,<br />
una vez realizado el trabajo sin mayores problemas, el barón franco comete el<br />
insensato error de negarse al pago de los servicios. Se siente crecido por su<br />
superioridad de fuerzas en combate, pues dispone de tres mil caballeros y doce<br />
mil infantes frente a los quinientos caballeros y tan solo tres mil infantes de los<br />
almogávares, ya muy mermados por las continuas luchas. Con esta superioridad<br />
se dirige al encuentro de los almogávares, pensando que saldrán corriendo. Los<br />
almogávares no solo no huyen, sino que se enfrentan al barón en la batalla del río<br />
Cefis en 1311. Conocedores que los francos se sentirían superiores, les<br />
prepararon una trampa; se colocaron arrinconados sin salida entre el lago Copais<br />
y el río Cefis, así delante de ellos solo quedaba una llanura, por donde<br />
evidentemente les atacarían los francos, pensando que no tendrían escapatoria.<br />
Desviaron el río y dejaron que se empapase de agua toda la llanura. Los francos,<br />
viéndolo tan fácil, se lanzaron con toda la caballería, pero al entrar en el campo<br />
anegado se quedaron inmóviles en el fango. Y así, atrapados con sus pesadas<br />
armaduras fueron presa de la infantería que los exterminó matando al barón y a<br />
la mayoría de los nobles. La infantería viendo el desastre retrocedió y fue<br />
perseguida y diezmada por la caballería. Así conquistaron Atenas para el rey de<br />
Sicilia y aprovecharon para apropiarse de Tebas.<br />
Los francos, muy resentidos decidieron entonces utilizar el poder religioso y<br />
convencen al Papa que les insta a devolver el territorio. Los almogávares, a los<br />
que claramente les pesaba más el orgullo que la fe, no le hacen ni caso al Papa y<br />
acaban siendo excomulgados en 1318. Esta nueva situación, no solo no les quito<br />
el sueño, sino que les animó para ampliar sus territorios con Neopatría, pasando<br />
estas tierras al control de la Corona de Aragón.<br />
Francia no se olvidó de esa ofensa, así, trece años después, en 1331, armó un<br />
fuerte ejército, con el beneplácito del Papa, para recuperar Atenas. Para no<br />
perder la costumbre, los almogávares los volvieron a derrotar.<br />
A esas alturas de la historia, ya nadie en todo Europa se atreve a meterse con<br />
ellos y deciden dejarlos tranquilos. Y de esta forma, el dominio de los reyes de la<br />
Corona de Aragón sobre estos ducados se mantuvo sesenta años más hasta 1391,<br />
donde, por la propia distancia y rencillas entre ellos mismos, se acabó perdiendo<br />
el control.<br />
— 194 —
Esta historia tan apasionante monopolizó toda la cena, y tanto Carlos como<br />
Altaha permanecieron atentos hasta el final. Al acabar felicitaron a Marcelo por<br />
tan magnífico relato.<br />
Carlos les acompañó en la velada, pero se retiró al Albatros cuando ellos se<br />
fueron de copas. Altaha, dado que optó por unirse a la aventura, anuló en hotel<br />
para dormir directamente en el Albatros y salir por la mañana sin demoras.<br />
Marcelo se tomó tan en serio la celebración, que con muy poca moderación<br />
arrastro a Altaha a tomar copas hasta las cinco de la mañana, regresando al<br />
Albatros los dos, casi sin sostenerse, como auténticos marineros borrachos.<br />
Literalmente se dejaron caer en las literas y se quedaron profundamente<br />
dormidos.<br />
— 195 —
<strong>LA</strong> TRAVESÍA<br />
Con todos estos excesos de la noche anterior, Marcelo se quedó dormido<br />
hasta las diez de la mañana. Cuando se despertó y se enteró de la hora se puso de<br />
un terrible mal humor tomándosela con Carlos.<br />
— ¡Carlos! ¿Por qué no me despertaste? Ya no salimos a las ocho como<br />
habíamos previsto.<br />
Carlos estaba muy tranquilo.<br />
—Claro que no, necesitabas dormir. ¿Qué prisa tienes? Qué más da salir a las<br />
ocho que a las once, nos quedan demasiados días por delante. Además, he<br />
aprovechado estas horas para comprar más fruta y comida, te recuerdo que<br />
ahora somos tres y las provisiones estaban calculadas para dos.<br />
—Bien hecho por tu parte, y mal por la mía. Los horarios son para cumplirlos.<br />
Carlos estaba dispuesto a acelerar la salida para que Marcelo se quedase<br />
tranquilo.<br />
—Bueno, estoy de acuerdo que tampoco hay que perder el tiempo,<br />
despertemos rápidamente a Altaha y salgamos cuanto antes.<br />
— ¡No! –Negó con contundencia—, a Altaha déjala dormir, que está cansada.<br />
Ya me ocupo yo de todo.<br />
Carlos, entonces, comprendió que Marcelo de alguna forma asumió que tenía<br />
que cuidar de ellos, lo que implicaba estar atento a todo y ser el más resistente y<br />
sacrificado. Por ese motivo, al haberse quedado dormido, eludiendo sus<br />
obligaciones, se sintió tan molesto, y por la misma razón no quería despertar a<br />
Altaha.<br />
Marcelo, se tomó un café rápidamente y agilizó todas las operaciones, así, a<br />
las once estaban saliendo.<br />
Con todos los preparativos y dado que la zona de las literas estaba justamente<br />
en la entrada, Altaha no tardo en despertarse. Agotada y con una resaca de<br />
caballo, intentó colaborar en los preparativos, pero Marcelo insistió en que se<br />
quedase tranquila desayunando hasta que se recuperase.<br />
La salida fue un momento de alegría y de emoción, alegría porque Altaha<br />
estaba con ellos, y emoción por el viaje. Carlos y Marcelo eran muy conscientes<br />
que con la compañía de Altaha el viaje sería mucho más entretenido y ameno.<br />
Paralelamente les pesaba la responsabilidad por llevarla y enfrentarla a los<br />
peligros de una travesía tan larga.<br />
Navegaron plácidamente hacia el sur hasta llegar al extremo de la isla. Al<br />
sobrepasarla viraron hacia el oeste para poner rumbo directo al Caribe.<br />
— 196 —
Marcelo señaló con un dedo hacia el mar que se presentaba por delante.<br />
—Tenemos unas dos mil seiscientas millas, sin una isla ni un pedazo de tierra<br />
donde refugiarse, solo nos queda el océano por delante. Con un promedio muy<br />
optimista de diez nudos, tardaríamos doce días, aunque seguramente<br />
encontraremos corrientes que nos desviaran y vientos flojos o encalmados, así<br />
que tenemos que estar preparados para permanecer hasta unos veinte días de<br />
navegación.<br />
Por la tarde Marcelo les dijo que con tantos días por delante, podrían<br />
aprovechar para aprender cosas prácticas, como por ejemplo hacer nudos.<br />
Altaha, totalmente recuperada de la resaca, volvía a ser la lengua discordante<br />
de siempre.<br />
—Pues yo no lo veo necesario, el Albatros no es un velero, y excepto para<br />
atracar no necesitamos saber hacer muchos nudos, con uno sobra.<br />
Inesperadamente este argumento fue apoyado por Carlos.<br />
—Altaha tiene razón, además, cualquiera sabe hacer un nudo, que baste para<br />
apretar cualquier cosa.<br />
Marcelo los miró con cara de impaciencia.<br />
—Por lo que veo, aquí hay mucho listo. Estáis confundidos, la ciencia de los<br />
nudos no radica en que queden apretados.<br />
— ¿A no? –Preguntó con sorpresa Carlos—. Por propia definición un nudo es<br />
para apretarse, digo yo, que hasta ahí llegamos.<br />
—Pues no, la clave de los nudos es soltarlos.<br />
— ¿En serio?<br />
—Ya lo dice el refrán “Nudo que hagas que deshagas”. Muy pocos nudos se<br />
hacen para que siempre estén fijos, por lo que la mayoría exigen que se puedan<br />
aflojar con rapidez. Según se quiera hacer con más rapidez o seguridad es para lo<br />
que se utilizan la variedad. La persona más torpe puede hacer un nudo seguro,<br />
pero solo los hábiles hacen que se puedan soltar con facilidad.<br />
Carlos se quedó pensando.<br />
—Eso cambia mi concepto y filosofía sobre los nudos, pero me sigue<br />
resultando curioso, que lo importante es soltarlos no apretarlos.<br />
—Sí, digamos, que es como matar o curar a alguien. Matar lo hace cualquiera,<br />
para curarlos es necesario saber más.<br />
—Tu siempre tan sutil con los ejemplos, –comentó Altaha—. Aunque hay que<br />
reconocer que este planteamiento parece interesante.<br />
—Bueno ya que estas interesada, te diré la cabuyería es el nombre de la<br />
disciplina que estudia el arte de hacer nudos.<br />
— 197 —
—Bueno bueno bueno, donde se ha metido el Marcelo que conocíamos, si<br />
pareces todo un catedrático. ¡Vaya manera de hablar!<br />
—No me toques las narices Altaha. ¿Queréis aprender a algo sobre los nudos o<br />
no?<br />
—Menos mal, este es nuestro Marcelo. Ya has vuelto. Uf, que susto me diste,<br />
por un momento pensé que te habíamos perdido.<br />
Carlos le dio una palmadita a Marcelo en la espalda a modo de comprensión,<br />
estaba claro que Altaha tenía el día especialmente simpático.<br />
—Vamos Marcelo, cuéntanos algo que parece muy interesante.<br />
—Antes de que cuente como hacer nudos, hay que saber algo sobre la<br />
composición de los cabos.<br />
— ¿Te refieres a las cuerdecitas? –le preguntó Altaha.<br />
—En la mar la única cuerda es la del reloj, el resto se llaman cabos.<br />
—Vale, cabos.<br />
—Hay tres tipos de cabos según el material. Los de fibra natural, los de fibra<br />
sintética y los de cable, es decir metálicos que se suelen utilizar para a jarcia fija o<br />
estiva de cargas bajo eslingas ya que tienen muy poca flexibilidad, pero una gran<br />
resistencia. Así que nos centraremos en los cabos flexibles, pues con los cables no<br />
se hacen nudos.<br />
—Vale, entonces solo utilizamos cabos de fibra.<br />
—Los cabos en la antigüedad se realizaban entrelazando fibras naturales como<br />
Cáñamo o "Cannavis sativa", Abacá o "Musa textilis", Sisal o “Agave sisalana”, o<br />
Esparto "Macrobloa tenacísima".<br />
—No te enrolles con tanto latinajo, que pareces mi tía abuela con sus clases de<br />
floricultura. Hablemos ya de nudos. Además, nadie utiliza ya fibras naturales.<br />
—Aún se sigue utilizando en las zonas más pobres y por tribus primitivas.<br />
—Pues solo por curiosidad, ¿me gustaría saber qué pasaría si se hiciese hoy un<br />
barco así?<br />
—Justamente esa pregunta ya se la hizo el explorador noruego Thor<br />
Heyerdahl. Así que en 1947 decidió construir una balsa, de unos catorce metros<br />
de largo por casi seis de ancho, únicamente con troncos y plantas naturales y<br />
unidas por lazos de cáñamo. <strong>El</strong> nombre de la embarcación se debía al dios<br />
solar de los Incas, Viracocha, de quien se decía que antiguamente había llevado el<br />
nombre de "KonTiki”. Con esa balsa pretendía ir desde Sudamérica hasta<br />
la Polinesia atravesando el Océano Pacífico.<br />
— ¿Y porque lo hizo? ¿Estaba aburrido, o no tenía dinero para un barco?<br />
—Por ninguna de esas razones. Heyerdahl especulaba que pobladores<br />
procedentes de Sudamérica podrían haber llegado hasta la Polinesia ya en<br />
— 198 —
tiempos precolombinos. Y con este viaje quería probar que con una embarcación<br />
de este tipo fue posible el viaje, con un tipo de balsa idéntica a la utilizada<br />
durante la expedición, y movidas únicamente por las mareas, las corrientes y la<br />
fuerza del viento, que es casi constante, en dirección este oeste, a lo largo<br />
del Ecuador.<br />
— ¿Y llegó?<br />
—En la balsa seis tripulantes viajaron durante ciento un días a lo largo de casi<br />
siete mil kilómetros por el Océano Pacífico, hasta llegar a un arrecife en el atolón<br />
de Raroia, en las islas Tuamotu. Toda la tripulación llegó a tierra sana y salva. Pero<br />
todo aquel aparente éxito no sirvió finalmente para verificar la teoría, pues las<br />
pruebas genética hechas en los últimos años, demuestran que los polinesios tiene<br />
un origen asiático y no americano.<br />
Altaha sonrió de oreja a oreja.<br />
—Bueno, ya ves. En el fondo no somos tan diferentes. Nosotros también<br />
construimos el Albatros con materiales sobrantes.<br />
—Bueno, volviendo al tema de los materiales de los cabos, hoy solo se utilizan<br />
los sintéticos que son; Nylon, Poliéster y Polipropileno.<br />
—No se te ocurrirá ahora darnos una clase de química. ¿Verdad?<br />
—No, solo comentar que el más habitual para los cabos es el Nylon.<br />
—Vale, entonces deja ya tanta teoría, vamos ya hacer nudos.<br />
—Pero antes explicare una cosa curiosa. Y es como hacer que un cabo se<br />
vuelva más resistente y flexible. ¿Tenéis idea?<br />
—No.<br />
—Pues es por el trenzado de las fibras. Así el mismo número de fibra tiene<br />
mucha más resistencia si esta trenzada. Esto tiene una explicación, cuando se<br />
trenza las fibras se comprimen unas contra otras.<br />
Carlos cogió un cabo y le dio un par de vueltas para analizar cómo se<br />
comportaba entrelazado.<br />
— ¡Claro, es fantástico!, así convierten las fuerzas de tensión en fuerzas de<br />
comprensión. <strong>El</strong> aguante a la comprensión es muy superior a la extensión.<br />
— ¿No entiendo lo que queréis decir? –preguntó Altaha.<br />
—Sencillo. Si coges un papel y tiras de él por los extremos se rompe<br />
fácilmente. Pero si lo aplastas no se rompe. ¿Lo captas?<br />
—Perfectamente. Y una curiosidad ¿Los cabos del mar son iguales que las<br />
cuerdas de escalada?<br />
—Pues, la verdad es que no lo sé. Imagino que cambiara la composición o el<br />
trenzado.<br />
— 199 —
—Pues menos mal que no sabes algo. Ya me quedo más tranquila. ¿Ahora ya<br />
podemos hacer los nudos?<br />
—Sí, el primero y más importante que tenemos que aprender es llamado del<br />
“bozal”, para atarte la boca y lograr que estés callada un minuto.<br />
— ¡Que simpático!<br />
—Empecemos por el nudo más sencillo. Se llama nudo de tope, consiste en<br />
una sencilla vuelta.<br />
Cogió un cabo y con el extremo del cabo hizo una sencilla vuelta<br />
—Se llama nudo de tope por qué sirve para que el extremo de un cabo no se<br />
deshilache. Es cómodo para sujetarlo cuando llega al extremo en el caso que lo<br />
estés largando. <strong>El</strong> más utilizado por los marineros es el nudo en ocho como nudo<br />
de tope –cogió el cabo e hizo un nudo.<br />
—Déjame probar, —dijo Altaha cogiendo el cabo.<br />
<strong>El</strong> nudo simple le salió directamente, pero el ocho no resultaba tan sencillo.<br />
—Esto es más difícil de lo que parece.<br />
—Cuestión de práctica, no te preocupes. Los siguientes nudos sencillos, son los<br />
nudos de empalme o ayustes y se utilizan para unir dos cabos para formar un<br />
cabo más largo. <strong>El</strong> básico es sencillo deshacer como el nudo de pescador.<br />
Cogió el cabo y en un segundo hizo un nudo<br />
—También a la mucha variedad como Cazador, Costura cuadrada, cirujano,<br />
ladrón, hunter, rizo o llano. Vaca, calabrote o sevillana. Creo que hay alguno más<br />
pero no lo recuerdo.<br />
—Pues menos mal, porque si no mejor nos vamos a dormir la siesta y<br />
regresamos cuando acabes.<br />
Marcelo sacó más cabos y se los ofreció a Carlos y a Altaha, para que<br />
practicasen. Solo probaron el de pescador, que resultaba realmente muy sencillo.<br />
Carlos no estaba muy animado a tener que practicar con los nudos.<br />
— ¿Estás seguro que aprender esto es útil?<br />
—Pues eso depende, si te quieres o no atar los zapatos, pues técnicamente lo<br />
que se hace es un doble nudo de rizo.<br />
— ¡Touché! Acepto las clases sin más protestas.<br />
Les siguió explicando otros tipos de nudos como las gazas, corredizos,<br />
margarita, Ballestrinque. Todos muy útiles pero los que realmente le gustaron a<br />
Altaha fueron los decorativos como el puño de mono, cabeza de turco o de botón.<br />
Altaha se quedó mirando el nudo en forma de bola que Marcelo hizo sin<br />
aparente esfuerzo.<br />
—Este es el que a mí me gusta más. Siempre quise tener un llavero así. ¿Me lo<br />
regalas?<br />
— 200 —
—No. Tienes que hacerlo tú, para eso te enseño.<br />
Altaha se quedó un poco fastidiada, pues no estaba acostumbrada a que le<br />
negasen los regalos. Aunque conociendo a Marcelo, sabía que solo lo hacía para<br />
provocarla y que por orgullo aprendiese; y en efecto tuvo el resultado deseado,<br />
pues se prometió que aprendería a hacerlos todos.<br />
Con toda esta demostración práctica sobre los nudos transcurrió toda la tarde.<br />
Al día siguiente siguieron con las prácticas, y al acabar el día tanto Altaha como<br />
Carlos eran capaces de ejecutar con bastante fluidez una veintena de nudos.<br />
Incluso Altaha logró hacer su nudo de botón y con bastante orgullo mostró a<br />
todos. No perdió el tiempo y le puso este llavero a las llaves de la cabina y del<br />
motor.<br />
Marcelo aprovechando la charla sobre los nudos aprovecho para comentarles<br />
el motivo por el que a la velocidad del barco se llama también nudos. La historia<br />
se originó en la costumbre que para medir la velocidad se tiraba un objeto al<br />
agua, atado a una cuerda y se iba soltando la misma. Para medir la distancia se<br />
hacía un nudo en la cuerda en distancias iguales y así contando los nudos que<br />
pasaban en un determinado tiempo, según el reloj de arena, sabían la velocidad<br />
del barco y lógicamente la expresaban en nudos. Cuando se definieron las<br />
medidas con más precisión como la milla náutica, la velocidad por costumbre se<br />
siguió llamando en nudos, aunque técnicamente sería millas náuticas por hora.<br />
Para medir la profundidad, el método resultaba diferente; lanzaban al agua un<br />
cabo con una piedra en su extremo llamada sonda. Se recogía el cabo con las dos<br />
manos, se tomaba la distancia entre los brazos y se iban contando, por eso la<br />
medida se llamó braza y quedo finalmente fijada en uno con sesenta y siete<br />
metros, que coincide con a la distancia de los brazos extendidos de los marineros<br />
de la época.<br />
Otra curiosidad sobre las medidas, es que a la décima parte de la milla que es<br />
una distancia de ciento ochenta y cinco metros, se llama cable, pues es<br />
aproximadamente la distancia a que se tendía el cable de remolque entre dos<br />
barcos.<br />
Así, practicando los nudos y contando anécdotas paso todo el dia.<br />
<strong>El</strong> comienzo de esta nueva travesía supuso un punto de inflexión para las<br />
relaciones entre los tres. Hasta el momento habían estado sometidos a la presión<br />
de ir contra reloj tanto en la construcción como en la huida, incluso con la mirada<br />
puesta en regresar rápidamente a sus vidas anteriores. Ahora, con la decisión que<br />
— 201 —
habían tomado, eran conscientes que no regresarían en dos meses, por lo que el<br />
planteamiento se centraba en disfrutar de la convivencia y del placer de navegar.<br />
<strong>El</strong>los no tomaban este viaje como una mera continuación del anterior.<br />
Después de dos meses de intensa convivencia, habían asumido el fin y la<br />
separación. Ahora, volvían a juntarse, al igual que los amigos se vuelven a reunir<br />
para recordar todo lo positivo y deseando compartir una nueva experiencia. Ya no<br />
existían tensiones por el funcionamiento del Albatros, ni prisas por llegar ningún<br />
lado, sino la calma y el placer de la convivencia.<br />
Fue Marcelo, el que más evidenció este cambio, parecía que navegar con sus<br />
amigos resultaba el cenit de su felicidad. Incluso su carácter sufrió un cambio,<br />
ahora moderaba el uso de las palabrotas, como si ya no fuese necesario tener que<br />
reafirmar su poder. Su propia actitud se volvía cada vez más paternalista,<br />
obsesionado con la seguridad y con exigirles el menor esfuerzo a sus compañeros;<br />
tal vez consciente de lo que les esperaba para que reservasen fuerzas, o<br />
sencillamente para que se fuesen acostumbrando poco a poco a las nuevas<br />
exigencias de la travesía.<br />
Marcelo mantenía con Carlos una relación de amistad, bajo el respeto que le<br />
imponía el considerar que seguía siendo su jefe. En ningún momento desde que<br />
dejaron la fábrica, Carlos hizo el menor atisbo por imponer su antigua autoridad,<br />
pero por alguna razón inexplicable, para Marcelo seguía conservando la jerarquía<br />
de mando, y aunque comentaban todas las opciones, no cuestionaba que la<br />
última decisión fuese la de Carlos.<br />
Las relaciones con Altaha, resultaban diferentes, parecía como si el afecto<br />
que le mostrase fuese más allá de la amistad, y se le podía ver como se quedaba<br />
mirándola mientras tenuemente esbozaba una sonrisa de satisfacción. Pero sus<br />
palabras y sus gestos nunca iban más allá, como si una barrera invisible separase<br />
sus sentimientos de sus actos.<br />
Los sentimientos de Altaha hacia Carlos habían pasado de considerarlo un<br />
buen jefe a un auténtico compañero. Pero sin duda, el mayor cambio lo sufrió con<br />
Marcelo, ya no lo miraba como el mecánico bruto y desagradable, sino como con<br />
el amigo que la protegía en todo momento y con el que se sentía tranquila y<br />
relajada en su compañía.<br />
La convivencia entre ellos, también se relajo bastante. En la primera travesía<br />
para cambiarse de ropa, los tres acudían al baño, aunque resultaba incomodo y<br />
llevaba su tiempo esperar los turnos. Ahora, Altaha ya no tenia reparos en<br />
cambiarse delante de ellos, quedándose en ropa interior. Como ella misma decía,<br />
es como si estuviese el bikini, y mucho más vestida que muchas de sus amigas con<br />
los ridículos tangas haciendo topless. Para desnudarse completamente en la<br />
— 202 —
cabina, sin necesidad de ir al incomodo baño, consensuaron un protocolo. Carlos<br />
y Marcelo avisaban a Altaha para que no apareciese, y ella hacia lo mismo. Así con<br />
un grito inicial de –me voy a cambiar-, y con otro de –ya acabe-, se respetaba la<br />
intimidad.<br />
Ya llevaban un par de días de navegación y todo discurría perfectamente;<br />
tanto con el estado de la mar como con el comportamiento del Albatros no<br />
habían tenido ningún contratiempo. Incluso Altaha aguantaba perfectamente sin<br />
marearse, de lo que se sentía muy orgullosa.<br />
En esos momentos Carlos y Altaha estaban tranquilamente en la bañera,<br />
disfrutando de un viento y un mar con olas de menos de un metro que les<br />
permitía una navegación bastante cómoda, mientras que Marcelo estaba en el<br />
interior revisando el motor.<br />
Altaha está muy contenta, aunque en su momento le costó tomar la decisión<br />
de seguir con sus amigos, ahora no tenía ninguna duda sobre sus prioridades o el<br />
acierto de su elección.<br />
—En menuda aventura nos hemos metido. Pero has pensado, ¿Y si nos gustas<br />
vivir en el mar? Nos podemos dedicar a la piratería asaltando veleros. Bueno sin<br />
matar a la gente. Seríamos “el Albatros negro, el terror de los mares”.<br />
—Seguro que lo llevas en las venas, los informáticos tenéis mucho de piratas.<br />
—No había caído, tienes razón, siempre nos gusta entrar en sistemas<br />
protegidos. Ya sabía yo, que por eso me gustaba la mar.<br />
—Lo que no tengo claro es si ser pirata o corsaria, imagino que será todo lo<br />
mismo.<br />
—Se poco de eso, pero seguro que Marcelo nos lo puede aclarar.<br />
Altaha se fue al interior a buscar a Marcelo, y poco después volvió con él, que<br />
se incorporó a la tertulia.<br />
— ¿Pirata o Corsario? Todos esos nombres más o menos son lo mismo para<br />
llamar a los piratas. También se usaron otros como filibusteros y Bucaneros.<br />
—Cuéntanos algo sobre los piratas, –le pidió Altaha—, es pura aventura todo<br />
eso del Caribe y los galeones.<br />
—Lo primero que necesitas saber es que los piratas han existido desde que<br />
comenzó la navegación. Un barco, solo en el mar, sin ninguna ayuda en muchas<br />
millas a su alrededor, resultaba una presa muy apetecible. Otra idea que hay que<br />
desechar, es el concepto de pirata como hombre libre que lucha contra un<br />
imperio injusto; en su mayoría los piratas eran gentes pobres, miserables<br />
delincuentes, vagabundos, desertores; se llegaba a ser pirata por necesidad no<br />
por vocación.<br />
— 203 —
—Desde luego, tú no eres de los que les cuentan historias a los niños.<br />
—Es que esa es la verdad. Incluso el poderoso imperio romano tuvo que<br />
vérselas con ellos. Una anécdota curiosa fue protagonizada por Julio Cesar; en el<br />
año setenta y cinco antes de Jesucristo fue capturado por los piratas de la isla<br />
Farmacus. Pidieron por su rescate veinte talentos de plata, pero el orgulloso Cesar<br />
les dijo que por su importancia deberían pedir cincuenta, aunque les advirtió que<br />
volvería y los mataría. En efecto, los piratas consiguieron ese rescate, si bien Cesar<br />
apenas fue liberado organizó una expedición los capturó y los ejecutó.<br />
—Vale, pero no me negaras que eso de ir por el mar ondeando la bandera con<br />
las tibias y la calavera tenía su morbo.<br />
—En realidad nunca navegaban así. Solo la exhibían cuando estaba junto a un<br />
barco que deseaban atacar.<br />
— ¿Por qué?<br />
—Eran piratas pero no idiotas. Si los veía desde lejos un barco de guerra los<br />
perseguiría. Y si los veía un mercante intentaría huir. Por eso la sacaban justo<br />
antes del abordaje, con la finalidad de intimidar a la presa y evitar tener que<br />
combatir.<br />
—Vale, pero aun así era una bandera bonita.<br />
—Y que muy pocos utilizaban –le aclaró Marcelo-, cada pirata solía utilizar la<br />
suya propia; Un hombre con espada en alto y de pie sobre dos calaveras, una<br />
calavera sobre dos sables cruzados, un brazo con un sable o un hombre desnudo<br />
con una lanza que atraviesa un corazón y en la mano un reloj de arena.<br />
—Ósea, que ya no se utiliza esa bandera.<br />
—Los piratas actuales no. Aunque curiosamente, solo se mantiene como<br />
tradición en la a marina inglesa.<br />
— ¿Qué dices?<br />
—En la primera guerra mundial en 1914, cuando comenzaron a actuar los<br />
submarinos, los propios marinos ingleses llamaban a sus propios submarinos<br />
piratas, pues para la marina más clásica combatían de forma deshonesta. Los<br />
capitanes de los submarinos, lejos de ofenderse, cuando regresaban a puerto<br />
después de hundir algún barco, hacían hondear una bandera pirata. Esta tradición<br />
se mantiene hasta la actualidad, y la última vez que ondearon una fue en la guerra<br />
de las Malvinas, cuando regresó el submarino que hundió al crucero argentino<br />
General Belgrado.<br />
—Bueno, volviendo a los piratas del Caribe, que son los que me gustan.<br />
¿Imagino que eran el terror de los mares?<br />
—No tanto como piensas. Su éxito, no radicaba en que tuviesen mucha fuerza,<br />
como en que cada imperio los consentía mientras sirviesen a sus fines. Así los<br />
— 204 —
itánicos arrebataron a los españoles la isla jamaicana, donde estaba Port Royal<br />
en 1656, y la base se convirtió rápidamente en un nido de piratas bajo el<br />
consentimiento inglés, pues consciente que no disponían de las suficientes tropas<br />
para evitar una invasión española o francesa, así los utilizaban para su propia<br />
defensa.<br />
— ¿Y es verdad que tenían sus propias islas donde estaban a salvo?<br />
—Lo cierto es que en el Caribe hay cientos de islas, y en las peores, las que no<br />
quería nadie, es donde se refugiaban los piratas. Es cierto que la piratería incluso<br />
llego a tener temporalmente algunos territorios controlado por ellos como las<br />
Antillas o al isla tortuga, que pudo ser independiente entre 1620 y 1654, año que<br />
terminó aceptando el amparo francés y servir a su causa después de ser<br />
destruida.<br />
—Ósea, que nunca estuvieron muy organizados.<br />
—No, la mayoría de los piratas eran individuales. Aunque hubo una excepción<br />
con la existencia de un congreso pirata, así en 1824, tres años después de que los<br />
españoles vendieran Florida a Estados Unidos, los piratas se congregaron en la isla<br />
de Sanibel para decidir si continuar con la piratería o disolverse, al tener que<br />
enfrentarse contra todos los estados. Estuvieron discutiendo la cuestión durante<br />
dos meses y finalmente decidieron seguir por unos años.<br />
— ¿Y si no tuvieron tanta importancia, porque pasaron a la historia?<br />
—Existió una modalidad de piratas llamados corsarios; se dedicaban a la<br />
piratería pero protegidos por algún estado con el que compartían las ganancias.<br />
Estos piratas recibían un permiso de las autoridades que permitía ejercer el asalto<br />
marítimo contra los enemigos y una especie de contrato para no atacar a los<br />
amigos llamada “patente de corso”, de ahí el nombre de corsarios. Resultaban, el<br />
equivalente en el mar, a un ejército de mercenarios en tierra, que se les permitía<br />
saquear los territorios conquistados.<br />
— ¿Porque preferían estar sometidos a un estado?<br />
—Esencialmente por pura supervivencia. Además de disponer de puertos<br />
amigos donde se podían resguardar a salvo, en caso de ser atrapados eran<br />
tratados como prisioneros de guerra, a diferencia de los vulgares piratas que se<br />
les ejecutaba.<br />
— ¿Eso lo hicieron los ingleses?<br />
—En realidad, fueron utilizados por todos los países. Además estaba<br />
reconocida como actividad perfectamente honorable, y sus capitanes eran figuras<br />
sociales muy respetadas; llegando al caso extremo de Inglaterra que los reconoció<br />
con títulos, así Carlos II nombró Sir al capitán Morgan, e Isabel I hizo lo mismo con<br />
— 205 —
Francis Drake. En España también se reconoció expresamente en 1674 con la<br />
Ordenanza de Corso.<br />
—Pensé que había sido solo cosa de los ingleses.<br />
—Los utilizaron todos los países, incluso al final se volvió contra ellos; los<br />
corsarios norteamericanos en la guerra de la independencia de EE.UU. contra<br />
Inglaterra capturó cerca de tres mil buques ingleses, lo que dificultó<br />
enormemente el envío de provisiones a las tropas inglesas en suelo<br />
norteamericano.<br />
— ¿Y si tan eficaz eran porque desaparecieron?<br />
—Cuando las potencias a mediados del siglo XIX comenzaron a tener mejores<br />
relaciones entre ellas, decidieron abolirlos y así se acordó en el congreso de París<br />
de 1856. España no debería estar muy de acuerdo, porque retrasó treinta y dos<br />
años la adopción de esta postura hasta 1908.<br />
— ¿Y entonces se acabaron definitivamente?<br />
—De esa manera si, aunque existió una variante de los corsarios, que surgió<br />
en la segunda guerra mundial, cuando en 1940 Alemania preparó barcos<br />
mercantes para actuar contra otros mercantes; iban armados con pequeños<br />
cañones torpedos camuflados, minas e incluso algún avión de reconocimiento.<br />
Además estaban preparados para cambiar el color, la superestructura cambiando<br />
el número de chimeneas o mástiles, incluso disfrazaban a la tripulación. En total<br />
fueron nueve los mercantes corsarios, alguno de ellos como el Atlantis que batió<br />
el record de navegación ininterrumpida al estar seiscientos tres días sin tocar<br />
puerto recorriendo ciento doce mil millas, o el Kormoran que logró destruir el<br />
crucero australiano Sydney.<br />
—No tenía ni idea, ¿Y fueron eficaces?<br />
—Aunque la mayoría acabasen hundidos, su éxito fue impresionantes, esos<br />
nueve barcos lograron hundir ciento cuarenta y dos navíos con un total de<br />
ochocientas setenta mil toneladas de registro bruto. En términos económicos la<br />
rentabilidad fue igualmente impresionante, pues con poco más tripulación que el<br />
acorazado Bismarck y menos de un uno por ciento de su coste, el daño que<br />
ocasionaron fue mucho mayor.<br />
Así transcurrió todo el día con las historias de los piratas y, aunque resultó<br />
muy interesante y entretenida, Altaha acabó reconociendo que con tanto detalle<br />
histórico había perdido gran parte de la imagen ideal que tenía.<br />
Después de una noche tranquila, el día siguiente se presentó apacible con<br />
unas olas de menos de un metro muy tendidas que acompañaban la marcha por<br />
lo que resultaban casi imperceptibles.<br />
— 206 —
Desayunaron y estuvieron en la cabina de proa ajustando unos parámetros.<br />
Marcelo contemplaba el GPS con los datos, que se iban registrando en el<br />
ordenador y marcaban el rumbo que seguían.<br />
—Llevamos una buena singladura.<br />
— ¿Una qué? –preguntó Altaha, poniendo una mueca de no tener ni idea de lo<br />
que significaba.<br />
—Singladura. Así se llama a la distancia que navega un barco en un día. A un<br />
ritmo de diez nudos, avanzamos a doscientas cuarenta millas al día, en dos días<br />
casi hemos dejado las Canarias a más de quinientas millas.<br />
—O sea, que vamos bien.<br />
Marcelo la miró, sopesando si merecía la pena seguir insistiendo en los<br />
términos navales.<br />
—Sí, vamos bien. Mejor de lo previsto, seguramente cogeremos alguna<br />
encalmada o más oleaje y reduciremos un poco la media, pero no tiene<br />
importancia.<br />
Decidieron salir a la popa y disfrutar del agradable sol en la bañera. Desde que<br />
Altaha instaló el sistema de control remoto, se dieron cuenta que con un buen día<br />
navegar en la bañera, sin el calor del interior y disfrutando de la brisa, resultaba<br />
mucho más agradable.<br />
Apenas salieron al exterior vieron por la aleta de estribor un barco. <strong>El</strong> océano<br />
es inmenso y si uno no está en una zona de tránsito marítimo lo normal es<br />
toparse con muy pocas embarcaciones, así que cada barco que uno se cruza, se<br />
mira con la misma curiosidad que cuando uno se encuentra con otra persona en<br />
la mitad de una solitaria montaña.<br />
<strong>El</strong> barco estaba bastante cerca, a unas dos o tres millas. Se debió acercar<br />
justamente por su popa mientras estaban dentro, pues desde la cabina de mando<br />
en la proa carecían de visión hacia la popa. No parecía ser muy grande,<br />
aparentaba unos cincuenta metros, de diseño antiguo, el casco de color negro y<br />
blanco la cubierta y puente, se notaba incluso de lejos los rastros de óxido, por lo<br />
que tendía que ser bastante acusados para apreciarse a esa distancia.<br />
Marcelo no cesaba de mirarlo con curiosidad.<br />
— ¿Qué es? –preguntó Altaha.<br />
—No es un pesquero, más bien parece un antiguo carguero, bastante<br />
pequeño. Seguramente trabajará por la costa de África, en Europa ese pedazo de<br />
chatarra no pasaría ni el primer control de seguridad. Lo que no se, es que hace<br />
tan alejado de la costa, pues es un barco muy pequeño como para trasportar<br />
mercancías a través del atlántico.<br />
Marcelo se quedó unos minutos mirándolo.<br />
— 207 —
— ¡Es curioso! mantiene con nosotros un rumbo de colisión.<br />
— ¿Quiere chocar con nosotros? –preguntó Altaha preocupada.<br />
— No, eso es absurdo. Solo es una coincidencia. Seguramente espera que<br />
seamos nosotros los que nos apartemos de su camino, hay muchos capitanes que<br />
piensan que es el barco pequeño el que se tiene que apartar. Pero mejor es<br />
prevenir, así que cae a estribor treinta grados para salir de su rumbo.<br />
— Aun está muy lejos, no hay ningún peligro.<br />
— Ya lo sé, pero también quiero verificar otra cosa.<br />
Altaha cogió el mando a distancia y cambio el rumbo.<br />
<strong>El</strong> barco siguió inicialmente el rumbo, pero medio minuto después cambio de<br />
rumbo cayendo también treinta grados a estribor siguiendo al Albatros.<br />
Manuel lo miró con desconfianza.<br />
— Está claro, no ha sido una casualidad.<br />
Se metió en el Albatros y salió con los prismáticos de gran alcance que había<br />
comprado en Tenerife. Se quedó mirándolo mientras se le contraía<br />
progresivamente el rostro.<br />
Altaha también seguía mirando el barco con preocupación.<br />
— Pues son unos idiotas, si siguen así acabaran chocando, se va a meter en un<br />
problema.<br />
—Me parece que somos nosotros los que podemos tener problemas.<br />
— ¿Por qué?<br />
— Creo que son piratas.<br />
—Vale Marcelo –exclamó Altaha— vale, ayer nos cuentas la historia de los<br />
piratas y ahora nos encontramos unos. ¿Qué casualidad? ¡Qué miedo, qué<br />
miedo!, vamos Marcelo que no somos niños.<br />
—Si –intervino Carlos— Además, de la excesiva cercanía entre la historia de<br />
ayer y la broma, hay un factor decisivo por lo que no resulta creíble; aquí no hay<br />
piratas, eso es Somalia o filipinas, y atacan cerca de la costa y no tan lejos. Tu<br />
seguro que lo sabes y deberías saber que nosotros también lo sabríamos.<br />
La cara de Marcelo seguía muy tensa, sin separarse de los prismáticos con la<br />
mirada fija en el barco.<br />
—En la mar no hago bromas. No os quiero asustar y no estoy seguro, pero<br />
parecen piratas.<br />
— ¿Entonces lo dices en serio?<br />
—Sí.<br />
Carlos y Altaha lo miraron intranquilos. Marcelo era muy poco dado a las<br />
bromas, si además confirmaba que hablaba en serio la cuestión estaba clara. Aun<br />
así, les costaba asumir que fuesen victimas de unos piratas.<br />
— 208 —
—Me asustas Marcelo, no bromees con esto.<br />
—No bromeo. Puedo estar confundido, pero me ha parecido ver alguno en<br />
cubierta con rifles tipo Ak47 más conocidos por Kaláshnikov.<br />
Carlos, pragmáticamente, asumió esa situación e intentó buscar una solución.<br />
—No entiendo mucho de barcos, pero ese por lo antiguo que parece no creo<br />
que coja mucha velocidad, nosotros vamos a diez nudos solo con el viento, si nos<br />
ayudamos con el motor podemos alcanzar dieciocho o casi los veinte, así lo<br />
dejaríamos atrás.<br />
—Sí, estoy contigo, ese barco no debería pasar de quince o diecisiete nudos.<br />
Altaha no quiso esperar ni un minuto y con el mando a distancia encendió el<br />
motor, inmediatamente el Albatros fue aumentando la velocidad hasta ponerse a<br />
dieciocho nudos.<br />
<strong>El</strong> barco no tardó en reaccionar y también aumento la velocidad, parecía<br />
mantenerse más o menos a la distancia del Albatros. Aunque resultaba imposible<br />
apreciar si ganaban o perdían terreno.<br />
— Aprovechemos para pedir ayuda –sugirió preocupada Altaha.<br />
—Utiliza el teléfono satélite, pero no la radio UHF, esa ni la toquéis. Seguro<br />
que los piratas están a la escucha. Además resultaría inútil, no hay ningún barco a<br />
la vista y ellos llevan radar, saben que estamos solos.<br />
—Espera –le dijo Carlos— recuerdo que el mando aéreo de canarias dispone<br />
de una base militar en Gando, con F18 y siempre tienen que tener dos aviones en<br />
el hangar de emergencia para salir en menos de cinco minutos.<br />
Llamaron por el teléfono satélite al centro de emergencia de la marina para<br />
solicitar el apoyo. Pero en ese le dijeron que si no existía ningún indicio de<br />
violencia no envirarían a nadie, aunque tomaría en cuenta la posición. Y respecto<br />
a los aviones, que se olvidasen, nunca intervendría para una acción civil sin<br />
autorización directa del gobierno. Además, su radio de acción es solo de<br />
ochocientos kilómetros por lo que estaban fuera de su alcance.<br />
Carlos se quedó un poco frustrado, pero consciente que aunque pudiesen<br />
enviar los aviones tardarían una hora en llegar, por lo que de poco habrían<br />
servido.<br />
Llamaron a servicio de salvamento de canarias, donde les informaron que se<br />
regían por un protocolo muy estricto, si el barco solo mantenía su rumbo y no les<br />
atacaba, no podían catalogarlo ni como amenaza. Además, en todo caso resultaría<br />
inútil, pues la patrullera más cercana estaba a más de dos días de distancia.<br />
<strong>El</strong> barco se mantenía a la misma distancia. Y Marcelo seguía preocupado.<br />
—No logramos separarnos, necesitamos más velocidad. Voy a poner el motor<br />
a máximas revoluciones, vosotros optimizar las alas.<br />
— 209 —
Todo el casco tembló cuando el motor alcanzó las tres mil quinientas<br />
revoluciones. Las alas se estiraron al máximo y buscaron el perfil más óptimo<br />
respecto al viento, cayendo un poco a babor para ganar viento de través y<br />
aumentar la velocidad. Comprobaron con satisfacción como la velocidad se elevó<br />
hasta los veinticinco nudos, era la máxima velocidad que habían alcanzado con el<br />
Albatros.<br />
Enseguida, comenzaron a cobrar distancia sobre el barco, al principio parecía<br />
que lentamente, pero en un minuto apreciaron como la distancia aumentaba de<br />
forma notable.<br />
Altaha estaba emocionada al ver como se iba alejando el barco.<br />
—¡Bien, Bien! Lo estamos dejando atrás rrápidamente.<br />
Marcelo lo miraba con desconfianza.<br />
—Demasiado rápido.<br />
Lo volvió a mirar con los prismáticos.<br />
—Ya me parecía a mí –comentó con pesimismo—, han parado los motores y<br />
se está deteniendo.<br />
Altaha por el contrario estaba eufórica.<br />
—Mejor para nosotros. Se habrán dado por vencidos, viendo que no nos<br />
podían coger.<br />
Marcelo volvió a mirar por los prismáticos.<br />
— Me temo que seguimos siendo su presa. Quieren parar para botar la lancha<br />
rápida semirrígida que llevan en cubierta, ahora le están quitando la lona.<br />
La preocupación de Marcelo se transmitió de inmediato a sus compañeros.<br />
—Bien –dijo Carlos—pongámonoss en la peor de las hipótesis y establezcamos<br />
un plan de contingencia. ¿Qué alternativas tenemos?<br />
—Pocas, muy pocas. Podemos intentar huir pero con la semirrígida nos<br />
cogerán enseguida, alcanza con facilidad los treinta o cuarenta nudos. No<br />
tenemos armas para enfrentarnos, ellos llevan fusiles AK 47 y seguramente algún<br />
lanzagranadas RPG7. Nos queda la opción de entregarnos, pero no tenemos nada<br />
útil para ellos si no llevamos dinero. No creo que les interese secuestrarnos para<br />
pedir un rescate, pues están muy lejos de la costa, lo que indica que buscan un<br />
botín rápido; no se puede uno quedar en la mitad del océano a la espera de un<br />
rescate durante semanas.<br />
—Entonces puede que nos dejen en paz.<br />
—No es tan sencillo, —miró a Altaha— como mínimo tu sí que tienes interés<br />
para ellos.<br />
Los dos se quedaron mirando a Altaha. Ni querían pensar lo que le pasaría en<br />
manos de los piratas.<br />
— 210 —
— ¿Entonces? ¿Qué podemos hacer? –les preguntó Altaha claramente<br />
preocupada.<br />
Los tres se quedaron unos segundos en silencio, hasta que Marcelo, con una<br />
calma inusitada, retomó el control de la situación.<br />
—Tal vez con algo de suerte salgamos de esta. Necesito ganar tiempo. Mantén<br />
el rumbo y baja la velocidad, yo vengo ahora.<br />
Altaha no veía claras la orden.<br />
—Con menos velocidad no podremos huir contra la lancha rápida.<br />
—No pretendo huir, todo lo contrario.<br />
Carlos y Altaha se quedaron sin saber lo que quería decir Marcelo, pues<br />
abandonó la cabina, fue a coger algo en uno de los armarios y saliendo fuera se<br />
subió al casco. Después de estar en cubierta unos dos minutos encima de sus<br />
cabezas, volvió y se metió en la cabina.<br />
—Ahora, pliega las alas y solo con el motor dirígete directamente hacia ellos.<br />
— ¿Estás loco?<br />
— ¡Haz lo que te digo, que no estamos para juegos!<br />
Mientras se acercaban, escribió unas palabras en un papel y le dijo a Carlos<br />
cogiendo la radio. Tu inglés es mejor, tienes que hablar despacio y claro, con voz<br />
muy sería.<br />
Carlos, leyó en voz baja el papel. Después cogió la emisora de UHF y pulso la<br />
tecla del micrófono hablando en inglés.<br />
—“Aquí patrulla de la ONU en control de piratería. Paren las máquinas y<br />
prepárense para inspección. Confirmen recepción”.<br />
Esperaron unos segundos, pero no contestó nadie mientras seguían<br />
navegando en dirección al barco.<br />
Repitió la frase pero nadie le contestó.<br />
Se seguían acercando.<br />
<strong>El</strong> silencio de la radio del barco les confirmaba que se trataba de una gente<br />
extraña, pues un barco siempre tiene que llegar la radio en canal de emergencia.<br />
No dudaban que les estuviesen oyendo, así que estaba claro que los piratas<br />
estaban pensando cómo reaccionar.<br />
Marcelo le señalo a Carlos el papel, con una nueva frase escrita. Volvió a<br />
emitir un nuevo mensaje en la radio.<br />
—“Repito, aquí patrulla de la ONU en control de piratería. Paren las máquinas,<br />
esto es una orden, si no obedecen utilizaremos la fuerza”<br />
Unos segundos después, se vio moverse a los hombres en cubierta, y cuando<br />
ya estaban a unos trescientos metros, esos hombres alzaron los fusiles<br />
— 211 —
Kaláshnikov y dispararon una ráfaga hacia el Albatros, los proyectiles entraron el<br />
agua y levantando la típica espuma a unos cincuenta metros por delante.<br />
— ¡Nos están disparando, nos están disparando! –Exclamó Altaha.<br />
Marcelo permanecía sin inmutarse, sin dudar en dar las ordenes convenientes.<br />
—Vira todo en redondo hasta ponerlos en popa y por los motores a tope.<br />
<strong>El</strong> Albatros viro completamente alejándose a toda la velocidad que disponía.<br />
Estuvieron unos segundos pendientes de si les seguían disparando. Pero no<br />
oyeron nada ni notaron ningún impacto. Situados en proa, inicialmente, no se<br />
atrevían a desplazarse hasta popa por el temor e recibir una bala. Después de un<br />
minuto Marcelo se acercó cautelosamente y volvió en unos segundos hasta el<br />
puesto de control.<br />
— No nos estan disparando. Ni parece que estén dispuestos a seguirnos.<br />
Altaha, aún muy asustada, le pidió explicaciones.<br />
— ¿Por qué nos hiciste ir hacia ellos? casi nos matan.<br />
—He colocado en el casco cinta adhesiva con el nombre de la UN símbolo<br />
internacional de las Naciones Unidas. Seguramente le extrañaría nuestro diseño y<br />
pensarían que se trata de un prototipo de la ONU.<br />
—¡Marcelo, esto ha sido una locura, nos han disparado!<br />
—Solo querían asustarnos, apuntaban claramente al agua.<br />
— ¿Entonces no nos querían matar?<br />
—No. Seguramente saben que tenemos comunicación por satélite, así que si<br />
nos hieren o nos matan les perseguirían todas las fuerzas de cualquier país que<br />
estuviesen a dos mil millas; mientras que si solo nos asustan, tal vez los dejemos<br />
en paz.<br />
— ¿Nos van a perseguir?<br />
—No lo creo. Seguramente pensaran que hemos pedido ayuda. Para ellos a<br />
partir de ahora solo somos un problema y cuanto más se alejen de nosotros<br />
mejor. No pueden perder el tiempo ahora piensan que serán localizados así que<br />
tienen que huir.<br />
Se acercaron los tres hasta popa, y pudieron observar que Marcelo tenía<br />
razón; vieron como unas figuras en cubierta alzaban los fusiles celebrando<br />
haberlos hecho huir, el barco pirata se puso en marcha y dando la vuelta se fue<br />
alejando en rumbo contrario al Albatros.<br />
—Parece increíble, yo no creí que existiesen piratas por aquí.<br />
—Los piratas son oportunistas, si una zona está muy controlada buscan otra<br />
donde los barcos no estén vigilados.<br />
Llamaron por satélite para avisarles del encuentro así como del rumbo que<br />
seguían los piratas. Pero el funcionario de la marina de Canarias no sabía qué<br />
— 212 —
hacer, estaba fuera de su jurisdicción, así que a lo único que se comprometió es a<br />
dar un parte un parte a un organismo dependiente de la ONU que controla todas<br />
estas incidencias, aunque no le constaba que tuviese ningún operativo en la zona.<br />
Permanecieron alerta y no dejaron de fijar la vista hasta que el barco<br />
desapareció en un punto junto al horizonte. Aun así, siguieron todo el día de<br />
guardia vigilando con los prismáticos por si aparecía algún barco. En ese momento<br />
echaron de menos no tener un radar así tendrían controlado todo barco se<br />
acercase a menos de veinte millas.<br />
Cuando ya no vieron el barco, apagaron el motor y siguieron la navegación<br />
únicamente con las alas. No podían permitirse el lujo gastar el gasoil, tenían que<br />
reservarlo para las emergencias.<br />
Una vez que desapareció el peligro, pudieron recapacitar sobre todo lo<br />
ocurrido y Altaha, lejos de haberse tranquilizado seguía muy nerviosa.<br />
—Yo no sé vosotros, pero yo he pasado mucho miedo. Marcelo ya sé que me<br />
advertiste, pero yo ahora solo quiero volver a mi casa.<br />
—No pasa nada. Estamos a cuatro días de navegación, podríamos volver. Solo<br />
hay un pequeño inconveniente.<br />
— ¿Cuál?<br />
—Que tenemos que volver a por esa zona que estaban patrullando los piratas.<br />
Y demás tenemos la corriente y el viento en contra así que tardaríamos un día<br />
más.<br />
—No, eso no, volver por donde están los piratas no, prefiero seguir.<br />
—No te preocupes, Lo que nos ha ocurrido es muy extraño –le dijo<br />
calmándola-, ahora estas nerviosa, pero se te pasará pronto..<br />
— ¿Y como puedes estar tu tan tranquilo?, ¿Tuviste antes alguna experiencia<br />
con piratas?<br />
—Cuando navegaba por Asia había bastantes, sobre todo por Indonesia y<br />
Malasia, pero nuestro barco nunca tuvo un asalto. Los piratas en realidad son<br />
pocos y mal equipados, por lo que si la tripulación esta armada es muy difícil que<br />
tengan éxito.<br />
—¿Tú ibas armado?<br />
—Los marineros no. <strong>El</strong> armador contrató a dos especialistas privados en<br />
seguridad. Que no son más que unos mercenarios de esos que primero te<br />
disparan y después te pregunta por las intenciones. A partir de ese momento, los<br />
piratas parecía que nos olían, porque nunca tuvimos ningún problema.<br />
Este incidente hizo recapacitar a Carlos y Altaha sobre la posición de Marcelo.<br />
A esas alturas de la convivencia, los tres tenían claro que habían superado todas<br />
las jerarquías y tan solo se consideraban como amigos. Pero en el fondo, dado<br />
— 213 —
que el diseño fue de Carlos y el ajuste informático de Altaha, Marcelo parecía<br />
haber quedado como un mecánico hábil y con experiencia como marino, pero sin<br />
resultar decisivo. Ahora, ante esta crítica situación, se percataron que en medio<br />
del mar estaban totalmente indefensos. No tenía nada que ver con el orden<br />
programado de la empresa, la tranquilidad de sus vidas o incluso la seguridad de<br />
un país civilizado. Ahora, ante una situación imprevista, no valían para nada la<br />
inteligencia de Carlos o la habilidad de Altaha; en cambio Marcelo, cuya vida se<br />
movía en una realidad que comprendía tanto lo ilegal como lo legal, lo previsto<br />
como lo imprevisto, estaba preparado para anticiparse a estas situaciones y<br />
enfrentarse con éxito.<br />
— 214 —
CALMA Y SOLEDAD<br />
Después de su pequeña aventura con los piratas se volvieron más cautelosos,<br />
vigilando cualquier barco que apareciese por el horizonte. La parte positiva es que<br />
los peligros del mar se habían vuelto de repente más pequeños, ahora ya no<br />
miraban el viento o las olas con temor sino como sus compañeras de viaje.<br />
A Carlos siempre le daba el sueño biológico sobre las tres y aprovechaba para<br />
dormir la siesta durante media hora. Ese día, mientras lo hacía, Altaha y Marcelo<br />
para no molestarlo que quedaron en la bañera, dado que la navegación resultaba<br />
muy placida.<br />
Altaha estaba asombrada de cómo en dos meses había cambiado la idea que<br />
tenia de Marcelo. Recordada de la fábrica los rumores sobre lo intratable que se<br />
mostraba. Cuando ya lo conoció personalmente, reconoció enseguida, que<br />
aunque duro en el trato, también se podía considerar un buen compañero. Un<br />
segundo cambio se produjo después de la crisis que tuvieron en la construcción<br />
del Albatros, pues nunca más volvió a ofenderla. Pero sobre todo, desde que<br />
comenzaron el viaje, es cuando o realmente dejó de ser un ser individualista para<br />
estar siempre preocupado por sus compañeros. Además, esta convivencia en el<br />
mar, le ofreció la oportunidad de conocer al Marcelo más coloquial y<br />
comunicativo con sus historias.<br />
A pesar de toda esta evolución en sus relaciones, Altaha no se mostraba<br />
satisfecha, pues apreciaba que seguía existiendo un gran distanciamiento en el<br />
trato, así que estimo que ese era un buen momento para conocerlo un poco<br />
mejor.<br />
—Tengo curiosidad. Cuéntame. ¿Cómo andas de amigas?<br />
— ¿Amigas? –le pregunto sorprendido Marcelo.<br />
—Sí, pareja, rollos. Vaya, tú ya me entiendes.<br />
—Sí, te entiendo. No tengo nada.<br />
—Bueno ¿pero? ¿Te gustan las mujeres? ¿O no? Porque ahora nunca se sabe.<br />
¡Oye, que quede claro! que yo respeto otras opciones, que también tengo<br />
muchos amigos gays.<br />
—No soy maricón.<br />
—Vale que no lo seas, pero no hace falta que les llames así, mejor llámalos<br />
homosexuales o gays. ¿Qué tienes contra ellos?<br />
— ¿Yo? Nada, pero son maricones.<br />
—Lo dices con desprecio.<br />
—No me caen bien.<br />
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— ¿Por qué?<br />
—Porque van de tíos finoles, y no le echan valor a nada. Y no hablemos de<br />
esos, que se ponen medio en bolas con un traje de cuero, menuda mezcla entre<br />
locos y payasos.<br />
—Que exagerado eres, esos son muy pocos y seguro que solo lo hacen pare<br />
divertirse. Respecto a los gays, son gente normal, incluso mucho más educados<br />
que el resto. A mí no me molestan, y hay que dejar que hagan su vida.<br />
—Si, en eso estoy de acuerdo, que hagan su vida. Solo me caen mal, pero eso<br />
no significa que vaya por ahí partiéndole la cara porque sea maricones.<br />
—Bueno, menos mal que al menos los dejas en paz. Porque tal y como lo<br />
dices, me cuesta creer que nunca tuvieses ningún problema con ellos.<br />
—En general no me mezclo, pero un día la cosa si acabó mal.<br />
—Lo sabía. Pobres gays, seguro que no eran ni la mitad de fuertes que tú. Pues<br />
me parece mal, que te metas con ellos siendo más fuerte, eso es de cobardes.<br />
—Te estás confundiendo, los que recibieron fueron los que se metieron con<br />
mi <strong>primo</strong> segundo que es maricón.<br />
— ¡Espera! no entiendo nada ¿Defendiste a tu <strong>primo</strong> que es gay?<br />
—No tiene nada que ver, sea o no maricón, es de la familia. Además en el<br />
fondo es un buen tío, pero se le debió de cruzar un gen perdido y salió así.<br />
— ¿Qué pasó?<br />
—Estábamos de copas, aunque separados, él a su rollo en un Pub y yo al mío<br />
con mis amigos en otro cercano. Aparecieron unos de afuera, en plan “me lo<br />
como todo” y comenzaron a meterse con mi <strong>primo</strong>; que si maricón de aquí o de<br />
allá. Como mi <strong>primo</strong> está muy curtido de gilipollas, pues ni puto caso. Eso les<br />
cabreo aún más, entonces comenzaron a ponerse delante de él, en plan gallitos y<br />
empujarlo. Ahí es cuando nosotros, que estábamos atentos, le fuimos echar una<br />
mano.<br />
—Imagino lo que pasó, tú y tus amigos intentaste dialogar. Entonces ellos<br />
recurrieron a la violencia y todo se lio.<br />
Marcelo arqueo las cejas.<br />
—Bueno, no fue exactamente así. Mis amigos no se caracterizan por la<br />
oratoria ni por la paciencia. Así que el mensaje que le dieron fue claro y directo;<br />
Al primero en todo los morros, al segundo en el estómago y el tercero una patada<br />
en los huevos. ¿Y mira como son las cosas? a pesar del poco diálogo, captaron<br />
perfectamente el mensaje; salieron por patas y no los hemos vuelto a ver por el<br />
pueblo.<br />
Altaha no dejaba de sorprenderse con los contrastes de Marcelo. Después de<br />
despotricar sobre los gays, no dudaba en defenderlos a por tratarse de un<br />
— 216 —
familiar. Esa contradicción entre su forma de ser y las obligaciones familiares no<br />
las llegaba a entender muy bien, por lo que prefirió volver a los temas<br />
sentimentales, que eran su punto fuerte.<br />
—Me ha quedado claro que tu solo vas con mujeres. Y claro, como buen<br />
marinero, un amor en cada puerto.<br />
—No digo que no. Cuando navegaba, si la travesía era larga se agradece un<br />
buen rollete.<br />
—Lo que yo pensaba, que no te cuesta ligar.<br />
— ¿Ligar? Eso es demasiado complicado. Mejor les pago y acabo antes.<br />
— ¿Vas con putas?<br />
—No me gusta llamarles así.<br />
—Pero son putas. ¿Cómo quieres llamarlas?<br />
—O sea, que a los maricones hay que llamarlos gays, pero las putas se quedan<br />
como putas.<br />
—Bueno lo de ellos es una condición, pero ellas lo hacen por dinero.<br />
— ¿Y qué? Todos nos movemos por dinero. <strong>El</strong> sexo por dinero está bien, y no<br />
hay equivocaciones. Prefiero eso, que las que se quieren quedar preñadas para<br />
coger marido.<br />
—Pues no lo entiendo. Tampoco estas tan mal, mírate a un espejo, no te hace<br />
falta ir pagando para conseguir a una mujer.<br />
—No me quiero complicar la vida, solo pasarlo bien. Creo recordar una frase<br />
que leí en un libro que decía. “Intentar acostarse con una mujer sin poner dinero<br />
por medio, siempre da mucho trabajo, no garantiza resultados, y al final sale<br />
mucho más caro”.<br />
—O sea, que solo dinero y sexo.<br />
—Sí, eso es, solo dinero y sexo. Yo tampoco busco nada más durante esos<br />
pocos días que estoy en el puerto.<br />
— ¿Y el amor y los sentimientos?<br />
—Tampoco es que no les hables. Siempre comienzas con unas copas<br />
comentando tonterías. Además, las hay que son muy simpáticas y agradables,<br />
tanto que siempre hay algún compañero que se queda enamorado y se quiere<br />
casar con ella. Y en algún caso lo han hecho.<br />
—Que mal rollo.<br />
—Pues no sé qué decirte, en general, las pobres, lo han pasado tal mal, que<br />
agradecen la oportunidad de salir de ese ambiente y suelen salir buenas mujeres.<br />
Ahora sí, la que lo lleva en la sangre y no asienta cabeza, le acaba poniendo los<br />
cuernos con todo el barrio.<br />
— ¿Y tú eres feliz viviendo así?<br />
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—Pues no me lo planteo. Pero, por lo que veo, ni más infeliz, ni más feliz que<br />
otros que tiene novia, o que están casados, o los divorciados, o los que se hacen<br />
curas. Eso depende de cada uno.<br />
—Menuda filosofía. ¿Y así toda la vida?<br />
—No, tampoco eso. Ahora estoy así, pero imagino que algún día volveré a mi<br />
pueblo y ahí me casare.<br />
— ¿Y porque esperar en volver? ¿Te puedes casar en cualquier otro lugar?<br />
—No hay ningún otro lugar, en mi pueblo está todo lo que me gusta y ya<br />
conozco a todo el mundo. <strong>El</strong> que es buena persona ya lo conoces, el que es un<br />
cabroncete también, y lo evitas.<br />
—Como si fuese tan fácil. O sea, que llegas a tu pueblo después de veinte años<br />
fuera y encuentras a la mujer de tu vida.<br />
—Tampoco es tan difícil. Además, tú no conoces a mi hermana. <strong>El</strong> día le diga<br />
que vuelvo a quedarme, comenzara a hacer una lista de las mujeres disponibles.<br />
Después hablara con sus madres para ver si están libres y la familia conforme,<br />
entonces hablara con las chicas para tantearlas sobre si yo les gusto. Solo al final,<br />
con suerte, me dejara elegir entre las escogidas. Aunque tal y como es ella, me<br />
intentara convencer de cuál es la mejor para mí.<br />
—Pues vaya plan. Como para tirar cohetes.<br />
—Bueno, tiene la ventaja que te lo dan hecho y que a nivel familiar no hay<br />
problemas. Tú no sabes lo contentos que se quedan todos, cuando alguien se casa<br />
con una buena familia de toda la vida.<br />
Se quedaron unos segundos en silencio.<br />
— ¿No tienes curiosidad por si salgo con alguien? –le preguntó Altaha.<br />
—No. Como ya te he dicho cada uno que haga lo que quiera. Si así te va bien,<br />
pues vale. Si no, cambia.<br />
A Altaha cuando se ponía a hablar le daba igual lo que le contestase la otra<br />
persona, ella ya tenía previsto lo que pensaba decir.<br />
—Pues no, ahora no tengo ningún rollo. Estuve tonteando unos meses con un<br />
amigo, pero consiguió una beca de postgrado para Berlín y no se lo pensó. De<br />
todas formas tampoco fue nada serio y su carrera estaba por encima de todo.<br />
Aunque no me gusto como me lo dijo, fue como si lo nuestro no importase nada,<br />
tendría que haber luchado un poco más por intentar buscar algún trabajo aquí.<br />
¿Estás de acuerdo con eso, verdad?<br />
—No lo sé, no lo conocía.<br />
—Pero seguro que tienes una opinión. Me interesa saber qué piensas.<br />
—Pues creo que hiciste bien en dejarlo. Menudo capullo, si encuentra a una<br />
buena mujer, el trabajo es lo de menos, lo mismo vale trabajar aquí que allá. ¡Que<br />
— 218 —
se vaya a tomar por el culo ese gilipollas que te dejó! Pero tu tranquila, que<br />
seguro que se vuelve maricón en Berlín.<br />
— ¡Pero bueno! ¿Y tú que sabrás? Él tenía sus razones, tampoco se va a<br />
complicar la vida tan joven. Yo tampoco me iba a casar y a tener hijos así como<br />
así. En realidad los dos estábamos de acuerdo en dejarlo.<br />
Marcelo se quedó desconcertado.<br />
— ¿Pero no me dijiste que te interesaba mi opinión?<br />
—Es que no te enteras de nada. Solo tenías que decir que sí. Pero insultar a mi<br />
ex, eso tampoco, eso es meterte donde no te llaman.<br />
Marcelo se encogió de hombros y se quedó en silencio. Intentar seguir a<br />
Altaha resultaba difícil, no solo no mantenía un rumbo fijo, sino que en ocasiones,<br />
que eran muchas, parecía hablar solo por entretenerse, sin importar la<br />
transcendencia de sus palabras.<br />
La mañana amaneció con un mar en calma, la escasa brisa que soplaba apenas<br />
impulsaba al Albatros a poco más de dos millas por hora, por suerte la corriente a<br />
favor les daba dos millas más y el GPS marcaba una velocidad real de unos cuatro<br />
nudos. Aún estaban muy alejados de tierra por lo que no querían utilizar el motor<br />
para navegar, dada la limitada autonomía que les proporcionaba el depósito de<br />
gasoil.<br />
Carlos y Marcelo comentaban algún aspecto mecánico en el puesto de pilotaje<br />
de proa, cuando oyeron el grito de Altaha desde la bañera.<br />
— ¡Aaaaaah!<br />
Los dos salieron corriendo atravesando el barco hasta llegar a la bañera,<br />
donde se encontraron a Altaha agachada, en cuclillas, señalando al mar.<br />
— ¡Estamos rodeados por tiburones!<br />
Miraron por la cubierta, viendo como al menos cinco aletas daban vueltas<br />
alrededor del Albatros. Marcelo las miró con desprecio.<br />
—Ah, sí, son makos. Que susto nos has dado, pensamos que te había pasado<br />
algo.<br />
— ¡Son tiburones! –Repitió Altaha llena de miedo.<br />
—No es para tanto, en la mar siempre hay tiburones.<br />
—Pero están ahí, junto a nosotros.<br />
—Bueno, si te dan miedo será mejor que nos metamos dentro hasta que se<br />
vayan.<br />
— ¿Dentro? –Exclamó Altaha— ¿tú sabes el calor que hace?<br />
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<strong>El</strong> día soleado, combinado con la ausencia de viento y el color negro del<br />
Albatros, recalentaba el casco y generaba en el interior del Albatros una<br />
temperatura de más de treinta y cinco grados.<br />
—Vale, nos quedamos fuera. No creo que pase nada, pero mejor estar<br />
prevenidos.<br />
Marcelo abrió un cofre de la bañera sacando un bichero y un hacha pequeña.<br />
— ¿Qué pase qué? -Preguntó Altaha con curiosidad.<br />
—Todos los tiburones son peligrosos, pero solo si estas en el agua. En el caso<br />
de los Makos son capaces de dar saltos, y han llegado a meterse dentro de algún<br />
bote de pesca. Nuestro francobordo es alto, no creo que lleguen hasta aquí. Pero,<br />
por si acaso tenemos esto a mano para acabar con ellos.<br />
No había acabado de decir la frase cuando Altaha ya se estaba metiendo<br />
dentro del barco seguida por Carlos, mientras comentaba que no pensaba salir<br />
hasta que se fuesen y le resultaba indiferente el calor.<br />
Marcelo se encogió de hombros y decidió acompañarles.<br />
Ya en el interior decidieron tomar un café para pasar el rato, hasta que se<br />
levantase un poco de viento. Altaha seguía obsesionada con la presencia de los<br />
escualos.<br />
—No habíamos visto tiburones hasta ahora ¿Qué hacen aquí?<br />
—Como todos los depredadores. Buscan comida, seguramente estamos cerca<br />
de algún banco de peces.<br />
— ¿Entonces no vienen a por nosotros?<br />
—No.<br />
— ¿Y cómo son capaz de seguirnos, no se cansan?<br />
—Los Makos no, son los tiburones más rápidos, alcanza hasta treinta y dos<br />
nudos, o incluso más puntualmente. Tanto que son los únicos capaces de<br />
perseguir y capturar al pez espada. Claro que de vez en cuando les sale mal y<br />
reciben una estocada. Tiene que ser impresionante ver un la lucha entre los dos.<br />
—Pues a mí me da igual que sean rápidos o lentos, matan a personas.<br />
—En realidad la fama de cazador de hombres es un mito exagerado, existen<br />
muertes pero tan vez solo una veintena al año. Muere más gente cada año por<br />
ataques de perros que por tiburones blancos en los últimos cien años; incluso sus<br />
muertes son menores que los fallecimientos ocasionados por animales tan<br />
aparentemente inofensivos como abejas, avispas e hipopótamos. Por contra el<br />
hombre captura unos cien millones de tiburones cada año y prácticamente solo<br />
para coger sus aletas.<br />
—Ósea, que según tú, la película de tiburón es exagerada. Y la existencia de un<br />
gran tiburón blanco es un mito.<br />
— 220 —
—No. <strong>El</strong> gran tiburón blanco existe y ha llegado a medir hasta nueve metros<br />
—Entonces me das la razón.<br />
—Que existe, sí, pero desde luego no es el más peligroso. Es una especie poco<br />
extendida y sus ataques a humanos son casi simbólicos. Es mucho más peligrosos<br />
el tiburón tigre o tiburón toro; este último es capaz de remontar grandes ríos<br />
como el Misisipi, Amazonas y atacar a las personas a varios kilómetros del mar.<br />
Aun así causa muy pocas muertes.<br />
—Ya, pues yo no me creo que sean tan inocentes.<br />
—Son depredadores por su propia naturaleza. Un humano es una presa<br />
grande y desconocida para ellos, por ese motivo solo ataca si tiene hambre o se lo<br />
ponen muy fácil.<br />
—No creo que nadie se lo quiera poner fácil a un tiburón.<br />
—No voluntariamente, pero, pero si como ocurrió en la segunda guerra<br />
mundial con el crucero Indianápolis. En junio de 1944, un submarino japonés le<br />
lanzo dos torpedos que lo hundió en doce minutos en el Mar de Filipinas. De los<br />
mil doscientos marineros a bordo, unos trescientos se hundieron con el buque,<br />
los restantes novecientos cayeron al mar sin botes salvavidas. La mala suerte, fue<br />
que el barco acababa de llevar a Guam el uranio para las bombas atómicas que se<br />
lanzarían. Por ese motivo el viaje fue considerado como secreto y por lo que nadie<br />
estaba atento a su falta. Al amanecer del primer día los tiburones aparecieron.<br />
Cuatro días más tarde fueron rescatados, de los novecientos hombres que<br />
cayeron al agua, tan solo trescientos dieciséis sobrevivieron.<br />
Altaha se quedó impresionada por este último relato y miraba con resquemor<br />
por el ojo de buey a los makos que seguían dando vueltas alrededor del Albatros.<br />
—Me da igual lo que dices. Deberíamos matarlos a todos, así tendríamos un<br />
mar sin peligros.<br />
Marcelo hizo un gesto de negación con el dedo.<br />
—Olvídate, eso no funciona así. Forma parte de la cadena alimenticia y acabar<br />
con ellos solo puede originar plagas, como por ejemplo las de medusas que ha<br />
proliferado al abusar de la pesca. Además, un mar sin tiburones tampoco es<br />
seguro, si no te mata este animal te puede matar otro.<br />
—Si claro, también me puede matar una ballena de un coletazo, pero el<br />
tiburón es el animal más peligroso.<br />
—Pues no. Existen otros animales más peligrosos que los tiburones.<br />
— ¿Te refieres a calamares gigantes?, ¿de esos que aparecen en las películas?<br />
—No. Me refiero a animales pequeños aparentemente inofensivos.<br />
— ¿Animales pequeños? ¿Cómo cuáles?<br />
— 221 —
—Pues como un pequeño caracol, con nombre binomial Conus. Se le dice<br />
caparazón de cigarrillo. Porque una picadura de este molusco es capaz de causar<br />
la muerte en el tiempo en el que uno fuma un cigarrillo.<br />
— ¿Un caracol? Pues que cosas. ¿Conoces alguno más?<br />
—Sí. Otro animal curioso es el pez globo, en los momentos en los que se<br />
siente atacado por algún depredador, se hincha tragando agua para quedarse<br />
redondo como una pelota con la púas hacia afuera. Este sistema de defensa se<br />
completa con el empleo de una sustancia extremadamente venenosa llamada<br />
tetrodotoxina.<br />
—O sea, que no tiene ningún enemigo.<br />
—Solo uno, pero muy peligroso, que es el hombre. En algunas regiones, este<br />
animal se vende como recuerdo. Al sacarlo del agua, el pez globo se infla tragando<br />
aire, así se muere. Después, se deja secar al calor del sol para que conserve la<br />
forma redondeada que le da fama.<br />
—Pues no lo conocía.<br />
—Sí que lo conoces, pero por otro motivo. Seguro que has oído hablar de un<br />
pez típico de Japón que si lo comes te puedes morir, pues es el mismo. Ahí es<br />
considerado un sabroso manjar que se llama fugu. La intoxicación por pez globo o<br />
‘fuguismo’ es un problema continuo para Japón, donde existen casos mortales por<br />
comer la carne de este animal. Por ese motivo cortar y cocinar el 'fugu' solo está<br />
permitido a cocineros expertos que posean un certificado de una escuela especial.<br />
—Pues yo, antes de asumir ese riesgo prefiero comer sardinas. ¿Existe algún<br />
otro pez peligroso?<br />
—<strong>El</strong> pez piedra Synanceia horrida es una especie que habita en aguas<br />
tropicales de los océanos Índico y Pacífico. <strong>El</strong> contacto directo con las espinas de<br />
sus aletas, que contienen un potente veneno neurotóxico, puede ser mortal para<br />
los seres humanos. Cuando se camufla se parece a un roca y si uno está<br />
caminando o buceando no se ve por lo que es fácil pisarlo en sus aletas<br />
venenosas.<br />
—O sea, que además de los tiburones también hay peces asesinos.<br />
— Y no solo peces, también otros como las serpientes marinas. Son<br />
razonablemente grandes, pero raras veces exceden los dos metros de longitud.<br />
Aunque no suelen atacar si no son provocadas, su veneno tiende a ser más tóxico<br />
que el veneno de las serpientes terrestres.<br />
— ¿Una serpiente? Ya no me gustan en tierra, como para verlas en el mar.<br />
—Pues hay otros animales que en ocasiones ni ves, como ocurre con los<br />
filamentos de la medusa llamada avispa de mar. Que se considera una de las<br />
criaturas más venenosas del planeta. Además, el cuerpo principal es traslúcido de<br />
— 222 —
color azul y verde, por lo que es muy difícil distinguirlas en el mar. Para el hombre<br />
es mortal pero algunos animales son inmunes a la toxina, como las tortugas de<br />
mar, que se alimentan de ellas sin sufrir daño alguno.<br />
—Por favor Marcelo para ya, que me asustas, que estamos en la mitad del<br />
mar. Además te veo muy animado, dispuesto a soltarnos toda la enciclopedia<br />
marina del capitán Cousteau.<br />
—Pues solo te comento uno más. Este es un pulpo bastante pequeño de<br />
apenas veinte centímetros. Realmente es bonito, de color marrón oscuro y con<br />
unos anillos azules brillantes, que brillan intensamente cuando se excita. Es tan<br />
pequeño que si te muerde casi no lo notas, pero suele ser mortal.<br />
—Un pulpo pequeño amarillo y azul que se iluminan anillos, me suena un poco<br />
raro. ¿Seguro que existe este bicho?<br />
—Sí, su nombre es Hapaloclaena maculosa, lo conoce mucha gente. Aparecía<br />
como medio sofisticado de matar en una película de James Bon del año 1983,<br />
llamada precisamente octupussy.<br />
—Tu porque eres un vejete, pero te recuerdo que yo en 1983 aún no había<br />
nacido.<br />
—Yo te recuerdo que hay una cosa que se llama videoclubs, además, hoy en<br />
Internet ya bajas directamente cualquier película o la ves online.<br />
—Te veo muy puesto en Internet.<br />
—Es muy útil para buscar información.<br />
— ¿En qué redes sociales estas?<br />
—En ninguna. Solo tengo correos electrónicos de amigos. Pero escribo poco.<br />
No quiero que me pase como una prima mía, que está todo el día conectada con<br />
los amigos y total para nada, todo el día hablando de lo mismo; es como estar en<br />
un patio de vecinas.<br />
Altaha se contuvo para no quedar en evidencia, ella con Internet actuaba igual<br />
que la prima de Marcelo, en ninguna de sus redes sociales bajaba de trescientos<br />
amigos.<br />
<strong>El</strong> día fue pasando y al final de la tarde el tiempo cambió y comenzó a soplar<br />
una brisa mantenida, que permitió al Albatros coger su velocidad habitual. De<br />
esta forma dejó atrás a los tiburones, que se aburrieron de seguirlo sin obtener<br />
comida.<br />
En la primera travesía, a la emoción de la salida siguió novedad de la<br />
navegación, la excitación de las incidencias y la emoción de la llegada, sin que<br />
tuviesen tiempo para pensar en nada más. Ahora la situación resultaba diferente;<br />
les quedaban muchos días de navegación por delante y como todo funcionaba<br />
— 223 —
ien y de forma automática, en realidad no tenían que hacer nada durante todo el<br />
día; tan solo supervisar de vez en cuando que seguían la ruta fijada y que todos<br />
los sensores iban bien. Así, cada vez se pasaban más tiempo en la bañera<br />
disfrutando del sol y de la brisa y la sucesión de los días monótonos fue creando<br />
un clima especial, donde el reducido espacio del barco, se había ampliado en la<br />
mente hasta alcanzar la dimensión de todo un territorio donde uno vive. Se<br />
fueron configurando diferencias entre los escasos metros entre la proa y la popa;<br />
estar en la bañera al aire libre es donde se encontraban más cómodos, a menos<br />
que lloviese o con mucho oleaje, la zona de las camas y de las mesa era como el<br />
salón, la de pilotaje la de trabajo, en tanto que la zona intermedia del motor solo<br />
un lugar de tránsito.<br />
La propia percepción hacia el Albatros se fue volviendo diferente desde que<br />
estaban en el medio del mar. Ahora, ya no se trataba de la maquina curiosa que<br />
construyeron para entretenerse, sino que se había convertido en el elemento<br />
esencial del que dependían para sobrevivir; los escasos milímetros de fibra de<br />
carbono que les separaban del océano eran la diferencia entre vivir o morir.<br />
Su convivencia también comenzó a sufrir cambios; cada vez hablaban menos,<br />
parecía como si ya se hubiesen dicho todo o, como si lo que fuesen a decir no<br />
tuviese importancia en esos momentos. Marcelo ya les advirtió que entrarían en<br />
esta monotonía y se lo ilustró con un ejemplo; Si estas en una habitación de un<br />
hotel de lujo un día es un placer. Si no puedes salir en veinte días, es una cárcel. Si<br />
además se puede hundir, es que te encuentras en un barco en alta mar.<br />
Marcelo estaba acostumbrado a navegar y por su propio carácter solitario<br />
apenas le afectaba esta situación. Carlos, ante este pequeño inconveniente, lo<br />
analizó de forma lógica como un problema que debería tener una solución. Y<br />
típico de él, estableció un programa para combatir el hastío, basado en un<br />
protocolo de rutinas de trabajo que forzosamente tenían que realizar para así<br />
matar el tiempo entreteniéndose.<br />
Altaha, llevaba muy mal todo ese tedio, no iba con su carácter estar encerrada<br />
en un espacio tan pequeño durante tantos días y con tan pocas personas. Aun<br />
siendo consciente que tenían que hacer algo, desde el primer momento se opuso<br />
al protocolo de Carlos, según ella, necesitaban trabajar menos y divertirse más. Y<br />
su primera ocurrencia fue organizar un concurso de disfraces.<br />
La propuesta no fue recibida precisamente con entusiasmo; Carlos, partía de<br />
la inercia de su mente cuadriculada, poco dada a este tipo de actos lúdicos; y<br />
Marcelo, introvertido hasta límites insospechados, se mostraba totalmente reacio<br />
a hacer el ridículo. Además, ni siquiera lo tenían fácil, pues llevaban muy poca<br />
ropa y casi toda para navegar, poco apropiada para convertirse en un disfraz.<br />
— 224 —
A pesar de la falta de apoyo y recursos, Altaha, no se desanimó y apareció<br />
vestida de pirata; con unos trapos a modo de vestido, con el cuchillo en la cintura<br />
y el sobrero que hizo con unos papeles; estaba simpatiquísima agarrada a una<br />
botella y cantando “ron ron ron la botella de ron”. Tanto espíritu y gracia desplegó<br />
en su parodia, que Carlos animo a Marcelo a seguir un poco su diversión, aunque<br />
solo fuese para apoyarla.<br />
Así que le echaron ánimo e inventiva. Carlos apareció con un cubo en la<br />
cabeza imitando a un caballero con la armadura y con un bichero como lanza;<br />
realmente fue ocurrente, además, de esperpéntico, lo que provoco unas sanas<br />
carcajadas. Altaha se disfrazó de sirena y Marcelo de viejo lobo de mar, con una<br />
simulada pipa, barba postiza y pata de palo. Pasaron un buen rato, por lo que<br />
Altaha decidió que lo podían repetir en unos días, pero con diferentes disfraces,<br />
así que tendrían que tendrían tiempo en pensar en los nuevos modelos.<br />
Lo siguiente que se le ocurrió a Altaha fue un concurso de Baile. Ya de por si,<br />
resultaba ridículo intentar bailar en tan poco espacio. Pero Altaha estaba<br />
decidida, y insitió en que que escogiesen la música, que ella la bajaría por<br />
Internet aprovechando la conexión por satélite. Altaha se inclinó por una música<br />
de estilo Funky, y la verdad es que bailaba muy bien, pues fue durante años<br />
acudió a una academia. Carlos logró salvar la situación escogiendo un chotis<br />
castizo. Y Marcelo después, de pensarlo mucho, optó por un Twist, seguramente<br />
dada la facilidad para bailarlo casi sin moverse.<br />
Contenta del resultado y viendo que la voluntad de sus compañeros se estaba<br />
doblegando a sus ocurrencias, la siguiente prueba fue el concurso de karaoke. Lo<br />
cierto es que Altaha se defendía bastante bien modulando alguna canción. A<br />
Carlos en cambio le resultó incapaz enlazar dos tonos, aunque eso sí, se<br />
estuvieron riendo todos un buen rato de lo patético de sus intentos. Marcelo, les<br />
sorprendió cuando, con una voz grave y melodiosa, comenzó a cantar una canción<br />
gallega típica de su pueblo, "oliñas veñen, olilñas veñen e van, no embarques<br />
ríanxeira que te va a marear ",”a virxen de Guadalupe cuando vai para Rianxo". A<br />
Altaha le encantaron tanto que se dedicó a aprenderlas, ante la desesperación de<br />
Marcelo de enseñarle como se pronunciaba una equis suave en Galicia, que<br />
Altaha insistía en pronunciarlas como haches; a las que Marcelo las llamaba<br />
hachas, dado que partían literalmente la palabra al ser pronunciada en labios de<br />
Altaha.<br />
Carlos ante la humillación por el concurso de canciones, intentó recuperar su<br />
dignidad por medio de la poesía, recordando de su infancia la canción del pirata<br />
de Espronceda; "con diez cañones por banda viento en popa a toda vela, no<br />
cortan el mar sino vuelo el velero bergantín". Curiosamente, a pesar de ser una<br />
— 225 —
poesía muy famosa, Marcelo no la conocía y se quedó encantado. Rápidamente la<br />
transcribió a una libreta y, con su gran memoria, en menos de media hora ya la<br />
sabía entera. Lo malo, es que lo tuvieron que soportar el resto del día paseándose<br />
por todo el Albatros recitando sus estrofas: “Y si muero que es la vida por pedida<br />
ya la di cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí”, “son mi música el<br />
sonido mar bravío de los cables sacudíos y el roncar de los cañones”.<br />
Otra de las ocurrencias de Altaha y que tuvo rápidamente una buena<br />
aceptación, fue el que llamó, dentro de su habitual moderación, “concurso<br />
internacional de gastronomía trasatlántica”. Así, Cada uno tenía que hacer una<br />
comida especial con los limitados recursos que contaban. La experiencia resultó<br />
simpática, supliendo la carencia con originalidad, haciendose famosos los<br />
nombres que les ponían a sus creaciones como “el arroz cuasiquemado al salitre<br />
de mar” o los “pate de mejillones al escabeche con esencia vaporizada de gasoil”.<br />
Altaha, ya lanzada al abismo de la imaginación, decidió juntar a todos para una<br />
clase de aerobic, apareciendo con un chándal y calentadores, que confeccionó<br />
cortando unos calcetines. Los tres intentando moverse en el reducido salón<br />
resultaba, de por sí, un ejercicio de gimnasia contorsionista. Carlos, de todas<br />
formas, acabó reconociendo que para el estiramiento de espalda le vino muy<br />
bien, a pesar de las agujetas.<br />
Estas ocurrencias tuvieron el resultado pretendido, rompiendo la monotonía y<br />
haciendo el viaje, a partir de ese momento, muy entretenido. Eso sí, todo ello a<br />
costa de convertir a Carlos y Marcelo en una especie de marionetas al arbitrio de<br />
la descontrolada imaginación de Altaha. <strong>El</strong>los, lejos de sentirse molestos, estaban<br />
encantados, pues ese espíritu jovial y fresco de Altaha que llenaba el Albatros,<br />
transformaba su vida diaria.<br />
Tal y como había anticipado Marcelo, el Albatros, a diferencia del puente de<br />
un barco situado en alto y alejado de las olas, tenía el gran defecto de ser bajo y<br />
estar justamente en la proa, así que cuando navegaban tenían una visibilidad muy<br />
limitada.<br />
Carlos, tal vez para justificar su diseño, aprovecho para comentarles el famoso<br />
avión “espíritu de San Luis”, que por primera vez atravesó el atlántico, en un<br />
vuelo en solitario sin escalas de Nueva York a París en mayo de 1927, pilotado por<br />
Charles Lindbergh tenía el mismo problema. Para un viaje tan largo necesitaba<br />
mucho combustible, así del peso total 2380 kilos 1705 correspondían a<br />
combustible. <strong>El</strong> depósito principal lo tuvo que alojar dejante del puesto de<br />
mando, para que así estuviese centrado el peso y con independencia del<br />
combustible que quedase el centro de gravedad fuese el mismo. Lo malo es que<br />
— 226 —
con el depósito delante, el piloto no tenía ninguna visibilidad, por lo que tuvo que<br />
utilizar un periscopio u optar por sacar la cabeza por la ventana. Tanta fue la<br />
obsesión por reducir el peso, fue que se prescindió de <strong>numero</strong>sos elementos<br />
usuales como el nivel de combustible, la radio, o incluso el asiento del piloto fue<br />
sustituido por una ligera silla de mimbre.<br />
Después de la anécdota, volvieron a considerar que esa falta de visión no<br />
dejaba de ser incomoda, así que pensaron como podrían mejorarla. Altaha<br />
encontró una ocurrente solución; disponía de dos pequeñas cámaras Web y<br />
pensó en ponerla en los extremos de las alas, así cuando una de ellas estuviese<br />
elevada tendrían una visión desde lo alto.<br />
Fue más fácil pensarlo que hacerlo, pues tuvieron que pasar un cable por todo<br />
el interior del ala, y la mejor manera de hacerlo era tenerla estirada.<br />
Aprovechando una zona de encalmadas, pararon el Albatros y Marcelo acabo<br />
metido en el agua, pasando el cable mientras que el ala se apoyaba en unos<br />
bidones vacíos para que no se hundiese.<br />
La imagen de las cámaras las podía visualizar en cualquiera de los<br />
ordenadores, incluso a la tableta táctil de Altaha diez pulgadas que se conectaba<br />
por wifi. <strong>El</strong> único defecto es que solo se podía ver en la dirección en que estaba<br />
navegando y no el lateral o la popa. Aun así, este pequeño invento les dio mucha<br />
más tranquilidad pues podían estar los tres juntos en la bañera o comiendo en el<br />
salón, mientras que supervisaban lo que tenían por delante.<br />
Marcelo dejó que amaneciese y con los primeros rayos de luz dio por<br />
finalizada la guardia nocturna. Uno de los problemas habituales de los cambios de<br />
guardia en la navegación nocturna es que el que sale tiene prisa por irse, pues<br />
está cansado, y el que entra llega dormido, por lo que supone un momento en<br />
que la atención es muy reducida y se incrementa el peligro. Marcelo consciente<br />
de eso, cuando daba el relevo, esperaba una hora antes de acostarse para<br />
verificar que sus compañeros estuviesen totalmente preparados y despiertos. Así<br />
que esa mañana, como solía ser habitual los despertó y mientras Carlos y Altaha<br />
se iban espabilando, él les fue preparando el desayuno. Dado que el Albatros<br />
navegaba automáticamente y el mar estaba despejado, ahora que disponían de<br />
cámaras controlando toda la visión, no había ningún problema para desayunar los<br />
tres juntos.<br />
— ¿Qué tal ha ido la noche? –le preguntó Altaha a Marcelo.<br />
—Tranquila, sin ningún incidente. Me pareció ver una luz a babor, pero estaba<br />
demasiado lejana y enseguida desapareció.<br />
—Bueno, pues un día más en el medio de océano, igual que ayer.<br />
— 227 —
—En realidad hoy es especial, al amanecer hemos cruzado en trópico de<br />
cáncer situado en los veintitrés grados y veintiséis minutos de latitud.<br />
—Vaya, me sorprendes que estés atento al horóscopo, pensé que tú no creías<br />
en la astrología.<br />
Marcelo miró a Altaha con cara de estupor, mientras pensaba como podía ser<br />
posible que fuese tan indiferente en cuestiones del mar, teniendo en cuenta que<br />
toda su vida discurrió en una isla.<br />
—Claro que no creo en esas tonterías de ignorantes. <strong>El</strong> trópico de cáncer, no<br />
tiene nada que ver con el horóscopo. Es una línea imaginaria que define el Angulo<br />
de inclinación de la tierra respecto al eje del giro sobre el sol. A partir de ese<br />
punto alguna vez en el año, cuando el sol cae verticalmente, se llama cenit. Esta<br />
línea imaginaría delimita los puntos más septentrionales en los que el Sol llega a<br />
brillar desde el cénit, que es la vertical del lugar, lo que ocurre entre el veinte y<br />
veintiuno de junio de cada año, a lo que se le denomina como solsticio de junio. <strong>El</strong><br />
Trópico de Cáncer señala el límite septentrional de la llamada Zona Intertropical,<br />
comprendida entre los trópicos de Cáncer y Capricornio.<br />
Altaha se llevó las manos a la cabeza.<br />
— ¡Marcelo, no empieces con los angulitos que me fundes! Y a mí lo del<br />
trópico me suena a tropical, vamos que lo asocio con una piña o un coco. Además,<br />
estoy muy dormida para la clase una de astronomía. Y por ultimo, no veo la<br />
utilidad a todo esto, a no ser que me interese eso del sol vertical para ponerme<br />
más morena.<br />
—Si tuvieses que navegar con un sextante, verías lo importante que es el<br />
angulo del sol.<br />
—No lo discuto. Pero da la casualidad que navegamos con GPS, así que lo<br />
dicho, no vale para nada.<br />
—Entonces tampoco querrás saber que esta noche hemos atravesado<br />
meridiano cuarenta y cuatro grados cincuenta y ocho minutos, es decir que<br />
hemos pasado la línea Alejandrina.<br />
— ¿Y eso que es? ¿Un peaje en la mitad del atlántico?<br />
Carlos casi soltó una carcajada. La verdad es que Altaha, entre burlona y<br />
sarcástica, resultaba muy ocurrente y divertida.<br />
—No, –dijo con paciencia Marcelo-, es una línea imaginaría de longitud, que<br />
va del norte al sur.<br />
—O sea, otra cosa que tampoco sirve para nada.<br />
—Hoy por hoy no, pero hace quinientos años, te diría: “vos habéis de saber<br />
que todo lo que a partir de ahora descubramos pertenece a la corona de castilla”.<br />
—Te ha sentado un poco mal la guardia, ¿Por qué hablas tan raro?<br />
— 228 —
—Es una frase en castellano antiguo, de la época de los reyes católicos, que<br />
indicaba que todo lo que se descubriese y conquistase a partir de este paralelo<br />
hacia el oeste, pertenecería a la Corona de Castillas y Aragón, que en la época<br />
venía a ser toda España.<br />
— ¿Y porque ese reparto? –preguntó Carlos.<br />
—Todo comienza a partir del año 1.400, entre todas las potencias europeas,<br />
fueron España y Portugal las que más rápidamente comenzaron a expansionarse<br />
por el atlántico, debido a su posición cercana a África; Así fueron ampliando los<br />
territorios. Conquistar una tierra con algunos salvajes, resultaba relativamente<br />
sencillo, pero conservar ese territorio contra el ejército de una potencia vecina<br />
implicaba disponer de un gran ejército. La corona de Castilla y Portugal no<br />
tardaron en entrar en conflicto. Pero siendo vecinos, les interesaba más llegar a<br />
acuerdos que a una guerra y esta voluntad dio lugar a que firmase un acuerdo en<br />
Toledo en 1480 llamado Tratado de Alcacovas, el que estableció que España<br />
tendría los derechos de explotación desde las islas Canarias hacia el norte y<br />
Portugal de este punto al sur.<br />
— ¿No habías dicho que se lo repartían hacia el este y hacia el oeste?<br />
—Sí, tienes razón, pero ese fue el primer tratado. Ese acuerdo se mantuvo sin<br />
cambios durante varios años. Pero el descubrimiento de América en 1492, varió<br />
totalmente la situación y vino a reavivar el conflicto. Portugal consideró que, las<br />
tierras descubiertas por Colón por debajo de Canarias le pertenecían. España<br />
alegó que esos tratados se restringían sólo a las tierras africanas, pues cuando se<br />
elaboró no se conocía América.<br />
—Vaya lio.<br />
—Sí, tanto que estuvieron a punto de entrar en guerra. Por ese motivo la<br />
corona de Castilla decidió pedir la intervención del Papa. <strong>El</strong> papa, Alejandro VI,<br />
emitió una serie de documentos que favorecían a los reyes de España. Estos<br />
documentos son conocidos como las Bulas Alejandrinas, trazando una línea de<br />
norte a sur para repartirse el mundo a descubrir entre España y Portugal. Esta<br />
línea pasaría a cien leguas al oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, y es<br />
llamada la primera línea alejandrina.<br />
— ¿Cómo la primera? ¿Es que hubo otras?<br />
—Sí. Según se iba descubriendo cada vez más territorio en América, Portugal<br />
se sentía cada vez más perjudicado. Se pactó un último tratado que desplazó la<br />
línea doscientas setenta leguas hacia el oeste. <strong>El</strong> acuerdo ratificado por el Papa se<br />
conoció con el nombre de Tratado de Tordesillas, quedando fijada la línea a<br />
trescientas setenta leguas al oeste de las islas azores. Por este tratado permitió a<br />
— 229 —
Portugal adquirir el trozo de América más al oeste, el que llegaría a ser conocido<br />
como Brasil.<br />
—Me confunde un poco eso de la legua como unidad de medida ¿A cuánto<br />
equivale?<br />
—La legua es una antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una<br />
persona o un caballo pueden andar en una hora, criterio que según la zona podía<br />
variar de los cuatro y los siete kilómetros. La legua marina quedo fijada en 5.555<br />
metros. <strong>El</strong> acuerdo de tordesillas fijaba trescientas setenta leguas, que equivalen<br />
a unas 1.733 millas desde las Azores, así que hoy hemos atravesado esa línea<br />
situada en 44º 58' 7'' al oeste de Greenwich.<br />
—Muy interesante, no tenía ni idea –comentó Carlos, que siguió muy<br />
interesado toda la explicación.<br />
Altaha abrió la boca en un bostezo eterno.<br />
—Vale Marcelo, pero la próxima vez espera a que me haya despertado,<br />
porque me has fundido con tantas líneas de longitud y latitud. Me ha vuelto la<br />
modorra y ahora solo tengo ganas de dormir.<br />
—Si quieres sigue durmiendo –le dijo Carlos—, yo me quedo en este turno.<br />
—No, qué sino cambio el sueño y lo mismo acabo haciendo la guardia de<br />
noche con Marcelo y me funde con más historias.<br />
—Si ya lo dijo mi abuelo –se defendió Marcelo-, no hay que dar margaritas a<br />
los cerdos.<br />
—Que simpático, lo dices como si toda esa historia hubiese tenido alguna<br />
importancia.<br />
—Pues claro que tuvo importancia, ademas de surgir paises, entre otras cosas<br />
dio lugar a una de las grandes aventuras de la marina Española.<br />
— ¿Y cómo fue eso? –Le preguntó Carlos.<br />
—Como ya comenté, en esa época el comercio más importante eran las<br />
especias, que se encontraban en oriente. Pero según el tratado de Tordesillas lo<br />
que estaba al este se consideraba de Portugal y lo que estaba al oeste, de España.<br />
Pero nadie había contado con que la tierra es redonda, pues aunque lo sabían,<br />
pensada que no se podía llegar al este circunnavegando el oeste. Colon<br />
precisamente descubrió América intentando burlar ese tratado y encontrar una<br />
ruta por el oeste para llegar a las especias de Asia. Después de descubrirse<br />
América, se dieron cuenta que la tierra resultaba más grande de lo previsto, pero<br />
la idea seguía siendo la misma, y esa búsqueda dio lugar al mayor viaje de<br />
navegación del mundo.<br />
Altaha bostezaba, no muy entretenida con la historia.<br />
— 230 —
—Bueno tampoco serería el mayor, que todo el mundo sabe que los mejores<br />
navegantes fueron los ingleses.<br />
<strong>El</strong> comentario no le hizo ninguna gracia a Marcelo.<br />
—Empiezo a estar muy cansado de los ingleses, se nota que ellos han escrito<br />
la historia. No tengas ninguna duda que los mejores navegantes fueron los<br />
españoles, por lo menos en el siglo XV y XVI.<br />
Altaha, consciente de los conocimientos de Marcelo, se mantuvo<br />
extrañamente moderada.<br />
—No te lo discuto. Lo comentaba, porque vi hace poco un documental del<br />
viaje del capitán Cook que llego hasta Australia, lo describían como el viaje más<br />
largo realizado por un navegante.<br />
—Eso es porque los documentales los hacen los ingleses y americanos, y<br />
lógicamente les gusta destacar que ellos son los mejores. Cook circunnavegó el<br />
mundo en 1768, pero el primero en hacerlo fue Juan Sebastián el Cano,<br />
doscientos cincuenta años antes en 1519, con la desventaja de no tener ni la más<br />
mínima idea de lo que se iba a encontrar, con menos medios y peores barcos, así<br />
que tiene muchísimo más mérito.<br />
— ¿Es una buen historia? –le preguntó Carlos.<br />
—Sin duda. Aunque la realidad es que <strong>El</strong> Cano acabo como héroe de milagro,<br />
eso naturalmente lo solemos ocultar.<br />
— ¿De milagro?<br />
—Sí, <strong>El</strong> Cano, fue un capitán que acosado por las deudas tuvo que vender el<br />
barco en Italia. Como eso estaba prohibido por el Rey de España, acabo<br />
perseguido y fugitivo. Así cuando se montó la expedición por Fernando de<br />
Magallanes, se enroló discretamente como maestro de una de las Naos.<br />
— ¿Pero si Fernando de Magallanes era portugués, que hacía en una<br />
expedición de España?<br />
—Sencillo, en efecto era portugués, pero su rey le negó un aumento de<br />
pensión y molesto pasó al servicio del Rey de España. Respecto la expedición<br />
buscaba traer especia de las islas Molucas, situadas en Indonesia. Como<br />
consecuencia el tratado no podía navegar hacia el este, la única forma de llegar<br />
era por el oeste dando la vuelta al mundo. <strong>El</strong> problema es que nunca se había<br />
hecho y había que encontrar una ruta. Por ese motivo la llamo la expedición de<br />
las Molucas. Partieron cinco barcos y doscientos treinta y cuatro hombres.<br />
—Que interesante, yo siempre había pensado que fue un viaje en plan<br />
exploración, y en realidad solo buscaban una ruta para comercializar las especias.<br />
—Pues sí, los Reyes no son Reyes por dedicarse a hacer excursiones.<br />
— ¿Y qué pasó con la expedición se fueron por América?<br />
— 231 —
—Sí, en efecto, salen de las Canarias, y se dirigen al sur, pues ya sabía que por<br />
el norte hay mucho hielo. Pasan por el Río de la Plata y llegaron a la bahía de San<br />
Julián. Como llegó el invierno, decidieron recalar allí hasta la primavera. Pero las<br />
cosas comenzaron a ir mal.<br />
— ¿Y eso?<br />
—Una de las naves naufragó, por lo que solo quedaron cuatro. En esa zona<br />
inhóspita no se podían conseguir alimentos, así que después de varios meses,<br />
comenzó un racionamiento de víveres y lo pasaron mal. Esto dio lugar a una<br />
rebelión de tres de las cuatro naves. La rebelión fue sofocada y los conspiradores<br />
ejecutados. <strong>El</strong> Cano estuvo a punto también de morir, pero tuvo suerte, pues<br />
aunque comenzó del lado de los conspiradores, después logró convencer a los de<br />
su navío para que abandonasen la rebeldía, eso le salvo y fue indultado. En la<br />
primavera comenzaron a buscar un pasó por el sur.<br />
— ¿Por qué no pasaban por el cabo de Hornos?<br />
—Les resultaba imposible, en esa época esos barcos eran cortos y anchos,<br />
navegaban poco y básicamente con vientos de popa y a favor de las corrientes, así<br />
que con vientos fuertes en contra, ciñendo no podían atravesar el cabo de<br />
Hornos. Después de muchas vueltas encontraron un paso, al que llamaron<br />
estrecho de Magallanes. En esta travesía hubo una nueva incidencia, pues una<br />
nave se sublevó y volvió a España; causando además un serio problema añadido,<br />
pues era la que llevaba más víveres. Aun con estos contratiempos, decidieron<br />
seguir con solo tres naves y pocos alimentos.<br />
— ¿Esa era la zona de tierra de fuego?<br />
—Sí, Magallanes la llamo así, por las muchas fogatas que allí encendían<br />
nativos que la poblaban, y no por que existiesen volcanes activos, como<br />
habitualmente se cree.<br />
—Curioso.<br />
—Pues siguió la expedición y tuvieron que atravesar el océano pacifico, y<br />
durante tres meses no encontraron tierra firme. <strong>El</strong> hambre que pasaron fue tal,<br />
que llego el punto que pagaban cuantiosas monedas por una simple rata para<br />
devorar. <strong>El</strong> agua se pudrió y los hombres comían incluso cuero reblandecido y<br />
serrín. Por suerte finalmente llegaron a una isla con víveres.<br />
—Entonces, –preguntó con curiosidad Altaha- lo consiguieron finalmente.<br />
—En teoría sí, pero cuando parecía que había pasado todo lo malo, en la isla<br />
filipina de Mactán la expedición sufre una nueva desgracia, pues Magallanes<br />
perece en una contienda con una tribu cebuana encabezada por el jefe tribal<br />
LapuLapu. Se puede pensar que fue un poco temerario pues se enfrentó con<br />
cuarenta y nueve hombres a unos mil quinientos lugareños; pero también hay<br />
— 232 —
que decir a su favor que casi toda la conquista de América se hizo con esta<br />
desproporción.<br />
—Vaya desastre que muriese el capitán.<br />
—Sí, además esta catástrofe redujo a ciento catorce los sobrevivientes de la<br />
expedición, la mitad de los que salieron. En ese momento, ya no disponían de<br />
suficientes marineros para tripular tres barcos, y queman el que estaba en peor<br />
estado. Los dos navíos estuvieron seis meses vagando por el mar de China incluso,<br />
pirateando ocasionalmente para conseguir recursos.<br />
— ¿Y el Cano ya era capitán?<br />
—No, quedaban dos. Pero la mala suerte hizo que muriesen a causa de la<br />
traición del rey de Cebú, que quería librarse de los españoles. Invitó a los<br />
miembros de la expedición a un convite. Bajaron a tierra veinticuatro españoles.<br />
Ninguno de ellos regresaría.<br />
—Pues sí que tenían mala suerte.<br />
—Los miembros de la expedición que quedaron tomaron rumbo a las<br />
Malucas. Arribaron a la isla de Tidore. Fueron bien recibidos en esta isla y<br />
cambiaron paños y otras mercaderías por una respetable cantidad de clavo.<br />
— ¿Consiguieron entonces el objetivo pretendido?<br />
—Esa era la primera parte, pero ahora tenían que volver. Y se planteó un<br />
problema. Si regresan por el camino más corto, es decir por el Índico, al tratarse<br />
de territorio portugués podrían ser capturados. Y si decidían volver por el pacifico<br />
se exponían a morir de hambre. Se dividen, una la nao Trinidad al mando de<br />
Gonzalo Gómez de Espinosa va en dirección del pacifico, y otra la nao Victoria<br />
volvió por el Cabo de Buena Esperanza, al mando de Juan Sebastián <strong>El</strong>cano, que<br />
es cuando asumió finalmente funciones de capitán. La nao Trinidad, después de<br />
seis meses y de haber fracasado en su intento de regresar por el pacifico, volvió a<br />
las Molucas, entregándose a los portugueses que habían conquistado Tidore. <strong>El</strong><br />
Cano, regresa navegando con cuidado de no ser atrapado por los portugueses.<br />
Llegó a España el 6 de septiembre de 1522 con 17 hombres, después de tres años<br />
menos catorce días de navegación, tras recorrer cuarenta y dos mil millas<br />
náuticas. Fueron los primeros en circunnavegar la Tierra.<br />
—Imagino que el Rey estaría emocionado y el Cano reconocido como Héroe.<br />
—Más o menos. Carlos I le perdona su antiguo delito. Le concedió un escudo<br />
de armas, cuya cimera es un globo terráqueo con la leyenda Primus circumdedisti<br />
me o “<strong>El</strong> primero en rodearme”. También le asignó a <strong>El</strong>cano una renta anual de<br />
quinientos ducados en oro, que nunca llegó a recibir.<br />
—Menuda aventura –comentó Carlos—. Tenías razón, fue impresionante. Y<br />
aunque has desmitificado a <strong>El</strong>cano, en realidad no le resta merito a su viaje.<br />
— 233 —
—Sí, eran otros tiempos, ahora ya no es posible, ya está todo descubierto.<br />
—Puede ser. Ahora los retos de navegación están en el espacio, llevar el<br />
hombre a Marte. Aunque comparándolo con la aventura de <strong>El</strong>cano, creo que el<br />
viaje a Marte parece más sencillo; Son seis meses ida y seis de vuelta, en total un<br />
año. Magallanes tardo casi tres años, eso sin contar que desconocían lo que se iba<br />
a encontrar.<br />
Altaha aportó su punto de vista.<br />
—Así que nosotros somos unos pringados, comparados con esa gente. Yo que<br />
estaba tan emocionada con esta aventura.<br />
—No bajes la guardia, en la mar sobre todo se mueren los confiados, así que<br />
atenta con todo.<br />
—Como suelo decir: Sin riesgo no hay placer.<br />
—Pues como decía mi abuelo, “los que se arriesgan saliendo a la mar es<br />
porque en tierra no tienen que comer”.<br />
—Bueno –comentó conciliadora- es una forma de vida, cada profesión tiene<br />
sus peculiaridades.<br />
—La mar es diferente. Dicen que “en el mundo hay tres clases de individuos;<br />
los que viven, los que mueren y los que están en la mar”.<br />
—Pues sí que sois optimistas en tu familia de pescadores.<br />
Carlos levantó el vaso.<br />
—En definitiva, que si eres marinero, mejor ser amigo de Caronte para te lleve<br />
al reino de Hades a través del río estigia. Debes de tener preparada una moneda<br />
para pagar el viaje. Brindemos, porque nuestro viaje sea placido.<br />
— ¿De qué demonios estás hablando? – le preguntó Marcelo.<br />
—Mitología griega, y también en la divina comedia de Dante ¿No te suena?<br />
—No, seguro que no tiene que ver con la mar.<br />
Altaha negó con la cabeza.<br />
—Pues yo de mitología lo justo, vamos, el horóscopo y poco más.<br />
Carlos se encogió de hombros.<br />
—Vale, dejarlo, eso me pasa a mí por leer a los clásicos, me lo tengo merecido.<br />
Marcelo, hasta ese momento de la travesía, no había permitido que ninguno<br />
hiciese las guardias nocturnas, las consideraba demasiado peligrosas como para<br />
que Carlos o Altaha asumiesen tal responsabilidad.<br />
Sus amigos protestaron, pues a pesar de que Marcelo podía descansar el resto<br />
del día, entre una cosa y otra, al final el que hacia la guardia nocturna acababa<br />
durmiendo menos.<br />
— 234 —
Para convencerlos les explicó, que el mayor error en que se puede incurrir, es<br />
pensar que se trata de una guardia igual que la diurna solo que con menos luz. Lo<br />
cierto, es que existen muchas circunstancias que la hacen completamente<br />
diferente. La primera es que el cuerpo humano funciona por ritmos cíclicos de<br />
veinticuatro horas, y asocia ciertas horas al sueño y al cansancio; así a menos que<br />
uno este muy acostumbrado hacer una guardia en una hora donde habitualmente<br />
está dormido, implica estar mucho más cansado y poco atento a la navegación.<br />
Otra peculiaridad, que ya pudieron comprobar Carlos y Altaha cuando salieron<br />
huyendo de Rianxo, es que los barcos no llevan luces para iluminar, tan solo luces<br />
de posición. Esto en la noche implica que solo se ven unas luces blancas rojas o<br />
verdes, que hay que interpretar para saber qué tipo de barco y rumbo lleva. Pero<br />
eso ocurre en el mejor de los casos, si hay olas, lluvia o niebla, un barco que está<br />
delante a menos de una milla puede pasar perfectamente oculto hasta que el<br />
abordaje es inevitable. Por último, están los pequeños objetos que flotan, y que<br />
durante el día pueden vislumbrar, pero durante la noche sencillamente es<br />
imposible.<br />
Así con todos estos inconvenientes, unida a la circunstancia que no llevaban<br />
radar, hicieron que Marcelo se opusiese a abandonar las guardias nocturnas.<br />
Tanto Carlos como Altaha lo aceptaron inicialmente sin protestar, pues<br />
bastante tenía con hacerse a la navegación y a las incomodidades de la<br />
convivencia, como para además, enfrentarse a las guardias nocturnas; pero<br />
después de dos semanas de navegación Altaha, inquieta como siempre, insistió a<br />
Marcelo que deseaba realizar una guardia nocturna.<br />
Marcelo, inicialmente, se opuso sin dar explicaciones. Ante la insistencia de<br />
Altaha, se volvió a oponer dando las convenientes explicaciones. La persistencia<br />
de Altaha continuó, y finalmente Marcelo claudicó, consciente que estaba<br />
dispuesta a seguir insistiendo horas y horas.<br />
Carlos expuso, con su lógica habitual, que prefería no alterar su biorritmo del<br />
sueño, aunque si se repartían turnos de guardia nocturna él los respetaría.<br />
Marcelo lo excluyó de forma inmediata, una cuestión era sucumbir a los caprichos<br />
de Altaha y otra muy diferente perjudicar a Carlos.<br />
Durante todo el día se dedicó a poner al tanto a Altaha de cómo hacer la<br />
guardia y los peligros que implicaba. Conociendo a Altaha, lo primero que le<br />
advirtió claramente es que la primera guardia, como mínimo, la harían juntos, y<br />
después según viese como se comportaba, algún día la dejaría sola. Altaha, con<br />
más interés por la experiencia que por estar sola, no protestó por esta imposición.<br />
Lo primero que había que tener en cuenta, es nunca salir a cubierta sin los<br />
arneses, pues si caía por la borda, ninguno de los compañeros que permanecían<br />
— 235 —
dormidos se darían cuenta. Además, aunque oyesen algún grito sería<br />
prácticamente imposible encontrarle en la oscuridad del mar. Le recordó que<br />
llevaban localizadores GPS de emergencia para las balsas salvavidas pero no<br />
incorporados a cada traje de aguas.<br />
Le comentó que en una competición de la vuelta al mundo a vela, el velero<br />
español “fortuna” cuando navegaba por los mares australes de noche a más de<br />
veinticinco nudos, se cayó un tripulante; por suerte llevaba el GPS, y el timonel en<br />
una virada cerrada, que aún hoy la recuerdan como antológica, volvió y lo rescató<br />
de una muerte segura.<br />
<strong>El</strong> Albatros respecto a un velero clásico disponía de una pequeña ventaja, pues<br />
se podría controlar desde el puesto de mando interior de la proa, a diferencia de<br />
los veleros que siempre tienen la rueda del timón o la caña en la popa. Altaha<br />
consciente de ese factor, lo primero que dijo es que no tenía ningún interés en<br />
estar en la cubierta expuesta al viento y las olas. Marcelo iba a decir algo pero<br />
prefirió callarse.<br />
Las guardias nocturnas consistían básicamente en esperar a que no pasase<br />
nada; el navegante debía verificar que se estaba siguiendo el rumbo previsto y<br />
que el estado del barco se mantuviese sin incidencias.<br />
Marcelo le explicó que la primera guardia, posiblemente sería la peor, pues no<br />
estaba acostumbrada, así que mejor que se lo tomase con calma; si no aguantaba<br />
más que unas horas, no pasaba nada.<br />
Después de la cena, mientras que Carlos tomaba su preceptiva manzanilla,<br />
Marcelo y Altaha lo hicieron con un café bastante cargado. Según la previsión de<br />
Marcelo, el café le pondría las pilas a Altaha hasta las dos o tres de la mañana,<br />
después aguantaría dos horas más y a partir de las cinco le empezaría a vencer el<br />
sueño. Si seguía con la idea de hacer la guardia completa debería tomarse otro<br />
café sobre las tres o cuatro. Existían sustancias como las anfetaminas cuyos<br />
efectos resultaban mucho más contundentes, pues no solo excitaban sino que<br />
disminuían el cansancio y aumentaban la capacidad de concentración; pero<br />
Marcelo siempre se opuso a tomarlas, estaba convencido que a la larga destruían<br />
el cerebro. La realidad es que no disponían de ninguna ayuda especial a excepción<br />
del café.<br />
Dejaron a Carlos acostándose y se fueron a la proa, entre ellos y Carlos había<br />
dos puertas y estos favorecerían no molestarlo con sus conversaciones.<br />
Ya en la cabina, Marcelo le dijo a Altaha que mirase el mar para ver que veía.<br />
Altaha pudo comprobar que con la cabina tan baja y a través de los cristales se<br />
veía mal el mar, en realidad lo veían todo negro y se reflejaba las luces de los<br />
instrumentos en los cristales, reduciendo aún más la exigua visibilidad.<br />
— 236 —
Por este motivo Marcelo prefería estar en la cubierta y mirar directamente al<br />
mar y al cielo. La cubierta de popa se encontraba sumida en la oscuridad así que<br />
la retina del ojo se abría al máximo para captar la más mínima luz del ambiente.<br />
La desventaja es que si uno se metía en el interior, con las luces perdía esta<br />
ventaja durante al menos un cuarto de hora, así que habría que evitar encender<br />
las luces. Le comentó que por ese motivo cuando se ve una película de barcos de<br />
guerra, de noche están todos con una luz roja muy tenue, pues es espectro rojo es<br />
el que menos hace que reduzca la pupila y mejor se adapta a la oscuridad.<br />
Altaha, no le hacía mucha gracia estar en cubierta toda la noche, así que<br />
intentó utilizar los monitores de las cámaras Web de las alas, pero la calidad<br />
resultaba muy limitada para intensificar la luz nocturna y no se veía nada.<br />
Pensando cómo solucionarlo, tuvo una idea muy buena. Una cámara normal para<br />
visualizar un objeto tiene que tener un programa especial que identifique las<br />
imágenes, es una programación conocida pero muy compleja y fuera del alcance<br />
de Altaha. Pero ahora que no veían nada, si aparecía un a luz de un barco sería lo<br />
único que destacaría en una pantalla negra, así que programar que avisase en ese<br />
caso sería muy sencillo. No tardó más de media hora en realizar un programa que<br />
buscaba los cambios en la pantalla negra para detectar las luces. Tuvo que hacer<br />
algún ajuste por los errores los objetos del cielo como la luna, planetas y estrellas,<br />
pero una vez realizados, funcionaba correctamente. Bueno al menos eso pensó<br />
pues tampoco disponía de ningún barco para ver si saltaba la alarma. <strong>El</strong> programa<br />
debería de ser ajustado cuando llegasen a la costa.<br />
Después de una hora, decidieron salir a la bañera para seguir la guardia, se<br />
pusieron los trajes de agua con el arnés, pasando despacio por la cabina para no<br />
despertar a Carlos. <strong>El</strong> mando a distancia de Altaha para manejar el Albatros<br />
funcionaba perfectamente y además podían monitorizar las cámaras de las alas<br />
por si aparecía alguna luz.<br />
Marcelo acostumbrado a las guardias en solitario permanecía callado, pero<br />
Altaha no podía actuar contra su estado natural de comunicación perpetua, así<br />
que no paro de hablar de todas las cosas que se le pudieron ocurrir.<br />
Marcelo intentaba que se centrase en aprender todo lo que podía ser<br />
interesante; como mirar las estrellas, como la tenue luz de la luna destacaba en la<br />
espuma de las olas, o notar los cambios del viento. De todas formas se trataba de<br />
sutiles diferencias que solo una persona acostumbraba a sentir el mar durante<br />
años podía descifrar, así que Marcelo se resignó a enseñarle lo básico.<br />
Tuvieron la suerte que la noche aguantó despejada, y estuvieron en cubierta<br />
casi todo el tiempo. Justo antes del amanecer, ya cansados de todas esas horas<br />
prepararon juntos el desayuno, y se sentaron en la bañera a tomarlo mientras<br />
— 237 —
amanecía. Poco a poco la oscuridad iba desapareciendo, se iluminaba primero los<br />
perfiles y después definiendo la suavidad de los colores en tono pastel, hasta que<br />
los primeros rayos de sol les iluminaron.<br />
A Altaha siempre le gustó el atardecer, pero realmente nunca había llegado a<br />
pensar y valorar que el ocaso implica la desaparición del día, de ahí que se asocie<br />
a algo bueno que se acaba; mientras que el amanecer resulta mucho más<br />
optimista y positivo.<br />
Después de ese descanso despertaron a Carlos y con calma le dieron el relevo.<br />
Se acostaron cada uno en una litera frente al otro, se miraron tranquilamente<br />
antes de cerrar los ojos. Altaha estaba encantada con esa mezcla de cansancio y<br />
sensación de placidez, resultando terriblemente gratificante, por lo que no tardó<br />
más que unos segundos en quedarse dormida profundamente.<br />
<strong>El</strong> resto de los días, siguieron con esta costumbre, convirtiéndose la noche en<br />
un momento especial donde Marcelo y Altaha compartían a solas esas horas;<br />
turnándose vigilar, tomando café y compartiendo conversación. Ese momento<br />
especial culminaba compartiendo la visión del amanecer mientras desayunaban.<br />
Altaha comentaba con guasa que se estaban convirtiendo en vampiros, vivían con<br />
la noche y se refugiaban con los primeros rayos de luz.<br />
<strong>El</strong> viaje transcurría tranquilo, por lo que disponían de mucho tiempo donde lo<br />
que más les gustaba es hablar, pero hasta en ocasiones Altaha parecía estar<br />
cansada. Ese día en concreto, un poco aburrida recurrió a Marcelo.<br />
— ¿Por qué no nos cuentas alguna historia de esas que sabes?<br />
— ¿Sobre qué?<br />
—Lo que quieras. Aunque imagino que será sobre el mar.<br />
— ¿Te interesan los naufragios?<br />
— ¿Qué quieres que te diga?, hablar de eso cuando navegamos en medio del<br />
atlántico, me da un poco de yuyu.<br />
—No creas, en mi tierra cuando más se habla de los muertos es en los<br />
entierros. Pero si ese tema no te gusta, buscamos otro.<br />
—Bueno, venga, que no hay que ser supersticiosa, aunque lo sea.<br />
—Eso me recuerda al dicho de Galicia que dice yo no creo en las brujas, pero<br />
haberlas hailas.<br />
—De todas formas eso de los naufragios, imagino que será algo muy raro.<br />
—Ahora con la radio y el GPS, es fácil pedir ayuda, pero hasta hace muy pocos<br />
años solo existía la posibilidad que te viese otro barco o que llegases a tierra y las<br />
posibilidades estaban casi siempre en contra.<br />
— 238 —
—Imagino que el más famoso fue Robinson Crusoe.<br />
—Sí, pero fue un personaje de ficción de la novela escrita por Daniel Defoe en<br />
1719. Se inspiró en náufragos reales como un marinero escocés, Alexander<br />
Selkirk, que en 1709 se pasó cuatro años en una isla desierta en el archipiélago<br />
Juan Fernández frente a Chile, isla a la que le acabaron poniendo su nombre. Otro<br />
caso conocido fue Pedro Serrano capitán de marina español, que como único<br />
superviviente logró sobrevivir ocho años en 1534 en un banco de arena del Mar<br />
Caribe y también le quedo el nombre a este banco como Banco Serrana.<br />
—Debe de ser horrible ser náufrago en tierra, pero estar a la deriva en el mar<br />
tiene que ser mucho peor.<br />
—Sin duda, tal vez el más famoso fue un joven marinero de veinticinco años,<br />
de china llamado Poon Lim. Iba en 1942 en el buque británico SS Ben Lomond,<br />
cuando fue torpedeado por un submarino alemán en la mitad el atlántico. Tuvo<br />
mala suerte, pues mientras a los otros supervivientes los rescató el submarino,<br />
pero él se quedó flotando agarrado a unos restos. Al amanecer ve una pequeña<br />
barca salvavidas de tres por tres metros, hecha de listones sobre bidones. En el<br />
equipo de supervivencia de balsa tenia algunos alimentos y treinta litros de agua,<br />
en estas condiciones Poon calculo que podría sobrevivir hasta veinte días, si la<br />
balsa no se hundía.<br />
—Bueno, veinte días ya sería mucho –comentó Altaha-, imagino que antes lo<br />
rescatarían.<br />
—Por resumir su aventura, te diré que recurrió a todo lo que tenía a mano,<br />
para recoger el agua de la lluvia o pescar, y acabo incluso capturando un tiburón<br />
para poder comer.<br />
— ¿Pero cuánto tiempo estuvo flotando?<br />
—Tuvo mala suerte, pues una vez lo divisó un barco, y cuando vio que era<br />
chino no lo recogió, y otra un avión de reconocimiento que lo perdió por una<br />
tormenta. Finalmente lo recogieron unos pescadores cerca del rio amazonas<br />
después de permanecer ciento treinta y tres días en esa balsa.<br />
— ¡Dios! –exclamó Altaha- ¿Más de seis meses en la balsa? ¿Y qué fue de su<br />
vida, después de esa aventura?<br />
—Pues se volvió bastante famoso. Regresó a Reino Unido y el rey Jorge VI le<br />
otorgó personalmente la Medalla del Imperio Británico, la condecoración más alta<br />
que se otorga a un civil. La Marina Británica aprovecho toda esta experiencia<br />
acumulada; publicando unos folletos con las técnicas de supervivencia de Poon y<br />
los colocó en todas las balsas salvavidas.<br />
—Desde luego el tal Poon tiene mucho mérito, pero no sé, eso de estar solo<br />
me parece muy duro, mejor ser náufrago con más gente.<br />
— 239 —
Marcelo sonrió maliciosamente.<br />
—Eso es relativo, muchas veces las personas son más peligrosas que la propia<br />
naturaleza.<br />
— ¿Tú crees? En esos casos, imagino que todo el mundo se volverá solidario.<br />
—O todo lo contrario. En 1816 la “medusee” una fragata francesa, durante el<br />
viaje hacia Senegal queda varada en un banco de arena a más de cincuenta millas<br />
de la costa de Mauritania. No disponían de suficientes botes salvavidas, así que<br />
estos los ocuparon los pasajeros de más clase, y para los ciento cuarenta y nueve<br />
restantes, construyen una gran balsa de veinte metros de largo por siete de<br />
ancho. En un principio, se intenta remolcar la balsa con el resto de los botes, pero<br />
resultó imposible así que deciden abandonarla.<br />
—Tienes razón, no fueron nada solidarios.<br />
—Lo peor sucedió dentro de la balsa. Transcurrieron dos semanas hasta que<br />
fue rescatada por un carguero francés. De las casi ciento cincuenta personas, solo<br />
sobrevivieron quince, el resto murieron de sed, insolación y asesinados, hasta se<br />
dieron casos de canibalismo.<br />
— ¡Dios mío! ¡Qué barbaridad!<br />
—Sí, tanto que la historia fue censurada por el gobierno. Hay que agradecer al<br />
artista Géricault que pintó un gran cuadro de estilo romántico, para dar a conocer<br />
esta tragedia. Durante dos años se prohibió que se expusiese al público. Después<br />
surgió el escándalo y los supervivientes del naufragio acusaron al capital de<br />
abandono. Debido a la presión popular, Luis XVIII se vio obligado a investigar los<br />
hechos y finalmente a celebrar un juicio militar contra el capitán, donde este<br />
acabó condenado por negligencia y abandono de la tripulación.<br />
—Imagino que sería un caso aislado.<br />
—Bueno, que se conozcan no hay muchos, pero como todo, las historias se<br />
acaban repitiendo. De todas formas eso de comerse a los muertos en situaciones<br />
límites se conoce como la ley del mar, y siempre fue admitida.<br />
—Pues yo no conozco ningún caso.<br />
—Por poner un ejemplo conocido, solo unos años más tarde del caso anterior,<br />
en 1820, en el medio del océano Pacífico el ballenero Essex naufragó al ser<br />
embestido por un cachalote. Este hecho dio lugar a que lo tomase el escritor<br />
Melville como inspiración para su novela “Moby Dick”.<br />
—Pero, Moby Dick no habla de canibalismo.<br />
—No, solo se trató de una casualidad. <strong>El</strong> caso es que los veinte tripulantes se<br />
salvan en tres barcas, y quedan como náufragos en la mitad del Océano Pacifico.<br />
<strong>El</strong> caso, es que pasan un mes y se van muriendo de hambre y sed, y los<br />
supervivientes se comen a los cadáveres. Transcurren quince días más sin que<br />
— 240 —
nadie se muera, así que deciden hacer un sorteo para que uno muera y permita<br />
vivir al resto. Le tocó a un joven marinero, el resto de sus compañeros le dijeron<br />
que si decidía dejarse matar, seria voluntariamente, sino, nadie le haría nada. <strong>El</strong><br />
joven aceptó que lo matasen los compañeros. Después de noventa días en el mar<br />
fueron rescatados, de los veinte sobrevivieron ocho, y murieron doce, siete de los<br />
muertos fueron objeto de canibalismo. Nunca se les recrimino a esos marineros lo<br />
que hicieron.<br />
—O sea, que si hay hambre y se van morir, se pueden matar entre ellos.<br />
—Bueno eso nunca estuvo claro, pero fue consentido hasta finales siglo XIX.<br />
— ¿Qué fue lo que cambió?<br />
—En mayo de 1884, el yate Mignonette salió de Southampton, Inglaterra,<br />
rumbo a Sydney, Australia. <strong>El</strong> barco náufrago por culpa de una tormenta, los<br />
cuatro marineros se salvaron en un bote, en el cual estuvieron a la deriva tres<br />
semanas prácticamente sin alimentos. <strong>El</strong> marinero más joven tenía diecisiete años<br />
y se llamaba Richard Parker, cayó enfermo entrando en estado de coma. <strong>El</strong> resto<br />
de sus compañeros, considerando que se iba a morir de todas formas, invocaron<br />
la ley del mar y decidieron matarlo para alimentarse de su cuerpo. Tan solo cuatro<br />
días después son rescatados por el navío alemán Moctezuma.<br />
—Un caso muy parecido al anterior.<br />
—La diferencia fue que no existió consentimiento del marinero. Así que se<br />
celebró un juicio en Inglaterra y fueron condenados a muerte. Teniendo en<br />
cuenta que no actuaban con instinto asesino sino solo para sobrevivir se pidió<br />
clemencia. Finalmente solo cumplieron seis meses de cárcel. Lo que sí que quedo<br />
claro, es que la llamada ley del mar a partir de ese momento desapareció como<br />
costumbre, y se considera como asesinato matar a cualquier persona por mucha<br />
hambre que tengas.<br />
— ¡Uf! ¿Quién podría pensar que una cosa así pudiese pasar?<br />
—Pues más gente de lo que tú piensas, justamente cuarenta y seis años antes,<br />
Edgard Allan Poe escribió por entregas un novela corta titulada ‘‘The Narrative of<br />
Arthur Gordon Pym‘‘, en la que tras quedar a la deriva en una lancha tras un<br />
naufragio, un personaje llamado Richard Parker fue apuñalado y comido por sus<br />
compañeros para no morir de hambre.<br />
— ¡Qué bueno! –Exclamó Altaha—. Vaya casualidad.<br />
—Pues si te gustan las casualidades, hay una mucho mejor. En el libro<br />
“futilidad” con el subtítulo “el naufragio del titán” de los escritores W.T.Stead y<br />
Morgan Robertson de 1898, narran la historia ficticia de un buque llamado “Titán”<br />
que naufraga en aguas del Atlántico Norte en el mes de Abril y catorce años más<br />
tarde se hundiría el mítico “Titanic”.<br />
— 241 —
— ¡Vaya casualidad! Mismo nombre y mes de hundimiento.<br />
—Pues eso no es nada comparado con el resto de las coincidencias de la<br />
novela; <strong>El</strong> barco de la novela se hunde, después de chocar con un iceberg, igual<br />
que el Titanic. En la novela, realizaba el viaje inaugural de la enorme nave y se<br />
describe al barco como insumergible. <strong>El</strong> barco de Morgan destacaba como el más<br />
lujoso de su tiempo igual que el Titanic. <strong>El</strong> número de pasajeros del barco de<br />
Robertson ascendía a tres mil y contaba con apenas veinticuatro botes, el Titanic<br />
tenía dos mil doscientas personas a bordo y solamente veinte botes salvavidas,<br />
una cantidad insuficiente para la cantidad de pasajeros, tanto en la novela como<br />
en la realidad. <strong>El</strong> barco de la novela arrojaba un tonelaje de setenta y cinco mil<br />
toneladas; mientras que el Titanic llegaba a sesenta y seis mil. La eslora del barco<br />
de la novela alcanzaba los doscientos cuarenta y tres metros; algo inferior a la real<br />
del Titanic con doscientos sesenta y ocho metros. Ambos tenían igual cantidad de<br />
hélices; tres en ambos casos. Cuando en la novela el gran barco choca, iba a una<br />
velocidad de veinticinco nudos, el Titanic iba veintitrés. Y por si faltaba algo el<br />
capitán de la novela y del Titanic se llamaban Smith.<br />
— ¡Qué bueno, qué bueno! –Comentaba Altaha emocionada- Lo tengo que<br />
anotar. Es como si es como si hubiese adivinando el futuro, parece imposible.<br />
—Bueno, para ser honestos –aclaró Marcelo-, en realidad no es tan raro.<br />
Cuando escribió la novela lógicamente copio los datos del barco más grande de la<br />
época así como el resto de las características como los motores, eslora, número<br />
de pasajeros, así que lógicamente los datos tenderían a aproximarse. Claro que lo<br />
del nombre del barco o del capital fue una casualidad.<br />
—Y tanto. Es impresionante.<br />
Carlos que había estado muy atento a la historia, viendo en interés de Altaha<br />
le comentó.<br />
—A este tipo de coincidencias se les llaman serendipias. Yo no sé muchas,<br />
pues tengo mala memoria para estas anécdotas, pero he logrado memorizar una<br />
realmente curiosa. Se trata de los paralelismos y analogías entre los presidentes<br />
de Estados Unidos Abraham Lincoln y John F. Kennedy.<br />
Altaha se encogió de hombros.<br />
— ¿Y en que se parecen? Yo no recuerdo nada.<br />
—Pues en algunas cosillas curiosas. En 1860, Lincoln fue elegido presidente de<br />
los Estados Unidos; Kennedy, en 1960; ambos fueron asesinados en presencia de<br />
sus respectivas esposas y en el mismo día de la semana, en viernes; los dos fueron<br />
heridos mortalmente por una bala en la cabeza, disparada en ambos casos por la<br />
espalda; los presidentes que les sucedieron se llamaban Johnson en uno y otro<br />
caso. Los dos Johnson representaban a los demócratas del Sur y ambos fueron<br />
— 242 —
también miembros del Senado. <strong>El</strong> sucesor de Lincoln, Andrew Johnson, nació en<br />
1808; Lindon B. Johnson, en 1908; el presunto asesino de Lincoln, John Wiikes<br />
Booth, nació en 1839; el presunto asesino de Kennedy, Lee Harvey Oswald, en<br />
1939. Ninguno de ambos presumibles ejecutores pudo ser juzgado ya que ambos<br />
fueron asesinados antes de que eso pudiera ocurrir; el secretario de Lincoln,<br />
apellidado Kennedy, le aconsejó insistentemente que dejara de acudir al teatro<br />
donde resultó asesinado; el secretario de Kennedy, apellidado Lincoln, aconsejó al<br />
presidente que no fuera a Dallas; las esposas de ambos presidentes perdieron un<br />
hijo mientras ocupaban la Casa Blanca; John Wilkes Booth dio muerte al<br />
presidente Lincoln en un teatro y huyó hasta un almacén; Lee Harvey Oswald<br />
disparó al parecer sobre el presidente Kennedy desde un almacén y huyó hasta un<br />
teatro.<br />
— ¡Impresionante Carlos!, -le felicitó Altaha- son buenísimas esas<br />
coincidencias también tengo que anotarlas. Pero lo que realmente me ha de ha<br />
dejado con la piel de gallina y nunca mejor dicho, es lo de la ley del mar. O sea<br />
Marcelo, que si naufragamos nos comemos unos a otros.<br />
—Eso no es un problema, yo estoy a favor del canibalismo, una vez muerto<br />
mejor servir para algo. Las cosas se complican, cuando por el hambre unos tienen<br />
que matar a otros.<br />
— ¿Sé que estoy muy rica? Pero llegarías a ese extremo de matarme.<br />
—Me parece implanteable. Esos ejemplos que te he contado se dan entre<br />
marineros que en ocasiones ni se conocían antes de embarcarse. Yo creo que eso<br />
nunca se produciría entre amigos o familiares, por ese motivo no se conoce<br />
ningún caso.<br />
—Hablando de náufragos, con todo el tiempo que pasaste en el mar ¿Alguna<br />
vez naufragaste?<br />
—Sí, dos veces. Una de joven en la Ría. Fue una tontería, estábamos muy cerca<br />
de la costa cuando chocamos con una piedra y el barco, que ya estaba en las<br />
últimas, hizo rápidamente agua y se hundió. Nos rescataron enseguida, pero<br />
nunca llego a existir mucho peligro, habríamos llegado nadando a la orilla,<br />
estábamos solo a unos metros y el tiempo era bueno.<br />
— ¿Y la segunda?<br />
—Esa fue mucho más seria. Fue trabajando en un arrastrero al norte de<br />
Escocia, cogimos una tormenta de las buenas. Aguantábamos a la capa hasta que<br />
empezó a entrar agua por todos los lados. <strong>El</strong> casco resistía y las bombas de<br />
achique lograban evacuar el agua que entraba, pero cuando el agua paró los<br />
motores nos quedamos sin achique; nos dimos cuenta que todo se había<br />
acabado, cada vez entraba más agua y cada vez escorábamos más. Por suerte los<br />
— 243 —
trajes de supervivencia y la balsa salvavidas con GPS, hicieron que aguantásemos<br />
las veintiséis horas que tardaron en rescatarnos.<br />
— ¿Os salvasteis todos?<br />
—No, dos se quedaron en la mar. Uno fue un estúpido que no quería escuchar<br />
las órdenes de ponerse rápidamente el traje de supervivencia y abandonar el<br />
barco. Y otro fue el capitán, que por salir el último e intentar salvar al estúpido, se<br />
quedó atrapado cuando al barco volcó.<br />
—Pobre hombre, no se lo merecía. Tenía que haber dejado tirado al estúpido.<br />
—No. –Afirmó categóricamente—, <strong>El</strong> capital hizo lo que debía hacer. Su misión<br />
es cuidar de todos, por eso nadie debe cuestionar sus órdenes. Si los marineros<br />
pensasen que el capitán les va a dejar tirados, nadie le obedecería cuando las<br />
cosas se ponen feas.<br />
Altaha se encogió de hombros.<br />
—Pues nunca lo había pensado. Pero tienes razón. Aun así vaya palo. ¿Aún lo<br />
recuerdas mucho?<br />
—No me quita el sueño, pero lo recuerdo. <strong>El</strong> capitán era un buen hombre y lo<br />
siento por él. Pero la mar es así, cuando te llama te llama. La mar nos da la vida y<br />
también nos la quita.<br />
— ¿Tú no creerás en que tenemos un destino prefijado?<br />
—No, no creo en ninguna de esas trapalladas, pero lo que es cierto, es que la<br />
mar es más fuerte que un barco tenemos que asumirlo tranquilamente.<br />
—Bien Marcelo, pura filosofía Zen.<br />
—Vete a rascarla Altaha.<br />
—Bueno perdona, es que eso de asumir tranquilamente que puedes morir en<br />
el mar, tiene su punto.<br />
Carlos estaba interesado por ese sentido de la responsabilidad del capitán.<br />
— ¿Tú crees que un capitán debe de ser el último en abandonar el barco?<br />
—Yo y todo el mundo. Ya lo dice el refrán, “<strong>El</strong> capitán verdadero, embarca el<br />
primero y desembarca el postrero”. Aunque tampoco hay que tomarlo al pie de la<br />
letra, el capital no tiene por qué ser el último en salir, pero siempre y cuando,<br />
tenga claro que el resto se va a salvar. Que no ocurra como lo del Océanos.<br />
— ¿Qué es un barco? –preguntó Altaha.<br />
—Sí, el MTS Oceanos se trataba de un crucero de recreo de catorce mil<br />
toneladas de construcción francesa, botado en julio de 1952. Un barco bien<br />
hecho, que nunca tuvo problemas, pero después de treinta y seis años, había que<br />
pensar en jubilarlo o en repararlo a fondo.<br />
— ¿Y cuál de las dos opciones escogieron?<br />
— 244 —
—Ninguna, se lo vendieron a un armador griego en 1988, el cual decidió<br />
dedicarlo a hacer cruceros sin apenas mantenerlo.<br />
— ¿Pero eso es legal?<br />
—La legalidad cambia según cada país, en unos son más estrictos y en otros no<br />
tanto.<br />
— ¿Y qué pasó?<br />
—Pues que en agosto de 1991, el Oceanos zarpó de East London, Sudáfrica, en<br />
dirección a Durban, con quinientas setenta personas. No debería haberlo hecho<br />
pues anunciaban mal tiempo, pero el armador quería hacer el recorrido para no<br />
tener que indemnizar al pasaje. Al día siguiente, entró en una zona llamada Coffe<br />
Bay, muy conocida por sus corrientes traicioneras y donde muchos otros barcos<br />
se han hundido, encontrándose con vientos de cuarenta nudos y olas de nueve<br />
metros.<br />
— ¡Que cabrito! Los metió en la boca del lobo.<br />
—Literalmente así fue, pero lo peor sucedió sobre las nueve y media de la<br />
noche, mientras navegaba frente a la costa salvaje del Transkei. Entonces, por el<br />
estado del barco, un fallo de la maquinaria produjo una explosión y una fuga,<br />
generando una inundación lo que paró el barco, quedando flotando a la deriva y<br />
expuesto a las olas.<br />
— ¿No se hundió?<br />
—En esos momentos aun flotaba, pero el agua comenzó a subir de forma<br />
lenta y constante, y que se acabase hundiendo solo era cuestión de tiempo.<br />
— ¿Entonces?, ¿Abandonaron el barco con los botes salvavidas?<br />
—Eso es lo que el capital debería haber pensado. Pero lo que hizo realmente,<br />
fue no avisar a nadie, huyendo con la tripulación en los botes salvavidas,<br />
abandonado el barco, y con él a todos los pasajeros.<br />
— ¿Que dices? ¿No me lo puedo creer? ¿Y qué pasó?<br />
—La situación era desesperada, pues los pasajeros no sabían lo que hacer, ni<br />
siquiera sabían cómo lanzar los botes salvavidas que quedaban. Buques cercanos<br />
acudieron a la señal del rescate, pero las malísimas condiciones del mar les<br />
impedían acercarse.<br />
— ¡Dios mío! ¿Y qué pasó?<br />
—Pues que el gobierno de Sudáfrica, movilizo a la Marina y la fuerza Aérea y<br />
en una gran operación magistral, envió al rescate dieciséis helicópteros. Durante<br />
las siguientes siete horas se dedicaron a evacuar a los pasajeros, que los sacaban<br />
a cada uno con arneses. La situación era tan extrema que salvaron a los cinco<br />
últimos justamente antes que la nave se hundiese, como quedo grabado en video<br />
desde el propio helicóptero.<br />
— 245 —
— ¿Entonces se salvaron todos?<br />
—Sí, todos los pasajeros fueron salvados. Siendo este el salvamiento aéreo<br />
más espectacular nunca realizado, a la par que una de las actuaciones más<br />
vergonzantes de un capitán y su tripulación.<br />
— ¿Y qué le pasó al capitán?<br />
—<strong>El</strong> Capitán Yiannis Avranas, se salvó, pero inmediatamente fue acusado por<br />
los pasajeros de abandonarlos. Un año después el capital y varios de sus altos<br />
cargos de la tripulación fueron declarados culpables de negligencia por la Junta<br />
Marítima Griega.<br />
—Menudo pájaro ese capital –comentó Altaha.<br />
—La mar es así, hay de todo. Por ese motivo un buen capital hay que valorarlo<br />
mucho, y siempre respetarlo.<br />
Con todas estas historias ya se había hecho tarde, así que tomaron algo como<br />
cena y se prepararon para la guardia nocturna.<br />
— 246 —
CUESTIÓN DE HONOR<br />
La ventaja de navegar con el GPS, es que sabían perfectamente donde estaban<br />
en cada momento, así, y cuando avistaron la isla de Antigua a primera hora de la<br />
mañana no se sorprendieron, lo que no evitó que sintiesen una gran satisfacción<br />
pues habían ultimado una navegación oceánica.<br />
Altaha estaba emocionada al sentirse como una autentica aventurera; Carlos<br />
satisfecho de haber ultimado un viaje que en su vida esperaba realizar; y Marcelo<br />
relajado y tranquilo por haber cumplido su deseo. Y más allá de estas emociones,<br />
todos sentían la tranquilidad de haber llegado sin incidentes.<br />
Altaha se apresuró para bajar de Internet información sobre Antigua, y<br />
mientras desayunaban juntos celebrando la travesía, como si fuese una guía<br />
turística se dedicó a ilustrarles.<br />
Antigua y Barbuda es una nación formada por un conglomerado de islas<br />
situada al este del mar Caribe, antes de independizarse formaba parte de las<br />
pequeñas Antillas.<br />
Fue descubierta por Cristóbal Colón, cuando desembarcó en su segundo viaje<br />
en 1493 y le dio a la isla el nombre de Antigua en homenaje a la iglesia Sevillana<br />
Santa María de Antigua y se añadió barbuda por las "barbas" de líquenes que<br />
adornaban sus palmeras.<br />
Los españoles la ocuparon en 1520 y los franceses en 1629, pero dado que la<br />
isla no disponía de agua acabaron abandonándola.<br />
Los ingleses disponían de muchas menos opciones en el Caribe, así que<br />
aprovecharon que estaba libre y la ocuparon, construyendo depósitos para<br />
almacenar agua.<br />
<strong>El</strong> país consta de varias islas, de la cual Antigua tiene una extensión de<br />
doscientos ochenta kilómetros cuadrados, es la mayor y más poblada; Barbuda,<br />
situada al norte, posee ciento sesenta kilómetros; y redonda situada al sudoeste<br />
solo kilómetro y medio. Las islas tienen un clima tropical cálido, con suaves<br />
temperaturas constantes durante el año. Son en su mayoría de tierras bajas, con<br />
el punto más alto en Boggy Peak, a cuatrocientos setenta metros. <strong>El</strong> principal<br />
pueblo del pequeño país es la capital Saint John's en Antigua y el mayor pueblo de<br />
Barbuda es Codrington.<br />
Los pocos indígenas oriundos fueron prácticamente exterminados y se<br />
trajeron negros de África como esclavos para las plantaciones de tabaco y caña de<br />
azúcar. La esclavitud seria abolida en 1838.<br />
— 247 —
Antigua es caliza y arenosa, con muy buenas playas. Barbuda, llamada Dulcina<br />
por los antiguos conquistadores españoles, se halla situada a cuarenta kilómetros<br />
al norte de la anterior. Se ha constituido en una gran reserva de caza habitada por<br />
ciervos, jabalíes, palomas y patos. La isla Redonda es rocosa y deshabitada pero<br />
tiene yacimientos de fosfato.<br />
Cuenta con una población de unas setenta mil personas y la tercera parte vive<br />
en la ciudad mayor, Saint John’s. <strong>El</strong> noventa por ciento es negra y solo un dos por<br />
ciento blancos, resto mestizo y otras razas. <strong>El</strong> idioma oficial es el inglés. Casi todos<br />
los antiguanos son cristianos.<br />
Antigua fue un importante puerto de la Gran Bretaña en los tiempos de los<br />
barcos de vela. Por su posición única con relación a los vientos alisios, resultaba<br />
fácil entrar en la bahía pero complicado salir. Por ese motivo si un atacante<br />
entraba, seria fácilmente capturados por la marina británica.<br />
Se atribuye colectivamente trescientas sesenta y cinco playas, una por cada<br />
día del año, algunas consideradas como de las mejores del mundo, por lo que<br />
prácticamente toda su economía se centra en el turismo y como paraíso fiscal.<br />
Una curiosidad es que ha sido citada por el libro Guinness de los records por<br />
tener el mayor promedio de bodas en el mundo.<br />
<strong>El</strong> ron inglés de Antigua ha sido nombrado como uno de los mejores rones del<br />
mundo por la revista Forbes.<br />
—Bueno, esta es toda la información, ¿Qué os parece?<br />
Marcelo no estaba especialmente emocionado.<br />
—Que lo que tenemos, es una isla de playas y ron. Con eso lo único que vamos<br />
a encontrar es un montón de turistas borrachos.<br />
—Vale, Marcelo, tú como guía acabas con el glamour de turismo en dos<br />
minutos.<br />
Miraron el mapa y se percataron que estaban en el nordeste de la isla y que el<br />
puerto principal se encontraba justamente en el lado opuesto.<br />
Marcelo Calculó rápidamente la ruta.<br />
—Tenemos que rodear la isla, para ir al puerto principal de Saint John’s, unas<br />
veinte millas, tardaremos como mínimo dos horas.<br />
—Qué lástima, yo ya estaba tan emocionada por bajar a tierra y nos queda<br />
aún dos horas. Que aburrimiento solo podemos mirar el mar.<br />
Se fijó en una especie de forma oscura que aparecía en el horizonte.<br />
— ¿Qué será eso? Debe de ser un barco muy grande para verse así a tanta<br />
distancia.<br />
— 248 —
—No lo creo –dijo Marcelo-, Lo más probable es que se trate de una nube<br />
solitaria y baja.<br />
—O un barco fantasma –dijo Altaha.<br />
—Puede ser –comentó Marcelo sin inmutarse.<br />
— ¿Tú crees en lo barcos fantasmas?<br />
—Si me lo preguntas en plan holandés errante, almas condenadas vagar a<br />
navegando toda la eternidad; evidentemente no. Pero si te refieres a barcos sin<br />
tripulación que siguen navegando, si han existido bastantes.<br />
— ¿Nos estas tomando el pelo?, ¿verdad?<br />
—No. Se ha relatado en muchas ocasiones.<br />
—Historias hay en todo el mundo y también leyendas de viejos marineros.<br />
—Hay de todo, pero a las que me refiero, están bien documentadas y ningún<br />
historiador dura de su veracidad. Además tampoco es tan extraño, que un barco<br />
sin tripulación sigua a flote, pues después de todo un barco está diseñado para<br />
que no se hunda.<br />
—Pues yo no conozco ninguna historia, cuéntanos alguno de esos casos que<br />
ocurrieron de verdad.<br />
—En agosto de 1775, un ballenero groenlandés, que navegaba entre bancos<br />
de hielo por los 77º N., avistó un gran barco de tres palos llamado “Gloriana”. No<br />
se veía un alma a bordo y la barca se deslizaba sobre el mar helado como un<br />
gigantesco fantasma blanco. En la cámara del "Gloriana" encontraron el cuerpo<br />
de un hombre helado, sentado al escritorio con una pluma en la mano y un libro<br />
de memorias o diario abierto ante él. Los balleneros separaron las manos heladas<br />
del cadáver y leyeron las últimas líneas escritas por él; 13 de noviembre de 1762.<br />
¡Trece años antes! Encontraron tres cuerpos más, todos ellos en perfecto estado<br />
de conservación. De la lectura de las memorias se enteraron, que mientras viajaba<br />
de Bristol a las colonias de Norteamérica fue sorprendido por una tempestad.<br />
Murieron siete y sobrevivieron cuatro quedando el barco con graves averías y así<br />
el buque fue derivando hacia el norte, hacia mares helados y no frecuentados por<br />
los navegantes. En estas condiciones, sin víveres y con mucho frío fueron<br />
muriendo todos.<br />
—Caray, vaya imagen. Un barco lleno de muertos.<br />
Marcelo como vio que Altaha estaba interesada, siguió con otro caso.<br />
—Más misterioso resulta sin no hay nadie. Como sucedió en 1872; <strong>El</strong> Mary<br />
Celeste portugués, un bergantín de 31 metros, es hallado en el estrecho de<br />
Gibraltar sin las nueve personas que iban a bordo. <strong>El</strong> barco estaba intacto pero sin<br />
bote salvavidas, sextante, cronómetro, ni bitácora. No se sabe ni a dónde se<br />
— 249 —
fueron ni por qué. Sí es cierto que la última entrada de la bitácora de a bordo fue<br />
de once días antes del hallazgo del buque.<br />
—Ósea, que un barco sin tripulación puede seguir navegando.<br />
—Si, como le ocurrió a la goleta norteamericana "Wyer C. Sargent". Este<br />
buque zarpó de Norfolk Virginia en marzo de 1891. Sorprendido por un temporal<br />
y en grave riesgo de estrellarse contra los arrecifes de la costa, la tripulación lo<br />
abandonó frente a cabo Hatteras el treinta y uno del mismo mes. Suponían que se<br />
iría a pique inmediatamente. No fue así. Dos meses después, un trasatlántico<br />
inglés lo vio quinientas millas al este de Hatteras. Desde mayo hasta la tercera<br />
semana de junio retrocedió hacia la costa americana. <strong>El</strong> diecinueve de junio lo<br />
señalaron casi en el mismo punto de partida, sobre el paralelo de Norfolk. Luego<br />
navegó hacia el EN., haciendo casi mil millas en trece días. <strong>El</strong> quince de julio lo<br />
avistan en el centro del Atlántico, enclavado ya en la zona de los pecios. Dos años<br />
más tarde todavía vaga por aquellos parajes, las velas rotas, un palo caído,<br />
cubierto de algas el casco sucio. Un buque británico lo señala por última vez el<br />
veinte de <strong>febrero</strong> de 1894 casi tres años después.<br />
— ¡Tres años por el mar él solito! ¡Increíble!<br />
—No tanto si lo comparas con el Baymichino. Un pequeño carguero a vapor<br />
construido en 1914, con casco de acero que fue utilizado para el tráfico de pieles<br />
con los esquimales. En 1931 <strong>El</strong> Baychimo fue abandonado en el ártico por sus<br />
tripulantes al quedar atrapado en el hielo. Permaneció a flote al menos 38 años y<br />
lo vieron muchos otros barcos e incluso fue visitado los esquimales, pero nunca<br />
más salido de los hielos y acabó desapareciendo.<br />
—Bueno eso fue hace años –dijo Carlos-, ahora con sistemas de navegación de<br />
GPS y con la radio, rescataran enseguida a los barcos antes de abandonarlos.<br />
—No creas. Sin duda ahora hay menos casos, pero en 1990 se encontró al<br />
carguero Fisah Ketsi a la deriva al este de Brasil sin tripulación y con la escotilla de<br />
carga abierta. En 2006; Un carguero el Jian Seng apareció sin tripulación a bordo y<br />
sin que se supiera de dónde venía ni adónde iba. Incluso en pleno mediterráneo<br />
en el año 2006 se encontró cerca de Cerdeña el Bel Amica, una goleta no<br />
registrada, sin tripulación pero con cuatro almuerzos egipcios a medio comer y<br />
mapas de Francia, África y Luxemburgo. O en 2007 <strong>El</strong> Kaz II, un catamarán de doce<br />
metros, aparece al noreste de Australia, sin gente a bordo pero con el motor en<br />
marcha, un ordenador portátil encendido, la radio y el sistema GPS funcionando,<br />
ropa tendida secándose y la mesa puesta para el almuerzo.<br />
—Pues sí que es curioso, tienes razón ¿Qué les habrá pasado a esa gente?<br />
—Pues por eso es un misterio. Cosas de la mar.<br />
— 250 —
Así, con estas historias pasaron la travesía y al medio día llegaron al puerto<br />
principal English Harbour.<br />
<strong>El</strong> puerto de English Harbour se encuentra, como su propio nombre indica, en<br />
una bahía que resultaba perfecta tanto que fue utilizada por el Almirantazgo<br />
Británico como base para sus flotas en el Caribe durante los siglos XVIII y XIX.<br />
Saint John's es un pequeña ciudad que ha conservado los rasgos típicos del<br />
Caribe, con casas bajas de madera, pintadas con colores vivos.<br />
Lo que los tres deseaban en ese momento es bajar a tierra y pasear. Pues en<br />
todos esos días en la mar, el único recorrido posible, consistía en recorrer los<br />
escasos metros de proa a popa del Albatros.<br />
Después de arreglar el atraque y los papeles, se resarcieron con una larga<br />
caminata de tres horas, que aprovecharon para conocer la ciudad.<br />
Esa noche se dedicaron a hacer una recopilación de todo el viaje, el Albatros<br />
se había portado perfectamente, ni una sola averías y ni una fisura de agua.<br />
Según Carlos y su recopilación de datos técnicos, desde que salieron de hierro<br />
recorrieron dos mil seiscientas millas durante quince días a una media de siete<br />
nudos. Altaha, paralelamente, elaboró sus propios datos estadísticos; Habían<br />
aguantado diez historias largas de Marcelo y diecisiete disertaciones técnicas de<br />
Carlos. Carlos y Marcelo, e recordaron a Altaha que ellos también tuvieron que<br />
soportarle trescientas cuarenta y siete anécdotas mundanas.<br />
Aunque habían pensado en el viaje de ida y de vuelta, ahora realmente no<br />
tenían ningún plan previsto sobre lo que hacer en el Caribe. La primera decisión<br />
fue descansar un par de días, pues añoraban la tierra firme y deseaban<br />
recuperarse de tanta navegación. Inicialmente se plantearon vivir en el Albatros<br />
durante toda la travesía, tanto por no gastar, como por haberse acostumbrado a<br />
sus incomodidades; pero ante la vista de las playas y los Hoteles con sus piscinas,<br />
tuvieron la debilidad de dejarse seducir por el lujo; así que buscaron un hotel, en<br />
la zona norte de la ciudad en la llamada bahía de Dickenson, donde se encontraba<br />
una de las playas más bonitas del mundo, según anunciaban a todo bombo en la<br />
oficina de turismo.<br />
<strong>El</strong> único problema de este lugar paradisiaco, radicaba en que los hoteles<br />
también reflejaban en el precio del lujo que ofrecían. Altaha que no se podía<br />
permitir pagar esas cantidades, no aceptó que la invitasen a una habitación para<br />
ella sola, por lo que encontraron una solución de compromiso; cogerían una<br />
habitación grande para los tres y Altaha estaría invitada. Dos meses antes, Altaha<br />
se habría sentido incómoda compartiendo una habitación con dos hombres, pero<br />
ahora después de la travesía en un espacio tan reducido, el concepto de la<br />
— 251 —
intimidad se había reducido al mínimo, por lo que en esta situación disfrutaba de<br />
un espacio que comparativamente con esos días pasados le parecía un lujo. La<br />
única advertencia que les hizo a sus compañeros fue que cuando se diese su<br />
primer baño caliente, después de tres semanas arreglándose con la precaria<br />
ducha del Albatros, mejor que se fuesen al bar a tomar algo y la esperasen con<br />
calma a que acabase.<br />
Con el mar del Caribe y el los servicios de Lujo del hotel, se dedicaron durante<br />
tres días a estar literalmente tirados en las hamacas. Marcelo más inquieto,<br />
además de retomar sus carreras matinales, remaba una o dos horas en las<br />
piraguas que ponía a disposición el hotel, y no contento con eso solía apuntarse<br />
también a los partidos de fútbol o voleibol.<br />
Tres días después, ya completamente descansados, decidieron conocer la<br />
costa del sur, volvieron al Albatros y se dirigieron a una bahía muy conocida<br />
llamada Falmouth Harbour.<br />
La navegación hasta el sur de la isla solo les llevo medio día. Al llegar, con<br />
sorpresa al llegar se encontraron con una bahía plagada de barcos. <strong>El</strong> motivo es<br />
que se iba a celebrar la famosa Regata "Antigua Race Week", en la que se<br />
disputan el premio <strong>numero</strong>sos regatistas internacionales, pues se trata de la<br />
competición más importante de todo el Caribe, estando muy bien considerada a<br />
nivel internacional.<br />
La mayoría de los barcos estaban fondeados, si bien el Albatros, al no tener<br />
ancla tenía necesariamente que atracar. <strong>El</strong> problema era, que los pocos amarres<br />
estaban copados por el evento. Buscaron todas las alternativas, hasta que<br />
encontraron un viejo embarcadero de madera sin servicios. Por suerte, como no<br />
lo quería nadie, fácilmente negociando con su dueño un pequeño alquiler por<br />
unos días.<br />
Pasearon hasta las instalaciones de la regata. En medio de un ambiente<br />
impresionante, no solo por los barcos, sino también por las tripulaciones de todo<br />
el mundo que habían acudido a la regata con el espíritu de conocer amigos. Se<br />
separaron unas horas para que cada uno pudiese perder el tiempo en lo que más<br />
le interesase.<br />
Cuando se rencontraron en un restaurante para cenar, Altaha se mostraba<br />
emocionada con todo ese mundo especial de las regatas. Pensaba que las regatas<br />
se centraba en un mudo elitista, gente pija de mírame y no me toques. Comprobó<br />
que la mayoría eran personas normales que se enrolaban como marineros de<br />
regata con afán de aventura y poco dinero. Es cierto que por otro lado estaban los<br />
— 252 —
promotores que sufragaban los costosos barcos, si bien estos deseaban quedar<br />
bien con todos a base de publicidad, fiestas y regalos. En su conjunto el ambiente<br />
resultaba fantástico.<br />
—Casi da ganas de unirse al grupo y participar en la regata –comentó<br />
emocionada Altaha.<br />
Carlos asintió con la cabeza.<br />
—Yo pensé lo mismo, así que por curiosidad pregunté en la organización. Me<br />
encontré con la sorpresa que tenían un par de bajas que cubrir y nos regalaban la<br />
inscripción. Así que aprovechando la oportunidad decidí apuntarnos.<br />
Marcelo estaba asombrado, sobre todo porque pensaba que resultaría muy<br />
difícil inscribir al Albatros como barco.<br />
— ¿Y cómo has logrado colar al Albatros?, pensé que todo esto iba por<br />
categorías.<br />
—Sí, pero hay una categoría libre. Ahí dejan ir a cualquiera con tal de que<br />
flote.<br />
— ¿Algo así como la categoría absoluta, donde están los mejores barcos?<br />
—Sí, están los buenos, pero también los que no se pueden catalogar en<br />
ninguna otra, o sea nosotros.<br />
—De todas formas habrá que ponerse al día de cómo va esto, que yo no tengo<br />
ni idea. Marcelo, ¿Qué nos puedes contar sobre las normas de regatas?<br />
Marcelo se encogió de hombros.<br />
—Yo de reglamentos de regatas, nada.<br />
— ¿Cómo es posible que no sepas nada de regatas? –preguntó con curiosidad<br />
Carlos, sorprendido porque Marcelo no conociese algo que estaba relacionado<br />
con el mar.<br />
—Pues conozco poca cosa. Solo si tiene que ver con algún diseño o anécdota,<br />
perro en mi vida he participado en ninguna.<br />
—Pero si tú lo sabes todo sobre el mar.<br />
—De pesca y navegación mercante se algo. Pero de mariconadas, las justas.<br />
— ¿Las regatas te parecen una mariconada?<br />
—En su momento tenían sentido esas carreras de los clipper para ver quien<br />
traía de China el primer Té de la temporada. Ahora son solo Mariconeos de gente<br />
aburrida con pasta. Aunque reconozco que hay algunas duras, como la regata<br />
Fastnet de 1979. Los vientos de setenta nudos volcaron a sesenta y siete veleros y<br />
tumbaron hasta tocar con el palo en el agua a otros cien, y lo peor fue que acabó<br />
con la vida de quince participantes.<br />
— ¿Entonces esa fue la regata más dura?<br />
— 253 —
—En condiciones normales no. Creo que la más dura es la vuelta al mundo en<br />
solitario sin escalas.<br />
—No la conozco.<br />
—Lógico, solo se celebra cada cuatro años. La primera fue en el año 1966 la<br />
Golden Globe. Nueve marinos aceptan el reto, trescientos doce días después,<br />
Robin Knox Johnston cruzó la meta a bordo con el 'Suhaili', un ketch de nueve<br />
setenta metros, con el que logró una media de tres con seis nudos. Aunque la<br />
velocidad no tuvo importancia, pues ganó porque fue el único que acabó la<br />
prueba.<br />
—¡Pues sí que es dura! –exclamo Altaha-, yo me cansé por unos días, y esa<br />
gente estuvieron solos en un barco casi un año.<br />
—Realmente son especiales y muy suyos. <strong>El</strong> francés Bernard Moitessier, que<br />
lideraba la regata, decidió en mitad del Atlántico abandonar la regata y seguir su<br />
travesía para navegar hacia el Pacífico con su 'Joshua'. Otros en cambio se<br />
obsesionaron con el triunfo como Donald Crowhurst; pronto se dio cuenta de que<br />
no tenía la preparación suficiente para enfrentarse al océano; sin embargo, hizo<br />
creer a todos que seguía en carrera y que navegaba en cabeza; y cuando ya no<br />
pudo sostener la mentira se suicidó.<br />
—Pues si así son los participantes ¿cómo será la regata? ¿Se sigue celebrando?<br />
—Bueno, creo que esa regata fue sustituida por la que se organiza desde el<br />
año 1989 cada cuatro años, la llamada <strong>El</strong> Vendée Globe. Con salida y llegada a Les<br />
Sables d'Olonne y les exigen pasar por los tres cabos; <strong>El</strong> Cabo de Buena Esperanza,<br />
el Cabo Lewin y el Cabo de Hornos.<br />
— ¿Y si están solos en el océano? ¿Qué pasa si tienen un problema?<br />
—Las opciones son sencillas; O abandonan y son rescatados, o se buscan la<br />
vida para seguir en la regata.<br />
—Poco podrán hacer ellos solos.<br />
—Depende. Hay una epopeya realizada por Yves Parlier en la Vendée Globe de<br />
2000/2001. Cuando navegaba a la cabeza de la flota en pleno pacifico sur, su<br />
barco rompió el mástil de carbono de veinticinco metros. En esa situación lo único<br />
que podía hacer es abandonar y ser rescatado, pero él dijo por radio que estaba<br />
bien y seguía.<br />
—Pero eso es imposible, no podía seguir con el palo roto.<br />
—En efecto, de alguna forma tenía que repararlo. Así que recogió el palo roto<br />
y con un aparejo de fortuna llegó hasta una isla, como no quería ser descalificado<br />
no podía tocar tierra con el barco, así que lo fondeo, lo que si estaba permitido, y<br />
con unos bidones hizo una balsa. <strong>El</strong> principal problema para reparar el palo es que<br />
al ser de carbono solo se podía arreglar en un horno. Y lo que hizo este hombre<br />
— 254 —
fue construir una abrazadera de carbono, que fundió en un horno construido con<br />
una caja de plástico, bombillas y un campin-gas. Así logró reconstruir un palo de<br />
dieciocho metros y después colocarlo. A pesar de lo increíble de la reparación el<br />
palo funcionaba perfectamente y logró salir navegando un mes después del<br />
accidente.<br />
—Increíble.<br />
—Sí, pero aquí no se acabaron los problemas. Se había quedado sin gas para<br />
calentar el agua y sin gran parte de los alimentos, pues estaban muy ajustados<br />
para los días previstos. Intentó pescar pero navegando a más de diez nudos es<br />
muy difícil, así que poco a poco y a pesar del racionamiento agotaba sus<br />
alimentos. Como no podía pescar, con una bolsa comenzó a recoger krill, que son<br />
como pequeñas gambitas, algas y calamares, que llegaban con los rociones, así<br />
como algún pez volador que caía en la cubierta. Y comenzó a recolectar algas que<br />
secaba en la cubierta. Su hazaña se difundió entre todos los navegantes y le<br />
hacían llegar la posición de los bancos de peces que estaban en su camino para<br />
que redujese la velocidad y pescase alguno.<br />
—Pues eso de pasar hambre para llegar el último, no lo veo claro.<br />
—Pues de esta manera llegó a la meta en Les Sables d'Olonne, un mes después<br />
que el resto, demacrado y hambriento. Si bien su aventura ya estaba en boca de<br />
todos y fue recibido como si se tratase de un vencedor. A partir de ese momento,<br />
es posible que en el mundillo de las regatas se olvide del nombre de algún<br />
ganador pero todos recuerdan a Yves Parlier.<br />
Lo cierto es que, anécdotas aparte, ninguno de los tres tenían ni idea de las<br />
normas de una regata, por lo que fueron a conseguir de la organización el<br />
conjunto de reglas y folletos, comprando como complemento un reglamento<br />
internacional de regatas<br />
Cuando acabaron de cenar se centraron en analizar toda la información la<br />
regata que se habían inscrito. Lo primero que vieron es que la regata se componía<br />
en realidad de varías competiciones que se sucedían en varios días; la primera<br />
que sería dentro de dos días siendo la más larga con casi treinta y cinco millas,<br />
más de media vuelta a la isla y al acabar la regata se fondeaba en una cala al lado<br />
de St John’s en Fort James Beach Bash.<br />
Marcelo y Altaha, aunque inicialmente sorprendidos por la noticia, se fueron<br />
emocionando por participar en la regata, así que comenzaron a informarse de las<br />
características de los barcos que participaban, si bien, cuando vieron las<br />
velocidades que alcanzaban se sintieron un poco frustrados. Evidentemente no<br />
— 255 —
tenían la pretensión de ganar, pero tampoco les resultaba plato de buen gusto<br />
quedar como los más lentos. <strong>El</strong> Albatros competía bien con los cruceros, pues<br />
pesaba mucho menos y no escoraba, pero se quedaba muy lejos de los<br />
catamaranes y trimaranes, con poco peso y mucha vela. Tal vez pudiesen hacer<br />
algo para mejorar la velocidad, pero no se les ocurría nada especial, así que se lo<br />
plantearon a Carlos, que sin mucho interés, les dijo que ya pensaría en algo.<br />
Marcelo y Altaha tampoco se obsesionaron con este problema. Eran<br />
conscientes que, aunque estaban dentro de la categoría libre y disponían de<br />
libertad de diseño, lo cierto es que solo disponían de un día para hacer cualquier<br />
modificación. Además, carecían de materiales, maquinaria y dinero para realizar<br />
cambios sustanciales. Eso sin contar, con que cualquier cambio tendrían que<br />
estudiarlo bien, pues no podría afectar a la estructura y seguridad del Albatros.<br />
Teniendo en cuenta todas estas limitaciones abandonaron casi de inmediato la<br />
idea de mejorar el diseño y se acostaron.<br />
Al día siguiente, se planteaba para Marcelo y Altaha como un día de mero<br />
trámite a la espera de la regata, por lo que básicamente no pensaban hacer nada.<br />
Carlos, en cambio, se levantó con una sola idea en la mente; el día anterior no<br />
había mostrado mucho interés por mejorar la velocidad, si bien al acostarse se fue<br />
pensando en esta cuestión y lo tuvo intranquilo toda la noche, hasta el punto que<br />
cuando se levantó ya estaba obsesionado con esta idea. Con estos pensamientos<br />
se quedó hasta el mediodía concentrado en sus cálculos. No se trataba de ningún<br />
afán por ganar, pues Carlos carecía de todo espíritu de competitividad,<br />
sencillamente se trataba de un reto tecnológico, en el que perseveraría hasta que<br />
lo hubiese resuelto o estuviese convencido que habían agotado todas las<br />
posibilidades.<br />
Marcelo y Altaha, como ya lo conocían, lo dejaron solo y se dedicaron a<br />
recorrer la bahía y congeniar con el resto de las tripulaciones. También se<br />
impregnaron del espíritu de equipo y Altaha hizo imprimir unos polos azules con<br />
un Albatros blanco volando y debajo puso el nombre del Albatros. Lo<br />
complementaron con unas bermudas blancas y unas zapatillas blancas de lona.<br />
Así, por lo menos, subirían a al barco vestidos como si fuesen una tripulación<br />
conjuntada. Contentos con todas estas comprar regresaron al Albatros para<br />
recoger a Carlos y tomar algo, pero resultó inútil, Carlos seguía inmerso en su<br />
ostracismo y apenas dijo nada abstraído con sus pensamientos.<br />
A las seis de la tarde, Carlos salió del mundo de las ideas y volvió al mundo<br />
real.<br />
— 256 —
—Tengo que daros dos noticias; Una buena y otra mala.<br />
—Me asustas Carlos –comentó Altaha—, eso dijiste hace dos meses y mira<br />
donde hemos acabado. Pero como dice Marcelo, cuéntanos las buenas, que las<br />
malas llegan solas.<br />
—Pues la buena, es que creo que ya sé cómo aumentar la velocidad del<br />
Albatros y por cierto, de forma bastante considerable.<br />
— ¿Cómo? –preguntó inquieto Marcelo.<br />
—La velocidad depende de dos variables; una positiva el empuje y, otra<br />
negativa la resistencia. <strong>El</strong> empuje no lo podemos aumentar pues tendríamos que<br />
cambiar las alas, así que hay que la única variable que podemos modificar es<br />
reducir la resistencia. Un barco ofrece resistencia con el agua y con el aire, siendo<br />
mucho mayor la del agua; la única forma de reducir la resistencia es disminuir al<br />
máximo posible el contacto del casco con el agua, y como es obvio que no<br />
podemos cambiar la forma del Albatros, la única solución es elevarlo para sacarlo<br />
fuera del agua y reducir la resistencia. Aquí empieza lo interesante, pues podemos<br />
utilizar los dos timones con sus inclinaciones como aletas sustentadoras. Es decir,<br />
que sin realizar ningún cambio en el Albatros, podríamos conseguirlo.<br />
Marcelo lo miraba absolutamente escéptico.<br />
—Más o menos cojo la idea, pero si no me equivoco para elevar un barco<br />
exige mucha potencia y la nuestra es limitada.<br />
—Resultaría una estimación correcta, pero no estás teniendo en cuenta otras<br />
consideraciones que nos diferencia del resto de los barcos; <strong>El</strong> primero es que el<br />
Albatros es una cuarta parte más ligero que cualquier barco y el segundo es que<br />
nuestro diseño de las alas empuja al Albatros hacia arriba, valorando todo en su<br />
conjunto no es necesaria mucha fuerza para conseguir la elevación. Además, solo<br />
lograríamos elevarnos cuando ya tuviésemos bastante velocidad, recordar lo que<br />
os comenté sobre una piedra que es capaz de revotar en el agua.<br />
—¿Quieres decir, que está todo solucionado?<br />
—Todo no, si logramos elevar al Albatros aun así tenemos un problema de<br />
equilibrio, pues los timones solo son un punto de apoyo en el eje longitudinal. La<br />
solución es utilizar con toda su fuerza la cola plana para compensar la inclinación.<br />
En esta situación tenemos unos límites de navegación pues utilizando los timones<br />
como aletas, los giros tendrán que ser muy lentos y compensados.<br />
—No debería ser un problema –comento Altaha-, a esa velocidad los ajustes<br />
son pequeños una vez tomado el rumbo.<br />
—Me alegro de vuestro optimismo, pero ahora viene la mala noticia: Todo el<br />
sistema es muy delicado cualquier fallo sería desastroso si vamos a bastante<br />
velocidad.<br />
— 257 —
—Pues entonces mejor hagámoslo bien –manifestó Altaha muy resolutiva.<br />
Así se pusieron a trabajar en el proyecto y mientras Altaha intentaba ajustar la<br />
programación lo máximo posible en unas escasas horas, Marcelo le explico a<br />
Carlos, que un truco de las regatas consistía en aligerar al máximo el barco. Carlos<br />
después de pensar si eso afectaría a sus cálculos, aceptó reducir el peso del<br />
Albatros. De todas formas no disponían de mucho margen de maniobra; <strong>El</strong><br />
equipaje, algunas herramientas, vaciar el depósito del agua y reducir al máximo el<br />
combustible. La principal regla de las regatas de vela, es que no se puede utilizar<br />
el motor, el cual se precinta por los árbitros de la regata antes de salir. Si existía<br />
una emergencia se rompe el precinto y se arranca el motor, pero entonces queda<br />
descalificado. Teniendo en cuenta esta situación podían reducir el combustible al<br />
mínimo. Además, no había ningún peligro, pues los barcos de la organización<br />
podrían prestar en cualquier momento apoyo.<br />
Después de dos horas, Altaha visiblemente frustrada, les anunció que le<br />
resultaba imposible configurar el programa en tan poco tiempo. La única opción<br />
consistiría utilizar un sistema de inteligencia para ajustar y afinar el proceso. <strong>El</strong><br />
problema es que para que el sistema comenzase a funcionar necesitaba que<br />
estuviese ya arriba sobre el agua y equilibrado, así que, esa fase la tendrían que<br />
hacer manualmente, depositando toda la confianza, en la habilidad de Carlos<br />
como piloto.<br />
Después de analizar toda la configuración, Carlos sé quedo pensando unos<br />
minutos. Y tomo una decisión.<br />
—<strong>El</strong> problema es que si estamos elevados y con bastante velocidad, exigiría un<br />
control muy preciso, y si algo falla el golpe ser mucho mayor, por no decir que<br />
puede resultar catastrófico. Y claro, la regata es mañana, así que no tenemos<br />
tiempo ni para ajustarlo, ni para probarlo con seguridad. Lamentablemente<br />
tenemos que dejarlo, tal vez, poco a poco en los siguientes días podemos ir lo<br />
probando. Aunque teniendo en cuenta que aún nos queda la travesía de vuelta yo<br />
no me arriesgaría a romperlo por una regata.<br />
Altaha se mostraba inquieta y deseosa de participar con un barco competitivo.<br />
—Pero, no lo entiendo, ya nos hemos arriesgado antes, nos hemos metido en<br />
medio del atlántico, sin prácticamente ninguna seguridad.<br />
—Sí, y no fue prudente por nuestra parte, pero estaba justificado por salvar al<br />
Albatros. Esto es diferente, por una regata no podemos poner en riesgo nuestras<br />
vidas ni el Albatros. Tal vez fuese un momento perfecto para intentarlo, pero es<br />
demasiado arriesgado. Así, que si decidimos hacerlo, lo haremos con calma, habrá<br />
otros momentos.<br />
— 258 —
— ¿Y qué hacemos con la inscripción? ¿Pedimos que la anulen?<br />
—No hace falta. Saldremos en plan paseo iremos a la altura de los otros<br />
barcos de crucero. Así que a disfrutar, que esta noche hay fiesta de presentación<br />
para todos los participantes.<br />
Aunque Marcelo y Altaha estuviesen dispuestos a asumir ese riesgo, ir contra<br />
la lógica de Carlos resultaba imposible. Un tanto frustrados, siguieron su consejo y<br />
se fueron a la fiesta de los participantes.<br />
<strong>El</strong> ambiente de la regata resultaba maravilloso, navegantes de todo el mundo<br />
con espíritu deportivo y con ganas de pasárselo bien, además la propia isla y el<br />
clima inspiraba notablemente este buen ambiente.<br />
<strong>El</strong> Albatros atrajo mucho la atención y todos tenían interés por comentar el<br />
extraño diseño. Unos tripulantes del trimarán, bastante saturados de copas, se<br />
acercaron a Marcelo y Altaha.<br />
— ¡Hey!, vosotros ¿sois los del pato?<br />
—<strong>El</strong> barco se llama Albatros –le corrigió Marcelo.<br />
— ¿Un barco? Ja ja, alas de pato, colas de pato y sobre todo cara de pato. Cua<br />
cua cua, con eso solo podéis ganar un concurso de disfraces.<br />
Se tiraron por los suelo, imitando a unos patos, moviendo las manos como<br />
alas.<br />
La escena resultaba divertida, ver a cuatro borrachos haciendo de patos. Pero<br />
a Marcelo y Altaha, no les hacía ninguna gracia, pues claramente se estaban<br />
riendo de su barco.<br />
Marcelo, se puso tenso.<br />
—Altaha aléjate unos metros, que a estos les voy yo a poner las plumas en su<br />
sitio.<br />
Aunque ellos eran cuatro, Marcelo tenía la ventaja que no había bebido<br />
prácticamente, frente a los cuatro que estaban totalmente borrachos, así que con<br />
suerte se podría despachar a uno o dos rápidamente, después con las fuerzas<br />
equilibradas, debería poder con los otros dos.<br />
Altaha, vio lo que se avecinaba. Le abrazó, colgándose de su cuello para<br />
bloquearlo y se acercó hasta su oído.<br />
—Si le sacudes ahora nos descalifican. Déjalos. Mañana les enseñaremos de lo<br />
que el Albatros es capaz, lo vamos a poner al límite.<br />
Por muchas intenciones que tuviese Altaha, Marcelo no olvidaba que Carlos se<br />
oponía a arriesgar el Albatros.<br />
—Carlos no lo permitirá.<br />
— 259 —
Y lo dijo dejando entender claramente, que él no iría nunca contra la voluntad<br />
de Carlos. Pero Altaha parecía tener otros planes.<br />
—Lo convenceremos, pero necesito que tengas el valor de dejar a estos<br />
borrachos. ¿Serás capaz?<br />
Altaha, actuó inteligentemente, consciente que pedir a Marcelo que tuviese<br />
valor, resultaba una clara provocación.<br />
— Claro que soy capaz de controlarme –respondió con orgullo-, los borrachos<br />
incontrolados son ellos.<br />
Gracias a esta intervención de Altaha Marcelo se calmó. De todas formas, para<br />
evitar cualquier otro enfrentamiento abandonaron la fiesta y regresaron. Cuando<br />
llegaron, Carlos ya estaba dormido, así que no le pudieron comentar nada.<br />
Al día siguiente, con los nervios de la regata se levantaron temprano y<br />
desayunaron los tres juntos.<br />
Marcelo, con la misma inquietud que se acostó, le comentó a Carlos.<br />
—Hemos pensado que podemos poner al Albatros al límite de sus<br />
posibilidades, tal y como tu calculaste.<br />
Carlos los miró con una mirada paternalista, como de esas que de antemano el<br />
padre, ya sabe lo que le van a contar y, tiene preparada la respuesta.<br />
—Ya comprendo. Una noche de copas, y aun os dura la borrachera tanto como<br />
la emoción por hacer alguna locura.<br />
—No es eso, además casi no bebimos, lo decimos en serio.<br />
—Entonces te recuerdo que ya lo hablamos ayer, es peligroso y no vale la<br />
pena.<br />
Marcelo perdió la poca paciencia que tenía.<br />
— ¡Ni peligro ni leches! Tenemos que darles una lección, nos putearon hasta<br />
aburrirse con eso de que éramos un pato.<br />
Le explicó brevemente el encuentro de la noche anterior, pero Carlos no le dio<br />
la menor importancia.<br />
—Bueno, eso son cosas de borrachos. Y la verdad es que el Albatros se parece<br />
a un pájaro, técnicamente es un Albatros pero bueno puede pasar por un pato.<br />
Tampoco os debéis sentiros ofendidos, la comparación estética no resulta<br />
denigrante, tal vez fue el tono y las formas lo que os molestó.<br />
Altaha miraba callada, hasta que, como sin quererlo, hizo un comentario.<br />
—O no Carlos, nosotros no nos ofendimos. Íbamos a pasarlo bien y nos daba<br />
igual lo que dijesen cuatro marineros borrachos. Marcelo se mosqueo cuando el<br />
ingeniero naval te ofendió a ti directamente y saltó a defenderte. Bueno, tú ya<br />
sabes cómo te aprecia.<br />
— 260 —
A Carlos se le subieron los colores al instante.<br />
— ¿Un ingeniero naval? ¿Se metió conmigo?<br />
—Sí, todo empezó cuando el ingeniero del trimarán comentó, que el Albatros<br />
parecía un diseño curioso pero que no valía más que para flotar. Nosotros le<br />
intentamos explicar el sistema de equilibrio y que sería capaz de ir mucho más<br />
rápido. Pero él insistía que eso no era posible con este diseño tan bodrio.<br />
Carlos hizo un claro esfuerzo por moderarse.<br />
—Bueno, cada uno tiene su opinión y más si es un ingeniero naval, que hablan<br />
por hablar, sin tener ni idea.<br />
—Sí, eso es lo que pensamos y hasta ahí aguantábamos. Pero cuando para<br />
intentar convencerlo le dijimos que los cálculos eran correctos, pues lo diseñó un<br />
ingeniero aeronáutico, va el tío y se parte de la risa. Tú ya sabes cómo son de<br />
prepotentes los ingenieros navales. Después juro por su madre, o algo así, que mi<br />
ingles no da para tanto, que tu diseño no cogería más de veinte nudos ni aunque<br />
lo remolcásemos. Nosotros, creemos que el Albatros es un buen diseño y además,<br />
como compañeros te defendimos, pues creemos que puede ir mucho más rápido.<br />
— ¡Por supuesto que puede ir más rápido! Mis cálculos son correctos.<br />
—Si claro, pero no te preocupes, tal vez le puedas demostrar otro día al<br />
ingeniero naval que es un buen diseño. Tampoco es una cuestión de honor.<br />
Marcelo, una vez superado el asombro, le costó mantener la seriedad. Altaha,<br />
con una inventiva descomunal estaba tocando la fibra sensible de Carlos.<br />
Metiendo en dedo en la herida del orgullo y retorciéndolo con cada frase.<br />
Manipulaba claramente los sentimientos de Carlos, y lo hacía de forma sutilmente<br />
distante, como si realmente no tuviese ningún interés personal en todo ello.<br />
La cara de Carlos se puso cada vez más roja según escuchaba la explicación de<br />
Altaha. Y ahora, definitivamente estalló.<br />
— ¡Malditos engreídos ingenieros navales! ¡Por supuesto que se trata de una<br />
cuestión de honor! Se van a enterar de lo que es capaz el Albatros; prefiero<br />
arriesgarme a romper un ala antes de ver como ese gilipollas se queda con la cara<br />
de gusto. ¿Vosotros aceptáis el riesgo que implica? Pensarlo bien, que yo no estoy<br />
siendo objetivo.<br />
Marcelo, muy serio, puso una mano en el hombro de Carlos y lo miró<br />
fijamente a los ojos.<br />
—Entiendo que es una cuestión de honor. No hay nada que pensar.<br />
Altaha, casi lo abraza por esa magnífica actuación teatral, y aprovechó el<br />
momento para rematar la escena.<br />
— Carlos, estamos contigo. Juntos tenemos que defender el honor del<br />
Albatros, eso es todo lo que ahora importa.<br />
— 261 —
A pesar de la emoción del momento, los tres reconocían que pasar de la teoría<br />
a la práctica resultaría muy complicado. Intentar aumentar la velocidad a costa de<br />
un equilibrio delicado, exigía no solo que los cálculos de Carlos fuesen acertados,<br />
sino además, que la programación de Altaha lograse ajustar ese precario<br />
equilibrio.<br />
Dada la total ignorancia de Carlos y Altaha sobre las regatas, Marcelo que<br />
aunque poco, algo logró asimilar de la lectura de los reglamentos. Les explicó que<br />
las regatas es un mundo especial, donde los vehículos no salen parados, sino<br />
cuando en la salida ya van a toda velocidad. Esta norma se creó por necesidad,<br />
pues un barco de vela es prácticamente imposible que este quieto, así que la<br />
norma es que la línea de salida se traza imaginariamente entre dos puntos, que<br />
suele ser: una boya de marcación y al barco de salida. Los barcos están navegan<br />
libremente pero siempre por detrás de esta imaginaría línea y tienen que calcular<br />
acercarse a toda velocidad para atravesar la línea después de que suene la salida.<br />
Si la atraviesan antes, quedan descalificados. Pero como todos quieren hacer lo<br />
mismo, los barcos compiten unos contra otros para alcanzar la mejor posición de<br />
privilegio, por ejemplo un barco a barlovento tiene que ceder el pasó a uno de<br />
sotavento y otras complejas reglas que regulan las prioridades. Así, decenas de<br />
barcos se ponen a dar vueltas y navegar unos contra otros, como una loca pelea<br />
de perros. Naturalmente, existe el riesgo de abordaje, con el peligro de rotura<br />
además de quedar descalificados, pero como nadie quiere romper su barco y no<br />
deja de ser un deporte, no suelen producirse incidentes.<br />
Estimaron, que como desconocían casi todas las leyes de la regata sobre<br />
preferencias y abordajes, lo mejor sería no salir pegados al resto. Permanecerían<br />
alejados y salir por detrás de todos sin arriesgar nada.<br />
Salieron con el Albatros y todos los barcos se colocaron en una zona muy<br />
amplia. Sonó una bocina avisando que faltaban cinco minutos, Marcelo les dijo<br />
que cuando faltase un minuto sonaría otra, y la siguiente sería la de la salida.<br />
Calcularon aproximadamente la distancia con bastante margen. Cuando sonó<br />
la bocina de salida, los primeros en salir fueron los maxis, que disponían de la<br />
ventaja sobre los catamaranes y trimaranes, pues viraban y ceñían mucho mejor,<br />
por lo que eran más hábiles colocándose en la línea.<br />
Unos minutos después los catamaranes y el trimarán que participaba, no<br />
tardaron en coger velocidad y pasar a todos los cruceros.<br />
<strong>El</strong> Albatros a plena potencia, con las alas extendía cogía fácilmente los quince<br />
nudos, pero no lograba superar los veinte. Con estas velocidades logró superar a<br />
— 262 —
los cruceros y ponerse a la par que los maxis, aunque por detrás de los<br />
catamaranes y trimaranes.<br />
Ahora con la situación más liberada de barcos pequeños, ellos estaban<br />
luchando con los grandes yates que navegaban entre quince o veinte nudos,<br />
mientras que el trimarán y los catamaranes entre veinticinco y treinta nudos, se<br />
iba alejando a gran velocidad.<br />
Carlos apreció que la distancia de seguridad entre los barcos ya era suficiente<br />
para poder experimentar su nueva táctica.<br />
—Bueno, todo está suficientemente despejado, vamos a intentarlo, ataros con<br />
los cinturones.<br />
Ahora dependían totalmente de que Carlos consiguiese elevarlo y aguantar el<br />
equilibrio hasta que el programa, capturase todos los datos y el ordenador<br />
equilibrase cuanto antes todo el sistema.<br />
Carlos, cogió el control manual de los flaps con la mano izquierda del timón y<br />
comenzó a elevarlos. Mientras con la mano derecha sujetaba el timón de<br />
profundidad que actuaba en la cola del Albatros.<br />
<strong>El</strong> Albatros comenzó a elevarse y lógicamente la parte trasera seguía apoyada<br />
en el agua pero liberado de gran parte del rozamiento aumento la velocidad hasta<br />
más de veinte nudos y siguió aumentando según salía del agua. En ese momento<br />
el timón de profundidad y el Albatros levantó la cola hasta que se colocó<br />
horizontal. Así mantuvo el equilibrio.<br />
Carlos estaba totalmente concentrado y sin desviar la mirada se dirigió a<br />
Altaha.<br />
—Ya está arriba, ¿ya tienes los parámetros?<br />
—Los parámetros sí, pero, el programa aún está ajustándose. Aguanta.<br />
—Vale pero date prisa, esto es terriblemente sensible.<br />
Durante unos segundos que parecieron interminables, los tres esperaron en<br />
silencio, mientras que Altaha no levantaba la vista de la pantalla, mirando los<br />
datos, hasta que sonrió.<br />
—Ya lo tengo. Estoy lista, paso a automático.<br />
<strong>El</strong> albatros vibro mientras se movía ajustándose. Altaha, además, de las alas y<br />
el timón ajustó el programa para que el timón de cola corrigiese las inclinaciones<br />
del Albatros de forma automática. Y este iba respondiendo, primero a saltos, pero<br />
después suavemente, hasta hacerse imperceptible.<br />
—Vamos a casi treinta nudos —exclamó Marcelo.<br />
<strong>El</strong> trimarán se desplazaba a unos treinta dos nudos de velocidad, así que la<br />
distancia entre los dos se mantenía.<br />
— 263 —
—Bien, dijo Carlos, es hora de ver lo que da de sí. Altaha, potencia al máximo.<br />
Para equilibrar al Albatros habían puesto la extensión de las alas y los ángulos a<br />
una potencia media con las alas medio extendidas. Ahora ya equilibrados, podían<br />
utilizar toda su capacidad.<br />
<strong>El</strong> ala de barlovento del Albatros se estiró al máximo, mientas alzaba a los<br />
noventa grados y comenzó a adoptar el perfil de ala más óptimo respecto al<br />
viento.<br />
La velocidad comenzó a subir mientras Carlos ajustaba la altura del Albatros,<br />
ahora tan solo una cuarta parte de las los timones estaban dentro del agua.<br />
— ¡Llevamos muy poca orza! –exclamó Marcelo preocupado.<br />
—No hay problema, vamos en través largo no necesitamos orza pues hay poco<br />
abatimiento y a cuanta más velocidad vaya, menos superficie de sustentación<br />
necesita.<br />
<strong>El</strong> Albatros volaba sobre el mar solo tocándolo con dos finos timones, parecía<br />
como las gaviotas o los patos, que justo antes de despegar toca levemente con las<br />
patas el agua. Levantaban una estela, casi ridícula comprada con la que dejaba el<br />
Trimarán, que apurando al máximo sus posibilidades había elevado el patín de<br />
barlovento y el propio casco central apoyándose solo en el patín de sotavento.<br />
<strong>El</strong> trimarán llevaba más superficie velica que el Albatros, si bien entre los<br />
flotadores, redes, cables y cabos, la superficie que ofrecía la viento resulta mayor<br />
en tanto que el Albatros solo mostraba un líneas puras perfectas, donde el viento<br />
fluía con un rozamiento mínimo. Se les podía comparar como una cometa y un<br />
pájaro, la cometa sin duda disponía de más superficie pero el pájaro volaba más<br />
rápido.<br />
— ¡Por los clavos de Cristo! — Exclamó Marcelo.<br />
— ¡Que pasa! –grito Carlos preocupado.<br />
—Acabamos de marcar más de cuarenta y cinco nudos.<br />
— ¿Y qué?, no nos asustes, vamos bien estabilizados, no fluctuamos.<br />
— ¡Pues claro que vamos bien! ¡Si no me equivoco este es el record del<br />
mundo en un barco de vela!<br />
Carlos, lo miró con cara de desprecio.<br />
—Lógico que no llegasen a estas velocidades, se tratan de barcos diseñados<br />
por ingenieros navales. Pero según mis cálculos estamos aún por debajo de los<br />
límites teóricos óptimos.<br />
Altaha lo miró perpleja, Carlos resultaba demasiado frio y científico. Ese era un<br />
momento para saborearlo con el corazón y no con la razón.<br />
—Todos los ingenieros sois iguales, no sabéis ni disfrutar del momento.<br />
— 264 —
Con la diferencia de más de diez nudos sobre la velocidad del trimarán<br />
comenzaron a recuperar la distancia, si seguían así, no tardaría en alcanzarlo y<br />
superarlo.<br />
Marcelo miró uno de los indicadores.<br />
— ¡Mierda, tenemos un problema!<br />
— ¿Qué pasa?<br />
—Nos estamos quedando sin baterías.<br />
— ¿Pero cómo? ¿A esta velocidad tienen que estar cargándose?<br />
Los tres se dieron cuenta, prácticamente a la vez, de un problema que no<br />
habían calculado. Cuando el Albatros navegaba de forma normal, la hélice<br />
producía la electricidad necesaria para recargar las baterías. Ahora, que estaba<br />
elevado sobre el mar, la hélice no tocaba el agua y no generaba electricidad, por<br />
lo que el sistema de servos consumía directamente de las baterías y estas se iban<br />
agotando rápidamente. No podían utilizar el motor por las normas de la regata,<br />
así que si se acababan las baterías todo estaba perdido, pues no funcionaría<br />
ningún servo.<br />
—Veamos, —pensó Carlos— deberíamos tener para una media hora. Tal vez<br />
podríamos llegar.<br />
—No llegaremos –afirmó con rotundidad Marcelo-. Los servos van trabajando<br />
a tope pues trabajan no solo los de las alas sino también los de timones y el del<br />
timón de cola. Y antes de quince minutos podemos tener problemas de<br />
estabilidad si falla la potencia.<br />
Los tres se dieron cuenta que sobre todo implicaba un problema de seguridad<br />
pues perder la estabilidad a esa velocidad resultaba peligrosísimo. Permanecieron<br />
en silencio pensando las opciones.<br />
Carlos se quedó pensando con esa mirada suya tan habitual perdida en el<br />
infinito.<br />
—Marcelo ¿cuáles son las previsiones del viento en esta zona?<br />
—Constantes. Pero tampoco es un viento excesivo, si no planeamos no<br />
lograremos pasar al trimarán.<br />
—La solución está en el Albatros.<br />
—Pues claro que esta aquí –dijo Marcelo desesperado-, o abandonamos la<br />
regata o lo tenemos que solucionar nosotros solos.<br />
—Me refiero a que la solución está en el albatros como pájaro. He recordado<br />
que tienen en las alas unos tendones especiales y cuando las estiran no tienen<br />
que hacer fuerza para mantenerse así.<br />
—No entiendo en que nos puede ayudar.<br />
— 265 —
—Nuestro sistema de servos se puede bloquear manualmente, de tal forma<br />
que si anulamos todos los servos de elevación de las alas y de los timones, solo<br />
dejamos los alerones para que regulen pequeños movimientos, reduciremos la<br />
fuerza necesaria a menos de una tercera parte y tal vez las baterías aguanten. <strong>El</strong><br />
único problema es que con los alerones solo podemos hacer pequeñas<br />
correcciones. Como el viento aumente o caiga de golpe no lograremos<br />
equilibrarlo.<br />
—No Carlos, no, –saltó Altaha—, eso no es tan sencillo. Si bloqueas<br />
manualmente no va a funcionar, el ordenador va a creer que siguen activos. <strong>El</strong><br />
programa utiliza un equilibrio con todos los elementos, si bloqueas algunos lo<br />
confundirías.<br />
— ¿No lo puedes solucionar?<br />
—No con el programa funcionando.<br />
—Entonces no tenemos nada que hacer.<br />
Altaha pensó unos segundos.<br />
—<strong>El</strong> Albatros mantiene tres ordenadores que controlan los servos. Uno el que<br />
está funcionando, otro que está operativo copiando todos los parámetros y entra<br />
automáticamente en funcionamiento en caso del fallo del primero, y un tercero<br />
que esta de seguridad, y que exige que se active manualmente. Puedo programar<br />
el tercero para que no utilice los servos apagados, y recargarlo con los datos<br />
actuales. Solo nos quedaríamos con un ordenador operativo, pero el principal<br />
problema es otro.<br />
— ¿Cuál? –preguntó inquieto Carlos.<br />
— Durante unos segundos, mientras desconecto el primer ordenador y<br />
conecto el terceros estaríamos sin ningún tipo de control, tienes que llevarlo a<br />
mano.<br />
Carlos parecía tener la solución.<br />
—Bueno, pues haremos como en la salida, controlare manualmente al<br />
Albatros durante los segundos que tardes en cambiar los ordenadores. Desde<br />
luego es arriesgado, si cometo cualquier fallo vamos a tener un golpe a más de<br />
cuarenta nudos.<br />
—La solución es buena, y yo me fio de ti –apuntó rápidamente Altaha.<br />
— Yo también –confirmó Marcelo.<br />
—Bueno pues intentémoslo.<br />
Altaha, configurando el tercer ordenador no tardo más un minuto en anular<br />
en el programa los servos bloqueados, dejando que todo el equilibro lo<br />
estableciese con los servos operativos.<br />
—Esto ya está listo. Cuando quieras Carlos.<br />
— 266 —
—Estoy preparado. A la de tres apaga el ordenador y yo tomo el control. Uno,<br />
dos, Tres.<br />
—Altaha apagó los dos ordenador principal y Carlos activo el control manual.<br />
En ese momento, el Albatros comenzó a temblar controlado por Carlos, que se<br />
mantenía totalmente concentrado, intentando calcular con precisión que fuerza<br />
aplicar a cada mando, realizando ajustes muy suaves.<br />
Altaha conectó el tercer ordenador y comenzó a tomar los datos, en quince<br />
segundos interminables estuvo ajustando los parámetros hasta que se estabilizó.<br />
—Parece que ya está preparado. Estoy lista, prepara para transferir.<br />
—A la de tres. Uno, dos, tres.<br />
<strong>El</strong> Albatros volvió a temblar cuando el piloto automático tomo el control, pero<br />
se estabilizo rápidamente.<br />
— ¡Bien! –Exclamó Altaha— parece que funciona perfectamente.<br />
Carlos miraba el mar con preocupación.<br />
—Sí, pero siempre y cuando se mantenga el viento, con los alerones solo<br />
controlo una fuerza de un diez por ciento, si el viento fluctúa más, tendremos<br />
problemas.<br />
Marcelo controlaba los monitores de consumo.<br />
— ¡Bien! —Exclamó mirando el amperímetro—, estamos a un consumo de<br />
menos de una tercera parte. Podremos aguantar.<br />
En menos de cinco minutos se pusieron a la altura del trimarán pasándolo por<br />
estribor a gran velocidad.<br />
—Maldita sea, solo siento no poder salir a cubierta para darles un saludo a<br />
esos marineros, - y levanto la mano con el dedo medio alzado.<br />
—Pues casi mejor –le dijo Carlos--, hacerles la puñeta no es un gesto muy<br />
deportivo.<br />
Así siguieron hasta que vieron cómo se acercaba la boya que marcaba la meta<br />
y no tardaron en cruzarla, entre los gritos de Marcelo y Altaha a los que se unió<br />
Carlos.<br />
Llevados por la emoción no se dieron cuenta que con casi todos los sistemas<br />
bloqueados el Albatros no se podía parar, tan solo regulaba la estabilidad y así<br />
seguía a más de cuarenta nudos cuando pasó a menos de quince metros del barco<br />
situado en la meta así como a la veintena de barbos de recreo que contemplaba la<br />
regata, por suerte seguían paralelos a la tierra y ninguno se interpuso en su<br />
camino, mientras sus ocupantes saludaban asombrados ante esa especie de<br />
cohete marino.<br />
— 267 —
Para parar de nuevo Carlos tuvo que asumir el control durante unos segundos,<br />
si bien fue mucho más rápido pues volvieron al sistema habitual. En unos<br />
segundos se estabilizo y entonces con todos los sistemas operativos ya pudieron<br />
reducir la velocidad hasta parar.<br />
La alegría resultaba inconmensurable, pues no solo habían ganado la regata,<br />
sino que además, lo habían hecho de forma espectacular.<br />
Volvieron al puerto, donde pasarían esa noche, sintiéndose el centro de las<br />
miradas de todos los barcos, que no solo estaban sorprendidos por radical victoria<br />
de ese barco tan extraño.<br />
Así, siendo el objeto de todas las miradas, tuvieron que esperar a que a que<br />
uno de los árbitros inspeccionase el estado de los precintos, cuando acabaron se<br />
fueron al club de regatas.<br />
La organización había previsto cenar de bufete en el club, así las tripulaciones<br />
podrían intercambiar las primeras opiniones. Aunque sin ningún afán de<br />
protagonismo, se olvidaron que aun llevaban las camisetas con el logotipo y el<br />
nombre del Albatros. Rápidamente, todas las tripulaciones que estaban en el club<br />
les reconocieron y se acercaban para felicitarlos. Aunque aún no habían salido las<br />
clasificaciones oficiales, su victoria en la categoría libre resultaba incuestionable,<br />
por lo que todos los consideraban como vencedores absolutos de esa jornada,<br />
aunque, con la superioridad mostraba por el Albatros prácticamente tendrían<br />
garantizada la victoria en la regata.<br />
No llevaban ni un cuarto de hora, cuando se acercó un juez de la organización,<br />
elegantemente vestido y tan frío como correcto; les indicó que tenía que hablar<br />
con ellos en privado y los llevo hasta una sala. Allí les explicó que traía malas<br />
noticias; en la categoría libre el diseño podía ser de cualquier tipo, pero en todo<br />
caso se debería reunir una serie de requisitos. <strong>El</strong> primero era que se tratase de un<br />
barco de vela, lo que técnicamente el Albatros no cumplía pues ellos llevaban un<br />
ala rígida. Tampoco estaban permitido los elemento de sustentación como los<br />
timones; pero sobre todo lo que definitivamente incumplía el reglamento es que<br />
utilizasen el control servos, pues toda maniobra debería de ser manual sin ayudas<br />
mecánicas. Así que, aun siendo muy flexible, resultaba imposible autorizar al<br />
Albatros, por lo que no tenía otra opción que descalificarlos y evidentemente no<br />
podrían participar en las siguientes regatas.<br />
<strong>El</strong> juez se sentía incómodo y molesto, por no haber cumplido con su obligación<br />
de examinar antes a fondo el Albatros e impedir que participase. Les ofreció como<br />
compensación que se retirasen para evitar ese mal trago de tener que ser<br />
— 268 —
descalificados. Incluso, él mismo reconocería que se habían retirado antes de la<br />
salida y que fue un error de la organización dejarles salir.<br />
Marcelo tenía un cabreo monumental, afirmando que todas esas supuestas<br />
reglas no eran más que tonterías. Daba igual que una vela fuese rígida o flexible,<br />
pues lo importante es que la moviese el viento. Y respecto a los servos, después<br />
de todo en los barcos de velas utilizaban poleas y winches, o sea sistemas<br />
mecánicos. Y no hablemos de los sistemas de navegación electrónicos. <strong>El</strong>los<br />
habían actuado tan legamente como cualquiera, pues lo importante es que ellos<br />
solo utilizaban el viento como fuerza, el resto tan solo eran matices sin mucha<br />
importancia.<br />
Altaha, estaba desolada, pues se había emocionado mucho en la regata y con<br />
el triunfo. Tampoco comprendía la descalificación después de haberlos autorizado<br />
a competir.<br />
Carlos entendía lo que implicaba el reglamento y que no tenían ninguna<br />
posibilidad de discutirlo. Calmó a sus compañeros y les hizo comprender que el<br />
juez, estaba siendo justo además, querer hacerles el favor de no descalificarlos.<br />
Aunque muy fastidiados, optaron por retirarse de forma voluntaria, pues<br />
realmente tampoco querían quedar como tramposos; después de todo, ellos<br />
creían que eran legales cuando estaban compitiendo. Les quedaba como consuelo<br />
el record de velocidad, y le preguntaron al juez si se lo podía reconocer.<br />
<strong>El</strong> atento juez les indicó que en realidad este tipo de record ellos no lo podía<br />
homologar, pues solo una asociación mundial los reconocía: La World Sailing<br />
Speed Record Council, que es un ente establecido por la ISAF International Sailing<br />
Federation creada en 1972. Se ofreció a certificarles todos los datos que tenían<br />
registrados, incluidos el GPS que le ponen a cada barco, pero insistió en que al<br />
haber hecho la solicitud a la asociación y no estar presente el árbitro, no tenían<br />
ninguna posibilidad de que se reconociese.<br />
De nuevo le agradecieron su colaboración y franqueza, si bien salieron de la<br />
sala absolutamente frustrados. Después de haber disfrutado del triunfo, que se<br />
los quitasen en unos segundos fue como recibir un jarro de agua fría.<br />
Se encontraron con que el resto de los participantes, que aún no sabían nada,<br />
los seguían felicitando. Carlos, ya curtido en tener que dar malas noticias en los<br />
últimos años, le echó valor y cogió un micrófono conectado a la megafonía. En un<br />
breve comunicado informó a todos, que en realidad no estaban compitiendo y su<br />
participación se realizó fuera de regata al no estar homologados. Aprovecho para<br />
felicitar a los verdaderos campeón absolutos que eran los del trimarán.<br />
Todos los de la sala, con un claro espíritu deportivo, comenzaron a gritar y a<br />
felicitarlos. Estaba claro que reconocían el magnífico diseño así como el<br />
— 269 —
espectáculo que habían protagonizado; definitivamente se habían ganado el<br />
reconocimiento de esos expertos regatistas, con independencia que fuesen o no<br />
los campeones. Hasta el patrón del trimarán campeón oficial de la regata, les<br />
dedico especialmente un brindis por su magnífico diseño y cualidades, incluso<br />
reconoció, que si no llega a ser por esas normas estrictas que impidieron<br />
participar oficialmente al Albatros, ellos no habrían tenido ninguna oportunidad.<br />
Carlos sorprendido por esta actitud tan honorable, le dio personalmente las<br />
gracias.<br />
Con este apoyo de todos los regatistas se les fue pasando la frustración y<br />
decidieron quedarse en la fiesta y agradecer a cada uno de los participantes el<br />
apoyo mostrado. Hasta Marcelo, habitualmente tan serio y distante con la gente<br />
que no conocía, se impregnó de ese espíritu, mostrándose especialmente<br />
sociable; tanto, que no dudo en ponerse a bailar, ante la insistencia de una rubia<br />
canadiense; que sustituyó su traje de aguas por un ceñido vestido rojo, en el que<br />
se había embutido su enorme cuerpo. Repentinamente el “discjockey” estimó que<br />
ya estaba bien de tanta marcha, cambiando a una canción lenta. La rubia no dudo<br />
en seguir bailando con Marcelo agarrándolo sin reparos por la cintura.<br />
Altaha, que se movía con desparpajo entre conversaciones y saludos, cuando<br />
vio a Marcelo agarrado a la rubia se quedó paralizada y sintió como se le encogía<br />
el estómago. No fue un acto racional, ni siquiera mínimamente meditado, sino<br />
puramente instintivo. Deseaba acercarse y separarlos, quedándose a bailar con<br />
Marcelo. Sentía que la rubia no tenía derecho a apropiárselo.<br />
Se sintió sorprendida por ese sentimiento repentino de celos, pues hasta el<br />
momento, si bien es cierto que la relación entre ellos mejoró muchísimo en las<br />
últimas semanas, nunca se le pasó por la cabeza un afecto especial hacia Marcelo.<br />
Su cerebro trabajaba a mil por hora intentando buscar una explicación, pero lo<br />
único que pudo concluir, es que de forma no prevista se había enamorado de<br />
Marcelo, tan sutilmente que ni siquiera se había dado cuenta. A solas, en el<br />
Albatros, no existían las prisas por tomar ninguna decisión; además, la presencia<br />
constante de Carlos actuaba como una barrera contra la intimidad. Ahora, ante la<br />
competencia de otras mujeres, todo ese precario equilibrio se había roto,<br />
aflorando los celos como sistema defensivo contra las pretensiones de esa rubia<br />
cachimana con ínfulas de sirena.<br />
Lo malo de aplicar la lógica frente a los celos, es que no servía para nada, lejos<br />
de apaciguar su espíritu, lo único que provocó es su deseo de hacer algo. No tardó<br />
más que unos segundos en pensar algo, poniendo su plan en marcha de<br />
inmediato.<br />
— 270 —
Se acercó a una tripulación y les pidió que les esperase para hacer juntos unas<br />
fotos de recuerdo, rápidamente volvió a la pista de baile y se paró a un metro de<br />
Marcelo, sin hacer ni caso a la rubia, le dijo a gritos mientras gesticulaba, como si<br />
tuviese mucha prisa, que le acompañase para hacerse unas fotos.<br />
Marcelo, entre la sorpresa de esa petición, no dudo que la prioridad se<br />
centraba en satisfacer a esa tripulación, así dejó a la rubia diciendo que le<br />
esperase solo unos segundos. Marcelo se hizo las fotos, después Altaha insistió en<br />
que les dejase la cuenta de correo electrónico y la dirección y tuvo que escribirlo<br />
rápidamente en una servilleta para volver a la pista. Mientras lo hacía, Altaha<br />
apareció con el presidente del club que organizaba la regata y se lo presentó a<br />
Marcelo, el cual, ante la presencia de tal personalidad, no podía dejar de hablar<br />
con él cinco minutos por pura educación y cortesía. Seguramente el presidente<br />
pensaba lo mismo, cuando accedió la petición de Altaha que su compañero lo<br />
quería conocer.<br />
Después de cinco minutos, el desesperado Marcelo se logró librar del<br />
presidente, buscó con la mirada a la rubia en la pista de baile, y ante su frustación,<br />
la encontró en el otro extremo bailando con un nuevo acompañante.<br />
Marcelo se dio cuenta que la oportunidad con la rubia estaba perdida,<br />
resignado, decidió tomarse una copa Altaha apareció a su lado. <strong>El</strong>la lo miró con<br />
cara de circunstancia y se disculpó por haberle hecho perder el baile,<br />
ofreciéndose como mal menor a que lo acabase con ella. Marcelo aceptó sin<br />
convencimiento, pues tampoco tenía nada mejor que hacer; se dejó llevar al<br />
ritmo lento de la música, mientras Altaha esbozaba una sonrisa de satisfacción<br />
disfrutando de su pequeña victoria.<br />
Después de un par de horas abandonaron la fiesta y regresaron al Albatros. En<br />
el camino, Carlos comentó a Altaha y Marcelo que estaba un poco asombrado que<br />
el patrón del trimarán se comportase de forma tan educada después de las duras<br />
críticas de la noche anterior. Marcelo y Altaha se miraron con complicidad y<br />
renunciaron a contarle su pequeño engaño. Disculparon al patrón, argumentando<br />
que seguramente el alcohol le jugó una mala pasada la noche anterior.<br />
Al llegar al Albatros, se quedaron de tertulia, y entre otras cosas, comentaron<br />
que ya no tenía sentido seguir en medio de los regatistas sin poder participar.<br />
Decidieron salir al día siguiente y seguir subiendo por el Caribe hasta las Bahamas,<br />
antes de regresar a España. También acordaron no participar en más regatas. No<br />
deseaban enfrentarse a los reglamentos y jueces. Aunque, como apuntó<br />
acertadamente Carlos considerando las cualidades del Albatros, realmente no<br />
tenían rival, por lo que harían bien en no dejarlos participar.<br />
— 271 —
SIN RUMBO FIJO<br />
En Antigua, se habían acomodado a disfrutar de las playas y no tenían muchas<br />
ganas de meterse a navegar varios días en el Albatros. En el Caribe no tendrían<br />
ese problema, pues esa zona estaba llena de islas a menos de una o dos jornada<br />
de navegación. <strong>El</strong> único inconveniente al no tener ancla, es que seguían sin poder<br />
fondear en ninguna cala, por lo que necesariamente tenían que recurrir a los<br />
puertos, así que decidieron ir directamente a otra isla con un puerto principal.<br />
Como la ruta de regreso más óptima hacia España, en cuanto a vientos y<br />
corrientes, se debía partir desde aproximadamente cuba o Florida. Por este<br />
motivo su siguiente destino sería alguna de las islas situadas al norte. Escogieron<br />
San Juan de Puerto Rico, lo que implicaba una travesía relajada de unos dos días<br />
con menos de trescientas millas.<br />
Carlos y Marcelo notaron que Altaha estaba un poco rara desde que salieron<br />
de Antigua. Pero ninguno de los dos eran buenos psicólogos, y no llegaron a<br />
percatarse de los últimos acontecimientos, ni como había cambiado la forma que<br />
Altaha miraba a Marcelo.<br />
A Carlos le gustaba echarse la siesta después de comer, mientras que Marcelo<br />
y Altaha preferían quedarse en la bañera. Para estar protegidos del sol de<br />
mediodía, que en esas latitudes resultaba implacable, acondicionaron un toldo.<br />
De esta forma, bajo la agradable sombra, navegaban placidamente reconfortados<br />
por una suave brisa.<br />
Altaha permanecía en silencio, mientras su cerebro trabajaba para calcular<br />
cual debería ser el siguiente pasó con Marcelo. En una situación normal el primer<br />
pasó lo debería dar el hombre ante la más mínima insinuación de la mujer. Pero<br />
en esas circunstancias, y sobre todo ante el carácter de Marcelo, estaba claro que<br />
eso no iba a suceder. Por otra parte, no estaba dispuesta a esperar a que el torpe<br />
de Marcelo, captase la sutileza de sus gestos. Su impaciencia pudo más que su<br />
prudencia, y ahora que estaban solos, tomó la decisión de afrontar la cuestión<br />
directamente.<br />
—Marcelo, tengo que decirte algo.<br />
— ¿Dime? –preguntó medio adormilado.<br />
—Me gustas.<br />
—Tú también –le respondió sin emoción—. Hemos tenido suerte, hacemos los<br />
tres un buen equipo.<br />
—Me refiero, que me gustas más que como amigo. Lo digo en serio.<br />
— 272 —
Marcelo se sintió sorprendido y espero unos segundos antes de responder.<br />
— ¿Qué te parece el Albatros?<br />
—No cambies de conversación. Estoy hablando en serio.<br />
—No estoy cambiando, hablo de lo mismo. Responde, ¿te gusta el Albatros?<br />
—Si, claro, me encanta, es nuestro barco.<br />
—Ya, pero la realidad es que es un barco pequeño, incómodo y con muchos<br />
defectos. Y aun así te gusta. Eso es, porque ahora estas en él y no puedes elegir<br />
otro, así que te parece el mejor barco del mundo. Pues lo mismo te ocurre<br />
conmigo.<br />
— ¿Quieres convencerme que no me gustas?<br />
—Lo que quiero decir, es que si estuvieses en tierra con otros amigos, ni te<br />
fijarías en mí. Pero en la mar, al estar solos, todo cambia, yo soy tu única<br />
alternativa afectiva, pues Carlos podría ser tu padre. No te preocupes, se trata de<br />
algo así como el mareo, casi inevitable en la mar, pero en tierra desaparece<br />
rápido.<br />
—Eso no es verdad. Yo tengo muchos amigos y puedo elegir, pero tú me<br />
gustas más que ellos.<br />
— ¿Tú crees? En la empresa hemos estado dos años sin hablarnos. Nunca te<br />
fijaste en mí.<br />
—Es que, ni nos veíamos y además, no te conocía. Tampoco es cuestión de<br />
verte a cien metros y quedarme enamorada de golpe.<br />
—Esa es otra. A todo el mundo se le acaba conociendo y apreciando después<br />
de convivir algún tiempo. Y no significa más que eso. No le des más vueltas.<br />
— ¿Y tú no sientes nada por mí?<br />
—Eres una buena informática y dispuesta para trabajar, también buena<br />
compañera y sabes aguantar cuando hay que hacerlo. Además, tengo que<br />
reconocer que eres muy divertida, y se te echa mucho de menos si no estas.<br />
Estaba claro que Marcelo, siempre más tajante y rudo en sus respuestas,<br />
estaba haciendo un esfuerzo de contención y expresión para resultar racional y<br />
agradable. No deseaba ofender a Altaha, así que medía con precisión cada una de<br />
sus palabras.<br />
Altaha lejos de estar convencida, le molestaba tanta racionalidad.<br />
—Eso está bien para un amigo. Lo que quiero saber es si yo te gusto.<br />
—En la mar se pueden hacer buenos compañeros, pero malas parejas. Déjalo<br />
así y no te preocupes. Cuando vuelvas con tus amigos, te olvidas de esto en dos<br />
días. La parte buena, es que seguiremos siendo amigos; la mala, es que tienes que<br />
aguantarte un par de días hasta que se te pase.<br />
— 273 —
La realidad, es que Marcelo ciertamente sentía una atracción y afecto por<br />
Altaha, más allá de la mera relación de amistad. Consciente de la disparidad<br />
existente entre su preparación académica y los ambientes sociales a que<br />
pertenecían, sentía que eran incompatibles. Altaha podría ser el típico rollito para<br />
una aventurilla de fin de semana, pero la relación a largo plazo no funcionaría.<br />
<strong>El</strong>los tenían por delante mes y medio de convivencia, por lo que si aceptaban<br />
entrar en juego Altaha, ella se lo tomaría en serio y al final cuando se separasen le<br />
haría mucho daño. Además, no olvidaba que su principal cometido debía centrar<br />
en cuidar de sus dos amigos, y no en dejarse distraer con cuestiones<br />
sentimentales.<br />
Él no se las daba de psicólogo, aceptando inicialmente cualquier tipo de<br />
relación, pero en su dilatada experiencia con todo tipo de tripulaciones, ya lo<br />
había visto muchas veces. Daba igual que fuese español, italiano, senegalés,<br />
chino, coreano o tailandés, todos podían ser amigos y compartir experiencias;<br />
pero al final, donde eran más felices es donde estaban sus raíces, su familia y sus<br />
tradiciones. <strong>El</strong> único deseo de toda esa gente, se centraba en volver con el<br />
suficiente dinero para comprarse un negocio, una casa o montar una granja. Él no<br />
pensaba de forma diferente, no deseaba renunciar a la vida que conocía; por otra<br />
parte, tampoco deseaba que Altaha renunciase a nada por él, así que la mejor<br />
opción sería cortar todo conato de relación sentimental antes que comenzase.<br />
Estos pensamientos prefirió no compartirlos con Altaha, para no darle ningún<br />
margen de maniobra. Por el resto, había sido, en su explicación, completamente<br />
sincero. Estaba convencido que los sentimientos de Altaha, debido a su carácter<br />
impulsivo y temperamental, se mostraban exagerados y confusos bajo los efectos<br />
de la soledad. Cuando volviese a tierra con sus amigos, se olvidaría rápidamente<br />
de él.<br />
Altaha, que tuvo que superar su nerviosismo para sincerarse ante Marcelo, se<br />
quedó desairada y frustrada. No se consideraba una ingenua, por lo que nunca<br />
esperó que Marcelo respondiese como un romántico apasionado, pero tampoco<br />
la indiferencia con la que la trató. Además, discrepaba totalmente respecto al<br />
intento de racionalización que Marcelo realizó de sus sentimientos, pues ella los<br />
sentía como sinceros.<br />
Sopesó cuál sería su siguiente paso; podría optar por un enfrentamiento<br />
abierto para refutar su teoría; por ofrecer su lado más sensible y ponerse a llorar;<br />
o por mostrar su lado más pasional y besarlo. Analizó con frialdad la situación,<br />
aún tenían muchos días por delante, así que no era necesario precipitarse. Optó<br />
por dejar en ese momento el tema, y lo hizo tranquila, consciente que no se<br />
trataba de una rendición, sino tan solo de una tregua.<br />
— 274 —
Marcelo no le pidió más explicaciones, tal vez pensando ingenuamente que la<br />
había convencido, aceptando de buena gana que Altaha dejase el tema y siguiese<br />
comentando otras trivialidades sobre sus vidas.<br />
Cuando Carlos despertó de la siesta se incorporó a la tertulia, y Altaha no<br />
tardó en sacar el tema de conversación. Marcelo, aunque no le gustaban estas<br />
interioridades, no se lo reprochó; por una parte, convivir con ella resultaba lo más<br />
parecido a estar en una terapia de grupo; y por otra, el mismo le había quitado<br />
importancia al tema al tratarlo como una cuestión más, así que no podía quejarse<br />
que fuese tema comun de conversación.<br />
—Ya ves Carlos –Comentó Altaha, como con tristeza— yo muestro mis<br />
sentimientos a Marcelo, y él me responde con su indiferencia.<br />
Carlos, que aún estaba adormilado, no quería que Altaha le calentase la<br />
cabeza.<br />
—Ese es un tema personal y lo tenéis que resolver vosotros. Mi poca<br />
experiencia en las relaciones humanas, me indica que es que difícilmente un<br />
tercero, que desconózcalas relaciones, pueda resolver algo entre dos personas.<br />
Altaha deseaba utilizar a Carlos como punto para seguir la conversación, así<br />
que no aceptó esa huida.<br />
—Eso puede ser en otras circunstancias, pero ahora que estamos los tres<br />
juntos, seguro que nos podrías ayudar.<br />
—O empeorarlo todo. Eso nunca se sabe.<br />
—Pero, al menos dale algún consejo a Marcelo, tú tienes más experiencia.<br />
—Mi única experiencia se reduce a una sola mujer, y ser el culpable de<br />
destruir un matrimonio después de treinta años. Así que poco os puedo ayudar.<br />
Marcelo vio claramente que Carlos no quería entrar en este tema, pero de<br />
alguna forma necesitaba que le ayudase para quitarle a Altaha esas ideas de la<br />
cabeza, que además lo estaba planteando como si realmente los dos tuviesen un<br />
problema.<br />
—Eso no tuvo nada que ver con vosotros, fue la mala suerte con la empresa.<br />
Pero estoy seguro que con tu edad y experiencia, puedes convencer a Altaha que<br />
estos son sentimientos que surgen y no hay que darles mucha importancia.<br />
— ¿En serio quieres un consejo?<br />
—Si claro.<br />
—Bien, pues si quieres uno, te aconsejo que te rindas ante Altaha; Hagas lo<br />
que hagas estas perdido, un hombre no tiene nada que hacer frente a una mujer.<br />
Cuando ella se canse de ti, ya te abandonará.<br />
— 275 —
Carlos para dejar claro el carácter relajado del consejo, abrió los brazos y<br />
sonrió, dejando clara la impotencia de un hombre ante una mujer.<br />
Marcelo, que esperaba de Carlos un apoyo claro para acabar de una vez con<br />
ese tema, recibió el consejo como un jarro de agua fría.<br />
— ¡Que gracioso! Yo pidiendo tú ayuda, y tú me dejas solo ante Altaha.<br />
Altaha que no esperaba ese apoyo, sonrió muy satisfecha. Marcelo se acababa<br />
de quedar sin aliados.<br />
Marcelo percatándose que había perdido el apoyo, optó por dejase de<br />
sutilezas y solucionarlo de forma directa.<br />
—Mira Altaha. Yo te aprecio mucho, pero este tema del rollito se acaba aquí y<br />
ahora. Somos compañeros, y así estamos bien, y no vamos a cambiar nada porque<br />
eches de menos la compañía de un amigo.<br />
Altaha, que ya había obtenido su pequeña victoria, inteligentemente eludió la<br />
confrontación.<br />
—Tranquilo, yo no te he pedido nada, solo he mostrado mis sentimientos<br />
hacia ti. No te preocupes, seguiremos siendo buenos compañeros.<br />
Marcelo la miró con cara de desconfianza, la aparente falta de lucha de Altaha<br />
no le convencía en absoluto, consciente que no era persona que se rindiese<br />
fácilmente.<br />
Siguieron navegando con destino a Puerto Rico. Tenía un significado añadido<br />
pues se trataba de visitar un antiguo territorio español, donde aún se conservaba<br />
la cultura y la lengua. Estuvieron comentando como España había dominado<br />
prácticamente toda América y como poco a poco fue perdiendo el territorio.<br />
—Fue una lástima, –expresó Marcelo—, al final, lo perdimos todo.<br />
Altaha, que viva al día, le resultaba indiferente lo que hubiese pasado hacía<br />
doscientos o trescientos años, pero quiso aportar su grano de arena a la<br />
conversación.<br />
—Ya, pero nunca debimos luchar contra los ingleses.<br />
Ese comentario, tocó la fibra sensible de Marcelo.<br />
—No perdimos las colonias por culpa de los ingleses. Fíjate lo mediocres que<br />
fueron sus logros, que sus mayores héroes son los piratas como Morgan o Francis<br />
Drake.<br />
—Bueno yo no conozco la historia como tú, pero siempre oí eso que su marina<br />
fue superior.<br />
—Eso es una de las cosas que más me cabrea. ¿No sé de dónde saca la gente<br />
que perdimos frente a la marina inglesa? La realidad es que nunca nos<br />
— 276 —
conquistaron ni un solo pedazo de tierra de España o de las colonias mientras<br />
fuimos un imperio. Después las cosas ya cambiaron.<br />
—Como tú digas pero lo cierto es que al final perdimos todas las colonias.<br />
—Si claro, después que los ingleses perdiesen primero toda Norteamérica. En<br />
lo que nos diferenciamos, es que nosotros puestos a perderlo todo también<br />
perdimos el honor de recordar nuestra historia.<br />
—Vaya frase, esa no es de las tuyas.<br />
—No, mía no es, la habré leído en algún lado, pero no recuerdo en dónde.<br />
—No he entendido eso de que no tenemos honor en recordar la historia, ¿es<br />
que tenemos algún héroe por ahí perdido?<br />
—Tenemos a muchos héroes y buenos. Pero si hablamos de la lucha contra los<br />
ingleses, y puestos a escoger uno, me quedo con Blas de Lezo.<br />
—No me suena.<br />
—Si, por desgracia estas cosas no se recuerdan. Excepto en la Armada, donde<br />
siempre hay un barco que lleva su nombre. Que, por si no lo sabéis, es el mayor<br />
honor que puede recibir un Marino.<br />
—Vaya, debió causar buena impresión en su época.<br />
—Sí, aunque acabó marginado por los políticos de turno. Bueno, por el Virrey,<br />
que fue con el que le tocó lidiar.<br />
—Parece interesante, cuéntanos su historia.<br />
—Es larga.<br />
—No tenemos otra cosa que hacer. Como decía mi abuela esta es una buena<br />
tarde para una buena historia.<br />
—Pues si no recuerdo mal, Blas de Lezo nació sobre el 1689, su familia eran<br />
marinos con renombre. Eso no ha cambiado mucho, los de la armada lo llevan en<br />
la sangre.<br />
—Endogamia –le aclaró Carlos—, aunque técnicamente es casarse entre<br />
individuos de ascendencia común, pero el término se ha extendido cuando<br />
pertenecen a una clase social definida.<br />
—Pues eso, que les venía de familia. En esa época España y Francia se llevaban<br />
bien, así que estudio en Francia y pues con solo doce años se enrola como<br />
guardiamarina, para pegarse con los ingleses. Y no tardo mucho, pues en el 1704<br />
estuvo en la mayor batalla naval en Velez Málaga, y ahí, en plena batalla con<br />
quince años una bala de cañón le da en una pierna y se la tiene que amputar por<br />
debajo de la rodilla.<br />
— ¡Pobre chico! –exclamó Altaha—, que lástima, acabar con su carrera tan<br />
joven.<br />
— 277 —
—De eso nada, este hombre está hecho de otra pasta. Total que de darse la<br />
baja nada, sigue en activo y lo ascienden varías veces, por capturar <strong>numero</strong>sos<br />
navíos ingleses, en la mayoría de las veces en inferioridad de condiciones. En 1706<br />
le encargan que abastezca Barcelona, que está cercada por los ingleses, lo hace<br />
perfectamente y se escapa siempre del cerco. Su siguiente destino es en Francia y<br />
ahí tiene otro grave percance, pues en un ataque en tierra a la fortaleza de Santa<br />
Catarina de Tolon, una esquirla le da en el ojo izquierdo y lo pierde.<br />
— ¡Dios! –Volvió a exclamar Altaha-, antes de los veinte cojo y tuerto.<br />
—Insisto que es de otra pasta. De nuevo eso no le impide seguir y sigue<br />
combatiendo y ascendiendo hasta capitán de navío en 1714. A pesar de su<br />
estado, es tanta su osadía que en el segundo sitio de Barcelona al acercarse con<br />
demasiado ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo<br />
derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad.<br />
Altaha seguía asombrada, con los ojos como platos.<br />
— ¡No me lo puedo creer! cojo, tuerto y manco a los veinticinco años. Desde<br />
luego fue un héroe tenías toda la razón.<br />
—Espera, que la historia no ha acabado, pero es necesario que me dejes de<br />
interrumpir tanto.<br />
—Vale –dijo Altaha sin mucho convencimiento.<br />
—Blas de Lezo, a pesar de todas las limitaciones físicas, sigue luchando como<br />
nunca. En sus siguientes misiones al mando de una fragata, apresa a once navíos<br />
británicos. Entre ellos el emblemático, navío de gran poder ofensivo, el Stanhope,<br />
que les triplicaba en tripulación y doblaba en cañones. Con tanta lucha fue de<br />
nuevo herido y también ascendido a Capitán de Fragata. En 1715, al mando de<br />
Nuestra Señora de Begoña y ya repuesto de sus heridas, se dirige en una extensa<br />
flota a reconquistar Mallorca y logra que se rinda sin un solo fogonazo.<br />
—Muy bien. Entonces se convirtió en héroe.<br />
—Podría ser, pero no fue por ese motivo.<br />
— ¡Ah bueno! –comentó casi disculpándose por esta nueva interrupción.<br />
—Terminada la Guerra de Sucesión, se le confía proteger en escolta a los<br />
galeones que viene de América, en concreto contra los piratas de la costa de Perú.<br />
Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success y el Speed Well<br />
del corsario inglés John Clipperton, que cuando vio con quien se la jugaba, salió<br />
por piernas huyendo hasta Asia, donde fue capturado y ejecutado.<br />
— ¡Bien por Lezo! –gritó Altaha-, le ganó a los piratas en el Caribe.<br />
—Bueno, en realidad fue en el pacifico, pero no importa mucho. La historia de<br />
nuestro héroe sigue; quiere asentar la cabeza, así que contrajo matrimonio en el<br />
Perú en 1725. En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra<br />
— 278 —
naval del Mediterráneo. De nuevo se requiere sus servicios pues surgen<br />
problemas con la republica de Génova que tenía cuentas pendientes con España.<br />
Total que se planta en el puerto con seis navíos y le exige que se dejen de<br />
tonterías y que les devuelvan los dos millones de pesos, que eran de España y los<br />
tenían retenido en el Banco de San Jorge, y ya de paso, que le den un homenaje a<br />
la bandera real de España en señal de respeto. Los genoveses se hicieron los locos<br />
y le dieron evasivas. Blas de Lezo, con poca paciencia, les mostró el reloj y le fijó<br />
un plazo de unas horas, si en ese tiempo no le daban una respuesta, arrasaría la<br />
ciudad a cañonazos. Este último mensaje lo captaron perfectamente, y<br />
rápidamente aceptaron pagar y mostrar sus respetos por la bandera de España.<br />
—Pues sí que era contundente, no se andaba con tonterías. Imagino que<br />
pacificó toda esa zona.<br />
—No resultó tan sencillo. España en la época estaba rodeada de enemigos,<br />
sobre todo los musulmanes del norte de África, que creaban muchos problemas.<br />
Así que lo vuelven a llamar de nuevo y en 1732, mandó una expedición a Orán con<br />
cincuenta y cuatro buques y treinta mil hombres, logrando rendir la ciudad sin<br />
problemas. Pero la cosa andaba muy revuelta y apenas se marcharon, Bay Hassan<br />
logró reunir tropas y sitió la plaza. Lezo, aunque no estaba lejos, se encontró en<br />
un dilema, pues ya había dado la orden de volver a la flota y tan solo disponía de<br />
seis navíos y cinco mil hombres; no lo dudó y aun en inferioridad de condiciones<br />
vuelve para ayudar a la plaza. Bay Hassan superior en hombres, cree que puede<br />
acabar fácilmente con él, pero después de una sangrienta lucha tiene que salir por<br />
piernas. Blas de Lezo, en ese momento, es plenamente consciente que si lo deja ir<br />
no tardará en volver a atacar, así que con la nave capitana Santiago de sesenta<br />
cañones lo persiguió hasta la bahía de Mostagán, baluarte defendido por dos<br />
castillos fortificados y cuatro mil moros, donde Bay Hassan se creía totalmente a<br />
salvo. Pero Blas de Lezo de nuevo no se deja intimidar y entra en la bahía detrás<br />
del pirata; a pesar del fuego de los fuertes prosigue y no se queda contento hasta<br />
que incendia la nave del pirata y causa bastantes daños en los fuertes. Se quedó<br />
patrullando durante algunos meses por esos mares impidiendo que los argelinos<br />
recibiesen refuerzos de Estambul, hasta que por enfermedad tuvo que regresar a<br />
Cádiz.<br />
Altaha esta exultante.<br />
— ¡Toma, toma, toma! ¡Vaya caña le dio a los moros! Muy buena la historia.<br />
—Sí, es buena, pero tampoco fue por esta acción por la que pasó a la historia.<br />
— ¿O sea, que hay más?<br />
— 279 —
—Sí, hay más. <strong>El</strong> rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada.<br />
Regresó a América en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias. Y<br />
estuvo relativamente tranquilo dominando toda la zona unos años hasta 1741.<br />
— ¿Y qué pasó en 1841?<br />
Marcelo, ya resignado a las continuas interrupciones de Altaha, continuó su<br />
relato con paciencia.<br />
—En esos años España apresa a un corsario comandado por un tal Robert<br />
Jenkins cerca de las costas de Florida. Como el pirata invocó su condición de<br />
corsario inglés, el capital español Julio León Fandiño que estaba muy molesto le<br />
cortó una oreja y le dijo «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se<br />
atreve.». Total que el corsario se va nada menos que a la Cámara de los Lores con<br />
su oreja en la mano para protestar. Los ingleses, aunque poco le importaba el<br />
corsario, vieron la oportunidad para declarar la guerra a España. Y desde entonces<br />
se conoce el conflicto como la «Guerra de la oreja de Jenkins». Le encargan el<br />
ataque a almirante inglés Edward Vernon que fue nombrado comandante en jefe<br />
de todas las fuerzas navales británicas en las Indias Occidentales, con una flota<br />
impresionante de casi doscientos barcos.<br />
Primero se dirige contra el puerto de Portobello en Panamá, que estaba<br />
escasamente defendido a pesar de ser el enlace con la ruta de las indias por el<br />
pacifico. <strong>El</strong> relativo éxito de la toma de la plaza, fue asumido por los ingleses como<br />
un éxito total, tanto fue así, que se montaron varías celebraciones incluido dar en<br />
nombre de dos calles como Portobello Road, una en Londres y la otra en Dublín.<br />
— ¡Qué bueno! –volvió a interrumpir Altaha- Yo estuve en el mercadillo de<br />
Portobello de Londres, pero no tenía ni idea que el nombre viniese de ahí.<br />
—Por ese motivo la historia es interesante. Si no te importa sigo.<br />
—Perdón –le dijo Altaha mientras mostraba una sonrisa de pícara.<br />
—Total que Edward Vernon en 1741 confiado en su fuerza y su éxito, se dirige<br />
a tomar el puerto español de Cartagena de Indias, principal puerto del Virreinato<br />
de Nueva Granada, a cuyo mando militar se encontraba Blas de Lezo. Cuando<br />
llego a Cartagena con su inmensa flota, le pide que se rinda exhibiendo su éxito<br />
en Portobelo. A lo que el marino español le contesta; «Si hubiera estado yo en<br />
Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi<br />
Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para<br />
contener su cobardía.». Eso no desanimo al inglés, arropado por su superioridad,<br />
pero sin duda le dio un aviso de con que personaje se iba a enfrentar.<br />
Blas de Lezo se encontraba en una situación de franca inferioridad de fuerzas<br />
frente a Edward Vernon; este disponía de ciento ochenta y seis naves, dos mil<br />
cañones y veintitrés mil seiscientos hombres; y Blas de Lezo para la defensa de<br />
— 280 —
Cartagena no disponía más que de tres mil hombres entre tropa regular,<br />
milicianos, seiscientos indios flecheros, y seis únicos navíos de guerra de los que<br />
disponía la ciudad. Así las condiciones de superioridad del inglés eran<br />
sencillamente abrumadoras.<br />
—Eso no es justo –dijo Altaha-, ganar así no tiene mérito.<br />
—En las guerras no se busca el mérito sino la victoria. Pero déjame acabar la<br />
historia.<br />
—Vale.<br />
—La gran flota inglesa antes de disponerse a desembarcar silencia las baterías<br />
de las fortalezas de Chamba, San Felipe y Santiago. Luego se dispuso a cañonear la<br />
fortaleza de San Luis de Bocachica, así día y noche durante dieciséis días.<br />
Bocachica estaba defendida por Des Naux con quinientos hombres que,<br />
finalmente, tuvieron que replegarse ante la superioridad ofensiva. Tras esta<br />
fortaleza sólo quedaba la Fortaleza de Bocanegra como entrada a la bahía. En<br />
contra de la opinión de Lezo, el Virrey ordenó hundir seis barcos para bloquear el<br />
canal, si bien finalmente no lo lograron impedir, como había pensado el almirante<br />
de Lezo. Tras esto, Vernon entró triunfante en la bahía y a su vez, todos los<br />
defensores españoles se atrincheraron en la fortaleza de San Felipe de Barajas, se<br />
trataba del último reducto. Aun así Blas de Lezo ni le pasa por la cabeza el<br />
rendirse.<br />
— ¡Toma héroe! –Volvió a interrumpir Altaha-. De esos que murieron con las<br />
botas puestas. Aunque la verdad, es que no se si valdría la pena. Que los<br />
españoles somos muy de ser así, y al final lo perdemos todo.<br />
—Eso depende del cada uno, pero sigo con la historia. Vernon tan confiado<br />
estaba en la victoria que antes de tomar el último reducto, que envió un correo al<br />
rey inglés asegurando que había logrado la victoria, generando una euforia en su<br />
país aún mayor que la del año anterior con la toma de Portobello.<br />
No se quiso complicar la vida, así que ordenó un constante cañoneo del<br />
castillo de San Felipe por mar y tierra, para ablandar a las fuerzas guarnecidas en<br />
la fortaleza. En ella solo quedaban seiscientos hombres bajo el mando de Lezo.<br />
—Que abusón el inglés. Así cualquiera.<br />
—Pues no le salió como pensaba, porque la fortaleza y Blas de Lezo lo<br />
aguantaban todo. Como solución Vernon decide rodear la fortaleza y atacar por<br />
su retaguardia, si bien al hacerlo, se tiene que meter por las marismas. Sus<br />
hombres contraen malaria y así pierde a cientos de hombres. Vernon a pesar de<br />
las bajas completa su estrategia rodeando la fortaleza y llegando hasta sus<br />
puertas y en ese momento ordena el ataque con la infantería. Lezo ante esta<br />
situación se da cuenta que el ataque se concentrará en la rampa de la entrada, así<br />
— 281 —
que la mandó taponar con trescientos hombres y después de una lucha terrible<br />
lograron contener el ataque y causar mil quinientas bajas a los asaltantes.<br />
— ¡Bien hecho! Ahora cara a cara, sin tanto cañoncito es otra cosa.<br />
Marcelo ya no dijo nada, dejando por imposible que Altaha estuviese callada,<br />
y continuó.<br />
—La moral de los atacantes bajó considerablemente tras esto y por las<br />
epidemias que causaban continuas bajas. Vernon se puso muy nervioso pues no<br />
espera ni tantas bajas ni la resistencia a ultranza de los españoles, máxime<br />
teniendo en cuenta que ya había enviado la noticia de la victoria a Inglaterra. Para<br />
acabar de una vez con todas con la resistencia deciden asaltar la fortaleza por<br />
todos los lados a la vez, con todas las fuerzas y atacar de noche, para lo cual<br />
construyen escalas.<br />
—Otra vez abusando de la superioridad. No me digas más, Lezo aguantó hasta<br />
el último hombre.<br />
—En realidad, el ataque debería haber sido un éxito, pero cometieron un fallo<br />
muy importante. Los atacantes al llegar a las murallas con las escalas, se dieron<br />
cuenta que fruto de las prisas, solo midieron la altura de las murallas pero no la<br />
del foso que se unía a la muralla, así que las escalas al apoyarse abajo en el foso<br />
se quedaban cortas. Esta diferencia de unos metros les impedía llegar hasta arriba<br />
y con toda esa confusión siguieron expuestos al fuego español, hasta que se<br />
ordenó la retirada sufriendo una masacre.<br />
—Bien por Lezo, aunque imagino que ellos también tendrían muchas bajas, y<br />
seguían sitiados.<br />
—Eso mismo debió pensar Blas de Lezo, pues al amanecer, viendo que los<br />
ingleses habían sido frenados con graves pérdidas, no quiso darle tiempo a<br />
recuperarse. Cogió a todos los hombres que le quedaba y cargaron a bayoneta<br />
contra el campamento inglés. Los ingleses, que a pesar de la derrota seguían<br />
siendo muy superiores, estaban tranquilos en su campamento. Así que, lo último<br />
que esperaban es ver cómo eran asaltados por una jauría de furiosos españoles<br />
que con sus bayonetas caladas ensartaban a todo el que se ponía por delante.<br />
Esta visión provocó el pánico y la huida desorganizada, dejando en el camino<br />
cientos de muertos y todos los pertrechos.<br />
— ¡Toma, toma, toma! –gritó exultante Altaha.<br />
Cuando paró de dar gritos Marcelo continuó la historia.<br />
—Vernon, ya con pocas fuerzas y con la morar por los suelos, no tuvo más<br />
remedio que retirar toda la infantería a los barcos. En la mar seguía manteniendo<br />
la superioridad naval, así que ordenó un continuo cañoneo sobre la fortaleza<br />
hasta que esta capitulase. Después de treinta días, las enfermedades y la escasez<br />
— 282 —
de provisiones empezaban a hacer mella en lo que quedaba de la tropa inglesa<br />
embarcada, así que finalmente se ordena la retirada. Las últimas naves partieron<br />
el veinte de mayo. Y para hacerse una idea de las bajas que tuvieron, no les quedó<br />
más remedio que abandonar e incendiar cinco de los barcos por falta de<br />
tripulación.<br />
— ¿Entonces Lezo ganó?<br />
— ¿Ganar dices? <strong>El</strong> Almirante español Blas de Lezo infringió a Vermon la<br />
mayor y más humillante derrota de toda la historia de la Royal Navy; perdieron<br />
cincuenta naves y once mil hombres a manos de una guarnición compuesta por<br />
sólo seis barcos y tres mil defensores.<br />
—Qué Vergüenza para Vermon.<br />
—Tanto, que intentó recuperarse atacando Santiago de Cuba y Panamá, pero<br />
también fracasó. Se vio obligado a volver a Inglaterra en 1742 y comunicar que la<br />
anunciada victoria de Cartagena nunca existió. Tan convencidos estaban, que ya<br />
habían puesto monedas en circulación que decían en su anverso; «Los héroes<br />
británicos tomaron Cartagena el uno de abril de 1741» y «<strong>El</strong> orgullo español<br />
humillado por Vernon». Esto causó tal vergüenza a Jorge II que el propio Rey<br />
prohibió escribir sobre ello a sus historiadores y ordenó retirar las monedas en<br />
circulación.<br />
— ¿Qué le pasó a Vermon?<br />
—Fue relevado de su cargo ese mismo año y expulsado de la Marina en 1746.<br />
A pesar de su profundo descrédito, a su muerte en 1757, se decidió enterrar su<br />
cuerpo en la Abadía de Westminster, como un héroe más de los que allí reposan.<br />
—Pues si eso hicieron con Vermon, imagino que a Blas de Lezo lo convertirían<br />
el Rey o poco menos.<br />
—Blas de Lezo tuvo la desgracia que falleció días más tarde en Cartagena de<br />
indias al contraer la peste, por los cuerpos insepultos ocasionados por los<br />
sucesivos combates. Durante el sitio se enfrentó con el Virrey de la ciudad, por lo<br />
que fue enterrado como uno más sin ningún mérito u honor. Así su historia como<br />
héroe apenas se conoce en España, a excepción de en la armada donde siempre<br />
mantienen un barco con su nombre. Curiosamente Blas de Lezo es un reconocido<br />
héroe en la ciudad de Cartagena de Indias, la cual le rinde grandes honores y<br />
reconocimientos, existen barrios, avenidas y plazas en dicha ciudad. Su estatua<br />
frente al baluarte de San Felipe de Barajas es otra muestra del respeto y<br />
admiración a este gran héroe.<br />
Tanto Carlos como Altaha, que escucharon toda la historia con admiración, se<br />
quedaron asombrados de las aventuras de Blas de Lezo.<br />
— 283 —
—Tenías toda la razón –le confirmó Carlos—, es una lástima que no se conozca<br />
más a este héroe. Su vida es sencillamente impresionante.<br />
—Ahora ya comprenderás, porque me cabreo cuando oigo que si los<br />
españoles frente los ingleses, que si esto o aquello. Como puede ver, como<br />
marinos y combatientes no tenemos nada que envidiar a ningún país.<br />
Siguieron navegando tranquilamente mientras pensaban en toda la historia.<br />
Ya estaban a poca distancia de Puerto Rico, por lo que Altaha consultó en<br />
Internet y les hizo un resumen de la historia de la isla.<br />
La isla de Puerto Rico, fue descubierta el 19 de noviembre de 1493 por<br />
Cristóbal Colón, en su segundo viaje de exploración. Le obsequiaron con regalos<br />
de oro y Colón acuñó el nombre de Puerto Rico pensando que el oro era muy<br />
abundante.<br />
La historia de la isla tiene básicamente tres fases; Ante de la colonización por<br />
España, independencia de España y dependencia de EEUU y la última como<br />
Estado Libre Asociado. Los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses<br />
desde 1917, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Jones. Esta<br />
situación en realidad lo convierte en una especia de colonia a la cual le han dado<br />
por el momento libertad para autogobierno.<br />
La capital San Juan de Puerto Rico, es el puerto principal. Dispone de una<br />
perfecta bahía natural protegida ante el mar y fácilmente defendible, pues en la<br />
época de la colonización primero se elegía el puerto y después en torno a él surgía<br />
la ciudad. Además por su situación como isla de llegada y regreso a España<br />
implicaba un punto de pasó también muy interesante como refugio y<br />
abastecimiento, por lo que fue adquiriendo bastante importancia.<br />
Entraron en la bahía de San Juan y dejando a babor toda la ciudad llegaron<br />
hasta el fondo y al club náutico, donde atracaron.<br />
Como cada vez que entraban en un país nuevo, fueron a entregar la<br />
documentación en Aduanas. Y, por primera vez les presentaron problemas,<br />
aunque la documentación del barco la aceptaron, ello solo llevaban el documento<br />
nacional de identidad de España, ni los pasaportes ni los visados. Dado que se<br />
trataba de un estado controlado por Estados Unidos, les dijeron que no cumplían<br />
las normas de entrada de inmigración y que la única opción era volver al mar.<br />
Sorprendidos, los tres lo aceptaron con resignación, después de todo no era<br />
cuestión que investigasen que se trataba de un barco ilegal y buscado. <strong>El</strong> agente<br />
de inmigración, que tenía un gran respeto por España, a la que llamaba la “madre<br />
patria”, se compadeció de ellos, y después de meditarlo un rato, les dijo que<br />
— 284 —
durante dos días retendría la documentación para examinarla, después la<br />
rechazaría y tendrían que abandonar la isla. Así, gracias a ese truco burocrático les<br />
estaba otorgando dos días para conocer la isla y aprovisionarse. Como<br />
agradecimiento le regalaron una botella de vino de Madeira.<br />
Altaha aprovechó un mercado situado cerca del puerto y se fue hacer unas<br />
compras. Después volvieron al Albatros y antes de salir, se estuvo arreglando un<br />
buen rato, tanto Carlos como Marcelo se sorprendieron al verla. Vestida con una<br />
minifalda y una blusa corta y con bastante escote que dejaba también expuesta la<br />
zona del ombligo. Perfectamente peinada y pintada, con un aspecto realmente<br />
seductor aunque un poco exagerado para lo que sus compañeros estaban<br />
acostumbrados.<br />
Altaha, seguía manteniendo los mismos sentimientos hacia Marcelo, pero<br />
como mujer inteligente, se dio cuenta, que fracasada la estrategia de ser franca,<br />
optó claramente por lanzar una ofensiva de seducción.<br />
Manteniendo la tradición de cada travesía, en esa primera noche cenaron<br />
juntos. Después Altaha y Marcelo salieron a dar una vuelta y tomar unas copas.<br />
A diferencia de otras noches, ahora Altaha se mostraba menos parlanchina y<br />
más sugerente. No cesaba de arrimarse a Marcelo lo máximo posible, gracias a los<br />
bailes de salsa donde es habitual que estén muy juntos los cuerpos; tampoco<br />
dejaba de aprovechar la oportunidad cuando estaban sentados, incluso cuando<br />
caminada se le cogia de su brazo. Marcelo, al principio, lo confundió con el ánimo<br />
de diversión, después con el abuso del alcohol, pero cuando vio claramente las<br />
intenciones de Altaha, opto por zafarse discretamente y mantener las distancias.<br />
A esas alturas de la noche se daba cuenta, que por mucha seducción que mediase,<br />
se trataba de una cacería, donde él se había convertido en la presa. Así las cosas,<br />
decidió cortar por lo sano y retirarse pronto a dormir a pesar de las protestas de<br />
Altaha.<br />
Se levantaron temprano y dado que solo disponian de dos días. Optaron por<br />
dedicar el primero a conocer la ciudad de San Juan y el segundo alguna zona<br />
interesante de la Isla.<br />
En la oficina de turismo compraron algunas guías y planos, así que enteraron<br />
que San Juan de Puerto Rico es una ciudad amurallada presidida por el Fuerte de<br />
San Felipe del Morro y se convirtió en la fortificación más grande construida por<br />
los españoles en el Nuevo Mundo. Cuando fue completada en 1783, cubría cerca<br />
de cien mil metros cuadrados, básicamente rodeando la ciudad de San Juan. No<br />
solo estaba protegida por el mar, sino que incluso la entrada a la misma por tierra<br />
— 285 —
estaba sellada por puertas dobles. En la actualidad solo queda unas partes pues la<br />
sección central fue demolida en 1897 para ayudar a facilitar el tráfico creciente a<br />
la capital.<br />
Ya en la visita de los fuertes, la guía les explico, con mucho orgullo, que San<br />
Juan nunca había sido tomado por fuerzas extrajeras, a pesar de los constantes<br />
intentos que se hicieron a lo largo de la historia; En 1595, sir Francis Drake. En<br />
1598 sir George Clifford. En 1625, una flota holandesa bajo el mando del General<br />
Boudewijn Hendricksz forzó su entrada a la bahía, desembarcó y asedió a <strong>El</strong><br />
Morro y llego a saquearla antes de ser expulsados. En 1797, siete mil ingleses<br />
comandados por el general Ralph Abercromby con sesenta y ocho barcos, no<br />
pudieron tomar la fortaleza pero la sitiaron por tierra; cuando los ingleses estaban<br />
confiados, los españoles frente a todo pronóstico, les atacaron de noche con<br />
infantería y caballería; este ataque genero pánico en los ingleses que decidieron<br />
retirarse abandonando la artillería municiones y víveres incluso algunas tropas.<br />
Siguieron visitando toda la fortaleza hasta el mediodía, y por la tarde se<br />
dedicaron a callejear por toda la zona antigua. Al final del dia, se quedaron un<br />
poco cansados de estar todo el día caminando y de pie, así que volvieron para<br />
acostarse temprano.<br />
Altaha seguía con su insistencia de salir otra vez de noche, pero Marcelo<br />
mantuvo su costumbre, de solo salir de copas el primer día para celebrar la<br />
travesía, así que Altaha se tuvo que conformar con volver con ellos al barco.<br />
Al día siguiente se levantaron temprano pues planificaron dos excursiones.<br />
Para ello contrataron un taxi para todo el día.<br />
La primera fue un paseo durante toda la mañana por el Bosque Natural <strong>El</strong><br />
Yunque. Además de una gran diversidad de árboles y plantas, lo que más les<br />
gusto, y por lo que también es famoso el bosque, fueron los riachuelos, arroyos y<br />
ríos que cruzan por el bosque, incluidas las elegantes cascadas. Visitaron con<br />
ayuda de un mapa los principales lugares como Cascada La Coca con veinte y seis<br />
metros de altura, la quebrada de Juan Diego, <strong>El</strong> Baño Grande o Baño de oro,<br />
cascada de la Mina o el Baño de las Damas.<br />
Al final de la mañana estaban cansados pues había sido una buena caminata.<br />
Comieron rápidamente un bocadillo y se fueron en el taxi al radiotelescopio de<br />
Arecibo.<br />
Este radio-telescopio tiene dos particularidades, la primera que no está<br />
construido como una antena sobre un edificio, sino que la antena está construida<br />
en una depresión de una montaña; y la segunda es que es el más grande del<br />
— 286 —
mundo con un diámetro de trescientos cinco metros. Por estos motivos se<br />
convirtió rápidamente en una atracción turística.<br />
<strong>El</strong> guía además, de enseñarle las instalaciones, les explico lo básico acerca de la<br />
astronomía y la ciencia atmosférica y cómo funcionaba. Una de las anécdotas fue<br />
el uso que le dio al telescopio la inteligencia militar Norteamericana: Lo utilizaron<br />
para localizar las instalaciones soviéticas de radar, detectando las señales que<br />
rebotaban sobre la Luna.<br />
Volvieron cansados de tanto trajín y se acostaron temprano, aunque un poco<br />
justos, entendieron que ya habían conocido lo esencial de la isla, así que al día<br />
siguiente, cumpliendo con su limitado permiso de estancia, abandonarían Puerto<br />
Rico.<br />
Tal y como habían previsto, salieron temprano con destino a Santo Domingo,<br />
isla más próxima en su itinerario hacia el norte. Apenas distaba de Puerto Rico<br />
sesenta millas. Descartaron ir a la capital Santo Domingo, pues se econtraba en el<br />
sur y les exigiría rodear toda la isla para retomar el rumbo al norte y además,<br />
ahora preferían un puerto tranquilo. Buscaron en la zona norte de la costa y<br />
encontraron una bahía llamada Luperon, muy protegida donde habitualmente<br />
fondeaban veleros y yates. Resultaba el sitio perfecto pues disponía de varios<br />
pantalanes para atracar. Se encontraba a unas trescientas millas, lo que les<br />
llevaría unos dos días escasos de navegación.<br />
<strong>El</strong> Caribe es sin lugar a dudas, el paraíso para los navegantes. <strong>El</strong> clima es<br />
tropical, lo que significa estar siempre entre los veinticinco y los treinta grados<br />
centígrados. Incluso en la época de lluvias solo llueve durante unos minutos y<br />
después luce el sol como siempre. Está especialmente indicado para la navegación<br />
a vela ya que los vientos dominantes, que son los Alisios, soplan con una<br />
intensidad más o menos constante de quince nudos de este a oeste, por lo que se<br />
dispone de buen viento para navegar pero sin sustos. Otra característica de este<br />
tipo de viento es que la parte de sotavento de las islas siempre está protegida, por<br />
lo que se conoce de antemano donde buscar un refugio o fondear.<br />
Cuando llevaban solo una hora navegando, oyeron por la radio una petición<br />
de socorro. Por suerte, barcos cercanos acudieron rápidamente, pues ellos<br />
estaban a más de quince millas lo que implicaba una hora de navegación. Se<br />
trataba de un barco de recreo, que por algún motivo estaba haciendo agua y<br />
hundiéndose. Siguieron atentos a la emisora durante veinte minutos, hasta que se<br />
confirmó que el rescate de la tripulación finalizó felizmente, eso sí, con el barco<br />
hundido.<br />
A Altaha estos incidentes le inquietaban mucho.<br />
— 287 —
—También es mala suerte rara que en la época actual se hunda un barco, es<br />
algo así como que te toque la lotería, pero la mala.<br />
—Es curioso el ejemplo de la lotería –dijo Carlos—, la gente en general estima<br />
como máximo exponente de suerte que toque la lotería. Cuando las<br />
probabilidades son una entre seiscientas mil, mientras que la quiniela tiene cinco<br />
millones, y la bonoloto catorce millones. ¿Interesante verdad?<br />
—Sí, muchísimo, como para aburrir a un calamar. Cuando conviertes una<br />
frase hecha en estadísticas pierde toda la gracia. ¿Y yo me preguntó? ¿Cómo<br />
ligabas en tu época? ¿Con una calculadora?<br />
—Pues casi, casi. Digamos que tuve la suerte que una gran mujer me escogió.<br />
Aunque visto lo visto, está claro que fue ella la que no escogió bien.<br />
Altaha se mordió los labios. Hablar de su ex mujer no había sido una buena<br />
idea; Carlos la seguía queriendo y solo la dejó para no hacerle más daño. Tenía<br />
que salir del tema rápidamente.<br />
— ¿Y tú Marcelo, qué opinas?, imagino que lo del naufragio fue un caso de<br />
muy mala suerte.<br />
—Sí, pero no tanto. En la mar es algo natural. Si tenemos en cuenta barcos de<br />
más de quinientas toneladas, las estadísticas muestran un centenar hundidos al<br />
año, que viene a representar solo un uno por mil de la flota mundial o el uno por<br />
dos mil del tonelaje transportado. Claro, por causas naturales y en tiempo de paz.<br />
— ¿Imagino que en la guerra se hunden muchos más? –Preguntó con<br />
curiosidad Carlos.<br />
— Sí, claro, muchísimos más. Para que te hagas una idea solo en el canal de la<br />
mancha en la segunda guerra mundial, se hundieron unos cinco mil dos cientos<br />
buques, de los cuales seiscientos fueron navíos de guerra, unos mil submarinos y<br />
el resto mercantes.<br />
— ¿Pero qué os pasa? –Preguntó Altaha- parecéis unos robot que solo sabéis<br />
dar datos y más datos. Yo me refería, a que menos mal que no se repiten grandes<br />
tragedias como la del Titanic.<br />
—No creas –dijo Marcelo-, el Titanic es el que más fama tiene, pero solo<br />
murieron mil quinientas personas.<br />
— ¿Solo? ¿Te parecen pocas?<br />
—Me refiero al número, no al drama personal. Si lo comparamos con el que<br />
tuvo más víctimas en la historia de la navegación; fue el treinta de enero de 1945<br />
Wilhelm Gustloff, Crucero de pasajeros alemán cargado con unos ocho mil<br />
refugiados, torpedeado por un submarino soviético. Seguido en las misma aguas<br />
por 16 de abril de 1945 el MS Goya con seis mil pasajeros.<br />
—O sea, que los alemanes se llevaron la peor parte.<br />
— 288 —
—No, también con cinco mil muertos hay varios en la guerra como Junyō Maru<br />
y el Ryusei Maru de Japón o el Armenia de la Unión Soviética. Un caso extraño<br />
sucedió el 17 de junio de 1940, cuando el RMS Lancastría de Reino Unido con más<br />
de cuatro mil pasajeros cerca de Saint Nazaire en Francia, cuando fue<br />
bombardeado por aviones alemanes; y digo extraño, porque pudieron ser muchas<br />
más víctimas, pues este hundimiento es secreto de guerra a pesar de haber<br />
transcurrido más de setenta años.<br />
—Marcelo, para un poco, que te veo muy lanzado. Y si te dejamos nos vas a<br />
dar todo el parte estadístico de la segunda guerra mundial.<br />
—Tienes razón, en guerra siempre son mayores los dramas. Pero en tiempo de<br />
paz como le sucedió al Titanic también existieron naufragios más graves. <strong>El</strong> mayor<br />
desastre naval en la historia de EEUU fue el vapor Sultana en el Misisipi con mil<br />
trescientas muertes.<br />
— ¿En un rio, tantas muertes? ¿Qué le pasó? –preguntó Carlos.<br />
—En 1865, en abril, navegando al norte de Memphis se hunde tras una<br />
explosión seguida de un gran incendio. Casi todo se conjugó para el desastre; una<br />
de sus calderas estaba mal reparada, el barco pensado para trescientos setenta y<br />
seis pasajeros llevaba ocho veces más y como se hundió por la noche el<br />
desconcierto fue total. Murieron más de mil setecientas treinta sobre un total de<br />
dos mil trescientas personas, en su mayoría soldados de la Unión recién liberados<br />
tras la rendición de los confederados.<br />
Altaha ponía cara de tristeza.<br />
— ¿Pero no tienes otra cosa más divertida que comentar que hablar de<br />
muertos?<br />
—Puedo comentar, muertes a parte, los hundimientos más curiosos o<br />
absurdos.<br />
—Bueno. No es para saltar de alegría, pero parece un poco mejor.<br />
—<strong>El</strong> 22 de junio de 1893, en la entrada del puerto de Trípoli en barco de guerra<br />
británico Victoría navega en formación con otros barcos. <strong>El</strong> barco recibe la orden<br />
del almirante de virar. La orden es absurda, pues si lo hace chocaría con otro<br />
acorazado. Pero como se trataba de una orden y los militares son así, pues vira y<br />
colisiona con el acorazado Camperdown, y se hunde, muriendo trescientos<br />
cincuenta y nueve marineros. La culpa fue exclusiva del almirante Tryon que dio<br />
una orden inexplicable, como consecuencia el capitán del Victoria, que se limitó<br />
de forma suicida a cumplirla, fue exculpado de toda responsabilidad.<br />
A Altaha le hizo bastante gracia.<br />
—Desde luego, hay militares un poco tontos<br />
— 289 —
—No es cuestión de ser tontos, sino de cumplir órdenes. Además los marinos<br />
mercantes también comenten errores igual de absurdos.<br />
— ¿También?<br />
— Si, como el hundimiento del lujoso transatlántico Andrea Doría el 26 de julio<br />
de 1956, cuando cocho contra el paquebote stockholm en las proximidades de isla<br />
Nantuket. Lo curioso, es que en teoría no existía ninguna posibilidad de riesgo de<br />
colisión. Ambos barcos navegaban en rumbo convergente pero sin riesgo de<br />
abordaje, y aunque había niebla que ambos barcos llevaban radar y se detectaron<br />
a muchas millas de distancias. Entonces ambos capitanes tienen la misma idea,<br />
para tener más seguridad se separan cambiando de rumbo. <strong>El</strong> problema es que<br />
los dos lo hacen hacia el mismo lado y sigue así estúpidamente hasta que chocan.<br />
<strong>El</strong> stockholm le dio con su afilada proa en el lateral de Andrea Doría y lo abrió<br />
como una lata de sardinas hundiéndolo. Con todo, les dio tiempo a abandonarlo y<br />
solo murieron cuarenta y cuatro personas, salvándose el resto.<br />
Altaha estaba asombrada.<br />
—Pues menos mal que al menos hubo pocos muertos. Pero desde luego un<br />
poco tontos sí que fueron los capitanes.<br />
—Otro caso de un hundimiento tan trágico como inútil, sucedió en la guerra<br />
civil Española. A punto de acabar la guerra la guarnición de Cartagena se reveló<br />
contra los republicanos, <strong>El</strong> general Franco para apoyarlos por el mar forma<br />
urgentemente un convoy con veinte mil soldados. <strong>El</strong> problema es que los<br />
republicanos con una brigada mixta del partido comunista retoman el puerto y las<br />
baterías de costa. Así, cuando llegan los barcos son avisados de este peligro y se<br />
dan la vuelta, excepto un carguero el castillo de olite, que trasportaba a dos mil<br />
hombres y que tiene la radio estropeada, no se entera y sigue navegando hasta la<br />
entrada del puerto. Se pone delante de las baterías de costas, y de un solo<br />
cañonazo lo hunden muriendo casi mil quinientos hombres. Veinticinco días más<br />
tarde acabó la guerra. Fue un sacrificio de hombres tan absurdo que el bando<br />
nacional ocultó este hecho durante años, y aun hoy es poco conocido.<br />
—También, el que estaba al mando se podía haber ahorrado el disparo.<br />
—En realidad eso fue lo que intentó. <strong>El</strong> capitán de la batería de artillería, con<br />
buen juicio, se negó a disparar contra el barco indefenso, además, de no tener<br />
sentido por el estado de la guerra. Pero los republicanos le obligaron a punta de<br />
pistola a que lo hiciese bajo la amenaza de matarlo ahí mismo. Así lo tuvo que<br />
hacer, pero cuando terminó la guerra, días después, fue fusilado por los<br />
nacionalistas como venganza por haber disparado. Así que el pobre capital estaba<br />
predestinado a morir hiciese lo que hiciese.<br />
— 290 —
—Pobre hombre, también es mala suerte. Estaban cerca de la costa, pero<br />
claro, cuando la gente apenas sabía nadar, es normal que se ahogasen.<br />
—Sí, tienes razón, lo que no es normal es que lo hagan pegados a la tierra<br />
como ocurrió en 1915, con el SS Eastland. Este es un barco de dos mil setecientos<br />
cincuenta y dos pasajeros construido en 1902. <strong>El</strong> diseño pecaba de ser demasiado<br />
alto, muy pesado y tenía muy elevado el centro de gravedad. Además, a raíz del<br />
hundimiento del Titanic en 1912, se tuvieron que incrementar el número de botes<br />
salvavidas, esta circunstancia hizo que este barco ya mal equilibrado acumulase<br />
aún más peso en su cubierta. Así, en 1915 el Eastland fue contratado para llevar<br />
de Cicero Illinois a Michigan a una excursión de empleados de la compañía<br />
<strong>El</strong>éctrica Occidental. Aun estando el barco en el muelle ya comenzó a escorar a<br />
babor, si bien aún no lo comprometía. Pero precisamente por esa banda pasaba<br />
una competición de canoas, los pasajeros con la curiosidad se van todo a la a la<br />
banda de babor para verla, y a pesar del barco estar solo a veinte metros del<br />
muelle y aun amarrado, vuelca sobre el costado de babor. Muchos pasajeros<br />
quedan atrapados y otros mueren aplastados por los objetos en total ochocientas<br />
cuarenta y cinco personas murieron. Y no fue mayor el número de víctimas<br />
gracias a que estaban junto al muelle y otro barco, el Kenosha, se encontraba<br />
junto a él y logró rescatar a muchas personas.<br />
Altaha permanecía con los ojos abiertos como platos.<br />
—No me lo puedo creer. Hundirse en el propio puerto y morir a unos metros<br />
del muelle. Después de esto, casi me da igual estar en la mitad del Océano.<br />
—Tampoco es así, en la mar siempre hay que estar atento a cualquier peligro.<br />
Que no te pase como al Almirante Halsey, al mando de la Fuerza naval treinta y<br />
ocho de Estados Unidos en el pacífico, dispuesta a invadir Filipinas en diciembre<br />
de 1944. Estaba tan preocupado por los japoneses, que no le dio importancia a la<br />
llegada de un tifón. Lo malo es que fue uno de los buenos, con olas de veintiún<br />
metros. <strong>El</strong> resultado fue que veinte y ocho barcos fueron seriamente dañados, se<br />
hundieron tres destructores, se perdieron ciento cuarenta y seis aviones, y lo peor<br />
es que murieron setecientos noventa hombres. <strong>El</strong> Almirante fue encontrado<br />
responsable del desastre por no haber mantenido a la flota fuera del curso del<br />
tifón.<br />
Altaha, con todas estas anécdotas, sentía curiosidad por otros planteamientos.<br />
— ¿Y yo me preguntó? ¿Siendo los barcos tan grandes, pueden causar daños<br />
chocando contra tierra?<br />
—Hay pocos casos. Los daños en los muelles son pequeños, pues los barcos<br />
van a poca velocidad y los muelles de hormigón no ceden más que unos metros.<br />
— ¿Entonces hay algún caso?<br />
— 291 —
—Si, como en el 1998 en la Ría de Ferrol, un gran barco se soltó del amarre y<br />
destruyó un puente. Aunque para desastres gordos está el de la ciudad de Halifax.<br />
—Yo la conozco –comentó Altaha—, estuve cerca en un verano en Inglaterra.<br />
Pero que yo recuerde no está cerca del mar.<br />
—No me refiero a esa ciudad, sino a la Halifax que está en nueva Escocia que<br />
pertenece a Canadá.<br />
—Pues de esa, ni idea.<br />
—Se trataba de una pequeña población a principios de siglo XX y en la primera<br />
guerra mundial, creció bastante pues desde ese puerto salían todos los convoyes<br />
para llevar soldados y suministros a Reino Unido y Francia.<br />
— ¿Y qué pasó?<br />
—<strong>El</strong> seis de Diciembre de 1917, el buque francés MontBlanc, cargado con unas<br />
dos mil cuatrocientas toneladas de explosivos, esencialmente acido pícrico, salía<br />
del puerto para unirse a un convoy. En la salida el buque noruego Imo, se cruzó<br />
con él y acabó empotrándose en la banda de estribor del MontBlanc, que<br />
comenzó a arder, y acabo explotando. Para hacerse una idea de la explosión,<br />
bastaría con decir, que ha sido la más grande con explosivos no nucleares,<br />
suponiendo una cuarta parte de la bomba de Hiroshima. Si solo murieron unas<br />
dos mil personas se debió a que la población estaba dispersa y las casas eran<br />
bajas. Aunque el hecho de que fuesen de madera también ayudo a su<br />
destrucción, en total unas dos mil casas destruidas y otras doce mil dañadas. Para<br />
hacerse una idea de la magnitud explosión, se encontraron grandes trozos del<br />
barco a cuatro kilómetro de distancia.<br />
— ¡Dios, que desastre, no tenía ni idea! Como es posible que no sepamos esas<br />
cosas.<br />
—Básicamente por dos motivos; el primero, que fue en la primera guerra<br />
mundial donde murieron millones de personas, así que dos mil muertos no<br />
destacaban; y el segundo, es que a los fallos de los vencedores no se les dan<br />
difusión.<br />
—Pues también, menuda publicidad para el pueblo.<br />
—Sí, aunque en ese momento tampoco la tenía buena fama. Cerca hay una<br />
isla llamada Sable Islands que tiene la fama de ser el lugar donde más barcos se<br />
hundieron encallando en sus costas, se ha calculado en unos trescientos<br />
cincuenta. Más que una isla es en realidad un gran banco de arena y está situada<br />
en el tránsito entre Estados Unidos y Europa. La clave de su peligro, es que tiene<br />
una forma muy alargada con treinta y cinco kilómetros de longitud, pero solo un<br />
kilómetro de anchura, si se ve de frente casi no se nota, pero cuando uno pasa de<br />
lado y los vientos y corrientes lanzan al barco contra la isla quedan atrapados. Fue<br />
— 292 —
autizado como la “tumba del Atlántico” y suscitó muchas leyendas marineras.<br />
Esta isla fantasma pero muy real, es conocida por los marinos con el nombre de<br />
“Facunda”.<br />
—O sea, un auténtico cementerio de barcos.<br />
—Si, como ya comenté el mayor cementerio natural.<br />
— ¿Natural? ¿A qué te refieres? ¿Los hay artificiales?<br />
—Sí, los que se crean al abandonar los barcos voluntariamente. <strong>El</strong> mayor del<br />
mundo está en la bahía de Nouadhibou, en Mauritania. Aún quedan los restos de<br />
más de trescientas cincuenta embarcaciones de todo el mundo.<br />
— ¿Y porque los dejan ahí?<br />
—Desguazar un barco en ocasiones es rentable, pero en otras no. Entonces lo<br />
más barato es abandonarlo. No es legal, pero en ese país es sencillo sobornar a las<br />
autoridades para que hagan la vista gorda y lo permitan. Basta con borrar el<br />
nombre del barco y la matrícula, para que las autoridades lo cataloguen como<br />
desconocido, y así los propietarios se van de rositas.<br />
—Vaya, pensé que siempre sería rentable desguazarlo.<br />
—Pues no, incluso los barcos más grandes, los suelen llevar a Chittagong en<br />
Bangladesh. Es uno de los más grandes centros de desguace de barcos de acero<br />
del mundo, por la sencilla razón, que la mano de obra es barata, y las leyes de<br />
seguridad trabajo y medio ambiente son un tanto “laxas”. Por no decir claramente<br />
que no existe ningún control.<br />
— ¿Ves Marcelo como puedes ser entretenido?<br />
— ¿Y tú ves como no es posible que estés callada más de cinco minutos?<br />
Fue un vano intento por parte de Marcelo para acallarla, pues Altaha se<br />
dedicó la siguiente hora a explicarles por qué hablar resulta mucho más positivo<br />
que estar callada, y así pasó la mañana.<br />
Por la tarde aprovechando la siesta de Carlos, Altaha decidió seguir su asedio<br />
particular con Marcelo sentándose junto a él y apoyando la cabeza en sus<br />
hombros.<br />
Marcelo se sentía incómodo, pues no deseaba ofenderla separándola, ni<br />
tampoco seguir soportando ese acoso. De alguna forma tendría que acabar con<br />
este problema, aunque por ahora no se le ocurría como sacársela de encima.<br />
Antes de llegar a Santo Domingo, Altaha siguiendo con su costumbre, consultó<br />
los datos sobre la isla y su historia.<br />
Cristóbal Colón descubrió la isla el cinco de diciembre del 1492, bautizándola<br />
con el nombre de La Española. Durante el siglo XVI La Española gozó de buena<br />
— 293 —
posición económica y social; las primeras expediciones conquistadoras partían<br />
desde la isla. Pero desde finales de ese siglo y luego de la conquista de los grandes<br />
territorios de América del Norte y América del Sur, la isla fue quedando relegada a<br />
un segundo plano.<br />
La isla está dividida por una curiosa historia. Como en la zona del oeste les<br />
daba problemas con el contrabando, Felipe III en 1603 no tuvo mejor idea que<br />
despoblarla. Se conoció como las Devastaciones de Osorio, entonces gobernador<br />
de la isla. <strong>El</strong> resultado fue que fue tomada por bucaneros y filibusteros franceses y<br />
finalmente cayó en manos españolas. En 1697, por el Tratado de Ryswick, España<br />
cedió a Francia esa parte de la isla, actual Haití, mientas que la parte española se<br />
llamó Santo Domingo. Y por esa razón es la única isla dividida en dos.<br />
Marcelo, hablando de islas compartidas, aprovecho la ocasión para contarles<br />
una curiosidad; España tiene el honor, junto con Francia, de poseer el condominio<br />
más pequeño del mundo, la Isla de los Faisanes. Que no es más que un banco de<br />
arena de unos tres mil metros cuadrados situado en la desembocadura del río<br />
Bidasoa, que sirve como frontera entre los dos países. Su soberanía es compartida<br />
por períodos de seis meses y, en ese tiempo cada país debe velar por el<br />
mantenimiento. Como curiosidad, en esta isla se firmó la paz de los pirineos entre<br />
España y Francia en 1659.<br />
Por la tarde llegaron a la bahía Luperon, con su puerto deportivo, dotado de<br />
unas buenas instalaciones. Se sintieron muy a gusto al disponer de todas las<br />
comodidades como duchas, restaurantes o tiendas, además de varios hoteles<br />
cercanos.<br />
Cumplieron con su ritual de salir a cenar. Después Marcelo, que no deseaba<br />
quedarse a solas con Altaha, insistió que Carlos los acompañase a tomar algo<br />
aunque solo fuese su habitual manzanilla. Así, acabaron cenando en un hotel<br />
cercano, que disponía de una pista de baile junto a la piscina, donde dos mulatas<br />
se movían de forma bastante sensual al ritmo de la salsa caribeña.<br />
Marcelo sorprendió a sus compañeros, cuando con mucha decisión se unió al<br />
baile de las mulatas, que lo recibieron muy satisfechas. Carlos y Altaha<br />
contemplaban entre sorpresa y curiosidad los devaneos del trío.<br />
En un momento dado Marcelo, se sentó con ellas en otra mesa y les invitó a<br />
unas copas. Tan centrado estaba en la conversación con las mulatas que parecía<br />
haberse olvidado completamente de sus compañeros, a los que no les dirigía ni<br />
una mirada.<br />
Altaha, afectada por el desaire de Marcelo y claramente celosa, le dijo a Carlos<br />
que regresaba al Albatros. Carlos aprovecho para acompañarla y retirarse de esa<br />
— 294 —
velada tan peculiar. A pesar que se acercó a Marcelo para despedirse, este<br />
permaneció indiferente centrado en la compañía de las dos mulatas, y le dijo que<br />
ya los vería en el barco.<br />
Altaha estaba molesta por el comportamiento de Marcelo, y Carlos intentó<br />
tranquilizarla, y así estuvieron en la cubierta hablando de varías cosas a la espera<br />
de Marcelo. Después de dos horas, seguía sin aparecer, así que decidieron<br />
acostarse, ante el evidente malestar de Altaha.<br />
Cuando se despertaron, se sorprendieron al comprobar que Marcelo no<br />
estaba con ellos. Les extrañó mucho, Marcelo cuando bebía nunca llegaba a<br />
perder el control, y tampoco le gustaba llegar muy tarde para poder dormir un<br />
par de horas. Se sintieron preocupados, tal vez le ocurrió algo malo durante la<br />
noche. Decidieron desayunar rápidamente y salir a buscarlo, pensando incluso en<br />
dar parte a la policía.<br />
Aún estaban desayunando, cuando lo vieron aparecer por el pantalán. Llegaba<br />
con paso lento y con aspecto de no haber dormido mucho.<br />
Carlos lo recibió con una reprimenda.<br />
— ¿Menudas horas son estas? Estábamos preocupados.<br />
Marcelo se dejó caer en la cubierta y cogió un poco de café.<br />
—Lo siento. Pero una cosa llevo a otra y la noche se complicó.<br />
— Eso me suena a gran juerga.<br />
—Y que lo digas, menuda marcha tenían las mulatas. Me exprimieron como un<br />
limón.<br />
Altaha, lo miró frunciendo el ceño.<br />
—Seguro que sí. No disimulaban la pinta de guarras que tenían.<br />
—No niego que eran un poco ligeras de cascos.<br />
— ¿Un poco? Llevaban la palabra “puta” grabada en la frente.<br />
—Que lo fuesen, tampoco lo discuto, pero desde luego nunca lo reconocieron.<br />
—Si te parece, se lo ponen en la solapa. Aunque difícil lo tendrían, porque de<br />
ropa más bien escasa.<br />
—De todas formas, resulta curioso cómo te lo venden aquí. No te piden<br />
dinero, pero enseguida te sueltan el rollo que tiene muchas carencias, que tienen<br />
que cuidar de sus dos hermanos pequeños de tres y cinco años, pues su padre les<br />
abandonó y su madre se murió de cáncer; y después te enseñan las fotos de los<br />
niños. Sus hermanos dicen, está claro que esos son sus hijos, que aquí todas se<br />
quedan preñadas desde los quince. Total que les tienes que seguir el rollo y al<br />
final le das cien dólares para que le compren los supuestos hermanos algo de<br />
ropa, y se van más contentas pensando que han salvado su reputación.<br />
— 295 —
—Pues lo que yo decía, putas como unas gallinas y además, más falsas que<br />
judas.<br />
—Pues yo tampoco tengo nada contra ellas, después de todo, al final todos<br />
contentos.<br />
Altaha entró directamente a la cuestión.<br />
—Todos no, porque a mí me desprecias, mientras tú te vas con unas guarras.<br />
Marcelo se rascó la cabeza, no sabiendo como contestar y estuvo unos<br />
segundos pensándoselo.<br />
—Tú eres mi compañera. Por eso te respeto. No como lo de las mulatas que<br />
todo comenzó y acabó en una noche. Yo sabía lo que quería y ellas también, pero<br />
a ti no te gustaría que te tratasen así. Así que mejor dejar las cosas claras y no<br />
equivocarnos, sino la podemos liar bien liada.<br />
—Los hombres sois unos cerdos, solo queréis sexo. Pero si estamos dispuestas<br />
somos unas putas. Me voy a dar una vuelta.<br />
Bajó del Albatros y se fue caminando por el puerto hasta desaparecer.<br />
Carlos se le quedo mirando mientas Marcelo se quedó negando con la cabeza.<br />
—Carlos, esto no va a acabar bien, las mujeres en los barcos dan problemas,<br />
ya lo dijo mi abuelo.<br />
—Bueno, de todas formas sabiendo lo que siente Altaha por ti, ¿qué quieres<br />
que te diga?; irte así con las mulatas delante de ella, pues es lógico que se sintiese<br />
molesta. Para estas cuestiones hay que ser un poco delicado.<br />
— ¿Delicado dices? Eso es precisamente lo que quiero ser. Lo de ayer lo hice a<br />
propósito. Esta historia de Altaha había que cortarla. Estaba claro que se cogería<br />
un cabreo, pero así se olvidará de lo nuestro.<br />
— ¿Pues qué quieres que te diga? Acostarte con unas fulanas, no es la forma<br />
más diplomática de romper con una mujer.<br />
—Yo no me acosté con ellas. Les dije que me siguiesen el rollo. Cuando<br />
salimos del hotel les di cien dólares y las mandé a su casa. Yo me fui a otro hotel y<br />
me quede tomando unas copas hasta ahora.<br />
—Pues tal y como lo contaste, parecía que te habías ido con las mulatas a la<br />
cama.<br />
—Lo hice a propósito. Así lo debía pensar Altaha. Una mujer cabreada lo tiene<br />
más fácil para olvidarse de todo.<br />
— ¿Pues qué quieres que te diga? <strong>El</strong> método es cuándo menos traumático y<br />
deja un mal poso. Podrías haberlo hecho de otra forma.<br />
—¡Me cago en la leche! ¿Resulta que ahora yo tengo la culpa? Yo nunca le he<br />
dicho nada a Altaha y siempre la he tratado como si fuese mi hermana. Además,<br />
cuando ella ha comenzado con todo este rollo yo he sido claro. Mi vida es mi vida.<br />
— 296 —
—Sí. Tu vida es tu vida. Pero como tú mismo has dicho el problema es que<br />
aquí estamos todos los días juntos, y tu vida se convierte en nuestra vida.<br />
—Pues ahora ya está hecho. Con suerte la tendremos de morros unos días y<br />
se le pasa. Claro, que a lo mejor le da el punto y se coge un avión y se va. Vete a<br />
saber lo que piensa hacer una mujer.<br />
—Bueno. También te podías disculpar y así suavizar la relación.<br />
—No. Eso no. Si me disculpo le estoy reconociendo que me equivoqué, y ella<br />
va a creer entonces que tiene posibilidades y me seguirá dando la vara el resto del<br />
viaje. Olvídalo.<br />
Carlos se dio cuenta que Marcelo no pensaba ceder, además, con el cansancio<br />
de no haber dormido toda la noche, tampoco estaba en su mejor momento, así<br />
que lo dejó.<br />
Durante el resto del día Altaha estuvo de turista solitaria evitando claramente<br />
a Marcelo.<br />
Sin nada más que hacer en la isla acordaron salir al día siguiente al amanecer,<br />
navegar hacia el norte, siguiendo la costa de Santo Domingo que continua con<br />
Haití y de ahí saltar a las Bermudas.<br />
— 297 —
<strong>LA</strong> OPCIÓN MENOS MA<strong>LA</strong><br />
Esa mañana, desde que salieron del puerto, la travesía resulto diferente a<br />
todas las anteriores, pues por primera vez había un mal ambiente en el barco.<br />
Hasta ese día, pasaron por momentos de cansancio o tensión, pero nunca existió<br />
un enfrentamiento como el que en ese momento separaba a Altaha de Marcelo.<br />
<strong>El</strong>la habitualmente charlatana y sonriente, ahora se mostraba callada y seria. Y<br />
teniendo en cuenta que ella solía estar todo el día hablando, el efecto era como si<br />
el Albatros se hubiese sumido en el más absoluto silencio.<br />
La navegación durante todo el día fue muy tranquila, casi idílica si no fuese por<br />
la tensión que reinaba a bordo. A las cinco de la tarde, Altaha les indicó que<br />
tenían un problema con la antena de conexión a Internet y al GPS. Detectaron que<br />
no se trataba de la antena sino del cable. Cuando hicieron la instalación en<br />
Madeira no debieron sellar bien una de las conexiones y acabo llenándose de<br />
humedad y salitre. Aunque tenían el GPS de mano, sin esa conexión no podía<br />
integrar todos los datos con la navegación, además, de no poder acceder a las<br />
cartas de la zona. En esa situación no resultaba aconsejable navegar por la noche,<br />
por lo que se deberían dirigir al puerto más cercano, para pasar la noche y<br />
arreglar la conexión del GPS.<br />
Navegaban por el norte de Haití, y buscaron el puerto más cercano, en medio<br />
se encontraba una isla llamada tortuga, famosa como refugio de piratas.<br />
Haití estaba sumida en el caos y la miseria después del reciente terremoto, por<br />
lo que no ofrecía ninguna comodidad ni seguridad, máxime con el problema de las<br />
epidemias que aun persistía, así que no les resultaba atractivo; Por otra parte, las<br />
condiciones de la isla tortuga eran peores en cuanto a instalaciones portuarias.<br />
No lo tenían nada claro. Altaha comentó que le hacía más ilusión bajar a la famosa<br />
isla de los piratas, a lo que ni Carlos ni Marcelo se opusieron, pues pensaron que<br />
darle la razón ayudaría a despejar el enfado.<br />
Marcelo para justificar mantener alguna conversación les informó sobre la isla.<br />
La isla tortuga tiene su nombre desde que se lo puso Colón en 1492 porque<br />
parecido en su forma redondeada. Las montañas de la zona norte de la Tortuga<br />
son tan inaccesibles que se la llama Costa de Hierro, si bien al sur protegida de los<br />
vientos ofrece un excelente refugio. Allí se encontraba ya en el siglo XVII un<br />
establecimiento para el tráfico de tabaco y de cuero con los bucaneros de La<br />
Española. Sin embargo, fueron las primeras capturas de los barcos españoles las<br />
que dieron a la isla su reputación de albergue de los filibusteros de todo el Caribe.<br />
— 298 —
En 1640, el enviado francés Le Vasseur tomó el control de la isla. Al mando de<br />
<strong>numero</strong>sos soldados, expulsó a los ingleses, lo cual fue un beneficio para los<br />
piratas, que encontraban facilidades para avituallarse de víveres y pólvora pues se<br />
les dejaba mucha libertad de actuación. La isla siguió afecta a Francia hasta que<br />
Haití se independizó y quedo anexa a este país.<br />
Apenas tardaron una hora en llegar y comprobaron que el puerto como tal no<br />
existía, tan solo un destartalado pantalán de madera para ayudar a desembarcar.<br />
Como tampoco tenían más opciones atracaron sin mucho convencimiento.<br />
Ya estaba anocheciendo, así que se dieron prisa en reparar todos los cables<br />
antes de quedarse sin luz natural. No tardaron más de media hora en dejarlo todo<br />
listo. Después pensaron en cenar fuera, pero en tierra tan solo se divisaban a lo<br />
lejos un grupo de casas aquí y allá, sin nada que aparentase un restaurante, así<br />
que optaron por cenar en el Albatros.<br />
Altaha seguía con el enfado y toda la cena se mostró igualmente taciturna.<br />
Cuando acabaron, les dijo que se iba a dar una vuelta, a ver si podía tomar algo y<br />
encontrar algo de diversión.<br />
—Te acompaño –se ofreció Marcelo.<br />
—No necesito tu compañía, además, durará lo que tardes en encontrar alguna<br />
guarrilla.<br />
—En serio, mejor te acompaño. Esta isla no parece muy segura.<br />
—No creo que me vaya a encontrar con piratas.<br />
—Piratas no, pero donde no hay civilización, tampoco hay seguridad.<br />
—Ven si quieres, no te lo puedo impedir. Pero queda claro que yo voy por<br />
libre.<br />
Altaha parecía no querer saber nada de Marcelo, así que avanzaron los dos en<br />
silencio por el camino en dirección a unas casas que estaban a unos cientos de<br />
metros. Fueron pasando delante de todas ellas hasta que encontrarlo algo que<br />
parecía una especia de taberna. En su interior una primitiva barra con varias<br />
mesas y en una esquina un cuadrado con un par de luces, como queriendo<br />
simular una cutre pista de baile y a su alrededor unos gastados sofás. Detrás de la<br />
barra se encontraba un hombre y una mujer, tres de las mesas estaban ocupadas,<br />
casi todas por hombres.<br />
Marcelo saludó en español a todos con unas “buenas noches”.<br />
Para su sorpresa casi todos hablaban español y enseguida le preguntaron de<br />
dónde venían. Les explicó que habían llegado con un velero para hacer noche,<br />
aunque evitó entrar en más detalles sobre cuántos eran de tripulación.<br />
Se les acercaron a la barra, tres hombres; uno de ellos alto y delgado parecido<br />
a Marcelo aunque con el pelo más largo en plan latino de telenovelas como solía<br />
— 299 —
describirla Altaha; el segundo, un mulato alto, de unos dos metros, muy fuerte y<br />
con una masa de músculos que se marcaban bajo la camiseta; el tercero, no muy<br />
alto y bastante delgado, de cara no agraciada que remataba con unas barbas de<br />
chivo, que le colgaban de forma desagradable.<br />
<strong>El</strong> “guapo” se puso junto Altaha claramente en plan ligoteo. Hablaba<br />
cadencioso y estirando las palabras.<br />
—No sabía que en España había mujeres tan guapas.<br />
Altaha por dar celos a Marcelo le entró al trapo.<br />
—Yo tampoco que estabais tan bien los hombres en Haití.<br />
Ninguno parecía tener prisa, así que se tomaron con clama pedir algunas<br />
copas.<br />
En un momento dado, Altaha se dirigió a Marcelo que permanecía pegado a<br />
ella en la barra.<br />
— Quiero estar sola. Me haces sombra.<br />
— ¿No pretenderás ponerte ahora a ligar?<br />
—Eso es cosa mía, tú no eres el único con ganas de pasártelo bien.<br />
—Ese no tienen buena pinta, y no va ser un romeo, mejor déjalo.<br />
—Y tú que sabrás, desde cuando te preocupas por mí.<br />
—Ya has tomado una copa, es mejor que volvamos al Albatros.<br />
Altaha se había metido de golpe una copa y ya estaba bastante alegre.<br />
—Déjame en paz, si quiero pasármelo bien es cosa mía. Este no va a ser el<br />
primer hombre ni el último en mi vida.<br />
En ese momento, volvió el guapo y Altaha se fue directamente a hablar con él.<br />
Marcelo, dado que Altaha le daba la espalda, pidió otra copa de ginebra<br />
bastante cargada, y antes de sentarse en una mesa aprovecho para ir al aseo.<br />
Así estuvo dos horas Altaha entre tonterías, bailes y risitas. Mientras, Marcelo<br />
no la perdía de vista, aprovechaba cada vez que pedía una ginebra para ir al baño,<br />
pero inmediatamente volvía, se sentaba en una mesa y se quedaba mirando a<br />
Altaha y a sus amigos. Con la típica cara del padre que no le quita la vista a la hija.<br />
<strong>El</strong> guapo en un momento le susurró a Altaha.<br />
—Seguro que podríamos ponernos más cómodos y disfrutar más. Conozco un<br />
sitio donde estaremos más tranquilos.<br />
Altaha que tenía en cima tres o cuatro copas y estaba bastante borracha, sin<br />
pensarlo mucho aceptó la oferta. <strong>El</strong> guapo la cogió del brazo y salieron del bar.<br />
Se fueron hasta una casa alargada que estaba al otro lado de la calle, con<br />
varías puertas en la fachada; el “guapo” abrió una de ellas y entraron. La<br />
distribución parecía una habitación de un hotel con un tresillo a lo largo y al fondo<br />
una cama de matrimonio, una puerta en la derecha daba acceso a un baño.<br />
— 300 —
Altaha se mostraba tranquila, entre la borrachera y el ansia de venganza con<br />
Marcelo, pensaba pasárselo bien con el guapo, para después restregárselo con<br />
detalles.<br />
Apenas llevaban unos segundos dentro cuando los dos amigos del guapo<br />
entraron y cerraron la puerta.<br />
A pesar de la borrachera su instinto le indicó que algo no iba bien.<br />
— ¿Qué pasa? ¿Que hacéis aquí?<br />
—Nena —dijo el guapo—, estos son mis amigos. Los cuatro nos lo vamos a<br />
pasar muy bien.<br />
En un segundo la adrenalina se le disparo, intentando mantener la sangre fría<br />
y controlar la situación.<br />
—No, no eso no fue lo que hablamos. A mí no me van estas cosas.<br />
—Nena nena, estas muy bien, seguro que tu cuerpo da para todos.<br />
—Ya te he dicho que no quiero, me voy.<br />
Intentó avanzar hacia la puerta, pero el guapo la cogió por el brazo y la lanzó<br />
contra la cama.<br />
—Tú te quedas aquí a cumplir, no nos gustan las calentorras.<br />
Se veía perdida así que solo le quedaba pedir ayuda. Grito todo lo alto que<br />
pudo.<br />
— ¡Socorro! ¡Ayuda! — Fue lo único que en la desesperación se le ocurrió<br />
gritar — mientras se ponía de pie para intentar acercarse a la puerta.<br />
<strong>El</strong> guapo y le dio una bofetada que la volvió a tirar contra la cama.<br />
—Cállate zorrita, aquí nadie va a oírte.<br />
Una especie de estallido sonó en toda la habitación que hizo que todos<br />
mirasen hacia la puerta; la cerradura estaba rota, y la puerta se había literalmente<br />
incrustado en la pared, en medio de la entrada estaba Marcelo, que después de<br />
darle la patada a la puerta, oscilaba de un lado al otro, sujetándose con una mano<br />
en el marco para conservar el equilibrio.<br />
— ¡<strong>El</strong>la es mi chica y se viene conmigo! –Pronunciaba lentamente como si<br />
tuviese la boca llena— ¡si alguien quiere pelear, aquí estoy! —Levantó los brazos<br />
como un boxeador novato mientras intentaba mantener el equilibrio, enseguida<br />
los bajo y se volvió a apoyar en la puerta.<br />
Altaha, cuando lo vio aparecer, se sintió repentinamente a salvo. Ahora al<br />
constatar su lamentable estado volvió a perder las esperanzas; Frente a Marcelo<br />
estaban los tres, el “guapo” tan fuerte como Marcelo y “el músculos” un<br />
auténtico monstruo. Aunque en ese estado de embriaguez, hasta el pequeño<br />
“barbas de chivo” no tendría problemas para tumbarlo. En ese momento, se<br />
olvidó durante unos segundos del terror que sentía por ella misma, y sintió un<br />
— 301 —
profundo pesar por Marcelo. Solo podía tener la esperanza que lo dejasen fuera<br />
de combate rápidamente y no le diesen una paliza o incluso lo matasen.<br />
<strong>El</strong> “guapo”, después de unos segundos de asombro. Se acercó lentamente a la<br />
puerta, con los brazos abajo, abriendo las manos y con una sonrisa en la boca de<br />
oreja a oreja.<br />
—No hombre, no. No pienses mal. —Estiraba sus palabras como una serpiente<br />
mientras se acercaba despacio.<br />
— No sabíamos que era tu chica. No pasa nada amigo. Nos damos la mano y<br />
hechas las paces.<br />
Marcelo, esbozó una media sonrisa complaciente, típica de los borrachos que<br />
buscan amistad y relajo los brazos, inclinándose hacia delante para ofrecerle un<br />
saludo.<br />
Altaha que ya había visto la falsedad y brutalidad del “guapo” sabía que no<br />
podía esperar nada bueno de él, en tanto que Marcelo estaba demasiado<br />
borracho como para poder darse cuenta. En medio de estos pensamientos “el<br />
guapo” se acercó hasta quedarse a menos de medio metro de Marcelo y, sin<br />
previo aviso lanzo rápidamente su cabeza hacia adelante y hacia abajo<br />
directamente contra la nariz de Marcelo. Este tipo de golpe es muy doloroso,<br />
pues suele romper el tabique nasal y deja atontada a la víctima sin capacidad de<br />
reacción.<br />
Marcelo, que unas décimas de segundo antes, aparentaba estar a punto de<br />
caerse, reaccionó con increíble rapidez; dio un paso hacia atrás mientras que<br />
lanzó como un rayo el puño derecho hacia arriba. La cabeza del guapo que<br />
buscaba la nariz de Marcelo se encontró con el aire y siguió por inercia hacia<br />
abajo, para encontrase directamente con el puño de Marcelo que impactó con<br />
toda su fuerza en medio de la nariz y la boca. <strong>El</strong> golpe fue brutal, los dientes<br />
superiores y la nariz del “guapo” se hundieron, su cabeza salió como un resorte<br />
hacia atrás mientras que la sangre que salía de la nariz trazaba en el aire un arco.<br />
<strong>El</strong> “guapo” no tuvo ni tiempo para emitir un grito de dolor, pues fruto de la<br />
conmoción ya estaba sin sentido antes de caer en el suelo.<br />
La lucha no había durado más de dos segundos y fue lo que tardó en<br />
reaccionar el “músculos”, situado a unos cinco metros. Se lanzó contra Marcelo<br />
con pasos rápidos, mientras movía su inmenso brazo derecho hacia atrás,<br />
preparado para descargarlo como un ariete.<br />
Altaha seguía los acontecimientos como en cámara lenta y calculó que<br />
Marcelo debería prepararse para esquivarlo o huir, pues nadie sería capaz de<br />
detener un impacto como ese. Pero inexplicablemente Marcelo se lanzó hacia<br />
adelante contra el músculos. Tan solo unas décimas de segundos antes de<br />
— 302 —
impactar los dos cuerpos, Marcelo giro y se impulsó de lado con su pierna derecha<br />
mientras levantaba y lanzaba como un resorte la izquierda, simultáneamente<br />
inclinaba todo su cuerpo hacia atrás.<br />
Los dos cuerpos lanzados el uno contra el otro, impactaron de forma brutal en<br />
un solo punto; la pierna izquierda de Marcelo se incrusto en la boca del estómago<br />
del “músculos”, en tanto que el puño de este golpeaba el aire, la cabeza de<br />
Marcelo se encontraba a dos cuartas de distancia inclinada hacia atrás lejos de su<br />
alcance.<br />
Se oyó un crujido seco, proveniente de la rotura de las costillas. Marcelo retiro<br />
la pierna y recupero el equilibrio, dispuesto a rematar al “músculos”. Este estaba<br />
quieto, y a pesar del brutal impacto no había retrocedido y permanecía de pie.<br />
Oscilo, y medio segundo después cayó redondo al suelo, abriendo y cerrando la<br />
boca como un pez buscando algo de aire pero incapaz de emitir ningún sonido.<br />
Altaha dedujo que además, de las costillas rotas tendría el diafragma hundido y<br />
eso le impedía prácticamente respirar.<br />
Altaha miró al tercero que quedaba, el “barbas de chivo”, que miraba<br />
incrédulo toda la escena. Se sintió aliviada pues parecía que ahora la lucha se<br />
decantaba a su favor. Quedaban uno contra uno, siendo Marcelo más alto y<br />
fuerte. Aprovecho esos segundos de incertidumbre para correr hasta Marcelo<br />
buscando su protección.<br />
<strong>El</strong> “barbas de chivo”, sacó del pantalón una navaja de largas dimensiones y se<br />
puso en posición de ataque, con las piernas medio flexionadas y los brazos a una<br />
cuarta del cuerpo, moviendo lentamente la navaja. Estaba muy tenso, pero no<br />
mostraba miedo, se notaba con experiencia en ese tipo de situaciones; la mirada<br />
fría y los movimientos contenidos de una serpiente, indicaban que no cometería<br />
muchos errores.<br />
Marcelo, sin dejar de mirarlo cogió a Altaha con el brazo derecho y la colocó<br />
detrás de él, después avanzó con ella hasta el lateral de la habitación. Claramente<br />
dejó un espacio libre hasta la pared de enfrente y hasta la puerta. Se dirigió al<br />
“barbas de chivo”.<br />
—Puedes irte y vivir, o quedarte y morir.<br />
<strong>El</strong> chivo pareció sopesar las opciones unos segundos. Miró a sus dos<br />
compañeros en el suelo, y debió pensar en lo peligroso que resultaba ese<br />
aparente borracho, que no había tardado ni cinco segundos en despachar a sus<br />
dos colegas. Sin dejar de mirar a Marcelo, se pegó a la pared y se fue moviendo<br />
lentamente hasta llegar a la puerta, la cruzó, y después se oyeron los pasos<br />
rápidos cuando se alejó corriendo.<br />
— 303 —
Altaha, en ese momento se abrazó a Marcelo y se echó a llorar<br />
convulsivamente.<br />
—He tenido miedo, mucho miedo, ellos me querían, me querían.<br />
Altaha estaba muy nerviosa, incapaz de acabar cada frase.<br />
Marcelo se fijó en el moratón de la mejilla derecha. Le tocó alrededor con los<br />
dedos palpando la mejilla. Mientras Altaha se contraía de dolor.<br />
— ¡Ay! –dio un pequeño grito.<br />
—No es grave, no tienes nada roto.<br />
<strong>El</strong>la siguió llorando desconsoladamente. Marcelo dejó de abrazarla y la cogió<br />
de los hombros para que lo mirase.<br />
—Tranquila, ahora estás conmigo. Pero tenemos que salir de aquí deprisa. Es<br />
peligroso que nos quedemos, seguro que fue a buscar ayuda.<br />
—La policía, llamemos a la policía.<br />
—No sabemos si aquí hay policía y no nos podemos fiar. Esto no es más que<br />
una tierra olvidada de un país olvidado.<br />
Miró a los que quedaban en el suelo; el guapo seguía sin sentido y el músculo<br />
intentando respirar con pequeñas inspiraciones entrecortadas.<br />
— ¿Están muertos?<br />
Marcelo tocó al “guapo” en la yugular.<br />
—No, solo está sin sentido. <strong>El</strong> otro se recuperará en unos minutos, aunque no<br />
respirará bien hasta que le coloquen las costillas rotas. Debemos irnos<br />
rápidamente.<br />
Cogió a Altaha del brazo y prácticamente la arrastro hasta la puerta, mirando<br />
con precaución por si les estaban esperando.<br />
Ya en la calle, vio con tranquilidad que estaban solos, aunque desde la taberna<br />
se oían los gritos de varios hombres; estaba claro que no tardarían el salir. Intentó<br />
correr tirando de la mano de Altaha, pero aún estaba muy nerviosa y bajo estado<br />
de shock, apenas se podía permanecer en pie. Sin pensarlo, la cogió en brazos,<br />
ella instintivamente se agarró a su cuello, así salió corriendo calle abajo hacia el<br />
muelle, donde se encontraba el Albatros.<br />
Marcelo tenía una gran fortaleza pudiendo levantar cincuenta quilos sin<br />
problemas, pero correr con esos cincuenta kilos medio kilómetro hasta el Albatros<br />
eran una cosa completamente diferente; en los últimos doscientos metros<br />
resoplaba acusando el esfuerzo, aunque no por ello redujo el ritmo de carrera. Al<br />
estar acostumbrado a correr, controlaba perfectamente donde se encontraba el<br />
límite de sus fuerzas, y el máximo ritmo que podía mantener.<br />
Carlos se encontraba en la cubierta, con una silla plegable, relajado con su<br />
manzanilla de todas las noches. Cuando oyó los pasos sobre el pantalán de<br />
— 304 —
madera, se sintió sorprendido al ver aparecer a Marcelo corriendo con Altaha en<br />
los brazos. Se puso de pie y sin tiempo a preguntar qué había pasado oyó los<br />
gritos de Marcelo.<br />
— ¡Carlos, rápido, tenemos que salir de aquí, estamos en peligro!<br />
— ¿Pero?<br />
— ¡Pon el marcha el motor, yo suelto las amarras!<br />
Sin comentar nada más. Marcelo metió a Altaha en una litera y se fue a soltar<br />
las amarras, mientras que Carlos en el puesto de mando y encendió el motor.<br />
Según se alejaban de la playa, Marcel pudo contemplar cono se encendían<br />
algunas luches y se acercaban al muelle, seguramente en un coche.<br />
— Carlos, pon también las alas para aumentar la velocidad. Hay que alejarse<br />
cuanto antes.<br />
— ¿Qué rumbo?<br />
—Mar abierto, hacia el oeste hasta pasar la isla y salir hacia el norte.<br />
Mientras salían navegando a motor activaron las alas al máximo, así con el<br />
doble impulso lograron alcanzar los veinticuatro nudos. Podían forzar a más si se<br />
elevaban, pero las olas no favorecían navegar con seguridad a más velocidad. Y<br />
además, en ese momento aún no les estaba siguiendo nadie como para tomar esa<br />
decisión tan arriesgada.<br />
Marcelo estuvo en popa con los prismáticos, pendiente de si los seguían.<br />
Veinte minutos después, de no ver ningún movimiento, se metió dentro.<br />
Altaha ya más calmada, se había levantado, y después de tomar una tila, le<br />
contó a Carlos la aventura. Ahora que ya estaban los tres juntos buscaba<br />
respuestas en Marcelo.<br />
— Aun estoy sorprendida de como apareciste, justamente cuando más te<br />
necesitaba.<br />
—Desde que llegamos no me fiaba de esa gente. Nada bueno se podía<br />
esperar, intenté avisarte y que nos fuésemos, pero las cosas no fueron tan<br />
sencillas.<br />
—Fui una idiota. Quería ponerte celoso y vengarme. Gracias por quedarte a mi<br />
lado.<br />
—Estaba preocupado. Me quede esperando que te aburrieses y quisieras<br />
regresar. Pero no hubo suerte. Entonces comencé a pedir copas, si tú creías que<br />
estaba bebiendo mucho y borracho, tal vez pensases en que teníamos que<br />
regresar. Pero tampoco hubo suerte.<br />
—Es verdad ¿Cómo es que no estabas borracho, con la cantidad de ginebra<br />
que bebiste?<br />
— 305 —
—Me viste pedir muchas veces ginebras, pero después iba al baño, tiraba la<br />
copa y la rellenaba con agua. Sabía que si las cosas se complicaban tenía que estar<br />
preparado. Además, si otros creen que estas borracho, se confían y tienes más<br />
oportunidades.<br />
— ¿Cómo apareciste tan rápido?<br />
—Cuando saliste con “el guapo”, por un momento pensé en no meterme, tal<br />
vez hasta os lo pasaseis bien. Pero cuando vi que sus los amigos fueron detrás de<br />
vosotros, ya sabía que todo se había complicado. Solo tuve que seguirlos.<br />
—Marcelo, eres un imbécil, si sabias que esos eran unos violadores deberías<br />
haberme sacado, a tortas, si fuese necesario.<br />
—No lo sabía. Además, si te lo hubiese comentado tu pensarías que te quería<br />
fastidiar el rollo. Y si te intentaba sacar por la fuerza, todo se podría complicar, en<br />
esa taberna había por lo menos siete tipos.<br />
—Cuando entraste en la habitación, ellos eran tres y tú acabaste con dos de<br />
ellos en unos segundos. ¿Dónde aprendiste a pelear tan bien?<br />
—Aquí y allí, para mantenerme en forma en los barcos me acostumbre a hacer<br />
algo de estiramientos y artes marciales. Pero yo no soy el que busca peleas, esta<br />
ha sido la tercera en toda mi vida.<br />
—No seas modesto, eres buenísimo.<br />
—Olvídate de eso. En las peleas de bares lo que más cuenta es la sorpresa; al<br />
primero lo engañé y el segundo confió en su fuerza.<br />
—Lo que no entiendo, es porque dejaste que se fuese el último, también se<br />
merecía una paliza.<br />
—Con los dos primeros el enfrentamiento resultaba inevitable. <strong>El</strong> tercero, ya<br />
no quería luchar, sino solo huir; además, tenía una navaja y nunca se sabe, es un<br />
arma peligrosa. Tuvimos suerte cuando se largó.<br />
— ¿Por qué crees que lo hizo?<br />
—O se enfrentaba solo contra mí o se iba. Esa gente es cobarde y no tiene<br />
motivos por los que pelear, solo lo hacen si se sienten superiores. Ahora Altaha,<br />
ya sabes que tienes que tener mucho cuidado cuando bajes a tierra en lugares<br />
desconocidos.<br />
—Soy una idiota. Pero a partir de ahora no me pienso separar de ti ni unos<br />
milímetros. Además te doy permiso a que me pegues dos tortas si no te hago<br />
caso.<br />
—No te hará falta. Como decía mi abuelo, la experiencia es la mejor maestra.<br />
Con tanta excitación no tenían ningún sueño. Así que estuvieron despiertos<br />
hasta las tres de la mañana. Entonces, cuando llevaban más de una hora<br />
— 306 —
navegando sin incidencias y la isla ya apenas se mostraba como una mancha en el<br />
horizonte, se relajaron y se acostaron mientras Marcelo se quedaba de guardia.<br />
Después de este incidente ya no deseaban atracar más que en lugares<br />
conocidos y seguros; Al oeste quedaba Cuba, que descartaron inmediatamente<br />
pues sus fronteras estaban muy cuidadas; además, lo mismo los detenían como<br />
un supuesto comando para intentar matar a Fidel Castro, incluido la imagen del<br />
Albatros como barco extraño diseñado por la CIA. Al este se encontraba la isla<br />
Iguana y las islas Turcas y tampoco las conocían. La decisión más segura seria<br />
seguir hacia el norte hasta las Bahamas y en concreto a su capital Nassau. Estaban<br />
a unas trescientas millas, así que tardarían unos dos días, si bien después de lo<br />
que habían pasado, se encontraban más seguros en el Albatros en la mitad del<br />
mar que en cualquier puerto extraño.<br />
También concretaron que ese sería su último destino antes de regresar a<br />
España. Aunque en general se lo habían pasado muy bien, lo cierto es que el susto<br />
de Altaha les hizo recordar la tranquilidad y seguridad de sus vidas en España.<br />
Navegaban apaciblemente casi sin olas, cuando se sorprendieron al ver a unos<br />
veinte metros una especie de roca que apareció y desapareció en breves<br />
segundos.<br />
— ¿Qué es eso?<br />
—Tranquila –le comentó Marcelo—, solo se trata del lomo de una ballena,<br />
dentro de unos minutos saldrá de nuevo a respirar y la veras mejor.<br />
—Pues parecía un monstruo.<br />
—Le pasa a todo el mundo. En la mar, cuando ven algo que se mueve y no lo<br />
identifican siempre creen que es un monstruo desconocido.<br />
Carlos recordó algo.<br />
—Tiene su lógica, de ahí imagino que surgió el monstruo bíblico Leviatán.<br />
—Si seguro –le confirmo Marcelo-, que le primer judío que vio una ballena o<br />
cachalote se quedó impresionado. Hay que tener en cuenta que hasta hace solo<br />
cien años, los barcos eran relativamente pequeños, solo hay que pensar que en la<br />
batalla de trafalgar los barcos median unos sesenta metros, y los pesqueros eran<br />
muchísimo más pequeños. Imagínate una ballena de veinte o treinta metros vista<br />
desde una chalupa de solo seis metros. Parecería un auténtico monstruo, incluso<br />
si chocas con ella pensarías que estas ante una pequeña isla. Igual ocurriría, si<br />
suben a un pesquero un calamar gigante de quince metro de largos que las<br />
leyendas los llamaban kraken.<br />
—Lo que no entiendo, porque hay tantas leyendas de seres mitológicos.<br />
— 307 —
—Lógico. Solo hay que imaginarse la primera vez que alguien vio un narval, le<br />
parecería que estás viendo un auténtico unicornio de mar. O cuando un pescador<br />
cogió una anguila y le sacudió una descarga eléctrica, pensaría que estaba<br />
embrujada.<br />
Así siguieron navegando mientras Marcelo les comentaba más anécdotas<br />
sobre los animales extraños.<br />
Desde que salieron de tortuga la actitud de Altana hacia Marcelo cambió<br />
radicalmente, se olvidó del enfado y ahora solo quería agradecer que la hubiese<br />
salvado. Desde ese momento perdió toda moderación por mostrar sus<br />
sentimientos, ni la presencia de Carlos le impedía estar cada tres por cuatro<br />
abrazando a Marcelo. Este, intentaba desembarazarse de ella, lo que en un lugar<br />
tan pequeño como el Albatros resultaba muy difícil, pues constantemente<br />
coincidían.<br />
—Altaha, déjame, te pegas como el alquitrán.<br />
—Es que quiero darte las gracias, no puedo evitarlo. Me gusta estar junto a ti.<br />
— ¿Mas juntos que todo el día aquí metidos?, eso es imposible.<br />
—Tú ya sabes a qué me refiero, me siento protegida, deberíamos salir juntos.<br />
— Y tú ya sabes que es mala idea.<br />
— ¿Me desprecias?<br />
—Tú no tienes desperdicio. Pero es una mala idea<br />
— ¿Por qué?<br />
—Nada ha cambiado, excepto que te sientes obligada por lo de Tortuga y<br />
quieres agradecérmelo.<br />
—Vale, admito que estoy agradecida, pero eso solo significa que ahora te<br />
quiero más.<br />
—No ha cambiado nada. Si Carlos necesitase mi ayuda, lo habría hecho igual, e<br />
imagino que no querría que saliésemos juntos.<br />
Carlos lo miró con cara de asco, mientras Altaha insistía en el tema.<br />
—Tu sabes que eso no tiene nada que ver, entre nosotros hay algo eso no se<br />
puede negar.<br />
—Lo confundes con la amistad. En la mar, a solas, es fácil confundir los<br />
sentimientos. Además cada uno tiene su vida.<br />
—Y me parece bien, que si te quieres acostar con otras mujeres, bueno, no es<br />
que salte de alegría, pero lo acepto, siempre y cuando mientras estemos juntos lo<br />
pasemos bien.<br />
Marcelo se dio cuenta, que lo acontecido en Tortuga había trastocado todo su<br />
plan para librarse del Altaha. Nunca llego a imaginar que aceptaría que él se fuese<br />
— 308 —
con otras mujeres. Ahora esa estrategia no servía, así que habría que dar otro<br />
paso adelante.<br />
—Altaha, tienes que saber algo. En Santo Domingo no me acosté con las<br />
mulatas, las despaché rápidamente y me fui a un hotel a tomar unas copas. Lo<br />
hice para que te cabreases y te olvidadas de todo esto.<br />
Altaha se quedó sorprendida por el comentario, pero lejos de enfadarse sonrió<br />
de oreja a oreja.<br />
— ¡Lo sabía, lo sabía! Algo en mi interior me decía que tú no preferías a esas<br />
mulatas antes que a mí. Gracias por habérmelo dicho, ahora sé que lo nuestro va<br />
en buen camino.<br />
Marcelo se quedó descolocado, de nuevo su plan volvía a fracasar.<br />
Carlos sonreía, comprobando los frustrados intentos que hacia Marcelo para<br />
librarse de Altaha.<br />
Marcelo suspiró con resignación.<br />
—Casi prefería que te cabreases y acabar con todo esto de una vez. Me<br />
gustaría que no siguieses insistiendo en una relación que no existe.<br />
Altaha no le hizo ningún caso al comentario, y siguió hablando sobre los<br />
aspectos románticos de una relación. Marcelo optó por aguantarse, no quería<br />
volver a ofenderla, y se consoló pensando que en unos días le pasaría la emoción<br />
del momento.<br />
— 309 —
BUENAS COMPAÑÍAS<br />
Ya dentro de la rutina de la navegación se acercaban sin incidentes a las<br />
Bahamas, Altaha consultó por Internet y les hizo un pequeño resumen de la<br />
historia de las Bahamas.<br />
La Mancomunidad de las Bahamas es un estado independiente ubicado en las<br />
Antillas, un archipiélago de veinte cuatro islas habitadas, seiscientas deshabitadas<br />
y más de dos mil peñascos y escollos.<br />
Inicialmente el archipiélago recibió por parte de los españoles el nombre de la<br />
población epónima de los lucayos, siendo así llamado Islas Lucayas. Se considera<br />
que el nombre de "Bahamas" proviene de una deformación de las palabras del<br />
español Baja Mar ya que gran parte de las islas de este archipiélago sólo es<br />
avistable durante la marea baja o "baja mar".<br />
Desde finales del siglo XV hasta el siglo XVII, las Bahamas estuvieron bajo la<br />
soberanía española, aunque las islas, por su situación estratégica en la "Ruta del<br />
Galeón" y por formar el archipiélago un auténtico laberinto insular,<br />
paulatinamente fueron transformándose en escondites y nidos de piratas,<br />
bucaneros y filibusteros, especialmente ingleses. Así, en el siglo XVIII, los lealistas<br />
británicos que habían dejado Nueva Inglaterra, se trasladaron a las islas. Debido al<br />
gran número de colonos británicos, la soberanía del archipiélago se traspasó de<br />
España a Reino Unido y las Bahamas fueron declaradas colonia británica en 1783.<br />
En 1973, los habitantes de las Bahamas votaron a favor de la independencia<br />
del Reino Unido, aunque permanecieron dentro de la Mancomunidad Británica de<br />
Naciones, la llamada Commonwealth. Desde su independencia, las Bahamas han<br />
prosperado notablemente gracias al turismo, a la banca internacional y la gestión<br />
de inversiones dado que se trata de un paraíso fiscal. Lo que les ha dotado de un<br />
nivel de vida muy elevado.<br />
A los tres, les pareció un lugar prefecto, deseaban estar tranquilos y sin<br />
problemas, así que se dirigieron directamente a la Nassau.<br />
Retrasaron un poco la marcha por la noche para llegar al amanecer, pues<br />
siempre resultaba más sencilla la navegación por canales y encontrar con la luz<br />
del día los muelles de atraque.<br />
La zona del puerto estaba dentro de un canal que en realidad la formaba la<br />
propia isla de New Providence y la pequeña isla paradise, que durante diez<br />
kilómetros formaba un dique natural que protegía todo el puerto dejando en su<br />
interior un canal de entre doscientos y quinientos metros de ancho.<br />
— 310 —
<strong>El</strong> puerto náutico de Nassau estaba repleto de barcos, por lo que los desviaron<br />
al pantalán de los yates un poco más grandes. Amarraron al Albatros, al lado de<br />
un gran velero; un Swan 75 precioso, el casco de color azul marino, con una<br />
cubierta de madera de teca y una línea baja casi sin sobresalir la cabina principal.<br />
—Qué bonito es ese barco –comentó Altaha.<br />
—Si te parece no lo es –le matizó Marcelo—, los Swan son los Rolls Roce de los<br />
yates de vela. Son tan perfectos, que comentan que incluso la muesca de los<br />
tornillos está alineada.<br />
La bandera de Norteamérica ondeaba, y en popa mostraba el nombre de<br />
“Endeavour”, que significa algo así como esfuerzo o empeño. En la cubierta,<br />
estaba una niña de unos ocho años rubia junto con un niño de unos diez, los dos<br />
sentados en la borda con los pies colgando y apoyados en los candeleros, les<br />
miraban con curiosidad.<br />
—Que barco es ese —preguntó la niña en inglés, con la naturalidad que<br />
pregunta un niño.<br />
—Un barco especial le contesto Carlos.<br />
—Me gusta. Parece un pájaro.<br />
—Sí, es como un pájaro, incluso tiene alas.<br />
— ¿Podemos verlo por dentro?<br />
Carlos, miró hacia el velero, pero no aparecía ningún adulto en la cubierta.<br />
Sopesó la situación, le encantaban los niños y deseaba hacerlos felices, pero lo<br />
último que quería es que los acusasen de secuestrar a unos niños, si veían que los<br />
metían en el Albatros.<br />
—Podéis venir a verlo. Pero debéis avisar primero a vuestros padres.<br />
Los niños salieron corriendo y desaparecieron en el interior, al cabo de un<br />
minuto, salió un hombre alto rubio, de unos cuarenta y tantos.<br />
Bajó al pantalán y se dirigió al Albatros. Carlos también bajo del Albatros.<br />
—Hola, me llamo Mike –dijo muy campechano ofreciéndole la mano—,<br />
perdonar a mis chicos, son unos niños atrevidos y malcriados.<br />
—Soy Carlos, somos españoles –le contestó en inglés-. Tienes unos hijos muy<br />
simpáticos. Querían ver nuestro barco, pero considere que mejor supieseis que<br />
estaban con nosotros.<br />
Se quedó mirando con cara de perplejidad al Albatros.<br />
— ¿Es un barco?<br />
—Sí, especial, lo hemos construido nosotros.<br />
— ¿Lo habéis construido vosotros? –pregunto de nuevo con curiosidad<br />
—Sí, en una fábrica de aviones.<br />
<strong>El</strong> americano no disimulaba su asombro.<br />
— 311 —
— ¡Uau! Es increíble.<br />
—Tus hijos quieren verlo, ¿venís todos?<br />
—Sí. Espera que avise a mi mujer.<br />
Se introdujo en el barco, y un minuto después salió con su mujer Sophia que<br />
les presentó, así como a sus hijos Grace y Christopher.<br />
Ya en el interior del Albatros, a los niños les encanto estar sentados en el<br />
puesto de pilotos como si fuese un avión. Mike, estaba muy interesado y<br />
preguntaba cómo funcionaba todo. Y a cada explicación de Carlos se quedaba<br />
más asombrado.<br />
Después de diez minutos se bajaron del Albatros. No les ofrecieron tomar<br />
nada, pues dentro solo había sitio para cuatro, así que para compensar la falta de<br />
atención, Carlos les ofreció invitarlos en las instalaciones del puerto. Mike y<br />
Sophia, dijeron que mejor les invitaban a tomar algo en su barco, así, de pasó, se<br />
lo enseñaban devolviéndoles la visita.<br />
<strong>El</strong> precioso barco de Mike y su familia se trataba de un Swan 75, tal y como ya<br />
había descrito Marcelo. <strong>El</strong> barco se podría definir como un lujo clásico, clásico<br />
como velero sin extravagancias, y de lujo porque todos los detalles estaban<br />
realizados con materiales de primera calidad. La madera de teca cubría toda la<br />
cubierta y en el interior todo el mobiliario de madera de cerezo. Cinco camarotes<br />
todos con su baño privado, un salón central muy amplio, así como una cocina<br />
impresionante. <strong>El</strong> Albatros, a su lado parecía un apartamento comparado con esa<br />
mansión.<br />
Se sentaron en cubierta con unos refrescos comentando la excelencia del<br />
Swan, pero Mike estaba mucho más interesado en el Albatros que en recibir<br />
adulaciones. Cuando Carlos le comentó que lo hicieron planear y habían llegado a<br />
alcanzar más de cuarenta y cinco nudos, Mike se mostró asombrado. Después de<br />
todo su magnífico barco, en el mejor de los casos, llegaba a veinte nudos. Carlos a<br />
la vista de tanto interés le ofreció probarlo, pues tenían pensado permanecer al<br />
menos un par de días en Nassau.<br />
Así entre unas cosas y otras siguieron hablando toda la mañana y acabaron<br />
comiendo en el Swan ante la insistencia de sus nuevos anfitriones.<br />
Marcelo hizo migas con el hijo Christopher, que tenía mucha curiosidad por los<br />
motores por lo que se ganó el respeto y la paciencia de Marcelo, mientras que<br />
Altaha, se entendía muy bien con Sophia y Grace deseando poder hablar con<br />
mujeres.<br />
Durante la cena le preguntaron por qué le puso el nombre de Endeavour. Mike<br />
les explico que le pareció uno de los nombres más tradicionales; Desde del<br />
famoso <strong>El</strong> HM Bark Endeavour que fue el barco de del capitán James Cook; o el<br />
— 312 —
arco de regata de la copa América clase J de 1934, que en la actualidad aún<br />
seguía navegando. Incluso se le ha puesto ese nombre a una de las lanzaderas<br />
espaciales y hasta existe un club con ese nombre el Endeavour Yacht Corporation.<br />
Su mujer Sophia, con un toque sutilmente irónico, comentó que resultaba<br />
evidente lo poco original que se mostró escogiendo el nombre.<br />
Transcurrió una velada magnifica después de lo cual se fueron a conocer la<br />
ciudad por la tarde.<br />
A días siguiente Mike y su familia aceptaron la invitación para probar el<br />
Albatros. Por la mañana tuvieron que resolver algunos asuntos de papeleo así que<br />
por la tarde subieron todos para dar una vuelta. Los niños estaban asombrados<br />
cuando desplegaba las alas y como con facilidad cogían los quince nudos con<br />
vientos suaves. Mike no solo admiraba las condiciones de navegación del<br />
Albatros, sino también el gran mérito que tenían al haberlo construido ellos tres y<br />
el haberlo probado en una travesía trasatlántica. Carlos le ofreció a Mike probar la<br />
velocidad máxima elevándose sobre el agua, aunque le advirtió que tenía cierto<br />
peligro y solo lo había probado una vez, por lo que aconsejaba dejar primero en<br />
tierra a su mujer y a los hijos. Mike, que ya estaba lo suficientemente asombrado<br />
con el Albatros, optó por no arriesgarse, lo que dejó tranquilo a Carlos que<br />
tampoco estaba muy convencido.<br />
Al regresar Mike y su mujer les invitaron a cenar en el Endeavour. Durante la<br />
cena, y explicando sus planes, Carlos comentó que dada las incomodidades del<br />
Albatros, seguramente cogerían un hotel por unos días, pues deseaban estar un<br />
poco más cómodos antes de retomar la travesía de regreso a España. Mike, volvió<br />
de hablar con su mujer en la cocina, y les comentaron que en los siguientes tres<br />
días pensaban navegar un poco hacia el sur hasta roker Point Stelmetn hasta<br />
bahía esmeralda, a unas ciento veinte millas; y de forma sorpresiva les invitaron a<br />
que los acompañasen como invitados, pues cabían todos perfectamente en el<br />
Endeavour.<br />
Altaha la más espontánea y expresiva aceptó de inmediato, sin ni siquiera<br />
mirar a sus compañeros. Carlos y Marcelo, también dijeron que si, no solo por no<br />
desilusionar a Altaha, sino que ellos mismos planteaban que vivir en el Endeavour<br />
durante tres días se trataba de unas vacaciones, respecto a las condiciones en que<br />
estaban en el Albatros.<br />
A diferencia de otros navegantes noveles, que buscaban ciudades conocidas<br />
con miles de turistas, Mike y su familia solo deseaban estar tranquilos y disfrutar<br />
del mar. Por seguridad y comodidad buscaba buenos puertos, pero si podían,<br />
— 313 —
preferían lugares más tranquilos y solitarios. Después de todo su barco disponía<br />
de todos los equipamientos y comodidades.<br />
Trasladaron un pequeño equipaje al Endeavour y dejaron al Albatros cerrado,<br />
avisando al guardia del puerto para que lo vigilase especialmente.<br />
<strong>El</strong> Swan disponía de cinco camarotes dobles de los cuales Mike y su familia<br />
ocupaban tres, así que les propusieron que Altaha durmiese en uno y en el otro<br />
Carlos y Marcelo. Pero Grace estaba ilusionada con Altaha como su nueva amiga y<br />
quiso dormir con ella. Así que Carlos y Marcelo dispusieron de un camarote para<br />
cada uno de ellos y se quedaron más contentos que si estuviesen en el mejor<br />
hotel de lujo.<br />
<strong>El</strong> Swan 75 llevaba unas inmensas velas, si bien, al disponer de enrolladores,<br />
winches eléctricos y piloto automático, a pesar de su gran eslora, perfectamente<br />
lo podía manejar una sola persona. Mike y Sophia les explicaron que disfrutasen<br />
de viaje y que no se preocupasen por la maniobra. Carlos y Altaha acogieron de<br />
buen grado la sugerencia, pues nunca había manejados drizas ni escotas, en tanto<br />
que Marcelo se mostró un tanto frustrado por no poder trabajar con toda la<br />
maniobra de un velero.<br />
Salieron a motor por el canal de la isla. Ya en el mar, Mike se dedicó a activar<br />
algunos botones y desplegó la vela mayor así como un inmenso génova y con el<br />
habitual viento del Caribe marcaron unos cómodos quince nudos.<br />
Marcelo, no dejaba de analizar todo el barco y cuando en la salida del puerto<br />
oyó el motor, su sexto sentido apreciaba que algo no iba totalmente bien aunque<br />
no se trataba de nada grave y con fácil solución, por lo que le pidió permiso a<br />
Mike para ajustarlo. A Mike le parecía mal que Marcelo se pusiese a trabajar en<br />
algo que podían haber los mecánicos cuando regresen a Nassau. Carlos le tuvo<br />
que explicar, que para Marcelo más que un trabajo resultaba casi una obligación,<br />
y que no tuviesen la más mínima duda que dejaría el motor perfecto. Así estuvo<br />
metido junto el motor cerca de dos horas, después lo dejó tan ajustado como un<br />
reloj suizo.<br />
La travesía fue muy tranquila, aunque Carlos y Altaha no llegaban a<br />
acostumbrarse a eso de navegar escorados. Después de todo el Albatros disponía<br />
de la ventaja frente al resto de los veleros de navegar siempre equilibrado y<br />
horizontal.<br />
Llegaron a “bahía esmeralda” después de nueve horas de navegación, el<br />
puerto está literalmente metido dentro de la tierra y se entraba por un angosto<br />
paso, una vez dentro se encontraban totalmente protegido del mar.<br />
— 314 —
Mike resulto ser un magnífico anfitrión y le gustaba sentarse en la cubierta<br />
después de comer o cenar y hablar de lo que fuese.<br />
Se enteraron que vivían en New York donde Mike poseía varias cadenas de<br />
televisión locales, se trataba del típico empresario emprendedor hecho a sí<br />
mismo, y centrado en su trabajo y en su familia, se mostraba ajeno a todo lujo. Su<br />
mayor felicidad se plasmaba en estar en estar a solas con su familia navegando, y<br />
en este sentido el Endeavour había sido su único capricho. No solo se trataba de<br />
un viaje de vacaciones, sino que con la independencia del barco y la navegación<br />
deseaba transmitir a sus hijos ese sentimiento de valerse por sí mismo y superar<br />
las adversidades. Así, resultaba impresionante ver como Grace y Christopher se<br />
movían por el barco con toda naturalidad, realizando las funciones propias de<br />
marineros, lo mismo eran capaces de amarrar una escota en la cornamusa, como<br />
de ponerse a la rueda del timón para mantener el rumbo. Sophia, aunque sin<br />
tanta pasión, apoyaba esta educación y se sentía orgullosa de la disciplina que<br />
mostraban sus hijos.<br />
Pero ni Mike o Sophia le gustaba hablar sobre sus virtudes, sino que, como<br />
buenos tertulianos, se centraban más en anécdotas simpáticas. Como en aquella<br />
ocasión que una actriz famosa llego borracha a un programa en directo. <strong>El</strong><br />
director del programa, ante la alternativa de suspenderlo, tuvo la genial idea de<br />
plantear la entrevista simulando como si la actriz llegase borracha a la entrevista.<br />
Al final el público del plató aplaudía a rabiar la actuación, e incluso la crítica la<br />
felicitó al día siguiente por tal convincente representación.<br />
Las explicaciones de Mike no eran tan técnicas como Carlos, ni tan profusas<br />
como las de Marcelo, pero contemplaba aspectos anecdóticos y humanos que las<br />
hacían muchísimo más entretenidas. Además, como magnífico comunicador,<br />
manejaba perfectamente las inflexiones de la voz y la expresividad corporal,<br />
logrando expresar los sentimientos de los personales o la tensión de las<br />
situaciones.<br />
Altaha les comentó que Marcelo conocía unas historias del mar fantásticas.<br />
Mike miró, con un cierto aire de escepticismo, al recatado Marcelo, siempre parco<br />
en palabras. No se podía imaginar que ese marinero apocado contase buenas<br />
historias. Carlos se dio cuenta, y ratificó las palabras de Altaha, insistiendo que<br />
Marcelo tenía unos conocimientos de historia asombrosos y una memoria<br />
increíble. Mike insistió entonces que le contase alguna historia. Aunque Marcelo<br />
parecía no estar inicialmente dispuesto, ante la insistencia de todos al final<br />
sucumbió.<br />
— 315 —
Y así en la cubierta apoyados entre almohadones, Marcelo comenzó a contar<br />
una de sus historias, esta vez de forma más pausada, pues debía buscar en ingles<br />
las palabras, frases y giros para expresarse correctamente.<br />
Ernest Shackleton un irlandés, que se hizo capitán de la marina mercante y<br />
ansioso de aventuras en 1901 embarca por primera vez con Robert Falcon Scott<br />
con destino a la Antártida y la conquista del polo sur, pero enfermó y tuvo que<br />
abandonar. Animado por la experiencia del viaje organizó su propia expedición y<br />
en 1907 al polo sur. Tienen mala suerte y tiene que abandonar se ven forzados a<br />
abandonar a tan solo ciento ochenta kilómetros del Polo Sur.<br />
En 1911, Roald Amundsen alcanzó el Polo Sur. Shackleton, decepcionado por<br />
no poder ser el primero, se pone como objetivo ser el primer en atravesar el<br />
continente a pie, lo que supondría una marcha de tres mil trescientos kilómetros<br />
desde el Mar de Weddell hasta el Mar de Ross, pasando por el Polo Sur. La<br />
duración de la travesía fue estimada en ciento veinte días.<br />
La propia convocatoria publicada en 1913, como anuncio en los periódicos ya<br />
pasado a la historia; "Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo.<br />
Mucho frío. Largos meses de completa oscuridad. Constante peligro. No se<br />
asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito". Este anuncio<br />
Lejos de alejar a los candidatos, recibió más de cinco mil solicitudes.<br />
<strong>El</strong> 8 de agosto de 1.914, a bordo del "Endurance", Shackleton y sus veintisiete<br />
tripulantes parten del puerto inglés de Plymouth. En septiembre arriban a las<br />
costas de la Isla Georgia del Sur. Hay islotes de hielo por todas partes y el avance<br />
se toma muy lento. <strong>El</strong> hielo se hace cada vez más espeso y el diecinueve de enero<br />
de 1.915, el "Endurance" se encuentra completamente atrapado en el hielo sobre<br />
el mar de Weddell. Las temperaturas caen a menos de veinte grados bajo cero,<br />
pero no les preocupa, pues están preparados para pasar el invierno antártico a<br />
bordo del barco.<br />
Nueve meses después siguen atrapados en el hielo aunque con suficientes<br />
provisiones, pero de repente todo cambia cuando por la constante presión de los<br />
hielos el barco se rompe y en unos días se hunde.<br />
La situación objetivamente resultaba desesperada, sin barco en el medio de<br />
un mar de hielo en el otro extremo del mundo y sin ningún auxilio en miles de<br />
kilómetros. Y hay que darse cuenta, que en esa época no hay radios por lo que<br />
nadie sabe desde hace meses en donde están lo que descarta esperar ningún tipo<br />
de ayuda.<br />
Rescatan algunos víveres, los perros y tres lanchas. Deciden dirigirse a la Isla<br />
de Paulet. Para ello deben de arrastrar los tres botes sobre el hielo en una<br />
— 316 —
travesía muy lenta y dura. Cuando se dan cuenta que están en una masa de hielo<br />
que se mueve con las corrientes deciden montar un campamento y esperar.<br />
Pusieron los botes invertidos de forma que les sirvieran de habitáculos y se<br />
alimentaban de cazar focas y pingüinos. Shackleton no solo estaba preocupado<br />
por la supervivencia física, sino también por mantener anta la moral, realizando<br />
cualquier actividad que los mantuviese entretenidos.<br />
Así estuvieron cuatro meses hasta abril de 1.916, cuando inesperadamente en<br />
una noche la masa de hielo comenzó a fragmentarse. Casi les cuesta la vida a<br />
algunos hombre, pero finalmente lograron subirse a las tres embarcaciones<br />
logrando que todos sobreviviesen. Así fueron navegando hasta alcanzar la Isla<br />
<strong>El</strong>efante en el punto norte de la península antártica. Hacía dieciséis meses que no<br />
pisaban tierra firme y habían recorrido por lo menos unos tres mil quinientos<br />
kilómetros en el hielo.<br />
A pesar de estar en tierra firme, la situación seguían siendo igualmente<br />
desesperada, aislados en una pequeña isla resultaba inútil esperar ser rescatados,<br />
pues nadie en el mundo conocía donde estaban. La única salida consistía en ir a<br />
buscar ayuda, así que Shackleton con cinco más, decide dirigirse a la isla Georgia<br />
del Sur, a ochocientas millas, en cuyo lado norte estaba situada una estación<br />
ballenera noruega, atravesando el mar en uno de los botes.<br />
Para esa travesía tuvieron que esquivar icebergs y navegar contra las<br />
infernales condiciones de uno de los mares más temidos por todos los marinos<br />
del mundo. Tenían que achicar constantemente el agua que entraba, y cuando se<br />
comenzó a formar hielo tuvieron que sacarlo a martillazos. Pero su mayor<br />
problema, además de sobrevivir cada minuto, fue que cualquier error de<br />
orientación haría que se pasasen de la isla y se quedasen en medio del océano<br />
antártico en un bote.<br />
Después de dieciséis días de infernal travesía, con increíble pericia logran<br />
llegar a la costa sur de la isla Georgia del Sur. Surge un nuevo problema, pues la<br />
estación ballenera esta justamente al otro lado, y el bote no aguanta más, así que<br />
la única posibilidad es atravesar a pie pico y glaciares helados, de una zona sin<br />
mapas durante veinticinco millas.<br />
De los seis tripulantes, dos estaban muy débiles así que se quedan cuidados<br />
por uno y Shackleton con los otros dos emprenden el viaje. Caminan durante<br />
treinta y seis horas sin parar ante el riesgo de quedarse dormidos y congelados,<br />
finalmente logran llegar los tres sanos y salvos.<br />
Inmediatamente Worsley parte hacia el lado sur de la isla para recoger a los<br />
tres hombres que habían quedado allí. Por su parte Shackleton, consigue el<br />
— 317 —
allenero "Southem Sky" y dos días después, junto a Crean y Worsley parte hacia<br />
la Isla <strong>El</strong>efante a recoger al resto de sus compañeros.<br />
<strong>El</strong> hielo les hace retroceder hasta las Islas Falkland, donde el gobierno<br />
uruguayo les cede un barco arrastrero. Nuevo fracaso. Desde Punta Arenas, con la<br />
ayuda de los residentes británicos fleta una goleta, la "Emma" que también<br />
fracasa en el intento.<br />
Por fin, el 30 de agosto de 1.916, a bordo del remolcador chileno "Yelcho",<br />
Shackleton consigue llegar a la Isla <strong>El</strong>efante y rescatarlos. En los seiscientos treinta<br />
y cuatro días que duró la expedición, Shackleton no perdió a un solo hombre. La<br />
aventura de Shackleton es posiblemente la más importante de las vividas en los<br />
Polos, y aunque no aportó ningún éxito ni avance científico, es el máximo<br />
exponente del trabajo en equipo, del espíritu de lucha y de la supervivencia.<br />
Hay una frase que dijo Raymond Priestley, marinero que trabajó bajo las<br />
órdenes de los tres "grandes" del Polo Sur; Scoott, Amundsen y Shackleton, que<br />
resumen lo que para ellos significaba Shackleton. “Como jefe de una expedición<br />
científica, yo elegiría a Scott; para un raid polar rápido y eficaz, a Amundsen; pero<br />
en medio de la adversidad, cuando no ves salida, ponte de rodillas y reza para que<br />
te envíen a Shackleton”.<br />
Como curiosidad, el bote en el que hicieron la travesía hasta isla Georgia del<br />
Sur, fue rescatado y llevado a Inglaterra en 1919 por James Quiller Rowett, que<br />
había financiado la última expedición como condiscípulo de Shackleton del<br />
colegio Dulwich en el sur de Londres, y ahí está expuesto actualmente sobre unas<br />
piedras también traídas de la isla.<br />
Otra curiosidad es que la expedición llevaba un fotógrafo llamado Hurley.<br />
Profesional capaz de hacer fotografías en condiciones muy difíciles, y apasionado<br />
por su trabajo. Así que cuando el Endurance comenzó a hundirse, insistió en<br />
rescatar todas las fotos. <strong>El</strong> problema es que los negativos estaban en placas de<br />
cristal que pesaban mucho, así que de las quinientas cincuenta que disponía<br />
escogió las ciento cincuenta mejores y las logró proteger hasta el rescate final.<br />
Hoy forman parte de una exposición que recorre el mundo.<br />
Y con estas anécdotas terminó su historia. Tanto Mike como Sophia le<br />
correspondieron con un profuso aplauso, al que se unieron Carlos y Altaha. Mike<br />
estaba tan emocionado, que bajó hasta la cocina y unos minutos después subió<br />
con unas copas y una botella de champán, para brindar por la mejor historia que<br />
se había contado en el Endeavour. Así brindaron en honor a Marcelo, que lo<br />
estaba pasando realmente mal siendo el centro de tanta atención.<br />
— 318 —
Durante dos días disfrutaron de la navegación por las islas, aprovechando para<br />
fondear junto a las playas, bajando con la zodiac que se guardaba en el espejo de<br />
popa.<br />
Entre conversación y conversación, Mike sintió curiosidad de conocer el<br />
motivo por el que tres amigos, de personalidades tan dispares, se hubiesen<br />
metido a construir un barco y navegar juntos. Carlos le contó la historia del cierre<br />
de la fábrica, y de cómo en realidad este viaje se trataba de una especie de<br />
despedida y descanso antes de reconstruir sus vidas.<br />
Mike se sintió incómodo por haber sido tan curioso. No resultaba agradable<br />
para un invitado tener que reconocer que estaba arruinado y sin trabajo. Sin<br />
pensarlo, les comentó que tenía muchos amigos y si necesitaban un trabajo<br />
siempre podría buscarles algo en sus especialidades. Que era una forma discreta<br />
de decir que el mismo los contrataría.<br />
Carlos se lo agradeció pero rehusó la ayuda, sus problemas los tendrían que<br />
solucionar ellos solos.<br />
Mike, casi se enfadó, reprochándoles que esta conducta típica de los<br />
españoles y de su orgullo, insistiendo que los amigos estaban precisamente para<br />
ayudarse.<br />
Carlos, aunque agradeciéndole su ayuda, volvió a declinarlo con rotundidad y<br />
tanto Marcelo como Altaha se adhirieron a este argumento sin fisuras. Aun no<br />
estaban tan desesperados por un trabajo, como para mendigárselo a un amigo<br />
recién conocido.<br />
Ya de regreso en Nassau, casi les daba pena bajar del Endeavour, se habían<br />
integrado perfectamente con la familia y se sentían como en su casa. Inicialmente<br />
pensaban verse en los siguientes días, si bien se sintieron repentinamente<br />
frustrados, pues ante la previsión de una tormenta que se estaba montando al<br />
norte de las bermudas Mike tomó la decisión de adelantar la salida.<br />
Mike, siempre muy precavido, no quería ningún problema que pudiese afectar<br />
a la seguridad de su familia. La idea era hacer una escala en las Bermudas, que se<br />
encontraban a setecientas cincuenta millas, antes de regresar a New York. <strong>El</strong><br />
Endeavour con buen viento navegaba a una media de quince nudos por lo que no<br />
tardarían más de dos días en llegar, en tanto que la tormenta aun tardaría cuatro<br />
días en alcanzarlos. Esto les permitiría llegar con calma a las Bermudas y estar ahí<br />
cuatro o cinco días a la espera que pasase toda la tormenta antes de regresar a<br />
New York.<br />
— 319 —
En una última cena en la cubierta del Endeavour se despidieron. Antes de irse<br />
Intercambiaron todos sus datos con los correos electrónicos, teléfonos y<br />
direcciones. Además, Mike les hizo entrega de una pequeña bandera doblada.<br />
—Como vosotros son tenéis ninguna bandera, os entregamos como recuerdo<br />
nuestra bandera del club de yates.<br />
Como correspondencia buscaron en el Albatros algunos productos típicos de<br />
Tenerife que les había regalado Altaha, así como una botella de vino de Madeira.<br />
Volvieron al Albatros, donde Marcelo examinó la bandera.<br />
—Nos han dado su grímpola.<br />
— ¿Que nos han dado qué? Preguntó Altaha con curiosidad.<br />
—La Grímpola es la bandera que representa a un club náutico.<br />
—Pues es rara, en la forma y en el nombre.<br />
Marcelo se lo tuvo que explicar.<br />
—En español se denomina grímpola, a la antigua bandera que los caballeros<br />
solían llevar al campo de batalla en forma de pequeño paño triangular. Dicen que<br />
los primeros clubes náuticos del siglo XXVIII lo copiaron un mantuvieron ese<br />
nombre.<br />
Comentando esas anécdotas, y sobre todo la suerte que habían tendido<br />
conociendo a estos nuevos amigos, se acostaron un poco tristes por la despedida.<br />
Al día siguiente por la mañana, se levantaron temprano con la esperanza de<br />
darles a sus amigos un último adiós. Cuando salieron a cubierta vieron que el<br />
Endeavour ya estaba surcando el canal buscando la salida. <strong>El</strong> previsor de Mike<br />
había decidido salir con los primeros rayos del sol.<br />
—Qué pena me da que se vayan –comentó Altaha.<br />
—Si son buena gente –añadió Marcelo.<br />
—Bueno –dijo Carlos—, hay que contemplarlo con cierto optimismo, dentro<br />
de unos meses o años, aprovechando unas vacaciones seguro que podemos<br />
volver a reunirnos, incluso puede ser navegando en el Endeavour.<br />
Este plan de futuro les hizo pensar también, en que tal y como hicieron sus<br />
amigos ellos también deberían volver a su vida real. Con esos días que habían<br />
pasado con sus amigos, no habían hecho nada de turismo, así que decidieron<br />
quedarse unos días más para preparar todo el regreso. Además, aunque hubiesen<br />
querido regresar en esos momentos, la inminencia de la tormenta se lo impedía.<br />
— 320 —
ÚLTIMOS DÍAS<br />
Como se trataba de sus últimos días en las Bahamas, decidieron coger un<br />
hotel, así descasarían cómodamente antes de tener que volver a vivir en el<br />
Albatros durante casi un mes. Económicamente se trataba del último gasto por lo<br />
asumieron con gusto. Carlos y Marcelo insistieron en que Altaha aceptase la<br />
invitación y cogieron una habitación para ella sola, los precios resultaban mucho<br />
más asequibles que en Antigua, por lo que Altaha sucumbió a la oferta.<br />
Altaha tenía uno de esos días que estaba especialmente sensible y unido a la<br />
melancolía por la pérdida de sus nuevos amigos, solo parecía encontrar refugio a<br />
sus sentimientos en compañía de Marcelo.<br />
— ¿Sabes? Estamos aquí un poco aburridos. Qué te parece si nos vamos de<br />
cena, en plan pareja. Simulando que nos hemos conocido en estas vacaciones y<br />
buscamos una cena romántica.<br />
—Tú has visto muchas películas.<br />
—Me parece que me tienes miedo.<br />
— ¿Miedo?<br />
—Sí, a una relación sentimental.<br />
—Lo que no quiero es hacer tonterías. Ya quedo claro lo nuestro, así que<br />
dejemos este juego absurdo.<br />
—Una cena solo es una cena.<br />
—Olvídalo.<br />
— ¡Ves!, lo que yo decía, no te atreves. Si según tu no hay nada, pues no<br />
importa que cenemos. Si no temes el romanticismo, el estar a solas conmigo, no<br />
significa nada. Como ves, he sido yo la que ha cedido, la que ha renunciado a<br />
todo. Y solo te pido una cena, pero claro tú no quieres concederme ni eso ¿Dime,<br />
quien es aquí el más racional o el más flexible?<br />
Marcelo la miró con temor, pensando que sería muy capaz de seguir<br />
hablándole durante horas perforando su cerebro.<br />
— ¡Vale Altaha, vale! Me taladras la cabeza. ¿Si accedo a la una última cena,<br />
como la de Jesucristo, me dejaras tranquilo?<br />
—Te lo prometo. Lo considerare como mi último intento, te doy mi palabra<br />
que no te molestare más.<br />
—Recuerda que esta promesa hay que cumplirla, quiero vivir tranquilo el resto<br />
de la travesía.<br />
— 321 —
— Si, lo prometo. Pero entonces ya que va a ser la última, quiero una cena<br />
romántica. <strong>El</strong> sitio ya lo busco yo, pero tú tienes que ir bien vestido. Vamos, no<br />
hace falta que vayas de smoking, pero tampoco se te ocurra ir con esas bermudas.<br />
— ¿Qué le pasa a mis bermudas? Son muy cómodas.<br />
—Pues eso, que están más gastadas y con más manchas de gas oíl que la moto<br />
de mi prima.<br />
— ¿Pues no sé cómo quieres que vaya?<br />
—Tú de moda no estás muy al tanto, así que mejor pídele consejo a Carlos.<br />
— ¡Estás loca!, ¿y que se entere de esto?<br />
—Se va a enterar, si o si, porque se lo pienso decir yo. No le vamos a hacer el<br />
feo de dejarlo solo sin darle una explicación convincente.<br />
Marcelo ya se había dado por vencido, así que esta última cuestión no<br />
importaba.<br />
Carlos no tardó en llegar y Altaha lo puso al tanto de la cena y de cómo tenían<br />
que contar con su ayuda. <strong>El</strong> mostró una sonrisa de complicidad ante Marcelo,<br />
mientras hacía esfuerzos por no reírse.<br />
—Conoces la historia de la araña, la viuda negra, o de la mantis religiosa que<br />
después del apareamiento se come al varón.<br />
—Sí, pero no me vaciles, que ya estoy bastante arrepentido de haberme<br />
dejado liar por Altaha.<br />
—Bien, pues nos vamos de compras para convertirte en un auténtico “latín<br />
Lover”.<br />
— ¡Vale Carlos, vale! Solo me faltaba que además, te rías a mi costa.<br />
—Es que hay que reconocerlo, la cosa tiene su gracia.<br />
Así se fueron de compras bajo la tutela estética de Carlos, que trasladó su<br />
estilo clásico a Marcelo. <strong>El</strong> resultado final fueron unos pantalones azul marino,<br />
una camisa azul de listas con cinturón de cuero claro haciendo juego con unos<br />
mocasines.<br />
Altaha apareció con un traje blanco sencillo pero muy elegante, que completó<br />
con un cinturón, una cinta para el pelo y calzada con unas sandalias blancas.<br />
Carlos miró a Altaha como si se tratase de una princesa.<br />
—Estas guapísima. Casi me da envidia de no estar en el lugar de Marcelo.<br />
—No sé, me da algo irnos y dejarte aquí solo.<br />
—Si claro, como solo nos vemos veinticuatro horas al día, comprendo que no<br />
me quieras dejar solo durante unas horas. Ya me conocéis, me quedo feliz con mi<br />
libro y mi manzanilla, que hacía años que no disfrutaba del placer de la lectura.<br />
Olvidaros de mí y que sea una gran velada romántica.<br />
— 322 —
Marcelo gruñó.<br />
—No hace falta que la animes, que Altaha ya va sobrada.<br />
Altaha estaba inquieta.<br />
—Vámonos ya, que tenemos la mesa reservada y es la hora.<br />
Cogió a Marcelo del brazo, mientras que este, descolocado, miró hacia atrás<br />
para despedirse de Carlos mostrando una cara de resignación, como la de un<br />
corderito antes de ser sacrificado.<br />
Altaha escogió el restaurante de un hotel cercano, un lugar muy romántico<br />
según sus criterios. Cuando entraron en el restaurante del hotel, Marcelo se fijó<br />
que estaba dentro de la categoría de lujo.<br />
— ¿Oye, esto no será muy caro?<br />
—No te preocupes, aquí destino mis últimos ahorros, que bien merece la<br />
pena.<br />
—Pues si merece la pena, esta corre de mi cuenta.<br />
—No. Esto es cosa mía Marcelo, ya te agradezco lo suficiente que hayas<br />
aceptado.<br />
Marcelo pensó unos segundos, estaba claro que no consistía en montar una<br />
bronca por invitarla, cuando ella lo tenía muy claro. Así que tendría que pensar<br />
como ella, si quería convencerla.<br />
— Déjame hacer las cosas bien. ¿Qué puede haber más romántico, que te<br />
invite el hombre a cenar?<br />
Altaha se quedó sorprendida.<br />
—Tienes toda la razón—dijo mientras sonreía de oreja a oreja y cogía por el<br />
brazo a Marcelo para entrar.<br />
Los acomodaron en una terraza privada con vistas al mar.<br />
—Bueno, ¿de qué quieres hablar? Le pregunto Altaha.<br />
—Si quieres te cuento alguna historia del mar.<br />
—No, esas están bien para navegar, prefiero algo más íntimo.<br />
—Ya te he dicho que no soy romántico. No valgo para esto.<br />
—Vale, nada de romanticismo, hablemos de sexo.<br />
Marcelo casi se atraganta con el pan.<br />
— ¿Sexo?<br />
—Si, como te gusta hacerlo.<br />
— ¿Y eso que tiene de romántico?<br />
—Bueno, el romanticismo acaba en el sexo, así que como no te va, nos lo<br />
saltamos y empezamos por el final.<br />
—Sabes que no habrá final.<br />
— 323 —
—Entonces, lo dejaremos en mera curiosidad. ¿Cómo te gusta?<br />
Marcelo se encontraba inquieto, por su propia timidez al tener que hablar de<br />
algo que consideraba íntimo.<br />
—Pues, no hay nada que comentar, todo muy normal.<br />
— ¿Arriba o abajo?<br />
—Como decimos los gallegos, depende. Si estoy cansado, mejor abajo.<br />
—A mí me gusta arriba. En eso coincidimos. Y ¿con luz encendida o apagada?<br />
—Digamos, que en la Penumbra.<br />
—Bien, a mí me gusta mirar a los ojos. Seguimos coincidiendo.<br />
— ¿Te gusta quitarle la ropa a la chica?<br />
—No sé, eso no lo programo, imagino que sí.<br />
—Bien, a mí me gusta que me la quiten. ¿Ves? Como somos muy parecidos.<br />
—Si claro. En esto nos parecemos, tú, yo y el resto de la humanidad.<br />
— ¡Viva el romanticismo Marcelo! Tienes que involucrarte un poco. Sigamos<br />
¿Cómo te gusta las mujeres con tanga o normal?<br />
—Normal.<br />
— ¡Vaya! pensé que sería con tanga.<br />
—EL tanga solo le quedan bien a cuerpos perfectos.<br />
—Quieres decir que no soy perfecta.<br />
— ¡Uf! ya la estoy liando. Tu estas muy bien, a ti el tanga te quedaría bien. Yo<br />
estaba respondiendo en general; un culo grande con una ropa pequeña no encaja.<br />
—Tienes razón. Pero te aseguro que a mí me queda muy bien. Así que<br />
también coincidimos.<br />
— ¿Alguna pregunta más?<br />
—Si crees que es un interrogatorio lo dejamos. Además ya veo que<br />
coincidimos.<br />
—Sí, pero como compañeros, en eso hemos quedado.<br />
—Y yo te lo he prometido. ¿Qué te parece si después nos vamos de copas?<br />
—Vale. Pero ya sabes que, si es que vas con segundas, no va a funcionar.<br />
—Sí, ya lo sé, pero es lo que me queda. Dentro de dos copas ya no pensare en<br />
nada.<br />
<strong>El</strong> resto de la cena discurrió tranquila ante la falta de presión de Altaha, y<br />
animados por el vino después se fueron a un karaoke. Entre canción y canción<br />
cayeron un par de copas más y decidieron rematar la noche en algún Pub. Cuando<br />
se vieron en la calle, Marcelo cambió de opinión y cogió un taxi que tenían<br />
delante para volver al hotel, según le explico a Altaha ya había bebido los<br />
suficiente por esa noche.<br />
— 324 —
Al llegar al hotel, se despidieron y Altaha a esas alturas de la noche y bajo los<br />
efectos del alcohol, ya no tenía fuerzas para intentar convencer a Marcelo de<br />
nada.<br />
Altaha se levantó a las once de la mañana, medio afónica por el karaoke. Se<br />
ducho y pensando que el desayuno se tomaba en una terraza expuesta al calor de<br />
la isla, se dejó el pelo mojado y se puso un sencillo vestido blanco de algodón que<br />
era lo más ligero que tenía a mano.<br />
Bajó hasta la cafetería para tomar un café y apenas se sentó apareció Marcelo,<br />
que bajaba todo arreglado, con el pelo aun mojado evidentemente recién salido<br />
de la ducha.<br />
—Vaya, por una vez, nos hemos levantado a la vez.<br />
—Yo me levanté hace dos horas y estuve corriendo. Ahora vengo de<br />
cambiarme.<br />
— ¿Pero se puede saber de qué pasta estas hecho? Yo no puedo ni levantar<br />
una mano, mientras que tú estuviste corriendo durante una hora.<br />
—Todo es acostumbrarte, además, el ejercicio me va bien para despejarme.<br />
—Hablando de lo de ayer, no te quejaras, cumplí con mi palabra. Aunque<br />
durante un momento cuando insististe en volver al hotel rápidamente en taxi,<br />
pensé que habrías sucumbido.<br />
—Cuando salimos, en la acera de enfrente estaban dos tipos, con mala pinta,<br />
que no dejaban de mirarte. Tal vez no fuese nada, pero por seguridad decidí que<br />
lo mejor era regresar cuanto antes.<br />
—Ya me parecía a mí que era demasiado fácil, falsa alarma. Bueno Marcelo,<br />
tenías mi palabra, ese fue mi último cartucho, entones nada.<br />
—Pues me alegro, nos lo pasamos bien ayer, así está bien. Leí en algún lado el<br />
sexo no lo es todo, pero puede acabar con todo.<br />
—Sí, aunque me cuesta asumirlo. No estoy acostumbrada a que me digan que<br />
no, comprenderás que me sienta despreciada.<br />
—No tienes porqué. Tú puedes elegir a quien quieras, ahora estamos en una<br />
situación muy especial donde no hay que hacerle mucho caso a los sentimientos.<br />
Altaha parecía como si no siguiese las palabras de Marcelo y estuviese<br />
pensando en otras cosas.<br />
—No, si comprendo que no estés enamorado, pero es que yo también soy<br />
sincera, me conformaba con un poco de placer sin ningún compromiso a largo<br />
plazo. ¿Y yo me preguntó? ¿a quién le amarga un dulce?<br />
—Ya te he dado mis motivos.<br />
— 325 —
—Y yo te doy los míos. Y quede claro que ya no te pienso acosar, no voy a<br />
sentirme moleta, no haré tonterías, pero eso no significa que no lo podamos<br />
comentar. Vamos, como si fuese tan raro, como si tú nunca hubieses visto a una<br />
chica de tu pueblo y te apeteciese un revolcón, es lo normal. Además, es extraño,<br />
toda la vida viendo que los hombres estáis siempre en celo y ahora me encuentro<br />
con esto. Vamos, no me entiendas mal, pero intento buscar una explicación<br />
convincente, ¿entiendes?<br />
Marcelo se quedó mirándola unos segundos. Algo debió pasar por su cabeza,<br />
pues se echó hacia atrás e inspiro hasta llenar totalmente los pulmones y después<br />
expiro con fuerza.<br />
—Altaha, lo único que entiendo es que esto no hay quien lo soporte, estoy<br />
dispuesto a acostarme contigo ahora, para acabar de una vez con todo esto.<br />
Altaha casi se atraganta.<br />
— ¿En serio?<br />
—Sí, pero solo si es ahora mismo.<br />
— ¿Ahora?<br />
—Sí. Ahora.<br />
Altaha estaba sorprendida por la decisión.<br />
—Así, Ahora, a media mañana, después de desayunar, cuando se están<br />
haciendo las habitaciones, no se me ocurre una hora peor. Es lo menos romántico<br />
del mundo.<br />
—Exactamente, solo sexo y nada más. Yo cumplo y tú me dejas en paz. Sigo<br />
considerando que es una mala idea, pero creo que así conseguiré que me dejes<br />
tranquilo.<br />
Altaha pareció dudarlo un segundo.<br />
—Bueno, vale, menos da una piedra. Muy bien acepto, no vaya a ser que<br />
pierda la oportunidad. Además, como para decirte ahora que no, después de lo<br />
que he insistido.<br />
Así, de repente, Altaha, aun sin haberse despertado del todo, se vio con<br />
Marcelo subiendo en el ascensor hacia su habitación. En ese momento sintió<br />
como se le contraía el estómago con los nervios.<br />
Aunque lo hubiese estado persiguiendo durante semanas, de repente, al<br />
encontrarse en esa situación no controlada, no le dio tiempo a asumirla. Le<br />
asaltaban muchas dudas, ¿Qué gustos tendría Marcelo? ¿Y si pretendía hacer<br />
cosas que ella no quería o que sencillamente no le gustaban?, ¿debería oponerse<br />
o aceptar?; Si se oponía, tenía la seguridad que no sería violento con ella, pero lo<br />
mismo se iba cabreado. Por otra parte, someterse a sus pretensiones contra sus<br />
— 326 —
gustos le parecía humillante. Además, esos temores se sustentaban en la voluntad<br />
de Marcelo de acabar de una vez con toda la relación; así que no tendría ningún<br />
interés en intentar ser especialmente romántico o agradable.<br />
Sonó el ascensor con el aviso que llegó al segundo piso. Y todos estos<br />
pensamientos no hicieron más que aumentar su nerviosismo. Caminaba más<br />
como si fuese conducida a un patíbulo, bastante tensa separada de Marcelo sin ni<br />
siquiera darle la mano.<br />
Cuando llegaron a su habitación, Marcelo se preocupó de cerrar la puerta con<br />
un aviso, para que no les molestase y corrió las cortinas, lo que les dio un poco de<br />
Intimidad ante el sol radiante que a media mañana entraba por la ventana.<br />
Con toda esa tensión lo único que ahora sentía ganas Altaha es de ir al baño,<br />
así que casi con vergüenza se disculpó. Cuando, después de unos minutos salió,<br />
con alivio vio que Marcelo permanecía de pie mirando por la ventana. Marcelo le<br />
dijo que el también iría al baño, así que ella sin saber que hacer se sentó en la<br />
cama recatadamente, casi como una colegiala esperando en las escaleras de un<br />
colegio.<br />
Marcelo, después de unos minutos salió del baño vestido únicamente con un<br />
albornoz, estaba claro que eso de enredarse con la ropa no iba con él. Bueno,<br />
pensó Altaha, por lo menos es un poco más romántico que acabar con los<br />
pantalones por las rodillas.<br />
Podía haber sido una buena idea, que ella hiciese lo mismo, pero tampoco era<br />
cuestión de decirle que volvía al baño otra vez, parecería que lo estaba eludiendo.<br />
Había llegado el momento de la verdad. Y no sabía muy bien qué hacer; si<br />
comenzar una conversación, si tomar la iniciativa o esperar que él lo hiciese.<br />
¡Dios!. ¡Qué complicado se había vuelto todo!; hasta ese momento, sus aventuras<br />
amorosas fueron, después de unas copas, sin ningún tipo de planificación, del<br />
estilo aquí te cojo aquí te mato.<br />
<strong>El</strong>la aún seguía sentada en la cama, sin saber qué hacer, cuando Marcelo se<br />
acercó y le dijo.<br />
— ¿Sigues considerando que es una buena idea?, podemos dejarlo si no estás<br />
convencida.<br />
Se dio cuenta que su cara debería de ser un poema, si hasta Marcelo se había<br />
percatado. Pero a pesar de sus dudas, tenía claro que no daría marcha atrás.<br />
—Sí, esto es lo que quiero –le dijo en voz baja, casi con timidez.<br />
Marcelo le cogió de la mano y tiro de ella suavemente para que se pusiese de<br />
pie.<br />
—Bueno, veo que te gusta más de pie –comentó por decir algo.<br />
Marcelo le colocó un dedo sobre los labios.<br />
— 327 —
—No digas nada. No hables.<br />
<strong>El</strong>la que se quedó frente a él. Y Marcelo sin decir nada, la cogió muy<br />
suavemente por la nuca y por la cintura y la acerco suavemente para acabar<br />
dándole un beso suave, casi tocando levemente los labios. <strong>El</strong> beso se fue<br />
alargando y las bocas se fueron fusionando cada vez con más pasión.<br />
En ese momento ella ya había perdido el nerviosismo inicial y se empezaba a<br />
llevar por la pasión. Pero Marcelo mucho más contenido la seguía besando y<br />
acariciando suavemente.<br />
Marcelo le retiro los tirantes del vestido y este cayó al suelo, y con suaves<br />
movimientos le quito el resto de la ropa mientras ella seguía de pie sin moverse.<br />
Cuando acabo el dejó caer el albornoz, y así se quedaron los dos desnudos de pie.<br />
La condujo hasta la cama, donde continuó con un ejercicio de amor contenido,<br />
donde la excitación de Altaha se veía frenada una y otra vez, así durante más de<br />
media hora siguió el juego amorosa, hasta que finalmente acabó; no con la pasión<br />
desbocada típica, sino más bien como si solo se tratase de una transición hacia un<br />
estado más reposado. Marcelo la siguió acariciando y besando, hasta que se<br />
fueron calmando los ritmos de sus corazones y se quedaron en un estado casi<br />
letárgico.<br />
En todo ese tiempo, ninguno de los dos habían dicho nada, tal y como Marcelo<br />
le había sugerido. Ahora ya relajada mientras aún estaban abrazados, estimó que<br />
ya podía romper el silencio.<br />
— ¡Caray!<br />
—Caray ¿Qué?<br />
—Pues que no me lo esperaba así.<br />
— ¿A qué te refieres?<br />
—Pues, no sé, tan suave tan despacio.<br />
— ¿Preferías de otra forma?<br />
—Pues, sinceramente, no lo sé, no me lo esperaba así. Pero ha estado muy<br />
bien. ¿A ti te ha gustado?<br />
—Sí, ha sido muy agradable.<br />
Parecía increíble que de los labios de Marcelo saliesen esas palabras, aunque<br />
se notaban un tanto forzadas, como si buscase un equilibrio de compromiso.<br />
—Y tan agradable. ¿Siempre lo haces así?<br />
—No, este es un estilo más tántrico, aunque sin llegar al extremo de los<br />
puristas.<br />
—Lo dices como si lo hubieses estudiado. ¿Te lo enseño alguien?<br />
— 328 —
—Una chica que conocí en la India. Nos tuvimos que quedar en el puerto una<br />
semana por una avería, y ella me dijo que me enseñaría otras formas de hacer el<br />
amor.<br />
No quiso preguntarle, pero dedujo que seguramente sería una prostituta.<br />
— ¿Y porque quisiste hacerlo ahora así?<br />
—Buscaba que te quedase un buen recuerdo. Las despedidas mejor hacerlas<br />
despacio y delicadas.<br />
— ¿O sea, que ahora que consideras que ya has cumplido ya no nos une nada?<br />
—Nos unen muchas cosas, pero no hace falta que sea el sexo ni el<br />
compromiso sentimental.<br />
— ¿Pero te lo has pasado bien?<br />
—Sí. Ya te he dicho que ha estado muy bien.<br />
— ¿Entonces solo aceptaste para acabar de una vez con lo nuestro?<br />
—Bueno, en realidad nunca pensé que acabaríamos así. Pero cuando te vi esta<br />
mañana con ese vestido y con el pelo mojado, he de reconocer que no pude<br />
resistir el perder esta oportunidad. Tú estas muy bien, y al final, uno no es de<br />
piedra.<br />
—Eso es lo que yo pensaba. Que nos lo podemos pasar bien juntos.<br />
—No es tan sencillo. Ahora nos vemos como la única opción, pero en menos<br />
de un mes nuestras vidas se separaran, cada uno con su trabajo nuevo y con los<br />
amigos. Una amistad continúa en el tiempo, pero una pareja no. Los dos lo<br />
pasaríamos mal. Primero pensando que lo podemos llevar con la distancia,<br />
después aguantando otras opciones y por ultimo pensando en cómo dejarlo sin<br />
hacernos daño. Es mejor no comenzar algo que no puede tener un buen final.<br />
Ese razonamiento lógico, resultaba más digno de Carlos que de Marcelo, si<br />
bien se evidenciaba que sus sentimientos eran nobles, mostrando una profunda<br />
preocupación por no causarle ningún daño.<br />
—No sé qué decirte, yo pienso de otra manera pero no seguiré insistiendo. –y<br />
como cumpliendo lo que había dicho, cambio bruscamente de tono—. Bueno,<br />
vamos a darnos una ducha rapidita y bajamos, que Carlos ya debe de estar<br />
buscándonos.<br />
Bajaron a la cafetería y en efecto, se encontraron a Carlos tomando un<br />
aperitivo, mientras leía un periódico local.<br />
Altaha miró a Marcelo.<br />
— ¿Se lo cuentas tú o yo?<br />
—Tú –respondió resignado, ante la imposibilidad que se mantuviese callada.<br />
—Pues nada, que por fin lo convencí para acostarnos.<br />
— 329 —
Este breve comentario, no reflejaba el estilo habitual de Altaha, con sus largas<br />
explicaciones y disertaciones. Quedaba claro, que no estaba muy convencida y no<br />
deseaba hablar mucho sobre el tema.<br />
Carlos no pareció sorprenderse por la noticia.<br />
—Lo que yo decía. Que Marcelo no tenía ninguna posibilidad.<br />
Altaha claramente no se sentía como triunfadora.<br />
—Mejor deja el tema. Digamos que lo de hoy ha sido una despedida no un<br />
encuentro. Así que todo arreglado entre los dos, me quedo con las ganas de más,<br />
pero que me quiten lo bailado.<br />
—No sé, –comento Carlos sin mucha confianza-, si vosotros lo decís, pues<br />
perfecto. De todas formas ya me gustaría a mí que las mujeres me intentasen<br />
convencer así que las dejase tranquilas.<br />
Altaha, que habitualmente se reía con cualquier comentario permaneció<br />
callada.<br />
Cuando acabaron de comer Altaha se fue a dar un paseo.<br />
Mientras miraba el mar se sentía sumida en una gran melancolía, aunque tal<br />
vez fuese un síntoma de depresión. Le gustaba Marcelo y después de la<br />
experiencia aún más. Y frente a sus sentimientos, solo recibió la rotunda y<br />
enésima negativa de Marcelo a mantener una relación sentimental.<br />
No lo acababa de comprender. Nunca tuvo ningún problema para ligar y nunca<br />
se había visto rechazada. Presuponía, que siendo medianamente guapa y con su<br />
forma de ser, agradaba a todos los hombres. Realmente no entendía lo que había<br />
fallado con Marcelo.<br />
Lo que tenía claro es que no seguiría insistiendo, pues lo único que podía<br />
hacer sería caer en la obsesión o en la humillación de verse constantemente<br />
rechazada.<br />
Sus pensamientos se volvieron hacia los recuerdos de su convivencia con<br />
Marcelo. Como ese frío y osco mecánico al que conoció, que no dejaba de decir<br />
tacos, fue poco a poco seduciéndole; Recordó cuando comenzaron a llevarse bien<br />
y él le ayudaba en el montaje; o cuando cuido de ella en el mareo en la primera<br />
travesía; o cuando la acompañaba en Madeira tanto de copas como en la<br />
montaña; o el amanecer en el Teide, o cuando emocionado porque les<br />
acompañase se cogieron una buena para celebrarlo en Hierro; o sus noches de<br />
guardia. Y como no olvidar cuando, olvidando todo su orgullo, la protegió hasta el<br />
final jugándose su vida en Tortuga.<br />
En ese momento lo vio claro, se dio cuenta que había cometido un error de<br />
egolatría. En el fondo se sentía superior a Marcelo, un solitario mecánico salido de<br />
un pueblo pesquero, mientras que ella como universitaria de clase media con un<br />
— 330 —
montón de amigos. Si Marcelo fuese un millonario playboy no estaría ofendida<br />
por su falta de interés, pero no lograba asumir el rechazo de Marcelo, ni que él<br />
pudiese tener sus propios gustos. Estaba claro que debía respetarlo, él se merecía<br />
a la amiga y compañera que deseó tener desde el principio. Tenía que abandonar<br />
su orgullo por ser la conquistadora y comportarse como lo único que Marcelo le<br />
había pedido que fuese.<br />
Así, de repente, después de asumir esa situación, se sintió por primera vez<br />
feliz, sabiendo exactamente lo que tenía que hacer.<br />
Volvió al hotel, y como siempre les saludo con su mejor sonrisa. Por un<br />
momento pensó en explicarse todo este proceso psicológico, pero después de<br />
todo, sus amigos no le habían hecho nada malo para que los atormentase con un<br />
monologo digno de las mejores telenovelas.<br />
Altaha cumplió su palabra, dejando de acosar a Marcelo sobre cualquier<br />
aspecto sentimental, aunque no por eso renunció a seguir siendo afectuosa. Él se<br />
dio cuenta de ese cambio y se mostraba más abierto que de costumbre; de vez en<br />
cuando la cogía por los hombros cuando iban caminando, incluso se permitía<br />
hacerle algún gesto afectivo como acariciarle el pelo mientras le decía; “que está<br />
pensando esta cabecita, que cuando no hablas eres peligrosa”. Pero estaba claro,<br />
que todos estos gestos eran medidos y limitados, lo mismo lo podría haber hecho<br />
con su hermana o con una amiga de la infancia.<br />
Lo cierto, es que los dos estaban contentos; Altaha tenía más de lo que<br />
esperaba recibir y Marcelo menos compromiso que el que deseaba asumir.<br />
Además, la ventaja de haberse acostado juntos, era que cualquier señal sexual<br />
ahora estaba superada; Altaha y Marcelo sabían exactamente hasta donde llegar<br />
con el gesto o con la caricia.<br />
Carlos también se mostraba satisfecho, había comprobado lo difícil que<br />
resultaba convivir con dos personas enfrentadas en un espacio tan reducido.<br />
Ahora todo estaba solucionado de forma armoniosa y volvían a ser los amigos de<br />
siempre.<br />
En definitiva, la relación de los tres evolucionó hasta alcanzar un equilibro<br />
perfecto, y eso no solo resultaba positivo, sino casi imprescindible para el largo<br />
viaje de vuelta que les esperaba.<br />
<strong>El</strong> tiempo, como estaba previsto empeoró, y lo seguiría haciendo hasta que les<br />
alcanzase de lleno la tormenta que ya estaba a menos de doscientas millas al<br />
norte. Por este motivo habían decidido subir hasta la isla Mars Harbur, pues la<br />
tormenta los dejaría un par de días en tierra y así al menos conocían otra isla de<br />
— 331 —
las Bahamas. La isla estaba a unas noventa millas al norte, lo que no les llevarías<br />
más que una seis a ocho horas y allí dispondrían de un buen puerto muy<br />
protegido donde podrían estar tranquilos.<br />
— 332 —
NO HAY NADA QUE PENSAR<br />
Esa mañana comenzaron la travesía hacia la isla Mars Harbur, este sería su<br />
último destino antes de retornar hacia España. Habían sido unos días, realmente<br />
maravillosos con sus nuevos amigos, casi como unas vacaciones dentro de otras,<br />
pero como todo lo bueno se acaba; después de tantos días en el mar, ya era hora<br />
de regresar a sus casas y seguir cada uno con su vida.<br />
Aunque aún faltasen unos días para salir, serían de puro trámite, por lo que ya<br />
se habían puesto a pensar en el viaje de vuelta atravesando el atlántico, así que<br />
aprovecharon esas primeras horas de navegación para programar el regreso.<br />
Estaban en un lugar perfecto para coger las corrientes más optimas y regresar<br />
a España, tal y como lo hizo Cristóbal Colón en sus viajes de vuelta. <strong>El</strong> único<br />
inconveniente era, que al estar muy al oeste, les esperaba una larga travesía de<br />
tres mil cuatrocientas millas. Para hacerla un poco más descansada, programaron<br />
una escala en las Bermudas y se desviarían un poco al sur para hacer otra en las<br />
azores. Estimaron que tardarían unos tres días las setecientas ochenta millas en la<br />
primera etapa hasta las Bermudas, seis días para las mil novecientas millas en la<br />
segunda hasta Las Azores y cuatro días más paras las ochocientas millas hasta<br />
regresar a Rianxo. Así que parando como mínimo dos días en las Bermudas y otros<br />
dos en las Azores en total necesitarían de dieciséis a veinte días, eso sí todo iba<br />
bien, y mientras pudiesen mantener una media de diez nudos. Marcelo también<br />
les advirtió, que las condiciones del mar serían peores que a la ida con más viento,<br />
frío, lluvias y las olas más altas. Así que lo normal sería que la velocidad media<br />
fuese un poco más reducida, pero poco les importaba tardar unos días más si lo<br />
hacían con seguridad.<br />
Transcurridas tres horas de navegación comprobaron que, aunque la tormenta<br />
se dirigía directamente hacia ellos, ya estaban a mitad de camino y llegarían al<br />
puerto en menos de tres horas, antes incluso de notar los primeros efectos. Con<br />
estas previsiones navegaban tranquilos pues no existía ningún riesgo; tanto a vela<br />
como a motor podrían llegar con seguridad. Aunque la navegación discurría muy<br />
tranquila, todos estaban pendientes por la tormenta; Carlos pilotando, Marcelo<br />
de los instrumentos y Altaha, miraba el mapa en el ordenador, que mostraba toda<br />
la zona del mar que abarcaba desde el Caribe al Norteamérica, destacando<br />
bastantes puntos luminosos en rojo.<br />
—Es curioso, fijaros, cada punto rojo es un sistema de emergencia por GPS<br />
que han activado de un barco en peligro. Hace unos días lo consulté y en toda la<br />
— 333 —
costa este hasta bermudas solo marcaba cinco puntos, ahora se han disparado a<br />
casi cincuenta.<br />
— ¿Y se puede saber qué les pasa?<br />
—No. Lo único que podemos saber es el barco está asignado al número de<br />
GPS. Por ejemplo marco en este punto y lo veremos.<br />
Movió el cursor hasta el punto rojo, pulsó el boto del ratón y se abrió una<br />
ventana en la pantalla apareciendo un número y la posición en longitud y latitud y<br />
en esta posición.<br />
—Ese está cerca de la costa.<br />
—Sí, imagino que lo rescataran rápido.<br />
Se colocó en uno punto situado en medio del océano más cerca de las<br />
Bermudas.<br />
—Este por ejemplo, está muy lejos de cualquier lado.<br />
— ¿Y se sabe quién es?<br />
—Aquí no aparece. Pero si se puede saber. Cada señal está asociado a un<br />
número con un código, solo hay que buscar en la base de datos. Vamos a ver por<br />
curiosidad quien es.<br />
Localizo el código y después abrió una nueva ventana donde accedió a una<br />
base de datos y busco ese código.<br />
La cara de Altaha se contrajo cuando leyó el nombre.<br />
— ¡<strong>El</strong> Endeavour! – exclamó con pánico- ¡No puede ser!<br />
—Tranquila –intentó calmarla Carlos, dejando entrever su propio<br />
nerviosismo—. Recuerda que es un nombre muy habitual, debe de ser uno de<br />
esos cientos de barcos con el mismo nombre.<br />
— ¡No, no estoy tranquila! La información dice que pertenece al club de yates<br />
de New York.<br />
Los tres se miraron mostrando un rictus en sus caras, la posibilidad de que<br />
existe en un club dos barcos con el mismo nombre y que estuviesen navegando<br />
por esa zona resultaba prácticamente imposible.<br />
—Hay que verificarlo, coincide con la ruta que iban a seguir, pero ya deberían<br />
haber llegado a las Bermudas, tiene que ser un error.<br />
Hizo una consulta en una base de datos, sobre más información del número<br />
de serie localizador de la señal de GPS.<br />
—No es el Endeavour, ese tiene otro número de serie. Menos mal, de todas<br />
forma voy a verificar de quien es.<br />
Carlos respiró profundamente.<br />
—Menudo susto, menos mal, ya decía yo que tenía que ser un error.<br />
Altaha, después de ver unos datos, se giró con lágrimas en los ojos.<br />
— 334 —
—<strong>El</strong> número de serie es el de la balsa salvavidas del "Endeavour". ¿Cómo es<br />
posible?<br />
Marcelo conocía perfectamente la respuesta.<br />
—Eso solo sucede si la balsa está es agua. <strong>El</strong> GPS se activa automáticamente<br />
cuando se abre.<br />
—Pero no lo entiendo –comentó Carlos— ¿Y el barco?, también dispone de su<br />
propia GPS de emergencia, ¿Por qué no está activado?<br />
Marcelo sabía que solo existían dos opciones.<br />
—Básicamente hay dos posibilidades; O bien, ha sido un accidente y se<br />
haya caído la balsa activándose el GPS, lo que es prácticamente imposible, o que<br />
ellos hayan abandonado el barco después de un naufragio.<br />
Altaha no podía asumirlo.<br />
—Me habías comentado que nunca hay que abandonar un barco de vela<br />
mientras que flote.<br />
Marcelo tranquilo, pero muy serio, se lo aclaró.<br />
—Si ves que se va a hundir o ya lo tienes con mucha agua, lo abandonas. Todo<br />
depende de la seguridad.<br />
— ¿Pero que pudo pasar? <strong>El</strong> Endeavour es un barco de primera y Mike nunca<br />
se arriesgaría a navegar en una tormenta y menos con la familia.<br />
—Son barcos de recreo. Solo un centímetro de fibra de vidrio les separa del<br />
mar, sin doble casco y sin compartimentos estancos. Basta un golpe de mar para<br />
que se abra una vía y se hunda en unos minutos.<br />
Carlos en ese momento perdió la poca calma que había logrado contener.<br />
— ¡Basta de especulaciones! Hay que saber que pasó. Altaha tu conéctate con<br />
Internet con el club de New York por si saben algo del yate. Yo llamare por el<br />
teléfono satélite el barco y a club. Marcelo tu coge la radio y a ver si también te<br />
puedes enterar de algo.<br />
Después de veinte minutos de frenéticas gestiones, lo único que lograron<br />
verificar es que el Endeavour no estaba localizado y que en efecto la señal del GPS<br />
se confirmaba como de su balsa salvavidas.<br />
— ¿Cuánto pueden aguantar en la balsa? –le preguntó Carlos a Marcelo.<br />
—No debería haber ningún problema. Son muy resistentes, además, la propia<br />
balsa dispone de agua y algo de comida, también pudieron meter algo más, y se<br />
supone que irían abrigados. No deberían tener problemas en un par de días<br />
digamos una semana, antes de empezar a sentirse mal, lo que tampoco significa<br />
que resulte mortal.<br />
—Así que el mayor problema es el mar.<br />
— 335 —
—Sin duda. Pero son balsas muy estables.<br />
— ¿Aguantará bien la tormenta?<br />
—Bueno, en realidad solo están flotando, deberían aguantar.<br />
—Lo que significa, que están expuestos a las olas, y que una ola mala los<br />
puede voltear o hundir. Deberían ser rescatados cuanto antes.<br />
—Desde luego, no están en la mejor situación. Pero si nosotros los hemos<br />
detectado, significa que la señal la tienen todos los puestos de alerta del atlántico,<br />
y todos los servicios de rescate saben que están ahí. Sin duda acudirán cuanto<br />
antes.<br />
— ¿En helicóptero?<br />
—No lo creo. Están muy lejos de la costa, pero tal vez una fragata o un<br />
remolcador de rescate.<br />
Altaha estaba muy nerviosa.<br />
—Además de los barcos de rescate, también les puede ayudar cualquiera que<br />
pase por ahí. ¿Verdad Marcelo que los rescatan enseguida?<br />
—Puede ser, es posible que alguno este tomando rumbo.<br />
Lo dijo con tan poco convencimiento, que no pasó desapercibido.<br />
— ¡Dios Marcelo!, lo dices como si nadie fuese a salvarlos.<br />
— En condiciones normales no habría problemas, pero con una tormenta<br />
encima nunca se sabe lo que puede pasar. ¿Que barcos se va a arriesgar a salir?<br />
en el mar hay bastante solidaridad pero pocos suicidas. Piénsalo, solo barcos<br />
especialistas en rescate o un remolcador de altura se arriesgarán, pero hay pocos<br />
y piénsalo ¿Cuantas peticiones de rescate van a tener que atender a la vez? En<br />
estas condiciones no existen garantías.<br />
Carlos quiso infundir un poco de optimismo.<br />
—No te obsesiones Altaha. Estaremos a la espera que anuncien su rescate.<br />
—No puedo esperar. Podemos llamar para verificar si los van a rescatar.<br />
—Sí, no hay problema. Altaha tu ocúpate de los correos y nosotros con el<br />
teléfono.<br />
Tardaron pocos minutos, en contactar con los cinco puestos de rescate más<br />
próximos, pero ninguno confirmó que saldría en esa misión. Estaban demasiado<br />
lejos y con otras prioridades. Otras líneas estaban saturadas o todos ocupados<br />
para dar una información más detallada. Lo único que verificaron es que todos<br />
tenían esa alarma de GPS localizada, al igual que otras setenta que estaban<br />
activadas entre el Caribe, la costa de Estados Unidos y las Bermudas.<br />
Marcelo, siempre solidario y dispuesto, se mostraba impotente ante esta<br />
situación.<br />
— 336 —
—Hay que aceptarlo, no podemos hacer nada más.<br />
Carlos, por el contrario, nunca aceptaba el fracaso hasta haber agotado todas<br />
las opciones.<br />
—Nunca estuve de acuerdo con aplicar sistemáticamente las fases de<br />
<strong>El</strong>izabeth Kübler.<br />
— ¿De qué hablas?, ¿quién es esa?<br />
La expresión claramente agresiva de Marcelo no iba dirigida a Carlos; estaba<br />
preocupado y nervioso por sus amigos y lo exteriorizaba de esa forma.<br />
—Es una psicóloga que describió las fases de aceptación de la muerte, que<br />
básicamente son cinco; negación, ira, negociación, depresión y aceptación.<br />
— ¿Y a qué viene?<br />
— Que yo no pienso perder el tiempo con la negación ni en la ira, ni tampoco<br />
me pienso deprimir ni aceptar, lo que creo que es evitable, solo me centrare en la<br />
negociación, como concepto de agotar las posibilidades para salvarlos.<br />
—Piensa lo que quieras, si esto te deja más tranquilo. Pero que sepas que<br />
estamos todos igualmente preocupados.<br />
Los tres estaban desesperados sin saber qué hacer. Carlos fue a coger unos<br />
mapas y papeles, y se centró en hacer cálculos. Sus amigos no lo molestaron,<br />
conscientes que asumir la frustración por no poder ayudar a sus amigos resultaba<br />
muy es duro; mientras que Marcelo los exteriorizaba con su cabreo y Altaha con<br />
sus lágrimas, de alguna forma era mejor que Carlos estuviese entretenido en<br />
cualquier pensamiento que lo distrajese.<br />
Después de media hora Carlos, tan rápidamente como entró, salido de su<br />
ostracismo y le dijo a Altaha.<br />
—Calcula el rumbo más directo al puerto y dirígete a toda velocidad que<br />
puedas conseguir con el motor y alas, calculo reducir así el tiempo de llegada a<br />
menos de una hora.<br />
—Como quieras –le comentó Marcelo—, pero no tenemos tanta prisa para<br />
buscar refugio, aún tenemos mucho tiempo. –Adivinando sus pensamientos le<br />
comentó— Y te advierto que cuando llegues no conseguirás ningún avión para<br />
volar con este tiempo, ni ningún otro barco que quiera salir con este mar.<br />
—Lo sé. Solo pretendo llegar cuanto antes, para que desembarquéis.<br />
Lo dijo con un tono frío y con una decisión, completamente inusual en él. En<br />
su mente se había fraguado un plan, a todas luces fruto de la obsesión que le<br />
dominaba.<br />
— ¿Desembarcar? ¿Y tú qué pretendes hacer con el Albatros?<br />
—Voy a intentar rescatar a Mike y su familia.<br />
— 337 —
Marcelo lo miró, casi con pena.<br />
—Carlos, comprendo lo que piensas, y no dudes que yo también haría todo lo<br />
posible. Pero hay que ser realistas están a setecientas millas al norte, tardarías<br />
cuatro días en llegar a toda velocidad y eso si te deja la tormenta, tal vez ni lo<br />
consigas en cinco o seis días. Están localizados y en ese tiempo serán rescatados<br />
por especialistas.<br />
—Están muy lejos de EEUU y Bahamas no tiene suficientes equipos. Tal vez<br />
ninguno llegue a tiempo.<br />
—Llegaran cuando llegaran, y siempre antes que tú.<br />
—Yo, podría llegar a tiempo con el Albatros.<br />
—Es imposible. <strong>El</strong> Albatros solo es rápido sin olas. Tú nunca has visto un<br />
temporal, no solo no lograras planear, sino que ni siquiera conseguirás mantener<br />
el rumbo. Y si la cosa se pone realmente fea, ni te moverás del sitio o te llevara la<br />
tormenta a donde quiera. Puedes luchar durante cuatro días y no llegar ni a<br />
cuatrocientas millas de donde están.<br />
—Bueno –contestó como si no tuviesen importancia esos argumentos— eso<br />
es mi problema.<br />
—No Carlos. Tú no eres un suicida, te mueves por lógica y por probabilidades.<br />
Y no existe ninguna de que llegues, no tienen sentido el que lo intentes.<br />
Marcelo hablaba con una contención y una precisión no habitual, se notaba<br />
que estaba haciendo un esfuerzo por intentar convencer a Carlos con sus mismos<br />
criterios lógicos. Este razonamiento forzó a Carlos a darle una respuesta.<br />
—Estoy actuando con lógica, he hecho mis cálculos y creo que puedo<br />
conseguirlo.<br />
— ¡No Carlos, no! –Dijo conteniéndose de nuevo, evitando soltar cuatro<br />
tacos—, tú eres ingeniero y haces cálculos matemáticos exactos. Navegando en<br />
una tormenta es imposible que llegues rápidamente, si lo haces será después de<br />
cuatro o cinco días como mínimo.<br />
Marcelo evitó decir que con tantos días de tormenta, o los habría rescatado o<br />
tal vez ya fuese muy tarde, pero a ninguno se le escapó esta posibilidad. Carlos se<br />
quedó mirándolo y le dijo bajando la voz, como queriendo evitar las palabras que<br />
iba a pronunciar.<br />
—Tienes razón –le reconoció— es imposible llegar rápido navegando.<br />
— ¿Entonces porque insistes?<br />
—Porque iré volando.<br />
Marcelo y Altaha se quedaron mirando a Carlos con la boca medio abierta.<br />
— ¿Volando? Esto es un barco.<br />
— 338 —
—Puede parecerlo, pero es un avión en todo su diseño, y puede volar si hay<br />
suficiente viento, que sin duda tendré con la tormenta. Con cuarenta nudos el<br />
Albatros se sostendrá perfectamente, y tomando altura calculo planear a una<br />
velocidad de más de cien nudos, en cinco horas podría estar ahí.<br />
Entonces, toda la moderación y paciencia de Marcelo desapareció y estalló.<br />
— ¡Es la idea más jodidamente absurda que he oído en mi puta vida! Intentar<br />
volar en medio de un temporal con un medio barco montado a trozos. ¡Hace falta<br />
estar jodido mental solo para pensarlo!<br />
Carlos no se inmutó, su mente estaba en otras cosas y poco le importaba lo<br />
que pudiese pensar Marcelo en esos momentos. Aunque claramente deseaba que<br />
lo dejase tranquilo con sus planes.<br />
—Tienes toda la razón, es una locura, por eso tenéis que bajaros, no quiero<br />
mataros en este loco intento.<br />
Marcelo, buscó apoyo en Altaha.<br />
— ¡Altaha, díselo tú! Dile que es una locura. Que es imposible que el Albatros<br />
pueda volar.<br />
Altaha se quedó unos segundos sin decir nada, como concentrada en algún<br />
cálculo.<br />
—Bueno, locura sí que es, pero Carlos puede tener razón. Técnicamente tiene<br />
suficiente capacidad de sustentación si tenemos suficiente viento. <strong>El</strong> problema es<br />
el equilibrio dinámico, tendría que ajustar el programa.<br />
Marcelo que había buscado el apoyo de Altaha para desacreditar a Carlos, no<br />
podía creer que estuviesen hablando en serio.<br />
— ¿Con el suficiente viento? ¿Y qué pasa si el viento cesa y te coge ahí arriba?,<br />
te caes como una piedra. <strong>El</strong> viento nunca es constante.<br />
Carlos parecía tener respuesta a todas las preguntas de Marcelo.<br />
—En realidad todos los aviones tienen un coeficiente de planeo, que<br />
representa los metros que avanza por cada metro que baje; un pájaro como un<br />
águila tiene un coeficiente de planeo de aproximada uno veinte y tres, un<br />
planeador normal tiene un coeficiente de cuarenta; y los diseño más avanzados<br />
llega al sesenta o setenta. Yo calculo que el Albatros puede estar en uno quince.<br />
—Déjate de tonterías esto no es un planeador, llevamos motores y mucho<br />
más peso.<br />
—Si, lo he calculado, hay que tener en cuenta el coeficiente de caída, pero en<br />
resumen, todo avión es capaz de planear si eleva la suficiente velocidad, incluso<br />
los comerciales tienen un coeficiente de planeo de diez a uno.<br />
—Déjate de teorías, que la realidad es muy diferente.<br />
— 339 —
Carlos de forma técnica, le explicó rápidamente que el Albatros con el viento<br />
previsto podría planear con mucho margen, por lo que sus cálculos tampoco<br />
tenían que ser muy precisos, y soportarian las fluctaciones del viento.<br />
Marcelo estaba asombrado, en un primer momento pensó que ese<br />
planteamiento resultaba imposible, pero con todas estas explicaciones asumió<br />
que tal vez pudiese funcionar; esto hizo que cambiase completamente su actitud.<br />
—Me parece increíble lo que planteas; pero si existe una sola posibilidad de<br />
ayudar a nuestros amigos, iremos.<br />
Carlos movió la Cabeza de un lado a otro.<br />
—No, Marcelo. Estoy de acuerdo en que, aunque es teóricamente posible, el<br />
riesgo es muy elevado; tienes razón en que es una locura, por eso tengo que ir<br />
solo.<br />
Ahora, era Marcelo el que lo tenía muy claro.<br />
—Únicamente estás pensando que tienes que volar, pero la realidad es que<br />
también tienes que rescatarlos, y tú solo nunca podrías. No sabes lo que es estar<br />
entre olas de entre siete a doce metros y tú solo en cubierta. Con la primera ola te<br />
barre del barco, y con la segunda te lo pone sombrero. Y además, lo que te vas a<br />
encontrar es a unos cuerpos ateridos de frío que llevas horas en la misma postura<br />
sin prácticamente capacidad de moverse, tendrías que cargarlos tu solo, lo que es<br />
imposible. Si nuestros amigos tienen una oportunidad será contando con mi<br />
ayuda.<br />
—Gracias Marcelo, te lo agradezco profundamente. Pero debo ir solo. Es<br />
demasiado arriesgado, podríamos morir incluso solo al intentar despegar.<br />
— ¿Morir? Ese sería el menor de mis problemas. ¿Sabes qué pasaría si dejó<br />
que un pijo de secano como tú le eche valor y logre rescatarlos, mientras que yo<br />
me acojono? Pues que mi familia no me vuelve a hablar en mi puta vida, eso sin<br />
contar, con que del pueblo me echan a patadas por maricón. –Miró a Altaha—.<br />
Necesitamos tu ayuda, tienes unas dos horas para decirnos como equilibrar al<br />
Albatros en el aire antes de que lleguemos a puerto.<br />
Altaha, los miró como si nada que lo que dijese a continuación tuviese<br />
importancia.<br />
—No hace falta. Ya lo programaré por el camino, vamos todos.<br />
—Olvídalo –le dijo Marcelo con total autoridad—. Te tienes que quedar.<br />
Alguien le tiene que contar al mundo la historia de cómo se suicidaron dos<br />
gilipollas, en la operación de rescate más estúpida que se ha parido nunca.<br />
Altaha tecleo algo en el ordenador e inmediatamente el barco perdió parte de<br />
la estabilidad moviéndose de un lado a otro.<br />
— 340 —
—Acabo de bloquear el programa hasta el mínimo de equilibrio. O conmigo o<br />
sin mí. Y no es un capricho, sino que un programa nuevo para volar necesitará<br />
ajustes constantes, la única posibilidad de sobrevivir en el aire es si yo voy. Así<br />
que todos juntos o ninguno.<br />
Marcelo la miró, y ya no vio esa chica veinteañera de ciudad nerviosa con su<br />
primer trabajo; sino el rostro de una mujer con la tez tostada por el sol, con esa<br />
cara de determinación que tienen los que ya forman parte de la mar y asumen<br />
con flema todo lo que pueda llegar.<br />
— ¡Me cago en la leche! ¡La vamos a liar bien liada! Pero de acuerdo iremos<br />
todos.<br />
— ¡Pero Marcelo que dices! —Exclamó Carlos—, ¿Ahora cedes?, sabes bien<br />
que no podemos permitir que venga. Yo ya no tengo vida ni futuro y tú eres un<br />
solitario. Ambos somos prescindibles, poca gente llorara nuestra muerte. Pero<br />
Altaha es muy joven y tiene una vida por delante, sin hablar de su familia y el<br />
montón de amigos que la adora. No podemos permitir que se arriesgue.<br />
—Lo sé, y yo prefiero que se quede a salvo.<br />
— ¡Entonces apóyame! Hay que quitarle esta idea.<br />
Marcelo negaba con la cabeza.<br />
—Da igual lo que digamos. Mírala.<br />
Altaha permanecía quieta, mirándolos, tan seria como tranquila.<br />
Carlos no entendía nada.<br />
— ¿Qué tengo que mirar?<br />
— En mi pueblo las mujeres tiene muy mala leche. Mi abuelo se enfrentó<br />
muchas veces a temporales y peleas, pero nunca pudo con mi abuela; a mi padre<br />
le sucedió igual con mi madre; y yo mismo tampoco tengo el valor de<br />
enfrentarme con mi hermana. Sé muy bien cuando una mujer no va a cambiar de<br />
opinión. Altaha tiene esa mirada que lo dice todo. Hagamos lo que hagamos,<br />
nunca la convenceremos.<br />
Carlos no entendía de miradas, pero sí de riesgos y estadísticas.<br />
— ¿Es eso verdad Altaha? ¿Es que no te das cuenta del peligro que corres? No<br />
tiene sentido que los tres nos arriesguemos. Piénsalo bien.<br />
Altaha seguía sin inmutarse, estaba claro que las palabras de Carlos no le<br />
producían el más mínimo efecto. Si bien, estimó necesario acabar de una vez con<br />
esa cuestión.<br />
—Dejaros de tonterías, aquí no hay nada que pensar; somos un equipo y<br />
nuestros amigos están en peligro. Así que no perdamos el tiempo y centrémonos<br />
en cómo salvarlos.<br />
— 341 —
Con estas palabras se acabó todo conato de discusión. Ciertamente los tres se<br />
conocían bien y sabían que ninguno dejaría de hacer todo lo posible para salvar a<br />
los amigos. Esa ley del mar, que Marcelo llevaba incrustada en la medula, regía<br />
ahora también para Carlos y Altaha. No se trataba de analizar probabilidades o<br />
riesgos, sencillamente si unos amigos necesitaban su ayuda ellos acudirían;<br />
cualquier otra cuestión, incluida la posibilidad de morir, no les importaba en esos<br />
momentos.<br />
Carlos, asumiendo la situación, se centró rápidamente en la planificación.<br />
—He calculado que si navegamos directos en unas dos horas nos meteremos<br />
de lleno en el temporal.<br />
—No te des tanta prisa –comentó Marcelo—. Necesitamos todo ese tiempo<br />
para hacer las modificaciones.<br />
— ¿Que modificaciones?<br />
—Te recuerdo, que el día de la regata el sistema eléctrico con las baterías no<br />
aguantó más que media hora de trabajo intenso. En el aire la hélice no producirá<br />
electricidad.<br />
—No hay problema. Ya calcule que no podríamos cargarlas, pero disponemos<br />
del motor para que las cargue, tenemos muchas horas de autonomía, vamos a<br />
tope de combustible.<br />
—Sí, de un motor marino refrigerado por agua y estaremos en el aire, así que<br />
no tenemos refrigeración, si lo ponemos en marche se gripa en cinco minutos.<br />
Carlos se llevó las manos a la cabeza.<br />
— ¡Pero, pero! ¡Qué idiota soy!, ¿cómo no lo había pensado?<br />
—Es lógico. Tú piensas como un ingeniero aeronáutico, donde todos los<br />
motores nunca utilizan refrigeración por agua.<br />
La cara de Carlos estaba desencajada, si algo no podía asumir era un error<br />
básico en sus cálculo.<br />
—Eso no me excusa, es algo fundamental y se me había pasado. Si llegó a ir<br />
solo, habría caído como una piedra cuando se agotasen las baterías. Gracias por<br />
haberlo visto; empiezo a considerar que ha sido una buena idea que vengáis.<br />
¿Tienes pensado algo para solucionarlo?<br />
—Necesitamos crear, en menos de dos horas, un sistema de refrigeración en<br />
circuito cerrado. He pensado en utilizar el tanque del agua dulce, espero que<br />
haciendo circular toda esta aguar por el tanque resulte suficiente. Conectaré la<br />
entrada de agua del motor a parte de abajo del tanque y la salida del motor a la<br />
entrada por la parte superior.<br />
—Muy bien Marcelo, es una solución sencilla.<br />
— 342 —
—Sencillamente jodida. Los motores tienen la entrada y salida de agua<br />
justamente por abajo. ¿Haber como hago para meterme ahí en la sentina?<br />
Además, tenemos pocos tubos y el soplete es de juguete. No sé cuánto podrá<br />
aguantar la chapuza que organice.<br />
— ¿Crees que podrás hacerlo?<br />
—De alguna forma tengo que conseguirlo. Pon rumbo hacia la última<br />
localización de nuestros amigos, y en dos horas te lo digo.<br />
— ¿Algo más?<br />
Altaha también mostraba su preocupación.<br />
—Yo también necesito un par de horas, para programar el equilibro.<br />
— ¿Te ayudo?<br />
—No, prefiero sola, no tenemos tiempo y así iré más rápida.<br />
— ¿Pero qué hago entonces?<br />
Marcelo sabía perfectamente como preparase para una tormenta.<br />
—Dedícate a estivar todos los objetos, a atarlos, y a cerrar cualquier armario,<br />
tambucho, escotilla o puerta. Cuando esto se empiece a mover, cualquier cosa<br />
que no este sujeta se convertirá en un proyectil.<br />
Antes de ponerse a trabajar tomaron un café y comieron algo para coger<br />
fuerzas. En esos momentos Carlos intentó tranquilizar a Marcelo, explicándole<br />
que incluso los aviones comerciales, aparatos muy pesados podrían llegar a<br />
planear.<br />
—Eso es la teoría –le respondió Marcelo, totalmente escéptico.<br />
—No, estoy hablando de la realidad. Como la que sucedió en agosto de 2001<br />
el vuelo Transat Toronto Lisboa un Airbus 330, con noventa y tres pasajeros. A las<br />
cinco de la mañana, se pararon los dos motores a los diez mil metros de altura en<br />
la mitad del atlántico; las islas más cercanas eran las Azores que se encontraban a<br />
ciento cinco kilómetros. Los pilotos de forma magistral lograron llegar planeando<br />
y tomo tierra, aunque a más velocidad de lo normal, reventando ocho de los diez<br />
neumáticos; pero el avión mantuvo su estructura y sobrevivieron todos con tan<br />
solo un par de heridos leves. Para hacer eso tuvo, que tener un coeficiente de<br />
planeo de diez a uno, que es mucho más bajo que el nuestro.<br />
Altaha estaba asombrada.<br />
— ¡Que pasada! Menudo piloto.<br />
—Bueno, sin duda muy bueno, aunque mi preferido fue Robert Pearson. En<br />
julio de 1983 realizaba un vuelo rutinario en el recién adquirido avión Boeing 767<br />
con una nueva tecnología de indicadores computarizados. Coincidió que en esa<br />
época Canadá cambió en sistema de medidas al sistema métrico y los mecánicos<br />
— 343 —
se confundieron echándole menos combustible. Como el avión era nuevo y todos<br />
los indicadores estaban computarizados, cuando comenzó a indicar que tenía<br />
poco combustible, los pilotos pensaron que se trataba de un error de la<br />
computadora, así que confiados siguieron volando hasta que se quedaron sin<br />
combustible. Se encontraban a más de cien kilómetros de un aeropuerto militar<br />
abandonado llamado Gimli. <strong>El</strong> piloto planeando logró llegar hasta la pista, pero no<br />
logró bajar el tren de aterrizaje y se dio cuenta que llevaba una velocidad<br />
excesiva. Entonces, hizo algo que nunca se había hecho con un gran avión de<br />
pasajeros; aprovechando su experiencia como piloto de planeadores, cruzo en el<br />
aire el Boeing para que así se frenase al avanzar de lado, de esta forma logró<br />
descender la velocidad y aterrizar sin el tren delantero. Se salvaron todos, pero el<br />
piloto fue inicialmente suspendido por su error, aunque después se le reconoció<br />
todo el mérito. Como anécdota, el avión se reparó y siguió volando sin<br />
incidencias, hasta que se retiró veinticinco años más tarde en una ceremonia con<br />
el propio piloto.<br />
Las anécdotas les levantaron los ánimos sobre sus posibilidades, y finalizado el<br />
descanso, comenzaron a ejecutar su arriesgado plan.<br />
Lo primero que hicieron, fue cambiar de rumbo, para dirigirse directamente<br />
hacia la tormenta. Viraron noventa grados a estribor metiéndose en el triángulo<br />
de las Bermudas. Mientras lo hacían, pensaban como ese cambio de rumbo<br />
cambiaría definitivamente su futuro, pues lo único con lo que podían contar era<br />
con riesgos e incertidumbres.<br />
Se pusieron a trabajar durante las siguientes dos siguientes horas; Marcelo<br />
metiendo el medio cuerpo y la cabeza en la sentina junto el motor, Carlos<br />
revisando todo el barco y Altaha concentrada en el ordenador escribiendo los<br />
códigos y programando el equilibrio dinámico.<br />
Dos horas después, teóricamente ya habían acabado, y repasaban todos los<br />
detalles.<br />
—Quiero que me escuchéis con atención –dijo Marcelo—. En caso de que<br />
todo se complique y nos hundamos; En la bañera hay una balsa hinchable que se<br />
abre automáticamente si se hunde el Albatros, aunque también se puede lanzar a<br />
mano. En el interior del tambucho otra más pequeñas que hay que sacarla y<br />
tirarla al agua, se infla sola pero hay que tirar del cabo de color rojo.<br />
Carlos, intentó huir del pesimismo.<br />
—Bueno mejor que seamos un poco optimistas. Nosotros somos los<br />
rescatadores, si empezamos hundiéndonos es que vamos mal.<br />
Marcelo estaba muy preocupado.<br />
— 344 —
—Hay que ser realistas. Nos puede pasar de todo, desde fracasar en el<br />
despegue hasta hundirnos en medio de la tormenta. Existe un peligro muy serio<br />
de naufragar. Así que tenemos que tener todo previsto, para actuar sin pensarlo.<br />
Esta será la única manera de sobrevivir si las cosas se ponen feas.<br />
—Tienes razón –se retractó Carlos —, hay que asumir cualquier situación,<br />
dinos que tenemos que hacer.<br />
—Cuando nos suceda algo grave, como por ejemplo un golpe fuerte con una<br />
ola. Lo primero, en voz alta decimos nuestro nombre y nuestro estado físico, lo<br />
que indicará que estamos conscientes, que podemos hablar y que nuestro<br />
cerebro se mantiene coordinado.<br />
—Bien, y después.<br />
—Los que se puedan mover tiene que verificar si hay un incendio o si entra<br />
agua, lo prioritario es impedir que nos hundamos.<br />
—Entendido.<br />
—Ahora, pongámonos en el peor de los casos que tengamos que abandonar el<br />
barco. Entonces, hay que tomar decisiones frías y rápidas. Solo los más fuertes<br />
pueden sacar a los débiles, es imposible que me arrastréis por todo el barco si yo<br />
no puedo, así que no perdáis el tiempo conmigo. Si a Carlos le pasa lo mismo,<br />
entonces Altaha tienes que irte sola sin pensarlo.<br />
Lo dijo como si él fuese a hacer lo mismo. Tanto Carlos como Altaha sabían<br />
que si ellos se quedaban heridos o inconsciente Marcelo nunca les abandonaría,<br />
pero también tenía razón en que ellos no podrían con Marcelo. Así que esperaban<br />
no tener que tomar esa decisión.<br />
—Conforme –apunto Carlos-. Es una decisión dramática pero completamente<br />
lógica.<br />
—Después se lanza la balsa al agua y uno se mete dentro. <strong>El</strong> GPS se activa<br />
automáticamente. Y a partir de ahí, cerrar completamente la balsa y a esperar. No<br />
olvidéis coger junto a la escotilla de salida una gran bolsa amarilla; contiene el<br />
teléfono satélite, algo de ropa seca, agua y alimentos, así como dos linternas y un<br />
libro de náufragos, una depuradora de agua manual y un botiquín. Esto reforzara<br />
el equipo que está en la balsa. Y si podéis, meter la bolsa de la balsa pequeña en<br />
la grande, solo pesa veintiún kilos y se puede mover con cierta facilidad. Así<br />
dispondréis de una balsa de seguridad.<br />
Marcelo hablaba como si ya no se contase con él, y aunque resultaba lógica la<br />
forma de expresarse, parecía que vinculaba el naufragio con su muerte.<br />
—Recordar, que si tenemos un problema y esto se hunde, este barco no tiene<br />
compartimentos estancos ni tanques de flotabilidad, por lo que dispondréis de<br />
muy poco tiempo. La clave es actuar automáticamente sin pensarlo. Hemos<br />
— 345 —
asumido que nos podemos morir, así que si nos ocurre a alguno de nosotros, mala<br />
suerte. Los que sobrevivan no deben perder el tiempo pensándolo, solo deben de<br />
actuar.<br />
Durante unos segundos los tres se quedaron en silencio, asumiendo lo que<br />
nunca querrían asumir. La muerte de un conocido siempre es un momento<br />
sentimental y traumático, donde uno se olvida de todo y se queda bloqueado.<br />
Ahora si se llegaba a producir esa situación, deberían hacer justamente lo<br />
contrario; olvidarse de los sentimientos y actuar rápidamente.<br />
Altaha les explicó que el sistema de equilibrio dinámico del barco estaba<br />
preparado, aunque no tuvo tiempo de programar una transición del aire al agua.<br />
Por este motivo el momento de elevarse tendía que hacerlo manualmente, y para<br />
amerizar lo mismo. Carlos tendría que controlar el Albatros en esos segundos<br />
decisivos y coordinar perfectamente todos los cambios. Al igual que ya hicieron el<br />
la regata.<br />
Marcelo también les explicó que había colocado una sonda de calor en el<br />
depósito de agua y así conocerían la temperatura. Si la temperatura subía a más<br />
de noventa y cinco grados, el agua se evaporaría y se quedarían sin refrigeración,<br />
entonces el motor se griparía. Si eso pasaba tendría que parar el motor y en el<br />
aire eso implicaba que solo dispondrían de menos de un cuarto de hora antes de<br />
agotar las baterías. Así que antes de que esto sucediese tendrían que amerizar<br />
urgentemente.<br />
En el transcurso de esas dos horas el viento había aumentado hasta los treinta<br />
nudos con olas de cuatro metros.<br />
Marcero volvió, con unas pastillas y unos vasos.<br />
—Tomar estas pastillas de biodramina con cafeína y otro café. Esto se va a<br />
mover por todos los lados y tenemos que estar todos operativos. Y por cierto<br />
aprovechar para ir al baño, después será muy complicado y aunque ahora no<br />
tengáis ganas, con el café y la tensión, os vendrán enseguida.<br />
Marcelo miraba por los cristales las olas. Negando con la cabeza.<br />
—Creo que hemos esperado demasiado, con este mar así no podemos planear<br />
y no podemos alcanzar suficiente velocidad para elevarnos.<br />
Carlos estaba absolutamente tranquilo.<br />
—No necesitamos velocidad para planear. Lo que quiero es más viento, con el<br />
suficiente ascenderemos verticalmente.<br />
— ¿Verticalmente?<br />
—Sí. Necesitamos cuarenta nudos para ascender.<br />
— 346 —
—Pues lo podríamos haber conseguido antes, con veinticinco o treinta nudos<br />
de viento y la velocidad que nos da el motor, ya obtendríamos más de los<br />
cuarenta necesarios.<br />
—Sí, pero esa velocidad es navegando, cuando nos elevásemos, en el aire solo<br />
tendríamos la velocidad del viento de veinticinco o treinta nudos que sería<br />
insuficiente, y volveríamos a caer. Somos un planeador, si tuviésemos un motor<br />
con una hélice sí que lo podríamos hacer con esa fuerza de empuje.<br />
— ¡Claro! –Exclamó Marcelo- que idiota soy. Si está claro que por algo yo soy<br />
mecánico y tu ingeniero, –comentó con síntomas evidentes de frustración por su<br />
error.<br />
Carlos apoyo la mano en su hombro.<br />
—Déjate de tonterías, tienes una mente mucho más inteligentes y ordenada<br />
que la mayoría de los ingenieros que conozco. Fíjate que fallo he tenido antes al<br />
no calcular la refrigeración del motor. Lo cierto, es que no podemos controlar<br />
todo, cada uno solo es bueno en lo suyo y es el conjunto de conocimientos<br />
trabajando en equipo lo que nos hace más valiosos.<br />
Altaha puso cara de asco.<br />
— ¿Pero queréis dejar de hacerlos la pelota? Porque os conozco, que sino<br />
pareceríais unos gays intentando ligar. Centraros en la navegación, que podemos<br />
tener problemas con nuestros cálculos, ya estamos en treinta y cinco nudos de<br />
viento y aun no noto ninguna capacidad de elevación.<br />
Carlos, que en su cabeza almacenaba todos los cálculos del funcionamiento<br />
teórico del Albatros, respondió al instante.<br />
—Eso es porque vamos navegando, el ala vertical no genera un empuje<br />
ascensional, además, las llevamos semi-plegadas por lo que solo estamos<br />
utilizando un cuarenta por ciento, sino nuestra velocidad sería muy elevada y<br />
saltaríamos entre las olas.<br />
— ¿Entonces ya podríamos elevarnos en cualquier momento?<br />
—Con cuarenta nudos sin problemas. Para despegar, el plan es navegar contra<br />
el viento impulsado solo por el motor y con las alas extendidas horizontalmente,<br />
pero sin inclinación. Cuando lleguemos a la cresta podremos las alas a tope de<br />
sustentación y deberíamos salir hacia arriba sin problemas.<br />
—Lo tienes todo pensado, eres un genio.<br />
—Un genio crea un conocimiento, yo solo la aplico. Pero si logramos ascender<br />
y mantenernos en el aire, empezare a considerar que más que unos genios somos<br />
unos místicos, porque desde luego sería un milagro. Por cierto, y hablando de<br />
Milagros, si alguno de vosotros es religioso, que aproveche y rece lo que sepa,<br />
porque a partir de ahora toda ayuda nos hará falta.<br />
— 347 —
Marcelo lo tenía claro.<br />
—Ya sabes que la religión no es lo nuestro, hemos hecho todo lo posible,<br />
ahora solo es cuestión de suerte.<br />
Altaha, siempre más flexible, nunca descartaba ninguna opción.<br />
—Tampoco perdemos nada por pedir un poco de ayuda. Nuestro patrón en<br />
informática es Ramón Llull, no estaría mal que supervisase que el programa<br />
funcione correctamente.<br />
—Ese debe ser de los nuevos –comentó Marcelo—, que yo no lo conozco. En<br />
la mar nos acogemos a la virgen del Carmen; así que hasta que estemos en el aire<br />
mejor que se ocupe ella de cuidarnos.<br />
—Vale –dijo Carlos— pero después si es cuestión de volar yo me inclino por la<br />
Virgen de Loreto patrona de los aviadores.<br />
—Esperad –dijo Altaha—, eso para el Albatros, pero para cuidar de nosotros<br />
no nos podemos olvidar de la “Morenita”, nuestra virgen de la Candelaria patrona<br />
de Tenerife.<br />
—Pues, -dijo Marcelo- si tu traes a la tuya entonces yo a mía, la virgen de<br />
Guadalupe de Rianxo, sin ella no se va a ningún lado.<br />
Carlos movió la cabeza de un lado al otro.<br />
—Bueno ya puestos a tener representación territorial tenemos que traer a San<br />
Isidro de Madrid. Y con esto creo que ya somos demasiados, sino esto va a<br />
parecer un autobús del vaticano. Así que preparaos.<br />
Esta pugna por los santos, les hizo gracia y ayudó a rebajar la tensión del<br />
momento.<br />
Se cambiaron vistiéndose con los trajes de agua, y cogiendo más ropa la<br />
ataron a la cabecera de los sillones para amortiguar los golpes. Después se<br />
sentaron y se apretaron las correas de los cinturones de seguridad lo máximo<br />
posible. En ese momento agradecieron la idea que tuvo Marcelo de colocar<br />
asientos anatómicos de rally y cinturones con cinco puntos de anclaje.<br />
—Bueno, estamos listos –dijo Carlos—. Así que como dijo Cesar antes de<br />
cruzar el Rubicon; Alea jacta est, que significa la suerte está echada.<br />
—Como dicen en mi tierra, que sea lo Dios quiera –ratifico Altaha.<br />
—Pues como dicen en la mía –exclamó Marcelo—, el valiente solo muere una<br />
vez, los cobardes mil veces. Así que vamos para arriba.<br />
Estos eran los últimos ánimos que se daban, plenamente conscientes del<br />
altísimo riesgo que corrían en esta primera maniobra.<br />
— 348 —
Altaha se concentró en los controles informáticos del equilibrio. Marcelo<br />
activo el motor. Carlos con todos los datos en la cabeza y su habilidad como<br />
pilotó, controlaba la dirección y rumbo. Dio las primeras órdenes.<br />
—Ya tenemos velocidad suficiente, pliega todas las alas y comenzamos con<br />
apertura horizontal simétrica.<br />
Cuando las alas se plegaron y dejaron de tener el impulso de viento la<br />
velocidad disminuyo. Carlos dio las órdenes.<br />
—Motor en avante media, abre las alas.<br />
Comenzó a abrir las alas horizontalmente lentamente. Mostraban su perfil<br />
más afinado, para evitar que el viento los elevase antes de tiempo.<br />
—Marcelo motor a tope, y Altaha, mantén el equilibrio lateral de las alas, pero<br />
desactiva el timón de profundidad. Lo tengo que controlar manualmente.<br />
Ahora el Albatros navegaba contra las olas con las alas extendidas.<br />
—En la siguiente cresta saltamos. ¡Atento Marcelo! cuando estemos en el aire,<br />
para la hélice y pon en funcionamiento el alternador.<br />
Empujó a tope la palanca del motor para obtener la máxima velocidad, el<br />
Albatros aceleró mientras bajaba la ola. Subió rápidamente la siguiente. Cuando<br />
estaban llegando a la cresta Carlos inclinó los alerones hacia atrás captando toda<br />
la fuerza del viento. Pero algo raro ocurrió entonces, parecía como si el Albatros<br />
no quisiese salir del agua, a pesar que Carlos forzaba los alerones al máximo.<br />
Llegaron a la cresta de la ola a máxima velocidad y la proa del Albatros con la<br />
inercia de la velocidad salió del agua por encima de la ola, entonces todo el<br />
Albatros se elevó de repente, saliendo proyectado hacia arriba y hacia atrás,<br />
inclinado unos cuarenta grados. Esa posición resultaba peligrosísima pues podría<br />
voltearlo en el aire y caería sin control el mar boca abajo.<br />
Carlos empujó los mandos hacia adelante, que actuaban sobre el timón de<br />
cola y logró que la inclinación se redujese a diez grados, mientras el Albatros<br />
siguió ascendiendo a gran velocidad.<br />
Siguieron ascendiendo rápidamente y cuando alcanzaron los quinientos<br />
metros de altura, comenzaron a sentirse un poco más seguros, pues ahora<br />
disponían de margen de maniobra para las correcciones. Si bien el nivel de<br />
precisión exigía que Carlos estuviese plenamente concentrado en ese precario<br />
equilibrio. Marcelo y Altaha se aferraban al asiento con la máxima tensión,<br />
estaban en manos de Carlos, y esa impotencia les generaba aún más nerviosismo.<br />
Miraban los instrumentos, con la vana esperanza de distraerse concentrados en<br />
los datos. Los tres permanecían en completo silencio, que finalmente rompió<br />
Carlos.<br />
— 349 —
—Listos, para cambiar al sistema de equilibrio dinámico. A la de tres<br />
cambiamos.<br />
Contaron hasta tres y Carlos apagó todos los controles manuales transfiriendo<br />
el control al ordenador, que ya estaba activado con el programa de vuelo.<br />
Eran momentos de mucha tensión y Carlos seguía con una mano encima del<br />
botón de control manual y otra en los mandos, por si tenía que volver a tomar el<br />
control.<br />
Ninguno de los tres dijo nada, miraban fijamente los instrumentos para<br />
verificar que todo iba bien, pues a través de los cristales, con la lluvia, no tenían<br />
prácticamente ninguna visibilidad.<br />
Cuando el ordenador tomó el control el Albatros comenzó a ladearse y a<br />
cabecear y Carlos pensó que entraría en pérdida, pero el sistema se ajustó<br />
automáticamente y los ladeos se corrigieron hasta volar equilibrado ligeramente<br />
inclinado hacia arriba para seguir tomando altura.<br />
Los tres volvieron al anterior silencio, expectantes en los ajustes que realizaba<br />
el Albatros de forma automática.<br />
Siguieron ascendiendo con seguridad hasta los dos mil metros de altura,<br />
Carlos comenzó cambiar la inclinación y se puso prácticamente horizontal y<br />
después unos grados inclinados hacia abajo. <strong>El</strong> Albatros fue cogiendo cada vez<br />
más velocidad. Cuanto más velocidad alcanzaba más afinaba Carlos el perfil de las<br />
alas, pues a mayor velocidad aumentaba la sustentación y con menos perfil se<br />
reducía el rozamiento, lo que a su vez le permitía coger más velocidad.<br />
<strong>El</strong> Albatros se mantenía estabilizado, aunque subiendo y bajando en función<br />
de las ráfagas del viento. Carlos fue el primero que asumió que todo iba bien.<br />
— ¡Perfecto! ¡Lo hemos conseguido!<br />
Les informó que la velocidad marcaba ciento treinta nudos, lo que equivalía a<br />
unos doscientos cuarenta kilómetros por hora.<br />
—A esta velocidad, en cinco horas habremos llegado –informó Altaha después<br />
de calcular la distancia en el ordenador.<br />
Carlos decidió mantener la altura entre los mil quinientos y dos mil metros. No<br />
deseaba subir mucho más, pues cuanto más elevación menos oxígeno y más frío,<br />
incluso se podría llegar a acumular el hielo en las alas y podría ser peligrosísimo.<br />
Los aviones comerciales y militares tiene sistemas para evitarlo, pero el diseño del<br />
Albatros evidentemente nunca tuvo en cuenta esta posibilidad.<br />
Ahora un poco más tranquilos, comenzaron a hablar.<br />
— ¡Uf! Que mal lo pase, casi no logramos despegar —comentó Altaha—. Me<br />
parece Carlos, que tus cálculos iban un poco justos.<br />
— 350 —
—No, mis cálculos eran correctos. Pero tuve el fallo de no pensar en el efecto<br />
ventosa que retenía el casco del Albatros pegado al agua. Los aviones solo se<br />
apoyan en tres ruedas y nunca existe este efecto. Por ese motivo cuando nos<br />
separamos del agua ascendimos rápidamente y nos lanzó hacia atrás, fue un<br />
momento muy peligroso.<br />
Los tres se quedaron cayados pensando en lo mismo; existían muchos factores<br />
que no habían previsto ni calculado y, bastaba un error en uno de ellos para que<br />
todo acabase mal.<br />
Altaha aunque quiso distraer su temor con el comentario, estaba aterrorizada<br />
pensando que volaban a mil quinientos metros de altura en medio de una<br />
tormenta y solo centrándose en los datos lograba distraer su nerviosismo.<br />
Marcelo, aunque valiente se mostraba incomodo, por la incertidumbre y por no<br />
controlar nada sobre el arte de volar, e igualmente se centraba en distraerse<br />
controlando la temperatura del motor, el consumo y otros parámetros. Carlos,<br />
parecía sereno y muy concentrado en lo que hacía, sin el menor atisbo de temor;<br />
no en vano acumulaba cientos de horas de vuelo y más de alguna ocasión tuvo<br />
que volar en medio de una tormenta.<br />
Así continuaron volando, aunque el fuerte viento a ráfagas hacía que el<br />
Albatros vibrase, haciéndolo subir y bajar repentinamente, en lo que se conoce<br />
como baches aéreos. Con todos esos movimientos, ninguno de los tres se quitó<br />
los cinturones ni se levantó del sillón durante más de cuatro horas. Ya quedaban<br />
pocas millas para su destino y Altaha se centró el localizar la balsa, que seguía<br />
emitiendo su señal del GPS.<br />
—Tenemos la señal a menos de cinco millas.<br />
—Comenzaré a descender –dijo Carlos-. Quiero amerizar a media milla, no<br />
podemos arriesgarnos chocar con la balsa.<br />
Con la lluvia prácticamente no se veía nada a más de cincuenta metros. <strong>El</strong><br />
altímetro, podría tener errores, así que Carlos fue descendiendo lentamente. Al<br />
bajar a cien metros pudieron ver con mayor claridad el mar y la espuma de las<br />
olas.<br />
Carlos les explico que el amerizaje lo realizarían contra el viento para así lograr<br />
la mayor sustentación y el mínimo de velocidad, el problema es que así lo<br />
chocarían contra las olas.<br />
—Apaga el motor, tenemos energía suficiente para la maniobra y no lo quiero<br />
tener en marcha cuando americemos. Bloquea todos los conductos.<br />
Todos eran conscientes que un motor en marcha en caso de rotura, podría<br />
producir un incendio.<br />
— 351 —
Carlos controló manualmente el descenso. dirigiéndose directamente contra<br />
una ola; cuando parecía que iba a chocar hizo girar el Albatros hacia arriba que se<br />
levantó treinta grados reduciendo la velocidad, y así golpeó la ola con la parte<br />
inferior del barco en medio de un grave crujido. <strong>El</strong> Albatros debido a su gran<br />
velocidad rebotó sobre la ola y saltó contra la ola siguiente, esta vez golpeándola<br />
directamente con el morro de la proa. <strong>El</strong> impacto fue bastante brusco, si bien<br />
gracia a la forma ovalada del casco se introdujo con facilidad en el agua, pero al<br />
llegar alas quedo frenado bruscamente. Ya detenido, gracias a su gran<br />
flotabilidad, emergió y se quedó flotando a merced de las grandes olas. Dentro de<br />
Albatros reinaba un silencio sepulcral, tan solo se oía la solas y el viento que<br />
sacudían el casco.<br />
—Marcelo, estoy bien, sin lesiones.<br />
—Altaha, estoy bien, sin lesiones.<br />
—Carlos, operativo al noventa y cinco por ciento.<br />
Una sonrisa de satisfacción se mostró en la cara de Marcelo, al comprobar que<br />
todos estaban bien.<br />
—No exageres vejete, tú nunca estuviste operativo más del ochenta por<br />
ciento.<br />
—Muy gracioso. Pero en serio, me duelen las cervicales por el golpe.<br />
—Eso no es nada. Pongamos en marca en motor y aproemos el Albatros, sino<br />
las olas nos van a golpear de costado.<br />
Altaha verificó que el ordenador seguía funcionando correctamente. Aunque<br />
con ese viento y esas olas no podrían utilizar las alas como velas, por lo que<br />
deberían plegarlas cuanto antes. Acciono los varios interruptores para arrancar el<br />
motor y, esperó con cierta incertidumbre.<br />
Un ronroneo de la sala de máquinas, indicó que funcionaba correctamente,<br />
accionó el plegado de las alas comprobando con emoción que todo iba bien.<br />
— ¡Funcionan todos los sistemas! –informó Altaha satisfecha.<br />
Casi no había acabado de decirlo cuando la alarma sonora se activó y se<br />
encendió un piloto rojo. Este era uno de los últimos sistemas de seguridad que<br />
instaló Marcelo, que indicaba que la bomba de achique se había puesto en<br />
funcionamiento de forma automática; lo que solo ocurriría si entraba agua y el<br />
nivel alcanzaba los cinco centímetros en la sentina.<br />
Marcelo solo tardó en reaccionar un segundo, soltó el cinturón del sillón y se<br />
levantó. Rápidamente cogió una linterna para la cabeza y otra para la mano, así<br />
como un tubo con la pasta de sellado. Después se desplazó rápidamente al<br />
compartimento central para acceder a la sentina.<br />
— 352 —
De inmediato, se percató que en la parte inferior se acumulaban unos diez<br />
centímetros de agua, que se movían de un lado a otro por efectos de las olas. La<br />
bomba de achique automática estaba funcionando pero no lograba evacuarla, lo<br />
que indicaba que estaba entrando en gran cantidad. Lo primero que hizo fue<br />
encender la segunda bomba de achique eléctrica que había instalado, cuya<br />
activación era manual. Después se centró en buscar por donde entraba el agua,<br />
consciente que si no lograba taponarla estarían en un gran aprieto, pues tal vez ni<br />
con las dos bombas serían capaces de impedir que subiese el nivel. Aun disponían<br />
de las bombas manuales, pero dado el esfuerzo que exigían, solo servían para<br />
achicar si no había vías de agua.<br />
Apuntó la linterna hacia abajo pero no logró ver más que el agua turbia, pues<br />
se había mezclado con restos de grasa y gasoil de la sentina. Se agachó y<br />
metiendo la mano en el agua, palpó todo el fondo del Albatros. Fue desplazando<br />
la mano hasta que noto una clara grieta transversal, sintiendo claramente el<br />
caudal de agua que entraba. Pensó que habían tenido suerte, al estar situada<br />
detrás del motor, se podía acceder con cierta facilidad. Cogió el tubo con la pasta<br />
especial de sellado y, a tientas con una mano marcando la grita, fue inyectándola<br />
todo a lo largo de la grieta. Cuando acabo, se quedó mirando el nivel del agua<br />
para ver si bajaba, tal vez existiesen otras grietas aun sin localizar.<br />
Espero unos minutos para que trabajasen las bombas de achique, y apreció<br />
claramente que el nivel del agua fue bajando progresivamente, hasta que al llegar<br />
a las tomas de las bombas estas comenzaron a gorgotear tomando cada vez<br />
menos agua. Cuando el nivel del agua bajó al mínimo la bomba automática se<br />
desactivo. Dejó que siguiese la manual hasta que ya no le llegaba el agua y<br />
comenzó a trabajar en vacío, solo entonces la paró para evitar que se quemase.<br />
Se quedó un minuto contemplando la sentina y vio que no aparecía más agua,<br />
el sellado funcionaba a la perfección. No viendo más problemas volvió a la cabina<br />
a informar a sus compañeros.<br />
—Teníamos una fisura pero la he taponado. No hay problema para navegar,<br />
pero no podemos darnos un nuevo golpe, el casco se ha resentido.<br />
—Menos mal –comentó con alivio Altaha-. Aquí todo funciona perfectamente.<br />
Carlos miró por la ventana mostrando su preocupación.<br />
—Hay que localizar cuanto antes la posición de la balsa.<br />
Ya eran las seis de la tarde y el sol se estaba poniendo, por lo que en menos de<br />
media hora casi seria de noche. Resultaba prioritario que localizasen la balsa<br />
cuanto antes. Un rescate en la oscuridad complicaría aún más la situación, pues el<br />
Albatros no estaba equipado con focos exteriores.<br />
— 353 —
Una de las pantallas que representaba el mapa donde se encontraban indicó<br />
un punto.<br />
—Localizada –dijo Altaha. Está al noroeste a poco menos de media milla.<br />
Las olas golpeaban el casco según avanzaba. Si bien la forma afilada desviaba<br />
el impacto y la estructura de carbono del Albatros aguantaba con robustez.<br />
Marcelo, se fue durante unos minutos a los camarotes de popa y a la entrada.<br />
Regreso apoyándose en los mamparos para no caerse. Su cara estaba mojada.<br />
—Bueno, fuera la cosa esta dura, así que el plan es el siguiente; Altaha, tú te<br />
quedaras en los mandos, cuando lleguemos tienes que para el Albatros junto a la<br />
balsa para que quede en un costado. Después, solo tienes que quedarte parada,<br />
aunque será el momento más peligroso, pues estaremos expuestos a las olas.<br />
Mantén la sangre fría, no des motor hasta que te lo digamos. Carlos y yo,<br />
saldremos a la cubierta para el rescate.<br />
Tanto Altaha como Carlos estuvieron conformes, después de todo, ellos no<br />
tenían ni idea de lo que hacer en esas situaciones.<br />
Mientras el Albatros avanzaba en dirección a la posición de la balsa, Marcelo y<br />
Carlos se pusieron por encima de los trajes de agua los chalecos y los arneses.<br />
Todo este equipo les dificultaba moverse, pero resultaba imprescindible para su<br />
seguridad. <strong>El</strong> cabo de seguridad de Marcelo bastante largo para poder llegar hasta<br />
el mar, el de Carlos más corto justo para que no pudiese salir lanzado por la popa.<br />
Además cada uno de ellos disponía de un segundo cabo de seguridad se utilizaba<br />
en los cambios del principal, de esta forma nunca se quedaban sueltos. También<br />
sacaron dos cabos con dos arneses unidos en los extremos, que serían los que<br />
utilizarían para el rescate y otros cabos de ayuda, que Marcelo dejó en bolsas<br />
para que no se liase todo.<br />
Volvieron a la cabina de mando, donde Altaha manejaba con precaución el<br />
Albatros mientras verificaba como se acercaban a las coordenadas previstas.<br />
La luz azulada que se filtraba entre las nubes se combinaba con la espuma y<br />
las olas, creando un aspecto entre el día y la noche. Subieron una ola y al llegar<br />
arriba pudieron ver a la derecha el techo naranja de la balsa salvavidas.<br />
— ¡Ahí está! — Exclamó Altaha con emoción.<br />
—Tienes que evitar cogerla con el viento en la popa o la arrollaremos —le dijo<br />
Marcelo—, mejor da la vuelta y acércate contra el viento. Y antes de llegar corta<br />
máquina, ten en encuentra que la balsa esta parada y que seguiremos avanzando<br />
por inercia, si es necesario mete atrás para frenarnos. Después no toques el<br />
motor hasta que te avisemos. ¿Lo tienes claro?<br />
—Sí, –afirmó con contundencia.<br />
— 354 —
Altaha ya llevaba muchas horas de navegación con el Albatros y controlaba<br />
perfectamente su manejo, además se saber casi intuitivamente cómo reaccionaría<br />
en cada situación.<br />
—Pues vamos —dijo Marcelo con decisión, y se fue con Carlos a popa para<br />
salir a la bañera.<br />
Antes de abrir la escotilla, se giró hacia Carlos.<br />
—Vamos a salir al infierno, incluso aunque grites tal vez ni nos podamos oír,<br />
así que tenemos que saber exactamente lo que hacer. Tú te quedaras en cubierta,<br />
y pase lo que pase no te sueltes de tu cinta de seguridad. Yo bajaré hasta la balsa<br />
y los iré subiendo. Cuando estén en cubierta los llevas a dentro, así uno a uno. ¿Lo<br />
tienes claro?<br />
—Sí.<br />
—Ahora, tienes que entender algo muy importante. Si por cualquier motivo yo<br />
me caigo y no subo, no intentes nada, pues no puedes hacer nada por mí. Primero<br />
salva al resto, y si ves que no logró subir y está comprometida la seguridad del<br />
Albatros debes de cortar el cabo.<br />
Le hizo entrega de una navaja con filo de sierra apta para cortar rápidamente<br />
un cabo, y se la ató con un fino cabo al cinturón para que no la perdiese.<br />
Carlos, a pesar de su mente lógica y pragmática, le costaba asumir que llegase<br />
el momento de dejar a su compañero abandonado en el mar. Iba a decir algo,<br />
pero se dio cuenta que no era el momento de hablar sino de actuar, así que se<br />
limitó a asentir con la cabeza, en un claro gesto de resignación si las cosas se<br />
ponían realmente feas.<br />
Ataron los cabos de seguridad en el interior de la cabina y abrieron la escotilla.<br />
De inmediato una rociada de agua les cubrió la cara, el viento rugía impidiendo oír<br />
nada e incluso permanecer en pie resultaba difícil. Ataron los segundos cabos de<br />
seguridad en la bañera, solo entonces, soltaron los primeros y cerraron la<br />
escotilla.<br />
Carlos no podía mantener el equilibrio así que se puso a gatas, mientras que<br />
Marcelo se colocó en el bordo de estribor para ver la balsa.<br />
Apreciaron como el barco metía maquina atrás para frenar, Marcelo pudo ver<br />
como la balsa se acercaba por su costado. <strong>El</strong> francobordo del Albatros estaba<br />
situado a más de un metro sobre el agua y las cintas de agarre de la balsa estaban<br />
situadas justamente a nivel del agua. Marcelo calculó que estirando el brazo no<br />
llegaría, así que la balsa que estaba junto al Albatros pasaría de largo, pues el<br />
oleaje y el viento los movían de forma diferente. En ese momento Marcelo se<br />
lanzó de cabeza por la borda hasta que un cabo atado a su cintura lo retuvo, así la<br />
mitad de su cuerpo quedó colgando hacia abajo y pudo llegar con las manos hasta<br />
— 355 —
la balsa. La ató rapidamente con un mosquetón, después cogió otro cabo y le<br />
colocó el mosqueton a otra agarradera. Revolviéndose con un enorme esfuerzo<br />
logró incorporarse y subir a cubierta, entonces cogió los dos cabos los tensó y<br />
acercó más la balsa hasta que quedo pegada al Albatros.<br />
Volvió a descolgase hacia la balsa y moviéndola por el techo buscó la abertura<br />
de la tela donde estaba el cierre que daba acceso al interior. Abrió la cremallera y<br />
logró meter un brazo y la cabeza, el corazón palpitaba a punto de salirse, miró en<br />
su interior pero entre la penumbra pero veía todo negro. Cogió la linterna y<br />
enfocó hacia el interior con el corazón contraído. Tumbados en suelo, contó<br />
cuatro bultos inmovibles encogidos unos contra otros, que ni se habían percatado<br />
de su llegada. Entonces gritó.<br />
— ¡Mike! ¡Mike!<br />
La figura más grande se dio la vuelta y mostró el rosto. Ahí estaba Mike.<br />
— ¡Soy Marcelo, estamos aquí! -Le dijo gritando para superar el sonido del<br />
viento.<br />
En ese momento recordó que cuando uno está en la oscuridad y enfoca a<br />
alguien con la linterna, lo deslumbra y no puede ver nada. Así que Marcelo volvió<br />
la linterna y se ilumino la cara para que lo pudiese ver.<br />
Mike se movió lentamente, pues al estar en esa posición durante horas tenia<br />
los miembros entumecidos, además, el suelo de la balsa de plástico y flotando<br />
sobre el agua, le impedía tener apoyo firme. Se acercó a Marcelo.<br />
— ¡Gracias a Dios! ¡Salva a los niños! –fue lo primero que dijo Mike.<br />
— ¡Os salvare a todos! –le contestó Marcelo con rotundidad.<br />
Le acerco uno de los arneses que llevaba atados con la cuerda.<br />
—Pónselo a uno de los niños para que lo suba.<br />
Mike se movía lentamente, seguramente estaría aterido y le costó más de dos<br />
minutos ajustar todo el arnés a su hija Grace. A Marcelo esta espera se le hacía<br />
interminable, tuvo que volver a incorporarse, para que la sangre no se acumulase<br />
en la cabeza.<br />
Cuando Mike acabó, cogió a su hija Grace y la acerco a la apertura de la balsa,<br />
Marcelo tensó el cabo que estaba sujeto al arnés. Mike la sujetaba desde dentro,<br />
entonces Marcelo tiro con fuerza y salió desde los brazo de Mike y recorrió en el<br />
aire la escasa distancia hasta la cubierta, donde la cogió Marcelo.<br />
Se la pasó a Carlos, que sin soltarle el arnés la llevo hasta la escotilla de la<br />
entrada, solo cuando la metió dentro le soltó el arnés, la dejó en una litera y<br />
volvió a salir cerrando la escotilla.<br />
Marcelo no se confió por la facilidad del primer rescate, consciente que coger<br />
a la pequeña con apenas veinte kilos, resultaba muy sencillo comparado con los<br />
— 356 —
noventa e Mike. Ya le había pasado el segundo cabo con el arnés a Mike, que<br />
estaba poniéndoselo a Christopher. Esta vez ya con experiencia no tardo ni un<br />
minuto. Cuando estuvo listo, sacó a su hijo hasta la abertura para que Marcelo lo<br />
viese.<br />
De nuevo lo alzo sin ningún problema y se lo pasó a Carlos.<br />
Mike, cuando acabó de colocarle el arnés a Sophia. Marcelo esta vez se lo<br />
tomo con más calma. A ella no podía alzar en vilo de un solo tirón. Así que utilizo<br />
dos cabos para afianzar el arnés y le pasó uno de ellos a Carlos, utilizarían la<br />
fuerza de los dos. Primero tensaron el cabo y cuando tiraron de Sophia, esta salió<br />
de la balsa y logró subir medio metro, quedándose colgada pegada al Albatros con<br />
los pies dentro del agua. En el segundo tirón la elevaron otro medio metro y con<br />
el tercero ya la metieron en cubierta.<br />
Mike se estaba colocando el segundo arnés, que aún no estaba atado a<br />
ninguno de los cabos esperando que Marcelo le lanzase el cabo con el<br />
mosquetón. En esos momentos una nueva ola golpeó la balsa tensando uno de<br />
los soportes laterales por donde estaba atada al Albatros, y por efecto de la gran<br />
presión que la desgarró.<br />
Marcelo contempló con horror, pues la rotura se había producido no en<br />
sujeción sino en la propia balsa arrancando un trozo de esta del tamaño de un<br />
puño, por donde salía rápidamente el aire y esta se deshinchaba en cuestión de<br />
segundos. Se dio cuenta que si la balsa se hundía podía enredarse en la hélice,<br />
dejando al Albatros sin capacidad de maniobra en la mitad del temporal. Recogió<br />
la amarra suelta y soltó rápidamente la segunda amarra de la balsa, para que<br />
quedase libre y separase lo más posible del Albatros.<br />
Mike desde en la balsa medio hundida, en unos segundos se percató de la<br />
situación, así que saltó al agua para no hundirse con ella. Una vez en el agua<br />
intentó alejarla del Albatros empujándola con su espalda y batiendo los pies. Su<br />
prioridad en ese momento no era ponerse a salvo, sino impedir que el Albatros<br />
con su familia se quedase sin hélice en medio de la tormenta. Sus movimientos<br />
desesperados comenzaron a dar resultado y la balsa se movió alejándose un par<br />
de metros del Albatros mientras se iba hundiendo, tambien le ayuda que el viento<br />
empujaba al Albatros alejandolo.<br />
Marcelo había solucionado el primer problema, pero hora quedaba Mike, se<br />
estaba alejando del Albatros y en cuestión de segundos se quedaría perdido en la<br />
mar, donde ni siquiera lo podrían localizar pues no llevaba un GPS personal. Sin<br />
pensarlo, Marcelo se agacho y tiro de un lazo, liberando el nudo de margarita que<br />
acortaba el su largo cabo de sujeción, lanzándose al agua.<br />
— 357 —
<strong>El</strong> cabo tendría unos veinte metros así que tuvo margen suficiente para llegar<br />
hasta Mike que se encontraría a unos diez del Albatros. Lo primero que hizo fue<br />
coger otro mosquetón y se unió su arnés al de Mike, así los dos se quedaron<br />
flotando con sus chalecos unidos por el cabo al Albatros.<br />
Marcelo, cogió el cabo, fue enrollándolo con las manos para que no se<br />
deslizase, y así lo fue cobrando, poco a poco acercándose hasta el Albatros.<br />
En ese momento por la borda asomo la cabeza de Carlos, que los miró e<br />
intento decirles algo, pero con el rugido del viento fueron incapaces de<br />
comprenderlo, después se retiró.<br />
Marcelo siguió cobrando cabo hasta llegar al francobordo. Al llegar se dio<br />
cuenta que el cubierta estaba demasiado alta, no la podía alcanzar con la mano y<br />
tampoco ayudar a Mike a subir. Pero lo peor, es que sabia que ni siquiera con la<br />
ayuda de Carlos lo podría hacer, ni contando con Altaha tendrían fuerza suficiente<br />
para subir a los dos.<br />
Marcelo analizó la situación con frialdad. Mike estaba demasiado anquilosado<br />
y débil para hacer ningún esfuerzo. Estimó que la única salida a esa situación<br />
consistía en soltarse del cabo de seguridad para que intentasen subir solo a Mike.<br />
Se percataba que tendría que tomar una decisión cuanto antes, pues por efecto<br />
del agua y del frio se debilitaba por momentos. Y además, existía el riesgo que<br />
Mike se percatase de la situación y se intentase soltarse para salvarlo. Busco la<br />
navaja de forma inconsciente y de inmediato recordó que se la había dejado a<br />
Carlos.<br />
En ese momento sitió un tirón de la cuerda, la presión siguió aumentando<br />
hasta que ceso. Estaba claro que Carlos intentaba subirlos, lo que sencillamente<br />
era imposible.<br />
Esto le hizo pensar en las instrucciones que le había dado a Carlos antes de<br />
separarse. La implacable lógica de Carlos le indicaría que resultaba imposible<br />
subirlos, y no tardaría en tomar una decisión. La duda, ya no era, si cortaría el<br />
cabo, sino cuantos intentos de subirlos realizaría antes de tomar la decisión. Tenía<br />
que actuar rápidamente, necesitaba soltarse de su arnés, para que cuando Carlos<br />
lo intentarse de nuevo, notase solo el peso de Mike, y con ayuda de Altaha lo<br />
subiesen. Él, con mucha suerte, si lograba quedarse cerca del Albatros, tal vez<br />
pudiesen lanzarle un cabo y salvarse.<br />
Pensó como soltarse del arnés, cuando notó tensión en el cabo, que fue<br />
aumentando progresivamente. Se percató que Carlos intentaba subirlos de<br />
nuevo, lo que resultaba sencillamente imposible. Se maldijo a sí mismo, debería<br />
haberse soltado antes, ahora estaba comprometiendo la vida de Mike.<br />
— 358 —
Contra toda lógica, el cabo se seguía tensando con más fuerza y comenzó a<br />
elevarlos unos diez centímetros. Se paraba, retrocedían unos centímetros, pero<br />
volvía a elevarlos otros diez centímetros. De forma lenta pero constante iban<br />
subiendo colgados junto al Albatros. Cuando se dio cuenta estaba los dos fuera<br />
del agua, entonces elevó las manos para buscar algún lugar donde agarrarse, no<br />
pudo, así que tuvo que esperar a que los subiesen más.<br />
Cuando las cabezas llegaron hasta la borda y pudieron mirar dentro de la<br />
bañera, vieron a Carlos con una palanca en las manos y el cabo enrollado en ella y<br />
varios mosquetones engarzados en el suelo formando una polea. Con la palanca<br />
de más de un metro empujaba con todo su cuerpo para tirar del cabo y de la<br />
polea, de esta forma solo podía tirar unos centímetros de cada vez, pero lograba<br />
hacerlo con mucha fuerza.<br />
Cuando Carlos se dio cuenta que ya estaban arriba, afianzó el cabo para<br />
asegurarlos, y solo entonces, se acercó a ellos para ayudarles a entrar en la<br />
bañera.<br />
Si soltarse del cabo de seguridad, llegaron hasta la escotilla de entrada, ahí<br />
Marcelo soltó el Mosquetón y ayudó a Mike a meterse en el Albatros, dentro la<br />
mujer y los hijos estaban sentados con unas mantas.<br />
Entraron todos y cerraron la puerta de la escotilla asegurándolas con todos los<br />
pernos.<br />
Marcelo abrazo a Carlos, aun sorprendido por la forma de subirlos.<br />
— ¿Cómo se te ocurrió este sistema?<br />
—Sencillo, solo apliqué la ley de la palanca. Multiplicaba mi fuerza por veinte.<br />
Ya lo dijo Arquímedes, “dame un punto de apoyo y moverá e mundo”.<br />
Le contestó aun jadeando por todo el esfuerzo, pero con la misma<br />
tranquilidad de un profesor explicando a los alumnos un teorema.<br />
— ¡Maldito loco ingeniero! ¡Maldito loco ingeniero! - Repetía Marcelo<br />
mientras lo abrazaba de nuevo.<br />
Fueron golpeados por una ola, que los lanzo contra las literas y les hizo volver<br />
a la realidad. Tenían que poner en marcha al Albatros para dejar de estar a<br />
merced de las olas.<br />
Marcelo se fue rápidamente hasta la cabina de proa, donde Altaha inquieta<br />
miraba hacia atrás esperando las noticias.<br />
— ¡Están todos salvados! mete máquina y sácanos de aquí.<br />
— ¿A la capa? –le preguntó.<br />
—No, mejor vamos a correrlo.<br />
Altaha, ya conocía el argot, y correrlo implicaba ponerse a favor de las olas e<br />
intentar mantener la misma velocidad que estas.<br />
— 359 —
Maniobró perfectamente el Albatros para poner popa a las olas, ajustando la<br />
velocidad navegando un poco más rápido que estas para evitar ser alcanzados.<br />
Marcelo volvió a la cabina de popa.<br />
Les ayudaron a quitarse la ropa mojada, y le dieron ropa seca.<br />
Marcelo, cogió un termo con una sopa que había preparado, lo sirvió en unas<br />
tazas altas. Se lo dio a los niños y después a Mike y Sofía, sin duda después de<br />
estar pasando frío agradecerían algo caliente.<br />
Mike no hacía más que darles las gracias y aún estaba asombrado de verlos<br />
aparecer en estas circunstancias.<br />
— ¿Pero cómo estáis aquí?<br />
—Tranquilo ahora lo importante es que estéis bien. Ahora tenéis que comer y<br />
descansar. Después ya lo contaremos todo.<br />
Después de tomar un poco de sopa, Mike se comenzó a recuperar y buscaba<br />
respuesta a sus preguntas.<br />
— ¿Cómo habéis llegado? ¿Y cómo nos habéis encontrado?<br />
Carlos les explico brevemente que gracias a su baliza del GPS. Los convenció,<br />
que lo mejor que podían hacer en ese momento era descansar, ya tendrían<br />
tiempo para explicaciones.<br />
Los acondicionaron en los sacos de las literas. También se ocuparon de poner<br />
cabos atravesando verticalmente la zona exterior de las literas para evitar que con<br />
la escora o con un golpe se pudiesen caer.<br />
No tardaron en quedarse todos dormidos.<br />
Aunque estaban agotados, el motivo de haberse quedado dormidos tan rápido<br />
fue que en la sopa Marcelo incluyó un somnífero. Sabían que necesitaban<br />
recuperar fuerzas, y lo mejor es que se durmiesen profundamente pues la<br />
tormenta los moverían bastante.<br />
Después de doce horas de dormir como troncos Mike y su la familia se<br />
despertaron. Entonces fue cuando le contaron toda la historia de su naufragio.<br />
Cuando salieron de las Bahamas hacia las Bermudas, las previsiones eran<br />
buenas, pues la tormenta aún estaba muy alejada, así cuando llevaban dos días y<br />
solo le faltaba uno para llegar, no estaban preocupados.<br />
Entonces, cuando navegaban rápido, con la mayor y el génova a unos dieciséis<br />
nudos, sufrieron un golpe terrible. Debió de ser con algún gran objeto que flotaba<br />
entre las aguas, pues ni la alarma del radar sonó, ni Mike, que estaba al timón, vio<br />
nada delante de ellos.<br />
<strong>El</strong> impacto fue tan fuerte que, con toda la inercia del palo lanzado hacia<br />
adelante tensionó de forma brutal el cable que lo sujetaba por popa, llamado<br />
— 360 —
ackestay, rompiéndolo. Entonces el palo, con la inercia más la fuerza de todas las<br />
velas, se lanzó hacia delante quebrándolo y dejando desarbolado al Endeavour.<br />
Con el palo también se rompió la antena de la radio y del GPS lo que les dejó sin<br />
comunicación. A nivel personal, tuvieron suerte, pues excepto algún moratón no<br />
se hicieron daño.<br />
Mike se dio cuenta que lo más importante era librar al barco del palo que<br />
colgaba. Con un cortafríos cortó los cable del Stay y los obenques dejando que el<br />
palo cayese por la borda y se hundiese.<br />
<strong>El</strong> siguiente problema es que el golpe abrió una vía de agua entre la proa y la<br />
aleta de babor. Las bombas de achique automáticas estaban funcionando, pero<br />
claramente resultaban insuficientes para evacuar por lo que el nivel comenzó a<br />
subir y a llenar la sala de máquinas que estaba situada en la parte inferior.<br />
Cogieron sacos de dormir y cojines, intentando tapar la zona afectaba, pero<br />
resultaba complicado, tanto por el acceso al lugar, como por la presión del agua.<br />
Para reducir la presión puso el motor marcha atrás y viraron para ponerse a favor<br />
del viento para evitar la máxima presión sobre la zona, si bien aunque se redujo<br />
algo, el agua siguió entrando.<br />
Así estuvieron luchando durante dieciocho horas, con las bombas eléctricas y<br />
manuales, hasta que exhaustos, se acabó inundando toda la sala de máquinas y el<br />
motor se paró, quedando expuestos al temporal que comenzaba a llegar con<br />
fuerza. Entonces el nivel del agua comenzó a subir rápidamente y se dieron<br />
cuenta que tenían que abandonar el barco.<br />
Cuando abrieron la balsa salvavidas se activó de forma automática el GPS. En<br />
ese momento llevaban derivando con la tormenta y los había alejado mucho más<br />
de Bermudas. <strong>El</strong> resto solo fue esperar metidos en la balsa.<br />
Mike destacaba por encima de cualquier detalle, la serenidad y frialdad con<br />
que su mujer y sus hijos habían actuado. No se dejaron llevar por el pánico y<br />
supieron que hacer en cada momento, obedeciendo con precisión las ordenes de<br />
Mike. Ciertamente él siempre insistió mucho en que estuviesen preparados, pero<br />
no esperaba este tipo de comportamiento tan ejemplar.<br />
Una vez escuchado la versión de Mike, Altaha les explico su propia historia de<br />
cómo los habían encontrado y montado la operación de rescate.<br />
A Mike y a la familia les parecía increíble lo que le estaban contando, al<br />
principio pensando que eso de llegar volando, se trataba de una historia de Altaha<br />
para entretener a los niños. Solo cuando Carlos y Marcelo se lo confirmaron se lo<br />
creyeron, aunque no salían de su asombro.<br />
Dentro del Albatros, estaban realmente justos de espacio, pues si utilizaban<br />
las literas no tenían asientos y además, solo podían dormir cuatro. En el puesto de<br />
— 361 —
mando pasaba lo mismo, pues solo disponían de cuatro asientos. Pero a pesar de<br />
todas estas incomodidades lo único importante es que todos estaban a salvo.<br />
Un problema, aunque menor, es que tampoco llevaban muchos alimentos,<br />
pues pensaban hacer solo una travesía de unas horas cuando tuvieron que salir al<br />
rescate. De todas formas, ese problema solo se presentaba respecto a los<br />
alimentos frescos, pues con las latas y alimentos secos disponían para un par de<br />
días para los siete sin problemas.<br />
La tormenta duró otras treinta y seis horas, en las cuales el Albatros se<br />
zarandeaba de un lado a otro y de arriba a abajo, si bien gracias a su excepcional<br />
ligereza y flotabilidad se comportaba como un patito de goma, aparentemente<br />
imposible de hundir. Altaha, logró mejorar mucho la comodidad, al ajustar el<br />
programa de inteligencia artificial de los timones para que se adelantase y<br />
corrigiesen el balanceo.<br />
Según la posición del GPS durante la tormenta se desviaron hacia el norte y<br />
hacia el oeste, así que estaban relativamente cerca de la costa de Estados Unidos.<br />
Contactaron con el servicio costero de rescate para pedir ayuda, pues aunque no<br />
estaban en peligro, el Albatros no tenía ni las condiciones de vida ni la autonomía<br />
de gas oíl para seguir navegando a motor. Un guardacostas estaba en la zona, así<br />
que coordinaron un rumbo de encuentro en doce horas.<br />
Los Guardacostas de los Estados Unidos bajo las siglas USCG forman la rama<br />
más pequeña de las cinco de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Está<br />
orientada a la protección de los puertos, las fronteras marítimas, aguas interiores<br />
y el mar territorial, por ello tiene la misión de operaciones de búsqueda y rescate,<br />
pero también de evitar la inmigración ilegal, tráfico y velar por los recursos<br />
naturales marítimos.<br />
<strong>El</strong> servicio de guardacostas patrulla por las aguas interiores y por la zona<br />
costera y, excepcionalmente sale del rango de cincuenta millas, llamada área<br />
profunda. Esto solo se produce en circunstancias excepcionales, como en este<br />
caso.<br />
<strong>El</strong> barco que acudió se trataba del modelo 123 Maritime Patrol Boat, de unos<br />
cuarenta metros, con una velocidad máxima de veintiocho nudos, más de tres mil<br />
millas de autonomía y una dotación de dieciocho tripulantes. Un magnifico barco<br />
perfectamente adaptado para este tipo de misiones de rescate.<br />
Cuando se encontraron, todos se subieron a bordo y pusieron a remolque al<br />
Albatros.<br />
A pesar de estar en otro barco en medio del océano, disfrutaron de una<br />
sensación de seguridad como si hubiesen vuelto al hogar. Disponian de espacio,<br />
— 362 —
desde las literas para todos, hasta tener una mesa donde sentarse y sobre todo la<br />
ducha de agua caliente. Altaha tan poco moderada como siempre, manifestó su<br />
felicidad cantando en la ducha que se podía oír por todo el barco.<br />
<strong>El</strong> médico que llevaban realizó una rápida revisión de toda la familia de Mike.<br />
Muy satisfecho estimó que estaban perfectamente, solo tendrían que descansar<br />
un poco más, pero no exista daños físicos, ni deshidratación o hipotermia. Con<br />
cierta sorpresa tampoco encontró ningún otro síntoma como ansiedad o stress.<br />
Mike había aleccionado a su familia sobre los peligros del mar, por lo que todos<br />
estaban mentalmente preparados para lo que les había sucedido; parecía<br />
increíble la naturalidad con la que los niños contaban, como tuvieron que<br />
abandonar el barco que se hundía en medio de un temporal para meterse en la<br />
balsa salvavidas.<br />
Los niños estaban tan bien que, enseguida comenzaron a desplegar toda su<br />
curiosidad; la marinería se ocupó de ellos, tratándolos con mimo y enseñándoles<br />
el barco como si se tratase de un parque de atracciones; mientras tanto, el<br />
capitán asombrado escuchaba todo el relato de la aventura aprovechando para<br />
comer con los cinco.<br />
En el puente de mando ubicado en la cubierta superior, quedaba siempre de<br />
guarda el oficial de puente y el timonel. Por lo que se sorprendieron cuando en el<br />
comedor se presentó el oficial de puente, que por definición no debería<br />
abandonar ese puesto.<br />
—Señor –dijo dirigiéndose al capitán— tenemos una aviso de emergencia, de<br />
un velero con una vía de agua. Están a sesenta millas al sur.<br />
<strong>El</strong> capitán sin decir nada hizo un rápido cálculo mental; a cinco nudos en<br />
remolque del Albatros tardarían doce horas, pero si navegaban a quince nudos<br />
que sería el límite con ese mar, llegarían en cuatro horas. Esa diferencia de<br />
tiempo resultaría esencial para el velero en apuros, incluso podrían conseguir que<br />
siguiese a flote, y en el peor de los supuestos, localizarían con más facilidad la<br />
balsa salvavidas.<br />
Se dirigió a Carlos, Marcelo y Altaha.<br />
—Tenemos que abandonar al Albatros, a remolque nos frena mucho y es<br />
prioritario este salvamento. Dejen activado el GPS de localización y las escotillas<br />
completamente cerradas, debería mantenerse a flote cuando volvamos para su<br />
rescate.<br />
Marcelo respondió al instante.<br />
—<strong>El</strong> Albatros está perfectamente. Nosotros seguiremos navegando con él.<br />
Solo necesitamos un poco de combustible, agua y alimentos.<br />
— 363 —
Marcelo habló en nombre propio, pero las miradas de confirmación de Carlos<br />
y Altaha constataron que ninguno de ellos estaba dispuesto ni abandonar el<br />
Albatros ni a dejar que uno de sus compañero fuese solo.<br />
<strong>El</strong> capitán sopesó si permitir que volviesen al barco, consciente que<br />
legalmente solo se lo podía impedir si apreciaba que existía un peligro inminente.<br />
Teniendo en cuenta que ese feo barco, o lo que fuese, había atravesado el<br />
atlántico, superado una tormenta y salvado a los náufragos, no se podía decir que<br />
no estuviese en condiciones de seguir navegando un par de días más con<br />
seguridad.<br />
—Respeto su decisión –dijo el capitán zanjando la cuestión-. Ahora debemos<br />
actuar rápido.<br />
Dio las órdenes al oficial para que parasen el remolque, se pusieran al pairo<br />
para abarloase al Albatros, con la finalidad de entregar los suministros previstos y<br />
hacer el trasbordo de los tripulantes.<br />
La urgencia de los acontecimientos, evidenció que una vez más se separarían<br />
de forma precipitada de Mike y su familia.<br />
Mike estaba visiblemente molesto y preocupado. Sin duda prefería seguir con<br />
sus amigos y no que volviesen a la mar, pero sabía que nunca abandonarían al<br />
Albatros, como él mismo tampoco lo haría en las mismas circunstancias. Llevó<br />
rápidamente a Carlos al puesto de mando y, sobre una carta electrónica le indicó.<br />
—Estamos aquí, a unas trescientas millas de nueva York. Tenéis que ir<br />
directamente, pues ahí puedo disponer de puerto y ayudaros en todo. ¿Os parece<br />
bien?<br />
Carlos ni había pensado cuál sería su nuevo destino, pero estaba claro que la<br />
decisión de Mike resultaba la más lógica.<br />
—Sí, está claro que sin suministros y sin revisar a fondo el Albatros no<br />
podemos atravesar el Atlántico. Es buena idea disponer de un buen puerto con tu<br />
ayuda.<br />
—Bien, pues así quedamos, llámame por el teléfono satélite o por el móvil<br />
cuando estés cerca –le dijo mientras le entregaba un papel con los números—. Y<br />
no tengáis prisa, pensó unos segundos; hoy es jueves así que navegando<br />
tranquilos llegareis el domingo por la mañana. Pero recordar, tienen que ser por<br />
la mañana con más luz, es una zona de mucho tráfico y no lleváis radar, es<br />
peligroso navegar de noche. Nos coordinamos y os estaremos esperando.<br />
Apenas tuvieron tiempo para despedirse. Los niños que no esperaban esta<br />
separación se despidieron llorando y contagiaron a Altaha, que con lágrimas los<br />
miraba con cara de pena mientras ya bajaban al Albatros. Marcelo tuvo una<br />
buena ocurrencia para romper la tristeza de la despedida.<br />
— 364 —
— ¡Ah!, por cierto, si tenéis algún problema llamarnos, acudiremos a vuestro<br />
rescate.<br />
Eso hizo que todos sonriesen mientras los barcos se separaban. Enseguida el<br />
guardacostas tomo rumbo sur, mientras que el Albatros hacia el norte, alejándose<br />
rápidamente.<br />
Cuando volvieron a su vida en el Albatros, sintieron que las pocas horas en el<br />
guardacostas habían sido como un pequeño oasis, pero estaban contentos de<br />
poder seguir en su barco. Hicieron una revisión general, comprobando con<br />
satisfacción que todos los sistemas funcionaban, así que realmente no tenían<br />
nada que hacer más que mantener el rumbo. Estuvieron comentando como hasta<br />
el momento consideraban la habitabilidad del Albatros muy limitada, pero cuando<br />
realmente no pudieron disponer de las camas y de los asientos para todos es<br />
cuando ahora valoraban realmente lo que poseían. Se sentían comodísimos al<br />
poderse acostarse o sentarse sin ninguna limitación.<br />
<strong>El</strong> mar se había calmado y solo persistía un viento de unos veinte nudos y olas<br />
de dos metros, así que volvieron a sus rutinas de navegación con los turnos.<br />
Después de lo que habían pasado, el oleaje no les preocupaba lo más mínimo, y<br />
se mostraban indiferentes ante los ligeros movimientos del Albatros.<br />
Carlos, seguía analizando los datos del vuelo que quedaron registrados el<br />
sistema de telemetría, y de vez en cuando les comentaba que si tal factor podía<br />
ser mejorado. Marcelo seguían revisando que todo estuviese bien, y Altaha,<br />
aprovecho para poner al día el diario de a bordo, con todos los acontecimientos<br />
que les habían pasado en esos tres días.<br />
Al día siguiente, viernes, amaneció con el mar batido por un viento suave y<br />
olas pequeñas. <strong>El</strong>los habían descansado toda la noche, a excepción de la guardia<br />
de Marcelo, así que se dispusieron a pasar una singladura muy relajada.<br />
Se sentían tranquilos y felices por haber rescatado a Mike y su familia, pero el<br />
saber que los volverían a ver en unos días les ilusionaba, por lo que con emoción<br />
esperaban llegar hasta New York.<br />
<strong>El</strong> sábado pasó sin ninguna novedad destacable, solo al llegar la noche<br />
recibieron la puntual llamada de Mike por el teléfono satélite, para saber su<br />
posición y conocer su estado. De nuevo insistió en la coordinación de la<br />
navegación para que llegasen a una hora concreta. Dado que llevaban<br />
combustible de sobra y tanto el viento como la mar eran buenos, se ajustarían<br />
— 365 —
perfectamente a las previsiones, así que le tranquilizaron garantizándole que todo<br />
estaba bajo control.<br />
— 366 —
TODO SE ACABA<br />
Haciendo caso a los consejos de Mike, tuvieron que reducir un poco la<br />
velocidad por la noche para llegar a la hora prevista por la mañana; sin duda estas<br />
previsiones habían sido muy acertadas pues la densidad del tráfico en la bahía y<br />
puerto de New York es enorme, y navegar por la noche en un barco pequeño y sin<br />
radar resultaba muy arriesgado. Además, el Albatros todo negro y con sus formas<br />
raras mostraba un eco de radar extraño, que podría confundir a otros barcos.<br />
Para llegar hasta New York, tendrían que entrar por la bahía unas ocho millas y<br />
dentro al norte se abría el estuario del río Hudson que formaba el puerto natural<br />
del New York que se extendía unas seis millas hasta la Isla de Manhattan.<br />
Calculaban que tardarían unas dos horas en todo ese recorrido, así que entrando<br />
a las diez de la mañana sobre las doce llegarían a la altura de la isla libertad,<br />
donde se encuentra la famosa estatua con el mismo nombre. Mike los citó<br />
justamente en ese lugar y a esa hora, sin saber a qué club náutico, muelle o<br />
astillero los quería llevar después.<br />
Cuando dejaron el mar abierto para entrar en la bahía, y aunque solo eran las<br />
diez de la mañana del domingo, se asombraron al ver que algunas avionetas y<br />
media docena de helicópteros los sobrevolaban. Estaba claro que se estaban<br />
acercando a una de las ciudades con mayor población y tráfico aéreo del mundo.<br />
Hasta ese momento no estaban preocupados por su llegada a EEUU, pero al<br />
sentirse observados se percataron de un problema que no habían contemplado.<br />
Se disponían a entrar en uno de los países con mayores controles de<br />
antiterrorismo del mundo. Es cierto que no tenían nada que ocultar, pero no<br />
podían encontrarse en una peor situación; Ninguno de ellos llevaba pasaporte y<br />
menos aún el visado, así que técnicamente no podían entrar en Estados Unidos; <strong>El</strong><br />
Albatros a todos los efectos, resultaba un barco muy extraño y una embarcación<br />
no registrada; y lo peor, es que si pedían aclaraciones en España se encontrarían<br />
con que estaba señalado como un posible barco de contrabando. Ahora, se daban<br />
cuenta que había sido una mala idea intentar atracar en un puerto tan<br />
importante. Pero en ese momento ya no podían dar la vuelta, así, que ante esta<br />
situación, resultaba vital entrar con discreción y encontrar a Mike cuanto antes,<br />
después, con un poco de suerte seguramente el consulado podría arreglarles los<br />
papeles.<br />
Carlos comentó, que no tenía ninguna duda en cuanto que el Albatros estaría<br />
totalmente localizado por los satélites o por el radar de la costa desde al menos<br />
cincuenta millas. Así pues, sin posibilidad alguna de ocultarse, la clave de pasar<br />
— 367 —
desapercibidos, radicaba precisamente navegar en una zona con una alta<br />
densidad de tráfico marítimo; estaba claro que la policía no podía parar y<br />
examinar todos los barcos, por lo que con un poco de suerte no serían detenidos.<br />
Estas previsiones optimistas de Carlos se vieron apoyadas por la suerte que les<br />
parecía acompañar ese día. Se dieron cuenta que ya dentro de la ensenada del río<br />
Hudson se podía apreciar una alta concentración de barcos de todo tipo. La<br />
circunstancia de que fuese domingo, seguramente significaba que se trataba de<br />
alguna regata o evento de algún tipo de esos, que se reúnen todos los navegantes<br />
para celebrar algún centenario de algo. Estaba claro que Mike había escogido un<br />
día perfecto para que pasasen desapercibidos, ahora entendía su insistencia en<br />
que llegases ese día y a una hora determinada.<br />
Bajo esa confianza, siguieron avanzando pegados en el lado derecho de la Ría<br />
para buscando la máxima discreción, si bien resultaba imposible ocultarse pues<br />
ese trayecto y hasta donde estaba concentrados todos los barcos prácticamente<br />
no había ninguna otra embarcación. Por el contrario, por encima del Albatros<br />
sobrevolaban algunos helicópteros lo que les hacía sentirse controlados, por<br />
suerte, ninguno de ellos parecía ser de la policía o del ejército, mostraban siglas<br />
que bien eran de cadenas de televisión o de alguna empresa de transporte de<br />
esas que hacen tours para turistas.<br />
Distinguieron por la proa un barco no muy grande, tipo motora de unos diez<br />
metros, que se dirigía directamente hacia ellos. Cuando estaba a quinientos<br />
metros ya se podía distinguir el caso azul y la cabina en blanco. La embarcación<br />
siguió avanzando hasta que pudieron distinguir claramente en el casco azul las<br />
siglas de NYC POLICE.<br />
— ¡Mierda! –Exclamó Marcelo— es la policía viene directamente hacia<br />
nosotros.<br />
—Calma –Comentó Carlos sin inmutarse— sigamos a la misma velocidad y<br />
rumbo como si no tuviésemos nada que ocultar, nosotros a lo nuestro, con todo<br />
ese folión que tienen delante ya estarán bastante ocupados.<br />
Pero la motora no pasó de largo, sino que al llegar a su altura dio por la popa<br />
un amplio círculo, se puso paralelo a ellos a unos diez metros.<br />
Marcelo ante esta evidencia, se dio cuenta que ya no tenían escapatoria.<br />
— ¡Malditos cabrones! Han venido directamente a por nosotros, seguros que<br />
nos tenían controlados desde hace muchas millas.<br />
Uno de los policías copio el megáfono y les indicó que se pusieran el contacto<br />
por la radio en el canal siente.<br />
— 368 —
No había nada que hacer. Solo les quedaba colaborar lo máximo posible, pues<br />
tal y como estaban la situación, cualquier maniobra extraña podría indicarles una<br />
agresión, y lo mismo les daba por ponerse a disparar.<br />
En la radio se oyó un masaje claramente dirigido a ellos: “Buenos días<br />
Albatros, Bienvenidos a los Estados Unidos. Síganos a cien yardas de distancia”.<br />
—Que cabrones, piensan que podemos ser terroristas y tal vez nos hagamos<br />
volar, y por eso nos ponen a cien metros de distancia.<br />
—Bueno, calma –indicó Carlos-, no podemos hacer nada. Así que solo nos<br />
queda seguirlos. Como todo en la vida, este viaje también se acaba, y no nos<br />
podemos quejar, en conjunto hemos tenido mucha suerte.<br />
Siguiendo la estela de la motora subiendo el río, dirigiéndose a la<br />
concentración de barcos, que ahora se mostraba como algo totalmente inútil para<br />
sus planes.<br />
De la concentración salió un yate de unos veinte metros, que se dirigió a<br />
bastante velocidad hacia ellos, los pasó y dando un círculo se puso en su popa.<br />
<strong>El</strong> teléfono satélite sonó en ese momento. Se oyó una voz familiar.<br />
— ¡Hola Carlos, soy Mike!<br />
Por fin alguna buena noticia Mike estaba localizado, tan vez, con su ayuda<br />
lograsen no ser detenidos.<br />
—Hola Mike, que alegría. Nos encontramos a una milla de la estatua de la<br />
libertad.<br />
—Ya lo sé. Estamos a vuestra popa, somos el yate que os sigue.<br />
En efecto, se fijaron y en la parte superior del yate pudieron ver a Mike y a su<br />
familia, que los saludaron efusivamente.<br />
Además de la alegría por verlos, estaba claro que Mike haría todo lo que<br />
estuviese en su mano para ayudarles. Aunque la normativa de inmigración en<br />
EEUU es dura, está claro que los padrinos funcionan en cualquier lugar del<br />
mundo.<br />
— ¿Cómo nos habéis encontrado?<br />
—Estabais localizados desde hacía dos horas, envié a un helicóptero de la<br />
emisora para que os siguiese.<br />
Se había olvidado que Mike disponía de muchos recursos a su alcance.<br />
—Ahora no nos podemos parar. Tenemos que seguir a la lancha de la policía.<br />
— ¿Os referís a la escolta que lleváis delante?<br />
— ¿Escolta? ¿No estamos detenidos?<br />
—Claro que no, es la escolta de honor que tenéis para entrar en New York.<br />
Esta nueva aclaración le desconcertó aún más.<br />
— ¿Escolta de honor? ¿Para qué?<br />
— 369 —
—Veis todos esos barcos que hay ahí delante.<br />
—Sí. ¿Qué es lo que pasa?<br />
—Están todos esperando para recibiros.<br />
— ¿Qué dices, no lo entiendo?<br />
—Todo el mundo ya conoce la historia del salvamento, han venido cientos de<br />
barcos para recibiros.<br />
— ¿Pero, qué tenemos que hacer?<br />
—Nada especial. Solo seguir el barco de la policía.<br />
— ¿Y nuestros visados y el control de aduanas?<br />
—No os preocupéis por eso.<br />
Carlos colgó el teléfono, e informó con cara de sorpresa a Marcelo y Altaha de<br />
esta situación. Por una parte, se sintieron contentos por haber evitado la<br />
detención, por otra, estaban sorprendidos por ser el centro de atención.<br />
Delante de ellos se encontraban dos remolcadores, y justamente detrás<br />
estaban cientos de barcos, dejando un canal central de unos cien metros de<br />
ancho. Pequeñas lanchas de la policía y motos acuáticas de voluntarios<br />
controlaban que nadie invadiese el canal.<br />
Cuando llegaron a la altura de los remolcadores, la lancha de la policía hizo<br />
sonar la sirena y fue contestado primero por las potentes sirenas de los dos<br />
remolcadores. Entonces lanzaron con sus cañones de agua dos potentes chorros<br />
que cruzaban por encima del canal creando una imaginaría puerta que ellos<br />
atravesarían. Según seguían avanzando comenzaron a sonar las sirenas de todos<br />
los barcos.<br />
—<strong>El</strong> teléfono sonó de nuevo.<br />
—Tenéis que salir de la cabina y saludar, toda la gente está como loca por<br />
veros.<br />
Así salieron los tres vestidos con sus trajes de agua rojos, se quedaron en la<br />
bañera saludando a un lado y a otro a todos los barcos que los flanqueaban,<br />
llenos de personas que agitaban los brazos efusivamente.<br />
Marcelo eso del ser el centro de atención no le gustaba nada.<br />
—Esto es ridículo, tanto saludito a gente que no conocemos de nada.<br />
—Saluda y disfruta –le aconsejó Carlos—, este es un momento en la vida<br />
irrepetible. Además, es poco precio el que tenemos que pagar, si esto evita que<br />
tengamos problemas con aduanas.<br />
Teniendo en cuenta que Mike dominaba como nadie los medios de<br />
comunicación, estaba claro que se había movido para convocar toda esta<br />
recepción.<br />
Altaha, aunque estaba contenta, algo no le convencida y rosmaba por lo bajo.<br />
— 370 —
—Esto no se lo perdono a Mike, esto no se lo perdono.<br />
Carlos intentó de nuevo con Altaha, que captase el punto positivo de toda esa<br />
magnífica recepción.<br />
—No que quejes y disfrútalo, es un recibimiento precioso, yo estoy<br />
impresionado e incluso emocionado.<br />
—No. Si el recibimiento me parece maravilloso. Lo que no le perdono a Mike,<br />
es que no nos lo haya dicho para que nos preparemos. Mira que facha tengo, yo<br />
aquí con el polo verde que no pega nada con el rojo del traje de aguas y con estos<br />
pelos de loca. ¡Qué vergüenza!<br />
Los dos la miraron, Altaha, para ellos estaba perfecta, pero ella, como mujer,<br />
no estaría satisfecha, si no se pasaba una hora acicalándose. No le dieron<br />
importancia, la conocían perfectamente para saber que no tenía remedio.<br />
Mientras avanzaban, entre los cientos de barcos, con los saludos y bocinas<br />
sonando, Marcelo aprovechó para ilustrarles que en New York reciben a los<br />
héroes en mar en ese tramo. Mientras que en tierra lo hacen en el cañón de los<br />
Héroes, que se realizaba en la avenida Broadway de Manhattan; se llama así<br />
porque la avenida circula flanqueada por los enormes rascacielos de la zona,<br />
como si se tratara de un río encañonado.<br />
Curiosamente la tradición tenía mucho que ver la isla de la libertad que se<br />
encontraba a media milla. En 1886, Francia regalo a Estados Unidos la estatua de<br />
la libertad, para conmemorar la independencia de los Estados Unidos; para<br />
celebrarlo se organizó un desfile por la calle Broadway; como llena de oficinas de<br />
agentes de bolsa, que recibían los datos por télex, los espectadores cogieron las<br />
tiras de papel llamadas tikertapes y las lanzaron por la ventana. Así surgió esta<br />
costumbre, más tarde se fueron sustituyendo por confeti y rollos de papel<br />
higiénico.<br />
Los desfiles se fueron consolidando y en 2003 se decidió que todos los<br />
protagonistas de esos desfiles, conocidos aún como 'tickertape parades', tuvieran<br />
su propia placa de bronce en el suelo de la avenida Broadway, al estilo del Paseo<br />
de la Fama de Hollywood.<br />
Hasta el momento había sido objeto de más de doscientos desfiles,<br />
homenajeando a todo tipo de héroes; desde los astronautas a reyes, periodistas,<br />
soldados o deportistas.<br />
Siguieron navegando durante más de media hora, atravesando toda la<br />
recepción de barcos, que no dejaban de hacer sonar las sirenas y saludarlos, hasta<br />
— 371 —
que llegaron al extremo sur de la isla de Manhattan, donde junto a un muelle<br />
tenían preparada la recepción oficial.<br />
Atracaron el Albatros asistidos por unos marineros perfectamente vestidos,<br />
imaginaron que por cortesía de la armada; subieron al muelle, donde el concejal<br />
de cultura los recibió y les indicó que en breves minutos, cuando bajasen Mike y<br />
su familia, los llevarían hasta el lugar preparado para la recepción oficial.<br />
Minutos más tarde atracó el yate de Mike. Los niños bajaron corrieron<br />
emocionados a los brazos de Altaha y Marcelo, y enseguida todos se dieron unos<br />
emotivos abrazos.<br />
Junto al muelle les habían preparado un pequeño escenario. A los tres les<br />
pareció exagerado, pero cuando vieron más de treinta cámaras de televisión,<br />
unos cincuenta fotógrafos y varias docenas de cadenas de radio, comprendieron<br />
la necesidad de todo ese montaje.<br />
Se subieron al escenario los tres y la familia de Mike y, ahí, ante todos los<br />
medios, los recibió el Alcalde de New York, primero les dio la manos a cada uno<br />
de ellos y después mientras se sentaron en una sillas se acercó a los micrófonos<br />
para dar el oficial discurso y recibirlos como héroes. Posteriormente les cedió el<br />
turno a Mike y su familia, que evidentemente se habían preparado para tal<br />
intervención, y se deshicieron en agradecimientos y elogios.<br />
Cuando les tocó el turno a los tres, Altaha fue la más decidida y la primera en<br />
hablar. A pesar de los nervios se expresó con soltura agradeciendo a todos esa<br />
magnífica recepción. A continuación le pasaron el turno a Marcelo, que iba a<br />
rehusar, pero una mirada de Carlos le obligó a mantener las formas. Dio unas<br />
gracias a todos y acabó pronto. Carlos fue el último en intervenir, siendo el más<br />
extenso y profuso, tal vez por su mayor experiencia. Cuando parecía que había<br />
acabado, sacó algo de uno de los bolsillos de la cazadora, una especie de tela<br />
enrollada; La extendió con las dos manos, apareciendo la grímpola del Endeavour,<br />
que representaba la bandera del NYYC del club de Yates de Nueva York que Mike<br />
les habían regalado en la despedida. De nuevo se acercó a los micrófonos.<br />
—Nuestros amigos, cuando nos despidieron nos honraron entregándonos la<br />
bandera de su barco. Ahora que lo han perdido, debe volver a su propiedad, para<br />
que así continúe el espíritu del Endeavour con ellos.<br />
Mike, con todo lo que pasaron, se debía de haber olvidado de ese detalle y<br />
cuando vio la bandera y como Carlos se la ofrecía, realmente se emocionó. Le dio<br />
un profundo abrazo, y después a Altaha y Marcelo. A continuación se acercó al<br />
micrófono.<br />
— 372 —
—Puede que para las personas que la vean, sea un simple pedazo de tela, pero<br />
realmente significa mucho para nosotros. Nuestros amigos han salvado nuestras<br />
vidas y ahora también nuestros recuerdos.<br />
<strong>El</strong> público los aclamó y como es típico en Estados Unidos se unieron los<br />
aplausos con los gritos y silbidos.<br />
Se bajaron del escenario y se dirigieron a una carpa montada especialmente<br />
para la recepción, ahí se había instalado un escenario con una mesa alargada y<br />
unas sillas para dar la rueda de prensa. Mike subió con ellos para que se sintiesen<br />
más cómodos, aunque se sentó discretamente en un extremo.<br />
Después de unos veinte minutos, con las preceptivas preguntas sobre el<br />
rescate, Mike dio la rueda de prensa por finalizada justificando que sus amigos<br />
estaban cansados. Les indicó que les ofrecían a todos un aperitivo en otra carpa<br />
más grande.<br />
Durante el aperitivo, se dedicaron a ser saludados por diversas autoridades y<br />
personalidades. Pero sin duda, el encuentro que más agradecieron fue con él<br />
cónsul de España, que avisado por Mike acudió para hacerles entrega de unos<br />
visados de entrada en los Estados Unidos y unos pasaportes.<br />
Mike, había programado todo el evento. Después de tres cuartos de hora,<br />
cogió un micrófono y anunció que se despedían.<br />
Les esperaba una inmensa limusina típica de EEUU, donde se metieron los<br />
siete cómodamente. Carlos aprovechó para agradecerle toda esa atención.<br />
—Muchas gracias, menudo recibimiento nos habéis montado. ¿Por cierto a<br />
dónde vamos?<br />
—Hotel Waldorf Astoria.<br />
— ¿<strong>El</strong> de las películas? –Exclamó Altaha.<br />
—Exactamente, escenario de algunas películas, aunque el hotel es de por sí<br />
suficientemente famoso.<br />
— ¡Mola! Cuando se lo diga a mis amigos se van a morir de envidia.<br />
— ¿Pero eso tiene que costar muchísimo? —Preguntó Carlos.<br />
Mike hizo un aspaviento.<br />
—Olvidaros de todo esto y disfrutar. Ahora nos toca a nosotros cuidaros.<br />
Marcelo, después de pasar todos esos actos sociales, ya tenía ganas de estar<br />
tranquilo.<br />
—Bueno, pues a descansar, que menudo día hemos tenido, esto no será fácil<br />
de olvidar en toda nuestra vida.<br />
Mike sonrió con complicidad.<br />
— 373 —
— ¿Descansar? Me temo amigos míos que eso no será posible, a las ocho<br />
tenemos que ir a una cadena de televisión y el resto de los días, la agenda está<br />
muy apretada.<br />
— ¿Televisión? ¿Agenda? ¿De qué hablas? Ya estaban en el puerto todas las<br />
televisiones del mundo.<br />
—Me temo que no sois ni medianamente conscientes de la expectación que<br />
habéis suscitado. Cuando regresamos ya fuimos noticia de primera plana y en<br />
estos dos días, en que nosotros ya hemos pasado por todo esto, se ha creado una<br />
expectación impresionante por vuestra llegada. Todos los medios de<br />
comunicación quieren entrevistaros. Además han comenzado a llegar videos de<br />
vuestra regata en Antigua cuando navegabais a más de cuarenta nudos. También<br />
vuestro vuelo de rescate fue registrado por los radares aéreos. En definitiva esto<br />
es la locura; como tengo experiencia en todo este mundo, me he permitido<br />
organizaron un poco para que os vuelvan locos. Espero que no os parezca mal.<br />
Carlos, era plenamente consciente que todas esas circunstancias le<br />
superaban.<br />
—Mike, estamos en tus manos, aquí estamos totalmente perdidos.<br />
La llegada al hotel fue menos tranquila de lo que deseaban pues ya estaban<br />
apostados una docena de fotógrafos y reporteros con sus cámaras de video. No<br />
entendían, pues hacia una hora ya les había hecho miles de fotos, pero como les<br />
explico Mike, existía un interés general por saber en cada momento en donde<br />
estaban y que hacían.<br />
Cuando salieron se vieron sorprendidos por cuatro hombres altos y fuertes<br />
con traje y corbata que se pusieron delante y a los lados.<br />
Mike les explicó que eran sus guardaespaldas, necesarios para alejar a las<br />
multitudes, y protegerlos de algún loco que siempre odiaba a los personajes de<br />
moda.<br />
La verdad, es que los fotógrafos no perdieron el tiempo. Con el marco de la<br />
entrada en el lujoso hotel, aparecían los tres con sus trajes de agua rojos, rodeado<br />
por los guardaespaldas con sus trajes con corbata, formando un imagen, cuando<br />
menos, peculiar.<br />
Entraron en el hotel y se quedaron asombrados. <strong>El</strong> lobby del Waldorf Astoria<br />
era tan grande como la mitad de un campo de fútbol, con el suelo de mármol<br />
brillando como un espejo que reflejaba la lámpara de cristal más grande que<br />
habían visto en su vida. <strong>El</strong> propio Director del hotel les estaba esperando y les<br />
ofreció una copa en uno de los salones.<br />
Les informó que estaba a su disposición las veinticuatro horas, facilitándoles<br />
su teléfono móvil particular. De forma concreta les informó de los <strong>numero</strong>sos<br />
— 374 —
servicios del hotel, destacables sin duda, pues se trataba de uno de hoteles del<br />
mundo con más personal, dispuestos para atender a sus huéspedes las<br />
veinticuatro horas del días. Les explicó que dispondrían para cada uno de ellos de<br />
una suite, además, de dos habitaciones donde se hospedaría el personal de<br />
seguridad. Les ofreció que, después de acomodarse y descansar, si le hacían el<br />
honor de ser invitados a tomar un pequeña merienda cena con él antes de asistir<br />
a estudio de televisión. Como pudieron comprobar el director estaba<br />
perfectamente coordinado con Mike para saber las necesidades de sus especiales<br />
huéspedes.<br />
Después de esta presentación subieron con el director a las suites. Una<br />
particularidad de ese hotel es que cada una de sus habitaciones tiene una<br />
decoración particular, con un equilibro perfecto entre el buen gusto y el lujo.<br />
Dentro de las suites les esperaba otra sorpresa, Mike muy previsor, había<br />
estimado que en Albatros no llevarían ninguna ropa apropiada para los actos de<br />
los siguientes días. Así que contrato los servicios de Bloomingdale's, una cadena<br />
de grandes almacenes de lujo. Y ahí, les estaba esperando un asesor en estilo, un<br />
sastre y una modista; además de disponer de veinte modelos de ropa para cada<br />
uno de ellos. Completaban los trajes con una colección de ropa interior, pijamas y<br />
complementos como abrigos cazadores o zapatos. Con esta variedad, podrían<br />
elegir la ropa para salir del pasó en las siguientes veinte cuatro horas. Después,<br />
con calma, acudirían a los almacenes para adquirir de forma totalmente gratuita<br />
lo que deseasen.<br />
Marcelo se mostraba reacio a tanto exceso, considerando que su ropa<br />
habitual resultaba suficiente. <strong>El</strong> asesor de imagen, hombre acostumbrado a todo<br />
tipo de clientes, medió inteligentemente en la cuestión. Le recordó que le<br />
Waldorf Astoria tiene una norma de vestir para lugares públicos; Bermudas,<br />
camisetas sin mangas, jeans desteñidos y sombreros informales están prohibidos<br />
en el lobby principal y otras áreas públicas del hotel. Y con este argumento lo<br />
convenció para que aceptase cambiarse de ropa.<br />
Altaha, por el contrario, estaba emocionada y se sentía como una princesa y<br />
esperaba con ilusión darse una vuelta por los almacenes para complementar el<br />
ajuar. Carlos, casi como un padre, le tuvo que recordar que todo esto lo estaba<br />
pagando Mike y su familia, así que no debían abusar. <strong>El</strong> asesor de imagen oyó el<br />
comentario y les explico que para Bloomingdale's se trataba de un acto de<br />
promoción, por lo que les regalarían toda la ropa y complementos, sin que le<br />
costase un solo dólar a Mike. Y precisamente, no existía mejor promoción para la<br />
empresa, que la foto de los tres en los grandes almacenes. Este comentario hizo<br />
que la sonrisa de Altaha casi se le saliese de la cara, toda vez que había sido<br />
— 375 —
liberada de la carga moral, disponiendo de campo libre para dar rienda suelta a su<br />
gusto por la moda.<br />
Durante las siguientes dos horas se asearon y estuvieron probándose la ropa,<br />
que inmediatamente se marcaba por el sastre y la modista para que en una hora<br />
estuviese listo el primer traje en todos sus ajustes.<br />
Bajaron a tomar algo con el director, el cual después de verificar que todo<br />
estaba a su gusto, se mostró como un perfecto anfitrión. Consciente que estarían<br />
cansados no les pidió que les constase sus aventuras sino que les deleitó con una<br />
bonita historia propia de su cargo.<br />
Todo comenzó en 1870, cuando en una noche tormentosa un hombre mayor<br />
y su esposa, entraron a la recepción de un pequeño hotel en Filadelfia para<br />
pernoctar. <strong>El</strong> hotel estaba lleno pero el empleado para que pudiesen pasar la<br />
noche les ofreció su propia habitación. A la mañana siguiente después de<br />
agradecerle el detalle el hombre le dijo al empleado, “Usted es el tipo de Gerente<br />
que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya un hotel para<br />
devolverle el favor que nos ha hecho". <strong>El</strong> conserje le agradeció el cumplido. No se<br />
volvieron a ver hasta que pasaron dos años, cuando el empleado recibió una<br />
invitación pagada para que lo visitase en New York. Ya en la ciudad el hombre le<br />
llevó a la esquina de la Quinta Avenida y la calle 34 y señaló con el dedo un<br />
imponente edificio de piedra rojiza y le dijo; "Este es el Hotel que he construido<br />
para usted". Y así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria<br />
original y contrató a su primer gerente de nombre George C. <strong>El</strong> hotel fue vendido<br />
en 1928, para que en su terreno se construyera el Empire State Building. <strong>El</strong> nuevo<br />
Waldorf Astoria, donde ellos estaban, se inauguró el 1 de octubre de 1931 en Park<br />
Avenue, entre las Calles cuarenta y nueve y cincuenta. Siendo el primer hotel del<br />
mundo de estilo Art Decó y el más grande con ciento noventa y un metros de<br />
altura.<br />
Con esta historia el director quiso destacar como había nacido el espíritu de<br />
atención, sello distintivo de la cadena hotelera.<br />
Salieron a las siete para ir a una de las cadenas de televisión más<br />
importantes, Mike les había concedido la primera entrevista en el “prime time”<br />
donde millones de espectadores estaban ya atentos para ver a los héroes.<br />
Mike les dio unos buenos consejos de cómo actuar en el estudio, desde cómo<br />
moverse, o mejor dicho no moverse, a en qué momento hablar y lo que decir.<br />
Aunque las entrevistas parecen algo muy natural, el entrevistador sabe que tiene<br />
que contentar a millones de espectadores así que estudian con detenimiento<br />
desde cada segundo que le dedican, hasta las bromas que hacen. La entrevista<br />
— 376 —
programada sería una mezcla entre alabanzas y preguntas muy sencillas, así que<br />
podían estar muy tranquilos.<br />
En el mundo de la televisión que hay personas y rostros que le gustan a la<br />
cámara, es decir que además, de ser fotogénicos le agradan al público; Altaha, con<br />
su imborrable sonrisa y su simpatía, sedujo tanto al presentador como a la<br />
audiencia. Lejos de molestarles Marcelo y Carlos lo agradecieron, pues no dejaba<br />
de ser intimidante eso de estar rodeado de focos y cámaras.<br />
Al día siguiente Mike apenas les dejó descasar, apareciendo en el hotel para<br />
recogerlos a las diez de la mañana. Mientras tomaba un café, les enseño todos los<br />
periódicos que había comprado unos minutos antes.<br />
Aunque la noticia estuvo presente en la televisión, la radio e Internet durante<br />
todo el domingo, ese lunes por la mañana los periódicos recogían la noticia en<br />
primera plana. La mayoría de los periódicos con titulares grandilocuentes como:<br />
“New York recibe a los héroes del mar,” o “los héroes el que bajaron del cielo”; y<br />
otros que relataban la apología de su viaje como “la odisea del Albatros”.<br />
Otros artículos comentaban que el Albatros había batido no menos de cinco<br />
records mundiales, desde el ser construido en dos meses, el de velocidad o el de<br />
ser el primer barco en volar.<br />
Carlos los leyó con escepticismo.<br />
—Que se olviden los periodistas de los records. Ya sabemos que hay que<br />
homologarlos con árbitros para que consten como records oficiales.<br />
—Es verdad, –confirmó Altaha—, nos lo dijo el comisario de la regata en<br />
Antigua.<br />
Mike los miró con cierta ingenuidad.<br />
—Los héroes no necesitan que los homologuen. Este artículo está escrito por<br />
el New York Times. Y por si no lo sabéis, hay un dicho en New York que afirma que<br />
lo que no aparece en el New York Times, sencillamente es que no ha ocurrido en<br />
el mundo; por contra, nadie cuestiona la veracidad de lo que se escribe. Os<br />
aseguro, que ningún periodista será tan imbécil o suicida para cuestionar a partir<br />
de ahora que estos son vuestros records.<br />
Carlos aún seguía preocupado por otras cuestiones<br />
—Lo que no me explico, es como nadie se ha dado cuenta que llegamos con<br />
un barco ilegal, sin matrícula y sin bandera.<br />
—Sencillo. Forma parte de la leyenda que he creado. Me he centrado en que<br />
todo el tiempo estabais probando un prototipo. Pero no os preocupéis ahora<br />
nadie se va a fijar en ese detalle.<br />
— 377 —
Los tres se quedaron gratamente sorprendidos, empezaban a considerar que<br />
eso de la fama les otorgaba algún beneficio.<br />
<strong>El</strong> plan de ese día, consistía en repartirse entre un acto oficial en el<br />
ayuntamiento y la asistencia a varias cadenas de televisión.<br />
Estuvieron un par de días con entrevistas y actos de reconocimiento. Ese día<br />
deberían asistir a una cena benéfica en su honor, organizada por la asociación<br />
hispana de New York, a cien dólares por cubierto, dedicado a los huérfanos de<br />
mar.<br />
En cualquier país podría parecer que este tipo de asociación local tiene poca<br />
importancia, pero teniendo en cuenta que la población de New York es de unos<br />
diecinueve millones de personas, de los cuales un quince por ciento son hispanos<br />
que representan casi tres millones. Así que tanto a nivel social como político su<br />
relevancia resultaba muy destacable.<br />
<strong>El</strong> hecho de que Carlos, Marcelo y Altaha fuesen españoles, los emparentaba<br />
directamente con el grupo de hispanos.<br />
Evidentemente la mano de Mike estaba detrás de todas esa coordinación, y<br />
como no podía ser menos, él y su familia también fueron los invitados de honor.<br />
<strong>El</strong> lugar escogido, teniendo en cuenta que eran, más de dos mil asistentes, fue<br />
un gran pabellón de exposiciones.<br />
A esas alturas, los tres ya tenían algunas tablas en cuestiones de dar la cara<br />
ante el público y las cámaras, así que hicieron unos discursos muy respetables,<br />
incluso con algún toque de humor. Los asistentes se lo agradecieron con unos<br />
minutos de intensos aplausos.<br />
Mike fue el encargado de cerrar el acto y pidió silencio absoluto, con paciencia<br />
logró que después de medio minuto la sala se quedase prácticamente en silencio.<br />
—Ya he expresado el agradecimiento infinito que mi familia les debe, pero no<br />
he dejado claro lo que realmente significan, así que les pido que escuchen en<br />
silencio estas palabras y creo que todos me entenderán.<br />
Hubo un amago de aplausos, que Mike acalló con un gesto pidiendo silencio<br />
de nuevo y, comenzó a hablar.<br />
—Si estas nadando junto a la playa y necesitas ayuda; deseas que vengan los<br />
salvavidas.<br />
Subió un poco más la voz.<br />
—Si estas navegando en el mar y tienes problemas; llamas a los guardacostas.<br />
–Subió más un el voz.<br />
— Pero si estas en medio del océano, en una tormenta, dentro de una balsa<br />
salvavidas con olas de quince metros, en esta situación imposible, entonces.<br />
— 378 —
Y subió la voz, hasta alcanzar un grito.<br />
— ¡Ruega al señor que te envíe del cielo a unos hispanos!<br />
En realidad debería haberlos llamado españoles, pero hábilmente Mike los<br />
llamo hispanos, a sabiendas que así comprendería a toda la América hispana<br />
obteniendo la identificación total de todos los presentes. Consciente además, que<br />
con esas palabras alcanzaba la fibra sensible de toda la audiencia.<br />
La sala estalló al unísono en una mezcla de gritos aclamaciones y aplausos. <strong>El</strong><br />
clamor no solo no se apagaba sino que surgían aclamaciones dirigidas a Marcelo,<br />
Carlos y Altaha.<br />
Un grupo se acercó a su mesa y cogió a los tres subiéndolo en los hombros, y<br />
comenzó a pasearlos entre todo el resto de las mesas, todos les seguían gritando<br />
mientras cogiendo las flores de las mesas se las lanzaban. En ese momento entro<br />
una orquesta que detrás de la comitiva azuzaba aún más el ritmo y los vítores.<br />
Todo pareció desmadrarse durante unos minutos, por suerte, después de una<br />
vuelta sin incidencias los devolvieron a su mesa.<br />
Mike cogió de nuevo el micrófono y volvió a pedir silencio. Cuando lo<br />
consiguió, el mejor estilo anglosajón les dijo.<br />
—Ha llegado el momento de brindar. Tres hurras por nuestros héroes.<br />
—Hip hip –marco el ritmo— y un hurra atronador sacudió la sala. Se repitió<br />
dos veces más, después dos mil copas chocaron en un brindis, no sin que una<br />
docena de ellas se rompiesen por el ímpetu de la emoción.<br />
A continuación, un artista les dedico una canción, y debería de ser un tema<br />
conocido, pues dos mil voces se unieron como un improvisado coro.<br />
Lamentablemente ninguno de los tres la conocía así que salvaron la situación<br />
sonriendo y saludando.<br />
Los actos duraron media hora más antes de finalizar la gala. Si bien tardaron<br />
una hora más en salir pues muchos invitados se quisieron sacar fotos a su lado.<br />
Los medios de comunicación sobre todos los las televisiones, destacaron al día<br />
siguiente el acto de exaltación a los héroes.<br />
Los tres le pidieron a Mike que aceptaban seguir con estos actos siempre y<br />
cuando no se volviese a repetir el desmadre de esa noche.<br />
Después de una semana de actividad social frenética, Mike les anunció que<br />
ese día no tendrían ningún acto. <strong>El</strong>los ingenuamente pensaron que por fin podría<br />
dedicarse a descansar o pasear como turistas curiosos. Pretensión como mínimo<br />
ingenua, pues con los fotógrafos y cámaras que siempre les seguían, además, de<br />
— 379 —
ser unos de los rostros más conocidos de New York, les resultaría imposible estar<br />
de incógnito.<br />
En todo caso, cualquier idea de tranquilidad se desvaneció, cuando Mike los<br />
reunió en la habitación de Carlos a las diez de la mañana. Les anunció que a las<br />
once de la mañana tendrían, en el propio hotel, una reunión de negocios con una<br />
empresa. Les explicó que dado la expectación que habían suscitado, estaban en el<br />
momento perfecto para vender sus derechos de imagen. Él como experto en ese<br />
mundo de negocios, había tomado la iniciativa avanzando en las negociaciones y<br />
escogiendo los grupos de empresas que estaban dispuestos a comprar todos los<br />
derechos de imagen y distribución sobre su historia para poder escribir novelas,<br />
hacer películas o documentales. Consideraba que la oferta sería muy interesante,<br />
si bien ellos eran los que tendrían la última palabra.<br />
Esta noticia los dejó un tanto sorprendidos, pero Mike no les aclaró nada más,<br />
les dijo que bajasen en un cuarto de hora, y se fue para recibir al grupo.<br />
Se quedaron comentando esta inesperada oferta. En cualquier otra situación,<br />
habría que desconfiar de ese intermediario que se mete en sus vidas y les<br />
presenta repentinamente unas propuestas tan interesantes. Pero en el caso de<br />
Mike, que se desvivía por ellos, tenían plena confianza en lo que hiciese; hasta el<br />
punto que incluso les resultaba indiferente si gracias a ellos conseguía ganar algo<br />
de dinero; después de todo, siempre sería mejor que lo ganase su amigo que<br />
cualquier otro intermediario, que sin duda se aprovecharía de ellos, en su<br />
condición de profanos e ingenuos en ese campo.<br />
Solo se trataron de comentarios, pues ninguno de los tres había pensado el<br />
poder sacar un provecho económico. Así, fuese o no el negocio de Mike, y por<br />
poco que les diesen ya sería mucho. Después de todo, nadan tenían en ese<br />
momento y su situación económica lo agradecería. Igualmente eran plenamente<br />
conscientes que eso de la fama resultaba efímera y con la misma velocidad que<br />
aparecía se desvanecería, así que había que aprovechar el momento.<br />
Bajaron a una de las salas de juntas que disponía el hotel y se encontraron a<br />
Mike con cinco personas. Les fueron presentadas como; el Director general, el<br />
Director ejecutivo, el director financiero, un abogado y un relaciones públicas.<br />
También estaba un traductor oficial por si deseaban hablar en español y, una<br />
especie de ayudante que discretamente permaneció de pie junto a la pared, a la<br />
espera que le pidiese cualquier cosa.<br />
Estaba claro que esa empresa venia preparada para forzar el cierre de un<br />
negocio. Carlos, un poco más experto en las negociaciones, se dio cuenta que no<br />
solo estaba en inferioridad numérica, sino que además, ellos no contaban con<br />
especialistas, pero lo peor, es que a excepción de Mike, no tenían ni idea de que<br />
— 380 —
es lo que iban a negociar. Le gustase o no, estaba claro que tendrían que confiar<br />
en Mike.<br />
Después de los saludos preceptivos se sentaron en una mesa redonda y el<br />
Director general, que se dirigió a ellos en un español muy aceptable realizando<br />
una serie de adulados comentarios sobre la aventura. Carlos, espero a que<br />
finalizase y le dijo que podrían seguir la conversación en inglés, como un intento<br />
de ponerse a su altura. <strong>El</strong> director, más cómodo en su idioma natal, no tardo en<br />
centrarse en la cuestión. Partiendo del supuesto que Mike estaba al tanto de<br />
todos los detalles, directamente les soltó que estaban dispuestos a comprarles<br />
todos los derechos de imagen por un precio total de doce millones.<br />
— ¡Doce millones de dólares! –Exclamó Altaha, sin poderse contener, y casi<br />
saliéndole los ojos de las orbitas.<br />
Carlos, hizo un esfuerzo por no llevarse las manos a la cabeza; aunque él<br />
también estaba impresionado por la cifra, como todo buen negociador, debería<br />
haber permanecido tranquilo, y a ser posible, dar algunas muestras indicando que<br />
resultaba una cantidad inferior a la prevista.<br />
<strong>El</strong> director, un poco sorprendido por el comentario. Casi como justificándose<br />
por meter la pata, rápidamente aclaró.<br />
—No, disculpe, me expresado incorrectamente, no son doce millones de<br />
dólares, son doce millones de euros. Mike ya me insistió en que todo se exprese<br />
en su moneda europea.<br />
<strong>El</strong> director financiero, les aclaró que el euro estaba aproximadamente en un<br />
treinta por ciento por encima el dólar, así que estaban hablando de unos quince<br />
millones de dólares.<br />
Altaha, pasó de la emoción a la duda y dirigió su mirada a Carlos y Marcelo.<br />
Carlos comprendió perfectamente que en ese momento cuestionaba si a ella le<br />
correspondía una tercera parte o menos. Él lo tenía claro, así que intervino para<br />
despejarle la duda a Altaha.<br />
— ¿O sea, que lo que ustedes viene a decir, es que nos comprar a cada uno<br />
nuestros derechos por cuatro millones de euros? —Lo dijo totalmente serio, casi<br />
como una recriminación frente a una oferta ridícula, para así disimular la<br />
intención de disiparle la duda de Altaha.<br />
<strong>El</strong> director abrió los ojos, conteniendo el gesto a duras penas, como si acabase<br />
de ofender gravemente a Carlos.<br />
—Discúlpeme por mi error, no me he explicado correctamente, son doce<br />
millones de euros para cada uno de ustedes. Esto no es más que una confusión, el<br />
contrato lo indica claramente.<br />
— 381 —
Dirigió su mirada al abogado, que claramente nervioso consultó el contrato<br />
buscando una página concreta.<br />
—Sí, aquí está, como puede ver está perfectamente estipulado.<br />
<strong>El</strong> director, consciente de la fama de los españoles de ser orgullosos, asumía<br />
que eran muy capaces de abandonar la negociación si consideraban que habían<br />
recibido una ofensa. Así que resultaba lógico que pensase que se jugaba la<br />
negociación sino dejaba aclarado el error. Mike, dándose cuenta de eso, le echó<br />
un capote.<br />
—No te preocupes, en efecto todo está claro en el contrato, la culpa es mía<br />
por no haberlos informado antes de todos estos detalles.<br />
Los tres estaban impactados por las cifras que estaban hablando y antes de<br />
que Altaha se desmayase o metiese la pata. Carlos pidió que les excusasen pues<br />
deseaban hablar con Mike en privado.<br />
Los cuatro salieron hasta a un salón cercano. Y Carlos fue el primero en buscar<br />
una explicación.<br />
— ¿Mike de que están hablando? ¿Esas cantidades son imposibles?<br />
—No, son precios de mercado. Como ya os dije vuestra expectación es<br />
máxima. Puede parecer una cantidad muy alta pero es lo que cobra un actor y ni<br />
siquiera garantiza el éxito, mientras lo vuestro está garantizado de antemano.<br />
Además el negocio para ellos es fabuloso, comprende desde libros, al cine y toda<br />
la mercadotecnia. Solo el albatros como juguete ya es un negocio.<br />
— ¿Pero qué tenemos que hacer? —Preguntó Altaha, siempre más<br />
pragmática.<br />
—No mucho, alguna reunión con los biógrafos y algunas entrevistas. Y tal vez<br />
algún viaje de promoción, pero solo les hemos concedido uno por cada<br />
continente y por supuesto con todos los gastos pagados, incluyendo el viaje con<br />
los familiares etc. ¿Estáis conformes?<br />
—Estamos sobrecogidos.<br />
— ¿Pero os parece bien?<br />
—Por supuesto –Afirmaron con temor a que fuese un sueño y se despertasen.<br />
—Bien entonces formalicémoslo, para que ellos se queden tranquilos. Y no os<br />
preocupéis por firmar el contrato, lo han revisado mis abogados por todos los<br />
lados, de hecho esas copias las he traído yo para que nadie las pudiese alterar. Y<br />
por cierto, -dijo como si olvidase algo— quiero aclararos que de este acuerdo está<br />
excluido, las conferencias y los patrocinios o publicidad. Yo creo que es muy fácil<br />
conseguir como mínimo otros diez millones, aunque eso hay que hacerlo ahora<br />
más despacio; si queréis también os ayudo.<br />
Carlos estaba abrumado.<br />
— 382 —
—No sé qué decirte. Te estamos muy agradecido estas cantidades son<br />
inimaginables.<br />
—Es lo menos que podía hacer por vosotros, conozco bien este mundo y he<br />
preferido controlar las negociaciones para conseguir la máxima oferta. He<br />
esperado a que vuestra fama llegase a lo más alto y esta oferta, que rechazaron el<br />
primer día ahora la aceptan antes que la competencia se la quite de las manos.<br />
Por ese motivo he insistido mucho con vuestra presencia en los medios de<br />
comunicación.<br />
— ¿O sea que toda esa publicidad la estabas haciendo para que ganásemos<br />
todo ese dinero?<br />
—Sí, en parte sí, pero yo he disfrutado en cada acto, y todos los honores que<br />
recibáis os los tenéis merecidos.<br />
Realmente aunque nunca llegaron a pensar que Mike los estuviese utilizando<br />
en su propio interés, jamás imaginaron que mantuviese todo ese esfuerzo por<br />
hacerlos ricos. Estaba claro que debían corresponderle.<br />
—Muchas gracias. No sé, imagino que en esto serás como un agente, te<br />
tendremos que pagar lo que sea, no tenemos ni idea de cuánto: <strong>El</strong> diez, el veinte<br />
por ciento o más. Lo que tú quieras, dejamos todo en tus manos, que eres el<br />
conoces todo, confiamos plenamente en ti.<br />
Mike, se acercó y le puso la mano en un hombro.<br />
—No me tenéis que dar nada. Podría estar toda mi vida trabajando para<br />
vosotros, y nunca llegaría a agradeceros lo más mínimo lo que habéis hecho por<br />
mi familia.<br />
—Eso no tiene nada que ver, lo que está claro es que todo este dinero solo lo<br />
tenemos gracias a ti.<br />
—Si tenéis algún reparo, os aclaró que nosotros también hemos recibido<br />
ofertas por nuestros derechos de imagen, menos que lo vuestro, pero también<br />
muy sustancioso, así que como veis me habéis hecho ganar dinero.<br />
Lo que Mike no les comentó, es que pensaban donar todos estos derechos a<br />
unas fundaciones de huérfanos de la mar. <strong>El</strong>los no necesitaban dinero, y<br />
consideraban que si algo recibían debería ser para ayudar a los necesitados. Pero<br />
no quiso aclarárselo, para no condicionarlos y forzarlos a que hiciesen algo<br />
parecido.<br />
Con todo aclarado volvieron a la sala y formalizaron el acuerdo, ante la<br />
tranquilidad y la enorme satisfacción de los ejecutivos. Erróneamente creyeron<br />
que las negociaciones se había roto y fue Mike el que los convenció en privado<br />
para que aceptasen; así mientas se despedían, el director no dejaba de mostrarle<br />
— 383 —
su agradecimiento prometiéndole que tendrían que reunirse para estudiar nuevos<br />
proyectos.<br />
Cuando acabaron, se fueron los cuatro a comer para celebrarlo. Después de<br />
agradecerle de nuevo a Mike todo lo que había conseguido, la conversación<br />
discurrió sobre esta nueva sensación de sentirse millonarios; Marcelo y Altaha<br />
aún no sabían qué hacer con el dinero excepto Carlos que lo tenía muy claro.<br />
—Gracias a estos recursos, no tendré problemas para pagar a todos los<br />
acreedores, incluso para poner el marcha de nuevo la fábrica. Tenemos que<br />
hablar para ver cuando puedo contar con el dinero, después llamo a mi abogado y<br />
que negocie todo el acuerdo.<br />
Mike hizo un gesto para comentar algo, pero Carlos no le dejó.<br />
—Ya sé lo que vas a decir. Que es una locura, que ahora que puedo vivir sin<br />
problemas que disfrute de la vida, ya lo sé. Pero no tengo ninguna duda. Es mi<br />
locura, lo intentare una vez más, y si no sale adelante, pues que no salga. Eso es lo<br />
único que deseo.<br />
Marcelo, consciente que Carlos no cambiaría de opinión, no podía permitir<br />
que una vez arreglada su vida, volviese a pasar necesidades.<br />
—Cuenta con mi dinero —le dijo con decisión.<br />
—Y con el mío —se unió Altaha.<br />
—Gracias amigos míos. Pero no os metáis en malos negocios, esto es cosa mía,<br />
vosotros tenéis una vida por delante, y ahora, además, puede ser muy tranquila.<br />
Marcelo lo tenía muy claro.<br />
—Eso ya lo oí antes, y si no fuese porque siempre fuimos los tres juntos no lo<br />
habríamos ni salido de la Mancha. ¿Pensé que éramos un equipo? ¿Nos vas a<br />
dejar ahora fuera?<br />
Carlos, aunque intuitivamente sabía que no se trataba de una crítica, sino que<br />
solo ha hacía para presionarlo, no deseaba que ese planteamiento se mantuviese<br />
ni de broma.<br />
—No, por supuesto que nunca os excluiría como socios. Pero no quiero<br />
fastidiaros una vida cómoda a ninguno de los dos. Ya sabéis que soy un mal<br />
director, y es muy posible que vuelva a llevar a la empresa a la quiebra.<br />
—Déjate de tonterías, solo te pedimos que nos admitas como socios a los dos.<br />
Sin la empresa ni nos habríamos conocido, así que es algo que tenemos que salvar<br />
entre todos y no hay nada más que hablar.<br />
—Y además, –comentó Altaha— seguimos prácticamente igual, solo tenemos<br />
que ceder una tercera parte cada uno para reflotar la fábrica; yo creo que me<br />
podré arreglar con casi tres millones en vez de con cuatro.<br />
— 384 —
—Gracias de nuevo, pero no lo voy a consentir. Sé que lo estáis haciendo para<br />
protegerme, os lo agradezco, pero primero tengo que proteger vuestros<br />
intereses, así que no puedo aceptaros como socios.<br />
—Vale, –dijo muy sereno Marcelo—, si no me aceptas como socio no hay<br />
problema. Pienso donar mi parte a la primera universidad de ingenieros navales<br />
que encuentre, sin duda, ellos te lo agradecerán.<br />
—Muy bueno Marcelo –apunto Altaha— eso es darle donde le duele, yo me te<br />
sigo.<br />
En cualquier otro habría sido una buena broma, pero conociendo a Marcelo<br />
estaba claro que sería muy capaz de regalar todo ese dinero. Y Altaha, más por<br />
orgullo que por convencimiento, seguro que seguiría a Marcelo en ese absurdo<br />
plan de extorsión moral.<br />
—Esto es jugar sucio. Pero si queréis ser mis socios así será. Y por cierto,<br />
gracias por lo que estáis haciendo.<br />
Por fin, Mike pudo hablar.<br />
—No quiero entrometerme en lo que quieras hacer con tu dinero. Solo, que<br />
antes de tomar esta decisión esperéis, por la tarde tenemos otra reunión de<br />
negocios con un grupo industrial. Escúchalos y después toma las decisiones que<br />
quieras.<br />
— ¿Otra reunión? ¿No hemos vendido todos nuestros derechos?<br />
—Sí, la de esta mañana fue para vuestros derechos de imagen, pero hay<br />
empresas que están interesadas en el diseño del Albatros.<br />
De nuevo, Mike los sorprendía con su capacidad para hacer negocios de todo<br />
lo que estuviese a su alcance.<br />
En la reunión de la tarde, les presentó a un grupo industrial de una empresa<br />
aeronáutica. Estaban impresionados por la tecnología del Albatros y querían<br />
aprovechar todo el diseño para ampliar su negocio al sector naval.<br />
Esta oferta involucraba claramente a Carlos, pues le darían acciones por valor<br />
de seis millones de dólares, se le ofreció que formase parte del consejo de<br />
administración como director de producción con un sueldo de doscientos mil<br />
dólares al año, además, de otros beneficios por alcanzar objetivos.<br />
Pero eso solo se trataba la primera propuesta, también querían comprar su<br />
empresa ICARUS, reflotarla. Carlos tendría una parte importante de acciones y<br />
mantendría la dirección de diseño y producción, asi como presidente honorario. <strong>El</strong><br />
motivo de la compra de la empresa fue doble; por una parte el Albatros se había<br />
producido con patentes de esa empresa, así que al comprarla adquirían también<br />
— 385 —
todas las patentes; y por otra parte, creían además, que sería un buen negocio y<br />
montarían una fábrica puntera en Europa a precio de saldo.<br />
Carlos que aunque estaba emocionado por la oferta pues garantizaba la<br />
supervivencia de la fábrica y la continuidad de su trabajo, no deseaba comenzar<br />
con mal pie engañando a sus nuevos socios.<br />
—Les seré totalmente sincero. Yo no soy un buen empresario, hice quebrar<br />
esa empresa y, no quiero que ustedes pierdan dinero. Así que si deciden invertir<br />
deben contratar a otro director.<br />
—Conocemos perfectamente su historial. Tal vez el problema es que usted<br />
quiso asumir demasiadas funciones y carecía de experiencia. Si solo se centra en<br />
la producción, nuestros equipos de marketing y ventas, que son magníficos,<br />
venderán perfectamente sus aviones.<br />
Carlos se dio cuenta que tenían razón, así podía funcionar bien.<br />
—Es una buena propuesta. Ustedes serán mis nuevos socios, estamos ante un<br />
buen acuerdo.<br />
Carlos ante la expectativa de reflotar su empresa además de ser socio de otra,<br />
no se planteó ni renegociar la oferta, el acuerdo estaba prácticamente cerrado<br />
cuando se dio cuenta de algo porque, se quedó callado unos segundos. Y después<br />
se puso muy serio.<br />
—Señores, se ha cometido un error imperdonable. Se han dirigió a mí como<br />
único propietario pero la empresa tiene dos socio más que son Marcelo y Altaha<br />
que están aquí conmigo; son ellos los que deben aceptar su propuesta, yo solo no<br />
puedo hacer nada.<br />
Altaha y Marcelo, que permanecían ajenos a la negociación, pusieron cara de<br />
no saber de qué estaba hablando.<br />
— ¿De qué hablas? —Le preguntaron en español casi susurrando.<br />
— Hace unas horas, vosotros quisisteis ser socios, incluso contra mi criterio.<br />
Pues ahora somos socios los tres, queráis o no.<br />
Sin esperar ninguna respuesta, Carlos se dirigió a los empresarios.<br />
—Mis socios están conformes en las condiciones sobre la compra de acciones<br />
y el reparto de capital, pero evidentemente quieren formar parte del proyecto;<br />
Altaha será la diseñadora informática y Marcelo el director de maquinaria. Y<br />
ambos tienen que tener cargos de directores ejecutivos de departamentos con mi<br />
mismo sueldo.<br />
Lo dijo con una tranquilidad y contundencia, que dejaba claro que ese tema<br />
sencillamente no era negociable. No pensaba dejar fuera a sus amigos de todos<br />
sus beneficios, y además, ahora que conocía el interés de una empresa por el<br />
— 386 —
diseño del Albatros y la fábrica, podía arriesgarse a romper la negociación y<br />
buscar otros socios.<br />
Los empresarios sorprendidos, rápidamente se disculparon, pues desconocían<br />
esta situación, y aceptaron de inmediato todas las exigencias de Carlos. En<br />
realidad, lejos de suponer ningún problema, estaban encantados; conseguir en el<br />
mismo contrato incorporar a todo el equipo de diseño y producción resultaba la<br />
solución perfecta. Además, al director de Marketing le faltó ponerse a tirar<br />
cohetes, pues poder utilizar a los tres héroes como promoción del proyecto solo<br />
lo contemplaba en sus mejores sueños. No se podía esperar un mejor acuerdo.<br />
Ya por la noche, compartían con Mike y su familia ese día tan especial donde,<br />
se levantaron sin trabajo y se acostarían millonarios, socios y ejecutivos de su<br />
propia empresa.<br />
—Mike, no sabemos cómo agradecértelo, además, de todo el dinero que nos<br />
conseguiste, gracias a ti salvaremos la fábrica, es sencillamente fantástico.<br />
Mike se acercó.<br />
—Eso es lo que te quería comentar este medio día, por eso quise que<br />
esperases antes de invertir tu dinero.<br />
Carlos no dejaba de estar asombrado.<br />
— ¡Uf! vaya día de sorpresas. Por cierto, ¿Nos queda alguna?<br />
Mike sonrió con complicidad.<br />
—Tal vez alguna pequeña. Pero hemos acabado con los negocios.<br />
— Imagino que no nos querrás anticipar nada.<br />
— Imaginas bien, sino, ya no serían sorpresas.<br />
Al día siguiente por la mañana, en el propio hotel, Mike le dijo a Altaha que<br />
tenían una reunión, pero que acudiese ella sola. A ella le extrañó. ¿Qué es lo que<br />
quería Mike solo para ella?<br />
Esta vez ser reunieron en un salón muy reducido con solo unos dos sofás para<br />
sentarse. Resultaba adecuado, pues una sola persona les esperaba; no parecía un<br />
hombre de empresa, sino que vestido como podría ser un profesor, aunque<br />
irradiaba una autoridad en las formas y la mirada que indicaba claramente un<br />
estatus superior.<br />
Mike, se lo presentó como el director del MIT. Le aclaró a Altaha que dichas<br />
siglas correspondían al Instituto Tecnológico de Massachusetts, una de las<br />
universidades más prestigiosas a nivel mundial en investigación y nuevos<br />
desarrollos tecnológicos.<br />
— 387 —
Altaha, lo miró con cierta reprobación, la explicación sobraba. Cualquier<br />
universitario de ciencias en todo el mundo conocía el MIT. Era como explicarle a<br />
un escritor, que era eso del premio Nobel de Literatura.<br />
<strong>El</strong> director, después de los prolegómenos de la presentación, demostró que<br />
dominaba el arte de las relaciones humanas y en unos minutos se ganó la<br />
confianza de Altaha, que acabó hablando con él como si fuese con un amigo de<br />
toda la vida. Cuando alcanzó este clima de confianza le expuso el motivo de la<br />
reunión.<br />
—Altaha, te invitamos a que vengas un año o incluso dos, para un máster en<br />
programación de inteligencia artificial.<br />
Altaha estaba emocionada, solo había estudiado tres años obteniendo la<br />
diplomatura, por lo que completar sus estudios con un máster en la universidad<br />
más famosa del mundo, resultaba el sueño de todo informático.<br />
Aun así, los últimos acontecimientos tan precipitados, le habían hecho perder<br />
el sentido de su verdadera situación real. Decidió analizar los aspectos más<br />
pragmáticos, consciente que los estudios en las universidades en Estados Unidos<br />
tienen un coste muy elevado.<br />
— ¿De cuánto dinero estamos hablando?<br />
—Unos sesenta mil dólares.<br />
En dos días habían pasado de estar en el paro y sin dinero a ser millonaria,<br />
pero lo cierto es que aún no disponía de dinero ni de trabajo, así que sería<br />
temerario aceptar realizar ese máster y después no poder pagarlo. Seguramente<br />
Mike le ayudaría, pero ella no quería llegar a esa situación, así que, por primera<br />
vez en su vida no se dejó llevar por sus impulsos.<br />
—Lamento no poder aceptar, pero no dispongo de ese dinero en la actualidad<br />
para pagar el Máster. Pero te agradezco mucho la invitación para asistir a tu<br />
universidad.<br />
<strong>El</strong> director se quedó totalmente desconcertado por la respuesta.<br />
—Altaha, me temo que estas confundida. Yo no la te invitado para que asistas<br />
a las clases como estudiante. Te estoy invitando a que vengas a dar clase como<br />
profesor emérito. <strong>El</strong> dinero de que hablamos es tu sueldo.<br />
Altaha se quedó con la boca abierta. <strong>El</strong> director del MIT le acababa de ofrecer<br />
un trabajo como profesora. Estaba claro que había caído bajo la seducción de<br />
Mike o tal vez, este hubiese directamente comprado el favor para que Altaha se<br />
sintiese feliz. Pero tenía que ser realista, no se trataba de dejar mal al MIT ni a<br />
Mike.<br />
— ¡Oh no! Muchas gracias, pero debe de haber una confusión. Yo no soy<br />
doctor, ni siquiera he acabado la carrera de informática. Solo soy diplomada con<br />
— 388 —
tres años de estudio. Además, nunca he dado clases y ni siquiera tengo publicado<br />
ningún artículo.<br />
Aunque no estaba al tanto de todos los requisitos, tenía claro que para ser<br />
profesor del MIT exigirían un curriculum impresionante, con doctorados y<br />
artículos publicados en las mejores revistas del mundo de la ciencia; no en vano<br />
contaba con varios premios noveles entre sus profesores.<br />
<strong>El</strong> director no se sintió afectado por esta información.<br />
—Conocemos perfectamente tu expediente académico. Lo que nos ha<br />
impresionado es la capacidad de diseño y desarrollo que has realizado en el<br />
Albatros.<br />
—No lo entiendo, ¿Has decidido contratarme solo por mi publicidad?<br />
—Eres muy modesta. Has generado un programa de inteligencia artificial y un<br />
sistema experto, y los has integrado de forma operativa. Nuestros mejores<br />
investigadores lo hacen en equipo y le dedican años a estos proyectos, tú lo has<br />
hecho sola y en dos meses. Tu trabajo es sencillamente brillante.<br />
Estaba claro que el director conocía perfectamente el trabajo de Altaha. Pero<br />
eso resultaba imposible, a menos que Carlos se lo hubiese comentado. Estaba<br />
claro que tuvo que ser una labor entre Carlos y Mike. Ahora entendió porque<br />
Carlos y Marcelo no se extrañaron ni preguntaron nada, cuando Mike insistió en<br />
que ella acudiese sola a la reunión.<br />
—Veo, que mis buenos amigos lo han convencido.<br />
—No solo a mí. La decisión de contratarte ha sido de la comisión de<br />
informática, que por unanimidad ha estimado que tu trabajo es digno de los<br />
mejores doctores y te mereces este puesto.<br />
A diferencia de otras universidades donde los profesores querían alejar a<br />
cualquier posible competencia, el espíritu en el MIT se centraba en trabajar con<br />
los mejores, con independencia de los títulos que tuviesen anteriormente;<br />
recibiendo con los brazos abiertos a cualquiera que demostrase su alta capacidad.<br />
Aunque es cierto, que la forma más habitual de demostrarla partía de la<br />
exhibición de títulos de doctorado y la publicación de artículos, no cerraban<br />
ninguna puerta.<br />
Altaha seguía sin estar convencida.<br />
—Realmente te lo agradezco, pero seamos realistas; yo no puedo enseñar<br />
nada a nadie. No estoy preparada y me preocupa poner en entredicho vuestro<br />
prestigio. ¿Qué dirían si me contratas como profesora y, después tengo la clase<br />
vacía sin alumnos? Está claro que nadie va a cambiar como profesor a un doctor<br />
con prestigio por una veinteañera.<br />
<strong>El</strong> director sonreía. Estaba claro que algo le hacía gracia.<br />
— 389 —
— ¿Fracasar? ¿Una clase vacía? Solo el mero rumor que ibas a venir como<br />
profesora, ha hecho que tenga cincuenta peticiones mi correo electrónico para<br />
asistir a tu clase. Lo que, por cierto, dice muy poco de nuestra discreción interna.<br />
Te aseguro que cuando vengas el verdadero problema que vamos a tener va a ser<br />
como seleccionar a los alumnos.<br />
Altaha no sabía muy bien cómo reaccionar, ser profesor de emérito de MIT<br />
suponía un sueño, pero tampoco quería dejar a nadie mal.<br />
—Pero, yo no tengo mucho nivel en inglés y además nunca he dado clases.<br />
—No te preocupes por eso, tendrás un profesor de apoyo que le colaborará y<br />
dos alumnos destacados de master, que son hispanos, serán tus ayudantes<br />
personales para todo.<br />
Todas estas facilidades acabaron por convencer a Altaha, que aceptó<br />
totalmente emocionada.<br />
Después de despedirse y mientras asimilaba esta nueva situación, se llegó a<br />
plantear si resultaría incompatible con el nuevo trabajo, pero entendía que<br />
tampoco la fábrica se podría en funcionamiento de forma inmediata. Estaba a<br />
claro, que mientras la construían ella podría ejercer la docencia sin problemas.<br />
Además, por primera vez en su vida, ya no tenía que luchar por un puesto de<br />
trabajo, ahora todo se lo ofrecían; incluso parecía que cualquier inconveniente se<br />
podía arreglar fácilmente.<br />
En los medios de comunicación, una vez pasado en énfasis del rescate,<br />
comenzaron con otros temas secundarios, y se comenzó a cuestionar si el<br />
Albatros se debería de considerar un barco o un avión. Aunque realmente se<br />
comportaba como ambos, la sociedad era incapaz de asumir que fuese ambas<br />
cosas a la vez, así que surgieron debates con distintos argumentos para<br />
encasillarlo.<br />
Dos circunstancias ayudaron a zanjar esta cuestión; La primera fue la decisión<br />
que tomo la empresa de construir, con esa tecnología, barcos y no aviones; La<br />
segunda, sucedió de forma imprevista, pues en una reunión urgente la<br />
universidad de ingenieros navales acordaron nombrar a Carlos Doctor honoris<br />
causa por su aportación excepcional al desarrollo de la náutica, solucionando<br />
definitivamente el debate.<br />
Lo extraño del nombramiento fue la rapidez con que se produjo, pues el<br />
mérito no lo cuestionaba nadie. Estaba claro que la mano negra de Mike agilizó<br />
las gestiones, tal vez, argumentando ante los ingenieros navales, que los<br />
aeronáuticos querían adelantarse y reconocer al Albatros como un avión.<br />
— 390 —
Así que con la sorpresa de haber sido avisados tan solo dos días antes, esa<br />
mañana se disponían a asistir al acto donde el pleno de profesores homenajeaba<br />
a Carlos.<br />
En condiciones normales, este tipo de actos exige convocar a muchos<br />
profesores y a gran parte del alumnado para que arrope el evento. Si bien, a pesar<br />
de la precipitación, dada la expectación, el estadio de la universidad estaba a<br />
rebosar, además de la presencia de un centenar de medio de comunicación que<br />
seguía el acto.<br />
Mientras que Carlos permanecía en el escenario rodeado por el rector y el<br />
resto de los profesores, Altaha y Marcelo lo contemplaban desde la primera fila.<br />
<strong>El</strong> rector estaba claramente emocionado, tal vez consciente que le arrebató a<br />
otras universidades el protagonismo, así que se deshizo en alabanzas hacia Carlos.<br />
Destacó los aspectos técnicos del diseño, e incluso tuvo tiempo para el humor<br />
cuando comentó que ante algunas críticas del diseño, esos necios estaban<br />
criticando un barco o avión que había batido un mínimo de cinco récords<br />
mundiales, además, de protagonizar el rescate más espectacular de la historia<br />
naval.<br />
Carlos superado por todas estas adulaciones, casi se sonrojó. Su pensamiento<br />
se fue, durante unos segundos, hacia la alabanza más sincera recibida en su vida;<br />
cuando su amigo Marcelo cuando lo llamaba “puto genio”, mezcla perfecta de<br />
reconocimiento y antítesis de toda adulación. Evidentemente el Rector nunca<br />
podría utilizar estos términos, sino constantes adulaciones, que para el resultaba<br />
exagerado. <strong>El</strong> auditorio no debería pensar lo mismo, pues lo interrumpían<br />
constantemente con gritos y aclamaciones.<br />
Después del discurso alabando el trabajo de Carlos, el Rector se dirigió a todos<br />
en el acto solemne para nombrarlo doctor honoris causa y colocarle el típico<br />
birrete de Doctor. Carlos tuvo que pronunciar las correspondientes palabras de<br />
agradecimiento, curiosamente en ese momento muchas cámaras de televisión y<br />
de fotos dejaron de enfocarlo y se centraron en Altaha y Marcelo, que ocultaban<br />
sus rostros entre las manos; inevitablemente tuvieron que aplaudir al finalizar la<br />
alocución de Carlos, entonces no pudieron ocultar su risa de emoción y las<br />
lágrimas que seguían brotando sin control.<br />
Cuando acabo el acto y ya de regreso en el coche, Altaha y Marcelo<br />
recordaban lo sucedido. Conscientes de la aversión que Carlos tenía por los<br />
ingenieros navales, cuando vieron como les devolvía todos los cumplidos y<br />
sentirse uno más en esa gran familia ya no pudieron contener la risa y recurrieron<br />
a taparse la boca; la situación les hacía tanta gracia que hasta se pusieron a llorar;<br />
— 391 —
y gracias a eso pudieron disimular, pues todos pensaron que se trataba de una<br />
respuesta profundamente emotiva ante tal reconocimiento.<br />
A Carlos, no le hacía ninguna gracia que sus amigos se riesen a su costa,<br />
aunque aguantaba estoico, consciente que el mismo se lo había buscado con su<br />
manía hacia los ingenieros navales.<br />
Altaha lo consoló, argumentando que debería de estar orgulloso, pues los<br />
ingenieros habían reconocidos los estudios de Carlos como los mejores y más<br />
revolucionarios, así que después de todo, la ingeniería aeronáutica triunfó sobre<br />
la naval; cuestión aparte es que los ingenieros navales, inteligentemente, lo<br />
hubiesen incorporado a su grupo.<br />
Ante el reconocimiento académico de Carlos y de Altaha, se podía pensar que<br />
Marcelo se había quedado un poco marginado, pero lejos de esta consideración<br />
fue, él que tuvo más seguidores y adeptos. Marcelo por su físico y actitud<br />
representaba el típico estereotipo de héroe, consideración que fue constatada<br />
por todos sus compañeros que no se cansaban de relatar cómo actuó en el<br />
rescate. Unida a esa circunstancia, estaba la propia condición de mecánico y dado<br />
que en EEUU existe una extendida afición al bricolaje y a talleres de remodelación<br />
de vehículos, Marcelo escenificaba el perfil perfecto de mecánico que sabía hacer<br />
de todo y que había construido con sus propias manos el Albatros.<br />
Ciertamente, cientos de ingenieros e informáticos deseaban seguir las<br />
explicaciones de Carlos y al Altaha sobre el desarrollo técnico del Albatros, pero<br />
paralelamente, miles de Estadounidenses querían conocer como lo había<br />
fabricado, y aun es más, millones sencillamente deseaban ver a Marcelo como<br />
héroes. Así que le comenzaron a llover decena de peticiones de programas de<br />
televisión, patrocinadores, o sencillamente de ciudades y asociaciones que<br />
deseaban recibirle y otorgarle alguna mención.<br />
Bajo el consejo de Mike, opto por declinar todas las invitaciones personales.<br />
Como se quedaría en EEUU para en la fábrica, podría disponer de tiempo para<br />
atenderlos. Tan solo por mantener algún compromiso ineludible aceptó acudir a<br />
una cadena de televisión.<br />
En las primeras entrevistas realizadas en las grandes cadenas sus apariciones<br />
eran de puro compromiso con una entre ente cinco y diez minutos, lo justo para<br />
atraer a la audiencia con la noticia pero sin llegar a cansarla. Ahora pasaron a las<br />
entrevistas más largas. Marcelo además, fue invitado a acudir solo, sin sus<br />
compañeros.<br />
— 392 —
Las entrevistas en la televisión son como las películas, uno las ve, se la cree y<br />
vive la historia, pero detrás existe un guión planificado al detalle con todos los<br />
pasos perfectamente medidos en función de la audiencia a que esté destinada.<br />
Así, después que los guionistas la programen en función del perfil de invitado y<br />
del público, se mantiene con el entrevistado una reunión previa para preparar el<br />
guión y que conozcan las preguntas que le van a hacer, incluso el momento para<br />
dar un toque de seriedad, humor o aparentar sorpresa. La improvisación y las<br />
sorpresas son un riesgo que ningún productor quiere tener.<br />
En esta reunión preliminar, la entrevistadora, una de las profesionales más<br />
cotizadas del sector, se dio cuenta que Marcelo resultaba muy mal actor, así que<br />
para lograr un poco de naturalidad en las respuestas, decidió no informarle de<br />
todas las preguntas que le pensaba hacer. Naturalmente, esto implicaba asumir el<br />
riesgo de desconocer las respuestas y reacciones del entrevistado, pero se trataba<br />
del precio que tendría que pagar por obtener algo de espontaneidad.<br />
Así, con cierto nerviosismo Marcelo llego al plató que estaba lleno de los<br />
invitados, claramente volcado en su persona.<br />
Después de una serie de preguntas preceptivas, la entrevistadora entró en<br />
cuestiones personales en las que el público siempre estaba interesado.<br />
—Bueno Marcelo, ¿Dinos como fueron las relaciones con Carlos cuando dejó<br />
de ser tu jefe y se convirtió en un compañero?<br />
Le sorprendió la pregunta, pues según su criterio nunca había cambiado la<br />
relación.<br />
—Es cierto que nos convertimos en muy buenos amigos, pero Carlos siempre<br />
ha seguido siendo mi jefe.<br />
<strong>El</strong>la no esperaba esa respuesta, así que se lo quiso aclarar, pues tal vez no<br />
había entendido la pregunta.<br />
—Lo fue en su día, pero en el viaje ya no estabas contratado y la empresa<br />
estaba cerrada, así que evidentemente ya no podía ser tu jefe.<br />
—Un capitán, siempre es un capitán, tenga o no tenga barco. Y un jefe es un<br />
jefe tenga o no una empresa.<br />
Marcelo respondía con su habitual contundencia. La entrevistadora, aunque<br />
evidentemente no le hacía ninguna gracia esa falta de complacencia, aparentó no<br />
sentirse afectada y continuó en su línea sin inmutarse.<br />
—Si, claro, pero tú ya no tenías que obedecerle, y sin duda, como marinero<br />
disfrutabas de mucha más experiencia.<br />
Marcelo se estaba desesperando un poco, consciente que debía controlarse,<br />
se armó de paciencia e intentó explicárselo.<br />
— 393 —
—Carlos no era mi jefe porque él quisiera serlo, sino porque Altaha y yo<br />
queríamos que lo fuese. Un jefe es la persona que sabe lo que hay que hacer y en<br />
la que se puede confiar si uno tiene problemas. Carlos representaba todo eso y<br />
mucho más, por lo que siempre lo seguimos considerado como jefe, además de<br />
cómo amigo.<br />
La respuesta la dejó inicialmente descolocada, pero su gran profesionalidad<br />
hizo que no se notase y encontrase la salida perfecta.<br />
—Increíble, aquí tenemos al trabajador perfecto. ¿Es posible que existan<br />
maridos como este? –pregunta retórica, que arrancó un aplauso del público,<br />
mayoritariamente femenino.<br />
La entrevistadora buscó entonces el elemento más destacado de Marcelo<br />
como héroe en el salvamento, argumento que nuca fallaba.<br />
—Según tus compañeros fuiste tú el que mostraste más valor.<br />
—No, –negó con rotundidad-. Todos hicimos lo que teníamos que hacer.<br />
Estaba preparada para una respuesta similar, y le mostró un video de Altaha<br />
donde afirmaba, “Sin duda es el hombre más valiente que conozco y conoceré en<br />
toda mi vida”. Y cuando le preguntaron que si creía que habría soltado a Mike en<br />
caso de no poderlo subir al barco respondió, “Cualquier que lo conozca, sabe que<br />
antes de dejarlo lo hubiese traído nadando hasta New York”.<br />
Marcelo, miró el video sin darle importancia, dado lo exagerada que se<br />
mostraba siempre Altaha. Pero el público, ajeno a esta situación, estaba<br />
emocionado y aplaudía a rabiar.<br />
—Bueno, está claro que sus compañeros piensan que fuiste el más valiente.<br />
Marcelo se encogió de hombros.<br />
—Pues piensan mal. En realidad fueron ellos los que mostraron más valor. Yo<br />
solo hice lo que tenía que hacer.<br />
— No seas Modesto Marcelo. Hay total unanimidad, desde sus compañeros a<br />
la familia que salvó, dicen que fuiste tú el que demostró más valor.<br />
—No es verdad. <strong>El</strong>los no sabían nada de la mar. Y a pesar de poder morir no<br />
dudaron en arriesgarse.<br />
— ¿Pero tú igual?<br />
<strong>El</strong> inglés de Marcelo no daba para explicarles con detalle como un marinero<br />
nunca abandonaría a un náufrago. Solo se le ocurrió una simplificación.<br />
—Yo solo soy un marinero de Rianxo. Y solo hice lo que tenía que hacer.<br />
La entrevistadora, se quedó un tanto sorprendida por la respuesta. Pero no se<br />
cotizaba como una de las mejores en su profesión por casualidad; se había<br />
informado muy bien sobre la vida de Marcelo, conociendo la existencia de Rianxo<br />
— 394 —
y también que toda esa costa en Galicia, plagada de naufragios, se la conocía<br />
como la costa de la muerte.<br />
Se dirigió al público, con una cara seria para remarcar el comentario.<br />
—Es increíble, cuando dice que solo es un marinero de Rianxo, se refiere a que<br />
su vida habitual discurre en la llamada costa de la muerte, uno de los lugares para<br />
navegar más peligrosos del mundo. Pero para nuestro héroe eso es normal. Es lo<br />
malo de ser todos los días un héroe, te acabas acostumbrando.<br />
<strong>El</strong> público respondió, como estaba previsto, con una sonora ovación.<br />
Marcelo siguió aguantando ese tipo de preguntas capciosas confeccionadas<br />
para la plena satisfacción del público, sintiéndose aliviado cuando finalmente<br />
acabó.<br />
Al día siguiente Marcelo volvió a ser noticia en los periódicos, pues sus<br />
comentarios en la entrevista no habrían pasado de una anécdota más, si no fuese<br />
porque a los medios les hizo gracia eso de “solo soy un marinero de Rianxo” y lo<br />
comenzaron a asociar a algo así como “déjenlo, solo soy un superhéroe”. Y como<br />
consecuencia de ello buscaron incidir en esta nueva veta de popularidad.<br />
A Marcelo no le gustaba este tipo de cosas, entre otras razones porque<br />
realmente no se sentía especial respecto a cualquier otro marinero. Si bien,<br />
cualquier intento por aclarar esta cuestión acababa inexorablemente reforzando<br />
su imagen de héroe discreto y modesto, y aumentando más su aureola, así que<br />
cesó enseguida en este fútil empeño.<br />
Después de dos semanas muy intensas, donde Mike dirigió todos los aspectos<br />
de sus vidas, pareció sentirse finalmente satisfecho al haber cumplido con todos<br />
los compromisos oficiales y conseguir cerrar los tratos económicos en beneficio<br />
de sus amigos. Así que les comunico que les dejaba con la libertad para disfrutar<br />
de New York, recomendándole que acudiesen a algunas de las fiestas a los que<br />
estaban invitados. La libertad en todo caso fue relativa, pues personalmente filtró<br />
y escogió las fiestas a las que deberían asistir, en función de su imagen y de los<br />
intereses que representase.<br />
Carlos, siempre más moderado, declino asistir a esas fiestas nocturnas,<br />
manteniendo su ritual de acostarse temprano con su manzanilla. Marcelo y Altaha<br />
agradecieron esta posibilidad de divertirse, si bien plenamente conscientes que<br />
tendrían que ser moderados. Claramente, eran el centro de atención y en todo<br />
momento no dejaba de estar rodeados de personas que no conocían de nada,<br />
entre los que se encontraban siempre un par de reporteros de incognito,<br />
esperando para captar el menor desliz y convertirlo en portada sensacionalista.<br />
— 395 —
Esa noche, la fiesta fue en una discoteca que un grupo de empresarios de la<br />
moda alquilado. Estaba llena de gente guapa y forrada, como describió<br />
acertadamente Marcelo. A pesar de no conocer a casi nadie, Marcelo se lo pasó<br />
muy bien, dado que todos parecían conocerlos y ser sus amigos, y no dejó de<br />
bailar con chicas con pinta de modelos que se acercaban como moscas. Altaha,<br />
insólitamente, se mostró todo el tiempo un poco tensa y no pareció disfrutar<br />
tanto de la fiesta.<br />
Cuando regresaban al hotel en la limusina a las tres de la mañana, Altaha<br />
parecía molesta con Marcelo, manteniendo todo el recorrido un inusual silencio.<br />
Ya en el hotel cuando subieron a las habitaciones, se paró delante de la habitación<br />
de Marcelo que estaba antes de la suya.<br />
—Tenemos que hablar — le dijo secamente.<br />
Marcelo no tenía ni idea de que quería hablar. Estaba cansado y solo deseaba<br />
acostarse. Además, como no había pasado nada malo, tampoco tendría mucha<br />
importancia y lo podrían comentar al día siguiente.<br />
—Mejor mañana. Ahora estoy cansado.<br />
—No, ahora. Tenemos que hablar ahora.<br />
Altaha se mostraba pertinaz. Marcelo sabía que era muy capaz de estar una<br />
hora pidiéndole explicaciones de por qué no quería hablar en ese momento. Así<br />
que acabaría antes escuchándola.<br />
—Bueno. Vale, entra.<br />
Ya dentro en la habitación y apenas cerró la puerta, Altaha no le dejó ni que se<br />
sentase.<br />
—Estoy harta de todas esas frescas que quieren aprovecharse y se están<br />
pegando como lapas a ti toda la fiesta. Te has pasado la noche con ellas y a mí ni<br />
un baile ni un abrazo. Teníamos un pacto; yo estaría contigo como cualquier<br />
mujer, pero no inferior al resto. Me has tratado como un trapo.<br />
Marcelo, aun afectado por las copas, no entendía nada; aunque no tenía<br />
ninguna duda sobre que Altaha también había sido el centro de atención de la<br />
fiesta.<br />
— ¿Pero qué dices? Si todos los hombres estaban como locos por estar<br />
contigo.<br />
Altaha, se acercó más y le tocó con el dedo en el pecho.<br />
—Pero da la casualidad, que a mí me gustas tú, y no el resto. Y si me tengo<br />
que aguantar me aguanto, pero que desprecies de esa manera no estoy dispuesta<br />
a soportarlo. Si vamos juntos a la fiesta, estamos juntos. Si no vete con tus zorritas<br />
medio desnudas a donde quieras, pero no pienso estar delante cuando se te<br />
restrieguen como perras en celo.<br />
— 396 —
Marcelo entre el estado etílico y el cansancio no se vio limitado por sus<br />
habituales condicionamientos.<br />
—Vale Altaha. Esto tiene una fácil solución. Solo necesito que me respondas a<br />
una pregunta.<br />
—Te contesto a lo que quieras, pero no pienso cambiar mi forma de pensar,<br />
digas lo que digas.<br />
Marcelo respiro una vez antes de hacerle la pregunta.<br />
— ¿Te quieres casar conmigo?<br />
La pregunta de Marcelo le sorprendió y la dejó sin habla durante unos<br />
segundos antes de reaccionar.<br />
—No necesito que te rías de mí. Solo te pido un poco de respeto.<br />
—Te lo digo completamente en serio. Por eso quiero casarme.<br />
— ¿En serio? –le preguntó incrédula.<br />
—Totalmente.<br />
Es cierto que Marcelo bromeaba poco, y nunca cuando afirmaba que decía la<br />
verdad. Así que por mucho que le sorprendiese la propuesta, estaba claro que<br />
hablaba en serio.<br />
—Pero, pero, –casi no lograba encontrar las palabras—, si ya habíamos<br />
quedado en que yo no te gustaba, e incluso me obligaste a que te dejase<br />
tranquilo.<br />
—Tú me gustas mucho, y estoy convencido que no habrá ninguna otra mujer<br />
que me guste más, no tengo ninguna duda al respecto.<br />
— ¡Eres un idiota! ¿Por qué nunca me lo dijiste?<br />
Altaha tenía razón, Marcelo había dejado escapar muchas oportunidades,<br />
ahora, tal vez fuese tarde para retomar una relación.<br />
—Ya lo comentamos. Estábamos solos en la mar, al ser tu única opción podrías<br />
equivocarte.<br />
— ¿Y ahora qué ha cambiado?<br />
—Ahora, estas aquí, en tierra, rodeada de por cientos de hombres a los que<br />
puedes elegir, y además tienes dinero para actuar con completa libertad, con la<br />
fama y todo eso. Si en estas condiciones te sigo gustando, creo que lo nuestro<br />
podría funcionar.<br />
— ¿Qué crees que podría funcionar? ¡Eres un idiota! ¡Esta es la declaración<br />
menos romántica que he escuchado en mi vida! ¡Pues claro que va a funcionar!<br />
Marcelo, considero que tal vez había sido demasiado impulsivo, no deseaba<br />
hacerle daño a Altaha con una decisión precipitada.<br />
—Quiero que lo pienses bien, el matrimonio es una decisión seria, hay que<br />
convivir todo el día y aguantar mucho.<br />
— 397 —
Altaha negó con la cabeza.<br />
— ¡Es que no te enteras de nada! ¿Más duro que trabajar dos meses sin<br />
cobrar y aguantando tu carácter?, ¿Más convivencia que vivir durante meses en<br />
unos metros cuadrados con un solo baño sin agua caliente?, ¿O aguantar más que<br />
sin dormir los tres en camastros? ¿Y no hablemos de jugarnos la vida en un<br />
temporal? Tú y yo ya hemos pasado un máster en convivencia.<br />
—Vale, pero prefiero que estés segura. Descansa, piénsalo y me lo dices<br />
mañana.<br />
— ¡De pensarlo nada! Aquí el único problema, es que tú piensas demasiado.<br />
Esta decidido, nos vamos a casar, y nos casamos aquí en Nueva York y cuanto<br />
antes.<br />
Esa idea rompía todos los planes de Marcelo.<br />
—Espera, espera. Te prometo que no voy a cambiar de opinión. Pero tu familia<br />
y la mía se merecen que estén en nuestra boda y mejor sería hacerla en nuestra<br />
tierra.<br />
Altaha, pensó un momento en los vínculos de Marcelo con su familia y en la<br />
suya propia.<br />
—Bueno, en eso tienes toda la razón, esperaremos a volver.<br />
Se abrazaron y se dieron un beso. Marcelo lo esperaba apasionado, pero<br />
Altaha solo le tocó con los labios de forma fugaz y se separó enseguida.<br />
—Tienes que quedarte aquí durante unos minutos, espera que ya vuelvo.<br />
— ¿Pero a dónde vas?<br />
—Primero voy a despertar a Carlos y decírselo. Después llamo a mis padres<br />
que en España ya son la diez de la mañana, y por ultimo llamo a toda la prensa;<br />
para que mañana a primera hora ya lo sepa todo nueva York y no se te vuelva a<br />
acercar ninguna pelandrusca. Seré oficialmente tu prometida, así que todos tus<br />
compromisos sociales con mujeres casadas y de cincuenta para arriba.<br />
Iba a salir por la puerta, cuando se dio la vuelta.<br />
—Ah, y no te duermas. Ahora ya no tienes disculpa para no cumplir como un<br />
hombre. Y te aviso que me pienso resarcir de todos estos días que me has dejado<br />
a pan y agua.<br />
Y sin decir nada más, salió de la habituación y cerró la puerta. Marcelo se<br />
quedó literalmente con la palabra en la boca, pero ya le advirtió su abuelo que lo<br />
último que dice un hombre en el matrimonio es el sí quiero en la boda; en el caso<br />
de Altaha, estaba claro que no pensaba ni esperar a ese momento para imponer<br />
su autoridad.<br />
Se quedó ahí, de pie, quieto, sintiéndose plenamente feliz. Desde hacía una<br />
semana le había estado dando vueltas al tema, sopesando el proponérselo en<br />
— 398 —
esos días, pero no se atrevió, pues con tantas emociones ella podía estar<br />
confundida y tampoco quería que tomase una decisión errónea. Por suerte, la<br />
transparencia de Altaha en sus sentimientos, le facilitó una vez más las cosas.<br />
Pensó incluso si esta nueva situación cambiaría sus vidas, si bien no vio ningún<br />
impedimento. Sabía que Altaha se quedaría el MIT, al menos durante un año, y a<br />
él le daba igual donde estar, ahora que ni siquiera tenía que preocuparse de<br />
trabajar; sencillamente estaría con ella donde viviese.<br />
La noticia del compromiso, les devolvió a los titulares de primera página y<br />
como comentaba Mike habían desplazado el perfil, ahora las mujeres<br />
emocionadas por este tipo de eventos, seguían las noticias deseando conocer<br />
todos los detalles.<br />
Si creían que la prensa había estado encima de ellos, no sabía lo que les<br />
esperaba cuando esa mañana salieron a la calle, encontrándose con veinte<br />
paparazis dispuestos a seguirlos por todo New York para captar el primer beso o<br />
abrazo.<br />
Mike les sugirió que en una rueda de prensa se diesen un abrazo y beso<br />
delante de todos así les quitaría mucho interés a los cazadores de fotos. Así lo<br />
hicieron y lograron en parte su propósito de reducir el acoso, aunque no podían<br />
salir a dar una vuelta sin tener un par de ellos como moscones.<br />
Carlos estaba sentado en la cafetería mientras meditaba sobre su situación.<br />
Llevaba dos días prácticamente solo, y aunque se sentía un poco sorprendido,<br />
después de todo se ajustaba a la lógica de los acontecimientos. Evidentemente<br />
Mike tendría muchas cosas de que ocuparse, así que no podía esperar que les<br />
siguiese atendiendo constantemente. Por otra parte, Marcelo y Altaha, ahora<br />
comprometidos, deseaban estar juntos. Este pasó brusco, de estar<br />
constantemente acompañado a casi la soledad, le hizo pensar en cómo volver a<br />
reconducir su vida. Evidentemente, ahora con el dinero y la fama, resultaría<br />
mucho más fácil, pero también añoranza de perder la convivencia con sus amigos.<br />
Intento alejar esos pensamientos melancólicos de su mente, después de todo,<br />
habían quedado en verse dentro de dos horas para comer y acudir por la tarde a<br />
un evento muy especial.<br />
Tal y como estaba previsto Mike los recogió en el hotel, y mientras se<br />
desplazaban en limusina les puso al tanto de su siguiente encuentro.<br />
Hay cientos, tal vez un par de miles de clubs de yates en el mundo, pero entre<br />
todos ellos hay uno que destaca; <strong>El</strong> club de yates de Nueva York, más conocido<br />
— 399 —
por sus siglas NYYC. Mientras se dirigían a la sede, Mike les fue poniendo en<br />
antecedentes de la historia del club.<br />
Aunque existe un par de motivos por lo que el NYYC podría destacar, como su<br />
antigüedad o abolengo, la circunstancia por el que disfruta de más fama, es que<br />
es el Club que guardaba el trofeo de la copa América, la regata de veleros más<br />
importante del mundo.<br />
Fue fundado el treinta de julio de 1844 por un grupo de neoyorquinos<br />
aficionados al deporte. Una de las aficiones <strong>primo</strong>rdiales de los socios durante<br />
aquellos años iniciales, consistía en competir por los trofeos mejor dotados<br />
económicamente y aportar por las victorias. Por esa razón, en 1851, el presidente<br />
del club, John Cox Stevens, se presentó con su yate, una goleta pintada de negro<br />
con el nombre de América, en la regata conmemorativa de la primera Exposición<br />
Internacional que se celebró en Inglaterra, que tenía como trofeo un aguamanil<br />
de plata valorado en cien guineas de oro.<br />
Lo organizaba el emblemático club Inglés Royal Yacht Squadron, fundado en<br />
1815; su clasismo alcanzaba tales niveles, que tuvieron que hacer constar una<br />
excepción en su protocolo social para casos de emergencias en el mar que refleja<br />
perfectamente esta mentalidad. “Aunque muchos miembros de este club no se<br />
conocen personalmente, se espera que no se considere necesario ninguna<br />
presentación previa en caso de que se requiera ayuda de los barcos o de cualquier<br />
otro tipo ante una emergencia en el mar”.<br />
<strong>El</strong> enfrentamiento entre los Americanos y los ingleses se lo tomaron tan a<br />
pecho, que fue representada por una anécdota muy famosa. En el transcurso de<br />
la regata, La Reina preguntó en un momento de la regata; "¿Quién va primero?", a<br />
lo que le contestaron; "La América, Majestad", "¿Y segundo?", inquirió la reina,<br />
"Majestad, ¡no hay segundo!", fue la lacónica respuesta, destacando que lo único<br />
importante consistía en quien quedase vencedor.<br />
<strong>El</strong> armador de la goleta América, después de alzarse con la victoria, dono el<br />
trofeo al Club de Yates de Nueva York, para que el club fomentase la competición<br />
entre naciones organizando una regata que tuviese a dicho trofeo como premio.<br />
Desde entonces el trofeo pasó a denominarse Copa América.<br />
Los barcos del club de yates de Nueva York, defendieron con éxito el trofeo<br />
desde 1870, hasta el 1983, cuando perdieron la defensa, ante el Australia II, del<br />
Real Club de Yates de Perth después de ciento treinta y dos años de hegemonía<br />
americana.<br />
En 1865 el club adoptó el lema “Nos agimur tumidis velis”, que significa algo<br />
así, como vamos con la velas hinchadas.<br />
— 400 —
En 1898, el entonces presidente del club, J. Pierpont Morgan, dono a la<br />
institución tres fincas en West 44th Street, en pleno Manhattan, para construir<br />
una nueva sede social. <strong>El</strong> edificio se inauguró en 1901<br />
En 1987 el club adquirió Harbour Court, sus actuales instalaciones deportivas,<br />
en Newport, Rhode Island.<br />
Mientras les acababa de contar la historia llegaron hasta la sede situada en<br />
West 44th Street, muy característica, pues la propia fachada es de piedra con las<br />
ventanas simulando la popa de un galeón.<br />
Antes de reunirse Mike les hizo los honores enseñándoles el club, desde la<br />
entrada con sus cristaleras, hasta la cafetería perfectamente ambientada como si<br />
se encontrase en medio de un barco, con sus cuadernas y varengas. Y cuando<br />
finalmente entraron en la sala de maquetas se quedaron impresionados. Desde la<br />
entrada, se veía al fondo una grandiosa chimenea ornamentada en piedra y el<br />
resto de salón con dos pisos de altura, el superior con una balconada de madera<br />
labrada, pero lo más peculiar eran las paredes llenas de maquetas de los barcos<br />
que habían participado en las regatas y que daba el nombre a la sala. En medio de<br />
salón se ubicaban unos tresillos de cuero azul. Y si uno miraba hacia arriba una<br />
colorida vidriera, que cubría el techo central, culminaba la decoración. Sin duda,<br />
existirían salones más lujosos, pero el estilo y el equilibro que este desprendía<br />
seducía a cualquier amante del mar como la quintaesencia del buen gusto y de la<br />
tradición náutica.<br />
En el salón les esperaban diez personas, la mitad de ellos de avanzada edad, a<br />
los cuales muy respetuosamente Mike se acercó y se los presentó. Se trataba del<br />
presidente y de los miembros del consejo rector.<br />
Carlos y sus compañeros no sabían muy bien para que habían ido, Mike con su<br />
habitual discreción solo les comentó que deseaban realizarle un pequeño<br />
homenaje; lo que Por otra parte no les extrañaba, pues después de todo habían<br />
salvado a unos miembros del club.<br />
<strong>El</strong> presidente se acercó a Altaha, y como si fuese su abuelo le cogió de la<br />
mano, indicando al resto que los siguiese. Los llevo hasta un extremo de la sala, y<br />
delante de una pequeña cortina en la pared tiro del cordón el cual se desplazó<br />
suavemente y mostró un cuadro, en cuyo interior protegido por un cristal se<br />
encontraba la grímpola del club que ellos habían devuelto a Mike.<br />
—Esta es la bandera del “Endeavour”, cuya leyenda del rescate quedará para<br />
la memoria en este club.<br />
Debajo una placa de latón describía sinópticamente como habían sido<br />
salvados los supervivientes, con la mención expresa de sus nombres.<br />
<strong>El</strong> presidente entonces se dirigió de nuevo a ellos.<br />
— 401 —
—Agradezco en nombre de todos los socios que hayáis devuelto de la un<br />
muerte a toda la familia. Vuestra hazaña como marinos y como héroes pasará a la<br />
historia. Creemos que nuestra mejor manera de mostrar nuestro afecto es que a<br />
partir de ahora pertenezcáis a nuestra gran familia como miembros honorarios<br />
del club. ¡Bienvenidos!<br />
Se acertó un ayudante con una bandeja portando unas insignias y una bandera<br />
enrollada.<br />
Los tres se quedaron perplejos, les habían informado que además, de tener<br />
que disponer de mucho dinero, los requisitos de entrada en el club eran altísimos<br />
y la lista de espera larga. Pero estos requisitos no eran suficientes, pues se<br />
debería contar además, con todo los beneplácitos de una vieja guardia que<br />
examinaba cada petición; sin que existiese ninguna garantía de ingresar, si el<br />
comité no consideraba que eran dignos como socios.<br />
<strong>El</strong> presidente le hizo entrega a cada uno de las insignias y de la grímpola del<br />
club.<br />
—Mike nos ha contado que no pertenecíais a ningún club, así ahora ya tenéis<br />
una bandera que defenderla, aunque —y sonrió con complicidad casi infantil— lo<br />
que sí me resultara imposible es dejar competir a Albatros en ninguna regata,<br />
incluida en la copa América. Existe una norma no escrita en la cual los barcos que<br />
participen deben tener alguna oportunidad de ganar y mucho me temo que esa<br />
posibilidad frente al Albatros nunca existiría. ¿Espero que lo comprendáis?<br />
No se molestaron en contestar, el efusivo apretón de manos que le dieron al<br />
presidente fue suficiente respuesta. Carlos estaba contento, pero Marcelo<br />
habitualmente tan serio, se mostraba radiante. <strong>El</strong> valoraba el mar como ningún<br />
otro y por tanto lo importante que significaba todo este reconocimiento.<br />
Unos camarero se acercaron con unas copas de oporto, después de que todos<br />
cogiesen una, el presidente la alzó y pronuncio el brindis.<br />
—Citando a E. W. Stevens. No son héroes los desesperados, sino los que en<br />
plena serenidad y juicio prosiguen un camino trazado y avanzan, sin que se<br />
precipite su pulso ni se enardezca su sangre. ¡Por vosotros, nuestros nuevos<br />
compañeros y héroes!<br />
Después del brindis, estuvieron hablando una media hora, si bien, no se<br />
entretuvieron mucho, ya que la segunda parte de la ceremonia consistía en una<br />
cena en las instalaciones del club situadas Newport en Rhode Island, y dado que<br />
estaban situadas a unos trescientos kilómetros por carretera, necesitaban tiempo<br />
para llegar. A los tres, les parecía un poco lejos y pesado desplazarse tantos<br />
kilómetros, pero estaba claro que no estaban en condiciones de discutir el<br />
ofrecimiento del Club.<br />
— 402 —
Mike, de nuevo los sorprendió, cuando los llevo a un edificio cercano y en la<br />
azotea cogieron un helicóptero, para llegar en menos de una hora.<br />
Aterrizaron justamente en el césped delante de club, una mansión grande de<br />
piedra con dos alturas y un tejado muy inclinado lleno de chimeneas, estaba<br />
rodeada por un campo de césped precioso que acababa en el muelle. En el jardín<br />
solo estaba la familia de Mike y les extrañó que ningún miembro del club los<br />
esperase para recibirlos.<br />
Mike les indicó que existía una costumbre, elevada a categoría de tradición,<br />
que todos los invitados debían respetar. Consistía en que los invitados que<br />
entraban por primera vez en estas instalaciones, el capitán o, el más veterano<br />
deberían de presentarse ante el director en su despacho. Algo así como el<br />
permiso para subir a bordo.<br />
Estaba claro que, con o sin sentido, Carlos como más veterano respetaría esa<br />
tradición, así que se dejó conducir hasta el despacho. Mike se acercó hasta la<br />
puerta con él, y le dijo que debía entrar solo. Cuando entró Mike se apresuró a<br />
cerrar la puerta detrás de él. Carlos se quedó solo en un despacho amplio, de<br />
frente solo vio un escritorio vacío, pero al girar a la derecha buscando a alguien,<br />
ahí, junto a la ventana, estaba Ana, su mujer.<br />
—Hola Carlos –le dijo con una serena sonrisa, con la misma tranquilidad que lo<br />
solía recibir cada día cuando regresaba del trabajo.<br />
Carlos, se sintió durante unos segundos paralizado, sin moverse y sin saber<br />
que decir. Superada la sorpresa, logró reaccionar lentamente y sin decir nada, se<br />
acercó y la abrazó.<br />
Solo después de que pasasen varios segundos, logró hablar.<br />
— ¿Pero qué haces aquí?<br />
—Ya te dije que no sería tan sencillo deshacerte de mí. Además, tienes unos<br />
amigos muy persuasivos Mike, Sophia, Altaha y Marcelo, llevan insistiendo desde<br />
hace diez días que tenía que venir. Desde que llegué, hace dos días he estado en<br />
casa de Mike y constantemente arropada por tus amigos.<br />
En ese momento, se dio cuenta del motivo de la desaparición repentina de sus<br />
amigos en los dos últimos días. También que toda esa historia del presentarse al<br />
director no había sido más que una treta para que entrase solo en la sala. Sus<br />
buenos amigos quisieron darle su momento de intimidad al reencuentro.<br />
— Si, sin duda son unos amigos excepcionales.<br />
—Cómo puedes ver, me convencieron a esta reconciliación, aunque después<br />
de todo seguimos siendo un matrimonio.<br />
— 403 —
Estaba confundido, ¿por qué su ex mujer hablaba de reconciliación y mantenía<br />
que seguían siendo un matrimonio?<br />
— ¿Matrimonio?, ¿Pero entonces no solicitaste el divorcio? Dejé instrucciones<br />
y un poder a nuestro abogado.<br />
Ana sonrío con complicidad.<br />
—Te recuerdo que tu abogado es también el mío, y somos amigos hace más<br />
de veinte años. Con mucho sentido común, acordó que te daría la razón para que<br />
te quedases tranquilo, pero no hizo nada, esperando que se te acabaría pasando.<br />
Hay malos momentos en la vida, y hay que darles tiempo.<br />
— ¡Y tan malos! Yo, solo era un estorbo; deprimido, arruinado y en el paro.<br />
Compréndelo, pensé que sería lo mejor que podía hacer por ti. Perdóname.<br />
Carlos apenas podía contener las lágrimas, en su día, insistió en el divorcio<br />
solo para no hacerle daño, pero nunca la había dejado de querer. Ana,<br />
rápidamente lo consoló quitándole importancia.<br />
—Te comprendo perfectamente, no hay nada que perdonar; solo espero que<br />
ahora que eres un héroe, famoso y millonario, ya no pongas ninguna disculpa<br />
para que sigamos juntos.<br />
—Te prometo. No, te juro. Que no habrá nada que nos separe a partir de<br />
ahora. Mañana mismo cancelare todos los compromisos con la nueva empresa.<br />
Que busquen a otro ingeniero y director.<br />
—Ni se te ocurra pensar en eso. No permitiré bajo ningún concepto que lo<br />
hagas. Yo quiero al Carlos que siempre he conocido, emocionado con sus planes,<br />
dibujando los modelos en las servilletas de papel y absorto en sus cálculos,<br />
mientras te tenía que repetir cada pregunta tres veces antes de que te enterases.<br />
Siguieron hablando y después de unos minutos, superada la emoción del<br />
momento, decidieron que sería lo mejor volver cuanto antes con sus amigos.<br />
Salieron del despacho y afuera estaban todos esperándolos con una sonrisa de<br />
oreja a oreja, hasta Marcelo se volvió cómplice y disfrutaba satisfecho al ver que<br />
su amigo había reconducido su matrimonio. Altaha, siempre romántica, no podía<br />
contener las lágrimas de emoción. Mike y su familia, los recibieron con un aplauso<br />
que acompañaron todos.<br />
Ahora sí que se veía a Carlos totalmente feliz, y por primera vez en muchos<br />
meses, su mente no pensaba ni en la empresa ni en ningún proyecto, solo estaba<br />
interesado por la vida de Ana, por su hijo y por otras cosas mundanas.<br />
— 404 —
EPILOGO<br />
Antes de regresar a España, se quedaron unos días más en New York, para<br />
cumplir unos compromisos. Tampoco podían retrasar mucha más su regreso,<br />
pues en todo ese tiempo, mientras crecía su fama, la expectación se fue<br />
incrementando día a día, por lo que les reclamaba que volviesen cuanto antes.<br />
<strong>El</strong> Albatros se quedó en las instalaciones del CYNY, pensaron en que<br />
finalmente se lo acabarían donando al club, pero aun lo necesitaban para que los<br />
ingenieros de la nueva fábrica obtuviesen todos los datos útiles.<br />
Antes de regresar, se plantearon con precaución, si la orden de precintar el<br />
Albatros se había extendido a sus personas, pues lo último que deseaban sería ser<br />
detenidos apenas aterrizasen. Consultaron la situación por medio del <strong>primo</strong> de<br />
Marcelo, cabo de la Guardia Civil. Este les contó, que curiosamente la orden de<br />
precintar el Albatros, si algún día existió, desapareció como si nadie supiese nada.<br />
<strong>El</strong> único rastro que quedó, fue un informe sobre la noche que huyeron, como una<br />
operación en búsqueda de una embarcación no identificada, que finalmente la<br />
catalogaron como falsa alarma. Estaba claro que cuando se les reconoció como<br />
héroes en Estados Unidos, en España, políticamente optaron por no quedar en<br />
ridículo y se olvidaron de todo este asunto, borrando todo rastro.<br />
Cuando ya creían que no existían problemas para su regreso, surgió uno<br />
bastante absurdo. Todas las autoridades políticas querían recibirlos. <strong>El</strong> problema<br />
fue, que el protocolo exigía que primero fuese recibido por unos y después por<br />
otros, para no ofender a las diferentes jerarquías. Llego hasta tal punto el nivel de<br />
intereses creados, que tuvieron que retrasar el viaje dos días, hasta que todos se<br />
pusieron de acuerdo para coordinar las fechas y los horarios.<br />
Finalmente volaron a Madrid, donde fue recibió por el presidente del gobierno<br />
y la ministra de deportes, después se desplazaron al palacio de la Zarzuela a una<br />
recepción privada con los Reyes.<br />
Al día siguiente Cogieron un vuelo hasta Tenerife. Una anécdota curiosa fue<br />
que los padres de Altaha, a pesar de la versión oficial de toda la aventura, estaban<br />
convencidos que se trataba desde el principio del proyecto especial de la<br />
empresa, y que el resto solo fue una operación de Márquetin; si bien también<br />
asumieron que deberían mantener una cierta discreción y no contárselo a nadie.<br />
De Tenerife volaron directamente a Galicia aterrizando en Santiago de<br />
Compostela, ahí los recibió el Presidente de la Xunta con una cena homenaje y se<br />
quedaron a dormir en el hostal de los reyes católicos, construido curiosamente<br />
por los mismos Reyes que patrocinaron a Colon en su descubrimiento de América.<br />
— 405 —
Al día siguiente irían a Rianxo y con eso acabarían con todos los actos. Por suerte<br />
para ellos, que estaban bastante cansados de tanto trajín, acabar en la Villa de<br />
Marcelo les resultaba lo más cómodo y entrañable.<br />
<strong>El</strong> ayuntamiento de Rianxo con el Alcalde a la cabeza, se tomó la recepción<br />
como una cuestión de honor. Consciente de que el pueblo gallego es reacio a<br />
concentrarse, temía que siendo el último acto oficial, quedase una recepción muy<br />
fría, si no lograba un número de personas suficientemente significativas. Para<br />
intentar paliar esta carencia, hizo extensiva la invitación a todas las villas de la Ría<br />
de Arosa así como a las de los alrededores. Y difundieron la recepción por todos<br />
los medios.<br />
Pero no se trataba solo de un interés local. Marcelo, gracias a la frase que<br />
puso de moda “solo soy un marinero de Rianxo”, que ya circulaba por medio<br />
mundo, la Villa había cobrado un reconocimiento y protagonismo internacional.<br />
Como consecuencia de esta improvisada publicidad, decenas de periodistas y<br />
cientos de turistas habían llegado ya hasta la villa para conocerla.<br />
Con toda esa expectación y el impacto mediático de toda la aventura, además,<br />
de la coincidencia que fuese precisamente un día festivo, miles de curiosos de<br />
hasta cien kilómetros a la redonda se dirigieron a Rianxo. La recepción estaba<br />
prevista a las doce de la mañana, pero desde las nueve fue llegando gente a la<br />
Villa, a las diez ya estaba todo lleno y a las once las carretera colapsadas por los<br />
coches que seguían acudiendo.<br />
Marcelo y sus compañeros venían de Santiago de Compostela por la autopista.<br />
Cuando llegaron a cinco kilómetros se encontraron atrapados en un inmenso<br />
atasco. Resultaba imposible avanzar o incluso retroceder, pues además, en la<br />
autopista también se formó un tapón de cientos de coches por detrás.<br />
Carlos, como siempre, analizó fríamente la situación.<br />
—Pues, tal y como lo veo, tendremos que llamar para que suspendan el acto.<br />
Este colapso no lo arreglan en menos de dos horas.<br />
Marcelo, lo tenía mucho más claro.<br />
—Mi pueblo me espera y no puedo fallarles. Yo me voy caminando.<br />
Altaha miró a Carlos con cara de resignación.<br />
—Pues está claro. Nos vamos todos andando.<br />
Así salieron del coche dejando al chofer y se fueron caminando. Entonces<br />
cuando los ocupantes de otros vehículos los vieron, bajaron y los siguieron, así<br />
avanzaban entre los vehículo y, cada vez se iba uniendo más gente en una larga<br />
procesión.<br />
<strong>El</strong> alcalde cuando se enteró de lo que estaba pasando, no estaba dispuesto a<br />
estar parado esperándolos. Se dirigió a todo los que estaban concentrados en la<br />
— 406 —
plaza, comentándole el problema y recurriendo a una frase que pasaría a la<br />
historia de Rianxo; “Nuestra hospitalidad no se cuestiona, si nuestros invitados no<br />
puede llegar a Rianxo, será Rianxo la que vaya hasta nuestros héroes”.<br />
Así encabezo la marcha hacia la autopista, seguida por los miles de personas.<br />
Media hora después, en las faldas de monte al norte de Rianxo, por donde<br />
discurría la autopista, las dos procesiones se unieron.<br />
Los medios de comunicación recogieron este encuentro, esforzándose en<br />
explicar a los telespectadores de todo el mundo que ese peculiar encuentro no se<br />
trataba de ninguna costumbre local.<br />
Después de este último acto, se quedaron tranquilos y pudieron retomar sus<br />
vidas. Según lo previsto, Marcelo y Altaha se casarían en Rianxo. Los siguientes<br />
quince días los dedicaron a preparar frenéticamente la boda. Y aunque ellos solo<br />
querían cumplir en compromiso con las familias, por toda la expectación suscitada<br />
y el deseo de complacer a todos los compromisos, las invitaciones se<br />
desmadraron y acabaron montando una boda de más de quinientos invitados. Por<br />
suerte para ellos, gastarse a esas alturas cien mil euros, no suponía ningún<br />
problema. Les podría haber salido gratis, pues les ofrecieron pagarles una<br />
cantidad similar por la exclusiva, si bien declinaron tal oferta, pues en la medida<br />
de lo posible, deseaban preservar la poca intimidad que a esas alturas les podía<br />
quedar.<br />
Antes de volver a Estados Unidos aun tuvieron que completar algunos<br />
compromisos sociales, algunos tan curiosos como las invitaciones a Marcelo como<br />
invitado de honor a varios clubes de yates, en los que antes no le habrían dejado<br />
entrar ni como mecánico. <strong>El</strong> orgullo de los anfitriones era doble pues no solo<br />
estaban recibiendo a un héroe del mar, sino también a un miembro de honor del<br />
Club de Yates de New York.<br />
Marcelo, acostumbrado a viajar con poco equipaje, decidió dejar en casa de<br />
sus padres todas las placas y diplomas conmemorativos, conscientes que para<br />
ellos sería un motivo de orgullo. Y así fueron cubriendo la pared del salón con<br />
todos los reconocimientos, si bien el puesto de honor, que sus padres no querían<br />
ni cuestionar, lo ocupaba la placa que le había entregado Carlos como mejor<br />
empleado de la fábrica. Para ellos, este reconocimiento resultaba el más<br />
importante, y el resto, como decía su abuela, solo se trataba de aventuras de la<br />
juventud.<br />
— 407 —
Si una persona va a Rianxo, junto al paseo del mar, podrá ver una escultura.<br />
Es una enorme piedra de granito que imita en su parte superior las olas del mar,<br />
sobre las que sobresalen dos esculturas de bronce. La primera, representa el<br />
bordo de un barco desde el cual un marinero se tira al mar atado por una cuerda.<br />
La segunda, a un náufrago con un brazo en alto pidiendo ayuda. Al pie de la<br />
escultura consta la única cita que admitió Marcelo; "al valor de los marineros de<br />
Rianxo", con una nota de agradecimiento de Mike y su familia, aunque sin indicar<br />
que fueron ellos los que donaron la escultura.<br />
Así, después de estar en España un mes, Altaha y Marcelo volvieron a Estados<br />
Unidos para construir su nueva vida, que discurría entre el MIT y la organización<br />
de la nueva fábrica de barcos. Carlos volvió a su empresa ICARUS en España, que<br />
compaginaba supervisando a distancia la construcción de la fábrica de barcos en<br />
Estados Unidos.<br />
Ya había transcurrido un año desde que finalizó el viaje y los tres apenas<br />
coincidieron más que en muy contadas ocasiones. Esta vez, Carlos no dejó de<br />
aprovechar este viaje a EEUU para volver a ver a sus compañeros.<br />
Cuando se separaron, no pensaron que la experiencia vivida les fuese a marcar<br />
tan profundamente. Ahora, cada vez que volvían a estar juntos, sentían la<br />
necesidad de estar a solas los tres, sintiéndose totalmente compenetrados, como<br />
si de alguna forma volviesen a estar tranquilamente en medio del océano sin<br />
nadie que enturbiase su amistad.<br />
Carlos fue el último en llegar al restaurante, donde ya le esperaban sus amigos<br />
en la mesa.<br />
Altaha apareció vestida con un traje beige de ejecutiva, con un aspecto tan<br />
formal que aparentaba diez años más de los que tenía. Lo recibió con su sonrisa<br />
de siempre y con ese brillo de los ojos demostrando el afecto especial que sentía<br />
por Carlos. A pesar de lo efusivo de su recibimiento, sus gestos mostraban unos<br />
movimientos moderados y contenidos. Esta conducta, obedecía claramente a<br />
haber estado un año sometida a todo tipo de reuniones, conferencias y<br />
entrevistas, donde la naturalidad y la improvisación no tenían cabida.<br />
Marcelo, en cambio, lo recibió más afectuoso de lo habitual, dándole un fuerte<br />
abrazo. Vestía con unos pantalones azules marinos, una camisa azul clara y una<br />
americana. Carlos lo miró con satisfacción; este nuevo estilo resultaba<br />
definitivamente mucho más acorde a su nuevo estatus.<br />
— 408 —
Comenzaron a cenar y hablar de cómo se habían evolucionado sus vidas con<br />
los nuevos trabajos en ese último año.<br />
Carlos, desde su regreso a España, el enfoque sobre su vida cambio de forma<br />
radical centrado en no separarse de Ana. Lo primero que hizo fue volver a vivir a<br />
Madrid, lo que por otra parte, no le causo ningún problema, pues la empresa<br />
instalo en Madrid las oficinas centrales y dejó en La Mancha la fabricación. Su<br />
trabajo cambió sustancialmente respecto a lo que estaba previsto; los diseños de<br />
los aviones ya eran muy buenos por lo que poco podría aportar a corto plazo; le<br />
convencieron para que sustituyese el puesto de dirección de producción a<br />
director de Marketing. Así, apoyado por un gran equipo de profesionales, se<br />
centró en el Marketing de ventas. Además, gracias a la enorme notoriedad que<br />
había alcanzado las cosas fueron mucho más fáciles; prácticamente, bastaba que<br />
Carlos se desplazase a un país para que se cerrasen de inmediato <strong>numero</strong>sas<br />
operaciones. Las anécdotas fueron constantes, en una ocasión un ingeniero de los<br />
compradores, pensó que Carlos solo les acompañaba en plan imagen, y cuando<br />
comenzó pedirle explicaciones técnicas, Carlos, emocionado, lo tuvo tres horas<br />
apabullándolo con detalles y cifras. Así, en unos meses, todo marchaba tan bien,<br />
que el único problema de la fábrica se centró en poder atender los pedidos<br />
acumulados.<br />
Los cambios no solo fueron en el trabajo, sino en la propia actitud de Carlos;<br />
ahora su prioridad se centraba en su mujer y no permitía que la empresa<br />
interfiriese en su vida privada. Estas directivas las dejó muy claras en la empresa,<br />
por lo que nadie se atrevía inicialmente a cambiar los planes. Aunque sin que él lo<br />
supiese, si realmente hacía falta un viaje urgente, llamaban a escondidas a su<br />
mujer para que ella les allanase el camino; animándolo al viaje o haciendo<br />
coincidir casualmente con un simposio de médicos en el país de destino. Carlos, a<br />
la tercera coincidencia, se percató de la confabulación, pero dado que su mujer<br />
estaba conforme, dejó que se perpetuase la farsa dándose por no enterado.<br />
Altaha se integró en el MIT perfectamente. Sus temores a no estar a la altura<br />
del profesorado resultaron infundados. Ciertamente tuvo que esforzarse en<br />
aprender todos los métodos didácticos y los protocolos educativos. También tuvo<br />
que perfeccionar de forma intensiva su inglés, tanto para las conferencias como<br />
para los artículos que deseaba publicar; y gracias a sus inestimables alumnos<br />
colaboradores le ayudaron muchísimo repasando todo lo que hacía. Así, con su<br />
esfuerzo y dedicación se ganó rápidamente el respeto como profesora, lo que se<br />
unió a la admiración, que de por sí, ya recababa con su sola presencia; pues nadie<br />
olvidaba que a sus veinticinco años, además de una heroína famosa, ya era<br />
— 409 —
millonaria, accionista y miembro del consejo de administración en dos empresas y<br />
directora ejecutiva de todo un departamento de informática.<br />
Marcelo, por insistencia de Altaha, estudió un Máster intensivo de relaciones<br />
humanas mientras se formaba como director de maquinaria de la nueva fábrica.<br />
Esta formación especial le ayudo a comprender mejor la naturaleza de las<br />
personas y como trabajar en equipo, aunque en absoluto le hicieron renunciar a<br />
su alto nivel de exigencia. A diferencia de su situación en España, ahora<br />
representaba el héroe con espíritu de trabajo y superación; así que a todos los<br />
efectos la rígida disciplina y altísimo nivel de trabajo que exigía a sus<br />
subordinados, no se consideraba como algo negativo sino como una oportunidad<br />
para alcanzar el más alto nivel, por lo que todos consideraban un honor trabajar<br />
para él. Pero Marcelo no se olvidada que él había sido un trabajador, así que<br />
cuidaba mucho que la remuneración y sobre todos los incentivos de<br />
productividad, estuviesen acordes al trabajo que les exigía, que lo resumió con<br />
una cita, que por cierto le copio un ejecutivo para un libro de motivación<br />
empresarial; "les exigiré que trabajen como los mejores y les obligaré a cobrar<br />
como los mejores".<br />
Así estaban comentando sus vidas cuando sonó el teléfono móvil de Altaha. La<br />
llamada tenía cierta urgencia por lo que tuvo que atenderla; como la señal del<br />
móvil no era buena se levantó y se desplazó hasta la entrada del restaurante.<br />
Aprovechando que estaban los dos solos, Carlos le preguntó a Marcelo qué tal<br />
llevaban el año de matrimonio.<br />
Marcelo, le confesó, que mantuvo al principio ciertas dudas. Pensaba que<br />
Altaha, ahora imbuida en un nuevo mundo donde era objeto de seducción por<br />
parte, tanto de multimillonarios, como de hombres de prestigio y gran cultura,<br />
pronto comenzaría a considerarlo como una molestia, o sencillamente que estaba<br />
muy por debajo de estas nuevas expectativas. Ciertamente, estos temores eran<br />
exclusivos de Marcelo, pues Altaha parecía tener muy clara su relación; lejos de<br />
establecer ningún tipo de distancia social o cultural entre Marcelo y sus nuevas<br />
relaciones, se lo presentaba orgullosa a todos, destacando sus conocimientos<br />
técnicos y su gran cultura en todo lo que tuviese que ver con el mar. A pesar de<br />
esta actitud, Marcelo seguía siendo receloso de como acabaría toda esa relación,<br />
hasta que sucedió algo inesperado. En un simposio, un profesor pedante y<br />
presuntuoso, el pleno proceso de flirteo con Altaha, cometió el error de hacer<br />
hincapié en lo difícil de mantener un matrimonio dada la hipotética diferencia<br />
cultural con Marcelo. La respuesta de Altaha, fue tan inesperada como radical;<br />
abandono de inmediato la reunión y a continuación envió una nota de prensa,<br />
declarando a ese profesor como persona “non grata” por haber ofendido a su<br />
— 410 —
marido y a su persona. Los efectos de este inusual comportamiento fueron varios;<br />
<strong>El</strong> profesor presuntuoso quedo marginado socialmente, además de vacunado<br />
contra la vanidad. A partir de ese momento cualquier anfitrión de Altaha se cuidó,<br />
muy mucho, de tratar con el máximo respeto a Marcelo. Altaha perdió esa imagen<br />
de niña angelical, que se reflejó perfectamente en una frase de Marcelo a la<br />
prensa, cuando intentaba explicar lo que había pasado: “mejor no provoques a<br />
una española, porque el que siembra tormentas, recoge tempestades”. Pero el<br />
efecto más importante fue el que tuvo en Marcelo, pues precisamente en ese<br />
momento, apreció con toda claridad que Altaha lo quería con total franqueza;<br />
colocando el resto de las cuestiones, ya fuese trabajo, intereses económicos o<br />
amistades, en un segundo plano; así, que nunca volvió a cuestionarse la seguridad<br />
de su relación.<br />
De todas formas, ese incidente solo fue una anécdota, pues si Marcelo se<br />
quejaba de algo, era precisamente de estar demasiado solicitado. Lo último que<br />
tuvo que soportar fueron las invitaciones para que navegase los fines de semana<br />
con los mejores veleros; Multimillonarios que deseaban salir en la foto con<br />
Marcelo, tal y como recogieron los titulares “el mejor barco con mejor marinero”.<br />
Él, que venía de España con los prejuicios típicos de las clases sociales, pudo<br />
comprobar que en Estados Unidos al que triunfa, generalmente fruto de su<br />
trabajo directo, se le respeta y admira. Y el Multimillonario, a su vez, respeta y<br />
admira igualmente al trabajador, sin ningún atisbo de superioridad. Así, que esas<br />
relaciones resultaron muchísimo más fluidas y agradables de lo que hubiese<br />
pensado en un principio, haciendo muy buenos amigos.<br />
Cuando Altaha acabó la conversación telefónica y se reincorporó a la cena,<br />
Carlos retomo la conversación explicándoles el motivo ese viaje.<br />
—Ya me conocéis, como no puedo parar quieto me he complicado la vida con<br />
otro proyecto; ahora acabo de regresar de la NASA. Estamos coordinando un<br />
programa conjunto para el desarrollo de un tipo de transbordador mucho más<br />
económico. Saben, que el espacio se va a convertir en una industria turística, y<br />
ahora que no tienen tanto dinero, es necesaria la colaboración con la empresa<br />
privada. Para nosotros –en referencia al grupo aeronáutico a que pertenecían—,<br />
es una oportunidad magnífica de entrar en un nuevo negocio y para mí se plantea<br />
como un nuevo reto.<br />
Altaha estaba asombrada.<br />
—La NASA. ¡Vaya! ¿Imagino que estarán a otro nivel?<br />
—Sí, eso pensaba yo, pero no es para tanto. Está claro que la NASA tienen<br />
mucha experiencia en vuelos espaciales, pero también he observado que esos<br />
ingenieros aeroespaciales están limitados; obsesionados con la potencia de<br />
— 411 —
ascenso, deberían buscar un equilibro mejor de las fuerzas. Es un tema en el que<br />
he estado pensando estos últimos días y tengo un par de ideas para nuestro<br />
prototipo.<br />
—Te veo muy emocionado.<br />
—No es para menos. Incluso me han prometido, que si todo funciona bien,<br />
podré ir en uno de esos vuelos.<br />
Altaha, se sintió repentinamente emocionada y, muy convencida, le dijo.<br />
—Bueno, no sé cómo me sentará un traje de astronauta, pero mejor que los<br />
encargues para los tres. Sin vas al espacio, será con tu tripulación de siempre.<br />
Carlos, espero unos segundos antes de responder, mostrando una suave<br />
sonrisa de complicidad.<br />
—Eso, amigos míos, ni se cuestiona.<br />
— 412 —
I N D I C E<br />
UN PROBLEMA AÑADIDO.....................................................1<br />
SOLUCIÓN DE COMPROMISO.............................................18<br />
EL TRAS<strong>LA</strong>DO......................................................................32<br />
PERSEGUIDOS.....................................................................86<br />
UNA PRECIPITADA DECISIÓN............................................106<br />
DESASTRE INEVITABLE......................................................119<br />
UN DESCANSO MERECIDO ...............................................136<br />
VUELTA A CASA ................................................................156<br />
<strong>LA</strong> ANFITRIONA ................................................................169<br />
EL MOMENTO Y EL LUGAR ...............................................178<br />
<strong>LA</strong> TRAVESÍA .....................................................................196<br />
CALMA Y SOLEDAD ..........................................................215<br />
CUESTIÓN DE HONOR ......................................................247<br />
SIN RUMBO FIJO...............................................................272<br />
<strong>LA</strong> OPCIÓN MENOS MA<strong>LA</strong>................................................298<br />
BUENAS COMPAÑÍAS .......................................................310<br />
ÚLTIMOS DÍAS ..................................................................321<br />
NO HAY NADA QUE PENSAR.............................................333<br />
TODO SE ACABA ...............................................................367<br />
EPILOGO ...........................................................................405<br />
— 413 —