La redoma encantada - Biblioteca Virtual Universal
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Escena IX<br />
GARABITO.<br />
GARABITO.- (Dentro.) ¡Ay!, ¡Ay! Despacio, que yo no vuelo. ¡Que me estrangulo! (Sale<br />
conducido por un cuervo, el cual tiene asida con el pico una cinta que trae GARABITO<br />
atada al cuello.) Alto aquí, señor cuervo: no me da la gana de correr más. Tire usted por<br />
donde quiera. (Con las manos tira de la cinta; ésta se rompe, GARABITO cae, y el cuervo<br />
desaparece en la dirección que llevaba.) ¡Ay! se me ha desquiciado toda la columna<br />
vertebral. ¡Qué no ha de haber gusto completo! Cuando más gozoso iba ya persiguiendo a<br />
don <strong>La</strong>ín, ¡pif! cruza ese maldito grajo, me echa la guindaleta, y unas veces colgando, y<br />
otras a trompicones, me trae... ¿qué sé yo adónde? Porque no veo. A la cuenta, desde que<br />
me descuartizaron, vine a ser propiedad de las aves de rapiña, y la primera que me atisbó,<br />
dijo: aquí te veo, aquí te cojo. (Se levanta.) ¿Qué apostamos a que en esta huronera tienen<br />
esos bichos su almacén de víveres, y que a lo mejor vienen a darse un refrigerio con mi<br />
persona? Lo peor es que estoy tan molido, que no podría defenderme ni de un gorrión.<br />
Descansemos un instante, aunque sea en el suelo. No; aquí tiento un pedrusco, y... (Lo que<br />
cree que es un asiento, es un monstruo, el cual al sentarse GARABITO, se levanta<br />
sacudiendo unas grandes alas: un relámpago ilumina instantáneamente el teatro.) ¡Válgame<br />
el marqués de Villena! ¿Qué animalote es ése? ¿Qué son aquellas figuras blancas que he<br />
traslucido? ¿Cuánto va que me han embocado en la cueva de la cabeza <strong>encantada</strong>, la del<br />
enigma que tanto da que cavilar a mi amo? (Otro relámpago.) Dicho y hecho; estoy<br />
condenado a reclusión perpetua, y Dios sabe qué será de mí con semejantes huéspedes. ¡En<br />
lo que han venido a parar las esperanzas que concebí cuando me dijo mi amo en Barahona:<br />
¿qué apeteces? Pide lo que quieras. (Se oyen dos fuertes golpes en metal, y aparecen en el<br />
muro, resplandeciendo como si estuvieran formadas con piedras preciosas, estas palabras<br />
en letra gótica.)<br />
(GARABITO continúa.) Ese ruido... ese letrero... No hay más: he dado con la adivinanza,<br />
sin pensar en ello. ¡Y mi amo que andaba volviéndose loco! Sí; pero ahora falta que yo sepa<br />
seguirla, explotarla con fruto. (Lee.) «Pide lo que quieras...». En lo de pedir, iré con tiento;<br />
no tengamos otro apéndice al nalgatorio, como cuando los tres deseos. Lo primero que<br />
quiero, y que no tiene duda que me conviene, es no estar a oscuras. Una luz. (El cuervo<br />
vuelve con una mecha en el pico, enciende la antorcha que hay en teatro, y vuela.) Gracias,<br />
amigo. Buen viaje. Ahora, útil será examinar el terreno. No veo más que dos estatuas