La redoma encantada - Biblioteca Virtual Universal
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Escena VIII<br />
DOROTEA.- DON ENRIQUE.<br />
DOROTEA.- ¡Esposo mío!<br />
ENRIQUE.- ¡Bien de mi vida. (Se abrazan.)<br />
DOROTEA.- ¡Cómo me has engañado! ¿Por qué me encubrías el riesgo que te amenazaba?<br />
ENRIQUE.- No lo creí yo tan grave: me engañé yo mismo.<br />
DOROTEA.- Al fin te encuentro: ya estoy segura.<br />
ENRIQUE.- ¿De qué? ¿De quién?<br />
DOROTEA.- Del conde.<br />
ENRIQUE.- ¿El conde te perseguirá?<br />
DOROTEA.- Furioso. Ya se ve, yo le había embaucado para arrancarle la promesa de<br />
ponerte en libertad.<br />
ENRIQUE.- ¿Y ha faltado a su palabra?<br />
DOROTEA.- Conoció mis designios un oficial tudesco, y se los reveló al conde. Considera<br />
tú como se pondría. Si no tengo en mi poder el anillo mágico, de seguro que no llego a<br />
verte.<br />
ENRIQUE.- Pero ¿sabes, infeliz, sabes lo que has hecho<br />
con poner las plantas en este recinto?<br />
DOROTEA.- El deber de una fiel consorte; buscar a mi esposo, abrazarle, participar de su<br />
suerte.<br />
ENRIQUE.- ¿Sabes que acaso no volverás a ver la luz del día?
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