La redoma encantada - Biblioteca Virtual Universal
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ENRIQUE ¿Cuánto va que al suelo humillas,<br />
al escucharme, los ojos,<br />
y vivos matices rojos<br />
asoman en tus mejillas? 140<br />
DOROTEA ¿Me he de avergonzar siquiera<br />
de que se me haya ocurrido<br />
conocer de mi marido<br />
la figura verdadera?<br />
ENRIQUE Es que tu deseo esconde 145<br />
un temor...<br />
DOROTEA ¿Yo temer? ¿Qué?<br />
ENRIQUE Si como Enrique seré<br />
más feo que como conde.<br />
DOROTEA Yo no pensaba en tal cosa.<br />
(Abochornada y volviéndole la espalda.)<br />
ENRIQUE ¿Por qué me ocultas la faz? 150<br />
DOROTEA Quítate, déjame en paz.<br />
¡Vaya una aprensión graciosa!<br />
Me voy.<br />
ENRIQUE Un instante.<br />
DOROTEA Nada.<br />
(<strong>La</strong> puerta por donde iba a salir, desaparece. Va a la de enfrente, y le sucede otro tanto.)<br />
¡Calle! ¿Y la puerta de aquí?<br />
Voy a aquella.- ¿También?- Di, 155<br />
¿quieres ponerme arrestada?<br />
ENRIQUE Me has insultado, y me vengo.<br />
DOROTEA Yo para obtener perdón,<br />
me resigno a la prisión,<br />
pues otro arbitrio no tengo. 160<br />
ENRIQUE (Llevándola a ver dos pedestales, cuyos adornos se cambian.)<br />
Ven, mira.<br />
DOROTEA ¡Nueva sorpresa!-<br />
¿Más aún? -No hay que decir<br />
que no quieres divertir<br />
a la pobrecita presa.<br />
(Se sienta al lado de una mesa y se hace aire con un abanico de plumas.)<br />
Que busquen en todo el orbe 165<br />
más galante carcelero.<br />
ENRIQUE Sin embargo, no tolero<br />
que un abanico me estorbe.
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