La redoma encantada - Biblioteca Virtual Universal
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GARABITO.- Tú, Pascualita, no debes sentir la pérdida de tu hermosura, porque ya te<br />
había servido para tu objeto. Quisiste ser rica, y yo no he tocado a las riquezas de tu<br />
marido. El oro y los diamantes son capaces de embellecer la cabeza de Medusa. (Rodea la<br />
cabeza de PASCUALA una cabellera de serpientes.)<br />
PASCUALA.- Garabito, acuérdate de que me quisiste.<br />
GARABITO.- Quien te quiera bien, te pondrá mala cara.<br />
LAÍN.- Acuérdese usted de que todos somos prójimos.<br />
GARABITO.- Dar posada al peregrino es obra de misericordia.<br />
Escena VII<br />
DON ENRIQUE.- Dichos.<br />
ENRIQUE. -¡Garabito!<br />
GARABITO.- ¡Mi amo! (Los relojes vuelven a su ser.)<br />
ENRIQUE.- Yo te confié mi talismán para que me librases de esos huéspedes enemigos...<br />
GARABITO.- Ya han salido de casa. Ahora levantan el rastrillo.<br />
ENRIQUE.- Sí, me has servido bien; pero yo no te había autorizado para que te burlaras<br />
inhumanamente de estos dos infelices.<br />
GARABITO.- <strong>La</strong>s represalias son lícitas. Ellos hicieron otro tanto conmigo.<br />
ENRIQUE.- Es decir, que tan bueno eres tú como ellos.<br />
GARABITO.- ¡Si sabe tan bien esto de sentar la férula al que se pilla por debajo!<br />
ENRIQUE.- Alguna desgracia te ha de acarrear ese proceder rencoroso.