La redoma encantada - Biblioteca Virtual Universal
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Escena V<br />
EL CONDE, y un momento después GARABITO.<br />
CONDE.- Me pareció que había oído la voz de mi mayordomo. Le envié con una<br />
descubierta, y habrá hecho lo que siempre; nada. (Llamando.) <strong>La</strong>ín. <strong>La</strong>ín.<br />
GARABITO.- (Saliendo por un sillón, en el cual se queda sentado.) Señor.<br />
CONDE.- ¿Ahí te estabas arrellanado, sin dar aviso de tu llegada? ¿Qué hacías ahí?<br />
GARABITO.- Ya lo ve usted: descansar. Como he venido por un camino poco trillado... y<br />
peligroso...<br />
CONDE.- ¿Y qué has averiguado por junto?<br />
GARABITO.- ¡Friolera! (Aparte. Aquí entra el embrollo para hacerle desocupar el puesto.)<br />
He descubierto el asilo de don Enrique y Dorotea: los he visto.<br />
CONDE.- ¿Dónde?<br />
GARABITO.- En casa de don Ramón.<br />
CONDE.- ¿De mi amigo?<br />
GARABITO.- Pues: dos tiros de bala de aquí.<br />
CONDE.- Vamos allá a prenderlos. ¿Es la casa grande?<br />
GARABITO.- <strong>La</strong> casa, no; pero la huerta tiene media legua de circuito.<br />
CONDE.- Necesitamos entonces toda nuestra gente para acordonarla. Evacuemos este<br />
punto. Yo no necesito su castillo, sino sus personas. Sígueme sin tardanza.<br />
GARABITO.- Al instante.<br />
CONDE.- Voy a dar la orden de marcha. Los he cogido. (Vase.)<br />
GARABITO.- Los he salvado. En saliendo tú del castillo, difícil será que vuelvas a poner<br />
en él las plantas.