La redoma encantada - Biblioteca Virtual Universal
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LAÍN.- (Aparte. Ninguna de estas chicas se parece a Pascuala; pero Dios sabe en qué me la<br />
habrá convertido el otro yo.) Vosotras ¿qué sois?<br />
CRIADA.- Doncellas de mi señora.<br />
LAÍN.- Y alguna de vosotras, ¿se acuerda de haber estado casada conmigo antes de ser<br />
doncella?<br />
CRIADA.- Señor, ¿qué dice usted?<br />
LAÍN.- Temblad si me engañáis.<br />
CRIADA.- ¡Oh! No señor; casadas hay que se olvidan de su estado; pero, si yo lo fuera, no<br />
daría lugar a que mi marido me pudiera hacer esa pregunta.<br />
LAÍN.- ¿No hay más mujeres en esta casa?<br />
CRIADA.- Una dueña quintañona que jamás sale de su cuarto, y jamás ve a nadie.<br />
LAÍN.- Que se persone conmigo inmediatamente.<br />
CRIADA.- Le dará mucha vergüenza.<br />
LAÍN.- Denguecitos a un lado. Que venga sin dilación, si no quiere que la mande traer<br />
asida de los cabellos.<br />
CRIADA.- (Aparte al irse. Más fácil sería traerla de las narices. Vanse las CRIADAS.)<br />
Escena III<br />
DON LAÍN. SOLDADOS. CRIADOS.<br />
LAÍN.- ¡Cuál empinan mis camaradas! ¿Si serán almas del otro mundo? Entonces almas de<br />
tudescos son sin duda. ¡Que no he de poder desechar las ideas de aquel sueño proféticofatídico-diabólico!<br />
«Mañana será capitán tu amo». Y me lo encapitanan al día siguiente. ¿Y<br />
quién le trae el nombramiento? El oficial... Rifirafe, o ¿qué sé yo cómo se llama? Todo se<br />
ha cumplido al pie de la letra, menos el hallazgo de mi mujer. Ya voy yo viendo que