historia de la conquista y población de la provincia de venezuela

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CAPÍTULO V Amenazan los Caribes a la ciudad de Valencia: sale Garci-González en su busca, y hallándolos en el Guárico los derrota SOSEGADA la tempestad en que se vio sumergida la provincia con el violento rigor de la epidemia, empezó a respirar de su fatiga; si bien quedó tan quebrantada y consumida con la falta de los indios, que sin poder volver en sí, hasta el día de hoy se conocen los efectos de aquel daño, a que procuraron ocurrir los vecinos por entonces, aplicando los remedios que tuvo por convenientes la providencia política, en cuyas disposiciones pasado el año de ochenta y dos cv y entrado el de ochenta y tres cvi, los halló Don Luis de Rojas, caballero madrileño, que nombrado para suceder a Don Juan Pimentel en los cargos de Gobernador y Capitán General de la provincia, llegó por el mes de octubre al puerto de Caraballeda y en su compañía el Señor Don Fray Juan de Manzanillo, religioso dominico, a quien su Majestad desde el año antecedente había presentado por Obispo en lugar del Señor Don Fray Pedro de Ágreda cvii, y fue el primer prelado que asentando su residencia en la ciudad de Santiago, dejó ejemplar a los demás para que hiciesen lo propio, empezándose a fraguar desde aquel tiempo la máquina que se ejecutó después y consiguió a los cincuenta y cinco años el Señor Don Juan Aburto de la Mata, trasladando la catedral de Coro a la ciudad de Santiago. Puesto Don Luis de Rojas en la posesión de su gobierno, volvieron a reverdecer en Garci-González los deseos de restaurar con nueva planta su población perdida; pero aunque el Gobernador, enterado de la importancia de su pretensión, se hallaba determinado a fomentarla, las ocurrencias del tiempo mudaron las cosas de suerte, que hubieron de tomar cv. Año de 1582. cvi. Año de 1583. cvii. Gil Gonz. The Ecclesiast1 . 1. Efectivamente, “Ivan de Maçanillo” viene como sustituto de fray Pedro de Ágreda (op. cit., tomo I, p. 299). HISTORIA DE LA CONQUISTA Y POBLACIÓN DE LA PROVINCIA DE VENEZUELA 408
otro temperamento muy distinto; porque habiendo los Caribes del Orinoco vuelto a salir a los Llanos a caza de hombres, como pudieran de fieras, destruidas algunas poblaciones de indios, que encontraron en los esteros y caños de los ríos llegaron con sus incendios y crueldades a infestar las cercanías de la ciudad de Valencia, que temerosa con la vecindad de tan inhumano enemigo, ocurrió a pedir socorro al Gobernador, representando su peligro; y como la precisión de esta urgencia requería pronto el remedio, se halló precisado Don Luis de Rojas a valerse de la experiencia y valor de Garci-González, para que tomase por su cuenta el aplicarlo: confianza, que apreciada con estimación de aquel corazón bizarro, le obligó a deponer sus intereses, sin tratar más de la población que pretendía reedificar en los Quiriquires, para asegurar en ella el premio de los afanes que padeció en su conquista. Determinado, pues, Garci-González a la expedición contra los indios Caribes, en lo que había empeñado su misma reputación, salió de la ciudad con sesenta infantes, veinte caballos y cien indios Arbacos, que conducía a sus órdenes el Cacique Querepana, y encaminándose a los Llanos, tomó la marcha en busca del río Guárico, cuyas riberas servían de alojamiento a los Caribes, para formar de allí sus invasiones; pero como no sabía la parte fija donde podría encontrarlos, deseando tener alguna luz anticipada para poder gobernarse, cogió la delantera con diez y seis caballos y sesenta indios Arbacos, dejando orden a Pedro Álvarez Franco, para que con el resto de la gente le fuese siguiendo por el rastro; y habiendo caminado de esta suerte, llegó el día siguiente a media noche a las orillas del Guárico, en ocasión tan oportuna, que a la luz de una candelada, que ardía en la playa pudo descubrir cuatro Caribes, que dormían bien descuidados: accidente, que le franqueó sin trabajo la noticia que deseaba, pues aprisionados los indios declararon sin apremio, que a cuatro leguas de allí, amparados de las barrancas del río, tenían su principal alojamiento los Caribes, cuyo número llegaba a seiscientos hombres de armas. No faltó entre los soldados quien con esta relación instase a que sin dar tiempo a que los Caribes los sintiesen pasasen aquella misma noche a acometerlos; pero Garci-González, que deseaba asegurar el lance, sin que lo malograse el arrojo de una resolución imprudente, despreciando la pro- BIBLIOTECA AYACUCHO 409
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JOSÉ DE OVIEDO Y BAÑOS HISTORIA D
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HISTORIA DE LA CONQUISTA Y POBLACI
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AL SEÑOR DON DIEGO ANTONIO DE OVIE
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APROBACIÓN del Licenciado Don Manu
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de Granada Inquisidor Ordinario de
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la provincia de Venezuela, gozando
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que se llevaban a España para fund
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punta de Araya, sin pasar más adel
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no les hubiera dado prisa a navegar
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dos con penachos de vistosas plumas
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Belzares, por las cantidades de din
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que sólo da capacidad para el paso
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CAPÍTULO VII Despacha Alfinger al
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Mérida), a cuya margen se sentaron
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CAPÍTULO VIII Sale Alfinger de Tam
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continuo, sin permitirles lugar par
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Habiéndose detenido muy pocos día
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llevado Bascona; pero no siendo fá
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eve a la residencia de su iglesia,
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cendencia en el Tocuyo; Montalvo de
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sembocadero de Barquisimeto (sin po
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CAPÍTULO XII Embárcase Fedreman p
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la serranía, que llevaba a la mano
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con su llegada, gozando la convenie
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Pero aflojando el invierno después
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tado desde luego, que su dicha lo h
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en el corazón de los soldados arde
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LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO I Sale Fedr
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mano en mano, llegó a las de Fedre
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a gran distancia xxv se hallaron ac
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obligó a los restantes a buscar, c
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que merecía el desacato cometido c
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suerte, que llegó Spira a desconfi
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da del río, hasta que juntas más
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CAPÍTULO V Vuelve Esteban Martín
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mentos, ni proseguir su retirada po
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malogrando estas conveniencias por
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fuerza de su mismo desaliento para
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descubrir entre unos indios Caiquet
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años de gobierno, que es la causal
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por la parte que lo llevaban las gu
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premio de sus servicios, labraron b
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siguiendo las huellas de Fedreman,
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to su intención, valiéndose del d
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cómo pocos días antes (llevado de
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so de los ríos, ni lo continuado d
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entero desde que salió de él en s
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tán Reinoso con la muerte del Gobe
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fueron a parar, quedando la ciudad
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juntar gente para efectuar su entra
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taba en sus palabras aquel indio, l
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“Con uno de los moradores de esta
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orillas del río, dejándoles las c
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Hallábanse los nuestros a este tie
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CAPÍTULO II Siguen los Omeguas con
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ducirlo a ella, faltando a la preci
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un tirano (como veremos breve) por
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que comunicándose los unos soldado
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acciones descompuestas y la voz alg
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otro remedio para conseguir la paz.
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descendientes de los primeros pobla
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despoblarse lo más de la provincia
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jo, y por la de algunos caballeros
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que bien consideradas, obligaron a
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Recogido el pillaje de este pueblo
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esaca se deshace aquella trabazón,
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sus bujíos, se retiraron a una cas
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Díaz Moreno; pero aunque esta ciud
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grando crecidos multiplicos en la f
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Guruel, alemán de nación, Cristó
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con la muerte de todos su victoria;
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CAPÍTULO X Tiene noticia Francisco
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arbitrio; y valiéndose de esta oca
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dad (que había dejado Paredes ceñ
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cincuenta y siete, en que salió se
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te, que obligaron a Fajardo a retir
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ma, su hermano, Sancho Briceño, Go
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Tocuyo y llegando a Miravel manifes
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vedad a ser una ciudad muy opulenta
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no quiso detenerse en aquel valle;
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y Chagaragatos, que vivían en su c
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grar el tiro, cuando le pareció ti
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de todo, se ayudasen con buena corr
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ciso ocurrir, acometiéndolas con t
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no atreviéndose los indios a mante
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etiró a la ciudad, y reconociendo
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chos alcaldes ordinarios en su pues
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Miguel Serrano, Baltazar Cortés y
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drando y pedirle los mandase socorr
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zoso con haber logrado el lance, mo
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le olvidase la bárbara costumbre d
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Margarita, que navegando de mar en
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de lo tratado entre ellos, gozando
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potros y mulas, que era en lo que g
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Esta fue la discreta carta del tira
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lo permitía el honroso ejercicio e
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Notables fueron los extremos que hi
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pasar a la Valencia para ir ganando
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ían mucha diligencia por buscarlos
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elementos, entre los hombres más c
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heridas (a tiempo que Terepaima cog
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preciso, con el favor de sus amigos
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CAPÍTULO VII Refiérese la carta q
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excelentísimo Rey, cumple que todo
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aron por su Maestre de campo, y por
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hallarse al lado del Gobernador, pa
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angosta, que apenas era capaz de qu
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palabras, que sus robos y muertes e
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Rey, porque pretender yo y mis comp
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la gente de guerra, llegó luego ac
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tal sentimiento, que bramando con l
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caballos que había puesto Gutiérr
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la estolidez de una fiera, calada l
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Sebastián de Castilla, cuando en l
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llas del río de Aragua, donde ten
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tación general de la provincia; at
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nida para cuando llegase Juan Jorge
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CAPÍTULO XII Matan los indios de C
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los enemigos eran muchos nada bast
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lo perdido y tomar satisfacción de
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como si enlazara algún toro se lo
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ces su escopeta, sólo sirvió de a
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y sujeción al freno del caballo, p
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de Córdoba, Juan Serrano, Pedro Ga
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Diego de Paradas, que rendido a la
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mentasen violencia en los modos de
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A los lados de la puerta principal,
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ordinario, perteneciente a la provi
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lentes, sazonados membrillos, manza
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CAPÍTULO IX Acometen los indios a
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que llegada la noche, con el susto
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CAPÍTULO X Despuéblase la ciudad
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tatas, y habiendo cumplido con las
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da; de que gozosos los nuestros (oc
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CAPÍTULO XII Determina Losada pren
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tes de una moderación justificada,
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población de sus ciudades, no sé
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en uno de los días que se detuvo j
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quedado allí, trató de abreviar c
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permitir el susto, entró por la ci
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trataban de penetrar la tierra aden
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CAPÍTULO IV Sale Garci-González e
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procurando retirarse a la montaña,
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experimentar un fin más lastimoso,
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Estas penalidades y trabajos, junta
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Este fue el paradero que tuvo la jo
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OTROS TÍTULOS PUBLICADOS DE CRÓNI
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TOMÁS ELOY MARTÍNEZ (Tucumán, Ar
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