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historia de la conquista y población de la provincia de venezuela

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dro Núñez, y llevándolo también a <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> Aguirre, le preguntó el<br />

tirano, ¿qué causa habían tenido los vecinos para retirarse? y respondiéndole,<br />

que por el mucho miedo que tenían; replicó Aguirre le dijese con verdad,<br />

¿qué se <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> él y <strong>de</strong> sus compañeros? y aunque temeroso <strong>de</strong> lo que<br />

podía suce<strong>de</strong>r, procuró excusarse <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a <strong>la</strong> pregunta: fueron tantas<br />

<strong>la</strong>s instancias que le hicieron, que el miserable, entre confuso y turbado,<br />

hubo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: Señor, todos tienen a su merced y a los que le acompañan<br />

por unos crueles luteranos: pa<strong>la</strong>bras, que encendieron a Aguirre en tanta<br />

cólera, que quitándose <strong>de</strong> <strong>la</strong> cabeza <strong>la</strong> ce<strong>la</strong>da, amagó a tirarle con el<strong>la</strong>, diciéndole:<br />

bárbaro, necio, ¿no sois más maja<strong>de</strong>ro que eso? y aunque por<br />

entonces no pasó a más el enojo, no tardó mucho <strong>de</strong>spués sin que tomase<br />

venganza <strong>de</strong>l agravio, porque uno <strong>de</strong> los soldados, buscando qué robar<br />

como los otros, acertó acaso a encontrar una botija <strong>de</strong> aceitunas, que tenía<br />

enterrada el Pedro Núñez, y escondidos en el<strong>la</strong> algunos tejos <strong>de</strong> oro; y<br />

como con <strong>la</strong> noticia <strong>de</strong>l hurto ocurriese ante Aguirre pidiendo restitución<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>spojo, porque negó el <strong>de</strong>lincuente y no probó <strong>la</strong> calumnia Pedro<br />

Núñez, lo mandó ahorcar luego al instante, para que todos conociesen lo<br />

que miraba por <strong>la</strong> buena opinión <strong>de</strong> sus soldados; <strong>de</strong> los cuales, uno l<strong>la</strong>mado<br />

Juan Pérez, estando algo achacoso, se salió a divertir al campo aquel<strong>la</strong><br />

tar<strong>de</strong>, y encontrándolo Aguirre casualmente sentado a <strong>la</strong>s oril<strong>la</strong>s <strong>de</strong> un<br />

arroyo, le dijo: ¿qué hacéis por aquí, Pérez? a que le respondió: Señor,<br />

ando falto <strong>de</strong> salud, y por buscar algún alivio me estoy entreteniendo viendo<br />

correr esta agua, replicóle Aguirre: pues según eso no podréis seguir<br />

esta jornada, y así, será bueno que os quedéis, porque yo no hago nada con<br />

enfermos; como vuesa merced mandare, respondió el soldado: y pasando<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>rgo Aguirre sin hab<strong>la</strong>rle otra pa<strong>la</strong>bra, se fue a su casa, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> envió<br />

luego sus ministros para que lo llevasen preso, y sin que bastase <strong>la</strong> interposición,<br />

ni el ruego <strong>de</strong> sus amigos, lo mandó ahorcar, excusándose con <strong>de</strong>cir,<br />

que no podía perdonar <strong>la</strong> vida al que era tibio en <strong>la</strong> guerra.<br />

Ya en esto había llegado el tiempo <strong>de</strong> estar todo prevenido para salir <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> Borburata y pasar a <strong>la</strong> Valencia (que como en otro lugar tenemos dicho<br />

hay siete leguas <strong>de</strong> distancia <strong>de</strong> una parte a otra), y pareciéndole buena ocasión<br />

para escaparse a Pedro Arias <strong>de</strong> Almesto y a Diego <strong>de</strong> A<strong>la</strong>rcón, soldados<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong> Aguirre, discurriendo que con <strong>la</strong> revolución <strong>de</strong>l viaje no ha-<br />

BIBLIOTECA AYACUCHO<br />

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