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historia de la conquista y población de la provincia de venezuela

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colocadas y elegantes, como pudiera hacer<strong>la</strong>s Cicerón: elocuencia que no<br />

cabe en <strong>la</strong> incapacidad <strong>de</strong> una nación tan bárbara [pp. 17-18].<br />

Tal propósito es <strong>de</strong>sandado no bien comienza el libro tercero, en el que<br />

se consigna un extenso e inverosímil discurso directo <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong>l cacique<br />

Macatoa, sembrado <strong>de</strong> cultismos como “señores confinantes” o “éra<strong>de</strong>s<br />

hombres crueles”. Y es traicionado muchas otras veces: casi en cada ocasión<br />

en que los gran<strong>de</strong>s caciques (Paramaconi, Guaicaipuro, Parayauta)<br />

entonan <strong>la</strong> a<strong>la</strong>banza <strong>de</strong> sus propias virtu<strong>de</strong>s antes <strong>de</strong> entrar en combate con<br />

los <strong>conquista</strong>dores. Pero esos <strong>de</strong>sencuentros <strong>de</strong>l texto con <strong>la</strong>s normas fijadas<br />

en el prólogo podrían pasar inadvertidos al lector, porque están respondiendo<br />

siempre a imperiosas necesida<strong>de</strong>s narrativas: a exigencias <strong>de</strong><br />

verosimilitud, a <strong>la</strong> búsqueda <strong>de</strong> efectos dramáticos y, sobre todo, a <strong>la</strong> voluntad<br />

<strong>de</strong> caracterizar a los personajes, <strong>de</strong> conferirles una voz que los i<strong>de</strong>ntifique.<br />

Cuando Oviedo y Baños comenzó a trabajar en su Historia, ya el género<br />

se había consolidado como <strong>historia</strong> moral, cada vez más distanciado <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> <strong>historia</strong> natural. Y acaso por eso mismo, quienes escribían no eran los<br />

soldados y <strong>de</strong>scubridores <strong>de</strong>l siglo XVI sino los letrados <strong>de</strong> <strong>la</strong>s nuevas<br />

ciuda<strong>de</strong>s. ¿Quién podría dudar que Oviedo era un letrado cabal, tanto por<br />

su formación como por sus apetitos? Como dos <strong>de</strong> sus precursores más notables,<br />

el colombiano Juan Rodríguez Freile y el mexicano Carlos <strong>de</strong> Sigüenza<br />

y Góngora, Oviedo era un “español <strong>de</strong> América” cuya realidad escrituraria<br />

se complicaba a medida que iba afianzándose el proceso <strong>de</strong><br />

colonización. La imagen <strong>de</strong>l Imperio que todos ellos habían recibido a través<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> educación, <strong>la</strong> visión clásica <strong>de</strong>l mundo que les fue insti<strong>la</strong>da a través<br />

<strong>de</strong> los estudios <strong>de</strong> <strong>la</strong>tín, retórica, gramática, elocuencia y filosofía, se les<br />

<strong>de</strong>sdibujaba cada vez más ante el peso creciente <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad que los envolvía:<br />

una realidad en estado <strong>de</strong> magma, <strong>de</strong> ebullición, <strong>de</strong> transformación<br />

casi cotidiana; una realidad inestable, don<strong>de</strong> <strong>la</strong>s únicas referencias fijas (<strong>la</strong><br />

Corona, <strong>la</strong> Iglesia) tenían un centro <strong>de</strong>masiado lejano.<br />

¿Qué vínculo les quedaba, entonces, con <strong>la</strong>s instituciones, con <strong>la</strong> fijeza?<br />

El único vínculo real eran los libros, el punto <strong>de</strong> encuentro <strong>de</strong> <strong>la</strong> cultura<br />

aprendida, el lugar don<strong>de</strong> los valores estaban cristalizados. Y sin embargo,<br />

BIBLIOTECA AYACUCHO<br />

XXV

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