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Critica 145 - Revista Crítica

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LIONEL TRILLING<br />

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roso pero aun así conmovedor con el que sigo después deHeart of darkness:<br />

Muerte en Venecia. Quise esta noveleta no tanto por su relato de una extrava -<br />

gante personalidad apolínea rindiéndose a fuerzas que consideraba vergonzo -<br />

sas —aunque ciertamente encajaba en mi objetivo— sino más bien por las<br />

enfebrecidos sueños del pasado erótico, y en particular de la orgía del macho<br />

cabrío que Mann, siendo de la clase de escritor que es, teniendo la relación<br />

que tiene con Nietzsche, podía haber escrito como una ilustración de lo que El<br />

origen de la tragedia entiende por frenesí religioso, más todavía porque, por<br />

supuesto, Mann elige ese ritual orgiástico en particular: el sacrificio y la inges -<br />

tión del macho cabrío, del que derivó la tragedia.<br />

Un elemento notable de esta narración, en la que el nacimiento de la<br />

tragedia juega una parte importante, es que la degradación y caída del prota -<br />

gonista no es representada como trágica en el sentido usual de la palabra —es<br />

decir, no se representa como un evento sumamente lamentable—. Es lugar<br />

común del pensamiento literario moderno que la forma trágica no sea accesi -<br />

ble ni aun a los más grandes y serios de nuestros escritores. No estoy seguro<br />

de que sea la carencia que alguna gente cree que es y una marca de nuestra<br />

inferioridad espiritual. Pero si preguntamos por qué es así, una razón es que<br />

hemos aprendido a pensar en nuestro pasado a través de la tragedia hasta la<br />

materia primitiva de la que procede. Si consideramos las formas prohibidas<br />

de comportamiento que en la tragedia tradicionalmente conducen al castigo<br />

mediante la muerte, pensamos en ellas como el medio que conduce a la rea -<br />

lidad y a la verdad, a la final autorrealización. Siempre nos hemos preguntado<br />

si la tragedia misma no habría estado diciendo justamente esto de una forma<br />

profundamente oscura, llevándonos a pensar en el pecado del héroe y su muer -<br />

te como algo que en cierto modo confiere justificación, incluso una especie de<br />

salvación —no hay duda de que Nietzsche tiene esto en mente cuando dice<br />

que “la tragedia niega a la ética”—. Lo que la tragedia alguna vez pareció suge -<br />

rir, ahora nuestra literatura está dispuesta a decirlo explícitamente. Si el As -<br />

chenbach muere en la cima de su poder intelectual y artístico, abrumado por<br />

una pasión que su razón ética condena, no pensamos que eso sea una derro -<br />

ta: al final de su vida el artista tiene conciencia de una realidad que hasta ese<br />

momento se había negado a admitir conscientemente.<br />

Razonamientos de ese tipo sugieren que otra obra de Nietzsche, La ge -

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