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Critica 145 - Revista Crítica

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LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA MODERNA<br />

Si Joseph Conrad leyó a Blake o a Nietzsche, no lo sé, pero su Heart<br />

of darkness es la siguiente en la línea. A esta gran obra jamás le ha faltado<br />

la admiración que merece, y le ha sido otorgada una suerte de sitio canónico<br />

en la leyenda de la literatura moderna al haber estado tan presente en la mente<br />

de Eliot cuando escribió The waste land y haber tomado de ella el epígrafe para<br />

“The hollow men”. Pero nadie, tengo entendido, ha confrontado explícitamen -<br />

te la ambivalencia de su extraño y terrible mensaje sobre la vida civilizada.<br />

Piense que su protagonista, Kurtz, es liberal y progresista y representante muy<br />

respetado de una sociedad que creemos generosa cuando, en realidad, es de -<br />

pravada. Piense también que es practicante de varias artes, pintor, escritor,<br />

músico y por añadidura orador político. Al mismo tiempo es el más idealista<br />

y el más exitoso de todos los agentes de la explotación belga del Congo. Todos<br />

conocen la verdad que Marlow descubre: que el éxito de Kurtz es el resultado<br />

de la terrible ascendencia que se deriva de sus pretendidos poderes mágicos<br />

o divinos, que ha ejercido su gobierno con una crueldad extrema, que se ha<br />

entregado a innominables actos de lujuria. Éste es el mundo de las páginas<br />

oscuras de The Golden Bough. Uno de los grandes atractivos del relato de<br />

Conrad es que Marlow habla de la vida primitiva de la jungla no como algo<br />

noble o encantador, o incluso liberador, sino como algo degradante y sórdido<br />

—y por esa razón irresistible: él mismo siente abiertamente su atroz atractivo—.<br />

Es a esta demoniaca depravación a la que Kurtz se entregó, y Marlow,<br />

aunque lo trata con hostil ironía, no lo deja de considerar un héroe del espí -<br />

ritu. Para mí, aún resulta ambiguo si el famoso grito de Kurtz en su lecho de<br />

agonizante, “¡el horror, el horror!”, se refiere a la proximidad de la muerte<br />

o a su experiencia de la vida salvaje. Sea como sea, para Marlow el hecho de<br />

que a punto de morir Kurtz pueda articular ese grito, mientras él mismo, cuando<br />

la muerte lo amenaza, la considere una cansada grisura, marca la diferencia<br />

entre el hombre ordinario y el héroe del espíritu. ¿No es esta la esencia de la<br />

creencia moderna sobre la naturaleza del artista, del hombre que desciende<br />

al infierno: el comienzo histórico del alma humana, un comienzo no dejado<br />

atrás sino arraigado en la humanidad tal como la conocemos, del hombre que<br />

prefiere la realidad de este infierno a las banales mentiras de la civilización<br />

que lo asfixia?<br />

Esta idea se propone nuevamente en un trabajo un poco menos pode -<br />

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