Critica 145 - Revista Crítica
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LIONEL TRILLING<br />
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nante de Occidente que, desde los días de Sócrates, condenaba las formas de<br />
pensamiento que llamamos primitivas.<br />
Puede decirse de Frazer que en su propósito inconsciente fue un repre -<br />
sentante de lo que Arnold quería decir cuando hablaba de edad moderna. Y<br />
tal vez nada puede aclarar más cómo han cambiado en cien años las condicio -<br />
nes de la vida y la literatura que la forma en que Arnold define el elemento<br />
moderno en la literatura y el modo en que nosotros lo definimos.<br />
Arnold emplea la palabra “moderno” en un sentido completamente ho -<br />
norífico. Tanto que parece desestimar cualquier idea temporal del mundo y la<br />
hace significar virtudes cívicas e intelectuales intemporales —su conferencia,<br />
de hecho, fue sobre el elemento moderno de las antiguas literaturas—. Una so -<br />
ciedad es moderna, dice, cuando mantiene una situación de reposo, confianza,<br />
libre actividad intelectual, y tolerancia con las opiniones divergentes. Una so -<br />
ciedad es moderna cuando proporciona suficiente bienestar material para las<br />
comodidades de la vida y el desarrollo del gusto. Y, finalmente, una socie -<br />
dad es moderna cuando sus miembros son intelectualmente maduros, con lo<br />
que Arnold quiere significar que están dispuestos a juzgar mediante la razón,<br />
a observar los hechos con un espíritu crítico, e investigar la ley de las cosas.<br />
Con esta definición, la Atenas de Pericles para Arnold es moderna; la Inglate -<br />
rra Isabelina, no; Tucidides es un historiador moderno, sir Walter Raleigh no.<br />
No continuaré con más detalles de la definición de Arnold de lo moderno.<br />
He dicho suficiente, creo, para dar una idea de lo que quiso ver realizado<br />
como el desiderátum de su propia sociedad, el ideal que quiso proponer a las<br />
obras del intelecto y la imaginación de su tiempo. ¡Y a qué distancia lo puso<br />
este ideal de lo moderno de nuestra propia concepción de la modernidad, de<br />
nuestra literatura! El ideal de Arnold de orden, conveniencia, decoro y racio -<br />
nalidad pareciera reducirlo a las pequeñas ventajas y excesivas limitaciones de<br />
la clase media de unas cuantas naciones prósperas del siglo XIX. El sentido<br />
de la historia de Arnold presenta a su mente el largo, amargo, sangrienta pa -<br />
sado de Europa y él se agarra apasionadamente a la esperanza de que la ver -<br />
dadera civilización ha sido alcanzada. Pero el sentido histórico de nuestra<br />
literatura tiene en mente un exceso de civilización al cual pueden atribuirse<br />
las amarguras y atrocidades tanto del pasado como del presente y cuyos as -<br />
pectos pacíficos se consideran despreciables —su orden, alcanzado a costa de