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Critica 145 - Revista Crítica

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LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA MODERNA<br />

nes tratamos con libros en las universidades vivimos con el temor de que el<br />

Mundo, que imaginamos vital, palpitante, apasionado, amante de la realidad,<br />

piense en nosotros como viejos, respetables, calvos, y vemos que en nuestro<br />

trato con Yeats (para tomarlo como ejemplo) su desenfrenado grito de rabia y<br />

sexualidad es escuchado por nuestros estudiantes y entendido casi por completo<br />

como —lo que eventualmente llamamos— una significativa expresión de<br />

nuestra cultura. La exasperación de Lawrence y la subversión de Gide, para el<br />

momento en que las abordamos con resolución y claridad, son ejemplos nota -<br />

bles de la alienación del hombre moderno ejemplificado por el artista. “Com -<br />

pare el uso que Yeats, Gide, Lawrence y Eliot hacen del tema de la sexualidad<br />

para criticar las deficiencias de la cultura moderna. Apoye sus afirmaciones<br />

con referencias específicas al trabajo de cada autor. (Tiempo: una hora).” Y<br />

lo angustiante de nuestras preguntas de examen es que no son ridículas, son<br />

perfectamente sensatas —tanta sensatez que el joven que las contesta puede<br />

nunca saber la fuerza y el terror de lo que le ha sido comunicado por las<br />

obras sobre las cuales es examinado.<br />

Es muy probable que fuera la idea de librarme de la necesidad de hablar<br />

personalmente, y a mis estudiantes de tener que traicionar el duro significado<br />

de la gran literatura, por lo que al principio di mi curso en el modo más litera -<br />

rio posible. Hace un par de décadas se descubrió que la obra literaria es una<br />

estructura de palabras: no pareció que saberlo fuera algo sorprendente excepto<br />

por su tendencia política, la cual urgía minimizar el monto de atención que le<br />

dábamos a la voluntad personal y social del poeta, a lo que él quería que pasa -<br />

ra fuera del poema como resultado del poema; nos urgía a fijar nuestra atención<br />

en lo que sucede en el interior del poema. Para mí esta polémica tendencia fue<br />

de la mayor utilidad, pues corrigió mi propensión a fijar la atención principal -<br />

mente en lo que quería el poeta. Durante dos o tres años dirigí mis esfuerzos<br />

a tratar con la materia del curso principalmente como estructura de palabras,<br />

de un modo formal, con la atención puesta en las dificultades literales que dis -<br />

tinguían a muchos de los trabajos. Pero marchaba a contrapelo. Iba contra mi<br />

naturaleza. Iba contra la situación del salón de clases, pues el análisis formal<br />

se lleva a cabo mejor con preguntas y respuestas, lo que necesita grupos pe -<br />

queños, y la inscripción para el curso de literatura moderna en cualquier escue -<br />

la es seguramente numerosa. E iba contra la naturaleza de los autores mismos<br />

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