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Critica 145 - Revista Crítica

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LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA MODERNA<br />

za personal de la literatura moderna, pero para mí resulta difícil. La<br />

enseñanza de la literatura tiende ahora a ser considerablemente técnica,<br />

pero cuando el maestro ha dicho todo lo que puede decirse de cuestiones<br />

formales, sobre tipos de versos, métrica, convenciones de la prosa, ironía,<br />

tensión, etc., debe confrontar la necesidad de expresar un testimonio personal.<br />

Debe emplear cualquier autoridad que pueda tener para decir si una<br />

obra es verdadera o no; y si no, ¿por qué no? Y si lo es, ¿por qué sí? Puede<br />

hacer esto sólo a costa de su privacidad. ¿Cómo alguien puede decir que<br />

Lawrence está en lo correcto en su rabia contra las emociones modernas,<br />

contra el sentido moderno de la vida y sus formas de ser, a menos que hable<br />

desde la intimidad de sus propios sentimientos, de su propio sentido de la<br />

vida y de su aspiración a una forma de ser? ¿Cómo, excepto arriesgando un<br />

juicio personal, le dice uno a los estudiantes que Gide es sumamente preciso<br />

en su representación del terrible fastidio y lenta corrupción de la vida respe -<br />

table? Luego, probablemente, uno se apresurará a decir que eso no justifica<br />

por sí mismo la homosexualidad y el abandono de su esposa agonizante,<br />

no ciertamente. Pero entonces, después de cumplir nuestro deber con la mo -<br />

ralidad, ¿cómo rescata uno el punto esencial de Gide del supremo derecho<br />

del individuo, sin convertirlo en algo puramente histórico, académico?<br />

Mi primera reacción a la necesidad de manejar temas de esta clase fue<br />

de resentimiento por la incomodidad que me producía. Se trata de temas que<br />

siempre tratamos ya sea inconscientemente o en la privacidad de nuestra pro -<br />

pia conciencia, y si de vez en cuando revelamos nuestros pensamientos sobre<br />

ellos es a amigos de nuestra edad y especialmente cercanos. Y si los tocamos<br />

públicamente, lo hacemos con la relativa abstracción y anonimato de la im -<br />

prenta. Pararse y hablar de ellos con nuestra propia voz a un grupo de oyentes<br />

que se hace cada vez más joven conforme uno se hace más viejo no es<br />

fácil y, probablemente, tampoco decente.<br />

Pero si, en cambio, hacemos a un lado las consideraciones personales,<br />

o las tomamos simplemente como una indicación de algo erróneo en la situa -<br />

ción, ¿podemos dejar de reconocer que, cuando la literatura moderna es traí -<br />

da al salón de clases, el tema de estudio es traicionado por la pedagogía del<br />

tema? Tenemos que preguntarnos si en nuestros días el articulado de la academia<br />

no tiene previsto demasiado. Más y más, conforme las universidades<br />

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