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Critica 145 - Revista Crítica

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LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA MODERNA<br />

A esta línea del pensamiento la he llamada excéntrica y quizás debiera<br />

ser llamada oscurantista y reaccionaria. Sea llamada como sea, no es probable<br />

que impresione al Comité de Programas de Estudio. Fue ese, pienso, más o<br />

menos el razonamiento de mi Departamento en Columbia, cuando, hace unos<br />

años, al surgir la cuestión, decidió no llevar los cursos más allá del siglo XIX. Pe -<br />

ro nuestras razones no pudieron resistir la petición que un grupo de estudiantes<br />

le hizo a nuestro decano y que él nos comunicó. Los estudiantes querían un cur -<br />

so de literatura moderna —muy probablemente dijeron, al modo estudiantil,<br />

que era un escándalo que un curso de ese tipo no fuera ofrecido en el colegio—.<br />

No hubo argumento que pudiera oponerse a ese deseo expreso: sólo nos<br />

quedó capitular y luego, de buena gana, reunir las razones que justificaran<br />

nuestra aceptación. ¿No había avanzado el siglo XX más allá de la mitad? ¿No<br />

tenía casi cincuenta años que Eliot había escrito Portrait of a lady? ¿George Me -<br />

redith no había muerto en 1909, e incluso los más viejos entre nosotros, ¿no<br />

habían leído alguna de sus novelas en el colegio? —muchas universida des rápi -<br />

damente habían incluido en sus programas la literatura de finales del siglo XIX<br />

e incluso de principios del XX; había fuertes argumentos para nuestra capitula -<br />

ción—. ¿No había sido Yeats contemporáneo de Matthew Arnold du rante<br />

veinte años?<br />

Nuestra resistencia a la idea del curso jamás se había basado en un juicio<br />

adverso a la literatura en sí. Formábamos un Departamento no sólo de<br />

Inglés sino de Literatura Comparada, y si el conjunto de la literatura moderna<br />

fuera examinada, podría decirse —y estaríamos dispuestos a decirlo— que<br />

ninguna literatura del pasado superaba la literatura de nuestro tiempo en<br />

poder y mag nificencia. También es una literatura difícil, y es difícil no sólo<br />

en el sentido en que los defensores de la poesía moderna dicen que toda li -<br />

teratura es difícil. Hoy creemos que Keats es un poeta muy difícil, pero sus<br />

primeros lectores no lo creían. Ahora vemos la profundidad y sutileza de<br />

Dickens, pero sus lecto res contemporáneos lo encontraban tan accesible como<br />

un plato de ostras en su concha. La literatura moderna, sin embargo, muestra<br />

sus dificultades a las primeras de cambio; hay dificultades literales y doctrinales<br />

—si nuestros estu diantes tuvieran que conocer su herencia literaria<br />

moderna, seguramente nece sitarían toda la ayuda que el maestro pudiera<br />

darles.<br />

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