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Critica 145 - Revista Crítica

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LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA MODERNA<br />

cia educacional de ser enseñada en la licenciatura. Estas dudas persis ten a<br />

pesar de que entiendo perfectamente que la relación de nuestra enseñanza<br />

con la modernidad ya no es un asunto pendiente. El postulado no discutido<br />

de la mayoría de los programas escolares es que el tema real de estudio es el<br />

mundo moderno; que la justificación de todo estudio es su relevancia inmedia -<br />

ta y presumiblemente práctica con la modernidad; que el verdadero propósito<br />

de la enseñanza es hacer al joven sentirse en casa y en control del mundo<br />

moderno. No hay modo, en realidad, de oponerse a esa idea y la consecuencia<br />

que se sigue de ella: la de instituir cursos cuya sustancia sea marcadamente<br />

contemporánea o cuando menos haga referencia a lo que es contemporáneo.<br />

Podría preguntarse por qué alguien querría discutir ese objetivo. A esa<br />

pregunta puedo responder sólo con una respuesta defensiva, autodesprecia -<br />

tiva, excéntrica: porque a algunos de quienes enseñamos y pensamos en nues -<br />

tros alumnos como los creadores de la vida intelectual del futuro nos asalta<br />

una suerte de desesperación. No se debe a que nuestros estudiantes no respon -<br />

dan a las ideas, sino a que responden a las ideas con felices vaguedades, con<br />

encantadora facundia, con una alegre sensación de poder recurrir a generali -<br />

zaciones recibidas o admisibles, con la agradable sorpresa de lo fácil que es for -<br />

mular y juzgar, con la poca resistencia que el lenguaje opone a sus intenciones.<br />

Cuando esa desesperación nos golpea, nos sentimos tentados a abando nar la<br />

forma reconocida de evaluar la educación, y en lugar de premiar la compren -<br />

sión y la aptitud, valorarla mediante algún signo del carácter personal de nuestros<br />

estudiantes, alguna muestra de voluntad individual. Pensamos que ella<br />

puede tomar la forma de resistencia e impenetrabilidad, de concentración o gra -<br />

vedad personal, del poder de suponer que las ideas son reales, un poder que<br />

conduzca al joven a decir lo que Goethe pensaba que era la forma moder na de<br />

decirlo: “¿Pero esto es realmente verdadero… verdadero para mí ? Y decirlo<br />

no de una forma fácil, no siguiendo la receta de la educación progre sista de<br />

“pensar por ti mismo”, que consiste en pensar en las sensiblerías pro gresistas y<br />

no en las conservadoras (si alguna de éstas existe todavía), sino decirlo a partir<br />

de la sensación de sí mismo como persona más que como ma nojo de actitudes<br />

y respuestas listas para complacer al maestro y a la comunidad progresista.<br />

No podemos hacer nada con la cualidad existencial personal de nuestros<br />

estudiantes, pero tendemos a pensar en el equivalente al carácter perso-<br />

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