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Critica 145 - Revista Crítica

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ELIZABETH MIRABAL Y CARLOS VELAZCO<br />

62<br />

que escribió en la década del setenta. Ahí están sus borrones. Comenzaba<br />

a escribir a mano, con su plumita, que era sagrada. Eso no se podía tocar, ni<br />

siquiera mamá. Llevaba los bolígrafos en el bolsillo de la camisa o los guardaba<br />

en una gavetica específica, cerrada. Si le pedíamos que nos prestara la<br />

pluma para anotar algo, no le gustaba, se quedaba con la ma no extendida<br />

hasta que se la devolvieras. Después, esa primera versión la vol vía a pasar<br />

a mano, la corregía otra vez, escribía de nuevo, y cuando creía que estaba<br />

bien, la pasaba a maquinita. Era un excelente mecanógrafo, teclea ba con la<br />

vista en la página, dejando los márgenes, los espacios, todo limpio, perfecto.<br />

Pero ahí también revisaba, y cambiaba una palabra. Leía luego en voz alta<br />

el poema, a mamá, siempre; a sus amigos: Agustín, Cintio, Fina, Octa vio, y<br />

después que fuimos grandes, a nosotros, hasta quedar satisfecho.<br />

—¿Y ustedes le hacían señalamientos?<br />

—Sí, cómo no. Algunos los aceptaba, otros no. A veces se picaba. Pero<br />

generalmente lo que nos leía —no es por nada— estaba bastante perfilado ya.<br />

—¿Cómo explica que entre tantos bienes inmateriales posibles Eliseo<br />

Diego nos haya dejado en herencia el tiempo, todo el tiempo?<br />

—El paso del tiempo era su mayor obsesión, el sentido de existencia del<br />

hombre; él se abrumaba con la naturaleza y con la vida. Y cuando se ponen a<br />

ver, no se puede pensar mucho en eso. Ves la inmensidad del universo, te ale -<br />

jas, te alejas, y no existimos prácticamente. Ésos eran sus temores y preocu pa -<br />

ciones que expresa en los poemas. Frente al espejo empieza: “En un abrir y<br />

cerrar de ojos / ya no estarás en donde estabas: / un triste viejo está mirándo -<br />

te / con qué terror desde tu cara. // Mirándote ávido y mirándote / mientras la<br />

luz te da en su cara: / en un abrir y cerrar de ojos, / ni tú, ni él, ni nada.” Cuan -<br />

do salió Inventario de asombros, un poeta amigo mío iba a una fiesta un sá -<br />

bado, pasó antes por una librería, compró el libro y se puso a leerlo en la<br />

guagua. Al terminarlo, regresó a su casa. A papá ese cuento lo entristecía:<br />

“¿Pero por qué tu amigo no fue a la fiesta?”, me preguntó, y yo le dije: “Pero<br />

papá, ¿tú no has leído ese libro?” Se sentía hasta culpable de que a ese pobre<br />

muchacho se le hubiese fastidiado su sábado. Tiene poemas tremendos, de -<br />

moledores. Él lograba penetrar en una zona de la realidad que asusta.<br />

—¿Explicaba Eliseo por qué su letra cambiaba tanto a lo largo de los<br />

años?

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