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Critica 145 - Revista Crítica

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HACIA EL CASTILLO<br />

Ahora todo de nuevo, dijo la campesina, que comenzó una vez más el<br />

procedimiento de limpieza. Lo enjabonó, le pasó el cepillo y comenzó a lavar -<br />

le el cabello una vez más.<br />

K. apoyó la espalda en la tina, con la cabeza bien inclinada hacia atrás,<br />

mientras le corría por los cabellos y la cara el agua caliente, que cambiaron<br />

varias veces, y sintió cómo al estar envuelto en el calor bienhechor la frialdad<br />

que había dentro de él empezaba a deshacerse. Cedió la rigidez en sus<br />

articulaciones, y sintió la cabeza agradablemente despejada. De esa manera,<br />

abandonado por completo al calor y a los cuidados de la aldeana, aunque<br />

ésta no se los prodigara de buena gana, dormitó un poco hasta que lo desper -<br />

tó la voz de la mujer.<br />

Está bien ya, dijo ella. También hay aquí ropa interior limpia y las<br />

otras prendas.<br />

Es ese mi atado, preguntó K., y la aldeana le dijo que sí. Mis prendas,<br />

repitió, y ella le respondió malhumorada: claro que sí, ¿no se lo estoy dicien -<br />

do? K. salió del agua, tomó una toalla que habían puesto a calentar en la<br />

estufa y después se vistió cuidadosamente. La aldeana lo observaba sin curio -<br />

sidad y también sin sorprenderse de que las prendas que K. se estaba po -<br />

niendo fueran mucho más elegantes que las que usaba anteriormente. La mujer<br />

miró con indiferencia su camisa de seda y la chaqueta de terciopelo. Cuando<br />

se la puso, ella abrió la puerta de un golpe y exclamó: está listo, es vuestro.<br />

K. salió a un mediodía radiante. Desde el lugar donde estaba veía bri -<br />

llar el castillo a lo lejos. La torre, que ahora podía ver, se asemejaba a la<br />

torre de su sueño, del cual lo habían despertado los habitantes del pueblo.<br />

Ahora volvía a recordar. Había estado en camino, hacia cualquier parte, evi -<br />

dentemente sin una meta definida, y el parecer fue así que llegó hasta allí.<br />

En sueños el edificio que se alzaba en una colina sobre otros edificios le pare -<br />

cía frágil, como si lo hubiera dibujado la mano insegura de un niño. Ahora se<br />

le presentaba como un indicador de camino al que era preciso seguir. De re -<br />

pente, le parecía que aquel día había sido creado para continuar su camino<br />

y superar todos los obstáculos. Se sentía el cuerpo ligero, como liberado de<br />

un peso insoportable, y la luz brillaba con un resplandor benigno y lejano.<br />

Pero entonces sopló el viento trayendo los olores de la región, que parecían<br />

mezclarse con otros aromas y olores venidos de muy lejos, mensajeros de<br />

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