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Critica 145 - Revista Crítica

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alejandrinos de pie quebrado, versoli -<br />

brismo. El sarcasmo oculta la lírica; la<br />

risa, todo viso de seriedad; el jue go ali -<br />

via la melancolía. Ése es el temple de<br />

su primer libro, El aula, etc… (1929),<br />

imprescindible para entender la poesía<br />

de aquella década, y una contraparte<br />

festiva de las solemnidades contempo -<br />

ráneas. A pesar de la advertencia inclui -<br />

da (“No haremos obra perdurable. No /<br />

tenemos de la mosca la voluntad te -<br />

naz” [1929]), nunca, ni siquiera hoy,<br />

han faltado críticos que le reprochen<br />

su “falta de seriedad” y disciplina, sus<br />

“salidas de tono” o su aplomo antipoé -<br />

tico. Pero, con todo y los pleitos tras<br />

bambalinas en torno a su inclusión, ya<br />

en Poesía en movimiento (1966) el au -<br />

tor empezó a ser aceptado dentro del<br />

canon, sin olvidar los esfuerzos anteriores<br />

de Maples Arce o Monsiváis.<br />

Así, parecería que a nadie asustan ya<br />

los versos de las Oceánidas a Pro me -<br />

teo, preso esta vez por robar los secre -<br />

tos del placer sexual, en el durante años<br />

prohibido, oculto o vergonzante Prome -<br />

teo sifilítico (traducido al portugués<br />

en 2008):<br />

Desdichado titán, hemos venido<br />

veloces desde el fondo del océano<br />

para tenderte una piadosa mano<br />

en el momento en que te ves jodido.<br />

Relátanos por qué quiso el Cronida<br />

tenerte así, con la cabeza erguida,<br />

con los brazos en cruz y ¡oh, cruel tirano!<br />

con un falo metido por el ano.<br />

Ni estas resonancias del Arcipres te<br />

de Hita:<br />

O como el jubiloso campanero<br />

que con igual fervor mueve el badajo<br />

en la boda, el bautizo y el postrero<br />

instante en que nos vamos al carajo.<br />

Ni finalmente éstas:<br />

Esto mismo afirmaba don Pepe<br />

Marroquín:<br />

no me las den morenas, no valen un<br />

comín,<br />

sólo llegan las rubias, en amor, hasta el<br />

fin…<br />

Aquél, ávido busca las carnes de canela,<br />

aquél busca las negras, y el otro se<br />

desvela<br />

por una flaca y triste y llamada<br />

Manoela…<br />

A propósito de rubias y morenas, de -<br />

cía un profesor que en otras épocas el<br />

prototipo de hembra fogosa era exacta -<br />

mente contrario al de Leduc, de modo<br />

que un día le pregunté a Federico Ál -<br />

varez, en su clase de teoría literaria, en<br />

qué zona de las temperaturas eróticas<br />

nos hallamos cuando una morena se<br />

tiñe de rubia, o viceversa. Luego de un<br />

instante de enjundia meditativa, respon -<br />

dió: “¡Ah, eso es la posmoderni dad…!”

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