Critica 145 - Revista Crítica
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MARIANNE GRUBER<br />
42<br />
Es qué últimamente se necesita una autorización para morir, preguntó<br />
K. rebelándose.<br />
Últimamente, repitió sin dirigirse a él la mujer, que le tenía clavada una<br />
mirada severa. Ya lleva bastante tiempo en el pueblo y sigue sin comprender.<br />
Y en adelante tampoco comprenderá nada.<br />
¿Bastante tiempo aquí? Verdaderamente K. no comprendía nada. Las pa -<br />
labras parecían venir de lejos, carentes de sentido, como la escena en su tota -<br />
lidad: el estar acostado allí. La manera cómo le hablaban. De lo que hablaban.<br />
Tal vez no hablaban con él en lo absoluto. Pero en aquel momento todo eso le<br />
parecía secundario. Lo único importante era que aquellas personas se habían<br />
quedado allí. Como fuera. Y ya que se habían quedado allí, podía esperar que<br />
después de todo, cuando se rieran de él y lo atormentaran por un tiempo, cuan -<br />
do se aburrieran de aquella situación, podría convencerlos para que lo liberaran.<br />
Qué historia, dijo la mujer haciendo un gesto desdeñoso con la mano,<br />
dispuesta a apartarse.<br />
Esto no es ninguna historia, replicó K., para atraer de nuevo hacia su per -<br />
sona la atención de los que allí se encontraban. Y no puede hablarse de morir,<br />
más bien, si queremos hablar del asunto, se trata de reflexionar sobre una<br />
historia como si ya uno hubiera muerto pero todavía no lo hubieran enterra -<br />
do. Mientras no se está enterrado, queda algo de uno en el mundo, algo que<br />
se sabe más cercano a las cosas de lo que haya estado nunca antes.<br />
Un hombre se acercó y examinó a K. con mirada penetrante, exenta de<br />
curiosidad y sin embargo llena de simpatía, pero de pronto esa mirada se apa -<br />
gó, y dijo con ojos tristes: bien sabemos que debíamos haber enseñado eso.<br />
¿Pero cómo hacerlo? ¿Ha pensado alguien en lo imponente que es aquí la nie -<br />
ve, no sólo el castillo y el camino que lleva hasta él? Todo aquí es imponente,<br />
y si contra toda prudencia uno se atreve a alzar la cabeza, se siente abruma -<br />
do por completo y no puede hacer otra cosa que seguir callando. Ni siquiera<br />
perdura el recuerdo. También yo una vez...<br />
Sí, sí, a nuestro maestro le gusta filosofar, lo interrumpió la mujer. El<br />
maestro filosofa, y el señor de aquí, dijo señalando a K., sueña, y mientras tan -<br />
to la gente como nosotros se preocupa por causa de ellos, descuida el trabajo<br />
y desatiende lo necesario. ¿Acaso ha soñado el señor con palomas asadas que<br />
le caen en la boca?