Critica 145 - Revista Crítica
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Hacia el castillo<br />
MARIANNE GRUBER<br />
Traducción de Francisco Díaz<br />
Cuando K. despertó era temprano en la mañana. Se estiró sin cambiar de<br />
posición y miró asombrado la luz mortecina del día. El cielo estaba cubierto<br />
por una especie de velo de ceniza y plomo, cuya opacidad trataba de perfo -<br />
rar un sol pálido. Allá en lo alto nada se movía.<br />
K. permaneció mucho tiempo inmóvil, mirando directamente hacia arri -<br />
ba, con los ojos clavados en el aparente vacío. Su mano izquierda descansaba<br />
en la nieve, y su cuerpo estaba cubierto por una montaña de pieles y mantas<br />
que olían a moho y podredumbre. Había pasado entonces la noche a la intem -<br />
perie, en un rincón situado entre la casa de vivienda y los establos de algún<br />
edificio ruinoso. Como un perro, pensó, sorprendido de que su deterioro personal<br />
hubiera llegado al punto de permitirle mostrar su miseria sin vergüenza<br />
alguna. ¿No le habían aconsejado alguna vez ser más modesto? O quizás eso<br />
fuera todavía parte de un sueño que lo había rozado al despertar. Le vino a<br />
la mente el nombre Frieda. Y cierta posadera. Aún le resonaban en el oído las<br />
palabras que ésta le dijo, palabras escuchadas en el sueño: mañana me trae -<br />
rán un vestido nuevo, tal vez te haga llamar. Ella no lo había hecho llamar.<br />
Su mirada se detuvo en un hombre que estaba parado a sus pies y se<br />
inclinaba sobre él, contemplándolo con la boca abierta, junto a una mujer cuya<br />
vestimenta era anticuada, aunque no careciera de distinción.<br />
Ya lo ven, dijo la mujer, al notar que K. movía los ojos, ha vuelto a des -<br />
pertar. Todo no era más que habladurías. Mientras así se expresaba, lanzaba<br />
miradas de reproche hacia los que estaban allí.<br />
Por qué no hubiera debido despertar de nuevo, murmuró K., tratando