Critica 145 - Revista Crítica
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ciones, acerca de situaciones extralitera -<br />
rias (políticas, económicas, sociales, etc.),<br />
como sí había venido sucediendo en Méxi -<br />
co ya desde el siglo XIX, y se concentraron<br />
exclusivamente en escribir poesía (“Pró -<br />
logo”, pp. 11-15) —pero, ¿qué clase de<br />
poesía?, apunta Malva Flores (pp. 15-18),<br />
pregunta que ya me genera ciertas suspicacias,<br />
de las que, sin embargo, hablaré<br />
más adelante; por ahora, pongámoslas a un<br />
lado—. La propuesta de trabajo (hasta an -<br />
tes de la pregunta) me resulta, así, bastante<br />
clara y, más aún, increíblemente atractiva;<br />
sin embargo, el tipo de argumentos seleccionados<br />
para desarrollarla y, en consecuen -<br />
cia, los resultados directos que se obtienen,<br />
no son, a mi parecer, los más efectivos.<br />
Veamos a qué me refiero.<br />
La parte sociológica del ensayo —tipo<br />
de investigación que la hipótesis requiere pa -<br />
ra ser demostrada— se estructura mediante<br />
una revisión de las publicaciones literarias<br />
más importantes del país en el último tercio<br />
del siglo XX (Plural, Nexos, Vuelta, México<br />
en la Cultura, etc.); de entre ellas, la auto -<br />
ra va resaltando a los poetas (nacidos antes<br />
o después de 1943, pero activos en ese mo -<br />
mento) que sí manifestaron (críticamente)<br />
sus ideas, en artículos, congresos y edito -<br />
riales —y, a veces, en poemas (p. 42), re -<br />
gistro que, por ser tan diferente a los otros<br />
tres, no debió de haber sido incluido en es -<br />
ta parte del ensayo, a mi juicio— acerca<br />
de la situación política y cultural en Méxi -<br />
co: Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Da -<br />
vid Huerta, Eduardo Lizalde, etc. Es decir,<br />
la argumentación, en este momento, es in -<br />
directa: se nos hace mención de los poetas<br />
que sí cumplieron el papel de intelectua -<br />
les —lo que, por cierto, nos va causando la<br />
impresión de que el panorama no estuvo<br />
tan desolado como el título del libro lo su -<br />
giere— y, por contraste, tenemos que ima -<br />
ginar que todos —una inmensa cantidad<br />
posible— los que no son aquí citados se<br />
mantuvieron completamente ajenos a esa<br />
función. Hasta ahora, bien, salvo porque<br />
el texto mismo va dando pie a una duda<br />
que, a su vez, nos conduce a otra: prime -<br />
ro, ¿en realidad fue el desencanto —cual -<br />
quiera que fuese su contenido: falta de<br />
confianza en el gobierno y su pretendida<br />
democracia, escepticismo ante los sistemas<br />
ideológicos “revolucionarios”: socialismo,<br />
comunismo, etc.— producido luego de<br />
1968 y 1971, el que condujo a los poetas<br />
mexicanos a dejar de pronunciarse sobre<br />
los asuntos públicos? Dice la autora, ha -<br />
blando de 1953: “La idea de una revista<br />
cultural naturalmente inclinada hacia las<br />
manifestaciones literarias y, al mismo tiem -<br />
po, abierta al análisis de los acontecimien -<br />
tos nacionales, parecía imposible” (p. 38)<br />
y, líneas más abajo, todavía sin llegar cro -<br />
nológicamente al 68: “Visto lo anterior,<br />
resulta evidente que con la excepción de<br />
Paz, Lizalde, Pacheco, Becerra y el joven<br />
David Huerta, la manifestación escrita y<br />
pública de la mayoría de los poetas apenas<br />
si se hizo notar mediante la firma de<br />
desplegados (…) Sin embargo, el rechazo<br />
de los poetas sí se expresó mediante su<br />
vehículo natural: la escritura de poemas”<br />
(p. 42). Hagamos abstracción, por ahora,<br />
del hecho de que la última afirmación de<br />
esta cita apunta a una confusión epistemo -