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Critica 145 - Revista Crítica

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ma. Una trama que por momentos se codea<br />

más con el cine de Hitchcock que con la<br />

exangüe corpulencia de las novelas contem -<br />

poráneas. Atisbos de La ventana indiscre -<br />

ta, de Vértigo o incluso de Trama ma cabra<br />

surgen a medida de que avanzan las pági -<br />

nas. Lo cual me permite pensar que el tiem -<br />

po en que se escribió la obra fue antecedido<br />

por otro tanto de reflexión, premeditación,<br />

alevosía y ventaja, de la misma manera que<br />

las historias que valen la pena ser contadas<br />

son planeadas. No dudaría que detrás de es -<br />

ta novela existieran previamen te algún tipo<br />

de mapas, entrevistas con gente del gremio,<br />

esquemas, fichas de los personajes, notas<br />

y anotaciones a manera de bocetos de los<br />

diálogos, que terminarían redundando en<br />

un ritmo narrativo que in flige al lector el<br />

sentimiento de experimen tar lo ominoso.<br />

Sobre el estilo, me permitiré una analo -<br />

gía con el estilo del pugilato. Después de<br />

haber leído Habla de lo que sabes (Jus,<br />

2009), libro de relatos del mismo autor,<br />

puedo decir que la pluma de este libro ha<br />

ganado piernas: es más ágil y más certera.<br />

De momentos, se percibía que en los relatos<br />

anteriores el estilo se quedaba en las cuer -<br />

das, jugaba un tanto con su suerte y se de -<br />

jaba alcanzar por lo ralentizado del bending<br />

(flexionar). En cambio en esta no vela el na -<br />

rrador da pasos certeros, cuida las metáfo -<br />

ras al punto que se percibe una experiencia<br />

con la escritura que sólo la da el propio tra -<br />

bajo frente al espejo en el gimnasio o al<br />

teclado y la pantalla. Es di fícil escapar de<br />

este libro, incluso su rit mo exige un atención<br />

particular, no es una lec tura para rea -<br />

lizar mientras uno come o es cucha música,<br />

porque su modulación es aquella de quien<br />

nos dice un secreto al oí do. Así de exigen -<br />

te es la obra de la que ha blamos.<br />

Cabe hacer una breve digresión, no pa -<br />

ra escapar, sino para profundizar en el asun -<br />

to del estilo. Pues por una extraña razón, se<br />

ha abundado en el error de pensar que no<br />

hay mejor halago para definir un estilo na -<br />

rrativo que llamarlo “prosa poética”, como<br />

si en el entendido de que, al ser superior<br />

el verso a la prosa, o más difícil de escri -<br />

bir (como dicta el Diccionario de lugares<br />

comunes de Flaubert), esta última —me -<br />

diante un esfuerzo denodado— alcanzara<br />

a rozar la cúspide del Monte Parnaso.<br />

Efectivamente, en gran medida, y de<br />

esto ha tratado Reyes en su Deslinde, lo<br />

poético siempre es algo que no llega a ser<br />

poema, que se queda en una especie de<br />

aproximación, impregnamiento que hace<br />

referencia o que sugiere, pero que por na -<br />

da del mundo es el poema. Pero que —sea -<br />

mos claros— el estilo narrativo no necesita<br />

reflejar en su composición los logros de la<br />

poesía, y que, al contrario, al traerlos a<br />

cuento desdora el arte narrativo más que<br />

bruñirlo. Sin embargo, en esta obra no de -<br />

bemos cometer tal gazapo, la prosa que<br />

teje la obra no es poética (¡gracias a Dios!),<br />

es simplemente exacta. Con una exactitud<br />

que se permite arrojos como el de trastocar<br />

toda lógica precedente y, por algunos<br />

capítulos, cambiar el ritmo: algo así como<br />

si después de estar escuchando un vals de<br />

Strauss empezaran a entrar los acordes<br />

de una melodía de redova o un corrido, pa -<br />

ra regresar después a la cadencia austriaca.<br />

Cartas ajenas es atractiva y arriesgada,

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