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Critica 145 - Revista Crítica

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fue muy sonada por aquel entonces e in -<br />

cluso dio carne a los fariseos que nunca<br />

tuvieron argumentos contra sus ideas para<br />

vilipendiar contra la enorme personalidad<br />

de Althusser. Por otro lado, me encuentro<br />

que, no hace mucho, nuestro FCE publicó<br />

la Correspondencia (1951-1970) de Paul<br />

Celan con Gisèle Celan-Lestrange. Ambas<br />

correspondencias, compuestas de los se -<br />

cre tos, complicidades, confesiones, mues -<br />

tras de afecto, proyectos a realizar entre<br />

estas parejas, fueron el preámbulo a sendas<br />

tragedias, aquella de Althusser y el suici -<br />

dio de Paul Antsche, llamado Celan. Lo<br />

cual me orilla a volver a replantearme la<br />

pregunta, pero de una forma más amplia:<br />

¿Por qué en el siglo de los correos electró -<br />

nicos y las redes sociales siguen interesan -<br />

do las correspondencias ajenas? Ahora sale<br />

la palabra correspondencia con su peso se -<br />

mántico que marca una “relación” o una<br />

“comunicación realmente existente”. És -<br />

te es el punto de partida, a mi modo de ver,<br />

para leer Cartas ajenas, obra que tiene lu -<br />

gar a partir de una transgresión a una co -<br />

rrespondencia ajena.<br />

Su protagonista es uno más de los cien -<br />

tos de miles de burócratas que sobrevive<br />

gracias al Estado; ese tipo de personas que<br />

siempre es vilipendiada por los tecnócra -<br />

tas, o por aquellos que se sienten empresa -<br />

rios en potencia, los que arengan con la<br />

competitividad y la optimización de recur -<br />

sos que, según ellos, tendrían que destinar -<br />

se a la eficiencia, y no a la manutención de<br />

la escoria burocrática. En un inicio había<br />

concebido a Marioralio como el Agrimen -<br />

sor de Kafka o como un heterónimo de Pe -<br />

LA VIGILIA DE LA ALDEA<br />

ssoa, sin embargo éstos tenían la certeza<br />

de que el Leviatán no tendría prisa en des -<br />

hacerse de ellos. Todo lo contrario de Ma -<br />

rioralio pues, en pocas palabras, él es un<br />

ser enquistado en los circuitos del neoli -<br />

beralismo, un ser destinado a desaparecer.<br />

Sin embargo, en medio de la monotonía<br />

de las oficina de correos, Marioralio inten -<br />

ta un acto de transgresión que va a cambiar<br />

su vida, ¿para bien o para mal?, es una cues -<br />

tión que no nos toca abordar; el hecho es<br />

que su curiosidad lo hace entrar en un mun -<br />

do de enredos, lo hace partícipe de un cam -<br />

po donde lo resbaloso de la realidad lo va<br />

impregnando con sentimientos desagrada -<br />

bles y, lo peor de todo, con la constatación<br />

fehaciente de que los personajes con los que<br />

se va encontrando en esa dinámica están<br />

igual o más vacíos que él, igual o más so -<br />

los que él y que son igual o más miserables<br />

que él mismo. Cuando veía los rasgos del<br />

personaje, me venía a la mente el Meur -<br />

sault de Camus, aquel tipo que le daba igual<br />

casarse o no, tener un ascenso o no, asesi -<br />

nar o no. Sin embargo, en Marioralio en -<br />

contré más soledad y más mezquindad en<br />

torno suyo que en las páginas de L’étranger<br />

(1942), porque a diferencia del argelino,<br />

el personaje mexicano (?) no tenía señales<br />

de que afuera de su solitaria intimidad hu -<br />

biera signos de ternura, de fra ter nidad o<br />

de amor. La voz narrativa de Cartas ajenas<br />

impregna las páginas de una sensa ción aso -<br />

ladora, concibe un mundo sin espe ranza y<br />

mete al lector jaloneándolo del cuello de la<br />

camisa a este espacio donde nada florece.<br />

Más allá de esto, de su personaje tan ais -<br />

lado y su acto de transgresión, está la tra -<br />

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