Critica 145 - Revista Crítica
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TREINTA DÓLARES<br />
en el bar, una sustitución? Park no está seguro de que sea el mismo taxista<br />
y descubre que de hecho ya no viste una camisa hawaiana, sino una remera<br />
negra y un saco gris arrugado. A través del vidrio trasero busca el Lincoln con<br />
su barquero, pero no hay ningún auto estacionado, el sol resplandece en la<br />
calle, como si el asfalto fuera metal. Jacinta susurra una dirección, apoya la ca -<br />
beza en un hombro de Park y sueña.<br />
Cuando despierta, están en el corazón de Korea Town. Park intenta per -<br />
suadir a ese nuevo chofer de que están en el lugar equivocado. Piensa en bajar -<br />
se y echarse a correr, aunque no tiene con el actual taxista la misma confianza<br />
que con el anterior. Seguramente éste, en vez de esperarlo, lo perseguirá.<br />
“Treinta dólares”.<br />
Park lee en esa cifra el precio de su libertad. Paga y se baja.<br />
La cabeza de Jacinta, sin apoyo, golpea contra un borde del asiento. Abre<br />
los ojos. Ve la cara de un coreano que desde afuera del coche le tiende la mano<br />
y extrañamente le habla en su lengua. Es el primer coreano que conoce que<br />
habla castellano. A duras penas, menos por la borrachera que por el sueño,<br />
ella conduce a Park por un callejón poblado de tachos de basura gigantes. Al -<br />
gunos perros huyen ante la presencia de humanos que a esa hora inmaculada<br />
de la mañana parecen cazadores.<br />
Entran a un edificio de dos plantas, a través de una puerta lateral, y su -<br />
ben una escalera de lo que parece ser una pensión. De la planta baja llegan<br />
diálogos en coreano que enseguida se ramifican en gritos. No terminan de<br />
llegar al descanso cuando un hombre en musculosa pasa fumando y se para en<br />
la puerta. No parece percibirlos, o al menos simula no verlos. Suelta el cigarri -<br />
llo, pisa la colilla con la suela de una ojota, y se queda inmóvil, mirando la fa -<br />
chada desteñida de la casa que tiene enfrente: una suerte de paisaje industrial<br />
en ruinas que remeda los recovecos más sórdidos de Seúl después de la gue -<br />
rra. Así permanecerá, fumando y aplastando colillas, mientras Park, un piso<br />
arriba, en un cuarto cuya ventana da al mismo paredón descascarado, desnu -<br />
da a Jacinta sobre un colchón y, casi en seco, con una erección incontrolable<br />
e inversamente proporcional a la duración que tendrá el acto, la penetra ha -<br />
ciendo a un lado la bombacha. Jacinta gime tres veces al ser penetrada. No<br />
atenderá al hecho de que Park, después de acabar, se subirá los pantalones<br />
y el cierre de la bragueta, como si saliera de un baño público, y dejará la habi -<br />
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