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Critica 145 - Revista Crítica

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OLIVERIO COELHO<br />

112<br />

na, se presenta como Jacinta y sonríe —¿se enternece?— al escuchar hablar a<br />

un coreano con acento sudamericano. Está apoyada sobre la barra sin ningún<br />

alarde de sensualidad, a punto de quedarse dormida. Detrás de las mechas<br />

de pelo que le ocultan la cara, boquea como un pez, habla sola, suelta palabras<br />

tenues.<br />

Park puede ver que le faltan dos dientes y que por esos huecos burbu -<br />

jean nudos de saliva cuando ella apura, cada tanto, un trago de cerveza. Juega<br />

un poco, como los bebés, a masticar el vacío, la sed o el hambre. Bajo la capa<br />

espesa de rímel que cubre los labios, hay estrías, una superficie agrietada por<br />

edades o padecimientos que Park no puede imaginar pero huele: bajo el ma -<br />

quillaje barato y tenue, detecta la dulzura somnífera del jarabe, esa especie de<br />

aliento enfermo y a la vez beatífico que cultivan quienes han pasado la noche<br />

bebiendo. Supone que el olor narcótico de Jacinta, y el hecho de que se presen -<br />

te con un nombre tan poco atractivo, la diferencia del prototipo de puta argen -<br />

tina. Parece venir de otra galaxia. O parece ser una mujer que la noche anterior<br />

tomó la decisión de hacerse pasar por puta y se disfrazó, sin ningún éxito, para<br />

yacer ahora en la barra, como si hubiera sobrevivido a un gran naufragio.<br />

Park no sabe si ofrecerle auxilio o solicitar sus servicios. Quizás una cosa<br />

implique la otra, de modo que le pregunta si pueden pasar a una habitación.<br />

Ella le contesta que está fuera de horario, se levanta la camiseta y le exhibe<br />

dos moretones, como si así demostrara que trabajó toda la noche, y le dice que<br />

de cualquier modo, si no tiene apuro, pueden ir a su casa. El taxi espera en<br />

la puerta. Park duda. Querría consultarlo con ese chofer que en menos de una<br />

hora se ha transformado en su ángel de la guarda. Se pregunta si entre Ja -<br />

cinta y el conductor no existirá alguna conexión, no un parentesco pero sí una<br />

relación venal e incluso afectiva. De estar en Buenos Aires, se creería víctima<br />

de una celada, pero en Estados Unidos, piensa, las cosas son diferentes, no ne -<br />

cesitan víctimas internas para hacer dinero, siempre existe la posibilidad de<br />

una guerra afuera. Mira alrededor: el bar está desierto, el único mozo en el<br />

campo de batalla duerme en una silla, con la boca entreabierta, junto a una<br />

ventana. En la mesa un haz de luz recorta un cuaderno de contabilidad.<br />

Entran en el taxi. El conductor, del cual Park sigue sin saber el nombre,<br />

los recibe sobresaltado. Ahora lleva anteojos de sol. La postura lánguida<br />

en el asiento lo hace más pequeño. ¿O hubo, en el lapso de tiempo que pasó

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