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Critica 145 - Revista Crítica

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no están ahí. Ya no existen en el horizonte de ese hombre a punto de reencarnar.<br />

3<br />

TREINTA DÓLARES<br />

En Los Ángeles, escala obligada camino a Seúl, Park por primera vez se sien -<br />

te argentino. Tiene catorce horas de espera y acepta el convite de su compa -<br />

ñero de asiento, John Barreth, un norteamericano voluminoso que vive en Los<br />

Ángeles y lo invita, según cree entender, a pasar unas horas en su casa, echar<br />

los huesos en el sofá y darse una ducha.<br />

Abordan juntos un taxi. John no deja de hablar sobre las bondades ame -<br />

ricanas en un inglés pastoso que Park comprende a medias. Entiende, sí, que<br />

John voló a Buenos Aires a acostarse con una mujer que conoció chateando<br />

y con la que pensaba casarse. Pero el encuentro fue absolutamente decepcio -<br />

nante: Gabriela vivía en un barrio decadente, en las afueras de Buenos Aires,<br />

no recuerda dónde —aunque de inmediato revisa su teléfono y acota “Gonzá -<br />

lez Catán”—, con una hija de tres años feísima y con una madre postrada. Él,<br />

John Barreth, no podía trasladar a su casa a una familia disfuncional. Tam -<br />

poco, después de evaluar el contexto humilde en el que se había criado Ga -<br />

briela, podía confiar en el futuro de la pareja, casarse y rifar sus bienes.<br />

Aunque el nivel sociocultural de Gabriela era satisfactorio, inexplicablemente<br />

satisfactorio, algo le decía que su humildad, una vez en Estados Unidos, rápi -<br />

damente mutaría en irracionalidad, y ella terminaría devorando sus bienes,<br />

colonizando la casa a través de una anciana inválida y una niña famélica. Ha -<br />

bía visto cientos de vidas desechas por una elección matrimonial inapropiada.<br />

Él, John Barreth, ingeniero informático, podía seguir esperando. Había viaja -<br />

do más bien para terminar de convencerse, en dos días y una noche, de que<br />

Gabriela era una de las tantas bellezas tercermundistas que habían encontrado<br />

en una conexión a internet y en una cámara la estrategia de escape a<br />

la miseria.<br />

El taxi poco después se detiene frente a un chalet con porche, edificado<br />

a imagen y semejanza de todos los que hay en el vecindario. John baja, paga,<br />

toma su equipaje del asiento de adelante, y como si olvidara la presencia de<br />

Park, camina hacia la puerta de su casa atravesando un pequeño jardín. Las<br />

piernas flacas, en contraste con el torso en forma de trompo invertido y las ca -<br />

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