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Critica 145 - Revista Crítica

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ticas de Park se esfumaron y él se transformó en la víctima perfecta para una<br />

mujer que venía abatida por las miserias del deseo masculino. Su suerte habría<br />

sido distinta si hubiera aceptado una mujer a su medida, pero el complemento<br />

para su ambición artística, por aquel entonces, consistió en tener al lado a una<br />

mujer deseada, según sus cálculos, por cualquier argentino. Como en un pacto<br />

diabólico, a cambio de una argentina bellísima, cedió de a poco el talento y<br />

el deseo de vivir. Logró a su vez que algunos lo miraran con otros ojos, como<br />

si definitivamente la compañía de una morocha de rasgos finos lo argentinizara,<br />

pero tras la separación perdió instantáneamente esos beneficios, volvió a<br />

ser, de un día para otro, el mismo descendiente de coreanos que pasaba inad -<br />

vertido ante las mujeres y al que los hombres en la cola del supermercado se<br />

le adelantaban.<br />

Lo que había sobrevivido a su drama amoroso era la gata que él y ella<br />

habían levantado de la calle, a poco de conocerse, y que habían bautizado<br />

como Lola porque así pensaban llamar a esa primera hija que, por distintas ra -<br />

zones, nunca tuvieron. Quizás por eso Park siente que desprendiéndose de<br />

la gata dejará de victimizarse.<br />

Cae en la cuenta de que su plan es absurdo cuando suena el teléfono y<br />

del otro lado escucha a la mujer que lo arruinó. Ahora ella lo saluda con indi -<br />

ferencia y le pregunta con quién dejará a la gata: Lola al fin y al cabo les per -<br />

tenece a ambos. Park piensa súbitamente que la mascota en realidad no es Lola<br />

sino él mismo. Tartamudea y no puede responder cuando ella dice “entonces me<br />

la llevo a casa”. Se termina de convencer entonces de que la única posibilidad<br />

de seguir viviendo es viajar y en todo caso, si algo distinto sucede en su patria<br />

desconocida, reencarnar.<br />

2<br />

TREINTA DÓLARES<br />

Un mes después, aunque sabe que no hay nada peor para un felino que ser<br />

privado de su hábitat, accede a que Lola se lleve a la gata. La entrega en la<br />

jaula de rigor que durante años usaron para trasladarla al veterinario.<br />

A partir de ese momento, para Park el mundo animal y el mundo feme -<br />

nino dejan de ser puertas de acceso al sufrimiento. Como en un duelo, ahora<br />

la soledad es la puerta de acceso a otro hombre. En un departamento que ha<br />

quedado vacío después de la ida de su exmujer y de Lola, y que con dos vali-<br />

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