Dilemas éticos en odontología - Universidad Autónoma del Estado ...

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14.05.2013 Views

nado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, o podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas”. Más cercano a nosotros, Jean-Paul Sartre (1905-1980) filósofo ateo, escritor y dramaturgo francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista, en su obra El existencialismo es humanismo, expone: “El hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después y será tal como se haya hecho. Así pues no hay naturaleza, porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere y como se concibe después de la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo”. Con estas tesis Sartre declara la peculiar posición del hombre respecto del resto de seres: empieza existiendo, no teniendo un ser propio, empieza siendo una nada y se construye a sí mismo a partir de sus proyectos; el hombre es lo que ha proyectado ser. Sartre relaciona la libertad con la falta de naturaleza: tener una naturaleza o esencia implica que el ámbito de conductas posibles están ya determinadas; que algo tenga una naturaleza quiere decir que el tipo de conductas posibles que le pueden acaecer está restringida o limitada por su propio ser; pero el hombre no tiene naturaleza, no tiene una esencia, por lo que es libre y es lo que él mismo ha decidido ser. Sartre es tan radical, que niega cualquier forma de determinismo, sea teológico, 262 Sección 5 Conocimiento del hombre biológico o social: “Ni Dios nos ha dado un destino irremediable, ni la naturaleza ni la sociedad determinan absolutamente nuestras posibilidades, nuestra conducta. Somos lo que hemos querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos”. Como puede advertirse, en las espléndidas ideas de dos autores, distantes en el tiempo y opuestos en sus creencias religiosas, della Mirandola y Sartre coinciden en algo esencial: los hombres –entiéndase las personas–, tienen una naturaleza no definida, lo que es para maravillarnos, o aterrarnos. ¿Cómo seremos capaces de trasformarnos según nuestros propios propósitos e intenciones, si además nos hallamos rodeados de elementos naturales y sociales que no se nos dio a elegir? Porque a todos nos consta que no hay instructivo para la vida y que cada quien tiene que vivir según sus circunstancias y sus formas de responder ante ellas. El asunto entonces no es tan sencillo, porque si tenemos la posibilidad de construirnos a nosotros mismos, eso lleva consigo responsabilidades que no siempre alcanzamos a advertir en su total dimensión, aunque advertirlas tampoco soluciona mucho, pues se puede dar el caso de que esas responsabilidades se adviertan como algo aplastante e imposible de llevar a cuestas. Entonces ¿debemos alegrarnos o no por ello?, todo depende de cómo veamos esa realidad que puede significar invaluables oportunidades pero también una angustia infinita. ¿Cuál puede ser entonces el fiel de la balanza? ¿Qué es lo que puede hacer la diferencia entre estas posiciones tan extremas? Antes que otra cosa, dejaremos en claro que no hay que esperar respuestas simples para algo que es tan trascendente y extraordinariamente complejo. Enseguida, expondremos de qué recursos podemos echar mano para salir mejor librados de este asunto que a veces se antoja insalvable por la gran incertidumbre que genera, pero que desde luego tiene alternativas,

comenzando porque así como vivimos bajo circunstancias que no elegimos, también es cierto que poseemos una serie de atributos que no pedimos, gracias a los cuales, es posible ver las cosas de diferente manera. Aunque no es nuestra intención plantear un esquema reduccionista de simple relación causa efecto, tampoco nos es posible enumerar todos los atributos humanos que nos permiten enfrentar nuestra realidad para llevar a cabo esa labor trasformadora que tanto della Mirandola como Sartre refieren. Nos referimos a la consciencia, la libertad y la voluntad. Consciencia Del latín conscientem, conscientia (com-con y scire-saber), con conocimiento. En una traducción literal “que se da cuenta de su existencia, sus sensaciones, sus pensamientos y su ambiente”. El célebre Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora (1912-1991) nos dice que la palabra consciencia tiene definición en muchos sentidos: tautológico, metafísico y místico. En la primera acepción: “Consciencia es darse cuenta de las cosas”, por ejemplo, formarse una idea objetiva de lo que ocurre en su comunidad, a través de la información diversa que recibe; en el segundo caso, la interpretación se refiere a: “La autopresencia del sujeto”, es decir, saber quien se es y su ubicación en tiempo y espacio; en el sentido místico: “Consciencia es la voz íntima del ser” o la voz de la conciencia, un hombre de conciencia recta no comete actos reprobables. Una acepción más que no queremos dejar pasar es fisiológica, cuando se relaciona el estar consciente como el estado de vigilia o simplemente despierto, una persona cloroformizada recobra la consciencia al cesar los efectos del anestésico, o cuando despierta cada mañana después de dormir durante la noche. Pero el término consciencia no se agota aquí, también tiene abordaje desde la epistemología, la psicología cognitiva o la sociología del conocimiento. La consciencia entonces, tiene que ver con el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno. En las personas, la consciencia implica múltiples procesos cognitivos interrelacionados. Es el saber de sí mismo, el conocimiento interior, profundo, más allá de lo mental, que espiritualmente tenemos de nuestra propia existencia, estados o actos. La consciencia tiene que ver por supuesto con lo ético es decir, los juicios sobre el bien y el mal de nuestras acciones. La conciencia puede también ser definida como el estado cognitivo no-abstracto que permite la inter actuación, interpretación y asociación con los estímulos externos denominados realidad. La conciencia requiere del uso de los sentidos como medio de conectividad entre los estímulos externos y sus asociaciones. El término consciencia que nos ocupa es una forma superior de comprensión, propia tan sólo del hombre, del reflejo de la realidad objetiva. La conciencia constituye un conjunto de procesos psíquicos activos que conduce al hombre a comprender el mundo objetivo y su ser personal. Surge en relación con la actividad del hombre, en la esfera de lo social y se halla indisolublemente vinculada a la aparición del lenguaje, que es tan antiguo como la conciencia. El lenguaje ha ejercido una influencia enorme sobre el desarrollo de la conciencia, sobre la formación del pensar lógico y abstracto. Únicamente en el proceso de las relaciones sociales que los hombres establecen entre sí, llegan éstos a hacerse cargo de las propiedades de los objetos, a descubrirlas, a darse cuenta de su propia relación con el medio circundante, a destacarse de este último, a organizar una acción orientada sobre la naturaleza con el fin de subordinarla a las propias necesidades. Capítulo 27 Entre la consciencia, la libertad y la voluntad 263

com<strong>en</strong>zando porque así como vivimos bajo<br />

circunstancias que no elegimos, también es<br />

cierto que poseemos una serie de atributos<br />

que no pedimos, gracias a los cuales, es posible<br />

ver las cosas de difer<strong>en</strong>te manera.<br />

Aunque no es nuestra int<strong>en</strong>ción plantear<br />

un esquema reduccionista de simple<br />

relación causa efecto, tampoco nos es posible<br />

<strong>en</strong>umerar todos los atributos humanos<br />

que nos permit<strong>en</strong> <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tar nuestra realidad<br />

para llevar a cabo esa labor trasformadora<br />

que tanto <strong>del</strong>la Mirandola como Sartre refier<strong>en</strong>.<br />

Nos referimos a la consci<strong>en</strong>cia, la libertad<br />

y la voluntad.<br />

Consci<strong>en</strong>cia<br />

Del latín consci<strong>en</strong>tem, consci<strong>en</strong>tia (com-con<br />

y scire-saber), con conocimi<strong>en</strong>to. En una traducción<br />

literal “que se da cu<strong>en</strong>ta de su exist<strong>en</strong>cia,<br />

sus s<strong>en</strong>saciones, sus p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos y<br />

su ambi<strong>en</strong>te”.<br />

El célebre Diccionario de Filosofía de José<br />

Ferrater Mora (1912-1991) nos dice que la<br />

palabra consci<strong>en</strong>cia ti<strong>en</strong>e definición <strong>en</strong> muchos<br />

s<strong>en</strong>tidos: tautológico, metafísico y místico.<br />

En la primera acepción: “Consci<strong>en</strong>cia<br />

es darse cu<strong>en</strong>ta de las cosas”, por ejemplo,<br />

formarse una idea objetiva de lo que ocurre<br />

<strong>en</strong> su comunidad, a través de la información<br />

diversa que recibe; <strong>en</strong> el segundo caso, la interpretación<br />

se refiere a: “La autopres<strong>en</strong>cia<br />

<strong>del</strong> sujeto”, es decir, saber qui<strong>en</strong> se es y su<br />

ubicación <strong>en</strong> tiempo y espacio; <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido<br />

místico: “Consci<strong>en</strong>cia es la voz íntima <strong>del</strong><br />

ser” o la voz de la conci<strong>en</strong>cia, un hombre de<br />

conci<strong>en</strong>cia recta no comete actos reprobables.<br />

Una acepción más que no queremos<br />

dejar pasar es fisiológica, cuando se relaciona<br />

el estar consci<strong>en</strong>te como el estado de<br />

vigilia o simplem<strong>en</strong>te despierto, una persona<br />

cloroformizada recobra la consci<strong>en</strong>cia<br />

al cesar los efectos <strong>del</strong> anestésico, o cuando<br />

despierta cada mañana después de dormir<br />

durante la noche.<br />

Pero el término consci<strong>en</strong>cia no se agota<br />

aquí, también ti<strong>en</strong>e abordaje desde la epistemología,<br />

la psicología cognitiva o la sociología<br />

<strong>del</strong> conocimi<strong>en</strong>to.<br />

La consci<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tonces, ti<strong>en</strong>e que ver<br />

con el conocimi<strong>en</strong>to que un ser ti<strong>en</strong>e de sí<br />

mismo y de su <strong>en</strong>torno. En las personas, la<br />

consci<strong>en</strong>cia implica múltiples procesos cognitivos<br />

interrelacionados. Es el saber de sí<br />

mismo, el conocimi<strong>en</strong>to interior, profundo,<br />

más allá de lo m<strong>en</strong>tal, que espiritualm<strong>en</strong>te<br />

t<strong>en</strong>emos de nuestra propia exist<strong>en</strong>cia, estados<br />

o actos. La consci<strong>en</strong>cia ti<strong>en</strong>e que ver<br />

por supuesto con lo ético es decir, los juicios<br />

sobre el bi<strong>en</strong> y el mal de nuestras acciones.<br />

La conci<strong>en</strong>cia puede también ser definida<br />

como el estado cognitivo no-abstracto<br />

que permite la inter actuación, interpretación<br />

y asociación con los estímulos externos<br />

d<strong>en</strong>ominados realidad. La conci<strong>en</strong>cia<br />

requiere <strong>del</strong> uso de los s<strong>en</strong>tidos como medio<br />

de conectividad <strong>en</strong>tre los estímulos externos<br />

y sus asociaciones.<br />

El término consci<strong>en</strong>cia que nos ocupa<br />

es una forma superior de compr<strong>en</strong>sión,<br />

propia tan sólo <strong>del</strong> hombre, <strong>del</strong> reflejo de la<br />

realidad objetiva. La conci<strong>en</strong>cia constituye<br />

un conjunto de procesos psíquicos activos<br />

que conduce al hombre a compr<strong>en</strong>der el<br />

mundo objetivo y su ser personal. Surge<br />

<strong>en</strong> relación con la actividad <strong>del</strong> hombre, <strong>en</strong><br />

la esfera de lo social y se halla indisolublem<strong>en</strong>te<br />

vinculada a la aparición <strong>del</strong> l<strong>en</strong>guaje,<br />

que es tan antiguo como la conci<strong>en</strong>cia. El<br />

l<strong>en</strong>guaje ha ejercido una influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>orme<br />

sobre el desarrollo de la conci<strong>en</strong>cia, sobre<br />

la formación <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sar lógico y abstracto.<br />

Únicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el proceso de las relaciones<br />

sociales que los hombres establec<strong>en</strong> <strong>en</strong>tre sí,<br />

llegan éstos a hacerse cargo de las propiedades<br />

de los objetos, a descubrirlas, a darse<br />

cu<strong>en</strong>ta de su propia relación con el medio<br />

circundante, a destacarse de este último,<br />

a organizar una acción ori<strong>en</strong>tada sobre la<br />

naturaleza con el fin de subordinarla a las<br />

propias necesidades.<br />

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