Dilemas éticos en odontología - Universidad Autónoma del Estado ...

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14.05.2013 Views

abultar las arcas de algunos burócratas y empresarios nacionales, como para conservarse en el poder, fingiendo que realizan obras en beneficio de la población que los elige. De este modo, firman permisos para que se instalen industrias que dañan el hábitat o producen mercancías nefastas para conservar una adecuada calidad de vida. Precisamente por ello, la salud se ha convertido en un inmejorable negocio. Hoy más que nunca se ha promovido una cultura de la salud, donde su posesión se convierte en artículo que nos garantiza la inclusión social. Por ejemplo: para tener acceso al empleo se requiere ser sano, para disfrutar verdaderamente la vida y tener acceso a lo que sea, se requiere salud; la enfermedad es vista como un gasto, la salud como inversión. De ahí entonces que los médicos sean cotidianamente evocados para dar respuesta a casi cualquier problema que la sociedad enfrente. Si existe narcotráfico, éste se convierte en un problema de salud nacional porque implica la adicción; si aumenta la violencia intrafamiliar, este también se trasforma en un problema de salud, porque puede causar la muerte, generar lesiones e invalidez, promover el suicidio y el mal desarrollo de los infantes. Para todo es usable el conocimiento médico, la sociedad se medicaliza, y entonces se espera que los médicos den respuesta a todos los problemas de la actualidad, pero ello es imposible: los médicos poco o nada podemos hacer para decidir cómo deben planearse las ciudades, cómo se debe educar a los niños, cuánto alcohol puede permitirse beber a un adolescente; todos estos asuntos son, finalmente, cuestiones resueltas por otras personas, instancias o representantes de gobierno. La salud mental en ese sentido está de moda y se le comprende como un estado de bienestar que se iguala a felicidad perpetua, donde todo es alegría y disfrutar. Como si dejar de sentir cosas desagradables fuera sano. En ese sentido los psiquiatras apare- 248 Sección 4 Dilemas médicos cemos en escena: la sociedad quiere que les recetemos felicidad o les enseñemos a permanecer felices todo el tiempo, y eso nadie lo puede lograr. Ser sano mentalmente puede reducirse a, solamente, ser capaz de trasformar al mundo para hacerlo más acorde a nuestro bienestar y conseguir así, una sobre vida con calidad y dignidad, que permita desarrollar todo el potencial humano que poseemos. Las exigencias a la psiquiatría no sólo se generan a partir de esta nueva forma de comprender la salud mental, sino debido a una antigua desconfianza sobre el origen de sus capacidades para controlar la ira, la desolación y la irracionalidad que ocasionalmente, acompaña al enfermo mental. Ambos estados de ánimo y la incapacidad para establecer relaciones adecuadas del que sufre un trastorno mental, son características sumamente temidas por la mayor parte de las personas y son también, ocasión del rechazo que sufre el enfermo mental. En ese sentido, la psiquiatría se diferencia de las demás especialidades porque básicamente atiende, alteraciones de la conducta humana. Con ello no decimos que el resto de especialistas médicos no enfrenten alteraciones conductuales en sus pacientes. Lo que aquí se sostiene es que el campo específico de la psiquiatría, está orientado a modificar una conducta insatisfactoria, tanto para el enfermo como para quienes le rodean. Su intervención se obliga cuando el comportamiento anómalo no puede ser asociado al funcionamiento incorrecto de un órgano en especial. Incluso cuando se intuya que son disfunciones cerebrales las que causan los comportamientos inusuales, si la localización de dicha disfunción resulta imprecisa o no determinada en términos de la estructura cerebral, corresponde al psiquiatra tratar esa conducta; ya que de ser identificable la lesión o la malformación cerebral, corresponde como campo de estudio y tratamiento, al neurólogo.

El psiquiatra trata con el individuo enfermo completo, no con partes de él o con motivo de la disfunción de un órgano específico. Para establecer un diagnóstico se guía por lo que le dice el enfermo, cómo lo expresa y lo que refiere sentir; toma además en cuenta elementos que rodean al paciente y que pueden precipitar su malestar o agravarlo, incluyendo sus relaciones laborales, de pareja y familiares. Otras especialidades clínicas pueden “desconectarse” de la subjetividad del individuo enfermo usando anestésicos u obligándolo únicamente a dar información sobre una parte de su cuerpo. Pues algunos, dan por hecho que el sentimiento del paciente no será relevante para resolver el problema de salud que le aqueja; un cirujano no se detendrá a disminuir la ansiedad del paciente que fue informado de requerir, urgentemente, ser amputado de una pierna. Lo importante para ese médico es evitar que el paciente muera, aunque pierda una parte de su cuerpo. Del mismo modo, un neurocirujano no dudará en retirar una parte del cerebro de aquel paciente que lo necesite para seguir con vida, incluso si a causa de ello pierde facultades indispensables para llevar una vida más o menos normal. El psiquiatra basa su intervención médica en la relación que establece con el paciente y en ese sentido será el cumplimiento del precepto de respeto a la autonomía del enfermo lo que en términos éticos más frecuentemente, se le cuestiona. Para analizar esta relación debemos subrayar primero, que ese intenso contacto personal con el paciente resulta esencial como técnica y como medio terapéutico y que toda influencia que se desee lograr en la persona con trastorno mental, siempre se orienta por el principio de la beneficencia, es decir, buscamos la mejoría o curación de la persona enferma, aún en aquellos casos en que el paciente carece de habilidades cognitivas para comprender por qué nos ponemos a su disposición. Cabe aquí subrayar que los pacientes que atiende el psiquiatra no siempre presentan alucinaciones o han perdido el contacto con la realidad. Muchos saben quienes son, dónde están, pueden explicar qué les pasa y expresar sus deseos. Con este tipo de paciente, la explicación de los procedimientos que se van a realizar a su favor son expuestos tan extensamente como sea necesario, pues de ello depende la confianza que nos brinde para ayudarlo a salir del problema. Puede establecerse un dialogo sincero con el paciente, para que comprenda los límites y alcances de nuestra intervención, se puede aclarar el tiempo de duración del tratamiento, la forma en que puede colaborar a que sea más pronta su recuperación o las alternativas que tenemos para ofrecerle, a fin de que elija la que considera más conveniente para su economía, disponibilidad de tiempo, estilo de vida y valores morales. En el caso de pacientes menores de edad, ancianos con problemas demenciales o invalidez, adultos con retraso mental o en estado psicótico, plantearles que tomen la decisión es, actualmente, ilegal y no ético. Es ilegal porque estos pacientes han sido definidos por la ley como incapaces para decidir, sea por cuestión de la edad o por limitaciones cognitivas, es decir: no es el médico quien dice que ellos no pueden decidir, es la ley quien le exige al médico obtenga de una persona definida como “responsable” del paciente, la anuencia y elección de los tratamientos que pueden ofrecérsele al enfermo. La persona que funge como responsable del paciente, siempre debe ser un adulto, con capacidad de decidir y que mantenga una relación, legalmente reconocida con el enfermo. Son en general, familiares consanguíneos, representantes legales o conocidos de la familia a quienes delegan el derecho a decidir por el paciente. Aún así, si el médico duda de que las decisiones que el responsable está tomando sean las más adecuadas para la salud del paciente, puede recurrir a Capítulo 26 ¿Dilemas de la ética psiquiátrica moderna?: relación médico paciente… 249

El psiquiatra trata con el individuo <strong>en</strong>fermo<br />

completo, no con partes de él o con<br />

motivo de la disfunción de un órgano específico.<br />

Para establecer un diagnóstico se<br />

guía por lo que le dice el <strong>en</strong>fermo, cómo lo<br />

expresa y lo que refiere s<strong>en</strong>tir; toma además<br />

<strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta elem<strong>en</strong>tos que rodean al paci<strong>en</strong>te<br />

y que pued<strong>en</strong> precipitar su malestar o agravarlo,<br />

incluy<strong>en</strong>do sus relaciones laborales,<br />

de pareja y familiares.<br />

Otras especialidades clínicas pued<strong>en</strong><br />

“desconectarse” de la subjetividad <strong>del</strong> individuo<br />

<strong>en</strong>fermo usando anestésicos u obligándolo<br />

únicam<strong>en</strong>te a dar información sobre<br />

una parte de su cuerpo. Pues algunos,<br />

dan por hecho que el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> paci<strong>en</strong>te<br />

no será relevante para resolver el problema<br />

de salud que le aqueja; un cirujano<br />

no se det<strong>en</strong>drá a disminuir la ansiedad <strong>del</strong><br />

paci<strong>en</strong>te que fue informado de requerir, urg<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te,<br />

ser amputado de una pierna.<br />

Lo importante para ese médico es evitar que<br />

el paci<strong>en</strong>te muera, aunque pierda una parte<br />

de su cuerpo. Del mismo modo, un neurocirujano<br />

no dudará <strong>en</strong> retirar una parte <strong>del</strong><br />

cerebro de aquel paci<strong>en</strong>te que lo necesite<br />

para seguir con vida, incluso si a causa de<br />

ello pierde facultades indisp<strong>en</strong>sables para<br />

llevar una vida más o m<strong>en</strong>os normal.<br />

El psiquiatra basa su interv<strong>en</strong>ción médica<br />

<strong>en</strong> la relación que establece con el paci<strong>en</strong>te<br />

y <strong>en</strong> ese s<strong>en</strong>tido será el cumplimi<strong>en</strong>to<br />

<strong>del</strong> precepto de respeto a la autonomía <strong>del</strong><br />

<strong>en</strong>fermo lo que <strong>en</strong> términos <strong>éticos</strong> más frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te,<br />

se le cuestiona. Para analizar<br />

esta relación debemos subrayar primero,<br />

que ese int<strong>en</strong>so contacto personal con el paci<strong>en</strong>te<br />

resulta es<strong>en</strong>cial como técnica y como<br />

medio terapéutico y que toda influ<strong>en</strong>cia que<br />

se desee lograr <strong>en</strong> la persona con trastorno<br />

m<strong>en</strong>tal, siempre se ori<strong>en</strong>ta por el principio<br />

de la b<strong>en</strong>efic<strong>en</strong>cia, es decir, buscamos la mejoría<br />

o curación de la persona <strong>en</strong>ferma, aún<br />

<strong>en</strong> aquellos casos <strong>en</strong> que el paci<strong>en</strong>te carece<br />

de habilidades cognitivas para compr<strong>en</strong>der<br />

por qué nos ponemos a su disposición.<br />

Cabe aquí subrayar que los paci<strong>en</strong>tes<br />

que ati<strong>en</strong>de el psiquiatra no siempre pres<strong>en</strong>tan<br />

alucinaciones o han perdido el contacto<br />

con la realidad. Muchos sab<strong>en</strong> qui<strong>en</strong>es son,<br />

dónde están, pued<strong>en</strong> explicar qué les pasa<br />

y expresar sus deseos. Con este tipo de paci<strong>en</strong>te,<br />

la explicación de los procedimi<strong>en</strong>tos<br />

que se van a realizar a su favor son expuestos<br />

tan ext<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te como sea necesario,<br />

pues de ello dep<strong>en</strong>de la confianza que nos<br />

brinde para ayudarlo a salir <strong>del</strong> problema.<br />

Puede establecerse un dialogo sincero con el<br />

paci<strong>en</strong>te, para que compr<strong>en</strong>da los límites y<br />

alcances de nuestra interv<strong>en</strong>ción, se puede<br />

aclarar el tiempo de duración <strong>del</strong> tratami<strong>en</strong>to,<br />

la forma <strong>en</strong> que puede colaborar a que<br />

sea más pronta su recuperación o las alternativas<br />

que t<strong>en</strong>emos para ofrecerle, a fin de<br />

que elija la que considera más conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te<br />

para su economía, disponibilidad de tiempo,<br />

estilo de vida y valores morales.<br />

En el caso de paci<strong>en</strong>tes m<strong>en</strong>ores de<br />

edad, ancianos con problemas dem<strong>en</strong>ciales<br />

o invalidez, adultos con retraso m<strong>en</strong>tal o <strong>en</strong><br />

estado psicótico, plantearles que tom<strong>en</strong> la<br />

decisión es, actualm<strong>en</strong>te, ilegal y no ético.<br />

Es ilegal porque estos paci<strong>en</strong>tes han sido<br />

definidos por la ley como incapaces para decidir,<br />

sea por cuestión de la edad o por limitaciones<br />

cognitivas, es decir: no es el médico<br />

qui<strong>en</strong> dice que ellos no pued<strong>en</strong> decidir, es la<br />

ley qui<strong>en</strong> le exige al médico obt<strong>en</strong>ga de una<br />

persona definida como “responsable” <strong>del</strong><br />

paci<strong>en</strong>te, la anu<strong>en</strong>cia y elección de los tratami<strong>en</strong>tos<br />

que pued<strong>en</strong> ofrecérsele al <strong>en</strong>fermo.<br />

La persona que funge como responsable<br />

<strong>del</strong> paci<strong>en</strong>te, siempre debe ser un adulto,<br />

con capacidad de decidir y que mant<strong>en</strong>ga<br />

una relación, legalm<strong>en</strong>te reconocida con el<br />

<strong>en</strong>fermo. Son <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, familiares consanguíneos,<br />

repres<strong>en</strong>tantes legales o conocidos<br />

de la familia a qui<strong>en</strong>es <strong>del</strong>egan el derecho a<br />

decidir por el paci<strong>en</strong>te. Aún así, si el médico<br />

duda de que las decisiones que el responsable<br />

está tomando sean las más adecuadas<br />

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Capítulo 26 ¿<strong>Dilemas</strong> de la ética psiquiátrica moderna?: relación médico paci<strong>en</strong>te…<br />

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