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44 Hombre murciélago de Miraflores. Cortesía INAH. Panhuehuetl de R. Piña Chan, op. cit., p. 565. Teotenango. Tlalpanhuehuetl de Malinalco. murciélago, hecho en cerámica, de tamaño natural, que proviene del sitio de Miraflores, Estado de México. En esta escultura se une el concepto hombre-animal emblemático, el murciélago. Recuerda, de cierto modo, la excelente escultura del Ehécatl de Calixtlahuaca. Probablemente el culto y los rituales a una deidad murciélago, en el contexto de la cultura otomí, mazahua o matlatzinca, tuvo que ver con la fertilidad de las tierras del valle de Toluca. Por otra parte, es indudable que quienes practicaban el autosacrificio –como sacarse sangre de las orejas, naris, y lengua–, el sacrificio humano –por medio de redes, el descuartizamiento y, tal vez, arrancando el corazón–, los ayunos y antropofagia ritual, lo hacían acompañados por la música y la danza, como complemento indispensable en las fiestas y ceremonias religiosas. Ello tiene su registro histórico en algunos objetos arqueológicos recuperados, entre ellos: panhuehuetles, chirimías o flautas, sonajas, ocarinas y otros más. El tambor musical de Malinalco, tlapanhuehuetl, tiene en la mitad superior la representación de un águila con las alas desplegadas, de cuyo pico sale una cabeza humana, tal vez simbolizando al Sol; luego vienen las representaciones de un ocelote o jaguar y de un águila, con símbolos de guerra colgados a cada lado del motivo central, a continuación se ven los jeroglíficos del Nahui Ollín, o sol de movimiento (Cuatro Temblor o Quinto Sol). En la parte de abajo, separados por una franja de serpientes entrelazadas, hay representaciones de otros jaguares y águilas. En el momento de la conquista de Zinacantepec, el pueblo Mexica tenía una religión politeísta basada en la adoración de una multitud de dioses
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Hombre murciélago<br />
de Miraflores.<br />
Cortesía INAH.<br />
Panhuehuetl de<br />
R. Piña Chan, op.<br />
cit., p. 565.<br />
Teotenango.<br />
Tlalpanhuehuetl de<br />
Malinalco.<br />
murciélago, hecho en cerámica, de tamaño natural, que proviene del sitio<br />
de Miraflores, Estado de México. En esta escultura se une el concepto<br />
hombre-animal emblemático, el murciélago. Recuerda, de cierto modo, la<br />
excelente escultura del Ehécatl de Calixtlahuaca. Probablemente el culto y<br />
los rituales a una deidad murciélago, en el contexto de la cultura otomí,<br />
mazahua o matlatzinca, tuvo que ver con la fertilidad de las tierras del<br />
valle de Toluca.<br />
Por otra parte, es indudable que quienes practicaban el<br />
autosacrificio –como sacarse sangre de las orejas, naris, y lengua–, el<br />
sacrificio humano –por medio de redes, el descuartizamiento y, tal vez,<br />
arrancando el corazón–, los ayunos y antropofagia ritual, lo hacían<br />
acompañados por la música y la danza, como complemento indispensable<br />
en las fiestas y ceremonias religiosas. <strong>El</strong>lo tiene su registro histórico en<br />
algunos objetos arqueológicos recuperados, entre ellos: panhuehuetles,<br />
chirimías o flautas, sonajas, ocarinas y otros más.<br />
<strong>El</strong> tambor musical de Malinalco, tlapanhuehuetl, tiene en la mitad<br />
superior la representación de un águila con las alas desplegadas, de cuyo<br />
pico sale una cabeza humana, tal vez simbolizando al Sol; luego vienen las<br />
representaciones de un ocelote o jaguar y de un águila, con símbolos de<br />
guerra colgados a cada lado del motivo central, a continuación se ven los<br />
jeroglíficos del Nahui Ollín, o sol de movimiento (Cuatro Temblor o<br />
Quinto Sol). En la parte de abajo, separados por una franja de serpientes<br />
entrelazadas, hay representaciones de otros jaguares y águilas.<br />
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En el momento de la conquista de Zinacantepec, el pueblo Mexica tenía<br />
una religión politeísta basada en la adoración de una multitud de dioses