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La Escritura Zapoteca por Javier Urcid – Texto - Famsi

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tumba, cuyos entablamentos empotrados se decoraron con figuras de pares<br />

masculinos-femeninos modeladas en estuco (Figuras 3.7 y 3.8). También agregados<br />

a la fachada de la tumba había bustos de tamaño superior al normal con la<br />

representación de otra pareja. El último de los seis entierros puestos en la tumba, el<br />

de una mujer adulta (entierro 68-22), fue hecho excavando desde la parte superior<br />

del mausoleo hasta llegar a la segunda cámara, y no a través de la entrada de la<br />

cripta. En el proceso de realizar esta tarea, algunos restos humanos sueltos de<br />

entierros que habían sido puestos anteriormente dentro de la tumba, quedaron<br />

encima de lo que quedó del cubo inferior, en el centro del mausoleo (Figuras 3.9 y<br />

3.10).<br />

Muchos de los estudios que se concentraron en las prácticas mortuorias<br />

zapotecas, empezando <strong>por</strong> los de Caso (I. Bernal 1958: 18; Caso 1933: 645 y 1942:<br />

36; Caso y Rubín de la Borbolla 1936: 11; Flannery 1983: 135; Westheim 1977),<br />

asumen que las tumbas eran elementos estáticos, resultado de un único evento de<br />

depositación. Los huesos humanos desarticulados hallados en su interior,<br />

designados como “entierros secundarios”, han sido interpretados como los restos de<br />

im<strong>por</strong>tantes personajes que fueron exhumados de otros lugares a fin de<br />

eventualmente, re-enterrarlos nuevamente en las criptas. También y de igual<br />

manera, se ha asumido que los esqueletos articulados hallados dentro de las<br />

tumbas o en sus adyacencias, son los restos de víctimas sacrificiales colocadas<br />

como ofrendas para acompañar a los individuos im<strong>por</strong>tantes (Figura 3.11-A).<br />

El modelo de entierros secundarios propuesto <strong>por</strong> Caso se asemeja a<br />

algunos ejemplos etnográficos de entierros dobles (Danforth 1982, Hertz 1907,<br />

Metcalf y Huntington 1992, Miles 1965). También es congruente con el esquema de<br />

ritos de pasaje planteado <strong>por</strong> Van Gennep (1960), según el cual el cambio de un<br />

estado a otro (de la vida a la muerte) se caracteriza <strong>por</strong> un período liminal. En los<br />

rituales funerarios de muchas culturas, este período liminal corresponde a la<br />

concepción del tiempo que le lleva a una entidad incorpórea abandonar el cuerpo y<br />

llegar a su destino final de reposo. El modelo de Caso postula que la fase liminal de<br />

las prácticas mortuorias zapotecas era un período prolongado que comenzaba con<br />

una primera inhumación. Después de algún tiempo los restos secos eran<br />

exhumados, pintados de rojo, y enterrados <strong>por</strong> segunda vez en las tumbas, una vez<br />

que se sacrificaban las víctimas que habrían de acompañarlos. Hay algunos datos<br />

etnográficos que apoyan la práctica zapoteca de inmolación humana para<br />

36

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