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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />
Nancy, cabello negro con raya en medio que deja ver la piel sonrosada del cuero cabelludo, ojos<br />
grandes y verdes (grandes como en las fotos de los niños que se ven en K-Mart), y la boca toda suave<br />
(boca de niña), rostro cubierto de lágrimas. Nancy, con ese aire tan juvenil (iban a algún bar a<br />
tomarse unas cervezas, y siempre le pedían la documentación y de qué modo estudiaban su carnet<br />
de conducir en el que decía que tenía veintitrés años). Nancy no era demasiado guapa, de manera<br />
que le encantaba oírlo cuando él le decía que era bonita y a él le encantaba decírselo, porque cuando<br />
lo hacía, ella sonreía de un modo que la hacía «casi» guapa, y lo sería cuando tuvieran dinero para<br />
que se arreglara aquel diente. Nancy (le había hecho dibujos a lápiz: hasta le había regalado uno el<br />
día de San Valentín). Nancy, de pie, junto a la cama. con una camiseta de Disneylandia (los dos soñaban<br />
con viajar a Disneylandia) y sus viejos tejanos...<br />
–Johnny.... ponte bien. Verás...<br />
Quiso decirle que la quería (la única cosa buena, amable y correcta en una vida de cagadas); sus<br />
labios intentaron decírselo, pero lo único que logró fue quejarse.<br />
–Me duele...<br />
–Ya lo sé, cariño, ya lo sé. –Mantuvo la mano en el aire, como si tuviera miedo de tocarlo–.<br />
Johnny, no sé qué hacer. No puedo hacer nada...<br />
La «luz». Era más brillante. Le hacía parpadear.<br />
Allí. en un rincón de la habitación, donde la pared se juntaba con el techo...<br />
Un fulgor rielante.<br />
La luz era la Muerte.<br />
Y ahí, en el centro.<br />
Unos ojos<br />
no podían ser los ojos de su viejo porque los ojos de su viejo eran tan duros y brillantes como el<br />
vidrio de las botellas de cerveza<br />
... vio los ojos de su viejo, tan amables<br />
vio el rostro de su viejo<br />
largo, equino, apuesto, contraído como el de un vaquero de Hank WiIliams...<br />
Vio a su padre,<br />
que estaba muerto<br />
en la luz<br />
Y su padre le dijo: – Todo saldrá bien, Johnny. Ahora estoy contigo.<br />
Y Johnny contestó: –Maldito hijo de puta, ¿cuándo has estado tú alguna vez conmigo?<br />
Se liberó del dolor y de su padre y se puso a recordar.<br />
UN RECUERDO:<br />
Su madre sentada, llorando, noche tras noche, y su padre no estaba en casa, noche tras noche, y<br />
ahora, su madre bebía whisky, igual que hacía su padre. Él seguía preguntando (sí, incluso cuando<br />
somos niños, hacemos preguntas cuya respuesta ya conocemos: algo perverso que llevamos dentro<br />
nos obliga a aferramos al dolor, del mismo modo que no dejas de meterte la lengua en una muela<br />
cariada para sentir la punzada de dolor): «¿Dónde está papá? ¿Cuándo volverá a casa?». Y después<br />
de las respuestas que su madre creía que debía darle: «Ha tenido que marcharse por un tiempo, para<br />
ocuparse de algunas cosas». «Hace lo que tiene que hacer», venía la verdadera respuesta: «Andará<br />
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