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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />
Entonces, tenía que preguntarse si intentaba ver a Onya como algo que no era, algo que incluso<br />
«ella» misma negaba en esos momentos. ¿Intentaba utilizar a la joven como plataforma de lanzamiento<br />
para hacer realidad, aunque tarde, la imagen que forjara en su niñez? ¿Acaso se negaba a<br />
aceptar la nueva actitud de rendición de su paciente sólo porque no quería que ella fuera lo que en<br />
un principio afirmaba ser? Kensey debió admitir que si Onya fuera un agente de la destrucción del<br />
mundo, y él un agente suyo de la destrucción, se convertiría –¿se atrevería a pensarlo acaso?– en un<br />
«salvador». Se estremeció sólo de pensarlo; pero no logró determinar si lo que más le asombraba<br />
era la posibilidad de su propia grandeza o la forma en que su mente podía manipularlo para tratar<br />
equivocadamente a un paciente.<br />
Kensey se incorporó con rapidez, más confundido que nunca. ¡«Tenía» que volver a verla!<br />
Onya levantó la cabeza cuando Kensey entró en la habitación. Sus ojos sombríos le dieron la<br />
bienvenida, pero el doctor no logró descifrar si era sincera; podía tratarse de un ardid para hacérselo<br />
creer. La expresión de la mujer le recordó una ilusión perceptiva. Pero no era el tipo de óptica ambigua<br />
que él utilizaba con sus pacientes –ora un pato, ora un conejo–, sino algo más parecido a una<br />
pintura que había visto de niño. La fascinación que le habían producido tres señoras tomando el té<br />
se había convertido en horror cuando advirtió que los pliegues de sus largos vestidos proporcionaban<br />
un disfraz ilusorio a las cuencas y los pómulos salientes de una calavera sonriente que le devolvía<br />
la mirada. El rostro de la muerte parecía mirarle una vez más a través del velo del engaño, y<br />
un horror igual a aquel otro le heló la sangre en las venas.<br />
–Yo... –empezó a decir Kensey sin gracia–, bien, quería comprobar si estaba cómoda.<br />
Fue un comienzo lamentable.<br />
–Estoy muy bien –le aseguró Onya–. En espera de que me permitan marchar.<br />
La actitud normal de Onya devolvió al doctor a la realidad. Sintiéndose como un tonto. Kensey<br />
se volvió para salir, pero Onya lo llamó.<br />
–Estaba pensando en esa obra de teatro... Edipo Rey –dijo–. ¿No le parece interesante ver cómo<br />
la gente intenta con tanto ardor eludir el destino y luego resulta que lo convierten en realidad con<br />
sus propios actos?<br />
Le sonrió como si acabara de hacer un comentario al azar. Pero la escalofriante ansiedad de la<br />
mañana volvió a apoderarse con fuerza del cuerpo de Kensey, contaminando las aguas de su perspectiva.<br />
Se volvió y salió de la habitación.<br />
Aquella noche, el silencio de su despacho le resultó opresivo. Tuvo la impresión de que sabía<br />
con exactitud cómo se sentía una rata al ser tragada por una serpiente. Se aflojó el nudo de la corbata<br />
e inspiró hondo, pero el aire cargado le dio náuseas. Era como si la oscuridad circundante sospechara<br />
que intentaba ocultar sus temores en lo más profundo de sí mismo, y no quisiera permitirle<br />
ese respiro.<br />
«¡Maldita sea la calefacción excesiva de estos edificios!», pensó, procurando reajustar su sentido<br />
de la ambientación, pero al dirigirse hacia su escritorio, éste no le ofreció el lazo familiar que<br />
buscaba. La seguridad de su mundo desaparecía como el agua absorbida por la arena. Onya se la<br />
había robado. O había actuado como catalizador para hacer que él mismo se la robara.<br />
Kensey echó un vistazo a la puerta, pero al ver la boca abierta de un vientre extraño en ella, desechó<br />
el pensamiento de abandonar la habitación, a pesar de la amenaza de autodesintegración que<br />
surgía del mobiliario tercamente indiferente. Se dirigió hacia un rincón oscuro donde se reclinó,<br />
mientras sentía el sudor pegajoso en la nuca y la frente. Le faltaba el aire: tenía el estómago como si<br />
fuera un globo al que hubieran retorcido para convertirle en una ristra de salchichas. ¿Porqué había<br />
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