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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />
GÓTICO AMERICANO<br />
Ray Russell<br />
No resulta sorprendente que Ray Russell sea considerado con frecuencia como un Gran Maestro<br />
del arte de la amenaza. Su novela de 1962, «The Case Against Satan», precedió en nueve años a la<br />
famosa novela «El exorcista» (según Marvin Kaye, «Russell la escribió antes y mucho mejor»). Con<br />
«Incubus» (3976) llegó a vender un millón de ejemplares y consiguió un contrato para llevarla al cine<br />
por una suculenta cifra. Y sus relatos góticos, publicados por Maclay en una edición de tapa dura con<br />
el título de Haunted Castles, son clásicos reconocidos.<br />
Quizá no todos sepan que Russell escribe notas de humor para Playboy, The Paris Review y otras<br />
revistas, y que maneja muy bien la ironía, como en «Princess Pamela», «The Bishop's Daughter», y<br />
«The Colony (comédies noires)». Para Ray, estas obras surgen de la combinación de humor, suspense,<br />
horror y <strong>otros</strong> elementos.<br />
En el relato que ofrecemos a continuación, toma prestado el titulo de una famosa pintura de Grant<br />
Wood, interpreta la palabra «gótico» en términos siniestros y conserva el sabor rural y el aire satírico<br />
del cuadro, para que el lector lo saboree por su cuenta y riesgo. (¡La salsa agridulce de Ray Russell<br />
es mortal!)<br />
***<br />
I<br />
¿Queréis que os cuente el caso de la hechicera y el asesinato que tuvimos por estos lugares?<br />
Pues bien, ella era una poderosa hechicera, y ésta es una verdad como un templo; si hasta se sabía<br />
un montón de palabras raras y todo: en fin, la cuestión es que la cosa ocurrió hace mucho tiempo.<br />
He contado esta historia un montón de veces, pero creo que no me ocurrirá nada si la cuento ahora<br />
de nuevo.<br />
Supongo que será mejor que empiece por hablaros de la muchachita que nos llevamos aquel verano<br />
a la granja. Era extranjera, de Hungría, Polonia, Pennsylvania o un país por el estilo. Tendría<br />
unos quince años. Más tonta que hecha de encargo, pero resultona 3 . Llevaba dos trenzas amarillas, y<br />
tenía los ojos del mismo color que la flor del maíz, y los senos más bien desarrollados... El suyo era<br />
el trasero más bonito que yo había visto en mi vida. En fin, un día, a mi hijo Jug se le ocurrió mirar<br />
a la chica cuando estaba agachada dando de comer a las gallinas, eso sería al primero o segundo día<br />
de trabajar para nos<strong>otros</strong>, y aquél fue el día en que se podría decir que Jug se hizo hombre.<br />
La única pega era que no sabía cómo hacerlo. Por todos los diablos, el muchacho sólo tenía catorce<br />
años. Lo único que sabía era que cuando la chavala estaba agachada de aquella manera, con el<br />
vestido de tela de saco ceñido al trasero, él notaba aquella sensación en los tejanos, como si fuera<br />
cosa de magia. Y no sabía la razón. Pero ahí estaba. De modo que se acercó a la muchacha a grandes<br />
trancos, la miró directo a los ojos y se desabrochó los pantalones.<br />
de la T.)<br />
–Mira esto –dijo–. ¿Has visto algo así alguna vez?<br />
3 A lo largo del relato, el lenguaje que el autor pone en boca de sus personajes es el propio de gente algo inculta. (N.<br />
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