13.05.2013 Views

Horror 7- Stephen King y otros

Horror 7- Stephen King y otros

Horror 7- Stephen King y otros

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

–¿Me tomas el pelo? Porque, si es así, te advierto que no estoy para bromas.<br />

–De acuerdo, voy a enseñártelo. ¿Tienes un par de guantes por aquí?<br />

–¿Para qué?<br />

–Para coger a uno de tus bastardos y compararlo con mis «gatitos». Al menos, será un punto de<br />

partida.<br />

Me dejó un par de guantes de trabajo, de cuero grueso. Logré separar a uno de los animales del<br />

resto sin molestar a la perra, a la cual no parecía importarle demasiado todo aquello.<br />

Yo no podía culparle. Al ver aquella extraña criatura más de cerca, pude observar lo fea que era.<br />

No sólo tenía la piel lampiña, sino escamosa. Pero lo que me pareció más raro fue que le faltara el<br />

ombligo. Reflexionando un poco, que yo recordara, los bichos que mi gata había parido tampoco<br />

presentaban ningún tipo de conexión umbilical. No había visto el cordón por ninguna parte.<br />

–Vamos –dije, sujetando aquel bicho baboso delante de mí para mantener el olor lo más lejos<br />

posible–. Quizá entre los dos logremos descifrar este asunto.<br />

–Iré contigo, pero esto no me gusta nada –comentó George–. Ted, es imposible que esto le haya<br />

ocurrido a mi perra.<br />

–¿Porqué lo dices?<br />

–Porque la primavera pasada la operamos para que no quedara preñada.<br />

Jean se mantuvo alejada de nos<strong>otros</strong> cuando entramos en la cocina para bajar al sótano. Al ver lo<br />

que yo llevaba en las manos enguantadas, palideció, pero no pronunció ni una palabra. Resultaba<br />

evidente que, a pesar de mis advertencias, había visto la camada. No sé por qué no me preguntó nada<br />

sobre la cosa que llevaba, quizá porque estaba demasiado sorprendida.<br />

–No he pensado qué haremos, pero ¿por qué no te llevas a los niños y te vas a visitar a alguien?<br />

Asintió en silencio. Creo que se alegró de tener una excusa para marcharse.<br />

–Dame un par de horas –pedí–. O, mejor aún, llámame antes de volver a casa. Por si acaso.<br />

–Pero ¿qué vas a...?<br />

–Ya te he dicho que no lo sé.<br />

Procuré dar la impresión de que dominaba la situación, pero si no logré impresionarme a mí<br />

mismo, mucho menos a Jean. Algo dentro de mí hurgaba y se retorcía, quizá se tratara de un reconocimiento<br />

instintivo de que las cosas no estaban bien, de que la naturaleza estaba patas arriba. Presentí<br />

una soterrada urgencia por descubrir realmente lo que estaba ocurriendo.<br />

Bajé al sótano precediendo a George y enfilé directo hacia la paridera. Harriet había abandonado<br />

a su descendencia; no la culpé por ello.<br />

Coloqué el «perrito» junto a los cinco «gatitos».<br />

–¿Qué te había dicho, George? Ni una puñetera diferencia.<br />

–Lo único es que los tuyos son un poco más grandes –señaló George. Parecía desgraciado; se le<br />

notaba asustado–. Esto no tiene sentido.<br />

–Ya lo sé. Resulta extraño. Acabas de decir que los míos son más grandes, y tienes razón. Pero<br />

cuando yo los dejé, eran ¡más pequeños!<br />

–¡Vamos, Ted! ¿Cómo pueden haber crecido en diez minutos?<br />

–No son imaginaciones mías, George. Te digo que están «más grandes».<br />

54

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!