Horror 7- Stephen King y otros

Horror 7- Stephen King y otros Horror 7- Stephen King y otros

juegosdemainque.xtrweb.com
from juegosdemainque.xtrweb.com More from this publisher
13.05.2013 Views

Stephen King y Otros Horror 7 Estrellas muertas, ¡eso sí que tenía gracia! El público se reía de aquel mismo momento, pero ignoraba que el mismo Harry era prácticamente una estrella muerta, un cerebro dentro de un cuerpo mecanizado, un producto de la cirugía plástica, un montón de órganos artificiales sostenidos por impulsos eléctricos y sistemas informatizados. Nadie lo sabía, y si dependía de él, aquello continuaría en secreto a lo largo de la nueva temporada. Era hora de olvidarse del pasado y prestar atención a lo que hacía. En aquel mismo instante, la pantalla apuntadora le indicaba que debía presentar al primer invitado. Harry leyó la presentación y apareció un atleta que avanzó hacia él y le estrechó la mano antes de que ocuparan sus asientos en el centro del escenario. El atleta era grande, corpulento, barbudo: Harry se sorprendió al notar que la mano de aquél estaba muy fría, y que el apretón había sido bastante débil. Los nervios, claro; era extraño cómo aquellos simios atiborrados de esteroides tenían sudores fríos delante del público. En fin, aquello era pan comido, sólo tenía que limitarse a leer la pantalla apuntadora. Harry le dio el pie y esperó la respuesta. No la obtuvo. Harry repitió el pie asegurándose de que el atleta lo escuchara. ¿O acaso no lo había oído? El pelmazo seguía ahí sin pestañear «¿Qué diablos pasa.... no me dirán que es analfabeto?» Harry lo miró con curiosidad, y susurró por lo bajo: –¡Estamos en el aire, desgraciado! Contéstame, di algo, por el amor de Dios... Ni una sola palabra. El rostro del atleta permaneció inexpresivo, por completo. En aquel momento, el de Harry también quedó carente de expresión, pero por dentro estaba que ardía. «Cielos, el tío se que ha quedado paralizado, está en Babia...» El instinto acudió en su ayuda: se dirigió al público y se sacó de la manga un chiste antiguo. No es que fuera demasiado ingenioso, pero cualquier cosa era mejor a estar en el aire y con la boca cerrada. El atleta no movió ni un solo músculo, sino que siguió sentado allí, completamente inmóvil. Sólo cabía hacer una cosa: sacarle de allí, y de prisa. Harry hizo la señal, un gesto con la mano, y dos rubias pechugonas subieron al escenario contoneándose. «Las azafatas de Harry», así las llamaban, pero su verdadera misión era la de echarle una mano en emergencias como aquélla. Y mientras él comentaba jocosamente que al invitado debía de haberle dado un repentino ataque de pie de atleta, las sonrientes muchachas ayudaron al hombre a levantarse del asiento. Maldición, eso de ayudarle era demasiado decir, porque fueron incapaces de moverlo, el tío seguía allí, duro como una piedra. Harry soltó otra ocurrencia para llamar la atención del público mientras las chicas, que habían dejado de sonreír, prácticamente levantaron en vilo al enorme simio y lo sacaron del escenario con los pies arrastrando. «¿Y ahora qué?» Harry volvió a hacer una señal y el gordo presentador acudió a rescatarle; subió pesadamente al escenario y soltó un chiste que no tenía nada que ver con lo ocurrido. Harry levantó la mirada y comprobó que la pantalla apuntadora había avanzado a toda velocidad y le indicaba que debía anunciar una pausa para la publicidad. Mientras pasaban los anuncios, apagó el micrófono y preguntó a toda prisa: –¿Qué ocurre aquí? –La computadora está abajo –respondió el presentador. Y se alejó con paso rígido, sin agregar una palabra más. 30

Stephen King y Otros Horror 7 –Eh, vuelve aquí... Harry levantó la voz, pero el otro se limitó a apresurar el paso, y sacudió las piernas al tropezar contra el telón de fondo en sus prisas por llegar a las bambalinas. El miedo impulsó a Harry a pulsar los botones del extremo de la mesa que había junto a su silla: había alertado al director que ocupaba la cabina de control. No recibió respuesta. Otro anuncio apareció en la pantalla del monitor. pero aquello no le dijo nada. Harry parpadeó cuando miró las luces hasta que logró fijar la vista en la cabina acristalada que se elevaba en la pared trasera del estudio. La cabina estaba vacía. No había director. Ni equipo de producción, ni siquiera un ingeniero de sonido. Harry miró todo aquello con fijeza. «¿Qué ocurre aquí? No me digas que ahora lo tienen todo informatizado.... las cámaras, los niveles de sonido, los cambios de luces, los decorados...» Desesperado, echó un vistazo hacia la zona de bambalinas, y. al instante, deseó no haberlo hecho. Allí estaba el presentador, despatarrado boca abajo en el suelo, junto al inerte atleta. Mientras Harry los observaba, dos enfermeros se les acercaron, se arrodillaron junto a la gorda silueta del presentador y le quitaron la chaqueta y la camisa. A toda prisa comenzaron a pulsar los brillantes circuitos empotrados en su espalda desnuda y a manipular las conexiones. «¡Conexiones!» Harry se hizo algunas consideraciones de cosecha propia: «¡Cielo santo, ese tipo es como yo! Y el atleta también». El anuncio desapareció de la pantalla del monitor y Harry volvió a estar en el aire. Sus ojos buscaron la pantalla apuntadora, pero no la encontraron. Lo único que le quedaba por hacer era volver a conectar el micrófono y ganar tiempo. Pero el micrófono no funcionaba. Estaba tan muerto como el presentador y el atleta y... Entonces cayó en la cuenta de todo lo ocurrido. Él no era el único. Algo se había estado cociendo mientras él permanecía aislado. Harry recordó los rumores acerca de una epidemia. Seguramente, aquello debía de haberse prolongado durante un largo período; pero todo había continuado bajo cuerda. Y en la cumbre, las personas como él abundaban cada vez más: cascarones vacíos con vida artificial. ¿Hasta dónde se habría extendido la epidemia? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que los presidentes estuvieran programados, hasta que los robots gobernaran el mundo? Llamarlo milagro médico no cambiaba las cosas: aquello era una conspiración. Alguien tendría que dar la alarma, decir la verdad, ¡y pronto! En ese momento, Harry oyó un suave murmullo, supo que su micrófono volvía a estar conectado; un sistema automático de apoyo había corregido el desperfecto. Pero a él le correspondía corregir el otro desperfecto, el gran desperfecto. Enfrentándose a las luces que lo separaban del público, la voz de Harry llenó el vacío de palabras. Debía advertirles en ese preciso instante, aunque fuera lo último que hiciese. –¿Podéis oírme? Entonces, ¡huid de aquí! Tenéis que comprender que todo esto no es real. Que yo no soy real. Decídselo a vuestros amigos. ¡No permitáis que las computadoras os dominen, no permitáis que los órganos artificiales y los trasplantes electrónicos os conviertan en zombies! Es lo que me ha ocurrido a mí y puede que os pase a vosotros si no hacéis algo ahora mismo. Buscad una cura para esto... ¡Volved a la realidad antes de que sea demasiado tarde! 31

<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

Estrellas muertas, ¡eso sí que tenía gracia! El público se reía de aquel mismo momento, pero ignoraba<br />

que el mismo Harry era prácticamente una estrella muerta, un cerebro dentro de un cuerpo<br />

mecanizado, un producto de la cirugía plástica, un montón de órganos artificiales sostenidos por<br />

impulsos eléctricos y sistemas informatizados.<br />

Nadie lo sabía, y si dependía de él, aquello continuaría en secreto a lo largo de la nueva temporada.<br />

Era hora de olvidarse del pasado y prestar atención a lo que hacía. En aquel mismo instante, la<br />

pantalla apuntadora le indicaba que debía presentar al primer invitado.<br />

Harry leyó la presentación y apareció un atleta que avanzó hacia él y le estrechó la mano antes<br />

de que ocuparan sus asientos en el centro del escenario. El atleta era grande, corpulento, barbudo:<br />

Harry se sorprendió al notar que la mano de aquél estaba muy fría, y que el apretón había sido bastante<br />

débil. Los nervios, claro; era extraño cómo aquellos simios atiborrados de esteroides tenían<br />

sudores fríos delante del público.<br />

En fin, aquello era pan comido, sólo tenía que limitarse a leer la pantalla apuntadora. Harry le<br />

dio el pie y esperó la respuesta.<br />

No la obtuvo.<br />

Harry repitió el pie asegurándose de que el atleta lo escuchara. ¿O acaso no lo había oído? El<br />

pelmazo seguía ahí sin pestañear «¿Qué diablos pasa.... no me dirán que es analfabeto?»<br />

Harry lo miró con curiosidad, y susurró por lo bajo:<br />

–¡Estamos en el aire, desgraciado! Contéstame, di algo, por el amor de Dios...<br />

Ni una sola palabra. El rostro del atleta permaneció inexpresivo, por completo.<br />

En aquel momento, el de Harry también quedó carente de expresión, pero por dentro estaba que<br />

ardía. «Cielos, el tío se que ha quedado paralizado, está en Babia...»<br />

El instinto acudió en su ayuda: se dirigió al público y se sacó de la manga un chiste antiguo. No<br />

es que fuera demasiado ingenioso, pero cualquier cosa era mejor a estar en el aire y con la boca cerrada.<br />

El atleta no movió ni un solo músculo, sino que siguió sentado allí, completamente inmóvil.<br />

Sólo cabía hacer una cosa: sacarle de allí, y de prisa. Harry hizo la señal, un gesto con la mano, y<br />

dos rubias pechugonas subieron al escenario contoneándose. «Las azafatas de Harry», así las llamaban,<br />

pero su verdadera misión era la de echarle una mano en emergencias como aquélla. Y mientras<br />

él comentaba jocosamente que al invitado debía de haberle dado un repentino ataque de pie de atleta,<br />

las sonrientes muchachas ayudaron al hombre a levantarse del asiento.<br />

Maldición, eso de ayudarle era demasiado decir, porque fueron incapaces de moverlo, el tío seguía<br />

allí, duro como una piedra. Harry soltó otra ocurrencia para llamar la atención del público<br />

mientras las chicas, que habían dejado de sonreír, prácticamente levantaron en vilo al enorme simio<br />

y lo sacaron del escenario con los pies arrastrando.<br />

«¿Y ahora qué?» Harry volvió a hacer una señal y el gordo presentador acudió a rescatarle; subió<br />

pesadamente al escenario y soltó un chiste que no tenía nada que ver con lo ocurrido. Harry levantó<br />

la mirada y comprobó que la pantalla apuntadora había avanzado a toda velocidad y le indicaba<br />

que debía anunciar una pausa para la publicidad.<br />

Mientras pasaban los anuncios, apagó el micrófono y preguntó a toda prisa:<br />

–¿Qué ocurre aquí?<br />

–La computadora está abajo –respondió el presentador. Y se alejó con paso rígido, sin agregar<br />

una palabra más.<br />

30

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!