Horror 7- Stephen King y otros

Horror 7- Stephen King y otros Horror 7- Stephen King y otros

juegosdemainque.xtrweb.com
from juegosdemainque.xtrweb.com More from this publisher
13.05.2013 Views

Stephen King y Otros Horror 7 –Pues un montón de alienígenas de distinto tipo. Aterrizaron en una nave espacial, en el bosque. Un par de ellos parecían como peces, o puede que víboras, otro tenía cara de oso, otros dos parecían grillos cebolleros vistos con una lupa. Y otros también. »Pero en el que me fijé mejor, que era el que daba órdenes a todos los demás, era realmente gordo. Tenía una cabeza enorme, llena de chichones, con la misma forma que el niño retrasado que tuvo la señora Anderson... –¡Walt! Billy Anderson es mongólico. No debes hablar mal de los menos afortunados que tú. Walt asintió con la cabeza y se excusó. –Perdona. Bueno, el caso es que aquella cosa tenía una cabezota llena de chichones, como esponjosa y una cara como de hormiga, con dos enormes pinzas en lugar de boca, y además parecía como algo que se te cae al suelo de la cocina. Babeaba por todas partes... –¡Walt! –¡... y no paraba de hacer un ruido fuerte, como alguien que carraspea para expulsar una flema enorme. »Pero su aspecto no era lo que más me impresionó. Lo que me asustó fue cuando se colocó sobre mi tumba y miró hacia abajo como si pudiera verme a través de la tierra. Y sus pinzas entrechocaban y se frotaban entre sí igual que un gato se lame los bigotes al ver a un ratón, y echaba los codos hacia atrás, como dispuesto a echárseme encima. Y hacía un sonido como de llanto, igual que un perro cuando te pide algo, y pensé que iba a atravesar la tierra y comerse mi cuerpo podrido. Y aunque yo sabía que estaba muerto y que no podía volver a morir, me dio mucho miedo. Como si no tuviese bastante con convertirme en algo que los árboles no distinguían del estiércol como para encima tener que servir de cena a un ladrón de cementerios. Pero entonces, aquella cosa se alejó y siguió mirando en el interior de las tumbas de otras personas. Cuando terminaron de verlas todas, volvieron a la mía, cavaron la tierra y me iluminaron con su rayo. No me dolió, aunque cuando estás muerto ya no sientes nada. Al cabo de cinco minutos volví a estar vivo, y sentí cosas, aunque ya no me las sabía, y entonces me levantó de la tumba. »Pero cuando subí, los alienígenas ya se habían marchado. Entonces me fui a casa. Fue la señorita Allison quien por fin lo dijo: –Walt, eso es imposible. ¿Cómo podías saber todo eso si estabas muerto, enterrado bajo tierra? Aunque hubieras tenido los ojos abiertos, ¿cómo pudiste ver a través de la tierra? Walt se encogió de hombros y respondió: –Eso es lo que necesito contarles. Lo que es estar muerto. Siempre han necesitado saberlo, porque todo el mundo tiene miedo. Es como cuando te da dentera cuando con las uñas rascas el encerado al escribir, como estar despierto durante tanto tiempo que te mareas y empiezas a oír cosas. Y no se siente nada, y te enteras de todo lo que ocurre a tu alrededor, y de algunas cosas que ocurren lejos. Es malo, y da miedo, pero no es tan horrible como para no poder acostumbrarse. Aquella tarde, ni la señorita Allison ni su mamá volvieron a hablarle. A nadie le pareció que tuviese sentido provocar una conmoción metiéndolo en el aula en medio de la jornada lectiva. Se incorporó al día siguiente, por la mañana, bastante temprano. (Quizá demasiado, decía la mirada de la señorita Allison; pero todo el mundo procuró no reparar en ella.) Cuando llegaron a casa, Anne, su hermana, lo abrazó, y jugaron a cartas hasta la hora de la cena. Después de cenar, papá, Walt y Anne hicieron el indio y se lanzaron almohadas en el cuarto de juegos. Fue divertido. 160

Stephen King y Otros Horror 7 Antes de irse a la cama, Walt quiso que papá le contara un cuento (había echado mucho de menos las historias de fantasmas de papá), pero él no quiso. Al cabo de un rato. Walt dejó de preguntar el porqué. No era tonto; sabía por qué su padre le tenía miedo. Pero ¿qué podía hacer? Estaba claro que no quería marcharse, volver con los muertos. Le gustaba estar vivo. Le gustaba que la gente lo viera, le oyese y supiera que estaba allí. Los muertos no eran una compañía divertida. Casi todos se quedaban muy quietos y estaban cansados, esperaban la resurrección, no tanto cansados de la vida como exhaustos por su ausencia. El martes y el miércoles fueron días tranquilos en la escuela. Casi ninguno de los chicos del nuevo curso había conocido a Walt antes del accidente. Y a los pocos que sí lo habían conocido no les costó demasiado concluir que Walt era algo que sólo habían visto los sábados, en la película de terror de las tardes. Pero el jueves la noticia ya había circulado, y el grupo más decidido de su clase del año anterior –eran cuatro en total– lo buscó y lo encontró durante el recreo, en un rincón desierto del patio. –Eh, zombi –le gritó Frankie Munsen desde atrás. Entonces, le lanzó un terrón de tierra que alcanzó a Walt en la parte blanda del hombro, justo debajo del cuello. –El conde Drácula, supongo... –se burló Donny James, saliendo de detrás de un árbol, a la izquierda de Walt. Con el chándal azul se envolvió el antebrazo y se escudó tras él, como hacen los vampiros de las películas con sus capas–. ¿Tienes murciélagos en la cabeza, Walt? ¿Qué se siente al haber regresado de entre los muertos? Walt dio un respingo cuando un terrón de tierra, lanzado desde la derecha, lo golpeó en el vientre. Se volvió y vio a John Taylor y a Rick Mitchell, de pie entre un grupo de pinos, lanzando terrones de tierra. Uno de ellos le dio en la frente y el polvo se le metió en los ojos. Cuando por fin volvió a abrir los párpados, vio a cuatro niños, de pie, a su alrededor. –¿Qué pasa, zombi ¿Tienes humo en los ojos? –se mofó Donny, que comenzó a sacudir a Walt por los hombros, con lo que el niño cayó de espaldas. Donny se le sentó sobre el pecho y le hundió las rodillas en los músculos del brazo–. ¿No vas a defenderte, zombi? –Soltó una risita tonta–. Demasiado tarde, imbécil. La voz de Walt no sonó asustada; no tenía miedo, sólo estaba un poco enfadado. –¿Qué te pasa? Yo no te he hecho nada. –Es que no nos gusta ver que los muertos andan por nuestra escuela, zombi. –Donny le escupió a los ojos mientras hablaba–. Queremos que te vayas, idiota. Walt echó a rodar de repente, sorprendiendo a Donny y quitándoselo de encima. Al levantarse, con un brazo se limpió la saliva de los ojos y con el otro, aferró a Donny por el cuello. Walt obligó a arrodillarse al niño mayor. –No estoy muerto –dijo. Le temblaba la voz, estaba enfurecido. Lanzó a Donny contra un árbol, y la cabeza del muchacho produjo un sonido hueco. Ninguno de los otros chicos dijo nada. Pero tampoco echaron a correr. Donny se sentó; la saliva sanguinolenta que le salía de la boca fue a caer sobre la tierra. –Me he mordido la lengua –dijo. Se balanceaba adelante y atrás de un modo inestable. Walt se alejó y les advirtió: 161

<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

Antes de irse a la cama, Walt quiso que papá le contara un cuento (había echado mucho de menos<br />

las historias de fantasmas de papá), pero él no quiso. Al cabo de un rato. Walt dejó de preguntar<br />

el porqué. No era tonto; sabía por qué su padre le tenía miedo.<br />

Pero ¿qué podía hacer? Estaba claro que no quería marcharse, volver con los muertos. Le gustaba<br />

estar vivo. Le gustaba que la gente lo viera, le oyese y supiera que estaba allí. Los muertos no<br />

eran una compañía divertida. Casi todos se quedaban muy quietos y estaban cansados, esperaban la<br />

resurrección, no tanto cansados de la vida como exhaustos por su ausencia.<br />

El martes y el miércoles fueron días tranquilos en la escuela. Casi ninguno de los chicos del<br />

nuevo curso había conocido a Walt antes del accidente. Y a los pocos que sí lo habían conocido no<br />

les costó demasiado concluir que Walt era algo que sólo habían visto los sábados, en la película de<br />

terror de las tardes.<br />

Pero el jueves la noticia ya había circulado, y el grupo más decidido de su clase del año anterior<br />

–eran cuatro en total– lo buscó y lo encontró durante el recreo, en un rincón desierto del patio.<br />

–Eh, zombi –le gritó Frankie Munsen desde atrás. Entonces, le lanzó un terrón de tierra que alcanzó<br />

a Walt en la parte blanda del hombro, justo debajo del cuello.<br />

–El conde Drácula, supongo... –se burló Donny James, saliendo de detrás de un árbol, a la izquierda<br />

de Walt. Con el chándal azul se envolvió el antebrazo y se escudó tras él, como hacen los<br />

vampiros de las películas con sus capas–. ¿Tienes murciélagos en la cabeza, Walt? ¿Qué se siente al<br />

haber regresado de entre los muertos?<br />

Walt dio un respingo cuando un terrón de tierra, lanzado desde la derecha, lo golpeó en el vientre.<br />

Se volvió y vio a John Taylor y a Rick Mitchell, de pie entre un grupo de pinos, lanzando terrones<br />

de tierra. Uno de ellos le dio en la frente y el polvo se le metió en los ojos.<br />

Cuando por fin volvió a abrir los párpados, vio a cuatro niños, de pie, a su alrededor.<br />

–¿Qué pasa, zombi ¿Tienes humo en los ojos? –se mofó Donny, que comenzó a sacudir a Walt<br />

por los hombros, con lo que el niño cayó de espaldas. Donny se le sentó sobre el pecho y le hundió<br />

las rodillas en los músculos del brazo–. ¿No vas a defenderte, zombi? –Soltó una risita tonta–. Demasiado<br />

tarde, imbécil.<br />

La voz de Walt no sonó asustada; no tenía miedo, sólo estaba un poco enfadado.<br />

–¿Qué te pasa? Yo no te he hecho nada.<br />

–Es que no nos gusta ver que los muertos andan por nuestra escuela, zombi. –Donny le escupió a<br />

los ojos mientras hablaba–. Queremos que te vayas, idiota.<br />

Walt echó a rodar de repente, sorprendiendo a Donny y quitándoselo de encima.<br />

Al levantarse, con un brazo se limpió la saliva de los ojos y con el otro, aferró a Donny por el<br />

cuello. Walt obligó a arrodillarse al niño mayor.<br />

–No estoy muerto –dijo.<br />

Le temblaba la voz, estaba enfurecido. Lanzó a Donny contra un árbol, y la cabeza del muchacho<br />

produjo un sonido hueco.<br />

Ninguno de los <strong>otros</strong> chicos dijo nada. Pero tampoco echaron a correr. Donny se sentó; la saliva<br />

sanguinolenta que le salía de la boca fue a caer sobre la tierra.<br />

–Me he mordido la lengua –dijo.<br />

Se balanceaba adelante y atrás de un modo inestable.<br />

Walt se alejó y les advirtió:<br />

161

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!