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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />
hijo. Y mucho peor verle morir. Walt no es el primer alumno que se me ha muerto en un accidente.<br />
Pero usted no puede dejarse engañar así. Walt está enterrado. No sé quién será este jovencito, y mucho<br />
menos por qué se aprovecha de esta debilidad suya...<br />
Su madre parecía indignada, tan enfadada que no podía hablar. Walt quiso arreglar las cosas,<br />
calmarlos, por eso le preguntó al director:<br />
–¿Qué prueba quiere que le dé? ¿Cómo puedo convencerle de que soy yo mismo?<br />
Al principio, ni su madre ni el director pudieron contestarle. Al cabo de un momento, el señor<br />
Hodges se excusó y abandonó el despacho.<br />
Durante veinte minutos, Walt se quedó mirando por la ventana del despacho del director; observaba<br />
a los demás niños durante el recreo. Su madre en ningún momento se levantó del asiento que<br />
ocupaba junto al escritorio del director. Tenía la mirada perdida en la pared mientras con los dedos<br />
iba retorciendo trocitos de papel hasta formar bolas bien apretadas.<br />
Finalmente, el señor Hodges abrió la puerta y entró de nuevo. Parecía cansado, como si padeciera<br />
el susto propio de quien ha sufrido un bombardeo, pero ya no tenía aquel aspecto maligno. Depositó<br />
dos gruesas carpetas de archivo sobre su escritorio.<br />
–Las pruebas que pudiera pedirte podrían fabricarse, Walt. Pero no es justo que trate de detenerte<br />
de esta forma. Como mínimo tienes derecho a ponerte el nombre que quieras. –Abrió una de las<br />
carpetas–. No puedo relacionarte con estos expedientes sin remover cielo y tierra. Pero no creo que<br />
los necesites. Aquí no hay nada que nos hiciera tratarte de otro modo que no sea el que emplearíamos<br />
con un nuevo alumno. –Y se puso a leer–. Estudias tercer curso. El grupo al que pertenecías ha<br />
continuado sus clases, y tu maestra, la señorita Allison, sigue trabajando aquí. Has estado ausente<br />
menos de un año, y aunque ya has estudiado estos temas del tercer curso, creo que no te vendría mal<br />
un repaso.<br />
Más tarde, antes de que Walt y su madre terminaran de rellenar los impresos, el director mandó<br />
llamar a la señorita Allison para que los viera. Walt levantó la mirada cuando ella abrió la puerta del<br />
despacho del señor Hodges, y sintió que le reconocía al verlo.<br />
La señorita Allison lanzó un grito y las piernas le fallaron. No se desmayó –nunca llegó a perder<br />
el conocimiento–; pero cuando cayó al suelo, pareció como si lo hubiera hecho.<br />
Volvió a gritar cuando él se le acercó para ayudarla a levantarse.<br />
–¡Wal...ter!<br />
El nombre sonó prolongado y horrendo, como en una vieja película de terror.<br />
–Tranquila –dijo Walt–, no soy un fantasma.<br />
–¿Qué eres?<br />
Su voz sonó aguda por efecto del miedo.<br />
–Sólo soy...Walt, sólo Walt. Soy Walt.<br />
La señorita Allison le lanzó una mirada furibunda e impaciente.<br />
–De verdad. Soy Walt. Además, mamá me ha dicho que no puedo contar nada.<br />
Walt oyó que su madre rompía entre los dientes el lápiz que estaba mordisqueando.<br />
–Cuéntaselo –le ordenó, furiosa–. Cuéntamelo. Walt se encogió de hombros.<br />
–Fueron los alienígenas –dijo–. Recorrían el cementerio para ver el interior de las tumbas.<br />
–¿Qué alienígenas?<br />
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