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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

chalado! –El abuelo miró a Alan con una sonrisa forzada y luego, juguetón, le dio unos golpecitos<br />

en el brazo–. Ya no hay que preocuparse, pequeño. Se quedó allá atrás y desapareció.<br />

–¿Quién te parece que podía ser?<br />

–Pues un loco, hijo. Un chalado. Cuando seas mayor, te darás cuenta de que el mundo está lleno<br />

de gente extraña.<br />

–¿Tú crees que seguirá allí, en el camino, cuando volvamos?<br />

El abuelo miró a Alan y trató de sonreír. Le costó un gran esfuerzo conseguirlo, pero la mueca<br />

que esbozó no se pareció en nada a una sonrisa de verdad.<br />

–Le tenías miedo, ¿no es así?<br />

Alan asintió y preguntó a su vez:<br />

–¿A ti no te daba miedo?<br />

El abuelo tardó en responder. La verdad es que parecía asustado.<br />

–Bueno, supongo que un poco –admitió al fin–. Pero he conocido a <strong>otros</strong> tipos así. Me parece<br />

que, tarde o temprano, todo el mundo acaba encontrándose con un fulano así.<br />

–¿De veras?<br />

Alan no entendió muy bien a qué se refería su abuelo.<br />

El abuelo miraba adelante y de pronto dijo:<br />

–Mira, ahí está la tienda...<br />

Después de aparcar, el abuelo entró corriendo en el Food-A-Rama a comprar medio kilo de<br />

mantequilla mientras Alan se quedaba en el vehículo con el motor en marcha, el ventilador de la calefacción<br />

aullando y las puertas cerradas. Al mirar hacia afuera, a los remolinos de nieve. Alan apenas<br />

logró diferenciar un copo de otro. Las ventanillas del Scout eran como blancas hojas de papel<br />

por las que Alan no lograba ver «nada».<br />

De pronto, en el lado del conductor apareció una negra silueta, y el tirador produjo un sonido seco.<br />

El seguro saltó hacia arriba y apareció el abuelo: llevaba en la mano una bolsita de papel<br />

marrón.<br />

–¡Chico, aquí fuera sopla una que no veas! ¡Esa mujer ha elegido bien el momento para enviarnos<br />

a un recado!<br />

–Parece que ha empeorado –comentó Alan.<br />

–Bueno, puede que no –dijo el abuelo, mientras metía la primera–, Está anocheciendo. Cuando<br />

oscurezca, la nevada no será tan fuerte.<br />

Regresaron por la carretera Veintiocho, que al cabo de un trecho describía una curva y cruzaba<br />

la Catorce A. Alan manipuló los mandos de la calefacción y, por fin, el habitáculo comenzó a caldearse<br />

un poco. Se sintió mejor, pero no lograba quitarse de la cabeza la voz del forastero.<br />

–Abuelo, ¿qué quiso decir ese hombre con eso de que estamos aquí para un viaje muy breve? ¿Y<br />

con eso otro de que la noche es cada vez más fría?<br />

–No lo sé muy bien, Alan. No olvides que es un chalado. Lo más probable es que ni él mismo<br />

sepa qué quiso decir...<br />

–La verdad es que todo lo que decía daba mucho miedo, ¿no?<br />

–Sí, supongo –admitió el abuelo mientras giraba el volante para tomar un cruce–. Ya estamos en<br />

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