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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

entre el sombrío forastero y su abuelo, quien, de pronto, había adquirido las proporciones de un<br />

campeón. Escuchaba, pero no era capaz de volverse para mirar atrás. Entonces sintió que el temor<br />

se apoderaba de él. Una garra retorcida y alargada surgía de la oscuridad de su mente y se aferraba a<br />

él con una terrible certeza.<br />

El abuelo frenó con cierta brusquedad; la tracción a las cuatro ruedas del Scout no logró impedir<br />

que el vehículo derrapara hacia la derecha y fuese a chocar contra un montículo de nieve. Alan miró<br />

a su abuelo mientras éste se volvía y observaba al forastero.<br />

–Oiga, hombre, no sé qué juego se trae entre manos, pero no lo encuentro tan divertido como usted...<br />

Y, además, no me gusta la forma en que responde a nuestra hospitalidad.<br />

El abuelo lanzó una mirada furibunda al hombre del asiento trasero, y Alan vio reflejarse el valor<br />

en los ojos del anciano. Eso fue lo que le infundió fuerzas para darse la vuelta y enfrentarse al<br />

forastero.<br />

–Sólo pretendía conversar –repuso el hombre con voz de terciopelo.<br />

Alan tuvo la impresión de que el forastero podía cambiar el tono de voz a su antojo, que podía<br />

modularla de cualquier manera. El hombre del pasamontañas era como un ventrílocuo, un mago<br />

quizá...<br />

–Pues bien –dijo el abuelo–, para serle sincero, su conversación me tiene ya bastante harto, de<br />

modo que, ¿por qué no se apea aquí mismo?<br />

Los ojos parapetados tras el pasamontañas pasaron velozmente del abuelo a Alan una, dos veces.<br />

–Ya. Comprendo... –murmuró la voz–. No más tonterías, ¿eh?<br />

El forastero se inclinó hacia adelante y puso una mano enguantada en el respaldo del asiento de<br />

Alan. La mano rozó casi el abrigo del niño, que se apartó, porque no quería que el forastero le tocase.<br />

Notó cierta acidez en el estómago.<br />

–Muy bien –dijo el hombre, sombrío–. Por ahora los dejaré..., pero permítame un último comentario.<br />

–Preferiría que se lo guardase –repuso el abuelo, al tiempo que el hombre abría la portezuela de<br />

atrás.<br />

–Pues me escuchará...<br />

Otra risa suave y el forastero ya se encontraba al borde del camino, rodeado por la ventisca de<br />

nieve. Detrás del pasamontañas, los ojos iban del abuelo a Alan y de vuelta al abuelo.<br />

–Verá usted, estamos aquí para un viaje muy breve... y la noche se hace cada vez más fría.<br />

Los ojos del abuelo se abrieron de manera desmesurada cuando las palabras entraron despacio<br />

en el interior del vehículo, mezcladas con los remolinos de viento frío. Aceleró a fondo y se despidió:<br />

–Adiós, señor...<br />

El Scout avanzó con tanta fuerza que dio un bandazo en la nieve;<br />

Alan no tuvo necesidad de cerrar la portezuela porque ésta se cerró sola por la fuerza de la aceleración.<br />

Al mirar atrás. Alan vio que el forastero se transformaba rápidamente en una manchita negra en<br />

el blanco muro que tenía a su espalda.<br />

–¡Con toda la gente que anda por el mundo necesitada de favores, tenía que ir a recoger a ese<br />

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