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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

El hombre que iba en el asiento posterior lanzó una risita ahogada debajo del pasamontañas. A<br />

Alan no le gustó aquel sonido.<br />

El abuelo se aclaró la garganta y fingió toser.<br />

–Lo cierto es que tampoco se me había ocurrido pensar en eso –dijo concentrándose en el camino<br />

cubierto de nieve.<br />

Alan observó el rostro de su abuelo y logró ver la inestabilidad reflejada en sus ojos. Era la mirada<br />

del miedo, que iba creciendo poco a poco.<br />

–Quizá debería pensar... –comenzó a decir el forastero.<br />

–¿Porqué? –intervino Alan–. ¿Qué quiere decir con eso?<br />

–Es lógico que un demonio se encuentre cómodo en cualquier tipo de elemento, con tal de que<br />

éste sea extremado y cruel.<br />

Alan intentó aclararse la garganta pero no pudo. Tenía una especie de nudo que se negaba a disolverse<br />

por más que tragara.<br />

El forastero volvió a lanzar una risita ahogada.<br />

–Claro que me estoy apartando del tema... –dijo–. Hablábamos de figuras del lenguaje, ¿no?<br />

–Aquí el único que habla es usted –contestó el abuelo. El forastero asintió.<br />

–En realidad, «frío como un sepulcro» sería una expresión más adecuada.<br />

–Bajo tierra no hace tanto frío –terció Alan, a la defensiva.<br />

–Vaya, hombre, ¿y tú cómo lo sabes? –inquirió despacio el forastero–. Nunca has estado en un<br />

sepulcro..., al menos de momento.<br />

–¡Deje ya de decir tantas tonterías, hombre! –ordenó el abuelo. Su voz sonó dura, pero bajo la<br />

delgada capa de sus palabras Alan detectó el miedo.<br />

El niño observó a su abuelo y luego al forastero. Y cuando sus ojos se clavaron en los que asomaban<br />

bajo la protección del pasamontañas, sintió como si un punzón para romper hielo le recorriera<br />

la espalda. Había algo en los ojos del forastero, algo oscuro que parecía acechar y corcovear violentamente<br />

en el fondo.<br />

Una risita sombría surgió del asiento trasero.<br />

–¿Que digo tonterías? – inquirió el forastero–. Pero ¿qué es tonto y qué es serio en el mundo de<br />

hoy? ¿Quién puede establecer la diferencia? ¡Misiles y conferencias en la cumbre! ¡Vampiros y<br />

ajos! ¡Hambre y epidemias! ¡Lunas llenas y maníacos!<br />

El hombre sombrío fue escupiendo aquella andanada de palabras que a Alan le produjeron más<br />

frío que el aire helado que despedía el ventilador de la calefacción. Apartó la mirada e intentó contener<br />

el temblor que se apoderaba de él.<br />

–¿Adonde ha dicho que iba usted? –preguntó el abuelo mientras levantaba despacio el pie del<br />

acelerador.<br />

–No lo he dicho.<br />

–Pues será mejor que lo haga... ahora mismo.<br />

–¿Acaso detecto un asomo de hostilidad en su voz? ¿O es otra cosa?<br />

Y volvió a emitir aquella risita gutural, susurrada.<br />

Alan fijó la vista en el blanco panorama del frente. Pero no se perdía palabra de la conversación<br />

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