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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

–¡Sí! Será muy divertido.<br />

Alan corrió hacia el armario, sacó unas pesadas botas recubiertas de goma, un gorro de punto y<br />

una bufanda. Luego se puso el abrigo de piel con capucha y relleno de pluma de ganso que su mamá<br />

había comprado por catálogo en L. L. Bean. Allí, en Iowa, todo era tan «distinto».<br />

–Llevo cuarenta y dos años con esa mujer y todavía no sé cómo piensa que puede...<br />

El abuelo acababa de cerrar tras ellos la puerta que daba al porche. Mascullaba todavía cuando<br />

se enfrentó a la punzante bofetada del viento decembrino, al mordisco de los copos de nieve, duros<br />

como el hielo, que le atacaban las mejillas. Alan había oído por la radio que si aquello no paraba en<br />

toda la noche, a la mañana siguiente, la nieve lo habría cubierto todo hasta los tejados.<br />

El abuelo bajó al sendero que conducía al garaje y que habían limpiado con las palas. Ya había<br />

empezado a cubrirse y pronto habría que volver a limpiarlo.<br />

El efecto hipnótico de la nieve fascinaba a Alan.<br />

–Abuelo, ¿siempre hay tormentas como ésta?<br />

–Así de fuertes, más o menos una vez al mes.<br />

El abuelo tendió la mano hacia la puerta del garaje y la hizo deslizarse por los rieles de muelles.<br />

Sacudió la cabeza y se echó a temblar al recibir una ráfaga helada.<br />

–Yo no sé qué opinarás tú, pero ahora mismo preferiría estar en ese crucero con tus padres.<br />

–¡Ni hablar! ¡Ésta será mi primera Navidad de verdad!<br />

–¿Por qué? ¿Porque es una Navidad «blanca»?<br />

El abuelo lanzó una risita ahogada al abrir la puerta del Scout de tracción a las cuatro ruedas y<br />

subió.<br />

–Claro –repuso Alan–. ¿Nunca has oído la canción? El abuelo sonrió y repuso:<br />

–Bueno, creo haberla escuchado un par de veces...<br />

–Pues eso es lo que quiero decir. En Los Ángeles, nunca parece Navidad, ni siquiera en Navidad.<br />

Alan subió de un salto al Scout y cerró de un portazo. El temporal de nieve los esperaba.<br />

El abuelo se dirigió despacio desde el sendero hasta la carretera Catorce A. Alan miró hacia la<br />

lejanía y al ver el llano paisaje con las demás granjas se sintió desorientado. No lograba distinguir<br />

dónde terminaba la tierra nevada y dónde empezaba el blanco del cielo. Cuando el Scout avanzó<br />

con un bandazo hacia el camino principal, dio la impresión de que estuviesen circulando sobre una<br />

crujiente hoja de papel blanco, sobre la blanca nada.<br />

«Daba miedo –pensó Alan–. Tanto miedo como conducir en noche cerrada.»<br />

–¡Sí que ha ido a buscar un buen momento para quedarse sin un ingrediente para la dichosa tarta!<br />

Fíjate, Alan. Será una nevada con todas las de la ley.<br />

Alan asintió, y preguntó:<br />

–Abuelo, ¿cómo sabes por dónde vas?<br />

El anciano lanzó un gruñido.<br />

–Es que he recorrido esta ruta un millón de veces, hijo –contesto–. ¡He vivido aquí toda mi vida!<br />

No iba a perderme ahora. Pero, Dios santo, qué frío hace. Espero que la calefacción empiece a funcionar<br />

pronto...<br />

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