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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />
Notó que el sudor que le bajaba por entre los omóplatos se le helaba. Buscó un objetivo desesperadamente,<br />
divisó algo que se movía, y disparó una ráfaga. De entre los arbustos donde había esperado<br />
emboscado, salió un hombre y cayó boca abajo..., pero ya lo habían dejado atrás, y no logró<br />
ver si se movía. Rodearon el tanque incendiado. Le llegó el olor del metal al rojo, de la gasolina<br />
quemándose... y de algo mucho peor. Lo apartó de su mente.<br />
El bosque era ahora más espeso y aparecía surcado de pequeños arroyuelos. El Sherman hubo de<br />
realizar un esfuerzo para superar aquel terreno. Se sintió terriblemente expuesto, indefenso. De<br />
pronto, le entraron unas ganas tremendas de orinar, pero se controló; Tinsley jamás le habría perdonado<br />
que lo duchase de aquel modo.<br />
A tumbos salieron de un claro y se internaron en un bosque en el que los árboles ardían. La artillería<br />
había hecho picadillo aquel lugar, y el suelo del bosque estaba sembrado de ramas y hojas<br />
caídas de los grandes árboles. El tanque se llenó de humo; tosió con fuerza y oyó que Tinsley hacía<br />
otro tanto.<br />
A través del humo vio moverse algo que avanzaba hacia ellos. Disparó espasmódicamente, una<br />
y otra vez. Tenía el corazón frío y firme, pero sentía las manos demasiado ligeras para los brazos.<br />
Bajaron por otra hondonada. Cuando comenzaban a ascender la cuesta para salir, se produjo un<br />
terrible sonido metálico seguido de un rugido. Se golpeó contra el costado del tanque y oyó un ruido<br />
de huesos rotos.<br />
Todo quedó patas arriba. Su ametralladora apuntaba a las copas de los árboles. Tinsley había<br />
caído de lado, sin sentido. Anderson, que servía la otra ametralladora, estaba muerto o desmayado.<br />
El tanque aparecía inclinado de un modo inverosímil, y el motor no funcionaba. El rugido que lo<br />
había acompañado todo había cesado.<br />
Pasó por encima de Tinsley y por debajo de Anderson. Se izó hasta la escotilla y la empujó<br />
hacia arriba. No logró moverla.<br />
¡Dios santo! ¡Qué calor!<br />
Oyó el cercano crepitar del fuego, dentro del tanque mismo o en el bosque de fuera. El metal estaba<br />
al rojo vivo, y el aire se había vuelto irrespirable de tanto humo. Golpeó contra la tapa de la escotilla<br />
hasta hacerse sangre. El humo había comenzado a filtrarse por los bordes.<br />
–¡Socorro! –Los pulmones le ardían y tenía la garganta irritada–. ¡Socorro! ¡Estoy aquí dentro!<br />
Se dejó caer en el interior del Sherman y le tomó el pulso a Tinsley. Estaba muerto. ¿Y Anderson?<br />
No, pero seguía inconsciente.<br />
Volvió a subir, y gritó de nuevo; la cabeza le estallaba a causa de la presión, y la piel comenzaba<br />
a llenársele de ampollas y a pelársele.<br />
–¡Que me estoy cociendo vivo aquí dentro!<br />
Su voz fue un murmullo apenas. Se dejó caer sobre el cuerpo de Tinsley, utilizándolo para protegerse<br />
del hirviente metal.<br />
Sintió como si se derritiese. Literalmente, era como si el cuerpo se le derritiera; la piel se le<br />
aflojó, y la carne comenzó a burbujear con sus propios humores. El dolor no era tan grande como el<br />
miedo.<br />
Tanteó a ciegas en busca del arma de Tinsley. Dio con ella.<br />
Sin pensárselo dos veces, se metió el cañón del revólver en la boca y apretó el disparador.<br />
Shag encogió las rodillas, el quejido que nacía en su garganta se apagó en un gorgoteo. En el<br />
instante fugaz que separa el sueño de la muerte, volvió a ver el Sherman, enorme y recio, con el<br />
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