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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

Recordó que una vez, en Francia..., ¿había sido en un bosque? Quizá fuera en un bosque..., tirado<br />

debajo de un Sherman, cómodo como un pachá, mientras las balas y los fragmentos de metralla<br />

alemanes silbaban y arrancaban esquirlas del grueso metal. Entonces le había salvado la vida. Quizá<br />

el viejo trasto volviera a salvársela ahora. A su edad, no podía pedir demasiado.<br />

Suspiró. Hacía mucho tiempo que no dormía en una cama de verdad. Entre sábanas limpias.... y<br />

después de haberse dado un baño caliente. Casi podía oír a su madre dando vueltas por la cocina,<br />

mientras preparaba la cafetera para la mañana siguiente. En cierta época había tenido todo aquello<br />

que cualquiera podía necesitar o desear..., no, todo lo que podía desear, no. Había deseado demasiado.<br />

Y obtenido demasiado.<br />

Se volvió de lado, encogió las rodillas contra el vientre abultado. ¿Había sido la guerra? ¿Acaso<br />

él era uno de esos chalados que tardan toda la vida en manifestar sus síntomas? Había renunciado a<br />

su educación, un buen empleo, la promesa de una buena esposa, y quizá hasta de hijos. Por nada.<br />

Por una botella de escocés. Después, cuando el escocés se había vuelto demasiado costoso para su<br />

flaca cartera, una botella de whisky barato. Y ahora una botella de cualquier vino que estuviera de<br />

oferta en los supermercados.<br />

Bebió otro sorbo. Se atragantó y tosió, y el sonido reverberó con ecos fantasmales en el interior<br />

irregular del tanque.<br />

–¿Estás avergonzado de mí, viejo? –preguntó–. Me salvaste la vida..., y después te defraudé de<br />

mala manera. –Hipó y lanzó una risita tonta–. Perdona, se me ha escapado.<br />

Se relajó lentamente a medida que el cuerpo se le fue calentando. No se dio cuenta de cuándo lo<br />

venció el sueño.<br />

El Sherman se sacudía, subía y bajaba como un barco navegando con mar gruesa. Le resultaba<br />

difícil mantener los pies firmes y concentrarse en el bosque que flanqueaba la ruta que habían tomado.<br />

A la derecha se oían disparos... de armas de pequeño calibre. Un tiroteo limitado, de eso estaba<br />

seguro.<br />

El carro se abrió paso a través de una arboleda medio destrozada por las descargas de artillería<br />

del día anterior. Tinsley, que estaba por debajo de él, a los mandos, le dio unos golpecitos en el tobillo.<br />

–¿Ves algo? Los alemanes tienen que andar cerca. Los huelo. Mantén los ojos abiertos, ¿me<br />

oyes?<br />

Dio un golpecito en la plancha del tanque a manera de respuesta. Desde allá abajo, Tinsley no<br />

lograba oír muy bien.<br />

Avanzaban hacia una agrupación de infantería. Los hombres levantaron la mirada y sonrieron<br />

cuando el Sherman pasó pesadamente junto a ellos. Quizá fuera el grupo que se había refugiado alrededor<br />

de Gran Mamá el día anterior, después de haber sufrido el asalto de un puñado de francotiradores.<br />

Críos. Sólo críos. Al dejarlos atrás, notó que incluso después de semanas de combate, a la<br />

mayoría de ellos no le hacía falta afeitarse.<br />

Les hizo la señal; ellos se rieron y se apartaron para dejar paso a la enorme máquina.<br />

De la distancia les llegó el sonido de las armas pesadas. Ametralladoras..., sí. Entró en el tanque<br />

y aseguró la escotilla. Revisó su 76 mm, ensayando todas sus posiciones. Tendió la mano hacia abajo<br />

para indicar con golpecitos sobre el hombro de Tinsley el código privado.<br />

–Prepárate. Nos estamos acercando.<br />

El tanque que se encontraba más a la izquierda de la posición ocupada por ellos surgió a lo lejos<br />

y entró en su campo visual. Se oyó un tremendo «¡CRRUUMP!» y las llamas lo envolvieron.<br />

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